Disculpen la tardanza... vamos con la historia que es el único motivo por el cual entraron aquí en un primer lugar.
DISCLAIMER
Todo lo que reconozcan fue creado y pertenece por y a JK Rowling.
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Sangre de Dragón
byLianis
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Capítulo XI: White Queen (as it began)
"... The White Queen walks and the night grows pale
stars of lovingness in her hair...
White Queen, how my heart did ache
and dry my lips no word would make...
So, still... I wait..."
Brian May
Podría tomar la Torre negra, pero entonces perdería el Alfil, que era la única pieza aparte del rey y los Peones que aun le quedaban en pie. Había perdido los dos Caballeros, debiendo sacrificar uno para mantener a la Reina, quien luego se vio vilmente atacada por un sanguinario Alfil que arremetió desde atrás, sin darle tiempo a reaccionar. Era un hecho: no jugaba bien al Ajedrez. Bostezando, estiró su mano derecha y empujó suavemente con su dedo índice a su Rey.
-¿Qué haces? -le preguntó Ron desde el otro lado de la mesa. Hermione se encogió de hombros.
-Otorgo.
-No puedes otorgar... -replicó el muchacho poniendo en pie una vez más el Rey blanco.
-¿Por qué no? Sólo es cuestión de minutos para que te jactes de un jaque mate...
-Hermione, sólo te quedan un Alfil (el de casilleros negros, lo cual te es desventajoso) y dos Peones... -insistió Ron, moviendo sus rodillas inconscientemente.
-Exacto -concordó Hermione desperezándose-. ¿Cómo esperas que tenga la más mínima posibilidad de ganar cuando tú sólo perdiste tres piezas, dos de ellas Peones?
-No era a eso a lo que iba... -interrumpió el pelirrojo con un dejo de impaciencia y altivez que sólo se le era visto cuando de Ajedrez se trataba- Quería decir que aguardes sólo unos turnos y quizás podíamos hacer tablas... -Hermione fingió una risa incrédula.
-Ron, jamás, desde hace siete años que nos conocemos, pude ganarte en el Ajedrez. Y tampoco recuerdo haber estado ni cerca de hacer tablas... -se puso de pie y se encaminó hacia un sillón cercano, dejándose caer allí junto a Harry, quien releía algún trabajo de Encantamientos- No hay nada que hacer: eres el mejor ajedrecista de todo Hogwarts. Déjanos en paz a los simples mortales.
Ron sonrió levemente y trató de ocultar el rubor que había aparecido en sus mejillas.
-Eso no es cierto... -dijo en un tono que dejaba bien en claro que estaba totalmente de acuerdo con ella, y se dispuso a juntar las piezas- Y tú podrías ser muy buena si te lo propusieras. Mira, el Ajedrez se trata de saber cuándo tomar la iniciativa, cuándo es el momento para actuar... hay que saber cuándo hacer sacrificios, debatiéndote entre las piezas importantes o las que son importantes para ti. Y creo que tú no tienes problemas para eso -Hermione sonrió.
-Lo haces parecer tan complicado que no creo que vuelva a jugar jamás... -dijo. Ron se encogió de hombros y guardó el último Peón Negro- ¿Terminaste el trabajo? -le preguntó Hermione a Harry, palmeando afectivamente la parte superior de su muslo. Harry asintió, no muy convencido, y le pasó el pergamino que había estado leyendo.
-No creo que esté bien... -le dijo, previendo una crítica, mientras Hermione comenzaba a leerlo ella misma haciendo un sonido de descarte hacia lo dicho por él.
-Además, sabes que Flitwick siempre le ha dado más importancia a la práctica que a la teoría -dijo sabiamente, acomodándose un poco más contra la espalda de su amigo para leer su trabajo-. Y tú eres muy bueno haciendo encantamientos... -Harry guardó silencio unos segundos.
-Gracias -dijo al fin. Hermione asintió.
-Por nada.
Adoraba la caligrafía de Harry. Era desporlija y no seguía patrones, pero reflejaba muy bien su personalidad: desordenado y sólo entendible para unos pocos. Ron, por otro lado, era constante en el dibujo de sus letras, pero eran de curvas puntiagudas y tamaño pequeño. Viéndolas de lejos, se podría decir que el pelirrojo tenía mejor letra. Era muy curioso como todas las letras de varones se parecían. Bueno... no todas...
La caligrafía de Draco era muy elegante sin dejar de ser varonil. Sus mayúsculas eran altas y guardaban excelente proporción con las minúsculas; letras redondas, bien dibujadas, trazo firme y seguro, sin florituras innecesarias pero no llegando a ser líneas rectas. De hecho, ella misma envidiaba su escritura. Su letra era bonita, pero no era nada comparada a la de él. Lo más probable era que se hubiera criado con un tutor de caligrafía. Y con otro de ortografía. Y otro de gramática. Y otro de geografía... Draco sabía muchas más cosas de las que ella sabía (hablando en el sentido práctico, por supuesto), pero no le sacaba nada de jugo.
-¿Terminaste?
-¿Huh?
Hermione tenía su vista perdida por la Sala Común de Gryffindor, paseando sus ojos por el fuego encendido o por las cabezas de sus compañeros, todos disfrutando el calor del lugar mientras que afuera tenía lugar la primera nevada de año, fría y blanca.
-¿Terminaste de leer mi trabajo?
El trabajo de Harry aun estaba sobre su regazo, estirado sobre el mismo lugar desde que él se lo diera. Releyendo la primera parte, Hermione comprobó que no había pasado del párrafo inicial.
-Mh... ya casi... -mintió, y sacó de su mente cualquier otro pensamiento que no tuviera que ver con la teoría de los encantamientos refractarios, sin advertir las miradas que intercambiaban Harry y Ron.
-¿Estás bien, Hermione? -le preguntó Ron, yendo a sentarse al otro lado de la chica.
-Muy bien, sí... -dijo, haciéndose a un lado para que entrara mejor- si no tienes en cuenta que esto de ser Premio Anual es mucho más cansador de lo que hubiera esperado... -agregó en tono alegre y despreocupado.
-¿Y aun así tienes tiempo para ayudarme con las tareas, o para jugar con Ron al Ajedrez? -le preguntó Harry ceñudo. Hermione corrió su rostro para mirarlo de lleno, imitando su expresión.
-¿Qué quieres decir?
-¿Recuerdas en el verano cuando Fred y George quemaron sin querer todos los vestidos de mi mamá? -preguntó Ron, y Hermione asintió debatiéndose entre la risa y la expresión severa- Bueno... ¿y recuerdas que durante todo ese día se comportaron como si fueran hijos modelos, ayudando en la limpieza, cocinando y ordenando toda la casa? -Hermione volvió a asentir. Ron asintió también, como si Hermione fuera una niña y acabara de reconocer la culpa de alguna travesura- Eso lo hicieron porque sabían que mamá se iba a enfurecer cuando se enterara, así que querían sembrar alguna buena impresión previa... -concluyó, elevando un dedo y blandiéndolo en advertencia, Hermione no tenía ni idea de qué. Frunció su entrecejo un poco más y volvió a mirar a Harry.
-¿Y qué tiene eso que ver con que venga a estar con ustedes?
-Sucede que te estás comportando demasiado bien con nosotros -explicó Harry.
¿Demasiado bien? Sus amigos eran más idiotas de lo que creía... ¿quién en su sano juicio va a quejarse por que se lo trate demasiado bien?
-¿Y eso es... malo? -preguntó confundida.
-Depende de tus motivos -respondió Harry. ¿Motivos...?
-Es decir... ¿acaso esta noche encontraré que quemaste todas mis camisas? -le preguntó Ron sonriendo. Hermione parpadeó, comenzando a entender. Giró su cabeza de un lado al otro, del rostro de Harry al rostro de Ron.
-¿Así que creen que el único motivo por el cual me porto demasiado bien con ustedes es porque hice algo malo? -los muchachos se miraron. Escuchándolo así sonaba estúpido. Asintieron dubitativos. Hermione meneó su cabeza, riendo por lo bajo- ¿Acaso no los he ayudado siempre con sus tareas, no los he dejado copiarse de mis trabajos, no he jugado contigo al Ajedrez -miró a Ron-, no he ido siempre que lo pedías a las prácticas de Quidditch -miró a Harry-, y no he estado para ustedes siempre que necesitaban?
Harry y Ron se movieron en sus lugares, incómodos.
-Sí... -balbucearon.
-¿Eso quiere decir que he llevado, hasta el momento, una doble vida, una vida de actos malos y felonías, la cual he ocultado todo este tiempo de mis dos mejores amigos, sabiendo que lo encontrarían reprobable y que probablemente querrían dejar de hablarme, y que he tratado de apaciguar mi conciencia convirtiéndome en una contra-yo que aparenta ser buena, dulce y que los ayuda constantemente cuando en realidad lo único que deseo es alejarme de ustedes e ir en busca de otra aventura criminal, como, por ejemplo, quemar un guardarropas lleno de camisas?
Tanto los ojos como las bocas de Harry y Ron se habían dilatado. Apenas moviendo sus cuellos se miraron, azorados.
-Siempre me encantó su habilidad para improvisar... -dijo Harry encogiéndose de hombros.
-¿Y notaste que habló sin tomar aire ni una vez?
Hermione rió mientras se ponía de pie.
-¿Qué haré con ustedes dos? -preguntó más a sí misma que otra cosa- Traeré tu trabajo corregido mañana temprano -le dijo a Harry, y se inclinó para besar a sus dos amigos en sus respectivas coronillas-. Que descansen -les deseó-. Ron, ni se te ocurra irte a dormir sin darle una buena lavada a ese pelo -y sin decir nada más y sin dejarlos decir nada, atravesó el retrato de la Dama Gorda, rogando con todas sus fuerzas para que no advirtieran que jamás les había negado ninguna de sus sospechas.
No se había detenido a pensarlo. Es que era cierto que siempre se había comportado bien con ellos. Pero, ahora que se lo decían abiertamente, quizás era verdad que lo hacía porque se sentía culpable. Y aunque se repitiese una y mil veces que no había nada de qué sentirse culpable, el hecho de que lo hiciera le demostraba que sí lo había.
Draco.
Si Harry o Ron llegaran a enterarse de alguna de las cosas que habían sucedido... si supieran sólo un cuarto de lo que ella sabía... que ella se había acostado en la cama de Draco, que Draco se había acostado en su cama, que Draco la había visto desnuda, que le había regalado la flor más rara y costosa que existía, que se divertían juntos, que ella lo había besado a sólo milímetros de la boca y que sentía un extraño y culposo sentimiento gratificante al atravesar el retrato de Van y hallarlo allí sentado, con sus pies sobre la mesa y su cabello presuntuosamente desarreglado...
Era verdad. Trataba de tener a Harry y a Ron siempre contentos. Era una tarea inconsciente, pero ya se había vuelto rutina, para que si por culpa de alguna casualidad no muy beneficiosa llegaran a saber, ella pudiera escudarse tras sus buenas acciones anteriores. ¿En qué clase de persona utilitaria se había convertido? No cabía duda: estaba pasando mucho tiempo con Draco. Y sabía que era mucho tiempo. Y tendría que hacer algo al respecto.
Pero ¿qué iba a hacer? No podía dejar de hablarle; no podía ignorar su presencia; no podía evadirlo (experiencias pasadas le habían demostrado que no era conveniente). Después de todo, eran Premios Anuales, compartían una Sala Común y tenían montones de tareas en conjunto. Era estúpido no pasar tiempo con él... Sin contar que Draco no era ni de lejos lo que había sido en el pasado. ¿Qué tenía de malo, entonces, que a ella no le importara estar con él?
Bien, sí, por supuesto. Había algo de malo. Pero ella lo estaba manejando bastante bien. Tras haber comprobado que no podía dejar a sus impulsos libres y desatados, Hermione llegó a la conclusión de que debía suprimirlos cuando estaba alrededor de Draco. Porque no podía dejar que se repitiera algo como lo de aquel beso que le había dado. Aun la atormentaba ese recuerdo. La mortificaba pensar qué hubiera pasado si Draco hubiera insistido en aquello. Pero no lo había hecho. La mañana siguiente se había desarrollado como si nada. Y Hermione se había sentido aliviada y, extrañamente, cercana a la desilusión. Y no quería recordarlo.
No quería recordarlo, porque el recuerdo era demasiado. La firme piel de Draco emitiendo calor, la humedad de su aliento, su respiración silenciosa, el terrible aroma a menta que lo seguía a todas partes, en todo momento, el saber que sus labios estaban tan cerca de los suyos y que sólo con un leve, levísimo movimiento se rozarían... ¿qué hubiera pasado si sus labios se juntaban?
No.
No quería pensarlo. No quería recordar. No quería. Pero, una vez más... ¿desde cuándo se obtiene todo lo que uno quiere?
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-Estono me satisface en lo más mínimo... -declaró Hermione con tono crítico releyendo por cuarta vez el trabajo de Transformaciones en el que había estado trabajando las últimas horas. Draco sonrió de lado y la miró por sobre el libro que estaba ojeando.
-Por eso yo siempre pregunto a las chicas: ´¿Prefieres arriba o abajo?' -Hermione bajó el pergamino, con cara totalmente inexpresiva, y observó a Draco unos segundos, como si estuviera leyendo algo en su rostro. Él aun le sonreía con descaro.
-¿Sabes que haciendo eso cuando seas viejo estarás deforme? -preguntó ella, ladeando su cabeza apenas. Draco alzó una ceja.
-¿Haciendo qué?
-Eso. Sonreír de lado. Cuando seas mayor te saldrán arrugas pronunciadas bajo un sólo ojo, en tu caso el izquierdo, porque siempre que sonríes de esa manera frunces la mejilla izquierda al elevar las comisuras de tus labios de ese lado. Puede verse muy encantador ahora, pero traerá problemas en tu futuro.
Draco parpadeó. Debería ya haberse acostumbrado a este tipo de salidas tan originales y desenlazadas típicas de Hermione. Contrayendo su cara, elevó una manó y frotó brevemente su mejilla izquierda, pero casi de inmediato volvió a sonreír, con más ímpetu que antes.
-¿Crees que cuando sonrío así me veo encantador? -preguntó. Hermione sonrió también, rodando los ojos.
-¿Quién soy yo para contradecir los decires de la población femenina de Hogwarts? -Draco frunció la comisura de sus labios.
-Eso ya perdió la gracia... -dijo estirando los brazos por sobre su cabeza.
-¿Qué cosa? -preguntó Hermione mientras bajaba su pluma para dar los toques finales al trabajo.
