DISCLAIMER
Todo lo que reconozcan fue creado y pertenece por y a JK Rowling.
∞∞∞∞∞∞∞
Sangre de Dragón
byLianis
∞∞∞∞∞∞∞∞∞∞∞∞∞∞∞
Capítulo V: Menesteres
Alegaría demencia temporal. Eso era lo que más se acercaba a lo que había sucedido. ¿Por qué otro motivo, si no era aquél, había aceptado ayudar a un mortífago (porque no podía pensar en otro nombre para alguien con la Marca Tenebrosa tatuada en su brazo) a preparar una poción prohibida? Era una estupidez. Aun ni sabía qué era lo que pretendía Draco con esa poción, y ella había aceptado ayudarlo, a un mortífago, a performar una poción que podía bendecir (o quizá maldecir, no estaba segura) a aquél que la bebiera con los atributos mágicos de una criatura tan poderosa como el Dragón... Mas, el simple hecho de haber encontrado esta poción parecía haberlo hecho enormemente feliz. Y, por lo que había experimentado hasta el momento, eso, en las ecuaciones de Hermione, no podía significar nada bueno: malos felices, igual, buenos infelices. Simple.
Pero... ¿estaba segura de que Draco era de los malos, estaba segura de que podía agrupar a todo el mundo en dos bandos, como en las caricaturas que veía cuando era niña? Si algo había aprendido en Hogwarts (además de todos aquello encantamientos, hechizos y transformaciones, mucho más que útiles), era que el mundo no se regía por sólo una línea que separaba a sus integrantes. Había visto algo en los ojos de Draco, algo que le aseguraba que no debía temer, que debía ayudarlo con la poción. ¿Y no había sido ella, acaso, la que siempre regañaba a Harry por dejarse llevar por presentimientos? Si llegaba a enterarse de lo que pretendía... Pero aun así... por algún extraño motivo, no podía evitar sentirse... en deuda con él. Y sabía lo ridículo que sonaba esto. Pero al ver cuánto se había molestado al saberla asustada de él, se sintió culpable. Si no le gustaba inspirar miedo ningún punto tenía ser mortífago.
Poco había avanzado con sus reflexiones cuando bajó a su Sala Común la mañana del domingo con varios libros, incluido Pociones de Antaño bajo su brazo. Había estado haciendo algunas averiguaciones durante la noche, y había llegado a algunas conclusiones muy interesantes. Por un lado, ya estaba resignada a hacer la poción, aunque primero sometería a Draco a un sutil cuestionario. Por otro lado, y aunque se había sorprendido a sí misma planeando el itinerario de la preparación, ya tenía todo el proceso consumado en su mente.
Apoyó con fuerza todos los libros y trozos de pergamino con anotaciones en una mesa, haciendo que Draco, quien estaba sentado en un sillón leyendo un libro de algo que Hermione determinó decididamente como extra escolar, tomara repentina conciencia de ella.
—Creo que ya tengo todo... —dijo Hermione sin mirarlo y sentándose en un sillón para poder revisar una vez más algunos de los libros. Draco parpadeó.
—Buenos días a ti también... —dijo sonriendo— Oh, sí, me encuentro muy bien, gracias por preguntar, en inmejorable estado. Así es, creo que es un hermoso día, el sol está precioso. No, no, por favor, no puedo aceptar que me hagas masajes... al menos qué... ¿Masajes dónde, exactamente...? —Hermione le envió una furiosa mirada que el devolvió con una sonrisa radiante.
—¿Terminaste?—preguntó ella con frialdad— ¿Ya podemos volver a una conversación entre dos homo erectus?—Draco llevó una mano a su boca en una actitud muy infantil.
—Dijoerectus... —susurró dejando escapar una fingida risita con el sólo propósito de molestarla— Masajes para los erectus... —Hermione rodó sus ojos.
—Me gustabas mucho más cuando estabas moribundo, Malfoy —dijo con crudeza—. ¿Vas a escucharme o debo interpreta que no estás interesado en la poción? —Draco dejó de reír de inmediato. Se irguió y adoptó una actitud seria. Hermione asintió satisfecha—. Bien—siguió—, estuve revisando la poción, y consulté algunos otros libros, más que nada para asegurarme de las precauciones que debemos tomar con los ingredientes. Bueno, según las cuentas que saqué, la gestación de la poción es de cinco mil cuatrocientas horas, es decir, siete meses y medio, así que se amolda perfecta a los pedidos de Snape.
—Lógico...—susurró Draco hablándose a sí mismo. Hermione lo miró suspicaz, pero pasó esto por alto.
—Además, puedo decir sin temor a equivocarme, que esta poción es mucho más complicada que cualquier otra que podamos haber hecho—continuó Hermione—, así que tampoco habrá problemas con eso.
—Excelente...—volvió a susurrar Draco.
—Lo que me preocupa —dijo Hermione en un tono que alarmó al muchacho—, es qué dirá Snape cuando se entere de que estamos haciendo una poción prohibida —Draco sonrió, aliviado
—No habrá problemas con eso —aseguró. Hermione alzó una ceja.
—¿No?—preguntó inocente. Draco meneó la cabeza.
—No sabrá qué poción estamos haciendo hasta que esté hecha —dijo—. Y para entonces, estará tan orgulloso que pasará por alto el hecho de que era... ¿cómo la llamas? Oh, sí... porhibida... —sabía que poco de verdad había en todo aquello. Pero era lo único que podía decirle. Hermione continuó mirándolo con una ceja levantada, pero él pretendió que no la veía, quitando algunas arrugas de su túnica.
—Como sea... —dijo ella entonces volviendo su atención a los libros— Revisé los ingredientes, y estoy feliz de anunciar que podemos encontrar casi todos en el despacho de Snape...—fue Draco quien alzó una ceja ahora.
—¿Ycómo es que sabes eso? —le preguntó con una media sonrisa jugando entre sus labios. Ella se encogió de hombros.
