Harry entró deprisa al laberinto cerrando el portón tras de sí, maldiciendo.
Draco estaba inconsciente entre sus brazos, y a Harry le daba demasiado miedo soltarlo para sacar la varita, pero no estaba seguro de poder llevarlo hasta el inicio de la mansión a rastras, sabiendo que estaba exhausto y que Malfoy era más alto que él y algo más musculoso. Harry apretó los dientes, pensando a quién llamar. Su cerebro iba a mil por hora.
Madam Pomfrey no era una opción, nadie podía levantarla de la cama. Hermione y Ron estaban descansando, y de todas formas, Harry no pondría a su amiga en la posición de tocar a Malfoy, o a cualquier otro hombre, la verdad, y Ron no podría ayudarlo en sus condiciones. Miró hacia abajo, a la pálida cara de Malfoy, y sintió un instinto de protección fluir por sus venas. La desesperación lo golpeó también.
En ese mismo instante, observando cómo la sangre no paraba de brotar del pecho de Draco y manchaba sus ropas, Harry ni siquiera recordaba por qué había estado tan enojado los días anteriores. Todo se desvaneció. Sólo tenía una preocupación en mente.
Llegando al final del laberinto, se puso a gritar.
—¡Kingsley! ¡Padma! ¡Necesito una mano!
Harry apretó los dientes, repitiendolo una vez más, y no pasó más de un minuto antes de que un par de pisadas apresuradas llegaran a él. En un movimiento de varita, Malfoy estaba siendo levitando, inconsciente, hacia la entrada de la mansión.
Harry paró en sus pasos para ver a Padma –quien ya estaba casi por completo recuperada de su brazo– llevándose a Malfoy con rapidez, con su mente fija en su paciente como la sanadora que era. Él se veía tranquilo en el aire. Como si no hubiese caído directo a sus brazos. Como si no pareciera herido y descompensado.
¿Qué…? ¿Qué sucedió?
Harry se tomó sólo una décima de segundo para mirar abajo.
De inmediato sintió que comenzaba a tiritar.
Tocó su pecho, sus manos, sus brazos y ropas. Donde mirara, estaba rojo; un tipo de rojo oscuro y espeso. Estaba cubierto de sangre.
La sangre de Malfoy.
No.
Harry se apresuró a correr tras Padma.
No, por favor.
Lo que sea- no.
Parte de su cerebro se desconectó. Fue vagamente consciente que le gritó a Padma que podía llevar a Malfoy a su habitación, mientras pensaba en qué carajos había sucedido y por qué apareció en la puerta de esa forma. Tenía un mal presentimiento, Harry lo sentía zumbando en sus oídos, debajo de sus dientes y entre sus uñas. La sangre en sus manos aún goteaba, mientras continuaba corriendo. Harry la miraba con horror.
No era la primera vez que tenía la sangre de Malfoy entre sus manos, desafortunadamente.
Él una vez fue el causante de sus heridas.
Pero- pero se suponía que Draco estaba bien, que estaba protegido en su círculo de Mortífagos. O al menos, que su vida no peligraba. Harry nunca creyó que fuera de combate- que fuera de combate terminaría… así.
Padma entró a su cuarto seguida de dos medimagos más que llamó en el camino, y se puso a actuar sin siquiera fijarse que Harry estaba allí, mirando todo con grandes ojos verdes.
La mujer rompió la ropa de Malfoy revelando la piel que estaba a carne viva. Los otros dos chicos ejecutaron encantamientos de diagnósticos en él. Harry vio, aún más horrorizado, cómo uno de estos hechizos arrojaba manchas y rastros de magia negra por todas partes. Eso explicaría por qué Draco no paraba de sangrar.
—La sangre se está regenerando —informó uno de los muchachos, sacando desde su uniforme un vial—. Esto está hecho para torturarlo sin detenerse, hasta volverlo loco, no para matarlo.
Harry tragó la piedra instalada en su garganta. Aquello no lo hacía sentir mejor. De alguna forma prefería que estuviera en peligro mortal, así podría ser salvado. Así se acabaría de una vez y todo volvería- todo volvería a la normalidad.
Pero, ¿cómo solucionaban eso?
—Mierda —murmuró Padma recibiendo unas vendas que uno de los muchachos le pasó, poniéndolas encima del pecho de Malfoy. Estas se empaparon al instante—. Mierda. Malfoy, no te atrevas a hacer esto bajo mi guardia. No tienes el derecho.
Harry por poco soltó una risa: maníaca y desesperada, porque él no sabía qué hacer. Deseaba ayudar, deseaba que el pecho de Malfoy dejara de sangrar y que las vendas empapadas desaparecieran del suelo; que Malfoy volviera a abrir los ojos y dijera algo cruel para que así Harry pudiera continuar intentando odiarlo. Cualquier cosa que dejara de hacerle sentir la urgencia de acercarse a él y tomar su mano.
Por favor. Por favor. Por favor.
Los dedos de Malfoy estaban rojos, y sus anillos de plata manchados. Harry veía su mano cargada de joyas y se preguntó si tal vez si la tomaba, podría pasarle parte de su magia. Si podría solucionar algo. Si las cosas se harían más soportables, menos asfixiantes.
Antes de concluir que era estúpido, sus pasos lo llevaron a la orilla de la cama y en un segundo, Harry estaba haciendo justo eso, arrastrando la silla de un costado para sentarse en ella.
No sabía qué sucedió, y tampoco sabía qué pasaría una vez que Malfoy abriera los ojos, o qué tanto lo detestaría Harry entonces. Pero en ese preciso momento, no podría darle más igual que Draco Malfoy fuera un monstruo; que fuera egoísta y despiadado y todas las cosas malas que se podría pensar de alguien. A Harry le importaba demasiado que estuviera bien, como para pretender que no supo desde el inicio quién era en realidad.
En ese instante, Harry no podía convencerse a sí mismo que habría actuado de la misma forma si hubiera sido cualquier otro inocente. No podía pretender que le habría recriminado que torturase a cualquier otro miembro de la Orden, alguien que a él no le importara.
Porque si no hubiese sido McGonagall, lo habría dejado pasar sin dudarlo.
Harry estaba así, sólo porque la víctima fue ella.
Padma gritó algo y volvió a darle otro vial, mientras continuaba curando la herida.