-Escuchar decir la cantidad de chicas que me idolatran... -respondió, y a Hermione le sorprendió no hallar sombra de arrogancia en su voz. Elevó su vista interesada- Se torna aburrido... ¿entiendes? Me harta no poder pasar por algún pasillo sin sentir montones de ojos sobre mí... muchas veces me siento violado... -Hermione soltó una fresca risa. Era una expresión más que graciosa. Draco parpadeó, ya que había dejado sus ojos nublados mientras hablaba, y la miró, sonriendo al oírla reír- Es verdad -le dijo alegre-. Mira, por ejemplo, Iré a los Alpes, en Suiza, a pasar las vacaciones de Navidad con Blaise -Hermione asintió-. ¿Y tú crees que no habrá más de una cariñosa suiza que quiera darme un lindo regalo, el cual yo, por supuesto, deberé aceptar? -la chica suspiró, haciendo un sonido extraño.
-Bueno... entonces ni vale la pena en que me esfuerce regalándote algo, porque, obviamente, nada superará eso -dijo. Draco alzó sus cejas.
-¿Ibas a darme un regalo?
-No -respondió Hermione como si tal cosa-. No quiero que te alienes al tener tantos regalos de chicas -Draco rió.
-Búrlate si quieres, pero es un asunto delicado -continuó-. Sin ir más lejos, se avecina el baile de Navidad...
-¿Cómo sabes que habrá un baile de Navidad? -Draco la miró incrédulo.
-Vamos, Hermione... ¿no sabes con quién estás hablando? No hay una cosa que yo no sepa... -Hermione rodó los ojos.
-Y además... -Draco bufó.
-Y además lo leí en la cartelera de Slytherin -reconoció-. Como iba diciendo, se avecina el baile, y con él la hora de buscar pareja. Pero ese es el problema: yo no debo buscar, porque no hay chica dentro del castillo que no quiera ir conmigo...
-Cuánto amor propio... -murmuró Hermione.
-Sí, quizás suene arrogante, pero sabes bien que es cierto. Además, me estoy quejando, no alardeando. Me gustaría experimentar, por lo menos una vez, el reto de tener que conquistar a una chica para que acepte acompañarme.
-Si los demás chicos en la escuela te escuchasen harían fila para hechizarte... -bromeó Hermione con aire serio. Draco volvió a desperezarse, sin darle importancia a la advertencia de la chica.
-Como sea... lo más probable es que no vaya al baile...
-Sí, por supuesto, y les negarás a todas las chicas el placer de verte en ropa formal -se mofó Hermione, colocando el título a su trabajo ya terminado.
-Hablo en serio, Granger -en el entrecejo de Hermione apareció una marcada arruga cuando levantó sus ojos hacia Draco.
-¿Tú no irás al baile? -Draco bostezó y se encogió de hombros.
-No creo...
-¿Por qué?
-Hay cosas más serias en las que debo pensar -dijo simplemente Draco, sin querer darle importancia-. Es un tonto baile de la escuela, después de todo -Hermione lo contempló por un buen rato, aun confundida. Al final, volvió su vista hacia el pergamino una vez más, meneando la cabeza.
-Entiendo lo que quieres decir -comentó-. Si hay algo que no me interesa son los bailes. En realidad, si debo ser honesta, no tengo muchas ganas de ir.
-Aah... pero irás... ¿verdad? -le preguntó Draco subiendo sus pies a la mesa que tenía delante.
-No lo sé -Draco sonrió.
-¿No quieres dejar solos a tus amiguitos? -Hermione hizo una mueca.
-Si tanto quieres saber, Malfoy, creo que debo ir por el hecho de ser Premio Anual. Ya que tú no irás, sería conveniente que yo fuera. Claro que no tengo ni un poco de ganas...
-Entonces no vayas -solucionó Draco fácilmente.
-Sí... creo que no iré... -meditó ella.
-¿Estás tratando de hacerme sentir culpable? -Hermione fingió una risa.
-Hace ya mucho tiempo que perdí la esperanza de encontrar en ti ni pizca de conciencia... -dijo, dejando el trabajo sobre la mesa y descansando su cabeza en un apoyabrazos del sillón.
-Oye, eso duele... -se quejó Draco, recostándose de lleno en el sofá. Elevó una mano en el aire, observándosela, cerrando y abriendo sus dedos. Suspiró. Giró su cabeza para mirar a Hermione. La chica había cerrado sus ojos y tenía una mano junto a su rostro, en el apoyabrazos. Draco tomó aire imperceptiblemente- Hermione... -llamó, intentando no sonar como si hubiera pensado horas y horas lo que diría a continuación.
-¿Sí? -preguntó ella, sin abrir los ojos. Draco lamió sus labios.
-Y... si fueras al baile... ¿con quién...? Es decir, sé que no irás pero... si llegaras a ir... ¿con quién irías? -tenía sus ojos fijos en el techo. La sangre parecía habérsele agrupado en sus oídos y sentía un molesto zumbido. Quizás Hermione ya estaba hablando y él no la podía oír. Quizás le estaba diciendo que iría con un muchacho del cual estaba locamente enamorada y que jamás consideraría ni la lejana posibilidad de ir con él...
Mantener sus ojos cerrados era una buena opción. Sabía que no había manera de evadir la pregunta. Evadir la situación hubiera sido lo que querría. No podía ser que estuviera pensando en invitarla al baile... ¿verdad? No... no podía ser... Eso sería demasiado. Porque ella lidiaba bastante bien las situaciones diarias. Podía mantenerse calmada al ver a Draco lamerse los labios, podía reprimir las ganas de sentarse junto a él a hacer las tareas, podía controlar a sus ojos cuando Draco se le aparecía envuelto en una toalla, chorreando agua y pidiéndole shampoo... pero no sabía si podría negarse si la invitaba directamente, sin rodeos, a ir con él al baile...
No. No era lógico. Él no quería invitarla. Sólo estaba aburrido y quería entretenerse riéndose de su pobre vida amorosa. ¿Por qué la invitaría? No había motivos. No lo haría.
Pero no estaba segura de si eso era reconfortante o no.
-No lo sé... -susurró al final. Eso era patético. Recién la noche anterior habían anunciado el baile, así que estaba bien que aun nadie la hubiera invitado. Pero, aun así, algo que tenía que ver con su orgullo le hizo agregar: -supongo que con Harry o Ron... -y no tuvo idea de lo que esas palabras causaron en Draco. Y él se encargaría de que jamás la tuviera. Tragando rápidamente la bola pesada y maciza que se le había formado en la garganta, el muchacho la miró sonriendo sobrante.
-No puedo decir que eso me llame la atención -dijo-. Hermione frunció un hombro- ¿Y cuál será? Porque, sé que son inseparables y todo eso, pero sería mal visto si van los tres juntos... ¿acaso se batirán a duelo para reclamar tu amor? -Hermione suspiró molesta. Era bueno que a Draco no le importara saber que iría con otro chico. Sí. Muy bueno. Muy bueno. Y no estaba mal recordárselo a cada segundo.
-Mi amor no tiene nada que ver en esto, Draco -dijo-. Sea cual sea con el que vaya, será sólo como amigos, como lo que somos y seremos para siempre -Draco soltó una risa alegre.
-Encuentro irresistible tu ingenuidad... -dijo. Hermione mordió su labio inferior, fastidiada.
-Siempre estás insinuando cosas que no tienen sentido...
-Claro que lo tienen -contradijo Draco-. Pero tú te empeñas en no hacer caso -se enderezó en el sillón y comenzó a hablar más rápido y alto, como si fuera un vendedor y quisiera convencer a Hermione de comprarle algo- Mira... ¿tú honestamente crees que Potter o Weasley no te ven como una chica en perfectas condiciones para invitar al baile con todo lo que eso implique, digamos quizás besos y quién sabe si no más? -Hermione rió incrédula.
-Pues de hecho sí... -afirmó con ímpetu, recordando una situación parecida tres años atrás. Draco suspiró.
-Vamos, Granger... cualquier muchacho estaría encantado de ir contigo al baile.
-Claro que no... -farfulló Hermione, sabiendo de sobra que su rostro estaba enrojeciendo. Draco sonrió. Era tan simple avergonzarla...
-Claro que sí... -discutió- ¿Crees que no le encantaría a cualquiera de ellos tener la posibilidad de bailar contigo, colocando una mano en tu espalda y oprimiendo tu cuerpo al suyo? -Hermione se sentó erguida y se estiró para tomar su trabajo de Transformaciones y enrollarlo compulsivamente.
-Estás diciendo tonterías... -sentenció, tratando de ignorar el calor que se había apoderado de su garganta.
-¡Vamos Hermione! -insistió Draco- Abre tus ojos... ¿Cuál crees que es el motivo por el cual los muchachos te dejan subir las escaleras primero?
-Porque son caballeros... -respondió Hermione, negándose a mirar a Draco a los ojos.
-Los caballeros no existen, Hermione... lo hacen para probar si tienen la suerte de poder ver algo interesante... -¡Merlín! Era increíble cómo Draco podía hacerla enojar. Sus mejillas estaban ardiendo, sus venas latían a un compás crónico.
-No todos son como tú, Draco. Hay quienes no esconden un interés propio detrás de cada acción.
-¿Eso crees? Bien, no soy nadie para negarlo. Veremos qué sucede cuando a la mañana siguiente del baile te encuentre llorando porque Weasley te besó -Hermione dilató sus ojos y los clavó en Draco, furiosa.
-Ronno me besaría. Jamás mientras no tenga mi consentimiento. Además, el no quiere hacerlo, Draco. Y, si llegara a suceder (lo que es imposible), yo no lloraría como una estúpida... chica... -Draco rodó los ojos.
-Eso lo dices ahora, pero en el momento de la verdad todo tu sentimentalismo y tu sentido del prójimo te harán llorar los siete mares.
-Eres insoportable... -dijo Hermione mientras sostenía su frente en sus manos y apoyaba sus codos en las rodillas.
-Y tú eres muy terca -fue su réplica-. ¿Por qué te cuesta tanto aceptar que cualquier chico adoraría ir contigo al baile? -Hermione había bajado la vista y la tenía fija sobre su palma abierta, donde hacía trazos con la punta de su pluma sin tinta, haciéndose pequeñas marcas que enseguida desaparecían. Sus labios habían formado un infantil puchero, y cuando habló lo hizo con voz ronca.
-Nocualquier chico... -musitó, pero en el momento en que la última palabra salió de su boca, deseó no haberlo hecho. Había sonado a lástima propia... Resolvió no elevar los ojos hasta que no hubiera pasado toda la situación. Esperaría a que Draco cambiara de tema. Podría preguntarle sobre los entrenamientos de Quidditch...
-Sí, Hermione... -dijo Draco de repente. Ella lo miró, sabiendo que sus fosas nasales estaban dilatadas. Draco estaba mirándola insistentemente, con una expresión casi apática en el rostro. Sus labios estaban firmes, y las sílabas salían acariciadas, como partes de una poesía- Cualquier chico.
Sus ojos siguieron conectados, como una manera tácita de comprobar que él se había hecho entender, y que ella había entendido. Para cerciorarse de que ambos estaban pensando lo mismo en aquel momento, aunque ninguno lo aceptase o dijera jamás. Para que se creara un lazo que demostrara cuánto habían causado las palabras de Draco, y cuánto causaba ahora su silencio.
Hermione no supo cuál fue la tonta excusa que dio para irse de allí. No supo cómo logró ponerse de pie, hacer su camino hacia su dormitorio y no mirar atrás. Para escaparle a esos ojos grises e incansables. Lo único que supo fue que diez minutos después estaba metida en su cama, sabiendo que el día siguiente sería una sucesión de Ajedrez y Quidditch.
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Era muy frustrante. Tenía ya decidida la túnica que usaría (habiendo sido hecha a medida por diseñadores de alta costura), ya había pasado montones de pruebas de peinados hasta llegar al que combinase mejor con su ropa, había testeado los colores del maquillaje, corroborando no contrastar con el azul ópalo de la túnica, y hasta había ensayado las sonrisas y las actitudes que adoptaría la noche en cuestión. Pero, aparte de todas estas cosas, indiscutiblemente imprescindibles, le faltaba un pequeño detalle: su pareja.
Pansy sabía que este sería el último baile en Hogwarts, y no quería que transcurriera como todos los demás. Siendo parte de una familia importante dentro de la sociedad mágica, estaba acostumbrada a las fiestas de gala y reuniones desde que era una niña. Había asistido a montones de bailes, siempre con parejas ilustres, como hijos de Duques o Condes o de miembros importantes del Ministerio. Y, honestamente, se sentía en su tinta en dicha circunstancias. Las ropas de marca, la comida fina, la música ambiental... todo hacía juego con lo que ella consideraba su maravilloso y perfecto alrededor.
Pero en esta ocasión era distinto. Porque no era una simple fiesta a la que su padre había sido invitado. Era el último baile al que asistiría como parte de Hogwarts. Era el último baile de Hogwarts. Y sabía que esto tenía más que ver con el final de una etapa que con el despliegue y ostentación que siempre estaban incluidos en los otros.
Tomando otro trago de jugo, pasó su vista una vez más por todos los muchachos que tenían alguna posibilidad. Pero fue inútil. El resultado siempre era igual. Muy frustrante. No sentía que ninguno de ellos valiera la pena.
Suspirando, apoyó su mentón en un puño cerrado y giró su cabeza para ver a Draco sentado a su lado. El muchacho estaba comiendo casi sin ganas un trozo de filete, casi por costumbre más que por hambre. Pansy frunció el entrecejo y se prometió que en cuanto solucionara su dilema se ocuparía de su amigo. Y entonces cruzó la mesa con sus ojos, hasta posarlos en Blaise, frente a Draco. Lo consideró unos instantes. Sólo unos instantes.
-Blaise, el sábado serás mi pareja -dijo con simpleza-. Usa una túnica en algún tono azul para que combine con la mía -y volvió su atención a su plato, cortando la carne con renovado entusiasmo.
Blaise había alzado sus dos cejas, no muy seguro de si había oído bien. Corrió sus ojos de Pansy, resignado a que su tácita pregunta no tuviera respuesta, y miró a Draco, quien sólo se encogió de hombros.
-¿Qué? -preguntó entonces.
-Supongo que tendrás una túnica azul, Blaise... -dijo Pansy, blandiendo el tenedor distraídamente.
-Claro que sí... pero... ¿Cómo que seré tu pareja?
-¿Acaso ya tienes pareja? -Blaise parpadeó, desorientado.
-No, pero sólo porque quiero esperar y evaluar mis opciones. Quien ofrezca más será la afortunada -y de repente la miró suspicaz-. Y tú no piensas ofrecer nada... ¿verdad?
-No.
-¿Y entonces por qué crees que aceptaré ser tu pareja?
-Porque soy tu mejor y única amiga y quieres asegurarte que tenga una noche inolvidable...
-Pero...
-...y... -Pansy apoyó sus codos en la mesa y descansó su mentón en sus manos lazadas, mirando a Blaise insinuante- porque si no aceptas comenzaré el rumor de que tienes una infección terriblemente contagiosa al tacto en los genitales -los ojos de Blaise se abrieron tanto que Draco creyó que se saldrían de sus órbitas y debería agacharse en el suelo para recogerlos. Pansy sólo sonrió y se sirvió más puré.
-No lo harías... -dijo Blaise, el terror presente en su voz.
