DISCLAIMER
Todo lo que reconozcan fue creado y pertenece por y a JK Rowling.
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Sangre de Dragón
byLianis
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Capítulo VIII: Karma chameleon
Draco creía que era seguro afirmar que estaba pasando uno de los mejores momentos de su vida.
En cuanto a asuntos escolares, estaba mejor de lo que había estado en mucho tiempo. Ya había superado cualquier dificultad que Flitwick pudiera ofrecerle (no sin intensas prácticas en la que poco era lo que oía), y había masterizado todo cuanto otro profesor enseñara, llegando a niveles preocupantes. Los profesores muchas veces juntaban sus cabezas para cuchichear esta nueva cara de Draco, sorprendidos de la mejor manera. Predeciblemente, el único que no participaba era Snape.
Pero más allá de los asuntos académicos, Draco parecía haber llegado a un punto en su vida en el que todo estaba bien. Si bien a principio de año había creído que le sería muy difícil jugar al Quidditch, comprobó cuán equivocado estaba. Las pocas prácticas que había tenido hasta el momento habían sido fantásticas, y lo habían dejado muy conforme con sus jugadores (y con él mismo, por qué negarlo… era el alma del equipo).
Pansy parecía haber superado sus problemas con Bianca y las otras, como si al fin hubiera entendido que no las necesitaba para ser feliz. Claro que Draco creía que mucho tenía que ver con el hecho de que Pansy hubiera compartido muchas otras clases con cierta Premio Anual Gryffindor, aunque ella no lo admitiese, y aunque él, por temor a perder parte de su soberbio cabello, tampoco.
Y Blaise era… bueno, Blaise… nunca presentaba dificultades, más bien era la personificación al estilo de vida despreocupado.
—Carpe Diem. —se le había dado por decir esos días. Por supuesto, McGonagall no había tomado aquellas palabras tan bien como Draco cuando Blaise entregó un trabajo con sólo ellas escritas.
Pero, sin ninguna duda, lo más gratificante de todo era que la Oscuridad dentro de su cuerpo parecía haber detenido su curso. Draco no se consideraba una autoridad en este campo (sí, bien… era genial en casi todo, pero esto sería demasiado), más creía saber lo que estaba ocurriendo. Desde hacía ya bastante tiempo que había dejado de sufrir los insoportables dolores en su antebrazo, ya no padecía de ataques de frío o calor, y tampoco tenía aquellos alarmantes sueños. Y según él mismo había deducido, podía atribuir estas mejoras al hecho de estar combatiendo al problema.
Antes de descubrir la poción, cuando las esperanzas de liberarse de la Oscuridad eran nulas, la desidia y apatía de Draco sólo funcionaban como un aliciente para su maldición. Pero ahora, ahora que sabía que había posibilidades de salvarse, ahora que esas posibilidades eran concretas y estaban en ese momento sedimentando en un caldero en la Sala de los Menesteres, estaba bien.
Sí. Draco estaba bien.
No iba a negar que aun sentía cierta molestia en su antebrazo o que había momentos en que su sangre parecía mucho más espesa de lo normal. Pero, a pesar de eso, estaba bien.
Y en aquel momento de su vida sólo tenía un pequeño problema, gratificante, en cierto modo.
Lo que realmente lo hacía sentir orgulloso (aunque no era difícil que un Malfoy sintiera tal cosa), era cómo estaba yendo su relación con Hermione. Aun recordaba vívidamente la noche en la que la encontró desnuda en el baño, y, si bien al principio creyó que por tercera vez en el año ella le escaparía abandonando su Sala Común, no fue eso lo que sucedió.
La halló en su Sala Común, la mañana siguiente, dándole los últimos retoques a alguna tarea, y cuando se saludaron, Draco se sorprendió al descubrirse a sí mismo como el más cohibido. Se había sonrojado y al intentar hablar había balbuceado incoherencias.
Pero ninguno de los dos mencionó el episodio de la ducha, y sellaron una especie de acuerdo tácito que establecía que jamás lo harían. Y Draco, no queriendo hacer algo que lograra que el desarrollo de la poción amainara, lo siguió al pie de la letra.
Claro que esto no significaba que no reviviera la escena en su cabeza una y otra y otra vez… Aun le costaba trabajo asimilar tanta belleza. ¿Cómo era que había pasado seis años desapercibida cuando tenía muchas cosas (y una oleada de calor llenaba su pecho cada vez que lo recordaba) que resaltaban tanto? La imagen de Hermione, desnuda, con su piel cabello chorreante y pequeñas gotas de agua corriendo por su dorada, tersa y suave piel, se había incrustado en su cerebro y amenazaba con quedarse allí para siempre. De hecho, cada vez que Draco intentaba admirar a alguna otra chica, esa bendita imagen se aparecía como si alguien la proyectara en su cabeza.
¡Era una pesadilla! No entendía cómo o por qué, siendo que había visto mucho más de cerca (y siendo más partícipe) escenas similares, estaba ejerciendo sobre él tanto control. Blaise aun sonreía al recordarla en ropa interior, pero, pensaba Draco, no tenía ni idea de cuánto le faltaba por ver.
Muchas veces se sorprendía a sí mismo mirando a Hermione fijamente, mientras ella sólo leía o escribía, ajena a los pensamientos de Draco que serían perturbadores para su inocente mente virgen, y no podía evitar sentir esa ya usual atracción magnética hacia sus labios. Merlín… ¿se estaba volviendo loco o eran más tentadores cada día? Y había vuelto a tener excitantes sueños con ella como única protagonista… a Draco le daba asco su estado. Se estaba comportando como un inexperto y estúpido púber que tiene sueños húmedos sólo por ver alguna foto en una de esas revistas. Y Draco no había sido así desde… nunca había sido así…
Así que, si en aquel momento tuviera que hacer algún pedido a las fuerzas supremas, ya sabía cuál sería: que Hermione de repente contrajera alguna peste y que quedara deforme para que no fuera tan tentadora e irresistible.
Bien, sí… admitía que era extremista.
Más allá de los sobresaltos corporales (y más de una vez aquello era literal) que Hermione provocaba, Draco debía admitir que con ella pasaba ratos decentemente amenos (que era lo más que su honra le permitía decir, aunque quedara corto). Y no podía dejar de estarle agradecido, porque sabía que sin ella la poción jamás se hubiera encaminado. Y ahora estaba encaminada. Iba sobre rieles, a decir verdad. Pocas dificultades habían enfrentado hasta el momento, más que nada porque los ingredientes utilizados eran bastante nocivos, pero, fuera de ello, estaba yendo perfecta. Ambos eran de lo más competentes en Pociones, así que nada había que temer.
En cuanto a eso, por lo menos…
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El plasma de retícula madura era uno de los elementos más inflamables con los que debían trabajar. Pero el ácido de Ahenjo era peligrosísimo para la dermis. Y esos eran los dos ingredientes con los que debían continuar ese día.
—Tú ponte los guantes —le dijo Draco a Hermione revoleándolos apenas habían entrado a la Sala de los Menesteres—. Yo me encargaré de alivianar el plasma, y no corro riesgo de tocarlo. El ácido, por otro lado…
—¿Estás insinuando que soy torpe? —le preguntó Hermione con una sonrisa asomándose en su boca.
—Me ofendes… —rebatió Draco— Sólo intentaba ser un caballero.
—Lo sé —reconoció ella—. Lo lamento. Muchas gracias por pensar en mi seguridad antes que en la tuya. Pero debo insistir en que los uses tú. Si el plasma se mezcla con los vapores de la poción…
—Kaboom…—completó él.
—Exacto. Úsalos tú —Draco la enfrentó cruzándose de brazos.
—No quiero —dijo—. No correré el riesgo de que te quemes y deba oírte llorar si el ácido te toca—Hermione rodó los ojos.
—Draco, no seas infantil —le dijo. El incidente de la ducha había funcionado como un estimulante para que aprendiera a tratarlo por el nombre. Método mucho más óptimo que cualquier detestable mutis selectivo. Por suerte, McGonagall, al ver que ya se habían acostumbrado (aunque ignorando las circunstancias) lo había retirado—. Yo soy mucho mejor que tú en Pociones, no me pasará nada —Draco soltó una risa de incredulidad.
—¿Tú, mejor que yo en Pociones? Merlín, Hermione, eres hilarante… No usaré los guantes.
—Yo tampoco —Draco la contempló unos segundos con una ceja alzada, hasta que al fin de encogió de hombros.
—Como gustes —dijo, y ambos se arrodillaron a cada lado de la mesa de trabajo, comenzando con su tarea. Ninguno llevaba los guantes.
Hermione tomó el cuchillo de plata y comenzó a cortar los Ahenjos volcando su ácido en un frasquito de vidrio. Draco pasó todo el plasma a un recipiente y lo revolvió unos segundos.
—Aliviánalo con aquel brebaje —le dijo Hermione señalando un frasquito—. Lo hará menos volátil.
—Lo sé —dijo él sin alzar su vista—. Y tú no te olvides de raspar los bordes para que caiga todo el ácido.
—Lo sé.
—Y trata de no dañar tu bonita piel… —agregó Draco en un susurro. Hermione soltó una suave risa.
Trabajaron en silencio durante un buen rato, cada uno concentrado en su parte. Draco más de una vez debió ventilar el plasma cuando comenzaba a humear más de la cuenta. El único sonido que se escuchaba era el cuchillo de Hermione contra la tabla de cortar y la poción hirviendo un poco alejada.
Draco estaba terminando de darle al plasma el espesor indicado cuando escuchó a Hermione proferir un suave quejido. Elevó la vista y la vio presionando su dedo índice izquierdo en la otra mano.
—Te dije que usaras los guantes… —le dijo con aire reprobatorio mientras se corría a su lado para auxiliarla— Este ácido es muy peligroso y no podemos recurrir a Madam Pomfrey porque es un ingrediente prohi…
—No me quemé con el ácido… —interrumpió Hermione llevándose el dedo a la boca para chuparlo. Draco frunció el entrecejo— Me corté con el cuchillo… —explicó ella entonces a regañadientes. Draco parpadeó un par de veces.
—¿Te cortaste?
Hermione asintió, y Draco sonrió. Estaba trabajando con uno de los ingredientes más peligrosos que existían y, en vez de lastimarse con él, se cortaba con un cuchillo… ¿Qué tan adorable era eso? Además, con sus cejas alzadas y su dedo aun en su boca, succionando para hacer fluir sangre, a Draco le representaba una imagen tanto provocativa como tierna.
Tomó la mano izquierda de Hermione entre las suyas y le hizo estirar los dedos.
—Creo que ahora sí puedo decir que eres torpe… —dijo. Hermione se sonrojó, más que por el comentario porque Draco estaba sosteniendo su mano.
El muchacho quitó con su pulgar los restos de saliva que habían quedado en el índice de Hermione. No era una tarea que tardara más de cinco segundos, pero, curiosamente, a Draco le tomó bastante más. Por el rabillo del ojo comprobó que el tono escarlata de la chica iba aumentando a medida que más tardaba en liberar su mano.
—¿Duele?—preguntó en un susurro. Hermione negó con la cabeza— Cuán valiente… —Draco tocó el corte con la punta de su varita y la herida se cerró al instante— ¿Le ponemos alguna bandita con dibujitos de ositos? —le preguntó sonriendo. Hermione sonrió también y rodó los ojos— Al menos debería darte una paleta por ser una paciente tan buena…
—Pues quizás acepté una paleta —dijo Hermione siguiendo el juego.