Harry apretó más fuerte la mano de Malfoy, sin quitar los ojos de su perfil. Sus labios estaban desprovistos de color, la cicatriz que le cruzaba el rostro se veía poco natural en él, las pestañas bañaban sus mejillas, y el estúpido cabello rubio se pegaba a su frente. Harry aplicó sin pensarlo un hechizo que lo iba a refrescar y secar. La cara de Malfoy estaba inundada de desamparo, contorsionada en una mueca inconsciente, como si incluso sin estar despierto sintiera el dolor que la herida le traía. Y Harry quería golpear algo, o alguien, o al mismo imbécil por no mantenerse a salvo al menos una puta vez en su vida.
El sentimiento de traición que le daba al mirar su cara aún estaba allí, en algún rincón de su persona. Pero en ese instante era lo menos importante. Harry quería sentirse culpable al respecto, sabiendo que lo que Draco hizo provocó que tuviera una explosión de ira noches atrás. Sin embargo, a medida que sostenía sus dedos, lo único que veía y lo único en lo que pensaba era el olor a sangre que inundaba la habitación, el líquido carmesí que resbalaba por su piel. Necesitaba que parara.
Abre los ojos.
Por favor.
Haz algo.
Ódiame.
Harry no recordaba haber sentido algo como eso antes. Las cosas nunca habían sido así de complicadas con nadie. Ni siquiera estaba seguro de saber qué era lo que toda esa situación, o el mismo Malfoy, le provocaba. Porque cariño no era, pero mucho menos indiferencia u odio. Sentía un millón de contradicciones arremolinarse en su pecho, sólo al entrelazar sus manos. No quería soltarlo, no quería dejarlo ir jamás- y al mismo tiempo deseaba que Malfoy nunca se le hubiera acercado. Nunca. Las cosas serían simples.
Al menos entre ellos, serían simples.
Uno de los chicos soltó un jadeo abrupto, y Harry levantó la cabeza como si se tratara de un resorte. Por unos segundos, los tres sanadores se habían quedado congelados, observando el torso de Malfoy.
No.
Que no sea nada. No.
Con el pulso en la garganta y las entrañas en un nudo, Harry los imitó, mirando también. La sangre estaba fluyendo con mucha menos intensidad por encima de la piel, y las heridas hechas ahora eran visibles.
No sabía qué esperaba ver, realmente no.
Pero tenía claro que no eso.
Harry sintió su magia vibrar al momento, levantarse y susurrar que estaba lista para atacar. Los muebles temblaron, las ventanas también. Padma le dijo algo para tranquilizarlo.
Dudaba que funcionara.
Porque desde el inicio del pecho de Draco, hasta su vientre, estaba escrito un mensaje para castigarlo.
Tallada con un cuchillo encima de su piel, se leía con grandes letras la palabra "COBARDE".
Su corazón se rompió. Harry sintió que su mente comenzaba a trabajar, a idear todas las formas que tenía para destruir a Voldemort, cómo lo haría sufrir, a él, a todos. Maia, Greyback, los Mortífagos. Todos pagarían, y-
Y luego la sangre volvió a llenar los cortes, y los medimagos volvieron a la acción.
Harry se había quedado completamente mareado, estático. No quitó su mirada de las heridas que continuaban sangrando, como si los cortes se hicieran una y otra, y otra vez. Padma agitó la varita un par de veces, empapando los labios de Malfoy con otro vial.
Harry miraba desconsolado la palabra de su torso.
Estaba demasiado claro quién había hecho eso. Quién, con magia negra, sería lo suficientemente sádico para provocar que alguien sufriera de por vida de esa forma. Harry leyó sin cesar la palabra «cobarde» que resaltaba contra la blanca piel de Malfoy. Sintió cómo sus dedos picaban y el odio que resonaba en su cabeza a diario prendía con más fuerza.
Ese hijo de la grandísima puta se iba a arrepentir. Se iba a arrepentir, y Harry se iba a encargar de que muriera gritando.
Sus pensamientos estaban llenos de planes, de formas de matar a Voldemort. Interrogantes aparecían en ellos también. «¿Por qué?» era lo primero. Draco no fue herido para morir, Draco fue herido para ser castigado. No obedeció a una orden, eso era lo más obvio, ¿por qué otra razón sería torturado? Voldemort debía estar lo suficientemente furioso como para poner esas palabras en su cuerpo para toda la vida.
Cobarde...
Harry cerró los ojos, sintiendo que la sangre abandonaba su rostro, mientras oía cómo Padma le gritaba a uno de los muchachos.
Potter, ¡no recordaba! ¡No tenía mis recuerdos! ¡Yo no quería, de haberlo sabido…!
De haberlo sabido, no lo habría hecho.
De haberlo sabido, Malfoy habría desobedecido, y todo se reduciría a esto, a lo que le estaba sucediendo.
Harry lo sabía ahora.
¿Qué fue obligado a cometer? ¿A qué se rehusó? Harry apretó los dedos ajenos contra los suyos y apoyó su frente en ellos, sintiendo cómo el cuerpo encima de la cama se removía.
Las emociones contradictorias iban y venían, impidiendo que Harry pudiera concentrarse en absoluto. Las conversaciones de los sanadores se acumulaban y deshacían en sus oídos. Él revivía el gesto que tuvo Malfoy en el rostro, tres días atrás. Estaba desesperado tratando de hacerle entender que de haber recordado, todo habría sido diferente. Que de haber tenido sus recuerdos…
Lo habrías hecho igual, porque así eres tú.
Harry cerró los ojos.
Segundos después, o minutos, Padma soltó un respiro dando un paso atrás. Los chicos a su vez continuaban conjurando hechizos de sanación, sacándolo de sus pensamientos. Harry fue vagamente consciente de que las cosas habían sucedido demasiado rápido, que la mujer trabajó casi a la velocidad de la luz.
—Está estable por ahora —anunció ella, haciendo que Harry ladeara la cabeza, sin atreverse a separarse de la piel de Malfoy, dejar de sentir su pulso—. Está estable, sólo…
Padma recibió una poción más, de nuevo, y Harry vio con el corazón en la garganta que se la daba a Malfoy. Quizás sabía que gracias a que él llevara la Crece Huesos a Austria, Padma tenía su brazo también, y eso le hacía curarlo con más ansias.
Harry miró su estúpido rostro pálido, y pensó que al menos, no todo lo que hacía era malo.
No podía ser así, porque sino no se sentiría de esa manera hacia él.
—Hay que cambiar sus vendas cada… —continuó Padma, dándole un vistazo al reloj—, veinte minutos. El sangrado no se detendrá. No sé cómo hacer para que los cortes dejen de abrirse, que cicatricen. Le dimos varias pociones para ello, incluso vertimos encima de la herida, pero… nada.