-Ponme a prueba -replicó Pansy.
-No te creerían...
-Sabes que sí.
Blaise se encogió en el asiento, sin poder creer la situación. Pansy soltó una risa y rodó los ojos.
-Vamos, Blaise... sólo por una noche, deja de lado tus intereses sexuales y divirtámonos entre amigos... -Blaise dudó. Calló unos segundos, rehuyendo los rostros de Pansy y de Draco.
-Bien... -dijo al fin- Pero no esperes que te lleve flores o que... que te diga que te ves linda ni nada de eso... -y Draco comprobó no con demasiada sorpresa un dejo rosado en sus mejillas. Pansy asintió conforme.
-Lo mismo digo -dijo, y miró a Draco para compartir con él una sonrisa-. ¿Qué hay de ti? -preguntó entonces- ¿Con quién irás al baile, Draco?
Draco bajó su vista al plato y jugueteó sin demasiado compromiso con un poco de puré en su tenedor.
-No iré al baile -declaró, tratando de que las reacciones de sus amigos no fueran exageradas.
-¿QUÉ? -gritó Pansy, casi saltando en el banco- ¿Qué quieres decir con que no irás al baile?
-Pansy, tranquilízate... -ordenó Draco molesto- Quiero decir que no iré al baile... No es complicado de entender.
-Pero... pero, eres Draco Malfoy... Draco Malfoy... No puedes faltar en un baile de Hogwarts, así como no pueden faltar las chillonas túnicas de las Patil o los pendientes ridículos de Lovewood... ¿Por qué no vas? -y sólo Blaise notó la fugaz mirada que Draco enviaba a la mesa de Gryffindor.
-Porque no tengo ganas, Pansy.
-¿No tienes ganas? Draco, eso es estúpido. Este será nuestro último baile en Hogwarts. Debes ir. Debes buscarte una tonta chica como pareja que se ponga lencería provocativa y bajaremos los tres juntos, y no le prestarás atención a la chica en toda la noche porque estarás con Blaise y conmigo, y sólo le hablarás y le preguntarás su nombre cuando la fiesta termine y...
-Pansy... -interrumpió Blaise. Tenía sus ojos gachos y mezclaba el puré con la salsa de los filetes- Ya déjalo.
-¿Que lo deje? Vamos, Blaise... Tú también sabes que es una estupidez que Draco no...
-Pan...ya déjalo... -repitió, alzando ambas cejas. Pansy se calló. Había apretado sus labios inconscientemente, y algo en la voz de Blaise impidió que continuara hablando, le impidió insistir en lo que creía una tradición ya pronta a acabar. Y algo en el silencio que siguió le hizo saber que la etapa ya estaba llegando a su fin, que quizás ya había terminado.
∞∞∞∞∞∞∞∞∞∞∞
-No puedo creer que esto apeste tanto... -dijo Draco con voz nasal, pues se había tapado la nariz con un par de dedos para impedir que el mal olor llegara hasta su cerebro.
-Sigue revolviendo, Draco...
-Estoy revolviendo, pero no es demasiado fácil cuando mi cabeza debe estar a tres metros de distancia...
-No es un olor tan insoportable...
-¿Entonces por qué te alejaste tanto?
Cuando Hermione había leído el próximo paso de la lista de ingredientes para su poción, mencionando la estricina de falena, ninguno de los dos creyó que sería la fase más asquerosa de todo el proceso. Más allá del nombre complicado y su más complicada composición, la estricina olía, si es posible, peor que el cárbido molido. Desde el instante en que Draco había destapado el tarro con la sustancia, todo el lugar había sido invadido por un olor fuerte y rancio, cercano a huevos podridos pero mil veces peor. Y cuando comenzaron a hervirlo, (por separado, a temperatura constante y revolviendo crónicamente), un intenso humo purpúreo se elevó por el aire, llenando toda la Sala de los Menesteres y haciendo difícil la tarea de ver más allá de las narices.
Hermione se había ofrecido como voluntaria para disipar el humo con su varita mientras que a Draco le tocaba la menos agradable tarea de revolver, agachándose junto al caldero y prácticamente metiendo allí su cabeza. Y cuando el olor se hizo ya muy insoportable, Hermione intentó con un hechizo para neutralizar olores que, milagrosamente, funcionó, aunque no al cien por cien, y debía conjurarlo cada diez minutos aproximadamente.
-¿Cómo es que siempre te quedas con los mejores trabajos? -le preguntó Draco aun con voz nasal.
-Tú eras el que se quejaba de que no me comportaba como una dama. Pues una dama jamás se ensuciaría las manos si hay un caballero cerca.
-Y tú eres la que me contestó que preferirías desayunar cárbido todos los días antes que ser una dama, si eso significaba estar con el cabello recogido todo el tiempo y no poder andar descalza.
-Cállate y revuelve.
-No puedo creer que seas tan egoísta y que te preocupes tan poco por mí... -se quejó Draco con voz llorosa, aunque eso sólo era un efecto del olor de la estricina.
-No... no, mira, lo lamento... -se disculpó ella, acongojada al verse llamada egoísta, y fue a agacharse junto a él- Si quieres me quedó aquí, para que por lo menos compartamos el sufrimiento... -y le envió una expectante mirada. Draco rió divertido mientras sus ojos se humedecían por el humo- Oh, no Draco... no llores... por favor no llores... yo... lo siento... no quería... ¿por qué te ríes si estás llorando?
Draco había soltado la cuchara y se había recostado en el suelo, riendo cada vez más, doblándose en dos y sosteniéndose las costillas.
-¿Quées tan gracioso? -le preguntó Hermione. Draco se enderezó, secándose los ojos con el dorso de la mano.
-Tú...-respondió sonriendo. Hermione frunció el ceño- ¿Crees que puedo llorar por algo así? Hermione, no debes confiar tanto en las personas...
-No confío tanto en las personas... -contradijo ella, poniéndose a la defensiva.
-¿Y qué demonios es eso de 'compartir el sufrimiento'? -siguió él, volviendo a reír.
-¿Qué? -preguntó Hermione, encogiendo un hombro bastante malhumorada- ¿Nunca escuchaste eso de 'mal de muchos, consuelo de tontos'?
-Oh... ¿ahora estás llamándome tonto?
-Sí -afirmó, sin lamentar en lo más mínimo llamar tonto a quien la deja humillarse de ese modo-. Y te dije que siguieras revolviendo... Olvídalo... lo haré yo... -y adelantándose tomó la cuchara que Draco había dejado en el caldero y continuó mezclando la estricina, al fin comprendiendo cómo es que Draco se quejaba tanto: olía como los mil demonios...
Al cabo de unos segundos sintió la presencia de Draco a su lado, y con un rápido movimiento de ojos vio que se había acercado, tan cerca del caldero como estaba ella.
-Podemos revolver juntos... -sugirió el muchacho. Lo había dicho en un susurro, un susurro demasiado bajo, y Hermione supo que era mejor prestar atención a lo que seguiría- Ya sabes... para compartir el sufrimiento...
Algo en esa sugerencia, algo en ese ofrecimiento tan inocente y casi silencioso, algo en su voz, en su aliento, en su presencia, le hicieron a Hermione preguntarse qué diablos estaba pasando, qué diablos estaba haciendo y cómo diablos iba a responder eso. Esto iba mucho más lejos de la pestilente estricina, y ambos lo sabían. Hermione lo sabía. Y sintió un nudo cuando por fin pudo hablar.
-No... -susurró- Aun no...
Draco no dijo nada. Por un instante Hermione creyó que se movería, que se alejaría, que se iría de allí. Pero se quedó. Y podía sentir sus ojos sobre sus manos, que hacían girar la cuchara.
-¿Por qué? -preguntó entonces Draco.
La mente de Hermione estaba casi en blanco. Se había olvidado del Quidditch, se había olvidado del Ajedrez, se había olvidado de Harry, de Ron, de la estricina, de Crookshanks y Vaca que estaban esperando su cena, y sólo podía pensar en que con sólo mover su mano unos centímetros podía hacerle lugar a la mano de Draco en la cuchara, y podrían revolver juntos.
Pero no podrían.
-Porque apesta demasiado -dijo, y continuó revolviendo, en silencio, con los ojos de Draco siguiendo sus movimientos, revolviendo sola todo el tiempo.
∞∞∞∞∞∞∞∞∞∞∞
Mientras se reafirmaban con poderoso ímpetu todas las ventajas que sabía que el sexo masculino tenía sobre el femenino, Blaise miró su reloj una vez más. Hacía ya casi una hora que había bajado de su dormitorio, vestido ya con su túnica azul medianoche y predispuesto a pasar lo que Pansy llamaría 'una noche entre amigos', pero el plural estaría mal empleado si ella no se apuraba en bajar.
Estaba cruzado de brazos, sentado en uno de los sillones de la Sala Común de Slytherin, mirando fijamente la pared que tenía frente a él. Su ceño estaba fruncido y era consciente de que ninguno de los que pasaban junto a él le hablaban debido a su aspecto atemorizante. Sólo Draco había sido lo suficientemente valiente como para quedarse a su lado, sentado a su derecha, cruzado también de brazos y mirando a la misma pared en un vago intento por burlarlo y tratar así de acabar con su malhumor. El Premio Anual era el único del lugar que no vestía de gala. Tenía puesta su túnica normal (la que había usado todo el día y se le había arrugado al dormir una breve siesta en un sillón), y su cabello estaba tan desarreglado como cuando salía de bañarse y prefería quedarse sin peinarse, lo que Hermione llamaba graciosamente natural descabellado.
-Ahora recuerdo por qué detestaba el momento preliminar a las fiestas... -comentó Draco con aire casual. Blaise hizo un sonido agresivo de comprensión.
-Odio a las mujeres -dijo con dureza. Draco giró su cabeza y lo miró incrédulo. Blaise rodó los ojos- Odio esto de las mujeres... -suspiró y se pasó una mano por el rostro- ¿Por qué no pueden vestirse tan rápido como nosotros?
-Por el mismo motivo por el cual nosotros no usamos rodetes -respondió Draco distraído. Blaise rió e inclinó su cabeza.
-¡PANSY! -gritó, sin notar o sin que le importara el resto de la gente de la Sala Común- ¿TE FALTA MUCHO? -no hubo respuesta. Blaise miró a Draco con una ceja alzada- ¿PANSY?
-¿QUÉ QUIERES? -respondió apagada la voz de su amiga desde los dormitorios de las chicas.
-¡QUIERO SABER SI TE FALTA MUCHO! -volvió a gritar Blaise. Draco rió, disimulando la risa con una tos cuando el otro muchacho lo miró fastidiado.
-¡NO PUEDES MOLESTARME POR COSAS COMO ESA CUANDO ESTOY A LA MITAD DE ALGO TAN IMPORTANTE! -gritó Pansy una vez más. Blaise hizo chirriar sus dientes.
-¿Y QUÉ ES ESO TAN IMPORTANTE?
-¡ESTOY PREPARÁNDOME, BLAISE! -gritó Pansy. Blaise contuvo un suspiro.
-¡NO TIENES POR QUÉ TARDAR TANTO TIEMPO!
-¡YA DÉJAME EN PAZ!
-¡PANSY,SOY YO! -le gritó Blaise ya perdiendo la paciencia- ¡TE HE VISTO CON VARICELA, TE HE VISTO CON SOSTENES RELLENOS CON ALGODÓN Y TE HE VISTO CON LAS PIERNAS SIN RASURAR POR DOS SEMANAS! -Draco se tapó la boca con las manos para no reír- ¿QUÉ TAN MALO PUEDE SER QUE UNA NOCHE NO ESTÉS PREPARADA?
-¡TENÍA LAS PIERNAS IRRITADAS! -chilló Pansy, más que obviamente enfadada- ¡Y DIJISTE QUE NO SE NOTABA!
-¿PUEDES APURARTE?
-¡BLAISE, DÉJAME EN PAZ! -gritó ella- ESTOY MAQUILLÁNDOME Y NO PUEDO... ¡DEMONIOS!
Blaise se irguió en el sillón y llevó inmediatamente sus ojos hacia la puerta de los dormitorios de las chicas.
-¿QUÉ SUCEDE? -preguntó. Nuevamente no hubo respuesta. Blaise se giró hacia Draco con aire preocupado- PAN... ¿QUÉ SUCEDIÓ? -sin necesidad de que aguzaran sus oídos, Draco y Blaise pudieron oír movimiento en los dormitorios. Una silla siendo arrastrada, una puerta que se abría y luego tacones contra los escalones de madera. Y segundos después Pansy apareció por el agujero de la escalera, vistiendo ya su túnica y peinada con tirante rodete, con sus labios oscuros y sus mejillas ya pintadas. De no ser porque se veía dispuesta a asesinar, los dos muchachos podrían haber dicho que se veía muy bonita.
-¿QUIERES SABER QUÉ SUCEDIÓ? -preguntó la chica entonces, aun gritando aunque la estancia en la misma habitación lo hacía prescindible- ¿QUIERES? ESTO, BLAISE... ESTO SUCEDIÓ... -y se señaló un ojo, cuya pestaña inferior estaba delineada en azul.
-¿Te confundiste de color? -preguntó Blaise algo amilanado.
-No, Blaise... ¡Esto! -e, inclinándose un poco más, pudieron ver una pequeña línea que salía de la pestaña- ¡Hiciste que mi pulso temblara! Me pintarrajeé toda la cara por tu culpa y ahora deberé estar horas arreglando esto.
-¿Horas?Pansy, vamos... es sólo una línea... en dos minutos puedes arreglarlo... Por favor no me digas que vas a tardarte mucho más...
-Lo hubieras pensado antes de ponerte impaciente, Zabini -dijo Pansy, ya girándose y dirigiéndose nuevamente a su habitación. Blaise miró a Draco como pidiendo ayuda, pero el rubio elevó las manos dando a entender que él no tenía nada que ver con aquello.
-Esto es una locura... -se lamentó Blaise pasándose una mano por su pelo peinado- Maldigo la hora en que se inventó el maquillaje...
-Te entiendo... -dijo Draco palmeando con presteza la espalda de su amigo- Es un prodigio hallar una chica que vaya a una fiesta sin maquillaje...
-Bueno, si la encuentras por favor preséntamela y le pediré casamiento sin dudarlo... -dijo Blaise miserablemente.
-¿Y condenar a la pobre chica? Ni hablar, Zabini... -bromeó Draco, y se desperezó en el sillón, mirando el reloj- Bueno... será mejor que vuelva a mi Sala Común... -en medio de su propia lástima, Blaise halló una ruta de escape y sonrió, mirando a Draco de reojo.
-¿Para ver si puedes convencer a tu querida Premio Anual de que tengan una fiesta privada? -preguntó. Draco rodó los ojos, ocultando cuán emocionante encontraba aquella posibilidad.
-No, Blaise. Para dormir. No te olvides que mañana debemos irnos muy temprano para llegar al Festival Boreal en los Alpes.
