DISCLAIMER
Todo lo que reconozcan fue creado y pertenece por y a JK Rowling.
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Sangre de Dragón
byLianis
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Capítulo VII: Apocalipsis now
Jueves 23 de Octubre, 7:42 am.
Hermione:
¿Y tú eras la que no quería ser comparada con una niña? Pues déjame decirte algo: estás comportándote como una niña.
Vuelve a nuestra Sala Común, debemos continuar con la poción. Si quieres enojarte con Pansy, esa es cosa tuya y de ella, pero deja de evadirme.
Draco
PD: Aparentemente tampoco podemos referirnos a nosotros por escrito de otra manera que no sean nuestros nombres de pila. Maldita McGonagall.
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Jueves 23 de Octubre, 3:38 pm.
Draco:
Me encantaría que no insultes a la profesora McGonagall. Sé que tú no tuviste nada que ver con la 'inocente' broma de Parkinson, pero en este momento no quiero estar cerca de ningún Slytherin. No te preocupes por la poción; yo la estoy controlando periódicamente.
Hermione
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Jueves 23 de Octubre, 9:07 pm.
Hermione:
Deja de ser tan infantil. No sé si lo has notado, pero no sólo los Slytherins comentan animadamente el incidente de tu ropa encogida. Estás siendo prejuiciosa. Incluso tu amigo Finnigan lo repite una y otra vez. Vuelve a nuestra Sala Común. Sé que en realidad no soportas dormir con Brown y Patil.
Draco
PD: La niña con el pelo de puercoespín está usando un horrible sombrero con la intención de cubrir su cabello. ¿Lo habías notado?
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Viernes 24 de Octubre, 07:01 am.
Draco:
Te conozco lo suficiente como para saber que te burlarás de mí siempre que encuentres oportunidad. Tú y Zabini fueron cortados por las mismas tijeras. Hasta que no esté segura de que se ha dejado de hablar del incidente, me quedaré en la Sala Común de Gryffindor. Lavender y Parvaty no son tan insoportables.
Te agradecería si dejas de enviarme cartas vía lechuza, Harry y Ron se tornan insufribles.
Hermione
PD: La niña tiene nombre: Lenni, y su sombrero no es horrible.
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Viernes 24 de Octubre, 11:42 am.
Hermione:
Si me pides que no me burle, no me burlaré. Me limitaré a cuestionarme mentalmente qué tipo de ropa interior llevas ese día. Y, discúlpame si no encuentro preocupante lo que pueda pasar por las mentes de Potter y Weasley.
¡Vuelve a nuestra Sala Común! Me aburro de muerte...
Draco
PD: Tenías razón. El encantamiento ensordecedor de Flitwick es complicado.
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Viernes 24 de Octubre, 10:55 pm.
Draco:
¿Crees que tu comentario sobre mi ropa interior ayudó en algo? Tienes un serio problema mental.
Hermione
PD: Me pareció que reconociste que te aburres en mi ausencia... ¿será eso posible?
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Viernes 24 de Octubre, 11:01 pm.
Hermione:
Sí, me aburro sin ti.
Draco
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Viernes 24 de Octubre, 11:16 pm.
Draco:
Lo siento por ti.
Hermione
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Sábado 25 de Octubre, 09:34 am.
Hermione:
Su corazón es frío como el viento de la noche de Halloween...
La gente pensará que tenemos una relación romántica si seguimos mandándonos cartitas. Podrías perfumarlas y dibujarles corazones.
Draco
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Domigo 26 de Octubre, 07:49 am.
Hermione:
Me retracto. Nadie pensará que tenemos una relación romántica. Al menos contesta mis cartas.
Draco
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Domingo 26 de Octubre, 02:26 pm.
Draco:
Hasta por carta eres insoportable.
Hermione
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Domingo 26 de Octubre, 06:18 pm.
Hermione:
Estás siendo caprichosa. Quizás estés acostumbrada a que tus amiguitos te den todos los gustos, pero conmigo te irá mal si eso esperas.
Draco
PD: Blaise te extraña. Le hizo a Pansy un pedestal por su travesura. Aun sonríe cada vez que te recuerda allí semidesnuda.
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Domingo 26 de Octubre, 08:04 pm.
Draco:
Puedes decirle a Zabini que se meta el pedestal donde le quede cómodo.
Hermione
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Lunes 27 de Octubre, 07:58 am.
Hermione:
Vuelve.
Draco
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Lunes 27 de Octubre, 1:43 pm.
Draco:
No.
Hermione
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Lunes 27 de Octubre, 4:14 pm.
Hermione:
Si no vuelves me veré obligado a recurrir a tu querida profesora McGonagall y decirle que no estás cumpliendo con tus deberes de Premio Anual.
Draco
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Lunes 27 de Octubre, 6:03 pm.
Draco:
Ese fue un golpe bajo.
Hermione
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Hermione contempló alejarse a la lechuza que llevaba su última carta para Draco, y cuando ya se hubo perdido de vista, rodeando el muro del castillo, cerró la ventana del dormitorio de las chicas de séptimo en la Torre Gryffindor, donde había pasado los últimos días. Suspirando, se sentó en el borde de la que había sido su cama los pasados seis años.
Sabía que su comportamiento no era calificable como maduro. Estaba actuando como una niña boba. Y no cualquier niña boba. De hecho, esta situación le hacía acordar terriblemente a otra que ya había experimentado, cuando apenas tenía siete años.
Había sido en su colegio muggle, en segundo año de primaria. Fue un día muy ventoso, durante la hora de Inglés. Ella estaba leyendo en silencio el pasaje del libro indicado, como la maestra lo había ordenado. Estaba sentada muy recta, con sus piecitos cruzados y toda su atención sobre el párrafo pedido. Y apenas se percató cuando uno de sus compañeros se sentó a su lado y le depositó de la nada un beso en su mejilla. Aun recordaba vívidamente las carcajadas que habían seguido a aquello. Ella se había levantado de su silla, llorando a lágrima viva, y había salido del salón, yendo a pasar el resto del día a la enfermería. Y los siguientes tres días se negó a ir a la escuela. Sus padres pensaron que debía estar muy enferma, porque su Hermione preferiría incluso perder un brazo antes de quedarse atrás con la tarea.
