Durante la semana y media que pasó, lo único que Harry pudo hacer fue pensar en ese casi beso.

No estaba en sus manos hacer nada al respecto.

Quizá por eso no era capaz de sacárselo de la puta cabeza.

Astoria dio señales de vida dos horas después de que Draco se marchó, informando que a pesar de que fue interrogada en el Ministerio, salió ilesa y sin ninguna sospecha bajo su nombre. No era la mejor Oclumante, pero conocía los métodos de Legeremancia como nadie, así que sabía las formas de sortearlos. Y después de todo, era cierto que sus colegas y el resto del mundo mágico la subestimaba bastante; tanto como para no creerla lo suficientemente inteligente para traicionar a Voldemort. Por lo que, con eso resuelto, y sin ninguna lucha –de momento– sus pensamientos estaban divididos entre encontrar la forma de terminar esa guerra, la muerte de McGonagall, y Malfoy.

Sin ninguna otra distracción.

Trataba de no pensar en él, así como trataba de odiarlo también. Y todo eso lo traía de un pésimo humor porque lo único que lograba era preocuparse el doble de lo que ya lo hacía; como intentar quitar una daga, y cada vez que te mueves, hacer que esta se incrustara más y más.

Harry no quería eso, Malfoy y él estaban de acuerdo en aquel punto. Si hubiera estado entre sus elecciones –que no lo estaba–, no habría elegido a Malfoy de todas las personas. Por quién era; por la historia entre ambos. Malfoy había llamado sangre sucia a su mejor amiga, le había hecho la vida imposible durante su infancia a todos ellos, y sobre todo a él. Dejó entrar a los Mortífagos a Hogwarts. Y la lista seguía y seguía. De haber podido elegir, Harry definitivamente habría escogido algo más… fácil. Fácil en el sentido de: "Hola, no tenemos que lidiar con toda esta historia y estas culpas".

Pero además, no quería nada de eso porque ya había experimentado lo que era temer por la integridad de los que le importaban y terminar perdiéndolos. Harry ya se preocupaba por la gente suficiente: los Weasley, Ron y Hermione, Seamus, Luna, Astoria… No necesitaba sentir que todo su mundo podría derrumbarse de un segundo a otro sólo porque Malfoy había sido herido. Ya había sufrido lo suficiente.

Pero sin importar cuanto lo pensara, cuanto se obligara a sí mismo a ser racional… ya no podía hacer nada respecto a lo que Malfoy le provocaba, nada. Porque Harry ya sentía todas esas cosas, y no sabía desde cuándo, cómo, o por qué. Le importaba Draco, le importaba demasiado, y no de la forma en la que le importaba el resto de la gente, se había dado cuenta ya. Hasta se lo confesó como si eso fuera a traer algún tipo de alivio.

No lo trajo.

Tal vez Harry tenía la cabeza aún más revuelta que antes.

Draco le echó en cara todas esas cosas que debería odiar de él (la insignia, su Marca, las torturas), y en cambio, mientras estaban parados uno enfrente del otro, Harry recordaba las sonrisas suaves que aparecían en su rostro cuando Malfoy no se daba cuenta. Harry pensaba en su risa: baja y comedida; esa que soltaba cuando algo realmente le hacía gracia, la que parecía un secreto; un tesoro que encontrabas solamente si prestabas mucha atención. Recordaba los comentarios inintencionales que terminaban siendo graciosos, porque sin quererlo, Malfoy era una persona graciosa cuando no estaba tratando de ser deliberadamente cruel. Harry pensaba en lo inteligente que era, la manera en la que hablaba, y las cosas que hizo. Cómo lo había abrazado prometiéndole que nada era su culpa, o cómo le salvó la vida en Austria.

Carajo.

Harry quería tomar su cara y besarlo desesperadamente hasta que le doliera por haberle hecho eso, porque no era justo. Quería llamarlo, hablar las cosas, o escribirle. Y al mismo tiempo no; Malfoy lo había rechazado, y Harry reconocía que dar ese paso era un camino de ida.

Sin embargo, también quería asegurarse de que estuviera bien, porque Malfoy tuvo un colapso por su madre, y Harry necesitaba que no hiciera nada idiota mientras él no estuviera ahí. Joder, quería volver a abrazarlo para que se sintiera mejor, y tocarlo y-

Y golpearlo también.

Torturaste a McGonagall, deseaba decirle, como si su corazón no se retorciera ante la memoria. La hiciste sufrir. Casi la mataste. Has hecho sufrir inocentes. Has hecho de mi vida un puto infierno.

Te odio.

Te odio. Te odio. Te odio.

Quizás si me lo repito lo suficiente,

Empiece a creerlo.

Harry sentía que estaba incendiándose al derecho y al revés, por- desear. Simplemente querer. Eso era todo lo que había hecho los últimos días. Querer, querer, y querer. Como si eso haría que el tiempo retrocediera y nada hubiera pasado. Como si eso remediaría el puto caos que reinaba en su cabeza y todos los sentimientos contradictorios que venían de pronto. Deseaba alejarse y deseaba sostenerlo, tenerlo consigo como las cosas importantes que pueden ir en un bolsillo, eso quería. Ambas opciones.

Harry nunca se había dado cuenta de aquello, de cómo el desear quema todo lo que se puede llegar a ser. Era como si antes de que Malfoy se arrojara a sus brazos, Harry estaba completo, y desde entonces, el humo que desprendía era notable metros y metros lejos de él.

No tenía idea de qué acción tomar en realidad. Sus pensamientos iban a terminar consumiéndolo.

Por otra parte, estaba McGonagall. Harry aún no podía vivir su día a día sin acordarse de ella, e incluso se vio reflejado en Malfoy cuando este finalmente se quebró entre sus brazos. Harry se despertaba y se quedaba mirando el techo por horas, tratando de recordarse a sí mismo de que ya no estaba, y que no vivió lo suficiente para ver cómo acababa todo. Que la guerra en la que había luchado, sufrido, y perdido, todavía seguía. Que no se veía pronta a terminar.