-Ah, sí.. la Navidad en Suiza... -dijo Blaise con aire soñador- Aunque no creo que tus fantasías de aquello sean más... mh... interesantes que las de Hermione... -Draco alzó una ceja.
-¿Desde cuándo la llamas Hermione? -preguntó desconfiado. Blaise sonrió.
-¿Celoso?
-Claro que no... Sólo... quiero saber... -Blaise meneó la cabeza y palmeó la espalda de Draco, como el otro lo había hecho hacía instantes.
-Tú lo conseguiste... no sé si lo habrías notado, pero la nombras a cada rato.
-Yo no la nombro a cada rato...
-Bien... si tú lo dices... -murmuró entonces, volviendo a mirar a la pared y aun sonriendo de lado. Draco miró el perfil de su amigo por un buen rato.
-Si sonríes así de viejo estarás deforme -farfulló, y se cruzó de brazos una vez más.
∞∞∞∞∞∞∞∞∞∞∞
Por más que a Draco le hubiera encantado ver el desenlace del entretenido drama entre Blaise y Pansy, el prospecto de otra opción le gustaba más. Y caminando rápido los últimos tramos y sonriéndole a Van como nunca lo había hecho, entró a su Sala Común ya habiendo pensado varias ideas para proponerle a Hermione y entretener así su noche carente de baile, banquete o cualquier otra actividad demasiado poca cosa para cualquiera de ellos dos.
Sacándose los zapatos (cosa que había copiado sin saberlo de Hermione), se dejó caer en uno de los sillones y subió sus pies a la mesa.
-¿HERMIONE? -gritó, girando su cabeza hacia el dormitorio de la chica y sonriendo al notar la coincidencia con el trato de sus dos amigos.
-¡ENSEGUIDA BAJO! -respondió Hermione de inmediato. Draco asintió satisfecho. Paseó sus ojos por la montaña de pergaminos en la mesa, y entreviendo allí el trabajo de Transformaciones de Hermione, convenientemente junto al suyo, pensó que sería un buen momento para controlar y suprimir los errores que más que seguro había cometido al redactar su informe mientras Hermione comía ranas de chocolate en el sofá enfrentado a él; ése había sido el peor error de todos, generador de cualquier otro que pudiera haber.
Sostuvo la pluma entre sus dientes para acomodar los pergaminos sobre sus piernas justo en el momento en que la puerta del dormitorio de Hermione se abría, y entonces la oyó bajar los escalones.
-Hoa Hermione -saludó aun con la pluma entre sus dientes.
-Hola... -respondió ella, y Draco, al estar de espaldas a ella y sumergido a en la revisión del trabajo, no notó el tono casi ausente que la chica utilizó.
-¿Quieres reírte un rato? -le preguntó Draco mientras comenzaba a tachar un párrafo.
-Muy bien... -respondió Hermione casi por inercia. Draco sonrió.
-¿Recuerdas que te había contado que Blaise y Pansy irían juntos al baile de esta noche? -anotó en los márgenes lo que debía colocar en lugar de lo que acababa de tachar.
-Aja...
-Bueno, pues recién estábamos con Blaise esperando a Pansy, que estaba tardando años en bajar -contó divertido mientras continuaba escribiendo-, y entonces Blaise se hartó y comenzó a gritarle... '¿TE FALTA MUCHO?', y Pansy le contestó'¡ESTOY PREPARÁNDOME!', y Blaise le dijo que no tenía por qué tardarse tanto, que si ya la había visto con las piernas peludas qué importaba verla sin arreglar... -soltó una risotada- ¿Te imaginas la cara de Pansy al oír la mención de sus piernas peludas?
-Vívidamente... -respondió Hermione con un dejo de duda en la voz. Draco volvió a reír.
-No quise quedarme hasta el final por temor de mi salud mental... -dijo, y pasó al párrafo siguiente, el cual, a simple vista, tenía más errores que el anterior- Gracias al cielo que no voy al baile... Oye, Hermione... estuve pensando... ¿qué te parece si aprovechamos la noche para adelantar la poción? -preguntó, mojando su pluma una vez más.
-¿Qué? -inquirió Hermione distraída.
-Que la adelantemos. Podemos aprovechar que todos estarán en el baile. Ya sé que ahora sólo debemos esperar que la estricina hierva por otros siete días, pero para el paso siguiente necesitamos un segundo caldero impermeabilizado, y pensé que quizá podríamos dejarlo ya listo hoy... ¿Qué crees?
-¿Qué creo de qué? -Draco frunció el entrecejo mientras volteaba su cabeza para mirarla.
-¿No estabas prestándome aten...? -pero jamás pudo completar su pregunta, y ni siquiera se dio cuenta, y tampoco le importó.
Por un segundo se olvidó de todo. Se olvidó de cualquier otra chica con la cual su noche hubiera sido segura; porque con Hermione nunca estaba seguro. Siempre corría el riesgo de que algo así sucediera, algo que lo hiciera olvidarse de todo. Y sólo sus ojos se movían, además de su sangre, que parecía haber comenzado a circular por sus venas a tanta velocidad que creyó que se le romperían. No respiraba. No se movía. Pero sus ojos sí. Y acariciaban una y otra vez la imagen que tenía delante, tratando de encontrar alguna explicación, algún defecto, alguna esperanza.
Hermione estaba parada junto al pie de la escalera, vistiendo una túnica de gala. O no era una túnica, difícil estar seguro. Porque ninguna túnica podía caer con tanta gracia sobre el cuerpo, como si fuera agua, como si no existiera. Y ninguna túnica podía ser de una blanco tan blanco, tan perlado y a la vez tranquilo, como si fuera nieve, como si fuera luna. El cabello lo llevaba suelto, pero estaba distinto a como estaba siempre, y su color era mucho más oscuro al contrastar con la túnica inmaculada, contra sus hombros tan tiernos, contra sus ojos tan claros.
No podía ser real. No podía ser un conjunto tan perfecto. No podía estar allí de pie, como si nada, volteando la cabeza detrás de su espalda para tratar de llegar con su mano a la punta del angosto chal que se le había caído de los hombros, sin escucharlo, sin observarlo, sin saber que él estaba allí mirándola, sin saber que él estaba allí muriendo.
Oh, sí... estaba muriendo. No podía respirar. Y sabía que si seguía así moriría. Pero su nariz se negaba a funcionar. Y sus pulmones no aceptarían el oxígeno. Y su sangre seguía corriendo, agrupándose en sus labios, en sus mejillas, deteniéndose en su pecho y haciendo gritar a su corazón.
Los movimientos de Hermione eran como el aire. Sus manos se movían leves y hacían que sus hombros se sacudieran apenas, meciendo las ondas de su cabello contra sus mejillas. Su rostro estaba pálido ante el efecto de la blancura de la túnica, y sus ojos eran claros, límpidos y más enormes que nunca. Y sus labios... sus labios se recortaban del blanco restante, la silueta bien determinada, un rosa apenas intenso, sus dientes entreviéndose cuando sonreía (y que sonriera cuantas veces quisiera). Su forma tan redondeada, su sonrisa tan inocente, y estaba seguro de que si se mordía el labio en aquel momento no sobreviviría a las Navidades.
Y lo hizo.
Aquí yace Draco Malfoy, quien murió sin sus zapatos y por culpa de unos labios.
Quizás sería mejor morir. Porque muerto no tendría por qué pensar. No tendría por qué sufrir, y no tendría que soportar la carga de aquel momento por el resto de su vida. No tendría que soportar el cerrar los ojos, día o noche, y ver frente a él a Hermione, con su túnica blanca y sus labios condenantes.
¿Cómo haría para seguir después de esto?
¿Cómo sería un día en su vida sin escuchar su risa, sin oler su perfume, sin sentir su mirada?
¿Cómo volvería a respirar sin sentir que cada aliento tomado era un paso que lo acercaba a su fin?
¿Cómo podría continuar sin...
Hermione bufó mientras la punta del chal se le escapaba ya por quinta vez, y decidió tomar medidas extremas. Soltó la otra punta, dejó que el chal resbalara hasta el suelo, y luego se agachó y lo tomó sin problemas.
-Ahora sí... -dijo entonces colocándoselo por sobre los hombros- Lamento no haberte escuchado, pero esta... cosa me estaba volviendo loca... -y sonrió, volviéndose a Draco por completo.
... sin ella...?
-¿Qué sucede? -preguntó Hermione al ver la forma en la que el muchacho la miraba. Draco siguió en silencio, sólo parpadeando- Oh... ya sé... -dijo entonces Hermione, sonriendo otra vez con aire entendido- Crees que con este simple chal me moriré de frío... ¿verdad? -Draco no respondió- Pues, si es eso, no tienes de qué preocuparte, porque este chal, así simple como lo ves, está encantado con un hechizo que me enseñó el profesor Flitwick especialmente. Me dijo que él lo usaba para sus batas, porque era ridículamente confortable, pero a mí no me interesaba demasiado saber sobre las batas o cualquier otra cosa referente a los baños de ninguno de mis profesores... -rió divertida mientras dejaba sobre la mesa sus zapatos (que Draco no había advertido que no estaban en sus pies), y se acomodaba el chal más estirado sobre sus hombros.
Draco abrió su boca. Iba a preguntar algo... ¿pero qué? Le faltaba saliva y le fue difícil tragar.
-¿Qué decías de la poción? -preguntó Hermione mientras con sus palmas se aseguraba de que no hubiera arrugas en la túnica. La poción... sí... había estado diciendo algo de la poción... Todo aquello parecía haber sucedido en otra vida.
-Tú... -logró decir al fin, con voz ronca y casi afónica- dijiste que... que no irías al baile... -Hermione negó con la cabeza y se sentó en un sillón.
-No, dije que creía que no iría -corrigió, y se subió la túnica por encima de los tobillos para colocarse los zapatos, revelando bastante de su pantorrilla-. Pero resulta ser que tengo un par de amigos muy insistentes, así que, aquí me ves... -se puso de pie, ya lista, y se desperezó- Bueno, Draco, espero que tengas una noche entretenida -suspiró-. Seguro que te divertirás más que yo... Bien, nos vemos en... -miró el reloj colgado en la pared y volvió a suspirar con tristeza- varias largas y penosas horas... -y se dirigió hacia el retrato.
Draco la contempló mientras se alejaba haciendo ondear su cabello sobre su espalda, y supo que no podía dejar que se fuera sin decir nada.
-Hermione... -llamó. Ella se volteó dibujando curiosidad en su sonrisa. Cualquier cosa. Debía decirle cualquier cosa. Lo hermosa que se veía, que no podía respirar cuando la miraba, que daría lo que fuera por acariciar sus labios, que por favor se quedara con él el resto de la noche... pero...
-¿No estás usando maquillaje? -fue lo mejor que le salió en aquel momento.
Hermione elevó una tentativa mano hacia su mentón, tocándolo vacilante, y sus mejillas se tiñeron levemente.
-No... -respondió, y Draco supo que su noche no podría empeorar. Una cosa era segura: no le diría esto a Blaise.
-Oh... -balbuceó como réplica.
-¿Por qué? -Draco bajó la vista y frunció un hombro.
-Por saber... -Hermione asintió, y se quedaron en silencio unos segundos. Entonces la chica se volteó, dirigiéndose al retrato nuevamente.
-Adiós... -se despidió.
-Adiós... -correspondió él. Pero Hermione se había detenido, aun dándole la espalda, enfrentando la parte trasera del retrato de Van.
-¿Draco? -el muchacho elevó su vista y la fijó en la espalda de Hermione.
-¿Sí? -Hermione giró su cabeza, dándole una buena vista de su perfil pero sin mirarlo a los ojos.
-¿Crees... que me hace falta? -sus párpados estaban bajos, sus labios estaban sueltos.
-¿Qué...?
-Maquillaje. ¿Crees que me hace falta? -Draco parpadeó. No podía estar preguntándole aquello en serio. No podía no saber cuán hermosa se veía. No podía no saber que era una Reina, que era una hermosa Reina Blanca, y que él sería su súbdito para siempre, para siempre, con tal de que dejara que la observara, y que el maquillaje era inútil, que no podría lograr nada más... Pero entonces recordó que era Hermione. Cualquier cosa podía ser. Sonrió.
-No -dijo. Hermione se volteó un poco más para mirarlo ahora sí a los ojos-. Para nada.
Hermione sonrió también, unos segundos, hasta que dándole la espalda otra vez repitió su saludo y atravesó el retrato, dejando la habitación súbitamente más oscura.
Draco no lo dudó ni un segundo. Se puso de pie, haciendo caer al suelo todos los pergaminos que habían quedado completamente olvidados en su regazo, y se precipitó escaleras arriba, sacándose la corbata mientras se salteaba escalones. Y apenas instantes después estaba bajando una vez más, vestido con su mejor túnica de gala.
-¿Cambió de opinión respecto a la fiesta? -le preguntó Van en su usual e irritante tono de interés condescendiente cuando atravesó su retrato.
-Algo así -respondió Draco lacónico, y se alejó caminando rápido.
A los pies de las escaleras de mármol, en las puertas hacia el Gran Salón, había una pequeña multitud de personas, todos esperando a sus respectivas parejas que presumiblemente serían de casas distintas. Draco recorrió raudo el lugar con la mirada, y detuvo sus ojos sobre una chica alta y de porte elegante vistiendo una túnica turquesa. Estaba sola, cruzada de brazos y tenía aspecto aburrido. Sonriendo mentalmente con aire conspirador, el muchacho se le acercó.
-Hola -saludó sonriendo con sus dientes perfectos. La chica, tomada por sorpresa, dio un torpe paso hacia atrás y abrió sus ojos enormes.
-Hola, Draco... -saludó nerviosa. Draco miró hacia los lados, buscando algo, y poniendo cara de asombro, preguntó:
-¿Y qué hace una chica tan linda como tú sola cuando hay un baile cruzando aquella puerta? -la chica rió tapándose la boca.
-Estoy esperando a mi pareja... -explicó.
-Ya veo... bueno, eso es una pena...
-¿Por qué? -preguntó ella apresuradamente, abriendo aun más sus ojos. Draco frunció la comisura de sus labios.
-Porque creí que quizás te gustaría ser mi pareja esta noche... -dijo- Pero si ya estás comprometida... -e hizo un ademán de alejarse.
-¡No! -chilló la chica aferrándose del brazo de Draco, soltándolo enseguida y comprendiendo el ridículo que había hecho- Quiero decir... sí... me... me gustaría ser tu pareja...
-¿Y qué hay del muchacho que bajará a buscarte? -preguntó Draco alzando una ceja. La chica hizo un movimiento con su mano para indicar que no importaba- ¿De veras? -quiso asegurarse el rubio. Ella asintió con ímpetu- Bien -dijo Draco resueltamente, y le ofreció el brazo-. ¿Vamos, entonces? -y cruzaron la puerta.
Varias parejas ya estaban bailando en el medio del salón, desplazándose lentas alrededor del suelo. Una vez adentro, Draco se corrió de delante de la puerta para no estorbar el paso.
