Cinco segundos pasaron en los que la tribu de gigantes no hizo más que mirarlos.

Y luego, el caos se desató.

El primer instinto de Harry fue exclamar que volvieran a Aparecerse, pero el gigante de atrás de ellos se levantó, e hizo que se dispersaran. Kreacher se volvió invisible por el miedo, y Padma no reaccionó a hacer más que cubrirse tras la madera de la fogata, al ser la menos experimentada en lucha.

Estaban atrapados, literalmente se encontraban en medio de una cueva rodeados por un círculo de gigantes que ya estaban de pie, acercándose a ellos. Lo bueno es que no eran ni muy inteligentes ni muy rápidos, pero Harry no sabía qué hacer para que todos pudieran salir de ahí con vida. Qué indicaciones dar.

—¡Hermione! —gritó, girándose a su amiga. Al menos podía hacer eso—. ¡Aparécete de vuelta!

—¡No! —Hermione replicó—. ¡No! ¡Padma no podrá seguirnos!

Harry maldijo por lo bajo, viendo cómo Bill trataba de hablar con ellos, pero ninguno parecía saber lenguaje humano o esforzarse por entenderlos. Padma estaba metiéndose más y más entre las pilas de madera, escondiéndose. Los gigantes se acercaban.

—¡Joder! —Harry buscó a Malfoy, sabiendo que también era de los que menos sabía pelear—. ¡Vete tú, entonces!

Malfoy sacó la varita de entre sus túnicas.

—¿Y a dónde, Potter? —espetó él—. ¡La Aparición internacional es imposible para los magos, y no conozco ninguna dirección en Austria, no tengo idea de donde estábamos antes! ¿A dónde quieres que vaya?

Harry conjuró un escudo protector frente a ellos que no los ayudaría a frenar la fuerza de los gigantes por mucho tiempo, pero era lo mejor que tenían. Ni siquiera llevaban escobas como para escapar. Era un callejón sin salida.

—Mierda, mierda, mierda.

Cada vez que las criaturas avanzaban, los obligaban a retroceder, provocando que chocaran sus espaldas. Sus sentidos estaban más que despiertos, su corazón martilleaba, su cabeza parecía a punto de explotar. Harry no recordaba si alguna vez peleó con gigantes, y si así fue, era incapaz de acordarse cómo vencerlos. Su memoria vagó al troll que enfrentaron con Ron en primer año, cuando tenían once, y Harry decidió intentar levitar uno de los palos de madera de la fogata para dejar al menos a uno inconsciente.

Pero el gigante alcanzó el palo antes de que lo golpeara.

Y luego soltó un grito monstruoso.

Harry miró al grupo, con la advertencia en la punta de la lengua, sin embargo, antes de que pudiera decir algo-

Un pie cayó justo en el lugar donde Fleur estaba.

Alcanzó a quitarse justo a tiempo, rodando por el piso. Bill se puso a unos pasos de ella, protegiéndola, y conjuró un maleficio que le arrancó un dedo a la criatura. Esta se miró la mano, aunque no pareció importarle.

Los gigantes avanzaron en zancadas más grandes, estirando sus manos y tratando de tomarlos entre sus dedos o aplastarlos con las pisadas. Harry evitó varios golpes, pero la quinta vez que casi lo atraparon para comerlo, tuvo que Aparecerse en otro sitio dentro de la misma cueva.

Su mente se encontraba más allá de la agitación, y sinceramente, no tenía idea de cómo sacarlos de ahí. Kreacher no estaba a la vista, Padma continuaba debajo de la fogata, y los hechizos, en su mayoría, no solían afectar a los gigantes; excepto por los Diffindo que quizás podían hacerles un poco más de daño. Pero fuera de eso, nada. Y además, el espacio era totalmente cerrado. ¿A dónde podían huir? ¿Cómo podrían soñar con matarlos a todos?

Un alarido a sus espaldas hizo que Harry se girara, sólo para encontrar a Padma a punto de ser pisada por uno de los gigantes como si fuera poco más que una cucaracha. Antes de que pudiera hacer algo, antes de que pudiera siquiera agitar su varita, oyó la voz de Seamus levantarse por sobre el caos de la pelea.

—¡Avada Kedavra!

El rayo verde impactó en el estómago del gigante, pero en vez de matarlo, sólo pareció enfurecerlo más. Se giró hacia Seamus, dispuesto a darle un puntapié que de seguro terminaría con él volando por los aires. Sin embargo, este lo esquivó de un salto y corrió hacia la dirección contraria en la que Padma estaba.

—¡La Maldición Mortal no funciona! —gritó Harry, con un Sonorus no verbal—. ¡Prueben otras cosas!

El suelo temblaba gracias a las pisadas de los gigantes, para quienes aquello no era más que una diversión. Un entretenimiento de medianoche. Harry apretó los dientes, viendo cómo uno de ellos se ponía de rodillas, y trataba de cazarlos aplastándolos con su mano.

Corrió hacia él.

—¡Kreacher! —gritó, reprendiéndose por no pensar en eso hasta entonces. Se sintió un poco culpable desde antes de pedirlo—: ¡Te ordeno que pelees sin dejarte ver!

Harry no se giró a ver si sus órdenes habían sido escuchadas, simplemente continuó su camino al gigante que, en ese momento, estaba tratando de tomar a Hermione entre sus manos. Harry podía verla luchando. Hermione estaba juntando la fuerza suficiente para Aparecerse en otra de los rincones de la cueva..

Un estruendo resonó a sus espaldas, y otro temblor más grande sacudió la tierra, delatando que una de las criaturas había caído al suelo.

Era más que obvio especificar que, probablemente, quien logró eso fue Kreacher.

A un metro de donde el gigante de rodillas se encontraba, Harry apresuró el trote, sintiendo su cicatriz de piedra pesar con cada paso, doler, enterrarse en su costado. Hermione pudo Aparecerse. El gigante mientras tanto continuaba golpeando su mano contra el piso, gateando para alcanzar a su próxima presa más cercana: Luna.

No podía permitirlo.

Sin siquiera pensarlo, Harry saltó, subiéndose a la mano del gigante. Corrió por su brazo antes de que lo moviera, con el pulso en la garganta, sudando en frío. Debía confiar en la lentitud de la criatura, o ya había dado por sentenciada su muerte.

Cuando Harry estaba llegando al hombro, los gritos se hicieron más poderosos en otro lugar, seguramente gracias a que alguien fue herido. Pero fue incapaz de mirar hacia allá, desde donde venía el ruido, porque el gigante se percató de que Harry estaba corriendo por encima de su cuerpo y levantó su brazo, queriendo tomarlo.

—¡Diffindo! —exclamó, haciendo que los dedos del gigante cayeran. Este se agitó completamente enfurecido.

