Definitivamente me encanta escribir este fic.
Vuelvo a agradecer a todos los que dejaron reviews. Me abruman con sus halagos. Me había propuesto responderlas por mail, pero se me hace terriblemente complicado. Pido disculpas por la falta de feedback. Prometo ir haciendo lo que pueda por contestar algunas, por lo menos.
DISCLAIMER
Todo lo que reconozcan fue creado y pertenece por y a JK Rowling.
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Sangre de Dragón
by Lianis
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Capítulo IX: Economía de palabras
El piso se estaba poniendo insoportablemente frío, y su trasero ya estaba perdiendo su forma tantas veces alabada por tantas bocas femeninas. El corredor estaba oscuro, haciendo juego con su estado de ánimo. Y tenía sueño, mucho sueño, pero no podía irse a dormir aun. Primero porque eran recién cerca de las siete de la tarde. Y segundo porque Blaise aun estaría despierto, y lo último que quería era volver a ser interrogado con preguntas a las que tendría que evadir.
Había sido el turno de Draco de esconderse.
Luego del encuentro con Hermione, cuando al fin había podido levantarse y andar, había abandonado su Sala Común. Y no había vuelto a pisarla desde entonces. De día andaba pululando por el castillo, evitando los lugares concurridos, como paria de aquí para allá. Esperaba a que ya fuera tarde, cuando ya estuvieran todos dormidos en la Sala Común de Slytherin, y entonces iba a dormir allí, en la cama contigua a la de Blaise. Y se despertaba antes que nadie y salía. Porque cuando esa noche Blaise y Pansy le habían preguntado qué había sucedido, se halló a sí mismo incapaz de contarlo. No estaba orgulloso de lo que había hecho.
Pero tampoco era capaz de enfrentar a Hermione.
Se había comportado como basura. ¿Cómo hacer para enfrentara luego de lo ocurrido? No podía fingir que nada había pasado, como lo había hecho ella luego de que él la viera desnuda. No creía ni que pudiera volver a hablarle. Se daba asco. Puro asco.
Y ella seguía con su vida como si nada. Seguía viviendo en su Sala Común, y seguía asistiendo a las clases. Y no daba señas de que algo hubiera ocurrido. Y las pocas veces que se cruzó ella apenas si lo miraba. Esa indiferencia era mil veces más dolorosa que cualquier otra cosa.
Draco no podía culparla. Entendería si lo odiaba. Él mismo se odiaba en ese momento. Se odiaba porque había arruinado todo cuanto había conseguido progresar. No sabía a qué se debía, pero el saber que había una gran distancia entre ellos lo hacía sentirse más apático que jamás antes en su vida.
Cada vez que la veía caminando por algún pasillo sentía una horrible sensación de culpa. Y no sabía qué hacer para arreglar las cosas. Hermione usaba bufandas, cosa no muy necesaria, ya que aun no habían llegado los días tan fríos como para que su uso fuera un requerimiento. Pero Draco sabía que su intención era cubrir las marcas que él había dejado en su cuello. Y Hermione se las arreglaba para ocultar bastante bien cualquier otra marca que él pudiera haber dejado; Draco, quien en otro tiempo se hubiera considerado un excelente actor y mentiroso, no era tan bueno como ella a la hora de fingir.
¿Cómo podría volver a mirarla a los ojos? No podría. ¿Cómo hacer para que ella supiera cuán arrepentido estaba? Claro... es fácil pensar que un simple 'lo siento' arreglaría las cosas. Pero era mucho más complicado que eso. En muchos niveles.
Le daba vergüenza estar en una misma aula con ella. Saber que estaba sentada a pocos metros de él. Saber que sus muñecas tendrían moretones causados por sus fuertes manos apresándolas. Saber que ella había aceptado ayudarlo. Que ella había puesto sus prejuicios a un lado. Que no había hecho juicios de valor apresurados. Que lo había aceptado... y que él, por unos estúpidos y enfermizos celos, la había maltratado de tal forma.
Por supuesto que Hermione había hecho lo que debía. Nada le era reprochable. Decirle que no cuando la invitó a Hogsmeade, haberlo puesto en su lugar en la clase de Defensa, golpear sus testículos de una forma que a Draco le hizo preguntarse si no lo habría hecho ya antes... Había estado en todo su derecho. Y ahora también tenía derecho a no querer volver a hablarle.
Y, lamentablemente, el saber eso no hacía a Draco sentirse ni un poco mejor.
Cerró un poco más su túnica alrededor de su cuello. El corredor era sumamente inhóspito para un atardecer de otoño avanzado. Tampoco iría a cenar esa noche. Era viernes, y todos se tomaban su tiempo en las cenas de los viernes. Draco no quería cruzarse con nadie. Así que debía deambular hasta que fuera seguro entrar a su antiguo dormitorio Slytherin.
Jamás había tenido ningún tipo de reparo a la hora de andar por el castillo. Era su lugar, por naturaleza, y podía andar cómo, cuánto y por dónde quisiera. Y ahora se sentía como la criatura más insignificante y con menos beneficios que cualquier otra en la escuela.
La pared era dura e incómoda contra su espalda acostumbrada a los mejores sillones y sillas de brabén. Tenía sus rodillas flexionadas y sostenidas con sus brazos. Su cabeza estaba gacha, haciendo que lo único que viera fuera la oscuridad que sus piernas encerraban contra su pecho. Y sólo se dio cuenta de que alguien se había acercado cuando pudo divisar unos pequeños pies que se situaron justo frente a él.
Suspirando resignado, sabiendo que alguna vez llegaría el momento en que debiera confrontar nuevamente a las personas (aunque más de una vez había considerado convertirse en ermitaño), levantó la vista para encontrar un par de cejas fruncidas haciendo equipo con un par de ojos que lo miraban severos. Era Lenni.
La niña estaba allí parada, de brazos cruzados y aspecto juzgante, con el flequillo que apenas cubría su frente cayéndole sobre su rostro, ensombreciendo su semblante y dándole un aire de adulto inalcanzable.
Draco olvidó preguntarse qué demonios hacía allí, en un corredor de los subsuelos a esa hora ya avanzada una pequeña novata de Gryffindor, y en lugar de eso le devolvió la mirada, esperando que dijera algo. Pero no decía nada. Sólo lo miraba acusadora. No había forma de que ella supiera. No podía saber. Y Draco se sintió amenazado por una niña.
Lenni abrió la boca como si fuera a decir algo, sacar al muchacho de su silenciosa tortura. Pero tras pensarlo mejor, la cerró nuevamente y bajó la cabeza meneándola, sonriendo con algo parecido a la tristeza.
-Eres un idiota... -dijo entonces, con una honestidad brutal y desconcertante para él. Draco alzó sus cejas, sorprendido.
Muy pocas mujeres se habían ganado el derecho de insultarlo. Una, inevitablemente, era su madre. Haberlo cargado durante nueve meses en su vientre y haber soportado un trabajo de parto de seis horas (o eso es lo que ella decía... probablemente exageraba. O probablemente ni se acordaba. Probablemente estaba ebria durante el parto. O quizás le había pagado a otra bruja para que albergara su feto...) había asegurado su patria potestad y con ella una reserva de insultos de por vida. Otra era Pansy, a quien de nada valía coaccionar para que no lo insultara, porque eso sólo generaba más insultos. Y por supuesto estaba Hermione. ¿Cómo negar que lo insultara cuanto quisiera?
Pero...¿Lenni? Eso era otra cosa. ¿Dejar que una niñita llorona con mal cabello de Gryffindor lo llamara un idiota? Ese era un motivo válido para que se enojara. O eso hubiera hecho si no hubiera sabido que la pequeña tenía mucha razón al llamarlo así.
-Lo sé -dijo volviendo a bajar la cabeza. Tenía bien merecido eso. Lenni pateó su pantorrilla para que volviera a mirarla. Y Draco hubiera protestado si no hubiera sabido que, también, se merecía eso. Una vez más alzó su cabeza. Lenni había descruzado sus brazos y lo miraba inquisitoria.
-¿Sabes por qué dije que eres un idiota? -preguntó. Draco asintió apesadumbrado. Apoyó su frente en una rodilla.
-Porque hice enojar a Hermione -Lenni dio un pequeño paso y se sentó a su lado, estirando la túnica en su regazo.
-No fue ese el motivo -dijo. Draco giró su cabeza para mirarla de costado.
-¿No? -preguntó confundido. Lenni negó.
-No -respondió. Ahora ya no tenía el aire severo, sino más bien pensativo-. Si fuera que Hermione está enojada no me haría problema. Porque sé que ella puede encargarse perfectamente de los que la enojan... –Draco se permitió sonreír evocante.
-Es verdad... -dijo. Lenni copió su posición, plegando sus rodillas y metiendo sus manitos entre estas, y posó sus ojos por el techo, cavilando.
-No... yo no diría que Hermione está enojada... -Draco la miró de lleno, dilatando sus ojos, esperanzado.
-¿Qué quieres decir? -preguntó- ¿Hermione no está enojada conmigo? -Lenni alzó una ceja y lo miró con desdén.