Lo que llevaba a Harry al tercer punto que tampoco dejaba su cabeza:

La manera de acabar con ese maldito desastre.

Por lo que casi dos semanas más tarde, justo después de que Ron tuviera una de sus sesiones de recuperación de movilidad con Madam Hooch y Susan Bones, Harry entró al salón de entrenamientos y se lo pilló apoyado en la barra que McGonagall instaló para él todos esos meses atrás. Hermione estaba enfrente, permitiendo que una de las manos de Ron descansara en su hombro. Ella lo observaba con el mismo sentimiento de afecto que tenía desde que eran niños; allí, vivo en su mirada.

Hizo que Harry se sintiera solo.

Siempre había provocado lo mismo en él.

—¿Crees que ya estás capacitado para volar? —preguntó, para que lo notaran.

Hermione miró por encima del hombro e incluso la expresión de Ron se relajó al verlo, luego de tener la cara arrugada por el dolor. Aún debía dolerle mantenerse en pie y adecuarse a la prótesis de madera.

—No lo sé —respondió su amigo—. No he intentado eso, pero… Moody podía, ¿por qué yo no?

Harry le dedicó una vaga sonrisa, y Hermione también intentó darla. Ron de vez en cuando hacía eso: bromear acerca de Moody como si fuera una especie de confort. Si alguien tan capaz como lo fue él pudo hacer de todo, significaba que Ron también podía. Lo único malo era que provocaba que Harry y Hermione se alarmaran, en caso de que volviera a derrumbarse como lo hizo la primera vez que anduvo con su prótesis.

Ron soltó el hombro de Hermione entonces para permitirle que se volteara, y se afirmó completamente de la barra en la pared.

—Aunque de momento no es necesario, ¿no? —preguntó Hermione, pensativa—. No ha sucedido una gran batalla luego del… Día de las Explosiones. —Sus ojos evitaron los de Harry mientras decía lo último—. Y con los nuevos refugiados que ya se están entrenando, más los que hemos rescatado antes, creo que andamos bien de números, ¿verdad? No es necesario que Ron aprenda a volar.

—¿No soy necesario? Me dueles.

Hermione rodó los ojos al escucharlo y se giró, dejando un pequeño beso en la comisura de sus labios. Harry apartó la mirada. No quería sentirse celoso o envidiar a sus amigos por algo tan estúpido como eso; ya lo había hecho luego de la muerte de Ginny, y se prometió nunca más sentirse amargado por su felicidad. Porque se tenían el uno al otro de una forma que él no los tenía a ellos.

Finalmente se voltearon, y Harry notó que se había quedado muy callado y muy tenso, porque su mente había navegado a lugares que no debía. Recordó entonces qué estaba haciendo realmente allí, y por qué había ido a hablarles en primer lugar. Debía estar escrito en su rostro gracias a la mirada conocedora de Hermione, y a la curiosa de Ron.

—Era por eso que lo decías —preguntó ella con cautela— ¿no, Harry?

—No exactamente.

Una expresión medianamente complacida pasó por el rostro de Hermione al confirmar que tenía la razón, antes de ponerse seria de nuevo. Ron imitaba su gesto. Harry realmente no sabía cómo exponer lo que pensaba.

—Quiero acabar ya con esta guerra, estoy- harto-

—Creo que todos estamos iguales —lo interrumpió Hermione.

—Sí, pero… la única forma de acabarla es encontrando a Nagini y haciendo a Tom mortal. Y eso no va a suceder si nos quedamos esperando aquí. Si matamos a la cabeza, el cuerpo se cae. Los Mortífagos y los que lo apoyan perderían gracias a lo mucho que los hemos debilitado;las cosas son diferentes a meses atrás, han perdido influencia. No vamos a ganar la guerra quedándonos en este lugar y peleando de vez en cuando.

—¿Entonces?

Harry se mordió el labio.

—Entonces… No podemos volver a Grimmauld Place por la vigilancia que hay y porque la casa está enojada. Si mandamos a Kreacher solo, puede quedar atrapado dentro, o peor. Si va conmigo, no sabemos qué podría pasar. Además de que no tenemos idea de si el objeto que buscamos está allí.

»Andrómeda tiene la mente hecha pedazos, por lo que no puede decirnos nada sobre este supuesto objeto, y Yaxley, Rookwood y Goyle no tienen más información sobre lo que sucedía con Narcissa. El mismo Kreacher no recuerda nada. Astoria aún está recuperando las memorias de… Malfoy —Harry pronunció su nombre con indecisión, como si ya no supiera decirlo y tuviera miedo de que lo que sentía se viera reflejado en la manera en que lo pronunciaba—. Pero como ya hemos dicho, eso puede tardar meses y no sabemos qué tanto ha olvidado…

—¿A qué quieres llegar, Harry?

Harry tragó en seco, al ver el gesto sospechoso de sus amigos.

—Quiero llegar a que- —Desvió la mirada hacia la ventana—. La única opción viable que tenemos es sacar a Lucius Malfoy de Azkaban.

No.

Harry no fue capaz de mirar a Ron, pero sabía exactamente la forma en la que su amigo estaba reaccionando. El sólo oír ese nombre debía causarle repele, y, bueno, sabía desde un inicio que eso sucedería. Por lo mismo deseaba hablar con ellos antes de consultar con el resto de la Orden.

Harry trató de calmarse. Notó que afuera, el otoño estaba empezando.

—Lucius Malfoy es un Mortífago- —intentó decir Ron, pero él lo interrumpió.

—Ha estado todos estos años bajo la Imperius-

—¿Y las cosas que hizo antes? —soltó, haciendo que Harry lo mirara al fin. Su rostro estaba rojo—. Él provocó que Ginny fuera poseída. Él se rio mientras te torturaban en el cementerio cuando no tenías más de catorce, ¿acaso se te olvidó todo eso?

