DISCLAIMER
Todo lo que reconozcan fue creado y pertenece por y a JK Rowling.
∞∞∞∞∞∞∞
Sangre de Dragón
by Lianis
∞∞∞∞∞∞∞∞∞∞∞∞∞∞∞
Capítulo XII: Cuestión de orgullo
Estaba enojada. Sí. No. No enojada. Malhumorada. Muy malhumorada. Así era. Si en ese momento alguien preguntara cuál era la característica principal de Hermione, la respuesta hubiera sido 'malhumorada'. Y tenía muchas, muchas ganas de golpear cierta cabeza rubia.
Qué diablos... estaba enojada.
-Maldita Madam Pomfrey... susurró Hermione mientras doblaba la esquina de un corredor del segundo piso. Sí. También estaba enojada con Madam Pomfrey. Pero tenía motivos. Esa mañana había comenzado la etapa del mes que más odiaba: la menstruación, y, como siempre y confiada que el dolor correspondiente pasaría de inmediato, había emprendido una excursión hacia la enfermería para que Madam Pomfrey la abasteciera con una dosis de poción para evitar los dolores propios de los ovarios. Pero, evidentemente, la enfermera había decidido jugar el papel de malvada aquel día, y cuando Hermione llegó, sonriente y amable, a pedirle un poco de la cura milagrosa, simplemente había inclinado la cabeza como si en verdad lo lamentara (falso, obviamente), y había dicho:
-Este mes no, Hermione.
Alegó que no era recomendable para ninguna chica disipar los dolores menstruales mágicamente durante todos los períodos porque podría traerle complicaciones, y había dicho montones de cosas que, de haber sido en cualquier otro momento, Hermione hubiera encontrado lógicas.
¡Pero se sentía tan bien tener un motivo para estar enfadada! Además, claro, el dolor la estaba matando.
En el fondo (bien en el fondo), Hermione sabía (y eso la enojaba más) que el verdadero motivo de su furia estaba dirigido hacia Draco. ¿Por qué? Ah... era tan sensato para ella estar enfadada con Draco que de inmediato hubiera asegurado que tenía muchos y excelentes motivos. Pero en cuanto intentaba enumerarlos encontraba que no era tan sencillo.
Era un asunto complicado. Si se ponía a pensarlo bien, todo la cuestión databa de esa noche. La noche del baile de Navidad. La noche del intercambio de regalos. La noche del beso.
Hermione no había podido dormir nada. Luego de una sutil y para nada trascendental u honda despedida con Draco, había cerrado la puerta de su dormitorio y se había recostado en su cama, sin sacarse la túnica, y había permanecido así por horas, hasta que el sol comenzaba a verse por la ventana. Conscientemente evitaba pensar en otra cosa que no fuera la sensación de vértigo y calidez que los labios de Draco le había hecho sentir. Toda la noche rememoró eso, y evadía deliberadamente cualquier otra idea sobre arrepentimientos o traiciones, o deslices o errores. Tendría tiempo en el futuro para pagar por aquello, porque sabía que no saldría impune luego de lo sucedido. Pero esa noche no.
Esa noche no.
Las vacaciones de Navidad habían sido largas. No en cuanto a duración, porque habían sido igual que en otros años, sino largas para ella. Se le habían hecho interminables y muchas veces, mientras preparaba el pavo con su madre o miraba los dibujos que su primito le hacía, se encontró pensando amargamente en Draco estando Suiza, rodeado de varias mujeres vistiendo trajes tiroleses apretados y cortísimos, y ofreciéndole chocolates y quién sabe qué más. Suiza le pareció entonces un país repugnante.
Y volvió a Hogwarts. Eventualmente, de uno u otro modo, lo haría. No sabía qué era lo que esperaba. No era que esperara nada concreto. No era como si hubiera creído que cuando se saludaran Draco arrojaría sus maletas a un lado, se acercaría a ella corriendo, la rodearía con sus brazos y la besaría de igual modo que aquella noche. No... y tampoco era como si hubiera fantaseado con eso durante todas las vacaciones...
Pero tampoco estaba esperando una sonrisa arrogante y un simple 'hola, Hermione... ¿lindas vacaciones...?', seguido de un monumental abandono por parte del muchacho disculpándose con la excusa de un 'estoy muerto de sueño'.
¿Y qué demonios habría hecho en la abominable Suiza como para estar muerto de sueño?
¡Argh!
Hermione había tomado aire y se había calmado. Y había pensado que era lógico. Se había obligado a pensar que era lógico. Es decir, no es que él estuviera forzado a besarla en cuanto se vieran. Estaba bien. Y tampoco ella estaba segura si eso era lo que quería. También estaba cansada (mentira), y lo último que quería era que los demandantes labios de Draco entraran en juego.
(Mentira)
Pero cuando esa tarde Draco había bajado a su Sala Común con aire normal, sin dar indicios de estar pensando nada particular, sonriendo como si tal cosa y ofreciéndole chocolates de Suiza ('son deliciosos, Hermione... prueba los que están rellenos con crema de menta'), y luego yéndose hacia la biblioteca ('no pude terminar mis tareas...'), Hermione supo que algo estaba mal.
Y se había puesto a pensar. Había sucedido. Lo de aquella noche había sucedido. Ella lo había besado y él la había besado de vuelta. No había sido algo sin importancia. Había estado casi dos horas en los brazos de Draco. Dos horas. Y a él no parecía incomodarle.
¿Por qué, entonces, actuaba como si aquello jamás hubiera pasado, como si su mano no hubiera estado posada firmemente en la espalda de Hermione, vacilando en movimientos hacia abajo que hacían al corazón de la chica saltar con violencia contra sus pulmones?
¡Argh!
Él había buscado eso. Más que Hermione, incluso. Él había llevado la situación a aquel punto de no retorno. Él le había dicho que se veía hermosa y que no tenía que celar a ninguna otra chica. Le había dicho que era una Reina. Siempre. En su cabeza. Y ella lo había besado.
Y la única prueba corriente de eso eran los ojos de Hermione por la noche, cerrados con fuerza contra su almohada, conteniendo las ganas de gritar (de gritarle a él), las ganas de patear su arrogante trasero y besarlo y hacerle recordar.
Hacerle recordar que él lo había querido. ¿Verdad?
A no ser que...
Que él creyera que...
Sí, bien... la noche había sido especial. Era el momento propicio. La nieve cayendo, el fuego encendido, los regalos significativos... Oh, no...
Podía haber sucedido que él creyera que... porque había sido una noche... podía, al fin y al cabo, no haber significado nada... nada para él... un beso de una noche... una noche propicia... ¿No eran bien conocidas todas las noches propicias de Draco Malfoy con casi todas las chicas de la escuela? Todo el mundo las conocía... ¿No podía, acaso, simplemente haber sido cosa de una noche para él, sin haberse atrevido a dejar que llegara más lejos por algún motivo (en aquel momento glorioso para Hermione)?
¡Argh!
Claro... eso era lo que había sucedido... ¡Y ella creyendo que había tenido algo que ver con...!
No.
No, no, no, no...
No, porque Draco le sonreía como si nada y aun le hacía bromas de mal gusto, y le hablaba en un tono normal y daba las buenas noches sin besarla.
Muy bien.
Así era.
Así sería.
No tenía por qué estar enojada.
Así que no lo estaría.
Si para él no había sido nada, para ella tampoco lo sería.
Sólo que todo se complicaría. Porque la noche anterior había sucedido.
Draco se había puesto de pie del sillón donde había estado leyendo el capítulo requerido para Defensa y le había dado las buenas noches. Y ella había contestado con un simple hasta mañana. Razonable. Pero no había sido razonable el sentir de repente los labios de Draco contra los suyos, sólo un segundo, haciendo un suave ruido de succión, y luego la sonrisa deleitada de Draco, y Draco lamiéndose los labios, y Draco desapareciendo escaleras arriba.
Y Hermione tan asombrada que ni siquiera podía parpadear. Con los ojos fijos en el agujero de las escaleras. Tratando de procesar lo que había ocurrido. Y entonces furiosa. Y sólo su gran fuerza de voluntad la detuvo para no ir y tirar la puerta del dormitorio de Draco abajo y golpearlo (y quizás besarlo).
¿Qué se creía? Primero teniéndola casi una semana exprimiéndose el cerebro para tratar de entender qué sucedía, sin besarla y sin detenerse a hablar de aquello, y de la nada, así de súbito, besándola otra vez, y sonriéndole de esa forma, y lamiéndose los labios y...
¡Argh!
Y como si todo el mundo la odiara, esa mañana comenzaba su período (que, por cierto, el muy cretino se había adelantado un par de días).
-Odio ser mujer... –susurró Hermione mientras apretaba con una mano la parte inferior de su estómago. Era ridículo que, pudiendo usar magia, debiera sufrir semejante dolor. Acostumbrada como estaba a ese método, no tenía ningún remedio muggle para esas situaciones, y eso sólo la hacía sentir estúpida y desprevenida. Tendría que haber pensado soluciones para esas situaciones hipotéticas para momentos como ese... Suspiró por lo bajo e hizo el último tramo del corredor hasta el retrato de Van.
-Buenos días, señorita Hermione –saludó el muchacho desde su marco. Hermione sacudió una mano como única respuesta. Es curioso como puede llegar a ser tan fastidiosa una persona con buen humor cuando uno no lo está. Para nada- ¿sucede algo? –preguntó Van a ver la cara contorsionada de la chica y la postura que adoptaba su cuerpo al sostenerse el estómago con un brazo.
-Me duele... un poco... –respondió Hermione sin querer dramatizar- Sólo... sólo quiero recostarme un rato... rosas durazno... –dijo. Sus pies se movieron maquinalmente apenas sus labios acabaron de recitar la contraseña. Pero el retrato de Van seguía tan cerrado como antes- Rosas durazno –repitió Hermione, más fuerte y claro, pero lo único que hizo el muchacho fue dibujar en su rostro una expresión de lamento.
-¿No le han dicho? –preguntó, y esa pregunta alertó a Hermione por completo. No era bueno que alguien le preguntara de esa forma si no le habían dicho algo, porque eso significa que alguien debería haberle dicho algo, y nadie le había dicho nada.
-¿Si no me han dicho qué? –preguntó, tratando de no sonar paranoica. Van sacudió un poco la cabeza, suspirando.
-No le han dicho... –afirmó ahora. Hermione ya estaba conciente de eso, y que lo dijera de esa forma no ayudaba en lo más mínimo.
-¿Qué no me han dicho, Van? –insistió sin importarle parecer impaciente. Sus ovarios dolían horrores y no era su idea de solución el quedarse parada en medio del pasillo hablando con un retrato cuyo pasatiempo era hablar en acertijos- Por favor, Van... sólo déjame pasar... –rogó- Estoy muriendo aquí...
-Lo lamento tanto, señorita Hermione... –se disculpó él, y era evidente que era verdad- Me encantaría dejarla pasar. Me encantaría hacer cualquier cosa para aliviar su dolor... pero, atrozmente, no puedo. Jamás pensé que no le dirían... claro que asumo parte de la culpa, porque, después de todo...
-¡Van, deja de ser tan críptico y dime qué demonios pasa o déjame entrar de una buena vez!
Eso es lo bueno de estar enojado: se tiene un móvil para ser desconsiderado.
Los ojos de Van se agrandaron un poco, apenas sorprendido; estaba acostumbrado a ver a Hermione en ese estado, sobre todo en la última semana (y no le cabían dudas de que podía culpar a Draco), pero era extraño verla descargando su ira de esa forma.
-Siento haberla incomodado, señorita Hermione –susurró sin mostrar resentimiento alguno y haciendo una reverencia. Se incorporó y sonrió casi con pena- La profesora McGonagall vino aquí esta mañana. Dijo que quería hablar con los Premios Anuales. El joven Malfoy le dijo que usted no estaba, así que la profesora le dijo a él solo –ladeó un poco la cabeza aun mirando a Hermione-. Dijo que era hora de cambiar la contraseña –tomó aire-. Y él lo hizo.