—Oh, pues quizás yo te la dé… —replicó Draco. ¿Demostraba que estaba completamente enfermo el que encontrara insinuaciones eróticas en una simple plática sobre paletas?
Hermione asintió, aun sonriendo, pero Draco pudo saber que estaba incómoda. Y descubrió, cuando ella bajó su vista hacia su mano, aun apresadas en las de él, que ese era el motivo. Sintiéndose un idiota, la soltó de inmediato y volvió a su lugar.
—Y procura no lastimarte más… —le recomendó entonces.
—No mi Capitán —bromeó ella haciendo un saludo militar.
—Podría acostumbrarme a ese apodo… —comentó él pensativo.
—Pues no lo hagas… —repuso Hermione.
—Sí… lo supuse…
Aproximadamente dos horas más tarde se colgaron las mochilas al hombro y abandonaron la Sala de los Menesteres. Por gracia divina, no hubo ningún otro accidente.
—El ácido debe funcionar como un decantador para el plasma —decía Hermione mientras andaban por el corredor del séptimo piso—, así que debemos despreocuparnos por el momento.
—Adoro cómo suena el despreocuparnos saliendo de tus labios…—dijo Draco. Hermione rió, sin saber cuánta verdad había en aquello.
—Como si no tuviéramos suficientes cosas ya de que sí preocuparnos —dijo deteniéndose mientras intentaba guardar un último libro en su ya cargadísima mochila.
—Tú eres la única que se preocupa tanto —le dijo Draco deteniéndose a su lado y sosteniendo el libro mientras ella hacía lugar junto a los otros.
—Oh… pero yo creí escuchar por allí que Draco Malfoy se había convertido de repente en el alumno modelo —dijo alzando sus cejas, provocante.
—Sí, bien… —replicó Draco cohibido— Me va bien en algunas materias… ¿y qué? Además… ¿notaste que Pansy también está mejorando mucho?—preguntó con la intención de desviar la atención. Hermione asintió mientras se arrodillaba en el suelo para que la tarea se le hiciese más fácil.
—De veras que sí. Jamás me hubiera imaginado que tuviera tan buenas aptitudes.
—Y adivina todo eso gracias a quién… —dijo Draco, ahora adoptando él el tono provocativo. Hermione sacudió una mano para restarle importancia.
—El hecho de que hayamos compartido un par de clases no significa nada—dijo tomando el libro de las manos de Draco y guardándolo en la mochila.
—Sí, claro… —masculló él reprimiendo una sonrisa— ¿Vamos a comer directamente o pasamos por la Sala Común a dejar las cosas? —Hermione negó con la cabeza.
—Debo desviarme hacia la Pajarera —explicó. Draco frunció el ceño.
—¿Ahora?—preguntó— ¿No puede ser mañana? Ya es muy tarde…
—Podría, pero quisiera que la respuesta me llegue mañana… —dijo ella reabriendo la mochila, inconforme con cómo habían quedado los libros. Draco alzó una ceja suspicaz.
—¿Tan importante es esa carta?
—Mnh…—respondió Hermione distraída buceando en su mochila. Draco bufó y se la arrebató de las manos. Si quería algo bien hecho, debía hacerlo él mismo…
—¿Y para quién es? —preguntó una vez más con falso (aunque convincente) aire casual.
—Victor Krum —contestó Hermione quitándose algo de pelo de la cara.
Draco no dijo nada de inmediato. No sabía qué decir, en realidad (cosa rara en él, locuaz como era), así que continuó reacomodando los libros, seguro en su refugio.
No era que estuviera celoso de que Hermione le escribiera a Krum, porqueno estaba celoso. Pero… aun así, le molestaba de alguna manera. Quién sabe si por culpa de ello no descuidaba la poción... Sí, eso... No estaba bien que tuviese tiempo para algo tan trivial e insustancial cuando tenía a cargo cosas mucho más importantes... Elevó apenas sus ojos para mirarla.
—Ese tipo es más idiota de lo que parece... —susurró.
—Victorno es un idiota —rebatió Hermione con raigambre.
—No fue mi intención insultar a tu novio —dijo Draco, de repente notando cuán fácilmente detestables resultaban esos libros. Cuán fácilmente se los podía apretar, romper...
Hermione hizo un sonido de incredulidad.
—Victor no es mi novio... —dijo divertida. Draco alzó una ceja.
—Donde hubo fuego cenizas quedan... —recitó. Hermione rió abiertamente.
—No puedo creer que hayas dicho eso...
—¿Por qué no? —preguntó él receloso. Hermione rodó los ojos.
—Es tan empalagoso que mi páncreas ruega por piedad.
—Bien, sí... pero no puedes negar que hubo algo entre ustedes —dijo. La chica se encogió de hombros.
—Algo...—dijo vagamente misteriosa— ¿Y qué tiene que ver eso con que sea un idiota?
—Oh, vamos... —rumió Draco impaciente— El tipo es una superestrella del Quidditch internacional, un ídolo popular, con admiradoras por doquier, y se sigue escribiendo con la misma chica por tres años... Sólo se me ocurren dos posibilidades: o es un idiota, o está muy enamorado de ti —las mejillas de Hermione se tiñeron al instante.
—Sólo somos amigos —aseguró bajando la vista. Draco guardó el último libro en la mochila.
—Es un idiota —resolvió como si tal cosa.
—Noes un idiota —objetó Hermione enojada.
—Entonces está enamorado de ti —Hermione se mordió el labio y jugueteó con su dedo en la palma de la otra mano, nerviosa. Carraspeó un par de veces, pero jamás contradijo aquello.
Draco frunció el ceño y levantó la mochila para contemplar el trabajo terminado. Hermione estiró un brazo para tomarla, pero él volvió a bajarla y la abrió una vez más. Sacó todos los libros y los fue apoyando en el suelo hasta dejarla vacía. Hermione torció su boca confundida, pero no dijo nada; por algún motivo, el cartel'genio trabajando, no molestar', parecía aparecérsele delante.
—Causó una gran sensación... ¿sabes? —comentó Draco con la voz algo forzada. Hermione parpadeó.
—¿Qué cosa? —Draco tardó en contestar. Metió un par de libros en la mochila y casi de inmediato los sacó otra vez para remplazarlos por otros. Un grupo de alumnos de Hufflepuff dobló por una esquina y pasó junto a ellos, mirando curiosos a sus Premios Anuales a la hora de cenar arrodillados en el suelo rodeados por una pila de libros y forcejeando con una mochila que junto a ellos quedaba diminuta.
—¡No hay nada que ver aquí! —les gritó Draco disgustado— Circulen... —los Hufflepuffs apuraron el paso, asustados, y desaparecieron por la esquina opuesta— Krum, interesándose en ti. Causó una gran sensación—Hermione, que hasta hacía unos segundos había tenido sus labios apretados para evitarse reír ante la descarga de Draco de su malhumor, causado por una mochila rebelde, con un grupo de subordinados, tardó unos instantes en darse cuenta de qué hablaba.
—¿De veras? —preguntó por decir algo. Ya había discutido este tema incontables veces en su pasado.
—Sí... pero él jamás hablaba sobre el tema... ¿recuerdas que los de Durmstrang estaban con los Slytherin? Bien, él siempre se negaba a contestar las preguntas que se le hacían...
—Más le valía —interrumpió Hermione.
—... pero todos suponíamos... sabíamos, mejor dicho, que tratándose de ti tendría suerte si dejabas que te tomara la mano.
—¿Y qué se supone que quiere decir eso? —preguntó Hermione, debatiéndose entre ofenderse o no. Draco bufó. Sabía que estaba presionando demasiado las cosas, pero... debía saber...
—Quiero decir que lo tuviste en ascuas todo el tiempo. ¿Verdad?
Debía saber...
—Quiero decir que él te estuvo cortejando y tú sólo le sonreías. ¿Verdad?
Debía saber...
—Quiero decir que él confesó su amor abiertamente y tú no dejaste que te besara. ¿Verdad?
Debía saber...
La boca de Hermione estaba abierta, demostrando toda su indignación. Draco había cesado su tarea y tenía sus ojos fijos en ella.
—¿Y qué si así fue? —preguntó Hermione desafiante. Draco fingió un gruñido despectivo, pero, por algún motivo, sintió de repente tan liviano como había quedado el plasma luego de pasar por sus manos.
—¿No le diste ni un beso? —inquirió aparentando incredulidad. Hermione se encogió de hombros.
—¿Qué importa eso? —evadió.
—Seguro que no... —dijo Draco volviendo a guardar algunos libros, súbitamente radiante.
—¿Cómo lo sabes? —preguntó ella cruzándose de brazos y entornando los ojos.
—Hermione...—comenzó Draco en un tono de 'no puedo creer que deba explicarte esto'— Soy Draco Malfoy —Hermione ahogó un grito de exasperación—. De hecho...—agregó él pensativo— me sorprendería que ya hubieras tenido un beso... con cualquiera...
Oh... si las miradas mataran...
—No puedo creer que me estés diciendo esto... —dijo Hermione con una voz tan fría que extrañó a Draco, quien alzó sus cejas, interesado.
—¿Debo suponer, entonces, que sí has tenido tu primer beso?—Hermione elevó su mentón con elegancia.
—Sí.
Y el pecho de Draco se hizo pesado de nuevo.
—Por supuesto... —murmuró rasgando la mochila sin proponerse tanta fuerza repentina— Debí imaginarlo... ¿Con quién fue? Quizá Potter... o Weasley... Longbottom, tal vez...
Hermione tenía sus mandíbulas tan apretadas que era un milagro que no rechinaran.
—Tú—dijo en un helado susurro perfectamente audible.
La expresión de Draco sólo era comparable con la hipotética expresión de Snape si Luna Lovewood le regalase bombones para San Valentín. Sus ojos se salían de sus cuencas y sus fosas nasales se expandían y contraían inconscientemente. Abrió y cerró la boca un par de veces, sin saber qué decir.
Élno se había olvidado de aquel beso. Era cosa imposible olvidar la humedad de sus labios, lo acogedor de su boca, la impertinencia de su lengua... y más difícil era olvidarlo siendo que la tenía a su lado todos los días, recordándoselo, y siendo que, hasta la fecha, ella había sido la última chica a la que había besado: no había tenido cabeza para esas cosas últimamente, el departamento de chicas había quedado marginado por el momento (¿y por qué, entonces, sólo pensaba en repetirlo con Hermione?)
Pero lo que no podía creer era el hecho de que ella lo tuviera en cuenta. Draco hubiera pensado que lo borraría de su memoria, y que, en un futuro, cuando su hija le preguntara sobre los besos en su juventud, ella obviaría ese olímpicamente, como si jamás hubiese existido. Y sin embargo lo recordaba. Lo recordaba y para ella era su primer beso. Lo tenía rotulado como su primer beso...
Un inusual y desconocido sentimiento de culpa embargó a Draco. Él le había dado su primer beso, y había sido a la fuerza, además. ¿Qué demonios pasaba por su cabeza? Era un... un ultrajador... un agraviador... un... un asalta labios vírgenes... Oh, Merlín... ya estaba delirando...
Y entonces, experimentó algo que distaba bastante de la culpa. Un calor que recorría sus piernas y se detenía en su entrepierna, acomodándose allí. Él le había dado su primer beso... El pensar en que había sido él quien acariciara esos labios antes que nadie, el único en el mundo que los había probado... era excesivamente... estimulante.