Harry no tenía idea de qué estaba haciendo, o cuál era el plan. Su mayor objetivo en ese momento era llegar hasta su garganta y cortarla. Desde el piso era imposible, pero si se acercaba y le daba, podían hacer algo. Quizás así-

El gigante se levantó, haciendo que Harry por poco se cayera de su lugar hasta el piso. Alcanzó a afirmarse del hombro de la criatura y sus pies quedaron colgando al vacío. Harry temblaba. El gigante estiró la mano hacia atrás e intentó tomarlo de nuevo, con sus dedos sanos. Le dolía estar sujetándose así; su cicatriz agregaba peso y sus brazos no eran tan fuertes. Harry soltó un quejido.

La mano del gigante estaba a punto de agarrarlo, de reventarlo por dentro con su fuerza. Harry quería vomitar. Pero si se soltaba- si se soltaba-

No tengo más opción.

No hay de otra. Si me quedo aquí, muero. Mis hechizos no verbales no están funcionando. Mierda. Mierda. Mierda.

La mano estaba casi encima.

Harry cerró los ojos, y se dejó caer.

En medio de la distancia hacia el suelo, creyó que alguno de sus amigos lo vería y amortiguaría su caída, pero era consciente de que cada uno estaba ocupado y que no estarían prestándole atención. No podía depender de ellos. En décimas de segundos, Harry se dio cuenta de que recaía en él no morir reventado en el piso. Nunca había hecho eso, nunca lo había intentado. Dudaba que pudiera, pero...

Cerró los ojos.

Sólo gracias a un milagro, logró Aparecerse a centímetros del suelo.

La sensación de mareo duró apenas unos instantes, y Harry volvió en sí. O lo intentó. Aterrizó a unos metros de dos gigantes que estaban arrinconando a Fleur y Malfoy, quienes retrocedían cada vez más pegados a la pared. Harry, con la adrenalina al tope, llamó a las criaturas a gritos y hechizos, asestando un par de Diffindos para así darles el tiempo de Aparecerse.

Cuando uno de ellos se giró, y Harry se preparó para escalarlo también y esta vez asesinarlo –como planeaba hacerlo con el otro– un grito desgarrador irrumpió la pelea.

Uno de los peores que había escuchado.

Harry corrió, desechando el plan, para poder ayudar a quien sea que hubiera sido herido; sintiendo las pisadas del gigante detrás. Miró hacia arriba, y hacia el costado y a todas partes, buscando la fuente del agonizante sonido. No le costó mucho identificarlo.

Pues la fogata estaba hecha pedazos.

Y Padma se encontraba en la mano de una giganta.

La sangre escurría desde su boca, delatando que la giganta estaba perforando algunos órganos internos gracias a la fuerza con la que la apretaba. Padma se sacudía cada vez con menos fuerza, sin parar de gritar que alguien la ayudara por favor. Harry apuntó su varita a la criatura, arrojando maldiciones desesperadas. Estas impactaron, pero no le provocaron nada- absolutamente nada más que algunos cortes que no la estaban distrayendo de su principal objetivo: Padma.

Alguien más gritó; probablemente Hermione. Y a pesar de que cada uno estaba enfrentando sus propios obstáculos, era obvio que la atención colectiva se encontraba en la mujer capturada.

—¡Kreacher! —exclamó Harry—. ¡Kreacher, necesito que-!

Harry jamás pudo terminar esa oración.

En ese momento, la giganta tomó a Padma y sin meditar demasiado, agarró uno de sus brazos como si de goma se tratase, y se lo arrancó.

Harry dejó de hacer todo lo que estaba haciendo, sintiendo que la sangre abandonaba su cara.

La sangre salpicó hacia el suelo; el tejido colgó del hombro de Padma, quien gritó hasta que el ruido desgarró su garganta. Harry vio cómo la giganta revoleaba el brazo de la mujer y lo arrojaba lejos, hacia el piso, haciendo que cayera a unos pasos de él. Harry podía ver el hueso, el músculo, todo. Padma estaba desangrándose.

Quiso gritar también.

Todos parecían haberse dado cuenta del cambio, de lo que había pasado en medio de la pelea. Pero a Harry no le importaba, Harry lo único que quería era detener eso, vengarse de una forma u otra.

No era su amiga, no la conocía lo suficiente, Padma sólo era un miembro más de la Orden. Pero lo había curado innumerables veces. Harry fue con ella a Hogwarts, la recordaba cada vez que estuvo con su gemela, Parvati, a quien conoció. Era distinto, y estaba harto de ver a la gente morir, estaba jodidamente harto. No se suponía que iba a pasar en esa misión.

Harry apretó los puños.

Sin pensarlo llamó a su magia, sintiendo como venía a él más fácilmente que otras veces, en medio de la naturaleza. Las montañas parecieron agitarse, el suelo temblar, el aire se hizo más pesado y a lo lejos una bandada de aves despegaron el vuelo. Harry podía sentirlo. Podía sentir todo lo que estaba pasando a su alrededor; podía escuchar los latidos de los gigantes, podía oír sus pensamientos. Matar. Comer. Vengarse. La tierra, las raíces, todo se sentía en ese momento en sus venas, como si fueran uno solo. La magia llenó el espacio, haciendo a los gigantes retroceder y al grupo de espectadores ahogar respiraciones, asombrados por su poder.

El mundo respondió a su llamado.

Harry levantó la varita, conjurando un Diffindo hacia la giganta que tenía a Padma en sus brazos.

Fue como si le hubiese impactado un Sectumsempra.

La giganta soltó un alarido, mientras dejaba caer a Padma, haciendo que Seamus la levitara al instante y no la dejara morir. Cortes y más cortes comenzaron a aparecer en su piel, manchando escandalosamente el piso; cortes que Harry controlaba. La criatura se tocaba la cara desesperadamente, dejándose caer al suelo de rodillas, y Harry observó con retorcida satisfacción verla morir. Al mismo tiempo oyó unas pisadas correr, seguramente adonde Padma había aterrizado gritando.

—¡Harry!

Harry se giró en dirección a Hermione, quien lo observaba horrorizada. Descubrió muy tarde que era gracias a que el gigante que antes lo perseguía, ahora estaba a punto de alcanzarlo.

La gran sombra de su mano cubrió a Harry, quien se giró para cortarla. Su propia magia danzaba en la punta de sus dedos dispuesta a explotar de nuevo. Dispuesta a hacerlo estallar.

Harry era capaz de matarlos, a todos y cada uno de ellos. Era capaz de muchas cosas. Sus piernas dolían, cada músculo de su cuerpo aquejaba la pelea, el agotamiento. Pero daba igual. El enojo y la rabia bullían en su interior. La impotencia. Si no podía salvarlos, si no podía conseguir sus objetivos- al menos podía hacer eso.

Harry levantó los dedos, y los apuntó hacia el gigante. Lo mataría. Cortaría su cabeza. Quizás lo partiría a la mitad. Tenía muchas opciones.

