DISCLAIMER

Todo lo que reconozcan fue creado y pertenece por y a JK Rowling.

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Sangre de Dragón

by Lianis

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Capítulo X: Comienza la cocción: esporas de postre

Draco dio otra vuelta a su bufanda mientras su entrecejo se fruncía aun más. Si ya de por sí detestaba los invernaderos de día, llegó a la conclusión de que los odiaba de noche. El lugar era frío, húmedo, oscuro... ¿Qué es lo que veían de emocionante en todo aquello las demás personas que allí estaban?

Pasando su peso de un pie al otro para asegurarse que su sangre no dejara de llegar hasta allí, le envió a Hermione, de pie a su lado, una mirada asesina como único método para descargar su enojo. Pero él había sido el verdadero culpable por haberse dejado convencer por ella de ser parte de aquella actividad de ánimos escolares.

Serían en total veinte las personas que se habían agrupado en el invernadero cinco esa noche. Formaban una gran ronda en torno a una pequeña mesa de madera sobre la cual descansaba un biombo de cristal, dentro del cual se hallaba una planta con sólo un brote. Una flor de proporciones bastante más grandes que una flor normal, que estaba cerrada. La profesora Sprout tenía su raído sombrero en sus manos y lo giraba, visiblemente emocionada, sin quitar sus ojos del biombo.

Draco estiró su mano izquierda para ver su reloj, y al comprobar que eran ya más de las dos de la mañana maldijo para sus adentros. Dio un paso disimulado hacia Hermione, hasta quedar tan cerca de ella que sólo debió inclinar apenas su cabeza para murmurar en su oído.

-¿Puedes explicarme otra vez qué estamos haciendo aquí? -Hermione, quien hasta ese momento había estado mirando aquella extraña flor casi con tanta pasión que la profesora Sprout, sufrió un pequeño sobresalto al oír a Draco. Giró imperceptiblemente su cabeza para susurrarle en respuesta. El clima del lugar era casi sagrado como para quebrarlo con simples palabras.

-Te lo dije ya millones de veces... -le dijo impaciente por la comisura de sus labios.

-¿Sabes qué hora es? -le preguntó Draco bastante molesto- ¿Sabes que tuve práctica de Quidditch y que ayer a la noche me quedé despierto hasta tarde haciendo el estúpido informe que McGonagall nos pidió sobre las irregularidades de los alumnos? Y aun así, estoy aquí. Así que lo mínimo que merezco es que me expliques qué demonios estamos esperando.

Hermione le sonrió a Hannah Abbot, de pie a poca distancia de ellos, ya que los estaba observando curiosa, y luego se volvió a Draco para enseñar una expresión mucho menos agradable.

-Presta atención -comenzó-. ¿Ves la planta que está dentro del biombo? -elevó apenas su dedo para señalar- ¿La planta que ninguno de los presentes, excepto tú, evidentemente, ha dejado de contemplar anhelante y que está ubicada justo en el centro del lugar, la planta que es el único motivo de esta...?

-Sí, Granger, ya la vi... -interrumpió Draco- Ya sé que nos reunimos para ver esa sosa planta...

-No es sosa... -se quejó Hermione en un susurro tan frenético que varios profesores voltearon a mirarla. Ella les sonrió condescendientemente y esperó que volvieran su atención al biombo antes de seguir- Esa planta se llama CkelebanaAnagallis Perennius. Es originaria de los países de Latinoamérica. Es extremadamente rara y muy buscada por todos los botánicos, ya que su forma de reproducción no es lo que se dice normal. Sólo una de cada treinta Ckelebanas da semillas, así que puedes imaginarte por qué hay tanta emoción alrededor de esta...

-Gracias por aclararme todo eso... -le dijo Draco sarcástico- Sé que esos datos fascinantes salvarán mi vida algún día... -Hermione le hizo una mueca de fastidio.

-¿Y qué es lo que quieres saber entonces?

-Quiero saber qué demonios estamos esperando aquí...

-Si me hubieras dejado terminar podría habértelo explicado sin necesidad de tu hermosa demostración de tus habilidades sátiras... Ahora, escucha. La Ckelebana no tiene un ciclo de brote normal. Florece sólo una vez al año, cuando se cumple exactamente un año desde que se plantó. La profesora Sprout consiguió la semilla el curso anterior, y llevó la cuenta minusiosamente. Si los cálculos están correctos, lo cual no dudo, esta Ckelebana florecerá en unos minutos.

Draco guardó silencio, esperando a que continuara. Seguramente había más. Ese no podía ser el único motivo por el cual seguía despierto luego de un día infernal, encerrado en un invernadero. Pero al ver que Hermione no siguió hablando, lo hizo él, en un susurro contenido:

-¿Es decir que estamos aquí sólo para ver una flor?

-¿Sólo para ver una flor? -repitió Hermione si poder creer sus palabras- Draco... ¿te das cuanta de lo afortunados que somos al poder apreciar el florecimiento de una Ckelebana?

-Obviamente no...

-¿Sabes que poquísimas personas tiene ese privilegio? Cuando leí de la Ckelebana hace ya... no lo sé... creo que cinco años, lo primero que se me vino a la mente fue que jamás podría ver una, y ahora tener esta oportunidad... es... maravilloso...

-Creo que nuestro concepto de maravilloso no es muy parecido... -dijo Draco.

-Oh, Draco... ¿No lo entiendes? -preguntó Hermione casi jadeante. Quizás había sido por su tono de voz. Quizás había sido por cómo sus ojos brillaron emocionados. Quizás había sido porque era tarde y ya no tenía ganas de pelear. Por algún motivo, Draco de repente quiso dejarse convencer de que la Ckelebana era tan grandiosa como ella lo decía. Escuchó paciente- Las fotografías y los dibujos que hay de las Ckelebanas florecidas son realmente extasiantes. Pero leí que no son nada comparados a cuando se la ve en persona... Se dice que es como presenciar un nacimiento... es ser testigo de... de un milagro... ¿Crees que puedes darle una oportunidad? -esta última pregunta la hizo volteándose completamente, enfrentando a Draco de lleno. Sus manos estaban lazadas, como si estuviera rezando.

-Supongo... -respondió él, siendo aquello lo único que pudo articular. Hermione sonrió mordiéndose el labio, y volvió a mirar al biombo, más emocionada que antes. Y Draco aprovechó haber sido puesto a un lado para volver a respirar.

El invernadero se había vuelto, de repente, mucho más agradable. O por lo menos así lo sentía él, debiendo quitarse su bufanda ante una improvista oleada de calor.

Pasó sus ojos por todos los presentes. El único que no parecía encantado de estar allí era Snape, quien tenía su cabeza gacha y sus brazos cruzados. Y Draco sabía que debía estar dormitando. El resto de los profesores se mantenían rectos y seguros, a excepción de Sprout, que debió sentarse en una destartalada silla para no desmayarse.

Habían también varios alumnos, la mayoría parejas, por lo que vio Draco. Una pareja de séptimo de Hufflepuff, una chica de quinto de Gryffindor tomada de la mano con uno de sexto de Ravenclaw, y una pareja de sexto también, pero esta vez de Slytherin. Aparte de ellos sólo estaban Neville, quien jamás se perdería de algo relacionado a Botánica, y Ernie Macmillan, siempre dispuesto a quedar bien ante los ojos de los profesores y, sabía Draco, de Hermione.

-¿Por qué hay tantas parejas? -preguntó Draco inclinándose una vez más para susurrar en la oreja de Hermione. Ella dio una mirada general para comprobar que nadie estuviera mirando.

-Dicen que las parejas que presencian el florecimiento de una Ckelebana son felices eternamente... -murmuró. Draco pudo adivinar, por el tono de su voz, que Hermione creía tanto en eso como creía en la profesora Trelawney- Claro que lo que en verdad ocurre es que la flor libera unas esporas que trabajan en las hormonas, haciendo que las emociones se exalten...

-¿Quién lo hubiera dicho...? -dijo Draco mirando de arriba abajo a Ernie. El prefecto de Hufflepuff lo notó de inmediato y fijó sus ojos en el biombo, cuidando de no desviarlos.

-Oh, por Merlín... -jadeó la profesora Sprout levantándose de su silla y señalando al biombo con un dedo tembloroso. Todo el lugar fue recorrido por una ola de exitación. La Ckelebana había comenzado a moverse muy débilmente. Draco observó a todos, preguntándose que debía hacer a continuación. Pero ninguno parecía prestarle demasiada atención a nada más que a la flor.

-Draco... -susurró Hermione casi sin aliento. Y Draco sintió la mano de la chica prendiéndose de los bordes de las mangas de su túnica. El muchacho llevó sus ojos súbitamente dilatados hacia el rostro de Hermione.

-¿Qué? -preguntó con torpeza. Hermione le sonrió fugazmente y miró a la Ckelebana de inmediato, para darle a entender que mirara también. Aunque Draco jamás pudo hacer aquello.
Hermione tenía sus ojos completamente abiertos, con sus pupilas dilatadas y sus pestañas negras haciéndole una sombra natural. Su nariz estaba arrugada por su continua sonrisa, y estaba mordiéndose el labio inferior, conteniendo su euforia. Su cabello caía sobre sus hombros con pequeñas ondas, y enmarcaba su rostro ovalado. La luz perlada de la luna se filtraba por los vidrios del invernadero y rebotaba contra su piel dorada, dándole un aspecto de criatura divina. Y sus ojos centellaban, fijos sobre la Ckelebana.

Draco creyó que sus pulmones de repente se habían obstruido con algo. El aire no parecía ingresar a su cuerpo. Todo transcurría como en un sueño. Los movimientos eran en cámara lenta. Sus piernas se habían vuelto súbitamente pesadas.

Los labios de Hermione se separaron para dejar escapar un gemido de admiración, que se unió al gemido de todos los demás que sí estaban prestando atención. Draco sólo fue mitad conciente del flash de alguna cámara de fotos. Fue sólo mitad conciente del alboroto que se armó. Fue sólo mitad conciente de que la profesora McGonagall le pasaba a la profesora Sprout un pañuelo para que se secara sus lágrimas de felicidad. Y sólo fue completamente conciente de Hermione.

-¿No fue increíble? -le preguntó ella instantes después, girando su cabeza para mirarlo. Draco parpadeó y abrió y cerró su boca un par de veces. ¿Qué cosa había sido increíble? Oh, claro... la Ckelebana.

-Sí... -farfulló- Fue muy... muy... interesante... -Hermione soltó una risa y se alejó precipitadamente al ver a Flitwick frente a ella.

-Profesor... ¿Cree que podría darme algunas copias de las fotografías que tomó? -escuchó Draco que le preguntaba.

Todas las personas dentro del invernadero habían sido testigos de algo más allá de lo ordinario.
Y Draco, aunque no había visto florecer a la Ckelebana, también.

Veinte minutos más tarde, luego de que ya se hubiera discutido a fondo sobre todo lo discutible, y luego de que todos hubieran intercambiado opiniones sobre la Ckelebana florecida, emprendieron el camino de regreso al castillo.

Hermione se despidió de Neville en el cuarto piso y continuó su camino con Draco hasta su Sala Común. La chica aun seguía sonriendo de oreja a oreja, y continuamente repetía que eso sería algo que jamás se borraría de su mente.

-Es que es realmente hermosa... -dijo mientras caminaba de espaldas para poder observar a Draco enteramente. Parecía que tuviera kilos de cafeína en su organismo- Creo que no podré dormir en toda la noche...

-Pero mañana hay clases... -le recordó Draco, hablando por primera vez desde que abandonaron el invernadero.

-Sí, lo sé... es una forma de decir... Oh, Merlín... Harry y Ron no saben de lo que se perdieron...

Harry y Ron. Harry y Ron.

Draco estaba harto de oír hablar de Harry y Ron. Pero había aprendido a calmar sus celos. Debía calmar sus celos.

-¿Por qué no vinieron? -preguntó casualmente. Hermione frunció la comisura de sus labios.

-No son muy adeptos a lo que se llama el espíritu escolar...

Mantén la calma. Mantén la calma...

Inútil.

-Ya veo... y como te quedaste sin acompañantes me pediste a mí que te acompañara... Muy utilitario de tu parte, Hermione... -ella soltó una fresca risa que molestó a Draco. ¿Por qué se reía de algo tan serio como aquello?

-¿Qué estás diciendo? -le preguntó Hermione alegre- A ellos los invité luego de que te invité a ti...

Un momento...

Un momento...

-¿Me invitaste a mí primero? -preguntó Draco sorprendido. Hermione asintió, como si fuera lo más natural del mundo- ¿Por qué?

-¿Por qué qué?

-¿Por qué me invitaste a mí primero? -repitió. Había algo en aquella oración que sonaba mal. Algo estaba mal- ¿Te querías reír de mí al verme cayendo dormido sobre el piso del invernadero?

-Claro que no.

-¿Por qué, entonces? -Hermione continuó caminando, lazando sus manos tras su espalda, obviamente demorando la respuesta- Hermione... -apremió Draco andando a su lado.

-¿Pretendías que una pobre e indefensa doncella como yo regresara sola desde los confines de los invernaderos hasta su Sala Común a estas altas horas de la noche? -preguntó, llevándose una mano al pecho- Necesitaba de alguien que me escoltara... y siendo que tú vives conmigo, pues...

-Oh, por favor... -dijo Draco, escéptico- Como si no supiera de sobra que anteriormente has recorrido el castillo por las noches... -Hermione le sonrió y continuó caminando, adelantándose.

-¿Quieres saber la verdad? -le preguntó sin voltearse.

-¿Y por qué piensas que estuve acribillándote a preguntas? -inquirió Draco fastidiado. Hermione lo miró por sobre su hombro, ceñuda.

-¿Por qué siempre transformas todo en una discusión? -preguntó, ahora molesta.

-¿Yo? Yo no discutí en ningún momento... -se defendió Draco frunciendo un hombro como cualquier niño lo hubiera hecho. Hermione bufó.

-Oh, claro que sí... tú con tu tono burlesco y sarcasmo agresivo... ¿Por qué te es tan complicado hablar sin dobles sentidos? -la boca de Draco se abrió, indignado y algo dolido al saber que aquello era bastante cierto.

-¿Y qué hay de ti? Tú con tu tono de 'yo estoy bien y tú estás mal' vuelves loco a cualquiera... haces que el sarcasmo sea el único método de defensa...

-No hay nada de qué defenderse... -replicó Hermione acalorada.

-¿Nada? Contigo alrededor todo se vuelve una continua evaluación...

-Y contigo alrededor todo se vuelve una pelea...

Draco se detuvo, llevándose una mano al rostro y refregando sus ojos, suspirando.