Y ahora estaba comportándose igual. Era conciente de que en realidad no debería estar enojada con Draco, y de hecho no lo estaba. Lo que temía era otro asunto. El rumor de que la Premio Anual, Hermione Granger se había paseado en ropa interior por el castillo parecía haber llegado a oídos de todos, y había muchas pruebas que lo confirmaban. Como cada vez que entraba al Gran Comedor y los varones prorrumpían en aplausos, o como que se cruzaba de brazos maquinalmente siempre que pasaba junto a algún grupo de muchachos, o como los castigos que ganaron Harry y Ron por defenderla de algunos chicos que habían inventado una canción no muy agradable sobre su incidente.
Y lo que realmente la aterraba era estar a solas con Draco. Porque... bueno... porque era Draco...
Hermioneno estaba pasando unos momentos tranquilos.
La puerta de la habitación se abrió y entraron Parvaty y Lavender. Al verla allí se sonrieron y se le acercaron.
—Hermione... ¿es verdad que Phion Walker te invitó a salir? —le preguntó Parvaty emocionada. Hermione frunció el ceño.
—¿Quién es Phion Walker? —preguntó. Las chicas intercambiaron una mirada de impaciencia.
—Sí lo conoces... ese chico de Ravenclaw alto y guapo... —dijo Lavender— Ya sabes... el que tiene tatuado un símbolo raro en su espalda... —Hermione alzó las cejas.
—¿Y cómo sabría yo que tiene un tatuaje en la espalda?—preguntó. Parvaty y Lavender compartieron una risita.
—Pero sabes de quién hablamos... ¿verdad? —preguntó Parvaty.
—Emh... no... —respondió Hermione encogiéndose de hombros. Las otras rodaron sus ojos.
—Bueno... ¿te ha invitado a salir algún chico de Ravenclaw?
—No...
—Pues entonces lo hará pronto —afirmó Lavender—. Padma nos contó que Phion estuvo alardeando con algunos muchachos. Quiere invitarte a ir con él a Hogsmeade en la primera salida... —Parvaty tomó un almohadón de su cama y escondió allí su rostro.
—¡Qué envidia! —chilló con voz aguda. Hermione bufó y se levantó de su cama.
—¿Dónde vas? —le preguntó Lavender.
—A hablar con ---... con Draco —dijo. Las chicas soltaron una exclamación empalagosa.
—Tienes tanta suerte... puedes llamarlo por el nombre y él te llama Hermione...
—¿No estaban babeándose por este Walker hasta hace un minuto?—preguntó molesta.
—Sí, pero Draco es mucho más guapo, y no hay ninguna regla que dice que sólo podemos babearnos por un chico... —Hermione suspiró exasperada.
—Mujeres...—murmuró mientras salía de la habitación.
—¡Pero tú eres una mujer también! —le gritó Parvaty justo antes de que cerrara la puerta. En el rellano de la escalera había un grupo de chicos de quinto, subiendo hacia su dormitorio. Al oír el grito de Parvaty se quedaron quietos, mirando a Hermione.
—Tiene razón... —dijo uno de ellos, y los demás rieron.
Hermione pasó por su lado sin procurar no pisar algunos pies. Tomó a Crookshanks de unos de los sillones frente al fuego y abandonó la Torre Gryffindor.
El camino hacia su Sala Común se le hizo inusualmente largo. La verdad era que no tenía ningún deseo de llegar con Draco. Si ya de por sí bastante malo era ser el centro de los recientes rumores que circulaban por la escuela, ni quería imaginarse cuán horrible sería escuchar las mismas burlas que ya sabía casi de memoria de la boca de su siempre bien despreciada némesis. Y mientras bajaba la escalera hacia el sexto piso casi pudo visualizar la sonrisa sardónica en los labios de Draco, y sus mejillas se sonrosaron, preludiando lo que sucedería cuando estuviera cara a cara con él.
—Oh... señorita Hermione... —saludó un sorprendido Van cuando vio a la chica acercarse a su retrato— Hacía ya unos días que no nos honraba con su presencia... —Hermione se encogió de hombros frunciendo la comisura de sus labios.
—Supongo... ¿es esa tu manera de llamarme cobarde? —Van rió.
—Absolutamente no —dijo encantado—. Jamás podría llamarla a usted una cobarde... si me pregunta, la suya fue una decisión muy sabia —Hermione alzó sus cejas mientras sostenía a Crookshanks un poco más fuerte.
—¿Qué quieres decir? —preguntó— ¿Fue sabio abandonar mi Sala Común por temor a que --- Oh, bueno, tú sabes... a que Draco se burlara de mí?
—Precisamente. Yo, siendo un estandarte del legado Gryffindor, estoy bien al tanto de cuán... incómodos podemos sentirnos alrededor de un pilar de Slytherin, y, por lo que tengo entendido, el joven Malfoy los representa magníficamente.
—De eso no hay duda... —intervino Hermione.
—Como ya he tenido el placer de contarle, yo fui el primer Premio Anual del Colegio Hogwarts —continuó Van—. Y tuve el infortunio de tener que compartir el puesto con, disculpe la falta de sutileza en la ironía, un Slytherin, Blader Nyugh Sjian Kriod.
—¿Cómo puede ser? —preguntó Hermione— ¿Dos muchachos ocupando el puesto de Premio Anual? Creí que debía haber uno de cada sexo... —Van sonrió ante la indignación de la chica.
—Debe entender, señorita Hermione, que en aquella época no existía la igualdad entre el hombre y la mujer como la hay ahora. Por siglo y medio aproximadamente el cargo lo portaron siempre varones —Hermione se cruzó de brazos, ceñuda—. Como iba diciendo —continuó Van—, mi compañero era Blader Kriod. Siéndole honesto, nos despreciamos desde el momento en que nos vimos por primera vez. Él era todo lo que un Slytherin debía ser, y yo era el perfecto Gryffindor... espero que entienda que esto no es soberbia...
—Sí... calro... —dijo Hermione algo incómoda. Van asintió conforme.
