DISCLAIMER
Todo lo que reconozcan fue creado y pertenece por y a JK Rowling.
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Sangre de Dragón
byLianis
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Capítulo VI: El arte de olvidar y aprender nombres
Lo único bueno de tener Cuidado de Criaturas Mágicas ese día, pensaba Hermione, era la oportunidad de ver a Hagrid. Todos los terrenos estaban embarrados, caía una constante y molesta llovizna, y el viento pelaba la piel de lo helado que era. Y el único que sonreía cuando se ubicaron junto a su cabaña, era el profesor.
—Buenos días —saludó Hagrid alegre. Pansy fingió una risa incrédula.
—Serán para él... —susurró a Draco y a Blaise mientras daba otra vuelta a su bufanda.
—Hoy trabajaremos con los belkriws —continuó Hagrid, haciendo oídos sordos—. No tendrán problemas con ellos, porque ya manejaron a los belkriwinses sin mayores disgustos, así que estas preciosuras no deben representares mayor inconveniente... —palmeó un lado de una gran caja que contenía unas pequeñas criaturas parecidas a ratones pero con orejas largas y flácidas y ojos enormes y de aspecto aterciopelado tapados por tupidas marañas de pelo blanco.
—¿Y dónde tienen los colmillos afilados o las garras? —preguntó Blaise desconfiado.
—No seas tonto... —rió Hagrid— Estos bebés no herirían ni a una mosca... Ahora, lo que harán será pelarles el lomo, que como ven tiene mucho pelo, y luego rasparán su piel para obtener un polvillo muy fino. Este polvo es muy bueno como abono para las plantas de raíces blandas, así que la profesora Sprout se pondrá muy feliz si le conseguimos mucho... —sonrió a la clase, como si lo más lógico fuera que todos estuvieran en éxtasis ante la perspectiva de aquello— Ahora, colóquense de a parejas, de otro modo no alcanzarán los belkriws.
Los alumnos intercambiaron algunas miradas, y luego comenzaron a ponerse de a dos. Draco se volvió a Blaise y a Pansy.
—Bueno, tú vete con Bianca, así yo lo hago con Blaise —le dijo a la chica. Pansy parpadeó incómoda y miró primero al grupo de chicas de Slytherin, que estaban agrupadas y hablando serias señalándola, y luego a Blaise por el rabillo del ojo. Blaise la miró también y abrió y cerró su boca un par de veces— ¿Qué sucede? —preguntó Draco sospechante. Blaise y Pansy dudaron, hasta que al final el muchacho, tomando una resolución instantánea, dijo:
—Lo lamento, mi amigo, pero no podrás contar con mi compañía el día de hoy... —sonrió y pasó un brazo por sobre el hombro del rubio— Así que tendrás que trabajar con Pansy... —Draco parpadeó, sin notar que su amiga suspiraba aliviada.
—¿Y tú con quién lo harás? —preguntó algo dolido ante su súbito rechazo. Blaise acentuó su sonrisa.
—No te preocupes por mí... —dijo con suficiencia— Lo tengo todo bajo control... —y se acercó hasta donde estaba Hagrid, dejando a Draco interrogando a Pansy con la mirada, para que ella se encogiera de hombros— Disculpe, profesor... —llamó. El gigante lo miró intrigado.
—¿Si?—preguntó.
—Pues verá, señor... —continuó, utilizando un tono lisonjero que impresionó (y enorgulleció, ya que él había sido el maestro) a Draco— Sucede que los belkriwinses me resultaron horriblemente complicados, y no quisiera que resulte igual con los belkriws, ya que parecen criaturas tan fascinantes... —Hagrid asintió encantado— Así que me preguntaba si podría emparejarme con alguien que usted considere apto para esta tarea...
—Por supuesto —concedió Hagrid, casi saltando de la emoción— Hermione... Hermione, ven aquí...—agregó volviéndose a la castaña, quien rechinó sus dientes y le envió a Blaise una mirada furiosa. Blaise, por su parte, suspiró satisfecho con el resultado de su plan— ¿Podrías trabajar con Zabini? —le preguntó Hagrid con los ojos brillantes. Hermione dudó por unos segundos hasta que, incapaz de negársele, dijo:
—Claro... será un placer...
—Excelente...—exclamó el profesor, y se encaminó junto a Parvaty y Lavender que parecían reacias de tomar a su criatura. Entonces Hermione se volvió a Blaise.
—Tú sí que sabes manipular, Zabini... —le dijo molesta inclinándose sobre la caja para tomar uno de los belkriws.
—¿Y qué esperabas? —preguntó él socarrón mientras se acodaba en el borde de la caja para sonreírle de lado. Hermione rodó los ojos.
—Claro...—murmuró entre dientes.
—Muy bien, escuchen aquí... —llamó Hagrid una vez que todas las parejas tenían su belkriw— Es necesario no quede nada de ese polvillo en el lomo, porque durante el invierno impide el crecimiento de pelo nuevo, y estas criaturas no tiene el cuero muy grueso, así que es muy importante su pelaje. Asegúrense de limarlos bien.
Hermione se arrodilló con el belkriw en su regazo y lo acarició un poco para calmarlo, ya que estaba muy nervioso. Blaise se colocó a su lado de cuclillas.
—¿Tienes experiencia en esto de acariciar cosas peludas? —le preguntó el muchacho elevando las cejas y adoptando un aire inocente. Hermione apretó los labios y no contestó. La razón de por qué Draco y Blaise eran amigos... evidente. Al no obtener respuesta, él siguió hablando— Digo, porque en el momento en que lo tomaste prácticamente se dejó desfallecer entre tus manos... Se... se derritió... —alargó un dedo para rozar la cabeza del belkriw, pero justo cuando lo tocó, unos agudos y diminutos colmillos se clavaron en la yema de su índice. Blaise quitó su dedo de inmediato e insultó a la criatura por lo bajo. Hermione rió.
—Por eso se dirá que los animales son el triple de perceptivos que los humanos... —dijo mientras el belkriw se acurrucaba contra su pecho— Aunque no es demasiado difícil contigo, Zabini...
—Esa cosa me hizo sangrar... —se quejó él mientras oprimía su dedo para hacer manar apenas una gotitas de sangre— ¡Me sangra! —dijo ahora más fuerte colocando su dedo justo frente a los ojos de Hermione.
—Eres una niña... —rió Hermione— Son sólo unos rasguños... Envuelve el dedo en tu túnica y dejará de sangrar de inmediato.
—¿Sólo unos rasguños? —preguntó Blaise indignado— ¿Sólo unos rasguños? Granger... ¿Tienesidea de lo que valen estos dedos? Estos dedos han llegado a los lugares donde el sol no alumbra, estas manos —elevó sus manos hasta el rostro de Hermione, como antes había hecho con su índice—, son un tesoro incalculable entre las chicas... —Hermione alzó una ceja— ¿Tienes idea de lo que estas manos pueden hacerle a una chica?
—No, Zabini, no tengo idea, y honestamente no quiero tenerla... —dijo monótona. El belkriwl había hundido su cabeza en uno de sus hombros— ¿Acaso tú y Malfoy compiten diariamente para ver quién es el que puede sacarme de quicio más rápido? —Blaise hizo una especie de puchero y amagó a decir algo, pero al final cerró su boca, se encogió de hombros, malhumorado, y envolvió su dedo en un extremo de su túnica— Pásame unas tijeras —le dijo entonces Hermione.