—Espero que sepas que acabas de desperdiciar saliva, porque yo no contestaré eso—dijo llanamente. Draco rió.
—Touche...—dijo divertido. Era conciente de que no debería hacerla enojar en ese momento.
—Como iba diciendo... —continuó Hermione— Casi todos los ingredientes están a nuestra disposición (aunque deberemos obtenerlos de formas no muy aprobadas por mi parte lúcida). Lo único que nos hace falta son las escamas de Quimera y, como era de esperarse, la Sangre de Dragón. Y la verdad que no tengo idea de cómo...
—No habrá problema —interrumpió Draco—. Podremos conseguirlas fácilmente —Hermione frunció el entrecejo.
—¿Cómo?—preguntó.
—No te preocupes por eso ahora —dijo—. Ya llegará a su tiempo.
—Muy bien... —siguió ella no muy convencida— De todas maneras no hay que agregarlas hasta que la poción esté ya muy avanzada, de hecho, la sangre es el ingrediente final...—Draco asintió— Entonces, ya están arreglados los ingredientes... Falta discutir sobre dónde haremos la poción... pero, por supuesto, ya lo pensé yo sola, así que no habrá inconvenientes con...
—¿Dónde haremos la poción? —preguntó Draco emocionado, dejando caer el libro que aun sostenía en sus manos.
—Bueno, había pensado en que podíamos hacerla aquí, pero entonces me di cuenta de que era un lugar muy obvio, y que puede entrar cualquier profesor. Luego consideré algún aula abandonada, pero creo que sería imprudente dejar cocinándose una poción cuya preparación es punible por ley en algún lugar al que Peeves puede legar con facilidad...
—Inteligente observación...
—Así que supe que no nos quedaba más opción que la Sala de los Menesteres.
Draco se irguió aun más y dilató sus ojos.
—¿Allí?—preguntó. Hermione asintió distraída, haciendo algunas anotaciones en un trozo de pergamino.
—¿Se te ocurre un lugar mejor?
—No, pero...
—Entonces arreglado —interrumpió ella—. Allí la haremos —Draco la contempló por unos momentos, con su boca aun abierta como la había dejado antes de que lo interrumpiera.
—Bien—dijo al fin.
—Bien—acordó ella—. Una última cosa. No puedes contarle a nadie que estamos trabajando en esta poción...—Draco alzó una ceja.
—¿Y debo creer que tú no se lo contarás a Potter y a Weasley? —preguntó. Hermione dudó. La verdad era que se había estado debatiendo sobre este tema. Ya estaba ocultándoles tantas cosas... pero ni quería imaginar sus reacciones cuando supieran que estaba preparando una poción prohibida con Draco (descontando el agravante hecho de que aun ni siquiera sabían que era un mortífago). Así que finalmente había decidido no contarles. No creía que entendieran por qué es que había aceptado (ni ella lo entendía cabalmente). No iban a bastarles un montón de aseveraciones sobre que no había peligro en sus ojos... y, ahora que lo pensaba... sonaba bastante idiota... pero aun así, ya lo había decidido.
—Yo no se los contaré —dijo, de repente adoptando un aire seguro mientras se encogía de hombros. Draco pareció reacio a creerle.
—¿De veras? —preguntó— ¿Y qué piensas responderles cuando te pregunten sobre qué poción harás? —Hermione sonrió.
—Evidentemente, Malfoy, tú no has convivido seis años con esos muchachos...
—Gracias a Merlín... —susurró él desafiante. Hermione lo ignoró.
—Sí, quizás me pregunten sobre la poción, pero, créeme, puedo manejarlo —dijo. Draco mantuvo unos segundos de silencio.
—Bien... entonces... supongo que yo tampoco diré nada... —dijo. Ella lo miró sospechante.
—Debo saber que me estás mintiendo... ¿verdad? —le preguntó con aire casual. Draco la miró sorprendido.
—Claro que no... —dijo, fingiendo ofensa. Hermione le sonrió de lado.
—Admítelo. Apenas te encuentres con Zabini y con Parkinson les contarás todo y se reirán de mí a mis espaldas.
—Mira, Granger... si te digo que no lo contaré, no lo contaré... —aseguró. Era verdad que al principio había mentido y que sí iba a contárselo a Blaise y a Pansy, pero, pensó, mientras Hermione lo observaba con sus sagaces ojos, que no era apropiado poner en riesgo lo que había conseguido— Les diré que estamos haciendo una poción, sí, les diré que tú no querías al principio, sí, les diré que es una poción que yo quiero hacer, sí, pero no les diré cuál poción...
Hermione calló unos segundos.
—Bien—dijo—. Creo que me arriesgaré a creerte...—Draco rodó los ojos.
—Gran voto de confianza... —Hermione se puso de pie.
—Entonces ya está todo previsto —dijo, y se encaminó hacia el agujero del retrato.
—¿Te vas? —le preguntó Draco sonando mucho más desesperado de lo que hubiera deseado. Hermione se volteó y lo miró confundida.
—Sí...—dijo— ¿Acaso... quieres que me quede?—preguntó esto último sonriendo, como si aquella posibilidad fuera irrisoria. Draco se apuró a recoger el libro para evitar sus ojos.
—Pensé que comenzaríamos con la poción de inmediato, eso es todo —murmuró, herido en su orgullo.
—Pero no podemos empezar con la poción hasta no tener la aprobación de Snape —replicó Hermione.
—¿Qué no te dije que no debías preocuparte por Snape? —preguntó él con brusquedad. De repente se había enojado.
—No fueron esas tus palabras, no... —respondió Hermione, sin saber que, en realidad, no le convenía burlarse en aquel momento.
—No juegues, Granger —dijo molesto—. ¿Y a dónde debes ir tan de repente un domingo a la mañana, de todas formas?
—¿Te has vuelto un aficionado a mi vida? —preguntó ella con sorna. Si durante todos sus años en Hogwarts había mandado a Ron de paseo cada vez que pretendía controlarla, ciertamente no dejaría que lo hiciera Draco Malfoy.