—¿Crees que a mí me hace gracia rescatarlo? —exclamó Harry sin poder creerlo—. ¿Crees que esto es lo que quiero?

—No sé, Harry. Dímelo tú.

Harry sintió como parte de su cuerpo se desinflaba.

Hermione no parecía haber encontrado nada extraño en esa oración, probablemente no tenía nada especial, pero su cerebro no pudo evitar conectarlo a Draco y sus sentimientos por él. Aunque Ron no podría saberlo, ¿verdad? E incluso si lo supiera...

—Sin importar lo que pienses —le dijo, lentamente—. No, no quiero rescatar a Lucius Malfoy. Literalmente es lo último que quiero, pero ¿ves otra opción? Lo más seguro es que él tenga información clave. Tom jamás se molestaría en borrarle la memoria porque es un imbécil narcisista; podemos sacar algo de eso.

Hermione comenzó a morderse una uña y desvió la mirada hacia el suelo, aunque los ojos de Ron seguían sobre los suyos, como si no pudiera creer que Harry estuviera sugiriendo tal cosa. Pero es que, ¿qué más quería? Ya había pensado en eso, y era la única opción que se le ocurría. No existía más. Y estaba determinado a llevar el plan a cabo como fuera.

—Podemos aprovechar de rescatar a más gente —trató de decir, para convencerlos—, los presos políticos, crear un buen plan y hacerlo. Que no sea sólo por Lucius.

Hermione respiró hondamente. Harry podía ver que no le agradaba, a ninguno de los dos. Aunque al contrario de Ron, Hermione estaba tratando de dejar su odio de lado para ver objetivamente. Ron usualmente era el que trataba de calmarse, pero la cólera que le tenía a los Mortífagos a veces lo sobrepasaba. Harry lo entendía.

—¿Cómo vas a decírselo al resto de la Orden? —preguntó él, ya no sonando tan a la defensiva—. ¿Cómo vas a decírselo a mamá?

—Por eso estoy diciéndoles primero a ustedes —replicó Harry, casi suplicante—. Necesito de su ayuda. No puedo- no puedo hacer esto solo.

Era cierto. De todos los cabecillas de la Orden, el más probable de escuchar era Kingsley. Pero Molly, Madam Pomfrey o incluso Robards, no querrían tener nada que ver. Había gente que aún creía que podían ganar la guerra sin matar a Voldemort y desestimarían sus argumentos para hacer la fuga de Azkaban. Harry no pensaba lo mismo. A pesar de la influencia de los Mortífagos en Europa, no veía que esa sociedad funcionara sin la cabeza al mando, ya no. El mismo Voldemort se había encargado de que fuera así.

—¿Realmente crees que es lo necesario para ganar la guerra?

La voz de Hermione había salido pequeña, como si no quisiera afrontar esa posibilidad. Harry asintió.

—Sí. Sí, y- —Soltó un largo respiro, recordando los últimos meses: la misión de Austria, McGonagall, las explosiones, y… Malfoy—. Estoy cansado, estoy tan jodidamente cansado. Han sido ocho- no, no ocho, quince años de peleas, una y otra vez. Quiero que esto termine y dejar de vivir con miedo de perderlos. —Sus amigos lo observaban con atención. Harry estaba siendo honesto, el tono de su voz lo delataba—. Creo que rescatar a Lucius es la forma.

Hermione y Ron intercambiaron una mirada, y Harry nuevamente sintió ese algo amargo subir por su estómago. Durante la caza de Horrocruxes solían hacer lo mismo, como si juntos meditaran qué tan bien de la cabeza estaba.

—Por favor —insistió Harry ante su silencio—, por favor, confíen en mí.

Y Harry sabía que era difícil confiar en él. Se suponía que tenía que haber ganado en Hogwarts, que la guerra había tenido que acabar ocho años atrás. Se suponía que él era el encargado de derrotar a Voldemort, y que él sabía donde estaban los Horrocruxes. Pero no les había dado ninguna victoria, ninguna real. Al contrario, la gente moría y moría, mientras él intentaba sacar eso adelante.

Por eso necesitaba que se detuviera. Que la puta guerra terminara de una buena vez.

—Siempre he confiado en ti —terminó diciendo Ron, con el gesto más relajado—. Nunca he dudado que nos vas a dar la victoria. Eso solo que… ¿Lucius Malfoy?

Harry sonrió ante la broma, y Hermione alargó un brazo. Harry lo tomó, para ser tirado en un pequeño abrazo que se sentía como un poco de aire entre tanto humo. Esperaba que su amiga no volviera a decir nada sobre su pérdida de peso. Ya tenía suficiente con Malfoy encima suyo recordándole que tenía que estar fuerte, muchas gracias.

—No me hace mucha gracia a mí tampoco —terminó respondiendo.

Cuando Hermione se alejó de él y Harry quedó cara a cara con Ron, este examinó exhaustivamente su rostro, haciéndole fruncir el ceño.

—¿Estás seguro de que esto no tiene que ver con…? —preguntó Ron, dejando la frase a la mitad.

El corazón de Harry se hundió.

—¿Con?

Este agitó la cabeza.

—Nada.

Harry decidió no presionar el tema, porque había cosas más importantes que discutir.

Y porque no quería enfrentarse lo que sea que Ron diría.

—¿Me van a ayudar con la Orden, entonces?

—Oh, Harry —Hermione dijo, dándole un pequeño empujón. Lucía exhausta y rota—. Nosotros siempre te ayudaremos.

Harry le dedicó una mirada de agradecimiento para luego fijarse en Ron, quien estaba mirando el intercambio como si todavía no estuviera seguro. Al final, pareció rendirse y comprender.

—Puedo intentar aprender a volar en escoba de nuevo —sugirió, encogiéndose de hombros. Harry también se sintió agradecido con él.

—Sé de un lugar que puede servirte como campo de Quidditch.