-Se rumoreaba que no ibas a venir... -le dijo la chica en el oído para hacerse oír sobre la música- Pero yo sabía que eso era una locura...
-Sí, tienes razón... -aceptó Draco sin saber qué estaba aceptando. Se había soltado del brazo de su improvisada pareja y giraba sobre su propio eje, buscando con la mirada por todo el salón.
-¿Quieres que bailemos? -preguntó ella lazando sus manos tras el cuello de Draco y sonriéndole.
-Bueno... -dijo él sin dejar de buscar- creo que primero deberíamos...
-¿Draco? -lo llamó una voz a sus espaldas, y el aludido se volteó de inmediato al reconocer la voz de su mejor amigo.
-Hola, Blaise... -saludó Draco, y Blaise se acercó abriéndose camino entre un grupo de personas.
-Veo que finalmente viniste -le dijo colocando una mano sobre su hombro, y miró de reojo a su pareja-. Y muy bien acompañado, si me permites decir... -y le guiñó un ojo a la chica, quien en lugar de sonrojarse sonrió con descaro.
-¿Dónde está Pansy? -preguntó Draco. Blaise gruñó.
-Me mandó a buscar algo para tomar. ¿Puedes creerlo? Yo nunca voy a buscar algo para tomar... -suspiró, y entonces miró a Draco con justificada suspicacia- ¿Puedo robarme al caballero unos momentos? -preguntó dirigiéndose a la chica y pasando un brazo detrás del cuello de Draco.
-Siempre y cuando me lo devuelvas entero -bromeó ella. Blaise fingió una convincente risa y dio media vuelta, rodando los ojos mientras hacía aquello.
-Que nunca se dedique a la comedia... -farfulló. Draco se soltó del brazo de su amigo y lo siguió hasta alejarse lo suficiente.
-¿Qué sucede? -preguntó, aun volviendo su cabeza para buscar entre la multitud. Blaise se detuvo de repente, haciendo que Draco chocara contra su espalda.
-¿Por qué viniste?
-¿Podrías tener más cuidado al caminar?
-Contesta mi pregunta -Draco se encogió de hombros, volviendo a girar sobre su eje.
-Cambié de opinión -dijo.
-Ah, sí, claro... -dijo Blaise asintiendo, obviamente sin creer aquello- ¿Y qué estás buscando? -Draco se detuvo. Carraspeó y enfrentó a Blaise, cruzándose de brazos.
-Nada.
-Nada... -Blaise soltó una risa por lo bajo, pasándose una mano por el pelo- Y viniste aquí sólo porque cambiaste de opinión.
-Sí -afirmó Draco desafiante. Blaise meneó la cabeza, elevando sus ojos al cielo, y volvió a pasar un brazo por los hombros de Draco.
-Y supongo que el hecho de que Hermione haya venido también, utilizando una túnica que va en contra de toda justicia masculina, no tuvo nada que ver... -y lo hizo girar hacia la derecha, señalando hacia adelante, donde Hermione estaba de pie junto a una mesa, entre Harry y Ron, los tres escuchando con poco interés a Parvaty y Lavender hablar sobre la odisea de la preparación para el baile de Navidad.
Draco se halló a sí mismo lamiéndose los labios con sus ojos fijos en Hermione, y al advertir que Blaise lo miraba detenidamente se irguió, soltándose de su brazo una vez más.
-Fue una... una coincidencia -dijo. Blaise alzó una ceja.
-Y también debo creer que el haber venido con esta chica fue planeado...
-No... eso fue a último momento -aceptó Draco-. Pero el que haya venido no tiene nada que ver con que haya venido Hermione.
Blaise no dijo nada. Había cruzado sus brazos también y miraba a Draco detenidamente, con su ceño apenas fruncido.
-¡Draco! -chilló la voz de Pansy, y los dos muchachos giraron su cabeza para verla acercárseles por entre la pista de baile- Draco... ¡Quítense del camino! -ordenó mientras empujaba a un par de Hufflepuffs bailando- Draco, viniste... -fue su saludo cuando al fin logró llegar.
-Vine -confirmó el rubio sonriéndole.
-Sabía que no podrías soportar la idea de no venir... -dijo Pansy palmeando sus manos, y cambió su rostro súbitamente cuando miró a Blaise- ¿Y no te dije a ti que quería algo de tomar?
-Estaba yendo a buscar las bebidas -masculló Blaise con los dientes apretados. Pansy lo hizo callar con un movimiento de su mano y se volvió a Draco una vez más- ¿Por qué te decidiste a venir?
-Porque sí -respondió él cortante, temiendo que la chica se pusiera tan pesada como su otro amigo. Pero a Pansy no pareció importarle, porque siguió sonriendo sin inmutarse.
-¿Y con quién viniste?
-Con... con... -buscó a sus espaldas hasta dar con la chica, quien se había puesto a charlar emocionada con otras chicas, todas echándole furtivas miradas- Con aquella chica -Pansy la observó con aire de juez.
-Es muy bonita -resolvió al cabo de un rato, y luego miró a Draco perspicaz-. ¿Cómo se llama? -Draco abrió la boca pero se quedó callado. Parpadeó y miró a su pareja por sobre el hombro de Blaise.
-No tengo ni idea... -dijo honestamente. Y eso pareció ser lo mejor que Pansy podría haber oído. Soltando un chillido de emoción, saltó a los brazos de Draco, abrazándolo con fuerza.
-¡Eso era lo que quería oír! -gritó eufórica. Draco dio un par de torpes palmaditas en su espalda.
-Si te vas a poner tan contenta prometo no saber el nombre de ninguna de las personas que conozca de ahora en adelante... -dijo, Y Pansy rió.
-¡Vamos a bailar, Blaise! -dijo, y se adentró a la pista de baile, empujando una vez más a la pareja de Hufflepuffs.
-¡Ya voy! -le gritó Blaise por sobre la música, y se volvió a Draco, que había seguido a Pansy con la mirada, sonriendo- Draco -dijo para llamar su atención.
Draco se tomó su tiempo antes de mirarlo, manteniendo su vista vaga unos cuantos minutos. Era uno de esos momentos en que desearías que la otra persona no te conociera tanto. Que no supiera lo que pasa por tu cabeza a cada momento. Entonces Blaise perdió la paciencia y puso ambas manos en sus hombros, obligándolo a mirarlo.
-Draco...
-¿Qué quieres? -preguntó el rubio con brusquedad- ¿Qué demonios quieres? Eres un impaciente... ¿sabías eso? Eres un maldito italiano impaciente... -y esperó que Blaise le contestara con una mirada severa, con una mirada de enojo. Pero fue una mirada de pena la que emitían los ojos de su amigo. Pena.
Draco bajó la vista, respirando con pesadez.
-Draco... -susurró Blaise. Y Draco no quería escucharlo, porque sabía que tendría razón- Draco... sabes que no... que no puedes...
-¿Qué no puedo Blaise? -preguntó casi con violencia, quitando las manos del otro de sobre sus hombros. Blaise ladeó su cabeza y una sonrisa de compasión fue a aparecer en sus labios.
-Tu vida ya está más que complicada... -dijo- Sólo quiero que no la compliques más.
Draco oprimió sus mandíbulas y posó sus ojos en el suelo. No entendía. No había ninguna posibilidad de que entendiera. ¿Cómo podría decir eso si entendiera, si tuviera una pequeña idea de...?
La canción que había estado sonando se acabó y comenzó a sonar una de ritmo lento, y todas las parejas se juntaron, haciendo el espacio del salón parecer más grande de repente. Pansy apareció una vez más de entre la multitud, y sin notar el grave silencio que sus amigos compartían, tomó la mano de Blaise y lo arrastró con ella hasta el centro mismo de la pista, donde comenzaron a bailar sincronizados. Draco giró de inmediato, sin molestarse en ocultar su malhumor, y caminó sin detenerse hasta su pareja, que aun lo esperaba ansiosa.
-¿Ahora sí bailamos? -le preguntó sonriendo.
-No -respondió Draco con sequedad, y fue a apoyarse contra una pared, cruzado de brazos, mirando cierto punto perdido entre la multitud.
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Hermione no pudo evitar que una sonrisa algo arrogante se formara en sus labios. Harry y Ron habían comenzado una tediosa discusión sobre la forma de bailar de cada uno, curiosamente ambos queriendo afirmar a toda costa que el otro era mejor bailarín (algo que tenía que ver con el orgullo viril... 'los hombres no bailan', había dicho Ron en un momento). Y esta molesta distracción de sus amigos le había servido a la chica para dedicarse a suspirar aburrida y a pasear los ojos por el salón, descubriendo con agradable sorpresa que Draco, finalmente y desmoronando todas las escaramuzas previas, había asistido al baile.
Draco estaba recostado contra una pared, más aburrido que ella, y una chica alta y muy bonita estaba parada junto a él, pululando en círculos probablemente tratando de convencerlo de bailar, y el rostro de Draco derrochaba fastidio en el momento que la chica abría su boca. Hermione ensanchó su sonrisa al ver que Draco la miraba directamente. Lo saludó con un discreto movimiento de mano e intentó, copiando mucho al personaje que él mismo encarnaba, poner una expresión incriminatoria. No le saldría barato al muchacho aquella exhibición de volubilidad, y ella se encargaría de burlarse lo necesario.
Draco también le sonrió, pasando por alto el saludo, y ante la actitud algo insolente de Hermione no hizo más que encogerse de hombros y guardar las manos en los bolsillos. La chica que lo acompañaba tomó repentina conciencia de que la atención de Draco estaba desviada hacia otro punto, así que siguió la ruta de sus ojos para comprobar a quién estaba mirando. Hermione, muy sensatamente, desvió la mirada también y fingió formar parte de la ahora ridícula plática de Harry y Ron, mordiéndose el labio para no reír. Y cuando unos minutos después, con disimulo, volvió a mirar, Draco y la chica habían abandonado su rincón en la pared y habían ocupado un lugar privilegiado en la pista de baile.
Bueno... ¡eso era algo! Draco realmente era un descarado. Primero mintiéndole, diciéndole que no iría al baile...'Los bailes son una cosa estúpida para mí', había dicho, preguntándole si harían la poción esa noche, mostrándose conforme con su velada libre de fiestas, y ahora allí estaba, bailando con esa... esa... chica quien parecía querer que su cuerpo se pegara eternamente al de ella... ¿Qué no sabía que si lo apretaba tan fuerte lo estrangularía? Y esa mano... esa mano... ¿Dónde iba a parar esa mano cuando salía de su campo de visión?
-Hermione... tienes las mejillas rojísimas... -le informó Ron inclinándose un poco para que su altura prominente no le impidiera verla de lleno a la cara. Hermione parpadeó tomada por sorpresa y notó que había tenido su labio mordido con tanta fuerza que casi le sangraba.
-¿Qué? -preguntó, aunque había escuchado y entendido a la perfección.
-¿Tienes calor? -le preguntó Harry- Porque pareces muy acalorada.
-Es verdad -confirmó Ron-, y nos has bailado nada aun. ¿Realmente el hechizo de Flitwick en tu capita funciona tan bien?
-Es un chal, Ron... -corrigió Hermione, y se volvió a sus dos amigos sonriendo forzadamente. De repente, sentía ganas de bailar- ¿Cuál va a bailar conmigo? -preguntó alegre (y, a decir verdad y según pensaron los muchachos, demasiado eufórica). Harry y Ron intercambiaron miradas.
-¿Quieres bailar? -le preguntó Harry confundido. Hermione asintió. Ron hizo una mueca.
-Tú...-dijo- ¿Quieres bailar? -Hermione rodó los ojos.
-Sí, Ron, yo. ¿Va a venir a bailar alguno conmigo o tendré que ir a pedirle a alguien más?
-Colin estaría encantado... -dijo Ron, riendo por lo bajo. Hermione suspiró resignada, y como castigo hacia el comentario de su amigo pelirrojo, tomó su mano y lo arrastró hasta la pista de baile.
-¡Si no regreso con vida tú te quedas con todo lo que tengo de los Chuddley Cannons! -gritó Ron a Harry- ¡No dejes que Fred y George lo toquen! -agregó.
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Ron estuvo agradecido hacia la fuerza suprema que hizo que Hermione se cansara de bailar con él, y se llevara a Harry en su lugar.
-Es que tú eres demasiado alto -le había dicho a modo de disculpas, ignorando que no necesitaba disculparse por dejarlo descansar, alejado del griterío de la pista.
Bailar con Harry tenía sus ventajas, además de la obvia relacionada con la falta de dolor de cuello al no tener que mirar hacia arriba constantemente. Harry era mucho menos alocado, daba menos vueltas, y de esa manera Hermione podía vigilar sin que se notara los movimientos de Draco y esa chica (quien, viéndola más detenidamente, no era tan bonita después de todo). Hermione advirtió que Draco tampoco parecía muy dispuesto a moverse mucho, y varias veces en que ella lo miraba, lo sorprendía mirando hacia ella, de inmediato volviendo la cabeza y diciéndole algo a su pareja. Entonces Hermione se volvía hacia Harry y reía como si éste acabara de contar un chiste sumamente gracioso, lo que causó que su amigo creyera, no sin falta de razones, que no era recomendable que Hermione asistiera a más bailes como ese.
-¿Podemos ir a sentarnos un rato? -preguntó Harry al cabo de un rato.
-Bailemos un poco más... -pidió Hermione, reacia a perder esta tácita batalla creada entre ella y Draco, consistente en resistencia de baile. Harry resopló.
-Hoy estás extraña -dijo-. No sé qué te sucede.
-¿Han notado Ron y tú que son horriblemente quejosos?
-Vamos, Hermione... tienes que admitir que...
-Señorita Granger... -llamó una fría voz.
Harry y Hermione levantaron los ojos y vieron, allí en el medio de la pista de baile, utilizando la túnica de gala más triste y menos de gala que hubieran visto, a Snape, con las manos lazadas tras la espalda y viéndose totalmente fuera de lugar.
-¿Sí, profesor? -preguntó Hermione, de repente sintiéndose muy indiscreta con su túnica y la mano de Harry en su cintura.
-Debo hablar con usted. Sígame -ordenó el mago. Hermione dudó sólo unos minutos. Honestamente, nada que le dijeran podría hacer que sintiera deseos de ir con Snape a donde quiera que él quisiera llevarla, pero era aun peor hacerlo enojar, así que se soltó casi de inmediato de Harry. Pero el muchacho había cambiado su actitud hastiada por una de odio (como siempre que Snape entraba en escena), y había clavado sus ojos en el profesor de forma desafiante. Y cuando Hermione intentó apartarse, oprimió aun más su mano en su cintura y dijo, con voz más fría que la del mago y sin dejar de mirarlo directamente a los ojos:
-Esto es un baile, señor. Hermione no tiene por qué ir con usted.
Snape bajó sus hasta el rostro de Harry, mostrando una sonrisa macabra.
-Nadie pidió su opinión, señor Potter -dijo.
-No me importa. Hermione no va a ningún lado.