Draco sintió la temperatura de sus mejillas elevarse apenas y oprimió los dientes.
—Ya quisieras, Granger... —dijo venenoso.
—Voy a desayunar con Harry y Ron, si tanto quieres saber... —comentó Hermione frunciendo un hombro— Qué vida emocionante... ¿no crees? —continuó mofándose.
—Eres hilarante... —dijo él sarcástico. Ella le hizo una mueca y volvió a voltearse, lista para abandonar la Sala Común. Pero entonces se le ocurrió... ¿cómo no lo había pensado antes?
—Malfoy...—llamó con voz tentativa, tratando de sonar lo más normal posible— Sé que es improbable y todo, pero...—Draco alzó su vista hasta que sus ojos se juntaron, entonces Hermione tuvo un extraño presentimiento— Pero... quizás Snape quiera... cuando ya esté lista la poción, quiero decir... quiera... alguna demostración práctica... —Draco continuaba observándola, como si aun no comprendiera a dónde quería llegar— Quizás quiera saber si la poción funciona... quizás quiera utilizar un sujeto experimental, Malfoy... —Draco corrió sus ojos y se dispuso a ordenar unos pergaminos de la mesa.
—Ya veremos —dijo con simpleza. Hermione se mordió un labio.
—Y si llega a pasar... —continuó aprensiva— ¿Quién sería el sujeto experimental? —Draco se tomó su tiempo antes de responder.
—Ya veremos —repitió, con un tono mucho más monótono.
—¿No pretenderás... usarla tú? —preguntó ella en un susurro. Draco no respondió— Malfoy... Respóndeme... ¿Eso es lo que quieres, por eso quieres la poción?
—Espero que sepas que acabas de desperdiciar saliva, porque yo no contestaré eso —dijo con una sonrisa, deseando romper la tensión. Pero Hermione no era fácil de distraer. Para nada.
—¿Te das cuenta de lo que estás diciendo? —le preguntó acercándose y aferrando el borde del respaldo del sillón del cual se había levantado— ¿Te das cuenta de que es una locura...? Usar esta poción es como beber veneno, Malfoy...
—No si está bien hecha, Granger... ¿Acaso dudas de tus habilidades en pociones?
—¡Esto ya no es un juego! —dijo ella, alarmada— Ya no importa mi orgullo o como quieras llamarlo... No seré parte de esto si así es como pretendes que acabe...
—Vamos, Granger... No seas...
—Si quieres suicidarte, bien... —interrumpió ella algo histérica— Pero no esperes que yo colabore.
—Estás exagerando.
—¿De veras? —preguntó— ¿Y por qué estás tan interesado en la poción? —su mente había corrido para llegar a una hipotética respuesta a esta pregunta. Era un mortífago... ¡Un mortífago, Merlín! No era muy difícil deducirlo... ¿Y ella iba a ayudarlo? Pero entonces... ¿No sería acaso pan comido para Voldemort prepararla si así lo deseaba? O quizás era Draco el que quería utilizarla para su propio beneficio, más allá del Innombrable... Pero había algo que no cuadraba... Había algo que estaba mal...
Draco clavó sus ojos en los de la chica, tratando de encontrar alguna salida. Y de hecho la encontró, sin darse cuanta y aunque fue Hermione la que lo notó. Ella, una vez más, sintió esa extraña sensación de confianza despedirse por esos ojos grises. Y tuvo la certeza, aunque no sabía cómo, de que había algo más que Draco ocultaba, y que de todos modos estaría bien. Que todo iba a estar bien.
—Tienes otro secreto... —le dijo sin poder contenerse mientras su corazón se aceleraba. ¿Acaso pretendía que le respondiera, pretendía que compartiera con ella sus asuntos? Draco la miró, sumamente interesado.
—Cuando dices otro, supongo que te estás refiriendo a... —y señaló con su índice derecho a su antebrazo izquierdo, donde aun permanecía aquel quemante dolor. Hermione dilató sus ojos. ¿Cómo podía ser que hablara de ello con tanta soltura?
—Tú si que no eres prudente... —afirmó con total honestidad.
¿Estaba bien formalizar el hecho de que sabía que era un mortífago? Parecía que a él no le molestaba... Y ella había tenido la momentánea impresión de que su voz se había hecho amarga y de que sus ojos se habían apagado cuando se había referido a su Marca... Y, nuevamente sin saber por qué, estaba segura de que no tenía de qué preocuparse
—Mañana, luego de pociones... —dijo dándole la espalda de nuevo— Entonces arreglaremos cuándo comenzaremos con la poción... —y desapareció tras el retrato.
∞∞∞∞∞∞∞∞∞∞∞
El clima había empeorado considerablemente durante la noche. Oscuras nubes se amontonaban en el cielo que se veía en el techo del Gran Comedor cuando los alumnos bajaron a desayunar el lunes a la mañana, y un fuerte viento arremolinado hacía bailar las copas de los árboles del Bosque Prohibido a lo lejos, más allá de la cabaña de Hagrid. La temperatura también había decrecido, y los tés y cafés calientes, junto con las abundantes tostadas, fueron más que bienvenidos, y más de un chistoso elevó su taza en parodia de un brindis hacia lo elfos domésticos (al mejor estilo Fred y George Weasley), haciendo que Hermione bufara molesta.
La bajada a las mazmorras no fue un aliciente al humor de aquellos que no gustaban de este drástico cambio climático. Allí abajo hacía mucho más frío, y, lamentablemente, como Ron recordó mientras se agrupaban las filas en la puerta de la mazmorra de Snape, no contaban con las tostadas para levantarles la moral. Harry concordó agregando el inteligente comentario de que si se quería encontrar el lugar más frío del castillo deberían ir hacia donde Snape estaba, fueran las mazmorras o no.