Lo difícil no era pelar al belkriw, ya que su pelaje en el lomo no era muy grueso, y no les hubiera costado más de diez minutos, de no ser por el pequeño inconveniente de que elbelkriw particular que le había tocado en suerte parecía terriblemente decidido a no dejar que nadie excepto Hermione lo tocara. Blaise se limitó, de ese modo, a permanecer a prudente distancia de su compañera, y a cumplir las indicaciones que esta le daba, aun mostrándose enojado con la criatura por el gran perjuicio causado.
Cuando Hermione tomó la espátula de madera para empezar a raspar el lomo del belkriw, Blaise, al parecer, juntó un poco de coraje y se acercó un tanto.
—Así que... —dijo, aparentando seguridad e indiferencia. Hermione no detuvo su tarea, pero le prestó atención— Tú y mi Draco están trabajando en su poción...—la chica reprimió una sonrisa al oírlo referirse al rubio como 'mi Draco'.
—Así es —constató. Blaise asintió.
—Claro, claro... —murmuró— Y, por lo que pude ver, han estado trabajando en una atmósfera más bien pacífica... —Hermione dudó. ¿Seríapacífica la palabra?
—Podría decirse... —dijo.
—Es decir... —siguió él mientras le pasaba una bolsita de pana para que ella echara allí el polvo acumulado en la espátula— No han tenido lo que se dice... grandes peleas o...
—Si Malfoy no se comporta como un cretino, yo estoy más que dispuesta a tener una relación civilizada con él—interrumpió ella limpiando el borde de la espátula con un dedo para que no quedaran restos de polvo—. Y, evidentemente, él está muy interesado en esta poción, porque se está comportando... bueno, no te voy a decir que está siendo un caballero... pero es bastante... tolerable...—concluyó luego de considerarlo unos instantes. Blaise volvió a asentir.
—Sí, es lo que imaginaba... —alardeó— Sí... claro... —guardó silencio unos segundos— Granger... —dijo entonces en un tono algo respetuoso— Verás, qué memoria, la mía... He olvidado el nombre de la poción en la que están trabajando...—Hermione sonrió indetectablemente. Si Blaise pensaba que ese truco funcionaría con ella, pues estaba muy equivocado.
—¿Te has olvidado? —le preguntó fingiendo inocencia.
—Así es... —siguió él, envalentonado— Draco me lo dijo, pero tengo tantas cosas en mente... Ya sabes... cosas del colegio... del estudio... —agregó en un desesperado intento por sonar más de su agrado. Hermione se volteó, pretendiendo que se acomodaba la túnica y soltó una suave risa.
—Oh... pero no veo por qué puede interesarte tanto, Zabini... —dijo con dulzura— No es más que una tonta poción...
—Sí, lo sé... —replicó él— Pero... pero... es sólo que no recuerdo... el nombre... —Hermione calló unos segundos. Era bueno saber que Draco había mantenido su promesa y no había contado sobre la poción.
—Sí que eres muy buen amigo, Zabini —exclamó ella siguiendo el juego—. Te preocupas tanto sólo por una poción...
—Así soy yo... —acordó— Leal hasta el final...—Hermione lo observó con una sutil sonrisa en la comisura de sus labios.
—Se llama Cerdus Alantis —inventó entonces volviendo a raspar el lomo de belkriw. Los ojos de Blaise brillaron.
—Claro...—susurró— ¿Cómo pude olvidarla? —Hermione se mordió el labio para no reír. Aquella era otra poción de Pociones de Antaño, pero no era ni remotamente útil— Sí y... oh, Granger... verás, jamás pude comprender del todo para qué era la poción cuando Draco me lo explicó... y pensé, ya que tú eres tan brillante e inteligente, que quizás lo haría si me lo cuentas... —se acercó para crear un tono cómplice y confidente— Aquí entre nos, Draco puede ser bastante impreciso al hablar... —Hermione fingió una risa de entendimiento.
—Sé a qué te refieres... —dijo. Inconscientemente, estaba creándose un personaje que era muy parecido a Parvaty o Lavender— Bueno, verás... se trata de una poción para curar la piel de los cerdos —y sonriéndole una vez más, volvió toda su atención al lomo delbelkriw. La boca de Blaise se abrió en descreimiento.
—¿Para... curar... cerdos? —preguntó incrédulo. Hermione asintió con énfasis.
—Así es Zabini —le dijo abriendo mucho los ojos—. Vaya... deberé empezar a tenerte más lástima de lo usual ahora que sé que tanto te costó entender eso cuando Malfoy te lo contó... —se puso de pie, meneando la cabeza falsamente apenada, y se acercó a Hagrid para entregarle su bolsa ya repleta de polvo de lomo de belkriw.
Blaise parpadeó un par de veces viéndola alejarse, y una parte de su cerebro deseaba aporrearlo mientras le preguntaba demandante en qué demonios estaba pensando al creer que podría engañar a Hermione Granger.
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—¡No quiero tocarlo! —gritó Parvaty mirando horrorizada al pequeño belkriw que se retorcía a sus pies
—Tómalo por las orejas... —le repitió Hagrid una vez más, sin perder la paciencia.
—Ya oíste al gigante, Pansy —le dijo Draco a su amiga mientras le pasaba su criatura—, por las orejas —Pansy alzó su labio superior en desagrado y aprisionó las largas orejas del belkriw.
—Asco...—susurró. Draco tomó las tijeras y comenzó a cortar el pelo del lomo.
—No es más que un ratoncito... —le dijo algo distraído.
—Justamente...—replicó Pansy, poniendo tanta distancia entre su mano con las orejas y el resto de su cuerpo como era posible.
Draco sonrió permisivo y miró por sobre su hombro. Hermione estaba arrodillada acariciando a su belkriw, cargándolo como si fuera un bebé. Blaise estaba de cuclillas junto a ella y, a juzgar por la expresión de la cara de la chica, estaba diciendo cosas poco agradables.
—Vas a cortarle una oreja... —le advirtió Pansy. Draco volvió a mirar a su propio belkriw, cuyas orejas estaban peligrosamente cerca del filo de las tijeras— Presta atención.
—Sí...—babluceó Draco— Oye Pan... ¿por qué Blaise quiso hacer pareja con Granger? —preguntó luego con aire casual. Pansy se movió incómoda.
—No lo sé —dijo. Draco hizo un gesto curioso con las comisuras de sus labios.
—¿Tendrá algo que ver con el hecho de que tú no quieres estar con Bianca? —preguntó de nuevo, sin darle importancia. Pansy dilató sus ojos y rió nerviosa.
—¿Por qué creerías eso? —el muchacho la observó con una ceja alzada.
—Pansy... ¿me vas a decir qué demonios está ocurriendo contigo y con el resto de las chicas, o me harás utilizar el Veritaserum? —la chica abrió su boca a aterrorizada.
—No serías capaz...
—Sabes que sí. Ahora, dime... ¿se pelearon o...? —dejó la pregunta inconclusa para que ella completara. Pansy frunció el ceño molesta.
—No es justo —sentenció—. Tú no quieres contarnos a Blaise y a mí sobre tu poción, pero me obligas a contarte mis secretos...
—Estoy preocupado por ti... —dijo él encogiéndose de hombros. Pansy parpadeó y sonrió débilmente.
—¿De veras? —le preguntó tímida.
—Claro. ¿Qué sería del pobre de mí si te has peleado con ellas y yo tengo que soportarte todo el tiempo? —Pansy bufó.
—Eres terrible —dijo, y luego dudó unos instantes—. Bueno, verás... es que... es que... las chicas han... notado, desde que empezó el año... oh, no Draco... no puedo decirte... —concluyó bajando la cabeza apenada.
—Pansy, sabes que tengo más de una táctica para hacer hablar a las personas. Sobre todo si esas personas son chicas —Pansy sonrió una vez más.
