Harry no quería, pero estaba afirmando los hombros de Astoria con demasiada fuerza para que así saliera de una buena vez de la cabeza de Draco.
Sabía que no iba a funcionar, no mientras ella quisiera seguir navegando por su mente, pero Harry necesitaba desesperadamente que saliera. Draco estaba gritando y agitándose bajo su escrutinio, e incluso Astoria se encontraba agitada. Les dolía, y no había nada que pudiera hacer al respecto. La impotencia siempre lo desesperaba, sin embargo, no recordaba haber estado tan atado de manos como ahora. Y aunque eso probablemente se trataba de una mentira, de todas formas Harry se sentía como un animal tras las rejas; sin poder tocar nada que estuviera fuera de su alcance.
Finalmente, la Legeremante salió de la cabeza de Draco y cayó contra su pecho, afectada por lo que acababa de ver. Draco, por otra parte, había sido afirmado por Theo para que no colapsara en el suelo. Estaba totalmente inconsciente.
—¡¿Qué pasó?! —exclamó Harry—. ¡¿Qué hiciste?!
Astoria se separó de él al oírlo gritar, y una parte de sí se sintió mal por hacerlo, pero en ese momento no le era posible actuar con raciocinio. ¿Y si había hecho enloquecer a Draco? ¿Y si había fragmentado su mente?
—Harry, cálmate.
La voz de Kingsley lo hizo retroceder, sólo un poco, y Harry intentó hacerle caso. Respiró hondo, apartando la mirada de una asustada Astoria, quien aún no parecía estar del todo en el presente. Sus ojos iban y venían de un lado a otro.
—Recuperé- recuperé sus memorias —balbuceó—. O algunas de ellas. Las que estaban al alcance. Yo-
Harry sintió nuevamente la rabia hervir.
—No debiste. No debiste haberlo hecho, menos ahora. Acaba de enterarse de que su padre tiene un serio daño mental, y tú-
—Harry —la voz de Kingsley sonaba a advertencia esta vez, y Harry tuvo que girarse para no expresar toda la frustración que sentía.
—Lo sé —Astoria murmuró—. Lo sé. No debí-
Por la forma en que sus palabras vacilaban, Harry podía adivinar que estaba temblando. En ese instante, no podía preocuparle, porque si ella estaba así, ¿cómo estaría Draco una vez que despertara?, ¿una vez que supiera todo lo que le habían hecho a él y a su madre?
¿Cómo iba a sobrevivir después de todo- eso?
—Joder.
Harry se volteó para caminar hasta donde Draco estaba, aún en brazos de Theo, y se paró frente a él. Se veía pacífico, como si nada fuera de lo normal hubiera pasado. Harry se preguntaba cuándo duraría.
—¿Viste algo? —preguntó Kingsley a Astoria. La mujer tardó un momento en responder.
—Sí.
Era obvio que había visto algo, más que obvio, el problema era qué, o si acaso era información útil. Si no, había hecho pasar a Draco por tortura tras tortura sin motivos reales detrás.
Harry se puso a un lado de Theo, y no se atrevió a mirar a Astoria. Quizás estaba siendo injusto pero no le importaba.
—No sé… —dijo ella, bajo—. Lo más importante es- no. No sé si es lo más importante, pero…
—Astoria —Kingsley le dijo con suavidad, arrastrando una de las sillas que tenían en el cuarto hasta ella—. Por favor, toma asiento.
La mujer obedeció. Mientras tanto, Lucius Malfoy continuaba en el mismo lugar que minutos atrás, sin darse cuenta de que quizás Draco había sufrido un daño irreparable. Sin darse cuenta de nada. Harry estaba sintiendo un desasosiego que no le correspondía.
—Narcissa se ofreció a ser dejada sin magia —soltó Astoria entonces—. Ella fue- ella ofreció que hicieran el ritual para que entraran a su mente. Y para que dejaran de torturar a Draco.
Harry cerró los ojos.
Draco nunca se perdonaría a sí mismo por permitir que eso pasara.
—¿Qué tan malo era? —preguntó Theo cautelosamente. Astoria aún temblaba.
—Levanta su túnica, por favor, en la espalda.
Theo obedeció, y Harry se obligó a mirar. La piel blanca de Draco estaba plagada de cicatrices que, claramente, fueron hechas por magia negra. Harry no trató de evitar la culpabilidad que arrasó con él al ver aquellos cortes, que iban de lado a lado alrededor de todo su cuerpo. Él hizo eso. Había dejado una marca, al igual que los Mortífagos que lo hirieron.
Tal vez no eran tan diferentes.
Harry también había querido hacerle daño cuando lo maldijo.
Cerca de la zona lumbar había un corte específicamente grande, y hacia el costado, su piel sobresalía gracias a una amplia cicatriz. No eran las únicas, pero sí las más notorias, y por la mirada que Astoria tenía en la cara, Harry dedujo que aquellas no eran heridas que él había causado.
De todas maneras eso no representaba un consuelo.