Snape los hizo entrar y todos, Gryffindors y Slytherins, ocuparon sus lugares. Trabajaron durante toda la clase en un filtro de llanto colocados de a parejas. Hermione se pasó a la mesa junto a la de Harry y Ron y se agrupó con Neville, quien parecía más que feliz de contar con aquella compañera.
—No la arruines, Neville, que aun queda todo un año... —le advirtió Harry sonriendo, haciendo que Neville se sonrojara, Ron riera, Hermione le echara una reprochante mirada, y Snape le quitara diez puntos a Gryffindor.
Cuando faltaban diez minutos para que sonara la campana, el profesor se levantó de su escritorio.
—Quiero que cada pareja me pase el reporte de la poción que han seleccionado —dijo en su habitual tono áspero. De inmediato todos comenzaron a revolver en sus mochilas. Hermione se estiró para poder ver a Draco, quien estaba recostando su cabeza sobre un brazo y haciendo algunos garabatos sobre un trozo de pergamino; parecía no haber escuchado a Snape.
—¿No le entregarás a Snape el reporte? —le preguntó Ron a Hermione a su lado.
—No... no... Malfoy y yo debemos quedarnos luego para discutir algunos... Ron, tu poción está rebalsando... —Ron, quien se había olvidado de su caldero mientras se acercaba a Hermione, se volteó maldiciendo por lo bajo para arreglar el pequeño desastre sobre su mesa.
La campana sonó y todos los alumnos salieron, a excepción de Draco y Hermione, que se rezagaron a conciencia. Snape los contempló acercarse desde su escritorio, sin ningún amague de hacer nada.
—Disculpe por no entregar un reporte apropiado, profesor —comenzó Hermione, siendo ella la más experimentada cuando se trataba a interacciones con los profesores. Pero Snape estaba mirando fijamente a Draco, quien le sostenía la mirada, casi como si no necesitaran hablar. Hermione se mordió un labio y dio un paso atrás, dejando a Draco que manejara la situación.
—¿Seleccionaron ya una poción? —preguntó Snape, aun sin mover sus ojos.
—Sí—respondió Draco con voz fuerte. Guardaron silencio unos momentos.
—¿Puedo saber cuál poción? —preguntó nuevamente Snape.
—Preferiría que fuera una sorpresa —declaró Draco, calmo. Hermione tuvo la horrible impresión de que Snape no toleraría aquello, por lo cual se llevó una sorpresa cuando dijo:
—Muy bien. Entonces están exentos de presentar un itinerario.
—Muchas gracias, señor —dijo Draco. Y quedaron en silencio.
Hermione no podía creerlo. ¿Eso era todo? No era posible... ¿No pensaba Snape interrogarlos sobre qué poción harían o algo...?
—Puede retirarse, señorita Granger —dijo Snape bajando su vista hacia los reportes de los demás estudiantes para acomodarlos. Hermione parpadeó. ¿La estaba echando? La estaba echando...
—Con permiso... —murmuró, y salió de la mazmorra.
Draco y Snape quedaron solos, aun en silencio, el profesor todavía con su vista baja.
—¿No te dio ningún problema? —preguntó Snape al cabo de un rato, haciendo un gesto vago hacia la puerta por la que acababa de irse Hermione.
—No más que lo normal —respondió el muchacho. Otra vez se hizo silencio por algunos segundos.
—Eso es raro... —comentó Snape— Granger es extremadamente curiosa... —elevó sus ojos y los focó en los de Draco— Me atrevería a decir, entonces, que tiene gran potencial para la Legilimancia... O por lo menos que es muy perceptiva... —Draco dudó.
—Es... posible... —dijo, sin darse cuenta de que una gran parte suya estaba segura. Snape asintió.
—Puedes retirarte, Draco... —le dijo— Debo escribir a mi proveedor de ingredientes... Sé que pronto me faltarán algunos...
∞∞∞∞∞∞∞∞∞∞∞
—No te quedes allí descansando... —le dijo Hermione a Draco en un tono molesto.
—No estoy descansando, Granger, me estoy preparando... —corrigió él.
—¿Eso quiere decir que en serio piensas hacer algo? —le preguntó ella fingiendo sorpresa— Al menos ponte a preparar el fuego... y asegúrate de que la temperatura sea de exactamente 89º, como lo dice el libro.
Draco suspiró y se levantó del gran almohadón bien mullido. Habían entrado a la Sala de los Menesteres media hora atrás, y Hermione ya estaba concentrada en su trabajo. Como había sido él el que había entrado primero, la habitación era como él la había pedido... o necesitado...
Espaciosa, de paredes altas que culminaban en un techo tipo cúpula con tragaluces por doquier, estaba pintada de un verde inglés con toques plateados (para variar). El suelo estaba cubierto con una elegante y mullida alfombra y había varios sillones, puffs y almohadones para descansar luego de lo que, pensó Draco, serían exhaustivas horas de trabajo. Hermione no había estado muy feliz al ver esto, pero peor fue su reacción al advertir que, al fondo de la habitación, había una gran cama de doseles cubierta con sábanas de seda, de tamaño matrimonial. Hermione le había enviado a Draco una mirada asesina, y el muchacho sólo se había encogido de hombros.
—Nunca se sabe... —había dicho inocente.
Lo necesario para hacer la poción (en verdad necesario, no según los parámetros de Draco), ocupaba apenas una pequeña y poco iluminada esquina de la habitación. Allí encontraron un caldero de tamaño mediano, una tabla de madera, un cuchillo de plata, cucharas de roble, de bronce y de granito (específicamente indicadas), un mortero de abedul, un gotero de cristal, un embudo, un punzón, un frasco medidor y un termómetro de mercurio. Como aun no había podido robar los ingredientes del despacho de Snape, no podrían avanzar demasiado con la poción, así que Hermione había decidido que, al menos, comenzarían con los preparativos.
