¡Al fin! Perdonen la tardanza. Entre releer, corregir y demás, me tardé demasiado. Además, que a la mitad del capítulo me enfermé y desde entonces tengo un terrible dolor de cabeza que ni consigo escribir nada coherente. No voy a corregir este capítulo hasta sentirme mejor, disculpen los errores.


Nota: ¿Recuerdan por quienes votaron en qué pareja lo haría primero? ¡Recuérdenlo! Porque de algunas sí me acuerdo :"D

Nota 2: En este capítulo igual se trata un tema fuerte para algunas personas, pero es necesario. No hay muerte ni violación, ni suicidio.


Nunca te enamores de esas hermanas

13

Decisiones y consecuencias


Voy a amarte, aunque me hunda.

No quiero luchar contra ello, pero sé que seré el ogro del futuro.


Matsuri caminaba de puntillas. La entrada y la libertad estaba tan cerca que bien podía saborearla. Debía de hacerlo antes de que Izumi o Temari descubrieran sus intenciones. Los libros pesaban en sus manos y rezaba porque no cedieran a la gravedad de torcerse un poco.

—Matsuri. Te he oído.

Dio un respingo erizándose como si fuera un gato. Al volverse, Izumi estaba en la entrada de la cocina, cruzada de brazos. Su gesto era tranquilizador, incluso una sonrisa cruzaba su rostro.

—Anda, ven. Estamos todas y papá quiere anunciarnos algo. Es importante. Luego podrás llevarle esos libros a Gaara que no va a moverse de su casa.

Se acercó a ella preocupada.

—¿No estás enfadada porque quiera llevárselos?

—No. —Le acarició unos mechones rebeldes para colocárselos maternalmente y la invitó a pasar—. Me enfadaré si vas con el estómago vacío. ¿O quieres que Gaara escuche como suenan tus tripas y piense que no te alimentamos?

Negó repetidas veces con la cabeza y entró. Se sentó entre Sakura y Rin y dejó los libros a sus pies, con cuidado de que no se desperdigaran y mancharan. Después de la nota, estaba segura de que rendirse en sus sentimientos iba a ser realmente difícil. Además, Shikamaru parecía muy por la labor de ayudarla. Fuera para molestar a su hermano o por empatía hacia ella, le venía de perlas.

—Vale. Estamos todas —anunció Izumi apoyándose contra la encimera tras Hinata.

Matsuri entonces se fijó más en sus hermanas, padre y madrastra. Él mantenía un gesto severo, como aquel que solía poner cuando quería asegurarse de que ella había hecho algo realmente malo. Como la vez que atascó el retrete al tirar sus bolígrafos por ahí. Aún todavía se preguntaba por qué lo hizo, claro está. La regañina fue bien merecida.

Rin le tomaba de la mano, dando palmaditas suaves de ánimo. Incluso con el ceño fruncido, Rin le dedicó a ella una sonrisa alentadora. Podría decirse que le gustaba Rin. Le parecía muy cariñosa, aunque no se atrevía del todo a aceptar sus gestos, pues sabía cuán de doloroso podría resultar encariñarse con ella.

Hinata apretaba entre sus dedos miguitas de pan. Ya no llevaba el parche, se atisbaba una leve cicatriz para la que tenías que acercarte mucho. Ahora estaba roja, pero sabía que Ino no dudaría en recomendarle alguna crema o maquillaje que la ayudara. Aún así, no parecía que eso preocupase del todo a Hinata.

Ino bostezaba, aunque de vez en cuando, su boca se extendía de cierta forma que daba algo de miedo, para no tardar en volver a convertirse en un fruncimiento de labios y ceño, como si debatiese con algo en su interior que la tenía preocupada.

Sakura no parecía muy dada a prestar atención. Su móvil no cesaba de vibrar y ella de pasar los dedos por encima de la pantalla con la mirada muy fija en él. Ni siquiera cuando Temari le dio un leve toque en las costillas de advertencia funcionó. Se preguntó que la tendría tan ensimismada, pero cuando intentó ver, Sakura la empujó desde la frente y frunció el ceño en advertencia.

¿Es que todo el mundo iba a fruncir ceños sin decir nada?

—¿Qué ocurre? —preguntó ya hastiada—. ¿Es que se ha muerto alguien más?

—¡Matsuri! —aseveró Temari.

Ella dirigió una mirada de disculpa a Hinata, quien le sonrió trémula.

—No te preocupes —tranquilizó al instante.

Aun así, no podía evitar sentirse algo preocupada.

—Alargar esto no es bueno —intervino Rin mirando hacia su padre—. Y ellas tienen derecho a saberlo.

—Lo sé —farfulló su padre.

—¡Vale, os lo contaré!

Todas las cabezas se volvieron hacia el otro lado de la mesa. Ino se había puesto en pie y estuvo a punto de meter en el tazón de cereales las puntas de su cabello, que llevaba suelto y algo despeinado. Ruborizada tomó aire antes de hablar.

—¡Estoy saliendo con Sai!

En un momento, la cocina se convirtió en un caos. Matsuri empezó a sentirse realmente pequeña mientras todos hacían preguntas, regañaban o sacudían a Ino. Inclusive Izumi, quien parecía estar realmente en shock con esa noticia.

—No tienes que ponerte así —acusó Ino señalándola—, tú estás saliendo con Itachi. ¿Qué problema hay con que yo salga con Sai?

Izumi se puso pálida.

—Yo no… quiero decir, tú no puedes… yo…

Ver a Izumi sin palabras y poniéndose como los tomates que tenía al lado era algo muy interesante. No podía negarlo.

La revolución llegó una vez más, esa vez, hacia Izumi. Cuando miró a su padre, que estaba algo más pálido y miraba a Rin con cierto temor, pensó que tendrían que llamar a una ambulancia.

Para su sorpresa, fue Rin quien se llevó las manos a la boca y silbó usando ambos índices entre sus labios.

Las chicas callaron al instante para mirarla.

—Chicas. Creo que todas somos lo suficientemente adultas como para tener una conversación civilizada —comenzó al notar que tenía toda su atención—. Ino, no hay nada de malo que salgas con Sai y tú, Izumi, te mereces totalmente ser feliz. Si crees que necesitas tiempo para organizar tu vida, estás en todo tu derecho. —Giró la cabeza hacia Ino para mirarla—. Ino, que tú estés tomando un sendero no te obliga a destapar los secretos de las demás de esa forma. Es tu hermana, no una desconocida. Creo que a estas alturas eres consciente de cuán delicado son los temas amorosos. Y no os estoy regañando, pero es que el tema que ha de exponer vuestro padre tampoco es fácil. Por favor.

Las invitó a sentarse y esa vez, hasta Izumi lo hizo. Todas parecían nerviosas y Matsuri no pudo evitar sonreír.

Hasta ahora: ¿qué madrastra se mostró tan pendiente de ellas? Ninguna fue capaz. ¿Qué madrastra fue capaz de pararlas? Ninguna. ¿Cuál de ellas se detuvo a empatizar con sus sentimientos? Ninguna.

Rin acababa de ganarse un nuevo peldaño en ese hogar.

—Chicas —continuó su padre frotándose el ceño—. Sabéis que soy el primero en animaros a que seáis felices y me alegro por vosotras dos si lo sois. En realidad, Izumi, creo que Itachi es un hombre capaz para ti y Ino, creo que aquí el que me preocupa más es Sai —reconoció. Ino infló los mofletes como respuesta, tomándoselo como la broma que era—. Sin embargo, lo que tenemos que hablar es algo cercano a eso. ¿Hinata?

La nombrada asintió y tras lamerse los labios, habló.

—Cuando estuvimos en el hospital me encontré con Hiashi Hyûga. Es tío de Neji y mío. Tras lo que ocurrió con Toneri se destapó la realidad oscura tras el clan de mi madre. Ahora, por algún motivo, quieren que yo me case con Neji.

—Espera. ¿No está casado ya? —cuestionó Temari.

—Sí —confirmó Hinata suspirando—. No les importa. Quieren que nos enlacemos porque, al parecer, en el pasado nuestros antepasados decidieron que eso sería así.

—Eso es demasiado anticuado —protestó Sakura—. ¿Qué hay de la genética?

Hinata se encogió de hombros.

—Según él, el clan está preparado para eso.

Sakura soltó una risita sarcástica.

—Ya. Son genios de la medicina —susurró dejando el móvil y apoyándose sobre la mesa con los codos—. Te habrás negado. ¿No?

—Claro que sí —confirmó Hinata firme—. Tras todo lo que ha ocurrido no quiero casarme ni con imposiciones ni con engaños. Creo que merezco ser feliz.

—¡Claro que te lo mereces! —exclamaron todas a la par. Hasta Rin se unió a ellas.

—Hinata, nadie debe de imponerte con quién has de casarse y te mereces encontrar el hombre adecuado para ti —enfatizó Temari apretando las manos sobre sus rodillas—. Nadie. Ni por golpes, ni daños mentales. Y menos a tu corazón. Nosotras estamos dispuestas a que lo consigas. Así pues, no vamos a permitir que esa familia te haga eso. ¿Qué hay que hacer?

—Papá propuso un plan —murmuró Hinata algo inquieta.

Kakashi asintió.

—Antes de meternos a asuntos más legales, primero quiero ir cerrando puertas. Hoy espero hablar con Neji de esto, porque seguramente lo está pasando mal con la situación. Empezaran a cercarlos hasta que cedan, claro está —añadió cruzándose de brazos—. Si Hinata continua con su vida sin preocuparle esos planes, se verán atados de manos. Es algo que su madre y yo hicimos.

El silencio era doloroso. Porque todas conocían la historia, lo delicado que eran las muertes o abandonos de sus madres para su padre.

—Hinata no tiene un prometido ni un novio —dijo Izumi apoyando la palma de la mano sobre la mesa—. Necesita su tiempo de sanar. De quererse a sí misma y no es un proceso que en dos días se haga. Se merece estar lista.

—Por supuesto, estoy de acuerdo en eso —concedió su padre—. Los Hyûga, no obstante, no tienen mucho conocimiento de cómo avanza esa recuperación en Hinata y van a enfocarse primero en separar a Neji. Sus abogados seguro que ya están trabajando en ello. Así pues, Hinata debe de mover ficha.

—¿Y para eso hay que buscarle un novio de mentira?

Todas la miraron como si acabara de decir que estaba lloviendo dinero.

—¿Qué? —preguntó—. En las novelas se hace mucho. Un novio falso para romper un compromiso no deseado. Es un cliché.

Hinata se echó a reír, mirando a su padre con complicidad.

—Es justo lo que dije —reafirmó Kakashi.

—¿Y de dónde vas a sacar uno? —cuestionó Izumi cruzándose de brazos—. Porque no es que tengamos mucho de donde… No. No. No.

Miró a su padre con los ojos muy abiertos, incluso empezó a ponerse de pie.

—Sí, Izumi. Sí.

—¿Itachi está de acuerdo en esto? —preguntó sorprendida.

—Sí. Él mismo me ha dado su consentimiento —confirmó Kakashi amablemente—. Ambos decidimos igualmente que sería Hinata quien decidiera con quién podría sentirse más cómoda para fingir estar en una relación.

—Bueno —intervino Temari—, creo que en realidad la respuesta es fácil.

Todas la miraron. Hinata asintió al comprenderla.

—No me miréis así —protestó Temari encogiéndose de hombros—, Toneri pensaba que Naruto era su amante.

—¿Naruto? —exclamó Sakura volviéndose hacia Hinata.

—Sí —afirmó ella—. Lo he pensado mucho y… creo que él sería el adecuado. Aunque es menor, es el que ha estado más cerca de todo esto y…

Acalló, como si escondiera algo más. Sus mejillas se ruborizaron.

—¿Te gusta? —preguntó Matsuri sin poder acallar.

Esa vez, Hinata palideció.

—No, nada eso —negó.

—Ah, parecía —supuso echándose hacia atrás—. Entonces, a ver que aclaremos esto. Ino sale con Sai. Izumi con Itachi, algo que todas sabíamos ya. —Ignoró el "enana" de advertencia de su hermana y continuó—, y ahora, tú vas a fingir salir con Naruto para volver locos a los Hyûga.

Todos afirmaron.

—¿Habéis pensado que podría crear consecuencias en Naruto? —preguntó.

—Por eso, primero también hablaremos con él —indicó su padre levantándose—. No vamos a forzarle a hacer nada.

—Eso podría significar que fuera Itachi quien ocupase su lugar —sopesó.

Izumi se puso en pie, con la boca apretada.

—Él es capaz de hacerlo por proteger a sus hermanos —concedió acercándose hacia la puerta—. Encuentro que esto es una locura. Pondrá a Hinata incómoda y…

—Quiero hacerlo —interrumpió Hinata acercándose a ella—. Pero si Itachi ha de ser quien lo haga, me negaré. O Sai —añadió mirando a Ino, quien se encogió de hombros.

—Sinceramente, no creo que pudieras aguantar a Sai —aclaró Ino acercándose a ellas también, pero se detuvo al lado de su padre para abrazarle—. No tienes que tener miedo, papá. Todas te queremos más a ti.

Kakashi frunció el ceño, observándolas.

—Eso espero.

Por supuesto, era una broma que sacó sonrisas a todas.

—Izumi, Hinata —nombró él—. Iremos ahora de visita a los chicos. Quiero hablar con ellos. Después, Hinata, tú y yo nos iremos al hospital. Quiero ver si puedo encontrarme con Neji.

—Claro —aceptaron ambas.

Empezaron a salir, menos interesadas en la comida.

Matsuri suspiró agotada. Sintió los libros en sus pies y se agachó para cogerlos.

—¿Qué te tiene tan enganchada al teléfono? —preguntó Temari.