—No me corresponde a mi contarlo. Sólo- era malo —Astoria dijo, con la mirada fija en las cicatrices—. Muy malo.
Harry se apoyó en la pared, regulando su respiración una vez más.
—Joder.
Theo bajó la túnica de Draco y lo sostuvo igual que antes. Harry se puso al otro lado. Entre los dos, ayudaban a que Draco no cayera.
—Debería llevármelo —dijo Theo—. Pueden buscarnos. Azkaban todavía está reciente y-
—No —Harry lo interrumpió, poniendo una mano encima del hombro de Draco—. No. Hasta que despierte. Tenemos que ver si hay algún tipo de daño en su mente, en su estructura. ¿Qué pasa si ha sido dañado irremediablemente?
¿Qué pasa si se cae, y yo no estoy allí para recogerlo?
Theo dejó de moverse y retrocedió, lentamente, a medida que miraba a Harry. Harry no quitó la mano del hombro de Draco mientras lo hacía. Lo decía en serio, había visto bastante gente volverse loca por haber empujado demasiado sus límites en la Oclumancia, y le aterraba que algo así hubiera pasado. Además de que Draco ya era afectado periódicamente por un Obliviate parcial. Agregarle esto era-
¿Qué pasa si queda como Andrómeda?
¿Como Eveline?
Harry sacudió la cabeza, apartando esa idea. No iba a esperar lo peor. No por ahora.
Cuando miró hacia al frente, Astoria todavía estaba tiritando y Theo la observaba también, preocupado. Él se sentiría así, si no supiera que quien se iba a llevar la peor parte de todo aquello, era Draco y nadie más. Harry no tenía la energía para sentirse inquieto por alguien aparte de él.
Su madre se sacrificó.
—También dijo… dijo algo- —Astoria farfulló de pronto, provocando que todos la miraran—. Sobre ti, Harry.
Harry la observó confundido.
—¿Sobre mi? ¿Quién?
—Narcissa…
—¿Por qué?
—No lo sé. No lo sé. Miraré los recuerdos en un pensadero. No-
—Señorita Greengrass —Kingsley los cortó a todos, poniendo su mano encima del hombro de Astoria, quien saltó—. Creo que debería descansar. Por favor.
Ella asintió débilmente. Estaba agitada, pálida. Lo más probable es que tanto Theo como Kingsley estuvieran esperando que él la llevara a descansar, dada su cercanía. Pero Harry se sentía incapaz de dejar el costado de Draco. Lo hacía una pésima persona, de seguro, sin embargo Harry ya había aprendido que no era alguien bueno.
Theo fue el que tomó la iniciativa. Después de darle una larga y concienzuda mirada a Harry, dejó de sostener a Draco y avanzó hacia donde estaba Astoria, dispuesto a llevarla a algún cuarto, con un sanador, o con Luna. Daba igual. Harry afirmó a Draco inconsciente contra sí y los observó retirarse.
Sentía la mirada de Kingsley encima de él. Harry no la aguantó mucho rato.
—¿Qué? —le espetó.
—Cálmate.
Harry no respondió nada, no creía que nada bonito saldría de ser así. En ese segundo sólo quería que Draco despertara, y que no tuviera ningún daño real.
Kingsley suspiró.
—Llévalo a tu habitación —dijo—. Dale una cama. Asegúrate de que vaya a verlo un sanador cuando despierte.
Sin decir una palabra, Harry lo hizo levitar para llevarlo lejos de ahí. Su corazón no podía calmarse.
•••
Draco no hizo ningún sonido cuando despertó. No lloró, ni gritó, ni siquiera se quejó. Simplemente se quedó allí, tendido en la cama de Harry mientras este leía sobre Legeremancia en su escritorio.
Pasados unos cuantos minutos, nada más el movimiento de las sábanas le indicó a Harry que Draco estaba despierto, y cuando se giró, encontró en su cara una perfecta máscara en blanco, con sus ojos grises perdidos en el techo. Harry tardó unos segundos en ir hasta él, estudiándolo por si presentaba señales de tener daño cerebral, pero cuando vio a Draco moverse con total naturalidad, y mostrarse lúcido, descubrió que no.
Harry estaba aliviado.
Al ver la neutra y vacía expresión de Draco, descubrió que era el único de los dos que se sentía así.
—No hagas eso —le dijo.
Draco parpadeó un par de veces, pero no dirigió la mirada hacia él. Tenía la cabeza apoyada en el respaldo de la cama, y las manos a cada lado de su cuerpo.
—¿Qué cosa?
—Enterrar el dolor. —Harry sentía un retorcijón en el pecho, justo al centro de su torso—. Hacer como si no hubiera pasado nada.
Draco no respondió en un inicio. Sin embargo, después de unos momentos, levantó sus hombros con indiferencia.
—No tengo opción.
—Draco…
—Harry.