Después de que Ron le pidiera que se lo mostrara, Harry no pudo evitar pensar en Malfoy y en cómo se había visto, meses atrás, mirando el sitio eriazo del final de la mansión y diciéndole que le serviría a Harry para jugar Quidditch. Su cabello suelto caía por los costados de su rostro, el cual mostraba una expresión suave que sólo de vez en cuando tenía. Recordaba lo mucho que le había costado estar en su presencia, y que quería que se marchara, pero a la vez no, y Harry no entendía por qué.

Bueno, ahora lo sabía.

Cuando salieron al patio, con Hermione tomando a Ron cuidadosamente para que avanzara y Harry metido en sus pensamientos, unos gritos lo hicieron saltar.

—¡Señora Andrómeda! ¡Señora Andrómeda! —La voz de Padma era inconfundible—. ¡Cálmese por favor!

Harry se acercó sin dudarlo y sin esperar a sus amigos. Andrómeda se estaba sacudiendo inhumanamente entre los brazos de Padma y otro muchacho, tratando de dirigirse al laberinto y de seguro intentando escapar. Probablemente era de esos días en que la sacaban a pasear al jardín para que saliera de esa habitación. Una vez más, se comprobó que aquello no era una buena opción. No solía serlo.

Harry trató de tomarla, y Andrómeda se aferró a él, causando heridas al clavarle las uñas en sus antebrazos.

—Andrómeda-

—Ir —susurró la mujer, mientras Padma aún estaba tratando de contenerla, y hablaba por encima del alboroto—. Ir.

Harry sintió su pecho hundirse por ella.

—Lo sien-

Andrómeda se desplomó en sus brazos.

Madam Pomfrey, con ojeras y prácticamente sin vida, la había aturdido suavemente.

Los sanadores le dieron una poción calmante a Andrómeda que los ayudaría a llevarla de vuelta a su habitación, y Harry no tuvo más remedio que mirar cómo desaparecía de su vista. No había nada que nadie pudiera hacer, no realmente.

Harry volvió adonde Hermione y Ron lo estaban esperando, ambos consternados como cada vez que Andrómeda tenía esos episodios violentos. Harry no les dijo nada, simplemente los guió hasta la parte trasera de la mansión, a medida que pensaba en lo que acababa de suceder.

Andrómeda estaba ida, por completo. La misma Astoria se lo había confirmado, pero…

¿Y si aún así podía ayudarlos?

No con sus recuerdos, no, pero…

O sea, si al final de todo se descubría qué era y dónde estaba el dichoso objeto que buscaban, si Andrómeda tenía sangre Black directa… ¿quizás podría ayudarlos a conseguirlo? ¿Quizás la necesitaban, incluso? A Harry se le había pasado por la mente antes, pero nunca con tanta claridad como en ese momento. Y- y además aportaba a su plan y argumentos para sacar a Lucius de Azkaban. Era lo suficientemente fuerte como para convencer al resto.

—Hey, Harry, ¿dónde podría practicar?

Harry levantó la mirada al ver que acababa de quedarse parado a mitad de camino. Hermione y Ron lo observaban, casi llegando al laberinto de la parte trasera de la mansión.

—Yo los guío —les dijo, para así tomar la delantera y llevarlos al sitio vacío en el que había estado semanas atrás.

Cuando llegaron, Ron se quejó de que los matorrales eran demasiado altos como para volar allí, y Hermione comenzó a darle un montón de soluciones mientras le pasaba la escoba y le ofrecía llevar el control, aunque fuera mala volando todavía.

Mas Harry no escuchó, no realmente, y mientras Ron y Hermione se subían a una escoba para intentar practicar, decidió que debía pedir que la Orden se reuniera. Ya podría volar otro día. Esto estaba haciendo que la piel le picase.

—¡Voy a convocar a una reunión! —exclamó, al mismo tiempo que Hermione parecía a punto de pedirle que volara con ellos—. ¡Ya los llamaré cuando estén todos!

Y sin esperar una respuesta, se marchó de allí.

Debió haberse quedado.

•••

La reunión salió mejor de lo que esperaba, y aunque les costó convencerlos de que aquel era un buen plan, Kingsley y Robards confiaban lo suficiente en su criterio como para arriesgarse ir a Azkaban. Molly y Arthur aceptaron a regañadientes. El resto tuvo que acoplarse al plan.

La gente que se decidió que iría era Kingsley, Robards, Hermione, Theo, Seamus, Malfoy, Molly y Bill, junto a otros veinte experimentados soldados. Harry estaba seguro de que con eso, podrían entrar sigilosamente y salir con la victoria y el objetivo logrado.

Así que ya estaba hecho, entonces.

Harry le mandó una lechuza a Theo explicándole todo, y adjuntó también una nota a Malfoy, pidiéndole que se la entregara personalmente ya que él no permitía que le enviara nada a la mansión. Harry no había estado seguro si mandarla al inicio, no tenía idea en qué posición estaban… Sin embargo no podía no hacerlo. Además, no es como si hubiera dicho demasiado.

" D̶r̶a̶ Malfoy:

Vamos a entrar. Avisaremos cuándo, pero supongo que deberías, y te gustaría, estar ahí.

Recuerdo que meses atrás me dijiste que habías investigado las barreras de Azkaban; si aún tienes esa información, te agradecería que me la enviaras con T.

Sé que esto debería ser sólo una nota, ese era el plan, pero no puedo enviarla sin- no lo sé. Nunca he sido bueno con las palabras, aunque prefiero escribirlas que decirlas porque entonces soy aún peor. Sólo quiero que sepas que no me retracto de nada de lo que dije. Tú no tienes la culpa de lo que sucedió con tu madre, y creo que con mayor razón, no debes dejar que su muerte sea en vano. Debes luchar.

Y-

Tampoco me retracto de lo otro.

