Este capítulo es un poco... hurt/comfort, supongo? Pero como siempre he dicho, Desolación es una avalancha de emociones sin descansos para procesarlas. Salud por eso.

No crean que me he olvidado de la trama principal de la historia (cof, cof, encontrar a Nagini a través del objeto que -aparentemente- Narcissa conocía), pero antes... algunas cosas tienen que cocinarse:)

Anyways, nada más me queda decir que la canción Anti-Hero de Taylor fue hecha para Draco, y que quedan menos de 15 caps (creo :P) contando Interludios! Qué emoción.

Disfruten el cap!

•••

Esto está mal, fue lo primero que Draco pensó al llegar a la base a principios de Abril. Esto está mal.

Había recuperado sus recuerdos hacía unos días atrás, y su mente aún estaba tratando de acoplar el último año de su vida con la persona que fue aquel mes sin sus memorias, dejando que los espacios vacíos se rellenaran, que la risa de Harry se reprodujera en bucle y que su mirada esmeralda interfiera cuando hacía sufrir a otras personas.

Draco estaba parado en el jardín de la Mansión McGonagall frente a un Harry que se notaba que corrió para alcanzarlo. Era un momento esperado por él, lo sabía: llevaba meses sin verlo y para alguien tan impaciente como Harry de seguro fueron una tortura. Incluso Draco lo había extrañado un poco durante esos escasos días en los que tuvo consciencia de lo que eran, pero al tener a Harry ante él, viéndose tan grande como la vida misma... lo único que Draco podía pensar era-

Esto está mal. Esto está mal. Esto está mal.

—Volviste —dijo Harry, aliviado, feliz... cosas que no debería estar sintiendo por alguien como él.

—Te dije que lo haría —replicó Draco con voz cuidadosamente neutra—, ¿no es así?

Y todo pareció normal por unos instantes, o tan normal como podían ser las cosas entre ellos. Harry se veía algo más compuesto, y sus ojos estaban mirándolo con devoción, gritándole la palabra "hogar". Todo parecía estar bien.

Excepto que era demasiado.

La presencia de Harry era demasiado abrumadora: tomaba todo el espacio y lo reducía sólo a él. Draco no podía ver más allá, no podía pensar más allá de su piel morena, su cabello negro como la medianoche, o sus cicatrices plateadas; y a pesar de que sería tan simple reducir el mundo a nada más que eso- no lo merecía, no después de lo que había hecho ese mes.

Draco torturó personas.

Torturó hasta que los dedos se le acalambraron por sostener la varita. Torturó hasta que la sangre de sus víctimas se secó en sus manos y se metió debajo de sus uñas. Vio gente ser asesinada brutalmente y apenas parpadeó. Draco tenía a niños Servi viviendo en su casa.

Y ahora estaba allí, y...

Y Harry lo estaba mirando como si Draco fuera alguien.

Esto está mal. Esto está mal. Esto está mal.

—¿Te encuentras bien? —preguntó Harry al ver que no hablaba.

Voldemort mató a una mestiza y ordenó a los elfos que la convirtieran en pastel.

Se lo dio de comer a los esclavos.

—Sí.

Los Mortífagos se turnaron para "divertirse" con un nacido de muggles en su mesa principal, y Draco fue forzado a mirar con la mano del Lord en su cabeza.

No dijo una palabra.

—No, no lo estás —Harry dijo, caminando hasta él. Draco retrocedió—. ¿Qué te hizo?

Las secuelas del Crucio aún podían sentirse en su cuerpo, de cada vez que cometía un error. Cada vez que no decía lo correcto. Cada vez que no se mostraba lo suficientemente obediente.

¿No deseas quedarte a ver a los asquerosos Servi intentar mejorar su sangre, a través de un pastel?

Crucio.

Si no deseas tener un turno con el sangre sucia, entonces mirarás.

Crucio.

¿No deseas prenderle fuego a tus prisioneros?

Crucio.

—Nada que no hubiera hecho antes —terminó respondiendo con frialdad. Le dolía la garganta.

—Draco...

Draco dio otro paso atrás como si Harry fuera una amenaza, porque nadie lo había llamado de esa forma durante aquel mes. Incluso para Theo, Draco fue "Astaroth". El nombre de Draco Malfoy pertenecía a otra persona, pertenecía a otra vida. Volver a Harry y fingir que era lo que él esperaba se trataba de un absoluto engaño.

Lo que había entre ellos era un engaño, y si seguía pretendiendo, iba a terminar hiriéndolos a ambos.

—¿Puedo acercarme?

Draco volvió al presente, enfocando los ojos en Harry una vez más. Su mirada se había suavizado y la devoción –esa manera especial que Harry tenía de observarlo, como si fuera algo precioso, algo que había extrañado tanto– seguía allí.

Basta.

Detente, por favor. No deberías verme de esa forma. No debería importante. Te haré daño.

Esto es lo que soy.

—¿Draco?

Harry lucía más ansioso con cada segundo que pasaba, más y más necesitado de su cercanía. Draco quería mostrarle sus manos, extenderlas y que, de alguna forma, Harry viera toda la sangre que había en ellas. Draco había torturado y actuado con absoluta indiferencia. Ese era él, antes de convertirse en espía. Ese es el hombre que todos conocían, el que construyó con cada año de gobierno de Voldemort. No debería estar allí, no debería acercarse más a Harry, quien tenía derecho a encontrar su final feliz en vez de quedarse estancado con el antihéroe.

—Creo que debería irme —dijo Draco. Su voz sonaba distante.

—No —Harry replicó, avanzando una vez más. Draco no retrocedió—. Por favor, quédate.

Dejó escapar un suspiro y cerró los ojos. Debería irse, sin embargo, era alguien demasiado cobarde y egoísta; estaba demasiado podrido para hacerlo... pero sabía que debía. Debería decirle a Harry que lo suyo llegaba hasta allí, y que a pesar de que lo hacía feliz, no podía soportar volver a él y fingir ser alguien decente después de lo que había hecho. No podía fingir ser el hombre que Harry merecía que fuera, a pesar de que había creído que sí- la verdad es que no.

El Draco que fue durante ese mes, eso era.

Nada más.

Nunca fue nada más.

—Draco.

Su corazón se hizo un nudo, y Draco sintió una presión gigante en el pecho al oír la voz suave de Harry al dirigirse a él.

Nadie más decía su nombre de esa forma.

Como si valiera algo.

—Draco, por favor... ¿háblame? ¿Pasó algo? —Hubo una pausa de incertidumbre—. ¿Has hecho algo?

Trató de evitarlo, pero la risa salió desde sus labios de todas maneras. Draco aún no abría los ojos, dejando que las preguntas de Harry lo recorrieran. ¿Que si había hecho algo? Por supuesto. Un montón de cosas. Las peores.

Harry no debería estar preguntando eso. La inseguridad en su voz era palpable, y si estuviera con alguien bueno nunca tendría que preocuparse de que aquella persona cometiera acciones así de inhumanas. Nunca tendría que preocuparse de ser herido.

Pensé en matarte, Draco dijo para sus adentros al borde de otra risa histérica.

Pensé en tenerte cerca y matarte.

Pensé en hacerte sufrir.

—No me importa —Harry volvió a decir—. Lo que sea, no me importa. Nada es lo suficientemente horrible para hacerme no quererte más.

Aquellas palabras se sintieron como un hachazo en el costado.

Obviamente Harry diría algo como eso. Se lo había repetido muchas veces. Quizás Draco era otro de sus castigos, una forma de pagar sus culpas.

—Escucha, yo- —Draco dijo, tratando de mantener su voz tranquila—. ¿Puedes imaginarte las peores cosas que alguien haría a otro ser humano? Eso he hecho este último mes. Y si no lo he hecho, lo he mirado. Eso es lo que he hecho toda la vida.

—No me importa.

Lo peor de todo, es que sonaba sincero.

—Debería.

Quizás Harry no lo veía como un castigo, sino como un proyecto, como si pudiera salvar a Draco y reparar lo podrido en él. Eso tendría algo más de sentido. ¿No le había dicho que lo salvaría? Tal vez no se refería solo a la batalla. Tal vez Harry creía que alguna vez Draco dejaría de ser esa persona sin remordimientos. Tal vez pensaba que podía arreglar lo que estaba mal en él.

