Otra vez, agradezco la reviews, y no me molestará ver otras nuevas.

DISCLAIMER

Todo lo que reconozcan fue creado y pertenece por y a JK Rowling.

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Sangre de Dragón

byLianis

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Capítulo IV: Dragon Atack

Hermione no se consideraba a sí misma una persona cobarde. Jamás le había tenido miedo a la oscuridad o a las tormentas, nunca había temido a los monstruos o criaturas horrorosas que los adultos inventan para mantener a raya a los niños, jamás había tenido reparos a la hora de ver una película de terror, y ciertamente no gritaba como una histérica cuando veía un ratón o una cucaracha. No. No era cobarde, y a sus padres, por más que supieran que debían agradecer el tener una hija tan madura, les entristecía el recordar que no había habido una noche en la niñez de Hermione en la que les hubiera pedido de dormir con ellos, o al menos de dejar prendida su lámpara de noche (la cual, con sus motivos de ositos y florcitas, vio su fin cuando la chica cumplió seis años y la etiquetó de 'extremadamente infantil').

Así era. Y sabía que tampoco estaría mal calificarse de valiente, porque lo era, de hecho, una personificación a la valentía Gryffindor.

Y, sin embargo, estaba aterrada.

Se había enfrentado en el pasado con mortífagos, todos adultos, experimentados, y con varios asesinatos y otras cosas igual de atroces en su haber. Los había enfrentado de a grupos, en territorios desconocidos, sin más protección que su frío ingenio y su varita mágica, sin el resguardo de gente competente. Y allí, por más que hubiera tenido miedo, había sido valiente.

Entonces, no era lógico, no podía ser real que estuviera tan aterrada. Porque esa era la única palabra para designar lo que sentía desde la noche en que descubrió que Draco tenía la Marca Tenebrosa, en la biblioteca. La idea de convivir con un retoño de mortífago era alarmante.

Pensándolo claramente, era presumible que Draco se convirtiera en mortífago alguna vez. Pero, por más que Hermione no se detuviera a pensarlo, siempre había creído que ese 'alguna vez' tardaría en llegar y que, si tenían suerte, quizá no llegara nunca. Desde que lo conocía, lo había considerado un insoportable, pedante y engreído cretino, aunque jamás lo había tomado como una cabal amenaza. Mas ya no tenía dudas de la verdad: Draco Malfoy era un mortífago. Y le temía.

No había estado sola con él desde aquella noche, y esto no era atribuible a la suerte, sino a sus propias precauciones por evadirlo. Porque sabía que él no pretendía que nadie descubriera su secreto, y Hermione no creía que fuera simplemente a dejarla ser, corriendo el riesgo de que hablara. Pero ella no había hablado. Y no podía determinar el por qué.

Por un lado, no quería decirles a Harry y a Ron, ya que sabía que su reacción no sería muy conveniente, en muchos conceptos. Harry probablemente quisiera arreglar las cosas él mismo, llevando su enemistad a un nivel mucho mayor y, por ponerlo fácil, Hermione no creía que eso fuera lo que había que hacerse. Por otro lado, tampoco la convencía la idea de contárselo a Dumbledore, porque, por empezar, no tenía pruebas. Sólo contaba con su deducción (excelente, aunque estuviera mal que ella lo notase), la cual se basaba en una serie de hechos sospechosos, y no quería que pensara que era un insufrible paranoica. Pero, más allá de eso, sabía que tenía razón, y no le hubiera sorprendido demasiado que el director le creyera sin más reparos, si es que no lo sabía ya. Porque no había que olvidar a Snape.

Seguramente la noticia de la adquisición de un nuevo miembro a las fuerzas del Innombrable era una noticia esparcida por todos los círculos de sus allegados. Y Snape lo era (o eso aparentaba). Y si Snape lo sabía, Dumbledore lo sabía. Y si no había tomado medidas aun, era por algo. Y Hermione no quería parecer una niñita miedosa que corre a pedir auxilio.

Además, aunque ni ella podía creerlo, sentía que debía darle a Draco una oportunidad para explicarse, para justificarse. Nunca había sido adepta a condenar sin un juicio previo. Por eso fue que el domingo en la tarde subió a su Sala Común, tras haber terminado el trabajo para el lunes de Pociones, a intentar hablar con él.

Lo había evitado durante todos aquellos días, levantándose antes de que saliera el sol, acostándose muy pasada la media noche y pasando el día fuera de su Sala Común. Durante las comidas procuraba no mirar hacia su lado, y cuando sin querer lo hacía, la expresión del muchacho sólo lograba asustarla aun más.

Pues bien. Ya era suficiente. Era hora de honrar lo que ella había sido toda su vida y poner el miedo a un lado. Pero, aun así, no pudo evitar oprimir con fuerza su varita dentro del bolsillo de su túnica, mientras cruzaba el retrato esa tarde.

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Si Draco hubiera sido tan sólo un poco más irreflexivo (cosa que lo era, bastante), hubiera sido seguro afirmar que en ese momento no habría estado literalmente cruzado de brazos en uno de los mullidos sillones de su Sala Común.

Cuatro días. Cuatro días habían pasado desde que Hermione descubrió su secreto, aquella noche en la biblioteca. Y cuatro días habían pasado desde que había estado solo con ella.

Toda su vida había sido una persona de impulsos, que actuaba sin reparar en las consecuencias. Esto era paradójico, ya que otra de las innumerables cualidades de Draco era la lógica. Su abuelo solía afirmar que si no tuviera su cabeza constantemente metida bajo una falda (y a Draco le daba gracia pensar cómo aquella metáfora no era tal cosa, realmente), podría llegar a ser un excelente estratega, y ni hablar de ajedrecista. Y él sabía que era verdad. Entonces, la contradicción que encarnaba era muy curiosa: impulsivo y a la vez analítico. Así era Draco Malfoy. Y en ese momento salía a relucir su lado reflexivo, porque le había costado toda su fuerza de voluntad el no hacer una locura durante estos cuatro días.

Su plan, en un comienzo, cuando había despertado esa madrugada oliendo a vómito y con el cuello contracturado, había sido hablar con Hermione. Y cuando se preguntaba qué le diría, no sabía qué responderse. Porque en realidad estaba confundido. De lo único que estaba seguro era de que debía asegurarse que no revelara su secreto. Pero esto le resultó un tanto complicado, ya que la chica parecía poco predispuesta a estar cerca de él, a solas, al menos. Esto molestó a Draco.

Mas, milagrosamente, Hermione no había abierto la boca. La vida en Hogwarts transcurría normal, lo que le dio la pauta para saber que había permanecido callada. ¿Y por qué había permanecido callada? Sabía que justo Hermione no era del tipo de persona que callarían un descubrimiento tan importante y con tantas connotaciones peligrosas. Entonces no tenía ni idea de qué había sucedido. ¿Era acaso alguna estrategia para volverlo loco, para que estuviera pendiente de cada paso que ella daba, para que no respirara en paz? Porque, si así era, Merlín, lo estaba logrando...

Pero cuando advirtió todas las precauciones que Hermione tomaba para no estar sola con él, supo la verdad: toda su actitud se debía al miedo. Estaba siendo movida por el miedo. Así era. Hermione Granger, la princesa Gryffindor, la valiente leona, estaba asustada del mortífago Draco Malfoy.

En otras circunstancias esto hubiera complacido a Draco hasta un punto casi orgásmico. Ejercer tal poder sobre ella, tal poder como el miedo, era impagable. Siempre había utilizado al miedo como arma de opresión, si se quiere. Le encantaba que la gente le temiera y lo respetara. Adoraba las miradas apocadas de sus inferiores cuando se abría camino entre ellos. Se sentía bien.

Pero en ese momento, el miedo que Hermione sentía hacia él sólo le provocaba fastidio. Sí. Fastidio era la palabra. Porque le fastidiaba que la niñita asustada corriera a refugiarse a los brazos de sus amigos. Tendría que ser valiente. ¿Por qué demonios no era valiente? Porque le fastidiaba que la niñita asustada huyera del mortífago grande y malo.

Y el fastidio fue mutando a enojo. Sí, eso lo definía mejor. Porque lo enojaba que lo evadiera, que le escapara como una gatita aterrada. Porque le enojaba el que evitara sus ojos tan frenéticamente. ¿Por qué le evitaba sus ojos, maldición, como si contagiara alguna terrible peste con sólo mirarla?

