Esto era un error.
El beso no era suave; nada parecido a alguno que Harry hubiera dado antes. Era una combinación entre nerviosismo, –los labios moviéndose de forma cautelosa–, y un nivel de rabia. Draco lo empujó hasta hacerlo chocar contra la pared, lo mordió, mientras la mano continuaba aferrada a su muñeca. Y- bueno, ya lo había tocado allí antes, para detener a Harry de hacer una estupidez o confortarlo, pero en ese momento, parecía ser sólo una señal de que quería más.
La pierna de Draco continuaba metida entre sus muslos, haciendo presión, y a medida que su lengua delineaba el interior de la boca de Harry, este frotaba sus caderas con furia. Salvajemente. La magia se arremolinaba en su piel y recorría a Draco, mostrándole de lo que era capaz. Harry quería que se fundiera con él, que se metiera por entre sus costillas y se filtrara en su carne y huesos. Lo sintió temblar.
Harry bajó sus manos hasta la camisa de Draco, desabotonandola con manos temblorosas. Sus dedos pasaron a rozar los relieves de la Marca Tenebrosa. Draco trató de alejarse como si tuviera vergüenza, y Harry fue consciente de la distancia que había entre ambos, esa que siempre había existido. Draco Malfoy era un Mortífago, era un torturador, y los parámetros de lo que le importaba y lo que le daba igual eran tan confusos que Harry dudaba que él mismo los conociera. Esto no era bueno. Era un error.
Simplemente no podía importarle lo suficiente para apartarse.
Había sido un error desde el primer instante. Desde la primera vez que bebieron juntos o desde la primera vez que pudieron aguantar la presencia del otro sin insultarse. Aquello no estaba bien. Sin embargo, era un error que Harry cometería una y otra vez, que eligiría por sobre todas las cosas.
—No quieres esto —Draco murmuró encima de su boca, y Harry terminó de sacar su camisa—. Sabes que no quieres esto.
—Cállate, tú no tienes idea de qué carajos es lo que quiero.
La mano de Draco que reposaba sobre su cadera viajó hasta el borde de su pantalón.
—No. No lo sé.
Harry mordió su labio cuando se alejó, y observó cómo los dedos de Draco desabrochaban su pantalón, casi con expertis. En parte se sentía maravillado por saber que todo- todo eso estaba sucediendo al fin, y su corazón, ese que siempre desobedecía lo racional y prudente, latía con genuina felicidad. Los largos dedos de Draco bajaron la prenda inferior, rozando su duro miembro por encima del bóxer. La sensación de entusiasmo que lo recorrió fue suficiente para que Harry mirara a otro lado para poder resistirla.
Evitó ver sus cicatrices.
Draco respiraba agitadamente, el cabello le caía encima de la cara, tenía las mejillas sonrojadas y los párpados cerrados y apretados con fuerza. Harry se dio cuenta de que ambos evitaban cosas, entonces; porque sus ojos grises y dilatados por la excitación trataban de no encontrarse con los suyos.
Harry se inclinó para volver a besarlo, pero Draco se echó hacia atrás ladeando el cuello: evitándolo. Casi era capaz de escuchar su debate mental, ese que decía que no debía estar ahí con él, que debía detenerse ahora antes de que fuera demasiado tarde. Tal vez por eso no lo miraba. Harry puso las manos encima de su cuello nuevamente, respirando encima de sus labios. No lo iba a dejar a escapar. Corrió demasiado tiempo detrás de él para atraparlo.
—Bésame —le dijo.
Draco pasó saliva sin contestarle, tanteando el borde de su ropa interior, jugando con él. Cuando Harry iba a hablar, abruptamente Draco tiró de este.
Al siguiente instante, su erección quedó liberada.
Harry sentía que antes de ese momento había estado ahogándose y cada toque de Draco eran pequeñas brisas de aire fresco. Necesitaba más, más, más- hasta que pudiera respirar de nuevo. Agitó una mano y selló la puerta de la sala para evitar que alguien los viera o los interrumpiera, y una vez más detalló las facciones de Draco, esta vez como si fuera la primera vez que lo miraba en serio; aunque sabía que esa no era la verdad. Él había odiado esa cara. Había arendido cada uno de sus gestos mezquinos y desagradables de memoria, y los había detestado también. Y ahora...
Ahora estaba allí, a centímetros de la suya, compartiendo el aliento.
Ninguno podría huir de eso, aunque quisieran.
—Bésame —Harry ordenó de nuevo, y su mano bajó hasta el pecho descubierto de Draco.
Sus dedos delinearon los relieves antiguos de sus cicatrices, esas que él le dio cuando eran adolescentes. Harry se había disculpado, pero no podía engañarse a sí mismo y decir que cuando lo hirió, esa no era su intención. Lo había considerado su enemigo. Quiso defenderse y dañarlo porque sospechaba que estaba haciendo algo malvado y lo merecía. Aquel pasado era algo que nunca iban a poder borrar; sin importar cuántas cosas sucedieran de ahí en adelante. Todo el daño que se habían hecho no se iba a ir nunca. Flotaría encima de sus cabezas como un recordatorio.