Ella estaba arrodillada junto al caldero, frotando el interior de este con una esponja humedecida con quimo de cuervo, el mejor antioxidante y repelente conocido, ya que las instrucciones de la poción explicaban claramente que el caldero debería estar impermeabilizado. Era una tarea bastante tediosa, ya que el quimo era mucho más espeso de lo que hubiera esperado y era difícil hacer que se adhiriera a la superficie.
Draco se echó al suelo junto al pequeño mechero y prendió el fuego con su varita. Entonces se estiró para tomar el termómetro. 106º. Se había pasado. Hizo otro movimiento con su varita para bajar la temperatura. 73º. Ahora le faltaba. Reprimiendo un bufido de exasperación volvió a usar su varita. 94º.
—Estúpida... cosa... —murmuró con los dientes apretados, conteniendo las ganas de largar su varita al demonio y haciendo con ella en vez otro giro. Escuchó un suave sonido tras él y miró sobre su hombro para encontrar a Hermione con una mano sobre su boca, disfrazando una risa con una tos— ¿Debo interpretar eso como una burla? —preguntó molesto. Ella fingió una expresión seria.
—No, no... para nada... —aseguró— Puedo ver que el mechero es un enemigo temible... —Draco rodó los ojos.
—Ven a hacerlo tú, a ver cuán bien lo haces...
Hermione dudó unos segundos, pero al final apoyó sus palmas en el suelo y comenzó a gatear hasta donde estaba él, ignorando la asombrada mirada del muchacho ante su elección de modo de locomoción. Le quitó el termómetro de la mano, lo colocó en el fuego, frunció el entrecejo y tocó con la punta de su varita las llamas. Bajó un tanto su varita y Draco vio que los números en el termómetro disminuían hasta llegar limpiamente a 89º. Volvió a colocar el termómetro en la mano de Draco, le dedicó una amplia y arrogante sonrisa, y volvió gateando hasta el caldero.
—Presumida...—susurró él, aunque estaba bastante ocupado sacando provecho del original y bonito ángulo en que se había puesto la chica.
Con su tarea ya lista volvió a recostarse en el almohadón en el que había estado antes y se dedicó a observar a Hermione continuar con su trabajo. Por momentos ella hacía muecas de desagrado al percibir el fuerte olor del quimo, pero continuaba trabajando sin quejarse.
—¿No te da asco? —le preguntó curioso luego de un rato. Ella soltó un bufido despectivo.
—No soy una niña... —declaró.
—Sucede que sí lo eres... —discutió Draco. Hermione hizo un gesto despreocupado con la mano, nunca deteniendo su trabajo.
—Sabes lo que quiero decir... —dijo.
—Oh, sí... por supuesto... —dijo falsamente entendido. La verdad era que cada vez estaba más curioso. Hicieran lo que hicieran, fuere la materia que fuere, ella siempre se las arreglaba para ser la mejor. Le salían todos los hechizos, todos los encantamientos, podía manejar cualquier criatura y podía hacer que el fuego se situara en 89º. Claro... él también podría arreglárselas para hacer cualquiera de esas cosas... ¿O no? Suspiró. Quizás simplemente no estaba en su sangre...
Sintió un horrible escalofrío al encontrarse pensando eso. ¿Cómo podía habérsele ocurrido algo así? No está en la sangre, no es el destino... Todas esa frases le recordaban el mismísimo motivo por el cual Hermione estaba agachada junto al caldero frotándolo con quimo de cuervo. ¿Y no había llegado acaso a la conclusión de que no existía tal cosa como el destino? Pero... ¿Podía estar seguro de que tenía razón? Era terrorífico, pero... ¿quién le negaba que en realidad sí tenía su destino ya marcado, y que debería cumplirlo de todas maneras, Sangre de Dragón o no...? Quizás, después de todo, sí debería convertirse en mortífago y ser la mascota de Voldemort... ¿Cómo podía estar seguro?
Para evitarse seguir pensando esto volvió a posar sus ojos sobre lo único en la habitación que podría distraerlo: Hermione. Ella se había echado hacia atrás para descansar un poco, apoyando todo su peso en las palmas y echando la cabeza atrás con los ojos cerrados. Siempre parecía tener una respuesta a todo, pensó Draco, recordando las enésimas veces que le había hecho burla en alguna clase por su mano constantemente levantada. ¿Tendría respuesta para esto? Después de todo, era una simple pregunta, una inofensiva pregunta...
—Mh...—comenzó Draco, no muy seguro de cómo abordar el tema. Hermione, que aun no había advertido que pretendía hablarle, volvió a erguirse y se colocó el pelo tras las orejas, y Draco se halló a sí mismo incapaz de performar ningún sonido más que crónicos mh o eh. Ella, interesada, lo miró frunciendo el ceño.
—Sorprendente vocabulario... —le dijo. Draco carraspeó. Corrió su vista de ella y comenzó a jugar con una punta de su túnica.
—Granger...—dijo en una voz suave y profunda que tomó por sorpresa a la chica.
—¿Sí, Malfoy? —preguntó. Draco aguardó unos segundos antes de responder.
—¿Tú... crees en... el... destino...? —inquirió, sin atreverse a mirarla y conciente de cuán estúpido debía de estar quedando. Hermione abrió apenas su boca, asombrada ante esta inusual pregunta. Bueno, era muy surreal que él le estuviera preguntando algo así... Balbuceó un par de veces.
—Bueno... no creo que el destino sea una fuerza tan omnipotente como la profesora Trelawney nos quiere hacer creer... —dijo sonriendo, orgullosa de su sentido del humor. Pero Draco no rió ni sonrió, ni dio señal de entendimiento. Continuó con su vista baja, retorciendo un borde de su túnica en una mano. Parecía realmente preocupado por algo.
—Eso no ayuda mucho, Granger... —dijo. Hermione tomó aire.