Y sé que no debería estar escribiendo esto, claramente no es lo que tú quieres. Además de que es mejor para los dos si dejamos las cosas así, ¿no? No sabemos hacer más que pelear, no hemos hecho nada más desde que nos conocimos. Después de todo, ¿de qué sirve esto en medio de una guerra? No tiene ningún sentido.

Aún así-

Aún así, me arrepiento más de que no sucediera, a que estuviera a punto de pasar.

Incluso cuando mi parte racional me dice que debo evitarlo a toda costa, no puedo. Y… no creo que tú puedas tampoco.

No sé qué más agregar, no sé ni siquiera si vale la pena o si puedo agregar algo. Sólo-

Cuídate.

No mueras."

Harry la encantó para que solamente Malfoy pudiera abrirla y la envió, fingiendo que nunca había escrito la última parte.

Una semana pasó desde entonces, en la que Theo entregó la información que Harry había pedido sobre las barreras, y con ella se trazó un plan mucho más completo. No hubo respuesta sobre lo último, nada, a pesar de que Harry la esperó hasta que llegó el día de la misión.

Estaban todos en el patio. Harry se encontraba inquieto, tan nervioso que sentía que iba a sufrir una combustión. No sólo porque quería que todo saliera bien, sino porque nada más estaban esperando a que Nott y Malfoy arribaran para así marcharse.

Harry se posó a un lado de Hermione, quien conversaba con Ron. Su amigo estaba preocupado por ellos, y aunque quería acompañarlos, todavía ni siquiera podía subirse a una escoba solo. Ni siquiera podía caminar solo con su pierna de madera. Por lo que se estaba despidiendo junto al clan de los Weasley. Ninguno deseaba que Molly fuera también, pero ella había insistido, diciendo que no quería que sólo sus hijos se arriesgaran, y que ella era lo suficientemente capaz de luchar también. Harry no estaba muy de acuerdo, aunque no dijo nada. Él sabía mejor que nadie lo odioso que era cuando alguien le decía que no podía pelear.

Así que se dedicó a esperar, con un nudo en las entrañas, a que Theo y Malfoy llegaran al fin. No había visto a Draco desde ese día, y sinceramente no tenía idea de qué reacción tendría. Se sentía un estúpido por pensarlo tanto.

Afuera, parte de los enfermos estaban caminando, sobre todo los amputados y heridos de las últimas luchas. Algunos estaban recuperando la movilidad, de la misma forma que Ron hizo los primeros meses luego de su accidente. Ninguno lucía como si supiera qué estaba a punto de suceder, o como si fueran conscientes de lo decisivo que podría ser ese día para el destino de la guerra.

Y entonces, en medio de sus cavilaciones y pensamientos caóticos, Theo y Malfoy aparecieron por la esquina del laberinto.

El primero lucía tan cansado como el segundo, aunque los ojos de Harry sólo podían estar pendientes de Draco. Su estómago dio un vuelco al verlo. Tenía el cabello suelto, corto al ras de la mandíbula, y ojeras iguales o más grandes que las suyas. Harry se acordaba de lo destruido que se había visto la última vez, cuando aceptó por fin lo que sucedió con Narcissa, y lamentablemente no se veía tan diferente.

Sin embargo, las ganas de besarlo no hicieron más que crecer.

Malfoy enfocó los ojos en él, y aunque Harry lo sintió como si fueran minutos, sabía que había quitado la mirada lo más rápido posible.

—¿Qué hago si soy llamado a través de la Marca? —soltó Malfoy, sin dirigirse a nadie en específico cuando llegó hasta el grupo que los esperaba. Sin saludar siquiera.

Malfoy no acostumbraba a hacerlo, notó Harry.

También notó que le importaba una mierda.

—Será tan rápido, que ni siquiera tendrán tiempo de eso —decidió decir él, sediento de su atención de forma patética—. Confía en mí.

Malfoy volvió a mirarlo, y aunque su cara era una perfecta máscara en blanco, sus ojos contaban una historia diferente. Harry recordaba haber pensado alguna vez que los ojos de Draco contaban más de lo que él deseaba, y reafirmaba su teoría al mirarlo. No siempre era bueno leyendo lo que sentía, pero lo que sea que hubiera allí, no era nada malo.

En ese momento, desde el costado y siendo tomada por una sanadora, Eveline Rosier chocó contra el brazo de Malfoy. El resto del grupo ya estaba preparándose para marcharse, y Harry dio un paso atrás al ver cómo la muchacha le pasaba una flor a este murmurando algo por la bajo. Recordaba que la última vez que los vio juntos, Draco le había causado un ataque, pero suponía que la dañada mente de Eveline no lo recordaba.

Cuando la medibruja obligó a la chica a seguir caminando, Eveline susurró algo más en dirección a Malfoy y se perdió. Harry detalló cómo sus facciones se suavizaban mientras veía la flor en su mano. Y por unos momentos, se sintió celoso de una flor.

Era ridículo.

—¿Para qué es? —preguntó Harry, acercándose a él nuevamente.

—Tiene la noción de que saldremos y quiere ganarme, para que la saque de aquí —respondió sin mirarlo, mientras agitaba la planta. Harry soltó un resoplido de risa.

—¿Una Slytherin, entonces?

—O una Ravenclaw.

Harry sonrió, viendo que ya todos decían sus adioses finales. Por el rabillo del ojo, notó cómo Malfoy sonreía también.

—Potter —murmuró él, aún sin dirigirse directamente hacia Harry. Él lo observó con atención—. No se te ocurra- no mueras ahora.

—¿Mañana sí, entonces? —replicó Harry, aunque sabía que no causaría ninguna gracia—. No te preocupes, me aseguraré de mantenerme vivo.

Draco asintió, apretando los puños a sus costados. Harry sintió la necesidad de tomarlo y asegurarle que nada sucedería, que se iba a encargar de volver en una sola pieza.

Pero no lo hizo.

—Malfoy —volvió a hablar él, sintiendo la adrenalina y el miedo subir por su sistema, al ver cómo ya se iban a marchar—. No puedes morir tú tampoco.