-Mira... es tarde, me estoy muriendo de sueño, y por lo que veo, tu humor no es el mejor en estos momentos...

-Yo estaba de perfecto humor... -contradijo Hermione, ácida- Tú me hiciste enojar...

-Tú fuiste la que prácticamente me amenazó para que viniera a esta estupidez de esa... ridícula flor... -Hermione contrajo su rostro, ofendida, tomado el insulto hacia la Ckelebana como personal- Y ahora resulta ser que sólo lo hiciste porque sí... que no tenías un motivo real...

Hermione se cruzó de brazos y dio un paso hacia delante, entrecerrando los ojos fijos sobre Draco.

-¿Quieres saber por qué te invité? -Draco retrocedió, súbitamente nervioso.

-Sí... -balbuceó. Hermione guardó silencio unos segundos, escaneando el rostro del muchacho.

-Porque sabía que sería una experiencia única en la vida, y pensé que te gustaría. No pensé que te fuera a molestar. Mi intención no fue hacerte perder el tiempo. Lo siento.

Mh... debía haber escuchado mal. Y aun así... ¿Qué pasaría si la tomaba en sus brazos y la besaba en ese mismo momento, en ese corredor desierto, a las tres de la mañana?

-¿Pensaste que... que me... que me gustaría? -repitió. Hermione elevó su mentón con dignidad.

-Sí. Creí que tú lo apreciarías -descruzó sus brazos, y de repente se vio tan nerviosa como Draco-. Pensé que lo disfrutarías...

Sin dudas, algo sonaba extraño en todo aquello.

-Yo... -comenzó Draco. Las palabras se agrupaban en su boca, todas ansiosas de salir. Pero a la hora de hacerlo, ninguna daba el primer paso- Yo lo... quiero decir... yo sí lo disfruté...

-Pues déjame decirte que no se nota... -declaró ella, firme. Draco negó lentamente con su cabeza.

-Fue... -dijo con su voz más baja y profunda, sus ojos fijos sobre Hermione- Fue... hermoso... -Hermione parpadeó inocente, y una suave sonrisa apareció en sus labios.

-¿De veras? -preguntó en un susurro. Draco asintió. Ahora se sentía culpable de no haber visto el florecimiento de laCkelebana, cuando ella lo había invitado especialmente para eso.

Hermione se mordió el labio, algo incómoda, y continuó caminando. No dijeron nada más hasta que llegaron al retrato y debieron darle a Van la contraseña.

Crookshanks estaba dormido sobre uno de los sillones más cercanos al fuego, y Vaca estaba de pie en el suelo, tratando de cazar la cola del gato mayor, moviéndose perezosa por el aire. Hermione los saludó a los dos, rascando sus cabezas, y luego subió con Draco la escalera hacia los dormitorios.

-Buenas noches... -le deseó Draco cuando llegaron al rellano que dividía las escaleras.

-Buenas noches... -repitió ella. Draco se volteó, y ya había puesto un pie en el siguiente peldaño cuando sintió una tibia mano sobre su mejilla derecha, atrayendo su rostro hacia abajo. Y lo siguiente que supo fue que Hermione depositaba un sutil beso sobre su mejilla izquierda, para luego desaparecer escaleras arriba, entrando a su habitación.

Draco mantuvo su boca abierta por varios minutos, con sus ojos fijos en el lugar en que había visto el último trozo de túnica de Hermione desaparecer.

Debía conseguir más de esas esporas...

Rascándose la cabeza bastante confundido, continuó su camino hasta su dormitorio. Se sacó sus ropas descuidadamente, dejándolas esparcidas por el suelo, y se puso los pantalones de sus pijamas, dejando su torso desnudo. Tras una pequeña escala por el baño, se acostó en su cama, sabiendo que no tardaría hasta quedarse dormido.

Todo el asunto de ser Premio Anual... peor, todo el asunto de ser Premio Anual junto con Hermione era más que agotador. No sólo debía cumplir con sus obligaciones, sino que debía hacerlas bien. Excelentes, más del agrado de ella. Y no podía olvidarse de la carga monumental que llevaba sobre sus hombros: Draco Sangui ad Libitum. La poción estaba consumiendo la mayor parte de sus energías. Con todo esto, era un verdadero logro el que hubiera llegado en pie hasta su cama.

Su mejilla aun le ardía en el sitio donde Hermione lo había besado. ¿Había sido besado así alguna otra vez? Claro que recordaba otros besos... muchos... muuuuchos... (aunque no recordaba exactamente con quiénes habían sido), pero... oh... qué demonios... estaba demasiado cansado como para pensar. Su mente empezó a divagar, mientras se dormía gradualmente, viendo imágenes realmente extrañas, mezclando partes de la realidad con las que su subconciente le hacía creer como ciertas.

-Draco...

Y allí estaba. Alguna parte maligna de su cerebro le hacía creer que Hermione estaba del otro lado de la puerta, llamándolo. Merlín... necesitaba dormir. Rápido.

-Draco...

¿Era su subconsciente? Bueno... ¿qué importaba abrir los ojos, sólo para asegurarse? Claro que le costaba bastante aquella ordinaria tarea. Pasándose una mano por el rostro, suprimiendo un bostezo, esperó algún otro sonido que corroborara sus sospechas. Y entonces escuchó un suave golpe en la puerta.

-Adelante... -dijo incorporándose en la cama. ¿Cuánto tiempo había pasado desde que se despidió de Hermione en las escaleras? Y lo más alarmante... ¿qué podría querer ella, llamando a su habitación tan tarde?

La puerta se abrió y Draco debió cubrirse los ojos cuando un potente haz de luz le inundó la cara, recortando la silueta de Hermione. A duras penas distinguió que aun llevaba puesta su ropa. Tanteando, sacó su varita de bajo su almohada y con un simple movimiento la luz regresó al lugar. Tras otros pocos segundos de acostumbramiento ante esta nueva situación, Draco preguntó:

-¿Qué sucede? -y, deleitado, comprobó que Hermione tenía su rostro sonrojado, y que sus ojos evitaban (aunque no lo hicieran muy bien) su pecho. Bueno, era entendible incluso en ella. Draco sabía que sus pectorales eran siempre bien apreciados por las chicas. Bostezó a sus anchas, para que su torso se liberara más de las molestas sábanas y así Hermione pudiera tener una mejor visión de toda su gloria y esplendor.

Hermione vagó la vista por la habitación, recientemente iluminada, más que claramente cohibida.

-Lamento... lamento haberte despertado... -dijo con voz algo más aguda de lo normal- Sé que... que estabas muy cansado y que... bueno, que ya te hice perder tiempo y...

Era tan adorable cuando balbuceaba... seguro que cuando le dio aquel beso (estimulada por las hormonas de la Ckelebana, obvia y lamentablemente), no había evaluado la posibilidad de volver a verlo esa misma noche, sabiendo que pasarían varias horas que la prepararían mentalmente para enfrentarlo. Y allí estaba, con sus manos lazadas tras su espalda, rehuyendo... no sólo sus ojos...

-Hermione... -interrumpió Draco su intento de excusa. Ella se calló de súbito y oprimió sus labios, como si acabara de decir algo que no debía- No sucede nada. Ahora dime... ¿qué necesitabas? -ella tomó aire y se mordió el labio.

-Bueno... Draco... tengo un problema...

Diablos. Si Draco hubiera tenido un Galeon por cada vez que una chica se le había acercado con esa frase, asegurando que encontrarían la solución a su problema en su habitación, Draco tendría... bueno, muchos más Galeons de los que ya poseía. Claro que con Hermione no debía hacerse ilusiones. Aunque si por él fuese...

-¿Qué problema? -preguntó frunciendo el ceño, utilizando su tono de voz más honestamente preocupado. O lo más honestamente preocupado que le salía a las tres y media de la mañana.

-Es... en... en mi habitación...

Draco Malfoy Inc. Presenta...

Ecuaciones de una mente pervertida:

Habitación Tres y media de la mañana Hermione y un 'problema' Draco, da como resultado 'X' (donde X representa las fantasías del último término en cuestión).

¿Sería posible...?

No...

No. Seguía soñando.

-¿Qué sucede en tu habitación?

Hermione meneó la cabeza y suspiró resignada.

-Peeves -Oh, si... por supuesto...

Peeves.

¿Peeves?

X Peeves da como resultado E S C A L O F R Í O S . . .

-¿Peeves?

-Sí, él... bueno, está allí y... y no se quiere ir, y no puedo cambiarme porque... bueno, porque está allí... Y tampoco creo que se vaya a ir sin hacer escándalo para dejarme dormir...

Sin problemas. Él podía hacerle un lugar en su cama con mucho gusto. A Hermione, claro está, NO a Peeves...

-Y, yo pensé que quizás... si no es mucha molestia, que podrías ayudarme a sacarlo de allí...

¿Su mente de veras estaba tan podrida? Pobre Hermione... necesitada de una verdadera solución y él sólo fantaseando con una escena digna de una de esas novelas que leía su madre... (que, él sabía, no era más que pornografía disfrazada con palabras pomposas y exuberantes).

Se dio cuenta que había permanecido callado por varios segundos, sin quitar sus ojos de Hermione y pasando su lengua por sus labios. Debía ser desconcertante para ella, y evidentemente así era a juzgar por su curiosa expresión. Draco carraspeó, sintiendo un súbito calor en las mejillas, y se rascó la nuca, nervioso.

-Seré tu rescatador esta noche... -dijo, y forzó sus labios a que formaran una sonrisa. Hermione le sonrió también, tomando una punta de su falda y haciendo una reverencia adorable.

-¿Tienes como costumbre rescatar damiselas en peligro a altas horas de la noche?

-Define 'costumbre'... -fue su respuesta.

-¿Por qué de repente estás tan atento y caballeroso? -le preguntó Hermione, suspicaz- ¿Debo tener miedo?

-¿Y por qué crees eso? -ella se encogió de hombros y se apoyó contra una pared, con sus manos tras la espalda.

-El altruismo no es una característica muy fuerte en ti... -Draco alzó una ceja, sonriendo.

-¿Y por qué asumes que te ayudaré sin esperar nada a cambio? -Hermione frunció el entrecejo.

-¿Qué quieres decir? -fue Draco quien se encogió de hombros entonces.

-Tú misma lo dijiste. Ya me cobraré el favor... -acentuó su sonrisa- con intereses... -Hermione meneó la cabeza, frunciendo los labios.

-Si es así, Draco, ni te molestes en salir de la cama, porque no pienso darte... nada... -más rubor apareció de repente en sus mejillas. Draco se incorporó aun más, estudiándola detenidamente.

-¿Estoy volviéndome loco o Hermione Granger acaba de hacer una insinuación de carácter sexual? -Hermione dilató sus ojos mientras su boca se abría varios centímetros.

-Claro que no -contradijo acalorada-. Acabo de rechazar una insinuación de carácter sexual.

-¿Entonces estás diciendo que fui yo el que hizo la insinuación? -preguntó. Esto se estaba poniendo muy divertido.

-Algo... algo así... -respondió ella. Pobre niña. Lo más probable era que desease salir corriendo de allí en ese momento.

-¿Y por qué crees que esa fue mi intención? -Hermione parpadeó varias veces.

-No... no lo sé...

-Yo sólo dije que me lo cobraría... ¿por qué diste por sentado que aquello incluía algo que tuviera que ver con sexo?

-¡Tú fuiste el que dijo lo de 'carácter sexual' primero! -chilló Hermione.

-Sí, pero yo lo dije dando a entender que habías sido tú la que lo había insinuado...

-Lo cual era mentira... -Draco volvió a sonreír.

-De acuerdo... -dijo- Supongamos que te creo... dime... ¿habrías aceptado la insinuación si la hubiera hecho? -Hermione rodó los ojos.

-No te congraciaré con una respuesta -dijo.

-Mh... buen síntoma... por lo menos no es un no directo... -comentó Draco. Corrió las sábanas de su cama totalmente para ponerse de pie, y debió hacer mucho esfuerzo par no reír cuando notó cómo Hermione volvía a bajar la vista, creyendo que quizás su desnudez se extendía a las regiones más australes de su cuerpo también- Estoy decente en mis partes inferiores... -le dijo entonces, disfrutando aquello como hacía mucho que no disfrutaba nada- Claro que si me prefieres de otra forma... -y tomó la punta del cordón que ataba sus pantalones.

Hermione lo miró echando chispas por sus ojos, con sus mejillas completamente teñidas.

-¿Sabes qué, Draco Malfoy? Realmente te odio -Draco sonrió mientras comenzaba a caminar hacia ella.

-Bien... -dijo, y estiró una mano para despeinar a Hermione en su coronilla- El sentimiento es mutuo... -continuó caminando, procurando ser él quien precediera la marcha. Si bien los pantalones de sus pijamas no eran tan apretados como los del uniforme escolar, sabía que aquellos marcarían muy bien cualquier cosa que tuvieran para marcar (lo cual era mucho). Y Hermione se lo merecía, después de todo.

Sentía los ojos de la chica clavados en su espalda descubierta, y su ego creció enormemente. Eso era demasiado tentador como para no aprovecharlo...

-Estoy pensando en hacerme un tatuaje... -dijo, sin detenerse o voltearse.

-¿De veras? -preguntó ella modestamente interesada.

-Sí -respondió él-. Uno aquí... -estiró una mano para tocarse la parte superior de un omóplato- Una leyenda...

-¿Y qué diría? -Draco la miró por sobre su hombro, sonriendo insinuante.

-Mira cuanto quieras.

Estaba seguro de que si Hermione no hubiera sido tan educada y civilizada, hubiera tenido una demostración gratuita de cómo podía hacerlo sufrir mientras hacía un recuento verbal de todos los insultos conocidos. Pero, en vez de eso, sólo lo miró, altanera, y dijo:

-Camina.

Bueno... si ella lo pedía...

-¿Quieres que sacuda mi trasero un poco más?

-Sólo camina –qué divertido.

-Escúchame -dijo Draco cuando llegaron a la puerta de la habitación de Hermione-. Pase lo que pase allí adentro, déjame ser a mí el que maneje la situación -Hermione frunció el entrecejo.

-¿Por qué? -preguntó paranoica- ¿Qué es lo que puede llegar a pasar?

-Nada... no debes preocuparte... -la tranquilizó Draco- Es sólo que quizás mis... formas de operar no son lo que se dicen...ortodoxas... ¿comprendes?

-¿Por qué de repente siento que sería más inteligente de mi parte no dejarte entrar? -Draco hizo un gesto con su mano desvalorizando esa idea y entró a la habitación.