Harry miró las vendas. Estaban cubiertas de sangre aún. Menos, pero seguía allí. Malfoy tiritaba.
—Pero no va a morir, ¿no? —preguntó Harry, con el corazón en la garganta.
—No, no —respondió Padma—. Aunque va a vivir en un dolor constante.
Harry tomó aire, pensando en qué había sucedido para que Voldemort le hiciera eso. Dudaba que desconfiara realmente de él, de ser así… lo habría matado.
No, esto era sólo porque Malfoy tuvo que haberlo cuestionado.
—¿Y si él…? —Harry volvió a apoyar la frente en su dorso—. ¿Si él encuentra la manera de revertir la maldición?
—Si puede hacer eso, mejoraría bastante las cosas. No terminará volviéndose loco gracias al dolor, en primer lugar. —Padma lo dijo tan ligeramente, como si no fuera la gran cosa, que Harry la miró de hito en hito. Ella estaba dirigiéndose a la puerta y abriéndola para sus practicantes sin notar su mirada—. Aunque la cicatriz no se irá. Eso sí que no.
Harry volvió a cerrar los ojos, pensando en la reacción que tendría Malfoy una vez que despertase.
Grabado, grabado de por vida.
La palabra "cobarde" sería lo primero que Draco vería al mirar su torso, así como la Marca al mirar su brazo izquierdo. Y- ¿Voldemort no había marcado lo suficiente ya?, ¿no les había quitado lo suficiente a todos? ¿Cuánto más?
¿Cuánto?
Harry no quería sentirse así respecto a Malfoy, pero mientras más lo miraba, más difícil se le hacía acordarse de quién era en verdad y por qué se sintió traicionado cuando le comunicó lo de McGonagall hace unas noches.
Torturador. Mortífago. Un Nobilium. Astaroth, se recordó.
Pero todas esas eran solo palabras, que se desvanecían en el concepto del bien y el mal. La herida que tenía Malfoy, gracias a que ahora sí recordaba, era real. Tangible. El pulso bajo sus dedos también lo era.
—Yo puedo cambiarle las vendas —dijo Harry, con voz apretada—. No te preocupes por eso.
Padma agitó su varita desvaneciendo las gasas empapadas de sangre, viéndolo interrogante aunque casi resignada.
—Si vuelve a desbordar sangre, si su vendaje se moja completamente de un segundo a otro, grita mi nombre —pidió ella—. Me aseguraré de estar cerca.
Padma abandonó el cuarto, y Harry la observó irse, sin atreverse a mirar de nuevo al hombre tendido en la cama.
Sin embargo, no soltó su mano.
•••
—Potter… —una voz dijo—. Potter, yo-
Harry levantó la cabeza. Malfoy parpadeaba cansinamente, como si esa sola acción le pesara. Su cara estaba ladeada, y no parecía ser consciente de que una de sus manos estaba aprisionada por la de Harry.
—Ssh —respondió Harry, observando su mueca de dolor—. Puede esperar.
Malfoy trató de pararse. Él se lo impidió.
—No, no- no puede. —Draco respiraba agitadamente, mientras trataba de enfocar la mirada—. Me obligaron a matarla, me obligaron-
—Y tú te rehusaste —interrumpió Harry.
Una parte de la oración sonó a pregunta.
—Te juro que lo hice, te lo juro —insistió Malfoy, aún tratando de ponerse de pie—. Dile a Astoria que me lea la mente, hazlo tú, te doy permiso. Potter. Potter, yo no-
El pecho de Draco se movía de arriba a abajo. Agarraba desesperadamente cualquier lugar para poder levantarse, tratando de sentarse encima del colchón.
Hasta que terminó por conseguirlo.
Ahí fue que notó que parte de su torso estaba vendado, y que, gracias a sus movimientos, brotaba sangre nueva.
Malfoy miró de par en par hacia abajo. Harry se dio cuenta del momento exacto en que trataba de recordar qué había sucedido.
Su respiración se volvió más artificial.
—Malfoy- Draco, necesito que te calmes —pidió Harry, mirando las vendas también.
Malfoy empezó a tiritar, quitando su mano de la de Harry con brusquedad y tratando de llegar a sus heridas. Por unos momentos, Harry temió que viera en realidad qué eran sus cortes. Qué decían en su piel.
Pero, en su lugar, las vendas se tiñeron abruptamente de sangre.
Con fuerza, Harry tomó ambas muñecas de Malfoy, mientras este comenzaba a hiperventilar.
—¡Padma! —gritó, conjurando un Sonorus con magia no verbal y sin varita.
—Harry- —dijo Draco, sin aire. Sus ojos estaban rojos—. Harry, qué- tú- ¿tú…?
Padma irrumpió en el cuarto.
Sin pensarlo, le dio otra poción a Malfoy, quien la tomó con dificultad. Sus ojos continuaban abiertos de par en par, fijos en él, haciendo una pregunta silenciosa que Harry no deseaba analizar porque dolía demasiado. Dolía saber que siquiera, para Draco, era una posibilidad.
¿Tú lo hiciste?
Padma conjuró otros hechizos sanadores y Malfoy cerró los ojos, dejando que el relajo lo inundara. Segundos después, volvió a caer en la inconsciencia.
Harry no se atrevió a dejarlo ir.
•••
Un apretón en su mano provocó que Harry despertara de golpe, sin darse cuenta que se había quedado dormido por unos minutos luego de cambiar el último vendaje de Malfoy.
Levantó la mirada. Draco tenía la cabeza ladeada y lo observaba igual de cansado, sin enfocar bien la vista. Harry continuaba sentado a un lado de la cama, con los antebrazos en las rodillas y la frente descansando en el colchón.
—Potter, por favor —pidió Malfoy, sonando desesperado—. Por favor… ve mis recuerdos.
Harry tenía el "no" en la punta de la lengua. Malfoy estaba débil, y la última vez que había recobrado la consciencia sus vendas se empaparon de sangre. No era el momento, no importaba qué tan urgente él lo creyera. Harry estaba dispuesto a decírselo.
Salvo que Draco volvió a apretar su mano.
—Por favor —prácticamente rogó.
Harry fijó sus ojos en los grises, viendo la clara impotencia en ellos.
Merlín, fue su primer pensamiento, uno que lo arrolló como si se tratara de una bludger, esa jodida mirada.