—Bien. Entonces, siendo como éramos, resultó extraño este odio tan visceral. No sé si usted se habrá enterado alguna vez... —se detuvo paseando sus ojos por el rostro de Hermione— Por supuesto que ya lo sabe... —se dijo entonces sonriendo ante su estupidez— Quiero decir... imagino que sabe que Godric Gryffindor y Salazar Slytherin eran los mejores amigos.
—Sí...—concordó Hermione sin querer darle importancia— Sí, ya lo sabía... lo leí en algún lado.
—Claro...—susurró Van— Muy bien. Actualmente, toda esta enemistad entre Gryffindors y Slytherins es tomada con la misma naturalidad que uno siente al ver caer las hojas de un árbol en otoño. Pero, en realidad, no debería ser así, siendo que los fundadores de dichas casas se profesaban tanto aprecio mutuo.
—Ahora que lo dices... sí, es raro... —dijo Hermione pensativa mientras acariciaba a Crookshanks tras las orejas.
—Muchos han clamado que esta rivalidad se debió a Blader y a mí—siguió Van—. Y es entendible que supongan eso.
—Oh... pero no pueden culparlos así... —dijo Hermione enfatizando su altruismo. Van sonrió y permaneció en silencio por varios segundos, mirándola. Hermione comenzó a ponerse nerviosa— Bueno... —dijo entonces— Emh... Rosas durazno... —Van amplió su sonrisa, pero antes de correr su retrato, dijo:
—Esta Sala Común es la que habitan los Premios Anuales desde que fue mi turno junto con Blader. Y, desde entonces, circula una frase entre sus habitantes —Hermione parpadeó y se inclinó un poco para oír a Van susurrar—: 'Aquí no importa tu nombre'.
El retrato se corrió, tomando por sorpresa a Hermione, quien se había quedado estática dejando que aquellas palabras tuvieran sentido.
—Muy buenas noches, señorita Hermione —se despidió entonces Van haciendo su usual reverencia y perdiendo de repente su aura mística. Hermione dudó unos segundos, pero al final trepó por el hueco y entró a su Sala Común.
Le llevó muy poco tiempo encontrar a Draco. El muchacho estaba recostado en uno de los sofás, con sus pies sobre uno de los apoyabrazos y su cabeza descansando en un almohadón, un libro abierto sobre su pecho y una mano sobre la tapa del libro, sosteniendo una pluma que había goteado tinta y manchado su camisa, la cual estaba arremangada y con varios botones desabrochados. Su túnica yacía desprolija en el suelo, junto al sillón, y sobre una pequeña mesa la carta que ella le había enviado momentos antes. Draco estaba profundamente dormido.
Hermione no pudo reprimir una sonrisa al verlo murmurar algo en sueños y rascarse su nariz con la mano de la pluma, trazando una línea de tinta en su mejilla. Dejó a Crookshanks sobre un sillón y se acercó a Draco en silencio y le quitó el libro.Encantamientos nivel siete. Sí... ya esperaba que estuviera enfrentando algún problema con los encantamientos de Flitwick. Pasó las hojas del libro distraídamente, hallando anotaciones marginales. Le pareció bueno saber que Harry, Ron y ella no eran los únicos que las hacían. Habían dibujos de Pansy, casi todos tontos y sin sentido, una especie de lista con nombres de chicas, todos tachados a excepción del suyo propio (realmente decía Hermione Granger, por Merlín), cosa que creyó oportuno atribuirle a Blaise, y una seudo historieta que representaba a Draco tirando a Harry de su escoba.
Riendo resignada se inclinó una vez más a devolver el libro a su lugar, pero casi muere del susto al encontrar dos ojos grises abiertos y mirándola.
—¡Merlín,---¡ —pausó, furiosa— ¡Demonios! Ni siquiera puedo insultarte... —Draco parpadeó usando una expresión muy infantil, y señaló una manta doblada cerca de donde estaban sus pies.
—¿Me arropas? —preguntó haciendo un puchero. Hermione rodó los ojos y le revoleó el libro, aunque él lo pudo atrapar antes de que lo golpeara. Los reflejos de un buen Buscador...
—No debes hacer eso —dijo Hermione con firmeza mientras se sentaba en un sillón.
—¿Hacer qué? —preguntó Draco irguiéndose y refregándose los ojos.
—Asustar así a las personas...
—Yo sólo abrí los ojos —se defendió Draco—. Además... —ahora le sonrió acusador— Tú fuiste la que tomó un libro que no te pertenecía sin consentimiento de su dueño.
—Sí, bueno... —dijo ella de inmediato— Me pareció que era uno de mis libros... —Draco rió mientras se desperezaba.
—Deja el engaño a los Slytherins... —dijo— La mentira no te sienta, Hermione...
Hermione desvió su vista. Se sintió de repente culpable al comprobar que Draco ya se había acostumbrado a su nombre. Ella aun seguía intentando el Malfoy antes de recordar aquel maldito mutis selectivo. ¿Estaría esforzándose poco? Draco continuaba sonriendo con sus ojos fijos sobre ella. Hermione bufó.
—En este momento me sabes tanto a limón... —declaró, como si decir aquello fuera lo más normal entre ellos dos. Aunque Draco no parecía pensar lo mismo. Dilató sus ojos y alzó sus cejas al oírla.
—Imagino que habrá alguna explicación a tu súbito golpe de ingenio... —dijo. Hermione se mordió el labio. Realmente existía una explicación lógica hacia su ilógica sentencia relativa a las papilas gustativas, aunque no creía que fuera apropiado contarle a Draco. Pero el muchacho la estaba mirando expectante y cruzado de brazos, así que...
—Me sabes a limón porque eres ácido —dijo, esperando que esa explicación le bastara a Draco. Mas la expresión curiosa en su rostro no cambió—. Bien, mira... Desde que era pequeña tengo el hábito de relacionar a las personas con comidas... ya sabes, según su estado de ánimo o... o... ¿De que te ríes?
—De... de nada... —aseguró Draco ahogando su risa— Continúa, por favor... —Hermione frunció el ceño.
—No hay nada para continuar. Eso es todo. Relaciono a las personas con las comidas según su sabor. ¿Feliz? Ya, anda, ríete.—pero Draco no rió. Lazó sus manos sobre su regazo y adoptó una actitud interesada.