Peeves estaba flotando en el aire delante de una cajonera, dejándoles una no muy agradable vista de su trasero. Prácticamente tenía su cabeza metida dentro de uno de los cajones, y cuando escuchó la puerta apenas si los miró por entre sus piernas. Draco le hizo a Hermione una seña para que permaneciera callada.

-¿Encontraste algo interesante? -le preguntó a Peeves caminando hacia él, como si no hubiera nada raro en aquella situación. Por toda respuesta, Peeves lo miró, sonriendo maligno mostrando sus dientecitos, y le arrojó al rostro unas bragas rosas. Draco las atrapó antes de que se cayeran y las examinó placenteramente mientras una sonrisa igual a la del poltergeist aparecía en sus labios. Hermione se adelantó, gruñendo furiosa y le sacó la prenda a Draco de sus manos. Luego se encaminó rauda hacia el cajón y la guardó allí, quitando a Peeves con un empujón, y cerró el cajón con un movimiento de varita.

-Está de mal humor... -canturreó Peeves, revoloteando alrededor de ella.

-Por supuesto que estoy de mal humor -aceptó Hermione-. ¿Quién no estaría de mal humor contigo molestando en su habitación? -Draco suprimió la sonrisa en su boca cuando Hermione se volteó para mirarlo- Y se suponía que tú ayudarías, no que te convertirías en su cómplice... -le reprochó, haciendo un desesperado gesto hacia Peeves. Draco suspiró.

'Es que tu ropa interior me dejó sin habla...' Eso hubiera sido verdad.

-Métodos poco ortodoxos... -le recordó entre dientes. Y eso era pura patraña- Bueno, Peeves... -continuó, ahora dirigiéndose al poltergeist- Voy a tener que pedirte que te retires... -Peeves frunció su nariz.

-¿Por qué? -preguntó con voz chillona.

-Porque Hermione debe cambiarse -explicó. Peeves volvió a sonreír marcadamente.

-¿Y por qué crees que vine en un primer lugar? -esta vez, Draco no se molestó en ocultar la gracia que el comentario le había causado, pero cuidó de no cruzar sus ojos con los de Hermione, sabiendo que no vería nada agradable.

-Muy bien, Peeves... por supuesto que yo entiendo lo que quieres decir... pero lamento informarte que no puedo dejar que te quedes... -Peeves soltó un grito de protesta.

-Yo pensé que tú de todas las personas serías más comprensivo... -chilló. Draco debió morderse la lengua para no decir cuánto lo comprendía en realidad- Iba a lograr que se diera un baño, estúpido monigote...

-Ni en sueños, Peeves... -contradijo Hermione acalorada, adelantándose otra vez. Draco la alejó fácilmente con sólo un brazo.

-Hermione, preciosa... -le dijo, ignorando la cara de desconcierto de la chica ante ese apodo- Está bien darse un baño de vez en cuando... son las normas de higiene básicas. Incluso Blaise sabe que debe bañarse por lo menos una vez al mes...

Peeves soltó una risa chillona y se puso a patalear en el aire. Hermione bufó.

-Adelante... incentívalo a que siga... -dijo a Draco cruzándose de brazos.

-¿Entonces no te irás, Peeves? -preguntó Draco haciéndose oír por sobre la sobre actuada carcajada del poltergeist. Peeves negó con la cabeza repetidamente. Draco se encogió de hombros y frunció la comisura de sus labios- Hice lo que pude... -dijo volviéndose hacia Hermione. Hermione lo miró incrédula.

-¿Lo que pudiste? Draco, prácticamente lo invitaste a que se quedara... -Draco volvió a encogerse de hombros. Por supuesto que podría hacer que Peeves se fuera si en verdad lo quisiera, pero tenía frente a él una oportunidad única- ¿Y qué haré, entonces? -preguntó Hermione angustiada. Draco guardó silencio unos segundos, considerando las posibilidades.

-Bueno... para empezar -comenzó. Peeves había comenzado a revolotear por el aire, dormitando-, toma tu pijama y ve a cambiarte al baño.

-¿Y qué hay con Peeves? -volvió a preguntar Hermione.

-Yo controlaré que se quede aquí... ¿verdad que sí, Peeves? -dijo con voz infantil- ¿Verdad que serás un buen chico? -Peeves le sacó la lengua sonoramente, dejando escapar varias gotas de saliva. Hermione contempló a Draco unos instantes, con sus cejas alzadas, preguntándose si aquello era seguro o no. Al final, rodando los ojos, se dirigió a uno de los cajones y sacó de allí un bulto de ropa.

-Asegúrate de que no deje esta habitación... -dijo a Draco señalando a Peeves. El muchacho asintió. En cuanto la puerta del baño se cerró, Peeves voló como un bólido hasta el picaporte, posicionándose para ver por la rendija de la cerradura, pero no pasó ni una milésima de segundo que ya había sido levantado desde la parte trasera de su cuello por una mano de Draco.

-Oh, vamos... suéltame... -ordenó en un chillido- la chica ya no está aquí... ¿con quién te haces el buenito ahora? -Draco rodó los ojos y lo arrojó, alejándolo de la puerta- Vamos... mira, hagamos un trato... tú me dejas mirar y yo te cuento todo con increíbles detalles... -Draco fingió una risa. Como si en verdad lo necesitara...

Un par de minutos después la puerta del baño volvió a abrirse y Hermione entró una vez más a la habitación. Draco alzó una ceja al verla.

-¿No tienes pijamas normales? -le preguntó. Llevaba una camiseta de lo que Draco reconoció como un equipo de fútbol, un deporte muggle, que apenas si le cubría el trasero. Hermione, preocupada, se revisó a sí misma mirándose el cuerpo.

-¿Qué tiene de malo? -preguntó consternada. Draco suspiró pasándose una mano por el pelo.

-Mira... por más que a mí me encante que uses prendas tan libertinas, podrías cuidar de no usarlas cuando estamos tratando que este -señaló a Peeves, quien hizo una reverencia y le guiñó un ojo a Hermione- deje de comportarse como un depravado... -Hermione frunció el ceño y volvió a examinarse, más afligida aun.

-¿Libertina? -preguntó desesperada- ¿Para tanto? Sólo se me ven las piernas...

¿Sólo...? Oh, Merlín...

-Como sea... vamos... - le dijo Draco señalando hacia la salida.

-¿Dónde? -inquirió ella, no muy segura si confiar en él o no. Draco se adelantó y abrió la puerta, instándola a que saliera con una mano. Hermione lo hizo, no del todo convencida, y Draco cerró la puerta cuando él estuvo del lado de afuera también.

-A mi dormitorio -dijo entonces. Hermione se cruzó de brazos y lo contempló con las cejas arqueadas- ¿Qué? -preguntó él impaciente.

-¿La sutileza pasó de moda? -Draco bufó.

- dormirás en mi dormitorio, Hermione... -explicó- Yo dormiré en el tuyo, así Peeves no te molestará -Hermione se mordió el labio inferior, bastante cerca de la comisura, dudando.

-¿Por qué me dejarías dormir en tu dormitorio? -preguntó, algo escéptica. ¿Por qué? Oh, por nada... sólo para que sus almohadas se impregnaran con su perfume... Draco se consideraba un erudito en el campo de perfumes femeninos, pero le costaba horrores identificar el de Hermione. Así que:

a) usaba un perfume muggle extremadamente vulgar y barato, por lo tanto su refinada nariz no lo reconocía, o

b) no usaba perfume y lo que Draco olía cada vez que la tenía cerca era su aroma natural.

En su interior, Draco rogaba que fuera la primera opción. No lo haría verse tan patético, por lo menos. Pero por supuesto que sería la segunda. No sería extraño. Por más que resultara increíble que tan dulce aroma no costara montañas de Galeons. Maldita Hermione. Ojalá pasara más de un día sin bañarse.

-Bueno, mira... si no quieres dormir en mi dormitorio sólo dilo... -dijo Draco, frunciendo un hombro en lo que esperaba fuera una actitud de niño tierno y herido. Hermione negó con la cabeza, abriendo mucho sus ojos, y Draco hizo difíciles maniobras para no sonreír- Y yo no destruiré tu cuarto tampoco...

-No es que desconfíe de ti, Draco... pero... no lo sé... -Draco tomó aire, armándose de paciencia.

-¿Tienes una idea mejor? -Hermione calló unos segundos, meditando.

-Podríamos llamar a algún profesor...

-Sí, claro... Hermione, se acostaron hace apenas media hora, no creo que ninguno se vaya a poner muy feliz si vamos a despertarlos ahora... -razonó Draco. ¿Por qué debía ser tan cuestionadora?- Además -continuó, reacio a perder esta oportunidad-, imagínate cuán decepcionada estaría McGonagall si se enterase de que su alumna favorita no puede encargarse de un poltergeist... -Hermione dilató sus ojos, indignada.

-Sí que puedo... -afirmó- es sólo que... estoy cansada y... -Draco se permitió una sonrisa.

-Por supuesto que puedes... -concordó- Pero de allí a que McGonagall lo crea... -Hermione frunció su nariz y colocó sus manos en las caderas, observando a Draco por un buen rato.

-Bien... -aceptó al fin, derrotada. Draco asintió y le hizo un gesto con su brazo, invitándola a continuar caminando hacia su propio dormitorio. No se perdería en esta ocasión el placer de tener el puesto estratégico detrás de ella, porque, a decir verdad, no tenía nada en contra de los pijamas de Hermione.

-¿Así que Liverpool, eh? -le preguntó tras leer el escudo de la camiseta, mientras andaban por el estrecho corredor- Creía que serías más del tipo del Manchester... -Hermione lo miró por sobre su hombro con una expresión que connotaba puro desconcierto.

-¿Tú, el mayor anti-muggles del colegio, descendiente de una familia con alto linaje sanguíneo, sabes de fútbol, el deportemuggle por excelencia? -preguntó en un tono fingidamente de asombro.

-Ja, ja, Granger... no sabía que aspirabas al título de Reina del Sarcasmo... -Hermione rió.

-¿Puedes culparme, Malfoy?

-El que encuentre toda la cultura muggle colosalmente inferior no significa que sea un idiota y que no sepa nada de ella... -dijo Draco. Llegaron a la puerta de su dormitorio y él la abrió, sosteniéndosela para que entrase- Tú misma lo dijiste, el fútbol es el deporte más popular entre los muggles, tendría que vivir dentro de una sartén para no conocerlo...

-Mh... es bueno que lo reconozcas... -opinó Hermione, sentándose en los pies de la cama de Draco- De cualquier modo... ¿qué es eso de que creías que sería del tipo del Manchester? -Draco frunció la comisura de sus labios mientras se apoyaba contra el marco de la ventana.

-No lo sé... no daba la impresión de que fueras el tipo de chica que apoya a un equipo de una ciudad como Liverpool... ya sabes, una ciudad dura, de marineros y portuarios...

-En Manchester también hay puerto... -le recordó Hermione.

-Lo sé... pero además de puertos hay galerías de arte y museos y una orquesta y bibliotecas...

-También en Manchester... -volvió a acotar Hermione. Draco bufó.

-Bueno, Hermione, lo lamento... no sé por qué, pero te creía más del tipo de chica Manchester... -ella volvió a reír.

-Liverpool es una ciudad más brusca que Manchester, eso es verdad... -aceptó.

-Sí... brusca... -continuó Draco- con los desembarcos de los brutos irlandeses a cada minuto... -Hermione hizo un sonido de incomprensión.

-Creo que te quedaste atascado en la mitad de siglo equivocada... -bromeó- Si tanto quieres saber, la verdad es que mi papá se crió en Liverpool, y es un terrible (no exagero con el adjetivo) fanático de dicho equipo. Así que, cuando estuve en condiciones de elegir, se me presentaron dos opciones: o era del Liverpool, o iba buscando otro lugar donde pasar la noche... -Draco soltó una involuntaria carcajada- Bueno... no fue para tanto... Pero digamos que es una obligación Granger. Creo que mi papá se frustró al tener una hija como primogénito... mi primer regalo de cumpleaños fue un balón de fútbol...

-Qué historia tan triste... -dijo Draco llevándose una mano al pecho. Hermione rodó los ojos, sonriendo.

-Pero, más allá de la locura de mi padre, yo tengo decisión propia. Amo a Liverpool por ser la cuna de los Beatles... -observó a Draco con curiosidad- ¿Conoces a los Beatles?-Draco fingió una risa burlesca.

-Por supuesto que sí... George Harrison era mago... -Hermione abrió sus ojos sorprendentemente y juntó sus manos en su pecho.

-¿De veras? -preguntó sin aliento.

-No -respondió Draco, y se largó a reír ante la cara de la chica. Hermione hizo un puchero y le arrojó un almohadón a la cara.

-Idiota... -masculló- A ver... ¿Qué otras cosas muggles conoces?

-Montones... -mintió él con presunción. Hermione apoyó sus codos en sus rodillas y se inclinó hacia delante, mirándolo expectante.

-Sorpréndeme... -pidió. Oh, por Merlín... Podía sorprenderla cuantas veces quisiera... ¿De qué estaban hablando? Oh, cierto... los muggles...

-Bueno... -comenzó, estirando su dedo pulgar para comenzar una cuenta- Ehm... conozco... el fútbol...

-Ya lo habías nombrado...

-Sí, claro... -pasó una mano por su cabello, haciendo tiempo- Ehm... Los Beatles... -levantó el dedo índice. Hermione sonrió.

-Ya los habías nombrado... -Draco contuvo un gruñido.

-Bueno... mnh...

¿Qué demonios sabía él de los muggles? Nunca le habían importado absolutamente nada... maldición... si hubiera sabido que llegaría un momento en que le importaría tanto no admitir frente a alguien (frente a Hermione) que no sabía nada de los muggles, hubiera dejado que Pansy le mostrara esa estúpido ejemplar de Corazón de Bruja en el cual hacían un recuento de los muggles más atractivos...

-Eh... conozco a... a este actor... ¿cómo era su nombre?

-¿Un actor? -preguntó Hermione, bastante admirada.

-Sí... uno... no lo sé... con... la nariz y... -comenzó a hacer gestos bastante imprecisos con sus manos señalándose la cara- y los ojos...

-Bueno, esos son datos definitorios... -dijo Hermione- ¿No recuerdas si tenía una boca también? Eso resolvería el problema...- Draco le hizo una mímica de risa y continuó pensando.

-Tenía un nombre gracioso...

-¿Es británico? -preguntó Hermione.

-Sí... -respondió Draco- El pobre tenía aspecto de idiota... -Hermione suspiró.

-Draco, para ti casi todos tienen aspecto de idiota... ¿Era joven?

-Bastante...

-¿Cómo lo conoces? -volvió a preguntar ella.