-Deveras que eres idiota... -dijo antes de volver a elevar su vista. Bien, Draco se lo merecía, pero dos insultos tan seguidos...
-¿Qué es lo que tú sabes, exactamente? -preguntó él. Lenni aguardó unos segundos antes de contestar.
-Nada -dijo-. Pero creo que hiciste algo malo. Y que eso había afectado a Hermione. Y tú mismo me lo confirmaste al estar tan... así... -hizo un gesto vago hacia todo su ser- Y puedo ver que estás arrepentido... ¿Tengo razón? -Draco suspiró y volvió a ocultar su cabeza entre sus piernas.
-Sí... Lenni, hice algo muy malo... y soy un idiota y Hermione debería estar furiosa conmigo...
-Eso te lo haría todo muy fácil... -opinó ella sabiamente. Draco forzó una risa.
-No lo creo... -dijo.
-¿Eso crees? -preguntó Lenni. Lo golpeó en un hombro con un codo para que la mirara- No me gusta que no me miren cuando hablo. Ahora, escucha, a ver si puedo lograr que entiendas... -¿Nadie tenía ni la más mínima consideración con su ya de por sí lastimado ego?- Hermione no está enojada. Yo diría que es más bien... no lo sé... triste... -Draco frunció el entrecejo. ¿Triste?
-¿Triste? -preguntó. Y el sentimiento de culpa y remordimiento se agrandó. Malditas sean todas las mujeres y su maldita intuición femenina...
-Sí... triste... decepcionada... -continuó Lenni reflexiva- Como si hubieras hecho algo tan, tan malo... no... no sólo malo...inesperado... sí, eso... como si no hubiera esperado lo que sea que hayas hecho... ¿entiendes?
-Eso creo...
-Y eso es millones de veces más peor...
-No se dice más peor -corrigió Draco algo ausente-. Es una redundancia.
-¿Unaqué?
-Redun... no importa... -bajó aun más la cabeza y junto las manos en su nuca soltando un gruñido- Estoy perdido... ¿por qué me siento peor al saber que está triste? Es decir... a mí me sería mucho más complicado si estuviera enojada... pero... aun así...
-¿Todos los varones son así de estúpidos y lentos? -preguntó Lenni sacudiendo sus manos, impaciente. Draco abrió la boca ofendido.
-¿Todas las niñitas son tan entrometidas e insolentes? -contraatacó. Lenni rodó los ojos.
-Escucha -dijo-. Mi mamá tenía una pequeña cajita de música donde guardaba unas joyas que habían sido de mi tatarabuela o... o algo así... ¿bien? -Draco alzó una ceja, mirándola desorientado.
-Bien... -corroboró, sin saber qué podía tener que ver eso con su dilema.
-Bueno, y mi mamá siempre me decía que no podía tocar esas joyas. Que eran muy importantes para ella y que no quería que nada les pasará porque algún día serían mías y que luego yo debería dárselas a mi hija. Y entonces yo le preguntaba qué pasaba si no tenía hijas, pero ella siempre se hacía la tonta y no respondía... Los adultos suelen hacer eso cuando no saben qué contestar...
Draco se encontró a sí mismo mirando a la pequeña con la boca abierta. ¿Qué demonios...?
-... Pero a mí me encantaban esas joyas, porque eran tan hermosas... entonces un día, cuando mi mamá no estaba, abrí su cajita y me puse todas las joyas. Y estaba preciosa, te lo puedo asegurar. Parecía una princesa. Pero mi mamá volvió temprano y me atrapó con las manos en la masa... -era un final predecible...
-Y se enojó y puso el grito en el cielo y no pudiste jugar con tus muñecas por cuatro meses... -dijo Draco. Lenni lo fusiló con la mirada.
-Sólo tengo una muñeca. Y no. No fue eso lo que pasó. Aunque lo hubiera preferido. Mi mamá se entristeció, porque la había desobedecido cuando ella me había dicho una y otra vez lo importante que eso era para ella. Y estaba triste, muy triste... y saber que ella estaba triste era más feo que cualquier otro castigo que pudiera haberme dado... ¿Tú no sientes que saber que Hermione está triste es más feo que cualquier reto que pueda darte? -Draco lo consideró sólo unos segundos.
-Definitivamente... -acordó al fin. Guardó silencio por unos instantes- ¿Y cómo hiciste tú para que tu mamá no estuviera más triste? -Lenni sonrió.
-Le dije que lo sentía y que no volvería a hacerlo más... -Draco asintió, comprendiendo.
-Lógico... -masculló- ¿Pero qué puedo hacer yo...? -la niña se encogió de hombros.
-¿Por qué no le pides perdón? -preguntó. Draco frunció una comisura de sus labios y negó con su cabeza.
No podía sólo decirle 'Hermione, lamento haber estado a punto de violarte. Prometo que no lo volveré a hacer'. Eso no serviría. En muchos sentidos. Por empezar, Hermione no tendría por qué creerle. Además, por decirlo de algún modo, la frase lo lamento no era de las que más fáciles salían de la boca de Draco...
-Si fuera otra chica cualquiera sólo le regalaría una flor y la llevaría a mi habitación y... -se detuvo, mirando de soslayo a Lenni que lo miraba curiosa e ingenua- Y le... mostraría mi... -carraspeó- mi colección de piedras... y sonreiría y ella me perdonaría de inmediato... pero con Hermione... es tan complicado... -Lenni asintió, aparentemente entendida.
-No le gustan las piedras... -dijo. Draco no pudo evitar reír ante el paralelismo bien armado por la falta de conocimiento y la inocencia de la niña.
-Algo así... -dijo- ¿Qué puedo hacer...? -Lenni frunció el entrecejo, pensando.
-Bueno... -comenzó- ¿Recuerdas a Jigh Lembard, el tonto que me dio las tijeras que dejaron así a mi cabello? -sostuvo un mechón de su flequillo entre dos dedos. Draco asintió- Bien, yo estaba furiosa con él. De veras que sí. Lo hubiera matado con mi propias manos. Pero entonces Hermione me dijo que probablemente no lo había hecho a propósito y que tratara de no seguir enojada con él. Pero él no me pedía perdón, y yo me desesperé. Hasta que un día, en Pociones, cuando yo aun usaba el sombrero para cubrir mi pelo, Snape me dijo que me lo quitara. Y lo hizo de puro malo que es, porque sabía por qué lo usaba. Entonces yo le dije que no, que prefería dejarme el sombrero puesto. Y él me dijo que si no me sacaba el sombrero tendría una detención. ¿Puedes creerlo? Pero entonces Jigh sacó un sombrero de su mochila y se lo puso, y le dijo a Snape que si me daba detención a mí también se la diera a él. Y Snape lo hizo. Pero a mí no me importó, porque ya no estaba enojada con Jigh. Y esa noche, en la cena, dejé que sentara junto a mí y le regalé todas las verduras que no me gustaban.
Draco desfrunció el ceño lentamente cuando Lenni dejó de hablar. La niña tenía la vista perdida y una sutil sonrisa en sus labios.
-Entonces... -comenzó Draco- Tú dices que si yo... si hago algo así... ella... Hermione me perdonará... -Lenni lo pensó unos segundos.
-No sé qué fue lo que hiciste, y no sé qué es lo que pretendes hacer para arreglarlo... Lo único que digo es que a veces una acción dice más que mil palabras. Y esa frase la aprendí de Hermione. Pero... -frunció la comisura de sus labios- No lo sé... ¿Cuán malo fue lo que hiciste? -Draco meneó la cabeza con tristeza.
-Muy malo...
-Pero estás arrepentido... ¿verdad?
-Mucho. Fui un completo cretino, y lo sé -Lenni descansó su cabeza en un hombro de Draco y suspiró. Draco la miró por el rabillo del ojo, algo paranoico.
-Si en verdad es así... -dijo Lenni- A la larga algo bueno tiene que sucederte... Si estás arrepentido y ella lo sabe... creo que entonces no habrá problema...
Draco dejó que las palabras de la niña de once años llenaran su cabeza. Y descubrió que eran muy sabias, y, milagrosamente, muy ciertas. Ahora sólo debía esperar tener suerte y actuar... Claro que aun no tenía ni idea de qué era lo que debía hacer...
Se desperezó abiertamente y bostezó a sus anchas.
-¿No tendrías que estar cenando en este momento? -le preguntó a Lenni mientras se ponía de pie. Lenni tomó la mano que Draco le ofreció para ayudarla a levantarse.
-¿Y tú no deberías estar cenando también? -replicó.
-Pregunta justa... -concedió Draco- Sí, debería...
-Yo también debería... -el muchacho se cruzó de brazos para observarla. Lenni tampoco tenía ningún interés en entrar al Gran Salón...
-Bueno... -dijo Draco- .Yo pensaba ir a cenar directamente a las cocinas. Ya sabes, hay una excelente atención y tienes para comer cualquier cosa que quieras... -Lenni dilató sus ojos emocionada.
-¿Sabes cómo llegar a las cocinas? -preguntó admirada. Draco sonrió de lado.