Tragando saliva sonoramente, guardó por fin los libros en la mochila apresuradamente, haciéndolos entrar a presión.
—Debes comprar una mochila más grande... —dijo tras carraspear para comprobar la normalidad de su voz mientras se ponía de pie y se la entregaba— O no llevar tantos libros juntos... —agregó mientras se alejaba caminando rápido.
—¿No irás a cenar? —le preguntó Hermione.
—Debo hacer una escala —respondió sin siquiera voltearse justo antes de doblar una esquina. Y recurrió a sus recuerdos de los últimos seis años para atinarle al baño de hombres más cercano.
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Filete marinado, carré de cerdo, pollo al champignon, pastel de carne... nada de eso lo convencía. Su cuerpo estaba pidiendo algo dulce. Corrió su plato hacia delante y descansó su codo en la mesa y su mentón en su mano, olvidando todas las normas de etiqueta inculcadas en él desde que era un embrión.
—¿No vas a comer? —le preguntó Pansy a su lado. Draco hizo un gesto de imprecisión.
—Esperaré a los postres —Blaise pinchó un trozo de carne con su tenedor y lo introdujo entero en su boca.
—Eew...—chilló Pansy haciendo una mueca de asco— eso es muy desagradable, Blaise... ¿No quieres que la próxima, para ahorrar tiempo, vez te traiga la vaca viva y entera y las comas así? —Blaise, ignorándola, tragó con dificultado y se volvió a servir.
Draco bostezó aburrido y tomó un poco de jugo de su vaso justo cuando alguien se sentaba frente a él, quitando de su lugar a una niña de segundo.
—Malfoy—saludó a Draco.
—Nott—reconoció el rubio. Nott alzó una ceja y sonrió de lado. ¿Qué acaso todos los Slytherins debían copiar sus gestos? Incluso Snape lo hacía a veces... Merlín... si balaran sería todo más simple.
—Escuché por allí que Granger te mandó a ver las estrellas...—dijo Nott sugerente.
—¿De veras? —preguntó Draco sin alarmarse en lo más mínimo.
—Sí, de veras... Con los muchachos estábamos preguntando si habrías perdido tu toque... ya sabes... 'ninguna chica se me resiste...' Pero, al parecer, aun lo tienes... al parecer incluso la sexy sangre sucia terminó sucumbiendo...
—¿Dónde escuchaste eso? —preguntó Draco con una ceja levemente alzada. Nott se encogió de hombros.
—Aquí y allí... —dijo vagamente— Dime... ¿es verdad? —Draco rodó los ojos— ¿Es tan apasionada en la cama como lo es en las clases?
—¿No tienes nada más emocionante que hacer? —preguntó Draco enfadado.
—Vamos...—instó Nott— No queremos saber nada fuera de lo normal... sólo dime, en promedio, cuántas veces por noche te deja...
—Hola...—llamó Pansy furiosa sacudiendo una mano frente a Nott— Representante del género femenino justo aquí... ¿Podrías tener más tacto?—Nott le hizo una mueca de burla y continuó hablando con Draco.
—¿Es cierto? —el rubio suspiró tratando de mantener la calma. Miró a Nott, sonriente y expectante.
—Un caballero nunca cuenta... —dijo. Nott dejó escapar un alarido mezcla entre victoria y extrañeza.
—Como si eso te hubiera importado antes... —masculló antes de levantarse y alejarse de allí. Draco volvió a su posición anterior una vez más.
—Maldito perro... —le dijo Blaise golpeándole un brazo con bastante fuerza, haciendo que Draco se olvidara de la gracia que le había causado que lo llamara de esa forma— ¿Así que estás tomando el tour completo de Granger? —Draco se frotó el lugar golpeado— ¿Por qué no me dijiste?
—Porque no pasó nada entre él y Hermione... —dijo Pansy justo antes de llevarse el vaso con jugo a sus labios. Draco, cuya primera reacción había sido sonreír ante el desliz de su amiga al usar el nombre de Hermione en lugar del apellido, frunció el entrecejo al captar enteramente el significado de sus palabras.
—¿Cómo lo sabes? —desafió, y de inmediato notó cuán infantil había sonado. Pansy, por otro lado, sólo frunció un hombro.
—Porque es Hermione Granger —dijo—, y tú eres Draco Malfoy.
—¿Qué tiene que ver eso? Podría pasar algo si yoquisiera...
—¿Pasó algo? —preguntó Pansy paciente.
—No... -dijo Draco a regañadientes.
—¿Y tú quisieras que pase algo? —preguntó ahora Blaise, suspicaz. Draco le envió una mirada de reproche por haber atacado su punto débil de los últimos tiempos. Traición de amistad, le llamaban... Refregó su nariz nervioso con una mano e hizo un sonido evasivo con su garganta.
—¿Qué se supone que quiere decir eso? —preguntó Pansy cruelmente, insensible ante la incomodidad de Draco. ¿Qué acaso no conocía el propósito de un sonido evasivo? La palabra evadir debería aparecer en su mente... Merlín... con amigos como estos cualquier enemigo estaba de más...
Blaise y Pansy estaban uno a cada uno de sus lados, esperando su respuesta, sin dejar pasar ninguno de sus gestos que pudieran revelar algo.
—Bueno...—comenzó Draco lentamente, procurando no mirar a ninguno de los dos y no hablar de más— Últimamente... he debido admitir que... ya saben... que es... no sé... que es... linda... —cuán paradójico era que aquello, siendo verdad, estuviera tan alejado de lo que en verdad sucedía.
Blaise y Pansy soltaron sendas risas empáticas.
—¿Has admitido que es linda? —preguntó Pansy meneando la cabeza divertida— Nadie puso en duda aquello... —Blaise se llevó una mano al corazón con un espasmo de sorpresa.
—Pansy, querida... Avísame antes de decir cosas como esas... ¿Quieres que me dé un ataque? —Pansy rodó los ojos— Draco, mi amigo —agregó luego, pasando un brazo por sobre los hombros del otro—, no es preocupante que admitas que Granger es linda... De hecho, sería preocupante queno lo hicieras cuando todos los muchachos (y ahora Pansy, bendita sea), lo tienen ya tan asumido...
Draco guardó silencio algunos segundos. Si ellos supieran...
—Sí... es cierto... —murmuró. Pansy asintió conforme y Blaise lo palmeó en la espalda, aprobando su resolución, y ambos continuaron comiendo.
Si ellos supieran...
Los postres aparecieron unos minutos después y una vez más Draco se halló en un dilema.
—Puedes comer más de un postre... ¿sabías? —dijo Blaise al notar la indecisión de su amigo. Draco hizo un gesto para que se callara y continuó observando los postres. Había, por un lado, pastel de chocolate. Lo había comido enésimas veces, pero aun así continuaba encantándole. Pero no era eso, no. No era lo que estaba buscando. Ya lo había intentado un día, en su Sala Común, tras comer una Rana de Chocolate.
—¡Chocolate!—le había gritado de repente a Hermione con un golpe de inspiración súbita. Hermione había saltado en su sillón y se había volcado tinta encima.
—¿Qué?—había preguntado molesta.
—Me sabes a chocolate... —había explicado Draco.
No se había resignado (y no pensaba hacerlo) a no determinar el sabor asociable con ella, siguiendo los parámetros de su retorcido sistema de gustos y personalidades. Hermione estaba segura de que él era menta, así que él encontraría el suyo, aunque fuera difícil. De lo que estaba seguro, era de que era uno dulce.
—¿Por qué chocolate? —había preguntado Hermione. Y Draco había dudado. ¿Por qué chocolate? A él le gustaba... ¿qué más debía saber? Entonces recurrió a lo que jamás le había fallado: su lado sugestivo.
—Porque el chocolate le gusta a todo el mundo... —había dicho sonriendo tentador mientras se lamía un dedo con restos de la Rana de Chocolate— Y si alguien lo ofrece nadie puede decir que no... —Hermione había sonreído incrédula.
—Y supongo que también soy excelente para recobrarse de un ataque de Dementores... —había dicho.
—No conozco todos tus atributos... —había replicado Draco, pero había quedado claro que el chocolate no era su sabor.
Junto al pastel había una fuente con pudín de vainilla, y, si no lo hubiera probado ya, hubiera dicho que era perfecta. Una noche en la que Draco no podía dormir, sus pensamientos comenzaron a vagar, y se detuvieron, como pasaba siempre en esos días, en Hermione. Y, sepa Merlín por qué, la imagen de Hermione cubierta en pudín de vainilla había aparecido en su mente (quizás tuviera algo que ver a una fantasía recurrente bastante similar, pero quién era él para afirmarlo...). Y todo encajaba estupendamente.
Así que había golpeado a la puerta del dormitorio de Hermione siendo cerca de las tres de la mañana. La impaciencia puede ser tanto una virtud como un defecto...
Hermione había abierto la puerta bostezando y restregándose los ojos. Al ver a Draco allí parado había mirado su reloj.
—Malfoy...—le dijo, utilizando éste en lugar del nombre como cada vez que estaba enojada— ¿Qué quieres a estas horas de...?
—Vainilla—había dicho Draco emocionado sin dejarla acabar. Hermione había fruncido el entrecejo bostezando otra vez.
—¿Vainilla?—Había preguntado— ¿Quieres vainilla?
Pero Draco había perdido conciencia del mundo cuando el cuello de los pijamas de Hermione (que no eran más que una camisa holgada) se había caído, dejando ver todo un hombro con una fina tira de sostén como único contraste con el uniforme tono dorado de su piel.
—Mnh...—había balbuceado, y tras sopapearse mentalmente había tragado saliva y agregado—: tu sabor es la vainilla —Hermione había rodado los ojos y cruzado sus brazos, apoyándose contra el marco de la puerta.
—Olvidemos por un instante que estoy furiosa porque me despertaste a estas horas por tal tontería... ¿por qué vainilla? —había dicho. Y Draco había dudado una vez más. Era mucho más fácil saberlo estando solo en la oscuridad de su cuarto, y el hecho de tenerla allí delante, viéndose tan sensual sin proponérselo, no lo simplificaba.
Porque no podría simplemente decir 'vainilla, porque es suave, grácil, se ve siempre apetitosa, tiene un sabor característico y un aroma que se incrusta en tus fosas nasales. Va perfecta para un día de sol al aire libre o para un día de lluvia, llevándola contigo bajo tus sábanas, y se siente extraordinaria tanto en tus manos como en tu boca'. Así que, en lugar de eso y echando a perder su costado poético, había dicho:
—Porque... es... mh... rica...
—Buenas noches, Draco —había dicho entonces Hermione cerrándole la puerta en sus narices.
Y así como esas hubieron varios intentos, pero Draco no podía determinar cuál era el sabor de Hermione. Y era frustrante, porque estaba seguro de que había uno, un sabor especial. Y muchas veces sentía que lo tenía en la punta de la lengua (sin hablar metafóricamente), pero nunca podía precisarlo.
Suspirando, paseó la vista por los postres que quedaban, y sus ojos se detuvieron en un recipiente con merengue. No había probado el merengue aun... recogió un poco en un dedo y se lo llevó a la boca. Era una consistencia espumante y muy fluida. Su lengua corría con suma docilidad por él... y Draco se imaginó la misma docilidad con su lengua recorriendo el cuello de Hermione... y por qué no más abajo también...