—¿Qué? —Sakura volvió en sí—. No es nada. Es un chico que conocí ayer. Estaba en casa los chicos, por cierto. Luego me lo encontré cuando iba a las prácticas del laboratorio. Me di cuenta de que había puesto su número y enviado un mensaje.

—¿Y desde entonces estáis chateando? —preguntó saliendo de debajo de la mesa con los libros.

—Sí, es bastante interesante, la verdad —respondió Sakura poniéndose en pie. Bordeó la mesa y estuvo a punto de comerse una de las paredes, pero logró salir.

—Si es que esa charla no la mata —murmuró Temari mirando la mesa con cierta frustración—. Aquí parece que nadie se acuerda de recoger.

—Yo te ayudaré —se ofreció Rin.

Temari desvió la mirada hacia ella y los libros. Matsuri suspiró.

No tenía escapatoria.

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Justo estaba mordiendo su tostada cuando la puerta resonó con varios golpes. Se asomó para revisar a sus hermanos antes de abrir. No quería a ninguno haciendo algo inadecuado que revelase su plan. Hatake junto a Izumi y Hinata le saludaron una vez lo hiciera. Antes de que pudiera responder, Naruto estaba ya a su lado, jadeando por el esfuerzo. Itachi parpadeó, sorprendido.

—Cuando te pido que seas tan rápido te pesa el culo —objetó.

Naruto se echó a reír entre dientes.

—Me imaginaba que eran ellos. ¿Todo bien?

Kakashi Hatake asintió y tras que ambos se hicieran a un lado para dejarles entrar, los tres entraron. Aunque Izumi ni siquiera le miró una vez. Con la mirada clavada en su coronilla, se preguntó en qué momento estarían exactamente. La última vez no parecía estar enfadada y aunque estaba preocupado por lo que ocurriría con Naruto o por firmar el contrato con Hatake, no recordaba haber dicho algo como para enfurecerla.

—Siento venir tan temprano —se disculpó Kakashi sacándolo de sus pensamientos.

—No, tranquilo —descartó—. Imagino por qué es.

Especialmente, con Hinata presente.

—Lo siento —se disculpó esta—, por los problemas que estamos ocasionando. Y por pediros algo así.

—¡No tienes que disculparte! —aseguró Naruto moviendo una mano delante de su rostro—. Estamos metidos en esto con muchas ganas.

Itachi frunció el ceño en advertencia. Naruto tragó, retrocediendo antes de decir algo inadecuado. De todos ellos, Naruto solía ser el más bocazas. Y no es que lo hiciera queriendo, claro.

—Es bueno que estés aquí, Naruto —añadió Kakashi dándole una palmada en el hombro que no molestó a su hermano menor—. Porque justo queríamos pedirte que tú lo hicieras.

—Sí —confirmó Hinata dudosa.

Naruto se volvió hacia él con un gesto claro de "te lo dije" que prefirió ignorar.

—¿Están seguros de querer a mi hermano? —preguntó—. Es irresponsable y tiende a no controlar sus impulsos.

—¡Oye! —protestó Naruto poniendo morros.

—Me temo que tiene ser él —dijo Kakashi—. Itachi, seamos conscientes. Tú serías capaz de sacrificarte perfectamente por tu hermano, lo sé, pero está mi Izumi de por medio y no sería cómodo, aunque fuera fingiendo.

Intentó no mirar hacia ella pero sus ojos le traicionaron como nunca. Izumi miraba a su padre con el cejo fruncido y cruzada de brazos. La cadera apoyada contra el sofá y los labios tan tensos que, claramente, se esforzaba por mantener así y no hablar.

—Y Sai y Ino están saliendo —añadió.

Eso sí fue más desconcertante. Cuando Sai le entregó el sobre de Kisame no habló acerca de ese detalle. Más bien, mantuvo un perfil bajo, alegando que debía de continuar con la huella de Hatake.

Y por la forma en que Naruto había abierto la boca y los ojos era algo que tampoco sabía. Sai, siempre tan resguardado en sus secretos.

—Y los demás dudo que encajen con Hinata —continuó Hatake ignorando sus pensamientos—. Shikamaru parece más interesado en mi Temari y Sasuke creo que va a estar muy ocupado conmigo estos días. Además, Gaara, está todavía muy enfermo para esto.

Estuvo de acuerdo con él. Al fin y al cabo, la conversación que ellos tuvieron a cuenta de ello terminó ganándola Naruto por lo mismo. Aunque no podía negar que sería interesante ver la cara de su hermano si Hinata Hatake hubiera escogido a otro de ellos y no a él.

—En cuanto al tema de cómo hacerlo —dijo Hinata en voz tan baja que si no hubiera tenido buen oído no habría sido capaz de captarla—, me gustaría hablar contigo, Naruto.

—¡Claro, claro! —aceptó éste sumamente emocionado. Itachi carraspeó y Naruto enderezó la espalda, cauteloso—. ¿Quieres que hablemos ahora?

—No —negó Hinata—. He de ir con mi padre de visita.

—Iremos al hospital para hablar con Neji —confirmó Hatake—. Quiero asegurarme de que él está de acuerdo y que no quiere dejar a su mujer. Si está con nosotros, haremos este proceso. De no funcionar, tomaré otras cartas y Naruto no tendrá que fingir nada más.

—De acuerdo —aceptó.

Izumi les dio la espalda y se adentró en la cocina. Itachi la siguió con la mirada y Kakashi carraspeó.

—Bueno, nosotros nos iremos. Decidle a Sasuke que he enviado ya el horario y demás a su móvil. Supongo que tendrá clases hoy.

—Sí, en un rato nos iremos —confirmó Naruto—. Así que luego cuando terminen las clases iré a veros directamente.

—Gracias —aceptó Hinata girando sobre sus pies para salir. Su padre la siguió y él esperó a que se marcharan para entrar en la cocina.

Naruto subió las escaleras tan rápido que se escuchó un golpe horroroso antes de gritar que estaba bien y continuar subiendo.

—¿Estás enfadada?

Izumi estaba sacando la basura del cubo con más fuerza de lo normal. Se detuvo para mirarle y llevó las manos a la cintura, acercándose a él.

—¿Por qué no me has dicho nada sobre eso? —preguntó sin tapujos.

Itachi elevó una ceja.

—¿Sobre el plan de tu padre?

—¡Sí!

—No me detuve a pensar que yo tendría que decírtelo —aclaró—. Pensé que tu padre os lo diría a todas directamente. Es algo entre Hinata y él que deben de llevar. Además, Naruto estaba de acuerdo desde el principio. Y probablemente —añadió—, te habrías negado.

—¡Claro que me abría negado! —exclamó para acto seguido cubrir sus labios, avergonzada—. Madre del amor hermoso. ¿Qué estoy haciendo?

Le dio la espalda para acercarse a la mesa. Se apoyó con ambas manos, inclinando la cabeza tanto que el cabello resbaló por sus hombros y le permitió ver aquel lunar que le volvía loco.

Se acercó despacio a ella.

—Izumi. No quería mentirte con eso. Mi cabeza está repleta de muchas cosas estos días.

Y de ella. Especialmente de ella.

Posó una mano en su espalda y se acomodó a su lado hasta poder verle la cara.

—No me mires —ordenó—. Soy horrible. Enfadándome por esto y exigiéndote que me dieras explicaciones cuando estás ayudando a mi hermana, aún exponiendo a tu hermano. Cuando mi enfado tiene que ver por otra cosa.

—¿Qué cosa?

Ella dudó.

—Izumi. No soy adivino.

—Es una chiquillada —reconoció sacudiendo la cabeza.

Él se apoyó contra la mesa también, de espaldas a ella y cara a la puerta. Miró al techo y frunció el ceño.

—Dudo que lo sea.

—Pensé que tú ibas a ofrecerte —soltó finalmente mirándole—. Y me enfureció la idea de que tuvieras que hacer esas cosas con mi hermana.

Bajó la mirada hacia ella con la boca muy abierta. Izumi apretó los labios y volvió a girar la cabeza para que no pudiera mirarla.

—¿Estabas celosa?

Farfulló entre dientes.

—Izumi.

—No.

—Izumi —repitió más severo.

—¡Yo no…! —protestó volviéndose hacia él. Su cara era un verdadero poema. Roja, con los labios hinchados y los ojos brillantes—. ¡Sí, vale! —aceptó finalmente—. ¡Me enfadé por eso! Es estúpido e innecesario. No soy tu dueña y puedes hacer lo que quieras y sé perfectamente que estaríais fingiendo. Luego… luego todas empezaron a aceptar como que nosotros estábamos saliendo y… eso no ayudó a mi mente que continuó creando más caos y…

Apretó los labios para retenerse. No pudo hacerlo.

Levantó su mano hasta su nuca e inclinándose, la besó. Acalló sus palabras, luchó contra sus protestas hasta que se convirtió en un flan tembloroso que se aferraba a sus brazos y pegaba su cuerpo contra él.

Aquello realmente se le estaba yendo de las manos. Una voz en su cabeza lo alentaba, otra lo frenaba. Su cuerpo mandaba.

Se separó a escasos centímetros y deseó regresar una vez más. Las manos femeninas se aferraron a su ropa y su cuerpo se amoldó al suyo lo suficiente como para notar que debía de parar.

—Itachi —farfulló contra sus labios—, por favor…

Él frunció el ceño y bajó la cabeza, apoyándola contra su hombro. Izumi levantó sus manos hasta rodear sus hombros. Pasó su mano por debajo de sus piernas y la cargó con suma facilidad. Subió las escaleras antes de ser consciente de hacerlo y cerró tras ellos con el pie. Sin hermanos de por medio, con todo su ser concentrado en ella.

La dejó con suavidad en la cama y buscó una negación en su boca, en sus ojos. Ella lo aferró de la camiseta, levantando su rostro más, ofreciéndose completamente.

Apoyando una rodilla en la cama, se inclinó para volver a besarla.

Deseaba tocarla, que le tocase. Su mente parecía estar en cualquier parte. No era coherente la forma en que se sentía con ella.

Que pronunciara su nombre no ayudaba a controlar los deseos que despertaban en él y cuando metió sus manos bajo su camiseta, por la espalda, estiró su cuerpo al completo sobre ella, aplastándola suavemente. Izumi bien podría detener eso y, sin embargo, su boca no cesaba de unirse a la suya. Cuando separó sus piernas a cada lado de sus caderas y su cadera presionó contra la suave carne de su cuerpo con el kimono tirante entre ellos, supo que parecían hechos ambos para encajar a la perfección.

—¡Itachi! ¡Tienes visita!

Izumi rompió el beso, mirándole con los ojos muy abiertos. Las manos resbalaron de su espalda hasta su cintura. Incluso le dio una suave palmada para detenerlo.

—Le mataré —gruñó agachando la cabeza y presionando la frente contra su mejilla—. Es mi hermano. Puedo hacerlo.

—Legalmente no —negó ella. Retiró las manos de su cintura para acariciarle la nuca con ambas y eso no ayudaba a que quisiera alejarse. Más bien, lo incitaba.

—Tengo cuatro más. Puedo perder uno —sopesó lamiéndose los labios.

Dios. Los quería de nuevo sobre los de ella, que surcara esos lugares a los que no había llegado todavía. No podía despegarse. Era como si sus brazos acabaran de perder toda la fuerza porque esa era, sin lugar a dudas, la zona más cómoda de toda la condenada casa. Con sus caderas presionando contra las de ella. Sus pechos aplastándose contra su pecho. Sólo tenía que frotarse un poco para volver a encender todo el mecanismo.

—No, no puedes —aseguró Izumi sonriendo contra su oreja—. Y en realidad, no deberíamos ni de estar haciendo esto ahora.

La miró, frunciendo el ceño. Izumi con toda su lógica y responsabilidad, apareció. Como si no tuviera el cabello despeinado y la ropa arrugada. Los labios hinchados y las mejillas ruborizadas. Como si sus rodillas no estuvieran levantadas a cada lado de sus caderas con él entre ellas.

—Siempre has dicho que nunca lo harías sin protección y yo no debí de pedírtelo —reconoció—. Perdona.

—¡Itachiiii!

Cerró los ojos y arrugó los labios antes de gritar.

—¡Ahora bajo! ¡Dame un condenado momento!

Porque iba a necesitarlo. Joder, no era de piedra. Lo que estaba presionando contra el vientre de Izumi no era una caja de cigarros o su móvil.

Se levantó con algo más de brusquedad de la que deseaba y pasó las manos por sus cabellos. Mierda, realmente empezaba a ser molesto ahí abajo para él. Por el espejo, captó que Izumi se levantaba, cerrándose de espaldas a él el kimono que se había abierto levemente.

Regresó a su lado, abrazándola.

—¿Itachi? —cuestionó acariciándole los brazos.

—Lo siento —se disculpó—. Lo compensaré de alguna forma.

Aunque nunca tendría suficientes excusas para eso. Porque no sólo iba robar una llave, iba a romperle el corazón también.

—No tienes que compensarlo —le dijo sonriente—. Ibas a parar de todas formas.

Él frunció el cejo.

—No. Izumi, no iba a parar a menos que tú lo hubieras pedido. Esta vez no —reconoció.

Volvió a separarse de ella y organizó su ropa lo mejor que pudo. Luego, caminó hasta su cómoda y tras abrir uno de los cajones, lanzó la caja hacia ella. Izumi la cogió casi como si quemara.

—Los compré —por no decir que los robó—, el día de la cita. Porque cada vez es más difícil para mí detenerme contigo.

Ella se la devolvió y él volvió a guardarla.

—Está abierta —dijo.

Él asintió.

—Están en mi cartera.

Le miró, perpleja.

Tomando aire se puso de cuclillas frente a ella. Le habría gustado más estar haciendo otra cosa con esa postura.