Harry bajó más la mano, y la yema de sus dedos tocaron el inicio de la «C» de "Cobarde". Observó la palabra, grabada en su piel con dolor y sangre. La odiaba. Odiaba lo que representaba.
Odiaba no haber podido salvarlo.
—¿Detallando tu obra de arte? —se burló Draco de pronto y Harry sintió las palabras enterrarse en su caja torácica.
Dolió. Ardía saber que él estaba en la misma categoría que todos aquellos que lo hirieron; que cuando Draco se miraba al espejo no había diferencia entre sus cicatrices y las que les dio Voldemort. Todas dolieron. Todas permanecían en su piel como un bosquejo de la toma de bandos, las malas decisiones y la guerra.
Draco tenía su historia grabada en la piel.
—Dijiste que no te importaba —murmuró Harry, empezando a desabrochar el cinturón del rubio.
—Tal vez te mentí.
Cuando Harry estaba abriendo el cierre de su pantalón, Draco le tomó las manos con brusquedad para apartarlo, y Harry encajó la mandíbula por la fuerza de su agarre, pero paró.
Sus ojos se encontraron.
Draco lo besó como si el deseo fuera más fuerte que él.
El beso era mucho más desesperado y enojado que antes. Harry había querido eso- por meses: había fantaseado con él día y noche, y aunque no estaba seguro de que Draco se sentía igual, no era lo suficientemente altruista para separarse. El pantalón de Draco cayó, su estómago dio un vuelco, y Harry pegó sus caderas una vez más provocando que sus pollas se frotaran.
Draco soltó un gemido en medio del beso.
El sonido infestó cada nervio dentro de sí. Harry quería escucharlo una vez más. Dos. Un millón de veces hasta que no fuera capaz de oír otra cosa.
—Deseo esto —le dijo Harry moviéndose a su oído, mordiendo su lóbulo—. Eso es todo lo que sé. Es lo único que he sabido por un largo tiempo.
Draco bajó su propia ropa interior. Miró hacia abajo, y detalló las erecciones a centímetros de la otra. La polla de Draco era rosada, dura y grande, y Harry quería hacerlo correrse hasta que no pudiera más. Comenzó a besar su cuello. La piel de este se encontraba salada gracias al sudor, e incluso parte del sabor de su perfume se coló en la lengua de Harry. No le importaba. Si a eso es a lo que Draco sabía, no le importaba.
—¿Crees que yo no lo deseo? —preguntó Draco, y Harry se estremeció con fuerza cuando lo sintió tomar su polla, pasando el pulgar por la ranura.
—No lo sé...
Los largos dedos de Draco estaban envueltos alrededor de su longitud; sus anillos brillaban gracias a la pobre iluminación de la sala. Harry miró hacia abajo apoyando la frente en su hombro, y trató de pensar algo más allá de la bruma del deseo, o del retumbar de sus latidos. Su estómago eran puros nudos.
—Lo hago —le dijo Draco—. Te deseo. Lo he hecho por un largo tiempo también.
Ambos querían eso. Ambos deseaban al otro.
Sonaba fácil.
Harry necesitaba que fuera fácil.
Volvió a besarlo mientras tomaba la polla de Draco y la dirigía hacia la suya. Las venas se marcaban en su miembro, y la punta, brillante y rosada, estaba llena de pre-semen. Harry sintió un cosquilleo en el estómago cuando sus miembros se juntaron y comenzó a moverlos a la par. Draco soltó un dulce suspiro.
En medio del beso, Draco lamía y lo mordía con intensidad, de la misma Harry sabía que hacía la mayoría de cosas, aunque no lo demostrara. No era alguien frío cuando se trataba de lo que le parecía importante, por mucho que hubiera aprendido que esa era su forma de sobrevivir en aquel mundo. En la superficie podía parecerlo, pero cuando Draco sentía, lo sentía todo mil veces más que el resto. Incluso más que él.
Harry no tenía idea en qué momento comenzó a conocerlo tanto, pero así era. Lo conocía. Draco era apasionado, atento y controlador. Oh, era jodidamente controlador, pero para él no representaba algo malo. La manera en que formulaba todos sus movimientos, estudiados y precisos, le gustaba. La manera en que no dejaba mostrar lo mucho que disfrutaba ver cómo Harry alineaba sus pollas y comenzaba a masturbarlos a ambos al mismo tiempo era gratificante. Harry quería que se resistiera hasta que ya no pudiera más y acabra rompiéndose entre sus manos.
Draco apoyó la frente en la suya, y ambos miraron hacia abajo. Las erecciones se deslizaron en su mano seca. Draco escupió en su palma y decidió tomar el trabajo entre sus dedos. Harry jadeó, sintiendo su polla: mojada y dura contra la de él, y se afirmó de su hombro de nuevo levantando las caderas. Su corazón iba como loco.
—He fantaseado con esto, incluso cuando lo he reprimido. Incluso sin saberlo —Draco murmuró sin mirarlo a los ojos—. Eran extraños con ojos verdes y piel morena. A quienes les chupaba la polla. A quienes follaba hasta que no pudieran más.
