Antes de dejar la base, Harry procuró despedirse de todos los que le importaban.

A la misión irían Luna, Bill, Hermione, Harry, Fleur, Padma y Seamus, sin olvidar a Kreacher. La primera quería reencontrarse con Hagrid como pocas veces había deseado otras cosas, y Hermione se negó a dejar ir solo a Harry, además de que también le emocionaba el prospecto de ver al semigigante de nuevo (y era agradable verla sonreír, Hermione no había sonreído desde Grimmauld Place). Bill y Fleur eran un paquete; el primero iría debido a las protecciones y barreras mágicas que quizás tenían que sortear, y la segunda no pensaba dejarlo solo. Nunca se separaban, y Harry estaba bien con eso. Además, necesitaban siete personas para abrir la barrera de la cuarentena.

Kreacher, por otra parte, era una historia complicada.

Su memoria y cabeza claramente habían sido afectadas al quedarse tanto tiempo completamente solo, desnutriéndose. Si eso además se le sumaba los doce años anteriores que vivió en Grimmauld Place sin nadie más que el retrato de Walburga Black, resultaba en un caso que daba para psiquiatría. El elfo recordaba las últimas semanas junto a Harry, Hermione y Ron, (los desayunos, las palabras cordiales, la conversación acerca de Regulus Black), con más vehemencia de lo que recordaba las cosas malas. Para Kreacher, su relación con su "Amo" mejoró al punto de que sentía lealtad por él. Por eso cuando Harry ya no volvió después de la mañana del Ministerio cuando robaron el relicario, y luego de la Batalla de Hogwarts, Kreacher se sumió en una profunda depresión que se traducía a respuestas hostiles y enojadas y que parecían una actuación-bueno, eran una actuación, si algo decían a las lágrimas que derramaba de repente cuando estaba mucho tiempo lejos de Harry. Pero nadie quería apresurarlo a que cambiase su actitud.

De todas formas y a pesar de eso, no les tomó mucho tiempo convencer a Kreacher para que los ayudara a encontrar a Hagrid en esa misión.

La magia de los elfos era muchas veces desconocida incluso para ellos mismos; las cosas que harían por su Amo podían ser desconcertantes. Harry llegó a creer que Kreacher podría ayudarlos a encontrar a Nagini, como dijo que quizás podría encontrar a Hagrid. Pero la diferencia era que con Hagrid tendría una muestra de su poder, que se suponía estaría impregnada cerca o en la misma prisión de Grindelwald. Con Nagini no había nada.

Sin importar qué, la habilidad de Kreacher de Aparecerse entre países y hasta cuando habían barreras Anti-Aparición, ya consistían en un buen motivo para llevarlo a Austria.

Parecía ser un buen plan, salvo que Harry se sentía insatisfecho con él. Tampoco ayudaba demasiado que el último que los acompañaría era, obviamente, Malfoy.

Pero no era eso lo que tenía a Harry sintiéndose como la mierda.

Durante todos esos años, Ron y Hermione siempre estuvieron de su lado sin importar las circunstancias o qué tan difícil fuera la situación. Siempre. Era como una verdad indiscutible. Pero en este momento, su mejor amigo no podría ir gracias a su pierna, y además dejaría a su novia que había sido recientemente herida sin su apoyo. La impotencia con la que Ron los observaba despedirse de todos en el patio era algo que hacía que el corazón de Harry se estrujara.

—Cuida de ella —murmuró en su oído cuando estaban diciéndose adiós, con un tinte de súplica—. Por favor, Harry, cuida de ella.

Harry tragó en seco, sabiendo que dejarlo allí solo tampoco le hacía mucha gracia a él. Tenía claro que en cualquier momento un ataque o una tragedia podía suceder.

—Lo haré —le dijo sin soltarlo—. Te lo prometo.

Ron lo dejó ir, y durante el resto de los minutos que quedaban, no se separó de Hermione.

McGonagall también estaba allí, mirándolo igual de severamente que cuando era un niño. Harry tenía la impresión de que cada vez que McGonagall los miraba irse a alguna misión estaba recordando cómo lucían en Hogwarts, cómo ella los había visto crecer, y el miedo que le daba perderlos. McGonagall había perdido mucho, y Harry estaba seguro de que la mujer daría su otro ojo con tal de que sus estudiantes no siguieran muriendo.

Harry se posó frente a ella, inseguro de cómo proceder. A pesar de que hablaban cada día y Minerva junto a Pomfrey parecían protegerlo más que a cualquier otro dentro de la base, Harry todavía se sentía inseguro a su alrededor y ajeno al cariño que existía en sus ojos cuando le hablaba.

McGonagall lo observó durante largos segundos, mientras Harry cambiaba el peso de una pierna a otra. Finalmente, soltó un suspiro.

—Ven aquí —le dijo, antes de tirarlo en un abrazo.

Harry envolvió torpemente sus brazos alrededor de la cintura de su ex profesora, aspirando el olor familiar. Mcgonagall comenzó a estrujar su espalda y, con el paso de los segundos, pareció apretarlo con más fuerza. Como si temiera perderlo.

—Usted sabe lo fuerte que es, señor Potter —murmuró la mujer—. Use esa fuerza. Tengan cuidado.

Harry soltó una respiración temblorosa.

—Lo haré. Traeré a Hagrid de vuelta. Volveremos vivos —le aseguró—. Nos verá a todos de nuevo.

McGonagall hizo un ruido con su garganta que Harry no supo identificar, para luego soltarlo y verlo a los ojos.

—Estoy orgullosa de ti, Harry. —McGonagall lo tenía aún tomado de sus antebrazos. No era la primera vez que lo decía, pero cada vez provocaba que un nudo se instalara en la garganta de Harry—. Estoy segura de que siempre cumples tus promesas.