—Izumi, métete bien en la cabeza que, si estoy con una mujer, nunca habrá más. —Se lamió los labios. Quizás eso fue tensar demasiado la cuerda—. ¿Eso fue lo que pasó?

Ella parpadeó repetidas veces.

—No quiero hablar de eso, por favor —suplicó empujándolo. Él accedió, levantándose—. Está bien. Todos tenemos secretos. Al menos, ahora sé que mis deducciones no eran erradas.

—¿Qué deducciones? —cuestionó precavida.

Él se acercó a la puerta.

—Que te mueres por mis huesos y que realmente querías hacerlo.

Cerró la puerta antes de que la almohada le diera a él.

¡Estúpido hombre!... Aunque guapo, pero… estúpido y… ¡Ahg, deja de hablar sola, Izumi!

Se apartó de la puerta divertido y bajó las escaleras. Naruto estaba en la puerta de la calle y a su lado, Deidara. Su humor cambió al instante.

—¡Ey, te has hecho de rogar, hn! —protestó Deidara—. ¿Te ha dado Kisame algo para mí?

—Sí.

Se aseguró que Izumi continuara arriba y caminó hasta el mueble del salón. Metió la mano tras él y sacó el sobre, tirándoselo a Deidara una vez volvió con ellos.

—Que sea la última vez que me usas de recadero y que Kisame se lo entrega a uno de mis hermanos —advirtió—. Si llegan a pillar a Sai con ello…

No quería ni imaginárselo.

Deidara asintió en disculpa y se guardó el paquete en el bolsillo.

—Está bien, lo siento. Sabía que iba a ver a Naruto hoy, así que…

—Pensabas que mi hermano te lo llevase —terminó por Deidara. Cuando asintió, lo atrapó del pescuezo con una sola mano—. Te lo volveré a repetir por si no queda claro, Deidara. Mis hermanos no pasan nada de esa mierda y no la quiero en mi casa.

Deidara empezó a palidecer.

—¡Itachi! —Intervino Naruto aferrándolo del brazo para que lo soltara—. Perdónale, Deidara, pero es que estaba con su novia, así que…

Sí, quería matarlo.

—Ya, ya —aceptó Deidara gruñendo—. Si es que ambos hermanos son partidos por el mismo patrón.

Itachi sabía que se refería a Sasuke. Conocía la historia tras su última pelea. Y aunque sintió mucho miedo de que Deidara creara un caos con sus padres y le quitaran a sus hermanos, sintió cierto orgullo por su hermano por no retroceder a una disputa.

—Igualmente he de reconocer que esto fue una excusa —dijo Deidara rascándose el cuello—. Pensé que podría ver de nuevo a la chica esa de rosa.

—¿Sakura? —preguntó Naruto.

—¿Qué quieres de ella? —cuestionó cruzándose de brazos.

Deidara soltó una risita.

—Itachi, tienes novia. Creo que sabes perfectamente qué quiero de ella.

—Dijiste que sólo te interesaba el género femenino para tus obras de arte —recordó Naruto frunciendo el ceño—. Además, Sasuke está interesado en ella.

Itachi elevó una ceja por la seguridad con que Naruto se expresó. Era cierto que la ficha que le tocó fue la de Sakura, pero su hermano parecía seguir cagándola una y otra vez. O quizás lo que ocurriera en su habitación cuando entraron como dos huracanes calmó las aguas de la tormenta.

—Eso lo hace más interesante —soltó Deidara sonriendo con picardía. Naruto guiñó los ojos, dudoso.

—¡Chicos!

Una voz femenina llegó desde fuera.

—¿Podéis haceros a un lado, por favor?

—¿Y esta mocosa quién es? —preguntó Deidara apartándose.

—No soy una mocosa y me llamo Matsuri —protestó ella erizándose como un gato—. ¿Está Gaara?

Itachi asintió y levantó el dedo para señalar el techo.

—Todavía duerme. Y tu hermana está encerrada en mi cuarto —advirtió cuando pasó por su lado.

Matsuri se detuvo para mirarle con curiosidad.

—¿Algún escalón que deba de esquivar?

Itachi le dio unas palmaditas en la espalda para que subiera, pero Naruto le hizo gestos significativos que calló cuando notó que él le miraba.

—No sé nada —zanjó cruzándose los labios con los dedos como si cerrase una cremallera.

—Más te vale. Más te vale —indicó frunciendo las cejas.

—Me parece realmente inverosímil que pese a ser ya hombres hechos y derechos continuéis bajo el ala de Itachi y sus órdenes —comentó Deidara mirando a Naruto directamente.

—El típico tío que odia a su hermano y quiere ligarse a una chica con cinco hermanas —soltó sarcástico Naruto.

Deidara dio un respingo.

—¿Tiene cinco hermanas? —cuestionó—. Madre mía. Ni hablar. Me la llevo conmigo.

Ambos se miraron y luego a Deidara. Itachi aferró la puerta a la par que Naruto lo empujaba hacia fuera.

—Ni te acerques a ella. Largo —ordenaron a la par.

Con un Toneri tuvieron suficiente.

Izumi bajó las escaleras justo en ese momento.

—¿Ese es el coche de Sakura? —preguntó.

Ambos se asomaron por la ventana y maldijeron a la vez. Naruto abrió la puerta antes que él y se asomó.

—¡DEIDARA, CABRÓN!

Pero el coche no se detuvo.

Gruñidos empezaron a llegar de la parte superior de la casa, algunos, acompañados de palabrotas y el nombre de su hermano incluido.

Cuando se volvió para acallarlos, se percató de que Izumi estaba pálida.

—¿Qué te ocurre? —preguntó acercándose a ella. Sus manos temblaban.

—¿Ha dicho Deidara? —cuestionó. Itachi asintió y ella tembló por todo su cuerpo—. ¿Rubio y ojos azules? Bajito y…

—Sí, sí —afirmó—. ¿Le conoces?

Izumi se llevó las manos al rostro, bajó los últimos escalones y se soltó de él.

—No, no.

Luego hizo un gesto de desinterés y regresó a la cocina. Se puso unos guantes y volvió a enfrascarse en la limpieza y enmudecer como nunca.

Naruto y él se miraron.

Ninguno de los dos entendía qué ocurría.

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Gaara despertó con el grito de Naruto. A veces odiaba esa faceta de su hermano a más no poder. Generalmente quería estrangularlo por una cosa u otra, pero cuando se ponía en modo Karaoke, le daban ganas de meterle la cabeza bajo el agua.

Gruñó, poniéndose boca arriba y rascándose el pecho.

Notaba las ingles tirantes y ya conocía el maldito despertar que llevaba a su cuerpo cuando se sentía más sano. Levantó su pierna derecha, frustrado. Le daba una pereza increíble ir a cerrar la puerta, pero no podía quedarse mucho tiempo con el dolor.

Bostezó y bajó su mano más hacia sus ingles, deteniéndose cuando escuchó un sonido diferente.

Parpadeando para desviar el sueño de sus ojos, miró justo a la derecha, hacia la puerta, pero antes sin quiera de enfocar ese lugar, otra cosa pasó a ser más concisa y clara.

La vio, con su cara pequeña y su boca muy abierta.

Dio un respingo y se sentó en la cama, cubriéndose con la almohada.

—¿Qué diablos haces en mi cuarto?

Ella parecía atónita.

—Te traje libros. Dijiste que te trajera más, así que he cumplido. Pero me quedé mirándote dormir, perdón —se disculpó uniendo las manos en rezo frente a su rostro—. No sabía que los hombres ocupabais tanta cama para dormir. Bueno, cuando dormía con mi padre lo pensaba porque yo era más pequeña, pero…

Se movió antes que él tuviera tiempo de negarse. Subió a su cama y se estiró completamente, mientras que él se pegaba lo más que podía contra la pared, sin palabras, pálido.

—Sí, eres más grande de lo que parece.

Escuchó otros pasos detenerse y llevó la mirada hacia el lugar.

Shikamaru.

Bostezó y continuó sus pasos.

—¡No finjas que no la has visto, condenado!

Shikamaru regresó sobre sus pasos y Matsuri se incorporó, mirando a uno y otro. Gaara puntualizó la almohada y Shikamaru, chasqueando la lengua, se volvió hacia ella.

—Anda, ven, Matsuri —invitó—. Antes de que Izumi te castigue o algo.

—Pero… —dudó mirándole—. Si no te gusta ninguno de los libros, dímelo y traeré más.

Gaara desvió la mirada y asintió. Shikamaru cerró la puerta tras ellos y soltó diversas palabrotas mientras apartaba la almohada, maldiciendo.

Pasando sus dedos por sus cabellos, gruñó repetidas veces.

Menudo despertar.

La puerta se abrió de nuevo y Sai se asomó por ella.

—Tómate la medicina y come antes o te desmayarás.

Aferró la almohada de nuevo y la lanzó contra él. Sai cerró justo a tiempo.

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Rin los vio llegar a la par y Temari sonrió al instante. Se preguntó si sería por su hermana o por el hombre en cuestión.

—Vas a llegar tarde, Matsuri —regañó Temari.

—¡Lo sé, lo sé! Ya voy —afirmó esta rebasándolas y empezando a subir las escaleras.

Rin cerró los ojos cuando la vio caer a cuatro patas.

—¡Estoy bien! —aseguró echando de nuevo a correr.

—Qué torbellino —murmuró.

Pero ninguno de las dos otras personas la escuchaba. En silencio, mantenía una mirada silenciosa que, de nuevo, la incomodó. Carraspeó para que ambos recordaran que estaba ahí.

—¿Vas a ir a rehabilitación hoy?

—Ah, sí —confirmó Temari con gesto cansado—. Todo lo que me ayude a abandonar esta silla.

—En realidad, va muy bien —aseguró Shikamaru—. Están asombrados con ella.

—O con mi cabezonería —corrigió Temari con cierto fruncimiento de labios. Rin sonrió, divertida y le dio unas palmadas en los hombros con cuidado.

—No te preocupes, todo saldrá bien.

Temari cabeceó ligeramente y suspiró.

—Por cierto, Shikamaru —recordó—. Kakashi me pidió que hablara contigo si te veía.

El muchacho levantó una ceja, curioso.

—Sé que la pregunta va a ser verdaderamente incómoda y extraña —confesó encogiéndose de hombros—. Él quiere que la haga yo porque cree que tengo menos empatía con estas cosas por ser periodista. Una pregunta difícil siempre lo es, se haga como se haga, es lo que siempre le digo. Pero en fin…

No podía darle más vuelta al asunto. Tomó aire para darse algo más de valor.

—¿Tienes estudios?

El hombre frente a ella cambió a un gesto más frío, lejano. Acababa de levantar las barreras al instante. Ofendido o insultado y cualquiera de las dos es válida.

—¡Rin! —exclamó Temari desconcertada.

Ella levantó una mano antes de que se armara un holocausto de insultos.

—Kakashi quiere saberlo porque está interesado en ofrecerte un puesto de trabajo. En realidad, no sé ni para qué quiero saberlo cuando es algo que no le importa, pero… como jefe de hacerlo.

Entonces, el muchacho pareció relajarse. Temari frunció el ceño.

—¿Papá quiere darle un trabajo a Shikamaru?

—Sí. En realidad, se lo ha dado a Sasuke y Itachi. Lleva tiempo sopesando que Shikamaru está muy infravalorado para el mundo laboral. Lo que no sabe es dónde le gustaría aportar.

—No los tengo —respondió finalmente Shikamaru—. Los básico, sólo.

Rin asintió y decidió que no iba a entrometerse más en sus asuntos. Además, esos dos, claramente, querían estar más solos que acompañados.

Se rio entre dientes.

Ay, Kakashi, creo que tus hijas se están enamorado de todos los vecinos. Seis hermanos para seis hermanas. ¡Qué interesante!

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Temari se soltó de sus brazos cuando la dejó de nuevo sobre la silla de ruedas. Desde que se despidieran de Rin en la mansión y en el trayecto, Shikamaru no había abierto la boca. Mantenía el mechero en sus manos y miraba al exterior con el ceño fruncido.

Temari habría querido decir algo más animado, algo que le sacara una sonrisa o que destensara ese ceño fruncido.

—¿Te encuentras bien?

Perpleja, miró hacia él cuando se puso de cuclillas a su lado.

—Perfectamente —dijo—. En realidad, pensaba que tú estabas mal.

Él se apoyó con el brazo en el reposabrazos de la silla y se rascó los cabellos con la otra.

—En realidad, la pregunta de Rin no me ha molestado en sí. Son los recuerdos que trae consigo.

Movió su mano hasta sus cabellos, acariciándole. Shikamaru la miró por un momento, luego suspiró y se levantó para ponerse a su espalda. Se despidieron de Charles hasta el regreso y cruzaron los pasillos una vez hasta la sala de espera. Cuando se sentó, él volvió hablar.

—Sai, Naruto y Sasuke son los primeros que realmente han llegado a la universidad. Itachi no tenía suficiente para costear la de los mayores y no le culpo por eso. No es su culpa. En realidad, yo podría haber buscado otras formas de seguir aprendiendo, pero me aburrían. No había emoción.

Miró el mechero con el ceño fruncido.

—Señor, aquí no se puede fumar —advirtió una enfermera.

Shikamaru fue a guardárselo en el bolsillo, pero ella extendió la mano para tomarlo. Lo sintió duro y pesado en su palma.

—No funciona —le dijo a la mujer mostrándole la forma incorrecta de encenderlo. La enfermera quedó satisfecha y siguió su camino.

—Buena jugada —felicitó él. No hizo nada por recuperarlo, observándola cerrarlo y mantenerlo entre sus dedos.

—No eres un hombre idiota, Shikamaru —aseguró—. Tus hermanos confían en ti y me has demostrado muchas veces que tu intelecto es superior al que te gusta demostrar al resto. Es cierto que en la vida real piden formación y que muchas personas que han puesto codos para sacar lo que quizás a ti te costaría cinco minutos aprender te odiarán, pero eso no significa que no tengas derecho a seguir caminando por la vida.