—De acuerdo... —intentó— Déjame ver... El destino, según la concepción universal, es una entidad inamovible e incambiable... ¿verdad? Existe toda esa tontería de que todos tenemos el destino ya escrito y todo eso... —Draco sintió un extraño sentimiento cálido al oírla referírsele como 'tontería'— Pero, a mí entender, no puede haber algo tan constante en un mundo donde nada lo es —Draco frunció el ceño.
—¿Qué quieres decir?
—Mira...—siguió ella reanudando su tarea. El muchacho vio como un poco de quimo de cuervo se chorreaba por su muñeca mientras tomaba la esponja— El universo está en constante cambio. Si has tomado astronomía lo sabrás. No hay nada estático en este mundo. Por lo tanto, es imposible que exista algo tan poderoso e invertible. Incluso Firenze dice que lo leído en los astros puede cambiar, y, aunque desde tercero que no curso Adivinación —hizo una mueca desdeñosa—, debo decir que prefiero a Firenze como... vidente antes que a la profesora Trelawney... —Draco asintió unos segundos, pero luego, aun insatisfecho, volvió a preguntar:
—¿Entoncesno crees en el destino? —Hermione detuvo su mano dentro del caldero, pensativa, y dudó un momento antes de contestar.
—Creo en las causas y consecuencias —afirmó—. Creo que la vida de un hombre está compuesta de causas y consecuencias. De incontables por qué y para qué. Uno no puede esperar que no haya consecuencias por sus acciones, y menos aun que esas acciones no tengan causas —siguió frotando el interior del caldero con la esponja—. Es una cadena... ¿entiendes? Es... sí, claro, todo lo que hacemos está determinado por algo... pero ese algo quizás sea nuestra propia voluntad... ¿no lo crees?
—Entonces...—dijo Draco lentamente, tratando de procesar todas sus palabras y llegar así a una conclusión final— prefieres creer en el libre albedrío antes que en el destino...
—Pues, seguramente sabrás que el libre albedrío es nuestro móvil cotidiano... —dijo ella haciendo un movimiento con su cabeza para indicar que estaba hablando de algo bien sabido— Y no creo que haya que dejar todo en manos del tan llamado destino...
—Así que... —siguió Draco, aun no convencido— Apoyamos al libre albedrío y abucheamos al destino...—Hermione se mostró algo impaciente.
—No todo es tan terminante, Malfoy... —dijo, de repente incrementando la fuerza con la que frotaba el caldero— Seguro, es escalofriante la idea de pensar que toda nuestra vida ya está planeada, cada pequeña parte. Le quita a uno las ganas de vivir... Pero tampoco se puede afirmar que todo lo que hacemos consta de nuestra propia voluntad...
—Es decir que crees en el destino... ¿parcialmente?—preguntó él, desesperándose al no obtener una respuesta satisfactoria. Hermione dejó escapar un gruñido de frustración.
—¿Por qué estás tan empeñado en etiquetarlo y darlo por válido o no? —preguntó algo molesta— Destino, destino... ¿No es sólo una palabra, después de todo?
—Eso es lo que yo digo... —murmuró él, alegre de que hubiera dicho eso. Ella no lo escuchó y siguió hablando.
—Es sólo una manera de llamarlo... —declaró mientras cambiaba de mano para que su diestra no se cansara tanto— Es sólo un chivo expiatorio... ¿me explico? Es decir... 'Oh, Merlín... perdí el partido de Quidditch... Debió ser el destino...' U 'Oye, muñeca... tú y yo estamos destinados a estar juntos...' —Draco soltó una risa y Hermione lo miró.
—¿Realmente te han abordado con esa frase? —preguntó incrédulo. Hermione rodó los ojos.
—Lo que quiero decir es que se lo usa como excusa para justificar las derrotas o reafirmar las victorias —dijo Draco la observó en silencio mientras ella volvía a pasar la esponja a su mano derecha, resignada a que su zurda no era aprobable, y focaba toda su atención en su tarea. Entonces entendió que ya no hablaría. Pero a él aun no le había quedado del todo claro cuál demonios era su certera posición en todo este asunto.
—Entonces...—dijo una vez más, cuidadoso de no exasperarla— ¿Tú... no... crees en el... destino? —Hermione cerró los ojos unos segundos, suspirando, detuvo su tarea, y luego lo miró directamente a los ojos. Era evidente que estaba queriendo una respuesta tangible. Y era evidente lo que quería escuchar. Y, después de todo, era lo mismo que ella creía, sólo que (por una manía muchas veces fastidiosa) solía adornar las cosas.
—No, Malfoy —aseveró—. No creo en el destino.
Draco le mantuvo la mirada unos instantes, y al final sonrió.
—Bien—dijo—. Porque yo tampoco.
Hermione meneó la cabeza y continuó frotando el caldero. Este supuestamente simple trabajo le estaba costando más tiempo del esperado, el quimo había empezado a hacerle doler las fosas nasales por su fuerte olor, y además se le había chorreado por una muñeca, y resultaba desagradablemente frío. Para empeorar las cosas, Draco había decidido que la mejor manera de pasar el tiempo era simplemente observarla, lo que molestaba a Hermione por sobre cualquier otra cosa.
—¿No piensas hacer nada más? —le preguntó al final, harta de sentir sus ojos sobre ella— Porque, si no tienes nada que hacer, yo puedo darte algunas opciones... Me falta aun más de medio caldero por impermeabilizar, y, de veras, no me molestaría en lo más mínimo que vengas a ayudarme...
—Adoro cuando pides ayuda... —dijo él mientras sonreía de lado y se arrastraba hasta ella. Se arrodilló frente a Hermione, con el caldero de por medio, y metió su mano en la cubeta con quimo y sacó de allí otra esponja.
—Así está mejor —aprobó Hermione, aunque ahora se complicaba aun más, ya que dos manos molestaban más de lo que hacían— Mantén tu mano de tu lado...—reprendió Hermione palmeándole la mano con suavidad.
—Tú eres quien está cruzando límites... —se defendió Draco encogiéndose de un hombro.
—¿Qué estás haciendo? Estás dejando lugares sin cubrir...