Harry arqueó la espalda mientras Draco aumentaba la velocidad de la masturbación. Los sonidos pegajosos que hacían sus erecciones juntas podrían llevarlo al límite, sino fuera porque lo último que quería era que se acabara. La expresión de Draco con su boca abierta en forma de "O", su frente arrugada en gesto casi de dolor y sus ojos entrecerrados por el placer, tampoco estaban ayudando.
Draco limpió el líquido que salió de su erección, y Harry no tuvo problema en soltar el escalofrío que recorrió su espina dorsal. Esperaba correrse en su pecho. Esperaba mancharlo completamente y poder marcarlo. Harry no había estado así de duro en su vida, y quería que para Draco fuera igual, que no pudiera dejar de desearlo. Su magia se levantó y lo reclamó como una pertenencia, algo que acababa de volver a casa. Suyo.
Suyo. Suyo. Suyo
Y quería decírselo. Que Draco era de Harry, y que era mutuo y que esperaba que nunca volvier a alejarse del hogar que ambos habían construido.
Pero no podía.
Porque no era ciero. Draco no le pertenecía, y Harry sabía que nunca lo haría, no en esa guerra.
Ni sus vidas les pertenecían a ellos mismos.
—Te odio, joder —dijo Draco, agitado, mientras las cabezas de sus pollas se deslizaban en su puño—. Esto no se suponía que iba a pasar. No puede importarme nadie más. Te odio- te odio por hacerme esto-
Harry gimió, y si el odio se sentía tan bien, por favor que no parara de odiarlo nunca.
—Yo no quise esto —susurró en respuesta, sin aliento—. Nunca quise- no- joder.
Draco volvió a limpiar el líquido preseminal, y la velocidad de sus movimientos se hizo demasiado rápida. Harry apoyó la cabeza en la pared; Draco atacó su cuello, mordiendo y succionando y- oh- por favor que no se detuviera, que no se detuviera nunca. Que lo destrozara, lo hiriera y no le permitiera nunca olvidarse de cómo se sentía tenerlo cerca.
Harry había imaginado ese instante millones de veces, pero nunca pensó que sería de esa forma. Frustrados, enojados, y en general, completamente agridulce. No se suponía que tenía que resultar así, pero no sabía tampoco por qué esperó que fuera distinto.
—¿Qué pasa si te pierdo? —Draco dijo en su oreja, soltando de paso un leve gemido—. ¿Qué pasa entonces? Joder- no- no puedo-
—No se te ocurra parar. Mierda.
La mano de Draco se movía de arriba a abajo en movimientos lánguidos, de una forma específica que Harry suponía, era como a él le gustaba. Harry envolvió su mano también para abarcar por completo la longitud de sus erecciones mientras Draco lo mordía, soltando el más leve de los suspiros. Harry apretó fuertemente su agarre tratando de amoldarse a la velocidad que él llevaba.
—Afloja un poco- oh, Merlín.
Harry obedeció, soltando pequeñas respiraciones aceleradas y apretando un poco la punta de sus miembros mientras Draco los masturbaba. Era lo mejor que había sentido jamás, y sólo se estaban tocando. El placer lo bañaba. Draco soltó un quejido entre dientes y Harry notó cómo su glande goteaba de nuevo. Su piel estaba hecha de terminaciones nerviosas.
—Oh, Dios.
Harry pasó su pulgar en la punta para limpiarlos y lo llevó hasta su boca, pasando su lengua por él. Draco por primera vez despegó la mirada de sus erecciones y observó con atención, hipnotizado, mientras Harry lamía el dedo y él continuaba masturbándolos. Draco sabía salado también, y su propia polla se agitó ante ese conocimiento.
Estaban tan agitados que podía ver cómo unas gotas de sudor bañaban la nariz de Draco y parte de su frente. Harry se encontraba tan duro que le dolía. El placer se arremolinaba en su vientre, rogando por liberarse.
Harry enterró sus dedos en la cadera de Draco bruscamente y llevó su mano a sus testículos, masajeando con suavidad y provocando que este soltara pequeños sonidos calientes y necesitados. Los movimientos de su mano aumentaban la velocidad. Su cuerpo cosquilleaba. Harry se acercó para rozar sus labios.
—Quiero oírte —susurró él—. Quiero oírte, por favor.
Draco soltó una respiración temblorosa, y Harry puso su mano encima de la ajena una vez más, ayudándolo a que los dejara correrse a ambos.
—Ah- mierda —Draco murmuró contra su boca, cerrando los ojos—. Joder. Joder. Joder.
Harry sentía la presión de su vientre aumentar, recordando a quién tenía al frente y cómo lo deseaba de millones de otras formas. La habitación completa olía a sexo, y una vez más- aquello estaba mal. Draco había hecho las cosas más horribles. Draco le había hecho daño. A Draco sólo le importaban las cosas que le dolían y nada más. Lo más probable era que todo el mundo lo odiara una vez que supieran lo que había pasado allí.
Draco soltó un gemido alto, y apretó sus pollas. Harry lo besó.