Le devolvió el mechero con una sonrisa.

—Además, si no es mi padre, yo sigo pensando en ti para encargarte de las cuentas de mi restaurante futuro.

Dejó caer el pesado mechero en la palma masculina. Él cerró la mano, atrapando su mano con el objeto.

—Pienso que un día te arrepentirás de esa confianza, Temari —murmuró llevándose la mano a los labios—. Gracias.

Tembló como una condenada. Estaba segura de que tenía que tener algún tipo de cara estúpida en ese momento. Si no fuera porque la llamaron para comenzar con su rehabilitación, estaba segura de que la conversación habría continuado más con silencios que otra cosa.

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Izumi continuaba con aquel malestar en el pecho. Desde que escuchara aquel nombre no cesaba de negarse a sí misma. La cantidad de personas que tenían nombres parecidos era inmensa. Bien podría ser cualquier otro. No tenía porqué ser él.

Intentando concentrarse en la realidad, se asomó por la puerta del salón para ver a Sai cogiendo sus llaves.

—Ah. Sai. ¿Te vas?

—Sí. Le dije a Ino que hoy comenzaría con el mirador de vuestro patio.

—Oh, genial. Pero no dejes que te explote y que te pague —advirtió colocándose las manos en la cintura—. ¿Puedes tirar la basura ya que sales? Está ahí mismo, en la entrada.

—Claro —aceptó el chico. Era bastante más obediente y majo. Si a Ino le había gustado debía de ser por algo—. Izumi.

—¿Sí? —cuestionó acercándose más a él.

Sai pareció dudar antes de hablar. Miró por encima de su cabeza y parecía estar agudizando el oído para asegurar que no hubiera nadie que no fuera ella o él.

—No te preocupes. Gaara vuelve a dormir y Itachi está con la moto —animó.

El moreno asintió y aferró con algo más de fuerza la puerta.

—Izumi, Itachi es un buen hombre —dijo con la voz tensa—. Mucho mejor de lo que puede parecer a primera vista. Es fácil de mal interpretar, pero tiene un gran corazón. Es cabezón como el que más. Y aunque no lo admita, se ha enamorado de ti. Como nunca ha pasado con otra mujer. Nunca. Así que, por favor, cuando Ino te cuente algo, recuerda mis palabras.

Aunque tenía las mejillas ruborizadas no pudo evitar cierta preocupación.

—¿Contarme Ino? ¿Tiene que decirme algo?

Sai asintió lentamente.

—Eso es lo que suelen hacer las hermanas. ¿No?

Izumi se echó a reír y le dio unas palmaditas en el hombro.

—Sai, justamente Ino no es de las que me cuenta todo. Pero cuando lo suelta, lo hace de verdad. Como esta mañana. Ha dicho frente a todos que estás saliendo con ella. ¿Es cierto?

Un pequeño rubor apareció en su pálida piel. Su boca se extendió y, esa vez, por primera vez desde que lo conocían, no era una sonrisa falsa. Era… ¿feliz?

—Sí, es cierto.

Izumi le devolvió la sonrisa.

—Entonces, cuídamela. ¿Vale?

—¿Me castrarás si no lo hago? —preguntó ladeando la cabeza.

Esa vez, le dio una palmada en el pecho.

—¡Haré algo mucho peor! Anda, no llegues tarde.

Sai se marchó obediente y ella cerró tras él. Tomó aire y se detuvo un momento en mirar la casa.

No es que se sintiera como la dueña y señora, es que era hasta alarmante cómo de cómoda empezaba a sentirse en ese lugar. Además…

Miró hacia las escaleras y sintió que se ruborizaba.

Lo que había pasado con Itachi fue algo que jamás habría esperado vivir de nuevo. Itachi era capaz de hacer florecer su mundo. Sus deseos y aunque hasta ahora se mantuvo luchando contra ello, era inútil esconderlo. La sacaba de la línea en la que caminó durante cinco años.

Porque estaba segura de que, si Naruto no llega a interrumpir, ella se había entregado como una adolescente a él.

Se palmeó las mejillas, avergonzada, hasta que sintió que llamaban de nuevo a la puerta. Inquieta, miró hacia los lados antes de abrir.

Ino se llevó un dedo a los labios para chistarla y se metió dentro de la casa a trompicones una vez abrió.

—¿Qué estás haciendo? —preguntó—. Sai acaba de ir a casa para pintar el mirador que querías.

—Y le he dejado allí con la excusa de preguntarte dónde están las brochas gordas. Aunque yo sé ya donde están, claro —aclaró mirando a su alrededor—. ¿Itachi?

—Está revisando su moto. ¿Por qué?

Ino tomó aire y le dio palmaditas en los hombros que empezaron a molestarla.

—Ino —advirtió.

Ella dio un par de patadas al suelo, inquieta.

—Es que no sé cómo decirte esto. Llevo toda la noche pensándolo y no he podido ni dormir ni pensar desde que me enteré. Y creo que debes de saberlo. Porque creo que no es algo que Itachi te haya contado —murmuró esto último en voz baja—. Pensaba que sería una equivocación que fuera yo quien te lo dijera, pero también me puse en tu lugar y decidí que yo querría que me lo contaran y…

—Al grano, Ino. —Posó una mano sobre su boca para acallarla—. Estás provocando que me preocupe muchísimo y te estás enrollando como una persiana, así que… al grano.

Aunque estaba acostumbrada a que fuera Matsuri quien se fuera por las ramas, menos si eras Temari, claro, que ahí te lo contaba todo bien censurado, era extraño que Ino se comportara así. Eso sí, no podía negarse que eran hermanas.

Ino asintió y ella retiró la mano.

—Itachi es un prostituto.

Parpadeó. Abrió la boca. Volvió a parpadear.

Ino gesticulo con las manos y dio pequeños saltitos.

—¡No, es decir…!

—Lo que quiere decir es que durante mi juventud tuve que prostituirme para mantener a mis hermanos.

Ambas se volvieron hacia la cocina. Habían olvidado por completo la entrada de ese lado y por la cara pálida de Ino, esa pillada era su fin.

—¡Vuelvo con Sai!

Antes de que Izumi tuviera tiempo de detenerla, Ino salió y cerró tras ella al mismo tiempo que su nariz tocaba la puerta.

—¡Esta niña! —aseveró. Tras tomar aire, se volvió hacia él.

Itachi apretaba un trapo viejo entre sus dedos, intentando quitarse la grasa. Su cejo estaba fruncido.

—Itachi…

—No es algo que haya querido esconder —dijo levantando la mirada hacia ella. ¿Culpable? —Forma parte de mi pasado y es algo que no puedo cambiar. Cuando la comida escaseo y mi padre dejó de traernos dinero… encontré un libro en la mansión. Tu casa. Era un libro de técnicas amatorias. Aprendí todo de él y ofrecí mis servicios a mujeres necesitadas. Mujeres que los maridos dejaban abandonadas por trabajo o… a saber qué. Quizás es que le gustaban un niño virginal.

—¿Qué edad tenías? —preguntó angustiada. Se acercó a él pero no sabía si tocarle o abrazarle.

—Doce años la primera vez —respondió. La mirada oscura, el gesto herido—. Estuve hasta los veinte haciéndolo. Hasta que me fue imposible. No porque ellas no quisieran si no por mí.

—Oh, Itachi…

Lo abrazó sin más. Necesitaba tomar esa fragilidad, esa confesión que le hería profundamente.

—Nadie tendría que hacer eso. Nunca. Menos niños. Eras tan pequeño…

—Lo era. Por eso duré tanto. Por falta de alimentación mi cuerpo no creció tan rápido como debía y ahora no es que sea muy alto tampoco —reconoció permitiendo que le acariciara las mejillas—. Joder, mis hermanos son gigantes al lado mía. Gaara es el único igual de bajo que yo y es porque está enfermo.

—Y aún así, son firmes cuando están a tu lado —garantizó—. Hiciste todo cuanto podías. Eres muy fuerte, Itachi.

Miró hacia la puerta y suspiró.

—Ino no me lo ha contado a malas. Le ha costado la vida y milagro decírmelo. Por favor, perdónala.

Itachi suspiró esa vez.

—En realidad, ella lo sabe seguramente por Sai —dedujo—. Me habría gustado contar mi propia historia por mí mismo, eso sí.

—Lo sé —murmuró acariciando su frente, retirando algunos cabellos de su rostro—. Y te habría escuchado de todas formas. Igual que ahora. Oh, y antes de que preguntes: no me importa. Te veo como alguien más increíble que antes, Itachi. Te admiro.

Al instante de decir esas palabras, él se retiró y le dio la espalda. Apoyó una mano contra la pared, cubriéndose el rostro con la otra.

—¿Itachi? —preguntó—. Lo siento, si dije algo que te ofendiera…

—No eres tú —negó rápidamente—. Mierda, Izumi —masculló—, vas a odiarme. Sé que lo harás. Si piensas de mí de esa forma…

Izumi no comprendía a qué se refería, pero volvió a acercarse a él y tomar su mano.

—Nunca voy a odiarte, Itachi. No digas eso…

Él la miró fijamente.

—Lo harás. Te juro que lo harás.

No lograba comprenderle y no parecía ser capaz de abrirse más a ella. Sus manos temblaron y sus ojos se oscurecieron más que nunca.

—Itachi. ¿Qué ocurre?

—No puedo contártelo —respondió rápidamente.

Si no hubieran llamado de nuevo a la puerta, Izumi habría presionado, pero Itachi caminó hacia ella como si fuera su salvavidas y la abrió sin más.

—Perdón por interrumpir —saludó su padre sorprendido—. ¿Llego en mal momento?

—¿Papá? ¿No estabas en el hospital con Neji?

—No puede atendernos, así que hemos regresado. Me gustaría llevarme a Itachi. Quiero mostrarle el lugar donde va a trabajar. ¿Me lo prestas?

Izumi dudó por un momento.

—Claro —aceptó finalmente. Itachi tomó sus llaves y la miró en disculpa—. Cuídalo, papá —rogó mirando a su padre.

Kakashi se mostró sorprendido.

—Vaya, eso es nuevo hasta para mí.

Izumi sonrió y le dio un abrazo.

—Sabes que te quiero más a ti, papá.

Algo en la barbilla de Itachi tiró, pero no pareció molesto en realidad. Sin embargo, Izumi sintió que algo no iba bien.

Lo averiguaría más tarde.

Quisiera o no.

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—¿Has escuchado lo que te he dicho?

No. No estaba prestándole atención a su hermano. Llevaba toda la condenada mañana dándole por saco con palabras que ni entendía ni quería entender. Estaba más enfrascado en comprender cómo diablos funcionaba ese móvil. El suyo era de los malos y normales, a lo sumo aceptaba una única aplicación para mensajería gratuita para usarla entre ellos.

Ese tenía tantas aplicaciones que se le iba la vida en comprenderlas. Y lo peor de todo era que necesitaba hacerlo para ayudar a Kakashi con su horario.

Le había llegado una noticia acerca de que Kakashi iba a desviarse para ir a un taller que acababa de comprar, así que tenía un espacio que rellenar de la dichosa agenda. Y era jodidamente complicado pasar los dedos por encima del teclado sin que tuviera que golpear dos teclas a la vez.

Le irritaba la dichosa tecnología.

—¿Puedes dejar ese cacharro por un momento y echarme cuenta? —protestó Naruto tapando la pantalla con su mano—. Empiezo a estar muy tentado de tirarlo contra la pared.

—Allá tú pagándoselo a Hatake. —Se encogió de hombros y lo bloqueó. Le miró. —A ver, se extraño llamado hermano. ¿Qué?

—Eso. —Naruto elevó esa vez su mano para señalar otro punto lejano de la cafetería.

Siguió su señal y se detuvo en una de las mesas. Reconoció los rosados cabellos y la fina espalda de mujer. Un gruñido estuvo tentado a salir de su boca, pero lo retuvo para bajar la mirada de nuevo al móvil.

Sakura.

—¿Qué tiene? —preguntó encogiéndose de hombros.

—¿Tú has visto con quién está?

—No.

—Pues mira bien.

Suspirando una vez más, harto, miró de nuevo. Ignoró a la muchacha y se fijó en el chico inclinado sobre ella. Reconoció la estúpida coleta y los largos cabellos rubios. Una vena se hinchó en su cuello.

—¿Desde cuándo son tan amigos?

—Eso justo quiero saber.

Su hermano le observó detalladamente. Sasuke elevó una ceja, fingiendo desinterés. En realidad. ¿Qué había de malo en eso?

—Creía que te habías rendido con Sakura y te estabas enfocando más en Hinata —reflexionó—. Además, ya voy a trabajar dentro de la casa. No necesito cortejar a Sakura para eso. Y los demás están haciendo un buen trabajo.

Porque era estúpido creer que Izumi y su hermano no estaban haciendo manitas cuando se despertó. La pilló saliendo del cuarto de Itachi, despeinada y arreglándose mejor la ropa. Incluso cuando le miró se puso colorada y se afanó en hacer como que limpiaba la puerta, sin trapo.

O que Sai no había tenido avances con Ino.

—Dime que no te molesta ni un poco y quizás te crea. —Naruto comenzó a darle con el codo, enfatizando su frase—. Vamos, es Deidara, Teme. Los dos sabemos que te cae como una patada en el culo.

—A ti no.

—No, a mí no —reconoció—. Aunque estaba mañana Itachi y yo casi le matamos. Bueno, Itachi más —puntualizó rascándose la nuca—. Hizo que Sai trajera a casa la cosa prohibida. Ya sabes.