Lo oyó dar otro paso, y las hojas crujieron bajo sus pies. Draco sintió que se estaba ahogando, la presencia de Harry, la preocupación que dejaba mostrar, era asfixiante.

—Déjame tomar tu mano —murmuró él—. Déjame tomar tu mano, y te prometo que todo será más fácil desde allí.

No, pensó desesperado aunque ningún sonido salía de su boca.

Aléjate.

Por tu propio bien, aléjate de mí.

Draco escuchó el ruego en la voz de Harry, como si tanto tiempo separados estuviera pasándole la cuenta, y le doliera tenerlo lejos pero a la vez tan cerca. La súplica era palpable y le parecía extraña, porque Harry Potter no preguntaba ni pedía permiso, él solo hacía: actuaba, tomaba lo que quería y cómo quería. De todas maneras, nadie le negaba nada jamás. ¿Cómo podrían?

Sin embargo, con Draco siempre parecía lo contrario. Harry suplicaba que lo dejara entrar. Que le dijera sus motivos, sus miedos y sueños. Que Draco dejara que lo sostuviera aunque no estuviera destinado a durar.

Y al igual que el resto del mundo, ¿cómo Draco podría ser capaz de negarse?

No hizo nada cuando Harry volvió a dar otro paso cerca. Su aroma le inundó los pulmones y Draco se dejó caer un poco, sólo un poco, a medida que la familiar magia rodeaba su piel como si quisiera ayudarlo a sanar.

Si fuera un hombre decente, habría dado media vuelta y se hubiera perdido por el laberinto.

Si fuera un poco más fuerte, jamás habría iniciado nada.

Pero Draco no lo era. De hecho, era hasta patética su debilidad y cómo, a pesar de que racionalmente sabía que debía huir de allí, no podía. Sus pies no querían responderle, y en su mente se reproducía la mirada de sus víctimas. Gritando. Rogando que las matara. Su propia risa- fría y cruel.

Harry no merece esto.

Harry no lo merece.

No lo merece.

No merece-

Los pensamientos se acallaron de una vez y Draco miró hacia abajo.

Harry tenía razón.

Todo parecía más fácil así.

El agarre en su mano era poderoso. Los dedos encajaban con los suyos, y el zumbido bajo su piel desapareció un poco. Harry caminó hasta él, lento, y Draco reprimió las ganas de quitarse su propia piel por la avalancha de sensaciones. No había nada más grande en el mundo que Harry Potter. Nada existía más allá de sus manos entrelazadas.

—Vamos hacia dentro —susurró este, provocando que Draco abriera los ojos—. Estoy aquí. Contigo. Nunca me voy a ir.

Por unos segundos, no pudo respirar.

Draco no creía que Harry fuera capaz de decir cosas sin sentirlas de verdad, –aunque a veces se engañara a sí mismo– y su mirada se lo recordaba. Esto es en serio, gritaba. Estoy diciéndolo en serio. La visión de Harry le quitaba espacio en su propio corazón, llenando de calidez lugares que no debían ser llenados. Prometiendo cosas que no debía prometer.

Nunca me voy a ir.

Draco pensó en Pansy. En algún punto, cuando la Segunda Guerra estaba recién formándose y su padre acababa de ser encarcelado. Ella le había dicho lo mismo.

Nunca me voy a ir, Draco. Siempre me vas a tener contigo.

Aquello había sido una mentira. Pansy no estaba.

Y su otro yo creía que la Orden eran los responsables.

Draco usó ese enojo para torturar, usó su rabia contra Harry para torturar y disfrutar del dolor. ¿Quién era, si ahora estaba allí frente a él fingiendo que lo había extrañado con intensidad? Porque no lo hizo. Draco no lo hizo.

Por un mes entero, lo odió.

Lo odió con cada fibra de su ser.

—Nunca te dejaré.

Draco sintió su cuerpo retraerse ante las palabras, ante la mentira. Harry le dio un apretón a su mano para no dejar que fuera muy lejos, pero de todas formas, dolía. Dolía que Harry le dijera eso con tanta convicción, porque Draco no era capaz de alejarse. Él siempre lo había sabido. Era un camino de ida. Era imposible no querer a Harry Potter, aunque se tratara simplemente de querer una pequeña mirada o un aliento de su parte.

Y Draco, aparentemente, lo tenía todo.

Harry suspiró, tirando de él para que avanzara. Mientras lo arrastraba por el patio y los pasillos, Draco fue capaz de detallarlo. Sus anteojos estaban algo torcidos, su cabello era un desastre, la cicatriz de su rostro brillaba. Perfecto. Perfecto. Perfecto.

Su mirada preocupada era lo único que parecía no concordar con sus facciones.

Podía sentir los ojos de las personas encima debido a que no traía ninguna máscara. Draco no les prestó atención. Ni a eso, ni a la chica que paraba a Harry para preguntarle cómo estaba. Harry respondió escuetamente a Eveline, y Draco fingió no ver sus ojos jóvenes preocupados moverse en su dirección.

Era otra persona que debía alejar.

A pesar de que la mano de Harry era reconfortante, cuando llegaron al cuarto y se separaron lo suficiente, Draco seguía pensando que eso era un error. Mirar a Harry hacía que algo se apretara en su pecho, fuerte. Quería tenerlo cerca, y olvidar, por unos segundos, todo lo que había sucedido. Pretender que eran otras personas y que se habían conocido en un escenario menos horrible que ese.

Y aún así, se sentía incapaz de marcharse.

—Déjame... —Harry no terminó la frase, pero sí subió la mano hasta dejarla descansando en su barbilla.

Tuviste sangre allí más de una vez, sangre que salpicó de la gente a la que torturaste. Sangre de los que despellejaste vivos para que dijeran algún tipo de información.

—¿Puedo...? —Harry volvió a preguntar, a centímetros de su boca.

No.

Draco dejó salir un suspiro, cerrando los ojos. El cuerpo de Harry emanaba calor, su aliento sabía a menta. No sabía qué hacer. Debería irse. Debería dejarlo escapar del desastre que era-

Draco asintió.

Los labios de Harry empezaron a moverse sobre los suyos, de la manera más suave que Draco había sido besado por él hasta ahora. Era cálido, y lo oyó hacer un pequeño ruido de satisfacción, como si eso era lo que hubiese estado esperando toda su vida. Los besos de Harry se sentían como tomar agua en medio del desierto. Draco subió la mano para acariciar su cabello y Harry tomó el borde de su túnica, justo a un lado de su garganta.

—Dios, te extrañé —Harry murmuró contra sus labios, y Draco se sintió débil—. Te extrañé. Te extrañé. Te extrañé.

Su voz estaba rota mientras deshacía los botones de su túnica. Harry apoyó la cabeza en su hombro y enterró la cara en el cuello de Draco, besando allí gentilmente. Draco sabía que a Harry le gustaba ese sitio. Hacía que, por unos momentos, se sintiera capaz de protegerlo.

Las manos de Harry quitaron su túnica, y aunque Draco no se estaba relajando, sí podía, durante unos minutos, pensar en sí mismo como algo más real que la estatua que fue ese mes. No podía ser igual de frío con Harry. Era abrumador lo que le hacía sentir. Era abrumador sentir tanto por alguien.

A veces siento que lo único que me recuerda que tengo corazón, eres tú.

Los dedos de Harry se movían lento tratando de quitarle su camisa. Era extraño, saber que lo estaba tocando así, saber que Harry estaba siendo suave. Draco no recordaba la última vez que alguien fue suave con él sin hacerlo sentir como si tuviera cinco años, La camisa cayó. Harry comenzó a murmurar contra su piel cosas que Draco apenas podía entender. No podría vivir sin esto. No podría vivir sin ti.

Creyó responderle algo:

Sin ti, simplemente- dejaría de existir.

Draco apoyó la mandíbula en la parte alta de su cabeza, sintiendo las manos de Harry continuar desvistiéndolo. No era nada con segundas intenciones. Simplemente parecía... querer tenerlo cerca, fundirse en él y hacerle saber que estaba allí; que era real y que cuidaría de Draco.