Harry ni siquiera se había dado cuenta de que se levantó de su lugar y caminaba hacia el borde de la cama. Draco sí, y ya estaba sentado, a la defensiva. Sus ojos carecían de brillo; era demasiado parecido al Draco Malfoy que Harry interrogó. El Draco Malfoy con el que hizo el Juramento Inquebrantable.
—Me quiero morir —soltó él, sin ningún tipo de anestesia o cuidado. Harry pausó sus pasos—. Por primera vez en- años, o quizás en la vida, quiero genuinamente morirme de una puta vez. Quiero que pare de doler, quiero-
Draco chasqueó la lengua, y, con ese molesto retorcijón en el pecho, Harry trató de imaginarse un mundo sin él. Un mundo en el que Draco moría, o desaparecía de la noche a la mañana como si se tratara de polvo... Y simplemente no podía. Estaba fuera de sus habilidades imaginativas. No podía verlo, pero sabía que era factible. Eso es lo que más le asustaba.
No, no le asustaba.
Le aterrorizaba. El miedo le comía los sesos y hacía un nido en sus neuronas para quedarse a vivir allí. Harry no podía perderlo. No se sentía capaz o lo suficientemente fuerte.
—Mi madre está muerta. Mi padre tiene daño cerebral. Acabo de… Acabo de… —Draco continuó, cerrando brevemente los ojos, sin conectar sus miradas—. Sé todo lo que le sucedió, no lo recuerdo con claridad, pero sé la mayoría. Y simplemente quiero que alguien haga explotar una bomba enfrente de mi puta cara, para al fin dejar de tener que pasar por esto. Una y otra y otra vez- porque justo cuando creo que he tocado fondo, justo cuando creo que ya no hay absolutamente nada que pueda herirme más, siempre lo hay y estoy tan jodidamente cansado-
El pecho de Draco subía y bajaba, agitado, y sus palabras estaban haciendo que la garganta de Harry ardiera. No sólo porque le dolía que Draco dijera eso, sino también porque él podía entender aquel sentimiento. Demasiado bien. Era lo único que había estado sintiendo desde que McGonagall murió.
O incluso desde que Sirius murió.
Todos esos años y años atrás.
—Así que, ¿cuáles son mis opciones?, ¿volver a llorar?, ¿gritar?, ¿jurar venganza? ¿Eso es lo que se supone que tengo que hacer? —Draco soltó una pequeña risa histérica—. Sólo pienso que- si me permito sentir en lo más mínimo, no voy a- no voy a poder seguir. Y se supone que debo seguir, porque eso es lo que mi madre garantizó, ¿no? Que tuviera una puta vida, ¡por eso se sacrificó! ¡Incluso cuando nadie se lo había pedido!
Las manos de Draco formaban puños encima de las cubiertas para cuando acabó esa frase, y su voz, cansada y herida, había salido más dura de lo que él esperaba. Draco, claramente exaltado, cerró los ojos y respiró hondamente. Quería calmarse, antes de que todo su mundo se hiciera añicos.
Harry lo miró. Estaba pálido, su cabello había perdido brillo, y la cicatriz de su rostro lucía demasiado notoria gracias a la delgadez. Aún así, Harry lo miraba y lo único en lo que pensaba era que deseaba besarlo incansablemente, como si eso pudiera remediar algo. Como si un beso pudiera sanar cada cosa jodida que le había sucedido.
Pero no lo hacía.
Al contrario.
Le haría más daño.
Así que al final lo único a lo que atinó fue a sentarse a un lado de él en la cama, por encima de las cobijas. Ambas espaldas apoyadas en el respaldo. Ambos mirando hacia adelante, con nada más que la compañía del otro. Firme, sólida, real. No había nada más que eso.
Al menos, hasta que Harry deshizo el firme agarre de Draco en las sábanas, y entrelazó los largos dedos entre los suyos.
—Está bien —murmuró Harry—. No quiero que mueras.
Draco no se alejó o mostró signos de darse cuenta que Harry estaba tomando su mano. Simplemente soltó una risa quebrada y se quedó allí, quieto, escuchando ambas respiraciones hacerse más y más calmadas.
A Harry le hacía sentir mejor ver que podía calmar a Draco, si se lo proponía. O eso era lo que creía al ver cómo este parecía relajarse ante su toque. Y aunque trataba de mantener la compostura, Harry sentía su corazón latir con fuerza contra su pecho y un cosquilleo acariciar su vientre. Como si no tuviera más de quince años. Lo odiaba.
Aunque no podía controlarlo. Eso ya estaba más que claro.
—¿Cuántas personas has perdido? —susurró Draco de forma abrupta pasados unos minutos. Harry no esperaba esa pregunta y se removió incómodo en su lugar.
—Bastantes.
—¿Cuántas? —insistió él, haciéndolo suspirar.
¿Era sano llevar la cuenta, acaso?
Sus padres.
Cedric.
Sirius.
Dumbledore.
Remus. Tonks. Teddy.
Dean.
Ginny.
McGonagall…
La lista seguía.
—Poco más de diez.
—Lo siento.