Hogwarts siempre había sido un lugar tan tranquilo... tan pacífico y falto de ruidos. Uno siempre podía confiar que el mediodía de un domingo fuera apacible, tranquilo, calmado, sereno, silencioso...
-¿QUÉ?
-Señorita Hermione... no se altere...
-¿CAMBIÓ LA CONTRASEÑA SIN MÍ?
-Estoy seguro de que no quiso...
-¿ME DEJÓ AFUERA DE LA SALA COMÚN?
-... todo un malentendido...
-¿SABIENDO QUE NO ESTABA?
-... dijo que estaría atento...
-¿CAMBIÓ LA CONTRASEÑA?
-... traté de advertirle...
-¡ARGH!
Hermione se acuclilló en el suelo y metió sus dedos por entre su cabello.
No podía creerlo. ¿Qué tan abominable podía llegar a ser? Él sabía que no estaba en la Sala Común...
Personajes de otros cuadros se habían asomado a ver de qué se trataba tal alboroto, y unas jóvenes meigas en un cuadro rústico se reían señalando a Hermione sin reparos. Pero poco era lo que Hermione advertía de esto. Una nueva puntada había atacado a su estómago y realmente, realmente, tenía ganas de matar a Draco.
-Señorita... señorita Hermione... –llamó Van tentativo. Hermione no contestó y escondió su cabeza entre sus rodillas- Lo... lo lamento, señorita Hermione... no creo que el joven Malfoy... no creo que él pensara que... –pero fue interrumpido cuando su retrato se abrió de repente. Hermione alzó os ojos y vio a la cabeza de Draco apareciendo por el hueco del cuadro, sonriendo marcadamente y mostrando todos sus perfectos dientes (los cuales Hermione sintió impulso de quebrar).
-Pensé que había escuchado tu voz... –dijo alegre, saliendo al pasillo y guardando sus manos en los bolsillos. Y Hermione no lo resistió.
Se puso de pie de inmediato y se abalanzó sobre Draco, echando fuego por la mirada y con los brazos listos para las colisiones. De un solo empujón lo hizo entrar otra vez a su Sala Común, haciéndolo trastabillar en la entrada por lo que casi cae de espaldas. Y eso no le hubiera importado.
-¡Eres un idiota! –gritó Hermione empujándolo una vez más. Draco dilató sus ojos, fijos en el rostro de Hermione, escarlata.
-¿De veras? –preguntó, honestamente sorprendido, y Hermione dejó escapar un chillido de frustración.
-¡Eres un maldito, inepto, estólido, negligente y desconsiderado idiota!
-Si vas a insultarme al menos hazlo con palabras que comprenda...
-¿Cómo se te ocurre cambiar la contraseña cuando yo no estoy? –preguntó Hermione, punzando con el dedo índice el pecho de Draco. El muchacho se llevó una mano allí, haciendo con su rostro un gesto de sufrimiento.
-Eso duele más de lo que aparenta...
-¿Acaso no estabas pensando cuando lo hiciste? –siguió Hermione, volviendo a llevar sus manos a su cabello, perdida en la frustración del enfado- Oh, no, claro... ¡Tú nunca piensas!
-¡Hey! Estás llevando esto muy lejos...
-¡No puedo creer que hayas hecho algo así! –continuó, acercándose de nuevo y empujándolo aun más fuerte por el pecho.
-¿No crees que estás exageran...?
-¿Cómo pudiste? –otro empujón.
-No creo que haya sido...
-¿Debo temer salir de mi propia Sala Común? –otro empujón.
-Hermione... mira, yo...
-¡Es tan típico de ti! –otro empujón.
-Hermione, deja de empujarme.
-¡Tan típico!
-Deja de empujarme.
-¡Nunca piensas en los demás! Haces lo que se te da la gana y luego das las buenas noches como si nada...
-Deja de emp... ¿Qué?
-¿Tienes idea de cuánto te odio en este momento? –preguntó Hermione, y sus manos subieron para empujar a Draco una vez más. Aunque él fue más rápido. Con suavidad, pero aun así con firmeza, cerró sus dedos alrededor de las muñecas de Hermione y la atrajo contra su torso. Hermione oprimió sus labios, mas enfadada aun, y subió su rostro para encarar al de Draco. Mal hecho. El verlo tan cerca sólo logró perturbarla. Los ojos de Draco estaban entrecerrados y serios, sus labios húmedos y latentes.
-¿Y tú tienes idea de cuán irresistible te me haces en este momento? –preguntó él.
Hermione tragó en seco. No era sólo el hecho de oír la voz profunda de Draco a centímetros de su oído, ni el hecho de sentir sus pechos contra sus duros pectorales, ni advertir sus ojos examinándola tan de cerca. Era más bien lo que había dicho. Porque no lo había entendido bien. Quizás no se había lavado correctamente los oídos la noche anterior...
-¿Mh...? –preguntó inteligentemente para corroborar. Draco sonrió. Paseó sus ojos por el rostro de la chica, deteniéndolos en sus labios.
-Te ves irresistible cuando estás enojada... –susurró. Una de sus manos soltó una muñeca de Hermione, y sus dedos subieron para posarse en su mentón, elevando su rostro aun más.
-¿De... de veras? –preguntó Hermione con voz desfallecida. En algún lugar de su mente sabía que debía estar enojada por algún motivo, pero esa opción no parecía lógica en ese momento.
-Sí. De veras –confirmó Draco con dulzura, acariciando los labios de Hermione con uno de sus finos dedos- Te ves irreprimiblemente besable... –agregó en otro susurro. Los ojos de Hermione se cerraron mientras sentía el rostro de Draco acercarse al suyo.
-Esa... palabra... no existe... –jadeó Hermione, tratando de separar sus labios lo menos posible, aun hablando con voz sucumbida. Sintió a Draco proferir una risa casi muda.
-¿Y eso importa? –lo oyó preguntar, y su corazón se aceleró al advertir el cálido y mentolado aliento del muchacho contra sus labios.
-N... no... –balbuceó. Experimentó un descontrolado vértigo al notar los labios de Draco contra los suyos, simplemente posados, sin hacer más que estar allí.
-¿Quieres saber cuál es la contraseña? –preguntó él casi sin voz. La sensación de los labios de Draco moviéndose contra los suyos era muy curiosa pero agradable. Y entonces pensó en lo que dijo. La contraseña. Y los labios de Draco ya habían comenzado a actuar cuando Hermione cayó en la cuenta..
-¿QUÉ CREES QUE ESTÁS HACIENDO? –gritó, empujándolo de nuevo por el pecho.
-¿Qué? –preguntó Draco en un tono que a Hermione le hizo pensar en un niño al que le arrebatan un juguete.
-¡Ibas a besarme! –chilló ella, señalándolo con un dedo como si lo estuviera acusando de un terrible crimen.
-¿Y qué?
-¿Y me puedes explicar de una vez por qué demonios no me esperaste para cambiar la contraseña?
-¿Qué? –preguntó Draco desorientado- Hermione... ¿cómo puedes estar pensando en eso luego de...?
-¿Luego de qué? Yo no vi que pasara nada... –rebatió Hermione sacudiendo su cabeza.
-¡Vamos, Hermione!
-¿Por qué cambiaste la contraseña sin esperarme? –Draco soltó un gruñido y se dejó caer con fuerza en un sillón.
-No pensé que fueras a enojarte tanto... –explicó con voz forzada, tratando de calmarse- No sabía dónde estabas, no sabía cuándo ibas a volver. Saliste esta mañana sin siquiera despedirte, y había que cambiar la contraseña. Pensaba estar atento y vigilar a cada momento para ver cuándo llegabas. Lo lamento.
-¿Lo lamentas? –preguntó Hermione fingiendo incredulidad- ¿Y desde cuándo te molesta contrariarme? Pensé que te especializabas en eso...
-¿De qué estás hablando? –preguntó Draco con voz aguda- ¿Qué demonios te sucede?
-¿A mí? Yo creo que eres tú el del problema.
-¡Oh, Granger, no me hagas reír!
-¡No me interesa hacerte reír, Malfoy!
-¡Entonces deja de decir necedades, Granger!
-¡Como si tú no dijeras...!
-¡CÁYENSE LOS DOS! –gritó una voz potente desde algún lugar.
Hermione llevó instintivamente su manos a su varita mientras giraba sobre su eje para encontrar al intruso. Y por algún motivo no la sorprendió el ver a Blaise al pie de la escalera que llevaba a los dormitorios, sosteniendo a Vaca en sus brazos. Estaba acostumbrada a verlo allí. Al fin y al cabo, era el mejor amigo de Draco e iba a visitarlo con frecuencia. Pero encontrárselo en esa situación era bochornoso.
Blaise tenía su entrecejo fruncido y pasaba sus ojos de Draco a Hermione, imitando a una madre decepcionada de sus hijos. Dejó escapar por entre sus dientes un siseo reprobatorio y se les acercó.
-¡No puede ser! –tronó con voz aun más potente, y tanto Draco como Hermione tuvieron la reacción de cerrar los ojos- Voy al baño por dos minutos y cuando vuelvo me encuentro con una batalla campal...
Hermione bajó los ojos, avergonzada.
-¿Les parece correcto... –continuó Blaise, acercándose aun más- ... pelearse de esa forma mientras yo estoy en el baño? –se sentó con suavidad en un sillón. Vaca ronroneaba dormida en su regazo- Es un despropósito...
-Lo siento, Blaise... –se disculpó Hermione- No sabía que estabas aquí y... –pero Blaise había levantado una mano para detenerla.
-Me estás malinterpretando, linda Hermione... –dijo, y sonrió con petulancia- Sólo quería decir que hubieran esperado a que yo volviera para comenzar la discusión.
Hermione mantuvo sus ojos en él durante algunos segundos, hasta que, dándose por pérdida, rodó los ojos y miró otra vez a Draco. No ayudó demasiado el encontrarlo con una sonrisa haciendo juego con la de su amigo. Ya era demasiado. Y sus ovarios ahora dolían más que antes. Se desplomó en un sillón, apretando su estómago otra vez. Ya había sido suficiente.
-Dime cuál es la contraseña nueva, Draco –dijo con voz monótona. Draco intercambió una mirada con Blaise y se fue a sentar junto a Hermione.
-¿Te sientes bien? –preguntó preocupado.
-Sólo dime la contraseña –reiteró Hermione. Draco mantuvo su rostro terso y sus ojos sobre ella por varios segundos, hasta que, de repente, las comisuras de sus labios comenzaron a curvarse hacia arriba- ¿Qué? –preguntó Hermione paranoica- ¿De qué te ríes? –giró su cabeza para observar a Blaise, y lo encontró en el mismo estado que a su amigo- ¿De que se ríen?
-Lo siento, Hermione... –dijo Draco tratando de conservar sus labios rectos- Pero... no pude evitarlo... -¿Qué cosa no pudo...?
-¿Qué cosa?–preguntó Hermione con voz calmada, desbordando terror. Las expresiones divertidas en los rostros de ambos muchachos la preocupaban de una manera imposible de explicar- ¿Qué cosa no pudiste evitar, Draco?
Draco tenía sus labios apretados y las comisuras se fruncían de forma muy cómica ante sus intentos de no sonreír. Blaise ya se había rendido y tenía ahora su cabeza gacha, dejando escapar una contenida risa. Hermione pasaba sus estremecidos ojos de uno a otro, sin saber qué esperar.
-Fue idea de Blaise... –dijo al fin Draco, tratando de dejar su cara tensa. Eso no era nada bueno.