Y el enojo fue mutando a ira. Ira era lo que sentía. Ira y odio. Un odio tan visceral que lo carcomía por dentro. Porque la odiaba, Merlín, la odiaba. La odiaba por temerle. La odiaba porque se creía con derecho a temerle. ¿Quién diablos se creía que era? La odiaba porque se pensaba superior, casi perfecta, en condiciones de juzgar a los demás, de juzgarlo a él. Y ella no podía juzgarlo. No debía juzgarlo. No sabía nada. No entendía nada. No era conciente de su horrible vida, no era conciente de cómo todo se había arruinado para él en el verano, no era conciente de cómo mientras ella se divertía con sus amigos en vacaciones él se despedía de su mundo tranquilo. No sabía nada. Nada de nada. Y aun así lo juzgaba. Lo juzgaba y le temía, como si estuviera en condiciones. Y le tenía asco. Porque asco era lo que había en sus ojos aquella noche. Miedo y asco. Y ni se detuvo a pensar en que, quizá, él también tenía asco de la abominación que persistía en su antebrazo.

La odiaba, sí. La odiaba... ¿cómo es esa frase que suele usarse para no dejar dudas...? Oh, sí... con toda el alma. Odiaba a Hermione Granger con toda el alma. Y ya había sido demasiado reflexivo. Era hora de dejar actuar a sus impulsos.

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Hermione dejó que el retrato se cerrara con suavidad detrás de ella, produciendo un amortiguado sonido. Muy bien. Lo había hecho. Había entrado a su Sala Común. Dio una mirada general a la habitación, y encontró a Draco cruzado de brazos en el centro mismo, mirándola directamente a la cara. Hermione sintió a su corazón acelerarse en el preciso momento en que sus ojos hicieron contacto con aquellos tan fríos y tan... oscuros... jamás había notado cuán oscuros eran los ojos de Draco. De repente la temperatura del lugar pareció descender precipitadamente.

Y entonces hubo silencio. No más que silencio entre sus miradas.

Cosas muy interesantes ocurren cuando dos personas que comparten un secreto se unen. No siempre son situaciones iguales, siquiera similares. Una de ellas es el silencio. Un silencio pactado tácitamente entre los conocedores, para resguardar el misterio. Silencio. Cosa curiosa, si las hay. Un buen silencio en ciertas circunstancias puede ser liberador, reconfortante, generador de paz, incluso. Y en otras puede ser el preludio de una catástrofe. Y así lo percibía Hermione en ese momento.

Lamentaba con todo su ser el haberlo evitado todos esos días. Con el tiempo pareció aumentar... lo que sea que le pasaba a Draco. Y lo reafirmaba: estaba aterrada. Si sus piernas hubieran funcionado hubiera salido corriendo. Correría... ¿y entonces qué? Porque no podía escaparle todo el año, sintiéndose una intrusa en su propia Sala Común... claro que no. No tenía sentido. Pero tampoco le encontraba ningún sentido a decir nada en ese momento. ¿Qué iba a decir? Estaba haciendo el ridículo, y no podría sostener la oscura mirada silenciosa de Draco por mucho tiempo más. Tragó saliva.

—Buenas... noches, Malfoy saludó tras echar un rápido vistazo por la ventana y ver que el cielo estaba negro. Y entonces se sintió estúpida. ¿Buenas noches? Buenas noches... ¿Eso era lo único que le diría a un comprobado mortífago? Y no tendría por qué usar un tratamiento de cortesía...

Draco mantuvo su expresión impasible. Hermione aferró con mayor fuerza su varita.

Más silencio.

—Bueno, Granger... dijo él en un helado susurro al cabo de un rato menos mal que te dignaste a aparecer... si hubiese pasado medio minuto más sin verte me hubiera olvidado por completo de tu bonito rostro...

Las fosas nasales de Hermione se abrieron maquinalmente. Draco dio unos pasos hacia el frente, lazando sus manos tras su espalda, y ella se encontró incapaz de retroceder. Su corazón volvió a acelerarse cuando el muchacho se detuvo justo frente a ella.

—Malfoy...comenzó, creyendo que podría decir algo inteligente, darle algo en qué pensar. Pero Draco parpadeó. Sólo parpadeó. No más que un simple parpadeo. Sus ojos se cerraron por centésimas de segundos, y ella ya no pudo hablar. ¿Por qué tenía tanto poder sobre ella?

—¿No lo has contado? preguntó Draco, alzando la cabeza brevemente. Toda la diferencia de altura que los separaba fue más evidente que nunca, y Hermione no pudo evitar sentirse inferior a aquel imponente muchacho que la perforaba con esos ojos... ¡Merlín, que dejara de mirarla así...! ¿No se lo has contado a nadie? siguió, con una expresión ártica y macabra ¿No se lo has contado a ninguno de tus amigos, quizá mientras te entregabas a cualquiera de ellos? Hermione bajó la cabeza, sintiendo sus mejillas arder.

Imbécil.

Negó con la cabeza. Draco oprimió sus dientes.

—¿Y por qué no lo has contado? preguntó.

Hermione se contuvo de empezar a temblar. Jamás había estado tan asustada en su vida. Y él podía saberlo.

—¿Me tienes miedo, Granger? le preguntó con suavidad. En un contexto diferente hubiera sido una pregunta concerniente, casi dulce. Hermione tomó mucho aire de golpe, sintiendo de repente sus pulmones diminutos. Sí, le tenía miedo. Esto no tenía que ser así. Ella no estaba haciendo nada malo Me tienes miedo dijo ahora Draco, afirmándolo. Puedo verlo en tus ojos... Y me pregunto qué sucedía, Granger... ¿No querías estar sola con el malvado Slytherin? Claro que no... ¿a dónde se fue todo tu coraje Gryffindor?

Curioso. Ella se estaba preguntando lo mismo.

Draco hizo una mueca parecida a una sonrisa, pero Hermione no había visto jamás nada tan alejado a una sonrisa como aquello.

—Me gustaría saber continuó él, desprendiendo frío con cada partícula de su ser—,con qué derecho me temes... Draco sacó su brazo derecho de detrás de su espalda y elevó su mano. Entonces estiró su dedo pulgar y lo posó levemente sobre una mejilla de la chica, un poco más abajo de su sien.

Contradictoriamente a la gélida sensación de la que su cuerpo era presa, Hermione sufrió un repentina oleada de calor. El dedo de Draco era frío. Ya lo había anticipado antes de que hiciera contacto. Pero sobre su piel el frío era minimizado. Era suave pero firme. Notó cómo su rostro volvía a enrojecer. Se obligó a no retroceder. Aunque en realidad no podía mover ni un solo músculo.

—¿Quién te crees que eres para temerme? preguntó Draco adoptando un tono mucho más demandante ¿Quién te crees que eres para juzgarme? Piensas que eres tan perfecta, que puedes despreciar las faltas de los demás. Piensas que eres tan inteligente, que lo sabes todo... pues déjame decirte algo, Granger... bajó su dedo con lentitud, alargando el contacto, hasta la quijada de Hermione, delineando parte de su rostro Para ser alguien que sabe tanto, en realidad no sabes nada...

Hermione suprimió un quejido. Inmensas cantidades de adrenalina recorrían cada centímetro de su columna. Era atrozmente conciente de toda pequeña e insignificante parte de sí misma. Draco dio otro paso al frente, haciendo casi nula la distancia entre sus cuerpos. Movió su dedo aun más, siguiendo la ruta con sus ojos, y rozó el labio inferior de la chica, rojo, debido a la frecuencia con la que lo mordía. Siempre había sentido curiosidad por ese hábito. ¿Por qué se mordía constantemente el labio?

Hermione contuvo la respiración. Sentía que sus piernas se doblarían en cualquier momento. No sabía si era el miedo o qué demonios, pero el muchacho estaba logrando hacerla sentir cada vez peor. Estaba demasiado asustada como para hacer nada, porque en una situación normal nunca dejaría a Draco Malfoy tocarla... así... Sintió que los vellos de sus brazos se erizaban y que un penetrante frío se apoderaba de toda su piel. Realmente lamentó haber abandonado la Torre Gryffindor sin su túnica. Y lo lamentó aun más cuando el dedo de Draco continuó moviéndose sobre su labio y, sin advertencia previa y dejándola más desesperada, si era posible, ella tomó repentina conciencia del volumen entero de sus pechos, casi pegados a los pectorales de Draco. Súbitamente, la tela de su camisa ya no era demasiada protección. Advirtió también, con desagradable sorpresa, que sus pezones se endurecían y resaltaban bajo su ropa.