—Estoy cerca —le dijo, separándose sólo lo suficiente para luego seguir moviendo sus labios contra los ajenos.
Sus lenguas chocaron, batallando por el control y el poder. Draco metió aún más la rodilla entre sus muslos.
—Di mi nombre —pidió él, sin abrir los ojos.
Harry oía cómo sus miembros se deslizaban en su puño, mojados y hasta pegajosos. Se separó de Draco luego de succionar su labio inferior y se acercó hasta su oreja, hablando bajo y lamiendo allí. Draco soltó un escalofrío.
—Draco... —Harry susurró, saboreando las letras—. Draco. Draco. Draco- no voy a- voy a-
Draco soltó un gruñido.
—Córrete... Quiero mirar- Harry- por favor-
Eso fue todo lo que necesitó.
Draco empujó su mano unas veces más por sus erecciones y Harry agachó la cabeza, sintiendo la explosión del orgasmo arrasar con él. Se corrió en la mano de Draco, casi incesable. Su semen llegó hasta el torso cubierto de cicatrices y parte de su propia ropa mientras Draco continuaba masturbándolos a ambos; haciendo a Harry venirse sin parar.
Poco después, Draco se corrió también, emitiendo el sonido más caliente que Harry probablemente iba a escuchar en la vida. Pero no detuvo sus movimientos, mojando sus pollas y lubricándolas aún más con su semen. Era obsceno. Harry quería que no se detuviera.
Se quedaron frente con frente por unos buenos minutos, dejando que el orgasmo los bañara hasta que Draco pausó su mano. Cansados, sudorosos, y embriagados por el placer.
Ahí estaban. Había sucedido.
Y en vez de saciarlo, Harry solo pensaba que quería más.
Que nunca se cansaría de eso.
Intentó besarlo, y Draco corrió su rostro, haciéndolo casi gritar de la frustración. Porque, ¿de verdad acababa de darle eso, y ya iba a quitárselo? Como darle a un mortal una probadita del cielo una sola vez en la vida.
Cuando Draco trató de separarse, Harry no se lo permitió.
—No podemos —le dijo Draco, aún sin respirar bien gracias al orgasmo—. No puedo preocuparme por alguien más. Y todos... Todos los que se acercan a mí terminan muertos- Todo lo que toco acabo destruyendolo, y yo- no puedo permitir arriesgarme contigo. No puedo-
Harry movió la mano para limpiarlos a ambos con magia, y envolvió sus brazos en la cintura de Draco, dejando que la cabeza ahora se apoyara en su hombro. Al menos esta vez Draco no se separó. Estaba temblando.
—Sí puedes. Sí podemos —Harry murmuró—. Durante el tiempo que dure la guerra.
Draco no cedió.
No sabía qué era lo que lo estaba frenando, aunque Harry suponía que eran demasiadas cosas. No mucho tiempo atrás habían tenido la conversación de cuántas personas habían perdido; y aunque en teoría, podría decirse que Harry había perdido más, el círculo de Draco era mucho más limitado. Dejarlo entrar era como apostar y saber que ibas a perder.
El problema es que Harry ya había entrado. Sutilmente. No había nada que pudieran hacer.
—Me preocuparé por ti sin importar qué —trató de insistirle—. Sin estar a tu lado o estándolo. No hay diferencia. Pero al menos, déjame... Déjame...
Harry no tenía idea de cómo acabar esa frase. ¿"Déjame ser tu novio"? Aquello era absurdo. ¿"Déjame cuidarte"? No había forma de que eso pudiera ser verdad. Simplemente no sabía qué quería más que tener a Draco- cerca. De poder... estar, de alguna forma.
—¿"Déjame follarte"? —se burló Draco frente a su silencio—. ¿Es eso lo que quieres, no-?
—Déjame tener algo bueno —Harry escupió, sin dejarlo acabar—, mientras la guerra dure.
Draco se separó, pero sólo lo suficiente para mirarlo a los ojos. Harry no tenía cómo descifrar qué era lo que estaba pensando, pero una parte de sí dedujo que... Que Draco se veía incrédulo; no podía creer que Harry dijera que eso- eso entre los dos era algo bueno. Que Harry consideraba que era algo bueno.
Pero entonces sus ojos grises se volvieron rendijas, y supo que la última parte de la oración se había asentado.
Mientras la guerra dure.
Harry no quería que Draco se enterara así, pero... él no creía sobrevivir a la guerra. Deseaba que Draco lo hiciera, por alguna razón que no podía comprender, pero- pero para él no había muchas opciones. Morir era cumplir con un ciclo y una condena que llevaba en su cuello como un grillete de acero.
—Después de todo esto, seremos libres —siguió diciendo Harry, intentando desviarlo del tema—. Tú encontrarás algo que hacer, quizás te irás al mundo muggle. Y yo encontraré un propósito que no tenga que ver con Tom. Me haré jugador de Quidditch- o lo que sea. Cada uno seguirá sus caminos. Pero por ahora... Por ahora te pertenezco.