-Draco... –susurró Hermione- ¿Cuál- es-la-contraseña? –preguntó separando las palabras, alzando ambas cejas en una expresión advertiente. Blaise dejó escapar una risa ronca y Draco no pudo evitar contagiarse un poco, en seguida carraspeando para ocultarlo y tomando aire antes de recitar:
-Baila, baila, Hermione. Quítatelo todo.
Y esa fue la señal para que Blaise reventara en carcajadas, llevándose las manos a la cara y dejando a Vaca olvidada en el sillón. Draco había vuelto a tensar sus labios, sin poder evitar que su cuerpo diera pequeñas convulsiones provocadas por la risa contenida, mirando directamente a Hermione a los ojos, pero siendo por completo conciente del show que estaba dando su amigo. Hermione por su lado, se mostró impasible, dejando que Blaise riera por varios segundos, nunca quitando sus ojos de los de Draco. E incluso sonrió un poco antes de hablar.
-Draco, te doy diez segundos para que me digas, me asegures que eso es una mentira, o tendré que utilizar mi varita en métodos a los cuales no soy muy adepta pero en los que soy extremadamente capaz, y tú y tu ocurrente y adorable amigo despertarán mañana por la mañana notando que falta una parte muy importante de su anatomía y de su orgullo viril.
Blaise dejó de reír. Draco agigantó sus ojos.
-Es mentira –dijo el rubio de inmediato.
-Una completa falacia –secundó Blaise. Hermione los estudió por unos momentos, su entrecejo fruncido, su mirada atenta y enjuiciadora.
-¿De veras? –preguntó en un tono helado. Los dos asintieron con ímpetu- ¿Y cuál es, entonces, la contraseña? –Draco y Blaise se miraron una vez más, recuperando las sonrisas en sus labios.
-Filch ama a Peeves –recitó Draco, y tanto él como Blaise volvieron a reír.
-Vamos, Granger... hasta tú debes admitir que eso fue gracioso... –le dijo Blaise guiñándole un ojo al ver que Hermione se preparaba para rodar los ojos- Y agradece que no nos decidimos por la otra finalmente...
-Es decir que en verdad la habían considerado... –dijo Hermione alzando una ceja y mirando a Draco, quien simplemente se encogió de hombros señalando al otro.
-Fue idea de él –entonces Hermione miró a Blaise. El muchacho bajó la cabeza en una actitud sumisa.
-Es verdad. Fui el autor intelectual. Pero tú te mostraste bastante conforme con mi idea... –agregó sonriéndole a Draco.
-No me cabe la menor duda... –susurró Hermione cruzándose de brazos y enviándole al rubio una mirada furiosa. Draco suspiró.
-¿Qué sucede, Hermione? –le preguntó casi llegando a la miseria.
-No sé a qué te refieres.
-Estás enojada conmigo –denunció él.
-¿Y no tengo motivos?
-No suficientes... dime en verdad por qué es que estás enojada...
Hermione bufó.
¡Porque no me besas, maldito idiota!
-Creo que estás paranoico, Malfoy –dijo, y se puso de pie.
-¿Dónde vas? –preguntó él desesperado.
-Lejos de ti –respondió Hermione llanamente. Draco parpadeó confundido (y lastimado) y buscó los ojos de su amigo, donde encontró una mirada que sin duda reflejaba exactamente lo mismo que él pensaba en ese momento: 'Está en esos días".
Hermione se dirigió al sillón donde estaba sentado Blaise y se ubicó a su lado, cruzándose de brazos. Blaise entonces orientó su mirada hacia Draco, trazando una provocativa sonrisa en sus labios mientras se movía más cerca de la chica.
-Draco puede ser muy insoportable... –le dijo, apoyando casualmente una mano sobre uno de los hombros de Hermione. Draco entrecerró sus ojos, posados furiosos sobre el rostro del otro, aun encontrando allí la instigadora mueca de burla.
-Dímelo a mí... –reconoció Hermione, ajena a las intenciones del muchacho sentado a su lado. Blaise acentuó su sonrisa cuando Draco, estrechando sus cejas, formaba con sus labios una simple frase sin hacer sonido alguno: 'Te odio".
-¿Quieres ver las fotos de nuestras vacaciones en Suiza, Hermione? –preguntó Blaise de repente, utilizando un tono de voz inocente mientras se estiraba sobre el sillón para tomar un pequeño pilón de fotografías que estaban del otro lado de Hermione. Al hacer esto debió recargar parcialmente su cuerpo sobre el de Hermione, y, como era lógico, una de sus manos fue a posarse cerca de una rodilla de la chica para no perder el balance. Esto produjo no sólo que Draco debiera oprimir sus mandíbulas con ira, sino también que él mismo pudiera experimentar la suavidad de la piel de Hermione (lo que, cuando Draco lo procesó mentalmente, no resultaba para nada justo, siendo que él aun no había tenido la posibilidad de tocar a Hermione en tales lugares).
-Sí... claro... –respondió Hermione torpemente habiendo sido tomada por sorpresa. Blaise le sonrió encantado y depositó las fotografías en sus manos.
-Bien –comenzó el muchacho, adoptando un tono de guía turístico-, aquí estamos Draco y yo en la entrada del hotel –indicó con su dedo la primera foto-. Draco está de espaldas porque no le interesó la idea de ser fotografiado. Aquí se ve a la simpática recepcionista, con la que más tarde ese día compartí unos momentos deliciosos, y si quieres te cuento luego –Hermione rodó los ojos mientras la joven mujer de la foto saludaba sonriendo como idiota-. En esta otra podemos apreciar a la adorable muchacha de la tienda de regalos –Blaise soltó una corta carcajada-. Insistía en que me parecía a su novio, pero por la noche puedo asegurarte que no se acordaba de nadie más que de mí... Bueno, estas de aquí son un par de señoritas que conocí en el lobby del hotel. Iban también a pasar las vacaciones. Venían de Nueva Zelanda y querían conocer los Alpes, pero lo más cercano a eso que llegaron a conocer fue mi habitación... –volvió a reír- Aquí hay una foto que pude tomarle a Draco clandestinamente, una de las pocas noches en que lo convencí de dejar su habitación. Puedes ver por su pose (con las manos dentro de los bolsillos y cabizbajo) que no la estaba pasando ni la mitad de bien que yo...
Hermione levantó sus ojos de las fotografías y miró a Draco. El muchacho había cruzado sus brazos sobre su pecho y tenía su mirada clavada en un punto del suelo. Sus labios estaban apretados y su entrecejo fruncido.
-¿No salía de su habitación muy seguido? –preguntó Hermione fingiendo un tono desinteresado. Blaise sacudió su cabeza.
-Nah... –respondió- Creo que se está haciendo viejo a una velocidad preocupante. Sólo salía para cenar y a veces no siquiera. Y luego de que olímpicamente rechazara a una de las meseras del bar del hotel, yo tuve que hacerme cargo de ella, lo cual se complicó porque esa misma noche había prometido a una linda vecinita de mi mismo piso que le enseñaría a jugar al póquer...
Hermione alzó una ceja. Aquello era interesante... quizás, al fin y al cabo, estaba siendo demasiado dura con Draco...
-Como sea... –continuó Blaise retomando la exposición- En esta foto de aquí está... esta otra chica... creo que era francesa... ¿o esta era la alemana...? –se preguntó a sí mismo frunciendo el ceño- No... no, creo que esta era de Irlanda... o quizás Escocia...
-¿No tomaste fotos de paisajes? –preguntó Hermione perdiendo la paciencia. Blaise la miró parpadeando confundido.
-No.
-¿No tomaste fotografías de las ciudades, de Berna, Zürich, Ginebra, Basilea, Rhin, de alguna colonia...?
-No, no y no.
-¿Sólo fotografiaste a las chicas con las que te acostaste? –continuó Hermione con voz aguda.
-Bueno... –respondió Blaise tentativo- Literalmente hablando, con la de la tienda de regalos no llegué a acostarme... pero digamos que sí nos pusimos íntimos en el mostrador de su tienda cuando ya había cerrado... –agregó con una enorme sonrisa. Hermione suspiró y le entregó el pilón de fotos.
-Qué desperdicio... –farfulló, y subió sus pies al sillón para abrazarse las rodillas.
-¿No tenías que irte, Blaise? –preguntó Draco súbitamente, dirigiendo sus ojos hasta el aludido. Blaise aún estaba sonriendo, contemplando una de las fotografías.
-No... –respondió en un tono algo sorprendido. Draco alzó una ceja.
-¿Estás seguro? –preguntó, intentando sonar insinuante- ¿No te estaba esperando Pansy? –Blaise había fruncido su entrecejo y miraba al rubio como si estuviera hablando incoherencias. Draco rodó los ojos y, tras comprobar que Hermione no estaba mirándolo (ya que había escondido su rostro entre sus rodillas), indicó hacia la salida con un significativo cabezazo.
-¿Qué?–le preguntó Blaise sólo moviendo sus labios.
-Vete –respondió Draco de igual manera. Y Blaise alzó las cejas, comprendiendo.
-¡Oh, sí! Pansy... Pansy me está esperando... –exclamó entonces poniéndose de pie- La pobre niña no puede pasar mucho tiempo alejada de mí... –añadió con una arrogante sonrisa. Hermione había levantado su cabeza y ahora miraba al Blaise casi indiferente.
-Cuando la veas, dile que termine de una vez con su ensayo de Aritmancia para que pueda revisarlo –dijo.
-Así lo haré –aseguró Blaise, dirigiéndose hacia la salida-. Y ustedes procuren no matarse mientras no estoy... –y con eso atravesó el retrato. Draco soltó un bufido mezclado con una risa socarrona.
-Se cree la gran cosa... –dijo, y miró a Hermione esperando encontrar una sonrisa compinche en sus labios. Pero no. La chica había vuelto a ocultar su rostro contra sus rodillas, y no daba señal alguna de haberlo oído- Hermione –llamó entonces Draco. Ella no respondió-. Hermione –Otra vez sin respuesta. Así que Draco decidió tomar medidas drásticas.
Se puso de pie casi de un salto y fue a sentarse en el lugar donde antes había estado Blaise.
-¿No vas a responderme? –preguntó lindando con la ofensa. Vio cómo Hermione tomaba aire profundamente y alzaba su cabeza para mirarlo.
-¿Qué quieres?
Draco parpadeó. Su tono había sido cansado y harto. Evidentemente, había hecho algo muy malo y no lo recordaba. De otra manera, Hermione no se estaría comportando así.
-¿Estás... estás enojada? –preguntó, sintiéndose estúpido y sabiendo la respuesta perfectamente. Hermione lo contempló durante unos segundos, casi evaluándolo. Al final, simplemente se encogió de hombros y frunció la comisura de sus labios.
-Ya no importa –dijo.
Oh, pero sí importaba... Draco se sentía como la peor de las escorias. No sólo había hecho algo terrible (obviamente), sino que además no lo recordaba. Y, al fin y al cabo, todo era culpa de Hermione. Porque nunca antes él había conocido el remordimiento. Y nunca antes había deseado tanto compensar sus malos actos; el problema, claro, era cómo hacerlo si ni siquiera podía recordarlos...
Sus pensamientos fueron interrumpidos cuando Vaca, confiada como siempre, se subió al regazo del muchacho, sacando sus uñas y desperezándose sobre las piernas. Entonces Draco vio su oportunidad. Sonriendo con aire travieso, tomó a la gata por debajo de las patas de adelante y la colocó a la altura de su cabeza, tapándose el rostro con el cuerpo del animal.
-Hermiiiiiooneee...–llamó con voz aguda, sin poder evitar continuar sonriendo. Hermione lo miró otra vez, alzando una ceja.
-¿Qué haces con Vaca? –preguntó desconfiada.
-Yo soy Vaca, Hermione... –continuó Draco, sacudiendo a la gata mientras hablaba para que sus intenciones quedaran entendidas. Hermione tardó unos segundos en reaccionar, haciéndolo por fin con una aguda risa fingida.