—No he terminado con esos lugares, Granger, tranquilízate...
—Malfoy... Si no vas a hacerlo bien, dilo. El caldero debe quedar impermeabilizado al cien por ciento... —Draco rodó los ojos.
—Evidentemente estás estresada... —le dijo, quitándole la esponja de las manos— Ya has trabajado. Deja que yo termine...
—No, claro que no... tú lo haces todo mal... —replicó Hermione, estirándose sobre el caldero para recuperar su esponja.
—Ya basta, Granger... —dijo él firmemente. No es que le preocupara el cansancio de la chica, sino su propia salud mental— Vete a recostar sobre uno de esos útiles almohadones que yo, siempre tan genial y precavido, hice aparecer...
—Pero prométeme que no dejaras ni un milímetro sin cubrir...—pidió Hermione, aunque su tono fue imperativo.
—Sí, Granger... lo prometo... —Hermione asintió. No fue hacia alguno de los almohadones, sino que simplemente se dejó desplomar sobre un costado, suspirando cansada. Luego se colocó boca arriba y llevó un brazo hacia su frente, con los ojos cerrados.
—Y pensar que aun ni hemos empezado la poción... —dijo, pero más que decepción, lo que Draco percibió en su voz fue excitación. Sonrió resignado.
—Eres rara, Granger... —aseguró mientras mojaba su esponja una vez más.
—¿No somos todos raros a nuestra propia manera? —preguntó ella con un dejo de indiferencia.
—Tendré que concederte eso... —concordó Draco— Pero digamos que tu manera de rareza es bastante particular.
—¿Debo sentirme halagada? —volvió a preguntar, aun sin abrir los ojos. Draco sonrió aun más y ladeó un poco su cabeza para verla a la cara.
—Allí tienes otra prueba... —dijo— Las chicas comunes se sienten halagadas por el simple hecho de que yo las mire...
—Sí, bueno Malfoy... pensé que estábamos hablando en un promedio de gente medianamente normal e inteligente... —Draco parpadeó.
—Estás diciendo, corrígeme si me equivoco, que las chicas a las cuales les gusto (es decir... todas), son todas idiotas... —esperó a que Hermione dijera algo. Pero ella calló, con sus ojos aun cerrados, allí tendida plácidamente— Te dije que me corrigieras si me equivocaba... —volvió a decir, deteniendo su tarea.
—Exactamente...—le dijo Hermione, dedicándole una irritante sonrisa— Estabas en lo correcto... —Draco alzó las cejas.
—Creo que te olvidaste de endulzar tu té esta mañana...—dijo. Hermione rió, una risa suave y corta.
—Notodas son idiotas... —reconoció, colocándose de costado y apoyando un codo en el suelo y su cabeza en el correspondiente puño cerrado— Pero debes admitir que la mayoría son, por lo menos, fastidiosas... —y no podía negarlo. Parvaty y Lavender eran sus conejillos de Indias.
—Bueno, sí... —aceptó Draco, dejando la esponja en la cubeta— Pero, honestamente, no estoy demasiado tiempo con ninguna de ellas como para que lleguen a fastidiarme hasta el cansancio... —Hermione dilató sus ojos.
—¿Y debo entender que estás orgulloso de eso? —preguntó indignada. Draco se echó hacia atrás y recargó su peso sobre sus palmas, como antes lo había hecho Hermione.
—Cada uno debe saber lo que tiene, y es mejor que lo aproveche... —dijo con simpleza— Tú sabes que eres buena con el estudio, las tareas, los trabajos... con la escuela en general, y vaya que le sacas jugo...
—Pero no lo puedes comparar... —dijo Hermione escandalizada—Son cosas muy distintas... Tú estás jugando con los sentimientos de las chicas... —Draco negó con la cabeza.
—Eso es lo que la mayoría de la gente no entiende... —dijo— Ninguna de las chicas con las que yo estoy me ama, Granger... Personalmente me aseguro de que ninguna de ellas tenga sentimientos profundos hacia mí (porque, ya sabes, se ponen molestas...). Así que las que pasan mi control de calidad, saben a lo que se atienen... —guardó silencio unos momentos— Aunque claro... no puedo impedir que me encuentren fascinante en todos los sentidos... —agregó corriéndose innecesariamente el flequillo de la frente en una actitud muy arrogante. Hermione dejó escapar una risa despectiva.
—Sí, claro... —susurró, acomodándose para poder apoyarse sobre sus antebrazos, aun boca arriba. El caldero y el quimo habían sido totalmente olvidados.
—Sé que la verdad duele, Granger... —siguió él en un tono falsamente comprensivo— ¿Pero por qué te cuesta tanto aceptar que te mueres por ir a estrenar aquella cama —señaló con la cabeza la cama matrimonial al final de la habitación— conmigo?—Hermione rodó los ojos.
—Créeme, Malfoy, hay tantas posibilidades de que tú y yo compartamos una cama como de que Snape le regale a Harry unos patines para Navidad.
—¿Sabes, Granger? —preguntó él, mostrándose dolido— Sería más fácil que empuñes aquel cuchillo de plata y me lo claves directo en el corazón...
—¿E impedirles a todas las chicas que no te aman pero que te desean que puedan conocer todos los aspectos de Draco Malfoy? —preguntó en un tono asombrado.
—Mh... es cierto... —reconoció él, pensativo— Me debo a mis chicas...
—Por favor... —exclamó Hermione entre dientes. Se desperezó, aun recostada, y bostezó abiertamente. A los pocos segundos Draco la imitó, y se hundieron en un perezoso silencio. Ambos tenían su vista clavada en el techo, bien alto, en cuyos ventanales podía verse el cielo ya casi oscuro del todo. El único sonido que llenaba el lugar era el suave crepitar del fuego en el mechero.