—No encuentro nada divertido en esto, Hermione —dijo imitando un tono académico—. Dime... ¿Acaso yo tengo gusto a limón todo el tiempo? —Hermione negó con su cabeza mientras se desperezaba.
—Usualmente sabes a menta... —dijo. Draco sonrió de lado.
—¿Sabías que la menta es un afrodisíaco? —preguntó— Es un condimento muy sensual... —Hermione sólo rodó los ojos. Draco parpadeó— Bueno, si quieres saberlo, en este momento tú me sabes a una jugosa costilla de cerdo—Hermione alzó una ceja.
—¿Puedo saber por qué? —preguntó curiosa. Draco acentuó su sonrisa.
—Porque ningún hombre que se aprecie de serlo puede resistirse a una deliciosa, tierna y jugosa costilla de cerdo... y en este momento tú representas eso para los muchachos en Hogwarts.
Hermione sintió un súbito calor en sus mejillas. Por un instante había tenido la maravillosa impresión de que Draco en verdad no se burlaría de ella, pero había comprobado que su optimismo no estaba fundamentado.
—Lo sabía —dijo—. Sabía que no podrías resistirte a la tentación de burlarte.
—Me lo dejaste servido en bandeja, Hermione... —se excusó él— No pude dejar pasar esta oportunidad... mira, lo siento... ¿bien? —agregó al ver que la chica continuaba ceñuda— Realmente me alegra que hayas regresado... —Hermione dudó antes de dejar que una suave sonrisa llenara un lado de sus labios.
—Bueno... a decir verdad, si pasaba otro minuto escuchando a Parvaty y a Lavender hablar sobre cualquier cosa con piernas y pectorales me hubiera vuelto loca... —Draco rió.
—Entonces todos estamos felices... —dijo.
—Ve a decirle eso a Harry y a Ron. Deben cumplir detención con McGonagall por hechizar a unos chicos de Hufflepuff...
—Sí, sí... —interrumpió Draco fastidiado— Ya escuché la maravillosa historia de la valentía de los dos Gryffindors que lucharon para defender tu honor... —hizo una mueca desdeñosa— Muy conmovedor...
—Pues nada de esto hubiera sido necesario si a tu amiguita no se le hubiera ocurrido esa broma tan encantadora... —dijo ella alzando su cabeza. Draco fingió una risa incrédula.
—Discúlpame... pero creo que ya te has cobrado toda la venganza que podías...—dijo— Pansy quedó hecha un desastre luego de tu asalto tan salvaje... y... ¿Cómo es que te llaman ahora...? Blaise me lo dijo anoche... —Hermione hizo un gesto de asco con su labio superior.
—Minina... —susurró. Draco volvió a reír.
—Por supuesto... —dijo alegre— Minina... Como sea, Pansy ya pagó.
—Claro que no —contradijo Hermione molesta—. Mira todo lo que generó. ¿Tú crees que me bastarán algunos rasguños? —Draco guardó silencio por varios segundos.
—Créeme. Pansy está pagando caro lo que hizo —dijo al final. Hermione alzó sus cejas, pero no creyó conveniente presionar el tema.
—Mañana podemos ir a revisar la poción, si quieres... —dijo entonces en un tono mucho más servicial de lo que en realidad se sentía.
—De acuerdo —aceptó Draco mientras se ponía de pie—. Voy a cenar. ¿Tú ya comiste, Hermione?
—No, y estoy hambrienta... —respondió imitándolo.
—Después de ti, Minina, entonces... —dijo Draco mientras hacía un gesto hacia el retrato.
—Espero que haya pollo asado... —comentó ella, ignorándolo mientras atravesaba el agujero. Draco sonrió malicioso a la espalda de la chica.
—Yo espero que haya costilla de cerdo... —murmuró.
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La mañana del día de Halloween amaneció de una manera que hubiera puesto orgulloso a cualquier amante de películas de terror de bajo presupuesto. Negras nubes de tormenta se arremolinaban en el cielo creando un espectáculo tenebroso aunque recién fuera de mañana. Un fuerte y salvaje viento soplaba furioso, trayendo el aroma a tierra mojada desde el norte, donde la lluvia ya se habría desatado, y cuando Hermione se sentó en la mesa de Gryffindor junto a Neville, las primeras gotas caían en los terrenos.
—Día ideal para Cuidado de Criaturas Mágicas... —dijo Hermione paseando sus ojos por el techo encantado— ¿Dónde están Harry y Ron? —le preguntó a Neville mientras se servía té.
—Dijeron que no desayunarían... Tienen mucho sueño. Volvieron muy tarde de su castigo anoche... —Hermione bufó.
—Honestamente... les digo una y otra vez que controlen su mal carácter...—refunfuñó. Neville se encogió de hombros.
—Feliz Halloween... —dijo una alegre voz a espaldas de Hermione, y cuando se volvió a ver encontró allí parado a Colin Creevey sosteniendo una flor algo marchita en su mano extendida. Hermione parpadeó.
—Gracias... pero... en Halloween no se regalan flores, Colin... —dijo mientras tomaba el obsequio de todas formas. Colin se apretujó entre ella y una chica de cuarto.
—No importa. Es un regalo para la Premio Anual más linda que conozco... —dijo descarado mientras se servía todo lo que sus manos alcanzaban. Hermione rió.
—¿Desde cuándo tú tan galante? —preguntó.
—Desde que Harry y Ron no están cerca... —respondió. Hermione meneó la cabeza permisiva y guardó la flor dentro del primer libro que encontró en su mochila.
—Odio los días de lluvia con toda mi alma —sentenció Lavender mientras se sentaba junto a Parvaty frente a Hermione, quien intercambió una fastidiada mirada con Neville—. Hacen desastres con mi pelo... —agregó mientras se alisaba su cabello con una mano.
—Estás preciosa... —le aseguró Parvaty distraída, y luego se volvió a Hermione— Hermione... ¿Draco y tú ya se amigaron?
—Jamás nos peleamos... —dijo Hermione alzando sus cejas.
—Sí...—dijo Lavender impaciente, olvidando su problema de cabello ante la perspectiva de un rumor— Él estaba enojado contigo porque tú desapareciste de su Sala Común...—Hermione parpadeó.