Pero antes de que volviera a atacar, antes de que se moviera, antes de que su magia se estirara y arrasara con él, este hizo algo impensable.

Y Harry sintió cómo el mundo se detenía.

Eso no podía estar pasando- no. ¿Por qué estaba pasando? Debía ser una broma de mal gusto, era demasiado bueno para ser verdad. Y- y aún así-

El gigante dobló la rodilla.

Y luego otro le siguió.

Y otro.

Harry dio la vuelta, alarmado al escuchar cómo los gigantes se postraban frente a él, bajando la cabeza. Sus ojos se conectaron con los de Malfoy por un segundo, quien estaba incluso más pasmado que él. Todos estaban jodidamente asustados.

Prontamente, la colonia entera estaba con la cabeza gacha, una rodilla apoyada en el suelo, y el cuerpo apuntando en su dirección.

Como si Harry fuese una especie de dios.

Nunca le había pasado eso. Nunca- Harry nunca tuvo a un montón de gente arrodillada frente a él. Seguro, algunos refugiados lo veían como su salvador y alguno que otro se había ofrecido a besar sus pies. Sin embargo, esto era diferente. Era como si los gigantes estuvieran rindiendo una especie de culto, un acto de respeto. Era un poder que iba más allá de la magia. Era un poder que Harry jamás había deseado y que probablemente jamás desearía.

Unos momentos pasaron, en el que solo su respiración se oyó.

Y luego el mundo volvió a movilizarse.

Escuchó unas pisadas correr hasta donde Padma había caído y a Fleur exclamar que debían cauterizar la herida. Había exclamaciones de aquí para allá, tratando de salvar a la sanadora, mas todos los sentidos de Harry se encontraban atentos a los gigantes y a lo que estaban haciendo. La lucha parecía haber llegado a su fin de forma abrupta.

Una de las gigantas, la que estaba más cercana al cadáver de su compañera, (la que hirió a Padma), levantó levemente su cuello y comenzó a exclamar; a rugir. Harry reconoció que era su lenguaje, y vio que se dirigía al gigante que lo había estado persiguiendo. Quien, a su vez, rugió de vuelta.

—Kreacher —Harry llamó, aturdido—. Hazte visible.

El elfo lo hizo sin dudar, materializandose metros atrás de ellos. Harry notó que sus dientes castañeaban debido al miedo.

Todo estaba extremadamente quieto, salvo por las voces de los gigantes. Hasta los gritos desesperados de Seamus, Fleur y el resto habían pasado a ser susurros consternados.

—¿Tú los entiendes? —murmuró Harry.

—Sí, Harry Potter, señor.

—¿Me puedes traducir qué están diciendo?

Kreacher emitió un quejido.

—Sí, Harry Potter, señor.

Los gigantes continuaban hablando, y Harry, sólo en un gesto apaciguador, dobló la rodilla también, esperando. En ese momento, esa era la única salida que tenían para seguir vivos.

Padma no resistiría mucho tiempo.

Harry se giró brevemente a Kreacher para que tradujera, rogando porque aquello funcionase.

—Dicen que no confían en usted —susurró el elfo—. Que es un humano, un extraño, y que los magos son la raza más maldita que han conocido. No esperan nada bueno de su parte.

Uno de los gigantes estampó su pie contra el pavimento, discutiendo con el primero que se había arrodillado ante Harry. Este no se iba a dejar amedrentar, por lo que se levantó, gritándole de vuelta al rebelde. Harry vio algunas runas grabadas en sus brazos y pecho, mostrando que él era el jefe de la colonia.

La cara de Kreacher se fue relajando a medida que lo escuchaba.

—Pero su magia es familiar —continuó él. Harry se giró para ver cómo el elfo no despegaba sus ojos de la discusión—. La sienten adentro, como nada antes. El Señor Tenebroso tenía una igual de poderosa, se vieron atraídos a ella- como- como a Dumbledore también. Pero no es lo mismo.

Harry recordó a los gigantes en la primera y segunda guerra, siendo atraídos a los dos hombres con más poder mágico y eligiendo al que le prometía más cosas. Tenía sentido, porque Dumbledore enviaba a Hagrid a negociar, ¿no?, ¿por qué no iba él? Harry estaba seguro de que en el caso de Voldemort, fue él. Voldemort negoció personalmente con los gigantes, por eso lo habían sentido. Por eso lo eligieron.

Una vez más quiso explotar de frustración por los planes fallidos de Dumbledore.

Kreacher continuó escuchando, pellizcando sus manos. Harry sabía que quería salir de ahí. De pronto, los gigantes callaron, y se giraron a mirarlos a ellos. Kreacher se aclaró la garganta.

—Dicen que no confían en usted —el elfo repitió—. Pero confían en su magia, y si usted dice que no les hará daño…

—No lo haré —aseguró Harry.

Kreacher, aún con miedo, se giró a traducir lo que Harry había dicho. Los demás estaban expectantes, Harry lo sentía, a medida que el jefe escuchaba.

Luego, volvió a rugir. El lenguaje era igual de amenazante que minutos atrás.

—Ellos ya lo saben —tradujo Kreacher, algo más compuesto—. La magia se los ha hecho sentir, usted mantendrá su palabra.

Sin embargo, cuando el gigante volvió a hablar y Harry se giró para preguntarle a Kreacher qué quería decir, este parecía alarmado.

—¿Qué? —dijo Harry, alcanzando su varita. Todo su cuerpo dolía—. ¿Nos atacarán de todas formas?

—N-no. No, Harry Potter señor —contestó Kreacher, pasmado—. Dicen que… Dicen que-

El gigante de las runas gritó, alcanzando su pecho y comenzando a golpearlo. Oyó cómo Fleur soltaba un grito asustado y comenzaba a tararear con sus dotes de Veela. El ambiente no se calmó, pero los sollozos de Padma se volvieron menos audibles.

—Pelearán —dictaminó Kreacher sin aliento, cuando el gigante dejó de golpearse—. Cuando el tiempo llegue, pelearán por usted, siempre y cuando dejen de ser perseguidos, señor.

Harry, cautelosamente miró a los gigantes a los ojos, a cada uno de ellos. Distintos colores se asomaban ahí, caras llenas de verrugas y formadas de piedra como la cicatriz de su espalda, que lo observaban con recelo. Lo detestaban, Harry y el resto habían herido a algunos de sus miembros; él mató a la giganta que estaba tendida en el piso aún desangrándose. Y sabía que sólo entre ellos mismos tenían permitido el asesinato. Los ofendió.

Harry se levantó de todas formas, llevándose una mano al pecho.

—Lo juro —les dijo—. Si gano, dejarán de ser perseguidos. Siempre y cuando ustedes dejen de perseguir a los humanos también.

Kreacher tradujo, haciendo que el gigante con runas agachara la cabeza, escuchando.

Finalmente, todos lo siguieron, postrándose ante él.