—Ese es el problema... —dijo con voz queda— Tú y las chicas... ellas han notado lo extraño que te has comportado desde que empezó el año, y, por supuesto, vinieron a preguntarme qué era lo que te pasaba, pero yo no pude decirlo, así que me llamaron... traidora...
—¿Por eso están enojadas contigo? —preguntó Draco con brusquedad.
—¡NO QUIERO TOCARLO! —gritó Lavender, a su izquierda, poniéndose de pie de un salto y refregando sus manos contra su túnica, dejando a su belkriw tirado en el suelo.
—Así es... —respondió Pansy ignorando a la Gryffindor— Y, además... parece ser que... me tienen inquina porque... bueno, ya sabes, porque soy tu amiga y tú estas conmigo... y por Blaise, también... dicen que tú y Blaise son los dos chicos más guapos de Slytherin —Draco asintió, sin dejar lugar a dudas— y que yo los acaparo...
—Pero eso es una estupidez... —declaró Draco enojado.
—Y, hace un tiempo, cuando tú empezaste a actuar casi como lo hacías antes, ellas pensaron que te habían...recuperado... Pero entonces advirtieron que sigues sin prestarle atención a ninguna...
—Sí, bueno... tengo cosas más importantes que hacer... —replicó él poniéndose a la defensiva y recordando la poción que estaba cocinándose en la Sala de los Menesteres.
—Eso es lo que ellas dicen... —siguió la chica— Dicen que antes, tu prioridad siempre involucraba a alguna chica y poca ropa... —Draco sonrió pensando cuán bien lo describía aquello— Y que, ahora, ya no se te ve con ninguna a excepción de mí y de... bueno, de Granger... —Draco dilató sus ojos y miró una vez más, automáticamente, sobre su hombro, donde Hermione estaba ahora pasando una espátula por el lomo de subelkriw, que parecía estar sumamente feliz de encontrarse allí.
—Pero... pero eso es lógico... ¿verdad? —le preguntó a su amiga con un dejo de temor en su voz— Quiero decir... es la otra Premio Anual y... y trabajamos juntos en una poción... ¡Compartimos una Sala Común...! —agregó desesperado al ver que la expresión de Pansy no cambiaba— ¿Cómo pretenden no verme con ella?
—Bueno...—continuó Pansy tentativa— Bianca dijo que hace un tiempo te encontró una noche, con ella, en un corredor, y que tú te negaste rotundamente a su... ¿cómo fueron sus palabras...? Ah, sí... a su insinuación bien insinuante —hizo una mueca de desdén—, y que estabas siguiéndola como si de ella dependiera tu vida...—Draco recordaba muy bien aquella noche; había sido cuando iban a robar los ingredientes del despacho de Snape.
—Pues... teníamos cosas que hacer... —dijo en una voz casi rogante, como si quisiera la aprobación de su amiga— Íbamos a... teníamos cosas que hacer...
—A mí tampoco me gusta que andes con esa sangre impura...—reconoció Pansy— Aunque entiendo por qué debes estar con ella... Pero ni Bianca ni ninguna de las chicas creen que haya excusa suficiente... Y... oh, Draco... todas se niegan a hablarme...
Draco contempló a la chica sintiendo una gran lástima.
—Lo lamento... —susurró— Es... es todo mi culpa...
—No es tu culpa... —discutió ella— No se puede hacer nada —quedaron en silencio, hasta que Pansy tomó conciencia de que su belkriw, olvidado completamente, se había dormido con las orejas en sus manos— Mejor terminamos...—dijo sacudiéndolo un poco para que despertara.
—Renunciamos, Hagrid... —sentenció Parvaty mientras se ponía de pie con Lavender a su lado y dejaban a su belkriw todavía retorciéndose en el suelo, aun con todo su pelaje intacto.
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Señorita Granger:
Le informo que usted, junto con el otro representante del cargo de Premio Anual, Draco Malfoy, está citada en mi despacho a las 08:00 pm. del corriente día para discutir algunos asuntos concernientes a su desenvoltura en el cumplimiento de su título.
Sin más, se despide
Profesora Minerva McGonagall
Hermione guardó el pergamino que le había llegado aquella mañana en el desayuno en su mochila y comprobó en su reloj que faltaban cinco minutos para las ocho. Terminó de subir la escalera norte del corredor de las armaduras parlantes y lo recorrió rauda. Se le había hecho tarde, ya que se había abstraído del mundo mientras estaba en la biblioteca terminando un ensayo para Flitwick. Llegó al pasillo del despacho de la profesora McGonagall, y advirtió de inmediato que Draco ya estaba allí, recargado contra una pared con sus manos en los bolsillos y bostezando sin reparos.
—Gracias al cielo... —exclamó derrochando alegría al verla acercarse— pensé que debería enfrentar yo solito a McGonagall... —Hermione se apoyó en la pared enfrentada y dejó su mochila en el suelo.
—No hables de ella como si fuera un... algo temible... —reprimió cruzándose de brazos.
—Oh, Granger, me extraña... —dijo con sorpresa— ¿Acaso no has visto la cantidad de niños que le escapan cada vez que oyen sus zapatos acercarse? —Hermione rodó los ojos y suspiró— ¿Cansada? —le preguntó entonces con un dejo de interés. Hermione asintió.
—Me apresuré para acabar un trabajo para el profesor Flitwick, porque dijo que ya pronto comenzaremos con el encantamiento ensordecedor, y lo último que quiero es quedarme atrás...—dijo en un tono de entendida.
—Oh, no, claro que no... —dijo él. La miró unos instantes con las cejas alzadas— Así que... —comenzó en un tono que, para Hermione, significaba que era hora de ponerse en guardia— ¿Te divertiste hoy con Blaise? —la chica sonrió.
—Tu amigo es casi (y remarca bien esa palabra) tan insufrible como tú —Draco asintió.
—Aprendió del mejor... —dijo— ¿Qué era lo que tanto hablaban? —preguntó una vez más, cuidando de no sonar curioso. Hermione se encogió de hombros.
—Le estaba comentando lo útil que es la poción en la que estamos trabajando para curar la gangrena de los cerdos... —dijo indiferente— Sobre todo si manejas una granja y vives en el siglo XII, ya sabes... —Draco sonrió.
—Hablando de nuestra poción... —dijo— ¿Te parece que esta noche vayamos a ver cómo sigue la ebullición de la gena de tritón? —Hermione negó.
—La revisé esta mañana, antes de Cuidado de Criaturas Mágicas —explicó—. Aun le faltan varias horas para que llegue al espesor especificado. Además, si no duermo bien esta noche mañana seré un zombi.
—Muy bien —aceptó Draco—. La controlaremos mañana antes del desayuno —Hermione asintió. La puerta del despacho de McGonagall se abrió y vieron salir por allí a una pequeña niña de primero, Gryffindor, y tras de ella a la profesora.
—...y yo me encargaré de hablar con Lembard... —le decía la bruja a la niña, que sollozaba tapándose los ojos con sus puños cerrados— Ahora, deja de llorar, no es para tanto... —se volvió a Draco y a Hermione— Oh, muy bien... —saludó algo cansada— Por favor, espérenme aquí mientras escribo una carta... —y sin decir nada más, se internó una vez más a su despacho dejando a los adolescentes abandonados y sorprendidos. Hermione se volvió a la niña, que aun sollozaba.
—¿Qué sucede? —le preguntó inclinándose para verle la cara, y de inmediato debió contener una interjección de sorpresa. El pelo de la pequeña estaba cortado irregularmente, dejando varias partes de su cuero cabelludo visible y puntas terminadas en chanfle y diagonales. La niña corrió sus puños para revelar sus ojos enrojecidos e hinchados— ¿Cómo te llamas? —preguntó Hermione una vez más con aire maternal. Por el rabillo del ojo vio que Draco había vuelto a recargarse sobre la pared y que tenía sus mandíbulas apretadas para no reír. La niña tomó aire un par de veces, aun sollozando.