—Me encantaría saber de dónde sacan su información...—dijo.
—Bueno, mira... —siguió entonces Parvaty— Dicen por ahí que Draco se enojó con Parkinson luego de lo que hizo, pero que se enojó aun más al ver que por su culpa tú no querías hablarle... Dime, Hermione... ¿qué es lo que haces para tenerlo tan pendiente de ti? Como sea, también dicen que Draco se enojó contigo... y entonces... ¿es verdad que se estuvieron escribiendo cartitas? Bueno, al final parece ser que ya no estaba enojado con Parkinson porque, bueno, ya sabes, con lo que la pobre está sufriendo... y dicen que no pudo enojarse contigo porque...
—¿Qué es lo que le pasa a Parkinson exactamente? —interrumpió Hermione, tomando interés de repente. Draco le había dicho hacía unos días que estaba pagando caro lo que había hecho, pero aun no entendía qué había querido decir. Sí, era verdad que Pansy estaba algo mustia últimamente, pero no sabía por qué. Parvaty y Lavender reprimieron un suspiro de exasperación.
—Hastayo lo sé... —intervino Colin sonriente.
—¿Tienes idea de por qué te atacó Parkinson en un principio?—preguntó Lavender. Hermione se encogió de hombros.
—Porque es... Parkinson... —respondió no muy segura. Lavender rodó sus ojos.
—Todas las chicas de Slytherin están celosas de ti porque pasas tanto tiempo con Draco —dijo entonces—. Pero también estaban enojadas con Parkinson, Bianca Lastrone a la cabeza...
—Esa perra... —acotó Parvaty.
—...porque es la mejor amiga de Draco y... ya sabes... ella no les quiere decir qué es lo que le sucede a Draco desde que comenzó el año... está raro... ¿tú no sabrás qué le pasa, Hermione? Bueno, no importa ahora... Entonces Lastrone y las demás estaban enojadas con Parkinson, entonces la muy estúpida de Parkinson intentó recuperar su amistad atacándote a ti, pero no contó con que esto pudiera empeorar las cosas...
—¿Cómo las empeoró? —preguntó Hermione.
—Bueno, ahora, luego del incidente, de repente eres el centro de atención de todos los muchachos, y esto no se puede decir que les agrade a Lastrone y las otras... Se enojaron mucho más con Parkinson porque fue todo su culpa... y ahora Parkinson anda como paria...—concluyó Lavender con un escalofrío.
—Es amiga de ---... de Draco y Zabini... —recordó Hermione, guardando la calma ante el cada vez más molesto mutis selectivo. Parvaty se encogió de hombros, despectiva.
—No digo que ser amiga de dos chicos como esos no tenga sus ventajas...—dijo— Pero... ¿te imaginas no tener ni una amiga mujer...? —volteó su rostro hasta Lavender— Creo que yo moriría... —dijo abrazándola.
Hermione miró sobre su hombro a la mesa de Slytherin. Pansy estaba sentada en una punta, junto a Draco y a Blaise quienes parecían tratar de animarla, pero ella sólo apoyaba su mentón en una mano y miraba con una mezcla de odio y amargura al resto de chicas de séptimo. Una extraña sensación llenó el pecho de Hermione. No podía ser lástima... ¿o sí...? Ella jamás había tenido amigas mujeres, descontando a Ginny, pero siempre había sido perfectamente feliz con Harry y Ron. Claro que Pansy no estaba acostumbrada a estar todo el tiempo con varones... Suspiró mientras untaba manteca en una tostada. Bien, quizás se lo tenía merecido...
Quince minutos más tarde Hermione emprendió el camino hacia la cabaña de Hagrid junto a Neville; Harry y Ron no habían bajado aun. Anduvieron cabizbajos para que la suave pero constante llovizna no mojara sus rostros, cuidando de pisar el menor barro posible. Cuando se acercaron, Hermione notó que el huerto de calabazas aun no había sido cosechado.
—Buenos días, Hagrid —saludó Hermione cuando llegó junto al profesor, quien los esperaba fuera de su cabaña—. Las calabazas están muy lindas... ¿pero no las tendrías que haber cosechado ya? Deben estar listas para el banquete de esta noche...
—Sí, bueno... —dijo Hagrid algo incómodo mientras ayudaba a Neville a desenredarse de su propia túnica— Cuando lleguen todos explicaré... ¿Dónde están Harry y Ron?
—Llegarán en cualquier momento... —respondió ella estirando su cuello para ver las puertas del colegio. Efectivamente, los dos muchachos estaban bajando las escalinatas de entrada.
—No pude desayunar nada... —se quejó Ron cuando él y Harry llegaron junto a Hermione— Me muero de hambre...—Harry secundó a su amigo. Hermione abrió su mochila y sacó de allí una servilleta doblada de la cual extrajo varias tostadas y panquecitos y se los entregó. Ellos los aceptaron sin preámbulos y los engulleron de inmediato.
—¿Así que comiendo en clases? —preguntó una voz fría. Lo tres voltearon y se encontraron a Draco cruzado de brazos, negando con la cabeza— Voy a tener que tomar medidas... —dijo tocando con un índice su insignia de Premio Anual. De no haber sido porque Harry y Ron tenían sus bocas llenas, se hubieran ganado muchas más detenciones.
—Yo les di la comida —dijo Hermione sin darle importancia. En realidad estaba entretenida viendo a Pansy, sola, apoyada contra la cerca el huerto de calabazas—. No molestes...
—Muy buen día para ti también, Hermione... —gruñó Draco rodando los ojos, y se dio vuelta para unirse con Blaise, quien saludó a Hermione guiñándole un ojo.
—Vienen de a camadas... —comentó Ron cuando pudo tragar de una vez. Hermione volvió a mirar hacia el lado de Pansy. Sabía que si Harry o Ron supieran que estaba sintiendo algo de piedad por ella debería soportar el ya conocido sermón de que no debe sentir lástima por las personas que no la merecen y todo eso, así que se reservó sus pensamientos para ella sola. Es decir, aun la detestaba, más aun recordando lo que le había hecho, pero, aun así...