Creo que podría matar por esa mirada.
Harry sacó su varita, jugando con ella entre los dedos gracias a la incertidumbre. Los latidos de su corazón estaban acelerados.
—Está bien.
Malfoy tragó visiblemente y pareció contar hasta diez en su cabeza, preparándose para lo que Harry iba a hacerle. Él, mientras tanto, quiso levantarse y aplicar el conjuro desde cierta distancia, pero se retractó al segundo que notó que Malfoy continuaba pálido. Aunque se encontraba fuera de peligro mortal, el color no había vuelto a su cara, el sufrimiento continuaba presente.
Pasados unos segundos, Malfoy asintió, y Harry fijó sus ojos en los suyos una vez más, sabiendo lo que quería que hiciera. Su color era plata; eran como la niebla. Un cosquilleo le recorrió el cuerpo.
Pude haberlos perdido.
Harry apuntó la varita a él, y fue –metafóricamente– succionado por la cabeza de Draco.
Lo primero que lo recibió, fue una imagen de McGonagall gritando, sangre brotando de su ojo, mientras Malfoy sostenía la varita. Harry se alejó instintivamente en la vida real, soltando la mano ajena y sintiendo el hachazo de la traición subiendo por su garganta, sin entender.
Aunque antes de hacer algo, o procesar lo que ocurría, la imagen cambió a una de él mismo de meses atrás. El cambio fue tan abrupto, que Harry pensó que tenía que ser mentira.
Estaba confundido.
Sus ojos verdes brillaban tras los lentes, contrastando con la neblina que había a su alrededor. Su mandíbula estaba tensa, y parecía un animal acorralado mientras Malfoy le decía que: por favor pensara con la cabeza fría y dejara su papel de mártir. Los brazos de Draco estaban encima de sus hombros, apretando con fuerza, como si de esa forma traspasaría la desesperación que él mismo estaba sintiendo. Y Harry no pudo hacer más que observar algo shockeado, mientras la escena se desvanecía y alejaba, que alguien pudiera mirarlo, y que se viera así.
A los ojos de Malfoy, Harry era-
Harry era…
Las palabras de Astoria regresaron a su mente, de las veces que aplicó Legeremancia en él, a medida que los recuerdos avanzaban.
Lo primero que salta a la mente, es lo que menos desea uno que la otra persona vea.
El pulso latía desenfrenado bajo su piel.
Sin embargo, Harry no se detuvo a pensar en eso, en nada de eso, porque frente a él llegó la escena que Malfoy quería mostrarle. Lo que sucedió esa tarde con McGonagall se reproducía ante sus ojos; avasallador, rápido, sin darle tiempo de incorporar la información.
Draco disculpándose. Minerva diciéndole que hiciera lo que le pedían. El Crucio menos efectivo que Harry hubiera visto. El intento de negociación, de impedir que se repitiera. La petición de matar a McGonagall.
El Avada Kedavra fallido.
Harry sabía- Malfoy se lo había dicho meses atrás mientras entrenaban: los Avada Kedavra no le funcionaban. Si la hubiese querido matar, realmente, podría haber usado cualquier otro maleficio. La Muerte Negra, cualquiera que no requiriera de intención. Pero no fue así.
Malfoy arrojó la Maldición Mortal, porque sabía que no funcionaría.
Los recuerdos continuaron pasando entonces, y la escena se movía. Voldemort furioso, diciéndole que él tomaría el castigo. Maia riéndose. Draco intentando escapar.
Voldemort torturándolo.
Harry apenas vio, sólo escuchaba los gritos, todo estaba mezclado en la memoria. El dolor, la asquerosa sonrisa que Tom tenía en el rostro.
Su interior parecía gritar de la rabia.
La imagen avanzó, mostrando a Malfoy despertando. McGonagall le hablaba, le decía que no podía morir, que era importante para la Orden, que a la próxima la matara.
Y luego, al siguiente momento, desapareció.
De verdad.
McGonagall había desaparecido.
Harry salió de la mente del hombre, mirando hacia el frente, perturbado. Draco continuaba tiritando.
Se alejó físicamente más, levantándose de la cama, sin saber qué hacer. Los pensamientos y los escenarios se arremolinaban en su cabeza, sin dejarlo pensar. La tortura, la real y la fallida. Malfoy siendo vulnerable y al mismo tiempo un verdugo.
Draco soltó un quejido desde la cama.
—Duerme —le dijo Harry con un hilo de voz, dándole la espalda—. Duerme, por favor.
Unos segundos de silencio pasaron.
—Potter —su voz seca habló, haciendo que soltara un escalofrío—. Lo- lo siento.
Harry se obligó a girarse, viendo la cara de Malfoy, abiertamente aliviada. Abiertamente herida. La emoción viva estaba presente allí, haciendo que Harry olvidara el robot con el que lo comparó millones de veces.
Porque no lo era, nunca lo fue.
Malfoy jamás se había visto tan vivo.
Harry cerró los ojos.
—Sí… Lo siento yo también.
Él pareció contentarse con eso, y al cabo de un minuto, retornó a un sueño profundo.
Harry se le quedó mirando unos segundos más, para luego dictaminar que necesitaba un cambio de vendas. No quiso fijarse más de lo necesario en lo que tenía escrito en su pecho mientras lo hacía. Tampoco tenía tiempo para pensar en cómo se sentía con eso, o en sucumbir al pánico de ver que McGonagall fue retirada de las celdas. Harry sacó su varita, diciéndose a sí mismo que debía informar de inmediato lo que vio.
Sin embargo, no encontraba las fuerzas para dejar a Malfoy solo.
Así que llamaría a Ron de otra forma.
Harry pensó en los recuerdos más felices que tenía: en Hogwarts, en su primera vez encima de una escoba, en Sirius, en Hermione y Ron, en todo lo que podía. Pero la imagen de McGonagall gritando continuaba ahí, en el frente de su mente. Y además, la tortura a Malfoy después de que hubiese hecho un Avada Kedavra que él sabía que no funcionaría...
No podía pensar en un recuerdo feliz en ese momento, le era imposible.
Así que Harry sólo miró a la cara de Draco, evocando todo lo que le hacía sentir.
Resentimiento, ira, preocupación, afecto, protección, irritabilidad, contrariedad.
Cerrando brevemente sus ojos, Harry dejó que todo eso se asentara en su sistema, y murmuró:
—Expecto Patronum.
Cuando el ciervo plateado estuvo delante de él, lo miró directo a los ojos, sintiendo que su pecho estaba vacío.