—Lennimer Tucker... —dijo en un susurro. Hermione le sonrió y le elevó el mentón para verla mejor.
—Mi nombre es Hermione Granger... —le dijo.
—Lo sé... —dijo la niña secándose las lágrimas y sonándose la nariz con la punta de su túnica— Eres la bruja con el cerebro más grande de todo el mundo... —bajó la cabeza— O eso es lo que dice Jigh Lembard... jero Jigh Lembard es un mentiroso... —soltó otro sollozo— Pero yo sé que tú eres inteligente, y que eres Premio Anual, y que eres amiga de Harry Potter... —terminó con los ojos brillantes. Draco soltó una risa burlona.
—Así es... —dijo Hermione ignorando al rubio— Ahora... ¿quieres decirme por qué estabas llorando, Lennimer?
—No me gusta mi nombre... —declaró la niña— Quiero que todo el mundo me llame Lenni, pero Jigh Lembard siempre se burla...
—¿Por eso lloras? —preguntó Hermione. Lenni negó con la cabeza haciendo que su extravagante cabello se despeinara.
—No. Es que yo tenía mi cabello bien largo y brillante y siempre usaba dos trencitas y mi mamá me decía que mi cabello era muy lindo y siempre me peinaba y me trenzaba y lo acariciaba...—dijo, las palabras saliendo abruptas por su boca— Pero ya lo tenía muy largo, y lo quería cortar, y entonces Jigh Lembard me dijo que usara unas tijeras especiales para cortar mi pelo y que quedara más lindo que el de Alaineè Leirônn, y... y entonces... entonces... —volvió a llevarse los puños a sus ojos y continuó llorando, más angustiada que antes.
—¿Las tijeras te cortaron mal el pelo? —preguntó Hermione comprensiva, dándole su pañuelo para que se sonara. Lenni asintió mientras su nariz hacía un ruido bien fuerte.
—Jigh Lembard es un mentiroso, y las tijeras se salieron de control y me dejaron el pelo horrible... —se lamentó.
—No tienes el pelo horrible... —le aseguró Hermione.
—Sí, está horrible —contradijo Lenni—. Está horrible, y Alaineè Leirônn se rió de mí, y ahora ningún chico querrá ser mi novio... —Draco de espaldas a la niña, sonrió de lado a Hermione.
—Pero eres muy pequeña para estar pensando en novios... —le dijo Hermione, ignorando momentáneamente a Draco, pero dispuesta a reprimirlo luego.
—No soy pequeña —discutió Lenni una vez más—. Y Alaineè Leiroôn ya está planeando cómo conquistar a Gary Dearnest, y es muy mala porque sabía que amí me gustaba Gary... —soltó un sollozo especialmente fuerte— Y ahora Gary creerá que soy más fea que Mirtle la Llorona y no querrá ser mi novio porque el pelo de Alaineè es tan lindo y brillante... —Hermione suspiró y acogió a Hermione en sus brazos para que continuara llorando contra su pecho. Draco le envió una mirada cuestionante que ella pasó por alto.
—Pero Lenni... —le dijo Hermione con dulzura— El cabello puede crecer... Y ningún chico vale la pena si lo único que le interesa de una chica es su cabello o cómo se ve... —el muchacho le alzó una ceja, incrédulo.
—Pero Gary también se rió cuando me vio así... —contó la niña con la voz ahogada desde el pecho de Hermione.
—Pues ríete tú también... —Lenni la miró interrogativa.
—¿Quieres que yo me ría de mi pelo? —preguntó extrañada.
—Claro. Si tú te ríes de ti, los demás ya no tendrán de qué reírse... —Lenni parpadeó y la miró unos segundos.
—¿Y así ya no se reirán más?
—No. Además, no veo por qué estás tan preocupada por los chicos... —dijo Hermione sonriendo cómplice— Por lo que me cuentas, ese Jigh Lembard está loco por ti...—Lenni se sonrojó y volvió a ocultar la cara.
—Claro que no —dijo—. Jigh Lembard me odia y yo lo odio a él.
—Eso es algo muy feo para decir... —susurró Hermione pasando una mano por el irregular cabello de la niña— ¿Estás segura de que es esa la verdad? —Lenni asintió con ahínco, aun desde el pecho de Hermione— ¿No lo quieres ni un poquito? —Lenni dudó, y al final alzó la cabeza.
—Bueno...—dijo algo cohibida— Hay veces que me hace reír... y una vez le gritó a Alaineè Leiroôn cuando ella quería quitarme mi diario... y el otro día Manni Stewart me dijo que él le había dicho al profesor de Cuidado de Criaturas Mágicas que él debía ser mi compañero porque íbamos a trabajar con unas criaturas muy feas y que debía protegerme... —Hermione sonrió.
—¿Lo ves? El único motivo por el cual te trata mal es porque le gustas, y, sí, seguro que se le pasó la mano con esta broma, pero apuesto a que está muy arrepentido, y tú no deberías ser muy dura con él... —Lenni amagó una sonrisa, mas desapareció sin haberse constituido.
—Pero seguro que igual piensa que estoy horrible... —dijo con pena.
—Pues yo creo que a él no le importa cómo se ve tu pelo...—le dijo Hermione.
—Pero se ve horrible... —insistió ella, mientras esbozos de nuevas lágrimas llenaban las esquinas de sus ojos.
—No se ve tan mal...
—Se ve horrible... Horribilisísimo... —Hermione volvió a sonreír y la volteó con suavidad para que quedara enfrentada a Draco.
—¿Crees que se ve horrible? —le preguntó. Lenni se sonrojó violentamente al verse frente a Draco Malfoy y viéndose así. Draco contempló a la niña y pasó sus ojos hasta Hermione, asombrado. No se esperaba esto...
—Eh...—balbuceó tras abrir y cerrar un par de veces la boca. Los ojos de Lenni seguían humedeciéndose ante la tardanza de respuesta. Hermione le envió al muchacho una significante mirada.
—¿Verdad que se ve hermosa? —apremió en un tono de advertencia. Lenni hizo un puchero.
—Bueno... no, honestamente... —dijo al fin Draco, con aire indeciso. Lenni soltó un grito amortiguado y salió corriendo para desaparecer por una esquina.
—¡Lenni!—llamó Hermione, pero ya era tarde. Entonces se volvió a Draco y se le acercó amenazante— ¿Qué demonios te pasa, Malfoy? —Draco retrocedió un tanto atemorizado; jamás había visto a Hermione tan enojada.
—Mira, Granger, evidentemente...
—¿Qué te costaba decir 'sí', Malfoy?
—Bueno, escucha... Tú no...
—¿Tienes idea de lo importante que es la autoestima para los niños en esa edad?
—No, Granger, escucha... —Hermione lo había acorralado contra una pared. Tenía los ojos entrecerrados y hablaba con los dientes apretados. Era obvio que estaba usando toda su fuerza de voluntad para no golpearlo.
—Un simple 'sí', y habrías hecho a una niña muy feliz. Pero, no, Draco Malfoy, hacer feliz a alguien sin necesitarlo... por favor...
—¿Estás diciendo que debía mentir, entonces? —preguntó, ganando un poco de confianza.
—No mentir, trastornar un poco la verdad... —dijo ella sacudiendo su cabeza.
—Granger, tenía el pelo de un puercoespín... —dijo rodando los ojos.
—¿Y eso qué importa? La belleza va más allá de cómo tienes el pelo...