Harry creyó que las comisuras de los labios de Draco se levantarían al oírlo, pero eso no sucedió. Aquellas eran cosas que se habían dicho la noche donde todo cambió, cuando se preguntaron qué harían con sus vidas una vez que salieran de ese embrollo aunque supieran que no tenía sentido; aquello era imposible. Harry y Draco, tal como él mismo lo había dicho... no eran capaces de tener ese final feliz.
Draco lo miraba directo a los ojos, claros, abietos y sinceros- y Harry estuvo tentado a vestirse y taparse de nuevo porque era demasiada vulnerabilidad. No lo hizo, por supuesto, en su lugar, ignoró el corazón apretado en su pecho y se acercó. Quedó a unos centímetros de su boca.
—Tú no me perteneces —dijo Draco con voz dura—. Nunca lo has hecho.
Harry cerró los ojos.
No sabía cómo responder a eso.
Todos habían tenido una parte de él en algún punto. Como el-niño-que-vivió. Como el Elegido. Como el Indeseable. Como Harry Potter... Pero Harry nunca permitió que Draco tuviera algo más que su enemistad.
Y no es como si Draco hubiera demostrado que deseaba más, además de esa vez que le ofreció la mano. Después de eso su relación se simplificó a insultos de pasillo y deudas de vida- así que no, nunca tuvo nada de Harry.
Sin embargo ahora sentía que la parte real de sí mismo, esa que no fingía nada y que él sabía que era estresante y agotadora, sólo la conocía Draco. Era de Draco.
—Una vez me preguntaste qué era lo que quería para mí. Solo por mí, sin pensar en el resto, ¿lo recuerdas? En Austria.
Draco soltó un suspiro al oírlo y Harry hizo memoria. Aquel día, Draco había lucido suave a la luz de la mañana con su nariz roja gracias al frío y el cansancio de la noche.
Potter, ¿sabes qué es lo que quieres?
Algo que quieras para ti.
Sin pensar en el resto.
—Te quiero a ti.
Se sentía bien decirlo.
Sólo decirlo- y que se asentara en el aire por unos segundos.
Oyó cómo la respiración de Draco se cortaba parcialmente, y Harry decidió seguir adelante, aferrándose a esa pequeña grieta en su fachada.
—Nadie me ha dicho que debería hacerlo. Todos me dirían lo contrario, en realidad. Nunca pensé que esto era algo que debería desear, no me obligué- no- —Harry aflojó un poco su agarre—. Esto es lo que quiero. Te quiero a ti.
—Te juré mi lealtad. Te juré mi vida —Draco dijo con amargura—, ¿no lo recuerdas? Ya me tienes.
—No. No te tengo.
Harry sintió pisadas fuera del salón, por lo que decidió subir con magia sus ropas y tratar de disfrazar el olor a sexo del aire.
Mientras movía una de las manos, Draco lo besó. Posesivamente, como para probar un punto. El cinturón se cerró en su pantalón, cayendo en su lugar, y Harry se fundió completamente en él acercando sus cuerpos. Draco delineó su labio inferior con la lengua.
—Sí —susurró este, separándose levemente—. Sí me tienes. Y lo sabes.
Harry sintió un instinto de protección mucho más grande de lo que había sentido antes, porque Draco acababa de decirle que era de él, aunque fuera una mentira. Aunque ambos siempre estaban tratando de engañarse a sí mismos.
—Ven aquí.
Harry lo besó de nuevo, llevándolo afuera de la sala hasta su habitación. No iba a dejarlo ir.
Podía arrepentirse si lo hacía.
•••
—Creo que me arrepentiré de esto.
Harry se removió entre las sábanas para mirarlo. La luz del día se había desvanecido, y lo único que bañaba la habitación era el resplandor plateado de la luna. Harry no tenía sus anteojos por lo que apenas podía distinguir sus facciones, pero podía adivinar qué expresión tenía Draco: neutral y fría, viéndolo directamente.
—¿Te arrepientes ahora? —susurró él.
Draco se quedó en silencio casi un minuto entero.
—No.
Estaban frente a frente, desnudos y con las cabezas apoyadas en las almohadas. Se encontraban lo suficientemente lejos para poder verse la cara pero aún así estaban compartiendo espacio, con las piernas enredadas y sus pieles cerca. Afuera, el ruido nocturno de la mansión estaba haciéndose presente. Nadie había ido a buscarlos.
Harry posó una mano encima del torso de Draco, delineando con suavidad las marcas de su piel. Draco se sacudió pero no intentó apartarse. Harry podía acostumbrarse a esa cercanía.
—¿Por qué querías entrenarte? —susurró tocando el relieve de una herida especialmente grande, haciendo que Draco soltara una respiración temblorosa.
—Porque estaba enojado.
—¿Por qué estabas enojado?
—¿Siempre haces tantas preguntas?
Harry sonrió a pesar del tono arisco. A Draco nunca le había gustado que preguntara demasiadas cosas.
Draco suspiró de nuevo, subiendo una mano hasta su mejilla con nerviosismo, como si no supiera cómo ser gentil. Comenzó a trazar pequeñas figuras en su pómulo y el estómago de Harry dio un vuelco.