Harry comenzó a trazar los dedos por su cuerpo, aprendiendo cada lugar y guardándolo en alguna parte de su cabeza. El estómago de Draco revoloteó al sentir la yema encima de su torso, delineando las palabras y lo que él mismo le hizo. Draco no tenía derecho a estremecerse. Ya había pasado. Se lo merecía, sabía que se lo merecía.

Entonces, Harry llegó a su brazo izquierdo, y sus dedos rozaron toda la extensión de este.

Fue imposible ignorar la manera en que Draco dio un paso atrás, tratando de alejarse. Nadie lo había tocado allí antes, no desde que Voldemort lo había marcado. Su madre solía apartar la mirada cada vez que lo veía con la camisa recogida, e incluso Theo u otros pretendían que esa parte de su cuerpo no existía. Los alejaba de la fantasía, suponía él. Les recordaba que Draco podría besarlos un día, pero llevarlos a su muerte al siguiente.

—Estoy aquí —Harry murmuró, dando otro paso más cerca. Draco sabía que lo estaba hiriendo—. He visto lo peor de ti, y te quiero con eso. No a pesar de eso. Sé quién eres, y eres más que esto.

Harry volvió a tomar su brazo, presionando las yemas encima de la Marca. Draco intentó apartarse una vez más, pero los ojos de Harry eran decididos. Pasó el pulgar por la serpiente; el calor de su piel traspasaba cada barrera.

—Eres más que esto. Y estás conmigo ahora.

Draco dejó escapar, (muy ridículamente), un sollozo, y bajó la cabeza.

No era así, no entendía por qué Harry no podía verlo. Todos lo veían. Todo el mundo sabía quién era Draco Malfoy y lo que había hecho. ¿Por qué Harry pretendía que podía ver más allá? Él era un Mortífago parte del Nobilium. Había servido a Voldemort. Lo hacía sin pensarlo dos veces.

Harry soltó una respiración temblorosa, tomándolo con cuidado y llevándolo hacia el baño. Draco recordaba haber hecho lo mismo por él, meses atrás. Parecía que Harry no tenía idea de qué hacer, pero no dijo nada para no hacerlo sentir mal.

Harry sacó su propia camiseta, y ayudó a Draco a deshacerse de sus pantalones. Todo era demasiado tranquilo, acallado por las paredes del baño y de la habitación. Parecía irreal. Un momento inventado por su imaginación en la que Draco vivía. Eso debía ser.

—Déjame cuidarte —Harry susurró.

Su pecho volvió a apretarse. No respondió. Se metieron bajo el agua en silencio. Draco se había bañado antes de ir allí, pero honestamente, nunca era demasiado. No importaba cuántas duchas se tomara al día, era imposible sentir que estaba lo suficientemente limpio.

Harry estaba repitiendo los mismos pasos que él esa noche de meses antes, luego de San Mungo. Draco tenía que admitir que, a pesar de que le dolía, volvía a llenar algún rincón de su corazón, porque eso significaba que Harry se había sentido protegido por él, en ese momento. Que le sirvió, por eso estaba tratando de replicarlo.

El agua tibia cayó encima de su cabeza, y Draco tomó el jabón de un lado, echándolo en cantidades exageradas encima de su piel. Talló con fuerza una y otra vez sus uñas, en medio de sus dedos, sus palmas, sus muñecas. Subió por el brazo, lavando de forma irrefrenable su Marca Tenebrosa, como si eso fuera a borrarla o a arreglar algo. Podía sentir a Harry detrás de él, mirándolo, pero al menos no estaba tratando de detenerlo. Draco quería deshacerse de la suciedad que los recuerdos le traían. Lavar la sangre.

Excepto que no podía, ¿no? Una cosa era lo que había hecho ese mes, ¿pero y el resto de los años?

¿Qué pasaba con Eric?

¿Acaso Draco se merecía dejar de sentir aquel nudo, cada vez que pensaba en él?

No. No lo merecía.

Si me prometes que de esa forma sacaras a tu madre de prisión.

Así mi muerte tendrá significado.

Draco dejó caer el jabón en el piso de la ducha, apoyando la frente en los azulejos del baño. ¿Qué estaba haciendo, siquiera? ¿Qué estaba haciendo con Harry?, ¿viviendo la vida de un impostor?, ¿pretendiendo que alguna vez podría hacerlo feliz o hacerse a sí mismo feliz, con todas las cosas que cargaba en su espalda?

El mal no se podía deshacer.

—Tenía trece años —murmuró. Harry se encontraba detrás, mirándolo como si no supiera qué hacer con toda esa situación.

Bueno, al menos no era el único.

—¿Disculpa?

Draco sabía que lo que iba a decir pondría más distancia entre ambos. Y de hecho, eso esperaba. Quizás de esa manera Harry estaría lo suficientemente horrorizado con él para alejarse.

—Eric. Mi Sacrificio —respondió; la voz salió demasiado tranquila para su gusto—. El niño que murió para que yo entrara al Nobilium.

Por un instante, nada pasó. El agua cayendo en el piso de la ducha era lo único que se escuchaba. De alguna manera se hacía más fácil hablar así: bajo el agua y sin la cara de Harry frente a él: abierta, vulnerable, donde Draco podría ver cómo, poco a poco, se llenaría de disgusto.

—Tenía trece años, ojos tan cálidos como el sol, y era más inteligente de lo que yo fui a su edad —prosiguió, evocando el recuerdo de Eric, que hacía que parte de sí mismo se desgarrara. Bien. Debía doler—. Me hablaba de mitología. De demonología y de ángeles. Cosas que no estoy seguro de que existan.

Excepto por mí.

Me han nombrado por un demonio.

Sintió a Harry chasquear los dedos, y poco a poco, la tina empezó a llenarse con el agua que caía. Draco no se giró, no hizo nada, simplemente miró hacia el frente, tratando de detallar cada pedazo de las memorias. Repasar todo lo que dolía.

Se lo merecía.

—Me ordenaron custodiarlo, mientras preparaban las cosas para el ritual. Yo debía matarlo —Draco prosiguió. Recordaba muy bien despertar en esa cama luego de haber defendido a esos niños—. Tenía diecinueve.

—Mierda. —La voz de Harry fue apenas un respiro. Draco la ignoró.

—Tom quería vengarse de mí. Verás, siempre he sido un cobarde, eso es quién soy. Siempre lo he sido y ya lo he aceptado. Acato lo que me dan. Obedezco. Miro, callo, y espero que no me toque a mí la peor parte. —Sin realmente quererlo, Draco se rio. Era amargo. No sabía que era capaz de dar una descripción tan acertada de sí mismo—. Y por una vez, saqué la voz.

¿Había sido un error? Draco miraba hacia atrás, y se preguntaba-

¿Qué hubiera pasado si se hubiese quedado quieto, pretendiendo disfrutar las torturas de los niños y sus inminentes muertes para que lo dejaran en paz? ¿Qué sería de él a día de hoy?

¿Habría hecho las cosas de una forma más digna?

¿Eric hubiese muerto de igual manera?

¿Habría terminado en el mismo sitio?

—Eran niños. El más grande debía tener diez. Los habían sacado de un orfanato, y los estaban torturando enfrente mío. Les pedí que se detuvieran.

—Draco-

Los brazos de Harry se envolvieron en su espalda, y eso estaba mal. Pronto llegaría al desenlace de la historia, y lo perdería, lo tenía claro.

Draco estaba tentado a detenerse allí, sólo para que Harry no dejara de afirmarlo como si fuera lo único que importaba.

—Lo gracioso es, que de haber estado en mi habitación, o en mi laboratorio, probablemente no habría hecho nada. Me habría convencido a mí mismo que eran personas comunes y corrientes. No habría bajado a checar, o a defenderlos, o buscar el bien mayor. —Estaba siendo crudamente honesto, ¿y seguramente Harry podía ver lo jodido que era eso, verdad? Tenía que verlo. ¿Podía darse cuenta de que tenía que alejarse de él lo más rápido posible?—. La diferencia era que estaban frente a mí, y que no podía mirar cómo devoraban y abusaban de ellos, y no hacer nada- eran niños.