-Lo vi en Corazón de Bruja... -contestó con aire ausente, tratando de recordar, pero se sobresaltó al oír la inesperada risa de Hermione- ¿Qué? -preguntó confundido.

-¿Lees Corazón de Bruja? -Draco dio un paso involuntario hacia atrás y frunció el entrecejo.

-Por supuesto que no -respondió con ímpetu- Pansy la lee... ella me la mostró...

-Ough... hubiera sido tan tierno de otra forma... -se lamentó Hermione, sólo para molestarlo- Ya sabes... el lado femenino de Draco Malfoy...

-¿Y este es el lado comediante de Hermione Granger? -parodió él, malhumorado. Hermione rió una vez más y se echó hacia atrás en la cama, apoyándose en las palmas de sus manos. Draco continuó pensando mientras se rascaba el cuello distraídamente- ¿Cómo era el nombre del maldito actor? -se preguntó a sí mismo- Creo que era algo como... Grand, o... o...

-¿Grant? -intentó Hermione, alzando sus cejas- ¿Hugh Grant?

-Ese... -confirmó Draco- Hugh Grant... -suspiró victorioso- Hasta nombre de idiota tiene... -Hermione arrugó su nariz y frunció sus labios, haciendo un gesto de desagrado- Y, a juzgar por esa cara -continuó Draco-, puede decirse que ese tipo no te gusta demasiado, por más que haya quedado entre los diez muggles más deseables... según los redactores de Corazón de Bruja... -se apresuró a agregar. Hermione se mordió el labio inferior, buscando las palabras exactas.

-Es que... -comenzó, no muy segura- tiene... tiene la cara como de vela derretida... -los ojos de Draco se dilataron al oír aquella original descripción. Se cruzó de brazos y observó a Hermione en silencio, arqueando una ceja- ¿Qué? -preguntó ella entonces encogiendo un hombro. Draco frunció el entrecejo, abrió la boca para decir algo, pero la volvió a cerrar, pensándolo mejor, y en su lugar sonrió, meneando la cabeza.

-Estás loca... -susurró. Hermione infló su pechó, satisfecha.

-Gracias... -dijo, y miró su reloj- Será mejor que me acueste de una vez, de otra forma mañana me quedaré dormida en las clases...

-Es verdad... -concordó Draco, de mala gana. Hermione se arrastró por sobre las mantas de la cama y se acostó, ocupando el lugar que Draco había ocupado un rato antes. Se tapó y acomodó la almohada bajo su cabeza.

-Draco... esta cama es realmente confortable... -dijo, cerrando los ojos y acomodándose un poco más, disfrutando la comodidad de su cuerpo.

-¿Mnh? -balbuceó Draco. La visión de Hermione acostada en su propia cama, con sus cabellos desparramados por entre sus sábanas, sus ojos cerrados y esa suave sonrisa en su rostro, habían sido suficientes para quitarle la habilidad del habla momentáneamente (o quizás de por vida, quién sabe...).

-Tu cama... -repitió Hermione- es muy cómoda...

-Sí es... es muy cómoda... -confirmó torpemente. Pero, por más cómoda que fuere, sabía que la noche siguiente se le haría muy larga y tortuosa.

-De todos modos... -dijo Hermione, pensativa- ¿Para qué viniste hasta aquí? No me hubiera perdido aunque viniera sola... -Draco cruzó un brazo por el frente de su pecho para rascarse la parte trasera de un hombro, nervioso.

-Vine para... para... -con un golpe de inspiración súbita, se adelantó hasta su cama y tomó uno de los almohadones que allí habían- Para buscar mi almohadón... no puedo dormir sin él... -Hermione alzó las cejas.

-¿De veras?

No.

-Sí. Bien... que descanses... -le deseó, y sostuvo la manija de la puerta listo para cerrarla en cuanto saliera.

-Muchas gracias, Draco... -le dijo Hermione sonriendo. Draco parpadeó. Seguro que era el cansancio y todo eso pero... ¿qué era lo que se decía en estos casos...? Oh, sí...

-De nada... -masculló, y salió de la habitación. Se apoyó con cuidado contra la puerta recién cerrada, cerrando los ojos y dejando escapar un largo y profundo suspiro. Ya no tenía tanto sueño... Debía comenzar a ponerle un límite a su falta de control en situaciones como aquellas...

Peeves seguía en el dormitorio de Hermione cuando Draco regresó, aun flotando en el aire y usando como una suerte de sombrero un sostén de la chica.

-¿Ya has regresado tan pronto? -le preguntó a Draco cuando éste entró- ¡Qué decepción! Creí que serías más inteligente y que...

-Peeves -le dijo Draco, con total calma, sacando su varita y apuntando alpoltergeist con ella, su otro brazo colgando al costado de su cuerpo, sosteniendo aun su almohadón-, una palabra más y créeme que lo lamentarás -y estirándose apenas un poco le quitó el sostén de la cabeza.

Peeves se alejó revoloteando haciendo una mueca bastante fea, y continuó flotando por los alrededores. Draco, decidido a no dejar que él le hiciera perder tiempo, resolvió ignorarlo mientras arrojaba el inútil almohadón al suelo. Se acercó a la cama, abrió las mantas, y sin demasiados preámbulos se recostó, apoyándose en sus codos, boca arriba.

-Tú eres aburrido... -le dijo Peeves entonces- me largo...

-Adiós -se despidió el muchacho sin darle importancia. Peeves una vez más le sacó la lengua, y desapareció con un suave ruido.

Draco suspiró otra vez más y paseó sus ojos por la habitación. En la mesita de luz de la cama de Hermione había una pequeña montaña de libros, a los que ella llamaría de lectura liviana para leer por las noches. Pero Draco no creía que tuvieran nada de livianos, a juzgar por los títulos complicados que tenían. Colgadas prolijamente en el perchero junto a la puerta, habían varias túnicas y capas, y algunas camisas del uniforme. En el escritorio, un rollo de pergamino estirado, con algún trabajo a mitad de hacer, y junto a éste, dentro de su estuche particular, estaba la insignia de Premio Anual de Hermione.

Draco sabía cuán cuidadosa era Hermione con sus cosas. Pulía su insignia muy seguido y la mantenía siempre en su lugar. Y él debió hacer esfuerzo por recordar dónde la había dejado cuando se la había quitado al bañarse esa tarde...

Eran muy distintos. Cualquier cosa dentro de esa habitación lo confirmaba. Era realmente un milagro que hubieran logrado llevarse bien. Pero, resolvió Draco mientras bostezaba y se acomodaba para dormir, él bien podría acostumbrarse a este tipo de milagros.

En el momento en que apoyó su cabeza en la almohada, Draco pudo sentir el característico aroma de Hermione, y la maldijo hacia sus adentros. Era muy extraño estar acostado en su cama. Las sábanas eran suaves y cálidas. Quién sabe si en épocas de calor, alguna noche agobiante, Hermione no habría dormido allí mismo con poquísima ropa. Esa cama también era muy cómoda, y con ese último pensamiento, sin que siquiera lo notara, Draco comenzó a adormecerse.

El sueño era uno de esos en los que uno sabe que está soñando, y aun así lo encuentra perfectamente natural. No era más que él mismo, caminando por el corredor del séptimo piso y entrando a la Sala de los Menesteres. Cuando abrió la puerta, encontró a Hermione arrodillada junto al caldero, usando su camiseta del Liverpool, revolviendo la poción. Y cuando ella vio a Draco, le sonrió e hizo una seña para que se acercase.

-¿Trajiste las esporas? -preguntó, estirando una mano para invitarlo a que se sentara junto a ella- Nunca podrás adivinar mi perfume si no las traes...

-Tuve que sacar a Peeves de tu cuarto -respondió Draco, colocándose en cuclillas a su lado. Hubo entonces un golpe en la puerta y ambos miraron hacia allí.

-¿Le dijiste a Peeves que estaríamos aquí? -preguntó Hermione.

-No... -dijo Draco, y abrió los ojos para notar que esa última palabra la había dicho realmente, y que estaban tocando la puerta del dormitorio de Hermione. Refregándose los ojos miró su reloj, y se dio cuenta que no habían pasado más de cinco minutos desde que se había acostado.

-Draco... -llamó en un susurro la voz de Hermione desde el pasillo.

-Pasa... -dijo Draco con voz ronca, irguiéndose una vez más. La puerta se abrió apenas y se asomó por el hueco la cabeza de Hermione- ¿Qué sucede? -preguntó Draco. Hermione se mordió el labio. Sus mejillas estaban coloreadas y era evidente su vergüenza.

-Lo siento Draco... -comenzó. Dio un paso hacia delante- Estoy tan apenada... debes pensar que soy una tonta y que no pienso en ti y en que estás cansado... oh, debes creer que soy una egoísta... pero mi intención no es...

-¿Qué sucede? -volvió a preguntar Draco, manteniéndose paciente. Hermione lo miró y tomó aire.

-Peeves está ahora en tu dormitorio... -dijo. Draco le mantuvo la mirada por unos segundos, asegurándose de que aquello no fuera una broma. Al final, al comprobar la veracidad de lo dicho, se echó hacia atrás, recostándose de nuevo con una mano sobre sus ojos, y rió por lo bajo- ¿Qué es gracioso? -preguntó Hermione, acercándose un poco más. Draco continuó riendo, meneando la cabeza.

-Vamos a tener que poner en marcha el plan B... -dijo. Hermione frunció el ceño.

-¿Cuál es el plan B? -Draco se puso de pie y sacó de la cama algunas mantas.

-Toma todas las mantas y almohadas que puedas. Tendremos que dormir en los sillones de abajo...

-¿Qué? -preguntó Hermione desesperada- ¿En los sillones?

-Sí. Y no critiques mis brillantes ideas. Vamos, si te portas bien dejaré que apoyes tu cabeza en mi pecho.

∞∞∞∞∞∞∞∞∞∞∞

No habían conseguido dormir ni una hora entera. Primero porque, sin que se dieran cuenta, pasaron largo rato sumergidos en una discusión sobre quién ocuparía el sofá más mullido, que luego derivó a quién usaría la manta más abrigada, pasando por cuál de los dos era el más friolento, que los llevó a hacer, sepa Merlín por qué, una lista de qué llevarían si debieran pasar un tiempo en una isla desierta. Luego de que Hermione hiciera un recuento de elementos extremadamente útiles, como una brújula o una carpa, Draco, dándole una mirada incrédula, sólo dijo:

-¿Y por qué tantas porquerías cuando con tu varita sola estás salvada? De hecho, una simple aparición y todo estaría resuelto... -Hermione había rodado los ojos para luego decir:

-Este juego jugado con magos pierde toda su gracia...

Una vez resuelto el asunto de los lugares (ambos en un sillón individual distinto, quedando los sofás olvidados, como pasaba con la mayoría de las cosas por las que discutían), no pasó más de un minuto desde que se dieron las buenas noches por tercera vez (aunque ya se iba haciendo de mañana), cuando a Draco se le ocurrió pedirle a Hermione otro almohadón, y cuando ella se lo pasó, lo golpeó con él sin querer en la cabeza, lo cual, por supuesto, generó una salvaje pelea de almohadas, almohadones, frazadas, y al final, cortesía de Draco y sacando a Hermione de sus casillas, agua.

Y en el momento en que su improvisado intento de prosas escatológicas (una vez más, idea de Draco) estaba llegando a su fin, mientras el cielo comenzaba ya a aclarar, ambos se quedaron dormidos, Draco en el suelo, con su cabeza sobre alguna túnica arrugada cuyo dueño quedó incierto luego de que el lugar se convirtiera en un campo de batalla, y Hermione, finalmente, en el sofá más mullido.

Cerca de una hora después Draco despertó con un desesperado grito de Hermione que clamaba algo así como que llegaría tarde a Runas Antiguas o quién sabe qué estupidez, poco importante para el muchacho en aquel momento. Y en vez de hacerle caso se acomodó un poco más en el ya de por sí incómodo suelo. Pero cuando le cayó un chorro de agua en el rostro, proveniente de la varita de Hermione, se levantó de un salto con un insulto en los labios.

Luego de que Hermione le explicara que lo había mojado sólo para que despertara y no porque quería continuar con su guerra de hacía un rato, Draco subió a cambiarse y entonces los dos abandonaron su Sala Común, dirigiéndose cada uno a su primera clase, resignando el desayuno de ese día.

-Te ves horrible -fue el saludo de Blaise cuando Draco se sentó junto a él en el aula de Encantamientos-. ¿Qué no dormiste en toda la noche? -Draco, por toda respuesta, le envió a su amigo una mirada que era bastante interpretable como 'vuelve a usar esa lengua y juro que te la arranco'.

Draco se quedó dormido más de una vez en el transcurso de las clases de la mañana, y, como tenía increíble hambre al no haber desayunado, fue al Comedor en el almuerzo, con el plan de comer a sorprendente velocidad para luego irse temprano al aula de Transformaciones y dormir allí un buen rato antes de que McGonagall llegara.

Pero cuando estaba a punto de abandonar el Comedor junto a Blaise, quien decidió acompañarlo para copiarse de Draco la tarea que no había hecho, la voz de Hermione llamándolo desde algún lugar a sus espaldas lo detuvo.

-¿Qué sucede? -le preguntó cuando la vio acercarse corriendo, excitada. Demasiado excitada para haber pasado una noche tan mala como la de él...

-Draco... hola Blaise... -saludó distraída al notar al otro Slytherin sonriéndole radiante- Draco, Pansy me contó que te quedaste dormido con Flitwick...

-Sí... -afirmó Draco, Hermione miró su reloj, aparentemente apurada.

-Bueno, ten... -y le entregó un pequeño frasquito con una sustancia amarillenta. Draco alzó una ceja, cuestionándola con la mirada- Poción revitalizante... -le dijo ella algo impaciente.

-Excelente... -exclamó Draco- Es exactamente lo que necesito en este momento...

-Sí, sí... lo sé... yo también debí tomar un poco... Porque... bueno, con Flitwick no hay demasiados problemas... pero McGonagall no te lo hará tan simple si te duermes en su clase...

Hizo un gesto con la mano para despedirse, pero entonces miró a Draco más detenidamente, examinándolo

-Una cosa es estar cansado... -dijo, y estiró una mano para acomodarle unos mechones de pelo algo parados, sin prestar atención a la cara desconcertada de Blaise o a varios pares de ojos que los miraban desde distintas partes del Gran Comedor- pero otra muy distinta es estar desprolijo porque sí...

Draco dejó que Hermione lo peinara, frunciendo la nariz y haciendo una mueca bastante parecida a la que haría un niño cuando su madre lo manda a lavarse las manos.