Relamiéndose y terminando de tragar, volvió su cabeza hacia la mesa de Gryffindor.
Esta experiencia gustativa había despertado su impaciencia. No halló a Hermione en ningún lugar en su mesa, pero entonces la vio, a punto de atravesar las puertas de salida del Gran Comedor, con la Weasley menor.
Sin pensarlo dos veces, Draco pasó una pierna por sobre el banco y se paró apresuradamente, tropezándose al tener la otra pierna aun del otro lado. Por suerte, años de jugar Quidditch lo prepararon para aquel momento, y evitó la caída con bastante más gracia de lo que alguien normal lo hubiera hecho. Un grupo de chicas de Ravenclaw que pasaban por allí rieron deleitadas, y Draco no podía culparlas. Un accidente así en alguien como Longbottom quedaba torpe; en alguien como él quedaba lindo.
Pero no había tiempo de pensar en eso ahora.
—¿Dónde vas? —le preguntó Blaise cuando Draco comenzaba a alejarse hacia las puertas por donde hacía unos segundos había desaparecido Hermione. Draco hizo un gesto indescifrable con la mano, sin detener su marcha.
Encontró a Hermione ya un poco alejada en el pasillo, aun con la chica Weasley.
—Hermione...—llamó, y ambas se dieron vuelta. Al ver que era Draco, Hermione comenzó a acercarse.
—¿Sucede algo? —le preguntó al ver su expresión impaciente. Draco abrió la boca para contestar, pero entonces notó que aun no estaban solos, así que miró a Ginny, parpadeando, esperando que ella comprendiera. Y ella comprendió. Rodando los ojos y ya dándose vuelta, le dijo a Hermione:
—Te espero arriba...
—Bien—dijo Hermione. Draco esperó a que Ginny se alejara.
—Creo que ya lo descubrí... —dijo entonces sin poder contener la emoción, susurrando quién sabe por qué.
—¿Descubriste qué? —preguntó Hermione curiosa, acercando y susurrando también, creando un clima cómplice e íntimo. Draco sonrió.
—Tu sabor.
Pasaron unos segundos sin que ninguno de los dos dijera o hiciera nada, a excepción de la sonrisa de Draco. Luego Hermione resopló fastidiada.
—¿Continúas con esta bobería? —le preguntó elevando sus ojos al cielo en exasperación.
—Estu bobería —le recordó Draco—. Tú eres la excéntrica a la que se le ocurre pensarle un sabor a la gente...
—No le pienso un sabor... Si el sabor viene, bien... si no, no importa... Merlín... Jamás debí habértelo contado... Ahora me sabes intensamente a ajo, porque eres tan insistente e insoportable como el aliento que te deja —Draco alzó sus cejas.
—¿Por qué a ti te sale tan fácil? —preguntó decepcionado— Hace semanas que intento hallar tu sabor, y tú piensas uno distinto cada día, y con relaciones fantásticas...
—Es que soy fabulosa... —bromeó Hermione recargándose contra una pared. Y con una sonrisa tolerante, preguntó—¿Cuál es mi sabor? —Draco también sonrió y tomó aire.
—Merengue—dijo.
—¿Por qué merengue?
Y Draco se dio cuenta, una vez más, que se había olvidado por completo que no podía decirle la relación que su mente pervertida había tramado. Pasó el peso de un pie al otro, nervioso.
—Porque... mh... bueno... es... —Hermione rió.
—Déjame adivinar —pidió—. Porque puedo ser italiana, francesa o suiza, o quizás porque puedo ser a punto nieve...—Draco hizo un mohín de incomprensión— O tal vez porque puedes dar vuelta u recipiente lleno de mí y, si estoy bien hecha, no me caeré, desafiando todas las leyes de gravedad... sin contar que cualquier torta adornada conmigo se ve siempre deliciosa...
—Ya entendí —farfulló Draco malhumorado—. No hace falta tu sutil sarcasmo o tus ostentaciones de erudición culinaria... —Hermione volvió a reír.
—Sigue intentando —le dijo alegre mientras comenzaba a alejarse—. Al menos me haces reír... Hasta luego, Draco...
Draco hizo una especie de puchero y se apoyó en la pared donde había estado Hermione, viéndola alejarse. Metiendo sus manos en los bolsillos, suspiró rendido.
Salsa picante... sí... ¿por qué no? Y Hermione, a lo lejos, recogió su pelo y lo corrió todo hacia un lado, dejando al descubierto buena parte de su cuello. Y Draco tragó saliva.
Quizás fuera más acertado sal, tequila y limón...
∞∞∞∞∞∞∞∞∞∞∞
Un trozo de pergamino en blanco siempre funcionaba como un estimulante para Hermione. Era como el pintor con un lienzo nuevo, y de hecho, si el resultado final no era el esperado, su carácter era tan frágil como el de un artista.
-Aquí voy... -susurró tras desenrollar el pergamino, y se inclinó para escribir el título del trabajo para McGonagall.
Ella y Harry eran unas de las pocas personas en la biblioteca y, aunque era desalentador para la chica el saber que casi nadie se tomaba el trabajo escolar en serio, se le hacía mucho más fácil trabajar en compañía de pocos.
Abrió el primer volumen de Transformaciones Avanzadas y comenzó a leer la introducción a las transformaciones multiformes. Harry, frente a ella, apoyó su cabeza en un puño y se quedó así, sin hacer nada. Hermione lo miró alzando una ceja.
-¿No vas a trabajar? -le preguntó.
-No -respondió Harry con simpleza.
-Harry... debes hacer la tarea...
-Sí... debería... ¿verdad? -preguntó él sonriendo.
-Y aun así no lo harás... ¿cierto? -dijo Hermione, enojada.
-Nop.
-¿Y qué harás cuando McGonagall pida los trabajos? -Harry se encogió de hombros. Hermione resopló, masculló algo como 'el síndrome de Fred y George' y comenzó a escribir en el pergamino copiando del libro.
Harry se acomodó más en su lugar para observarla, sólo para mirar cómo la pluma se deslizaba sobre la rugosa superficie del pergamino. Y esto, entendiblemente, irritaba a Hermione. ¿Sólo se quedaría allí, viéndola escribir un trabajo que, si todo salía como ella lo había planeado, llegaría al metro de pergamino?
-¿No piensas hacer nada? -le preguntó, tratando de no sonar demasiado demandante. Pero su única respuesta fue una sonrisa de Harry ante la predicha reacción de su amiga. Hermione meneó la cabeza y continuó escribiendo.
Harry inclinó su silla sobre las patas traseras, aun sonriendo, y siguió mirando a Hermione, anticipando cuándo sería su siguiente estallido. Pero, mucho más atrás de la chica, las puertas de la biblioteca se abrieron y lo desviaron de su propósito.
Draco acababa de entrar por allí y, casi como si se tratara de un depredador oliendo a su presa, sus ojos se dirigieron sin dudarlo hacía Harry. Éste también fijó su vista sobre el rubio, ambos en actitudes frías y calculadoras. Draco comenzó a caminar hacia su mesa, nunca desviando la mirada. Harry se irguió en su silla. Ninguno estaba dispuesto a ceder... o así parecía. Un segundo antes de doblar para internarse en un corredor de estanterías, Draco parpadeó, y cuando abrió sus ojos los tenía posados sobre Hermione, quien, tan concentrada en su trabajo, no había notado nada.
-Ya que tienes una existencia poco productiva... -le dijo a Harry con su usual tono fastidiado de 'no estoy de acuerdo con lo que estás haciendo'- ¿Podrías traerme el segundo volumen de estos libros? -le preguntó sin levantar la vista del pergamino.
-¿Dónde está? -preguntó Harry sumiso.
-Por allí -respondió ella señalando el pasillo por el cual se había metido Draco. Comprobado: si el destino se personificara sería Maquiavelo. Como un perro entrenado a obedecer apenas escucha una orden, Harry se puso de pie, y Hermione sonrió conforme ante la excelente predisposición del muchacho a servir de ayuda.
Harry se metió por entre las estanterías, preparado para una confrontación. Draco ya estaba allí, parado frente un aparador, pasando sus ojos por los libros. No detuvo su búsqueda cuando advirtió a Harry, y tampoco lo hizo cuando éste se paró a sólo unos pasos de distancia, colocándose en la misma posición que él.
-¿Necesitas un mapa, Malfoy? -preguntó Harry en un tono cortés, cruzándose de brazos y buscando el libro que Hermione le había pedido. Draco elevó una mano y sacó un libro inclinándolo de lomo para ver la cubierta.
-¿Necesitas un babero, Potter? -preguntó usando el mismo tono mientras devolvía el libro a su lugar- Lo único que lograrán tú y Weasley mirándola tanto es conseguirle un mal de ojo...
-No es asunto tuyo -dijo Harry con firmeza.
-Por supuesto que no -concedió Draco con molesta aquiescencia-. Es asunto de Hermione... ¿verdad? -Harry soltó una especie de gruñido, y Draco sonrió- Oh... lo olvidaba... Supongo que no te gusta que la llame así... -Harry no dijo nada, sino que oprimió sus mandíbulas, conteniendo su ira. Draco hizo una mueca con la comisura de sus labios, como de lamento- No hay nada que pueda hacer, Potter... ya sabes, órdenes de McGonagall.
Harry giró para enfrentarlo, listo para insultarlo o lo que fuere, pero sus tentativas fueron interrumpidas al oír su propio nombre.
-Harry... -llamó Hermione desde el comienzo de la estantería. Se estaba acercando con el primero de los volúmenes abierto en sus manos, leyéndolo- Olvida el volumen dos... necesito el tres, en realidad. Aquí dice que el segundo sólo abarca la transfor... Oh... Hola, Draco -saludó cuando levantó la vista y lo encontró allí. Miró fugazmente a Harry, suspicaz. Draco sonrió, notando por el rabillo del ojo la cara de fastidio del otro muchacho al oír a Hermione llamarlo así.
-Buenas tardes, Hermione -saludó alegre vocalizando en un sugerente susurro el nombre-. Veo que comenzaste al fin el trabajo de Transformaciones.
-Así es... -confirmó ella cerrando el libro y colocándose el pelo detrás de una oreja- Mientras antes lo tenga listo, mejor.
-¿Y ya terminaste el de Flitwick? -preguntó Draco fingiendo sumo interés, aunque toda su atención estaba en Harry, cuya cara cada vez se ensombrecía más al ir progresando la conversación entre los restantes.
-Lo terminé esta mañana -explicó Hermione con aire cansado.
-Ese trabajo te tuvo preocupada todo el fin de semana -dijo Draco. Hermione asintió marcadamente.
-Cuando lo terminé sentí que me sacaba un peso de encima...
-Yo ya lo terminé también -siguió Draco, aunque aquello no era del todo verdad-. Si quieres, a la noche, podríamos compararlos -ofreció. Harry, olvidado por completo por su amiga, rodó los ojos. Merlín... qué derroche de adulación...
-Me encantaría -dijo Hermione radiante.
-Arreglado -pactó el Slytherin. Luego se inclinó apenas para leer el título del libro de Hermione, y entonces se estiró y tomó de la parte superior de la estantería el volumen tercero de dicho libro- Transformaciones Avanzadas, volumen tercero, Transformaciones multiformes... -leyó de la cubierta- ¿Harás tu ensayo sobre las multiformes? -preguntó mientras se lo entregaba.