Había pedido que pararan. Cuestionó a Voldemort, y fue testeado. Le pidieron que asesinara a esa niña que estaba siendo devorada viva. Tal vez Draco debió hacerlo.

Tal vez las cosas serían distintas.

—Y por eso me ordenaron matarla. A una niña.

Draco cerró los ojos. El pecho de Harry estaba totalmente pegado a su espalda, y el agarre, por unos momentos, se volvió más estrecho. Draco veía la cara de esa infante, sus ojos llenos de lágrimas y sus gritos de ayuda. La única razón por la que no tenía pesadillas con ella, era porque consumía la poción para no soñar la mayoría del tiempo.

Y la mayoría del tiempo, funcionaba.

—No pude —continuó con un hilo de voz—. No pude, nunca he podido. Así que Tom- Tom me metió dentro de su cuerpo con magia negra, y me obligó a ver y sentir lo que era ser devorado.

—Draco.

—Es algo que realmente no se puede describir, ¿sabes? —Draco lo ignoró—. De un segundo a otro todo es garras, y colmillos, y sangre, y dolor. La mayoría de mi vida me he sentido impotente, viendo y creyendo que lo que hago no tiene efecto en el mundo a mi alrededor. Pero en ese momento- en ese momento supe realmente qué es la impotencia, el estar indefenso sintiendo cómo la vida se escapa de tu cuerpo, como si estuviera hecho de hoyos. Me ahogué, y lloré, y ellos reían. Y por unos segundos, morí-

—Draco...

Draco no luchó cuando Harry dio un paso atrás, alejándolo de la pared, y cerró el grifo. Con cuidado, comenzó a ayudarlo a bajar, hasta que ambos estuvieron de cuclillas en la tina. Draco no notó que se había llenado, y Harry tampoco le avisó. Lo único que hizo fue acostarse y poner a Draco encima, aún sin ver su cara. Draco tenía la espalda apoyada en ese pecho, y el abrazo de Harry nunca había parado. Se encontraban ambos tendidos en la bañera, piel con piel, y lo único en lo que Draco podía pensar era:

¿Por qué sigues aquí?

¿Por qué no te vas?

Y,

¿Realmente no ves adónde va esto?

Pero Harry no parecía destinado a responder ninguna de esas cosas. Harry simplemente comenzó a acariciar la piel de su torso, sosteniéndolo. Sosteniéndolo como si al soltarlo, Draco sería nada más que ruinas.

—La Mansión Malfoy te impide echar a la fuerza o matar a sus herederos; a cualquier Malfoy de sangre, la verdad, así que él no podía deshacerse de mí —susurró. Su tono era demasiado alto para el silencio que los acechaba—. Pero el ritual podría hacerlo. Matarme, quiero decir. Si lo fallaba, la casa no podría tomar represalias, porque yo estaba accediendo a él. Al ritual para hacerme un Nobilium.

»Tom sabía que no tendría el valor para asesinar a Eric, y no se equivocaba, así que simplemente dejó que me torturara a mí mismo sabiendo que no lo iba a lograr. Me dejó a su cuidado, provocando que- asegurándose de que fallara si lo conocía-

Varias veces lo pensó. Tal vez Voldemort quería que Draco se encariñara con Eric, para que no fuera capaz de llevar a cabo la ceremonia. Ese fue su plan desde el inicio.

Tal vez Draco tuvo que dejar que triunfara.

—No contó con que Eric estaba dispuesto a sacrificarse a sí mismo.

Dolía demasiado pensar en él. Dolía cada palabra, cada memoria y respiración. Harry aún estaba ahí, a un lado de su oreja y Draco no entendía por qué carajos. ¿Acaso no lo veía? ¿No veía que Draco tuvo que haber hecho más?, ¿que tuvo que haber hecho lo posible para sacarlo de allí?

No. En cambio dejó que muriera, porque mejor él que Draco, ¿no?

Dejó que tomara la poción.

Para nada.

—¿Sabes qué me hizo prometerle antes de morir? —dijo, sintiendo su cuerpo temblar involuntariamente—. Me hizo prometerle que sacaría a mi madre de prisión, para hacer que su muerte valiera la pena.

Un ruido vino de la garganta de Harry, y por unos instantes, Draco sintió que se iba a quebrar bajo su abrazo.

—Draco... Draco, lo siento.

—¿Por qué?

—Draco...

Draco odiaba ese tono de voz.

Odiaba que dijera su nombre así, y la ira comenzó a crecer dentro de él, porque Harry hablaba como si sintiera lástima. Como si se sintiera herido por su historia. No tenía derecho, porque no era triste para él, Merlín, había sido triste para Eric. Había sido triste para esos niños. Draco se sentía jodidamente enfadado.

Excepto que era ese tipo de enfado que provocaba que temblara más fuerte, que su garganta se cerrara y que la presión le hiciera sentir que terminaría asfixiándolo.

—No- no es- no me hagas la víctima, porque no lo fui- —Draco dijo, tomando grandes bocanadas de aire entre cada palabra—. Sólo unos días antes de la ceremonia intenté ayudarlo a escapar. Antes de eso, tenía demasiado miedo, pensaba que al menos yo iba a vivir. Siempre tuve demasiado miedo. En eso se ha resumido mi vida. Me importaba más lo que me pasaría a mí que lo que le pasaría a él.

—Draco, tenías diecinueve.

—Era un adulto. —Draco sonaba desesperado. Y quizás lo estaba. No importaba, necesitaba que Harry entendiera y que no transformara las cosas para hacerlo sentir mejor. Draco siempre había sabido la clase de persona que era, no necesitaba que Harry torciera ese hecho para que le fuera más fácil quererlo—. No- no hagas esto algo que no es- yo lo elegí.Fue mi decisión.

Así como he decidido lo que hice este mes.

Esto es quién soy. Esto es quién soy. Esto es quién soy.

—¿Cuáles eran tus opciones? —Harry dijo, y su voz resonó en las paredes—. ¿Morir?

Algo helado lo cubrió, y Draco quiso levantarse, quiso alejarse de la calidez de sus palabras. Era demasiado.

Todo eso era demasiado.

—Déjame, mierda-

—Esto estaba más allá de tu control. —Harry lo ignoró, y Draco se dio cuenta de que no estaba apresándolo, él simplemente estaba demasiado débil para luchar—. No fue tu culpa.

—Cállate.

—No fue tu culpa, Draco.

—Yo lo maté, aunque él tomara la poción. Yo lo maté, ¿cómo no puedes verlo? —balbuceó. El nudo se hizo más grande—. Yo no fui capaz de- de hacer algo más. Y es lo que he hecho desde entonces. Conformarme- transformarme en- en- yo lo decidí-

Draco prácticamente rogaba que lo viera, que lo entendiera y que le diera la razón. Porque si era su culpa, dolía menos. Porque si eran sus decisiones, quería decir que tuvo control sobre las cosas que le sucedieron, y que hubieron opciones que él simplemente no tomó.

No importaba tanto terminar donde terminó, porque las cosas nunca habrían podido ser diferentes gracias a quien era, y a los caminos que eligió. Si las cosas eran distintas, si realmente Draco no tenía responsabilidad en la muerte de Eric... quería decir que nunca hubieron opciones. Significaba que nunca existieron.

Si las cosas no eran por su culpa...

Eso quería decir que Draco jamás estuvo destinado a ser mejor.

—Me merezco que me haya torturado. Me merezco lo que me ha hecho este mes. —Su respiración era agitada una vez más—. No te merezco a ti.

—No digas eso.

—No te merezco.

—Draco —Harry dijo, besando el borde de su cuello—. Soy yo el que no te merece a ti.

No podía creer lo que estaba diciendo. No podía creerlo. Harry Potter era un imbécil, y no sabía de qué carajos estaba hablando. Draco lo odió, odió cómo con un par de palabras, sus barreras cuidadosamente trabajadas se caían.

—Soy yo —repitió, volviendo a besarlo.

Todo se detuvo por un momento, y aunque era solo una metáfora, Draco sabía que en realidad todo se detenía cuando estaba cerca de Harry Potter. Cuando sus brazos cálidos le tiraban más cerca, y hacían a Draco tener la necesidad de acostarse en su pecho y fingir que era alguien mejor.