-Listo, como nuevo... -dijo Hermione, y acomodó brevemente la corbata del uniforme de Draco (sin sospechar que él se la desacomodaba adrede)- Bueno, hasta luego Draco... -se volvió a Blaise, que volvió a sonreírle mostrando todos sus blancos dientes, quizás esperando un poco de las atenciones dadas a su amigo. Hermione sólo apretó sus labios y le dijo:

-Emh... ¿Blaise...? Tienes... -señaló imprecisamente a la boca del muchacho- algo entre los dientes... -y se dio vuelta, regresando a la mesa de Gryffindor, dejando a Blaise con sus mejillas sonrosadas y a Draco riendo.

-No es gracioso -le dijo Blaise cuando entraron al aula de Transformaciones cinco minutos después.

-Sí que lo es... -contradijo Draco- Bastante hilarante a decir verdad... -Blaise rodó los ojos, aun escarbando sus dientes con una uña.

-Como sea... ¿vas a decirme de una buena vez qué fue lo que sucedió a la noche que los mantuvo a ti y a nuestra graciosa y ocurrente Princesa Gryffindor (quien, por cierto, no tiene consideración por el orgullo ajeno) al parecer demasiado ocupados como para dormir? -Draco se encogió de hombros.

-Un poco de esto, un poco de aquello... -Blaise alzó las cejas.

-¿Yesto o aquello tienen que ver con algo que pudiera interesarme?

-No lo sé... -dijo Draco, pensativo- ¿Te interesa el fútbol? -Blaise hizo una mueca de incomprensión.

-¿El qué? -preguntó. Draco se sentó en un escritorio, totalmente renovado tras beber la poción.

-Olvídalo... -Blaise se sentó en el escritorio de adelante, dado vuelta para continuar mirando a su amigo.

-¿Fútbol? -preguntó emocionado- ¿Así es como lo llama ella? -Draco sonrió, resignado.

-Sí, Blaise... por supuesto... -y sacó de su mochila la tarea de McGonagall, esperando con ella distraer a Blaise por un buen rato.

∞∞∞∞∞∞∞∞∞∞∞

El desayuno del sábado recibió a la mesa de Gryffindor con una sorpresa, aunque no se podía afirmar si desagradable o no. Cualquiera que mirara desde lejos, hubiera apostado su cabeza a qué allí habría algo interesantísimo, que le quitaría la seguridad a cualquier aventurero. Los cinco muchachos de séptimo, más Colin Creevey, estaban todos arrodillados en los bancos, juntando sus cabezas en torno a un recipiente donde había aparecido una sustancia desconocida para todos.

-Creo que es una especie de vudú o algo así... -opinó Dean inclinando el recipiente para comprobar la contextura de la mezcla. Ron se estiró por sobre la mesa y se lo quitó de las manos para examinarla más de cerca.

-Tiene un aspecto asqueroso... ¿será para comer realmente? -dijo poniendo una cara de asco, para que no quedaran dudas de que decía la verdad. Harry fue el siguiente en tomar el recipiente, con una actitud más valiente que el resto de los muchachos.

-Ron, pásame la cuchara... voy a servirme... -dijo. Todos los demás contuvieron el aliento.

-Harry... no deberías comer esta cosa hasta que no sepamos qué es... -le dijo Seamus, intentando quitárselo de las manos.

-Sí, Harry... -apoyó Colin- Mejor espera a que llegue Hermione... ella sabe de todo. Le preguntaremos primero.

-¿Qué le preguntarán a quién? -inquirió la voz de Hermione desde atrás. Todos se volvieron para mirarla mientras la chica se sentaba junto a Harry.

-¿Qué es esto? -le preguntó Ron, colocándole el recipiente con la misteriosa sustancia justo bajo sus narices. Hermione sintió un fortísimo olor en sus fosas nasales y se echó hacia atrás con una exclamación de desagrado.

-Sea lo que sea no debería estar al alcance de los seres humanos... -dijo, alejando el recipiente lo más que podía.

-¿Tú no sabes? -preguntó Neville angustiado- Y si ella no lo sabe... ¿quién lo sabrá? -preguntó volviéndose a sus amigos.

-Uh... Cárbido molido... -exclamó Parvaty emocionada, junto a Dean, tomando el recipiente. Muchas bocas se abrieron en descreimiento. Que Hermione no supiera algo ya era bastante. Pero que Parvaty lo supera en su lugar...

-¿Y cómo lo sabes? -le preguntó Ron desconfiado, viendo como Parvaty le mostraba la mezcla a Lavender. Parvaty rodó los ojos.

-En el verano anterior lo probamos con Padma en Canadá. Es excelente para la limpieza de cutis... -agregó volviéndose a Lavender. Todos suspiraron tranquilos al comprobar que el derroche de sabiduría de parte de Parvaty sólo estaba relacionado con, como Ron le diría luego a Harry, 'asuntos femeninos'- Hay algunos que incluso lo comen.. ¿Pueden creerlo? Mh... quizás pueda guardarme un poco para usar esta noche... -continuó Parvaty, comenzando a revolver en su bolso en busca de algún lugar donde guardar la mezcla.

-Parvaty, no -le dijo Hermione con firmeza, alejando el cárbido molido de la chica-. No puedes llevarte la comida de la mesa por este tipo de motivos tan estúpidos...

-Vamos, Hermione... no seas tan mala... -dijo Lavender, curiosa por probar este menjunje milagroso del que su amiga le hablaba.

-No -reafirmó Hermione-. Si a la noche sobró un poco pueden pedirlo en las cocinas. Pero hasta entonces, el... umh... ¿cárbido? Sí, el cárbido molido se queda aquí.

-Oh, pero Hermione... -saltó Colin con fingida dulzura- ¿No ves que estas dos realmente necesitan una buena limpieza de cutis? Mira... a Parvaty le salió una espinilla justo en la punta de la nariz... -una carcajada general llenó el aire mientras Parvaty sacaba de su bolso un pequeño espejito para revisar su nariz.

-Pequeño estúpido... -farfulló.

-No hay problema, linda, no tienes nada... -le aseguró Lavender, preocupada. Sabía que nadie hacía bien al meterse con estos temas tan delicados con respecto a Parvaty.

-Ja, ja, sí, claro... festéjenle la broma al pequeño chistoso... -lloriqueó Parvaty, al ver que los demás aun reían.

-Vamos... -le dijo Hermione conciliadora, estirándose por sobre la mesa para acariciar su mano- Sabes que en realidad ese... mejunje no sirve para nada... y no tienes una espinilla...

-Sí que sirve -contradijo Parvaty acalorada-. Hizo maravillas con Padma y conmigo...

-Y eso es mucho decir... -le susurró Colin a Hermione en el oído. Hermione procuró no volver a reír.

-Por favor, Parvaty... la mitad de estas cosas son patrañas para ganar oro... dime... ¿cuánto te salió el cárbido molido allí en Canadá? -Parvaty, sonrojándose, demoró la respuesta.

-Tres Galeons y once Sickles el frasquito... -dijo.

-¿Qué? -preguntó Ron, incrédulo- ¿Por esta porquería que los elfos domésticos te sirven de almuerzo?

-No es una porquería... -discutió Parvaty una vez más, ofendida- Es excelente... de hecho... -le sonrió a Hermione con descaro- Podríamos dejar que nuestra Premio Anual lo pruebe y que ella decida por nosotros...

-No gracias -dijo Hermione sin inmutarse.

-Oh... pero yo creo que te encantará, Hermione... -insistió Parvaty, y antes de que nadie lo advirtiera, sacó su varita de dentro de su bolso y apunto con ella el recipiente con el cárbido molido. Hermione dilató sus ojos y elevó un dedo amenazante mientras todos los demás de echaban hacia atrás precavidos y contemplaban con aprensión la varita de Parvaty.

-Parvaty, ni se te ocurra... -le advirtió Hermione. Pero la chica sólo acentuó su sonrisa y meneó su varita, produciendo que varias exclamaciones escaparan de varias bocas.

Hermione, como en cámara lenta, vio cómo una bola de la horrorosa mezcla salía disparada del recipiente y se precipitaba hacia su cabeza. Y, sorprendiéndose incluso a ella misma ante la inesperada velocidad de reacción y movimientos, se echó hacia un lado, cayendo parcialmente sobre Colin, y el proyectil le pasó junto a su cabeza, salpicando apenas su oreja.

Mantuvo su cabeza gacha unos segundos, esperando aun un segundo ataque. Tenía su frente apoyada contra un hombro de Colin y sus ojos fuertemente cerrados sin siquiera notarlo, en una actitud sumamente infantil. Con lentitud los abrió, y tomó conciencia de qué las risas, el murmullo de la charla y los ruidos de los cubiertos contra los platos habían cesado.

Curiosa, elevó la vista. Parvaty, Lavender, Seamus, Dean y Neville, todos sentados frente a ella, tenían sus ojos, completamente dilatados, clavados en algún punto tras su espalda. El rostro de Neville estaba muy pálido, y parecía estar conteniendo las ganas de llorar. Cambiando la curiosidad por el miedo, Hermione pasó su vista hacia Harry y Ron, quienes estaban mirando hacia el mismo lugar que los del grupo enfrentado, con ambas cejas alzadas y los labios apretados. Todos en la mesa de Gryffindor estaban mirando hacia allí, con expresiones muy parecidas en sus rostros. Y, por lo que Hermione pudo ver por el rabillo del ojo, en las otras mesas también.

Tragando saliva, sin saber muy bien qué esperar, volteó su cabeza.

Draco estaba parado allí, más pálido que Neville. La asquerosa bola de cárbido molido que Parvaty había hecho volar estaba toda desparramada en su pecho, dando el efecto de que se hubiera manchado (en increíble cantidad y modo) al comer. Justamente ese día había elegido para pasearse sin su túnica, por lo que, contra el blanco inmaculado de su camisa del uniforme, el repulsivo tono verdoso de la mezcla tenía un aspecto mucho más pútrido aun.

Draco tenía su cabeza inclinada casi contra su pecho, mirando el desastre sobre sí mismo. Tenía sus brazos algo separados del cuerpo, en la posición que se adopta cuando uno es atacado por algo de sorpresa.

Todos los integrantes de las cuatro mesas tenían sus ojos sobre él. Nadie hablaba, nadie se movía, pocos se atrevían a respirar. Y Hermione, ante tal situación, no pudo más que reír.

Al principio había intentado suprimirse, apretando sus labios como Harry y Ron lo hacían. Pero la visión de Draco, siempre tan impune e inalcanzable, cubierto de una pestilente y desagradable sustancia era demasiado.

Su risa salió de sus labios al principio suave, casi apagada, tapándose la boca con una mano. Pero aumentaba a cada segundo, sin poder contener la hilaridad que aquello le causaba. Todos se volvieron hacia ella, creyéndola loca o estúpida. Pero fue cuando Draco levantó la mirada de su pecho manchado para verla reír que ella debió obligarse a parar. Aunque... tarea difícil, si las hay...

Ahogó las últimas risas en una disimulada tos, mordiéndose el labio y sosteniéndole la mirada. Draco arqueó una ceja, cuestionándola con sus ojos, y dio un paso hacia delante. Y entonces Hermione supo que era hora de disculparse.

-Lo lamento, Draco... -dijo, sin poder evitar que pequeños residuos de risas acompañaran sus palabras- Es que Parvaty quería echarme el cárbido y yo, sepa Merlín cómo, pude esquivarlo, y no sabía que estarías allí y...

El brazo de Draco rozando la oreja que minutos atrás había rozado el cárbido la interrumpió. Draco se estiró por sobre la mesa, entre Hermione y Colin, ignorando las miradas intrigadas que todos le dirigían, y tomó el recipiente con el cárbido molido.

-Oh, no... -le dijo Hermione, adivinando sus intenciones- No, Draco, ni lo pienses. Fue sólo un accidente y...

Pero fue interrumpida una vez más. Draco hundió su mano entera en la mezcla, generando un asqueroso sonido, y de inmediato la sacó, sólo para limpiársela en la cabeza de Hermione, refregando el cárbido contra todos los cabellos de su coronilla. La chica, con los ojos cerrados otra vez, oyó a todos a su alrededor contener el aliento, y de inmediato el ruido del recipiente siendo apoyado en la mesa. Una fría sensación se extendió por su cabeza y el horrible olor volvió a golpearle la nariz.

Mientras gruesas y espesas gotas del cárbido se escurrían por su frente, Hermione elevó una mano para quitárselo de los ojos, y entonces miró a Draco, aun parado allí, cruzado de brazos y mirándola, sonriendo de una manera que no insinuaba nada más que una venganza consumada.

Hermione suspiró pesadamente. Se quitó un poco más de cárbido de la frente y, con su mejor sonrisa, le dijo a Seamus:

-Seamus... ¿podrías por favor pasarme la jarra con jugo? -el muchacho, que tenía su boca por el suelo y sus ojos desorbitados (igualando a casi todas las expresiones en el Comedor, aun observando la escena con avidez), asintió débilmente- Muchas gracias... -dijo Hermione cuando tuvo la jarra en sus manos. Se puso de pie con gracia, cuidando de no patear a Colin o a Harry, y enfrentó a Draco, aun sonriendo. Él parodió su sonrisa, sabiendo muy bien lo que tenía pensado hacer. Y él sabía muy bien que no tenía pensado detenerla.

Hermione se colocó de puntillas y elevó el brazo con la jarra, vaciando todo el jugo de calabaza sobre la rubia cabeza de Draco Malfoy.

Draco mantuvo su sonrisa hasta que la última gota hubo caído, aun cruzado de brazos, dejando que el jugo se escurriera por toda su cabeza, que mojara su camisa y que se mezclara con el cárbido. Obvió por completo los chillidos de algunas chicas, las exclamaciones de otras, y no hizo más que sonreírle a Hermione todo el tiempo.

Hermione dejó la jarra en la mesa y limpió sus manos una contra otra, como si acabara de llevar a cabo alguna tarea muy sucia pero gratificante. Entonces volvió a mirar a Draco que, igual que ella, estaba al borde de la carcajada. Ambos habían comenzado a temblar suavemente al intentar contener la risa. Ninguno de los dos seguía siendo conciente de que eran el centro de las miradas en el Comedor.

-¡GUERRA DE COMIDA! -alguien gritó desde algún lugar, y lo siguiente que supo Hermione fue que una pata de pollo pasaba volando junto a su cabeza.