—Astoria me dijo que es prácticamente imposible recuperar a mi padre —confesó.
Harry no tenía idea de qué responder a eso. Nunca había sabido cuáles palabras eran las correctas y cuáles no. Se le daba horrible tratar de consolar a la gente y era peor cuando se trataba de problemas familiares.
Así que simplemente le dio una palmadita en la espalda y dijo lo primero en lo que pensó.
—Seremos dos huérfanos ahora.
Draco detuvo sus caricias y lo miró incrédulamente; incluso sin lentes Harry podía notarlo. Era una broma de pésimo gusto y algo terrible para decir, y Harry intentó reprimirlo con todas sus fuerzas, pero de todas formas acabó soltando una carcajada. Cerró los ojos y el sonido salió bajo de su garganta. Resonó demasiado alto por todo el cuarto. Se le hacía raro, como oír a un desconocido.
Quizás, porque no recordaba cuándo fue la última vez que había reído.
—Eres un cabrón perturbado, ¿lo sabías?
Harry abrió sus ojos para mirar a Draco, y descubrió aliviado que tenía la más leves de las sonrisas puesta en su cara. Las caricias encima de su mejilla se reanudaron, y Harry, por primera vez, sintió que la piel usualmente fría ahora emanaba calor.
—Te dio risa.
—¿Sabes? Me retracto. Acabo de arrepentirme de esto.
Harry pellizcó su torso, haciendo que Draco lo imitara, justo encima del lugar donde acababa la cicatriz de rayo. Harry se lo quitó de encima con un manotazo y notó cómo la sonrisa de su rostro se hacía más grande. Inconscientemente.
Por su pecho se expandió una emoción cálida.
Harry se sentía- bien. Relajado, quizás, como no se había sentido en mucho tiempo. Había soñado con ese momento en su cabeza, pero nunca pensó que se haría realidad. Era demasiado bueno para serlo. Dentro de esa pequeña habitación casi podía fingir que la guerra no estaba sucediendo allí afuera.
Casi.
Porque sí lo estaba, eso era lo peor. Y Draco había estado molesto por algún motivo; Harry no podía obviarlo por ser egoísta, porque no quería romper esa atmósfera.
—Theo me dijo lo que sucedió con Pansy- —intentó decir, pero fue interrumpido.
—¿Podemos no...?
Draco dejó salir todo el aire de sus pulmones, sin acabar, y Harry calló. Bien. No quería hablar de las cosas horribles, y Harry se aferraría a eso- aunque tal vez debería insistir y obligarlo a hablar. Eso es lo que una buena persona haría: hablar de los problemas mientras lo ayudaba a salir del abismo en el que se había metido.
Él no tenía la fuerza. En ese momento necesitaba- olvidar. Draco necesitaba lo mismo.
Podían olvidar juntos.
—¿El semigigante te preguntó algo? —murmuró Draco, ofreciendo el cambio de tema. Harry se animó, recordando el momento del que hablaba—. Por vernos abrazados, quiero decir.
—¿Hagrid? Nah. Aunque creo que se traumó y pensó en ello por unas horas. Se veía bastante impactado.
—No puedo culparlo.
Harry sonrió, recordando cómo Hagrid había vuelto a su cabaña y luego evitó su mirada por días. Él no creía que el abrazo que presenció hubiera sido para tanto, pero luego de que se hubiera pasado casi toda la adolescencia escuchando lo mucho que Harry odiaba a Draco Malfoy y lo imbécil que este era... entendía que podía ser shockeante.
Le habría gustado que le hablara del tema, eso sí. Es lo que creía que Hagrid hubiese hecho en Hogwarts. Decirle lo que opinaba... Pero tampoco podía forzarlo.
—Siempre creí que Hagrid cambiaría radicalmente tu estado de ánimo —comentó Draco—. Pero casi ni hablas de él.
Un recuerdo de Hagrid llegó a su cabeza, callado y reservado mientras lo visitaban en el invernadero. Harry hizo una mueca. Era otra de las cosas que le dolían.
La guerra acababa manchando todo lo bueno.
—Tampoco hablodemasiado con él. Hagrid... Hagrid ha estado demasiado tiempo solo, y sólo piensa en Grawp. No comparte como solía hacer, y no es como si yo tuviera todo el tiempo del mundo para buscarlo. Además, ¿cómo podría "cambiar mi estado de ánimo"? Después de la muerte de McGonagall...
Harry dejó de hablar, sintiendo todo el cuerpo de Draco ponerse automáticamente en tensión. Quería sentirse culpable, pero no podía. No es como si pudiera dejar de hablar de eso- después de todo, era una gran parte de su vida. Era la razón por la que haría lo que fuera para terminar con esa guerra. Era la razón por la que cada día le importaban menos las muertes o las atrocidades. También la razón por la que a veces no quería levantarse de su cama.
Draco se sentía mal al respecto, y a pesar de que eso debería hacerlo sentir mal a él, era todo lo contrario. A Harry le complacía de una forma retorcida que fuera así.