—La primera persona que torturé en la vida fue Cho Chang —soltó Draco como último recurso, esperando que Harry lo viera y lo odiara. Antes solía ser fácil—. Nuestra compañera. Quebré sus piernas. Nunca pudo volver a caminar y se suicidó. He quitado ojos. He cortado narices. He arrancado brazos. He quebrado huesos. He hecho- he hecho-

Draco apenas podía respirar. Los gritos de sus víctimas se repetían, transformando su cabeza en un martirio. Eso era todo de lo que estaba hecho.

De gritos.

De sangre.

De maldad.

Pero a Harry no le importó. Harry cambió las posiciones y de alguna forma logró que Draco pudiera darse vuelta y dejar que enterrara la cara en el borde de su cuello, como a Harry le gustaba hacer con él. Las manos del hombre fueron a su cabello, y una vez más odió lo familiar que le resultaba eso. Lo protegido que se sentía.

—No tienes por qué fingir conmigo —Harry murmuró a un lado de su oído—. No tienes por qué ocultarte conmigo.

Y eso era todo lo que Draco necesitaba para quebrarse.

Ni siquiera sabía que estaba reteniendo lágrimas, cuando estas empezaron a caer. No tenía idea por qué lloraba. Por Eric, quizás. Por su madre. Por su padre. Por Pansy. Porque sin importar qué hiciera, Draco siempre volvía a lo mismo. Hacía las cosas más horribles por los que amaba, y los terminaba perdiendo.

¿Eso le pasaría con Harry?

¿Terminaría perdiéndolo también?

—Ssh... Estoy aquí. No me voy a ir.

Draco aguantó los sollozos, pero era imposible que las putas lágrimas dejaran de salir. Estaba cansado de eso. Estaba jodidamente cansado de tener que romperse como si fuera lo más normal en el mundo. Le gustaría que parara. Necesitaba que parara.

Necesitaba salir de eso.

Necesitaba irse.

Irse lejos.

—Ven aquí.

Draco fue levantado del agua, y Harry, aún con delicadeza, lo sacó de la tina y lo secó con hechizos no verbales. Después de abrazarlo, y dejar que Draco volviera a enterrar la cabeza en el hueco de su cuello, Harry lo dirigió en esa misma posición a la cama, parando en el borde para que Draco se recompusiera. Lo suficiente al menos, para que pudieran tenderse.

—No puedo quedarme —dijo él, hipando.

—Lo sé —Harry murmuró exhausto—. Solo necesito unos minutos. Con unos minutos bastará.

Draco se sentía como la mierda. No debería ser así. Probablemente Harry estaba esperando un reencuentro con corazones, grandes gestos y besos. Con folladas y gemidos. No querría estar cuidando de un hombre que no era lo suficientemente valiente para afrontar las cosas que había hecho sin llorar.

—Vamos a salir de esto. Vas a salir de esa mansión —Harry murmuró—. Las cosas van a estar bien una vez que todo se acabe.

—No entiendo por qué estás haciendo esto.

Harry se separó, no lo suficiente para que ya no se abrazaran, pero sí para que pudiera mirarlo a los ojos. Joder. Esto era un error. Mirar a sus ojos y ver allí todo lo que no podía decir en palabras, hacía que Draco pudiera creer en lo que decía.

—Porque me preocupo por ti.

Draco cerró los ojos.

—A veces desearía que no lo hicieras.

Harry no respondió, aunque lo miró como si estuviera diciendo una idiotez. Sin embargo, era verdad: Draco no quería que se preocupara de esa forma por él. Draco quería que cuando todo acabara, Harry pudiera huir lo más lejos posible, que se enamorara de un total desconocido y tuviera una vida feliz en una casa en la montaña o en el mar, y que pudiera formar una familia. Que pudiera dejar la guerra y el dolor atrás.

Que cuando mirara a esa persona, no viera un cuerpo lleno de sangre.

—Lo siento.

Harry sólo besó su mejilla, guiándolo hacia el colchón.

Draco cayó en él, tapándose casi al instante con las capas de frazadas. Harry se quedó a su lado, afirmando sus caderas y manteniéndolo cerca. Harry realmente no le mintió: todo parecía más fácil a esa distancia. El mundo parecía más pequeño. Ese momento más grande.

Draco se acostó de lado para poder verlo y grabar en su memoria la forma en la que el cabello negro de Harry le caía encima de la frente, o cómo sus ojos estaban bañados en pestañas gruesas y negras. Draco tenía la esperanza de que quizás, si lo memorizaba lo suficiente, cuando le quitaran los recuerdos ya no lo odiaría tanto.

—No quiero olvidarte... —murmuró, poniéndose un poco más cerca.

—Yo tampoco quiero que me olvides.

Draco suspiró y Harry, cautelosamente, llevó una mano hasta su mejilla tocando la cicatriz de su rostro y trazando la larga línea que le cruzaba las mejillas. Draco suponía que esa era su forma de preguntar...

—Fue Greyback —respondió—. Esa misma noche, abrió mi cara de lado a lado.

Harry se tensó, pero no dijo nada. Sus ojos eran asesinos, demostrando que en su cabeza estaba planeando las mil y una formas de matar a Greyback dolorosamente. Mas no dijo nada y Draco estaba agradecido.

—Te extrañé —decidió murmurar Harry al cabo de un rato, haciendo que una vez más Draco se quedara sin aliento—. Te extrañé al punto que no podía respirar normalmente. Me di cuenta cuando te vi.

Y Draco no podía decir que le había pasado lo mismo.

No había nada que extrañar.

Durante un mes, Harry no había existido en su cabeza. No de la forma en que existía ahora y lo recordaba.

No de la forma en que recordaba su risa.

Harry pausó a unos centímetros de sus labios, casi como si preguntara, y Draco fue el que decidió cerrar el espacio entre ellos. Nada más quería apegarse a él. Fundirse en él y dejar de existir por sí solo. El sabor de la boca de Harry era familiar, su lengua, la manera en la que movía los labios. Draco apenas lo contaba como un beso en absoluto; parecía otra manera de comunicarse.

Estoy aquí.

Quiero estar aquí.

No me iré a ningún lado.

Harry succionó su labio inferior, y su cuerpo dejó que el calor que emanaba pudiera entrar, que lo llenara y lo sobrepasara gracias al fuego que Harry representaba en su vida.

—A veces pienso que te he imaginado... —Draco susurró sobre sus labios.

—Estoy justo aquí.

Y fue en el confort de su abrazo, de sus palabras, de la manera en la que lo sostenía cerca, que Draco por fin se relajó.

Se quedó dormido junto a su cuerpo.

•••

Antes de que Draco volviera a la base, Harry pasó varios días en ayunas. Ni siquiera era porque no quería comer, sino porque no podía: la comida no atravesaba su garganta. Los Dursley solían dejarlo sin alimento todo el tiempo: "No comerás si no arreglas el jardín". "No habrá comida hasta que hagas el desayuno para todos". Quizás Harry sentía que una vez que hiciera todo lo que estuviera destinado a hacer (acabar la guerra, en principio), volvería a comer normalmente.

Hermione, por su lado, no lo evitaba, pero no hablaban más de lo que era estrictamente necesario: al igual que dos conocidos cordiales que no sabían cómo conversar con el otro. "Dale tiempo", Ron siempre le decía cada vez que Harry se sentía un poco más roto. "Se le pasará, dale tiempo".

El problema era que no tenían tiempo.

Harry pasó aquellos días sintiendo que estaba corriendo contrarreloj, como si en cualquier momento una olla fuera a destaparse y él y todos no lo verían venir. Que Hermione ni siquiera pudiera mantenerle la mirada sólo le hacía pensar- ¿qué pasará mañana, si no vuelve? ¿Lo último que tendré de ella será ese gesto de decepción cada vez que me ve? ¿Sus palabras vacías y formales?

Marzo pasó volando. Gracias a algún santo, él y Adrian sólo se habían topado una vez, y el hombre había corrido de Harry apenas lo divisó. Al parecer, pasaba la mayor tiempo encerrado. Bien. Que se jodiera.