-Cuán bajo has caído, Draco –dijo con crueldad y sin importarle aquello.
-No, no... yo soy Vaca. Draco es el adorable joven que tan amablemente está sosteniéndome –dijo Draco, manteniendo su voz aguda y volviendo a sacudir a la gata. Hermione suspiró y giró un poco su torso para poder ver mejor al muchacho, resignándose a contemplar aquello.
-Muy bien... –musitó.
-Sí, muy bien –acordó Draco; o Vaca-. Y dime... ¿por qué es que estás enojada con este encantador joven?
-No puedo creerlo... –masculló Hermione volviendo a cruzarse de brazos.
-Yo no puedo creerlo tampoco... es tan guapo y galante que no puedo entender cómo es que estás enfadada con él...
-Tampoco espero que lo entiendas –saltó Hermione, acalorada de repente-. Después de todo no eres más que un insensible, idiota, malcriado y...
-Oye... –interrumpió Draco bajando a Vaca y frunciendo el entrecejo- No insultes a Vaca... Soy yo con el que estás enfadada... –Hermione soltó un gruñido de frustración y llevó ambas palmas a sus ojos, oprimiendo con fuerza, mientras que Draco posicionaba a la gata en su lugar frente a su rostro.
-Ahora, Hermione... –prosiguió entonces- Sea lo que sea por lo que estás enojada con Draco, estoy segura de que él se siente terrible por eso.
-Sí, claro...
-Sí, claro. Por más que él no tenga ni la más mínima idea de qué es lo que pudo haber hecho para que te enfadaras tanto, está terriblemente acongojado y promete que no lo volverá a hacer, y te ruega perdón desde el fondo de su ser, y dice que seguramente tú tienes tus motivos para comportarte de este modo, pero él no lo sabe porque es tan idiota... y tú eres mucho, mucho más inteligente que él, y acepta que eres mejor que él en todas las materias. Oh, y además cree que eres muy bonita.
Las esquinas de los labios de Hermione se curvaron hacia arriba. No particularmente por lo que acababa de oír, sino más bien por la situación: la voz aguda de Draco, Vaca frente a ella con su cuerpo estirado hacia abajo, colgando se sus patas delanteras, su rostro triangular, sus ojos casi cerrados del todo y ronroneando, amenazando con quedarse dormida allí mismo.
Draco asomó su cabeza por un lado de la gata.
-¿Estás sonriendo? –preguntó esperanzado. Y Hermione asintió, cediendo. Y Draco sonrió también.
-¿Perdonas a Draco? –preguntó sacudiendo a Vaca una vez más. Hermione suspiró.
-Sí, Vaca, perdono a Draco –el muchacho volvió a asomar su cabeza y le dirigió a la chica otra sonrisa mostrando sus dientes.
-¿Y me das un beso? –preguntó otra vez Draco, acercando la cabeza de Vaca hacia los labios de Hermione, quien, sin dudarlo, se inclinó y besó la coronilla de la gata. Entonces Draco bajó a Vaca hacia el sillón y, sin darle tiempo de reaccionar, llevó su propio rostro hacia el de Hermione, sonriendo provocativo- ¿Y me das un beso a mí?
Hermione literalmente saltó en el sillón. Sus ojos se abrieron enormes y sus brazos fueron hacia atrás instintivamente mientras retrocedía casi sin notarlo, mas al no hallar un punto de equilibrio su cuerpo cayó hacia un costado, desplomándose en el suelo con un ruido seco. Y aún ni comprendía qué había pasado...
-Hermione... ¿estás bien? –le preguntó Draco mientras se colocaba de cuclillas a su lado y Hermione frotaba uno de sus codos.
-Sí... –respondió ella balbuceante, y volvió a alejarse un poco.
-¿Seguro? –insistió Draco retrayendo sus cejas e inclinándose sobre ella para examinarla mejor.
-Sí –reiteró Hermione con más firmeza, y llevó una de sus manos hasta el pecho de Draco para evitar que se acercara más. En el rostro del muchacho comenzó a aparecer una insegura sonrisa.
-Bien –dijo-; porque eso fue muy gracioso... –y soltó una suave risa al ver los ojos de Hermione ensancharse una vez más.
-No fue gracioso –contradijo indignada-. Podría haberme lastimado...
-Lo sé –reconoció él-, por eso primero me aseguré de que estuvieras bien... –y acentuó su sonrisa al tiempo que acercaba su cuerpo más al de Hermione, aun yaciendo en el suelo, y una de sus manos se posaba en la cintura de la chica- Estás bien... ¿verdad? –corroboró una tercera vez.
Hermione había separado sus labios para respirar por allí superficialmente. Era conciente de que sus mejillas habían vuelto a colorearse por la cercanía de sus rostros, y por más que continuaba alejándose constantemente, previendo así cualquier contacto concreto, esto sólo era para peor, ya que Draco seguía acercándose de todas maneras, y si eso se prolongaba por más tiempo terminarían en posición horizontal.
-Sí... –respondió ella, nuevamente con voz jadeante. Draco volvió a sonreír, y posicionó una de sus manos sobre la que descansaba sobre su propio pecho, y delicadamente la corrió, eliminando el último obstáculo.
-Mejor así... –llegó a susurrar antes de acercar, definitivamente, sus labios a los de Hermione. Pero nunca llegaron a destino.
Hermione había soltado un gruñido agudo e iracundo mientras empujaba a Draco por los hombros con increíble fuerza (sorprendiéndose a ella misma), haciendo que el muchacho saliera de encima de ella y cayera de espaldas, evitando golpearse la cabeza usando sus antebrazos.
-¿Qué demonios crees que haces? –preguntó chillando Hermione mientras se ponía de pie y apuntaba a Draco (confundido decepcionado) con un dedo tembloroso.
-Nada... –respondió él, suplicante, sacudiendo un poco la cabeza. Hermione, respirando agitadamente, repitió el gruñido mientras se dirigía escaleras arriba.
-¡No puedo creer que seas así! –gritó cuando ya se había perdido de vista, y a continuación se oyó un portazo potente.
Draco dejó escapar el aire que había estado conteniendo y se permitió que su cuerpo cayera hacia atrás, yaciendo sobre su espalda en el suelo.
Había sucedido lo que tanto había temido desde aquella noche.
El primer pensamiento que había embargado su mente cuando estuvo solo en su habitación la noche del baile de Navidad, la noche del beso, había sido que debía repetirlo cuanto antes. Y en eso y sólo en eso pensó durante los primeros días de sus vacaciones con Blaise. No podía esperar para tener su boca sobre la de Hermione otra vez, sus labios acariciando los suyos, sus brazos alrededor de su cintura tan delicada. No podía esperar. Y muchas veces se encontró rogando internamente que ella estuviera pensando en él en ese mismo momento, deseando también estar con él tanto como el deseaba estar con ella.
No había aceptado casi ninguna de las invitaciones de Blaise. No se sentía de humor para nada, y si bajaba a las cenas en el hotel era sólo por costumbre y hasta inercia. Veía a su amigo divirtiéndose como siempre (como él lo hubiera hecho en otro tiempo), mas las observaciones estaban hechas desde un punto de vista casi objetivo. Y no podía evitar comparar a todas las chicas que veía con Blaise con Hermione, siempre llegando a la misma conclusión (la cual no volvería a armar en su cabeza porque sabía que sonaba patético y ya se sentía lo suficientemente patético estando tirado en el suelo y pensando en aquello).
Hermione no era como ellas. Como ninguna de ellas. Y saber eso era terrorífico. Porque no podría actuar como siempre. La había besado, un impulso reprimido durante tanto tiempo y dejado en libertad durante una noche en la que no había nada más que hacer más que eso. Era lo único que podía hacer. Pero la había besado. A ella. Y eso estaba mal; no porque él lo creyera (no porque él lo lamentara). Pero era ella. Y se habían despedido sin cambiar sus roles.
Draco y Hermione.
Malfoy y Granger.
Eso no le aseguraba nada. Al contrario. No podría besarla apenas se vieran al regresar de las vacaciones, porque esa no es la manera apropiada para dos camaradas Premios Anuales de saludarse. Y todo por cobardía; debería haber dicho algo luego del beso. Algo importante y trascendente. No sabía qué, pero sabía que algo. Porque Hermione no era como ellas. Como ninguna de ellas. Y Draco temía que lo rechazara en el momento en que intentara acercarse. No sabía qué había pasado por su mente mientras estuvieron separados. Quizás se había arrepentido. Quizás lo lamentaba. Quizás. Y no podría soportar tener la certeza, así que optó por aguardar. Y eso hizo.
No supo cómo logró no besarla apenas entró a su Sala Común. No supo cómo hizo para permanecer en su habitación el resto de la noche. No supo cómo hizo para no levantarse de la silla en la que había estado sentado por horas (con su cabeza sobre sus palmas) cuando escuchó el ruido de la lluvia desde el cuarto de duchas y supo que Hermione estaba bañándose. Y no la besó a la mañana siguiente, ni esa tarde, ni por la noche. Y no supo cómo hizo.
Pero la noche anterior había sido demasiado.
Hermione había estado actuando con una indiferencia agónica. No le importaba en lo más mínimo si él la besaba o no. Dejaba pasar los días como si nada, mientras él permanecía en un constante estado de miseria. Y la noche anterior había sido demasiado.
Ella se había mostrado mucho más fría que nunca, apenas contestando a sus preguntas y sin mirarlo a los ojos ni una vez. Draco debía saber qué era lo que pasaba, qué era lo que estaba pensando. Debía obtener algún tipo de respuesta. Así que la había besado cuando le dio las buenas noches. Un beso simple. Sin profundizarlo, sin separar los labios, y luego le había sonreído. Hermione no había hecho nada. Sí, lo había mirado desconcertada, tomada por sorpresa, pero no se había quejado ni mucho menos. Y Draco, cuanto menos, se envalentonó.
Por eso había intentado besarla ese día. Por eso y porque ya no podía resistirlo. Pero no había contado con que las cosas salieran como lo habían hecho: evidentemente, Hermione no se encontraba en el mismo lugar que él.
Era insoportable. De todas las chicas de Hogwarts, de las cuales la mayoría lo tenían sobre un pedestal, él tuvo que ir a obsesionarse con una de las que no. Sí, era irónico, era terrible y era gracioso, pero no creía que pudiera reír en aquel momento.
Aún estaba tendido en el suelo, con un antebrazo cubriendo sus ojos, la otra mano perezosamente sobre su pecho, sus párpados apretados igual que sus labios, sus rodillas flexionadas y las suelas de sus zapatos contra la mullida alfombra.
Era turbador ver a un Malfoy así. Era patético. Y los Malfoys no eran patéticos.
¿Qué hubiera hecho Draco Malfoy, líder innato de Slytherin, por excelencia el más conocedor de los artificios del mundo de las conquistas femeninas, si hubiera estado en el lugar de aquel patético muchacho que yacía en el suelo, con una gata afilándose las uñas contra su camisa? Lo que era seguro era que no hubiera permanecido estático. Hubiera hecho algo. Un Malfoy nunca se rinde; insiste hasta ganar por cansancio. Sí.
Quizás sería bueno dejar que Draco Malfoy se encargara de la situación.
Hora de poner en práctica el curso de intentos. Y, como ya se sabe, siempre se empieza por...
∞∞∞∞∞∞∞∞∞∞∞
1º Intento – Mañana - Sala Común
Hermione no había pasado una buena noche. Todo el día del domingo había permanecido encerrada en su dormitorio, leyendo y terminando tareas (recién para la otra semana), y cuando se acostó, habiendo perdido la cena, no logró conciliar el sueño hasta muy pasada la madrugada. Y no es que tuviera demasiado en que pensar, porque todo ya estaba resuelto en su mente. Resuelto en una simple y corta afirmación que resumía todo: Draco era un idiota.