-¿Qué? -preguntó escandalizada- ¡No, no, no! -chilló intentando que Ron volviera a sentarse en su lugar y que dejara el tomate relleno en su bandeja. Pero Ron no era el único. Todos en el Gran Comedor se habían puesto de pie y habían tomado el alimento que tuvieran más al alcance de su mano para arrojarlo al primer pobre diablo que viesen. Hermione comenzó a caminar de aquí para allá, quitándole a una chica un trozo de pan, sacándole a otro una cuchara utilizada como catapulta con puré de berenjenas- ¡Compórtense como gente madura! -le chilló a un alumno de quinto de Ravenclaw que estaba usando su boca como una práctica ametralladora de habas. Pero nadie la escuchaba, ya fuera porque no querían o porque no la oían tras el inmenso alboroto.

-Están siguiendo el ejemplo de sus Premios Anuales... -le dijo la alegre voz de Draco en su oído, señalando a Dennis Creevey, quien estaba vaciando otra jarra con jugo sobre su propia cabeza.

Hermione se volvió para enviarle a Draco una exasperada mirada.

-Ayúdame a hacer que se detengan... -le ordenó. Draco sólo respondió con una sonrisa. Otro trozo de alguna cosa (Hermione ya casi no podía reconocerlos) pasó volando por allí, listo para estrellarse contra ella, pero Draco la corrió justo a tiempo, haciendo que sólo rozara su cuello.

-Estos lares ya no son tan seguros... -dijo divertido y, tomándola de una mano, se metió bajo la mesa de Gryffindor, arrastrándola con él.

-Draco... -protestó Hermione intentando zafarse- Debemos detener esta locura...

-Creo que no... -dijo él, sentándose cómodamente en el suelo- Allí nuestra... emh... parcial limpieza... -decidió luego de autoexaminar su sucio aspecto- corre peligro... Somos blanco fácil para cualquier ataque de albóndigas o carne asada...

-Pero debemos detenerlos...

-Hermione... se detendrán solos cuando la comida se acabe... -Hermione bufó.

-Vaya lógica... -se mofó sardónica, mientras se cruzaba de brazos, gruñendo, y se sentaba junto a él. Draco vio por el rabillo del ojo como hacía un puchero, enojada.

-Esto quedará en la historia de Hogwarts... -comentó, riendo. Hermione alzó una ceja- Guerra de comida inspirada por la mismísima Premio Anual... mh... un chisme más que jugoso...

-¡Yo no inspiré esto! -negó Hermione con ahínco, tocándose el pecho con su índice, más fuerte de lo que hubiera deseado- ¡Tú fuiste el que lo causó!

-¿Yo? -preguntó Draco inocente- Yo sólo quería acercarme a preguntarte sobre los horarios de las patrullas de esta noche y de repente me vi vilmente atacado por la sustancia más repulsiva, malvada y detestable que pueda existir...

-Fue Parvaty... -le dijo Hermione oprimiendo sus dientes- Parvaty lanzó el cárbido... yo sólo lo esquivé...

-Ah... escapando a tu deber... ¿verdad? -continuó Draco- Por culpa de tu cobardía debí recibir tal castigo... -Hermione bufó otra vez, rodando los ojos. Draco sonrió- Oh... pero si te ves tan linda con esta porquería por tu cabeza... -dijo, dando suaves palmaditas sobre el cárbido que aun había en la cabeza de Hermione. Hermione quitó su mano, pero no pudo evitar que las comisuras de sus labios se curvaran hacia arriba (como sucedía casi siempre que Draco usaba aquel tono).

-Sí, bueno... debo admitir que tú no te ves tan mal bañado en jugo... -bromeó, despegando de su frente unos mechones de pelo mojado- Al menos ampliarás tu radio de conquistas: las moscas estarán encantadas siguiéndote...

Draco soltó una carcajada justo mientras una bola mucho mayor de cárbido se estrellaba en el suelo, más allá de debajo de la mesa.

-Suertudo el que esquivó eso... -dijo, y Hermione asintió.

De repente, todo el alboroto del Gran Comedor se detuvo, y se pudo sentir de inmediato un gélido clima. Ante el nuevo y sepulcral silencio, unos tacones enérgicos eran fácilmente audibles, y Draco y Hermione comprobaron, viendo sólo la parte inferior de su túnica, que la profesora McGonagall había llegado al centro del Comedor.

Si todos habían estado callados cuando veían a Draco cubierto de cárbido, ahora tenían sus bocas cosidas.

Hermione le envió a Draco una aterrada mirada, pero él sólo se encogió de hombros. Vieron cómo los pies de la profesora giraban, y casi podían oírla respirar agitada, echando vapor por sus fosas nasales. Hermione se mordió el labio, arrugando un borde de su túnica entre sus dedos.

-¿QUIÉN FUE? -gritó la profesora McGonagall, su voz haciendo eco contra las paredes. Sólo el silencio le respondió. Un silencio temeroso, cobarde. Dejó pasar varios segundos, para que el miedo y la culpa se apoderaran de todos.

-¿QUIÉN COMENZÓ ESTA BARBARIE? -Hermione volvió a mirar a Draco, pidiendo auxilio con su mirada. Draco negó con la cabeza y le hizo una seña para que se quedara allí. Más silencio, sumado en cantidades y calidades escalofriantes. Era mejor que la profesora obtuviera una respuesta pronto si no querían ser testigos de algo mucho peor que un geiser.

-¡PREGUNTÉQ U I É N F U E! -gritó una vez más, con su tono mucho más alto y atemorizante.

El fuerte sentido de responsabilidad y el alma culposa de Hermione hicieron que rogara a Draco con sus ojos otra vez. Hizo una seña con la cabeza indicando que salieran de debajo de la mesa, y él, rodando los ojos y suspirando, asintió.

-¿QUIÉN FUE? -reiteró la bruja, comenzando a perder los estribos. Justo en ese momento Draco y Hermione emergieron, y todos volvieron a fijar sus ojos en ellos. Centenares de dedos los señalaron, acusándolos, y lo último que Hermione pensó antes de que su mente quedara en blanco ante la cara lívida e incrédula de la profesora McGonagall, fue que, efectivamente, el cárbido molido era la sustancia más detestable de todas.

∞∞∞∞∞∞∞∞∞∞∞

-Tienes que hacerle cosquillas a la pera... -le dijo Hermione a Draco cuando llegaron al cuadro de las frutas que daba entrada a las cocinas. Draco, que ya había estirado un brazo para hacer aquello, lo dejó congelado a la mitad del aire y volteó su cabeza, mirándola más que intrigado.

-Yo, por supuesto, ya sabía eso... -dijo- pero llama poderosamente mi atención que tú lo supieras... ¿cómo es que lo sabes? -Hermione frunció las comisuras de sus labios.

-Fred y George Weasley... -dijo simplemente. Draco asintió, entendido.

-Claro... -murmuró.

Draco había sido castigado incontables veces (casi siempre pequeñas atenciones de la profesora McGonagall, como para que no perdiese la costumbre), pero jamás le había tocado un castigo tan original, extraño y, a su entender, estúpido.

McGonagall había comenzado con un extenso y tedioso sermón sobre, para variar, sus obligaciones como Premios Anuales, el ejemplo que tenían que dar, que era una vergüenza que justamente ellos dos hubieran adoptado tal comportamiento... Snape sólo se había parado allí, cruzado de brazos, y para Draco fue fácilmente adivinable que toda la situación le resultaba irrisoria. Hermione, por otro lado, había mantenido su boca cerrada todo el tiempo, escuchando ávidamente a la profesora, asintiendo a cada rato para que no dudase de su atención.

Luego la bruja había cambiado de estrategia, y había empezado a aleccionarlos sobre cómo podía ser que se sintieran con libertad de desperdiciar la comida de ese modo tan burdo y vulgar cuando había gente que estaba muriendo de hambre. En ese momento Hermione llevó una mano a su boca. Les dijo que la entristecía saber que no apreciaban el trabajo de otros, y que no tomaban en cuenta las horas y horas que los elfos domésticos se la pasaban cocinando para ellos. Y entonces les dijo que, para que aprendieran, tendrían un poco de su propia medicina. Y allí fue cuando Draco supo que aquello no le gustaría.

Debían internarse todo lo que quedaba de la tarde en las cocinas y preparar ellos mismos la cena para todo el castillo.

En cuanto la profesora lo dijo, Snape se ausentó unos instantes, dando alguna tonta excusa, pero en el momento en que cerró la puerta del despacho, pudieron oír una amortiguada risa.

Draco y Hermione se habían mirado; Hermione, algo aliviada ante un castigo nada malo, siendo que ella había creído que la despojarían de su embestidura de Premio Anual, que sus calificaciones serían afectadas, o que la expulsarían del colegio, y Draco, tratando de contener la risa que Snape le había contagiado.

De una u otra manera, Draco sabía que todo les había salido muy barato. Y quizás pudiera sacar algo de provecho de todo aquello... ah... las maravillas de ser un Malfoy...

Apenas entraron a las cocinas, Hermione se adelantó y se colocó un delantal blanco que estaba colgado de algún perchero en algún lugar. Era muy curioso. Draco visitaba las cocinas casi tanto como la cancha de Quidditch, y jamás había prestado atención a nada más que a la comida. Porque para él, el sitio era sólo un lugar para ir a llenar su estómago cuando la siguiente comida se viera alarmantemente lejana, y no como lo que en verdad era: un lugar para cocinar.

-Ponte el otro delantal -le dijo Hermione señalando con la cabeza un delantal igual al que acababa de colocarse, mientras se trenzaba el pelo despreocupadamente. Draco alzó la ceja y le sonrió sobrante.

-¿Quieres que yo me ponga eso? -preguntó. Hermione lo miró con las manos en sus caderas.

-Si no quieres no te lo pongas. Es evidente que le tomaste cariño a eso de estar cubierto de comida.

-¿Qué quieres decir? -preguntó ahora preocupado. Hermione suspiró.

-Draco, cuando uno cocina suele salpicarse, mancharse o ensuciarse de alguna manera. Si a ti no te molesta, pues bien. Yo te lo advertí -Draco permaneció inmóvil por varios segundos, viendo como Hermione se agachaba debajo de una de las mesadas y sacaba de allí una bolsa con vegetales. Gruñendo, se dirigió al perchero de donde ella había descolgado su delantal, y se colocó el otro, notando y detestando la sonrisa de triunfo que aparecía en los labios de la chica.

-¿Dónde están todos los elfos? -preguntó Draco mientras se acercaba a Hermione.

-La profesora McGonagall les dijo que tenían el resto de la tarde libre -respondió ella, cortando las cabezas de algunas zanahorias-. Pero lo más probable es que estén todos en la habitación del fondo... -y señaló una puerta detrás de algunos barriles.

-Mh... jamás había notado esa habitación... -comentó Draco pensativo.

-Pues no eres muy observador... ¿verdad? -replicó Hermione, mordaz. Draco le sonrió de lado al tiempo que robaba un trozo de zanahoria.

-No es lo que me han dicho... -Hermione le sacó la zanahoria de la mano, justo antes de que se lo llevara a la boca.

-Están con cáscara, Draco... -dijo- ¿Por qué no comienzas a hacer algo útil? -le preguntó, y se estiró sobre la mesada para leer la lista de comida que la profesora McGonagall les había dejado- Mira, puedes comenzar a cortar el ciboulette para la salsa del pavo.

-¿Elqué? -fue su inteligente respuesta.

-El ciboulette, Draco... -y le entregó un puñado de aquel vegetal totalmente desconocido para el muchacho.

-Bien... -aceptó Draco, y se alejó un poco, disponiéndose a hacer... lo que sea que debiera hacer... - ¿Y qué se supone que debo hacer? -Hermione dejó el cuchillo sobre la tabla de cortar y lo miró, sin perder la paciencia.

-Cortarlos, Draco...

-Claro, sí... y... ¿cómo...? -Hermione suspiró.

-¿Has cocinado pavo alguna vez?

-Ehm... no...

-¿Pollo?

-Tampoco...

-¿Cerdo?

-¿Se cocina...?

-Draco... ¿alguna vez cocinaste algo en toda tu vida? -Draco frunció el entrecejo, haciendo mucho esfuerzo por recordar.

-¿Las... pociones... cuentan...? -preguntó. Hermione rodó los ojos y se le acercó.

Tomó los ramilletes de ciboulette y comenzó a cortarlos lentamente, asegurándose de que Draco viera cómo se hacía.

-¿Crees que puedes hacerlo?

-Claro que sí, Granger... -respondió, indignado- Es sólo cortar estos... mh... palitos...

-Ciboulette...

-Tienen nombre de marca de licor...

-Como quieras...

Hermione colocó mantequilla derretida en una sartén y comenzó a rehogar las zanahorias, ahora cortadas en finos listones. Echaba sal con una mano mientras que con la otra revolvía con constancia, asegurándose que no se pegaran. En un momento cambió la sal por la pimienta, y con asombrosa rapidez abandonó sólo unos instantes las zanahorias para preparar en cuestión de segundos una mezcla de limón y mostaza y volver casi de inmediato a la sartén, echándole el preparado a las zanahorias con absoluta maestría. Draco la observaba de reojo mientras los ciboulettes avanzaban calamitosamente lentos.

-¿Qué? -preguntó Hermione cuando advirtió que la observaba mientras pasaba las zanahorias a una fuente. Draco se sonrió y tajeó un tallo de ciboulette casi con cariño.

-No sabía que supieras cocinar tan bien -dijo. Hermione se encogió de hombros y volvió a consultar la lista de la comida.

-Estoy llena de sorpresas. ¿Ya terminaste con eso?

-Ehm...

-Bien. Entonces deberíamos comenzar con el soufflé. Tarda horas en hacerse. Deja los ciboulettes allí que la salsa se hace muy rápido.

-Muy bien... -Draco asintió torpemente y cortó descuidadamente los últimos tallos. Hermione se estiró y abrió las puertas de una alacena. Buscó un par de segundos y entonces se estiró un poco más para sacar de allí un pequeño tarro de vidrio. Lo destapó y Draco pudo sentir un fuerte olor a cacao.

-Puedes ir derritiendo el chocolate -dijo Hermione a Draco, entregándole el tarro y sonriéndole para alentarlo. Draco observó a Hermione no muy convencido, pero... ¿de qué valía protestar?

-De acuerdo... -aceptó. Hermione sonrió aun más y se volteó para comenzar a preparar la crema. Draco sostuvo las tabletas de chocolate, meditando. No podía ser tan complicado... ¿Cómo debería empezar?

-Ponlos en una cacerola... -indicó Hermione.

Por supuesto.

-Ya lo sé, Granger... -mintió descaradamente. Lo habitual.

-No era tan complicado, Malfoy... cacerola, fuego... el fuego derrite el chocolate...

-Oh, por favor, Granger... no te esfuerces tanto en hacerme reír, mis costillas no lo soportan.