—Ve a buscar a Ron —le dijo—. Necesito hablar con él.
•••
Cuando Ron llegó, lo hizo en su silla de ruedas. Era manejada con magia, totalmente artesanal. Harry aún odiaba ver cómo le dolía menos sentarse en ella que andar a pie, y que además la usaba más que la prótesis de madera que se le diseñó.
Lo odiaba, porque no había nada que pudiera hacer para ayudarlo.
Ron intercambió la mirada entre Draco y Harry una vez dentro del cuarto, tomando nota de las vendas y de la cercanía de ambos ahora que Harry estaba sentado de nuevo. Tomando nota de todo lo que estaba pasando. Sus ojos azules se tornaron suspicaces.
—¿Qué le pasó? —preguntó, apuntando con la barbilla a Malfoy.
—Tom —respondió Harry, apretando la mandíbula—. Tom hizo esto.
La expresión de Ron se volvió interesada ante eso. No preocupada, no sospechosa, interesada, como si eso fuera un acontecimiento intrigante. Aquello no le gustó a Harry.
—Malfoy se rehusó a matar a McGonagall, se rehusó a torturarla como Tom esperaba que lo hiciera —continuó explicando, desviando la mirada a la cara adolorida de Draco—. Y él lo castigó.
Harry vio por el rabillo del ojo a Ron asintiendo repetidas veces. Mirando a Malfoy también.
—Así que Malfoy estaba encargado de su interrogatorio. ¿Te acabas de enterar?
Harry sintió cómo su estómago se hundía. Era obvio que Ron o Hermione sospechaban algo.
—Ese no es el punto-
—Por eso estabas así, días atrás, ¿no? —lo interrumpió él, dando en el clavo. Harry apretó cada músculo en su cuerpo—. Lo supiste desde el inicio. Por eso tampoco sugeriste que consultáramos con Malfoy información sobre McGonagall, estabas enojado con él. Estabas furioso con él, y ahora que ha sido herido estás aquí, sintiéndote todo culpable-
—Ron, ¿te podrías callar, joder? —lo cortó Harry esta vez, volteando a él de lleno—. Da igual- da igual. No es por eso que te llamé.
La verdad, es que no daba igual. A Harry le daba de todo menos igual lo que acababa de ver, lo que Malfoy había dicho y hecho, pero no era el momento ni de discutir ni de pensar en eso.
El Avada. La tortura. Las palabras de McGonagall.
Su desaparición.
Si McGonagall ya no estaba viva, daba lo mismo lo que había sucedido, lo que Malfoy había hecho noches atrás. Realmente no importaba. Sin sus ojos podría seguir viviendo, pero...
—Me mostró sus recuerdos —Harry dijo, ante el silencio molesto y estupefacto de Ron—. Después de que Tom le hiciera… esto, Malfoy despertó, y McGonagall ya no estaba. Se la llevaron mientras él estaba inconsciente. Debemos llamar a una reunión y decirle a la gente del Ministerio que investigue. Ahora.
El rostro de Ron cambió de nuevo, mostrando signos claros de alarma.
—¿Estás seguro de que Malfoy no tuvo nada que ver en esto?
—Míralo —Harry espetó, más salvaje de lo que pretendía—. ¿Conversaste con Padma? ¿Sabes lo que él le hizo?
—¿Por qué lo estás defendiendo? —soltó Ron al instante, pareciendo enojado él también. Probablemente se debía a la preocupación acerca de Minerva—. Torturó a McGonagall, días atrás. No tiene caso mentirme.
—Sí, lo hizo, sin tener sus recuerdos —replicó Harry, sin darse cuenta de lo que estaba diciendo—. Ahora que los tiene decidió negarse, y mira lo que sucedió.
Y era verdad. En ese momento, sumada la situación en la que Malfoy se encontraba, la terrible tortura de McGonagall había quedado atrás. Malfoy pidió disculpas, aunque no sirvieran de nada. Se negó a torturarla de nuevo. Se negó a matarla. No podía cambiar el pasado, pero sí el presente, y eso intentó, recibiendo como recompensa ser marcado de por vida.
¿Era una excusa…? ¿Borraba lo que pasó antes? No. Por supuesto que no, pero- pero- cambiaba las cosas. Cambiaba todo.
Harry sacudió la cabeza.
No tenía tiempo para la complejidad de Malfoy y sus acciones, necesitaban sacar a Minerva viva. Ya se discutiría el resto. Ya tendrían momentos para discutir el resto.
Ron pareció abrir la boca, dispuesto a contradecir y pelear lo que Harry acababa de soltar. Casi podía escuchar lo que quería decirle.
—No, Ron, no lo estoy justificando, joder —le dijo Harry, antes de que esas palabras salieran de la boca de su amigo—. Hay cosas más importantes que atender ahora.
Ron selló sus labios, mirándolo de lleno. Harry mantuvo el contacto visual. Quizás, si se concentraba lo suficiente, Ron podría adivinar qué era lo que Harry pensaba, o cómo se sentía. Quizás Ron podría ayudarle a aclararlo.
Pero si fue así, si Ron supo antes que él los nombres de sus emociones, no lo demostró. Al cabo de unos segundos, no hizo más que asentir en respuesta. Parte de su cuerpo se relajó.
Ron agitó la varita sin decir nada más, y la silla se giró, llevándolo a la salida.
—¿Sabes qué le dijo McGonagall? —preguntó Harry de pronto, sin quitarle los ojos de la espalda—. Le dijo que obedeciera. Que lo que Tom le comandara hacer, que obedeciera. Y Malfoy decidió no matarla, incluso así. Incluso teniendo su permiso.
Ron lo miró por encima del hombro, y su gesto cambió a algo que Harry no supo identificar. Su vista se movió hacia el cuerpo de Draco, detallando las vendas que tenía puestas. Harry casi quiso cubrirlo con las sábanas.
—¿Qué le hizo el Gran Mortífago?
Él miró su torso también, tentado a mostrarle, a que Ron viera que tenía escrito "cobarde" en todo el pecho por hacer algo que estaba lejos de ser cobardía.
Pero no eran sus cicatrices, y no le pertenecían para mostrarlas al mundo. Era demasiado personal.
—Pregúntale a Padma.
Los ojos de su amigo chocaron con los suyos después de escucharlo, mirándolo raro.
De todas formas, se giró, avanzando en la silla de ruedas encantada.