Draco, algo aburrido, comenzó a contar las primeras estrellas que aparecían en el cielo. Una, dos... ¿Así serían todas sus sesiones? Tres, cuatro... Era extraño que Hermione no insistiera con que continuaran trabajando. Cinco, seis... Estaba muy silenciosa... Siete, ocho... ¿Se habría dormido? Bajó su vista hacia la chica quien, efectivamente, tenía sus ojos cerrados. Su cabeza descansaba sobre sus brazos flexionados y su pecho subía y bajaba lentamente al ritmo de su respiración.
—Granger...—llamó Draco. Ella movió un poco sus párpados y murmuró algo incomprensible, pero siguió dormida— Granger... —insistió, algo más fuerte. Sin respuesta otra vez. A regañadientes se arrastró hacia ella y le tocó un hombro con un dedo— Granger —dijo esta vez bien potente. Hermione abrió los ojos, sin demasiadas ganas, era evidente, y lo miró reprochante.
—¿Qué?—preguntó malhumorada. Draco aplacó una sonrisa y agradeció no compartir con ella la habitación, si esos eran sus humores al despertar (aunque quizás compartir dormitorio con ella tuviera sus ventajas, también...)
—¿No deberíamos terminar con el caldero? —preguntó con inocencia. Ah, bueno... mal hecho... Hermione se irguió de repente, toda señal de somnolencia desaparecida, y abrió sus ojos como Draco no había visto a nadie antes. Comprobó su reloj de inmediato y dejó escapar un lamento al ver la hora.
—Malfoy, voy a matarte... —dijo, mientras gateaba una vez más sobre el caldero y continuaba con su tarea abandonada. Draco se acercó y continuó trabajando también.
—Pensé que ya habíamos dejado claro ese asunto... —dijo— ¿No íbamos a mantenerme vivo por el bien de la población femenina de Hogwarts? —Hermione bufó, pero decidió que, si quería terminar antes del siguiente milenio, era mejor dejar a Draco ahogarse en su ego.
∞∞∞∞∞∞∞∞∞∞∞
Cuando terminaron de impermeabilizar el caldero ya había comenzado hacía rato la cena. Hermione, aun maldiciendo a Draco por lo bajo, guardó todos sus útiles en su mochila y salió de la Sala de los Menesteres caminando apurada. Draco la siguió.
—Granger...—la llamó mientras comenzaba a caminar a su lado— Estuve pensando...
—Te felicito... sé que duele la primera vez... —interrumpió ella, aun molesta.
—¿Qué sabes tú de primeras veces? —fue su mordaz respuesta, pero deseó no haber dicho aquello al ver la mirada que ella le envió— Como decía... —se apresuró a decir— Creo que sería bueno que hoy a la noche entremos al despacho de Snape a buscar los ingredientes y...
—¿Hoy a la noche? —volvió a interrumpir Hermione, deteniendo su marcha. Draco debió volver unos pasos cuando la sobrepasó.
—Sí. Y creo que sería bueno que...
—No lo haremos hoy a la noche, Malfoy... —él parpadeó, confundido.
—¿Por qué no? —preguntó.
—Porque es algo que debe planearse bien... —respondió Hermione impaciente. Draco sonrió, aliviado.
—No habrá problema... —aseguró— Snape no nos atrapará —Hermione alzó las cejas, desconfiada.
—¿Y cómo estás tan seguro?
—Porque soy el maravilloso Draco Malfoy... —dijo él como si fuera una respuesta obvia. La verdad era que no tenía intenciones de decirle que Snape estaba esperando que entrara a su despacho, que prácticamente le había enviado una invitación, y que era probable que le sostuviera la puerta al entrar. Hermione continuó mirándolo suspicaz.
—No podemos hacerlo hoy, Malfoy... —dijo al fin.
—Si tienes miedo que te atrapen iré solo —dijo Draco, jugando un papel de maestro comprensivo. Hermione hizo rechinar sus dientes.
—NO tengo miedo de que me atrapen —lo cual, por supuesto, era mentira.
—Entonces no veo qué problema habrá —dijo Draco con su sonrisa más encantadora. Claro que su sonrisa más encantadora no lo funcionaba con Hermione Granger.
La chica permaneció en silencio, considerando sus opciones.
—Bien—dijo al final—. Pero debemos hacerlo ahora, aprovechando que Snape está comiendo.
—Perfecto—acordó Draco—. Vayamos a la Sala Común a buscar mi mochila así podemos llevar todas las cosas de un solo viaje.
—De acuerdo —dijo Hermione, quien, en realidad, no se veía muy convencida.
Apuraron el paso por el corredor hasta llegar a una escalera. Bajaron y mantuvieron el mismo ritmo en el pasillo de abajo. Unos murmullos más adelante les dieron la pauta para saber que había alguien más adelante.
—No es bueno que nos vean... —murmuró Hermione. Draco puso una mano en su espalda y la obligó a seguir adelante.
—Sólo vamos inocentemente a cenar —dijo. Hermione hizo un brusco movimiento para quitarse de su espalda la mano del muchacho.
Doblaron una esquina y se encontraron de frente al grupo entero de chicas de séptimo de Slytherin, a excepción de Pansy.
—Draco...—saludó alegre Bianca Lastrone mientras se le acercaba casi a saltitos. Hermione alzó una ceja y contuvo una risa despectiva.
—Buenas noches, Bianca... —dijo él sin detener la marcha ni un segundo.
—¿Quieres ir un rato conmigo a nuestra Sala Común? —le preguntó Bianca sonriendo sugestiva. Draco la miró por sobre su hombro. Hermione ya había comenzado a bajar la siguiente escalera.
—Yo...—balbuceó él. Giró su cabeza para ver a Hermione— No puedo... —le dijo a Bianca señalando a su compañera Premio Anual, y volvió a encarar hacia delante. Se ubicó junto a Hermione segundos después.
—¿Ella no te ama? —le preguntó Hermione socarrona. Draco se rascó la cabeza infantilmente.
—Ya no se sabe... —le dijo encogiéndose de hombros.