-¿Y con quién crees que estás hablando? Ahora... yo pensaba ir solo... -Lenni abrió su boca expectante- Pero quizás acepte compañía... -Lenni soltó un grito de alegría y saltó a los brazos de Draco.
-¡Vamos! -chilló- ¡Vamos a las cocinas! -Draco parpadeó algo asustado y elevó sus brazos para que la niña no pudiera colgarse de ellos.
-Tranquila... -dijo- Si quieres andar conmigo por los corredores el comportamiento desastroso queda anulado -Lenni se quedó quieta de inmediato, aun sonriendo de oreja a oreja, y pegó sus bracitos a los costados de su torso, como para demostrarle lo bien que podía estar recta. Draco asintió conforme-. Vamos -dijo, y metiendo sus manos en los bolsillo comenzó a andar.
-¿Me llevas en tus hombros? -le preguntó Lenni trotando a su lado; las piernas del muchacho eran mucho más largas que las de ella.
-No presiones a tu buena fortuna... -le respondió Draco. Lenni rió. Pero Draco, mirándola de reojo y detestando esta nueva faceta suya, soltó un bufido de resignación y sacó una de las manos de sus bolsillos, y sostuvo la pequeña mano de Lenni que colgaba a su lado. Lenni no dijo nada, pero su paso se hizo más rápido- Considéralo un regalo de Navidad adelantado...
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Por más que había pasado buena parte de las dos horas siguientes en las cocinas con Lenni, Draco aun no se sentía seguro como para irse a dormir. Viernes a la noche y con la perspectiva de la primera salida Hogsmeade al día siguiente... lo más seguro era que Blaise se quedaría hasta la medianoche sacándole el dinero a los más jóvenes jugando al póquer... Pero, cuando Lenni cabeceó por tercera vez y sus ojos se cerraron mientras el tenedor con puré se le caía de las manos, Draco supo que era hora de mandarla a la cama.
Se despidió de ella unos pisos más arriba, recomendándole que no se quedara dormida en los pasillos porque Peeves estaba muy inquieto, y entonces la encontrarían al día siguiente con bigotes dibujados. Lenni rió y se despidió con la mano, bostezando. Y Draco volvió a quedarse solo.
Sin saber muy bien qué hacer, comenzó a andar sin rumbo fijo, pensando. ¿Qué hacer para que Hermione lo perdonara? No podía planear uno de esos encuentros románticos que planeaba con otras chicas... Simplemente no funcionaría con ella. Muy bien... ¿qué era lo que más amaba Hermione? Fácil. Pero... ¿qué iba a hacer? 'Buen día, Hermione, te compré una biblioteca'. No.Podría hacerlo, pero... no... Aunque eso lo había hecho considerar aquel lugar como buen escondite para matar el tiempo hasta poder irse a dormir. Después de todo... ¿quién estaría en la biblioteca a esas horas?
Hermione. ¿Cómo no lo había adivinado?
Cuando su mano se había estirado para abrir la puerta, descubrió que alguien le había ganado del lado de adentro. Draco dio un paso hacia atrás, permitiéndole el paso a quien sea que fuera a salir. Y cuando vio a Hermione, cargando una pila de libros, entornando la puerta con un pie, contuvo el impulso de echarse a correr.
Hermione tardó unos segundos en notarlo. Estaba haciendo grandes esfuerzos para no dejar caer los libros. Miraba hacia el interior de la biblioteca, como si hubiera dejado algo allí. Y cuando al fin vio a Draco, sus ojos se abrieron apenas, sólo como si encontrara algo sorprendente el que Draco estuviera allí a esas horas.
-Hola, Draco... -saludó con una distante frialdad. Si al menos le dijera Malfoy... si al menos le gritara... Draco abrió y cerró su boca compulsivamente. La tenía allí... debía hacer algo... Hermione sacudió su cabeza para sacarse el pelo de los ojos, incapaz de usar sus manos, y volvió a mirar hacia el interior de la biblioteca. Estaba ignorándolo.
-Hermione... -comenzó Draco. Pero comenzar era fácil. ¿Cómo seguiría?
-Hermione... -dijo una voz distinta desde la biblioteca. Draco dio otro paso atrás, confundido, mientras Ron atravesaba la puerta por la que Hermione acababa de salir.
-No hables tan alto, Ron... -le dijo Hermione. Pero su amigo pelirrojo estaba demasiado interesado mirando a Draco.
-¿Qué haces aquí? -le preguntó increpante. Draco pasó sus ojos de Ron a Hermione. Se encogió de hombros.
-Nada... -dijo. La puerta volvió a abrirse y ahora fue Harry el que salió.
-¿Qué ocu...? -se detuvo al ver al intruso- ¿Qué hace Malfoy aquí? -preguntó dirigiéndose a Hermione.
-No estoy haciendo nada, Potter... -dijo con voz monótona. Metió sus manos en los bolsillos y miró fugazmente a Hermione- Ustedes ya se iban... yo estaba entrando... -y dio un paso hacia delante para pasar por el medio de Harry y Ron hacia la biblioteca.
-¿Qué diablos estás planeando, Malfoy? -le preguntó Ron. Oh no, Weasley... en alguna otra ocasión sí los habría enfrentado. Pero lo último que quería en ese momento eran más problemas.
-Déjenme pasar -dijo con voz firme al ver que los otros dos muchachos habían juntado sus hombros para impedirle el paso.
-No me gusta nada cómo te estás comportando... -dijo Harry. Draco rodó los ojos.
-Déjenlo pasar -fue Hermione la que habló ahora. Draco giró su cabeza para mirarla, pero ella ya se había volteado y se alejaba con paso decidido. Harry y Ron intercambiaron una mirada, y luego comenzaron a seguirla.
-Esto no ha terminado... -le dijo Ron por sobre su hombro.
-Te estaremos vigilando... -agregó Harry imitando a su amigo.
Y Draco no lo dudaba. Pero, el ver a Hermione alejarse, sin voltear ni una sola vez, sin despedirse, como si jamás se hubieran cruzado, era mucho más preocupante que cualquier amenaza que nadie pudiera hacerle.
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-Buenos días -saludó Draco cuando se ocupó su lugar entre Blaise y Pansy en la mesa de Slytherin en el desayuno del día siguiente. Luego de que Madam Pince lo encontró durmiendo con la cabeza apoyada en una mesa y usando dos sillas para evitar que las piernas le colgaran, había llegado a la conclusión de que era mejor dejar de ocultarse.
-¿Tú escuchas a alguien, Pan? -preguntó Blaise haciéndose el tonto, jugando a ese infantil juego de 'no te escucho porque estoy enojado contigo'- Me pareció escuchar que alguien que definitivamente no es mi mejor amigo y a quien definitivamente no escucharé nos había dado los buenos días... -Draco y Pansy compartieron una rodada de ojos y el rubio se alegró de no hallarse solo contra ellos dos.
-Buenos días, Draco -saludó Pansy-. ¿Cómo estás? -Draco se encogió de hombros y frunció la comisura de sus labios.
-He estado mejor...
-Pansy... Ya que tú no tienes ningún cuidado y hablas con cualquier cretino que nos escapa y nos evade... ¿por qué no le preguntas tú por qué demonios se estuvo portando como un idiota estos días?
-Blaise... ya basta... -saltó Draco- Mira, sé que estás enojado y...
-Caramba... el viento se parece alarmantemente a la voz de uno que solía ser mi amigo pero que perdió ese título recientemente.
-¿Qué sucede, Draco? -preguntó Pansy ignorando al otro muchacho. Draco focó su atención en ella. Suspiró.
-Hermione está... enojada conmigo... -Blaise forzó una risa despectiva.
-Debe ser contagioso...
-¿Está enojada por lo que pasó en Defensa el otro día? -volvió a preguntar Pansy. Draco dudó.
-Algo así... -respondió al final. No quería contarles la historia entera.
-Pues está en todo su derecho a estar enojada -dijo Pansy serenamente.
-Lo sé... -susurró Draco, y apoyó su frente sobre su plato vacío.
-¿Y por qué nos evadiste a Blaise y a mí?
-Porque sé que ustedes me iban a sermonear por lo que hice...
-¿Y no arreglaste las cosas con Hermione? -Draco negó con su cabeza haciendo que su plato se moviera- ¿Le pediste perdón?
-Bueno... estoy en eso... -Pansy lo observó valorativamente por unos segundos. Entonces desvió su mirada hacia Blaise, quien miraba a Draco ceñudo. Blaise la interrogó con la mirada, y Pansy hizo una entendible seña hacia Draco. Blaise negó. Pansy asintió. Blaise volvió a negar. Pansy volvió a asentir y lo miró amenazadora. Blaise rodó los ojos.
-Er... Carpe Diem... -le dijo a Draco palmeándolo en la espalda. Draco levantó la cabeza y lo contempló alzando una ceja. Pasaron varios segundos luego de esto último, y ni Blaise ni Pansy creían que eso hubiera ayudado.
-Lo intentaré... -dijo al final Draco. Sus amigos asintieron suavemente. Terminaron el desayuno en silencio.