Asintió, comprendiendo. Itachi tenía una regla muy estricta en cuanto a drogas. Permitía a Shikamaru fumar siempre y cuando se buscara él el tabaco y no fuera otra cosa que esa. No aceptaba nada ilegal. Menos, que ellos la pasaran aún sin consumir.

—Luego dijo algo que nos mosqueó bastante —continuó Naruto encogiéndose de hombros pero apretando el puño de rabia—. Fue como tener a ese imbécil delante.

—Dijo algo de sus hermanas.

—Sí… cuando se enteró que tenía cinco hermanas soltó la mierda por la boca a cuenta de que entonces tendría que llevarse a Sakura de ellas.

La sensibilidad a flor de piel.

Naruto bajó la voz, frotándose la nuca.

—Sabes. Lo he pensado mucho. Si no tuviéramos que hacer eso —indicó con las cejas a qué se refería—, ¿piensas que las separarías? Es decir, tienen una casa enorme. Con habitaciones propias…

—Olvídate de esos sueños, Naruto —ordenó automáticamente, de mal humor.

Porque la idea empezaba a gustarle a esa parte de su cuerpo que disfrutaba de imaginar cosas con Sakura y una cama, una pared, el suelo o cualquier superficie factible para ciertas cosas en las que no deseaba pensar.

—Tienes que pensarlo. Quizás pudiéramos detener toda esta locura y…

Lo aferró del brazo con mucha más fuerza de la que esperaba.

—Ya es demasiado tarde, Naruto —aclaró—. Piensa en todas las mentiras que hemos soltado, los favores que hemos recibido y la mierda que hemos acumulado. Nada de eso podrá ser perdonado. ¿O tu orgullo te permitiría perdonar todo esto si te lo hicieran a ti? Si estuvieran jugando con tus hermanos y queriendo robar lo que te sacó de la mierda en la que vivías.

Naruto apretó la mandíbula y negó lentamente.

—Pero quiero ayudar a Hinata de verdad —murmuró entre dientes—. Y dudo que tú permitas que Deidara le haga daño a Sakura.

Se cruzó de brazos, pensativo.

—Sakura es mayorcita para cuidarse.

—Sí, pero Deidara es un manos largas.

—Entonces, ella lo pondrá en su sitio —aseguró—. No es una mujer débil.

Guardó el móvil en el bolsillo y se levantó, tomando el papel de su bocadillo para tirarlo.

—¡Ey, Sasuke, Naruto! —saludó Sakura cuando pasaron cerca de ella para la salida. Ambos se detuvieron—. Esta mañana no quisieron venir conmigo.

Naruto guiñó los ojos y clavó la mirada en Deidara.

—Te marchaste antes —respondió Sasuke encogiéndose de hombros—. Nos dejaste atrás.

—Pero… —Sakura se volvió hacia Deidara—. ¿No decías que ellos no quisieron venir?

—Eso me dio a entender Naruto, hn —afirmó Deidara.

Su hermano volvió a parpadear, confuso.

—¿En qué momento?

—Cuando tú y Itachi quisisteis matarme —recordó Deidara tranquilamente.

Sakura abrió la boca, sorprendida.

—¿Qué dices?

—Como te cuento, Sakura —afirmó Deidara tomándola de la mano con las suyas—. Itachi me agarró del cuello y Naruto no hizo nada por impedirlo.

—¡Oye, que eso no es así! —protestó Naruto—. ¡Sakura! ¿A quién vas a creer?

Sakura los estudio con la mirada a los tres. Sasuke mantenía la mirada fija en sus manos enlazadas, frunciendo el ceño.

Antes si quiera de ella hablara, la aferró del codo, levantándola.

—Vamos —dijo—, tenemos que hablar.

Sakura abrió la boca para protestar pero se puso en pie. Deidara lo hizo a su vez, deteniéndole con una mano en el pecho.

—Oye, Uchiha. Ella estaba conmigo.

Bajó la mirada hacia su mano y luego, miró el cuchillo sobre la mesa.

—¿Quieres una cicatriz nueva?

Deidara retiró la mano y clavó la mirada en Sakura.

—Recuerda lo que te dije, chica. Los Uchiha no son lo que dicen ser.

Luego les dio la espalda y aunque Naruto intentó sacarle a qué se refería, Deidara continuó caminando.

Él no le dio más importancia y, bajando su mano hasta la de ella, continuó caminando hasta salir por la otra puerta.

Sakura lo detuvo al poco tiempo.

—Espera. Sasuke. No puedes tomar decisiones por las demás personas. ¿No has pensado que igual no he terminado de hablar con Deidara de algo? —cuestionó colocándose ambas manos en las caderas.

Él se llevó una mano al rostro, molesto.

—Simplemente… no sé qué diablos hice.

Hubo un momento de silencio que le incomodó todavía más. Maldiciendo todo, empezó a volverse. Ella lo atrapó de la mano.

—¡Vale, vale, espera! —demandó—. Mírame, anda. Mírame.

Él continuó sin hacerlo, con la cabeza ligeramente gacha y mirando a otro lado. Diablos, sentía que sus orejas ardían y no entendía por qué.

—Eres tan…

—Ni te atrevas a llamarme "mono" —advirtió.

—¡Ah, finalmente me miras! —exclamó echándose a reír—. ¿Ves? Como decía eres más un chico de actos que de palabras. Se te dan mejor.

Gruñó, cruzándose de brazos.

—¿Estabas celoso?

Chirrió los dientes.

—¿Por qué debería de estarlo?

—¡Oh! Quizás porque Deidara estaba cogiéndome la mano, porque esta mañana me fui con él… Y porque pese a que tienes un móvil nuevo no has sido capaz de enviarme un mensaje como ha estado haciendo él.

Clavó la mirada en sus ojos, sin comprender. Parecía más molesta por eso.

—¿Sabes que he estado mirando la pantalla durante horas desde que papá me dijo que te lo había dado? —preguntó mostrándole el móvil.

Tenía un montón de mensajes sin leer de Deidara, otros leídos de sus hermanas y alguna amiga.

—Tu nombre no aparece ahí. ¿Ves?

Se cruzó de brazos, frustrado.

—Tú también podrías haber enviado uno.

Sakura volvió a reír, esa vez, incrédula.

—¿Y pensar que estoy molestándote? —preguntó—. Porque me sentí así. Pensé que no me responderías y pensarías que era una molestia. Cuando a mí me encantaría tener un mensaje tuyo. Aunque sea para llamarme fea.

Abrió la boca, incrédulo.

—¿Y cómo se supone que yo sepa eso? —cuestionó irritado—. No tengo una lámpara maravillosa que me diga lo que la señora quiere hoy.

Ella arrugó los labios, levantando los hombros y apretando el puño derecho. Si iba a golpearle, bien, quizás se lo mereciera. Quizás fuera el único golpe que aceptaría por culpabilidad. Al fin y al cabo, cuando ellos se enterasen de qué habían hecho, estarían ya muy lejos.

Sin embargo, su voz sonó dolida.

—Yo solo esperaba que pensarás en mí. Sólo eso.

¿Pensar en ella? Joder, si era lo que más deseaba evitar. Porque cada vez que aparecía en su mente pasaban cosas muy complicadas en su cuerpo.

Las mujeres son problemáticas, Sasuke, le dijo una vez Shikamaru, ellas tienen mucha suerte de que no se les note como a nosotros que nos gusta. Porque cuando a un chico le gusta mucho a una chica, esa parte de tu anatomía que te da problemas, será a veces más feliz que tu propio corazón.

Claro que aquella fue la charla sobre sexualidad más extraña de la vida. Y todo porque un día se despertó con su amigo feliz y doliendo y no entendía qué mierdas le pasaba a su cuerpo y no se le ocurrió otra cosa que ir a buscar a Shikamaru para preguntarle qué pasaba. Shikamaru lo encontró molesto y pesado, pero intentó explicarlo como mejor pudo. Al menos, fue más imaginativo que Sai.

Lo que tienes es una erección. Punto. Se te hincha cuando tienes sueños sexuales, cuando estás sin hacer nada y al despertar. Es una putada ser hombre. Bienvenido a la adolescencia y a la necesidad de puertas cerradas y que todos nos enteremos de por qué. Ah, por cierto, cuando te pongas contento no la metas en la aspiradora o en un enchufe.

Divertido, vamos. Nunca se le había pasado la idea de la aspiradora, así que continuaba sin saber por qué diablos Sai le recomendó no hacerlo. Aunque era algo en lo que prefería no pensar.

—No tengo tiempo para pensar mucho —contestó al final—. Tu padre ya me ha dado trabajo de sobras y no he ni empezado.

—Oh, hablando de eso —dijo ella dando una palmada—. Eso significa que nos veremos mucho más que antes. ¡Trabajarás en casa!

Esa era la idea. Tenerla a ella rondando; no.

—No lo sé. —La duda siempre era lo mejor—. Por cierto. ¿De qué hablaba Deidara?

—¿Lo de acerca de vosotros? —preguntó.

Asintió.

Ella tomó aire y tras soltarlo, se sentó en uno de los bancos cercanos, bajo la sombra de un gran cerezo que todavía no perdía todas sus hojas pese a que se acercaba el otoño (1).

—Me estuvo contando cosas extrañas acerca de vosotros. Que no erais quienes decíais ser. Que ocultabais algo malo. Y que os aprovecharíais de mí y mis hermanas.

Maldijo para sus adentros. ¿Por qué diablos no le había contado ya todo el plan?

—Por supuesto, no le he creído —garantizó mirándole, confiada. Y eso dolió más que si le hubiera golpeado—. Os conozco de antes, así que no puedo simplemente creerme lo que dice. Me contó lo de sus cicatrices, eso sí. Pero fue cuando ambos erais niños y él tampoco se comportó como un santo. Y hasta ahora, la verdad, no tengo motivos para desconfiar de vosotros. Habéis ayudado a mis hermanas y eso, no lo hace cualquiera.

Claro, porque el resto del mundo no quería robar la llave como querían hacer ellos. El desinterés no existía. ¿Acaso Kakashi Hatake no les entregaba también trabajos por deberles la vida de sus hijas? Irónico e hipócrita. Igual que ellos.

—¿Ese no es Naruto? —preguntó Sakura poniéndose en pie.

Se volvió para seguir su mirada y, efectivamente, era su hermano saltando la tapia trasera del colegio para escabullirse.

El muy idiota e impaciente.

—Como Itachi le pille se le caerán los dientes —gruñó. Y capaz le reñía a él también por permitirle saltarse las clases.

—Y quiere ser profesor —recordó Sakura echándose a reír—. A este paso, será el profesor que ayude a los alumnos a fugarse. ¿Qué lo tiene tan ansioso?

—Tu hermana —soltó antes de pensar si quiera en lo que decía. Maldijo cuando ella le miró en buscas de más respuestas.

—¿Es por lo de fingir que es su novio?

Asintió, aliviado de no tener que dar explicaciones.

—Ya. Hablamos de ello esta mañana en casa. Lo que quiere hacer esa familia con mi hermana no es justo. Aunque como dijo Matsuri, espero que no cause problemas a Naruto.

—Mi hermano es licenciado en meterse solo en ellos.

Sakura asintió, conforme.

—No obstante, creo que Hinata es de las chicas por las que no te metes en líos. Me refiero a que es un mar en calma que logra tranquilizarte. A mi me gusta cuando estoy estresada sentarme a su lado o apoyar mi cabeza en su regazo. Siento que quita todos mis miedos.

La miró con ciertas dudas. Nunca había experimentado algo así. Miró hacia sus muslos, preguntándose cómo diablos sería eso. Como si le comprendiera, Sakura se los palmeó.

—¿Te gustaría probar?

Sí.

—No —gruñó desviando la mirada.

Ella se echó a reír.

—No te atrevas a decir esa palabra —advirtió.

Sakura posó sus dedos en cruz sobre sus labios.

—Ni pensarla.

—Demasiado tarde con eso —soltó echando a correr.

Sasuke no se molestó en perseguirla. Tarde o temprano, sabía que la pillaría.

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Sai dio unos pasos atrás para observar su trabajo con el ceño fruncido. Era una de las pocas veces que tenía toda la pintura a su alcance, brochas nuevas y la posibilidad de esmerarse libremente. Así pues, el resultado le gustaba bastante.

Ese toque encantador de cuento de hadas que, tras colocar unas rosas o flores que considerase adecuado Ino, quedaría perfecto. Cuando le dijo que era para Matsuri lo encontró hasta emotivo.

Aunque no podía evitar estar algo enfadado con Ino en esos momentos.

No era idiota y muchas de las "ocupaciones para despistar" ya las utilizó él mucho antes de que los demás fueran capaces de utilizarlas contra él.

—Ha quedado precioso, Sai.

Asintió lentamente mientras se cruzaba de brazos.

—¿Sigue enfadado? —preguntó levantando la mirada hacia él.

—Sí —respondió sin mentiras—. Cuando te conté eso no era para que fueras a contárselo a Izumi. Es una cosa entre ellos.

—Bueno, chico, si afecta a mi hermana me afecta a mí también —aseveró ella colocando sus manos en sus caderas—. Ya deberíais de saber que somos seis y todas estamos enlazadas. Si mientes a una, las demás te patearemos.

Sai frunció el ceño.

—Comprendo eso, pero se te olvida un detalle: Itachi no le mentía. ¿Se te ha pasado por la cabeza que mi hermano necesita tiempo para abrir su corazón? ¿Tienes idea de cuántas lágrimas le costó decírnoslo a nosotros? Izumi no es la única que sufre con esto.

Notó que Ino se avergonzaba culpablemente.

—Yo…

—Ponte en su lugar, Ino. Lo que te costó contarme cómo te sentías en referencia a tu sexualidad. ¿Crees justo que fuera Sakura quien me lo contara para que yo pudiera tergivérsalo? Podría haber pensado cosas muy feas sobre ti.

Ino agachó la cabeza, mordiéndose el labio inferior.