Se levantaron más Resistencias en toda Europa, en los lugares que Voldemort había expandido su reinado durante esos años. Se sabía en el resto del continente la guerra que se estaba peleando en el Reino Unido, al menos de forma parcial. Y aunque solamente un poco de la información era filtrada, desde afuera parecía que Voldemort ya no tenía tan asegurada la victoria, sobre todo gracias a que luego de que el Ministerio cayera, la única forma oficial de Voldemort de informar cosas era a través de El Profeta. La Orden le había quitado bastante. Debía estar furioso.

Ahora que había visto el estado en el que Draco había llegado, sabía que sus sospechas eran acertadas. No importó cuánto imploró a la nada estar equivocado. No importó cuánto Harry rogó por él.

Por favor.

Que no lo dañen.

Que no llegue como una sombra de lo que fue.

Que no tenga que juntar sus pedazos.

Por favor.

Que no muera.

Ahora sabía que sólo una de esas plegarias fue escuchada.

La única información que tuvo de lo que estaba pasando ahí fuera vino de parte de Astoria a finales de marzo. Tom se encargó de visitar a todos los sangre pura para anunciar las "medidas" que se seguirían. Los Mortífagos y Purificadores seguían patrullando las calles, (aunque era obvio que la gente tenía más libertad); y sin el Ministerio donde juzgar y controlar, se les estaba haciendo difícil tener el poder sobre el Reino Unido.

Harry aceptó la información sin comentar demasiado y esperó que Astoria soltara el resto. Había estado en los calabozos con Lucius Malfoy y era muy notorio que tenía algo que decir.

—En otras noticias —comentó finalmente—, creo que puedo liberar los recuerdos de Lucius. Creo que puedo liberarlo a él, de hecho. De la Imperius.

—¿Eso significa que podremos... enterarnos de todo? —dijo Harry, intentando no pensar en las consecuencias que eso traería.

—Si Lucius sabe lo suficiente, sí.

Harry se sentía algo culpable por el alivio que lo invadió. Si estaban en lo correcto, si Voldemort no se molestó en borrar la memoria de Lucius... entonces se encontraban cerca de resolver el enigma. Estaban cerca de entender qué carajos tenía que ver Narcissa y aquel supuesto objeto con la desaparición de Nagini.

—¿Esto lo matará? —preguntó.

—Será un gran shock para Lucius, puede que su mente se fragmente aún más —Astoria respondió, mordiendo el interior de su mejilla mientras pensaba—. Puede que Draco no lo recupere, es lo más probable, pero no, no morirá.

Harry dejó salir el aire atrapado en sus pulmones.

—Se lo diré a Draco —dijo, odiando ser una vez más el portador de esas horribles noticias.

—Ya lo sabe, y no hay mucha opción, ¿no? —Astoria sonaba como si estuviera tratando de creerlo ella misma—. Podremos intentar que hable con su padre una vez más, pero fuera de eso... Hay que informarle, sí, pero no lo confundas con pedirle permiso, Harry. Draco ya sabe las consecuencias. ¿Quieres acabar con esta guerra? No flaquees ahora.

Harry puso las manos bajo sus lentes y apretó los ojos. Fue como un alivio- saber que aún era capaz de sentir algo además del dolor en su pecho.

—Está bien.

—La próxima vez que venga también intentaré ver de nuevo los recuerdos de los demás prisioneros, y Kreacher, para ver si calzan con lo que sea que haya en la mente de Lucius.

—Bien. ¿Y cuándo intentarás romper el Imperius?

—Cuando tanto Draco como yo podamos venir. Para mí no es tan difícil. Esperemos a que a él no se le dificulte tanto regresar a ti.

Harry lo quería lo antes posible.

Pero no así.

Nunca así.

Harry miró dormir a Draco, sin ser completamente capaz de deshacerse de la presión en su pecho. No sabía qué había estado esperando cuando Theo le avisó que Draco iría. Era obvio que no había sido extrañado como Harry lo extrañó a él, Draco era incapaz, pero... ¿este daño? ¿Esta nube negra que siempre parecía estar encima de sus cabezas?

¿Acaso alguna vez se iba ir?

No es que le molestara, Harry podía lidiar con lo roto. Harry podía ayudarlo, o al menos estar a su lado cuando sentía que el peso lo estaba aplastando. Era la impotencia lo que hacía su sangre hervir y querer mandar a la mierda la guerra. El ver cómo alguien que le importaba estaba sufriendo y no poder absolutamente nada.

Harry siguió con la mirada una vez más la cicatriz que le cruzaba el rostro. Nunca había pensado demasiado en ella, en cómo Draco la había obtenido, aunque siempre supuso que no se trataba de una memoria agradable. Harry se sentía de ánimo para planear el asesinato de Greyback como el más sangriento que se hubiera visto en la historia, y disfrutar de cada maldito segundo. El sólo pensamiento de Draco volviendo a ese lugar, donde Greyback estaba, hacía que Harry quisiera quitarse el cabello de la rabia. Había visto a Draco frotarse la piel. Sabía lo que aquello provocaba en él. Harry se sentía enfermo de no poder detener el dolor y la culpa.

Draco no debería pasar por eso. ¿Iba a regresar a esa mansión, sabiendo que allí estaban sus peores memorias? ¿Acaso miraba los pasillos, y veía a esos niños? ¿Veía a Eric? Harry sabía que esa historia era más profunda de lo que Draco había aparentado, pero no sabía qué tan horrible era. Se le revolvían las entrañas al imaginar a un Draco de diecinueve años completamente solo en el mundo, con su padre bajo la Imperius y su madre encarcelada y siendo utilizado para la diversión de los Mortífagos.

Dolía.

Ver cómo Draco caía cada vez más en el abismo de la decadencia, dolía demasiado.

Y aún así, mientras Harry miraba obsesivamente su cara, podía considerar que aquel... era el momento más feliz en un largo, largo tiempo.

Sólo estar allí, con la luz de afuera haciéndose cada vez más tenue y su aliento chocando contra el de Draco. Se veía más joven cuando dormía. Sus facciones se suavizaban y no parecía alguien tan estoico y distante. Sus pestañas revoloteaban de vez en cuando, al mismo tiempo que se movía y murmuraba en sueños. En cualquier otra persona habría resultado irritante, pero Harry simplemente pensaba... que eso era lo que quería ver al despertar por el resto de su jodida vida.

Draco no lucía como nadie que Harry hubiera conocido antes. No tenía curvas suaves, o rasgos delicados. Draco era todo bordes angulosos y duros; facciones singulares y únicas que no eran necesariamente atractivas. La cicatriz de su rostro cubría más de la mitad de su cara y resaltaba de una manera un poco grotesca. Su cuerpo era alto y delgado, y estaba cubierto de heridas también. Draco era completamente diferente a cualquier persona a la que Harry hubiese pensado sentirse atraído alguna vez, a cualquier persona que hubiese pensado ver. Ver de verdad, más allá de lo superficial.

Y Harry estaba desesperadamente enamorado de él.

Estaba desesperadamente enamorado de las líneas ásperas de su persona. Desesperadamente enamorado de su cara, y de su sonrisa, o la forma en la que sus ojos brillaban en medio de la oscuridad. Harry estaba enamorado de sus manos- por más estúpido que pudiera sonar. Amaba cómo los anillos encajaban allí, la forma en que movía sus dedos con elegancia al tomar una varita y la manera en que lo tocaban, cómo acariciaban su piel y sus cicatrices con la yema de los dedos como si fueran algo precioso. Harry estaba enamorado de su voz, baja y resonante. De las cosas horribles que decía cuando creía que no le prestaba atención: Mi vida es tuya. Volveré a ti. Sin ti, no podría seguir, simplemente- dejaría de existir. Esas cosas horribles que le astillaban el corazón, porque Draco Malfoy lo había desgarrado para poder entrar. Y Harry estaba completamente enamorado de ese hecho también.

A pesar de que no quería estarlo. Nunca quiso estarlo.

La guerra tenía formas extrañas de destruir a las personas.