Era una alianza.

Harry sólo se permitió un segundo de victoria, antes de que la oscuridad lo devorara y cayera inconsciente gracias al cansancio.

•••

El aire golpeando la ventana fue lo que lo despertó.

Harry se removió entre las sábanas, abriendo los ojos para enfocarlos en la figura de la mujer a los pies de su cama. Hermione estaba leyendo un libro, pasando las páginas mientras sus dedos temblaban. Tenía el pelo amarrado, y a pesar de haberse aplicado un Fregotego, Harry aún podía ver algunas manchas en su ropa.

Los recuerdos llegaron a él entonces.

—¿Padma está bien? —fue lo primero que dijo, haciendo que Hermione pegara un salto.

—Harry —soltó ella inconscientemente, dejando el libro al lado. Su amiga llevó una mano hasta su frente—. ¿Cómo te sientes?

Harry intentó levantarse de la cama, notando que su espalda volvía a doler alrededor de su cicatriz gracias al roce de la pelea. Fuera de eso se sentía bastante recuperado. Mucho más que en el campo de batalla.

—Normal —contestó Harry, quedándose sentado—. ¿Cuánto llevo dormido?

—Menos de una hora. Malfoy ha traído pociones consigo al viaje, eso es lo que te ha ayudado a recuperarte.

Harry parpadeó, mirando por la ventana. Debían ser pasadas las seis de la mañana. En ese lado del mundo, el sol se estaba asomando por el horizonte detrás de un montón de nubes grises. El viento seguía agitándose.

—¿Y Padma? —volvió a preguntar.

—Está descansando. Malfoy evitó que cauterizáramos la herida, y le dio dos de sus viales para hacer crecer su brazo de vuelta. Estamos esperando ver qué sucede —Hermione apretó los labios agregando—: Algo bueno que haga.

Harry se desperezó, echando las cubiertas hacia atrás para sentarse en la orilla de la cama. Se imaginaba lo difícil que tuvo que haber sido para Draco convencer al resto que no envenenaría a Padma mientras Harry estaba inconsciente.

—¿La barrera no se ha cerrado? —dijo, considerando que quizás su agotamiento había afectado en algo, pero Hermione simplemente negó—. Tenemos que volver a Austria —Harry se levantó con cuidado—. Padma se quedará aquí junto a alguien más para que la cuide, pero tenemos que-

—Lo sé.

Harry miró a Hermione, quien tenía los ojos fijos en sus palmas, los dedos apretando su ropa vieja. Algo en su interior se revolvió al saber que esa era la conversación más larga que habían tenido desde hacía más de un mes, desde el incidente de Grimmauld Place. Hermione solía tener episodios de amnesia cuando una situación muy estresante se daba, y no dejaba que nadie además de Ron se le acercara más de lo necesario. En un inicio a Harry le había aliviado que hubiese cierta distancia entre ambos, porque de otra manera tendrían que hablar de lo que sucedió, pensar en lo que sucedió, y él no se sentía preparado. Nunca lo estaría. Pero en ese instante, tenía ganas de apoyarse en su mejor amiga, de que ella lo abrazara y encontrar consuelo en esa situación en la que Harry podía apostar que compartían la mayoría de los sentimientos.

—¿Cómo estás tú? —preguntó, despacio.

La respuesta de Hermione fue escueta.

—Bien.

Y sin más, se levantó de su lugar, caminando hasta la puerta y cerrándola tras de sí. Harry no hizo más que mirarla, para luego escuchar que Hermione anunciaba que partirían de vuelta.

Buscó sus lentes a un lado de la cama, suspirando. No tenía tiempo para pensar en eso ahora. No creía que nunca lo tendría, la verdad. Había cosas más importantes que requerían de su atención.

Siempre las había.

Saliendo de su habitación, encontró a Seamus descansando al inicio del pasillo, diciéndole a Bill que él se quedaría a cuidar de Padma. Harry sintió alivio al continuar avanzando, aunque le hubiese gustado que Luna fuera la que se quedara, pero entendía que quisiera ver a Hagrid también. Kreacher estaba murmurando para sí mismo en uno de los sillones, (quien al verlo se alegró de comprobar que había mejorado), y Fleur se encontraba sentada en el extremo de la mesa, con su cabello rubio revuelto; Luna a unos asientos más allá. Hermione juntaba sus cosas en el rincón del cuarto. Ya habían estado allí en Irlanda esa mañana, antes de seguir a Malfoy, pero el ambiente era mucho más lúgubre ahora.

Harry abrió la puerta de entrada, aplicando unos hechizos de calor sobre sí mismo, mientras el paisaje de afuera lo recibía. La casa del miembro de la Resistencia estaba situada en medio de un campo y montes bajos que se alzaban. A lo lejos se veía el límite del cielo, con el sol medio alumbrando el paisaje gris. Si miraba bien, un lago se asomaba al fondo.

Harry cerró la puerta, para luego enfocarse en el hombre sentado en las escaleras de madera. Una parte de sí le murmuró que había salido porque sabía que él estaría allí.

Malfoy miró hacia arriba cuando lo escuchó. Su nariz estaba roja por el frío.

—Despertaste —le dijo—. No puedo creer que tuviste que quedarte inconsciente para que descansaras algo.

Harry, sin responder, se dejó caer a su lado en el escalón, cada uno en diferentes extremos. Malfoy siguió sus movimientos con la mirada, para luego desviarla hacia el frente. Harry comprobó rápidamente que no estuviera herido de gravedad antes de imitarlo.

—Te vi —murmuró Malfoy, al cabo de unos segundos—. Cuando te subiste encima del gigante y luego te dejaste caer, te vi.

Harry se encogió de hombros, sin prestarle demasiada atención. ¿Qué tenía de interesante? En la boca de Malfoy sonaba como si lo que Harry había hecho fuese algo malo. Les había comprado segundos o incluso la vida a algunos.

—¿En qué carajos estabas pensando? —completó Draco, antes de que Harry pudiera responder.

Ladeó la cabeza, viéndolo con la frente arrugada.

—En matarlo.

Malfoy bufó, abrazándose a sí mismo, pero aún sin corresponder a su mirada.

—A veces, me dan ganas de estrangularte con mis propias manos, ¿lo sabías?

—Sí.

—No puedes hacer eso.

—Ya lo hice.

—Potter.

Malfoy se giró de lleno a él. El cansancio estaba calando su rostro, y tenía algunas heridas repartidas por la mejilla. Harry, sin darse cuenta de lo que estaba haciendo, movió la mano para sanarlas con magia. Malfoy llevó una mano hasta su piel ahora sana y pareció confundirse ante su gesto. Harry no entendía por qué.

Entonces, se aclaró la garganta.

—Piensa antes de actuar, joder —espetó—. No puedes arriesgarte así, ¿cómo es que Granger no te lo ha dicho?