—Lo siento…

Sai levantó su mano para posarla en su rubia cabeza.

—¿Lo entiendes?

—Sí…

—Entonces, me vale con eso —aceptó abrazándola—. Sé que cuando nuestros hermanos están en peligro de ser dañados actuamos como idiotas. Lo sé mejor que nadie.

Era un sádico con ciertas cosas, debía de reconocerlo, pero nunca haría realmente daño a uno de ellos y mataría al que osara hacerlo.

—¿Ha quedado como querías?

Ino miró el mirador y sonrió, algo más animada.

—¡Sí! Verás cuando Matsuri lo vea. ¡Va a encantarle!

—Sí, pero que hoy no se siente en él o se desmayará. ¿Vale?

Ino se llevó una mano a la frente en un signo militar.

—¡Recibido, señor!

—Oh, quédate un momento así —demandó. Dio un paso atrás, observándola.

—¿Por qué? —preguntó.

—Estaría bien para un cuadro.

Sus mejillas se ruborizaron y parpadeó, coqueta.

—Cierra los ojos, creo que quedará mucho mejor.

Obedeció y él disfrutó internamente de su travesura. Se acercó, sigiloso, para posar sus labios sobre los de ella. Una mueca de sonrisa se formó bajo los suyos y ella se aferró a sus hombros.

—Eres malvado.

—Pero así te gusto.

Ella se separó, confusa.

—Oye, que yo no he dicho que te quiera o me gustes.

—¿No? —preguntó divertido—. Entonces, quizás tenga que sacártelo.

Bajó sus manos por su espalda, hacia su cintura y la rebasó hasta sus nalgas, apretando ambas a la par que empujaba sus caderas contra las suyas.

—¿Sabes? Detrás del mirado hay un hueco donde nadie nos vería —le susurró.

Ella parpadeó, sorprendida. Esa vena pícara suya apareció al instante.

Fue Ino quien tomó el camino y los guio tras el mirador. Se acurrucaron en el hueco, entre los matorrales que cubrían la vista desde ambas casas. Si Itachi descubriera lo que estaba a punto de suceder, sabía qué ocurriría.

Sai simplemente no podía detenerse. Le gustaba tener a Ino entre sus manos, la suavidad de su cuerpo y la forma tan intensa que tenía de marcar lo que le gustaba y lo que quería.

Y si iba a robar y destrozarse el corazón. ¿Por qué no disfrutarlo? No quería decir que estuviera haciendo eso como un desahogo. No. Deseaba a Ino de verdad. Como nunca pasó antes con otra mujer. Como nunca pensó que sucedería.

Cuando Ino le tocaba sentía que le acariciaba el alma. Cuando le mostraba esa forma tan intensa de vivir la vida, le recordaba cómo se quedaba atrás del todo. Y cuando le besaba o tocaba era como encender el mismo infierno dentro de él.

Se sentó en el suelo, con ella sobre él. Los pequeños pantalones que usaba para trabajar cediendo. Solo tuvo que mover su mano por encima para ahuecarlos y que ella se moviera contra su mano, aceptando.

—Rápido —le susurró—. Mis hermanas son muy inoportunas.

Mordiscó sus labios y levantó sus caderas cuando tiró del cinturón de sus pantalones, abrió el botón y la cremallera y lo tomó. Su mano helada sobre el calor de su sexo lo derritió.

Siseó su nombre y ella asintió, levantándose. Sin dejar de besarse, con él aferrando la perta de los pantalones que molestaba, se sentó sobre él, recibiéndolo en lo más hondo, húmedo y caliente de su ser.

Gruñó, parpadeando ante la sorpresa.

Antes de que tuviera tiempo si quiera de detenerse, ella comenzó a moverse, con sus grandes y firmes senos aplastándose contra su pecho.

La aferró con fuerza de las caderas y ella de sus hombros.

Reprimieron los gemidos y susurros y rogaron mentalmente que nadie los escuchase.

—Sai —farfulló contra su mejilla—. Dios… Sai.

—No sé quién es mejor ahí en esa frase —susurró, besando su oreja, mordisqueando la suave piel—. Él o yo.

Ino gimió en protesta, sentándose brutalmente sobre él. Estuvo a punto de llevarlo al límite en ese momento.

—Cómo se te ocurre decir eso ahora… por dios…

Sintió sus uñas clavarse en sus omóplatos, su sexo aplastarlo en espasmos húmedos. Cerró los ojos, mordiéndose el interior del labio. Si continuaba de ese modo iba a estallar y eso, sí que no podía permitírselo.

Bajó sus manos hasta sus nalgas, acariciándolas. Buscó de nuevo sus labios y, al fin, Ino balbuceó sin sentido, aferrándose a su cuello totalmente mientras arqueaba su cuerpo.

Sai realmente tuvo que hacer hincapié en su peor recuerdo para no acompañarla, para no permitir que el cosquilleo del orgasmo ganase la batalla.

Ella quedó laxa sobre él, jadeante, con pequeñas palpitaciones que podrían resultar complicadas para él. Le acarició la espalda y suavemente, la movió hasta salir de ella.

Dios, eso fue muy duro. Porque realmente todo su cuerpo gritaba por regresar, por terminar donde deseaba y el sexo femenino era el lugar que quería.

Ino se echó el flequillo hacia atrás, mirándole. Luego entre sus piernas.

—Sai, tú no has…

Negó, tragando costosamente.

—No puedo hacerlo dentro de ti. No ahora, belleza —murmuró. Le acarició la mejilla en disculpa.

—Sai, no te preocupes. Hoy es un día seguro. Controlo mucho mi…

—No es por ti —acalló soltando entre dientes un suspiro frustrante—. Mis hermanos y yo hicimos un juramento. No es algo como una regla que puedes incumplir y en realidad no pasa nada. Juramos no ser nunca como nuestro padre —continuó al notar que ella fruncía el ceño, confusa—. Nunca dejaríamos a una mujer embarazada y, de ser así, seríamos responsable de ello. Yo no tengo cómo cuidaros a ti o un bebé. Ahora mismo no.

—Oh, cariño —musitó.

Lo besó una vez y otra, colocándose a su lado.

—Déjame entonces que te ayude con ello —se ofreció.

Sai no iba a decir que no. La vio tomarle, acariciarle desde la base a la punta, enfrascándose en la parte superior, dejando pequeños besos y mordidas en su mandíbula y cuello, hasta que llegó al orgasmo.

No apartó su mano mientras duró, acariciándole por últimas veces hasta que quedó flácido en ella. Incluso volvió a guardárselo y le dio un beso en los labios y palmadas en el pecho, como si fuera un niño pequeño de cierta forma.

—Vale. La próxima vez quiero hacerlo de otro modo y con condón —le dijo—. Lo compraré yo si hace falta —añadió—. Y en una cama, a poder ser. Porque creo que tienes el trasero magullado.

Soltó una risita y cabeceó afirmativamente.

—Creo que algo me he clavado en la nalga. Sobreviviré, eso sí.

Ino le siguió la risa. Volvió a besarle y suspiró.

—Gracias, Sai —susurró—. Eres un buen chico.

Sonrió tirante.

No. No lo era. Era un condenado cerdo.

Y lo peor de todo, es que ese recuerdo quedaría para siempre grabado en su memoria.

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Hinata cerraba la puerta del coche justo cuando otro se detuvo detrás. Reconoció a la mujer sentada en el asiento del conductor.

—¿Está todo bien, Hinata? —preguntó Temari mientras Charles la sentaba en la silla.

—Sí, tranquila. ¿Puedes ir dentro? Me gustaría hablar con ella a solas.

Temari dudó pero asintió finalmente.

Tenten bajó del coche poco después, tomando aire y llegando a su altura.

—No sé cómo disculparme contigo, Hinata —comenzó.

—En realidad, yo también tendría que disculparme —le dijo casi a su vez—. Toneri hizo de tu vida un infierno en ese momento y ahora la familia de mi madre quiere continuar con ese hilo.

—Sí…

Suspiró y extendió su brazo para invitarla a entrar.

—Gracias, me gustaría seguir al aire libre. Siento que no puedo respirar ahora mismo.

—Claro. Vamos donde la piscina. Mi hermana pequeña está arreglando el jardín y el mirador.

Pero cuando llegaron no había rastro ni de Ino ni de Sai.

—Vaya. Deben de haber terminado antes y se han marchado.

Tenten se acercó al mirador.

—Es precioso. Está haciendo un gran trabajo.

—La verdad es que sí. Ese lugar en especial es para nuestra hermana pequeña. En realidad, nuestra casa son cosas para cada una de nosotras. El jardín de Ino, la piscina de Sakura, el mirador de Matsuri, la cocina de Temari…

Tenten sonrió volviéndose hacia ella.

—Sois una familia maravillosa.

Hinata tuvo que darle la razón. Aunque reconocía que cada una tenía sus días buenos y malos. Tenten, sin embargo, se sentó en una de las tumbonas y suspiró, triste.

—¿Qué te ocurre?

—Siempre he querido tener una familia —respondió mirándola—. Neji y yo lo llevamos hablando mucho tiempo. Por horas. Puede parecer muy tosco y seco, pero no es así. Cuando se trata de nosotros se lo toma muy en serio. Es firme, fiel y sincero. Y yo fui una tonta por creerme las mentiras de Toneri y… ahora tengo mucho miedo. Tengo miedo de que me lo quiten, Hinata.

Se agachó a su lado y apretó sus manos con ternura.

—No dejaremos que eso pase. ¿Qué dice él a cuenta de esto? ¿Quiere dejarte por ellos?

—No, dice que no. No va a ceder. Pero ambas sabemos el poder que tienen los Hyûga. Mira lo que le ha pasado a Toneri —susurró algo asustada—. Porque yo no creo que fuera alguien de la cárcel que tuviera algo hacia él. Eso fue organizado por esa familia. Me da miedo de que hagan algo…

—Mi padre dice que no cree que lleguen a herir físicamente a nadie, Tenten —tranquilizó—. Aunque… parece que tienes miedo más por otra cosa.

Tenten asintió. Sus mejillas se tiñeron levemente de un color rojizo suave y llevó su mano hasta su vientre.

—Todavía no le he dicho nada —dijo—, lo averigüe ayer.

Hinata se llevó las manos a la boca, sonriendo.

—¡Eso es maravilloso, Tenten! ¡Felicidades!

La joven mujer asintió y sonrió trémulamente.

—Me da miedo de que ocasionen algún accidente en el que pierda el bebé o algo… por eso no me atrevo a decirle nada Neji.

—Creo que justamente por como está el tema deberías de decírselo. Eso le daría más fuerzas para luchar contra esto.

—¿Por qué yo no soy suficiente?

—¡Oh, no, no! —exclamó angustiada—. No quise decir eso, Tenten. Tú misma lo has dicho. Neji se toma muy enserio todo lo vuestro. La noticia del bebé sólo será un plus añadido para pelear con más fuerza. Confía más en él.

Le dio unas palmaditas en la mano. Justo en ese momento, otro coche se detuvo frente al coche familiar. Tenten se sentó más tensa. Hinata no tardó en comprender al ver al hombre que bajaba del coche.

Neji Hyûga miró hacia ellas y por un instante, su rostro tenso y frío pasó a uno más calmado, aliviado incluso. Hinata asintió cuando hizo un gesto de pregunta para entrar. Se acercó a ellas en silencio y tras inclinar la cabeza frente a ella, se arrodilló ante Tenten.

—¿Por qué te has ido sin avisar?

—Sabía que vendrías aquí y quería hablar con Hinata. Las dos veces que nos hemos encontrado no han sido buenos momentos para hablar y quería conocerla correctamente.

—Eso es cierto —reconoció inquieta.

Neji las miró a ambas suspiró, aliviado.

—Hatake me dijo que hoy se reuniría hoy conmigo.

—Sí. No debe de tardar. Ha ido con Itachi para mirar el lugar de trabajo, pero dudo que se olvide de haber quedado contigo.

Hinata no estuvo presente cuando ambos hombres hablaron. En el hospital se encontró con Shikamaru en la entrada, apoyado contra la pared y fumando. Le preguntó si podía quedarse con Temari, ya que tenía otros asuntos que atender. Ella aceptó y aunque le preguntó a Temari después si había sucedido algo entre ellos, su hermana negó estar en malos términos con el chico.

—Itachi. ¿Es?

—Oh, es nuestro vecino —contestó señalando la casa tras ella—. Y al parecer, también el novio de mi hermana mayor. Nos ayudó mucho cuando lo de Toneri —reconoció—. Y sus hermanos.

No podía menospreciar todo el esfuerzo que hicieron.

—Incluso ahora nos están ayudando.

Que Naruto aceptara fue decisivo para ello. Todavía no sabía bien cómo iba a controlar ese asunto. Le había dado las vueltas toda la noche a cuenta de ello y aunque intentó encontrar otras formas de encajar con los otros hermanos, la respuesta siempre regresaba con una imagen fundamental: el beso.

Dios. No terminaba de saber si enfadarse o no sobre ello. Naruto actuó por su cuenta y aunque fue un acto para distraerla, fue en contra de sus deseos.

Aunque lo peor de todo era que ella le estuviera dando tantas vueltas a eso. ¡Era un beso, no como que se hubiera bajado los pantalones delante de ella! Y tampoco era la primera vez que era besada por un hombre, claro.

—Si Hatake lo tiene en buena estima y le permite salir con tu hermana, es que es un buen chico.

—Sí —corroboró—. Papá siempre ve las cosas buenas de los demás y parece que ha visto mucho en ellos. Y estoy de acuerdo. Son…

—¡Hinata!

Dio un respingo al escucharle. Se volvió lentamente hacia la valla para descubrirle agitando ambos brazos.

—¡Enseguida voy!

Luego, se adentró en la casa.