No sabía por qué esa frase hizo que el interior de Harry se tambaleara un poco, pero lo hizo. Apretó la piel de McGonagall con fuerza y dejó que ella depositara un beso en su frente, aunque Harry fuera varios centímetros más alto. Desde que Ginny había muerto, Minerva se volvió mucho más sobreprotectora con él. A veces ni siquiera hablaba, simplemente estaba ahí y Harry la apreciaba demasiado. No sabía cómo habría sobrevivido todos esos años- no, no sabía cómo habría sobrevivido en Hogwarts sin ella.

Al cabo de unos segundos cuando McGonagall dio un paso atrás, Harry asintió, dejándose abrazar de nuevo mientras Molly esperaba su turno.

La mujer tomó sus mejillas cuando Minerva se retiró, y lo miró como si desesperadamente quisiera evitarle cualquier daño. Evitar que fuesen, que se alejaran de ella. Molly parecía querer secuestrarlos y guardarlos en una caja para no dejarlos salir nunca más. Sin embargo, era más que claro que en algún punto tuvo que aceptar que sus hijos estaban en peligro siempre. Sin importar qué, siempre habría un Weasley a un lado de Harry, quien no podía escapar de dicho peligro, y por consiguiente los ponía en peligro a ellos. Él se sentía tremendamente responsable por eso.

Pero Molly continuaba mirándolo con el mismo cariño de antes.

—Protégete, cariño —pidió ella, con esa expresión estoica que aprendió a adoptar gracias al dolor—. Harry, por favor, protégete.

Harry tenía en cuenta que Molly siempre pensó que él se arriesgaba más de lo necesario, y era probable que tuviera razón. El suplico siempre era el mismo.

Por favor, ten cuidado.

Por favor, Harry, protégete.

—Lo haré —le dijo él, prometiendo lo mismo que a McGonagall—. Me verás de nuevo.

Ella le dio una palmadita sin fuerza en la mejilla.

—Protégete de Malfoy también —dictaminó, con voz teñida de preocupación—. No me importa qué haya hecho. No es de fiar. Es responsable de muchas cosas horribles, Harry, recuérdalo.

Harry se limitó a mirarla, mordiendo su lengua para no decirle que Malfoy era de lo último que debía protegerse. Sabía que hizo cosas horribles, no podía olvidarlas aunque quisiera. Cometió actos injustificables, pero bueno… ¿no lo hicieron todos?

—Adiós, Molly —respondió en su lugar, inclinándose para dejar un beso en su mejilla—. Nos vemos pronto.

—Eso espero, cariño.

Las siguientes despedidas con los Weasley fueron parecidas. Todos lo querían a su forma y se lo demostraban. El señor Weasley casi lloró cuando Hermione y él intentaron decir adiós. George hizo una broma desagradable acerca de que el cadáver de Harry no se veía bonito en la batalla. Y para cuando Harry acabó su ronda de despedidas con un abrazo colectivo de Percy y Charlie, Luna ya estaba anunciando que debían partir.

Malfoy viajaría a Irlanda al otro día, así que por la noche Harry y el resto se quedarían en una casa abandonada de un miembro de la Resistencia. Esperaban utilizarla también si la misión no iba cómo se suponía que debía ir, o si no podían regresar a la base de inmediato.

Para que los miembros que quedaron en la base pudieran salir durante su ausencia, Harry debía estar pendiente a su moneda, y si McGonagall, Kingsley o Robards lo contactaban pidiéndole que abriera el portón, Harry tendría que hacerlo a la distancia. Ese era el plan.

Y si algo le pasaba a él, bueno-

Era mejor no averiguar qué sucedería entonces.

Dando la última mirada al grupo que se despedía, comenzaron a avanzar por el laberinto. Era de madrugada, el aire estaba tenso y lúgubre, como si todos se encontraran enumerando mentalmente cada cosa quepodía ir mal. Juntos llegaron hasta el final y Harry soltó un suspiro, deseando que el plan fuera como presupuestaron.

El portón se abrió. Harry cerró los ojos antes de tomar la mano de Kreacher y Aparecerse dentro del mundo mágico, pero en Irlanda.

No miró atrás de nuevo.

Esperaba volver a verlos vivos.

•••

El hotel de Irlanda tenía un sistema que proporcionaba privacidad absoluta. No era raro que Draco Malfoy, incluso sin ser espía de la Orden, se alojara en un lugar de ese estilo. Sobre todo si se consideraba lo famoso que era en el Reino Unido, y la cantidad de personas que tratarían de localizar su habitación de saber que estaba ahí, por buenos o malos motivos.

Los empleados sólo aparecían cuando eran necesitados, y las habitaciones estaban frente a otra variante de encantamiento Fidelius: nada más que el huésped, ciertos empleados del hotel, y aquellos que tuvieran la dirección del lugar junto al número exacto del cuarto dado por el visitante, podían ver la puerta indicada.

El primer día lo único que hicieron fue dedicarse a mirar a Malfoy a la distancia. No tenían permitido acercarse mucho, dado que él podía sentir la magia de Harry; pero eso no les impidió observarlo para tomar nota de todas las dificultades que podrían presentar tratando de llegar a él. En primer lugar, el hotel tenía bastantes protecciones y barreras, y por lo mismo, entre Kreacher y Bill averiguaron cómo hacer para que Harry las traspasara. También, Hermione le puso algunos artefactos para camuflar la esencia de su poder por unas horas en caso de que debieran actuar de imprevisto, para que él no lo notara. Por otro lado, Malfoy nunca les dijo el día en el que se reuniría con el comerciante. Sin embargo, cuando Harry lo vio durante la noche del primer día en un restaurante mágico de Irlanda, supo que ese era el día.