Harry hizo una mueca ante la mención de Hermione, sintiendo incorrecto que Malfoy de entre toda la gente hablara de ella. Además, le recordaba la brecha entre ambos. No le gustaba.

Pero este, ajeno a sus pensamientos, continuó.

—Ya te lo dije antes —su voz sonaba distante, seca—. Piensa con la cabeza fría, no me fuerces a obligarte a hacerlo.

Terminando la oración, Malfoy volvió a mirar al frente, apretando su mandíbula. Harry esperó a que dijera algo más, pero el discurso quedó allí. No era nada nuevo, ya se lo habían dicho innumerables veces diferentes personas. Todos terminaban rindiéndose al darse cuenta de que él simplemente… era así. Malfoy terminaría rindiéndose también.

Harry abrazó sus rodillas, y volvió a darle un vistazo al cielo: el sol cada vez se asomaba más.

—Tenemos que volver —le dijo, oyendo cómo la gente se movía adentro.

—Lo suponía.

Harry cerró los ojos. El cansancio continuaba allí, la energía que drenaba el mantener el paso al mundo muggle abierto, y las Apariciones de un país a otro que sólo Kreacher podía efectuar, estaban pasándole factura, por mucho que le hubiesen dado una poción revitalizante. No creía ser el único.

—Sabes que… —Malfoy murmuró, atrayendo su atención nuevamente—. ¿Sabes que, si no lo encontramos, esto ya ha sido una victoria, no?

Harry dejó que las palabras de Malfoy se asentaran en su sistema, encontrándoles sentido. Sabía a lo que se refería, pero no estaba de acuerdo, así que las desechó. Quería pensar que sí, que ya habían ganado con lo que hicieron y que no era necesario sacrificar más. De hecho, si hubiese sido cualquier otro miembro de la Orden habría concordado para dejarlo tranquilo. Sólo que, en ese preciso momento, se sentía incapaz de mentir o fingir. Además, no era como si Malfoy pudiera pensar peor de él.

—No será una victoria hasta que no vea a Hagrid —dictaminó Harry finalmente.

—Los gigantes pelearán por ti, Potter. Eso ya es una victoria.

Harry no respondió.

Lo era, él lo sabía. Que los gigantes dijeran que confiaban en su magia y que por eso pelearían a su lado, solamente pidiendo que se les dejara en paz a cambio, era un avance. Aún más si contaban con que los gigantes tenían habilidades no estudiadas que podrían ayudarles, y que la Orden no tenía unión con ninguna otra criatura mágica que Voldemort probablemente sí. Y sumaba demasiados puntos aliarse con una colonia de gigantes en medio de los que quedaban. Sin embargo, ese no era el motivo de la misión, y-

Harry simplemente quería ver a Hagrid.

—¿Siempre has sido así de poderoso? —Malfoy irrumpió el silencio.

Harry casi agradeció el cambio de tema.

—Tú dímelo, sientes mi magia y estabas pendiente de mí en Hogwarts —le dijo con burla, queriendo sacarlo un poco de sus casillas—. Me mirabas siempre.

—Todo el mundo te miraba.

El tono de voz era calmado, porque sabía que tenía la razón. Y era- era verdad, Harry había sido observado más de cerca que cualquier otro estudiante gracias a su papel como el-niño-que-vivió. De todas formas, saliendo de los labios de Draco sonaba diferente. No sabía por qué.

Malfoy soltó una respiración cansada.

—No lo recuerdo, Potter —terminó respondiendo su duda anterior—. Siempre fuiste un mago poderoso, pero nunca así. Ellos pelearán por ti, sólo por tu magia, y te aseguro que no eres más poderoso que el Señor Tenebroso. Tienes que tener algo diferente.

—Quizás es porque yo soy bueno —bromeó Harry, queriendo aliviar la tensión que de pronto se instaló en su espalda.

—¿Lo eres?

Esta vez Malfoy simplemente parecía divertido, sin ápice de estar echándole nada en cara. Como si le causara gracia lo que Harry decía. Por algún motivo, aquello hizo que un sabor amargo se acumulara su boca.

—No —respondió.

La expresión de mofa que Malfoy tenía en el rostro –que Harry ni siquiera notó– se desvaneció al oírlo.

—Yo tampoco —le dijo despacio—. Eso es otra cosa que tenemos en común.

No sabía en qué momento su conversación se había tornado tan seria, quizás desde el inicio nunca fue distinto. Harry se preguntó si alguna vez podría hablar con Malfoy de algo que no tuviera que ver con la guerra.

A su memoria llegó la respuesta de que ya lo había hecho.

Harry decidió contestar su pregunta.

—Soy el Amo de la Muerte —confesó con tranquilidad.

—Pf. No, no lo eres.

Malfoy tenía un gesto burlesco impreso en las facciones, como si creyera que o Harry estaba delirante, o que le estaba tomando el pelo. Él, de nuevo, no agregó nada más.

—Potter, ese es un cuento para niños —insistió Malfoy.

Harry desvió la mirada. Ya lo había dicho, y no iba a desgastarse en tratar de convencer a Malfoy. Si quería le creía, y si no, no.

De nuevo se quedaron en silencio minutos enteros.

—Joder, ¿de verdad? —Malfoy soltó entoces, su voz sonando una octava más alta—. ¿No te basta ser el-niño-que-vivió? ¿El Elegido? ¿También tenías que conquistar la muerte?

—No es como si tuviera mucha opción —se defendió Harry. Malfoy chasqueó la lengua.

—Así que eso es lo que te hace especial.

—¿Lo es?

Harry había preguntado retóricamente, pero Malfoy se giró para verlo, como si lo estudiara. El viento le sacudió el cabello rubio. Harry se sentía incapaz de apartar la mirada.

—No —susurró.

Harry, sintiendo la boca seca, decidió que lo mejor era continuar elaborando la respuesta acerca de su magia.

—La magia viene de la naturaleza —explicó con lentitud, mirando hacia el frente de nuevo—. Viene de la tierra. De mi alrededor. No es mía. La llamo cuando siento emociones muy fuertes. Aunqueestá en mí también, y por eso la sientes. No sé cómo explicarlo. —Harry acarició su frente, encima de la cicatriz—. O bueno, eso suponemos según lo que hemos investigado. No es como si alguien hubiese sido el Amo de la Muerte antes.

Por el rabillo del ojo vio cómo Malfoy asentía.

—Entonces, ¿las reliquias existen?

—Sí.

—¿Dónde las tienes?

—No las tengo. Pero me pertenecen.

Cayeron en un silencio. Harry suponía que Malfoy estaba tratando de asimilar la información, aceptar que ese cuento era real, y que Harry era el dueño de todas las supuestas reliquias creadas por la muerte. También le ayudaría a Malfoy a explicarse muchos episodios que había visto de su parte.

—¿Cómo se siente? —cuestionó él, de pronto.

—¿Qué?