Era un poco irónico, considerando lo asquerosamente moral que fue de joven, que ahora le diera igual pensar en Draco y su falta de remordimientos, o de su apodo proveniente de un demonio. Harry estaba enamorado de él. Del torturador. Del hombre que no sentía piedad. Y también de la parte suya que la tenía, como había demostrado recién.

Draco no era bueno. No era malo. Era ambos al mismo tiempo. Había hecho cosas horribles y a Harry no le importaba.

Lo único que pedía- era no perderlo.

Nunca había sido un hombre religioso. Ni su tía Petunia ni nadie le habían inculcado creer en ningún Dios. Pero si existía... Harry estaba dispuesto a rezar todos los Padrenuestros y Avemarías necesarios para que le permitieran que Draco viviera. Para que no se lo arrebataran de su lado.

Sin importar el costo.

No sabía en qué lo convertía eso. No sabía qué significaba querer que alguien que torturó a cientos y cientos de personas fuera salvado, pero le daba igual.

Él mismo no era mejor.

Cuando Draco despertó, minutos después, era obvio que se había calmado. Aún había rastros de lágrimas en sus mejillas, pero la tensión abandonó su cara, su cuerpo. Al menos mientras estaba ajustándose a la luz, parpadeando múltiples veces.

—Amo verte dormir —Harry murmuró, haciendo que Draco enfocara los ojos en él y le dedicara una sonrisa somnolienta. Por algún motivo, su corazón se apretó.

Amo verte dormir.

Era un inicio.

Era cercano a la realidad.

—Qué turbio acaba de sonar eso —Draco respondió con voz ronca por la siesta. Harry sonrió también.

—Soy un bastardo retorcido, ya ves.

Draco atrapó su sonrisa con los labios, haciendo que Harry por fin pudiera dejarse caer en su tacto. Estaba mejor, eso era lo importante. Lo besaba con ganas, como si lo extrañara, y eso era lo verdaderamente importante.

¿Cuánto tiempo te costará poner sus pedazos juntos de nuevo, la próxima vez que lo veas?

Draco continuó besándolo, y Harry giró para ponerse encima, queriendo más. Buscando que por unos segundos, nada los separara. No en ese instante, cuando dentro de un rato debía marcharse y podría perderlo sin que lo supiera.

—Auch —dijo Draco, cuando Harry sin querer enterró de más su nariz—. No creo que Snape hubiera tenido tan poco tacto.

Le tomó un segundo reírse.

—Qué manera de bajarla, Draco.

—¿Disculpa?, ¿esto hizo que se te parara?

—Oh, a veces solo de pensar en ti se me pone dura. —Harry sonrió, frotando sus narices para hacerle cosquillas—. ¿Eso querías escuchar?

Los ojos de Draco estaban levemente desenfocados y a pesar de que sus pupilas se hicieron más grandes al oírlo, no parecía dar signos de querer que aquello fuera más allá, así que Harry se contentó con besarlo el tiempo que pudiera.

—¿A veces piensas en eso? —preguntó Draco de pronto, luego de que Harry se separara buscando aire.

—¿Ah?

—En Snape, quiero decir.

Harry sí se alejó bastante ahora, frunciendo el ceño.

—¿Por qué carajos pensaría en Snape cuando te estoy besando? —Y para probar su punto, se estremeció. Draco rodó los ojos.

—No me refiero a eso... sino... ¿alguna vez piensas en Snape?, ¿en absoluto? Porque yo sí. Aunque no sé si es por lo que me enseñó... no lo sé. Theo no piensa en él, te lo aseguro.

Harry se quedó en su lugar por unos segundos, antes de caer a un lado de Draco de espaldas y mirar el techo. ¿Pensaba en Snape? No, no demasiado, la verdad. Había sido importante para la batalla, pero así como le guardaba cierto resentimiento a Dumbledore, le era imposible no guardárselo a Snape también.

Cuando Harry se giró a Draco, quien aún esperaba una respuesta, recordó un pequeño detalle.

—¿Sabías que él siempre estuvo de nuestra parte? —confesó. Draco parpadeó un par de veces.

—¿Oh...?

—Sí, siempre. Cuando Nagini lo mató, me dio un vial con sus recuerdos. Allí descubrí que desde la primera guerra estuvo jugando para los dos bandos.

Draco se quedó en silencio ante sus declaraciones, y pareció perderse en su cabeza. Harry esperaba que no le afectara tanto pensar demasiado en Snape, y en como allí había una opción para él de la que no estaba enterado, pero no podía arriesgarse así que se apresuró a hablar.

—Estaba enamorado de mi mamá —soltó directamente—. Por eso lo hizo. Cometió el error de contarle la profecía a Tom-

—¿Cuál es la profecía? ¿Me lo recuerdas?

A Harry no le gustaba donde iba eso, pero decidió contestar de todas formas, haciendo memoria.

—"Uno de los dos deberá morir a manos del otro, pues ninguno de los dos podrá vivir mientras siga el otro con vida".

Vio cómo Draco cerraba los ojos.

Y Harry sabía que aquella era otra carga que agregar a su lista.

—Así que por eso estás tan empecinado en matarlo...

Harry sacudió la cabeza, sin querer ahondar en ese tema. No podía, no en ese momento. Ya había muerto en las manos de Voldemort, y si moría de nuevo, estaba dispuesto a aceptarlo, pero haría lo posible para matarlo antes de que eso sucediera. Harry ya había aceptado su destino.

Un destino que fue obligado a seguir.

No, verdaderamente no quería hablar de eso.

Draco pareció entenderlo también, así que lo dejó continuar, aunque había algo en sus ojos que le decía que aquello le afectó más de lo necesario.

—Snape escuchó la profecía y la contó a su Señor. En resumidas cuentas, cuando Severus se enteró de que podría corresponder a mí, le pidió ayuda a Dumbledore para proteger a mi mamá. Falló. Pasó toda su vida enmendando su error y protegiéndome, o al menos eso él creía. Trabajó de espía para que pudiéramos vencer en la Batalla.

Y no lo hicimos, Harry pensó amargamente. ¿De qué servía, saber todo eso de Snape, si al final del día no les sirvió para nada?

—Es raro imaginar a Snape así —murmuró Draco en respuesta—. Sintiendo amor.

Harry bufó.

Ahora imagina enterarte que lo siente por tu mamá, y que te odia porque eres igual a tu papá, quien aparentemente le "robó" al amor de su vida. Bicho raro.

—Hermione dice que era arrepentimiento —terminó contestando. Aquel tema no le era muy agradable—. Por dar por sentado ese amor.

—¿Qué quieres decir?

—Por pensar que era suficiente amar a alguien para mantenerlo a salvo, cuando Snape era quien era, y estaba metido en ese bando; ya los había elegido a ellos.

Harry pudo observar el momento exacto en el que Draco empalideció. Trató de fingir que no había sucedido.

—Me caía bien Snape... —Draco murmuró. Su voz se tambaleó al final, aunque Harry dudaba que fuera por las memorias del hombre—. Él me enseñó todo lo que sé.

Bueno, por eso sí podía agradecerle completamente a Snape.

Se quedaron callados una vez más, y Harry sintió a Draco ponerse más cerca, acurrucándose contra su costado. Sin pensarlo, Harry envolvió el brazo en la espalda del rubio y lo dejó reposando allí encima de su pecho, repartiendo caricias sobre su dañada piel.

—No quiero que eso me pase —Draco dijo después de unos minutos, tan bajo, que Harry creyó haberlo imaginado.

—¿Qué?

—Darte por sentado. —Draco tragó saliva—. Creer que nada te pasará, sólo porque me prometiste que no lo haría.

Así que no se había imaginado su palidez, entonces.

—Yo cumplo mis promesas.

—Las promesas están para romperse.

—Bueno, espero que cumplas las tuyas, porque yo pienso cumplir las mías.

Draco soltó una risa. Sonó ahogada. Como si ahogara un sollozo.

Harry miró hacia abajo, sólo para encontrar que lo miraba de vuelta. Barbilla apoyada en su pecho, ojos grises y claros y honestos. La visión hacía que Harry no quisiera dejarlo ir. Conocía esa mirada más de lo que se conocía a sí mismo; lo había hecho por un largo tiempo. Desde que no eran más que niños.