Fue un momento un poco incómodo, si era honesto consigo mismo. El comerciante trataba de tocar a Malfoy cada que podía, y Harry, mirando a la distancia sólo con objetos encantados, podía reconocer que Malfoy se encontraba fastidiado. Las líneas de su cuerpo se tensaban mientas ponía en su cara una sonrisa falsa. Y él no sonreía. Nunca sonreía de esa forma, tratando de ser encantador o simpático. Era falso.

El comerciante le compró vinos, le ofreció muchas cosas materiales y varias rondas de comida. Harry pudo notar que hasta lo invitó a su cuarto, apuntando al hotel frente al restaurante con una sonrisa que se suponía debía lucir seductora. Incluso, cuando Malfoy se negó, lo acompañó a su hotel. Era demasiado insistente.

Fue realmente incómodo, si decía la verdad.

Pero no dejó que eso lo desconcentrara. Así que luego de que la cena acabó, todos decidieron que durante la madrugada Bill y Kreacher abrirían un orificio en las protecciones del hotel, para que Harry pudiera pasar con la capa invisible y los supresores de su poder. Malfoy debería estar durmiendo para ese punto, por lo que no sentiría su magia y no entraría en pánico cuando le devolviera los recuerdos. Luego de eso, Harry calentaría la moneda de Hermione, y Kreacher se Aparecería dentro de la habitación, para sacarlos de ahí como sólo un elfo podía hacerlo sin necesidad de trasladores. Habría sido mucho más fácil que desde un inicio el elfo hiciera todo, por supuesto. Pero lamentablemente, a pesar de que Harry era su dueño, una parte de la criatura aún le era leal a la sangre Black, y por mucho que Harry ordenara Aparecer a Draco adonde ellos estaban, si este no daba su consentimiento, Kreacher no podría. O bueno, él pensaba que no podría y ellos también lo suponían, así que era mejor no arriesgarse.

Además, al no tener recuerdos, si las cosas no iban bien Malfoy quizás terminaría haciéndole daño a un elfo que no atacaría de vuelta.

Por lo que después de repasar el plan, esperaron pacientemente hasta bien entrada la madrugada escondidos con hechizos desilusionadores en un callejón. En medio de la espera, la cabeza de Harry se estaba volviendo loca, repasando demasiadas cosas desagradables una y otra vez. Más de las que él quería. Su principal objetivo era rescatar a Hagrid, por supuesto, pero no podía evitar pensar que la misión podría resultar ser un fracaso total, que podrían encontrar cosas peligrosas. No ayudaba tampoco no tener idea cuánto tiempo se ausentarían, qué estaría sucediendo con la Orden durante esos días, o qué iban a hacer si estallaba un ataque mientras él no estaba.

Harry no dejaba de pensar-

Ron estaba solo. Él lo necesitaba. Estaba dejando a las personas de la base desprotegidas. Quizás Hagrid había muerto. Tal vez ya no iban a encontrarlo. Voldemort podría atraparlos. No se perdonaría si alguien moría en esa misión.

Y por último, el último pensamiento que pasaba de vez en cuando por su cabeza y el menos importante de todos: la mano del comerciante en la espalda baja de Malfoy.

Pasadas las tres de la mañana, Kreacher dijo que ya era una buena hora para entrar. Continuaba enojado con él, pero la emoción de ver a otro miembro de la familia Black en ese momento lo estaba sobrepasando y se mostraba más simpático. Harry se levantó, se puso la capa invisible, y entró por el lugar que Bill y Kreacher le habían indicado horas antes.

Mientras caminaba, sacó el papel con la dirección desde su bolsillo y pasó un dedo por encima de las letras elegantes. No tenía idea de en qué piso estaba el cuarto, por lo que recorrió cada nivel. No vio más que paredes lisas, puertas ocultas a sus ojos y pasillos vacíos. Subió cada vez más, esperando ver a alguien, pero los funcionarios del hotel, tal como él había sido informado, solo aparecían cuando eran llamados.

No fue hasta el décimo piso, que Harry vio la puerta.

Era simple, genérica, aunque aún así podía sentir la energía que lo llamaba desde allí. Por un momento estúpido, Harry se pregunto si la razón detrás de ese sentimiento era porque Malfoy estaba al otro lado, y no porque esa era su puerta y lo estaba atrayendo. Pero lo desechó al instante. Obviamente se debía a que esa era la puerta. Era la única en todo el jodido pasillo, Merlín.

Aplicando una combinación de hechizos que tanto Kingsley, Robards y Flitwick le enseñaron, Harry intentó abrir la cerradura, dando resultado sólo al quinto intento, lo que lo hizo sentir triunfal y preocupado a la vez. No se suponía que debía ser tan fácil, era peligroso ese lugar para Malfoy.

Dejando ese pensamiento de lado y repasando en su mente lo que haría, ingresó al cuarto. El plan consistía en que iba a apresurarse en llegar a la cama, pondría la varita en la sien de Malfoy, lo despertaría y después le urgiría para que se vistiera y salieran de allí. Era simple.

Harry dio un paso al frente.

Y en vez de encontrar el escenario que él esperaba encontrar, lo que vio le robó el aliento.

Fueron apenas segundos en los que Malfoy no se percató de su magia. Sin embargo, fue más que suficiente para que se le quedara grabada esa imagen en su memoria.