—Llamaré a una reunión. Urgente. Escribiré a Theo, Adrian, Astoria. Todos los posibles.
Harry dejó salir un suspiro de alivio, volviendo a centrarse en Draco.
—Bien.
No se volteó para ver a su amigo salir del cuarto.
•••
Harry no pudo volver a dormir, y en su lugar se dedicó a limpiar la cara de Malfoy con hechizos cada vez que comenzaba a sudar más de lo necesario, debido a los temblores.
Cada veinte minutos, cuando notaba que el líquido estaba a punto de rebalsar el vendaje, se dedicaba a cambiarlo también, evitando mirarle el pecho por miedo a enloquecer su magia de forma accidental. O por miedo a pensar que aquello no sanaría nunca.
¿Cómo podría seguir viviendo, con una herida abierta…?
Ahora que lo peor había pasado, Harry sí se sentía culpable, no iba a mentir. Por muchas cosas. Si le hubieran preguntado días atrás cómo se sentía respecto a Malfoy, habría respondido que deseaba que sufriera. Que deseaba que pasara en carne propia por el mismo dolor que a él le carcomía los sentidos y nublaba su parte racional. Habría respondido que todo sería más fácil, si no hubiera luchado tanto por haberlo salvado en Austria. Que merecía padecer el mismo sufrimiento por el que puso a McGonagall.
Y ahora, esos deseos habían vuelto a golpearle la nuca, porque ahí estaba. Malfoy herido. Malfoy jugando con el filo de la muerte. Y Harry no- Harry quería verlo bien.
Como la noche después del secuestro de Rookwood. Como en sus entrenamientos. Antes y después del Valle de Godric. Harry deseaba verlo sonreír, aunque su sonrisa fuera a causa de algo cruel, y-
Y al mismo tiempo, ¿cómo podía querer verlo sano y salvo, después de lo que le hizo a Minerva? Todavía se sentía herido, porque era McGonagall. Malfoy la había dejado ciega, Harry ya había visto en sus recuerdos lo horrible fue, lo alto que gritó. ¿Cómo podía olvidar eso, fingir que no había sucedido?
Esa era otra de las raíces de su sentimiento de culpabilidad.
Pero no podía evitar sentirse de esa manera. No podía evitar querer arrodillarse y rezar a alguna divinidad para que todo estuviera bien lo más pronto posible. En unas horas. Mañana. Que simplemente todo estuviera bien. Porque Malfoy ahora sí tenía sus recuerdos, y probó comportarse diferente a lo que Harry creyó que haría. McGonagall, al parecer, había aceptado su destino. Draco le pidió disculpas, y luego cuando todo se fue al demonio, su primer pensamiento no fue pedir sanación, fue ir a la base a informar lo sucedido.
Harry no sabía qué hacer con todo eso- era demasiado.
Por ahora, nada más podía centrarse en rogar que todo pasara.
Que por favor pasara.
¿Era demasiado pedir?
Una hora después, se sentó después de poner gasas nuevas y le quitó el cabello de encima de los ojos a Malfoy, sin saber desde qué jodido momento le preocupaba tanto que estuviera bien. Las emociones contrariadas seguían ahí, en medio de sus costillas, su estómago y sus pulmones, esperando salir y explotarle en la cara.
Malfoy abrió los ojos en ese momento. No era inusual. Cada cierto tiempo, se despertaba y decía cosas al azar, haciendo cada vez un poquito más de sentido.
—¿Fueron…? —dijo en ese instante, buscando la cara de Harry—. ¿Fueron a buscarla?
Harry sintió cómo la impotencia se apoderaba de sus sentidos.
—Malfoy —le dijo—. Concéntrate en recuperarte.
Malfoy trató de girarse, haciendo que sus vendas se empaparan un poco más de sangre. Esbozó otra mueca agraviada.
—Duele…
Harry no respondió. Sabía que le dolía. La carne estaba a piel viva, los cortes continuaban regenerándose. No había nada que pudiera hacer, sólo estar junto a él cuanto pudiera.
No demoró en caer dormido.
Pasados unos veinte minutos, en los que Harry cambió sus vendas de nuevo, la puerta de su habitación sonó anunciando que alguien quería entrar. Harry miró hacia arriba, esperanzado, esperando encontrar una buena señal sobre lo que había encargado a Ron que comunicara.
Pero Kingsley fue el que se asomó por el recoveco de la puerta, con un gesto que no delataba absolutamente nada. Harry tampoco le habló, decepcionado.
El Auror entró, cerrando tras de sí y caminando hacia el escritorio de Harry. Sentado allí, les echó un largo vistazo a ambos; sus ojos se detuvieron en las gasas ahora nuevas.
—¿Vivirá? —preguntó él, rompiendo el silencio.
Harry tuvo que recordarse, no por primera vez, las palabras de Padma.
—Sí.
—Bien —dijo, observando la escena de forma neutral mientras Harry se removía ante el escrutinio. Segundos más tarde, Kingsley se inclinó hacia adelante—. ¿Es cierto, entonces? ¿Malfoy torturó a McGonagall?
Harry se mordió la lengua. Ron se había encargado de contar eso. Genial. Simplemente genial. Esperaba que hubiese sido sólo a Kingsley, en todo caso.
El hombre no sonaba… acusador.
—Sí —terminó respondiendo Harry, tranquilo y honesto.
Kingsley frunció el ceño, cruzando sus brazos.
—¿Por qué no estás enojado?
—Estuve furioso, por poco destruí el salón de entrenamientos —espetó, con esa noche viniendo a su memoria—, ¿recuerdas?
El ceño fruncido en el rostro de Kingsley se hizo más profundo.
—Y aún así estás aquí, sosteniendo su mano, sabiendo que no está en peligro mortal.
Harry bajó la mirada soltando la palma de Malfoy de inmediato, dándose cuenta recién que la había estado sujetando. Ni siquiera lo hacía para darle confort a Draco, sino, porque necesitaba sentir su pulso, saber si existía una desregulación en él. Hasta el momento, los latidos del corazón de Malfoy eran extremadamente rápidos gracias a que su sangre bombeaba con más insistencia que de costumbre.
Harry necesitaba asegurarse, pero a él mismo, de que estaba bien.
Kingsley suspiró al cabo de unos segundos, haciendo que Harry volviera en sí y lo mirara él esa vez con el entrecejo junto.
—¿Por qué tú no pareces enojado con él, dispuesto a asesinarlo? —le preguntó Harry.