—Sí…
Aunque debería haber pasado, el ambiente no cambió luego de eso. Quizás porque ambos ya eran lo suficientemente miserables como para que una conversación así les afectara, o quizás, porque no era del todo extraño hablar de aquello con él. Y si hacía sentir mejor a Draco…
—¿Cómo es que sigues vivo? —preguntó este al cabo de un rato, y Harry ladeó la cabeza para mirarlo. Su expresión y todos sus gestos seguían igual de vacíos, como alguien que ha puesto un manto encima de sus emociones.
—¿De verdad quieres hablar de esto?
—Quiero saber cómo… —respondió Draco lentamente—. Porque yo no tengo idea de cómo mierda se supone que debo- seguir.
Harry volvió a mirar hacia el frente, y si era sincero… no sabía qué se suponía que debía decir. Sabía lo que pensaba: "No puedes rendirte ahora, porque me importas demasiado y ya he perdido suficiente", pero no podía darle esa razón tan nimia.
¿Qué más podría decirle? ¿Cómo podía convencerlo de quedarse, cuando ni siquiera él lo deseaba?
Ese mundo… Cualquier cosa era mejor que ese mundo.
La imagen de Ginny volvió a su mente. La imagen de McGonagall, y Sirius. Harry pasó una mano por su cara.
—No lo sé —respondió con honestidad—. La idea de que sus muertes hayan sido en vano me persigue, supongo. Si me rindo- es como si todo hubiera sido para nada. Como si sus muertes y la guerra hubieran sido para nada.
Y quizás era la verdad.
Quizás verdaderamente nada tenía sentido.
La mirada de Draco se despegó de la ventana frente a él y, lento, se movió hasta el perfil de Harry. Harry sentía sus ojos encima, y al momento, el agarre entre sus dedos se hizo más fuerte.
—No sé si te han dicho esto, pero… —Draco murmuró, como si le estuviera contando un secreto—. Harry, esta guerra no te corresponde, ¿lo sabías? Que una puta profecía lleve tu nombre no te hace- no deberías ser tú quien-
—Quizás no debería, pero lo soy —Harry lo interrumpió bruscamente—. Todos creen que sólo yo tengo el poder de derrotarlo, por lo que la guerra sí es mi responsabilidad.
—No debería-
—Hay muchas cosas que no deberían ser, pero así lo son.
Un pequeño silencio siguió a esa oración.
Parecía ser que ambos estaban de acuerdo.
—Pero si no lo logras… —Draco dijo—, no sería tu culpa. ¿Cómo podría serlo?
—¿De nuevo vamos a hablar de las culpas?
—Vamos a hablar de las culpas, hasta que dejes de pensar que el que sigamos en guerra es tu responsabilidad. Tú no pediste nada de esto. Él te forzó a hacerlo. Todos te forzaron a tomar un papel que no te correspondía. ¿A qué edad? ¿A los diecisiete…? O antes, incluso.
Draco sonaba enojado, probablemente lo estaba, y Harry quería responderle que en ese caso estarían hablando de culpas hasta el fin de los tiempos, porque pensar de esa manera sonaba a demasiada autocompasión. En vez de responder, simplemente estiró el cuello y apoyó la cabeza en el respaldo de la cama
Un pequeño recuerdo de meses atrás lo asaltó, de cuando Draco y él apenas podían mirarse a la cara sin querer pegarle un puñetazo al otro. Draco le había dicho que no lo convirtiera en la persona que tuviera que recordarle que ciertas cosas no eran su culpa. Y Harry.. Harry obedeció. Porque él no hizo nada. Nunca quiso transformarlo en esa persona. Las cosas simplemente- cambiaron, sin que ninguno se diera cuenta del cómo.
Era extraño pensar en lo diferentes que eran ahora.
Harry bajó la mirada hasta sus manos, detallando cómo su piel oscura contrastaba con la casi blanca de Draco. La cicatriz de "No debo decir mentiras" que tenía Harry lucía grotesca a un lado del dorso liso. Los largos y finos dedos de Draco estaban cubiertos de anillos y cadenas.
Harry comenzó a acariciar la piel con suavidad; Draco fingió que no lo notaba.
—Esto tampoco es tu culpa —terminó asegurándole.
El agarre en su mano se intensificó. Harry ni siquiera pensaba en qué estaba diciendo, sólo quería que no se sintiera culpable respecto a lo que acababa de ver.
Lo más jodido de experimentar cosas horribles, era no poder perdonarte a ti mismo por permitirlas.
—No sé qué habrás visto. No creo que quieras contármelo, y probablemente yo tampoco quiero saberlo, pero… a pesar de tener la responsabilidad de muchas de tus decisiones, Draco, esta no es una de ellas. No había forma de que pudieras controlar nada de lo que les sucedió.
Draco no respondió, y una verdad no dicha flotó entre ambos. No creían en lo que el otro decía. Podían absolverse de todas las culpas el uno al otro, y nunca lo considerarían cierto.
Pero Harry sí creía en lo que decía.
Y viceversa.