Malfoy estaba en el escritorio, exhibiendo su perfil hacia la puerta. Se encontraba apoyado en una silla, con la cabeza medio inclinada mientras miraba hacia abajo, a la mano encima de su muslo la cual sujetaba un objeto. Su cabello bañaba libremente la frente encima de sus ojos, y Harry recién ahí se dio cuenta de lo largo que estaba. Pequeñas gotas de agua caían de él como si Malfoy recién se hubiese duchado. Y, a medida que Harry notaba que sólo traía el pantalón de pijama, se dio cuenta de que esa suposición era lo más probable.

La vela encendida encima del escritorio era la mayor fuente de luz, reflejando la llama dorada en todo el cuerpo de Malfoy, que no estaba cubierto hacia arriba. Su torso desnudo se encontraba lleno de cicatrices, cruzando el músculo y marcando sus clavículas. Harry ya las había visto parcialmente aquella vez, cuando Malfoy conversaba con Astoria semanas atrás, pero tenerlas a esa distancia era completamente distinto.

Y en vez de evocar en él algún tipo de culpa, lo único que hicieron, fue hacerlo darse cuenta que con cicatrices o no, Malfoy era- era guapo.

Demasiado guapo.

Una parte de su cerebro ya lo sabía, obviamente, era imposible no verlo. Pero Harry siempre lo ignoró. Toda su vida Malfoy no había sido más que el niñito mimado que luego se transformó en un monstruo. Ahora, Harry sabía más de lo que mostraba al mundo. E incluso si no lo hubiese sabido, era un hecho que la visión de Malfoy así era asombrosa. No podía negarlo.

Carajo, es odiosamente guapo.

Harry dio un paso al frente, más porque una parte de sí quería estar más cerca, que para completar el plan. Su cerebro se sentía algo mareado.

Pero entonces, Malfoy levantó la mirada, y el hechizo se rompió.

—Potter.

Sus ojos se encontraban clavados en el lugar en el que Harry estaba.

Harry casi corrió hasta él, al mismo tiempo que Malfoy se levantaba de su lugar, agarrando su varita y tratando de darle. Había pasado mucho tiempo desde que lo reencontró en la base bajo el Bosque Prohibido, el día del Juramento, pero Harry aún recordaba los ojos de Malfoy: vacíos, sin brillo, desenfocados de la ira. Lo habían observado como si desearan verlo muerto.

La diferencia con ese momento, era que en el presente, el pánico también se había abierto paso en ellos. Pánico de que él estuviera vivo, pánico de que estuviera ahí, rabia. Emociones que, Harry notó, desde hacía bastantes semanas que ya no obtenía de su parte.

O meses, tal vez.

Antes de que el conjuro de Malfoy impactara de lleno en su pecho, Harry logró colocar la varita encima de su sien, respirando agitadamente y esperando no haber llamado la atención de los funcionarios del hotel.

Un segundo pasó.

Y luego, los recuerdos volvieron.

—Potter… —repitió él, mirándolo aún a través de la capa de invisibilidad. El tono era completamente distinto.

Harry sonrió.

—¿Qué mierda haces despierto? —replicó, esperando unos segundos a que se calmara.

La mano de Harry se encontraba apoyada encima de su pecho para que Malfoy no avanzara y que así terminara atacándolo. La varita aún estaba en su capa todavía lo cubría, pero se sentía como si no trajera nada encima. Malfoy no podía verlo de verdad, obviamente, pero sus ojos se encontraban fijos en los suyos; la heterocromía brillando, su cara a unos centímetros.

Algo en su estómago dio un vuelco.

Quitándose la capa, Harry retrocedió al fin bajando su varita. Malfoy lucía perdido aún, pestañeando un par de veces. Debía ser algo shockeante, tener de un segundo a otro toda la información de lo que sucedió durante varios meses. Lo que esos recuerdos cambiaban en su cabeza, juntándose con los pensamientos que tenía antes de recordarlo.

Harry se cuestionaba quién era Malfoy entonces, sin sus memorias, cuando pensaba que la muerte de su madre fue ocasionada por su padre como los Mortífagos hicieron creer. Harry se cuestionaba en quién se convertía. Por mucho que lo entendiera, estaba claro que la única razón por la que Malfoy estaba colaborando con la Orden era para vengar a Narcissa, para saber qué sucedió con ella. Sin su muerte, Harry no hubiese vuelto a ver a Draco en su vida, no de su bando. Sin los recuerdos, Malfoy debía seguir siendo la misma persona despreciable que Harry recordaba al inicio.

Se preguntó en qué momento esa percepción de él había cambiado.

El Valle de Godric fue una ayuda, sí. Pero algo le decía que fue antes de esa conversación. Sólo que Harry no podía saber con certeza cuándo. ¿El Día de la Victoria? ¿Grimmauld Place? ¿En algún intermedio de esos?

También se preguntó, mientas pensaba en eso, por qué la idea de Malfoy siendo un cabrón ya no le importaba tanto como antes.

Este retrocedió también, luego de recuperarse, aunque aún estaban algo cerca. Desde esa distancia, Harry podía ver todavía más cada cicatriz, cada herida. Sin quererlo, sus ojos delinearon todo el cuerpo de Draco.

—¿Querías atacarme en mis sueños, animal? —terminó preguntando, sonando casi escandalizado. Harry bufó.

—No es un ataque.

Malfoy rodó los ojos y después bajó la vista hasta el objeto que estaba mirando minutos atrás. Harry notó que era una especie de relicario, probablemente lo había traído sólo para el viaje. De reojo, Harry trató de verlo, dándose cuenta cómo en él relucía una foto de su familia. Era antigua, Harry no podía detallarla bien, mas por la forma en la que los señores Malfoy cargaban a Draco, era seguro que se encontraba inmortalizado un buen recuerdo.