Era conciente de que propia manera de actuar tenía defectos. Su actitud era bastante incomprensible. Podría decirse que estaba comportándose como una histérica, voluble y caprichosa. Hasta hace unos días su enojo con Draco era porque no la besaba, y ahora su enojo se había renovado porque él había intentado hacerlo. Sí. Sonaba inconstante. ¡Pero claro que tenía motivos!
Y estaba furiosa. Primero Draco había esperado una semana (una semana) para besarla, haciéndole creer que había perdido todo interés en ella y logrando que su mente fuera un caos tristísimo. Y cuando ella pudo tomar la decisión de no dejar que eso la afectara (porque no le afectaba), él se resuelve a besarla. ¿Quién se creía? Hermione no iba a dejar que las cosas fueran como él quisiera. No iba a dejar que la ignorara soberanamente por una semana y luego prestarle sus labios cuando él se sentía con ganas.
¡No!
Quizás eso le funcionara con el resto de las chicas, quienes permitían a Draco hacer todo lo que quisiera cuándo quisiera, y luego simplemente se sentaban a esperar que las volviera a necesitar. No. Ella no era así.
Y no es que haya estado pensando en aquello toda la noche. Porque no lo había hecho. Pero había tenido una mala noche. Y por el mismo motivo tuvo una mala mañana.
Tomó la mochila de sobre su cama, guardó en ella un par de libros, dejó las cortinas corridas y salió de su habitación. Ya en el pasillo de los dormitorios algo le empezó a oler raro. Textualmente.
Un olor extraño y agradable flotaba en el aire, una mezcla de aroma rústico, elegante y limpio. Y eso era raro. Ella siempre trataba de tener la Sala Común en el mejor estado posible, pero era complicado con Draco alrededor.
Por eso se llevó una sorpresa cuando, al terminar de bajar las escaleras, encontró a Draco recibiéndola con los brazos abiertos, una enorme sonrisa en sus labios, su camisa arremangada hasta los codos, su cabello despeinado, pequeñas gotas de sudor cayendo por su frente, su ropa manchada y mugrienta, un trapo sucio colgado de uno de sus hombros, y una apariencia muy satisfecha consigo mismo.
-Buenos días, Hermione –la saludó, derrochando entusiasmo. Hermione frunció el entrecejo.
-¿Qué...? –comenzó, pero fue interrumpida casi en seguida por Draco.
-Mira... –dijo, señalando vagamente a la Sala Común- Ordene todo.
Y Hermione se paró en seco. Porque era verdad.
-¿Qué?
-La otra noche estabas quejándote de que este lugar era un desorden, así que lo arreglé –explicó el muchacho, ahora frotando sus manos (pegajosas con quién sabe qué) contra sus pantalones-. ¿Te gusta?
-Draco, no...
-Me levanté antes de que saliera el sol para acabar para cuando tú te levantaras –continuó él, dándole una miraba apreciativa alrededor-. Empecé por limpiar las estanterías –señaló los muebles contra la pared-, estaban llenas de tierra... luego junté tooooooodos los libros (y créeme, son muchos), y los acomodé allí por materia, autor y orden alfabético –le echó una mirada a Hermione. Sí. Su reacción había sido exactamente como él lo había previsto: ojos agrandados, boca abierta y descreimiento total-. Luego arreglé todos los almohadones que tu adorada Vaquita rompió, limpié los que estaban sucios y los coloqué a cada uno en su lugar –Hermione pasó sus ojos por lo sillones, todos tapizados con almohadones en perfecto estado-. Mi siguiente tarea fue el perchero. ¡Merlín! No creerías la cantidad de túnicas que tenía aquí... las guardé todas, por supuesto, encontrándome con más de una sorpresa... oh, por cierto... encontré tu bufanda... –dijo, y le pasó una bufanda blanca que estaba apoyada en un apoyabrazos de un sofá- Estaba debajo de un suéter mío. Bien... después del perchero me encargué de las mesas. Junté todos los pergaminos, los trabajos sin terminar, las tareas, tus notas, los libros que estás usando y todo lo demás que pudiera encontrar allí. Está todo guardado en aquel armario –y señaló un pequeño armario de gavetas bajo la ventana. Hermione giró su cabeza siguiendo la dirección del dedo apuntador-. Para finalizar y darle una terminación perfecta, rocié un poco de mi perfume para que oliera lindo –guardó unos segundos de silencio, su vista fija e inamovible en Hermione-. Oh, sí... y, para tener mérito extra, no utilicé casi nada de magia –dijo esto último alzando las cejas, dejando bien en claro que aquello significaba demasiado-. Bueno... ¿qué opinas?
A Hermione estaba costándole mucho no soltar una expresión enternecida y saltar a los brazos de Draco. Quizás debía reconsiderar todo lo que había estado pensando antes... después de todo, Draco no había hecho nada con mala intención... Le sonrió, una sonrisa brillante, y se le acercó un poco.
-Opino que quedó muy bien –dijo honestamente. Draco sonrió también y asintió con la cabeza.
-Me alegra ver que hoy estás de mejor humor... –bromeó ladeando la cabeza. Hermione soltó una risa. Aquello era cierto. Habiendo terminado los dolores propios del primer día del período sus modos se habían normalizado.
-Hoy ya soy yo misma... –acordó, y se acercó otro poco, aun paseando la mirada por el lugar.
-Estás entrando en zona de peligro, Hermione... –le dijo Draco de repente, cruzando sus brazos casi sin quererlo y sonriendo incluso más. Hermione alzó una ceja.
-¿Por qué? –Draco se encogió de hombros y dio dos pasos hacia ella.
-Me estás sonriendo y te me estás acercando –dijo simplemente-. No puedes esperar estar del todo segura... –Hermione contrajo las cejas, aún confundida.
-¿Qué quieres decir?
-Dime, Hermione... –prosiguió Draco- ¿No crees que merezco una recompensa luego de mi trabajo?
Oh, no...
-¿Una recompensa, Draco? –preguntó Hermione en tono aburrido, colocando sus manos en sus caderas.
-Sí, una recompensa. Una simple recompensa, digamos... –dio otros dos pasos hacia Hermione, prácticamente eliminando el espacio entre ellos, y llevó su rostro a sólo milímetros del de ella- un beso...
Hermione rodó los ojos, suspirando con pesadez, y rodeó a Draco para dirigirse a la salida.
-Voy a desayunar –avisó. Draco se volteó, aun sonriente.
-Muy bien. Yo primero quiero lavarme un poco... ¡Te veo luego! –gritó al final, pues Hermione ya había abandonado su Sala Común.
Eso no importaba. Draco tomó aire, satisfecho. Ese había sido el primer intento. No esperaba triunfar en el primer intento. Pero iba a triunfar.
Y aún sonriendo, subió a lavarse la cara.
Un tropezón no es caída.
∞∞∞∞∞∞∞∞∞∞∞
2º Intento – Media mañana - clase de Pociones
Draco había elegido el lugar más estratégico de todos. Blaise lo había insultado por lo bajo cuando hizo que él y Pansy se sentaran con él en otra mesa que no fuera la usual. Y cuando preguntaron a qué se debía, Draco sencillamente no respondió. Porque la verdad era que de esa manera podía sentarse en la fila siguiente a la de Hermione, y dado que la chica (con sus dos estúpidos amigos) estaba sentada un poco más hacia la derecha, Draco tenía una casi perfecta visión de ella.
¿Plan? No, no había ideado ningún plan. Pero creyó que tendría inspiración si podía verla. Pero no. Lo que sí obtuvo fueron varios codazos por parte de Pansy cuando ésta advirtió que Draco había dejado que su poción se derramara mientras él mantenía su mirada fija en la Premio Anual de Gryffindor.
Por supuesto que iba a hacer algo. Debía hacer algo.
Terminó su poción rápidamente y la pasó a un pequeño frasco. Entonces se levantó de su mesa y fue hacia el escritorio de Snape; la única que había terminado aparte de él, era Hermione. El profesor aceptó el frasco con un leve asentimiento de cabeza, y Draco regresó a su lugar. En el camino Hermione, quien había sacado un pergamino de su mochila y había comenzado a escribir en él, levantó su vista y sus ojos se encontraron con los de Draco, que no se habían movido de sobre la chica. Sólo fue un segundo, y Hermione volvió su atención al pergamino. Y se mordió el labio.
La inspiración había llegado.
-¿Cómo tengo que cortar estos tallos? –preguntó Blaise en un susurro cuando Draco ocupó su lugar.
-En cubos –respondió el rubio mientras tomaba un trozo de pergamino del lugar de Pansy y sacaba su pluma y tintero de la mochila.
-¿Qué vas a hacer? –le preguntó Pansy entre dientes, revolviendo su poción casi lista.
-Nada –contestó él, y se colocó de tal manera que ni Pansy ni nadie pudieran leer lo que escribía. Aguardó a que nadie estuviera mirándolo, y entonces, con la característica puntería de jugador de Quidditch, arrojó el pergamino hecho un bollo hacia el lugar de Hermione.
Cuando Hermione sintió que algo le golpeaba la cabeza se giró molesta para ver quién había sido. Pero detrás de ella estaba Neville, así que buscó con su mirada a su atacante. Y Draco le estaba sonriendo y señalando hacia su mesa con un dedo. Hermione le envió una fastidiada mirada y volvió a voltearse. Sobre su mesa, junto al pergamino en el que había estado escribiendo, había un pequeño bollo de pergamino. Frunciendo el entrecejo le envió otra mirada a Draco, quien la instó a abrirlo con un movimiento de cabeza. Y ella lo hizo.
La recibió la elegante caligrafía de Draco, hecha obviamente a las apuradas.
¿Me convidas un poco de ese labio?
¡Argh!
¡Estúpido, estúpido, estúpido, estúpido, estúpido, estúpido, estúpido, estúpido, estúpi...!
-Hermione... ¿qué sucede?
Harry y Ron habían girado sus cabezas para mirar a Hermione quien, de repente, parecía tener muy buenos motivos para querer destrozar al pequeño trozo de pergamino que oprimía en su mano.
-Nada... –farfulló ella en respuesta, y rompió en pedazos la nota de Draco. Cuando sus amigos volvieron a centrarse en su poción, Hermione se volteó sobre su asiento para mirar a Draco. En el momento en que estuvo segura de que él tenía su atención fija en ella (lo que fue en seguida), Hermione mordió su labio inferior con fuerza, casi haciéndose doler, asegurándose de que él entendiera.
Y él entendía.
Bien, tampoco había funcionado el segundo intento. No importaba... demasiado...
Un tropezón no es caída.
∞∞∞∞∞∞∞∞∞∞∞
3º Intento – Mediodía - puertas del Gran Comedor
-Hermione... ¿cómo puedes comer tanto?
-Sí... me dan náuseas de sólo verte...
-Comes como un chico...
-Como un chico hambriento...
Parvaty y Lavender rompieron en risitas. Hermione sólo las ignoró.
-Te costará horrores conseguir novio si los muchachos ven cómo comes...
-Es verdad. Así que no aceptes que las primeras citas sean en lugares para comer.
-Eso. Pueden ir al teatro, o puedes hacer que te acompañe de compras...
-Pero, hagas lo que hagas, no aceptes que te compré nada de comer, o... ¡Oh, Merlín! Hermione, Draco viene hacia aquí...
Hermione levantó la vista de su plato de comida. Draco se acercaba hacia la mesa de Gryffindor con paso lento y desenvuelto con sus manos en sus bolsillos. Parvaty y Lavender juntaron sus cabezas para susurrar cuando el muchacho llegó a destino. Hermione sólo lo miró.
-¿Puedes venir unos momentos? –preguntó él, haciendo un gesto ambiguo con la cabeza hacia las puertas del Gran Comedor. Hermione no respondió y continuó mirándolo. Parvaty y Lavender observaban la escena con ojos gigantescos- Debemos arreglar unos asuntos... –continuó Draco, pero se detuvo al advertir a las dos chicas mirándolo- de Premios Anuales...