Era suficiente.
Se quedaron en silencio luego de eso, acompañados nada más que por el sonido de sus respiraciones y el sentir de sus manos tomadas. Era reconfortante. Harry había olvidado esto- sentirse mejor sólo por encontrarse a un lado de una persona. Estaban Ron y Hermione, sí, pero… Harry tenía miedo de defraudarlos, así como tenía miedo de defraudar a todos los que le importaban. Con Draco era distinto. "Distinto" en un buen sentido.
¿Qué tanto mal podrían esperar, cuando ya habían visto lo peor del otro?
¿Cómo podría defraudar a Draco, si este no tenía ningún tipo de expectativas en su supuesta grandeza?
Harry podía relajarse aunque fuera por un rato.
Las ganas de besarlo no se habían ido, por supuesto; la presencia de Draco, su aroma, y el contacto entre ambos era demasiado para Harry. Le nublaba la razón. Sin embargo, a pesar de que le era difícil, podía reconocer que no era el momento. Draco no lo necesitaba de esa forma, y Harry le daría todo lo que le pidiera.
Pasados unos minutos, la puerta sonó, y parte de su burbuja terminó rompiéndose. Harry se levantó, no sin antes darle un apretón a Draco quien simplemente continuó mirando la ventana.
—Harry. —Ron apareció en la puerta una vez que Harry la abrió—. Tom está anunciando algo en la radio. Deberías venir.
Las ganas de mandar todo a la mierda y encerrarse en su habitación para siempre aumentaron como nunca.
Harry suspiró, mirando brevemente hacia atrás para ver si es que Draco había escuchado, pero no podía saberlo con certeza. Cuando volvió los ojos al frente, Ron estaba con la mirada fija en el hombre en su cama.
—Está bien —le dijo Harry, al ver a su amigo abrir la boca, seguramente para preguntar qué hacía allí.
Ron asintió entonces, después de unos segundos en el que sólo lo observó. Harry no quiso quedarse a averiguar qué estaba pensando, así que le cerró la puerta en la cara y entró de vuelta al cuarto.
—Debería irme —dijo Draco cuando Harry se apoyó en la madera.
—Quédate —replicó él rápidamente—. Estaré de vuelta en un rato, pero… quédate.
Draco lo miró. Harry quiso besarlo.
—Está bien.
Y Harry también quiso tomar su mano de nuevo, o decir algo más confortante. Draco se veía peor con cada segundo que pasaba. Pero no creía que hubiera ni oración, ni acción, que arreglara lo que había sucedido.
Finalmente, Harry salió del cuarto. De camino, le pidió a un medimago que checara el estado mental de Draco.
Esperaba volver lo más rápido posible.
•••
Desde la caída de Azkaban, se habían formado nuevas Resistencias a través de Europa, e incluso parte de Asia. Voldemort estaba perdiendo influencia, una que había mantenido intacta durante años. Harry veía el fin de la guerra cada vez más cerca.
Por lo mismo, no le extrañaba que el idiota estuviera anunciando por el Pottervigilancia falso una lista con los civiles atrapados por traidores. Era su manera de controlar a las masas, infundir miedo, y recordar quién tenía el poder.
—¿Por qué? —preguntó Harry, mientras gran parte de la Orden se reunía alrededor de la radio, escuchando lo que decían.
—No lo sabemos —contestó Hermione.
La radio sonaba a toda su capacidad. Que en realidad, no era demasiada, pero llenaba el salón.
—Miles Bletchley. Lucian Bole. Terry Boot. Lilyan Blackstone…
—¿Crees que es para asustar a la gente? —volvió a preguntar.
—¿Para qué más?
—¿Crees que se asusten? —intervino Ron.
Harry tardó unos segundos en contestar
—Sí.
No tenía claro si es que aquellos "traidores" eran espías realmente, protestantes, gente que quería escapar del Reino Unido, o sólo eran personas desafortunadas que osaron cuestionar algún punto del régimen de Voldemort. Lo más probable es que fuera la última. Y ahora no los matarían, Harry recordó, Draco se había encargado de eso. Ahora torturarían a los que amaban, para que desearan que los Mortífagos volvieran a las matanzas.
Harry reprimió un escalofrío.
—Demian O'Harren. Tristan Olivier. Carl Page —la radio continuó nombrando, ya acabando la lista—, y Pansy Parkinson.
Harry creyó haber oído mal.
Hermione alzó las cejas, y Ron soltó un silbido por lo bajo. Era… ¿sorprendente? Pansy era una sangre pura respetada, que la apresaran parecía un error. Además, ¿no era también la prometida de Draco? Harry no comprendía nada, y aunque Parkinson le importaba un carajo, sabía que a Draco no. Que Draco sentía estima por ella. Que hasta se preocupaba.
Y acababa de ver a su padre, sus recuerdos, y-
—Mierda.
Harry comenzó a moverse entre la gente. Su cerebro ya estaba barajando opciones para remediar esto. O no remediarlo, pero hacer que doliera lo menos posible. Aunque no creía tener la habilidad. ¿Cómo…? ¿Cómo podía hacer esto?