—No lo haré.

—Bien.

Podría haber sido cien veces más incómodo.

Finalmente se separaron, y cada uno de los que irían se puso bajo las máscaras de la Orden. El señor Weasley lo abrazó para desearle suerte, y Draco decidió alejarse para darle privacidad. Prontamente Harry se vio envuelto de buenos deseos, palabras de aliento y unas cuantas promesas.

Y sin embargo, lo único que quería era que estas se extendieran a cierto rubio de ojos grises.

Incluso cuando no se suponía que debía ser de esa forma.

•••

En Azkaban había un total de treinta y dos guardias, dos altos cargos, y alrededor de cuarenta presos.

Harry se enteró gracias a Kingsley, que la Orden tenía alrededor de diez espías dentro.

La isla estaba en medio del mar, y las protecciones empezaban a alzarse a mitad de camino. Los dementores no se encontraban ahí siempre, pero últimamente Voldemort les había ordenado quedarse más tiempo, resguardando así a sus prisioneros de la peor forma posible. No era muy seguro, no como solía serlo cuando Dumbledore todavía vivía.

Así que, a pesar de ser un punto clave, se podría decir que Azkaban pertenecía a la Orden más de lo que pertenecía a Voldemort, sólo porque este no lo cuidaba lo suficiente.

Después de todo, el único prisionero relevante en ese lugar era Lucius Malfoy, quien ya no le servía.

Leice, antiguo compañero de Hannah y el único espía del que Harry tenía conocimiento, dijo que él podía asegurarse de ingresar al sistema un flujo de visitantes mayor al de otros días, para que las barreras de la prisión no estorbaran demasiado al intentar ingresar al edificio. El resto de los espías se ofrecieron a inhabilitar a la mayoría de sus compañeros para que, ese día, asistieran la menor cantidad de guardias posibles.

Por lo que contando esos dos factores, Harry se sentía confiado cuando ordenó a todos ponerse bajos hechizos desilusionadores. Bill Weasley y Kreacher se encargaron de crear el espacio suficientemente grande para que su grupo entrara a los límites de Azkaban, a través de las barreras. Luego, sólo tendrían que pasar por la puerta principal donde ya estarían registrados como "visitantes". Se suponía que de esa forma no levantarían ninguna alarma.

Ya después, sólo quedaba fugar a los prisioneros.

Sonaba fácil.

En el vuelo desde la costa, y esperando que Bill y Kreacher deshicieran las barreras, demoraron alrededor de veinte minutos. Cuando lo lograron, muy meticulosamente, demoraron quince más en llegar a Azkaban debido a que en la pequeña entrada sólo podía pasar una persona a la vez. Bajo los hechizos de invisibilidad, nadie dentro de la prisión sospechaba que algo fuera de lo normal estaba sucediendo.

El plan iba a la perfección, todo estaba pasando de acuerdo a lo que se había acordado. La alarma no sonó cuando aterrizaron en la isla, y los pocos guardias que había tampoco parecían notarlos. Se estaba dando una fuga en Azkaban, y literalmente ningún Mortífago se estaba dando cuenta de ello.

Hasta que llegaron a las celdas.

Quizás tuvieron que haber previsto que nada sería tan fácil.

El plan nunca fue luchar, aunque Harry tenía claro que eso podría suceder. No, el plan era entrar sigilosamente y salir de ahí sin ser notados. Por lo que, mientras iban avanzando por los fríos pasillos hacia donde Malfoy les había dicho que su padre estaba, no pudo evitar maldecir cuando uno de los suyos hizo explotar con una granada una de las puertas para así liberar a un preso político.

Y una alarma comenzó a resonar por todo el lugar.

Fue escandalosa, capaz de escucharse a millas y millas de distancia. Harry creyó que podría quedarse sordo sólo por la fuerza de esta. Ordenó a todos a hacer algún conjuro que tapara sus oídos. Los dementores parecieron contentarse con el caos que se venía, pasando por las afueras de Azkaban con rapidez y comenzando a ingresar. Las pisadas tampoco se demoraron, aunque Harry confió en que los pocos guardias que no eran espías fueran neutralizados como les dijeron que iban a serlo.

No se podía Aparecer ni usar trasladores en Azkaban, por lo que lo más seguro era que si comenzaban a llegar Mortífagos, sería a través del flú en la oficina de la prisión. Al menos les comprarían un poco de tiempo. Fuera como fuera, tenían que salir de ahí ya.

Harry vio a Draco quitarse el hechizo desilusionador, doblando a la derecha encima de la escoba. Él junto a Kingsley y Theo lo siguieron. Lo más probable era que estuviera buscando la celda de Lucius.

Las explosiones empezaron a escucharse por todo Azkaban, abriendo así las celdas selladas con magia y rescatando a las personas inocentes que se encontraban allí. Harry se alegraba genuinamente por ellos. Sin embargo, todo sería en vano si no alcanzaban a rescatar a Lucius antes de que los Mortífagos aparecieran.

Llegando a uno de los pasillos más alejados y oscuros de todo Azkaban, Malfoy se paró frente a una puerta el triple de blindada en uno de los últimos pisos. El corazón de Harry latía con fuerza al ver cómo este se quejaba de las heridas en su torso, y sacaba la varita apuntando a la puerta.

Un estruendo resonó a lo lejos. Los gritos empezaron a retumbar incluso por encima de la alarma.

—¡¿Aquí es?! —gritó Harry, para hacerse oír encima del ruido.

—¡¿Qué crees tú, Potter?!

Harry ignoró su tono desesperado y sacó la granada del bolsillo. Sabía que Draco no estaba de acuerdo con el uso de explosivos, pero no habían hallado otra forma de liberar a los presos sin perder tiempo valioso, debido a las protecciones mágicas que podían tener. Aunque nunca esperó que hicieran estallar una antes de tiempo, o sin prever las consecuencias. Tal vez los soldados se habían encontrado con la celda de un familiar, y no se habían aguantado. Bueno, daba igual de todas maneras. No era el momento de encontrar culpables, era el momento de salir de ahí con vida.