Draco se dio cuenta de inmediato. Sonriendo con malicia, llevó sus ojos hasta el incipiente sitio de dilema corporal de Hermione. El labio de la chica, aun acariciado por el dedo de Draco, comenzó a temblar, conteniendo el terror, el odio y la vergüenza.

—Bueno, bueno...susurró él, acercándose todavía más. Hermione volvió a tragar saliva. ¿Por qué sus piernas no podían dar sólo un pequeño, corto y glorioso paso hacia atrás, para que sus pezones no se sintieran tanto contra el cuerpo de Draco?¿Acaso te excita el miedo, Granger? preguntó el muchacho. Toda la sangre de Hermione hirvió de repente. Por Merlín, cuánto lo odiaba...

Draco volvió a bajar el dedo, llevándolo hasta el cuello de la chica. Era asombrosa la facilidad con la que se desplazaba, pensó él, por sobre aquella superficie tan suave, tan tierna, tan virgen... Podía oler la sutil esencia que desprendía su piel... Pasó su pulgar por su clavícula, deteniéndolo allí. Aquella parte tenía una zona hecha casi a medida para una lengua...

Los pechos de Hermione se movían descontrolados por su respiración agitada. Demonios. Hubiera deseado con todas sus fuerzas saber hacer el Cruciatus en ese momento. Draco volvió a sonreír.

—¿Te molesta que te toque aquí, Granger? le preguntó bajando aun más su dedo ¿Nunca fue tocada aquí la pequeña niña? Hermione cerró sus ojos conteniendo el llanto. ¿Podía una persona llegar a ser tan cruel?¿Y si bajara el dedo un poco más? preguntó Draco, haciendo aquello sin esperar respuesta. Su dedo llegó al lugar exacto donde terminaba el escote visible de Hermione. Ella oprimió sus puños, impotente. Estaba vestida, pero se sentía desnuda. Podía sentir el frío dedo de Draco en su pecho. Y se odió, y odió a su cuerpo cuando una solitaria lágrima se escapó de uno de sus ojos, aun cerrados.

Mal... di... ción...

Tener miedo, en proceso.

Reacción física, atroz, pero inevitable.

Llorar frente a él... eso no tenía perdón. Detestables lagrimales. Debían funcionar mal. Jamás en su vida debía llorar frente a Draco Malfoy.

—Eso es... murmuró él, limpiando con su dedo la lágrima, que se había colado por el cuello de Hermione llora todo lo que quieras. Llora, sufre. Llora un río de lágrimas para separarnos, si es lo que deseas... se acercó más, pegando la punta de su nariz contra la de ella. Hermione pudo sentir su fresco aliento a mentaPero no te atrevas a temerme, Granger concluyó. Hermione abrió sus ojos con cautela, y por unos instantes los dejó sobre los oscuros de Draco. Entonces, sin que ella tuviera tiempo de siquiera asimilar lo sucedido, él se volteó, se alejó de ella, y subió la escalera hacia su dormitorio.

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Quizá la clases de Pociones no fueran las más populares entre el promedio de estudiantes de Hogwarts, pero seguro que, junto con Transformaciones, era la única clase en la que los estudiantes hubieran sacrificado su alma si era necesario para no llegar tarde. Por eso, por lo menos diez minutos antes de que Snape abriera la puerta, ya estaban formadas en el pasillo de las mazmorras las filas de los alumnos.

Hermione estaba parada entre Harry y Ron, con sus manos lazadas delante de su cuerpo y la mochila apoyada a sus pies. Porque su mochila pesaba. Oh, sí... pesaba mucho... ¿Por qué la mochila pesaba tanto? Odiosa mochila, horrible con su tela... azul... o tal vez era turquesa... ni eso podía hacer bien, la estúpida mochila... ni definir correctamente su color... dándose el lujo de ser tan pesada. ¿Por qué simplemente no pateaba la mochila, no la desgarraba con sus propias manos...? Oh, claro... ¿Dónde irían sus libros, entonces...?

Suspiró.

Esto ya era demasiado.

Descargar su impotencia con su mochila...

—Snape no es más que una sucia, fea y vieja alimaña declaró Dean enrollando el pergamino en que estaba el trabajo para el profesor. Ron se mostró de acuerdo con Dean, y completó su idea utilizando un par de insultos muy groseros, y de inmediato se volvió a Hermione, aguardando la reprimenda por tal vocabulario. Pero ella estaba de acuerdo, en realidad, así que no dijo nada. Ron cambió una desconcertada aunque triunfal mirada con Harry.

—Fue uno de los peores primeros fines de semana que recuerdo... dijo Neville con tristeza, escudriñando aun su trabajo En la primera clase de Pociones mandar un trabajo como este... No tiene corazón...

—Ya sabíamos eso, Neville... apuntó Harry encogiéndose de hombros. Junto con Hermione, era el único Gryffindor que no había sacado su trabajo para darle una ojeada de último momento. Hermione se tapó la boca para bostezar ¿Mala noche?le preguntó Harry ladeando su cabeza para verla a la cara. Ella asintió. Sí, mala noche. Muy mala noche.

Debió retroceder un poco cuando una persona pasó a su lado. Y, por algún motivo, no le sorprendió nada cuando un par de fríos ojos grises la miraron de reojo.

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Draco se había despertado con dos grandes problemas esa mañana.

Su pequeño encuentro con Hermione el día anterior había dejado secuelas bastante serias. Sabía que todo aquel asunto se había debido a la furia que sentía al saber que ella le tenía miedo sin tener idea de la verdad. Todo había tenido como objetivo romper su precioso mundo donde ella era perfecta, obligarla a que no le temiera. Y, sin embargo, al tenerla allí, vulnerable frente a él, viéndose tan frágil, experimentó un perverso regocijo haciéndola temer, haciéndola llorar. Merlín... cuando esa lágrima cayó de su ojo y se internó por su cuello se había sentido malignamente feliz... Y luego, en la noche, había tenido vívidos sueños en los que repetía la escena con Hermione, pero en los sueños ella sufría mucho más. Él la acariciaba, primero sólo con el dedo, como en la realidad, y ante su tacto ella sufría, como si sus manos fueran hierros al rojo vivo. Y gritaba. Y lloraba. Y Draco reía. Reía al verla miserable. Y sólo quería que su excelencia flaquease. Y probaba aquella tierna y pura piel dorada que lo había dejado tan intrigado, y era deliciosa. Era perfecta. Y no soportaba que fuera tan perfecta. Y debía hacer que no fuera perfecta. Entonces ella sufría aun más. Y Draco sentía un sádico júbilo al verla llorar, y gritar, y gemir, y pedir clemencia, y rogar que la dejara...

Y cuando despertó, lo acompañaban los dos dichos grandes problemas. Uno era aquel bulto en la entrepierna de sus pijamas, provocado por esos... excitantes (¿era esa la palabra?) sueños. El otro era que sabía que tal goce ante el dolor ajeno sólo podía significar que sus venas se estaban oscureciendo mucho más rápido de lo que él había creído.

Uno de los problemas, a pesar de su tamaño, tuvo simple y placentera solución al alcance de una mano. Claro que eso no significaba que estuviera satisfecho, porque, al fin y al cabo, era Draco Malfoy. Desde hacía ya mucho tiempo que no había tenido que recurrir a aquello. Maldita Granger... ¿quién la había mandado a desarrollarse así?

El otro problema era lo que en verdad le preocupaba. Si continuaba así le haría a Voldemort las cosas mucho más fáciles. Debía controlarse. La desalmada sonrisa con la que había despertado no anunciaba nada bueno. Si la Oscuridad hubiera sido perceptible para el resto de los sentidos vitales además de para la vista, hubiera podido describir cómo sabía, cómo olía, cómo se oía y cómo se sentía. Y eso era perturbador.

Y todo por culpa de ella.

Por eso no pudo evitar mirarla de reojo cuando pasó a su lado en el pasillo de Pociones.

Se acomodó junto a Blaise y Pansy, con las manos en los bolsillos.

—No estuviste en el desayuno dijo Blaise. Draco suspiró.Adoraba la suspicacia de su amigo.

—Tuve que atender un asunto repuso. Blaise se mostró disconforme.

—¿No podía esperar? preguntó.

—Hubiera sido incómodo respondió él. Blaise sonrió en un masculino entendimiento.

—¿Hiciste el trabajo para Snape? le preguntó ahora Pansy, ceñuda.

—Nosu amiga lo miró con reproche.