—Muy bien... —llamó Hagrid para obtener la atención de la clase mientras se refregaba las manos— Hoy vamos a tener una clase especial. Ahora, escuchen. Yo sé que ya han estudiado los Unicornios, pero, verán, cuando llueve mucho, ellos salen de lo profundo del bosque, porque se vuelve una ciénaga, así que están dando vuelta por los límites, aquí cerca, y me pareció una tontería no aprovecharlo. Además, están en plena época de apareamiento, así que podremos explorar un lado fascinante de estas criaturas... —varias chicas soltaron exclamaciones emocionadas— Muy bien... pero... —continuó Hagrid, y el tono que empleó funcionó como una alarma para los alumnos— Bueno...bien... sólo... sólo las chicas trabajarán con los Unicornios... —se detuvo cauto, como esperando ver alguna muestra de decepción por parte de los varones, pero ninguno dio señal de malestar— Ya saben... están más a gusto con ellas...
—¿Quién no? —preguntó Balise por lo bajo, y todos los muchachos Slythrein rieron.
—Así que los muchachos pueden ayudarme a cosechar las calabazas...—continuó Hagrid con más potencia, y ahora sí, se oyeron murmullos malhumorados masculinos— Bien, ya que estamos de acuerdo, chicas, ustedes colóquense de a dos mientras voy a buscar los Unicornios... —Hagrid se alejó chapoteando entre algunos charcos hasta el bosque.
Hermione se inclinó sobre su mochila para darle una leída rápida al capítulo de su libro que hablaba sobre Unicornios para no correr ningún riesgo. Cuando se irguió, sintió de repente una ambiente tenso en el aire. Miró curiosa, y comprobó que todos los ojos estaban fijos en algún punto detrás de ella. Se volteó también, y comprendió. Allí estaba Pansy, aun sola, cruzada de brazos y con su rostro encarando al suelo, pero era evidente que estaba sonrojada. El resto de las chicas de Slytherin ya estaban colocadas de a parejas, echándole miradas burlonas. Y fue casi palpable la lástima que inspiraba Pansy.
—¿Con quién hará pareja? —oyó Hermione que Lavender susurraba al oído de Parvaty. Bianca Lastrone soltó una risa socarrona al ver como una gota de lluvia especialmente gorda caía en la cabeza de Pansy.
—Aquí están... —anunció Hagrid mientras arrastraba delicadamente con unas correas de cuero a algunos Unicornios— Bien... ¿Ya están de a parejas? Parkinson... tú...—Pansy elevó su cabeza lentamente e intentó sonreír.
—Profesor...—dijo con una voz falsamente firme
—¿Si?—preguntó Hagrid distraído, desenredando unas correas que se habían anudado.
Hermione se mordió el labio. No era justo que Pansy estuviera tan miserable y tan inspiradora de piedad. Maldijo su sentido empático. Suspiró, resignada y molesta consigo misma. Bien, ya habría tiempo de sermonear su parte altruista. Además, sus pies ya la había conducido junto a Pansy.
—¿Te parece que trabajemos con éste, Parkinson? —le preguntó oprimiendo levemente sus dientes sin siquiera mirarla, mientras tomaba una de las correas que Hagrid acababa de desanudar. Hermione estuvo segura que, a excepción de Hagrid, todos los ojos estaban dilatados y posados en ella. Eventualmente debería hacerlo, así que alzó su vista y la focó en Pansy, quien la miraba como si hubiera hablado algún idioma extraño. Pero al final, miró por sobre su hombro hacia las chicas de Slytherin, todas con idénticas miradas de incredulidad, y volvió a fijar sus ojos sobre Hermione.
—Sí... por qué no... —dijo encogiéndose de hombros, restándole importancia al asunto, y se alejó junto a Hermione para atender a su Unicornio.
Hagrid concluyó su tarea, feliz, y volvió su atención a la clase.
—Muy bien... —exclamó— Ahora debemos comenzar con... ¿qué sucede? —preguntó preocupado al advertir la expresión de sus alumnos. En ese momento se escuchó un fortísimo trueno que sobresaltó a todos.
—Esto sólo podría haber ocurrido en Halloween... —le susurró Blaise a Draco, mientras ambos miraban a Hermione y Pansy, cada una a un lado del Unicornio, acariciando su crin.
—Hay cosas con las que no hay que meterse... —agregó Draco fingiendo un escalofrío.
—Tétrico...—añadió Blaise, imitándolo.
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—Así que... dime, Pan... ¿Cuándo tendrán Granger y tú su noche de chicas? Ya sabes... podrías pintarle las uñas, y ella podría trenzarte el cabello... —Pansy gruñó.
—Grangerno es mi amiga, Blaise —aseguró. Salieron junto a Draco del aula de Encantamientos mientras el profesor Flitwick aun gritaba las instrucciones para los deberes.
—¿Cómo qué no? —continuó Blaise, alegre— Se las veía tan contentas junto a su Unicornio... Hasta podrían adoptarlo, que sea el recordatorio del día en que sellaron su amistad y...
—Sólo acepté trabajar con ella para no quedarme sola... —interrumpió Pansy— Fue únicamente utilitario...
—Sí... quizás de tu parte... ¿Pero qué hay de Granger? Aun no entiendo cómo fue que consideró siquiera ser tu pareja...
—Seguro que le di lástima... —susurró Pansy, alicaída, pero de repente cambió su actitud y pareció furiosa— ¿Cómo puede ser tan estúpida? Luego de lo que le hice se cree en condiciones de tenerme pena... no... seguro que tiene algún plan... sí, eso... seguro que quiere vengarse... No podría ser de otra forma... es decir, sería tan ingenua... tanta bondad sería insoportable, de otro modo...
—Pero no te quejaste en Cuidado... —recordó Blaise.
—Sí, bueno... —farfulló Pansy— Al fin y al cabo, fue la primera vez que gané puntos para Slytherin en esa clase...
—Y se veían tan lindas juntas... —dijo Blaise soñador. Pansy rodó sus ojos.