Harían sufrir a Pansy por traidora. Draco fue la misma persona que se encargó de que así fuera. Si no la mataban, la harían desearlo.
—¡Harry!
—Tengo que… —dijo, saliendo del cuarto sin mirar atrás—. Mierda. Tengo que ir-
Harry avanzó por los pasillos y de reojo notó cómo Eveline merodeaba también, curiosa. Se veía tan joven. Harry la miraba y le era imposible no ver a Draco.
No era el momento para pensar en eso.
A Harry le gustaría que alguien más tomara esa responsabilidad, no quería convertirse en el portador de malas noticias. Pero tampoco se le ocurría algo… mejor. Theo podría ser, pero, ¿Theo tendría el suficiente tacto? Harry lo dudaba. Recordaba cómo le dio la noticia de que capturaron a Goyle tiempo atrás y definitivamente no fue con tacto. El problema era que Harry tampoco tenía la suficiente delicadeza para decirle que su mejor amiga- o que su ex mejor amiga había sido capturada…
Paró de caminar, solamente porque alguien había agarrado su brazo con demasiada fuerza.
—¿Cuál es tu problema? —siseó Hermione, dejándolo ir mientras Harry se volteaba—. No ha pasado nada grave.
—¿Kingsley no te ha dicho nada?
Hermione frunció el ceño.
—¿No?
Harry se pasó una mano por el cabello. No sabía cómo explicarle a Hermione cómo todo eso era importante para él; le hacía sentir horrible desear a alguien que había tratado a su mejor amiga como Malfoy la había tratado. Por lo que intentó explicarle por qué eso era importante para Draco y no ahondar en sus propios sentimientos.
—Malfoy acaba de recuperar gran parte de sus recuerdos. De las torturas, tanto suyas como las de Narcissa. Y Pansy Parkinson estaba en la lista de traidores. Tiene que enterarse, pero- después de lo que le sucedió a su padre, sus recuerdos, su madre, y… es demasiado. Lo va a destruir.
—Oh.
Harry casi rio al ver cómo los engranajes de Hermione empezaban a funcionar.
—Si alguien de aquí debe contarle, creo que ese debería ser Theo.
—Theo no tiene tacto.
—¿Y tú sí?
Harry calló.
—Mierda —Hermione dijo entonces, pasando una mano por su cara—, ¿siquiera Nott lo sabe?
Theo estaba con Astoria. Así que la respuesta era bastante clara.
¿Le afectaría en algo…?
Harry había olvidado que todos los Slytherin eran… amigos, de alguna forma. O al menos lo suficientemente cercanos como para preocuparse por los demás. Quizás Theo sentiría lo que Harry sintió cuando Lavender y Dean fueron atrapados.
Finalmente, Hermione decidió que no era el momento para cuestionarlo. Había cosas más urgentes.
Siempre había cosas más urgentes.
—Le diré a Kingsley que se encargue de Theo. Tú- encárgate de Malfoy.
Su amiga le dedicó una última mirada sospechosa, pero se marchó rápidamente en busca de Kingsley, y Harry, mientras caminaba de vuelta a su cuarto, sintió un atisbo de lástima por él. Desde que había pasado lo de McGonagall, parecía que Kingsley y Robards cargaban con casi todo el peso de la Orden. Y ahora que el último también estaba muerto, Kingsley era casi como un padre responsable de una gran familia. Quizás ese rol lo habrían tomado Molly y Arthur, si no fuera porque Molly y Arthur apenas estaban sacando a flote a sus propios hijos, luego de la pérdida de dos de ellos.
Harry llegó a su cuarto al fin luego de haber corrido el último tramo. Cuando entró, descubrió que Draco estaba tal cual en la misma posición que había sido dejado. Su cara hacia el frente, su gesto inamovible; todo estático y sin vida.
Entonces, sus ojos grises lo miraron.
Fue como si pudieran ver a través de él.
—Algo terrible ha pasado, ¿no es así?
Harry soltó un suspiro, apoyándose en la puerta.
Mierda.
—Sí.
—¿Quién, ahora? ¿Mi padre? ¿Theo? ¿Astoria?
Draco se sentó en el borde de la cama. Harry quería ir desesperadamente hasta donde él estaba y abrazarlo.
En cambio, se quedó en su lugar al responder.
—Pansy.
La respiración de Draco se cortó, y su mirada se movió hasta el suelo. Volvía a estar en tensión. Harry detestaba verlo así.
—¿Está muerta? —preguntó bruscamente.
—No. Apresada por traición.
Draco soltó un ruido ahogado.
Al parecer, estaba destinado a ser una risa.
—Como ya te dije, cada vez que mi vida parece que va mal, siempre hay algo que dice: hey, aquí estoy para que te superes. Todo siempre puede ser mil veces más horrible.
—Lo siento- —Harry caminó hacia él—. Si pudiera hacer algo, cualquier cosa para que tú no- para que tú-
—Basta. Sé que lo harías.