Y esa fue la señal de Hermione para saber que tenía que ir.
-¡Harry! -le recriminó soltándose a la fuerza, y dedicándole una mirada reprobatoria siguió al mago fuera de la pista de baile. Merlín... los muchachos y sus instintos de marcado de territorio... lo único que faltaba era que orinaran sobre ella como cualquier perro lo haría.
Snape la condujo hasta las puertas de salida, cuidándose de no entrar en contacto con ninguna de las parejas bailando. Hermione iba detrás con paso firme que traicionaba su estado actual. No tenía idea de qué era lo que Snape podía querer decirle justo en ese momento, en medio de un baile. Se alejaron bastante, hasta llegar casi al lugar donde Draco había estado de pie junto con esa chica, y entonces Snape se volvió. Suspiró algo molesto, como si en verdad lamentara tener que estar allí.
-El señor Filch me dijo algo muy interesante -comenzó sin rodeos. Hermione frunció el ceño y pensó qué sería lo más apropiado para decir luego de aquello, a lo que, en verdad, hallaba poco o nada de sentido.
-¿De veras? -preguntó. Sí, definitivamente podría haber dicho algo más inteligente. Snape lo pensó también a juzgar por su ceja alzada.
-Sí, Granger, de veras -confirmó-. Me dijo que, aprovechando que casi todos los alumnos se encontrarían esta noche en esta... -alzó su labio superior- reunión, haría una búsqueda intensiva para tratar de encontrar el lugar de donde viene un olor repulsivo -ahora alzó ambas cejas significativamente-. Uno olor que se hace más fuerte en el corredor del séptimo piso.
Hermione dilató sus ojos asustada. La estricina... ¿Qué otra cosa podría ser el olor repulsivo? En el séptimo piso... la Sala de los Menesteres...
-Pensé que al señor Malfoy y a usted les gustaría saberlo -agregó Snape, y sin despedirse se alejó caminando rápido.
Muy bien... debía tranquilizarse. Filch no podía entrar a la Sala de los Menesteres... pero si el olor continuaba llamaría mucho la atención... sí, era mejor ocuparse de aquello en ese instante.
Girando sobre sus talones Hermione buscó a Draco con la mirada, y lo encontró, aun en la pista de baile (¿qué esa chica no lo dejaría descansar?), en la posición adoptada para una pieza lenta, pero estaba absolutamente quieto, mirando por sobre el hombro de su pareja al punto donde estaba ella, con expresión confundida y curiosa. Bueno, sí, era lógico. No todas las noches Snape interrumpía los bailes de sus alumnos para llevarlos a un rincón oscuro y... solitario y... apartado y... ¡Oh, Merlín! No había pensado en la idea que aquello podría dar... Oh, no... su reputación... estaba condenada... ¿quién sabe cuántos captaron mal el significado de todo aquello? Draco, por supuesto... pero Draco tenía la mente podrida y siempre relacionaba todo con asuntos no aptos para todo público y... y... ¿en qué estaba pensando? Debía apresurarse e ir a hacer algo con la estricina antes de que fuera demasiado tarde.
Tomando una resolución rápida, se encaminó hacia donde estaba Draco. El muchacho fue cambiando su expresión a medida que se acercaba, convirtiéndola poco a poco en una sonrisa algo altiva, y para cuando Hermione llegó a su lado, ya estaba bailando nuevamente, haciendo girar en círculos perfectos a la chica que lo acompañaba. ¿Qué tan fastidiosa podía ser una persona? Ya la escucharía cuando estuvieran solos.
-Draco -lo llamó con voz potente para hacerse oír por sobre el bullicio. Draco la miró girando su cabeza, haciendo un sonido de sorpresa como si acabara de percatarse de su presencia. Por favor, como si no hubiera sabido que estaba allí.
-Oh, Hermione... qué encantadora visita -saludó sin dejar de bailar ni un segundo. La chica observó a Hermione de arriba a abajo, en una actitud muy irritante, y si Hermione no hubiera tenido valores morales muy altos, hubiera sabido lo que querían decir con 'abuso de autoridad'.
-Debo hablar contigo -siguió Hermione, siguiendo con sus ojos el escurridizo rostro de Draco.
-Bueno, en este momento será imposible -replicó él haciendo girar (innecesariamente, como Hermione gritó para sus adentros) a su pareja-. Como verás, estoy bailando.
-Draco, es importante -insistió Hermione.
-Lo siento, Hermione, pero si requieres mi presencia en esta noche, tendrá que ser como el resto de las chicas: bailando.
Hermione dejó que su boca se abriera y fingió una risa despectiva.
-Absolutamente no -dijo-. Draco, deja de molestar, debo hablarte muy...
-No te prestaré atención hasta que no escuche una petición de baile -declaró Draco con una sonrisa, y se alejó un poco de ella, incrementando la velocidad de sus vueltas. Hermione contuvo un suspiro furioso. Bastante idiota se sentía al tener que hablar con Draco mientras él bailaba y bailaba con esa chica de zapatos inútilmente altos y su maquillaje de payaso como para eso. Tomó aire y se acercó una vez más.
-Draco... -llamó con los dientes tan apretados que casi chirriaban, y Draco, sin dejar de girar, volvió a mirarla- ¿quieres bailar? -preguntó Hermione, fulminándolo con la mirada. Aunque no pudo evitar darse cuenta del calor abrasador que se acumulaba en sus mejillas. Draco sonrió más radiantemente.
-Por supuesto -dijo en un tono asquerosamente cortés-, siempre y cuando mi pareja no se contraríe. ¿Te molesta, querida? -preguntó volviéndose a la chica. Ésta abrió su boca sorprendida.
-Bueno... -comenzó.
-Excelente -interrumpió Draco, y se soltó de ella con asombrosa agilidad-. Nos vemos en un rato -se despidió, y tomó a Hermione suavemente por un codo, alejándola de allí. Hermione, por su parte, estaba teniendo dificultades para no reír, pero aun así dejó que su parte amable tomara el mando.
-Eso fue muy brusco, Draco -dijo-. Aunque sea la hubieras acompañado hasta alguna mesa...
-Sobrevivirá -aseguró Draco, y, sin previo aviso, colocó una mano en su cintura y con la otra tomó una de las manos de Hermione, y comenzó a hacerla girar, como lo había estado haciendo hacía sólo segundos con la otra chica.
Y Hermione se olvidó repentinamente de todo. Aquello eraglorioso... Draco la llevaba con tanta agilidad y delicadeza que parecía que fueran una sola persona en lugar de dos. Había tanta suavidad en sus movimientos, y aun así la sostenía con mucha firmeza. Hermione, que jamás se había considerado una bailarina destacada, sentía que sus pies no tocaban el suelo, como si fuera flotando o caminando sobre el agua. Era como si fuera parte de esa suave brisa que provenía desde alguna ventana entreabierta. Nada más importaba. ¿Qué era eso tan urgente que debía hacer? Y Draco sonriendo a sólo centímetros de su rostro, su mano posada protectora (y algo posesiva, aunque Hermione no pudo enojarse por ello) sobre su cintura, despidiendo ese olor fresco y mentolado que Hermione ya conocía tanto... olor... eso la hacía pensar en algo...
-Somos una sensación, Hermione... -susurró Draco alegre, sin apartar sus ojos de los de ella pero observando todos los alrededores por el rabillo.
-¿Sensación? -preguntó Hermione con voz seca. Genial, eso era lo único que le faltaba...
-Sólo mira -rió Draco-. Todos están mirando. Creí que nada superaría tu inesperada fuga con Snape, pero veo que esto...
-¿Qué quieres decir con fuga? -preguntó Hermione escandalizada. Draco rió.
-Nada... -respondió- Pero, volviendo al tema, esta noche ya les has dado mucho de qué hablar. ¿Qué te parece si les dejamos para el resto de la semana? -Hermione frunció el ceño.
-¿Que... les dejemos...?
-Sí. Mira, por ejemplo... -acercó su rostro un poco más al de ella, y Hermione estuvo convencida que estaba despidiendo tal calor de sus mejillas que lo notarían a kilómetros a la redonda- ¿Qué pasaría si te beso en este instante?
-¿Qué?-susurró Hermione acalorada, despegando su cuerpo del de Draco lo más que podía. Draco volvió a reír.
-Era una broma... -se excusó- Si quisiera besarte créeme que no sería de este modo...
Si quisierabesarte¡Si quisiera besarte...!Bueno, ese era el colmo... Quisiera... ¿Acaso había necesidad de usar el pretérito imperfecto subjuntivo?
-¿Qué era eso tan importante que tenías para decirme?
Sí... ¿qué era...? Oh, demonios...
-¡La estricina! -chilló Hermione de repente, y de inmediato se llevó una mano a la boca al darse cuenta de su torpeza, mirando alrededor para ver que nadie la hubiera oído- Ven... -susurró entonces, y salió de la pista de baile, instando a Draco a que la siguiera.
-¿Qué sucede con la estricina? -preguntó Draco, ahora honestamente preocupado.
-¿Qué puede ocurrir con la estricina, Draco? -replicó Hermione molesta.
-Presumo que algo apestoso -respondió Draco con lógica.
-No tienes idea...
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Los rostros de Harry y Ron cuando Hermione regresó al baile, sus brazos cruzados, sus ceños fruncidos y su manera insistentemente lacónica de responder, eran más desagradables por lejos que la estricina. Entendieron cuando Hermione les dijo que habían surgido deberes improvistos de Premios Anuales, pero eso no les impidió continuar mostrándose ofendidos.
-¿Esos deberes de Premios Anuales incluían tener que bailar con Malfoy, Hermione? –le preguntó Harry con ardiente frialdad.
-De hecho sí –respondió Hermione molesta-. ¿Y desde cuándo debo pedir permiso para bailar con quien yo quiera?
-¡Pero es Malfoy, Hermione! –le gritó Ron.
-¿Acaso no puedo bailar con otros que no sean ustedes? –preguntó Hermione al borde de la histeria.
-¡NO! –respondieron los dos al mismo tiempo; Hermione debió voltearse para no echarles una maldición, y, suspirando, concluyó que incluso la estricina era más fácil de tratar que sus dos amigos. Y eso era mucho decir.
Cuando habían entrado a la Sala de los Menesteres con Draco, el olor había sido tan fuerte que debieron permanecer varios minutos con la puerta entreabierta para que el humo se desintensificara. Al principio Hermione había utilizado el hechizo neutralizador, pero eso no serviría al menos que permanecieran allí toda la noche, cosa que ninguno tenía ganas de hacer (o esa era la versión oficial de cada uno). Así que, tras larga deliberación (demasiado larga, hay que decirlo, pero no se oyó queja alguna), decidieron utilizar un hechizo aislador para que, por lo menos, el olor quedara en la sala y no llamara la atención de Filch. Claro que eso significaría la más que posible muerte cuando volvieran a entrar, pero, como los dos resolvieron, bien valía sacrificarse.
Luego habían vuelto cada uno al baile por su lado, deseándose cordialmente una noche agradable. Hermione, personalmente, ya tenía ganas de regresar a su Sala Común; ya había cedido ante esa suerte de batalla de resistencia creada con Draco. Bien podía él quedarse a bailar todo lo que quisiera con esa chica de piernas desgarbadamente largas y sin nada de curvas (ella tenía más bonitas piernas, había concluido Hermione con un dejo de suficiencia). Y como para sellar su convicción, la actitud de Harry y de Ron fue la señal definitiva para dar las buenas noches.
Lo último que deseaba en ese momento era volverse a poner nada que se pareciera a esa túnica. Quizás fuera por simple sugestión, pero tenía la horrible sensación de que tenía impregnado el olor de la estricina. Y mientras se aproximaba al retrato de Van, tomó una punta de su chal colgando del hombro y se lo llevó hasta la nariz.
-Creí que el del mal olor era yo -dijo la voz de Draco desde el final del corredor.
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Draco ya había tenido suficiente por esa noche. La risa de su pareja lo estaba volviendo loco (una risa aguda y estridente que nada tendría que envidiar al grito de una banshee), la chica parecía del todo reacia a dejar de bailar, y Draco honestamente hubiera regresado a la Sala de los Menesteres con estricina y todo.
Pansy había decidido que el baile la estaba aburriendo, así que había obligado a Blaise a que la llevara una vez más a su Sala Común.
-Estoy envejeciendo, Draco... -había dicho con fingido tono lloroso cuando se habían ido a despedir de él- Antes era la última en irme de las fiestas... ¿recuerdas? -la cara de Blaise era lo que Draco recordaría por siempre. Aparentemente, ni Blaise ni Pansy habían advertido de la desaparición de Draco con Hermione; o si lo hicieron ninguno lo mencionó. A Hermione, en cambio, no le había ido tan bien. Harry y Ron estaban evidentemente enojados con ella, por lo que el disimulado estudio de Draco pudo ver. Y Hermione, demostrando una actitud orgullosa, simplemente optó por retirarse dignamente, sin dejar que cosa tan banal provocara una discusión (y, además, lo más probable era que quisiera regresar a la Sala Común).
Y Draco sintió deseos de hacerlo también. Se despidió apresuradamente de su pareja, asegurándole que había pasado una noche maravillosa, y, besándole la mano con su usual e infaltable encanto, abandonó el Gran Salón de una buena vez por todas. Hermione no le llevaba demasiada ventaja, así que, al entrar en el corredor del retrato de Van, alcanzó a verla un poco más adelante, mientras se llevaba una punta del chal hasta la nariz para olerlo. Y Draco sabía que tenía motivos. Él mismo creía estar rodeado del apestoso olor de la estricina; pero aun así fue cómico ver aquella acción tan tierna.
-Creí que el del mal olor era yo -dijo. Hermione volteó su cabeza de inmediato y lo recibió con una sonrisa. Draco se acercó guardando sus manos en los bolsillos.
-Quizás seamos los dos -dijo Hermione divertida.
-Es lo más probable. No creo que ni veinte duchas me quiten de encima este olor -Hermione rió y le dio la contraseña a Van.
-¿Y qué haces tú aquí tan temprano? -preguntó la chica mientras dejaba su chal sobre un sillón- ¿Acaso me estás siguiendo?
-Claro que no -respondió Draco desperezándose.
-¿Estás diciendo que justo en el mismo momento en que yo decido irme lo decides también tú? -Draco se encogió de hombros.
-Mentes brillantes piensan parecido -dijo. Hermione lo miró unos segundos, suspicaz.
-Sí... claro... -dijo al fin, y ella también se desperezó mientras bostezaba- Creo que me iré a la cama -anunció, pero de repente abrió mucho los ojos y se llevó una mano a la frente, advirtiendo-. ¡Me había olvidado! -murmuró para sí misma, y le echó a Draco una rápida mirada de reojo.
-¿De qué te olvidaste? -preguntó Draco inocente- ¿De ponerte ropa interior?
-¡Quédate aquí! -chilló Hermione, y de inmediato corrió escaleras arriba, hasta su dormitorio.