—¿Puedes hacerlo callar, Draco? —preguntó volviéndose al rubio, pero Draco parecía no haber escuchado nada de lo que habían hablado: estaba escarbándose una oreja con su dedo meñique, haciendo sopapa, ladeando la cabeza y contorsionando su rostro, como si le doliera. Pansy suspiró— ¡Draco! —llamó más fuerte. Draco se sobresaltó y la miró enojado.
—¿QUÉ?—preguntó en un tono mucho más alto de lo normal. En la clase de Flitwick habían utilizado el encantamiento ensordecedor, y, por una detestable cosa llamada azar, Draco había sido elegido como sujeto de pruebas. Aun tenía sus oídos medio tapados, y había que gritarle para que escuchara.
—Odiaré a Flitwick hasta que nos enseñe el contra hechizo... —dijo Pansy.
—¿Crees que puedas, ya sabes, ahora que son tan amigas, organizar algún encuentro privado entre la Minina, tú y yo? —preguntó Blaise pensativo, ajeno a los problemas auditivos de Draco.
—Y también te odiaré a ti, Zabini... —agregó Pansy, apurando el paso y alejándose.
—¡Bueno... no importa si tú no estás presente...! —le gritó Blaise— ¡Granger y yo y un juego de sábanas de seda...! —pero Pansy ya había doblado una esquina, perdiéndose de vista— ¿Crees que pueda llegar a aceptar el hecho de que existe gente sin malicia en su interior? —preguntó entonces, volviéndose a Draco.
—¿QUÉ?—preguntó Draco, aun escarbando su oreja.
—Olvídalo...—murmuró Blaise.
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Ese día le había dejado a Draco mucho para pensar, y aun no había terminado.
Decir que la actitud de Hermione lo había sorprendido era no hacerle justicia a la expresión 'sorprendido'. Desde que había vuelto a su Sala Común, había dejado bien en claro cuánto la aborrecía. Claro que, a riesgo de sonar traidor, sabía que Pansy se tenía bien merecido todo el odio que ella pudiera profesarle. Entonces... ¿por qué fue que, siendo que incluso él aceptaba que era correcto que la odiase y que se regodeara en su sufrimiento, ya que Pansy jamás había dado ni el más mínimo signo de la más pequeña simpatía por ella, Hermione la había ayudado de esa forma, sin siquiera pretender crédito por ello? Era, sin exagerar, sumamente surreal.
Y sabía que nada tenía que ver, como Pansy conformaba su costado egoísta, con alguna venganza tramándose en la mente de Hermione. No podía decir que la conocía demasiado, pero sabía que así no era su modus operandi. Claro, esto le llevaba a suponer que la generosidad (o estupidez) de Hermione llegaba a límites casi desquiciados. Ah... cuán a menudo la ingenuidad supera el rencor...
Y, para empeorar las cosas, Draco aun no había logrado destaparse sus oídos.
El banquete de Halloween daría inicio en cualquier momento, y aun no había tenido oportunidad de bañarse luego de la húmeda y embarrada clase de Cuidado de Criaturas Mágicas (¡donde, por si fuera poco, lo obligaron a recoger calabazas...! Merlín... ¿dónde iría a parar el mundo?), así que se apuró por los corredores hasta su Sala Común, pretendiendo poder ducharse antes de que el banquete comenzara.
—Rosas durazno —le dijo a Van cuando llegó al retrato, aun con un dedo en su oído. Vio que Van le sonreía enigmáticamente, pero que el retrato permanecía quieto—. Rosas durazno —repitió entonces con firmeza. Van no movió el retrato.
—Buenas noches, joven Malfoy —saludó con la fingida cortesía que solía usar con Draco, enojando al rubio mucho más que si fuera grosero. La voz de Van era grave y profunda, y a Draco le costaba apenas escucharla a pesar de su momentánea sordera—. Clima encantador para la noche de Halloween... ¿Concuerda?
—Sí, sí... concuerdo... déjame entrar —dijo Draco impaciente. Pero Van lazó sus manos tras su espalda y aspiró hondamente hasta inflar su pecho ornamentado con los colores de Gryffindor.
—Noche magnífica para cosas inusuales... —comentó entonces usando un tono más bajo, pero aun audible para Draco. El muchacho rodó sus ojos.
—Oh, sí, mucho misterio... —dijo mordaz— Me muero de impaciencia por presenciar la Navidad con comentarios tuyos... ¿Qué será? 'Magnífica noche para intercambiar obsequios' —Van amplió su sonrisa.
—La señorita Hermione ya ha bajado al Comedor... —dijo entonces corriendo el retrato. Draco, a pesar de que al fin había obtenido lo que quería, alzó una ceja y miró a Van, sin moverse de su lugar.
—¿Y qué te hace pensar que me interesa saber cada paso de Hermione? —preguntó molesto. Van parpadeó.
—Sólo creí conveniente que lo supiera... Además... sabrá disculparme, encuentro fascinante el horario de la señorita Hermione —concluyó con una reverencia, manteniendo su cabeza gacha. Draco colocó un pie en el retrato.
—¿Sabes? Es patético —dijo antes de entrar— que la aceches así...
—No fue mi intención que infringirle celos, joven Malfoy...—susurró Van aun con su cara hacia el suelo, pero Draco pudo saber, porque era algo que él hacía, que estaba sonriendo.
—No estoy celoso... —dijo de inmediato.
—Por supuesto que no... —accedió Van. Otro trueno resonó contra las paredes del castillo. Van elevó sus ojos y los paseó por el techo, como si pudiera ver desde allí el cielo nocturno— Pero, joven Malfoy... —dijo, volviendo a sonreírle— no se olvide que es Halloween...
Draco rodó sus ojos y atravesó el hueco. Una vez dentro de su Sala Común, se quitó su túnica y la dejó sobre uno de los sillones, junto a su mochila. Comenzó a subir las escaleras hacia su dormitorio mientras desabotonaba su camisa, la cual dejó entonces sobre su cama. Entró al baño saltando en un pie, sacándose sus zapatos, que quedaron uno en cada punta del cuarto. Entonces bajó una mano hacia el cierre de sus pantalones, mientras con la otra giraba el picaporte de la puerta hacia el cuarto de duchas.