Draco se pasó una mano por la cara. Su voz salió áspera, haciéndolo callar. Harry detalló el ligero tic a un lado de su ojo, y esperó pacientemente alguna reacción. Un grito. Llanto, quizás.
Pero lo que recibió fue una mirada cruel y una solicitud inesperada, borrando de momento al Draco Malfoy que Harry había llegado a conocer.
—¿Puedes llevarme a ver a Goyle?
Harry no podía negarle nada en ese momento.
En realidad, dudaba que a esa altura pudiera negarle algo. Cualquier cosa.
•••.
—Hola, Gregory.
Harry cerró la puerta de la celda tras él, y dejó que Draco ingresara. Goyle estaba en cadenas detrás de las rejas, y lucía prácticamente irreconocible. Su cabello había crecido hasta los hombros, y una barba de unos cuantos centímetros le adornaba el rostro. Por la escasa comida que le daban había adelgazado bastantes kilos, y su mirada enloquecida delataba un daño que no estuvo allí antes. Harry se alegraba. Ese cabrón había traicionado a Draco, mientras que este le había salvado la vida.
—Draco.
Harry agitó la mano, provocando que el cuerpo de Goyle saliera expulsado hacia atrás, y que quedara amarrado de pies y manos contra la pared de su celda. Harry abrió la puerta también, en caso de que Draco quisiera entrar.
—¿Sabías…? —comenzó a decir él, calmado—. ¿Sabías que Pansy acaba de ser apresada por traición?
Obviamente Goyle no lo sabía. Sus ojos se agrandaron de forma exagerada, y Harry vio que una gota de sudor se deslizó por su frente. No tenía idea de qué le estaba provocando esa situación: Draco, la traición de Pansy, o estar tan expuesto. Pero suponía que no era nada bueno.
—Hace unas horas recordé la mayoría de las cosas acerca de mi madre —prosiguió Draco, peligroso—. ¿Acaso tú estabas ahí?, ¿escuchando mis gritos tras la puerta, sin mover un puto dedo?
—N- no. No-
Draco entró a la celda, y llegó hasta él. Tenía la varita en una mano, y con la otra, afirmaba en un puño la sucia ropa del prisionero. Goyle se encontraba muerto de miedo, incluso si su dañada mente no podía entender del todo lo que estaba pasando.
—¿Estabas ahí cuando la escuchabas gritar? —exclamó Draco a centímetros de su cara—. ¡¿Estabas ahí cuando la escuchabas rogar para que se detuvieran?!
A eso, Draco soltó su ropa, y le asestó un puñetazo en el ojo.
Harry apenas tuvo una reacción, escuchando a Goyle lloriquear.
—No-
—¡No me mientas, hijo de puta! —le gritó Draco, cada vez más fuera de sí—. ¡Lo supiste todo el tiempo! ¡Supiste lo que le hacían, y no fuiste capaz de decírmelo, esto- es- es tu culpa!
Draco volvió a golpearlo en la cara, esta vez encima de su nariz. El golpe fue tan fuerte, que Harry vio el tabique de Goyle desviarse ligeramente hacia el lado. La sangre salía de los orificios en bocanadas: oscura y espesa.
Draco lo golpeó una vez más. Goyle gritó. Harry no hizo más que mirar.
—Lo siento- lo siento…
—¡Está muerta! ¡Está muerta! ¡Y probablemente Pansy también estará muerta! ¿Por qué no fuiste tú?
Goyle volvió a lloriquear, a medida que Draco continuaba golpeándolo incansablemente. Era una escena bizarra; Crabbe y Goyle siempre fueron los guardaespaldas de Draco. Ellos eran los imponentes, y Draco, menudo y pálido, el que daba las órdenes. En ese momento Goyle era más delgado y se veía más bajo que el rubio, quien le asestaba puñetazo tras puñetazo con todas sus fuerzas.
La sangre saltó y salpicó el suelo. Desde su posición, Harry podía ver cómo poco a poco la cara de Goyle había empezado a deformarse. Su ojo estaba morado y sangraba también. Su labio estaba roto. Su nariz era irreconocible. Harry podría sentirse escandalizado… si no supiera que ambos habían hecho cosas peores.
Cuando los quejidos de Goyle dejaron de emitirse, y lo único que se escuchaba era el puño de Draco golpear sus huesos, fue que Harry lo detuvo. Sólo porque lo conocía lo suficiente para saber que podría arrepentirse después.
—Draco —dijo, poniendo una mano en su espalda.
Draco se la quitó de encima bruscamente. Harry observó lo fuera de sí que estaba, cómo todo su cuerpo había cambiado, tomando la forma de una entidad oscura. Una entidad que había sido creada a partir de la ira, el dolor, y el odio. Parecía que en cualquier momento asesinaría a alguien y se reiría mientras este sufría.
Harry estaba viendo al torturador.
Aquel que el resto del mundo temía.
—Es suficiente —le dijo.