—Sí, bueno... claramente tenemos concepciones muy distintas de la belleza...
—Oh, sí, claramente... —aceptó ella enviándole una última mirada colérica. La puerta del despacho de la profesora McGonagall se abrió y la bruja asomó su cabeza. No se llevó mayor sorpresa al ver a los adolescentes inmersos en una discusión tan profunda que siquiera advirtieron su presencia. Carraspeó una vez para llamar su atención. Draco y Hermione cortaron su pelea de súbito y la miraron.
—Pasen—ordenó la profesora secamente.
Entraron al despacho, aun matándose con la mirada, y tras un gesto de la bruja ocuparon sendas sillas frente a su escritorio. La profesora se sentó en su lugar y los miró severamente por unos segundos. Hermione lamentaba que los hubiera descubierto en tan vergonzosa situación, y, al parecer, McGonagall también.
—Lo que acabo de presenciar confirma mis creencias... —dijo. Hermione se mordió el labio y Draco se cruzó de brazos en una actitud muy insolente.
—Por favor, profesora... —susurró Hermione— Discúlpenos... Lamentamos que haya tenido que ser testigo de nuestro comportamiento... —Draco le dijo todo con una mirada: 'no hables en plural'. La bruja calló unos segundos.
—La profesora Vector me comentaba el otro día... —dijo muy seria— que durante una de sus clases, con los de tercero de Ravenclaw, notó algo muy curioso —Hermione asintió, interesada. Draco echó un tanto la cabeza hacia atrás para posar sus ojos en el techo—. Me dijo que todos, absolutamente todos los alumnos se trataban por el apellido —guardó silencio, esperando que sus palabras hicieran efecto—. Y, debo decir, no fue la única que lo ha notado. La verdad es el tratamiento de apellidos ha dejado de ser por cortesía y se ha convertido en algo cotidiano... En Hogwarts ya es raro escuchar los primeros nombres...
Hermione continuaba escuchando atenta, y Draco continuaba mirando al techo. Ninguno de los dos comprendía qué tenía aquello que ver con sus deberes de Premios Anuales. La profesora los observó por otro rato en silencio. Al final, destapó una lata con motivos escoceses, llena de galletas y la depositó frente a Draco.
—Señorita Granger, pídale al señor Malfoy que le pase las galletas —dijo. La boca de Hermione se abrió levemente ante aquella inusual orden. De soslayo, comprobó que Draco había llevado sus ojos hasta la profesora y que había fruncido el entrecejo.
—¿Disculpe...?—susurró la chica.
—Pídale al señor Malfoy que le pase las galletas —reiteró impasible. Hermione parpadeó un par de veces.
—¿Podrías... por favor... pasarme las galletas, Malfoy? —pidió al final, sintiéndose estúpida. La profesora centró su atención ahora en Draco, quien no había dado señales de participación. La bruja lo instó con una mirada y él, rodando los ojos, dijo con una voz fingidamente melosa:
—Claro, Granger, sírvete... —y le pasó la lata.
Hermione dudó, pero ante una nueva mirada de la profesora se sirvió una galleta. Draco volvió a apoyar la lata en el escritorio se cruzó de brazos nuevamente. McGonagall asintió.
—Como sospechaba... —dijo. Sin que ninguno de los adolescentes tuviera oportunidad de preguntar nada, ella ya había sacado su varita y había hecho sendos movimientos idénticos hacia sus gargantas. Los ojos de Draco y Hermione se dilataron ante esto, cada vez más confundidos, la chica aun tenía la galleta en su mano.
—Eh...—balbuceó Draco luego de varios segundos— ¿Puedo tomar una galleta yo también? —la profesora lo ignoró.
—Señorita Granger, vuelva a pedirle al señor Malfoy que le pase las galletas. —Hermione asintió débilmente.
—¿Me pasas las galletas, ---? —había abierto la boca. La había abierto y ella estuvo segura que había dicho Malfoy. Pero, por algún motivo, esa última palabra no se había escuchado. Volvió a intentarlo, pero Malfoy seguía sin oírse. Se llevó una mano a la garganta e interrogó a la bruja con la mirada, pero ella miraba ahora a Draco, quien, a su vez, observaba a Hermione sin comprender por qué no había completado su pregunta.
—Respóndale, señor Malfoy —ordenó una vez más. Draco alzó una ceja.
—Por favor, sírvete, no queremos que pases hambre, --- —y, él también, abrió la boca, pero el Granger no se escuchó jamás. Como Hermione, volvió a probar, en vano, por supuesto— ¿Qué me hizo?—le preguntó a McGonagall, olvidando los buenos modales.
—Agradecería que mantuviera la compostura, señor Malfoy —dijo ella—. Mutis selectivo —Hermione soltó una exclamación.
—¿Mutis selectivo? —preguntó asombrada.
—Así es —respondió la profesora—. Ustedes, siendo Premios Anuales, deberían dar el ejemplo al resto del estudiantado, y no podemos permitir que incluso compañeros de la misma casa, del mismo año, se traten por los apellidos, así que debí tomar medidas.
—Pero, profesora... —intentó Hermione, pero la bruja la detuvo.
—Convoqué el mutis selectivo en ustedes, y ahora, para dirigirse el uno al otro, sólo podrán hacerlo con sus nombres de pila—ambos quedaron en silencio.
—¿Qué demonios...? —habló al fin Draco.
—El lenguaje, señor Malfoy —reprendió la profesora—. Ahora, hasta que esté segura de que se han acostumbrado a sus nombres, permanecerá el hechizo sobre ustedes. Luego lo removeré, y ya habrá cumplido su cometido.
—Disculpe, profesora, pero no creo que...
—No importa lo que crea, señorita Granger, sino lo que yo digo. Ahora, buenas noches. Debo trabajar —y los echó de su despacho.
Draco y Hermione se quedaron parados del otro lado de la puerta, aun sin caer en lo que había pasado. Hermione aun sostenía su galleta en la mano.
—No puede ser... —susurró.
—Vamos,--- Oh, claro... Vamos... Hermione... —dijo Draco, evidentemente con esfuerzo— A ti no te tocó la peor parte... —Hermione lo miró con distraída curiosidad.
—¿Qué quieres decir, ---... Draco? —le preguntó vagamente. Él se encogió de hombros.
—Al menos tú tienes una galleta...
∞∞∞∞∞∞∞∞∞∞∞
Los bostezos siempre habían sido algo que intrigaba a Draco. La forma en que era casi imposible mantener los ojos abiertos mientras se lo hacía, o cómo se humedecían todos, cómo los la mandíbula se abría tan grandes y se tomaba tanto aire de golpe... en fin... lo que sí sabía era que no le gustaba reprimirlos.
—¿Puedes apurarte? —le preguntó Hermione enojada mientras él bajaba la escalera hacia su Sala Común, bostezando— Si quieres que pasemos a controlar la poción mejor que ya no pierdas tiempo.
—Ya... tranquilízate --- Oh, lo olvidaba... Hermione...tenemos tiempo de sobra.
—Es tu exceso de confianza lo que te impide progresar —le dijo ella mientras atravesaban el retrato—. Buenos días, Van.
—Buenos días, señorita Hermione... joven Malfoy... —Draco hizo un gesto de reconocimiento con la mano y siguió caminando.
—Lo siento, Van... estamos algo apurados... —siguió Hermione algo apenada— Debemos... —se volteó a Draco que ya se había adelantado— Hablamos luego...—Van la contempló un tanto suspicaz.
—Sí... últimamente siempre se van muy apurados... —comentó— Veo que se han hecho buenos amigos... —Hermione soltó una risa, pero Draco se volteó de súbito y captó una sonrisa un tanto burlesca que el muchacho del retrato le dirigía.