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Draco caminó con Blaise y Pansy por las calles de Hogsmeade la mayor parte de ese soleado día. Habían accedido a pasear por las zonas menos concurridas en respuesta a que Draco había accedido a ir; la opción de quedarse en el castillo semidesierto era muy tentadora.
Anduvieron por las callejas más solitarias y menos conocidas, que jamás habían visitado ninguno de ellos. Evitaron a toda costa el centro, la calle principal donde se ubicaban los negocios más populares, y Blaise le advirtió a Draco que le debía una bien grande, y que las próximas vacaciones iban a su cuenta. Draco sabía cuán exagerado era aquello, pero no podía negarse.
Se sentaron en el pórtico de una pequeña casa cuyo frente daba a un callejón frío, húmedo y nada frecuentado, y cuando el viento se había vuelto muy frío e invitaba a entrar a algún negocio cálido, Blaise y Pansy fueron a Las Tres Escobas a comprar cerveza de manteca y la llevaron a su guarida.
Pansy se arriesgaba de vez en cuando y seguía haciendo preguntas comprometedoras para Draco. Y ante la falta de respuestas se abocó la mayor parte del tiempo a pensar formas en que Hermione lo disculpara. Aunque era muy complicado, le decía a su amigo a cada rato, si no le decía qué era lo que había hecho. Pero más allá de todo eso, era inútil. Draco no creía que planearlo fuera a funcionar. Por algún motivo sabía que no sería tan fácil. No serviría. Y lo desesperaba pensar que jamás encontraría una solución.
Blaise estaba contando sobre una ocasión en que había utilizado unos métodos muy persuasivos para que una chica no estuviera enojada con él luego de descubrir que la noche anterior había salido con su hermana. Pero tanto Draco como Pansy lo escuchaban a medias, sabiendo que aquello quedaba fuera de discusión tratándose de Hermione. Y justo en el momento en que Blaise llegaba a la parte emocionante, donde sus manos hacían su magia particular, Draco vio en una de las calles lindantes al callejón, a Harry, Ron y Hermione, caminando despreocupadamente y sin que su conciencia los obligue a esconderse.
Pansy, al ver que Draco miraba con tanta atención hacia aquel punto, miró también. Y cuando vio a Hermione, empujó a Draco de un hombro obligándolo a que se ponga de pie.
-Ve -le dijo. Blaise, ajeno a todo aquello y dolido ante la falta de entusiasmo de sus amigos mientras él contaba una aventura excesivamente interesante, estiró su cuello para ver qué era lo que había causado tanta conmoción.
-No lo sé... -dijo Draco inseguro. ¿Era miedo lo que sentía?
-Ve -repitió Blaise. Ahora serio con su expresión de mejor amigo. Esto envalentonó a Draco, pero...
-Está con Potter y Weasley...
-Dile que debes hablarle en privado...
-¿Y crees que eso será inteligente? Sacarán sus varitas y me mandarán a la enfermería... ¿Cómo crees que dejarán que hable en privado con su amiga?
-No seas cobarde -ordenó Blaise. Se había cruzado de brazos y tenía el ceño fruncido.
-Pero...
-Si no vas tú... -continuó Blaise poniéndose de pie y estirándose- me obligarás a ir a mí -miró a Pansy de reojo-. Además... -pasó un brazo por sobre el hombro de la chica- Esta muñeca y yo queremos estar solos... -Pansy rodó los ojos. Draco sonrió.
-Sí, Draco, por favor... -dijo Pansy fingiendo una voz anhelante- Vete así Blaise puede despojarme de toda la ropa y hacerme las mismas cosas que le hizo a esa chica de la que hablaba...
Draco dio un paso hacia atrás, mirando a Blaise. Elevó su dedo índice en advertencia.
-Que yo no me entere... -le dijo.
-Carpe Diem, mi amigo... -dijo el otro. Draco volvió a sonreír permisivo mientras se volteaba.
∞∞∞∞∞∞∞∞∞∞∞
Hermione sacó de una de las bolsas que Ron estaba cargando el libro que hacía sólo unos minutos había comprado. Imagine, la magia de la imaginación. El tendero se había reído cuando se lo había pedido, diciendo que hacía años que tenía ese libro y que jamás nadie lo había comprado. Que lo había traído a su tienda por encargo de un mago anciano y excéntrico, pero que el viejo nunca había ido a buscarlo, y afirmando que probablemente había muerto en el ínterin. Hermione, algo molesta ante la falta de tacto del hombre al hablar de tales cosas, lo había comprado, más que por el libro en sí por el hecho de que en la cubierta hubiera una foto mágica de John Lennon. Eso era una rareza.
-Quiero imaginarme que no te pondrás a leer ahora... -le dijo Harry quitándole el libro de las manos.
-Harry... devuélveme eso... -protestó ella- Sólo quiero ojearlo un poco...
-Lo estuviste ojeando tres horas en la librería... -replicó Ron mientras metía el dedo índice en su frasco de jalea para sacar los últimos restos. Hermione se paró en puntas de pie para intentar llegar al libro que Harry sostenía sobre su cabeza.
-Exagerar es una mala costumbre... -le dijo a Ron. Los dos muchachos soltaron una carcajada al verla estirarse, prendiéndose de la camisa del morocho.
-Estamos paseando, Hermione... -le dijo Harry- Puedes leerlo cuando volvamos... Anda... ven, te invito otra ronda de cervezas de manteca...
-Perodame... mi... libro... -dijo ella colocando una mano en un hombro de Harry para no perder el equilibrio en sus puntas de pies. Harry se vio de repente amenazado ante esta nueva e inteligente idea de Hermione, así que pensando rápido, le arrojó el libro a Ron quien, preocupado por no desperdiciar nada de su golosina, debió hacer una pirueta muy graciosa para atraparlo.
-Oh... cuán infantiles... -dijo Hermione molesta mientras se acercaba ahora al pelirrojo- Dame el libro... -le ordenó extendiendo una mano. Ron sonrió de lado.
-No creerás de veras que te será tan fácil... -y volvió a pasarle el libro a Harry.
-Vamos, Hermione... si puedes si quiera tocar el libro no sólo te lo devolveré, sino que te compraré todos los libros que quieras... -le dijo Harry atrapando el libro. Hermione se cruzó de brazos y permaneció quieta entre sus amigos, tratando de recobrar la compostura que todo aquel asunto le había robado.
-Es un juego tonto... -declaró- Denme mi libro.
-¿Y por qué deberíamos? -preguntó Ron colocándose junto a Harry. Hermione rió, como si aquella pregunta hubiera sido estúpida.
-Porque son mis mejores amigos y yo soy irresistiblemente adorable y ustedes me aman más que a cualquier otra cosa... -dijo en un tono casual, lazando sus manos tras su espalda. Harry y Ron se miraron alzando sendas cejas.
-¿Y...? -preguntó Harry instándola a seguir. Hermione rodó los ojos.
-Y si no me lo dan no los ayudaré con sus ensayos de Pociones... -dijo molesta.
-Hubieras empezado por allí... -dijo Ron. Harry se acercó y le entregó el libro.
-Gracias -dijo ella con sequedad. Les dio la espalda y abrió el libro, dispuesta a ignorarlos por un buen rato.
-Hermiiooonee... -llamó Harry desde atrás en un tono cantarín.
-¿Qué? -preguntó ella por sobre su hombro. Los dos muchachos se colocaron frente a ella y se apoyaron contra la pared de una de las casas que había allí.
-Sabes que el que te diéramos el libro tiene más que ver con lo que dijiste al principio que con los ensayos... ¿verdad?
Hermione volvió a voltearse, pero no pudo evitar que una sonrisa se dibujara en sus labios.
-Claro que lo sé... -dijo pasando las hojas- Yo soy adorable...
-Y nada infantil... -agregó Ron mientras comenzaban a andar nuevamente.
-¡Oye! -se quejó la chica.
-Y de mucho ánimo lúdico... -añadió Harry.
-Bueno, sí...
-Y sobre todo considerada...
-¿Qué no lo soy...?
-Jamás dejaría abandonados a sus amigos por un estúpido libro...
Conque de eso se trataba...
-Bien, bien... -accedió cerrando el libro con un fuerte ruido- Ustedes ganan.
-Claro que... -dijo Ron pensativo, mirando al cielo- Si no te molestara que mientras tú lees el libro nosotros visitemos ciertos sitios a los que a ti no te gusta ir...
-¿Quieren ir a Zonko? -preguntó ella frunciendo el ceño.
-Sí pero... pero, claro... La señorita Premio Anual aborrece todo lo de aquel lugar... -siguió Ron encogiéndose de hombros- Así que no hay forma de que podamos ir...
-Al menos que encontremos a alguien quien la entretenga mientras nosotros estamos allí... -dijo Harry circundando a Hermione reflexivamente. Hermione esperó paciente al desenlace de la comedia que sus amigos estaban presentando.
-Alguien con quien esté cómoda...
-Alguien que la haga reír...
-Alguien en quien podamos confiar...
-Pero que no dude en mandarlo a volar en cuanto regresemos nosotros...
-Exacto...
-Alguien como John Lennon... -concluyó Harry golpeándose una palma con el otro puño. Ron abrió la boca, sonriendo, para decir algo, pero de repente la volvió a cerrar y miró a Harry extrañado.