Te amo.

—¿Recuerdas cuando en primer año dijiste que te baterías a duelo conmigo para luego delatarme? —decidió decir de repente—. Traidor de mierda.

Draco frunció el ceño sin entender.

—¿No?

—¡Me retaste a un duelo, y luego me echaste a Filch encima con su estúpida gata!

Ambos ignoraron el hecho de que Filch fue colgado en Hogwarts, y que los alumnos miraron su cuerpo pudrirse.

—¿Cómo siquiera recuerdas eso?

—Tengo una buena memoria cuando se trata de ti.

—¿De verdad? —Draco dijo con voz seria—. ¿Recuerdas todo lo que vivimos y lo escribes en tu diario con tinta rosada?

—Básicamente, sí.

Parecía una vida atrás, de lo que hablaban. Duelos en los pasillos de Hogwarts, retos, burlas, cosas que hacían porque al parecer no podían soportar no hacerle la vida imposible al otro. A Harry le costaba pensar que esa fue una de sus mayores preocupaciones, en algún punto. Que ese niño que disparaba maldiciones a Draco porque este era un idiota, había sido él.

—Yo también recuerdo —Draco dijo, calmadamente—. La mayoría.

Una imagen de Astoria llegó a su cabeza, cuando le dijo que Draco recordaba con precisión el momento en el que había rechazado su mano. Harry, por su lado, se acordaba con demasiada claridad de cada año, de las cosas que Draco hacía. Cómo siempre estuvo presente aunque lo consideraba un estorbo.

Siempre estuvo ahí.

Siempre.

—¿No te gustaría...?

Harry miró hacia abajo. Draco lo estaba mirando fijamente de nuevo. Sus ojos se veían tristes y cansados.

—¿Qué? —susurró Harry como si compartieran un secreto.

—¿Volver?

Sintió una punzada justo debajo de las costillas ante la pregunta.

No había pensado en eso antes.

—¿No te gustaría volver al día que nos conocimos? —Draco continuó—, y gritarnos en la cara que lo mejor es huir lejos de todo este desastre.

Harry estaba parado en esa tienda de túnicas de pronto, mirando a un muchacho altanero probarse distintos atuendos sin parar de parlotear acerca de Hogwarts y Slytherin y cosas que Harry no conocía. Ambos se veían tan jóvenes en su memoria, sin ser conscientes de lo que tendrían que lidiar, de lo que tendrían que pasar no muchos años después.

¿Le gustaría volver al día en que le dijeron que era un mago? ¿Volver al momento en que conoció a Ron y a Hermione? ¿A la noche en que llegaron a Hogwarts?

¿Qué haría entonces?

¿Sería más feliz?

Se imaginaba a sí mismo tratando de convencer al Harry de 11 años que conocería un mundo nuevo y emocionante; que conocería la amistad, el amor, y lo que era tener una familia, pero... que por favor no se dejara engañar. Que no subestimara al enemigo que dormía en las sombras. Harry ayudaría a ese niño a vencer, para que pudiera tener la infancia que él nunca tuvo.

—Sí —respondió Harry con voz rasposa—. A veces, sí.

Se quedaron de esa forma un rato. Draco tendido encima suyo y Harry mirándolo directamente. Ambos estaban perdidos en sus propios pensamientos.

Era peligroso, pensar en los "qué hubiera pasado sí". Era mejor ver hacia el futuro. Pensar en él.

Imaginar que podrían tener uno.

—Deberíamos irnos —farfulló Harry. No podía soportar más el silencio—. Lejos. Tú y yo.

Draco pareció despertar de su ensimismamiento y se enfocó en él, levantando una ceja divertida. Harry adoraba cuando hacía eso.

—¿Sí?

—Sí, al mundo muggle, cerca de una playa donde podamos ver el mar.

No mencionó lo que había dicho meses antes, que Draco era demasiado mágico para hacer eso.

Él estaba dispuesto a seguirle la corriente.

—¿Cómo te harás una estrella de Quidditch entonces?

—Tendré una doble vida —Harry aseguró, acercando sus narices.

—Mmm...

Los labios de Draco estaban sobre los suyos de nuevo, y Harry sentía que podría hacerlo parte de su vida, como lo era parpadear o respirar. Necesario. Draco aprendía poco a poco cómo moverse encima suyo, cómo hacer que una succión lo redujera a ruidos incoherentes, o que la velocidad de su tacto provocara que Harry se agitara bajo sus manos.

Harry adoraba eso también.

—Draco. —Unos golpes se escucharon en la puerta, provocando que se separaran de un salto. Era Theo—. Debemos irnos.

La burbuja se reventó.

De verdad, cuánto odiaba las putas interrupciones.

Harry ya podía sentir cómo Draco se alejaba de él, aunque los separaban apenas a unos cuantos centímetros. Tenía que deshacerse de sus memorias. Draco iba a olvidarlo una vez más. Harry se decía a sí mismo que podía soportarlo, pero estaba seguro de que la próxima vez que lo viera tendría que volver a juntarlo pieza por pieza. Mirar a Draco estar herido, sangrar frente a sus ojos, sin ser capaz de hacer nada.

—Lo siento —murmuró él, y Harry negó.

Todavía está aquí.

Todavía es mío.

—Estaré aquí cuando regreses —Harry decidió contestar, ignorando el nudo de su cuello—. Siempre estaré aquí.

—Bien, porque planeo volver.

Draco lo besó una vez más antes de levantarse y comenzar a vestirse. Harry lo miró. Miró la piel blanca ser cubierta con capas oscuras. Harry no entendía por qué él tenía el privilegio de presenciarla sin nada encima. Lleno de cicatrices o no, Draco estaba esculpido de la forma más preciosa. Harry sentía que su cuerpo vibraba contra el suyo; que encajaba.

En medio de su desorden mental, al ver a Draco colocando el broche del Nobilium justo en el lugar que correspondía, Harry recordó lo último que habló con Astoria.

Harry recordó que él tenía que ser el portador de malas noticias.

Provocarle más daño.

—Astoria dice que podrá sacar a tu padre de la Imperius —decidió soltar: rápido y sin anestesia, como ambos preferían oír las cosas que dolían—. Dice que quizás puedes hablar con él una última vez.

Para otra persona habría sido imperceptible la forma en la que la respiración de Draco cambió y su cuerpo se tensó, entendiendo la implicación detrás de esa frase. Harry deseó no haber dicho nada.

Quizás puedes hablar con él una última vez.

Una última vez.

—Está bien.

—Estaré contigo todo el tiempo —Harry se apresuró en asegurar, esperando que aquello fuera consuelo, aunque la expresión de Draco era de acero de nuevo. Nada lograba traspasar esas paredes.

Se miraron el uno al otro. Draco ya vestido, y Harry aún cubierto nada más que por las sábanas. Sus manos estaban hechas puños a los lados, y Harry sabía que lo estaba esperando. Que estaba esperando que una vez más se deshiciera de sus memorias y que se estaba preparando mentalmente para volver a cometer esos actos horribles.

Por más bonitas que hubieran sido esas horas, el mundo real estaba esperando detrás de esa puerta.

Draco continuó mirándolo cuando Harry decidió levantarse al fin y vestirse él mismo. Se puso las gafas preguntándose si quizás Draco estaba intentando grabar sus detalles. Si podría pelear contra el hechizo.

Harry captó un vistazo de él, estoico y con las manos atrás, y sólo- sólo quería pedirle que volviera a la cama, donde todo había sido diferente y nada existía más allá de los besos calientes y las miradas cautelosas. Pero no lo hizo. Harry avanzó hasta Draco y bajó la mirada hasta sus manos, tomándolas, detallando su piel, y sus anillos, y la forma de sus dedos.

Las amo.

Te amo.

—Draco —Harry dijo, viéndolo a la cara una vez más—. Draco, no mueras. Por favor.

Era un ruego.

Harry estaba rogando.

Si pudiera, se arrodillaría. Rezaría. Haría lo que fuera necesario.

Draco dejó caer un poco sus hombros, dejando un beso encima de su cicatriz de rayo, y esperó. Harry podía sentir el estúpido nudo de su garganta.

—Mi vida es tuya.