—Somos compañeros en un proyecto de Pociones... —explicó Hermione.
—Oh... por supuesto... qué indiscreción la mía... —se disculpó Van con una reverencia, pero Draco estuvo seguro, porque ese era su terreno fuerte, de que no retractaba lo que había dicho.
—Hasta luego —se despidió la chica—. ¿Vamos?—le preguntó luego al rubio cuando llegó a su lado. Draco asintió y continuaron su marcha hasta la Sala de los Menesteres.
Era realmente malo el que todo el mundo creyera que él y Hermione tenían alguna especie de relación afectiva. Es decir, después de todo, ella era una sangre sucia, y él Draco Malfoy, estandarte de la sangre más pura persistente. No sería hipócrita y diría que no le importaba lo que los demás pensaran, porque no era así. Aunque, debía admitirlo, el hecho de que pasara tanto tiempo con ella despertaba ciertas envidias en varios muchachos, inclusive en sus amigos, y a muchos de ellos no les importaba la pureza de su sangre siempre y cuando llenara los sostenes tan bien como ella lo hacía. Pero, lo que a Draco lo motivaba a no dejarse llevar por los rumores, y lo que le daba el valor para continuar con ella a pesar de lo que la gente decía, era su fuerte tendencia a medir todo en pros y contras. Y el pro más grande que encontraba, y que arrasaba con cualquier patética contra, era el hecho de que Hermione era la única capaz de ayudarlo a preparar su poción salvadora. Y entonces, poco importaba su linaje. Además de que Potter y Weasley parecían sufrir en demasía cada vez que veían a su amiga con él. Magnífico extra.
—Supongo que a esto aun le faltan por lo menos otras veinticuatro horas para alcanzar el punto correcto... —dijo Hermione, una vez en la Sala de los Menesteres, inclinándose sobre el caldero.
—Volvamos mañana, entonces —opinó Draco. Hermione asintió.
—Pásame una cuchara ---... ¡Demonios, jamás voy a acostumbrarme a esto! —chilló perdiendo la paciencia. Draco sonrió.
—¿No ha pasado ni un día desde que te encuentras bajo el mutis selectivo y ya lo detestas, Hermione? —le preguntó burlón. Ella le hizo una mueca.
—Pásame la cuchara —dijo ahora más imperativa.
—Pásame una cuchara... ¿qué? —Hermione rodó los ojos.
—Pásame una cuchara, por favor.
—Pásame una cuchara, por favor... ¿qué? —la chica oprimió los dientes.
—Pásame una cuchara, por favor maldito patán insoportable —Draco rió y le alcanzó una cuchara.
—¿Por qué te cuesta tanto? —preguntó— Mi nombre es mucho más simple (y magnífico) que el tuyo, y yo ya estoy acostumbrándome —Hermione revolvió unos instantes la incipiente poción.
—Bueno, pues lo siento —dijo—. No puedo hacer todo perfecto... —Draco dilató los ojos.
—Es bueno que lo hayas comprendido... —dijo, palmeando sus manos fingiendo euforia— No eres perfecta. Hasta las chicas más hermosas padecen flatulencias —Hermione ya se había puesto de pie, y quedó a mitad de colgarse su mochila al oír aquello. Volteó lentamente hasta poder verlo a la cara, ceñuda.
—Esta declaración tan... original... —dijo cauta— ¿Acaba de ocurrirse de la nada a tu mente retorcida, o es algún tipo de analogía muy, muy, abstracta?—Draco le sonrió de lado por sobre su hombro mientras abría la puerta para salir de la habitación.
—Hace un par de años —comenzó—, con Blaise nos fuimos de vacaciones a Ibiza.
—¿Por qué no me extraña? —susurró Hermione mientras pasaba por la puerta que el muchacho le mantenía abierta. Draco continuó, pasando aquel comentario por alto.
—Nos hospedamos en un hotel (cinco estrellas, como no podía ser de otro modo) de uno de los amantes de una de las amigas de mi madre. El tipo tenía ascendencia latina... Creo que era Luis, o algo así... era algo amanerado, a decir verdad...
—Prométeme que esta anécdota tiene un propósito...
—Yo me quedé en la Suite Caronte, muy conveniente, como habrás adivinado. Bueno, debo decir que los servicios del hotel dejaban mucho que desear, pero la comida era bastante pasable, y lo que se llevaba las palmas eran las tertulias nocturnas. Ya sabes, los huéspedes se juntaban en el Salón para jugar a las cartas (vacié los bolsillos de más de un caballero escandinavo jugando con Blaise... los pobres diablos se quedaban sin Galeons...), para charlar de política (aburrido), o, simplemente... bueno, para empinar el codo... —hizo la mímica de estar bebiendo de una botella— Allí tenían un riquísimo whisky de fuego. Me hice buen amigo del cantinero...
—¿Y esto qué tiene que ver con la flatulencia? —preguntó Hermione mientras bajaban una escalera.
—La paciencia es la virtud de los dioses, Hermione. Como iba diciendo, las tertulias no tenían pérdida, sobre todo cuando llegaba la hora del baile. El hotel tenía contratada a esta bailarina, una mujer joven, no más de veinticinco años, realmente hermosa. Cabe acotar que el motivo de que la tuvieran allí no era su talento para la danza, porque decir que tenía dos pies izquierdos es decir demasiado, así que Blaise y yo llegamos a la acertada conclusión de que sólo la mantenían por su amplia predisposición a usar faldas de largo igual al ancho de una bufanda... —se detuvo un momento y sonrió perverso mirando a Hermione de arriba a abajo— Podrías intentarlo tú también... —le dijo. Hermione bufó.
—Si esto tiene un punto, mejor que llegues a él rápido, antes de que tu lengua quede inutilizada.
—De acuerdo. Bueno, entonces, una buena noche, luego de treinta insoportables minutos (cuarenta si quieres exagerar) de la fase de conquista, logré llevar a esta muchacha a mi Suite. Bueno, comencé con unas suaves caricias por la espalda por debajo de su túnica, ya sabes, eso las...
—Puedo prescindir de los detalles —aseguró Hermione con una expresión de desagrado.
—Como gustes. Bien, entonces, luego de todas las cosas imaginables durante el proceso de las aves y las abejas, inevitablemente, me dormí junto a ella, y me imitó minutos después. Cerca del amanecer me desperté muerto de calor y muy sediento, así que me levanté y fui hasta el minibar en mi Suite y me serví un vaso de whisky de fuego...
—¿No le das tregua a tu hígado?
—Esta chica era de ese tipo de chicas a la que tú nunca esperas encontrarlas con un milímetro de piel celulitosa o con su cejas mal depiladas... por eso entenderás cómo me sorprendí. Allí estaba yo, con el vaso en mi mano, reflexionando sobre elefantes rosas, cuando escuché un sonido particular... una pedorreta, para ser más preciso, proveniente de la cama, donde aun ella dormía, y segundos después toda la habitación se llenó de un olor fortísimo como a huevos pasados... —soltó una risa— La pobre chica estaba podrida...
—No es cosa de burla —reprochó Hermione mientras recorrían un pasillo en el tercer piso—. Todo el mundo tiene necesidades fisiológicas...
—Como sea, cuando le conté a Blaise al día siguiente casi escupe su café del desayuno. Pero me sobrepuse fácilmente de este incidente. Cerca del mediodía fui a la playa y trabé una fuerte amistad con unas encantadoras trillizas que de buena gana me llevaron a conocer su apartamento y me mostraron todas sus pequeñas diferencias físicas, en lugares bastante complicados de ver con ropas comunes... —concluyó con una sonrisa satisfecha— De cualquier modo, ahora ya se ha convertido en un clichè para Blaise y para mí la frase 'hasta las chicas más hermosas padecen flatulencias'—Hermione se cruzó de brazos y alzó una ceja.