—¿Y por qué no? inquirió Tuviste toda la semana para hacerlo... ayer a la mañana me dijiste que lo harías...

—Pan, tuve cosas que hacer.

—¿Cosas más importantes?

—Sí, Pansy, mucho más importantes ella resopló, pero ya no dijo nada. Draco maldijo por dentro.

Estúpida Granger. Estaba arruinando su vida. Era la responsable de muchos de los problemas que él padecía. Y sin embargo allí estaba, parada entre sus amigos, como si nada. Allí parada, simplemente con sus pies apoyados contra el suelo, con sus pequeñas manos lazadas contra su vientre, mirando directo al suelo, con su suave y terso labio (adjetivos comprobados por él) mordido, con su pelo cayéndole sobre los hombros, dejando ver parte de aquel apetitoso cuello. Allí, sólo estando... parada, sin tener idea de todo lo que había despertado en él, ajena a todo lo que ella era culpable. Viéndose tan... inocente... No... no tenía ningún derecho a verse inocente. No podía verse tan innocua, tan sutil, tan inofensiva... ¿Ese cuello sería tan dulce como en su sueño? Merlín... no, no... no debía haber nada que le impidiese odiarla...

Los ojos de Hermione comenzaron a vagar por el suelo del pasillo. Draco tragó saliva al ver que se detenían justo en sus pies. Y ella elevó sus ojos por las piernas de Draco. Él deseó que no lo hubiera hecho. Y ella elevó sus ojos hasta el pecho de Draco. Él deseó que no lo hubiera hecho. Y ella elevó sus ojos hasta el cuello de Draco. Él deseó que no lo hubiera hecho. Y ella elevó sus ojos hasta los ojos de Draco. Y él... deseó que no lo hubiera hecho...

No. No podía mirarlo así. No podía tener el entrecejo tan levemente fruncido. No podía tener sus labios así entreabiertos y húmedos, empañando el aire con su aliento. No... no podía... no debía haber nada que le impidiese odiarla.

Draco corrió sus ojos con brusquedad, respirando agitado.

—¿Estás bien? preguntó la voz de Blaise desde algún lugar a su derecha. Draco asintió débilmente. Tenía que hacer algo, tenía que hacer algo... Tomó una decisión instantánea. Cruzó el pasillo, abandonando el lado de la fila de Slytherin e invadiendo el de Gryffindor. Todos lo miraban curiosos. Los ignoró. Una desquiciada sonrisa surcaba sus labios cuando se detuvo justo frente a Neville, quien aun tenía en sus manos el pergamino con el trabajo de Pociones, revisándolo. Sus ojos casi se salen de sus cuencas al ver a Draco a sólo unos centímetros de distancia.

—¿Revisando tu tarea, Longbottom? le preguntó Draco desdeñoso, sonriendo de lado. Neville tragó saliva No sé por qué te molestas... ¿No te has resignado ya a ser un fracasado de por vida? muchos Slytherins rieron. Draco echó una mirada por sobre su hombro. Hermione se había adelantado, erguida, observándolo iracunda. Harry también. Lógico ¿No te has olvidado de nada últimamente, Longbottom?continuó burlón ¿No te has olvidado, por ejemplo, de que eres demasiado idiota como para estar aquí?

Harry había dado un paso al frente, preparado para confrontar a Draco, pero Hermione se le adelantó. Se le acercó rauda, sorprendiendo a todos los presentes, y cuando llegó junto a Draco lo volteó con violencia tomándolo de un hombro. Él sonrió.

—¿Cuál es tu problema, Malfoy? le preguntó a gritos, furiosa.

—¿Cuál es tu problema, Granger? replicó él.

—TÚ eres mi problema... chilló ella, reprimiendo las ganas de golpearlo.

—Pues agrégalo en nuestra lista de coincidencias... dijo Draco con altivez, elevando la voz. Eso era lo correcto. Que se detestaran.

—¿Cómo puedes ser tan idiota? preguntó Hermione desesperada.

—Será porque convivo contigo respondió Draco, ahora gritando también.

Tanto los Slytherins como los Gryffindors contemplaban la escena anonadados, pasando sus ojos de uno a otro a medida que hablaban. Las voces de Draco y de Hermione les llegaban cavernosas, altísimas y haciendo eco contra las paredes.

—¡Eres un cretino! gritaba ella.

—Oh, Granger, no podré dormir por una semana ahora que sé que piensas que soy un cretino contraatacaba él.

—¡Eres la persona más insufrible que conozco! decía ella.

—¡Es una sorpresa saber que tienes vida social! reponía él.

Hermione abrió su boca una vez más, lista para dar otro grito. Pero entonces la cerró, oprimió sus mandíbulas, y guardó silencio, mirándolo con odio. Draco estaba arrebatado. Esperaba con ansias el ataque de Hermione, quería que dijese algo para que él pudiera contestar, y que continuaran odiándose verbalmente. No era conciente de su expresión desquiciada ni de por qué ella no decía nada. ¿Por qué sólo continuaba mirándolo, con su nariz fruncida, respirando por entre sus labios abiertos, con sus mejillas sonrosadas y su pelo hecho un desastre desprendiendo reflejos cobrizos con la luz de las antorchas...?

¿Y por qué de repente él sintió su boca tan seca?

Draco se dio vuelta de súbito. No podía ser... no otra vez... Definitivamente ese no era su día...

—¿Qué sucede aquí? preguntó una fría voz. Snape acababa de abrir la puerta de su mazmorra y estaba observando a Draco y a Hermione, expectante y calculador. Todos los de Gryffindor excepto Hermione empezaron a hablar a la vez, explicando lo sucedido. Pero Snape los hizo detener con una mano y señaló a Draco ¿Qué sucedió? le preguntó. Los Slytherins sonrieron triunfales, anticipando una victoria.

Draco había comprendido muy poco lo que había pasado. Notaba su sangre hirviendo y su corazón latiendo con furia. Su boca se había abierto y respiraba por allí con precipitación.

—¿Qué sucedió? repitió Snape. Draco no estaba enterado de que todos lo miraban. Cerró sus ojos.

—Nada...murmuró, y entró al aula, pasando junto al profesor, que lo miró alzando una ceja y luego volvió a la vista al resto de los alumnos, todos con los ojos dilatados por lo que acababa de pasar.

—Diez puntos menos para Gryffindor sentenció. Sí, bueno... era de esperarse...

Snape cerró la puerta de la mazmorra cuando ya toda la clase estuvo adentro.

—¿Qué fue todo eso? le preguntó Blaise a Draco en un murmullo. Él no respondió. Le hubiera gustado saber qué responder, de todos modos... Pero estaba demasiado ocupado despreciando e insultando a Hermione internamente mientras ella se sentaba unas mesas a la izquierda, aun con aspecto furioso.

—Pasen sus trabajos hacia delante ordenó Snape. Hubo un ruido general de pergaminos. Pansy tomó el suyo y el de Blaise y echándole una reprobatoria mirada a Draco se los pasó a Millicent Bulstrode en la mesa de adelante.

El profesor recibió todos los trabajos y los revisó superficialmente uno por uno, haciendo pequeñas marcas en una lista que tenía en su escritorio a medida que los pasaba. Cuando acabó, se quedó con la vista fija en un punto en su escritorio, aparentemente deliberando algo. Los alumnos comenzaron a impacientarse. Entonces el profesor se puso de pie y se acercó a la mesa de Draco.

—¿Hizo el trabajo, señor Malfoy? le preguntó en un susurro. Draco suspiró.

—Nodijo. Snape mantuvo sus ojos sobre la coronilla de Draco por varios segundos. Luego volvió a su lugar, se sentó en su silla y apoyó su mentón en sus manos lazadas, permaneciendo en silencio por otro buen rato.

—Muy bien comenzó con voz potente. He decidido cómo será este año evaluativamente muchos intercambiaron curiosas miradas. Harán pociones de gestaciones prolongadas. Colocados de a parejas, deberán trabajar por lo que queda de año en una poción de preparación como mínimo de siete meses hubieron murmullos de quejas. Snape no hizo caso. Llevarán una bitácora donde irán anotando cómo evoluciona su pócima y qué pasos hicieron cada día. Será un trabajo duro y exhaustivo, y no quiero pociones menos que excelentes, y de grado de dificultad no menor que ninguna que hayamos trabajado anteriormente. Habrá mayor crédito extra mientras más complicada sea. ¿Alguna pregunta?silencio Muy bien, entonces, estas serán las parejas hizo un movimiento con su varita y la pizarra a su espalda se llenó con los nombre de los estudiantes puestos de a pares. Hubo un rato en el que cada quien se ocupó de buscar allí su nombre.