Harry se fijó en el hombre ante él, quien tenía los ojos clavados en la imagen. Su cabello mojado continuaba cubriendo su frente.

—Es una linda foto —le dijo.

Malfoy bajó la mano, cerrando el relicario.

—Lo sé.

Su expresión se había cerrado, y Harry casi se arrepintió de hablar. Sin embargo, su cara no parecía hostil, al contrario. Aún lucía perdido.

Harry dio un vistazo a su alrededor. La cama estaba hecha, encima del escritorio había hojas repartidas, la ropa de Malfoy se encontraba en una silla al lado de la cama. Todo perfectamente ordenado. Viendo el reloj de la pared, Harry recordó qué hora era, y que Malfoy no lucía como si tuviera intenciones de acostarse esa noche.

Las tres cuarenta de la mañana, y él estaba observando una foto de su familia.

La familia que perdió.

—¿Pasó algo? —preguntó Harry cautelosamente. La réplica fue inmediata.

—¿Por qué debería pasar algo?

Harry hizo un gesto vago a su alrededor, sin querer mirar a Malfoy para presionarlo.

—Son las tres de la mañana, y estás despierto. El plan estaba hecho de esta forma para encontrarte dormido y no perturbarte.

—Bien hecho —se burló Malfoy, evitando una respuesta.

Harry retornó los ojos a su cara, y vio en él la máscara en blanco puesta en su lugar. Una parte de su cerebro registró que cuando eso sucedía, en general, no demostraba nada bueno.

—Malfoy…

Este dio un paso atrás antes de que Harry pudiera agarrar su muñeca.

Había sido un gesto inconsciente.

—Es difícil olvidar, ¿está bien? —le espetó, con voz dura—. Si olvido, lo único que tengo-

—Son las memorias de tu madre.

Malfoy resopló, ocultando el gesto que cruzó sus facciones.

—Deberías ser vidente.

Harry no lo dijo con esa intención, no lo había dicho con ninguna intención en realidad. Habló sin pensar-

Quizás ese debería ser el título de su autobiografía.

Era claro que Malfoy no quería conversar acerca de eso, y que no fue sabio traerlo a colación. Las únicas veces que había hablado de su madre nunca mostró esa… vulnerabilidad.

Harry sacudió la cabeza, no tenía idea de qué estaba pensando.

—¿Cómo te fue? —decidió preguntar en cambio—, con el comerciante, quiero decir.

Quizás el cambio de tema fue un poco abrupto, pero a Malfoy no pareció importarle, simplemente se vio un poco confundido. Rápidamente se encogió de hombros como si nada.

—Normal.

La imagen de la mano del hombre en la espalda baja de Malfoy volvió a su mente.

—¿Eso fue normal?

—¿Sí?

Harry frunció el ceño.

¿Todas las reuniones formales de Malfoy eran así?

Bueno-

No era su problema.

Malfoy pasó una mano por su cabello y al no obtener respuesta, se giró al escritorio, juntando sus papeles. La tensión de sus hombros había disminuido un poco.

—¿Te fue muy difícil entrar?

—No, pero nunca dijiste nada acerca de cómo funcionaba este hotel, imbécil.

—Confié en el gran Harry Potter y su super habilidad para resolver todo, supongo.

—Ja.

Harry volvió a mirar el reloj de la pared, y creyó sentir que la moneda de su bolsillo quemaba. Sacándola, comprobó que era su imaginación, pero con lo paranoicos que todos estaban quizás pronto se haría realidad.

—Deberíamos irnos ya —dijo Harry, guardando la moneda.

Malfoy se volteó.

—Cierto, sí.

El hombre caminó hasta el borde de la cama donde la ropa o su maleta se encontraba; y Harry cayó en cuenta –otra vez– que traía solamente la parte de abajo del pijama puesto. Los músculos de Draco se flexionaron cuando bajó, agarrando una camisa, y antes de que Harry quedara pegado viéndolo, se giró, sabiendo que comenzaría a vestirse. Así sin más. Sin considerar que él estaba allí.

Por alguna razón, el pensamiento de que Malfoy estaría prácticamente desnudo a sus espaldas hizo que sus mejillas ardieran.

Después de reconocer mentalmente que Malfoy era atractivo, toda esa situación se le hacía incómoda. Harry no deseaba estar allí.

Se aclaró la garganta.

—¿Por qué no tenías puesto todo el pijama?

—Porque acabo de ducharme —respondió Malfoy.

—¿Por qué te duchaste tan tarde?

—¿Siempre haces tantas preguntas?

Harry escuchó el ruido de telas y supo que Malfoy se estaba colocando su túnica.

—Sí.

Pasados varios segundos Harry supuso que Malfoy ya estaba vestido, por lo que se giró para verlo nuevamente. El porte severo había vuelto a él, la túnica negra abotonada hasta el cuello contrastaba con su piel, y el broche de gota que siempre portaba se encontraba en su lugar, rojo vivo contra la ropa. Como si estuviera recordando quién era en verdad.

Se le ocurrió, que quizás la vulnerabilidad de minutos atrás tenía que ver con haber pillado a Malfoy en ropa con la que no lo acostumbraba a ver. Ropa que sólo usaba cuando estaba solo. Ciertamente así, con esa insignia, ya no lucía tan encantador.

—¿Nadie va a sospechar de que desaparezcas así? —cuestionó Harry, observando cómo Malfoy juntaba el resto de sus cosas.

—Por una razón elegí este hotel —respondió él sin mirarlo—. No, Potter.

—Sólo me aseguraba.