-¿Te encanta oír tu propia voz, verdad? -preguntó Hermione, apuntándolo con la punta de una cuchara cubierta de crema- Es sarcasmo es el arma de los ególatras sin cerebro.

-Pues tú usas tanto o más sarcasmo que yo -contraatacó Draco, quitándole la cuchara para lamer los sobrantes de crema.

-Ah... no confundas el sarcasmo con el humor inteligente. Y dame eso... Por Merlín, eres peor que los niños...

∞∞∞∞∞∞∞∞∞∞∞

-¿Hay manera de que sepamos qué platos irán a cada mesa?

Hermione frunció el ceño ante la pregunta de Draco. Hacía más de dos horas que habían entrado a las cocinas y el progreso que habían hecho era perfectamente calificable como mínimo. Draco no sólo no sabía cocinar, sino que, además, en su afán por mantener en alto su reputación ('sé hacer de todo y mejor que cualquiera y si dices lo contrario no volverás a ver la luz de otro día y no precisamente porque robe el sol') les había hecho perder valioso tiempo. Es decir, cualquiera comente un error, pero... ¿confundirse azúcar con sal? Habían debido comenzar el soufflé todo de nuevo. Y, ahora, como si hubiera tiempo para perder con cosas tan banales, allí estaba él, batiendo la crema de limón como si fuese algo placentero, con la mirada perdida y esperando alguna respuesta a su brillante pregunta.

Hermione bufó. Estaba comenzando a ponerse de mal humor. Tenía calor en esa cocina con tantos fuegos encendidos, sabía que se atrasaría con las tareas al haber desperdiciado de tal manera todo su sábado, su rostro debía estar cubierto de harina, chocolate y otros ingredientes, y la displicencia con la que Draco obraba no servía para mejorarle el día.

-¿Sí o no?

-No creo. Sólo debemos preparar las muestras. Los elfos las multiplicarán luego y las enviarán ellos -Draco frunció la comisura de los labios, como si lamentara oír aquello-. ¿Por qué?

-Nada... es que... sí supiera qué platos irán a la mesa de Gryffindor, pensaba enviarles una linda sorpresa a Potter y a Weasley... ¿Crees que les gustaría el soufflé salado?

-Te sorprenderías de las porquerías que han comido por ganar retos o apuestas... -comentó Hermione, sonriéndose.

-Me abstendré de preguntar.

∞∞∞∞∞∞∞∞∞∞∞

-Esto es bastante parecido a preparar la poción. Pero es más divertido, ya que no corremos riesgo de que se nos caiga el cabello y además podemos probar las cosas mientras cocinamos... -reflexionó Draco mientras hundía un dedo en la salsa de cebolla que Hermione estaba mezclando.

-En realidad, no; no podemos -contradijo Hermione, palmeándole la mano-. Los buenos cocineros no prueban antes de sentarse a la mesa.

-Te diré un par de cosas: uno, no soy un buen cocinero. Dos... ¿qué sentido tiene probarlo en la mesa? Aunque lo encuentres defectuoso entonces, no creo que sea adecuado retirar los platos nuevamente sólo porque le falta una pizquita de pimienta...

-¿Terminarás de pelar esas patatas o tendré que hacerlo yo? -Draco soltó un lamento.

-Hermione... cada vez que las pelo un poco salta una cosa blanca y me mancha el delantal... -Hermione suprimió una risa.

-Draco, te diré un par de cosas: uno, esa cosa blanca se llama almidón. Dos, el delantal es para que se manche en lugar de la ropa. Y tres... ¿podrías actuar algo más afeminado...? -Draco hizo una mueca de fastidio.

-¿Qué tiene de malo preocuparme por mi aspecto personal? Si tú lo hicieras también no sería nada raro que dijera con bastante frecuencia lo bonita que te ves...

Las últimas palabras las dijo con cuidado. Lento. Sin dejar de observarla atentamente por el rabillo del ojo. Seguramente iba a reaccionar de alguna manera. Pero Hermione no dio señales de haber oído. O, por lo menos, no dio señales de que le hubiera importado. Seguía mezclando la salsa como si no acabara de escuchar nada revelador. Hablando de opacar autoestimas...

-¿Me escuchaste? -preguntó él. Sabía de sobra que no podía juzgar a Hermione guiándose por los parámetros de las demás chicas, pero era demasiado surreal el que no le importara para nada que él la considerara bonita.

-Claro que te escuché. Hasta donde sé, tengo oídos, y los dos funcionan bien -dijo Hermione, en un tono demasiado monótono para el gusto de Draco. El muchacho continuó mirándola confundido, con un ceja arqueada por involuntario asombro- ¿Qué? -preguntó entonces Hermione, sintiéndose molesta porque Draco la mirara así.

-Nada... -farfulló él, resignado.

Nota mental: no volver a halagar a Hermione; no sabía apreciar lo bueno.

∞∞∞∞∞∞∞∞∞∞∞

Hermione aun tenía el pelo prácticamente chorreando cuando bajó al Gran Comedor para la cena de esa noche. Habían terminado de prepararla no hacía mucho, y Draco le ganó el baño cuando ella eligió terminar, antes de ducharse, el trabajo de Runas Antiguas (el cual tenía planeado tener ya listo para aquel momento... los castigos desequilibran los planes...).

-¿Y tú cocinaste todo esto? -fue lo primero que Ron preguntó cuando ella se sentó frente a él y a Harry.

-Draco y yo -respondió ella con un suspiro de cansancio mientras sus piernas agarrotadas se acostumbraban al asiento. Harry y Ron hicieron la misma mueca de asco y alejaron todo lo posible una fuente con ensalada-. No sean inmaduros... -regañó Hermione- Neville... ¿qué tal está la salsa de cebolla? -Neville tragó precipitadamente el trozo de carne que se había llevado a la boca al verse interrogado y, ahogándose y tosiendo al hablar, respondió:

-Deliciosa... -Hermione le sonrió radiante y se sirvió a su vez una porción de pavo.

-Hacía mucho que no me pasaba tantas horas en la cocina... -dijo pensativa- Es decir, siempre me ha gustado cocinar, pero viviendo en Hogwarts la mayor parte del año es bastante complicado... -Harry y Ron hicieron sendos sonidos de vaga comprensión. Hermione pasó sus ojos por las distintas salsas sobre la mesa y, con aire crítico, tomó la fuente con la salsa de ciboulette y hundió un dedo allí.

-Si mi mamá te viera te pegaría esa mano a tu espalda... -dijo Ron sonriéndole- En mi casa está prohibido probar así los alimentos de esa forma. Claro que Fred y George nunca hicieron caso, y supongo que sabes lo que mi mamá les decía entonces...

-¡VOY A MATARLO! -interrumpió Hermione poniéndose de pie de repente.

-Sí, bueno... algo así pero en plural...

-¿Qué sucede, Hermione? -le preguntó Harry, pero ella ya había pasado sus pies por sobre el banco y se alejaba en dirección a la mesa de Slytherin, con la fuente de salsa de ciboulette en la mano.

-Muévete -le ordenó a Blaise cuando llegó. Tanto Blaise como Draco se voltearon, algo sorprendidos.

-Emh... Hermione... ya tenemos salsas aquí... -le dijo Draco por lo bajo- Pero gracias por pensar en noso...

-Muévete -le repitió a Blaise, y pasó un pie por sobre el banco para sentarse junto a Draco, enfrentándolo por completo y dándole la espalda al otro muchacho, además de que lo había empujado para entrar sin problemas. A esta altura ya todos los Slytherins del perímetro estaban observándolos.

-Por favor, Hermione... siéntate. Ponte cómoda -dijo Draco sonriendo-. ¿Qué puedo hacer por ti?

-Prueba esto -ordenó una vez más Hermione, ofreciéndole a Draco un dedo con la punta cubierta por salsa de ciboulette. El muchacho alzó una ceja y la miró, cuestionándola con la mirada-. Vamos... -instó ella. Draco frunció el ceño. Bajó la vista hasta el dedo con la salsa, escurriéndose suavemente. Por sobre el hombro de Hermione vio que Blaise apretaba sus labios para no reírse- ¿Qué esperas? -preguntó la chica impaciente, sacudiendo peligrosamente el dedo.

-Sí, Draco... ¿Qué esperas? -preguntó Blaise. Encogiéndose de hombros, el rubio se inclinó apenas y lamió del dedo de Hermione toda la salsa. Mh... si no hubieran estado rodeados de tantas personas prestando atención a su pequeña escena aquel hubiera sido un momento sumamente erótico (tampoco hubiera estado mal que Hermione tuviera menos ropa). Draco se enderezó, degustando la salsa y, como Hermione lo observaba esperando algún juicio, no tuvo más remedio que decir:

-Está buena... -Hermione bufó.

-No está buena. Te dije específicamente que debías ponerle poca sal...

-¿Y...?

-Y esto no tiene poca sal...

-¿Puedo probarla yo también? -preguntó Blaise pasando su cabeza por sobre un hombro de Hermione.

-No.

-No queda tan mal si la pruebas con pavo... -dijo Draco, tomando un trozo de su plato, sumergiéndolo en la salsa y ofreciéndoselo a Hermione. Ella lo aceptó de inmediato, colocando una mano suya bajo la de Draco para detener la salsa que caía.

-Bueno... claro que queda bien... -dijo de forma poco elegante, con la boca parcialmente llena- Pero sólo porque dejaste al pavo casi sin sal... ¿por qué no seguiste mis instrucciones?

-Oye, lo intenté... ¿qué hay de la sopa? Esa sí quedó bien... ¿verdad?

-No lo sé. No la he probado aun -Draco tomó el cucharón de la fuente con sopa
y lo acercó hasta los labios de Hermione. Ella adelantó su cabeza y sorbió delicadamente-. Podrías haberle puesto un poco más de especias -dijo lamiéndose os labios-, pero está bastante buena...

-¿Verdad que sí? -preguntó Draco alegre, sorbiendo ahora él un poco de sopa- Estoy pensando en hacer de esto una carrera... -Hermione rió y se puso de pie.

-Pues... ¿qué puedo decir? Buena suerte...

-Como si la necesitara... -replicó Draco con sobre actuada arrogancia.

Hermione rodó los ojos, sonriendo, y se alejó. Draco la siguió con la vista hasta que se sentó nuevamente en la mesa de Gryffindor, y luego volvió sus ojos al plato, meneando la cabeza y riendo por lo bajo. Blaise lo observaba con una ceja alzada y su usual sutil perspicacia.

-¿Qué? -le preguntó entonces Draco. Blaise frunció la comisura de sus labios.

-Supongo que fue un castigo placentero... -el rubio hizo un distraído sonido de confusión mientras se servía más carne.

-¿Qué quieres decir? -Blaise suspiró y aceptó la fuente con carne que su amigo le pasaba.

-Nada... -farfulló- Nada...

-Espera a que pruebes el soufflé...

∞∞∞∞∞∞∞∞∞∞∞

La comida había generado bastante éxito. Ni de lejos había sido tan popular como las que preparaban los elfos (en especial en esos días en los que se despertaban inspirados y los sorprendían con exquisitos platos), pero había obtenido buena aceptación.

Draco se había parado sobre el banco de la mesa de Slytherin y había alzado sus brazos, instando a los demás a aplaudir. Tuvo mejor respuesta de lo que Hermione hubiera creído y esperado, y al final, luego de que él la señalara para compartir la ovación con ella, no le quedó más remedio que pararse y hacer una pequeña reverencia de agradecimiento, lo que causó que Harry y Ron la miraran ceñudos y no volvieran a hablarle por el resto de la noche.

Hermione subió a su Sala Común cinco minutos después de que Draco lo hiciese, por un lado porque no soportaba a sus amigos cuando tomaban esa actitud tan idiota e inmadura, y por el otro porque estaba realmente cansada y no quería nada más que meterse en su cama, para tener un sueño tranquilo y placentero.

Pero la palabra tranquilidad no fue la que le vino a la mente cuando atravesó el retrato de Van. Draco estaba recostado boca abajo en el suelo, rodeado de un desparramo total de pergaminos, libros y plumas. Tenía los cabellos despeinados, ojeras y se veía claramente desesperado, escribiendo frenéticamente. Apenas si levantó la vista cuando Hermione entró, y de inmediato volvió a su escritura.

-¿Qué no te llenaste en la cena? -le preguntó ella al ver divertida que Draco estaba comiéndose las uñas.

-No estoy para bromas -replicó él fastidiado-. Estoy muy atrasado con este trabajo de Defensa...

-Yo lo terminé ayer a la noche -comentó Hermione alzando a Vaca en sus brazos.

-En este momento en el que tu ostentación es tan obvia no puedo más que decir... bien por ti... -farfulló Draco- ¿Cómo demonios voy a saber las referencias históricas de las maldiciones parciales cuando no presté atención jamás en la clase de Bins? - Hermione sonrió.

-Presumo que estás de un humor no muy agradable.

-Gracias por notarlo -volvió a farfullar. Soltó un hondo suspiro- Esto es todo tu culpa -Hermione alzó sus cejas.

-¿Mi culpa? No es mi culpa que dejes todo para último momento.

-No lo iba a dejar para último momento. El trabajo es para el miércoles y yo planeaba terminarlo esta tarde. Pero, por si no lo notaste, tuve toda la tarde ocupada.

-Oh, claro, y supongo que ahora fue mi culpa que nos hayan castigado.

-En parte lo es -apuntó Draco-. Pero no negaré que quizás yo tuve algo que ver...

-¿Quizás...?

-No importa. No era eso a lo que me refería -Hermione se sentó en el sofá junto al cual Draco estaba recostado, en el suelo.

-¿Y a qué te referías? -preguntó mientras dejaba a Vaca acurrucarse en su falda y se quitaba los zapatos.

-Me refería a que por tu culpa el castigo se alargó mucho más de lo necesario.

-¡Esto es el colmo! -dijo Hermione indignada- ¿Mi culpa? Tú fuiste el que hizo que tardáramos años... Mira, no critico que no sepas cocinar (aunque lo tuyo va más allá de eso), pero al menos admite que fue gracias a tus errores que estuvimos allí toda la tarde... -colocó sus pies sobre la espalda de Draco y se echó hacia atrás, apoyando su cabeza en el respaldo del sofá.

-¿Errores? Lo dices como si fuera en plural...

-Es que fueron varios errores, Draco.

-¿Quieres sacar tus pies de mi espalda?

-No, honestamente.

-Además, cuando digo que fue tu culpa es porque es verdad -Hermione rodó sus ojos.

-A ver... ¿por qué fue mi culpa? -preguntó. Draco había vuelto a bajar la vista hacia su pergamino y había comenzado a escribir algunas cosas, mordiendo la punta de su lengua como forma de concentración.