—Porque si a alguien como tú, una de las personas que más se preocupa por Minnie en toda esta base, no se siente así respecto a Malfoy… una razón habrá. No me adelantaré a los hechos.
Harry se quitó los lentes, para así pasar las manos por encima de sus ojos queriendo explicarse de una y mil formas, y sin encontrar la indicada.
Quizás, gran parte de la razón por la que Harry se preocupaba por Malfoy más de lo que podría detestarlo, era porque él también era una pésima persona. No era más complicado que eso.
Quizás.
—No tenía sus recuerdos. No sabía que era un espía cuando la dejó... ciega —explicó, volviendo a ponerse sus lentes—. No es una excusa, pudo haber decidido no hacerlo-
—¿Podía? —replicó Kingsley sonando incrédulo—. ¿Estás seguro de eso?
Harry parpadeó, confundido ante sus palabras.
—Siempre hay opción.
—Sí, pero, ¿por qué Malfoy, quien llevaba ocho años torturando gente y haciendo cosas inhumanas para Tom, hubiese decidido parar de la nada? Se condicionó a sí mismo para siempre obedecer, ambos podemos reconocer eso. Así que, si no recordaba todo lo que ha sucedido durante estos meses, ¿qué razones habría tenido para no cumplir lo que Tom le ordenó? Sus lealtades actuales no jugaban parte de su moral en ese momento. No estaba actuando a consciencia —Kingsley lo miró, pensativo—. Y, por lo que Ron y Padma me contaron, con sus recuerdos… se negó a acatar una orden, y eso lo dejó adonde está ahora, casi muerto. Así que dime... ¿realmente había opción?
Harry se dejó caer en la silla, apoyando la cabeza en el respaldo, mientras miraba al techo.
Odiaba esto. Odiaba comprender demasiado bien el no tener opciones, o tener que decidir entre las peores. Odiaba saber que de haber estado en la misma situación, Harry probablemente habría hecho lo mismo que Draco. Una vez más, sólo le importaba porque fue Minerva la involucrada. Pero Harry había aprendido a hacer cosas terribles y no importarle las consecuencias y odiaba haber tenido que acostumbrarse a eso, cuando detestaba hacer daño. Odiaba cada pequeña parte de esa situación.
Odiaba, una vez más, entenderlo.
—Pero no es una buena persona —dijo Harry, un poco impotente.
—No, no lo es. ¿Quién dijo eso? —Kingsley lo miraba casi sorprendido—. Hay una diferencia entre comprender a alguien con estar de acuerdo con lo que hace, o justificarlo. Si te sirve de algo, véelo como- como dos Draco Malfoy. Uno no tiene motivos para ser mejor. El otro… —Kingsley pausó, sin saber cómo poner lo que quería decir en palabras—. El otro te tiene a ti.
Harry se enderezó en su lugar, viéndolo de lleno. Por un largo momento, ninguna palabra llegó a su boca.
Entonces, desvió la mirada de sus ojos cafés intensos.
—Malfoy no me tiene a mí —le soltó, áspero como una roca.
Kingsley tenía la vista fija en su perfil, Harry lo sentía.
—Quería decir, como parte de su vida, como una parte importante de la Orden. Te tiene. —Sus ojos se entrecerraron, sospechoso—. Ahora me pregunto en qué otros ámbitos.
Harry sintió su estómago decaer, pero no contestó. Su mirada se mantuvo obstinadamente clavada en los labios morados de Malfoy.
Después de un rato, el silencio se hizo atosigante.
—¿Discutieron de un plan?, ¿Ron les dijo…?
—Primero debemos saber donde tienen a Minerva.
Harry asintió con severidad.
—¿Hablaron con Adrian, o Theo?
—De eso se están encargando Hermione y Ron.
Kingsley pareció no saber qué más agregar al respecto, no lucía como si se hubiese discutido demasiado en la reunión, y Harry tampoco sabía qué contestar. En su lugar, continuó mirando obsesivamente la cara de Malfoy, como si ésta le fuese a dar una respuesta.
Pero no hacía más que agregar dudas e incertidumbre.
Harry siempre detestó a Malfoy, desde el primer momento en el que lo conoció. Era altanero, egoísta y una pésima persona. Decía cosas horribles, hacía cosas horribles. Los disfraces de tercero, las insignias de cuarto, cuando le quebró la nariz en sexto. Harry logró que esas actitudes se vieran menos importantes luego de que decidió bajar la varita ante Dumbledore, pero desde el inicio, Draco nunca fue…
Nunca fue-
Una vez más, Harry entrelazó sus dedos.
Solía detestarlo, sí. Pero luego pasó lo de la Batalla, y Malfoy tuvo que adaptarse a su ambiente para sobrevivir, por su familia y por él. Cuando Harry lo reencontró, Malfoy era una mierda. Se rio de la muerte de Hannah, se expresaba de una forma horrible sobre los inocentes. Harry dudaba que se arrepintiera, él mismo dijo que no se arrepentía de la mayoría de las cosas.
Y sin embargo, Draco siempre estuvo allí.
Cuando Ron perdió la pierna, cuando Hermione fue atacada, cuando la Batalla de Godric sucedió. Cuando volvieron a ver a Hagrid, Malfoy siempre estuvo a su lado. Podría decir que incluso antes de la guerra y la desolación. En cada año de Hogwarts, Draco siempre estaba. En un rincón, quizás, en el borde de algún recuerdo, pero compartían las mismas situaciones y problemas aunque fueran bandos contrarios. Estaba ahí.
Y Harry estuvo con él, cada vez que fue herido.
Aquello no cambiaba, incluso después de lo de McGonagall, Malfoy continuaba estando allí.
Suponía que Kingsley tenía razón, entonces. Malfoy lo tenía, así como Harry tenía a Malfoy. Por mucho que ninguno de los dos lo hubiese querido. Ni por asomo.
Las vendas alcanzaron lo máximo que podían aguantar de sangre en ese instante, y Harry se levantó, sin prestar atención a Kingsley y su presencia. Apenas lo sintió levantándose y saliendo de allí abruptamente. No al menos hasta que Harry subió la cabeza, de forma breve, y lo vio en el umbral de la puerta con una expresión que decía… que estaba presenciando algo demasiado personal.
•••
La siguiente vez que alguien entró al cuarto no fue algo que Harry esperaba, y ciertamente, no fue una grata sorpresa tampoco.
Theo ni siquiera se molestó en tocar, ingresó a la habitación de Harry de golpe, agitado, con el cabello revuelto y la cicatriz de su mejilla brillando bajo la luz ahora artificial del candelabro.