Hermione dejó pasar otros segundos. Tomándose todo el tiempo del mundo, se llevó su copa a los labios y bebió un par de tragos, omitiendo las risitas de sus compañeras. Luego se levantó con gracia de su asiento, pidió perdón al muchacho de quinto sentado a su lado, y se dirigió, sin mirar a Draco ni una vez, hacia las puertas de salida. De inmediato escuchó los caros zapatos de Draco detrás de ella.
Cuando hubieron salido del Comedor, Hermione se volteó para enfrentar al muchacho. Draco cerró la puerta y se le acercó.
-¿Qué? –preguntó Hermione.
-Nada –respondió él.
-¿Entonces para qué me llamaste? –Draco tomó aire y se rascó la nuca inconscientemente.
-Bueno... si en verdad quieres saber... –Hermione bufó impaciente- Sucede que desde que empezaste a comer tienes el labio manchado con salsa de albahaca, y esa manchita me ha estado volviendo loco...
-Oh, Draco... –se quejó Hermione cruzándose de brazos...
-... y me sentí en la inaplazable necesidad de limpiarla... –persistió Draco, acercándose hacia ella- ¿Me dejas limpiarla, Hermione? –la chica rodó los ojos sacudiendo la cabeza.
-¿No se te ocurrió nada mejor?
-¿Qué...?
-Quiero terminar de almorzar –dijo Hermione, y se encaminó hacia las puertas del Comedor.
-¿Y si tú me limpias a mí? –preguntó Draco perdiendo bastante la compostura, corriendo detrás de ella- Yo sé cuánto te encanta que las cosas estén limpias...
-Adiós, Draco... –se despidió Hermione impasible justo antes de desaparecer tras las puertas.
Draco suspiró. Esto estaba empezando a molestarle. Allí iba el tercer intento fallido.
Un tropezón no es caída, pero era un tropezón irritante...
∞∞∞∞∞∞∞∞∞∞∞
4º Intento – Noche – Dormitorios
Hermione se desperezó mientras corría las cortinas de su habitación. Ya había acabado todo lo que tenía que hacer, así que sólo le restaba bañarse, y luego era libre para dormir todo lo que quisiera. Hasta las siete de la mañana del día siguiente.
Ya había comenzado a sacarse los zapatos cuando hubo un golpe en la puerta de su dormitorio. Se contuvo para no gritar cosas insultantes a quienquiera (Draco) que hubiera tocado la puerta. Ya estaba h a r t a...
-¿Qué quieres? –preguntó, luego de abrir la puerta y encontrarse a Draco allí de pie. Draco no respondió de inmediato. Una dulce sonrisa había aparecido en sus labios cuando vio el estado de Hermione: la chica se había aflojado la corbata del uniforme y varios botones se habían desabrochado, la falda estaba arrugada a causa de pasar tanto tiempo sentada, una de sus medias estaba subida hasta por debajo de la rodilla y la otra estaba arrugada por el tobillo, un par de horquillas con diseños infantiles sostenían el cabello para que no se fuera sobre su frente, y, para coronar aquello, sólo tenía puesto uno de sus zapatos, y el otro lo sostenía en su mano.
Pero esto último llevó a Draco a pensar en otra cosa: Hermione casi siempre se bañaba por la noche. El que tuviera el zapato en la mano significaba que estaba por entrar a bañarse. El que estuviera por entrar a bañarse significaba que debía sacarse la ropa. El que debiera sacarse la ropa significaba que iba a estar desnuda...
Tuvo que tragar. ¿Cómo demonios había ido desde algo tan inocente hasta algo tan... no inocente?
-¿Qué quieres? –reiteró Hermione impaciente, sacudiendo el zapato que tenía en la mano cerca de la cara de Draco.
-Nada... –balbuceó Draco tras carraspear- Sólo... venía a ver cómo estabas... –Hermione alzó las cejas, más que obviamente incrédula.
-¿De veras?
-Sí... así que... ¿cómo estás?
-Draco... –protestó ella soltando un suspiro.
-¿Qué? –saltó él a la defensiva- Sólo quería venir a charlar un rato. Por ejemplo... dime... ¿acabaste todas tus tareas? -Hermione contuvo un bufido y llevó una mano a su frente. Dejó pasar unos segundos, respirando profundo, y luego se recargó con cuidado contra el marco de la puerta.
-Sí, acabé todas mis tareas –respondió monótona. Draco asintió sonriente.
-Y... ¿ibas a bañarte?
-Sí, iba a bañarme.
-¡Bien! Bien... el bañó... el baño es bueno...
-Sí, muy bueno.
-Excelente.
-Sí.
-Yo ya me bañé hace un rato...
-Bien por ti.
-Sí...
Draco había llevado una mano hasta su cuello y la pasaba allí indeliberadamente. Aún mantenía la sonrisa forzada, y se obligaba a que sus ojos permanecieran sobre el rostro de Hermione.
-Y... ¿luego te irás a dormir? –Hermione frunció un hombro.
-Supongo.
-Bien...
Iba mal. Muy mal. Hermione no estaba ayudándolo ni un poco. Y todo empeoró cuando la chica miró su reloj con aire ansioso.
-¿Ya terminaste? –preguntó- ¿Puedo cerrar la puerta? –Draco separó sus labios, bastante indignado.
-¡Hermione!
-¿Qué?
-¡Tú sabes qué!
-¿Lo sé?
-¡Sí!
-¿Qué quieres?
-¡Sabes qué quiero! –gritó Draco una vez más- ¿Cuánto más me harás humillarme antes de dejar que te bese? –Hermione dilató sus ojos, ofendida, y alzó un dedo amenazador.
-¿Tú, humillado? –preguntó- Creo que si alguien debe quejarse por humillaciones soy yo...
-¿Tú? –inquirió Draco a su vez- Me pasé todo el día como un idiota tratando de que me dejes besarte...
-Oh, sí, pobre Draco... se pasó todo un día entero sintiéndose un idiota... –se burló Hermione sarcástica.
-¿Y qué quiere decir eso?
-¿Sigues sin darte cuenta?
-¿Sin darme cuenta? –repitió Draco desesperado- Hermione, estoy tratando de darme cuenta de qué es lo que te pasa desde que volvimos de las vacaciones...
-¿Qué me pasa a mí? –chilló Hermione, golpeándose el pecho con su zapato- ¡No puedo creer que estés diciendo esto!
-¿Por qué no? –preguntó Draco haciendo gestos abatidos con las manos- Dime qué pasa, Hermione...
Hermione abrió su boca, lista para responder, pero casi de inmediato la volvió a cerrar, reconsiderándolo, y sacudió su cabeza con pesadez.
-Lo siento, Draco... –susurró, y posó una mano en el picaporte- Pero no quiero hablar contigo –y sin otra palabra cerró la puerta en las narices de Draco.
Cuarto intento fallido. Cuarto tropezón.
Quizás ya estaba bien...
∞∞∞∞∞∞∞∞∞∞∞
-¿Qué quieren decir con no? –preguntó Draco posando sus manos en sus caderas y agravando su tono, paseando su vista por los seis muchachos parados frente a él.
-Vamos, Malfoy... ¿viste cómo está afuera?
-Sí, lo vi, y no encuentro nada que nos impida salir a entrenar, de hecho no me importaría si estuvieran cayendo calderos del cielo... –respondió Draco señalando con un dedo el oscuro y cerrado cielo que se veía por la ventana del Hall de entrada.
-Malfoy –comenzó una de los Bateadores del equipo, adelantándose- no tiene sentido que entrenemos hoy...
-Eso no lo deciden ustedes –sentenció Draco. Los otros seis se miraron confundidos.
-La última vez tú cancelaste un entrenamiento sin darnos explicaciones de por qué lo hacías... –dijo uno de ellos en tono de reproche. Draco oprimió sus mandíbulas.
-Pues resulta que yo soy el Capitán. Yo tengo la facultad de hacer y deshacer todos los entrenamientos que quiera sin tener que explicar nada a ustedes –dijo. Y no lo haría. Porque no era asunto de ninguno de ellos el hecho de que su último entrenamiento había sido cancelado porque Hermione le había pedido que le cambiara el turno de las patrullas, y aunque Draco aún seguía enojado con ella y sus caprichosos labios, simplemente tuvo que decirle que sí cuando ella inclinó su cabeza hacia un lado y alzó las cejas de ese modo.
-¿Qué demonios te pasa estos días? –preguntó el Bateador sacudiendo su cabeza viéndose casi idiota.
-¿A mí? –chilló Draco indignado- ¡No soy yo el que se está comportando como un Hufflepuff llorón que no quiere salir a entrenar por miedo a que la lluvia me moje!
-¡Hacen como diez grados bajo cero! -saltó uno de los Cazadores haciendo aspavientos con sus manos.
-¿Y QUÉ? –gritó Draco, perdiendo la poca paciencia que le quedaba. Todos sus jugadores dieron otro paso atrás- ¡Busquen sus escobas y nos vemos en el campo! –ordenó. Pero ninguno se movió; simplemente se quedaron allí de pie, mirándose unos a otros- ¿QUÉ? –preguntó entonces Draco, notando como su furia crecía cada vez más. Nadie contestó de inmediato. Realmente no creían que hiciera falta.
-No lo haremos... –dijo al fin otro Cazador.
Draco parpadeó. Era el colmo...
-Bien –dijo-. Como quieran.
Y ya no dijo más. De a poco el equipo se fue separando, abandonando el Hall, hasta que Draco se quedó sólo, enfrentando las puertas de salida, vistiendo su uniforme de Quidditch y sosteniendo su escoba en la mano. Sus ojos estaban fijos sobre la pulida superficie de madera, quietos en el mismo lugar.
Blaise, que había estado observando toda la discusión recargado contra una pared, se acercó a Draco con paso lento, y se posicionó junto a él, cruzándose de brazos, imitándolo en toda su actitud.
-Siempre creí que esta puertas eran fascinantes... –dijo con voz susurrada y llena de sarcasmo. Draco no replicó. Blaise sonrió y rodó los ojos- Los muchachos no tienen la culpa de nada de lo que sea que te está pasando con quien sea que te esté...
-A mí no me está pasando nada –interrumpió Draco de repente, girando para ver a su amigo y frunciendo un hombro. Blaise alzó una ceja.
-Si tú lo dices... –Draco frunció el ceño.
-¿Y qué significa ese 'si tú lo dices'? –preguntó en tono burlón, dejando caer la escoba al suelo. Blaise separó sus labios.
-Nada, sólo digo que...
-No, Blaise, dime, por-favor... –volvió a interrumpir Draco, elevando sus ojos al cielo y colando sus dedos por entre sus cabellos- Quisiste decir que en realidad crees que me pasa algo... en realidad estás convencido de que me sucede algo con alguien, y probablemente incluso ya estás seguro de que ese alguien es Hermione, y por más que yo te diga, te jure que no lo es, tú eres un italiano tan, tan obstinado que seguirás creyendo eso por más que me digas 'si tú lo dices', por más que Hermione no tenga nada que ver en esto y por más que todos insisten en que últimamente me pasa algo, que últimamente estoy insoportable, y por más que no pueda decirle que no cuando me pide que le cambie las patrullas pero siga enojado con ella porque se está comportando como una niña caprichosa y no me dice qué diablos fue lo que hice mal y no me quiera hablar cuando voy a buscarla a la madrugada y me propongo no hablarle pero llega la mañana y me saluda y me sonríe y ya no puedo y ahora ni siquiera peleamos.
En algún momento del soliloquio, Draco le había dado la espalda a Blaise. Y así continuaba. La boca de Blaise se había separado también en algún momento. Y así continuaba. Y el silencio en el que se vieron envueltos cuando Draco dejó de hablar se vio de repente quebrado cuando la cabeza del rubio fue a darse contra las puertas, haciendo que se escuchara un ruido sordo y doloroso.