—Nunca va a ser suficiente —espetó Draco. Hasta su voz sonaba peligrosa.
—Me pediste que lo dejara vivo. Eso debería significar algo.
Draco dudó antes de dar un paso atrás, provocando que la cara de Goyle cayera de forma laxa hacia abajo, totalmente inconsciente. Las manos de Draco estaban a carne viva, así que Harry las curó con magia no verbal sin pensarlo. Eso pareció despertarlo. Draco miró sus nudillos, dándose cuenta de lo que había hecho.
—Joder.
—Ven —volvió a decirle—. Es suficiente.
Draco respiró temblorosamente, y poco a poco, la máscara en blanco volvió a su lugar. Harry no tenía la certeza de que castigar a Goyle hubiera sido la intención de Draco al ir allí abajo. Quizás quería hablar con él, genuinamente. Pero Harry no iba a discutir o a recriminarle lo que acababa de suceder. Podía decir que hasta le causaba cierta retorcida satisfacción. Goyle había obtenido lo que merecía, y Draco pudo descargar parte de su impotencia.
El hombre salió de la celda y Harry la cerró, deshaciendo las amarras que mantenían a Goyle en su lugar. Este se aporreó en el suelo. Harry no iba a desgastarse en curarlo, simplemente iba a pedirle a uno de los chicos que hacían guardia que, por favor, llevaran un sanador a esa celda.
Al final, Harry posó una mano en la espalda baja de Draco y lo guió hacia afuera. Estaba pálido.
Ninguno de los dos dijo nada.
•••
Harry y Draco salieron al patio sin hablar. Sin acercarse. Sin mirarse. Sin hacer nada por miedo a quebrar la fragilidad que danzaba en medio de ellos.
Se detuvieron en la zona común, a unos cuantos metros de la entrada de la mansión, y Draco se quitó la máscara para así verse a los ojos. No había nadie más. No existía nada más.
En un impulso, sabiendo que podría tratarse de un error, Harry tomó su mano.
Y correspondiéndolo, Draco lo tiró en un abrazo.
Las palabras no eran necesarias, no en ese momento. Harry enterró la cara en el hueco de su cuello, respirando su aroma e intentando calmarlo. O calmarse. O ambas. No lo sabía.
Solo le era claro que, a pesar de que parecía mal, aquello no hacía más que sentirse correcto.
—¡Harry! He estado pensando, y sobre Grawp…
Harry se separó lo menos que podía para así mirar hacia el lado. Hagrid se paraba a unos metros de ellos, con una mano arriba y aquel ave que había traído de Austria en el hombro, esa que llevaba sus notas. Tenía una sonrisa esperanzadora en los labios.
Entonces, sus ojos detallaron al acompañante de Harry, y el brazo de Hagrid cayó, mientras abría y cerraba la boca.
Bueno, siendo justos, era difícil de creer.
—¿Ese es Malfoy? —preguntó, impresionado—. ¿Hijo de Lucius Malfoy?
Y de ser otras circunstancias, Harry se habría reído. Quizás hasta se lo habría presentado. Pero no en ese instante, tal vez ni siquiera en esa misma guerra. ¿Qué sentido tenía, al final?
Ninguno.
No tenía ningún sentido.
Antes de poder responder algo, Hagrid dio media vuelta y regresó al invernadero a grandes zancadas. Harry lo miró irse, aún con las manos en la espalda de Draco. Quiso sonreír, mas le resultaba imposible. Draco se separó de él, haciendo que Harry extrañara su contacto al instante.
Aún así, no dejó ir su fría mano.
—Por favor, no hagas nada estúpido —pidió él, antes de que este dijera algo sobre Hagrid—. No mueras.
—No haré nada estúpido —prometió Draco.
Lo otro… No podía prometerlo. Harry lo sabía.
—¿Llamo a Theo para que te acompañe…?
—No.
—Draco-
—Quiero estar solo.
Harry sintió las palabras escocer alrededor de su cuello, como si fueran una cadena de fuego.
—Lo siento- Draco, yo lo siento tanto-
—No, por favor —susurró él, repudiando la lástima—. No me hagas esto.
Harry no insistió, pero quería volver a abrazarlo. Sabía que esa era la forma en la que Draco enfrentaría el dolor; enojado con todo el mundo. Le funcionaba. Le funcionaba muchísimo más que andar llorando; Harry estaba consciente de que era un método de supervivencia, él mismo lo utilizaba porque de otra forma… la desolación sería demasiado grande. Demasiado abrumadora.
—Cuida de mi padre —dijo Draco, mirándolo directo a los ojos—. Mientras yo no esté.
—¿Volverás?
—Haré mi mayor esfuerzo. —Draco dibujó un patrón en el dorso de su mano, tratando de parecer neutral—. Mientras tanto, Harry… No mueras.
Entonces, lo soltó. Harry lo vio marcharse con ese estúpido retorcijón en el pecho.
Y lo extrañó aunque todavía no desaparecía de su vista.