Malfoy guardó los papeles en el maletín a un lado de la silla. No parecía inclinado a llevarse nada. Supuso que dejaría todas sus pertenencias allí y las tomaría cuando lo que tuvieran que hacer se acabara.

Harry sabía que para ese punto el resto ya se había Aparecido en las montañas para poder salir del mundo mágico y el Reino Unido, y que allí le entregarían una máscara a Malfoy. Sólo les faltaba llegar.

Sacando la moneda del bolsillo, Harry la apuntó con su varita para calentarla.

—Llamaré a Kreacher —anunció. Malfoy no dijo nada.

Se miraron por unos segundos esperando en silencio. Harry no quería pensar sobre el por qué se encontraba agitado.

Minutos después, Kreacher se Apareció dentro del cuarto.

•••

Cuando la sensación punzante de mareo se fue, y Harry aterrizó junto a Malfoy y Kreacher en las montañas, el elfo soltó el brazo de este último y se postró a sus pies.

—El amito hijo de la señora Narcissa —dijo—. Kreacher siente un gran honor, Kreacher…

Malfoy miró a Harry en busca de respuestas, provocando que él le hiciera una seña, restándole importancia. Este esbozó una mueca tratando de alejarse de Kreacher mientras Harry miraba a su alrededor.

El grupo los estaba observando desde un par de metros, sentados en unas rocas. Harry podía ver, incluso a la distancia, cómo Hermione temblaba. Sinceramente esperaba que se debiera al frío, y no a lo que ese lugar pudiera recordarle, considerando que no sólo era el punto para salir al mundo muggle, sino que también era la ubicación a la que siempre iban antes de volver a la base. El lugar donde Harry la Apareció ese día.

Prácticamente ya no quedaba nieve, dado que el verano ya estaba llegando. Era un punto tan tranquilo, que Harry a veces sentía que podía descansar allí. Hasta que terminaba recordando por qué estaba en ese lugar. Mirando por la esquina del ojo a Malfoy, pudo ver cómo este también miraba a su alrededor. Quizás era un peligro traerlo aquí, porque sabría cómo es que salían al mundo muggle, pero a Harry no le importaba. Confiaba lo suficiente en él para que no dijera esa información, o para que lo olvidara con el hechizo.

Dando un paso hacia el grupo, Harry vio por el rabillo del ojo cómo Malfoy lo seguía.

Los saludos fueron escuetos y hostiles mientras Draco recibía la máscara de la Orden que debía colocarse, y se quitaba el broche para dejarlo en su bolsillo. A Bill y Fleur no parecía hacerle ningún tipo de gracia que Malfoy estuviera allí, pero Hermione y Luna ya estaban algo más acostumbradas a verlo vagando por la base. Seamus fue frío. Padma fue cordial, aunque distante. No podía olvidar que el creador de los hechizos que afectaban a la mayoría de sus pacientes, era Malfoy. Tenía permitido odiarlo, y nadie podría culparla.

Durante esas últimas semanas, y gracias a la información que Malfoy le había dado, la Orden investigó los posibles lugares en los que la prisión de Grindelwald pudiera estar. Harry la había visto en sueños, ocho años atrás, así que no sabía mucho más que era grande. Y bueno, para almacenar un gigante debía serlo. El resto de características de la estructura la consiguieron a través de otras fuentes.

Así que con textos antiguos, mapas y demás, encontraron tres locaciones que podrían corresponder al castillo de Nurmengard.

Mientras más rápido se movieran, mejor, por lo que luego de conversar un poco y afinar el papel que cada uno tendría (Malfoy y Kreacher sentiría la magia de Hagrid, y Bill junto a Kreacher romperían las barreras necesarias), entre otros detalles, Harry le pidió a Malfoy y a Kreacher que se hicieran un lado para que, entre la gente de la Orden, formaran un círculo. Algunos como Fleur, Seamus o Bill parecían tentados a decir que Malfoy no presenciara el ritual para abrir las barreras, pero no dijeron nada, y al final, Harry estaba agradecido. No tenía ánimos de una discusión.

Terminado el ritual, en el que Harry vertió un poco más de su magia que de costumbre, ya tenían permitido cruzar al mundo muggle. Sabía que drenaría bastante energía dejar el hueco abierto por horas, o incluso días, aunque no podía importarle; no cuando estaban tan cerca de hallar a su amigo.

Sin perder el tiempo, y bajo la mirada analítica de Malfoy para quien era extraño todo eso, cruzaron la barrera. Segundos después, Hermione le dio las coordenadas a Kreacher de uno de los puntos de sus sospechas y el elfo, haciendo que se sujetaran a él, los Apareció allí.

Aparecerse tan lejos era peligroso de por sí. Con elfos, el peligro disminuía. Mas la sensación era mil veces más horrible que la Aparición normal, por lo que Harry estaba agradecido cuando tocaron tierra.

Los Alpes austriacos no eran muy diferentes a las montañas en las que la Orden salía al mundo muggle, pero hacía más frío. La luna iluminaba mejor los montes y el pasto en sus pies sonaba gracias al rocío. Era un terreno extenso de montañas. Ni una sola construcción se encontraba a la vista.

Harry les dio una mirada a todos, no obstante, el resto del grupo tenía los ojos fijos en Malfoy y Kreacher. Él por su parte les prestó especial atención a Luna y a Padma, quienes eran más sensibles a las auras de las personas. Sin embargo, ninguna parecía estar notando algo extraño.

—¿Sientes algo? —dijo Harry, girándose levemente a Malfoy que estaba a su lado.

Notó cómo el hombre se abrazaba a sí mismo, y un ligero temblor le recorría. Harry no podía ver su expresión gracias a la oscuridad y a la máscara, pero apostaría a que estaba apretando los dientes gracias al frío.