-Idiota idiota idiota... –repetía Draco acompañando los golpes, incrementando su intensidad a cada momento. Blaise estuvo tentado de dejarlo continuar, porque no era cosa de todos los días ver a un Malfoy darse la cabeza -- literalmente -- contra una pared... o puerta (y además era harto gracioso), pero se adelantó y, sosteniendo a Draco por la parte de atrás del cuello de su uniforme, lo corrió hacia atrás.
-Tu condición de idiota empeorará si te sigues golpeando así...
Draco no respondió. El asunto era grave...
-Ven... –le dijo Blaise pasando un brazo por sobre sus hombros- Vamos a pedir comida a las cocinas y luego juguemos un rato al billar... y Pansy quería mostrarte una nueva túnica que se comprará mañana en Hogsmeade...
Draco se quitó de encima el brazo de Blaise y dio un paso hacia atrás, volteándose y dirigiéndose una vez más hacia la puerta.
-No puedo. Voy a entrenar –dijo. Blaise volvió a alzar una ceja.
-¿Tú solo?
-No veo por qué no.
-Mh... no lo sé... quizás por el hecho de que te dará una hipotermia apenas pongas un pie afuera...
-Da igual. Y el sarcasmo nunca te quedó bien –replicó Draco. La mandíbula de Blaise se aflojó de inmediato y su boca volvió a abrirse ampliamente.
-¡Bien! –gruñó- Como quieras. Y para que sepas, sí estás insoportable últimamente, y estoy seguro de que Hermione tiene excelentes motivos para estar enojada... –pero Draco no detuvo su marcha, y en seguida tuvo su mano sobre el picaporte de la puerta- ¡Y ojalá que te mueras congelado! –gritó Blaise, y lo último que vio de su amigo antes que la puerta se cerrara, fue su mano y el dedo del medio estirado en un gesto no muy agradable.
∞∞∞∞∞∞∞∞∞∞∞
Hermione suspiró.
-Lo lamento... –se disculpó Colin por quinta vez esa tarde mientras limpiaba con un rápido movimiento de varita la poción que acababa de derramar sobre la mesa.
Hermione había prometido ayudar a Colin con sus tareas, luego de que el muchacho prácticamente se pusiera a llorar la noche anterior al darse cuenta de cuán atrasado estaba por haberse dejado estar durante las vacaciones de Navidad. Habían acordado que se verían en la biblioteca por la tarde, pero, al comprobar que el lugar estaba tan frío como para conservar un cadáver por unas buenas dos semanas (como Colin, serio y perturbador había observado), Hermione le propuso que subieran a su Sala Común, que iba a estar más tranquila que la Torre Gryffindor.
-No importa, Colin... –aseguró Hermione sonriendo y quitando de la mesa los tubos de ensayo caídos.
-Creo que ya está bien con Pociones... –dijo Colin, notando (horrorizado) las quemaduras que el ácido de quío había hecho en las alfombras. Hermione sacudió su cabeza.
-No lo creo. Aún no dominas el filtro de...
-¡No importa! –la cortó Colín- Si llego a derramar algo más, Malfoy se encargará de usarme como pañuelo o cosas peores...
-¡Colin! –regañó Hermione con aspecto asqueado.
-¡Es verdad!
-Draco no te hará nada... –discutió Hermione casi riendo. El muchacho alzó su dedo índice y lo sacudió de un lado a otro.
-Que se comporte bien contigo no significa que nos trate bien a los demás –dijo-. Además, últimamente está con muy pocas pulgas, y me enteré de excelentes fuentes (de las cuales no revelaré su ubicación en el baño de hombres) que el motivo de su constante malhumor tiene algo que ver con cierta Premio Anual.
Hermione profirió una incrédula risa al tiempo que terminaba de colocar los contenedores en sus lugares.
-No digas tonterías...
-No son tonterías... y tampoco es justo, si me preguntas... Tú lo haces enojar y los demás debemos pagar las consecuencias... Ayer, un compañero de Dennis se cruzó con Malfoy en un pasillo y en seguida comenzó a gritarle, diciendo que estaba caminando muy rápido por los corredores, o que no tenía el uniforme bien puesto, y lo mandó a detención con Snape... –Hermione rodó los ojos y sonrió ante la indignación de Colin.
-No es nada nuevo enterarme que Draco se ensañó con algún Gryffindor...
-Sí, pero tú eres Gryffindor y nunca está ensañado contigo... –replicó el muchacho, y luego dilató sus ojos, convirtiendo su expresión en casi una advertencia- ¿No crees que es raro, Hermione? –la chica volvió a sonreír y sacudió la cabeza.
-No. Es sólo que sé cómo mantenerlo a raya. Ahora, Colin, continuemos o continúa tú solo –Colin suspiró y frunció sus labios, claramente decepcionado.
-Continuemos –acordó-. Me falta la tarea de Adivinación.
-Oh...
Fue la decepción de Hermione la evidente ahora, y Colin lo advirtió de inmediato.
-No te preocupes, no tomará demasiado tiempo... –aseveró- Sólo necesito que hagas rodar un par de veces unos dados... –Hermione alzó una ceja.
-¿Unos dados?
-Ajá... –Colin sacó de su mochila una pequeña bolsita de terciopelo y la abrió sobre la mesa, liberando ocho pequeños dados de diez caras hechos de marfil- Estamos estudiando la numerología con dados... –tomó un par de dados en una mano y los examinó ceñudo- ¿Puedes creer que estas porquerías salieran siete Galeons?
-Lamentablemente, sí... –respondió Hermione acercándose para verlos mejor.
-Muy bien... –exclamó Colin- Lo que debes hacer es hacer rodar los dados sobre una superficie llana, y yo analizaré tu futuro inmediato.
-¿Mi futuro inmediato? –preguntó Hermione, no muy convencida de todo aquello.
-Sip. La numerología con dados sirve para predecir el futuro inmediato, un día en tu futuro, incluso algunas horas o minutos... –explicó Colin, presuntuosamente haciendo muestra de su superioridad en el tema.
-No vas a decirme que en verdad crees esto... ¿verdad? –inquirió Hermione algo molesta. Colin sonrió.
-Depende...
-¿De qué?
-De lo que digan tus dados... ahora, tira.
Hermione rodó los ojos una vez más y juntó los ocho dados en una mano.
-Sólo para que quede establecido... –comenzó, y juntó sus palmas de modo que los dados quedaran apresados entre ellas- no creo es estas cosas... –y dejó a los dados rodar libres por la mesa.
Colin se arrodilló en el suelo y apoyó sus codos sobre unos libros, sacando de su mochila el libro de Adivinación. Pasó las hojas unos segundos, deteniéndose en un cercana a la mitad, y entonces lo llevó sobre la mesa, para apoyarse allí también él y poder leer más cómodo.
-Veamos... bien, el dado que está más a la izquierda es un dos, es decir un número par dentro de la primera mitad de las posibilidades (que es de uno a cinco), lo que nos quiere decir que "el período de tiempo en el que ocurrirá el hecho concreto está relacionado al lugar físico en el que se encuentra el sujeto, así que lo más probable es que se pueda afirmar que... –dio vuelta la hoja y continuó leyendo- que el hecho ocurrirá antes de que el ser corpóreo del sujeto abandone el lugar en el que se encuentra durante el análisis..."
-Por favor... –susurró Hermione, derrochando escepticismo.
-El segundo dado es un nueve, que es considerado por excelencia el número perfecto... "este número representa una relación perfecta entre los factores numéricos de todos los sectores, asegurando su obtención que el acontecimiento a predecir será un hecho llevado a cabo por al menos dos personas..." –Colin levantó sus ojos del libro y miró a Hermione- Bien... hasta ahora sabemos que algo ocurrirá entre tú y alguien más antes de que dejes la Sala Común... –Hermione tomó aire, obligándose a no rodar los ojos otra vez. El muchacho continuaba mirándola, y sus mejillas se fueron tiñendo de un rosa intenso poco a poco.
-¿Qué ocurre? –preguntó Hermione desconfiada. Colin sacudió su cabeza y volvió sus ojos al libro.
-Nada... –dijo, y debió carraspear antes de seguir- Bueno... veamos... El tercer dado es otro nueve... –aguardó antes de continuar- "Si el número nueve se repite, puede significar varias cosas, según su ubicación. Si el segundo nueve aparece en el último dado, está indicando que el
hecho no tendrá un final favorable para el sujeto...", te salvaste... "si aparece ubicado entre dos números pares, deben tirarse todos los dados otra vez, porque los pares anulan la fricción del nueve, si el segundo nueve aparece directamente luego de otro nueve, está representándose un hecho de carácter afectivo, pues el nueve personifica las relaciones personales, y el tenerlo consecutivo a otro demuestra que la naturaleza del asunto tiene que ver con los vínculos personales..."
Colin detuvo su lectura y miró a Hermione una vez más. Tenía sus labios apretados y se lo veía nervioso.
-¿Entiendes esto, Hermione? –preguntó con voz temblorosa.
-Lo que entiendo es que esto es una pérdida de tiempo... –Colin tragó saliva.
-Hermione... algo ocurrirá entre tú y otra persona antes de que abandones la Sala Común... algo de carácter afectivo...
-¿Y? –preguntó Hermione aburrida, comenzando a juntar los libros que habían quedado sobre la mesa.
-Y yo soy la única otra persona que está aquí... es decir que algo va a pasar entre nosotros... algo de carácter afectivo...
-Colin... ¿qué estás insinuando? –inquirió Hermione casi divertida.
-Que vamos a besarnos... –declaró Colin, abriendo enormemente los ojos y juntando sus labios de inmediato para humedecerlos. Hermione soltó una corta carcajada.
-No vamos a besarnos, Colin... –aseguró, aún sonriendo. El muchacho frunció el entrecejo.
-Pero debemos... –dijo- Es lo que dijeron los dados, y si no ocurre Trelawney me reprobará...
-No voy a besarte para que obtengas una buena nota en Adivinación –dijo Hermione, como si la sola idea le pareciera ridícula...
-Pero...
El retrato de la entrada profirió el sonido propio que realizaba al abrirse, lo que provocó que tanto Hermione como Colin miraran hacia allí, y vieron a Draco apareciendo por el agujero.
-¿Qué sucedió? –preguntó Hermione de inmediato, poniéndose de pie y acercándose a él.
Draco llevaba puesto su uniforme de Quidditch empapado, chorreando agua a montones. Llevaba su escoba sujeta en una mano que temblaba levemente. Los labios de Draco estaban morados y tenía ojeras pronunciadas y oscuras bajo los ojos- Draco... No me digas que fuiste a entrenar en un día como este...
Draco no respondió. Apenas si le echó una rápida mirada a Hermione antes de adelantarse hacia los sillones, donde aún estaba Colin. El Gryffindor ya había comenzado a guardar todos sus libros y útiles en la mochila en el momento en que había visto a Draco, y al ver al rubio acercándose así, aumentó la velocidad. Draco volvió a mirar a Hermione por sobre su hombro, y haciendo un gesto con su cabeza en dirección a Colin, preguntó:
-¿Qué hace él aquí?
Colin juntó los libros que le quedaban precariamente en sus brazos y se echó la mochila al hombro.
-Yo... ya me voy... –balbuceó, y se puso de pie para dirigirse hasta la puerta.
-Eso creí –gruñó Draco, siguiéndolo con la mirada hasta que el muchacho más joven desapareció por el retrato tras dedicarle un modesto 'adiós' a Hermione al pasar a su lado. La chica ni siquiera tuvo tiempo para reaccionar, y sólo susurró un adiós como respuesta por inercia.
-¿Por qué tienes que ser así? –le preguntó a Draco, molesta, cuando se quedaron solos. Draco le alzó las cejas.