Harry conjuró un Protego que abarcaba a Malfoy, Theo, Kingsley y él mismo, antes de activar la bomba. Los hizo retroceder unos cuantos metros para colocarla a un lado de la puerta. Se suponía que la explosión sería lo suficientemente fuerte como para tumbar la pared, pero no para hacerle daño al prisionero. Al menos eso le habían dicho las personas de la Resistencia.

Harry esperó unos segundos, mientras la pelea seguía desarrollándose a lo lejos, subiendo por los pisos mientras más gente era liberada. Y entonces, la granada estalló, y la puerta frente a ellos se vino abajo.

Gracias al Protego, nada sucedió. El polvo se disolvió pasados unos segundos.

Luego, se vieron enfrentados al paisaje dentro del cuarto.

Lucius Malfoy estaba parado al final de la celda, con sus ojos perdidos en los tres hombres frente a él.

Por una fracción de segundo, nadie se movió. Harry creyó escuchar a Malfoy ahogarse con su propia respiración, pero era imposible, debido al ruido de la pelea. Una parte de Harry quiso ir donde estaba y ayudarlo a ver a su padre, quien se encontraba envuelto con una camisa de fuerza reforzada por hechizos, el pelo sucio, y la mirada enloquecida. Pero antes de poder hacer siquiera un movimiento, la escoba de Malfoy entró zumbando a la celda de Lucius.

Y de pronto, lo tenía entre sus brazos, abrazando a su padre con fuerza.

Harry, Theo y Kingsley miraron con paciencia el encuentro (lo más paciente que se podía, dadas las circunstancias), esperando que Malfoy saliera de allí. Draco hablaba con su padre desde encima de la escoba, tanteando su rostro con las manos, pero por más que el tiempo pasara, no había reacción.

Lucius no se movía.

—¿Papá?

Harry se había acercado lo suficiente para escuchar a Malfoy hablar, y se sintió algo mal de ser tan intrusivo, pero no podían esperar más tiempo.

A lo lejos, otra explosión se oyó. Esta vez especialmente grande.

—¡Malfoy! —le dijo Harry—. ¡Hay que salir de aquí ahora!

Draco se giró para mirarlo, y lo que vio allí fue nada más que puro terror, al descubrir que su padre no reaccionaba a lo que estaba sucediendo en Azkaban. Como ni siquiera parecía presente. Malfoy se bajó de su escoba, tratando de agarrar a Lucius, pero este se rehusaba a moverse; no importaba cuánto Draco lo intentaba.

Y no podían seguir esperando.

Harry lo aturdió moviendo una mano, y prontamente Lucius Malfoy había caído en su lugar, siendo sujetado únicamente por los brazos de Draco. Aquello no había costado demasiado.

—¡Pott-!

—¡Hay que salir de aquí rápido!

Draco no reclamó ante eso, así que, equilibrándose como podía en la escoba, subió a su padre adelante sujetándolos a ambos. Harry notaba que Lucius había perdido bastante peso, y que Draco se veía mucho más imponente que él, por lo que suponía que lo más incómodo era llevar otro cuerpo que agregar kilos a la escoba.

Cuando Harry se aseguró de que pudieran seguir avanzando, ordenó volver a ponerse el hechizo desilusionador, y volvieron por donde habían ido. Estaba dispuesto a empezar a ordenar la retirada. Sabía que aquel plan era arriesgado, que quizás debieron limitarse a llevarse a Lucius Malfoy, pero Harry no creía que nadie en la Orden se habría perdonado el dejar a esa gente allí.

Él sí.

Él sólo quería acabar con la guerra.

A medida que bajaban los pisos, Harry podía escuchar las distintas explosiones de nuevo. Los gritos. La alarma. Se apresuró lo máximo que pudo, avanzando por los pasillos, sintiendo que su carne alrededor de la cicatriz de piedra se abría una vez más y le hacía arder. Aunque en ese momento no era lo importante. El aire estaba cargado de polvo, apenas se veía nada, y el caos era lo único que reinaba a su alrededor.

Vio un par de gente echando encima de sus escobas a los presos, y asumió que eran parte de la Orden. Las mismas paredes de adentro de las celdas estaban hechas trizas, así que de esa forma estaban escapando: destruyendo todo. Ya no podían bajar y salir por la entrada, quedaba tumbar lo que podían para huir.

Los Mortífagos por fin los habían alcanzado, aunque fueron rápidamente sacados de combate. Harry, bajo el hechizo desilusionador mató a uno que iba directo hacia ellos. La cabeza del hombre se desprendió de su cuerpo, inaugurando la nueva tanda de muertes que Harry cometería aquella tarde. Una parte de sí quería sentirse bien al respecto, estaba desquitando un poco de rabia.

Solo que… no sentía nada en absoluto.

La prioridad era sacar a Lucius Malfoy de allí, así que iba a hacer explotar una pared de las celdas vacías, y ordenarle a Draco que se marchara. Sin embargo, justo antes, Harry notó que por el rabillo del ojo, una redada de cinco Mortífagos se acercaban a una mujer que manejaba de forma errante su escoba.

Apenas alcanzó a reconocer a Molly Weasley, cuando Harry vio que un Praecidisti atacaba a uno de los Mortífagos que iban hacia ella. Este se agarró la cara, huyendo.

Todos se giraron en la dirección en la que la maldición putrefactiva había venido.

Draco Malfoy era el que sostenía la varita.

Harry sintió el vértigo en la boca de su estómago al instante, al ver que Draco y su padre estaban tan expuestos de pronto, gracias a que este había salvado a Molly Weasley al darle la oportunidad de escapar. El hechizo desilusionador había sido retirado, y mientras veía al grupo de Mortífagos comenzar a rodearlo, Harry se apresuró en llegar hasta él. Kingsley y Theo lo siguieron.