Poniendo la mirada en blanco, Harry abrió una mano y la agitó para aplicar un hechizo de calor en él.

Malfoy, por supuesto, fingió que nada había pasado.

Los siguientes segundos se quedó en silencio junto a Kreacher. Ambos paseando la vista por el lugar como si así podrían encontrar algo.

—No —respondió él finalmente, con la garganta rasposa—. En este sector no hay nada.

Harry se sintió decaer. Sólo un poco.

—¿Desde cuántos kilómetros eres capaz de sentir la magia?

—Todo depende del mago. —Malfoy respiró hondamente, como si aún intentara sentir algo—. Pero ya te he dicho, las criaturas son más… ¿fuertes? Su esencia se siente más.

Harry asintió, para luego negar ligeramente hacia atrás a una interrogante Hermione quien esperaba respuestas. Ese no era el lugar en el que debían buscar.

—Kreacher no siente nada —irrumpió el silencio el elfo, enfurruñado—. Claro que si a Kreacher le hubieran preguntado habría dicho lo mismo. Kreacher también puede escuchar a los gigantes y sentirlos más, por supuesto, pero nadie piensa en él.

Harry sintió un atisbo de culpa, admitiendo que no había pensado en el elfo, pero no sucumbió a ella.

Y sin esperarlo, Malfoy se inclinó, acercándose a su oído para hablar.

—¿Siempre es así? —murmuró, con su cara girada hacia Kreacher.

—Ha pasado mucho tiempo solo —contestó Harry, ignorando la forma en que sus vellos se levantaron—. No está completamente bien.

Kreacher continuaba murmurando para sí mismo, y una parte de Harry se compadeció de él. Se sorprendía cada vez que le pasaba, cada vez que simpatizaba con el elfo. Aquello jamás habría sucedido en los años de la Segunda Guerra, Harry lo sabía. Hubo un tiempo en el que no sentía más que desprecio por Kreacher.

Era extraño pensar en cómo cambiaban las cosas.

—¿Qué opinas de Aparecernos en el otro lugar que dijimos? —dijo Harry a la criatura, con voz suave y calmada.

—Sí, Amo —contestó Kreacher, para luego murmurar—: Por supuesto, siempre hablándole a Kreacher cuando necesita algo en vez de preguntarle: ¿cómo estás, Kreacher...?

Harry suspiró, oyendo cómo Malfoy trataba de ocultar una risa con tos falsa.

Hermione avanzó hasta el elfo y repitió las otras coordenadas a Kreacher, quien después de quejarse un poco más, pidió que se tomaran de la mano. Pocos segundos después, ya estaban en otro lugar.

En donde sucedió exactamente lo mismo.

Kreacher y Malfoy sintieron su alrededor, pero no había nada. Para ese punto ya eran pasadas las cuatro de la mañana y no había señales de magia extraña.

Harry no deseaba tener que esperar hasta el próximo día.

—Una vez más, Kreacher —pidió Harry, casi suplicando.

El procedimiento se repitió.

Harry rogó para sí que esa vez fuera distinto, que por favor las cosas sucedieran rápida e indoloramente. Por una sola vez necesitaba que fueran- así. Que una sola vez las cosas fueran fáciles. Cerró los ojos, aterrizando y tratando de aplacar la esperanza, preparándose para otra decepción.

Pero esa vez la operación dio frutos.

Harry pudo llorar del alivio.

A unos metros de ellos, un edificio gigantesco se alzaba. Tenía una forma de torre y el exterior estaba hecho de piedra negra. Se encontraba custodiada por Mortífagos con las máscaras que solían ocupar antes, y dentro, de vez en cuando se escuchaba una respiración escandalosa que cortaba el silencio.

El hermano de Hagrid.

Era imposible que una estructura de tal tamaño no llamara la atención, por muy oculta que se encontrara en las montañas, por lo que debía tener algún encantamiento como Hogwarts para evitar que los muggles se acercaran. A Harry se le aceleró el pulso de todas formas, mientras lo veía.

Estaban tan cerca.

Harry se puso frente a Malfoy y sacó la capa de su bolsillo. Bill ya estaba conjurando con su varita, y Harry pudo observar a la distancia cómo ciertas partes del espacio brillaban, las protecciones saliendo a la luz, mostrándose gracias a sus hechizos. Kreacher murmuró algo, enojado, pero se acercó de todas formas a Bill para ayudar. Les tomaría algunos minutos averiguar cómo traspasar la fortaleza, hasta donde Draco pudiera sentir la magia.

—Tendrás que ir con esto —le dijo Harry, pasándole la capa invisible—. Kreacher te acompañará, pero él puede desaparecer de la vista sin necesidad de una capa.

Malfoy la recibió para luego asentir, sin siquiera cuestionar que Harry estaba confiándole su capa invisible. Sus movimientos eran lentos, precavidos. Por primera vez parecía inseguro de algo. Harry lo percibía.

Carajo, no tenía idea de qué podía hacer para que se sintiera mejor.

Incapaz de darle un consejo, o decir algo reconfortante, simplemente dejó que Malfoy se pusiera debajo de la capa y se alejó de él, colocándose a un lado de Hermione.

—¿Estás seguro de que esto va a funcionar? —murmuró ella.

—No tenemos muchas opciones.

Bill, después de casi 20 minutos anunció a Malfoy y a Kreacher que si iban derecho por "cierto" camino no debería haber problemas, y que no podían acercarse de todas maneras a las últimas protecciones, las rojas. Esas eran imposibles de traspasar de momento, y si lo intentaban, alertarían a los guardias y todo sería en vano.