—¿Y ese…? —cuestionó Tenten.

Hinata tomó aire.

—Es Naruto —respondió—. Será mi pareja en esto que haremos.

—Parece… emocionado —puntualizó Neji frunciendo el ceño.

Hinata sonrió.

—Es un chico hiperactivo, pero es de fiar.

Neji clavó la mirada en ella.

—Durante nuestro encuentro con Hiashi no dudó en besarte —rememoró.

Sintió que le subía el rubor a las mejillas.

—Sí. Es capaz de comprender cuando estoy aterrada o necesito un respiro —explicó abrazándose a sí misma—. Lo siento, no soy una persona muy fuerte.

—A mi me parece que sí —dijo Tenten levantándose—. Lo que has hecho con Toneri, la fuerza que has demostrado con eso… yo me hundí y acepté sus mentiras. Y ahora, buscas la forma que sea para luchar contra lo que quieren imponerte sin dudar, sin miedos.

—No. Tengo miedos. Muchos —reconoció—. Me da miedo que mis decisiones por protegerme afecten a mis hermanas de nuevo. Temari sigue en silla de ruedas y aunque nadie lo diga, es por mí culpa.

—Ella está teniendo grandes mejoras —informó Neji cruzándose de brazos—. Pregunté por su estado y me dijeron que tiene una evolución sorprendente. Tiene ganas de volver a caminar y le dan menos tiempo del que pensaba para recuperarse.

—Temari siempre ha sido una luchadora —halagó esperanzada por esas palabras.

—Además, dudo que tus hermanas te echen en cara estas cosas. Tú no tienes la culpa —añadió Tenten—. No son ciegas y todos hemos visto quién era el villano y ahora, quienes son. Es más, me has inspirado.

Hinata parpadeó confusa, hasta que Tenten sonrió y asintió. Neji las miró alternadamente.

—Entiendo —aceptó devolviéndole la sonrisa.

Intentó pensar en una excusa factible y Naruto apareció como caído del cielo.

—Iré a hablar con él y llamar a papá para decirle que estáis aquí.

Neji asintió y tras darle una mirada de ánimo a Tenten, se acercó hasta el joven. Naruto sonrió al instante.

—¿Visitas?

—Sí. Neji tenía que venir a hablar con papá, pero Tenten se presentó antes. Necesitaba hablar conmigo. Y creo que ha conseguido al final, alas para volar.

Miraron hacia la pareja y sonrió cuando los vio abrazarse.

—¿Ocurre algo?

—Tenten está embarazada —le dijo en voz baja—. Tenía miedo de contárselo porque no quiere que Neji se quede con ella por el bebé, sino porque la ama.

Naruto se llevó las manos a la cabeza, colocándolas tras ella.

—No parece el tipo de hombre que se eche atrás en su determinación.

Le dio la razón mentalmente.

—¿No has salido muy pronto de clases?

Naruto dio un respingo y empezó a reír nervioso.

—No hay problema. La última clase iba a ser aburrida, de todas maneras.

Hinata se cruzó de brazos y elevó el mentón.

—¿Has escuchado lo que dices? —cuestionó—. Quieres ser profesor en un futuro. ¿Verdad? ¿Qué te parecería a ti si tus alumnos dijeran lo mismo de ti?

Naruto enrojeció, bajando las manos y tartamudeando incoherencias.

—Hay una cosa que me gusta mucho siempre recordarme y creo que a ti te iría bien para ciertos casos. Como el saltarte las clases. No hagas lo que no deseas que te hagan y haz y compórtate como te gustaría que hicieran contigo.

Naruto se quedó con la boca abierta y ella pensó que había hablado de más, disculpándose.

—No, no. Sólo pensaba que definitivamente tienes madera de profesora o de madre.

Negó con las manos, nerviosa.

—No, no, no —descartó—. No es algo para lo que esté preparada todavía. Sólo quiero que seas consciente de que esto afecta tu futuro.

—Comprendo. Gracias por el consejo, Hinata —agradeció sonriente. Posó sus manos en sus hombros repentinamente, sin dejar de sonreír—. Recuerda siempre que eres increíble.

Hinata parpadeó. El rubor subió una vez más a sus mejillas, confusa por ello.

—Ah, tu padre regresa.

Se apartó de ella para mirar hacia el coche que se acercaba. Hatake bajó primero y Itachi, después. Naruto inclinó la cabeza ante ambos hombres.

—¿Todo bien? —cuestionó mirándolos alternadamente. Su padre asintió y le besó la mejilla.

—Sí, Itachi es perfecto para el trabajo tal y como creía. Mañana mismo puede comenzar a trabajar. ¿Neji ha llegado ya?

—Sí —respondió indicando a la pareja—. Hace bastante.

—Vaya, me disculparé por hacerles esperar.

Hinata asintió y le observó acercarse a ellos hasta que escuchó un sonido brusco tras ella. Al volverse, Naruto se frotaba la cabeza.

—¿¡Por qué me pegas ahora!?

—¿Te crees que soy idiota? —cuestionó Itachi—. Tenías que salir más tarde de la universidad.

Itachi rodeó el cuello del rubio y empezó a frotar su puño en su cabeza, con Naruto gesticulando de dolor. Hinata sabía que podía quitárselo de encima enseguida, pero aguantaba sus regaños de buena gana.

No pudo evitar sonreír.

Era una visión realmente dulce pese a todo.

—Naruto, Hinata, Itachi —nombró su padre acercándose a ellos seguido de la pareja—. Vamos a mi despacho. Hablaremos mejor allí.

Los tres asintieron.

Tomó aire de nuevo. Ahí iba de nuevo el cambio de su vida.

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Naruto se soltó de Itachi para subir junto a Hinata las escaleras y se apoyó contra la pared una vez entraron al despacho. No había estado ahí todavía, pero por la forma en que Itachi se acomodó, comprendió. La chimenea y la cámara fuerte. Igual que los planos.

—Siento mucho los problemas que mi familia está ocasionando —se disculpó Neji—. A ustedes también.

Naruto movió una mano, desinteresado.

—No me importa ayudar.

—Estamos juntos en esto —añadió Itachi encogiéndose de hombros.

Por supuesto, no dijo el motivo.

—De acuerdo —aceptó Kakashi. Expuso la idea frente a Neji y Tenten de forma más concisa.

Era sencillo y algo escandaloso para su corazón, que no cesaba de sentirse emocionado con ello. Especialmente, haber demostrado a sus hermanos que tenía razón y ser elegido por Hinata, era un plus.

¿Qué decía un plus? Era perfecto.

Si quería acercarse más a ella, demostrarle que era un hombre capaz, ese era el momento. Aunque continuaba riñéndole como si fuera un niño.

—Naruto. ¿Comprendes lo que acabo de decir?

Parpadeó, confuso.

—Lo siento, Hatake —se disculpó Itachi—. Mi hermano tiende a irse por sus pensamientos muy a menudo.

—Decía —repitió Kakashi amablemente—, que esto hay que hacerlo meticulosamente. Han de crecer a ciencia cierta que vosotros dos estáis juntos. Así que tendréis que actuar como una pareja normal. Os seguirán —advirtió—, mas no debéis de atacarles. Si notáis que alguien os sigue, aumentar vuestro "noviazgo". En cuanto a vosotros, Neji —dijo volviéndose hacia el matrimonio—, tienes a tu disposición mis mejores abogados a protegerte. Tengo un contacto en el hospital, así que me aseguraré de que no pierdas tu trabajo. ¿O quieres entregarte a los Hyûga?

—No —negó Neji con firmeza. Tomó la mano de su esposa—. Nunca. Me marché con la condición de ser feliz y hacerla feliz. No voy a retroceder en mi determinación.

Hatake asintió y Naruto buscó la mirada de Itachi. Se mantenía con el ceño fruncido y mirando le suelo, como si estuviera muy lejos de ese lugar.

—¿Sabemos cómo actúan ellos? —preguntó entonces, levantando la mirada hacia Hatake—. Por si mi hermano ha de estar preparado para algo.

—Por ahora, como he dicho, observarán e irán cercándolos. A ellos les quitarán sus trabajos y buscarán información sobre Naruto. Me aseguraré de que Neji no pierda su puesto, eso sí. Naruto está respaldado gracias a ser yo quien paga su beca y Tenten, al ser una enfermera, dudo que se preocupen de ella. No estoy despreciando tu trabajo —añadió—, sino que quieren separar a Neji de ti, no a la inversa.

Tenten asintió, comprendiendo.

—Igualmente, yo dejaré de trabajar pronto —indicó acariciándose el vientre.

—Vaya, enhorabuena —felicitó Kakashi poniéndose en pie. Les dio palmadas a ambos y hasta Hinata se acercó a ellos.

Itachi se acomodó a su lado.

—Más te vale no cagarla, Naruto —le susurró.

—No lo haré —aseguró mirándole—. ¿Qué te ocurre? ¿Ha ido mal?

—No —negó su hermano encogiéndose de hombros. Se frotó el pecho—. Sólo tengo un mal presentimiento.

Naruto miró incómodo la escena de compartimiento de felicitaciones. No era algo que a ellos les causara la misma emoción. Que Itachi tuviera ese mal presentimiento tampoco ayudaba.

Se fijó en Hinata, quien se volvió hacia ellos para sonreírles.

Iban a pasar mucho tiempo juntos y eso, le creaba cierto cosquilleo de anticipación.

—Más te vale no saltarte clases por ella —advirtió Itachi.

Naruto tragó.

—Sólo es necesario —murmuró.

Itachi pareció sopesarlo.

—De gravedad o una necesidad imperiosa. Naruto, tienes que aprovechar lo que los demás no pudimos. ¿De acuerdo?

Le dio una palmada en su espalda.

—¡Claro, lo haré!

Hinata se acercó a ellos e inclinó la cabeza frente a Itachi.

—Me aseguraré de no molestarlo durante sus clases. Además, yo también tengo trabajo y quiero que él siga con su vida como hasta ahora —aseguró—. Y si no, tenga buena fe de que le regañaré.

—Lo hará —afirmó Naruto chasqueando la lengua—. Hoy lo ha hecho antes que tú. Como si fuera un niño.

Hinata se ruborizó, pero Itachi, ajeno a las conversaciones entre ellos, asintió.

—Es que lo eres muchas veces.

Naruto estaba dispuesto a defenderse, pero la sonrisa de Hinata lo evitó. Se acercó a ella y tomándola de las manos, cabeceó afirmativamente.

—Te aseguro que todo irá bien. No tendrás que casarte con quien no quieras.

Hatake dio unas palmadas.

—Bien dicho, Naruto —felicitó—. Y ahora, creo que mi hija mayor seguro que ha preparado ya una merienda. ¿Qué tal si vamos a la cocina?

Todos empezaron a salir. A Naruto le gruñía el estómago de impaciencia, hasta que vio a Ino casi pasar llevándosele por delante.

—Oh, lo siento —se disculpó.

Ambos hermanos se miraron, confusos.

—¿Habrá pasado algo con Sai? —preguntó en voz baja.

Itachi frunció el ceño.

—No lo sé, pero vamos a averiguarlo. —Se volvió hacia Hatake—. Nosotros nos marchamos ya. Me gustaría prepararme para mañana.

—Claro, sin problema —aceptó Hatake confuso—. ¿Puedes decirle a Izumi que venga?

Itachi asintió y tras despedirse del resto, ambos llegaron a su hogar. Izumi justo estaba abriendo la puerta.

—¡Oh, iba a irme ya! —anunció mirándolos sonriente—. ¿Todo bien?

—Sí —respondió Itachi besándole la mejilla antes de entrar.

—Oye, chicos —dijo Izumi algo más seria—. No quiero meterme donde no me llaman, pero si fuera mi hermana me preocuparía.

—¿A qué te refieres? —cuestionó Itachi.

Izumi miró hacia arriba, pensativa.

—Bueno, es que iba a salir para tirar la basura, pero Sai entró repentinamente, tanto que tiró la bolsa y he tenido que volver a rellenarla —explicó mostrando la que mantenía entre sus manos—. Generalmente no actúa así. Además, iba murmurando algo como "no debía de hacer eso" …

Ambos se miraron. Naruto asintió y la rebasó para subir las escaleras hasta la habitación. Gaara estaba sentado en su cama, con un libro abierto. La puerta de Sai estaba cerrada.

Suspirando, la abrió sin esperar. Sai estaba bajándose una camiseta justo entonces.

—Sai —nombró.

Le vio dar un respingo y mirar hacia él con los ojos muy abiertos. Luego, suspiró aliviado, como si esperase a otra persona.

—Itachi no tardará en subir —le advirtió acercándose—. ¿Qué has hecho?

Sai clavó la mirada en sus manos y luego, cerró los ojos.

—Itachi va a golpearme —pronosticó—. Porque he hecho algo que no debía.

—¿Qué?

Sai negó con la cabeza, inquieto.

—¿Izumi?

—Estaba despidiéndose de Itachi cuando hemos entrado. Kakashi quería que fuera, así que no estará por aquí por más tiempo. ¿Ha sido con Ino?

Su hermano asintió, sentándose en la cama pesadamente. Era raro verle de esa forma.

—La hemos visto antes de venir a casa. Subía las escaleras sin mirar a los demás, como si quisiera esconderse. No sé si lloraba o no —sopesó.

—No, no estaría llorando —descartó Sai—. No la he hecho llorar exactamente.

—Entonces, qué.

Esa vez, no fue él quien preguntó. Itachi había subido tan silenciosamente como sólo él podía serlo. Apoyado en el quicio de la puerta, cruzado de brazos.

Sai no habló enseguida, parecía debatirse mucho en lo que ocurría. Hasta que suspiró.