—Eso —Malfoy hizo un gesto con la mano, abarcando su persona y el aire—. Cómo se siente.

El término "Amo de la Muerte" aún se le hacía extraño a sus oídos. Ese mismo día su corazón había latido al mismo tiempo que el de los gigantes. Aquello estaba lejos de ser normal.

—Raro —contestó sinceramente—. Y además creo que la magia crece alrededor de las criaturas. Nunca había sentido algo como lo de hoy.

—¿Te gusta?

—¿Sentirlo? —Malfoy asintió, mientras Harry pensaba brevemente en ello—. En un inicio no me agradaba demasiado, pero he descubierto que es muy útil y-

—No pregunté eso —lo cortó él—. Pregunté si a ti te gusta. A ti, personalmente.

Por supuesto que Malfoy quería saber algo así, pensó con desagrado.

Harry frunció el ceño. Sí, el poder era genial, el sentir que podía dominar el mundo también, todos deseaban hacerlo. Harry no sentía un ápice de lástima cuando asesinaba personas con sus estallidos de magia, ya no. Pero para lograr aquello, debía pasar por una situación desagradable, algo lo suficientemente fuerte que le permitiera llamar a su magia. Y al final del día no se sentía correcto. Él prefería hacer uso de sus propias habilidades.

Aunque, bueno, técnicamente esa también era su habilidad...

—No lo sé —dijo, sonando perdido—. Toda la vida, nunca quise ser…

Harry detuvo sus palabras, sin saber cómo acabarlas.

—¿Diferente?

—Sí —respondió. Malfoy había dado en el clavo—. Sí.

—No puedo creerlo.

—Es la verdad. Nunca quise esto.

Malfoy lo observó con ojos entrecerrados, como si no supiera si creerle o no. Suponía que era difícil hacerlo, después de que Harry se la hubiese pasado en primera plana toda su adolescencia y el mismo Draco lo hubiese envidiado por eso. Malfoy tenía una imagen de él que Harry no estaba seguro de que tuviera un mínimo de certeza, no la antigua al menos. La que estaba conociendo quizás ya no estaba tan manchada de prejuicios.

Quizás.

—Así que no te gusta —dictaminó él. Harry se encogió de hombros.

—No lo sé.

—Potter, ¿sabes qué es lo que quieres?

—Ganar esta guerra —dijo automáticamente.

—Algo que quieras para ti —replicó, casi con exasperación—. Algo que te guste a ti, que quieras para ti sin pensar en el resto. Volar no cuenta.

Harry, una vez más, no tenía idea de qué contestar.

Se quedó mirando a Malfoy un largo rato, pensando una y otra vez qué era lo que quería. Y no podía decirlo, simplemente no podía. Harry dudaba sobrevivir a la guerra, y si lo hacía, ¿qué pasaría entonces? ¿Qué haría? Todas sus oportunidades de hacer algo normal se habían esfumado desde el momento de su nacimiento, y su utilidad ya no existiría una vez que Tom no estuviera. Harry tampoco tuvo tiempo de averiguar qué le gustaba hacer de joven, además del Quidditch.

Simplemente miraba hacia adelante, y lo único que veía era a Voldemort.

Harry enfocó sus ojos en los grises de Malfoy, los cuales con la luz de la mañana parecían relucir. Él lo observó de vuelta.

Se preguntó si estaban pensando lo mismo, o si Draco estaba compadeciéndose de él. O de ambos. Sabía que Malfoy quería vengar a su madre y saber la verdad, nada más ese era su objetivo, por lo que también dudaba que supiera qué quería hacer luego de que lo lograra.

Si es que lo lograba.

Justo cuando iba a responder algo sarcástico, o desviar la conversación, la puerta se abrió de par en par, revelando a una Fleur pálida que los miraba desde arriba.

Haggy —llamó, saliendo de la casa—. Nos vamos.

Harry se levantó al mismo tiempo que Malfoy, sabiendo que tendría que tomar su mano de nuevo.

La incomodidad subió por su espalda.

Hermione, Luna y Bill siguieron a Fleur, mientras Seamus se apoyaba en la puerta para despedirse. Una parte diminuta de Harry lo envidió, sabiendo que él jamás podría hacer algo como eso, quedarse descansando mientras el resto peleaba. Pero su cuerpo lo aclamaba, sus huesos lo aclamaban.

Hermione y Luna agarraron las manos de Kreacher, y Harry tomó la de la rubia, alzando su brazo para que Malfoy se aferrara a la muñeca como la última vez, mientras Bill y Fleur se posicionaban en sus lugares.

El procedimiento se repitió, y Kreacher los Apareció de vuelta a la prisión.

•••

Cuando llegaron al lugar, Kreacher y Draco se dedicaron a sentir los alrededores y no sólo cerca de la cárcel.

El agujero que Bill había abierto en las protecciones que rodeaban a Nurmengard todavía estaba vigente. El pelirrojo les explicó de nuevo que no podían traspasar las barreras más apegadas a la prisión, o los descubrirían, y Harry y el resto esperaron pacientemente a varios metros lejos de las protecciones a que lograran identificar alguna magia distinta, que lograran identificar a Hagrid. Sin embargo, pasada una hora más en la que Draco y Kreacher habían estado inspeccionando el lugar, invisibles, lo único que consiguieron fue meterse donde no debían.

Y activar una alarma.

Las cosas sucedieron demasiado rápido y en un borrón. Harry no sabía cuál de los dos había traspasado las barreras que no podían tocar. Pero daba igual. No era el momento de encontrar culpables, era el momento de averiguar cómo desactivar el ruido ensordecedor que resonó por todo Nurmengard.

Harry se paró de su lugar, viendo como uno de los Mortífagos guardias levantaba una barrera Anti-Apariciones.

Kreacher se materializó a su lado.

—¡Se dieron cuenta del agujero en las protecciones, señor Harry Potter!

Harry reunió al resto, que ya llevaba la varita empuñada.

—No puede ser, ¡joder!

Harry observó con impotencia cómo aparecían otros Mortífagos además de los dos que resguardaban la prisión, por lo que entre ellos se enfrentaban a alrededor de doce. No eran tantos, pero podrían empezar a llamar más. Harry sabía que llamarían más, y debían vencerlos. Regresar era demasiado peligroso, sabiendo que ya no podrían volver a sentir la magia de Hagrid cerca, y ese era el jodido punto de la misión.

Aceptando que no quedaba de otra, Harry salió de la oscuridad, agarrando su máscara y acercándose al primer Mortífago.

Ellos se acercaron también.