-¿John Lennon? -Harry rodó los ojos y señaló el libro de Hermione- ¿El libro tiene nombre?
-No, Ron... el tipo de la tapa... era un... Olvídalo... Hermione... ¿te molesta que vayamos a Zonko y al negocio de Quidditch mientras tú lees tu libro? -ella lo consideró por unos segundos.
-Está bien... -acordó- Pero deben prometerme que no harán nada que yo no haría...
-Y tú debes prometernos que mientras estés sola no encontrarás a un príncipe azul y te olvidarás de nosotros... -dijo Ron.
-¿De ustedes o de los ensayos de Pociones?
-Bueno... de ninguno... -Hermione rió.
-Pasaré a buscarlos en un rato... -se despidió, y emprendió camino, calle abajo, hasta el único lugar donde sabía que podría leer tranquila en todo Hogsmeade.
La Casa de los Gritos.
La leyenda tras los gritos en la casa aun seguía circulando por el pueblo, y algunos mitómanos seguían afirmando que algunas noches aun escuchaban ruidos desde el interior. Hermione, sabiendo la verdad que ocultaban aquellos alaridos, agradecía aquello, porque era agradable tener un lugar tan silencioso dentro del alboroto continuo que una salida a Hogsmeade significaba.
Hizo el camino despacio, con el libro abierto en sus palmas y leyéndolo mientras se acercaba. Cuando llegó sólo levantó apenas la vista, como para reconocer el lugar, y se apoyó contra la cerca que delimitaba la casa.
El libro había resultado ser más de autoayuda que de magia, y la estaba aburriendo más de la cuenta. Lo único que valía la pena eran las frases de personajes célebres al pie de cada página, y era sólo por eso que no había cerrado el libro y lo había guardado en su mochila. Bueno, eso y, no era muy feliz admitiéndolo, tenía una especie de manía que la obligaba a terminar cualquier libro que empezara. Además, ese no era muy largo... podría terminarlo antes de volver al castillo.
Con una renovada determinación, sostuvo las solapas con más ímpetu y pasó la hoja para darle lugar al capítulo tercero.
Fue entonces cuando algo cálido y peludo rozó su tobillo.
Hermione, habiendo vivido ya más de seis años en el mundo mágico, llevó una experimentada mano hasta el bolsillo de su túnica y miró sin perder tiempo hacia el lugar donde había sido 'atacada', previendo el encuentro con algo peligroso.
Pero aquello no era peligroso para nada.
Un pequeño gatito de no más de dos meses de edad estaba parado precariamente sobre sus patas traseras, con sus patas delanteras sobre la pierna de Hermione. Tenía sus pupilas completamente dilatadas y el ronroneo se escuchaba fuerte y claro.
-Aww... -exclamó Hermione, deleitada, mientras se bajaba de la cerca y se arrodillaba junto al gato. Era blanco y negro, con los intervalos de colores en formas parecidas a cuadrados. Su rostro era bastante alargado y sus orejas estaban caídas, flácidas, como si hubieran nacido sin cartílago. La nariz era asombrosamente cómica, de un rosa intenso y con las ranuras enormes- ¿Qué haces aquí solito? -le preguntó Hermione acariciando su cabeza- ¿Dónde están tu mami y tus hermanitos?
-No creo que te conteste... -dijo una voz desde algún lugar a sus espaldas. Hermione cerró sus ojos, reconociéndola de inmediato.
Draco se acercó caminando lentamente, hundiendo la hierba con sus caros zapatos con cada paso que daba, y cuando llegó junto a Hermione, se recargó en la cerca donde había estado ella con elegante pereza.
-No hubieras sobrevivido al Romanticismo -afirmó Hermione sin siquiera mirarlo.
Draco no dijo nada. Permaneció callado, observando cómo Hermione acariciaba al afortunado animal. Ella, por su parte, no daba muestras de desear iniciar una conversación, ni siquiera los cien motivos de por qué Draco Malfoy era el mayor imbécil del Universo.
De hecho, ajena a los pensamientos de Draco, Hermione estaba teniendo suficientes problemas al intentar ignorarlo. Por suerte tenía al gato. El animal se había acurrucado en su regazo, aun ronroneando, y luego había apoyado sus patitas delanteras en el pecho de Hermione, llevando su rostro hacia el de la chica y refregándolo allí. Hermione rió por lo bajo.
-Eres muy cariñoso... ¿verdad? -preguntó en un murmullo.
-Cariñosa -dijo Draco, desechando cualquier intento de Hermione por pretender que no estaba allí. Procurando utilizar un tono de voz molesto, Hermione cambió de estrategia.
-¿Qué? -le preguntó.
-Es gata, no gato -explicó Draco simplemente.
-¿Y cómo lo sabes?
-Porque tiene tres colores. Los de tres colores son hembras.
-No tiene tres colores -replicó Hermione, feliz de contradecirlo, de que no siempre tuviera razón-. Es blanco y negro. Monocromático.
-¿Te importa si te corrijo? -inquirió Draco. Hermione levantó la vista para enviarle una mirada extrañada, pero antes de que pudiera decir nada, Draco ya había dado un paso hacia delante.
Hermione sintió un urgente deseo de moverse, y ovilló su cuerpo, como si estuviera apunto de recibir un ataque. Draco pareció sentirlo, porque se heló a la mitad, como si lo hubieran petrificado de repente. Pero entonces se colocó en cuclillas junto a ella, y ocultando deliberadamente sus ojos tras su flequillo, señaló una pequeña mancha gris que el gato tenía en su oreja derecha.
-Tres colores -dijo. Su voz sonaba apagada y distante-. Hembra.
Hermione entrecerró sus ojos y lo observó sin reservas. Cómo los mechones de cabello caían sobre su frente y cubrían sus ojos, cómo su mano no había abandonado a la súbitamente sabida gata, como su nuez de Adán subía y bajaba a lo largo de su garganta una y otra vez, tragando saliva. Esperando que hiciera algo. Que no fuera un cobarde. Y Draco no lo soportó más.
Tomando aire imperceptiblemente y oprimiendo sus mandíbulas, subió su cabeza y, rompiendo todas las barreras que su resistencia y su temor habían creado, encontró sus ojos grises con los de color miel de Hermione.
Y por un instante creyó que podría. Era tan sólo abrir la boca y dejar escapar dos palabras. Pero Hermione no dejaba de mirarlo, y sus ojos estaban firmes. Y Draco hubiera deseado que gritara en lugar de que lo mirara así. Como si fuera un deudor. Y demonios que lo era. Pero no facilitaba las cosas. Comenzó a sentirse sin aire, y sentía que la sangre se agrupaba en sus labios. Sabía que era el castigo por creerse con derecho a mirarla. No podía mirarla aun. Y tampoco podría decirlo.
Y entonces fue salvado por unas pequeñas patitas que se apoyaron en su torso.
Cayó hacia atrás, golpeándose el trasero contra el suelo, y colocó sus palmas para evitar que su espalda corriera la misma suerte. La gata había cambiado el regazo de Hermione por el de Draco, y estaba abriéndose camino para poder llegar hasta su rostro.
Draco alzó sus cejas algo sorprendido y utilizó una mano para desprender las uñas de la gata de su túnica.
-No, no... -le dijo, intentando no sonar demasiado como su padre aquella vez que él, con sólo siete años y toda la emoción que ello conlleva, había llevado un gatito que había hallado jugando en el jardín de su casa a su padre, y que el mago había hecho despachar por sus sirvientes. Draco jamás había sabido lo ocurrido con su gatito, pero a medida que iba creciendo, estaba más y más seguro que el cloroformo había tenido mucho que ver- Vuelve con Hermione...
-¿No te ensuciarás las manos con un gato de la calle? -le preguntó Hermione. Su voz era normal, pero Draco sabía que sus intenciones no. Y dolía.
-No soy bueno... -dijo bajando sus brazos, rindiéndose en la lucha- con los animales... -la gata trepó un poco más por el pecho de Draco y, al fin alcanzando su objetivo, refregó su rostro contra el del muchacho.
-Ella no parece pensar lo mismo -dijo Hermione, aun con tono frío. Draco subió una mano tentativa y la posó en la cabeza del animal, palmeándola con cuidado. El ronroneo volvió a aumentar. Los labios de Draco se curvaron en una especie de sonrisa, traicionando su orgullo. Hermione lo advirtió de inmediato.
-¿Estabas... -preguntó él pausadamente- leyendo? -Hermione se encogió de hombros.
-Un poco -no tenía por qué ponerle las cosas más simples. Draco asintió, reconociendo su respuesta.
La tarde ya había empezado a caer, y el sol estaba empezando a ocultarse en el horizonte, más allá de las construcciones del pueblo. Un viento algo más frío que antes estaba soplando, y se filtraba por las rendijas de las ventanas de La Casa de los Gritos, dando impresión de que se estuviera quejando. Quizás para ella también era una agonía aquel silencio, pensó Draco.
-Tus amigos tienen una forma muy curiosa de divertirse... -dijo él cuando ya no pudo reprimirse. Hermione lo miró extrañada- Quitándote los libros y eso...