—No puede ser... dijo Pansy con amargura ¿Por qué Snape me puso con Weasley? Con sus enormes manos romperá cada cosa que toque... Y ni habilidad para preparar pociones tiene... Seguro que no puede hornear ni un pastel de zarzamora... ¿Pueden creer mi mala suerte? concluyó, esperando algo de solidaridad por parte de sus amigos. Pero ninguno de los dos dijo nada. Ambos tenían sus ojos fijo en un punto en la pizarra. Pansy frunció el entrecejo y miró allí también. El Malfoy en cursiva escrito en la pizarra, era separado con un simple guión del Granger.

Draco parpadeó. Giró un poco su cabeza hasta donde estaba Hermione, quien parecía a punto de desmayarse. Luego llevó sus ojos hasta Snape. El profesor lo miraba directamente, con sus palmas juntas y sus dedos índices estirados hacia su mentón. Parecía pendiente de cada reacción del muchacho. Pero él sólo alzó la ceja, despectivo.

¿Qué demonios pretendía Snape?

El profesor hizo otro movimiento con la varita y los nombres desaparecieron de la pizarra.

—Quiero que cada pareja tenga decidida qué poción elaborará para el próximo lunes dijo. Ahora, estos son los ingredientes y los pasos para la poción de hoy y moviendo una vez más su varita, la pizarra volvió a llenarse.

Poción Letárgica, leyó Draco, encabezando la lista de ingredientes. No le vendría mal un poco de letargo, pensó, mientras sacaba su caldero.

∞∞∞∞∞∞∞∞∞∞∞

—Malfoy, Granger... llamó Snape dos horas después, cuando la campana anunciando el final de la clase había sonado. Draco miró a su profesor fríamente. Hermione, que se acababa de echar la mochila al hombro, frunció el ceño Quédense unos minutos ordenó Snape sin levantar la vista de unos pergaminos sobre su escritorio.

Blaise y Pansy consultaron a Draco con la mirada. Él les hizo un gesto para que se fueran, y ellos lo hicieron. Harry y Ron, que ya habían llegado a la puerta, se acercaron a Hermione.

—¿Quieres que te esperemos? le preguntó el pelirrojo.

—No...dijo ella, sonriendo para tranquilizarlos Mejor vayan al Comedor y guárdenme asiento... Harry y Ron intercambiaron una mirada, entonces Harry sonrió también.

—Te guardaremos asiento y comida aseguró. Hermione rió.

—Señorita Granger... apremió Snape. Draco ya estaba parado junto al escritorio del profesor, de brazos cruzados Si ya terminó de despedirse...

Hermione le dio la espalda, rodó los ojos, y se despidió de sus amigos con una mano. Luego se acercó hasta el escritorio, procurando guardar prudente distancia de Draco. El muchacho tenía la vista fija en un punto cualquiera en la pared, con una ceja alzada. Snape lo observó unos segundos.

—Quiero que ustedes dos trabajen en una poción especial declaró entonces. Hermione abrió los ojos, interesada. Draco aun seguía muy resentido como para mostrar interés. Ya que tú siguió Snape dirigiéndose a Draco no has cumplido con el trabajo para hoy, necesitarás compensarlo de algún modo Draco resopló. Qué tontería... Él jamás necesitaba compensar nada en Pociones... —. Y, supuse, Granger, que ya que siempre estás queriendo resaltar y dejar bien en claro tu...superioridad, que te encantaría participar en algo así...

Ambos estudiantes observaron a su profesor con escepticismo. Snape pareció a punto de perder su impasibilidad.

—Tienen mi permiso para hacer alguna poción de algún libro de la Sección Prohibida dijo entonces. Hermione alzó ambas cejas y murmuró algo así como 'vaya...'. Draco descruzó sus brazos e interrogó a Snape con la mirada, pero el mago fingió no notarlo. Mojó su pluma en un tintero y garabateó un par de líneas en un pergamino. Aquí tienen mi firma... dijo entregando el pergamino a Hermione, y luego siguió escribiendo en otro trozo Y si bien la elección de la poción es libre, me gustaría que comenzaran buscando en... le entregó el otro pergamino a Draco, y por unos instantes sus ojos hicieron contacto, y Draco supo que intentaba decirle algo este libro...

Draco llevó su vista hasta el pergamino.

Pociones de Antaño, leyó la apretada caligrafía de Snape. El muchacho frunció el ceño y volvió a mirar a su profesor. Snape tenía los ojos entornados, mirándolo. Draco parpadeó... ¿qué intentaba decirle...?

—¿Ya puedo irme? preguntó la voz de Hermione. Snape cerró sus ojos y al volverlos a abrir ya los tenía sobre ella.

—Sí, Granger... vete... le dijo. Hermione se volteó, y sin despedirse de ninguno de los dos salió por la puerta. Draco se había colgado la mochila hacia delante para poder guardar allí el trozo de pergamino con el nombre del libro y, muy convenientemente, para evitar mirar al profesor a los ojos. No sabía qué era lo que le pasaba, pero, la verdad, era muy cómodo estar enojado con él.

—Con su permiso, profesor... dijo, y se dirigió a la puerta.

—Draco...llamó Snape, interrumpiendo su salida. Draco giró la cabeza. El mago tenía una expresión casi de lástima. Eso enfureció al muchacho Sólo... espera...dijo Snape. ¿Que esperara?

¿Que esperara qué? Ya sabía lo que le deparaba el futuro...

Pero aun así, Draco asintió.

—Muy bien dijo, y abandonó el aula sabiendo menos de lo que sabía antes de entrar.

Caminó el primer tramo del pasillo cabizbajo, reflexionando. Era conciente de que Snape estaba enterado de lo había ocurrido en el verano, no había otra posibilidad. Entonces... ¿a qué se refería, qué debía esperar? Que la Oscuridad invadiera su cuerpo... Eso sería lo que sucedería... No tenía sentido...

Alzó su cabeza, suspirando frustrado, y vio a Hermione, un poco más adelante, caminando con sus puños apretados. Su abultada melena se balanceaba con cada paso que daba. Para tener pies tan chiquitos sí que caminaba rápido... Draco se halló a sí mismo apurando el paso, tratando de alcanzarla... ¿Y para qué? Merlín, había tantas preguntas sin respuestas, pensó, que una más no haría daño... Hermione se acercaba cada vez más a la puerta que daba a la escalera hacia el Gran Comedor. Draco se apuró aun más. Sentía repentina urgencia por impedir que Hermione saliera de allí sin saber que él estaba allí también. Los últimos pasos los hizo corriendo, y cuando llegó junto a la chica, ella ya había estirado una mano hasta el picaporte de la puerta. Draco oprimió la muñeca opuesta con sus dedos y la obligó a voltearse.

Los ojos de Hermione se abrieron asombrados al verse de súbito prisionera, pero su expresión cambió a desprecio cuando vio quién era su captor.

—¿Qué quieres, Malfoy? le preguntó brusca. Draco apretó más la muñeca de Hermione. Ella suprimió un quejido de dolor. El muchacho abrió la boca, buscando qué decir.

—Debemos...comenzó Debemos... la poción...Maldición, qué imbécil se sentía... descargó su furia ejerciendo más fuerza con su mano, lastimando más a Hermione, quien sólo oprimió sus mandíbulas e impidió mostrar debilidad Debemos seleccionar la poción... pudo decir al fin. Hermione tomó aire, temerosa de que al hablar soltara un gemido.

—Así es dijo serena. Draco alzó una ceja. ¿Pensaba que era inmune a él? Retorció un poco la mano de Hermione, torciéndole el brazo. Ella cerró unos instantes sus ojos, húmedos.

—¿Y cuándo te parece que nos juntemos a elegirla? preguntó con fría calma. Hermione tragó saliva.

—Tengo... toda la semana ocupada... dijo con su voz algo entrecortada, pero aun sin demostrar flaqueza. Draco oprimió aun más. Ella ladeó un poco su cabeza y respiró profundamente. Y allí estaba de nuevo aquel cuello tan...

—El fin de semana, entonces... dijo Draco, y hasta él tuvo que admitir que esta vez exageró con la fuerza. Pero aun así ella no se quejó. De hecho, se irguió más que antes. ¿Por qué debía ser siempre tan perfecta? Draco la apretó un poco contra la puerta El sábado... agregó. Hermione se mordió el labio. ¿Por qué debía hacer eso? Draco sintió su lengua inusualmente inquieta, así que acarició con ella la comisura de sus propios labios, en un intento por tranquilizarla.