Cuando Kreacher se desvaneció, y Harry supuso que Malfoy y él habían empezado a avanzar, por un momento se arrepintió de todo eso; de estar arriesgando así a las personas que lo acompañaban. Recuperar a Hagrid era un capricho y una forma de ayudar a su amigo. No era esencial. No los ayudaría a encontrar a Nagini o ganar la guerra. Estaba poniendo en peligro la vida de todos sólo porque Harry quería verlo de nuevo. Era arriesgado.

Pero no podía soportar saber que Hagrid seguía vivo, y que él no estaba haciendo nada por encontrarlo.

No podía dejarlo solo.

—Confías demasiado en que Malfoy segá sincego —dijo Fleur disgustada, con su acento marcado—. Los Malfoy no son de fiag.

Harry volvió al presente y la ignoró. Así como ignoró la forma en la que Hermione y Bill asentían estando de acuerdo. Incluso Seamus hizo un ruidito de aprobación.

—Theo confía —murmuró Luna, casi como si saltara en su defensa.

—Pues déjame decigte que Theo…

Harry se giró a Fleur de golpe, retándola a que dijera algo malo. No le importaba si lo pensaba, Theo no era de los trigos limpios, pero era lo único que mantenía un poco la cordura que quedaba en Luna.

Ninguno volvió a decir palabra.

Fleur tenía un punto, lo sabía. Malfoy era un torturador. Harry llegó a la conclusión de que no lo disfrutaba, pero una cosa no cambiaba la otra. Malfoy no era buena persona.

Sin embargo sabía que los deseos de vengar a su madre eran sinceros. Harry sabía más cosas que el resto. Y podía dar por sentado que Malfoy no los traicionaría, no sólo porque no podía, gracias a su Juramento, sino porque no quería.

Y no tenía ánimos de hacerle entender eso a nadie.

•••

Casi una hora después, la cabeza de Malfoy apareció frente a él, saliendo desde su capa de invisibilidad.

El cielo estaba haciéndose más claro, y Harry podía distinguir su cabello rubio bajo la máscara. Kreacher se materializó a su lado. Luna casi corrió hasta donde estaban.

—¿Y? —preguntó él ansioso, frente al silencio.

Unos segundos pasaron.

Y luego:

—No puedo estar seguro.

Harry sintió cómo todo su cuerpo decaía. Esta vez en serio.

Sabía que no podía ser tan fácil. Era imposible. Hagrid llevaba desaparecido desde la Batalla de Hogwarts y se estaban moviendo nada más que a base de suposiciones. Sólo que creía… creía que no podían haber tantas coincidencias, ¿verdad? Hagrid tenía que estar cerca.

Tenía que estar cerca, o todo eso era completamente inútil.

—¿Kreacher? —Harry se dirigió a él sin esperanza.

—Muchas magias, Harry Potter, señor. —El Elfo forcejeó con su fea túnica—. Fue confuso para Kreacher.

Harry cerró los ojos, quitándose la máscara para poder respirar, porque sentía que se estaba ahogando. ¿Y ahora qué? ¿Ahora nada? ¿Se iban? El plan contaba con poder reconocer la magia de Hagrid, si es que Hagrid había tratado de liberar a su hermano en primer lugar. Pero eso no estaba pasando. Podía sentir todos los pares de ojos quemando sobre su piel, preguntando sin realmente preguntar, qué procedía ahora.

Harry no tenía ni puta idea, y quería gritarlo.

—Hay algo que podemos intentar, señor —dijo Kreacher con voz pequeña, al verlo tan afligido—. Creo que puedo escuchar un ruido cerca. Un ruido extraño.

Harry abrió los párpados, sintiendo cómo su corazón volvía a latir. Kreacher hablaba completamente en serio.

El estado de humor del grupo mejoró instantáneamente, excepto para Malfoy, a quien no podía importarle menos si encontraban a Hagrid o no mientras eso no le afectara de forma personal.

Harry paseó su mirada encima del rostro de sus amigos, cubiertos por sus máscaras, y encontró que todos estaban asintiendo.

—No perdemos nada —le dijo al elfo.

Kreacher sonrió. Era horrible.

Harry extendió su mano para que él la tomara, y el resto hizo lo mismo. Hermione agarró los dedos de Kreacher, Luna los de Hermione, Fleur los de Luna y así sucesivamente hasta llegar a Padma, dejando que Malfoy se quedara parado unos segundos, entendiendo que nadie quería darle la mano.

Nadie salvo Harry.

Harry extendió su otro brazo para que Malfoy lo tomara, y antes de que pudiera procesar lo que estaba pasando, los dedos de Draco estaban envueltos en su muñeca y el mundo había empezado a girar.

Fue un poco más agonizante que otras veces. El mareo, la sensación punzante, el revoltijo del estómago, todo era atosigante.

O quizás no, quizás el hecho de que los dedos de Malfoy ahora estaban entrelazados en los suyos eran la razón de su malestar.

Cuando aterrizaron en el lugar que Kreacher decidió, a metros, o kilómetros, o incluso millas de donde estaban antes, Harry se deshizo del agarre tanto del elfo cómo de Malfoy. Dio un paso al frente, dispuesto a mirar a su alrededor y rogar porque la casa de Hagrid estuviera allí.

Pero no había nada de eso.

En medio de las montañas, en un lugar llano y cerrado, Harry y los demás se encontraban justo a un lado de una fogata apagada, con el frío azotando los hechizos de calor que se habían puesto encima.

Y cerca de quince gigantes dormían a su alrededor.

Harry soltó un jadeo, a medida que el resto reaccionaba también y Kreacher emitía un pequeño ruido estrangulado.

Uno de los gigantes abrió sus ojos.