Hermione dejó que su labio inferior se separara del superior. Varias cosas:
1.Había estado espiándola.
2.¿Quién se creía él para juzgar las formas de diversión de otros?
3.Había estado espiándola...
Echó su cabeza hacia atrás, haciendo que su largo cabello ondeara por su espalda.
-Es un juego inocente -dijo lacónica-. Al menos es una diversión sana.
Draco reconoció la indirecta y la aceptó estoicamente.
La gatita se había adormecido con su cabeza apoyada en el pliegue de un brazo de Draco. El muchacho continuaba acariciándola, preguntándose si se animaría a decir lo que tanto él como Hermione sabían, pero que en el momento en que se vocalizara agrandaría la distancia entre ellos.
-Hermione... -dijo al fin decidiéndose- Sabes... sabes que debes dejar a la gata aquí... ¿verdad?
Allí estaba otra vez. Draco Malfoy y su maldito estilo de vida a la pro domo sua...
Hermione oprimió sus labios, sabiendo que responder muy rápido sería poner al descubierto su enojo. Y no estaba bien darle al rival algo de dónde aferrarse. ¿Y por qué le molestaba pensarlo como un rival?
-No sé dónde está su mamá... -dijo evitando que su voz saliera muy cavernosa- No sé si... es muy pequeña... -Draco guardó silencio unos segundos.
-Hay... hay muchos perros por aquí... -dijo- Lo más probable es que a su madre la haya matado un perro...
El pecho de Hermione comenzó a subir y a bajar rápidamente cuando su respiración se hizo pesada.
-Es probable... -dijo. Su voz había temblado. Y pensó que ya había pasado, que ya no había riesgo. Y entonces una renovada oleada de furia la golpeó con tremenda fuerza- ¿Por qué eres tan insensible? -preguntó. Su intención había sido sonar fastidiada, con malhumor quizás. Pero se encontró a sí misma debiendo bajar su cabeza cuando sus ojos se humedecieron sin previo aviso, y su tono había sido de súplica. No era una llorona. Era conciente de que había animales que morían todos los días.
Mas Draco sabía que aquello poco tenía que ver con la gatita huérfana que dormitaba en sus brazos.
Hermione aguardó. A que dijera algo. Cualquier cosa. ¿Por qué tenía que hacerlo tan complicado? Aguardó. Pero cuando su puño subió hasta su nariz para limpiársela con el dorso de la mano y evitar así que cualquier paso mal dado pudiera delatarla, se puso de pie bruscamente y comenzó a alejarse.
Draco se paró también, tomado por sorpresa. Aquello no estaba saliendo como él lo hubiera esperado. La gata se despertó de repente al caer pesadamente al suelo en el momento en que el muchacho abandonó su posición.
-Hermione... -llamó Draco apurándose tras ella.
-Déjame en paz Draco... -le dijo ella virando de súbito para ocultar su rostro de los ojos de él. Su voz había sido ahogada. Como un sollozo.
-Aguarda Hermione... -insistió él, y la tomó de un brazo para hacer que la enfrentara. Y entonces se encontró mirando las mejillas de Hermione surcadas por lágrimas, y Hermione se soltó con un gruñido amortiguado, y la furia contenida por su ser racional se vio libre y de la mano con su parte salvaje.
-¿QUÉ QUIERES? -le preguntó gritando, haciendo grandes espasmos con sus brazos- ¿QUÉ DEMONIOS QUIERES, MALFOY?
Draco bajó sus manos hasta dejarlas colgando a los costados de su cuerpo. Hermione se adelantó y lo empujó por el pecho.
-¿POR QUÉ ERES TAN CÍNICO? -continuó gritando, haciendo a Draco dar pequeños pasos hacia atrás con cada débil empujón. Y Draco se dejaba llevar. Dejaba que le gritara, que lo empujara, que lo insultara... Si tan sólo eso hubiera hecho que alguno de los dos se sintiera mejor... - ¿QUÉ QUIERES DE MÍ? -concluyó Hermione, esta última pregunta en un tono más demandante. Draco negó con su cabeza.
-Nada... -susurró, sonando extremadamente tranquilo en contraste con el tono tan alto de Hermione. Ella hesitó, con su boca entreabierta, si seguir derrochando cuerdas vocales o volver a sus cabales; la simple respuesta de Draco la había sacudido. La primera opción le parecía más cansadora. Y ya no tenía ganas de fingir.
-¿Por qué haces esto...? -continuó entonces, bajando su rostro y ocultándolo con sus manos- ¿Por qué me haces esto? -una marcada arruga apareció entre las cejas de Draco, y una dolorosa opresión en algún lugar en su pecho.
-Hermione... -dijo en un murmullo casi mudo, y se acercó para que sus manos pudieran llegar a los hombros de la chica. Y sin saber lo que estaba haciendo la atrajo hacia él y la encerró en un abrazo, oprimiendo sus ojos e ignorando el viento que cada vez soplaba más furioso, como un vocero personal de Hermione.
Ella lo empujó con débil fuerza, tratando de soltarse, dejando escapar sollozos medio reprimidos.
-¿Por qué? -preguntó, mientras comenzaba a golpearlo con sus puños cerrados en el pecho- ¿Por qué haces esto?
-No lo sé... -murmuró él. Y era una de las cosas más ciertas que había dicho jamás. Aumentó la fuerza de sus brazos para que las manos de Hermione quedaran inutilizadas, y entonces ella cedió ante la insistencia del muchacho y ante su propia falta de fortaleza, y ocultó su rostro en el pecho de Draco, donde siguió llorando en silencio. Se mordió el labio, y su sed por entender no estaba saciada.
-¿Por qué te gusta hacerme sufrir? -le preguntó en un susurro, las palabras ahogándose en la tela de la túnica con los colores de Slytherin. La respuesta era necesaria.
Draco la separó, alejándola con suavidad por los hombros, para poder mirarla a los ojos. ¿Cómo explicarle...? Era el momento ideal... ¿Por qué no lo decía?
-No... -susurró él también.
Hermione había mantenido sus manos elevadas, pegadas contra su propio pecho. Draco tomó una entre sus propias manos. Por qué, no sabía. Pero lo hizo. Y cuando Hermione soltó un suave gemido sintió que su alma caía a sus pies. Vio que la muñeca de la cual la había tomado tenía moretones y marcas casi imperceptibles.
Llevó sus ojos hasta el rostro de Hermione, y la miró implorante. Ella le devolvió la mirada, con sus labios algo separados y respirando por allí irregularmente. Sus mejillas sonrosadas, sus párpados relajados. Era como si lo invitara a que la convenciera de creer lo que él ya sabía. Como si quisiera creerle. Draco, entonces, llevó la mano de Hermione hasta sus labios. Lentamente. Dándole tiempo a retirarla si ella lo deseaba. Pero no lo hizo. Y Draco besó su muñeca en todos los lugares lastimados que encontró.
-Yo no quiero hacerte sufrir... -aseguró. Y esto también era verdad. Podría haberlo jurado. Pero sonar tan dramático sería contraproducente.
El labio inferior de Hermione tembló levemente y nuevas y escasas lágrimas bajaron por sus mejillas, hasta que ella utilizó su otra mano para quitarlas. Y Draco supo que ese era el momento.
-Hermione...
Y el que no lo dijera no fue culpa esta vez de su falta de coraje o determinación.
Potentes ladridos comenzaron a escucharse, acercándose desde los senderos que rodeaban La Casa de los Gritos. Y antes que ninguno de los dos pudiera reaccionar, tres enormes perros habían llegado hasta allí, y habían rodeado a la gatita.
-¡No! -chilló Hermione, y olvidándose de cualquier otra cosa hizo un corto trote hasta los animales e intentó alejar a los perros con no muy acertadas patadas.
-Hermione... -llamó Draco acercándose también- Sal de allí...
-La van a... matar... -jadeó Hermione, tratando de alzar a la gata. Pero era más que complicado. Tenía el lomo arqueado y los pelos erizados, colándose tanto por entre las piernas de Hermione como por las patas de los perros, lanzaba maullidos de temor que la hacían escupir con cada uno de ellos, y sus uñas estaban en guardia y preparadas para atacar a cualquiera que intentara tocarla.
Los perros giraban en torno a Hermione, tratando de apresar a la gata con sus hocicos bestiales.
-Ven aquí -ordenó Draco al ver lo peligrosos de ellos eran.
-No voy a dejar... que la maten... -replicó Hermione enojada. Y cuando una dentadura canina se cerró peligrosamente cerca de una de las piernas de la chica, Draco supo que ya no era hora de pedir, sino de actuar. Acercándose sin temor tomó a Hermione de un brazo y la corrió del campo de batalla, atrayéndola hacia él- Déjame... -le dijo ella tratando de regresar.
-¿Quieres que te lastimen? -le preguntó Draco enojado, sacudiéndola para que lo mirara.