—El sábado estará bien dijo Hermione con voz para nada afectada. Draco la observó unos instantes, aun con su lengua ocupada.

—El sábado a la tres dijo Draco con voz exterior, y torció un poco más el brazo de Hermione. Ella volvió a tragar. El labio superior de la chica se había secado ante su abandono y la preferencia hacia su otro par, así que Hermione pasó por sobre él su lengua. Draco oprimió sus mandíbulas y la fuerza también lo acompañó en la muñeca de Hermione.

—El sábado... a las tres... acordó Hermione. Le estaba costando mucho no demostrar dolor. Draco paseó sus ojos por su rostro. ¿Por qué simplemente no le pedía que la soltara? Él la hubiera soltado, entonces... pero siempre debía ser siempre la mejor... ¿Por qué no lloraba, no gritaba, no demostraba sufrimiento como en su sueño?

—Muy bien... susurró Draco, y volvió a torcer el brazo de la chica, asegurándose que esta vez notara la diferencia. Y Hermione se quebró. Sólo un gemido. Un suave, pequeño y casi insignificante gemido.

Draco sonrió apenas de lado, aun mirándola fijamente. Hermione cerró sus ojos y los volvió a abrir de inmediato, posados sobre la mano del muchacho que aun sujetaba su muñeca. Draco llevó sus ojos hasta la boca de Hermione. Su labio inferior estaba increíblemente rojo, y el superior había vuelto a secarse. Estaba muy seco... él sólo quería verlo húmedo... Acercó su cuerpo al de ella y llevó su rostro hasta el de la chica. No podía soportar ver aquel labio tan seco y abandonado...

Sus labios se juntaron y esta vez Hermione no reprimió nada. Soltó montones de quejidos dentro de la boca de Draco e intentó liberar su muñeca para utilizar ambas manos para alejarlo. Pero Draco la oprimió más y la hizo golpear con violencia contra la puerta, aprisionando también su otra mano. Hermione notó cómo la lengua del muchacho entraba a su boca y se movía frenética, y comenzó a desesperarse. Pero quizá el sentirlo sonreír fue lo peor.

Draco movió un poco su cabeza y succionó el labio inferior de Hermione, aun sin retirar su lengua, saboreando todo a su paso. Ella intentó girar su rostro, pero entonces él utilizó sus dientes, mordiendo no muy fuerte pero sí lo suficiente, haciéndole sangrar la parte interior del labio. Hermione cerró sus ojos y soltó un quejido especialmente sonoro. Draco volvió a sonreír y con su lengua junto toda la sangre que pudo, degustándola. Soltó un gemido de sádico placer. La humedad de la boca de Hermione era tan cálida que no quería abandonarla, pero también quería probar su cuello, así que abandonó ese sitio y bajó su boca. Y Hermione vio su oportunidad.

Uno de sus intentos por librarse dio resultado. Lo empujó con fuerza por el pecho, alejándolo, y sin que él supiera lo que estaba pasando, recuperó su otra mano y con ella lo golpeó en una mejilla.

Los ojos de Draco estaban desorbitados. Todo había pasado muy de repente. Un momento estaba a punto de probar aquel cuello, y al instante sentía una mano en su mejilla. Elevó su vista hacia Hermione. Ella tenía sus mandíbulas apretadas, sus mejillas coloreadas, un fino hilo de sangre chorreando de la comisura de sus labios y sus ojos entornados fijos en él. ¿Cómo se había atrevido a golpearlo? Recuperado su ímpetu volvió a la carga y otra vez la acorraló contra la puerta, sujetándola aun con más fuerza y haciendo una mueca de desdén. Hermione giró su rostro, sin borrar su expresión de odio.

Draco respiraba agitadamente, con su nariz pegada a un pómulo de Hermione. Cerró sus ojos. ¿Qué demonios le estaba pasando?

—¿Te das cuenta lo que me obligas a hacer, Granger? le preguntó en un susurro. Ella pareció curiosa ante esta pregunta. Con lentitud lo miró a los ojosLímpiate esa sangre le ordenó Draco, antes de que yo lo haga... Hermione meneó la cabeza.

—¿A qué sabe la sangre impura, Malfoy? preguntó desafiante. Draco sonrió perverso.

—Dulcedijo. Hermione arqueó una ceja. Pasó su lengua por el rastro de sangre, con los ojos de Draco siguiendo cada movimiento. Entonces la soltó Sábado a las tres, Granger recordó. Hermione lo miró durante unos segundos. Luego se volteó, y desapareció por la puerta.

Draco llevó una mano hasta la mejilla recientemente golpeada.

Mal... di... ción...

Odiarla, en proceso.

Sueños eróticos con ella, inevitables.

Demostrar su deseo de besarla... eso no estaba bien... No estaba bien querer besarla en un principio. Besarla ya iba más allá.

¿Por qué Hermione Granger estaba metida en todos sus problemas?

∞∞∞∞∞∞∞∞∞∞∞

...y de repente, el dolor físico había pasado a un segundo plano, mucho más relegado por su confusión mental. Era Draco Malfoy. ¡Draco Malfoy, por Merlín! Jamás se había sentido tan intruso en su propio cuerpo, tan ajeno en sus pensamientos. ¿Qué era lo que le estaba pasando...?

Bien, ya sabía qué era lo que le estaba pasando, sabía en qué se estaba convirtiendo (aunque, gracioso, no podía denominarlo). Pero no podía entender... Siempre había tenido tanto control sobre sí mismo... Siempre había sido tan frío y calculador... Y cuando se trataba de ella...

¿Era posible que en sólo una semana hubiera llegado a odiarla tanto más? Sí, lo era. Los cinco días le había escapado, no queriendo volver a perder el control. Y cuando la veía trataba de ignorarla, y era tarea complicada, de hecho. Su sola presencia era suficiente para que sus ojos viajaran a ella y para que sus recuerdos se detuvieran en el sabor de sus labios y en sus pequeños gemidos. ¿Tan empeñada estaba en hacerle la vida miserable?

Y la perspectiva de pasar toda una tarde con ella eligiendo una poción no era energizante, así que cuando entró a la biblioteca el sábado a las tres y diez, no tenía ningún apuro en llegar.

Hermione ya estaba allí. Había elegido una mesa bajo uno de los ventanales, bien alejada del escritorio de Madam Pince. Tenía montones de libros desparramados y estaba inclinada sobre un pergamino, escribiendo algo. Sí, bueno... no podía decir que eso lo sorprendiera. Draco ocupó una silla enfrentada a la suya.

—Llegas tarde reprimió ella sin levantar la vista. Él rodó los ojos.

—Algunos de nosotros sí tenemos vida, Granger terció. Hermione resopló. Mojó su pluma en un tintero y siguió escribiendo. Draco alzó una ceja ¿Piensas ignorarme? le preguntó.

—Ya termino... le dijo ella distraída. Draco soltó una risa despectiva. Apoyó un codo en la mesa y descansó su mentón en su mano.

—¿Cómo está tu labio? preguntó con una sonrisa burlona. Hermione frunció el entrecejo pero no detuvo su escritura. Draco sonrió aun más. Se acomodó, resignado a tener que esperar.

Una mancha de tinta en una mejilla de Hermione llamó su atención. Le causó gracia, en realidad. Los párpados de la chica se cerraban crónicamente, batiendo sus pestañas. Lindas pestañas. Su nariz se arrugaba de vez en cuando, y ella elevaba una mano para refregársela. Cada tanto se mordía el labio (qué remedio), y a veces sacaba su lengua y mordía la punta entre sus dientes. Creyó ver otra mancha de tinta en su labio superior, pero entonces advirtió que en realidad era un lunar. Jamás había visto a alguien con un lunar en un labio, y parecía tener por costumbre rozárselo con un meñique. Si Draco no hubiera estado absolutamente seguro de que no lo hacía a propósito, la hubiera maldecido por gestar en él tantas cosas distintas. Pero, vamos... era Hermione Granger... no creía ni que conociera muchas de las cosas con las que él fantaseaba mientras ella simplemente rodaba su lengua por el interior de sus mejillas.

Hermione plegó su pergamino, tapó su tintero y suspiró, complacida con su trabajo terminado. Entonces reparó en Draco.