-¿ESTÁS BIEN? -le gritó Draco cruzándose de brazos. Hermione no contestó, sino que, dos minutos más tarde, volvía a bajar las escaleras con sus manos tras la espalda y una sonrisa complotante. Y Draco se puso en guardia- ¿Qué traes allí? -preguntó cauteloso. Hermione hizo una mueca.
-¿Sabías que eres muy curioso?
-Prefiero llamarme 'hambriento de información' -respondió Draco, terminando con tono categórico-. Y ahora dime qué tienes allí -Hermione se mordió el labio tratando de contener una enorme sonrisa que amenazaba con escaparse y se acercó con pequeños y aniñados pasos hacia Draco.
-¿Estás listo? -preguntó emocionada. Draco parpadeó algo aturdido.
-Creo... -dijo. Hermione intensificó su sonrisa.
-Feliz Navidad -dijo, y extendió desde detrás de su espalda una mano en la que sostenía un pequeño estuche alargado forrado en terciopelo color púrpura.
Las cejas de Draco se juntaron lentamente mientras sus ojos permanecían fijos sobre el estuche. Había algo que no comprendía (había muchas cosas que no comprendía). No parecía que aquello pudiera ser... ¿cuál era la palabra...?Real...
-¿Vas a tomarlo o no? -le preguntó Hermione aun sonriendo, y sacudió un poco el estuche.
-¿Qué...? -comenzó Draco- ¿Qué es...? -rascó brevemente su cabeza- ¿Qué es esto? -y levantó sus ojos hasta el rostro de Hermione. Hermione suspiró.
-Un regalo -respondió. Draco echó hacia atrás la cabeza, como si la respuesta de la chica hubiera estado en un idioma incomprensible para él.
-¿Un... regalo...?
-Vamos, Draco, deja de hacerte el tonto. Es Navidad, así que este es un regalo de Navidad. Te lo doy ahora porque sé que mañana te irás muy temprano con Blaise, y será estúpido dártelo cuando regreses, además de que perdería todo el simbolismo y... ¿vas a abrirlo o no?
Draco tomó el estuche con una mano algo débil. El terciopelo era suave bajo sus dedos, y Draco tardó unos segundos antes de decir:
-Pero yo no te compré nada...
-No esperaba que lo hicieras -replicó Hermione lazando sus manos tras la espalda. Eso no lo hacía sentir mejor...
-Si... si me hubieras dicho que ibas a regalarme algo... yo... hubiera comprado algo para ti...
-Oh, Draco, no es gran cosa... -interrumpió ella un tanto impaciente- Quizás ni siquiera te gusta, pero no lo sabremos hasta que lo abras.
Draco lamió sus labios mientras volvía su atención al regalo. Alargó su otra mano hasta el estuche y lo abrió produciendo un suave ruido. Adentró, sobre una pequeña almohadilla del mismo terciopelo, había lo que aparentaba ser una hoja de muérdago, pero parecía estar hecha de cristal. Draco estiró su dedo índice y la tocó en la parte superior, y se llevó una sorpresa al comprobar que estaba helada.
-¿Te gusta? -preguntó Hermione sentándose a su lado- Es una hoja de muérdago cristalizada en hielo. El profesor Flitwick me habló de este hechizo cuando me enseñó el que le puse a mi chal, y pensé que se vería muy lindo, así que sólo tuve que elegir una hoja de muérdago apropiada y hechizarla. Tarda aproximadamente dos días en cristalizarse del todo, por eso tuve que apurarme -calló de repente, apretando sus labios-. ¿Te gusta o no? -Draco abrió una vez su boca. ¿Le gustaba? No entendía qué podía modificar eso en este momento.
-Sí... -murmuró al fin. Hermione soltó una risa de alivio.
-Qué bueno... -dijo.
-Pero... -siguió Draco, aun contemplando la hoja de muérdago, aun con el ceño fruncido- Pero... ¿por qué...? No entiendo...
-No entiendes el por qué de una hoja de muérdago ¿verdad? -dio Hermione en tono entendido. No, no era eso lo que no entendía, pero ya que estaba...- Pues, créelo o no, tiene un gran sentido. Verás, yo creo que tú eres como una hoja de muérdago.
Draco intentó comprender aquello antes de seguir.
-Muy bien... -dijo para nada convencido- ¿Por qué?
-¿No es obvio? El otro día estabas quejándote de que las chicas no dejaban de mirarte y acecharte y todo eso, pero tú no dejas que ninguna se acerque demasiado. Una hoja de muérdago es muy linda y apreciable, pero uno no puede acercarse demasiado porque se lastimaría. Es como una metáfora ¿lo ves? Además claro, el infaltable color verde en ambos -Draco miraba a Hermione sin percatarse de su boca parcialmente abierta, y ella siguió hablando-. Es una manera de demostrar que la belleza del muérdago no sólo se ve desde el exterior. Mira -se acercó un poco más para tocar con un dedo la superficie de la hoja-, por fuera está helado, pero por dentro aun puedes ver sombras del color verde brillante -ladeó su cabeza para sonreírle a Draco, y el no encontrar la misma expresión en el rostro del chico la decepcionó-. ¿No comprendes? -preguntó algo triste.
-Sí -afirmó él agitando su cabeza de arriba a abajo-, sí, claro que sí... -mantuvo sus labios separados esperando que la última palabra que debía decir saliera por algún milagro- Gracias -Hermione volvió a sonreír.
-De nada -dijo satisfecha. Draco continuó mirando su regalo, pasando un suave dedo por la fría superficie, y de repente sonrió, de lado, echándole a Hermione una mirada de reojo.
-Nadie se había tomado tanto trabajo en hallar una metáfora tan elaborada sobre mí... -dijo. Hermione frunció sus hombros.
-Puedo simplificarla: el muérdago es un parásito, ergo...
Draco se oyó reír. Aquello era una estupidez. Una gran estupidez. Todo. Hermione. El regalo. Todo. ¿Acaso ella no tenía idea de lo que estaba provocando? Si no hubiera sabido que era imposible, Draco hubiera pensado que lo hacía a propósito, que disfrutaba viendo como su cabeza cada vez era un desastre peor, viendo como su cerebro dolía de tanto pensar, de tanto intentar no pensar. Era insoportable, y ella sin tener idea de nada, sin saber que lo estaba volviendo loco, con sus ojos y su sonrisa y su perfume y su cabello y sus caprichos y sus palabras y sus silencios y sus labios y ese beso, ese inolvidable beso tan cerca de su boca, y ese regalo, ese maldito regalo, y esas bromas y esa inocencia y esos pijamas y esas pestañas y esa túnica y tan blanca y tan hermosa y tan ajena...
-Tu pareja era muy linda... -comentó la voz de Hermione desde algún lugar. Draco sacudió su cabeza y la buscó con la mirada. Hermione se había puesto de pie y se había acercado a la ventana, enfrentándola y cruzando los brazos. Draco carraspeó antes de hablar.
-¿Eso crees? -preguntó. Vio que Hermione asentía frunciendo un hombro.
-Sí. Realmente muy linda -Draco se irguió. No podía ser. Nopodía ser... pero lo había presenciado tantas veces que no le quedaban dudas: Hermione estaba celosa...
Sus labios se calentaron de repente y sintió que la sangre llegaba con tremenda rapidez hasta su corazón. No estaba preparado para eso. Claro que era un evento bienvenido, muy bienvenido, pero nada lo había preparado para algo así. Trató de recurrir a las memorias del antiguo Draco (aquel de aquella época maravillosa en la que un poco de tela puesta en conjunto sobre un cuerpo femenino no lo dejaban aturdido por toda una noche), y recordó cómo era que solía sacar provecho de ocasiones así. El engaño no duró mucho, por supuesto, porque estaba acostumbrado a que con Hermione no funcionara nada de lo que él planeaba.
Se puso de pie tomando una resolución de repente: iba a besarla.
No le importaba nada, y la parte de su cerebro que le diría que no normalmente estaba bloqueada por una pared de hielo en forma de muérdago.
-Pues claro que es muy linda -dijo Draco mientras se acercaba hasta donde estaba Hermione. La chica se volteó y le enseñó una expresión desdeñosa.
-Sí, muy linda. Muy elegante -dijo con voz dura, apretando apenas sus mandíbulas-. ¿Cómo es que se llama?
-Ehm... Clair... Kalemann... -inventó Draco, y dio otro paso. Hermione asintió.
-Su túnica era muy linda -dijo-. Claro que era demasiado alta y daba la impresión de ser un árbol con ropa de gala...
-A mí no me dio esa impresión para nada -refutó Draco meneando su cabeza y frunciendo la comisura de sus labios, lazando las manos tras su espalda y dando otro paso. Hermione entrecerró los ojos.
-Apuesto que no...
-No –continuó Draco con un dejo de obnubilado desinterés-. De hecho, creo que se veía tan linda y elegante que parecía una princesa -Hermione infló su pecho y cruzó sus brazos.
-¿Una princesa? -preguntó- ¿Una princesa con tanto maquillaje y tan alocada y tan...? -paró en seco- ¿Tú viste cómo bailaba? Parecía que quería.. no lo sé... hacer un exorcismo o algo... -Draco volvió a sacudir su cabeza.
-Me pareció que bailaba muy bien -dijo, y dio otro paso, posicionándose frente a Hermione. La chica rodó los ojos y elevó su mentón para mirar a Draco a los ojos.
-¿Y por qué entonces no te quedaste a divertirte con tu hermosa princesa que bailaba tan bien y que seguro estaría dispuesta a darte un regalo mucho mejor y más entendible y... aprovechable que el mío...? –Draco sonrió. Realmente era una tonta...
-¿Quieres saber por qué? -preguntó, y dio un paso más, haciendo que su cuerpo entrara en contacto con el de Hermione, quien, por su lado, fue recién entonces cuando tomó conciencia de la distancia, o de la falta de esta, entre ella y Draco. El muchacho tomó aire y bajó sus ojos- Porque, Hermione... no importa cuántas princesas bailaran conmigo esta noche... -elevó una mano y acarició el mentón de Hermione- Tú eres la única e indiscutible Reina...
Hermione tenía sus ojos dilatados. Los primeros instantes, antes de que sus neuronas completaran la sinapsis, simplemente miró a Draco, sin comprender a qué se debían su expresión seria y su mano cerca de su boca. Y entonces comprendió, y se preguntó qué tan mal estaría salir corriendo en ese momento. Su pecho subía y bajada con frenesí. Los dedos de Draco se desplazaban sobre su mentón, y subían, y sus nudillos acariciaron las esquinas de sus labios.
-¿Cómo es que no lo sabes, Hermione? -preguntó Draco en un susurro, bajando su cabeza hacia la de ella- ¿Cómo es que no sabes que te ves hermosa?
-Draco... -susurró Hermione, y llevó una mano hasta la que delineaba sus labios, posándola allí con delicadeza.
-¿Cómo es que no sabes que eres una Reina? -continuó él, y bajó su cabeza aun más, y sus labios se juntaron con sus propios dedos que acariciaban aun los labios de Hermione.
-Draco... -repitió Hermione, sus párpados estaban entrecerrados, su aliento era cálido.
-¿Cómo es que no sabes que no debes estar celosa, que no tienes absolutamente nada que envidiar? -corrió sus dedos de los labios de Hermione, y ahora eran sólo milímetros de aire lo que los separaban de los suyos.
-Draco... -susurró Hermione una vez más, y Draco no pudo más que sentirse complacido. Siempre le había gustado que las chicas susurraran su nombre de esa manera, y el que Hermione lo hiciera, incluso antes de que la besara, era demasiado. Se aproximó un poco más, cerró sus ojos, y dejó que sus instintos guiaran a sus labios hasta los de Hermione, y sólo se preparó para disfrutar.
-¡Draco! -llamó Hermione una vez más, y con una mano empujó suavemente a Draco por el pecho y hacia atrás.
-¿Qué? -preguntó él sin comprender. Habría jurado que estaba prácticamente gimiendo en lugar de llamarlo. Creía que simplemente estaba adentrándose en el placer y el éxtasis y no que... ¿Qué?
Hermione tenía su labio mordido e inspeccionaba el rostro de Draco buscando señales de algo.
-¿Estás ebrio? -preguntó entonces. Draco parpadeó. ¿Quédemonios quería decir con eso?
-¿Qué? -preguntó incrédulo- ¡No! -se alejó y meneó su cabeza, llevando sus manos a sus caderas- ¿Por qué habría de estar ebrio, Hermione? -dijo molesto. Aquello era el colmo... Hermione se había sonrojado y ahora lamía sus labios convulsivamente.
-No... no lo sé... -farfulló- Es que tú nunca... es decir... dijiste cosas que... no sé... no parecía que estuvieras... normal...
Draco soltó un bufido y pasó una mano por su cabello. Miró a Hermione y volvió a menear la cabeza.
-¿Normal...? Hermione, yo no... -gruñó guturalmente- No entiendo... yo no entiendo qué... -Hermione lo miraba expectante, retorciéndose las manos nerviosa. Draco suspiró. Ya no valía la pena...- ¿No estaba normal? –rió amargamente.
-Lo... lo siento... –se disculpó Hermione lastimosamente.
-De todas maneras –continuó Draco-, no podría estar ebrio ni aunque lo quisiera... -y murmuró- En esos estúpidos bailes escolares no sirven nada más fuerte que jugo de calabaza... –Hermione dio un paso adelante frunciendo el ceño.
-¿Y qué esperabas? -preguntó volviendo un poco a la Hermione original - Deben tomar responsabilidades, Draco. No pueden dejar que haya alcohol circulando como si...
-Lo sé, Hermione... -interrumpió Draco, y lazó sus manos en su nuca. Todo eso era decepcionante. Continuaron mirándose, en una atmósfera más bien incómoda, Hermione dura junto a la ventana, con sus brazos cruzados fuertemente contra su pecho, hasta que Draco rió por lo bajo. Hermione frunció el entrecejo al escucharlo reír en una situación como aquélla.
-Tú sí que sabes quebrar climas... -dijo Draco totalmente resignado. Estaba condenado, lo sabía. Estaba condenado a que siempre fuera así con ella. Hermione abrió la boca, sin saber qué decir en realidad. Draco se desperezó.
-Me voy a la cama -anunció, y se encaminó hasta la escalera-. Y la próxima vez -dijo, señalando a Hermione-, procura no pensar -y desapareció escaleras arriba.
Iba a dejar que la besara. Lo sabía. De no haber sido por el odioso sentido común inagotable en Hermione, la hubiera besado, y probablemente aun estaría haciéndolo. Tenía ganas de gritar, y de golpear a alguien (o algo, la pared, un armario), tenía ganas de darse una ducha helada y de cerrar los ojos y no volver a abrirlos, y tenía ganas de darse la cabeza contra la pared (que era aproximadamente lo que le pasaba siempre con Hermione), y tenía ganas de besarla.
Suspiró.
Blaise tenía razón. Y lo estremeció pensar cuán miserable era su vida si Blaise tenía razón. Maldito... italiano perceptivo...