—¿Cómo se llamaba? —preguntó. Draco giró su cabeza para mirarla, aun sonriendo.
—¿Qué?—preguntó distraído. Hermione se detuvo y se colocó frente a él para impedirle el paso.
—¿Cómo se llamaba? La bailarina... ¿Cuál era el nombre de la bailarina? —Draco parpadeó. ¿Cómo demonios pretendía que se acordara de aquello? Frunció el ceño, memorizando.
—Mh... creo que era Mandy... o Mindy... o quizás Cindy... —se encogió de hombros— No, no recuerdo.
—¿No recuerdas su nombre? —preguntó ella, ofendida en nombre se su género.
—Bueno, si sirve de algo, recuerdo cómo la llamé durante esa noche... —Hermione rodó los ojos y encaró la puerta hacia el Gran Comedor.
—Merlín...—exclamó molesta. Draco dejó que una sugestiva sonrisa llenara una de las comisuras de sus labios.
—Ella también se acordó varias veces de Merlín estando en mi cama... —dijo, y la siguió a través de las puertas.
Sin siquiera despedirse, Hermione se encaminó hasta la mesa de Gryffindor. Draco la contempló alejarse sintiéndose muy bien consigo mismo. Hizo su camino hasta la mesa de Slytherin, y advirtió que Bianca y el resto de sus compañeras, excepto Pansy, tenían sus cabezas juntas y susurraban mirando en dirección a Hermione. Sin darle importancia a aquello, Draco se sentó junto a Pansy, quien tenía a Blaise a su otro lado.
—Buenos días —saludó alegre. Blaise reconoció el saludo elevándole su vaso de jugo, ya que tenía la boca llena. Pansy, por el contrario, lo miró ceñuda.
—¿Todas las mañanas tienes que entrar al Comedor con Granger?—preguntó.
—Pansy, vivo con ella, y el desayuno es a la misma hora para todos —dijo él algo impaciente—. Sería muy incómodo buscar un desvío sólo para no ir con ---... maldición, con Hermione... —su amiga alzó su labio superior.
—No puedo creer que esa vieja McGonagall te haya hecho eso... —dijo. Draco sonrió.
—Debo admitir que estos muggles son muy originales con los nombres... —Pansy fingió una risa desdeñosa y se cruzó de brazos— ¿Te acuerdas del nombre de la bailarina? —preguntó entonces Draco, de repente intrigado, inclinándose delante de la chica para hablar con Blaise. Su amigo tragó un trozo de tarta con cierta dificultad y frunció el entrecejo.
—¿Qué bailarina?
—Ya sabes... La del hotel en Ibiza... la rubia y alta de piernas largas... la del episodio oloroso... —agregó al ver que Blaise continuaba sin caer, más al oír esto, abrió sus ojos recordando y rió divertido.
—Oh... la bailarina... —dijo— ¿Cómo olvidarla?
—¿Recuerdas su nombre, entonces? —preguntó Draco. Blaise lo miró como si estuviera diciendo incoherencias.
—¿Y cómo demonios lo recordaría? —el rubio suspiró aliviado.
—Eso es lo que yo digo... —Blaise se llevó un dedo a su mentón, pensativo.
—¿No era algo como... Mimi, o... o Sissi...? —preguntó dubitativo.
—Yo creí que era algo como Mandy... —reconoció Draco. Blaise negó con la cabeza.
—No. Mandy es la bailarina de Bristol.
—Claro que no... ella se llama Candy...
—¿Candy no era la chica del bar del club?
—No, Candy era la chica que bebe en el bar del club...
—Ni hablar... ella se llama Tarly...
—¿Tarly no era la del casino?
—No. La del casino es Ivna... ya sabes, la amiga de mi hermana... La que está casada con Leroy Strotter... —Draco parpadeó, ya perdido entre tantos nombres.
—¿Era casada? —Blaise asintió— Pues entonces se olvidó de mencionar aquel detalle cuando nos vimos la última vez... —su amigo rió y volvió a servirse tarta.
Pansy continuaba cruzada de brazos, mirando con expresión amarga al resto de sus compañeras de Slytherin, sentadas en la otra punta de la mesa.
—¿Te vas a comer tu tocino? —le preguntó Blaise. Ella no contestó, así que tanto Blaise como Draco pincharon sendos trozos de tocino del plato de su amiga y se los llevaron a su boca— Ya... olvídalas...
—¿Cómo quieres que haga eso? —preguntó histérica— Son mis amigas... y las recuperaré como sea...
—Son una tontas —dijo Draco—. Si no saben apreciarte por lo que hay dentro tuyo en lugar de por tu cabello o de por cómo te ves, no te mere... —se detuvo de repente al darse cuenta de que estaba citando las palabras que Hermione le había dicho a aquella niña la noche anterior. Blaise y Pansy le echaron miradas curiosas.
—¿Qué tiene de malo mi cabello? —preguntó Pansy preocupada llevando una mano hasta su pelo. Draco se movió incómodo en el banco.
—No es nada... —murmuró— No me hagan caso...—Blaise y Pansy alzaron las cejas.
—Como sea... —continuó Pansy—No me resignaré a dejar de tener amigas mujeres... estar rodeada de varones todo el día es cansador... así que tomaré cartas en el asunto para que me rueguen que vuelva a estar con ellas.
—¿Y cómo piensas hacerlo? —le preguntó Blaise, que ahora estaba robando un pastelillo del plato de la chica. Pansy sonrió.
—¿Recuerdas aquella vez que nos peleamos porque tú le dijiste a Pearler Valmant que no debía salir conmigo porque tenía ladilla?
—Pero tuve razón en hacerlo... —saltó Blaise, defensivo— El tipo era un patán...
—Sí, sí... lo sé. Pero al principio me enojé tanto que estuvimos más de una semana sin hablarnos... ¿recuerdas?
—Vagamente.
—Bueno... ¿Y recuerdas que nos amigamos a la mitad de un partido de Slytherin contra Gryffindor, mientras alentábamos a Draco y abucheábamos a Weasley?
—Sí...
—Nos amigamos porque nos aliamos contra otro... ¿entiendes? —dijo Pansy sonriente— Lo que debo hacer es buscar un enemigo que tengamos en común Bianca, las chicas y yo, así no uniremos contra él... —Blaise se mostró inseguro. Draco estaba ajeno a la conversación de sus amigos, con la vista clavada en su plato.
—¿Un enemigo en común? —inquirió Blaise— ¿El acné...?
—No...—dijo Pansy impaciente— Granger... —Draco elevó sus ojos hasta la chica.
—¿Qué sucede? —preguntó con brusquedad.
—Que debo lograr que Bianca vea que hay algo que aun nos mantiene en el mismo bando —dijo ella con simpleza.
—¿Y qué pretendes hacer con Hermione?
—Oh, Draco... ¿Por qué debes llamarla por su nombre frente a mí?
—Pansy... no sé si lo recuerdas, pero ella es mi compañera de Pociones... si llegas a hacerle algo te odiará más de lo que ya lo hace, y, sabes la manía que tienen los Gryffindors de meter a todos en la misma bolsa, se desquitará conmigo también... no puedo arriesgarme a que se enoje...
—No te preocupes, Draco... —dijo Pansy— No haré nada que permita que ella te culpe.
—¿Y qué es lo que planeas hacer?
—No lo sé aun. Cuando vea mi oportunidad la aprovecharé —se puso de pie, ignorando las miradas protestantes de Draco, y se colgó su bolso—. Nos vemos en Defensa —dijo—. Debo ir al baño —y los dejó solos. Draco se volvió a Blaise.