-Qué perspicaz... -masculló Harry molesto.
-Sí... sobre transformaciones multiformes -respondió Hermione, ignorando a Harry y sonriéndole a Draco para que hiciera lo mismo. ¿Qué más podía uno pedirle a la vida?
-Ya veo... -dijo Draco sonriendo también, aprovechando que Hermione no podría saber el verdadero motivo de su sonrisa (que mucho tenía que ver con el tono casi morado en el rostro de Harry)- Bueno, Hermione, debo irme. Nos vemos en la noche.
-Adiós -se despidió ella.
Cuando las puertas de la biblioteca se cerraron detrás de él, Draco no pudo evitar soltar una carcajada. Había pocas cosas en el mundo que le gustaban más que hacer enojar a Harry, y una de ella era hacerlo enojar jugando con flores de su jardín.
Pagaría varios Galeons por saber lo que pasaba por su cabeza en ese momento. Merlín... su cara cuando ella lo llamó Draco o cuando él le ofreció revisar el trabajo esa noche (la palabra noche siempre tiene más de una connotación cuando hay involucrada una chica linda) había sido impagable. ¿No era acaso su mejor amiga? Claro que sí. ¿Y qué hacía entonces sonriéndole a su rival declarado? Eso aplastaba la moral de cualquiera, y el que Harry tuviera la moral aplastada bastaba para que el humor de Draco fuere de maravilla por el resto del día.
Metió sus manos en los bolsillos y comenzó a andar por el corredor, sin negarle al mundo el espectáculo de su sonrisa. Oh, sí... todo Hogwarts conocía esa sonrisa. Y cuando veían a Draco Malfoy sonreír así, sabían que no le había ido tan bien a alguna otra persona en el castillo, o que su lista de conquistas aumentaba en uno (en dos si había sido un día bueno).
Y quizás, si se apuraba, podría concluir el asunto con broche de oro: arriba, en su Sala Común, tenía el trabajo para Flitwick casi terminado (sí, había mejorado, pero los milagros toman tiempo). Si comenzaba a trabajar en él hora, podía terminarlo antes de que Hermione subiera y así podrían revisarlo como lo había propuesto. Sin dudar en su decisión, Draco corrió el último tramo de corredor, y para cuando dobló en la esquina su velocidad era tanta que no pudo evitar chocar contra alguien.
-Señor Malfoy -reprimió la voz de una enojada McGonagall-. ¿Cómo se le ocurre correr así por los pasillos? Se supone que debería estar controlando que este tipo de comportamiento no tenga lugar en el colegio...
-Realmente lo lamento, profesora -se disculpó con su voz más lisonjera-. Es que tengo a la mitad el trabajo que usted asignó, y no puedo esperar para ir a terminarlo... -la profesora mostró una expresión de incredulidad y cruda extrañeza.
-¿Mi trabajo? -preguntó- Es recién para el otro lunes.
-Oh, sí... lo sé. Lo anoté en mi organizador.
-¿Y entonces...?
-Es que encuentro tan fascinante todo lo que usted enseña que no tenía intención de retrasarlo ni un día -dijo Draco dilatando sus ojos en lo que sabía era una perfecta expresión de júbilo. La bruja alzó sus cejas sin molestarse en ocultar su escepticismo.
-¿De veras?
-Por supuesto -afirmó Draco en un tono bien hermionesco-. Es que la admiro tanto, profesora... -se acercó un poco y sonrió de lado- Por más imposible que esto suene, se pone usted más hermosa cada día -la profesora oprimió sus labios y reanudó su marcha, hábil al reconocer cuando una plática ya se había desvirtuado.
-Buenas tardes, señor Malfoy -dijo con su usual frialdad, haciendo resonar sus zapatos en los vacíos corredores. Draco sonrió aun más.
-¡Pero debería intentar soltarse el rodete de vez en cuando! -le gritó- ¡Ya sabe, dejar sus cabellos sueltos y salvajes! -sabía muy bien por quién lo decía- ¡Mucho más sexy! -Oh, sí...
La profesora McGonaggal giró sobre su eje para mostrar su semblante severo.
-Diez puntos menos para Slytherin -sentenció con fría cólera, pero Draco pudo notar el tono rosado en sus mejillas. Volviendo a reír por lo bajo, continuó su marcha.
Ya había llegado al cuarto piso cuando escuchó una aguda voz que canturreaba, y divisó a Peeves flotando en el medio del aire. Estaba escupiéndole muy atinadamente a los retratos en las paredes, cuyos ocupantes intentaban refugiarse en los marcos vecinos.
-¿No sería más divertido si le escupes a la gente de verdad? -le preguntó Draco como si nada, deteniéndose a observar como un grupo de bailarinas de can can intentaban entrar al cuadro de una catedral (los pintores del Renacimiento no eran adeptos a la anatomía, evidentemente). Peeves hizo una pirueta en el aire y lo miró por entre sus piernas.
-¿Cómo a ti? -preguntó maligno. Draco se encogió de hombros.
-Si no le tienes demasiado cariño a tu lengua... -dijo. El poltergeist hizo una mueca de entendimiento y le escupió a un mago con túnicas orientales, quien gritaba cosas en japonés.
-Las personas de verdad son más quejosas -explicó Peeves con voz chillona-. Más quejas significan más sermones. Más sermones significan menos diversión para Peeves.
-Lógico -concordó Draco asintiendo. Peeves contuvo el último escupitajo y miró a Draco con una ceja alzada y el buche lleno. Tragó haciendo mucho ruido, y le preguntó:
-¿Y tú por qué tan feliz? -no estaba en su naturaleza el ver a alguien alegre y no tratar de remediar aquello.
-Digamos que estoy teniendo un buen día -Peeves frunció su nariz con asco justo en el momento en que unos gritos se comenzaban a escuchar al final del corredor. El poltergeist sonrió con malicia.
-Parece que hay alguien a quien no le está yendo tan bien... -dijo, y con un suave plin desapareció.
Draco apuró el último tramo, de repente urgido por saber quién estaba en apuros, y cuando dobló la esquina encontró a un grupo de niñas de primero de Gryffindor. Tres de ellas rodeaban a la otra, aparentemente intentando quitarle el sombrero de la cabeza, un sombrero casi tan horrible como el de la profesora Sprout, y Draco reconoció a la cuarta niña como Lenni, la pequeña que había tenido aquel desafortunado percance con las tijeras.
-Sólo queremos ver cuánto te creció el pelo -le decía una de las chicas tironeando del sombrero. Ninguna había notado a Draco.
-Ya basta... no quiero... -se resistía Lenni con voz llorosa.
-Ya sabemos que está horrible... -insistía la otra- ¿Qué importa si lo vemos otra vez o no?
Y Draco sabía que lo que estaba apunto de hacer se debía a haber pasado tanto tiempo con Hermione, y no lo hubiera hecho si no hubiera estado de tan excelente humor. Como fuere, el antiguo Draco estaba muriendo. Le dejaría sus túnicas de seda a Blaise y su colección de Galeons antiguos a Pansy... no... los gastaría en maquillajes...
Con paso rápido se acercó hasta el grupo de niñas y sin que ninguna lo advirtiera antes de llegar, colocó sus manos bajo los brazos de Lenni, en sus axilas, levantándola y liberándola del forcejeo. Soltando una convincente carcajada, la hizo girar en el aire.
-¿Cómo está la niña más hermosa de todo Hogwarts? -preguntó antes de besarla sonoramente en la mejilla y dejarla una vez más en el suelo. El rostro de Lenni era fácilmente comparable a un tomate. Pero uno de esos tomates bien rojos, ideales para las ensaladas, sobre todo en verano. Draco notó que las otras niñas tenían sus ojos desorbitados y sus bocas abiertas, azoradas, lo cual se acercaba bastante a lo que el rostro de Lenni mostraba, así que le guiñço un ojo imperceptiblemente, invitándola a acompañarlo en su charada.
-B... bien... -balbuceó ella, mucho más inexperta que él en el negocio de los engaños. Draco se llevó una mano al corazón, adolorido.
-¿Sólo bien? -preguntó anhelante- Oh, Lenni... sé que no debo albergar esperanzas contigo, siendo que te encuentras tan por arriba de mí y que estás en la flor de tu juventud y yo entrando a la adultez... pero, por favor, dulce Lenni, no me quites el placer de oír tu melodiosa voz...
Sip. Sin duda las habilidades histriónicas eran unas de las tantas de las de Draco.
Lenni rió, aun algo cohibida.
-Si quieres puedo cantar... -bromeó. Draco festejó su broma sonriendo- Estoy bien, gracias -aseguró luego.
-¿Y cómo no estarlo cuando eres tan preciosa como tú? -preguntó Draco estirando una mano hasta su sombrero. Lenni le envió una mirada suplicante y negó con su cabeza, pero el muchacho le sonrió para darle seguridad- Confía en mí -le dijo sin hacer sonido, sólo moviendo los labios.
Las otras niñas se pararon en puntas de pie, cada vez más asombradas, para ver mejor. Lenni cerró sus ojos con fuerza mientras Draco quitaba su sombrero. Su pelo había crecido bastante desde la última vez que él tima vez que él lo había visto. Ya no se le veían partes del cuero cabelludo, y, si bien aun seguía desparejo, la diferencia ya no era tan notoria.
Draco escuchó que las otras tres niñas se reían por lo bajo, con las manos en sus bocas.
-Vaya que estás bonita... -dijo Draco despeinando con sus dedos el flequillo de Lenni. Las risas cesaron de inmediato- Sólo tú puedes estar tan linda sin siquiera peinarte a la mañana... -Lenni mantuvo sus labios formando una mueca de escepticismo, hasta que, siguiendo el juego, dijo:
-Es que mi pelo es hermoso por naturaleza... -quizás fuera por el aire arrogante que había utilizado, pero Draco, por un instante, tuvo la impresión de estar oyéndose a sí mismo. Rió, mitad sorprendido mitad orgulloso, y giró su cabeza para mirar a las otras niñas.
-¿No está preciosa? -les preguntó. Los rostros de las niñas adoptaron un fuerte escarlata. Compartieron unas miradas nerviosas y al final, la que parecía la líder, dijo:
-Sí... Lenni, estás muy linda...
-Dime algo que no sepa... -replicó Lenni pomposamente. Draco asintió en aprobación.
-Saben quién soy yo... ¿verdad? -preguntó una vez más a las niñas. Las tres asintieron sin dudarlo- Bien -dijo Draco-, porque, no sé si lo sabrán, pero tomo muy personal cualquier cosa que le ocurra a Lenni. Y, ya que ustedes son sus compañeras, me encantaría que me avisen si alguien la molesta... ya saben... para tomar medidas... -las niñas dilataron sus ojos, horrorizadas.
-Nadie la molestará -aseguró la líder.
-Es bueno saberlo -dijo Draco-. Y no sólo por mi -las niñas lo miraron curiosas-. ¿Escucharon sobre la pelea entre Hermione Granger y Pansy Parkinson? -asintieron- ¿Y vieron cómo quedó Pansy? -asintieron otra vez. Draco sonrió de lado- ¿Y no saben que Hermione también se toma muy a pecho lo que le ocurra a Lenni? Por lo que tengo entendido, está dispuesta a repetir una pelea así por defenderla... -una de las niñas se tapó la boca y ahogó un grito.
-Nosotras... nosotras nos encargaremos de que nadie la moleste... -dijo la del centro.