Se tiró boca arriba en su cama, sin sacarse la ropa, y descansó un brazo sobre su frente. No podría dormir. Sería inútil que lo intentase. Un apagado sonido a sus pies lo hizo alzar su cabeza, y vio a Vaca durmiendo sobre la tapa de su baúl de ébano, ronroneando.
-¿Qué haces aquí, Vaca? –preguntó volviendo a recostar su cabeza- Eres de Hermione. Sólo estás aquí por ella. Yo no te quiero –y como única respuesta, la gata se desperezó y se acostó más estirada sobre el baúl. Draco rió y se puso de pie-. Seguro que ustedes dos se parecen... –susurró, y alzó a Vaca en sus brazos- ¿Cómo es que duermes sobre algo tan duro cuando tienes la cama a su lado? –preguntó mientras rascaba tras sus orejas. Vaca maulló y se acomodó en sus brazos.
Los ojos de Draco fueron de súbito hacia el baúl. Ya lo había pensado más temprano, cuando recién había visto a Hermione antes de irse al baile. Pero no lo creyó conveniente entonces. Y ahora parecía una mejor idea. Podría arriesgarse... ¿verdad? Es decir, no tenía demasiado que perder. Nunca podría estar peor que en ese momento...
Dejó a Vaca sobre su cama.
-Ni se te ocurra vomitar o perder pelo allí, pequeña pulgosa –le dijo, y se arrodilló frente a su baúl. Abrió la tapa y sacó una pila de túnicas y camisas y otras ropas, hasta dejarlo casi vacío. Revolvió un poco más, corriendo varios libros y otras cosas, hasta que extrajo al fin una caja de madera oscura y lustrada. La abrió y volcó todo su contenido sobre el suelo; todo su contenido, que resultaban ser piezas de Ajedrez. Las movió un poco con sus dedos, hasta que encontró lo que buscaba: la Reina Blanca. Y se puso de pie.
-Deséame suerte –le dijo a Vaca, y salió de su habitación. Vaca había vuelto a dormirse.
Draco tocó a la puerta de Hermione un par de veces.
-Ya voy... –anunció la voz de la chica desde adentro, y la puerta se abrió. Hermione aun llevaba puesta la túnica.
-¿Qué sucede? –preguntó. Draco estiró su mano. Sobre la palma estaba la Reina Blanca.
-Feliz Navidad –dijo. Hermione alzó una ceja. Silencio.
-¿Qué? –preguntó ella al fin. Draco tomó la pieza con la otra mano y la acercó más hacia a Hermione.
-Es mi regalo. Para ti –Hermione parpadeó y aceptó la Reina. Era hermosa. Estaba tallada en un marfil mate, con grabados finísimos y refinados, una puntiaguda corona delicada rematando su cabeza, exquisita e intocable.
-Draco... –susurró Hermione. Era obvio que estaba algo confundida- Gracias... es decir... es... es muy linda y... y... –frunció el entrecejo- ¿Es de marfil? –preguntó cauta. Draco rodó los ojos.
-No te pongas pesada... –dijo- Esto ha estado en mi familia desde hace más de tres siglos, así que el elefante no se salvará porque tú no aceptes el regalo...
-Aun así, la caza de elefantes por el marfil es un salvajismo y no debería... ¿Tres siglos? –se interrumpió a sí misma agrandando sus ojos.
-O algo así... –respondió Draco indistinto, encogiéndose de hombros. Hermione acomodó a la Reina en sus manos con más cuidado, como si temiera romperla.
-Pero... Draco... no puedo aceptarla... –balbuceó.
-¿Por qué no?
-¿Por qué no? Draco... ha estado en tu familia desde hace siglos... esto... esto debe ser muy valioso... y no estoy hablando sólo del oro... –Draco hizo un gesto con la mano quitándole importancia al asunto.
-Gran cosa –dijo-. En mi habitación tengo otras treinta y una piezas como esta (claro que las negras están hechas de marfil negro). No extrañaré a una sola.
Innegablemente, Hermione aun no estaba convencida.
-Pero de nada te sirven las otras piezas si te falta una...
-Quizás no me interesan las otras piezas tampoco.
-Pero... Draco esto es... es demasiado...
-¿Siempre haces tanto escándalo cuando alguien intenta darte un regalo? –preguntó Draco. Hermione se mordió el labio. Silencio.
-Gracias... –murmuró al fin. Draco sonrió- ¿Y por qué...? –siguió Hermione- ¿Por qué la Reina...? Es decir... ¿Por qué?
-No eres la única con metáforas... –señaló Draco con aire divertido- ¿Por qué la Reina, preguntas? Pues porque así te ves. Como una Reina Blanca –Hermione elevó sus ojos hasta los de Draco-. Aquí –dijo el muchacho, y se llevó el dedo índice a la frente-. En mi cabeza. Aquí siempre lo eres.
Silencio.
Hermione habría jurado que su corazón era audible tres pisos más abajo.
-Esa no es una metáfora –dijo. Draco sonrió meneando la cabeza.
-¿No?
-No. Apenas si es una comparación, y no una muy buena –Draco hizo un gesto de dolor.
-¡Eres imposible! –exclamó- ¿Qué debo hacer para doblegar tus sentidos? –Hermione rió.
-Podrías empezar por decir la verdad... –dijo- ¿Una Reina? Por favor... –Draco rodó los ojos.
-Míralo como a ti te guste verlo... –susurró- Pero para mí, eres lo que eres... –y, dando media vuelta, regresó a su dormitorio.
Hermione permaneció allí, recostada contra el marco de su puerta, haciendo girar la Reina en su mano. Era increíble el esfuerzo que estaba haciendo para controlar sus pies. Era terrible. Lamentable. Se había vuelto a morder el labio. Hacía sólo unos minutos, escaleras abajo, Draco había estado a punto de besarla. Y ella iba a dejarlo. Lo hubiera dejado si no se le hubiera ocurrido la posibilidad de que el alcohol tuviera algo que ver. Y, la verdad era que se había decepcionado cuando Draco había subido a su habitación sin hacerlo.
¿Y ahora qué? Tendría que cerrar su puerta, acostarse y olvidar todo aquello. Guardar la Reina en el fondo de su baúl y no pensar más en eso. No pensar más en Draco. Era como el Ajedrez, al fin y al cabo. Todo era cuestión de estrategias. Y la mejor estrategia en aquel momento era no pensar más en Draco. Ron lo había dicho, ella podría ser una buena jugadora de Ajedrez. "El Ajedrez se trata de saber cuándo tomar la iniciativa...", había dicho Ron. Bueno, podría tomar la iniciativa... "...cuándo es el momento para actuar..." Y... y este era el momento... "...hay que saber cuándo hacer sacrificios, debatiéndote entre las piezas importantes o las que son importantes para ti." Las piezas... las piezas importantes para ella...
Demonios...
Sus pies se movieron antes de que ella lo notara, y sin que pudiera impedirlo, su mano se estiraba hacia el picaporte de la puerta de Draco. La Reina seguía oprimida en el puño de Hermione. Draco estaba de rodillas en el suelo, guardando las piezas restantes en la caja. Al ver entrar a Hermione se puso de pie.
-¿Qué sucede? –llegó a preguntar justo antes de que la chica caminara toda la distancia que los separaban y se parara en puntas de pie delante de él, llevando sus labios hasta los suyos.
Sacrificios. Porque sabía que lamentaría eso luego. Que eso significaría la pérdida de algo más. Pero la pieza importante para ella... no sabía por qué, pero aquello era muy importante en ese momento.
¿Aun crees que sería buena para el Ajedrez, Ron?
Draco tardó medio segundo en reaccionar. Dejó caer la caja de las piezas y llevó ambas manos hasta el rostro de Hermione. Dispuso sus labios a merced de los de ella. No tenía idea de qué había pasado, pero estúpido no era algo que se le llamara seguido. Quería abrazarla. ¿Podría?
Y Hermione se separó.
Caminó unos pasos hacia atrás, sin quitar sus ojos de Draco. Respiraba inquietada y con la boca abierta. Draco dio un paso hacia delante, hacia ella.
-Quería... quería agradecerte apropiadamente por el regalo –dijo Hermione. Y qué manera tan apropiada, debía acordar. Pero Hermione ya se había ido. Había vuelto a su habitación. Había llegado de improviso, lo había besado de improviso, y se había ido de improviso. Nada nuevo. Era Hermione. Lógico. Y si Draco hubiera sido dos, el segundo Draco hubiera pateado al primero en el trasero.
-¡Ve tras ella! –se hubiera gritado. Pero no hacía falta. Ya lo sabía.
No supo si había corrido o no. Quizás sólo había caminado rápido. Pero instantes después había alcanzado a Hermione bajo el marco de la puerta del dormitorio de la chica, y tomándola de un codo la hacía voltearse y la besaba. Y ella se dejaba.
Todo estaba transcurriendo muy precipitado, ambos eran concientes de aquello. Pero ninguno hacía nada para impedirlo.
Draco colocó una mano en la cadera de Hermione y la otra en una mejilla, acariciando las partes del pelo que se iban sobre la cara. Hermione posó sus manos sobre el pecho de Draco e inclinó su rostro más hacia arriba. El muchacho separó sus labios unos momentos, rozándolos unos con otros, pasando su lengua con ternura sobre las puntas y bordes. Los labios de Hermione fueron al ataque, parándose una vez más en puntas de pie y forzando el beso. Y Draco gimió.
Simplemente no podía creer su forma de besar. Separaba sus labios, expectante, aguardando por su lengua, atrayéndola a un sitio en apariencia seguro. Entregaba ella misma la promesa a su dulzura. Y cuando la confiada lengua de Draco penetró, fue infamemente atacada por la de ella. Era extraordinario que con la falta de experiencia pudiera producir tantas sensaciones tan diversas en el muchacho. Y Merlín, a ese muchacho le gustaba...
Se había olvidado de lo asombroso que era besarla. No, no se había olvidado. Pero volver a vivirlo era demasiado asombroso. Su dulzura, su calor y su tierno acatamiento.
Draco rodeó la cintura de Hermione con un brazo, posando la mano centímetros arriba del trasero de la chica. La otra mano la apoyó en la pared contra la cual Hermione se había recostado en algún momento, ya dentro de su dormitorio. A aclarar: de ser por él, esa mano hubiera ido a parar a sitios más interesantes, pero no quería exprimir su suerte (¡descomunal suerte!). Pero aprovechó. Y atrajo el cuerpo de Hermione contra el suyo, mucho, abrazándola con fuerza.
No te dejaré ir esta vez...
Volvió a separar sus bocas y, sonriendo, mordió el labio inferior de Hermione con suavidad. No recordaba hacía cuánto deseaba hacer aquello, siempre viendo cómo eran los dientes de Hermione los que se llevaban la diversión, y él muriendo cada vez que lo hacían, envidiando y anhelando tener para él sólo aquellos labios tiernos y dulces y hermosos. Fue Hermione la que gimió ahora. Y alzó una mano hasta la nuca de Draco, aproximando su cabeza hacia ella, y volvieron a besarse.
Pero la boca de Draco no planeaba asentarse allí. Trazó un recorrido de pequeños, húmedos y desesperados besos (alternándose con algunas lambetadas) desde la boca de Hermione hasta su mentón, quijada, y al fin el cuello. Hermione echó su cabeza hacia atrás y Draco lo agradeció. Ahora tenía más libertad. Y con esta libertad, volvió a morder allí. Suave. Pero le costaba controlarse. Porque Hermione era tan dulce y sumisa y tibia y su piel era tan suave y sus labios tan osados... Y le quedaría marca, aunque a ella no parecía importarle. Jadeaba entrecortadamente con su boca cerca del oído de Draco, lo cual estaba volviendo loco al muchacho.
-Hermione... –gimió casi sin aire en el intervalo de un par de besos.
¿Cuántas veces había fantaseado con aquella situación? Temía despertar en cualquier momento y descubrir que todo había sido un sueño, otro sueño de tantos que había tenido de ese mismo calibre. Pero no. No. La respiración violenta de Hermione en su oído, sus manos en los cabellos de su nuca, su cuerpo contra el suyo, indicaban que aquello era verdad. Y hubiera deseado reír. Pero eso hubiera sido derrochar el momento. Así que en lugar de eso abandonó el cuello, y volvió a los labios.
Hermione ya estaba esperándolo, y lo recibió con cortesías inimaginables. Era natural en ella besar así... Draco no podía evitar gemir. Si Blaise llegara a enterarse de que había se abandonado tanto ante una chica se reiría sin parar. Claro que Draco estaba seguro que dejaría de hacerlo si alguna vez experimentaba algo como aquello...
Recorrió con su lengua toda la boca de Hermione, el paladar, los dientes, las muelas, y la escala final fue la otra lengua, con la cual tuvo una ardiente pelea por la dominación. Y Draco se dejó ganar. ¿Cómo no hacerlo?
¡Merlín!Amaba la forma de besar de Hermione... Podría besarla por horas y horas y días y meses... Pero el aire era necesario. O al menos eso aparentaba creer Hermione, ya que, de repente, se separó de la boca de Draco y tomó una enorme bocanada de aire. También lo hizo él, aprovechando. No había notado que se estaba asfixiando, y, a decir verdad, no le importaba. Morir de aquella manera hubiera sido maravilloso.
Aun estaban abrazados y se miraban a los ojos. Las mejillas de Hermione estaban ardidas y rojas, sus labios húmedos y brillantes, sus ojos oscuros y enormes. Y a Draco no le hubiera sorprendido el saber que lucía casi igual que ella. Aquel, sin duda, había sido el mejor beso de su vida. No sólo por la expectación, por el tiempo anhelándolo, sino también por... bueno, por todo.
Hermione tragó saliva, quitó sus manos de la nuca de Draco, se mordió el labio y bajó la vista. Y Draco sonrió. ¿Cómo era que siempre lograba hacer algo para conmoverlo? No pudo evitarlo. Sacó la mano que yacía en la pared y con ella abrazó a Hermione, uniéndose a su otro brazo. El rostro de Hermione quedó oculto en el pecho del muchacho, y Draco recostó su mentón ligeramente sobre la coronilla de la chica. Sus manos subieron para acariciar la melena castaña contra la espalda de Hermione. Suspiró.
-Hermione... –dijo en un susurro- Complicarás mi vida diez veces más de lo que lo está ahora...
Silencio. Draco la abrazó un poco más fuerte.
-Lo siento... –susurró Hermione. Draco rió mudamente.
-No debes disculparte si alguien te dice algo así... –dijo. Oyó que Hermione suspiraba.
-Lo sé –aseguró. Silencio-. Pero aun lo siento.
Y Draco volvió a suspirar, y descansó una mejilla sobre la cabeza de Hermione. Llevó sus ojos hasta la ventana, por donde se veían caer gráciles copos de nieve. Y así se quedaron por mucho rato, ella en los brazos de él, mirando caer la nieve, siempre fría, siempre hermosa, siempre blanca.