Uno de ellos maldijo a Malfoy con un Diffindo, que terminó cayendo en Lucius, aunque no hizo nada grave. Harry ni siquiera meditó antes de atacarlos con la Muerte Negra. Sentía la rabia crecer por sus venas al ver cómo no eran capaces de dejar a Draco tranquilo incluso sin conocer su identidad.

Cuando los bubones negros empezaron a crecer en dos hombres afectados, los tres que quedaban luchando lo observaron con temor, al reconocer que era la famosa Muerte Negra. Pero Harry ni siquiera tuvo que hacer algo. Theo y Kingsley los apuntaron con sus varitas desde atrás, y los tres cayeron desde sus escobas gracias a los Avada Kedavra.

Harry creía que debían haber sufrido más.

—¡Potter, llévate a mi padre! —escuchó cuando estuvo lo suficientemente cerca de Draco, viendo a los Mortífagos empezar a llegar en oleadas—. Por favor, llévatelo. Yo no podré acompañarlos. La Marca quema.

Malfoy se agarró el brazo. Theo y Kingsley estaban a unos centímetros detrás. Harry genuinamente pensó que aquello no pasaría, que Voldemort no alcanzaría a llamarlos.

Se equivocó.

—Mierda.

Se acercó a Draco, tomando su varita y levitando el cuerpo de Lucius a su propia escoba. Harry deseaba acercarse más, tocarlo y asegurarse de que estaba bien, pero no podía. Necesitaba salir de ahí rápido.

Sin embargo, sus deseos fueron concedidos.

Antes de marcharse, la mano de Draco tomó su muñeca, enviando corrientes eléctricas por su columna. Harry sintió el tacto frío infiltrarse por su piel.

—Borra mi memoria.

Y ahora el frío estaba por el resto de su cuerpo.

Harry se le quedó mirando; la máscara de la Orden sólo permitía que sus ojos se vieran, por lo que no tenía idea de qué cara traía Malfoy ahí abajo, pero Harry recordaba cómo se había puesto meses atrás, cuando Theo intentó borrar sus recuerdos. Lo desesperado que estaba por no hacerlo.

Harry compartía el sentimiento ahora.

Pensó en McGonagall, sabiendo que no soportaría una situación de esas de nuevo. Y pensó en ellos, y en que Draco lo olvidaría. No sabía qué precisamente había que olvidar, mas Harry no soportaba la idea de vivir en un mundo donde Draco ya no recordara lo que habían pasado. Que era bastante. Era demasiado. Y no sólo del último año, sino… de toda la vida.

No estaba seguro de qué era capaz Malfoy bajo esas circunstancias.

Esa era la verdad.

—¿Estás seguro? —le preguntó.

Harry vio los ojos de Draco desviarse a su papá inconsciente encima de su escoba. Asintió, determinado.

—Sí.

Harry aferró con fuerza la varita, y sintió unas ganas gigantescas de quitarle esa estúpida máscara y besarlo de despedida, creer inútilmente que de esa manera no lo olvidaría, que no había forma-

Y no tenía permitido hacerlo; sabía que de todas formas no funcionaría.

Pero cuánto quería, joder.

—¡Theo! —gritó Draco, al no encontrar respuesta de su parte.

Theo llegó hasta ellos al instante, y Harry los vio de forma ausente intercambiar palabras. Malfoy se quitó la máscara, y Harry pudo beberse de sus facciones un momento –la cicatriz enmarcando su rostro, los ojos grises asustados, las mejillas ahuecadas–, y entonces decidió apuntar su varita a él.

Borró sus recuerdos.

Harry tuvo náuseas al ver cómo la vida se marchaba de las facciones de Draco, siendo reemplazada por el hombre cruel que conoció todos esos meses atrás.

Theo lo aturdió, tomándolo en su escoba y llevándoselo lejos. Mientras desaparecía de su campo de visión, Harry se quedó allí, hasta que estuvo muy seguro de que se habían marchado ocultos bajo un hechizo.

Entonces, Kingsley le ordenó volver al presente, y Harry se cubrió a él y a Lucius bajo la capa invisible para marcharse también. Robards comenzó a llamar a la retirada.

Harry agarró otra de las granadas e hizo explotar una de las paredes, saliendo de Azkaban antes de que algo malo pudiera pasar. Los dementores habían sido ahuyentados por los múltiples Patronus que los suyos estaban conjurando. Los Mortífagos continuaban llegando a la prisión, aunque Harry quería creer que sería demasiado tarde para el punto en que los convocaran a todos. Que la Orden ya habría logrado escapar para ese momento.

Él lo hizo.

Harry se vio al aire libre, sobrevolando el mar. Las olas se agitaban debajo de él, y algunos caían hasta estrellarse en el agua. A pesar de eso, era increíble que se viera tan pacífico. Como si la muerte y la destrucción no se encontrara a unos metros de ellos. Harry sentía que si miraba el mar, las cosas podrían estar bien.

En cambio, miró el lugar desde donde provenían los gritos y suspiró con lentitud.

Alguien había preparado una canasta de explosivos dentro de Azkaban.

Y la torre se estaba derrumbando.

La gente a su alrededor continuaba volviéndose invisible, mientras Molly, herida, trataba de guiarlos de vuelta a la base. Pero los ojos de Harry no pudieron despegarse del paisaje a sus espaldas, y cómo Robards estaba atrapado en medio de los escombros, intentando salir; llegar hasta ellos. Harry soltó una respiración, obligándose a moverse, a actuar, salir de allí, o lo que fuera. Pero nada de eso sucedía. Robards no podía salir, los Mortífagos estaban prácticamente atrapados dentro gracias a los pedazos de paredes que estaban cayéndoles encima, la gente de la Orden suplicaba por ayuda. Y entonces, en toda la bruma-

Harry ahogó un jadeo.

Al siguiente segundo, Azkaban cayó.