—Va a arruinar la buena relación que tengo con --- ¡Merlín...! Con Hermione...
—Claro que no. —aseguró Blaise apurando el último trago de té.
—¿Qué quieres decir? —preguntó el rubio esperanzado.
—Quiero decir que Pansy está siendo muy ingenua —respondió. Draco frunció el entrecejo—. Si planea hacer algo en contra de Granger, por la que deberíamos preocuparnos es por Pansy. La pequeña Gryffindor puede llegar a ser temible si así lo desea.
Draco parpadeó. Y por más que durante todo el trayecto hasta el aula de Defensa intentó convencerse de lo contrario, debió aceptar que Blaise tenía razón.
∞∞∞∞∞∞∞∞∞∞∞
El profesor Blake no estaba de buen humor ese día. Durante la clase obligó a los estudiantes a que lograran manipular correctamente la Maldición Maduradora, descontando cinco puntos a todo aquel que no lo hubiera hecho, y al finalizar las dos horas, la única que había logrado que su capullo se convirtiera en mariposa había sido Hermione. Todas las chicas de la clase se callaron el torrente de insultos que deseaban gritarle cuando el profesor la felicitó, sonriendo por única vez durante la clase.
—No sé qué se cree... —oyeron Draco, Blaise y Pansy decir a Bianca mientras observaba a Hermione abandonar el aula riendo con Harry y Ron— Alguien debería enseñarle... Hacerle una Maldición Encogedora a su ego...
Draco captó el súbito brillo en los ojos de Pansy, y temió que creyera que la oportunidad de la que había hablado durante el desayuno fuera aquella.
Cuando salieron del aula, Harry, Ron y Hermione ya estaban andando el camino hacia la Torre Gryffindor. Pansy sonrió de una forma que ni Draco ni Blaise había visto antes.
—Encoger su ego... u otra cosa... —la oyeron murmurar, y vieron que luego sacaba su varita del bolsillo de su túnica y apuntaba a la Premio Anual.
Hermione se detuvo de repente.
—¿Qué sucede? —le preguntó Ron deteniéndose a su lado. Hermione se llevó las manos al nudo de su túnica y lo desató con rapidez, dejando caer la prenda al suelo.
—¿Qué...?—preguntó ahora Harry, pero se interrumpió al ver cómo la túnica, tirada en el suelo, comenzaba a encogerse hasta desaparecer. Draco y Blaise miraron a Pansy, que sonreía algo desquiciada, y vieron que volvía a realizar el mismo movimiento de su varita hacia Hermione, quien se había volteado para ubicar el punto de su reciente ataque.
—Pansy...—reprimió Draco al ver la segunda Maldición Encogedora de su amiga chocar contra la camisa de Hermione. La Gryffindor volvió a apresurarse a quitársela antes de que se encogiera y oprimiera su cuerpo, lastimándola. Todos los alumnos que acababan de salir de la clase de Defensa Contra las Artes Oscuras se quedaron congelados al ver a su Premio Anual femenina dejando visible su sostén. Muchos muchachos profirieron exclamaciones vulgares.
Hermione giró violentamente, tratando de precisar quién era su atacante, y detuvo sus ojos en Pansy, que elevó su varita una vez más, esta vez apuntando a su falda. Por tercera vez la castaña debió quitarse su prenda antes de que desapareciera, dejándola sólo con su ropa interior. Draco intentó volverse a Pansy para reprocharle, pero se encontró incapaz de quitar sus ojos del cuerpo de Hermione. A su lado, Blaise dibujó una sonrisa grosera en su rostro.
Hermione había adoptado un tono mucho más fuerte que el del cabello de Ron al oír a varios Slytherin silbarle y gritarle cosas no muy educadas, y parecía que se hubiera quedado paralizada del miedo o la vergüenza. Harry se le acercó sin perder tiempo, se sacó su propia túnica y se la echó sobre los hombros.
—Vamos...—susurró, haciendo oídos sordos a las quejas de los varones. Pansy soltó una risa cruda.
—¿Has visto, Longbottom? —preguntó volviéndose a Neville, que tenía sus mejillas rosadas ante el espectáculo— Así no tendrás que dejarle tanto a la imaginación por las noches...
Hermione se volteó de súbito y le envió una mirada venenosa. Podía meterse con ella... pero Neville era otra cosa...
—Estás muerta, Parkinson... —declaró adelantándose, haciendo caer la túnica con la que Harry acababa de cubrirla, olvidando que estaba en ropa interior, rodeada de gente. Pansy dilató sus ojos aterrorizada al verla abalanzarse sobre ella.
—¡Hermione!—exclamaron Harry y Ron al mismo tiempo, pero su amiga estaba muy ocupada tirándole del pelo a Pansy, quien se retorcía e intentaba librarse de ella.
—¡Pelea de gatos! —gritó una voz masculina, y todos rodearon a las chicas, tiradas en el suelo. El aire volvió a llenarse de exclamaciones, sobre todo cada vez que Hermione se colocaba en alguna posición particularmente reveladora. Pansy estaba claramente perdiendo la contienda, ya que era la que más gemidos de dolor soltaba. Hermione estaba como poseída. Sus manos no se quedaban quietas ni un segundo, tratando de infringirle a la Slytherin todo el daño posible.
—¿Qué es todo este escándalo? —preguntó una voz fuera de la ronda. Algunos se corrieron para que el profesor Blake pudiera pasar, pero ni la intromisión de un adulto logró detener la pelea. Los ojos del mago se dilataron al ver a las dos chicas, una en ropa interior, en el suelo, performando algún tipo de lucha libre.
—Profesor... deténgalas... —demandó Harry al ver que el profesor no hacía nada. Blake observó al muchacho con desdén, y luego volvió su atención a Hermione y Pansy. Luego de unos instantes elevó su varita y la apuntó hacia ellas, haciendo que se separaran y se colocaran de pie, bien alejadas entre sí.
Harry y Ron se acercaron a Hermione, quien tenía su pelo mucho más alborotado de lo normal, y pequeños rasguños en sus manos. El morocho volvió a cubrirla con su túnica.
Draco y Blaise se acercaron a Pansy, que estaba en muy peor estado que su rival: su pelo, que había estado liso y brillante esa mañana, no guardaba ningún patrón de orden. Le salía sangre de un labio, tenía profundas marcas en sus mejillas, y tenía feos rasguños en su cuello y rostro.
Blake las observó por unos segundos, comprendiendo lo sucedido al ver el más deteriorado aspecto de la Slytherin y las fachas de la Gryffindor.
—Veinte puntos menos para Slytherin —sentenció. Nadie dijo nada. Hermione, respirando agitada, le echó una última mirada furiosa a Pansy, y se alejó caminando rápido. La pequeña multitud se disipó cuando el profesor volvió a internarse en su despacho.
—¿Estás bien? —le preguntó Draco a Pansy. Ella alzó su cabeza digna e intentó acomodarse el pelo.
—Perfecta—dijo—. Granger quedó peor que yo —Draco y Blaise se mordieron las lenguas.
—Te pasaste de la raya... —dijo entonces Draco. Pansy se encogió de hombros con indiferencia.
—Se lo tenía merecido —dijo mientras comenzaban a alejarse del lugar de la pelea—. Lo que me molestó terriblemente fue la actitud de Blake... ¿Por qué demonios le quitó veinte puntos a Slytherin y nada a Gryffindor?
—Porque es hombre y tiene ojos —respondió Blaise sonriéndole a Draco. Pansy gruñó enojada y se adelantó, pero Draco no pudo más que asentir, dándole la razón a su amigo.