-¿Y tú quieres que la maten? -contraatacó ella, enojada también, pero con ojos brillantes y húmedos- Haz algo... -Draco dudó. Miró nuevamente hacia los perros, que cada vez cerraban más el perímetro donde tenían encerrada a la gatita. Ella era pequeña y se escapaba con habilidad por entre sus patas. Pero no sabía si podría seguir por demasiado tiempo más...
Tomando una resolución inmediata, sacó su varita y la apuntó con seguridad hacia el grupo de animales, utilizando el encantamiento aturdidor. Pero el hechizo no golpeó contra un perro como él lo había previsto, sino contra la hierba, en el lugar exacto en que sólo milésimas de segundo atrás había estado la gata. Hermione ahogó un grito y bajó la varita de Draco con una mano.
-La vas a golpear... -le dijo. ¿Qué demonios pretendía que hiciera entonces? Los animales se movían muy rápido, y parecían haber llegado a un punto en que adivinaban los movimientos de la felina. Cuando Draco vio que uno de los perros bajaba su hocico hacia la gata, sabiendo lo que pasaría entonces, tomó la nuca de Hermione con una mano y ocultó su rostro en su propio cuello, para que no lo presenciara.
Y un agudo maullido rasgó el aire.
-¡No! -volvió a gritar Hermione, intentado librarse de Draco, pero él la hizo voltearse y comenzó a caminar, arrastrándola con él- ¿Está bien? -preguntó Hermione desesperada. Era su propia fuerza la que mantenía su cabeza oculta ahora- ¿No le pasó nada? -Draco miró por sobre su hombro. Los tres perros habían desaparecido, pero sus ladridos se escuchaban a la distancia. En el lugar donde habían estado peleando, la hierba estaba manchada de sangre.
-Sí... -dijo Draco, sintiendo un nudo en la garganta- Sí, creo que... que se subió a un árbol y... y escapó... creo que está... que está bien...
Hermione subió una mano y oprimió la tela de la túnica de Draco del pecho, volviendo a sollozar. Sabía que era mentira.
Cuando entraron a una de las callejas céntricas, ella se separó, secándose los ojos con su túnica. Draco la observó recargarse contra una pared y colocar sus manos sobre sus rodillas flexionadas, bajando la cabeza y tomando aire.
-Cuán intenso... -comentó Draco, tratando de alivianar las cosas. Hermione no respondió. Su respiración seguía siendo rauda- Seguro que está bien, Hermione... -dijo él. No era muy bueno con estas cosas. Recordaba el día que el perro de Pansy había muerto. Era un pastor inglés de más de quince años, viejo y arruinado. Era su hora, no había nada más que hacer. Pero Pansy lloró y lloró. Y Draco sólo la palmeaba en su espalda, sintiéndose torpe. Claro que Pansy entonces tenía doce años...
-No importa... -dijo de repente Hermione. Alzó su rostro y mostró sus ojos hinchados. No era sólo por la gatita que estaba llorando- Ahora ya se convirtió en uno más de los gatos muertos en las calles... ¿verdad Draco? Otro sucio gato de la calle menos... -lo crucificó con su mirada, entornando los ojos. Draco ladeó su cabeza y suspiró en un ruego.
-Jamás fue eso lo que quise decir... -se defendió. Hermione rodó los ojos y volvió a emprender la marcha, adentrándose en la calle principal- Hermione... -llamó Draco. Todo arruinado. Una vez más.
Y antes de que pudiera alcanzarla ya había entrado a Zonko, donde Draco vio, por la ventana, que la recibían Harry y Ron.
-Maldición... -dijo por lo bajo. Sacudió su cabeza y se puso a andar, metiendo sus manos en los bolsillos, sin devolver ninguno de los saludos que muchachos alegres y chicas esperanzadas le dirigían.
∞∞∞∞∞∞∞∞∞∞∞
Hermione se recostó en su cama, boca abajo, y hundió su cabeza en la almohada.
La sensación de frescura que sólo un baño recién dado puede dar se extendía por todo su cuerpo. Girando su rostro hacia un costado, quitó con una mano la toalla que aun envolvía sus cabellos y la revoleó hacia la silla que acompañaba su escritorio. Varias gotas de agua mojaron las sábanas de su cabecera.
No se molestó en peinarse.
Ese había sido un día largo. Y le alegraba que hubiera acabado. Le alegraba haber podido inventar una excusa y saltarse la cena.
Suspirando, estiró un brazo y tomó de su mesita de luz un rollo de pergamino y su tintero con su pluma. Desenrolló el pergamino y comenzó a releer su ensayo de Pociones, necesitado de cambios y correcciones. Apoyó un codo en su almohada y su mentón en el puño, cuidando que su pelo mojado no corriese la tinta. La tarea era una de las pocas cosas que la hacían no pensar. Pensar podía ser extremadamente complicado.
Hubo un suave golpe en la puerta.
Hermione frunció el entrecejo y miró por sobre su hombro, como si la pared pudiera hacerse invisible y pudiera ver quién había llamado. Pero no era necesario. Era Draco. Debía ser Draco. Era el único aparte de ella que estaría allí a esas horas. Y no estaba muy segura de si quería verlo. Lo ocurrido en Hogsmeade más temprano aun estaba muy fresco en su memoria como para que se lo recordaran ya.
Decidió ignorarlo. Hacerse la dormida. Pero hubo otro golpe en la puerta, y Hermione lo pensó dos veces. O no, en realidad, porque casi de inmediato bufó molesta y dijo con voz fastidiada:
-Adelante -antes de que la puerta se abriera ya había vuelto sus ojos al pergamino. Distinguió el sonido de las bisagras al cerrarse y del picaporte al volver a su lugar original, pero pasaron varios segundos y no oyó nada más.
Que hablara él. Él había entrado. Él quería hablar. Que hablara él.
Destapó su tintero y mojó allí la pluma. Tachó varias palabras en un mismo párrafo y siguió leyendo más abajo. Y su reloj seguía marcando los segundos.
¿Por qué no decía nada?
Su curiosidad estuvo a punto de vencer a su enojo, y cuando ya había apoyado la pluma sobre el pergamino para girar su cabeza, oyó los inconfundibles pasos de alguien caminando por la mullida alfombra de su habitación. Y lo siguiente que vio fue que un libro caía sobre su almohada. Pero aun no levantó la vista.
-Te lo habías olvidado en La Casa de los Gritos -dijo Draco. Su voz era suave.
Hermione guardó el libro bajo su almohada y articuló un secogracias. Continuó leyendo. Draco ya se iría. Ya le había dado el libro.
Volvió el silencio.
¿Por qué había vuelto a La Casa de los Gritos? No era que él se hubiera olvidado nada allí. ¿Acaso sólo quería disfrutar del sadismo de saber que una inocente gatita había muerto allí, o había ido a recuperar su libro? Ambas opciones eran tentadoras para Hermione a la hora de elegir cuál creer.
Se dio cuenta que intentar concentrarse sabiendo que Draco estaba de pie a los pies de su cama no era sencillo. Y de hecho, Hermione comprobó que había leído la misma oración sin hallarle ningún sentido.
-¿Sólo has venido a darme el libro? -preguntó entonces, tapando su tintero.
-Sí... -dijo Draco. Había algo en su tono que le hizo pensar a Hermione que se estaba burlando- Y además, había alguien que quería verte...
El entrecejo de Hermione se frunció mientras, al fin, giraba la cabeza para dirigirle a Draco una mirada de extrañeza. Y sus ojos se dilataron de repente.
Draco tenía en brazos, dormida, a la pequeña gatita blanca y negra. Estaba completamente sana, a excepción de un vendaje bastante grande en una de sus patas traseras.
Hermione soltó una exclamación de júbilo y ternura al tiempo que se volteaba sobre las sábanas para poder llegar hasta el animal. Draco se sentó a los pies de la cama para que ella pudiera acariciarla.
-¿Qué sucedió? -preguntó la chica en un susurro, como si temiera despertar a la herida, mirando a Draco intensamente. Una de sus manos ya acariciaba la cabeza de la gata- Pensé que la habían matado... -Draco sonrió.
-Yo también lo pensaba -reconoció, frunciendo un hombro, como si le avergonzara decir aquello.
-¿Y cómo la hallaste, entonces? -volvió a preguntar ella, sin poder evitar sonreír también. Draco dudó antes de responder.
-Volví a La Casa de los Gritos... -dijo- para recoger tu libro... -se detuvo, mirando Hermione cauteloso. Ella alzó las cejas al oír aquello. Era desestresante poder creer eso- Y entonces escuché un débil maullido. Y la encontré subida en un árbol. Después de todo no te había mentido... Se pudo escapar de los perros... -Hermione mantuvo sus ojos sobre Draco un buen rato, frotando la cabeza de la gata ahora despierta y ronroneante. El muchacho parpadeó más de la cuenta, sin saber qué más hacer, no muy seguro de si devolverle la mirada o no. Pero entonces Hermione bajó su cabeza hasta juntar sus labios con el lomo de la gata.
-Eres una minina suertuda... -le dijo en un balbuceo como el que se usa con los bebés.
-Sí que lo es... -apoyó Draco, acariciándola él también ahora- Cuando la hallé tenía una herida bastante fea en su patita, pero la envolví de inmediato con mi pañuelo. Y cuando llegué al castillo le pedí a Madam Pomfrey que la curara. Me dijo que no había ningún hueso roto y que no debía preocuparme.