Por un momento pensó que había atravesado alguna puerta que lo llevaba hacia otro mundo, hacia el Cielo, quizás. Pero entonces comprendió, para su sorpresa y estado abrumado, que Van le había mentido, y que Hermione no había bajado al cenar aun. De hecho, estaba frente a él, acabada de salir de la ducha, desnuda y luchando por alcanzar una toalla antes de que los ojos de Draco pudieran ver demasiado.
Y pensar que Draco había creído que ese día no podría volverse más extraño...
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Hermione había tenido un día bastante pacífico, descontando que debió evadir a Harry y a Ron (y a casi todo el colegio) cuando pretendían que les explicara qué extraño virus la había llevado a hacer pareja con Pansy Parkinson en la clase de Hagrid.
—Sería un buen comienzo si yo lo supiera primero... —le había dicho a Ginny justo antes de separarse de ella un rato antes del banquete para darse una ducha.
Van se había mostrado mucho más elocuente que nunca cuando atravesó su retrato, y había hablado en acertijos, lo que le hacía recordar vagamente a los Centauros. Y eso, sumado a los esporádicos y fuertes truenos y relámpagos, le dieron la extraña impresión de que unas fuerzas superiores estaban conspirando para darle en la noche de Halloween una sorpresa de última hora.
Claro que jamás creyó que la sorpresa implicaría a Draco entrando en el cuarto de duchas justo cuando ella estaba saliendo.
Había oído ruido en el cuarto de baño de Draco, pero no se preocupó, sabiendo que antes de entrar, si era eso lo que pretendía, tocaría la puerta, como las normas que habían establecido (y cualquier norma de comportamiento decente) implicaba. Por eso es que fue enorme su sorpresa al ver el picaporte girar, previendo lo que sería un momento poco menos que desastroso.
La mente de Hermione, trastornada y pensando a gran velocidad, decidió que lo más conveniente para hacer era lanzar un grito de advertencia, porque la toalla estaba a una distancia que aseguraba que la rapidez con la que la tomaría no igualaría a la rapidez con la que Draco terminaría de abrir la puerta y la encontraría desnuda. Así que, entrenada durante seis años, dejó que su boca se abriera y sus pulmones se llenaran, y se preparó para gritar el nombre que tan acostumbrada estaba a gritar:
—¡---!
Y malditos sean McGonagall y el mutis selectivo.
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Draco aun estaba sosteniendo el picaporte en una mano y la otra aun estaba en el cierre de sus pantalones, a medio bajar. Toda la escena se le presentaba como si el tiempo se hubiera detenido, como si tuviera un viejo amigo entre los encargados del paso del tiempo, y que, afectivamente, le hubiera dicho:
—Tómate tu tiempo. No hay apuro. —Y Draco no quería más que hacer caso. Dos ojos le parecían de repente muy poco.
Lo que tenía frente a él no podía calificarse precisamente de terreno nuevo para él, porque si a algo estaba más que acostumbrado era al cuerpo femenino. Y aun así, sockeándolo incluso más que la magnífica visión, sus mejillas se entibiaron. Trató de recordar cuándo había sido la última vez que se había abochornado por un motivo parecido, pero lo único que se le venía a la mente era un recuerdo de sus diez años en el que una amiga de su madre se había aparecido en su Mansión para cenar con una túnica que estaba compuesta casi únicamente por el escote.
Y sin embargo, allí estaba, oprimiendo con fuerza un picaporte, con sus mejillas sonrojadas.
El cuerpo de Hermione era mucho más armónico de lo que jamás hubiera imaginado. Desde su cuello tierno, que tantos pensamientos suyos había ocupado, hasta sus piernas torneadas y delicadas. Sus curvas eran desesperantemente dramáticas, cada una empezando y terminando con la misma rotundidad. Draco sabía que tendría un físico privilegiado, pero nada en sus provechosos años de experiencia con mujeres lo hubieran preparado para ver tal magnificencia cortesía de Hermione Granger.
Su cabello chorreante se pegaba a su rostro, mucho más rojo que el de Draco, cosa entendible, y goteaba sobre sus suaves hombros dándole un aspecto de Sirena. Pero Draco no podía recordar ninguna Sirena que le provocara aquello. El aire estaba inundado de vapores olorosos, algún aroma que Draco pudo identificar como jazmín y quizás miel. Los ojos de Hermione estaban mucho más claros de lo normal, tal vez contrastando con su intenso tono de piel y sus negras pestañas. Sus labios desatacaban de su bonito rostro, generando en Draco algún tipo de magnetismo que poco tenía que ver con imanes.
Todo era, en conjunto, una escena ridículamente perfecta.
Y de repente, el extraño hechizo se rompió, como si hubieran sermoneado al amigo de Draco encargado del tiempo, y todo terminó tan rápido como había empezado. Hermione alcanzó la toalla y se cubrió sin perder ni un instante más.
—¡DRACO!—gritó, sin intención de ocultar su furia— Maldito desvergonzado... ¿por qué demonios no golpeas?—sus mejillas eran de un rojo mucho más intenso que la sangre. Draco parpadeó y abrió su boca, pero entonces comprobó que no era capaz de hacer ningún sonido, a excepción de un gemido gutural. Los ojos de Hermione se pusieron como platos al oírlo, y Draco sintió una renovada oleada de calor— ¡FUERA! —gritó entones Hermione, y Draco, tragando saliva, obedeció.
Hermione suspiró hondamente y se sentó en la un pequeño taburete, colocando una mano en su pecho donde su corazón latía a inmensa velocidad. Esa había sido la experiencia más vergonzosa de toda su vida. Su respiración era tan agitada como si hubiera corrido varias millas, y sentía tanto calor que, si no hubiera tomado repentina fobia a las duchas, hubiera vuelto a ducharse con agua helada. Y no tenía ni la más mínima idea de que, en el cuarto contiguo, aun apoyado contra la puerta, había alguien que sentía exactamente lo mismo, aunque por motivos que, debido a las diferencias de sexo y papeles ocupados en el reciente incidente, eran muy distintos.
Abajo, en el Gran Comedor, el banquete ya habría comenzado. Pero nadie, a excepción de Draco y Hermione, sabía que el verdadero Halloween acababa de tener lugar en el baño de la Sala Común de los Premios Anuales.