-¿Así cómo?
-Así... malvado... –Draco rodó los ojos.
-Pensé que habíamos dejado atrás la etapa de los estereotipos... –dijo, y fue a dejarse caer con fatiga sobre uno de los sillones. Hermione se acercó allí, colocando sus manos en sus caderas, indiscutiblemente no muy feliz con la respuesta obtenida. Pero cambió su actitud cuando vio cómo el muchacho sostenía su frente con sus palmas y soltaba un casi inaudible gruñido. Entonces volvió a reparar en su estado, y su molestia mudó de motivos.
-¿Por qué saliste a entrenar en un día como este? –demandó con rudeza, sentándose a su lado e inclinando su cabeza. Draco se encogió de hombros.
-Porque quise... –Hermione contrajo sus cejas.
-Pero es uno de los días más fríos de año... –dijo en un tono amistoso, casi de lamento, y posó una tímida mano sobre el empapado brazo de Draco. Éste la quitó de inmediato, resistiéndose al contacto, y volvió a ponerse de pie. Y se alejó. Y Hermione se aseguró de que no notara a sus ojos entibiarse.
-¿Y por qué te importa eso? –preguntó Draco con voz gélida, dándole la espalda y cruzando sus brazos sobre su pecho. Hermione se demoró más de lo que hubiera querido en responder. Y optó por la respuesta más simple y de menor compromiso.
-Porque sí.
Draco dejó escapar una estólida risa simulada, mas pareció lamentarlo en seguida, pues bajó su cabeza con otro gruñido y sus puños cerrados fueron a oprimir sus ojos. Hermione suspiró y se echó hacia atrás en el sillón.
-Eres un idiota.
Fue despiadada.
-Siempre tan dulce... –farfulló Draco, y se volteó justo para que ella pudiera apreciar su mueca burlesca. Y Hermione lo contempló en silencio por varios segundos. Draco se dejó contemplar. Quizás, al verlo así, mojado, ojeroso, miserable, afiebrado, algo en su interior se conmoviera y sintiera lástima por él. Y quizás se sintiera culpable, lo cual estaría bien. Sí. Que se sintiera culpable y corriera a abrazarlo, a quitarle el pelo chorreante de su rostro, a templarlo con su propio cuerpo y a darle un beso en la frente. Que le dijera que lo sentía así él podía decirlo también. Y él lo diría. Diría que lo sentía, que lo sentía mucho, rogaría que lo disculpara, que perdonara cualquier cosa que hubiera hecho mal, y ella sonreiría y diría que no había sido nada, y él dormiría tranquilo mientras ella acariciaba su cabello.
Los ojos de Draco se habían cerrado y amenazaban con voltearse hacia el interior de su cabeza. Sentía su cuerpo tambalearse y se encontró a sí mismo adelantándose con pasos imprecisos.
-Draco... ¿te encuentras bien? –oyó a lo lejos a Hermione preguntarle, y no supo cómo hizo para sacudir la cabeza en una respuesta negativa. Cuando quiso darse cuenta, sus rodillas se habían encontrado con el suelo y él bajaba su frente para recostarla en el cálido regazo de Hermione- Draco... –volvió a susurrar ella, esta vez casi tiernamente, y el muchacho sintió su etérea mano en su frente, rozándolo con afición- Tienes fiebre...
Draco asintió con su cabeza y sus labios formaron un puchero que hizo sonreír a Hermione.
-Debes ir con Madam Pomfrey... –dijo Hermione, nunca cesando sus caricias. Draco suspiró gratamente antes de responder.
-No... –su voz le hizo pensar a Hermione en un gato ronroneando- Estaré bien si... si sigues haciendo eso... –Hermione volvió a sonreír y se inclinó sobre sí misma para llevar su rostro más cerca del de Draco.
-¿Por qué saliste a entrenar en un día así? –preguntó gentilmente, posando sus labios sobre la frente de Draco. El muchacho se estremeció ante este acto.
-Porque soy un idiota... –Hermione rió por lo bajo.
-No eres un idiota...
-Tú lo dijiste primero... –objetó Draco, sonriendo también. Movió su rostro de manera que una de sus mejillas quedara oprimida contra una rodilla de Hermione. Podría acostumbrarse a aquello. En ese momento le resultaba imposible creer por qué había pasado casi toda su vida creyendo que enfermarse era sólo para los débiles y perdiéndose cosas como esa.
Era casi perfecto.
Casi.
-¿Por qué no quieres besarme?
Casi.
No pudo contenerse. No quería preguntarlo, pero sus labios tenían voluntad propia y sus cuerdas vocales confabularon con ellos. Era un buen momento para cerrar los ojos y gruñir de nuevo.
Sólo los ojos respondieron.
Esperaba algún reproche, algún breve discurso en una voz aguda, algún Draco sermoneante... cualquier cosa, menos eso.
-¿Y por qué quieres besarme?
Debió levantar su cabeza para mirarla a los ojos. Para comprobar que no le hablaba en serio, que estaba bromeando. Pero claro, no lo estaba.
-¿Cómo que por qué?
Hermione frunció un hombro junto con la comisura de sus labios.
-¿Por qué? –reiteró. Draco parpadeó varias veces. Hermione tomó aire y continuó-¿Por qué, de repente, quieres besarme?
Debió forzar sus labios para que quedaran unidos, para que no se separara en descreimiento cuando oyó aquello.
-¿Cómo que de repente? –Hermione reiteró su encogimiento de hombros y paseó ambiguamente sus ojos por el suelo.
-De repente. Primero no, luego sí... –Draco sacudió su cabeza, sin comprender nada de lo que ella decía.
-Hermione... estoy muriéndome por besarte desde hace más de tres meses...
Y en seguida se dio cuenta de que decir eso había sido estúpido. Pero se sentía enfermo, cansado y quería más que nada que Hermione lo besara.
Hermione sintió un calor subir por su tráquea e instalarse en su garganta y labios, extendiéndose desde quién sabe dónde hasta sus brazos y piernas.
-No es cierto... –susurró, esquivando con maestría los ojos de Draco. Él dedicó una alzada de cejas a su manifestación.
-Creo que yo puedo hablar con más seguridad acerca de esto... –entonces Hermione mordió su labio y decidió sacudir con brusquedad su cabeza, para que quedara en claro que si estaban hablando de aquello (por esos rumbos que a ella no le convenían) era sólo por la culpa de él.
-Pues no lo sé... –dijo.
-¿Qué no sabes?
-Si en verdad quieres besarme o sólo... o sólo... –su garganta profirió un gemido gutural, demostrando su frustración, y cerró sus ojos con fuerza y vergüenza. Draco había fruncido su entrecejo y su torso se había enderezado para lograr que sus rostros volvieran a juntarse.
-Hermione... ¿qué quieres decir? –preguntó en un murmullo, no muy seguro de cuánto más soportaría en esa situación: Hermione tan cerca, él tan acalorado, todo tan ideal para que sucediera...
Hermione separó sus párpados y sus labios. Mirándolo.
-Cuando volvimos de las vacaciones... –susurró- No me besaste...
Cuando, en el futuro, Draco se preguntó por qué había hecho lo que había hecho en ese momento, sólo pudo responderse que era lo único lógico para hacer.
Rió.
Primero guardó silencio, tratando de comprender lo que Hermione quería decirle. Porque no le hallaba sentido. Pero entonces, al ver el rostro de la chica sonrojado, al ver cómo apretaba su labio entre sus dientes, al ver cómo sus ojos se rehusaban a cerrarse, tuvo que reír.
Y más que nada por lo aliviado que se sintió al oír aquello.
-¿De qué te ríes? –preguntó Hermione, disgustada ante la falta de seriedad de Draco en respuesta a algo que a ella le había costado tanto. Draco volvió a bajar su cabeza, aún riendo por lo bajo, y reposó otra vez su frente contra la rodilla de Hermione.
-Qué linda eres... –murmuró en un dulce tono. La chica volvió a morderse el labio y tragó saliva discretamente. Dejaron pasar unos segundos, entonces Draco elevó su rostro y la volvió a mirar a los ojos, ofreciéndole una radiante sonrisa- ¿Cómo esperas que no quiera besarte?
Hermione abrió su boca, y creyó que diría algo inteligente, algo que lo incomodara. Pero lo único que salió de su garganta fue:
-Ghnu...
Draco volvió a reír cortamente, y, sacudiendo su cabeza, enderezó su torso todavía más, juntando sus rostros casi por completo.
-Lamento si te hice preocupar –continuó en un susurro, notando cómo se erizaban los pelos de sus brazos-. Temía que tú no quisieras besarme... -Hermione dilató sus ojos y negó con su cabeza, descartando aquella posibilidad de inmediato. Draco sonrió, y elevó una mano con la que acarició el mentón de la chica, apenas rozándolo- Porque yo sí, Hermione... –siguió bajando más su voz- yo sí quiero... –dejó que sus ojos se cerraran- quiero besarte... –y subió su rostro un poco más, sólo un poco más...
-Draco...
Y se detuvo.
Tragó saliva y abrió sus ojos. Por favor, por favor que no...
-¿No me dejas besarte?
Había sido una súplica y no le importaba. Y ver sonreír a Hermione de ese modo lo tranquilizó.
-Sólo quería decir... –balbuceó inconsistente- Sólo quiero que... bueno... ¿podríamos ir a... otro lugar? –Draco alzó una ceja.
-¿Por qué...?
-Es una... cuestión de orgullo... –respondió Hermione a la incompleta pregunta. Esto, por supuesto, aumentó la curiosidad de Draco.
-¿Qué quieres decir?
Hermione retardó la respuesta, buscando la manera apropiada de decirlo. Evidentemente, al final creyó conveniente hablar sin rodeos, pues tomó aire hondamente, y dijo:
-Colin predijo que alguien me besaría antes de abandonar la Sala Común.
Al principio no sucedió nada. Pero entonces los labios de Draco fueron curvándose con lentitud hasta formar la sonrisa más adorable que Hermione le hubiera visto nunca.
-¿Lo ves? –dijo el muchacho- Todo está de mi parte... –y, una vez más, acercó sus labios a los de Hermione.
-Pero... –protestó ella echándose apenas hacia atrás. Draco subió una mano hasta colocarla con firmeza y hasta imposición en la nuca de la chica.
-Hermione... si esto va a pasar, es sólo porque tú lo quieres... no porque lo hayan dicho unas estúpidas cartas...
-En realidad fueron dados de marfil y de...
-Tú me entiendes...
Y no hizo falta decir nada más. Los labios de ella bajaron, los labios de él subieron, y en algún punto medio se encontraron, al fin.
Draco se trepó al sillón hasta quedar junto a ella. La mano que seguía en la nuca de Hermione se elevó un poco, y terminó quedando gentilmente sobre su mejilla. La otra mano la llevó hasta su cintura y, casi sin notarlo, la atrajo más hacia su cuerpo, y entonces Hermione hizo participar también a sus brazos, con mucha más modestia que él.
Ella separó sus labios primero luego de lo que habían parecido horas, y Draco hizo entrar a su lengua sin dudarlo. Pero se separó casi de inmediato, tomando aire con urgencia y tragando aire. Sus mejillas estaban escarlatas, contrastando con la palidez del resto de su rostro.
-La próxima vez... –dijo sin aliento, recargando su frente contra la de Hermione- recuérdame que no hagamos... esto... cuando estoy con... fiebre...
-Oh... –farfulló Hermione, y el calor en desde su tráquea volvió a subir- Lo siento... –Draco sonrió y juntó su nariz con la de ella.
-Tonta...
-¿Quieres que... que... no sigamos? –Draco negó con la cabeza, y sus narices friccionaron cándidamente, imitando un gesto infantil y a la vez expresivo.
-Tengo tiempo para curarme después... –dijo, y fue lo último que se escuchó durante mucho tiempo.