Hermione se corrió el pelo cuando unas gotas de agua cayeron sobre la gata. Se mordió el labio, aun sin poder borrar su sonrisa, y la acarició tras las orejas. Se sentía raramente como si de repente todo estuviera bien. Pero entonces...
-Draco... -dijo, su voz triste y apagada. Él no contestó. Esperó a que siguiera sola- ¿Por qué la trajiste? Sabes que no puede quedarse...
-¿Por qué no? -preguntó ahora Draco, un poco a la defensiva.
-Tú sabes por qué no... -respondió ella, sin quitar sus ojos del rostro puntiagudo del animal- Un alumno no puede tener más de una mascota... y yo ya tengo a Crookshanks y...
-¿Y quién dijo que la traje para ti? -inquirió Draco. Hermione casi pudo escuchar la sonrisa en su pregunta.
-Pero... -comenzó ella sin comprender, levantando la vista- Tú dijiste que... yo no sabía que tú... ¿Tú? -Draco soltó una carcajada.
-Creí que ya era hora de que me consiga una mascota. Ya sabes, Blaise no puede ocupar ese cargo y el de mi mejor amigo al mismo tiempo... -bromeó. Hermione dejó que las puntas de sus labios se curvaran para arriba, a punto de sonreír.
-¿Te quedarás con la gata? -le preguntó. Sonaba demasiado surreal para que fuera cierto. Draco dudó unos instantes.
-Eso es lo que le diremos a McGonagall... -dijo- Pero por supuesto que no dormirá en mi cama... además, lo más probable es que esté más cómoda aquí... -y palmeó las sábanas de la cama de Hermione. Hermione alzó sus cejas y respiró profundamente, previendo una exaltación de alegría.
-¿De veras? -le preguntó. Su rostro debía de verse muy gracioso, tratando de evitar la sonrisa y haciendo esfuerzo por no olvidarse de respirar.
-De veras -aseguró Draco, sin reprimir el regocijo que le significaba ver el resultado de todo aquello. Los ojos de Hermione centellaron.
-Bien... -dijo en un tono que intentó ser indiferente. La gata salió de los brazos de Draco y se acomodó en el regazo de la chica, como más temprano lo había hecho- Hay que pensarle un nombre... -dijo Hermione acariciándole la barbilla y tomando por sorpresa a Draco.
-Sí... claro... -farfulló. No podía decir que supiera cómo proceder con este tipo de cosas. Hermione levantó a la gata por las patas delanteras y examinó su rostro detenidamente, como si pudiera hallar el nombre grabado en algún lugar de su cuerpo.
-Podríamos llamarla Lucky (N/A suertuda, afortunada). Ya sabes, tuvo tremenda suerte al salvarse de esos perros... -Draco asintió, tratando de no reír- Pero es un nombre terriblemente trillado... ¿No lo crees?
-Ehm... sí... -respondió él, desorientado al verse de repente consultado sobre algo (una de las pocas cosas en el mundo) de lo que no tenía idea. Hermione hizo un puchero al oír su lacónica respuesta, pero pensó que no valía la pena discutir por ello, así que continuó observándola.
-Chessboard... -dijo de súbito, evidentemente emocionada. (N/A Tablero de ajedrez. Diccionario E/I Lianis™)
-¿Qué? -preguntó Draco. Seguro que había oído mal.
-Chessboard... ¿no lo ves? Queda perfecto... -Draco alzó una ceja mirando a Hermione, esperando que riera que le dijera que era una broma.
-Prefería Lucky... -dijo entonces, al ver la seriedad, irónicamente, del asunto.
-Oh... cállate... -le espetó Hermione sin dejar que la falta de entusiasmo de Draco obnubilara el de ella- Es perfecto. Es blanca y negra, con manchas cuadradas, como un tablero de ajedrez. Es ocurrente y muy divertido, aunque esté mal que yo lo diga -se volvió a la gata y rascó su cabeza-. Hola Chessboard... -saludó alegremente- Espera a que conozca a Crookshanks... -le dijo a Draco sonriendo sin ningún reparo.
Draco dudaba que ese gato salvaje y ya muy viejo fuera a estar feliz con una intrusa acaparando la atención de su ama, pero prefirió dejar que Hermione lo descubriera por su cuenta. Frunciendo el ceño, colocó un dedo bajo la barbilla de Chessboard para mirarla. Sus orejas caídas, su nariz puntiaguda y bien rosa, su boca abriéndose y cerrándose como si estuviera pastando...
-Parece una vaca... -declaró. Hermione corrió a la gata, molesta.
-No parece una vaca... -contradijo- No lo escuches, Chessie, no eres una vaca... -pero Chessboard se había bajado de sus brazos y había llegado rengueando hasta Draco, colocando sus patas delanteras en su pecho y maullando mucho más que antes. Draco dilató sus ojos y miró a Hermione, esperando que ella le dijera qué hacer, o que eso era algo normal y que se quedara tranquilo. Pero Hermione parecía tan confundida como él. ¿Sería posible que...?
-¿Vaca...? -probó Draco. La gata volvió a maullar. Draco rió- Confirmado... -dijo- Prefiere ese nombre antes que Chessboard..
-Claro que no... -discutió Hermione- Ya verás... Ven aquí Chessboard... Chessie... -llamó chasqueando sus dedos sobre su regazo para que la gata regresara allí. Draco sonrió divertido- Ven Chessboard... ven niña... Chessboard, ven aquí... -pero no obtuvo ninguna respuesta más que un ladeo de cabeza de la gata, como si no entendiera lo que quería. Hermione bufó- Ven... Vaca... -dijo a regañadientes. Y entonces la gata volvió a maullar y se acercó hasta Hermione, enroscándose sobre sus piernas flexionadas. Hermione hizo otro puchero.
-Creo que no quedan dudas... -dijo Draco, acariciando a Vaca en su cabeza. Hermione le hizo una mueca de fastidio.
-Pues yo seguiré intentando con Chessboard. La pobre merece tener un nombre decente... -y bajó su mano para unirla a la de Draco en las atenciones hacia la gata.
-Como gustes... -dijo Draco inmutable, aun sonriendo.
Quedaron en silencio, ambos sentados en la cama, con sus pies colgando hasta el suelo. Vaca había empezado a ronronear una vez más, y el tranquilizante sonido cada vez se hacía más fuerte. Por la ventana el cielo se veía oscuro y limpio, con blancas estrellas resaltando en el mar de azul.
Draco no se había ido. Eso significaba sólo una cosa.
Hermione no tenía nada para decir. Y tampoco quería. Mas sí quería que él dijera aquello. Y sabía que él también quería. Pero había algo mucho más grande y coaccionante que el hecho de saberlo o no de por medio. Así que era su humildad lo que estaba a prueba. Y su coraje. Porque requería mucha valentía de su parte. Pero ella no podía hacer nada. No quería hacer nada. Debía ganárselo solo.
La mano de Draco en el lomo de la gata se acercaba peligrosamente a la de Hermione, quien, o no se daba cuenta, o, y pensar esto era reconfortante para el muchacho, no le importaba. Y él continuó, con lentos círculos por sobre el pelaje de Vaca, subiendo su mano hasta la cabeza, donde sus dedos rozaban las flácidas orejas, hasta la base de su cola, larga y enroscada contra sus propias patas.
Su corazón se aceleraba cada vez que su mano pasaba por algún lugar aun cálido, donde la mano de Hermione había estado instantes atrás. Estaba esperando una señal. No podía dejar que pasara de ese momento. Y cuando sus meñiques se tocaron, apenas la punta del dedo, Draco dejó de respirar por lo que pareció una eternidad, con todo su mundo conocido obligándolo a dejarse ser, por una vez en su vida.
-Lo siento...
Las palabras sonaron como si no lo hubieran sido. Como si hubieran sido extensiones del pacífico viento que bailaba del otro lado de los paneles de las ventanas. Como si hubieran estado implícitas en la simple estadía. Como si hubiera sido una verdad desde hace mucho sabida y gloriosamente reinventada.
Era curioso.
No parecía que hubieran sido dos palabras. Habían sido dos mil para Draco. Dos millones. Y ahora su garganta estaba serena, en paz consigo misma.
La respuesta de Hermione no llegó nunca. Pero él sabía que estaba oculta detrás de esa imperceptible sonrisa que sus labios habían dibujado y que la penumbra de la habitación había fallado en ocultar. No hacía falta aclarar demasiado.
Es fácil comenzar a arreglar algo roto; sólo hay que levantar los trozos del suelo. Lo complicado viene cuando hay que unirlos. Sería un trabajo difícil para Draco. Pero, por suerte, Hermione estaba dispuesta a ayudar.
Y cuando cerca de media hora después, tiempo en el cual no se dijo nada más, Hermione recostó su cabeza en la almohada, dormida, con Vaca sobre su pecho, Draco se levantó en silencio de la cama, y cerró la puerta cuidando de no hacer ruido, para no despertar a ninguna de las dos.