—Oh...murmuró. Draco parpadeó. ¿Se había olvidado de él? Malhumorado comprobó su reloj. Tres y cuarenta... ¿Había estado media hora sólo observándola? Sólo puedo quedarme un ratodijo Hermione indiferente, acomodando sus libros. Prometí a Dennis que lo ayudaría con su tarea de Encantamientos.

—¿Quién es Dennis? preguntó Draco, no interesado, en realidad. Hermione rodó los ojos y no contestó ¿Y por qué tú pones condiciones? Me tuviste treinta minutos aquí sentado y ahora dices que...

—No fueron treinta minutos interrumpió ella fríamente.

—Contados por reloj aseguró él, poniéndose a la defensiva. Hermione alzó las cejas.

—¿Y por qué no me avisaste? le preguntó molesta comprobando su reloj. Draco abrió su boca.

—Yo no soy tu maldito despertador, Granger... dijo. Sí, claro... por supuesto que iba a admitir que se había quedado soñando en vida viéndola pestañar... Hermione se apresuró a guardar todos sus libros y pergaminos en su mochila ¿Qué demonios haces? preguntó Draco cuando ella se levantó de la silla.

—Cuida tu lenguaje le espetó Hermione. Eres Premio Anual, ejemplo para el resto de los alumnos Draco parpadeó totalmente incrédulo.

—Muy bien... dijo conteniendo su ira ¿Serías tan amable de decirme qué haces?

—Me voy respondió ella. Dennis ya me estará esperando...

—¿Y qué hay de la poción? preguntó Draco, furioso. Hermione hizo un gesto despreciativo con la mano.

—Podemos hacerlo mañana... o empieza tú, si quieres... dijo. Draco estaba anonadado.

—Granger...balbuceó Eres... eres... ¿a quién se le ocurre tener un lunar en un labio? Hermione llevó maquinalmente su meñique al lunar.

—Lidia conmigo, Malfoy le dijo, depositando en la mesa el pergamino con la autorización de Snape. O no. Como quieras. Yo me voy y sin darle tiempo a reponer nada, se alejó de allí caminando rápidamente.

Draco soltó una maldición por lo bajo mientras la veía atravesar la puerta. ¿Quién demonios se creía? Tomó la autorización y se puso de pie haciendo mucho ruido con la silla. Se acercó al escritorio de Madam Pince, le entregó el pergamino, y luego de que la bruja lo revisara por lo menos por cinco minutos, se internó en la Sección Prohibida, en busca del libro aconsejado por Snape, Pociones de Antaño. Le pareció extraño que no tuviera autor, y sabía que así la búsqueda le sería mucho más engorrosa. Y así fue.

Casi media hora tardó en encontrar aquel sucio y pequeño libro, perdido entre monstruosos volúmenes de las Enciclopedia de Pociones Ganjenas, teniendo que nadar entre polvo y telarañas. Examinó el libro entre sus manos. La cubierta era de un cuero raído y café, sin más que el título escrito en la parte de arriba. El lomo estaba carcomido y no había allí ningún nombre que pudiera definirse como el del autor. Draco frunció el ceño y se fue a sentar a su mesa. Al menos sería una búsqueda corta, ya que no era un libro demasiado extenso.

Pasó las primeras hojas de introducciones, y tras leer la tercera poción superficialmente, ya estaba aburridísimo. ¿Acaso Snape pretendía que hicieran una poción para curar la piel de los cerdos? Aquellas pociones eran antiquísimas, utilizadas por magos del medioevo para simplificar su vida. Y, para empeorar todo, Hermione le había dejado esta tediosa tarea a él. Pues ya vería... Elegiría una poción en la que hubiera que usarse intestinos de cuervos, excremento de anguila y cosas tan asquerosa que ella debiera maldecir el momento en que lo dejó solo... ¿a quién engañaba?

Se dispuso a leer sólo los títulos de las pociones para ahorrar tiempo. Pero era tiempo desperdiciado, en realidad; los títulos eran tan ridículos que Draco sólo les hallaba comparación cuando leía de qué se trataba la poción, así que su brillante plan tenía algunas (por no decir varias) fallas. Resoplando, pasó una hoja más. Y sus ojos se dilataron.

Draco Sangui ad Libitum, leyó al comienzo de una página especialmente oscura. Draco frunció el ceño, se acercó una vela al libro, y se abocó a la lectura.

La poción conocida como Draco Sangui ad Libitum (traducida al inglés como Sangre de Dragón a Elección), es una de las pociones más antiguas de las que se tienen registros. Las fechas más antiguas de las que se hablan con respecto a esta pócima datan de mucho antes de la caída de la dinastía secreta de Los Magos Guerreros de la Luz, comprobado, puesto que éstos fueron unos de los primeros en usarla.

La poción consiste en elaborar una mezcla con ingredientes permeables y absorbibles, y cuenta con una parte muy inusual. No es una poción de conocimiento corriente, ya que en ella se emplea la sangre de Dragón en su décimo tercer uso, desconocido para la mayoría de los magos. El objetivo de la preparación es dotar a la sangre del sujeto que la utilice de propiedades únicas de la sangre de Dragón.

Draco tragó saliva.

La creación de esta poción no es atribuible a alguien en particular, y de hecho no está comprobado que sea una poción existente, pues no se sabe de un solo caso en que Draco Sangui ad Libitum haya podido ser elaborada, o, en todo caso, sobrevivido a su uso. Hay, igualmente, testimonios escritos de miembros de los Magos Guerreros de la Luz que dicen haber utilizado con éxito la poción, pero no es asegurable.

De todos modos, en la actualidad, esta pócima está prohibida por ley fundamental, debido a la excesiva complicación en su preparación, los ingredientes empleados (de los cuales la mayoría son imposibles de conseguir o bien no están permitidos ministerialmente), y a causa del peligro que significa la utilización práctica de la poción (hay que recordar que no ha sobrevivido ningún sujeto experimental), ya que quien la beba corre mayores riesgos, siendo como fin la mutación de todo su flujo sanguíneo a otro tan potente como el de un Dragón.

De igual forma, es inverosímil que Draco Sangui ad Libitum sea posible de elaborar, pero si lo fuese, estos serían los pasos e ingredientes:

Los ojos de Draco viajaron como locos por lo que acababa de leer una y otra vez, y luego leyó los ingredientes. Su boca se había secado, igual que sus lagrimales, pues no había parpadeado desde hacía mucho tiempo. No podía ser... Se detuvo en un pequeño recuadro en una esquina de la página.

Draco Sangui ad Libitum, (también conocida como Ataque de Dragón, según dicen ciertos incomprobables documentos, debido a la violencia que empleaban los mutados por esta poción, ataques muy parecidos a los de los Dragones), fue muy popular durante la alta edad media, sobre todo entre los guerreros. Y entre estos guerreros se destacaban los del clan secreto Magos Guerreros de la Luz.

Estos magos tenían como postulado la Luz Contra la Oscuridad, y durante muchos siglos intentaron dominar el Ataque de Dragón, ya que era creencia popular que las propiedades de la sangre de Dragón eran tan fuertes y omnipotentes que podían acabar con casi cualquier cosa, incluyendo la Oscuridad.

Draco sentía su corazón latiendo rápidamente. ¿Sería posible que fuera cierto...? Repasó la última frase,incluyendo la Oscuridad... ¿podría ser que...? Una inconsciente sonrisa se había formado en sus labios. Si era verdad, si esa poción existía en serio... ¡Merlín! No podía ni terminar de pensarlo que su cerebro volvía a lo recientemente aprendido.

Soltó una nerviosa y solitaria risa mientras releía entrelíneas, pasándose una mano por el pelo. Un grupo de Hufflepuff en una mesa contigua lo miraron curiosos. Esto debía ser lo que Snape quería que hallase. Esto. Porque Snape sabía, estaba enterado... y entonces... entonces... ¿por qué? Dándole a conocer esto Snape estaba traicionando al Innombrable... ¿Lo estaba traicionando sólo por él? Por supuesto, Draco no podría preguntárselo, porque eso significaría delatarlo. Como fuere, no iba a desperdiciar esta oportunidad.

Así que salió de la biblioteca, subió a su Sala Común, dejó Pociones de Antaño abierto en la página que contenía la poción seleccionada, y encima de ella dejó una pequeña nota.

Tenemos la poción.

Luego de eso subió a su cuarto, feliz por primera vez desde el verano.