-Muy bien -acordó Draco. Se volvió para mirar a Lenni, que sonreía altiva con una ceja alzada a las otras. ¿Qué demonios hacía esa pequeña en Gryffindor cuando era más que evidente que pertenecía a Slytherin? Esa expresión prácticamente era un calco de las suyas...
Draco la alzó una vez más por los brazos y volvió a besarla en una mejilla, y ella, ya falta de vergüenza por completo, lo besó también.
-Nos vemos luego, preciosa -se despidió él.
-Sí... quizás tenga tiempo para ti... -replicó Lenni. Draco rió encantado. Si alguna vez necesitaba compañía para algún engaño, sabía exactamente a quién recurrir.
∞∞∞∞∞∞∞∞∞∞∞
Era tan genial... No podía ser tan fantástico... Ser tan magnífico debería ser punible por ley.
Draco dejó sobre la mesa el trabajo que acababa de terminar y se permitió un gran bostezo como premio a su grandeza. El trabajo le significaría un Sobresaliente seguro, y lo había hecho en sólo una hora. Y, lo que era mejor, podría mostrárselo a Hermione. Aun no estaba seguro si tomar una actitud humilde para que ella lo felicite con una de sus sonrisas tan bonitas, o si tomar una actitud presumida para que ella se moleste. Y estar molesta le sentaba muy bien... Pero Draco ganaba de cualquier forma. Nada podía arruinar ese día.
El agujero del retrato se abrió dándole paso a Hermione. Draco se sentó derecho y puso su mejor sonrisa. La chica fue a sentarse directamente al sillón enfrentado al suyo. Tenía una curiosa expresión. Cruzándose de brazos lo miró inquisitivamente unos segundos y Draco, paranoico de repente, comenzó a repasar sus últimas acciones, temiendo haber hecho algo que ella pudiera reprochar. Por eso suspiró aliviado al verla sonreír al final. Y él también volvió a sonreír.
-¿Qué? -preguntó en tono juguetón. Hermione ensanchó su sonrisa, mordiendo la punta de su lengua.
-Me crucé con Lenni cuando venía hacía aquí... -dijo. Draco dilató sus ojos, entendiendo. ¿Qué podía ser mejor que eso? Si todo salía bien, Hermione estaría tan orgullosa por su buena acción que lo recompensaría con un striptease... bien... era un hecho: había llegado la hora de poner límite a sus fantasías.
-¿De veras? -preguntó echándose para atrás y juntando las manos en su nuca.
-De vearas -confirmó Hermione-. Y, por lo que entendí, estas perdidamente enamorado de ella y harías cualquier cosa para que nadie la moleste -Draco se rascó la cabeza, riendo.
-Los niños de hoy en día... -comentó.
-Y, aparentemente, lo demostraste defendiéndola frente a las otras niñas.
-No hace falta que me recuerdes cuán magnánimo soy... -dijo Draco encogiéndose de hombros. Hermione se sacó sus zapatos y subió sus pies al sillón, abrazando sus rodillas y descansando allí su cabeza, nunca dejando de mirar a Draco. Pasaron unos segundos de silencio, entonces ella suavizó su sonrisa.
-Fue muy lindo lo que hiciste... -dijo con una voz tan dulce y profunda que por un instante Draco dudó que fuera un sonido humano. Y, aunque no quisiera hacerlo, debía desviar la mirada; tenía una reputación que mantener.
-Fue una tontería -se sorprendió diciendo. ¿Tontería?Fue una tontería... ¿y qué había pasado con el plan de dejar que Hermione lo alabara? 'Lo sé, preciosa, comienza por la camisa', debería haber dicho.
-No fue una tontería... -contradijo Hermione- Lenni estaba muy contenta... me pidió que te diera las gracias... 'dile que ya no usaré el sombrero', me dijo, 'y que si esas chicas vuelven a molestarme las dejaré sin pelos a ellas...' -Hermione rió- La influenciaste demasiado... creo que ya tienes una enamorada más.
-Sólo fue lógica -dijo Draco, procurando no encontrarse con sus ojos-. Eran tres contra una. Si me ponía de parte de las tres sólo fastidiaría a una. Pero si me ponía de parte de Lenni habrían sido tres víctimas. Pura lógica utilitaria de Slytherin -Hermione sonrió escéptica mordiéndose el labio.
-Pues me alegra que supieras contar, entonces... -dijo. Draco tragó saliva. Debía calmarse. Debía mantenerse tranquilo. Debía controlar su respiración... Sólo había sido un comentario sobre sus aptitudes matemáticas... sólo un tonto comentario... no tenía por qué excitarse por un simple comentario...- ¿Te encuentras bien? -le preguntó Hermione preocupada.
-Perfectamente -respondió él recobrándose de inmediato. Los Malfoys siempre habían sido de cicatrización rápida. Pero debía evitar la zona de peligro. Evitar que pudiera parecerle irresistible. ¿Y cómo hacerlo cuando todo lo que hacía la hacía irresistible? Y entonces vio su trabajo de Encantamientos recién terminado- ¿Quieres darle una leída a mi ensayo? -preguntó arrojándoselo. Hermione, tomada por sorpresa, lo abarajó en el aire.
-Claro... -dijo, y hundió su mano en su mochila- Ten el mío -dijo entonces, y lo arrojó con menos puntería de lo que lo había hecho Draco.
-Veo que el deporte no es lo tuyo... -comentó burlón.
-Qué primicia... -replicó ella sarcástica mientras desenrollaba el pergamino.
Draco vio como sus ojos se movían por las primeras líneas, olvidándose por completo que se suponía que debería estar leyendo el trabajo de Hermione.
La chica frunció su entrecejo, poniendo el mismo semblante concentrado que mostraba siempre que leía. Y era como si no fuese leer para ella. Era como si pudiera ver algo más allá de las letras, algo que los demás mortales que leían lo mismo que ella no pudieran apreciar. Como si allí pudiera encontrar la verdad del Universo. Debía ser agotador tener esa carga sobre los hombros. Pero ella parecía disfrutarlo... Y Draco no estaba seguro si el motivo por el cual no podía dejar de mirarla era ese, o si tenía algo que ver con... mh... otras cosas...
-Vendería mi alma a Morgana sólo para saber cómo demonios haces eso... -dijo él, sin notar que su voz había sido jadeante. Hermione continuó leyendo.
-¿Cómo hago qué? -preguntó con aire ausente. Draco debió demorar su respuesta cuando la chica rozó distraídamente uno de sus labios con un dedo.
-Cómo... cómo puede ser que disfrutes tanto la lectura... -dijo sin ser muy conciente de sus palabras. Hermione se encogió de hombros.
-Supongo que será la costumbre... Draco, este trabajo está muy bien... -dijo de súbito mirándolo una vez más- Está excelente... -Draco alzó sus cejas. Sí, claro, ya sabía que su trabajo estaba excelente, pero jamás hubiera esperado oírlo directamente de ella.
-¿De veras? -preguntó nervioso. Hermione asintió con fervor.
-Está muy bien hecho... muy completo y... y está enfocado tan originalmente... es sumamente imaginativo... -volvió sus ojos al pergamino para continuar leyendo. Draco sonrió.
-¿De verdad... de verdad te gusta? -preguntó.
-Por supuesto que sí -aseguró Hermione radiante. ¿Qué diablos pasaba con el sistema cardíaco de Draco? Su corazón parecía querer salírsele del pecho.
Bien... lo haría. Su día había sido perfecto. No podía salirle mal esto ahora. Ese era el momento. Lo había pensado por mucho tiempo y, si iba a hacerlo, mejor aprovechar su buena racha.
-Hermione... -llamó. Ella corrió sus ojos por el pergamino, evidentemente hasta llegar a un punto, y entonces lo interrogó con la mirada- Hermione... este fin de semana... eh... bueno, ya sabes... es decir... claro que lo sabes... eres... eres Premio Anual... como yo y... y yo también lo sé... pero no por ser Premio Anual... es decir, no sólo por ser Premio Anual...
Que alguien le hiciera el Avada Kedabra en ese... instante... ¿Cómo podía ser tan idiota? Merlín... ¿Acaso era un estúpido novato? Había hecho aquello millones de veces. No podía ser tan complicado. Tomó aire.
-Este fin de semana es la primera excursión a Hogsmeade -dijo.
-Lo sé. Soy Premio Anual -dijo Hermione sonriendo. Ese había sido un golpe directo al orgullo de Draco.
-Sí, claro... -dijo- Justamente, ya que tú y yo somos Premios Anuales... bueno... ya sabes lo... lo... alocados que están todos últimamente... -¿alocados? Sería mejor para toda la raza humana si era ubicado en una colonia de gigantes. Allí por lo menos su verbosidad no daría pena.
-¿A qué te refieres? -preguntó Hermione confundida.
-Bueno... quiero decir que siendo la primera salida y todo eso... ya sabes... los alumnos se... se ponen eufóricos... -gracias a Merlín por ese golpe de ingenio oratorio.
-Es verdad -reconoció ella.
-Entonces... -continuó él envalentonado- Yo pensé que podríamos patrullar las calles... es decir, sé que es día libre para nosotros también pero... podríamos hacerlo... por el bien de Hogwarts... -decir eso era menos patético que directamente pedirle de salir... ¿o no? Merlín...¿Por el bien de Hogwarts?
-¿Patrullar las calles?
-Sí... ya sabes... que andemos por allí, controlando que nadie se meta en problemas... podemos ir a los lugares más concurridos... a Zonko o a Honeydukes... -cuán conveniente. Recordaba un callejón oscuro junto a Honeydukes. Ideal para encuentros privados.
-¿Sabes, Draco? -dijo Hermione pensativa- Es una buena idea... es una excelente idea... –Draco-uno, estúpidas maniobras para que fracase-cero.
-Entonces... ¿quieres? -Hermione se mordió el labio.
-Me encantaría... -dijo- Pero... -y el contador se igualó de repente- Pero... bueno, tú lo dijiste... es la primera salida y...bueno... iré con Harry y Ron... tú entiendes... es una especie de tradición...
Draco dejó que las palabras resonaran en su cabeza. Con Harry y Ron...
-Ya veo -dijo fríamente.
-Realmente lo siento -se se apresuró a decir Hermione-. Es una muy buena idea en serio... pero... podemos patrullar por separado. Yo vigilo con Harry y con Ron y tú con Blaise y con Pansy... Así tendremos un radio de control más amplio.
¿Radio de control? Merlín... ¿A quién demonios le importaba el estúpido radio de control?
-Sí... lo que sea... -masculló Draco poniéndose de pie- Me voy a la cama.
-¿No leerás mi trabajo? -le preguntó Hermione al notar que ni siquiera lo había abierto. Draco no contestó. ¿Cuál era el punto? Por supuesto que estaría perfecto. Estaría perfecto y ella obtendría su enésimo Sobresaliente y el fin de semana pasearía con sus idiotas amigos por las calles de Hogsmeade y reirían y harían bromas y seguirían con su maldita tradición y ella ni siquiera notaría que él no estaba allí y... Demonios... ¿Cómo podía ser tan desesperantemente ingenua? Como si lo único que en realidad quisieran Potter y Weasley no fuera buscar la oportunidad de husmear bajo su falda...