-Porque se supone que un castigo sea aburrido. Se supone que sea desagradable, tedioso y que se busque terminarlo lo antes posible. Se supone que uno vaya, lo cumpla lo más rápido que pueda y vuelva con su vida.

-¿Y acaso este castigo no fue aburrido, tedioso y desagradable?

Draco no dijo nada. Hermione se había cruzado de brazos y tenía sus ojos perezosamente fijos en la nuca del muchacho. El único sonido, aparte del crepitar del fuego y el ronroneo de Vaca, era la pluma de Draco contra el pergamino. Era como si quisiera crear un clima tenso. Como si quisiera darle a su respuesta un toque misterioso imposible de ignorar. Y, a juzgar por la avidez con la que Hermione la aguardaba, lo había logrado.

-No -respondió al fin. Hermione se encontró a sí misma soltando el aire que, sin darse cuenta, había contenido, y descubrió, no sin sorpresa, que estaba deseando que esa fuera la respuesta de Draco. Quizá porque sería la que ella hubiera dado en su lugar. Draco apoyó la pluma con suavidad en el pergamino y dudó unos segundos, aun con la vista baja. Entonces elevó la cabeza, llevando sus ojos hacia el rostro de Hermione. Sus labios estaban levemente separados y si no hubiera sabido que era imposible Hermione hubiera jurado que estaba nervioso-. Contigo nada es aburrido...

Aquello siempre había sido un problema para Hermione. Jamás podía distinguir si le hablaban en broma o no. Su primo solía sacar ventaja de eso, diciéndole cosas como que se mudaría a Suecia y que necesitaba aprender a hablar sueco, riéndose en secreto de la angustia de la chica y no revelándole la verdad hasta que sus ojos no estuvieran ya llenos de lágrimas y hubiera obtenido montones de atenciones de parte de su cariñosa prima al saber a su adorado primo ya pronto a mudarse tan lejos.

Porque Draco no podía estar hablando en serio. La parte lógica lo decía. Pero otra parte (una parte muy intensa y demandante a decir verdad), quería creer lo contrario. ¿Qué estaba sucediendo?

¿Por qué Draco no bajaba sus ojos? Se había quedado allí, mirándola, en silencio. ¿Qué esperaba para largarse a reír y asegurarle que todo había sido una broma y que no había manera de que en verdad creyera que con ella nada era aburrido, que estar con ella era un suplicio, que hubiera preferido comer pus de bubotubérculo antes que pasar nuevamente un castigo como aquel?
Estaba totalmente convencida de que su rostro debía estar ruborizado hasta las orejas. Bien, broma o no, aquello no podía extenderse más. Carraspeó, aclarándose la garganta, y se puso de pie, olvidándose de Vaca, quien cayó al suelo con un suave quejido. Se había roto por fin el contacto visual con Draco. Y, podría asegurar casi sin dudas, que de no ser por su accionar hubieran continuado mirándose en silencio durante toda la noche.

-Traeré... traeré mi trabajo de Defensa... -dijo con cierta torpeza, estirándose la ya estirada túnica- para que puedas copiarlo y no pierdas tanto tiempo... -pasó por sobre el cuerpo tendido de Draco, conciente de que él aun la observaba de reojo, y subió las escaleras precipitadamente, obligándose a no correr o saltearse escalones.

Nunca se había puesto nerviosa con Draco. Es decir, claro que él podía turbarla, molestarla, y alterar sus nervios, pero nunca había experimentado esa sensación de tener que salir de inmediato de la habitación por temor a lo que pudiera pasar luego. Pasaba más tiempo con él que con cualquier otra persona en Hogwarts, y jamás se había sentido incómoda con él. Bueno, eso era mentira. Pero se refería a ese tipo de incomodidad. La incomodidad que debería sentir si lo considerara lo que en verdad era: un muchacho.

No pensaba a Draco como un muchacho. O por lo menos eso quería creer. Pero no podía negar que no lo mirara, por momentos, con la apreciación femenina que tan frecuente era en Parvaty o Lavender. No podía decir que no hubiera contemplado hacía unas noches el torso desnudo de Draco. No podía decir que no había ocasiones en las que se preguntaba cómo se sentiría su sedoso cabello entre sus dedos. No podía decir que sólo por motivos académicos había invitado a Draco a acompañarla a ver el florecimiento de laCkelebana.

Pero debía decirlo.

Rodeando a Draco estaba esta barrera invisible que agrupaba todas las cosas que sabía que existían pero que no quería recordar. Todo era tan complicado en torno a él... Aun ni estaba convencida de que estuviera bien que tuvieran esa relación, cercana a la amistad. No sabía si su actitud era reprochable. ¿Estaba mal estar con una persona como Draco considerando quien era ella? Porque no hubiera sido igual si se tratase de cualquier otra chica... ¿estaba mal que pasara tiempo con él aunque no fuera por trabajo escolar, estaba mal que se riera de sus bromas y que buscara hacerlo reír, estaba mal que ella misma hubiera debido imponer esa... detestable barrera y que constantemente debiera recordarse que allí estaba, que existía?

Y esta barrera impedía a Hermione mirarlo de otra manera que no fuese la apropiada: colega Premio Anual. Y no tenía ninguna intención de cruzar esa barrera. Todo estaba muy bien como estaba y no se sentía en condiciones de experimentar.

El problema era que él no ayudaba demasiado. O peor aun, que parecía tener intenciones de cruzar la barrera por su cuenta.

Quitó a Crookshanks de sobre su mochila, sobre su cama, y aun con dedos temblorosos revolvió los libros y papeles que allí tenía. El gato bufó malhumorado y saltó al suelo, desperezándose. Hermione se sentó, encontrando increíblemente dificultosa la tarea llevada a cabo. Podría haber jurado que había dejado su trabajo dentro de su mochila... Mordió su labio inferior, tratando de recordar dónde lo podría haber dejado.

Crookshanks volvió a saltar hábilmente y se subió a su escritorio, maullando con voz ronca para que su ama le prestara atención. Hermione se puso de pie y se le acercó, estirando una mano para acariciar su cabeza, aun distraída.

-Aquí estaba... -exclamó suavemente al ver yaciendo junto a su gato el trabajo de Defensa. Crookshanks volvió a maullar, con insistencia- ¿Qué te sucede hoy? -le preguntó Hermione tras tomar el trabajo, bajando la vista hacía el animal. Y entonces la vio.

Allí sobre su escritorio, junto a Crookshanks, bajo la ventana por donde dentro de unos minutos la luna se filtraría pálida, había una hermosa campana de cristal, conteniendo en su interior un pequeño capullo de Ckelebana, sin florecer.

La boca de Hermione se abrió levemente. ¿Qué hacía eso allí? Estaba segura de que esa mañana cuando dejó su habitación no estaba entre la lista de sus pertenencias una Ckelebana cerrada... Tragando en seco se inclinó para verla mejor. Sus colores eran suaves y fríos, y su textura parecía ser agradablemente rasposa. Era un tanto más pequeña que la que había visto hacía unas noches en el invernadero, pero sus pétalos eran más redondos y prometedores. Hermione estiró su dedo índice para rodarlo delicado sobre la campana. Aquello no tenía sentido...
Se incorporó. Su ceño se había fruncido y su paso no era lo que podía decirse decidido cuando salió de su dormitorio y bajó la escalera hasta la Sala Común.

Draco se había sentado en uno de los sillones, dejando sus pergaminos aun en el suelo. Había apoyado su cabeza en la parte superior del respaldo, y tenía la vista fija en el techo. Hermione volvió a morder su labio mientras se le acercaba, y se detenía junto a él. Entonces Draco desvió su mirada hacia ella.

-¿Qué sucede? -le preguntó. Hermione frunció el entrecejo un poco más. Abrió la boca para decir algo, pero entonces se dio cuenta de que no sabía qué decir. Se cruzó de brazos, aun mirando a Draco, como si pudiera encontrar la respuesta de esa forma. Eso no serviría.

Decidiendo precipitadamente, se inclinó apenas y tomó entre sus manos una de las de Draco que descansaba en un apoyabrazos del sillón, y lo obligó suavemente a ponerse de pie.

-Hermione... ¿qué sucede? -insistió Draco con un dejo de preocupación en su voz, mientras se dejaba arrastrar escaleras arriba. Hermione entró primera a su habitación, aun sosteniendo a Draco, y el muchacho entró de inmediato después que ella.

-Eso -dijo la chica señalando con su mano libre la campana de cristal con la Ckelebana. Draco borró de inmediato su expresión de desconcierto.

-Es una Ckelebana... -dijo sonriendo. Pero entonces quitó su sonrisa y en su rostro pareció reflejarse angustia- Es unaCkelebana... ¿verdad? Porque quizás se aprovecharon de mi falta de conocimiento sobre plantas y me engañaron... -Hermione había ladeado la cabeza para poder mirar a Draco a los ojos.

-Sí es una Ckelebana... -dijo. Calló y volvió a mirar a la flor- Pero me gustaría saber cómo llegó una Ckelebana a mi habitación...

-La traje esta mañana -explicó Draco en un tono totalmente casual, como si fuera cosa de todos los días llevar plantas rarísimas a las habitaciones de los demás.

-¿Por qué? -preguntó Hermione cada vez más confundida. Draco se encogió de hombros.

-Es un regalo.

¿Un regalo? Un regalo era una pluma nueva, una bolsa de dulces de Honeydukes, un libro, una rosa normal si quieres llegar al extremo... Pero una Ckelebana ciertamente no era calificable como un regalo. Por lo menos no en esas circunstancias, diciéndolo como si se tratara de cualquiera de las otras cosas mediocres.

-¿Y por qué me regalas una Ckelebana? -volvió a preguntar Hermione, mucho más sorprendida de lo que recordaba haber estado en mucho tiempo. Draco hizo un sonido impreciso- Draco, esta flor sale carísima... debe ser una de las cosas materiales más costosas que hay dentro del castillo... -Draco rió.

-Si por eso estás preocupada, quédate tranquila; no pagué absolutamente nada.

-¿Cómo...?

-Conozco a este tipo que comercia objetos raros -dijo-. Me debía un favor, me preguntó si podía pagarme en especias, le pedí un inventario de lo que tenía y lo único que llamó mi atención fue la Ckelebana. Es decir, podía haber pedido una acromántula, pero la historia nos muestra que no es recomendable. No sé cuándo florecerá porque no consta la fecha en la que fue plantada. Supongo que bastará observarla todos los días... -Hermione volvió a tragar. Aun no comprendía...

-¿Pero por qué me la regalas a mí? -preguntó- Cualquier persona moriría por tener una... -Draco volvió a encogerse de hombros.

-Para serte franco, no la encuentro tan fascinante. De hecho, tú te mostraste mucho más apasionada que yo con la Ckelebana de Sprout.

-Sí, pero Draco...

-Y yo no quería una de estas cosas ocupando lugar en mi habitación.

-¿Ocupando lugar?

-Además de que no va con mi personalidad. Casi puedo oír las risas de Blaise si llegara a enterarse de que guardo en mi habitación una flor, por más cara que esta sea.

-Draco, no es sólo que es cara...

-Bueno, mira... -interrumpió Draco, determinado- Te regalé unaCkelebana. ¿La quieres o no? -Hermione se mordió el labio.

-Sí... -dijo en un susurro- Pero aun no comprendo por qué es que me la regalas... -el muchacho rodó los ojos.

-¿Aun no comprendes después de todos los motivos lógicos que te di? -inquirió- ¿Por qué debería quedarme yo con algo que no me interesa cuando sé que debes soñar con ella todas las noches? -Hermione sonrió.

-Yo no sueño con ella... -dijo volviendo a mirar la Ckelebana. Draco alzó una ceja- No todas las noches... -aceptó Hermione.

Draco llevó sus ojos también hacia la campana de cristal. Crookshanks se había acurrucado sobre el escritorio y estaba dormitando plácidamente. La luna se reflejaba en el cristal y en los pétalos de la Ckelebana, haciendo que sus colores se vieran más fríos. Draco podía escuchar la respiración delicada de Hermione, y sabía que estaba sonriendo. Con un extraño alivio advirtió que sus dedos aun estaban lazados entre los de ella.
Movió sus ojos y los llevó hacia el perfil del rostro de Hermione. Tragó.

-Además... -susurró. Le costaba trabajo hablar. Hermione no quitó su vista de la Ckelebana, pero una leve dilatación de sus ojos le dio a entender a Draco que lo escuchaba. El muchacho oprimió un poco más la mano de Hermione dentro de la suya- Jamás te había visto tan hermosa como la noche en la que floreció la Ckelebana.

Su respiración se agitó. La de ambos. Sabía que no debería haber dicho eso. Ambos lo sabían. La barrera parecía ya rota, uniéndolos por unas manos lazadas y una flor que aun ni había florecido. Eso no estaba bien. La única razón por la que ella aun sostenía su mano era porque le había regalado una Ckelebana. ¿O era él quien la sostenía a ella? Era curioso. Sus dedos estaban entre los de ella pero los de ella también entre los de él. Y él oprimía, pero ella parecía oprimir también. El silencio no era incómodo, pero era tan real y palpable que casi dolía.

Draco era conciente de que había dejado de respirar, y lo mejor sería irse de allí antes de que sucediera algo de lo que pudiera arrepentirse... o ella...

-Debo... terminar mi trabajo... -balbuceó. Esperó a que Hermione dijera algo o diera muestras de reconocimiento. Pero no dijo nada, y no hizo más que continuar con sus ojos fijos en la campana de cristal.

Draco movió un pie, listo para irse, sólo para descubrir que la mano de Hermione no soltaba la suya. Entonces Hermione bajó la vista, con un leve rubor en sus mejillas y en dos cortos pasos se acercó a él. Le sonrió, casi con dulzura, y colocándose en puntas de pie, lo besó delicadamente en la parte inferior de la mejilla, casi sobre la comisura de sus labios. Su rostro parecía arder y los labios de Hermione empeoraban el efecto. Sus ojos se cerraron sin que lo notase y debió obligarse internamente a no correr su rostro para que sus labios se juntaran a los de ella.

Terminó de inmediato. Mucho más rápido de lo que él hubiera deseado. Pero cuando se quiso dar cuenta Hermione ya se había metido en el baño, y él se había quedado solo con Crookshanks en la habitación.

Con pasos indefinidos salió del dormitorio, cerrando la puerta tras él y apoyando allí su frente, soltando el aire que había estado reteniendo.

Definitivamente, debía conseguir más de esas esporas.

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Gracias por esperar pacientemente. Dejen reviews que aceleran la producción.

Para el próximo capítulo: Navidad, Ajedrez, Brian May y... ¿empieza la acción? Sí… quizás...