∞∞∞∞∞∞∞∞∞∞∞

—¿Qué?le llegó la voz de Hermione, cerca de una hora más tarde. Draco sonrió, reposado sobre el marco de la ventana de su habitación. Sí... algo así esperaba su reacción ¿QUÉ? volvió a escuchar, ahora un grito mucho más demandante. Él no pudo contener una risa ¡Malfoy! llamó Hermione, y Draco escuchó sus pasos, por lo general sutiles, ahora fuertes por la escalera ¡MALFOY! y sin detenerse a golpear la puerta entró al cuarto del muchacho. Tenía el entrecejo fruncido y apretaba en su mano la nota que él le había dejado.

—Granger...dijo Draco fingiendo sorpresa No te escuché llegar... ¿Qué hubiera pasado si estaba cambiándome?estaba de excelente humor.

—¿Qué demonios es esto? le preguntó Hermione, pegando el libro a la punta de su nariz.

—Cuida tu lenguaje, Granger... dijo Draco con voz empalagosa No querrás darle un mal ejemplo a...

—¡Malfoy!gritó ella impasible Dime qué es esto Draco asintió. Abrió sus fosas nasales, tomó mucho aire cerrando sus ojos, y, como si estuviera asumiendo culpa por un asesinato, dijo:

—Un libro Hermione volvió a gritar, usando varias palabras que no pondrían a McGonagall muy feliz. Draco no pudo más que disfrutar del espectáculo Ya, ya, Granger... dijo al cabo de un rato con actitud apaciguadora, cuando Hermione ya casi no podía hablar por la cantidad de palabras que se arremolinaban en su boca Esa es la poción que haremos para Snape... Hermione alzó una ceja.

—Sí... me pareció haber entendido eso... dijo suavemente Lo que quiero saber es... ¿EN QUÉ DEMONIOS ESTABAS PENSANDO?

—¿No es una poción lo suficiente complicada para ti? le preguntó inocente.

—Malfoy, está prohibida. Prohibida. Pro-hi-bi-da. ¡Prohibi...!

—Ya... capté el mensaje... interrumpió Draco.

—¿Cómo se te ocurre que podemos hacer esta poción? preguntó Hermione, blandiendo el libro en sus manos Los ingredientes que se usan son peligrosísimos y varios no permitidos, su elaboración está negada por ley fundamental, y es una poción de peligro mortal... Malfoy, es una locura...

—¿Asustada, Granger? preguntó él desafiante ¿Te da miedo que exista alguna cosa que no puedas hacer? los ojos de Hermione se dilataron apenas. Draco frunció el ceño. ¿Tan fácil sería?

—No...dijo Hermione luego de un rato, recuperando la cordura No, Malfoy, es imposible... No haremos esta poción.

—¿Y por qué no?

—Porqueno respondió Hermione cortante. Dejó el libro sobre la cama de Draco y salió de la habitación sin mirar atrás. Draco bostezó, aburrido, y se encogió de hombros. Bien, quizás ella no fuera a ayudarlo, pero ese no era motivo para entristecer. Había encontrado la solución a sus problemas. Por más que tuviera que trabajar él solo en aquella poción tan complicada, lo haría (sabía que podía), y vencería a la Oscuridad.

Se rascó la nuca maquinalmente. Un buen baño era lo que necesitaba. Se puso a tararear una canción (sorprendiéndose, ya que hacía meses que en su mundo estar tan feliz era inconcebible) mientras desabotonaba su túnica. Luego se sacó la camisa y se quedó sólo con los pantalones. Entonces entró a su cuarto de baño.

El constante repiqueteo de gotas de agua en la sala de las duchas le dio a entender que Hermione había tenido la misma idea, así que debería esperar a que ella terminase para bañarse. Se paró frente al lavabo y se sonrió en el espejo. Esa era una costumbre que había perdido. Acercó su rostro y examinó su reflejo. Estaba ojeroso, tenía ojos inyectados y casi no tenía color. Pero seguía siendo... si, por qué no... hermoso... Y su sonrisa era aun la más encantadora. Nadie podía discutir aquello.

Abrió uno de los grifos con la intención de lavarse el rostro, pero entonces escuchó un agudo grito proveniente del cuarto contiguo, y lo cerró de inmediato. Se había olvidado de que Hermione estaba metida en la ducha y de que las cañerías estaban conectadas. Por lo tanto, si abría en el lavabo el agua fría, Hermione se quedaba sin agua fría en la ducha. Sonrió malicioso. Abrió ahora el agua caliente, y la chica volvió a gritar, ahora con más estruendo. Draco rió por lo bajo y cambió los grifos.

—¡MALFOY!gritaba Hermione desesperada ¡DEJA DE JUGAR CON EL AGUA! pero él no obedeció. Continuó divirtiéndose como niño ¡MALFOY, SI NO TE DETIENES EN ESTE INSTANTE SABRÁS A QUÉ SE REFIEREN CON LA EXPRESIÓN 'MUERTE SÚBITA'! Draco rió aun más. Debía admitir que era graciosa ¡ES SÚBITA, MALFOY!

El muchacho estaba sosteniéndose del lavabo para no caer debido a la repentina carcajada. De veras estaba feliz... Los gritos de Hermione cesaron y Draco sintió un repentino escándalo en el cuarto de duchas. Al cabo de unos segundos, la puerta se abrió y entró por allí la chica, envuelta en una pequeña toalla blanca, con su pelo mojado cayendo sobre sus hombros desnudos y brillantes gotas de agua resbalando por su cuerpo, dándole un aspecto de cristal.

Draco se halló a sí mismo con la boca abierta, y pasaron varios segundos hasta que pudo recobrarse de aquel shock.

—¿Qué crees que haces? le preguntó Hermione bruscamente ¿Intentas que muera quemada o de una hipotermia? Draco tragó saliva, recuperando su compostura, y sonrió de lado.

—Tienes muy desarrollado el sentido del tacto, Granger... dijo ¿Quieres que te ayude? preguntó estirando su dedo índice. Hermione entrecerró sus ojos. Draco frunció el ceño y elevó también el dedo mayor ¿Con dos? preguntó sorprendido.

—Eres un imbécil le dijo ella. Un verdadero imbécil Draco encontró hilarante la expresión de Hermione. Así que volvió a reír. Claro, como estaba hubiera reído con cualquier cosa. La chica dilató sus ojos al ver su reacción. Draco reía casi con violencia, a mandíbula batiente. Hermione se revisó a sí misma, comprobando que no fuera ella la causa de tal gracia. Pero cuando el muchacho se irguió, y siguió riendo, mirándola a los ojos, ella supo que su risa iba más allá de algo gracioso. Y sus ojos ahora eran claros, de un gris amanecido. Hermione creyó ver algo tras aquellas pupilas... Y entonces recordó lo que le había dicho el domingo anterior...

¿Quién te crees que eres para juzgarme?

No sabía qué podía estar queriendo decir con aquello... Juzgarlo... sólo había...

Para ser alguien que sabe tanto, en realidad no sabes nada...

¿Qué no sabía?

¿Acaso estaba ocultando algo aparte de la Marca en su antebrazo?

Y ahora estaba tan feliz... y Hermione no encontró nada maligno tras esa carcajada. Sentía que podía ver la falta de peligro jugueteando en su iris de plata. Entonces...

—De veras quieres hacer la poción... ¿verdad? le preguntó casi con dulzura. Draco se incorporó del todo, ahogando el final de una risa con una tos. Mantuvo la sonrisa y la miró a los ojos mientras se enjugaba una lágrima.

—Sí...dijo De veras... Hermione asintió y se mordió el labio.

—Muy bien aceptó. Pero serán mis reglas, y tú obedecerás Draco dejó que su boca se abriera y que su sonrisa se acentuara.

—¿En serio? preguntó. Hermione le envió una gélida mirada.

—Sírespondió. Pero más te conviene comportarte Draco se llevó una mano al pecho.

—Yosiempre me comporto... aseguró. Hermione le dedicó una mueca irónica.

—Ahora, si me disculpas, debo terminar de bañarme y se volteó para regresar al cuarto de duchas. Draco pervirtió su sonrisa y llevó sus ojos instantáneamente hasta el borde de la toalla de Hermione.

—Deberías usar toallas más largas, Granger... le dijo Y no es que me esté quejando... Hermione se ruborizó y bajó una mano, queriendo cubrirse cualquier cosa que pudiera verse.

—Idiota...murmuró antes de dar un portazo. Y Draco volvió a mirarse en el espejo.

—Bienvenido de vuelta... se dijo sonriendo.