—Potter.
Harry se puso en guardia apenas lo vio.
—¿Qué pasa?
Theo se acercó a Malfoy, sin molestarse en darle un segundo de atención a las manos entrelazadas o a la postura de Harry.
—Debo llevármelo de vuelta a la Mansión Malfoy —dijo, sin mirarlo—. Pueden ir a buscarlo en cualquier momento.
Harry se aferró al colchón con una mano. Con la otra, apretó más fuerte a Malfoy. La sangre fluyó fervientemente por sus venas.
—No.
—No te estoy preguntando —espetó Theo—. Tengo que hacerlo. El Lord… El Lord irá a buscarlo.
—Si ve que ha sido curado, lo matará —gruñó Harry, con su parte más animal saliendo a la luz.
No podía pensar en lo que sucedería si Malfoy se marchaba ahora. Ya había visto lo que Voldemort era capaz de hacerle, incluso sin sospechar por completo de él. ¿Qué pasaría cuando se diera cuenta? Malfoy no podría huir, no lo hizo en ocho años, no podría hacerlo ahora. No. Ni hablar.
Theo lo miró, parpadeando.
—Al contrario —respondió él, lentamente—. Si ve que Draco ha sido lo suficientemente fuerte como para sanarse a sí mismo, confiará de nuevo en él y sus habilidades. Si lo ve débil, lo matará. No puede quedarse aquí.
Harry apretó cada músculo de su cuerpo, rehusándose a confiar en esa lógica tan macabra.
—Padma me contó lo que le hizo. Si el Señor Tenebroso verdaderamente desconfiara, habría hecho un conjuro que lo desangrara y lo asesinara ahí mismo. Nadie lo habría ayudado en ese lugar. —Harry sintió cómo su interior se contraía ante la afirmación, mientras Theo decía lo mismo que él había sospechado—. Seguramente está esperando que Draco encuentre una forma de curarse con sus pociones o hechizos, y que le quede una cicatriz de recordatorio, para que no vuelva a hacer algo similar. Le hizo lo mismo a Dolohov-
—No, no lo entiendes- ¿tienes una idea de lo que ese hijo de puta le hizo a Draco? —escupió Harry, todavía sin dejarlo ir. Theo suspiró.
—Sí, sí lo sé. E independientemente de eso, debo llevármelo ahora.
Theo se acercó a la otra orilla de la cama, y se agachó para tratar de recoger a Malfoy, conjurando ropas que cubriesen sus vendas. Harry se aferró a su hombro, sin permitir que se lo llevara así como así, mientras Malfoy se removía.
¿Y si el razonamiento está mal?
¿Y si es asesinado?
Harry no quería descubrir cómo se sentía un mundo sin Draco Malfoy en él.
—Debe cambiarse las vendas cada veinte minutos —comenzó a hablar, por poco tropezando con sus palabras—: ¿Y si empieza a sangrar demasiado? ¿Qué vas a hacer?
—Hay que descubrirlo, pero no puede quedarse aquí.
—Nott-
Malfoy abrió los ojos en ese momento, observando directamente al rostro de Theodore, quien lo estaba sujetando por los hombros tratando de levantarlo de la cama con delicadeza.
—¿Theo?
Harry sentía el corazón en la garganta, mientras su cabeza repasaba las cosas que podrían salir mal de toda esa situación.
Malfoy estaba a unos centímetros de la cara de Theo, quien todavía estaba intentando levantarlo.
—Me gustan tus ojos —balbuceó Malfoy incoherentemente—. Siempre me han gustado los ojos verdes, pero los tuyos no son… No se parecen… Siempre creí que se parecían, no recordaba, pero ahora sé que no-
—Draco.
Malfoy pestañeó con dificultad un par de veces, ido. El tono de Theo había sido firme, un implícito: cállate.
Entonces, Draco cerró los ojos, dejando que su amigo lo sentara por fin.
—No le digas a Potter —le soltó por lo bajo.
Harry se quedó en su lugar un instante.
Siempre me han gustado los ojos verdes.
No pudo evitarlo: soltó una risa ahogada para evitar colapsar, entendiendo lo que Malfoy estaba implicando. Malfoy se giró hacia él, mareado, y si era posible, su rostro se mostró aún más pálido al notar que estaba ahí. A Harry le daba gracia.
—Oh, genial —dijo él entonces, con voz monótona—. Potter.
Theo comenzó a levantarlo, provocando que al fin Harry dejara ir la muñeca de Malfoy. Éste todavía lucía semi consciente, semi perdido. Harry cerró los ojos, esperando que esa fuera una decisión correcta.
Cuando las ropas de Malfoy se restauraron, y sus piernas estaban tocando el suelo, Theo se dirigió a Harry.
—Hay que borrarle los recuerdos-
—¡NO!
El grito de Malfoy los sorprendió a ambos. Fue demasiado alto, demasiado escandaloso. Malfoy se estaba agitando nuevamente, respirando de forma pesada. Intercambió la desenfocada mirada entre los dos.
—No. No. No. No. No-
—Hey, está bien —Theo trató de tranquilizarlo—. Hoy no.
De todas formas, le envió una mirada preocupada por arriba de su cabeza. Harry no sabía qué hacer. Ya sucedió algo terrible cuando Malfoy estuvo sin recuerdos, y algo igual o peor cuando sí los tuvo.
Joder.
Malfoy dejó que Theo lo levitara, y soltó otro quejido de dolor gracias a sus heridas. Harry se preguntó vagamente si es que la otra, la de hacía días atrás en Austria ya había cicatrizado, o si es que se reabrió también gracias a aquello.
Las ganas de matar a Maia y Voldemort con sus propias manos crecieron.
Malfoy, en el aire, trató de acostarse de nuevo. Harry se levantó, acercándose a él. Theo se lo llevaba a la salida.
—No te mueras, ¿me escuchaste? —murmuró Harry en su oído cuando estuvo lo suficientemente cerca—. No mueras, no después de lo que me has hecho pasar, pedazo de imbécil ególatra.
Harry se alejó, viendo cómo Malfoy cerraba los ojos.
—Auch.
Theo salió del cuarto, bajando las escaleras, y yendo hacia la entrada. Prontamente, desapareció por el laberinto. Harry les abrió el portón sintiendo un nudo en la garganta.
Luego, decidió tornar su atención a McGonagall.
Debían rescatarla antes de que fuera demasiado tarde.