Harry disparó un hechizo aturdidor al hombre de al frente que ya quería darle con la Maldición Mortal. No dio en el blanco, pero al menos lo hizo chocar con otro Mortífago, evitando que este atacara a Luna. Dando un vistazo a su alrededor, Harry quiso asegurarse de que Malfoy estuviera ahí. El único que había llegado de vuelta era Kreacher, y hasta donde sabía, Malfoy podría estar bajo la capa invisible, luchando a su lado, o podría estar al otro extremo del campo. Cuando Harry vio a Bill abrirle el estómago a uno de los Mortífagos y que el compañero que quería cobrar venganza cayera de la nada, confirmó que Malfoy estaba luchando, pero oculto.

Bastardo inteligente.

Hasta ahora todavía no mataban a ninguno. El mortífago que Bill hirió se recuperó minutos después gracias a que otro aplicó un hechizo que sellaba el corte, y volvió al ataque, maldiciendo a Fleur quien al menos alcanzó a cubrirse con un escudo. Harry aprovechó el momento para rematarlo al fin.

—¡Negris Mortem! —exclamó, haciendo que el Mortífago comenzara a gritar.

Aquello lo puso bajo el foco. Harry sabía que era reconocido como la Muerte Negra, y que había recompensas millonarias por su caza, por lo que no le pareció extraño que dos de los Mortífagos más cercanos a él, quienes lo oyeron pronunciar la maldición, se giraran a atacarlo. Era irónico saber que daba igual qué identidad adoptase, continuaría siendo perseguido de todas maneras.

Mientras Harry se alejaba de ambos, cortándole la cabeza a uno de ellos, vio de reojo cómo un rayo verde iba directo a su mejor amiga.

—¡Hermione!

Por un pelo, Hermione logró esquivarlo, permitiéndole respirar de nuevo. Su amiga conjuró al instante un Diffindo que le cortó la mano al Mortífago que intentó matarla.

Harry continuó su pelea con el tipo de antes, que no solo esquivaba sus hechizos sino que era bastante rápido enviándolos él también. Pocas veces Harry había tenido dificultades al luchar con gente que no fuera cercana a Tom, (como Rodolphus Lestrange o Maia, por ejemplo), pero la fatiga, la falta de sueño, el cansancio y todas las emociones fuertes que había experimentado en un par de horas, le estaban pasando la cuenta.

Harry se agachó cuando el Mortífago trató de alcanzarlo con un conjuro que provocaba que la piel se derritiera; lo reconoció gracias a los entrenamientos con Malfoy. De vuelta, intentó matarlo, fallando otra vez.

Las exclamaciones y gritos de la pelea resonaban en la noche antes silenciosa. Harry, si no supiera que la prisión estaba lejos de cualquier civilización, habría tenido miedo de alertar y atraer compañía indeseada. Por suerte, los Mortífagos todavía no tenían tiempo de llamar refuerzos, y la alarma en algún punto había dejado de sonar.

El caos por segunda vez en un corto periodo de tiempo estaba reinando. Pero, a diferencia de los gigantes, Harry sabía que los Mortífagos no iban a negociar o a rendirse. Allí, uno de los dos bandos iba a terminar muerto. Debía seguir y seguir y seguir. No era una opción detenerse.

Justo cuando Harry le cortaba el cuello al Mortífago que estaba encima suyo, un rugido cortó la noche.

El rugido provenía desde la prisión.

Harry cerró los ojos, reconociendo que aquel que se encontraba dentro era Grawp. Grawp, el hermano de Hagrid. Grawp, el gigante que Harry había conocido y cuidado. Un sentimiento de nostalgia le invadió el pecho, junto a unas ganas incontrolables de- volver. Simplemente volver en el tiempo, a esos años en los que, si bien no eran tranquilos, eran un paraíso comparado a lo que estaba viviendo en ese momento.

Harry no supo cuánto tiempo se quedó congelado en su lugar, pero aparentemente fue suficiente para que uno de los conjuros se estrellara en él.

Harry jadeó, tropezando con algo en el suelo. Se llevó una mano hasta el codo, dándose cuenta de que estaba volteado hacia adentro, y que su hueso se encontraba completamente roto. Llevando su varita a él, trató de recordar algo que remediara la herida, sin embargo, nada le venía a la mente, y a pesar de que Harry fue herido peor antes, debido al agotamiento en el que se encontraba, aquel dolor era terrible.

—¡No! —dijo de pronto una voz a su costado—. ¡Mierda!

Harry alzó el cuello para ver el momento exacto en el que un Mortífago iba justo a él, lanzando una maldición que impactaría.

Y entonces, unos cabellos rubios emergieron en el aire tras una máscara, haciendo que la capa invisible de Harry cayera al suelo.

Harry observó cómo Malfoy conjuraba un escudo frente a ambos, evitando que el hechizo los alcanzara. Aprovechando la estupefacción del Mortífago, Harry se levantó, haciendo una mueca por el dolor de su brazo.

Notó a Hermione a lo lejos batiéndose con otro de ellos. Luna estaba esquivando a otro más de una forma impresionante, considerando que estuvo fuera de la mayoría de luchas que se dieron esos últimos años porque Theo quería mantenerla a salvo. Bill estrelló a dos Mortífagos que se dirigían a él, para luego hacer que se mataran gracias al golpe, utilizando la fuerza que le dieron las cicatrices de Greyback cuando intentó morderlo todos esos años atrás. Kreacher estaba tratando de hacer lo posible desde la invisibilidad, y Fleur, aprovechando que en ese momento se encontraba sola, comenzó a cantar.

La melodía era para aturdir a los enemigos.

No funcionaba del todo bien, o no al menos como a quienes eran Veelas al cien por ciento. Pero de algo servía, y Harry notó cómo los tres Mortífagos que corrían hasta él tras su espalda aminoraban el paso, regalándole unos segundos para poder llamar a su magia.

Estaba espalda con espalda con Malfoy, quien aún luchaba con el Mortífago que casi mató a Harry. Él miró a todas partes, tratando de encontrar algo lo suficientemente fuerte como para enojarse o sentir algo intenso, mas no lo encontró, así que se concentró en lo que le sucedió a Padma o algún recuerdo no grato. Miles de imágenes pasaron por su memoria, cosas que le habían sucedido. La muerte de Ginny. Ron. La pérdida de la base. Hermione.

Pero por más que intentaba, su magia no llegó hasta él, no con la intensidad que necesitaba.

Quizás se debía a que estaba cansado, o quizás algo más. Sólo que Harry sabía que si iba a ganar eso, tenía que hacerlo luchando como un mago "normal".

Los tres Mortífagos llegaron a él aún confundidos, y Harry asesinó a uno de ellos con la Negris Mortem sin pensarlo dos veces. El hombre cayó a sus pies, justo en el momento en que Fleur se encargaba de derribar al otro, dejando a Harry encargarse del último.

Harry comenzó a retroceder mientras el Mortífago trataba de matarlo, pero a mitad de camino mientras infringía un corte que dejó el brazo del hombre colgando –como para igualar condiciones– Harry notó que podía avanzar hacia atrás con libertad.

Podía avanzar hacia atrás con libertad.