Era de veras una inconsciente. Siempre lista a criticar la debilidad académica pero ella misma era tan ignorante en algunas cosas... ¿Por qué no abría sus bonitos ojos y se daba cuenta de lo que ocurría a su alrededor? Su inocencia podía llegar a ser tan molesta... Seguro que incluso Lenni se daba más cuenta que ella...
Después de todo... ¿por qué querría él ir con una niña como Hermione? Podía ir con cualquier otra chica. Cualquiera. ¿Por qué se molestaba en perder el tiempo con ella? Podía ir con sus imbéciles amigos y tomarse todas las cervezas de manteca que quisiera... ¿quién la necesitaba? Por supuesto que él no. Para nada. Pero aun así... ¿cómo había tenido el tupé de negarse? Era imposible... ¿Qué no sabía que cualquier otra chica hubiera matado por que la invite a salir Draco Malfoy? Y ella, ella de todas las personas, se había negado. Él la había invitado y ella había nicho que no. Pocas personas podían decirle que no a él, y ciertamente Hermione Granger no era una de ellas. Era una estúpida sangre sucia, al fin y al cabo... ¿por qué le importaba tanto lo que una sangre sucia hiciese? O... era su orgullo lo que estaba dañado. Y Draco no dejaría que su orgullo fuera herido impunemente.
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-Te dormiste enojado -le dijo Pansy a Draco escudriñando su rostro. Draco sacó los útiles de su mochila y los dejó con fuerza sobre su mesa del aula de Defensa.
-¿Y cómo puedes tú saber que se durmió enojado? -preguntó Blaise curioso. Pansy se encogió de hombros.
-Porque tiene el ceño fruncido y los ojos opacos -explicó-. Y esta pequeña arruga aquí, en la comisura de sus labios... ¿ves?
-Oh, sí... ¿Y eso quiere decir que se durmió enojado?
-¡No soy un maldito... maniquí! -gruñó Draco quitando las manos de sus amigos de su rostro.
-¿Eso contesta a tu pregunta? -inquirió Pansy como si nada.
-Calma, amigo. Dime... ¿con quién estás enfadado?
-¡Dejen de asumir que estoy enfadado! -ordenó Draco... enfadado.
-No será con la adorable criatura con la que compartes Sala Común... ¿verdad? -preguntó Blaise. Draco soltó una exclamación de incredulidad.
-Como si me importara... -dijo. Hermione entró en ese momento al aula junto a Harry y Ron, quien parecía estar contando una historia muy interesante a juzgar por el rostro de ella- Como si pudiera importarme en lo más mínimo... -repitió Draco sin advertir que el trozo de pergamino que apretaba en su mano se arrugaba por la repentina presión. Blaise y Pansy intercambiaron una mirada de desconcierto.
-Buenos días -saludó el profesor Blake unos minutos después mientras acomodaba su maletín en el escritorio-. Debo decir que estoy muy conforme con su desempeño en las últimas semanas. Hubieron varios casos muy satisfactorios, y la mayoría de ustedes ya domina todas las maldiciones vistas hasta el momento -Neville se encogió en su asiento junto a Harry-. Pero ahora las cosas se complicarán -guardó silencio para mirar a la clase severamente-. ¿Alguien puede decirme en qué consisten las maldiciones sensoriales? -la mano de Hermione se elevó de inmediato. Draco oprimió sus mandíbulas conteniendo la ira- Señorita Granger -dijo Blake señalándola.
-Las maldiciones sensoriales son aquellas que atacan alguno de los sentidos vitales -dijo-. Por lo general las utilizan magos tenebrosos como medida de tortura o coerción, y si bien son controlados por ley, su castigo no es tanto como el de las maldiciones imperdonables. La que se relaciona con el sentido del tacto tiene una excepción, y se la permite usar a los sanadores para tratar heridas de la dermis que sean muy dolorosas. De todas maneras, las maldiciones tienen distintos grados, así que puede llegar a causar desde una simple descomposición hasta la pérdida total del sentido en cuestión.
-Excelente -aprobó Blake-. Diez puntos más para Gryffindor -Draco rodó los ojos.
-Por favor... -murmuró.
-¿Algo más para agregar, señorita Granger? -Hermione asintió.
-Como es fácilmente deducible, son cinco las maldiciones sensoriales. Pero también suele relacionárselas con una sexta, la llamada Pérdida del sexto sentido, o Finite Ánima, la quita del alma. Tiene un efecto claramente similar al del Beso del Dementor, pero esta maldición permite la posibilidad de conservar el alma.
-Perfecto -dijo Blake-. Otros diez puntos para Gryffindor. Ahora, sabiendo esto, podremos...
-¿Y por qué se la llama 'Pérdida del sexto sentido'? -preguntó Draco con un dejo de desdén en su voz, observando a Hermione con altivez. Hermione frunció el entrecejo, evidentemente sin comprender la actitud del muchacho. Miró al profesor, pidiendo permiso tácito para responder. El mago asintió sin perder tiempo; pasaba sus ojos de Hermione a Draco muy interesado.
-Porque se considera que la posesión del alma es el sexto sentido -explicó ella sonriendo, tratando de suavizar la expresión de Draco. Pero al ver que su rostro continuaba frío, borró sus sonrisa, preocupada.
-¿Se considera? -preguntó él burlón- ¿Quién lo considera? -Hermione parpadeó sin entender qué era lo que sucedía. Giró su cabeza hacia Harry y Ron, quienes estaban ambos mirando a Draco como si debieran hacer mucho esfuerzo por no hechizarlo.
-Los... los autores de los libros... -dijo Hermione. Draco sonrió satírico y meneó la cabeza.
-Por supuesto... -dijo- Los libros... ¿De dónde más sabría Hermione Granger algo? -Hermione sintió como si alguien le hubiera volcado un balde de agua helada. ¿Qué demonios le ocurría a Draco? Las chicas de Slytherin soltaron unas risitas amortiguadas, pero Blaise y Pansy parecían comprender tanto o menos que Hermione. Blake se sentó en su escritorio y apoyó su mentón en una mano, como si estuviera presenciando algún espectáculo muy entretenido.
-¿Y tú, Hermione? -preguntó Draco con voz falsamente dulce- ¿Tú crees que el alma es el sexto sentido? -Hermione dudó.
-Sí... -respondió. Draco forzó una risa incrédula. Harry y Ron oprimieron sus varitas en sus bolsillos.
-No me extraña... -comentó Draco- No se puede esperar demasiado de alguien que no se ha criado como nosotros. Cualquier cosa que lea para ella será cierta -Hermione se mordió el labio. Eso realmente había dolido.
-Eres un idiota... -dijo Ron con los dientes apretados.
-¿Por qué no cierras esa boca, Malfoy? -preguntó Harry enojado.
-¿Por qué no me obligas? -retó Draco alzando una ceja. Harry y Ron hicieron el amague de levantarse, pero Hermione los sostuvo por los brazos. Desesperada, miró al profesor en busca de ayuda, pero Blake no parecía querer detener la escena. Entonces Hermione obligó a sus amigos a mantenerse quietos, y decidió tomar el asunto en sus manos. Mirando a Draco con una mezcla de asco y orgullo, le dijo alzando la cabeza:
-Tal vez yo no me crié en tu mundo; pero me imagino que debe ser mucho más vergonzoso para ti, habiendo nacido y crecido en él, que alguien como yo sepa más de él que tú.
El salón se sumió en un dramático silencio. Todos los ojos estaban posados en Draco, quien tenía los músculos de su rostro contraídos y su boca levemente abierta en señal de indignación. Luego de unos segundos, Blake se puso de pie y comenzó a pasearse por el frente de la clase.
-Las maldiciones sensoriales están en la categoría de las reguladas -dijo como si jamás hubiera sido interrumpido-. Ahora, quisiera que abran su libro en el capítulo correspondiente y lean la teoría.
Nadie se movió. Todos aun miraban fijamente a Draco, esperando que su furia estallara en cualquier momento.
-Ahora -apremió Blake. Hubieron otros instantes iguales, hasta que finalmente toda la clase había abierto su libro, aun echándole vigilantes miradas a su Premio Anual. Pero, no importa cuánta tarea mandara Blake, nada impidió que Draco mantuviera sus ojos entrecerrados sobre Hermione por el resto de la hora.
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La última vez que Draco había odiado tanto a alguien como en ese momento se había conseguido una Marca Tenebrosa, ahora apreciable en su antebrazo izquierdo.
No podía ni siquiera armar una frase coherente e insultante en su cerebro; ni todas las palabras del mundo comenzarían a expresar toda su ira. ¿Cómo era que se había atrevido a humillarlo de esa manera, frente a todos sus compañeros? Durante todo el resto del día las palabras de Hermione resonaron en su cabeza. Las había dicho con tanta soltura...
No tenía ningún derecho... ¿Quién se creía que era? Una maldita sangre impura insultando a un sangre pura, a, probablemente, la persona con mayor estirpe sanguínea (tanto en cantidad como en cualidad) en todo ese asqueroso lugar... No tenía perdón. Y abochornarlo así, como si ella estuviera en condiciones de señalarlo con el dedo acusador... simplemente le hervía la sangre cada vez que lo pensaba. Y esto había generado otro problema.
Sus pensamientos de naturaleza no del todo pacífica habían producido un extraño efecto sobre su sangre. La oscuridad parecía fortalecerse con el odio y la furia, y su brazo dolía como los mil demonios, tanto que Draco debió cancelar a la mitad su entrenamiento de Quidditch, no pudiendo aferrarse ni siquiera al palo de su Saeta.
Y podía sentir la Oscuridad por sus venas como si se tratara de un veneno a punto de hacer efecto, y entonces entraba en un círculo vicioso: mientras más cólera sentía contra Hermione, más oscura notaba su sangre, y mientras más oscura su sangre, su actitud se hacía más salvaje, y la odiaba cada vez más, y su mente planeaba una vendetta trágica para la pequeña impertinente.
Porque eso era lo que ella era. Ella, que si el Universo siguiera las normas establecidas desde un principio no debería estar allí, ella, que si permanecía allí era sólo por el capricho de un viejo demente, se creía capaz de humillarlo a él... Era mucho más de lo que su ser puro podía concebir.
Por eso fue que, sin poder soportar más su tortuosa guerra fría, se encaminó al castillo sin ducharse, dejando a su equipo confundido en los vestuarios. Porque Hermione había entrado a la boca del Dragón. Y este Dragón tenía hambre.
-Rosas Durazno -le dijo a Van cuando llegó junto al retrato. Van alzó una ceja, curioso.
-¿Podría ser que le ocurra algo, joven Malfoy? -preguntó. Draco ni se molestó en contestar. Sabía que contaba con un poder extraordinario, y, en ese momento, no le importaba que dicho poder le diera asco. Fulminó al estúpido entrometido con su mirada, sintiendo como si sus ojos pudieran aterrarlo hasta la muerte. Y Van lo sintió también, porque, tras palidecer de repente, corrió el retrato sin una palabra más.
Draco entró y subió las escaleras hasta el dormitorio de Hermione sin perder ni un segundo. No tenía ni idea de lo que haría, pero sí sabía que quería ponerla en su lugar, que obtuviera su mal karma, hacerla sufrir todo lo que pudiera... y la violación a su intimidad parecía un buen comienzo, así que abrió la puerta sin tocar previamente.
Hermione estaba de pie en el centro de la habitación, sin su túnica y con ambas manos en su camisa, desabrochándola, habiendo ya dejado libres varios botones. Al oír abrirse la puerta elevó la vista alarmada, y al ver a Draco allí su reacción instantánea fue comenzar a abotonarse su camisa otra vez.