—Esto siempre será así entre nosotros —Draco murmuró—, ¿no es así?
Harry negó.
—No. Tú no la mataste, ni la capturaste.
—No, sólo la cegué, así como he hecho con docenas de personas este último mes.
—Da igual.
—No, no da igual.
Harry trató de pensar en la gente sin culpa de nada, gritando y rogándole a Draco que se detuviera. Que preferían morir.
Nada de eso le importaba tanto como la escena de McGonagall sufriendo que aún tenía pegada en su cabeza.
—Te perdoné —eligió decir, porque era la verdad.
—¿Por qué?
—Porque tratar de odiarte por ello cuesta mucho más.
Y vaya que lo intentó. Lo intentó por meses. Volver a repudiarlo era demasiado doloroso y complicado. Harry no necesitaba más dolor; perder a McGonagall fue la gota que rebalsó un mar.
—No tenías tus recuerdos. Actuaste diferente cuando los tuviste. —Harry apretó los dedos encima de su cadera con fuerza. Draco aún lo miraba—. Y es porque... era ella.
—¿A qué te refieres?
—Si hubiera sido alguien que no me importaba, me habría dado verdaderamente igual.
Draco esbozó una sonrisa amarga.
—Pero a ti te importan las vidas de los inocentes.
Harry pensó en las veces que estaba en combate y observaba a los suyos caer de sus escobas. Recordó a aquellos que torturó durante los años, buscando pistas que no los llevaban a nada. Todas esas veces que apenas parpadeaba al ver cómo le quitaban la cabeza a una persona frente suyo sólo por- existir.
Pensó en que él era el mayor asesino de toda la Orden.
—Sí —respondió con cuidado—, a veces. Pero he matado a cientos sin sentir un ápice de remordimiento porque era necesario. Te salvé la noche del Valle de Godric y probablemente maté a uno de los míos. He torturado también, más de una vez. No a personas inocentes quizás, pero en la mayoría de ocasiones no me he detenido a pensar demasiado en el sufrimiento de ellos tampoco a no ser que les pase algo muy terrible.
La expresión de Draco no decía demasiado, pero si Harry hubiera podido escuchar sus pensamientos, apostaría a que sonarían a algo parecido a: "Nada de eso es lo suficientemente horrible". Pero lo era. La diferencia es que como él era de un bando que buscaba eliminar el mal mayor, pasaba desapercibido. O quizás la gente podía olvidar fácilmente todo lo que hacía porque era "Harry Potter" ¿no?
Pero si eso lo hubiera hecho Draco, peleando para el bando que fuera... las cosas serían distintas.
—Actúas como si yo fuera muchísimo mejor que tú —Harry sintió un pinchazo en su vientre—, cuando en realidad no es así.
—Pero sí lo es...
—Incluso si lo fuera, me importa una mierda.
—Porque eres un cabrón perturbado —dictaminó Draco, y Harry volvió a sonreír.
Apegó sus cuerpos provocando que se tocaran en todos los lugares posibles, y pasó sus brazos por la espalda de Draco. Se sentía desnudo, de una forma que no sólo involucraba algo carnal. Se sentía expuesto. Draco podía mirar a través de él aunque estuviera cubierto completamente.
Harry dejó un pequeño beso encima de sus comisuras, y cuando se alejó, estaban tan cerca que la cara de Draco no era más que un borrón.
—¿Estabas sorprendido de encontrarme? —le preguntó al cabo de un rato, y Harry parpadeó. Su corazón no había dejado de latir rápido.
—¿Cuándo?
—La primera vez.
Harry hizo memoria y recordó esa noche. Draco apresado entre cadenas y apegado a la pared. Había lucido tan- monstruoso. Un cuerpo sin alma. Despiadado. Harry sólo se había interesado en saber cómo es que terminó así después de haber sido un hijito de papi. Era lo único que había llamado su atención.
Decidió que no quería irse por ese tema.
—No más sorprendido que tú.
—Estabas muerto.
—Siempre me pregunté... —dijo, aprovechando la distracción—. ¿Celebraste, cuando "morí" ese día en el Ministerio?
Draco soltó una pequeña risa sin humor.
—Rogué para que no te mataran. Así como prácticamente rogué a Crabbe y Goyle que no te asesinaran en la Sala de Menesteres durante la Batalla de Hogwarts.
—¿Por qué?
—Nunca he querido que murieras. No en serio.
Su estómago cayó. Sintió su propia magia deslizarse por el cuerpo ajeno.
Nunca he querido que murieras.
Y Harry tuvo que volver a besarlo. No era su culpa que Draco le pusiera tan difícil apartarse de él.
—¿Porque así podía ganar la guerra? —preguntó cuando se separaron—. ¿Porque así no ganaría Tom?
—En parte creo que sí.
Harry no se esperaba una respuesta honesta.
—La guerra nunca ha sido acerca de la justicia para ti, ¿no? Acerca de los nacidos de muggles o los mestizos, sino de la seguridad. Del poder.
Draco pensó su respuesta un tiempo exageradamente largo.