Harry se giró, dándose cuenta de que Malfoy ya no estaba ahí.

Mientras el hombre al que había herido se recuperaba del corte, Hermione peleaba con otro Mortífago distinto al de antes, y el resto continuaba en lo suyo. Harry recorrió con la mirada el espacio hasta poder encontrar a Draco, sintiendo un nudo instalarse en su estómago, teniendo un mal presentimiento.

Y estaba en lo correcto.

Lo encontró tendido en el suelo, a unos pasos de donde se encontraba parado.

A su alrededor había un charco líquido oscuro.

Harry sintió cómo su pecho se oprimía.

Sin siquiera pararse a meditarlo, corrió hasta allí con su brazo roto y el cansancio resonando en cada célula. Malfoy tenía la cabeza girada hacia él y se encontraba tosiendo sangre, sin realmente ver nada. Muriendo. Harry no sabía qué iba a hacer, solo sabía que no podía dejarlo ahí.

Conjuró un escudo que previno que el Mortífago con el que estaba luchando lo atacara mientras corría, aunque sabía que no duraría mucho. Harry llegó a Malfoy, arrodillándose ante él y agitando su varita, aplicando los hechizos curativos que conocía, al mismo tiempo que buscaba entre su ropa si había algún vial con alguna poción que lo ayudase. Pero no. No había nada. Los ojos de Malfoy se encontraban desorbitados, y Harry conocía esa mirada. No le gustaba.

—Joder, Malfoy —susurró, empezando a sentirse desesperado—. No mueras, imbécil.

Malfoy volvió a toser, incluso después de que Harry aplicara la curación que conocía, y notó que en la parte baja de su torso, la sangre goteó aún más. Maldiciendo por lo bajo, Harry sacó la túnica de Malfoy de en medio y tuvo que ahogar un jadeo al descubrir que este tenía un corte profundo que le cruzaba el vientre de extremo a extremo, con los órganos sobresaliendo de él.

Tratando de recordar el hechizo que sellaba el corte, Harry sentía cómo el corazón le iba a mil por hora; cómo un sudor frío le recorría la frente. Sin Malfoy, se perdían muchas cosas para la Orden. Harry no había notado lo importante que era para ellos. Harry no había notado lo mucho que deseaba que no muriera.

Algo cayó a sus espaldas, haciendo que mientras el corte se cerraba, Harry diera un giro, encontrando a Luna asesinando al Mortífago que aún quería matarlo. Harry se quedó inmóvil un segundo.

Ver eso siempre lo shockearía como la primera vez.

Pero Malfoy volvió a toser, reclamando su atención, y Harry no dudó en dársela, tocando la piel encima de la herida que acababa de cicatrizar superficialmente. El tejido se encontraba duro, y aunque él no recordaba qué significaba, sabía que era algo malo. Tenía que sacarlo de allí en ese instante.

Malfoy estaba cerrando los ojos.

—No —Harry palmeó su cara, apretando los dientes—. No te duermas.

—¡Harry! ¿Qué hacemos con este?

Harry levantó la cabeza, notando cómo la lucha había acabado en medio de su agitación, y que Hermione tenía a uno de los Mortífagos agarrado de las solapas. Harry lo reconoció como el hombre que intentó matarlo a él, y del que Malfoy lo había salvado.

La rabia creció al verlo suplicar.

—Mátalo —espetó, con furia.

Hermione obedeció.

El Mortífago cayó inerte, mientras Fleur, Kreacher, Bill y Luna se reunían alrededor de Harry y Draco.

A unos metros, Grawp aún rugía, y él- él estaba tratando de no quedarse pegado en ese sonido. Todos sus sentidos se encontraban pendientes de Malfoy y en que su respiración se estaba haciendo cada vez más pausada.

—Malfoy —Harry susurró, sacudiéndolo gentilmente, a medida que intentaba levantarlo para llevárselo—. Malfoy, no mueras.

El resto de los presentes no parecía compartir su desesperación. Aunque por supuesto, ninguno de ellos había compartido con Malfoy lo que Harry había compartido. Ninguno de ellos lo conocía como él. Y ninguno entendía la pérdida que sería que Malfoy muriera, el valioso espía que perderían como bando.

Tenía que hacer algo.

—Voy a regresar —anunció para todos, tajante.

Tal como suponía, las protestas no se hicieron esperar.

—¡No puedes!

—No vinimos aquí paga nada.

—Si regresas, la barrera puede cerrarse.

—Kreacher puede llevarse solo a Malfoy a Irlanda y volver —Hermione dijo, indiferente—, no es necesario que vayas.

—Si Malfoy tiene un sangrado a mitad de camino, ¿Kreacher qué puede hacer? —replicó Harry, tenso, sentando al rubio semi-consciente de la forma más delicada que podía.

—Ordénale que lo mantenga vivo.

—¡Kreacher no es Dios, Hermione! —explotó Harry, volteándose a ella—. ¡Su magia tiene un límite!

—¡No puedes volver!

Harry negó, decidido a ignorarla. En ese momento Malfoy podía morir. Haría eso por cualquiera, por absolutamente cualquiera. Malfoy no sería la excepción.

—No tengo tiempo para esto.

Poniéndose de pie al fin, Harry abrazó a Malfoy por la cintura, apegándolo a él. Los brazos de este cayeron laxos a sus costados mientras apoyaba la frente en el hombro de Harry, quien estuvo decidido a apretarlo con más firmeza, intentando no hacerle daño.

Justo en el segundo que le hizo una seña a Kreacher para marcharse, un estruendo hizo resonar el espacio.

No era cualquier ruido.

Era una pisada que pareció hacer temblar el lugar.

Harry se puso alerta al igual que el resto, afirmando su varita como fuera, mientras Malfoy tosía manchando su ropa. En su interior, el pánico comenzaba a escalar. No podía pelear, no sabiendo que eso terminaría matando a Draco. Pero tampoco podía quedarse sin hacer nada.

—¿Quedó uno vivo? —preguntó, intercambiando su mirada entre los presentes.

Ninguno contestó.

El ruido se repitió, y Harry sintió cómo un nudo de la pura impotencia se instalaba en su garganta. Con lo cansados que estaban, ese era el fin. No podrían vencer a otra horda, y sinceramente, no le quedaban ya energías para hacerlo.

Malfoy estaba presionado contra él, y Harry se concentró en no dejarlo caer. Era lo único real en ese momento, lo único que lo estaba anclando al presente y no dejaba que se desmayara del agotamiento y el dolor.

Luna emitió un gritito, levantando el brazo hacia el otro extremo, detrás de un monte a solo un par de metros de ellos. Hermione retrocedió un paso. Los demás sólo se encontraban paralizados, sin encontrar una explicación racional a lo que estaban viendo.

Porque a lo lejos, bajando el monte, una figura gigante se alzaba.

Harry sintió cómo las rodillas le fallaron.