-¡Draco! -le espetó molesta- De veras sería mucho más conveniente si tocas antes de... -pero de repente se vio interrumpida cuando Draco se le acercó con furia y, apresándole ambas muñecas, la acorraló contra la pared más cercana con excesiva violencia- ¿Qué demonios te pasa? -le preguntó Hermione haciendo una mueca de dolor cuando su cabeza chocó contra el marco de la ventana. Draco inhaló varias veces, cuadrando su ira.
-Yo lo intenté, Hermione... -dijo con voz cargada de rencor- Yo lo intenté... de veras creí que podría... -se detuvo bajando la cabeza un instante. Aun estaba sudado por el entrenamiento de Quidditch, y su flequillo goteaba sobre su frente inclinada- Estábamos llevándonos bien... ¿verdad?
-¿De qué hablas? -preguntó ella- Draco, realmente me estás hartando... suéltame de una vez. Esto ya no es simpáti...
-¿Simpático? -interrumpió él con un nuevo ataque de furia, presionándola aun más contra la pared. Hermione dilató sus ojos, súbitamente aterrada- ¿Crees que esto es simpático? Yo... yo no entiendo cómo... cómo es que tú... -soltó una triste risa, bajando y meneando la cabeza otra vez, dejándola por varios segundos. Hermione contempló su nuca totalmente ofuscada, olvidándose que debía intentar zafarse- Todo iba bien... -siguió entonces Draco, descansando su frente en un hombro de Hermione. Su voz tenía un dejo de nostalgia- Todo iba bien... hasta que tú decidiste arruinarlo... -la oprimió una vez más contra la pared, haciéndola soltar un suave gemido.
-Me estás lastimando -le dijo Hermione tratando de sonar firme.
-¿Te estoy lastimando? -repitió él con falsa preocupación- Pues adivina qué, preciosa... Puedo lastimarte... -y se pegó más contra su cuerpo sólo por el placer de sentir sus senos contra su pecho. Una perversa sonrisa llenó sus labios.
-Te lo advierto, Malfoy -dijo Hermione-. Si no me sueltas en este instante...
-¿Llamarás a tus amiguitos para que te salven? -preguntó burlón- ¿No lo entiendes, Hermione? Tú no puedes hacer nada contra mçi. Cometiste un gran error el día de hoy. Porque tú no eres nada. No tendrías ni que estar en Hogwarts. No mereces nada y, por sobre todas las cosas, no significas nada para mi.
Hermione le sostuvo la mirada respirando agitadamente. Le hubiera dicho tantas cosas... Pero los ojos de Draco la obligaban a quedarse callada , eventualmente, a girar su rostro hacia un costado, incapaz de soportar su mirada por más tiempo.
-No eres más que una asquerosa y sucia sangre impura -siguió Draco, alzando su labio superior-. No tienes derecho a enfrentarte a mi. Porque no llegas ni a mis tobillos, Hermione... ¿Te crees mejor que yo sólo porque puedes responder a unas estúpidas preguntas? Merlín... Tú no eres nada... -se detuvo, observando el enfurecido rostro de Hermione- ¿Quieres saber lo único que eres para mi? -preguntó- ¿Quieres saber lo único que generas en mi? -Hermione tragó saliva, y Draco volvió a sonreír. Sin previo aviso, oprimió su pelvis contra la de Hermione, para que ella pudiera sentir la presión en sus pantalones. Hermione, reconociendo inmediatamente qué era aquello, abrió enorme su boca tomando una gran bocanada de aire al tiempo que sus mejillas hacían un raudo degradé hasta llegar al escarlata. Draco rió.
-¿No lo sabías? -le preguntó- ¿Lo ves...? Te crees tan inteligente... y eres tan ingenua... -bajó sus ojos por su cuello hasta posarlos en el escote de la camisa a medio desabotonar, donde tenía una visión bastante buena de sus pechos- Tan ingenua...
Hermione, tomando conciencia de su situación desventajosa, hizo de repente un intento por zafarse con más ímpetu que los anteriores, pero a Draco no le fue complicado controlarla.
-Es tan tierno que creas que puedes conmigo... -susurró. Se lamió los labios y llevó su boca hasta una oreja de la chica- Pero no puedes... -volvió a susurrar, haciendo que a Hermione se le erizaran los pelos de los brazos.
Draco bajó un poco más su cabeza, lo suficiente como para que sus labios llegaran al cuello de la chica. Hermione hizo un sonido de protesta al hallarse súbitamente siendo besada bajo su oreja. Protesta que Draco pasó por alto, por supuesto.
-¿Qué crees que estás haciendo? -demandó Hermione retorciéndose bajo el agarre del muchacho.
-Yo lo llamo besar... -dijo él, justo antes de succionar una porción de piel cercana a la quijada. Hermione contuvo otro quejido de dolor.
-Déjame... -le dijo ella. Draco rió.
-¿Y por qué crees... que tendría que hacerte caso? -preguntó entre besos- ¿No sabes... que puedo hacer lo que quiero...? -y en venganza a su atrevimiento mordió el cuello de Hermione con bastante fuerza, disfrutando de la sensación de la suave piel entre sus dientes. La chica ahogó un grito.
-Por favor... -pidió- Ya basta... -Draco se separó y la miró a los ojos. Apoyó su frente contra la de ella, respirando entrecortadamente.
-Así deben ser las cosas... -dijo. Dejó que su respiración chocara contra los labios de Hermione- Tú ruegas... y yo... si lo deseo... concedo...
Hermione frunció el entrecejo y oprimió sus labios para que no temblaran.
Draco volvió su boca al cuello de Hermione y pasó sus muñecas a una misma mano, y subió la otra libre hasta el otro lado de su cuello. Trazó un camino con sus labios hasta el mentón de Hermione, donde la mordió con suavidad antes de pasar a su boca.
Hermione no podía decir que aquello la hubiera tomado por sorpresa, y cuando Draco literalmente la obligó a abrir su boca oprimiendo sus mandíbulas con la mano que no la sostenía, ella no puso resistencia, y dejó que la lengua del muchacho explorarar abertamente.
Draco gimió suavemente. Era como si una gran, larga y ardua búsqueda hubiera llegado a su fin. Su mente gritaba eureka, y se consideró idiota por no haberse dado cuenta antes. Lo había tenido frente a sus narices todo el tiempo.
Miel.
Indudablemente, innegablemente, deliciosamente, el sabor de Hermine era la miel. Y era desconcertante cuán claro lo veía ahora. Todo su ser estaba rodeado por un aura de miel. Sus ojos color miel, su pelo haciendo juego, su piel dorada... y ahora su boca...
La suavidad de sus labios era increíble, como si estuvieran forrados con las mejores sedas de China. Su lengua era tibia y apresable, y debió contenerse para no morderla. Pero... pero la dulzura de su boca era... era adictiva... Draco no sabía cómo hacer para obtener más, porque nada era suficiente.
Cambió de posición su cabeza varias veces, buscando el mejor ángulo. Llevó su mano libre hasta la nuca de Hermione, obligándola a girar su cabeza y a hundirse en el beso, convirtiéndolo en uno violento. Era desesperante. El sabor de Hermione era tan intenso que ya no bastaba. Casi podía sentir la miel entre sus lenguas. Era sumamente erótico... no bastaba... debía obtener más...
Bajó su mano por el costado del torso de Hermione, acariciando el lateral del pecho con su pulgar, y siguió camino abajo por las caderas y más allá, hasta llegar al final de la falda. Posó la mano sobre un muslo de la chica y la subió lentamente hasta ubicarla firmemente en su trasero. Hermione volvió a retorcerse, pero Draco estaba demasiado ocupado gimiendo como para notarlo.
Cada vez más desesperado, aumentó la intensidad del beso, haciendo que la espalda de Hermione se lastimara contra la pared. Sus pantalones cada vez estaban más apretados, y necesitaba sentir su miel... Volvió a subir su mano y sin perder tiempo terminó de desabotonar la camisa de Hermione con un tirón. Varios botones saltaron al piso. Tenía puesto un simple sostén blanco con bordados de flores en los costados. Inexplicablemente, Draco encontró aquello estimulante.
-Merlín... -susurró antes de volver su boca al cuello y de subir su mano hasta el seno más cercano.
Hermione contuvo su respiración. Trató de girar su torso para que la mano de Draco saliera de allí, pero esas no parecían ser las intenciones del muchacho. Draco volvió a succionar en su cuello, utilizando todos sus recursos para obtener más.
¿Obtener qué, realmente?
¿Quería que Hermione lo besara a él también?
¿No sabía que eso no pasaría?
¿No sabía que acababa de darle a Hermione el segundo beso de toda su vida?
Una corriente de sangre helada llenó sus venas de repente, y Draco olvidó por un instante qué era lo que sucedía. Se olvidó de por qué había estado tan enojado con Hermione, se olvidó por qué había querido hacerla sufrir... de lo único que era conciente era de la dulce sensación en su boca, del riquísimo sabor que se filtraba por su garganta...
¿Qué tipo de persona era? Le había robado el primer beso (por más clichè que sonara, había sido así), y ahora la había besado por segunda vez... Y estaba oprimiendo sus muñecas con terrible fuerza... le estaba haciendo daño... y tenía su mano sobre su pecho... Nada justificaba aquello... Era una horrible sensación... Como maltratar una criatura tan pura como el Unicornio...
Sin saber que estaba experimentando remordimiento por una de las primeras veces en su vida, Draco aflojó su cuerpo y lo despegó del de Hermione, dándole libertad de movimientos. Pero aunque ya hubiera tomado contacto con su parte moral, separar sus labios de la piel de Hermione parecía tarea imposible. Era culpa de esa fuerza magnética que tantas veces lo había vuelto loco.
Pero entonces no necesitó pensar más en ello. Un terrible y agudo dolor se apoderó de su entrepierna cuando Hermione, haciéndose cargo de la situación y viéndose de repente libre, golpeó con una rodilla las partes nobles del recientemente arrepentido.
Draco gimió lastimeramente y sostuvo su zona adolorida con ambas manos. Cerrando sus ojos con fuerza, temeroso de que su hombría corriera riesgo si se escapaba alguna inevitable lágrima, se dejó caer al suelo, colocándose en posición fetal. Cuando estuvo seguro de que sus lagrimales no lo traicionarían, abrió sus ojos y miró a Hermione, de pie a su lado. Ella lo miraba con una mezcla de ira y lástima. Se abotonó rápidamente la camisa (con los botones que aun quedaban), y con voz increíblemente natural para lo ocurrido, le dijo:
-Desearía ignorar que no eras tú realmente el Draco de recién. Desearía ignorar que no actuabas a conciencia. Desearía ignorar... desearía no saber... que no eras tú. Porque entonces podría odiarte sin reparos...
Draco volvió a cerrar sus ojos, conteniendo el dolor. Intentó hablar, llamarla, mas sólo pudo lograr otro quejido. Pero ella debía entender...
Hermione pasó un pie por sobre su cuerpo hobillado y luego el otro, dirigiéndose a la puerta. Y sin siquiera mirar atrás, salió de la habitación.
Y Draco se quedó sólo y adolorido, preguntándose cuándo la miel se había vuelto tan peligrosa, y maldiciendo el momento en que había aceptado que Pansy le hablara sobre una cosa llamada karma.