—Creí que sí se trataba de eso, y creí que había elegido el bando correcto. Pero descubrí que en realidad no quiero matar a los nacidos de muggles por ser menos que yo- o alguna mierda así —Su voz estaba teñida de amargura, y Harry por poco quería volver atrás, a minutos antes, cuando habían estado riendo y despreocupados. No le gustaba verlo así. No le gustaba sentirse así—. Si preguntas en estos momentos, aún no es acerca de la justicia, o del bien y el mal. La guerra se trata de que- de que esos niños tengan un futuro de verdad.
—¿Los nacidos de muggles?
—Sí. No —Draco negó, frustrado—. Todos, en realidad.
Se separó suavemente de Harry, y se giró para apoyar la espalda por completo en el colchón, desviando su mirada al techo. Draco posó las manos entrelazadas encima del estómago y Harry tomó una de ellas rápidamente, pero no se movió más cerca; simplemente detalló como podía su duro perfil. Su cuerpo lleno de ángulos y puntos débiles.
—Lo que me importa es que los niños tengan la oportunidad de ir a Hogwarts sin temer ser mutilados o convertidos en soldados —continuó él, perdido en sus pensamientos—. Que un nacido de muggles pueda vivir aquí sin correr el riesgo de ser convertido en un esclavo. Que crezcan, y tengan amigos de su edad, y no tengan que llorar en baños abandonados por no poder cumplir una tarea imposible. Que puedan conseguir el trabajo que desean, aprender lo que les gusta hacer, y casarse, y tener hijos. Ir por la vida sin aterrorizarse de que cada día pueda ser el último. Me gustaría que ninguno se vea obligado a convertirse en algo que no son, a hacer cosas terribles mientras se convencen a sí mismos que lo hacen por amor y no por miedo.
Las palabras lo tocaron de cerca y Harry se lamentó por esa vida que nunca tuvo. Todo lo que Draco relató. Ambos crecieron para convertirse en... ¿En qué? ¿Qué eran, además de armas? Gente que habían hecho cosas horribles, pensando que tenían motivos justos detrás.
Y nunca pudieron ser más.
Harry no recordaba nunca siquiera haber jugado a algo tan simple como "girar la botella". Nunca pensó en casarse, o en formar una familia. O en descansar. Prácticamente toda su vida, todo lo que hubo fue Voldemort. Todo lo que veía al final, era él.
—Nunca podré vivir nada de esto. —Draco respiró—. Es muy tarde para mí. Para nosotros. Pero para ellos aún puede existir un futuro.
Harry desvió su mirada esta vez, sintiendo como la frase escocía. Se sentía así, pero no debería. Ambos no tenían más de veintiséis años. No deberían pensar que era tarde para... vivir.
—No es tarde —trató de convencerlo—. Podemos olvidarnos de esto, una vez que la guerra acabe. Ser dos personas sin nombre y sin pasado.
—No podemos borrar el pasado.
—Podemos fingir que no existe.
Draco no contestó, y Harry se sintió un poco agradecido con él. No quería tener esa conversación. Siempre que tocaban la guerra terminaban llegando a conclusiones que no les gustaba a ninguno de los dos. Era inevitable.
Finalmente, Draco trató de dejar ir la tensión de su cuerpo y alargó su brazo para envolver a Harry y apretarlo contra él, casi con desespero. Harry quedó a un lado de su pómulo.
—Como si tú quisieras olvidar que eres el gran San Potter, por favor —dijo Draco en tono de burla luego de unos segundos de silencio. Harry decidió seguirle el juego.
—La verdad, no sé qué haría con mi club de fans. Después de todo, el presidente...
—No se te ocurra terminar esa frase.
—... eres tú.
—Imbécil.
Draco se levantó en un segundo, para así subirse a horcajadas encima de Harry bajo las sábanas. Intentó llevar sus manos a la tráquea de este, pero gracias a sus reflejos, Harry lo detuvo, alzando sus palmas para frenar a Draco.
Continuaron el forcejeo por unos segundos, en los que Draco intentaba empujar sus manos hasta abajo y así dañarlo, o apresar su garganta. Sus ojos plateados brillaban, Harry podía verlo incluso sin lentes, y la luz de la luna a sus espaldas lo hacían lucir un poco más pálido. Draco entreabrió los labios cuando Harry envolvió las piernas alrededor de su cadera para así hacerlo perder el equilibrio. Sintió las comisuras de sus labios levantándose al verlo sonreír. Draco no parecía darse cuenta de cuando lo hacía.
Por unos momentos, el mundo se detuvo, y Harry arqueó su espalda para crear más contacto entre ellos. Siempre queriendo más. Siempre iba a querer más.
Draco quitó las manos, momentáneamente apresadas por las suyas, y las dejó descansando a cada lado de la cabeza de Harry. Desde esa distancia, Harry podía distinguir leves pecas plateadas que rodeaban la cicatriz de su cara. Casi podía compararlas con pequeñas estrellas.
Sus piernas tiraron la cadera de Draco más abajo, y este se dejó caer.
Harry lo besó.
Y por unos segundos, todo estuvo bien.