—Me he acostado con ella. Bueno, ni siquiera eso. Lo hemos hecho detrás de…

Naruto maldijo entre dientes y tal y como suponía, Itachi se abalanzó sobre Sai, aferrándolo del cuello de la camiseta y zarandeándolo con tanta fuerza que bien podría haberle sacado el cuello de su lugar.

—¡Itachi! —exclamó intentando detenerle.

—¿Qué has hecho qué?

—No sé por qué te enfadas tanto —puntualizó Sai—, tú mismo haces esas cosas con Izumi.

Oh, mierda Sai…

El puñetazo le dio de lleno en la mejilla y debió de doler. Sai se tocó el lugar, sorprendido.

—No mezcles las cosas —advirtió Itachi señalándole—. Creo que no te he educado para que seas un degenerado.

—¿Qué pasa? —cuestionó Gaara asomándose. Naruto le miró en súplica y no tardó en llegar a ayudarle para retener a Itachi.

—Al menos dime que has usado protección, cabeza hueca.

Sai desvió la mirada. Naruto maldijo y Gaara y él empezaron a ser incapaces de retener al mayor. Itachi no era de golpearlos. De verdad que no. Pero las cosas no estaban como para estar caminando por la cuerda floja y encima, bailar como si abajo hubiera una red.

—Sai —nombró—. ¿No la has usado?

—No.

Gaara y él maldijeron a la vez. Itachi extendió las manos y si llegan a ser un poco más permisivos, estaba seguro de que lo estrangularía.

—No lo hice en ella —aseguró Sai—. Me he asegurado de que no…

—Ya. La famosa marcha atrás que a nuestro padre le fue de maravilla —soltó sarcástico Gaara.

En eso, todos estaban de acuerdo. Y por la forma en que Sai arrugó la cara, también. Se llevó una mano a la frente.

—Ino no se ha quedado embarazada —aseguró—. Y de hacerlo, me haré responsable.

—¿Y de qué puta forma? —cuestionó Itachi—. ¿Vendiendo cuadritos? ¿Acaso tienes un trabajo estable? ¡Sai, ni siquiera puedes aportar dinero a esta casa! Además, eso va en contra de lo que queremos hacer.

—La idea era robar la llave y largarnos. Si la has dejado embarazada… —musitó Gaara.

Sai volvió a negar.

—No ha pasado. Confiad en mí —demandó.

Pero supo cuando los miró que esa confianza acababa de ser rota. Sai apretó los labios y los puños. Gaara y él pudieron soltar a Itachi, quien se acercó y, esa vez, lo abrazó con brazo derecho, pegando su cabeza contra su estómago.

—Sai. Nunca, nunca me acostaría con Izumi sin tener precaución. Con ninguna mujer. Siempre la usé durante mi tiempo de… —Itachi apretó los labios, sin poder continuar—. Perdona lo que te he dicho, Sai —se disculpó—. Más vale que hables con Ino estos días y te asegures de que realmente no la has dejado embarazada.

—Igualmente —continuó Gaara cruzándose de brazos—. ¿Cómo has podido caer en eso?

—Yo lo propuse —respondió Sai soltándose del agarre de Itachi—. Lo siento, no pensaba con claridad. Pero cuando escuchamos a esa pareja hablar de tener un bebé, entré en shock. Ino no se percató, desde luego. Pero…

Se cubrió el rostro con una mano.

—No me arrepiento de haber estado con ella. Es más, no puedo dejar de pensar en querer volver a estar con ella.

—Mierda —mascullaron los tres a la vez.

—Ha sido embrujado —puntualizó Gaara—. A tope.

Itachi se frotó el rostro y empezó a caminar hacia la salida.

—¿Itachi? —cuestionó Naruto.

—No podemos hacer ya nada —reflexionó—. Ahora sólo podemos esperar a ver qué ocurre. Tendremos que aplazar el robo.

—No podemos hacer eso —objetó Sai levantándose—. Ahora más que nunca tenemos que robarla y marcharnos. Antes de que sea más tarde.

—¡Ah! Has dicho lo mismo que Itachi aquella vez —exclamó Naruto mirando a ambos.

Itachi apretó los labios antes de hablar.

—Sai. Esperaremos el resultado de lo que has hecho hoy… y reza porque sea un no.

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Shikamaru miró el barrio con cierto deje de añoranza. No recordaba que estuviera tan lejos ni que hubiera tantas pancartas de neones y rótulos que invitaban a comer. Diablos, hasta su estómago gruñó ante la idea de comerse uno de esos estofados de castaña que vendían.

El recuerdo del plato trajo consigo el de Temari. A ella le encantaban, al parecer, cosas que llevaran ese ingrediente. Y parecía tomarse muy en serio el tema de la alimentación. Porque cuando le preguntó a Gaara qué tal le había ido su reunión con ella, Gaara solo alcanzó a decir "mujer problemática de dietas".

No podía evitar sonreír cuando pensaba en ellos dos discutiendo por un ingrediente o algo saludable para Gaara. Aunque no podían negar que el apetito de su hermano mejoró bastante de que el tratamiento estaba más presente en sus vidas. Quitando el sueño que frecuentemente le hacía dormirse por los rincones de la casa, empezaba a estar más saludable.

Pero no era su hermano Gaara quien le había animado a moverse de nuevo a ese barrio. Fue la misma Temari.

Se detuvo frente a uno de los más lujosos y tiró el cigarrillo antes de entrar. Una mujer pelirroja y morena levantó una mano hacia él al reconocerle.

—En seguida sale. Espera en la parte de atrás.

Asintió y cerró la puerta para dirigirse a la parte trasera del edifico. Esperó contra los contenedores de basura y silbó mientras tanto. La puerta se abrió poco después, con un enorme hombre que caminó hacia él para estrecharlo entre sus brazos.

—Sigues igual de flaco y con esa coleta de piña, Shikamaru.

—También me alegro de verte, Choûji.

Le dio palmaditas amigables en los brazos como pudo hasta que lo dejó de nuevo en el suelo. Su sonrisa bonachona y sus ojos amables le recordaban al mismo niño que salvó una vez de unos gamberros de poca monta. No planeaba en realidad que esa amistad creciera, sólo era un pequeño buen acto de buena fe, nada más.

Y todo fue bien hasta que Choûji se casó.

—Veo que Karui sigue sin poder verme.

—No se lo tengas en cuenta, anda —pidió Choûji sacando una bolsa de patatillas del bolsillo que le ofreció—. Tiene la loca idea de que siempre que vienes a verme es para meterme en líos. Cuando en realidad, eres tú quien me salvas el trasero siempre.

—Sólo te ayudo en lo que puedo. Aunque esta vez, sí vengo en busca de un favor.

Choûji se rascó la nuca, frunciendo el ceño.

—Sabes que ella no me deja meter a nadie que no tenga estudios, Shikamaru. Ya le dije que eso era una idiotez y que eras de fiar, pero ella manda.

—No busco trabajo —descartó—. Busco información de un local que vendan y esté bien colocado fuera de esta zona. Más cerca de mi casa. En esa calle no hay ninguno por los problemas de aparcamiento, pero si tiene terreno, se podría construir.

Choûji le observó por un momento antes de echarse a reír y darle palmadas que estuvieron a punto de tirarlo al suelo.

—¿Es que te has vuelto multimillonario de repente?

—No es para mí. Sigo siendo la misma cucaracha de siempre —reconoció frotándose el mentón—. Es para… una amiga.

Choûji guardó silencio por un momento. Se comió el paquete de patatillas y lo dobló cuidadosamente.

—Una mujer. Interesante. Shikamaru Uchiha doblegado por una mujer. Esto es nuevo, amigo mío —reconoció. Hasta a él le resultaba una novedad—. Nunca moverías tu trasero hasta aquí si no fuera una mujer impresionante y capaz de moverte los tornillos. Te ha engrasado la máquina, ¿eh?

Gruñó ante esa idea.

—No, no me he acostado con ella —aclaró—. Como dije, es una amiga. Quiere abrir un local. Es muy buena cocinera.

—Y. ¿Tiene dinero para invertir o es una ratita como tú?

—Tiene dinero. Y mucho —aseguró.

Choûji le dio una palmada.

—Entonces, le encuentro uno bueno y fiable. Con terreno. Deja que indague un poco entre mis contactos y ya te digo algo. ¿Vale?

—Gracias, Choûji.

El hombre se echó a reír.

—No tienes que dármelas. No es normal ver al gran Shikamaru Uchiha enamorado.

—¡No estoy…!

—Lo estás, chico —aseguró Choûji—. Te digo que tú nunca te mueves por otra persona si no es de tu interés. Tus hermanos, amigos o… una mujer.

Shikamaru levantó una mano como despedida.

—¡Estás hasta arriba, Shikamaru! —gritó Choûji mientras se alejaba.

Él se repitió diversas veces que no en su cabeza.

Eso no podía pasar. Iría contra las reglas. Contra lo moral y delicado de su corazón.

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Sakura dejó la mochila en la puerta de su habitación para maldecir al verla rebuscar entre sus cosas.

—¿Qué estás haciendo? —preguntó.

Ino se llevó las manos a los labios e hizo gestos para que cerrase la puerta. Lo hizo, intrigada.

—No me digas que estás planeando escaparte una vez más.

—No, nada de eso. Es que necesito tus pinzas.

—¿Mis pinzas? ¿Las de quitar el vello?

—No, las que usas cuando tenemos clavadas cosas.

—Ah. Esas. —Caminó hasta el pequeño botiquín en su cuarto de baño y regresó con ellas, ofreciéndoselas—. ¿Qué te ha pasado?

—Me he clavado un trozo de ramita seca. Es pequeña, no grande, pero no logro cogerla con la uña.

Sakura bufó.

—Te he dicho mil veces que no uses tus uñas para sacar objetos extraños de tu piel. Podría infectarse.

—No me des una charla sobre eso y mira a ver si tú puedes —protestó Ino entregándole las pinzas y sentándose a los pies de la cama.

Sakura las tomó y tras sacudir la cabeza, se agachó en busca del trocito de rama.

—No puedo imaginarme qué estarías haciendo para clavártela. Te he dicho muchas veces que no trabajes con pantalones cortos, pero es como hablarle a la pared. Siempre me…

—Sexo.

Se detuvo cerrando la boca de golpe. Levantó la mirada hacia ella, pero Ino mantenía el rostro, colorada, hacia otro lado.

—¿¡Qué has dicho!? —gritó. Ino le cubrió la boca, alterada. Ambas, con la respiración agitada, esperaron ver aparecer a una de sus hermanas. Cuando ninguna llegó, Sakura se quitó su mano, irritada—. ¿Con quién? ¿Cuándo? ¡Habla, desgraciada!

Ino se echó a reír.

—Ahora sé qué se siente cuando yo me pongo de esa forma con vosotras —reconoció. Se mordisqueó el labio inferior y subió a la cama para sentarse mejor—. Con Sai —respondió—. Y antes de que pongas al cielo en el grito, te recuerdo que ya avisé de que estábamos saliendo.

—Sí, lo sé, pero… pensé que era una broma de las tuyas —reconoció. Aunque no había prestado mucha atención a la charla matutina, debía de reconocer. Deidara no terminaba de enviarle mensajes y ella no cesaba de esperar a que Sasuke le enviara uno—. Así que es verdad…

—Sí —confirmó Ino—. Le conté como soy sexualmente. Activa y esas cosas. Y lo aceptó. Esta mañana hice algo malo, la verdad —confesó—. Le dije algo a Izumi que, en realidad, era cosa de Itachi contarle. Espero no haber afectado a su relación con ello…

—¿Qué fue?

—Itachi trabajó como prostituto cuando era más joven —respondió Ino apretándose las manos—. Pensé que Izumi debía de saberlo y…

—Y te adelantaste a los hechos, como siempre.

—Sí.

—¡Ino, eres…!

—Ya, ya. Sai también me ha regañado y me ha explicado mis errores —recalcó—. El caso es que una cosa llevó a la otra y al final terminamos haciéndolo detrás del mirador.

—Espera. Espera. ¿A pelo? —preguntó.

—Sí —respondió Ino sacudiéndose el cabello—. Y te aseguro que mi chico está bien dotado. No me faltó de nada. Incluso llegué al orgasmo más rápido que nunca y de los mejores. Porque…

—INO.

La tomó de las manos.

—¿Eres idiota? —cuestionó sin tapujos—. ¡Podrías quedarte embarazada!

—No, no, no —descartó tranquilamente ella—. Es un día seguro.

Sakura se cruzó de brazos.

—Si yo te dijera el nombre de los hijos que llegaron por esos días seguros…

Ino infló los mofletes.

—¡Además…! Él no lo hizo en mí. Ya sabes… dijo que nunca podría hacerlo de esa forma. Sin ser capaz de responder por ello. La verdad, tiene la cabeza muy amueblada.

Sakura deseó golpearle la cabeza contra la pared.

—¿Y qué hay del presemen? —cuestionó. Ino abrió la boca.

—¡Se supone que eso no te deja embarazada!

—No y sí.

—¿Cómo que no y sí? —tartamudeó Ino aferrándola de los hombros—. ¡Sakura! Cuando estudiamos esa parte de la medicina…

—Se te olvida el detalle de que si ha tenido contacto con esperma dejado atrás por una anterior eyaculación podría…

—¡No! —negó—. Ese chico puede ser un despistado, pero es aseado y dudo que…

—Bueno, tú no puedes saber del todo cómo lleva su intimidad Sai justo antes de pasara eso. Sé que los resultados no son muy altos, pero hay una posibilidad de…

—Sakura, por favor —rogó aterrada—. Deja de ser tan doctora y sé más mi hermana ahora mismo.

—¡Soy tu hermana siempre! —protestó—. ¡Hasta cuando te regaño y te retiro de meterte en estos líos! Justo cuando te quito la mirada de encima…

Ino se aferró a sus brazos. Temblaba y el llanto empezaba a crearse sus ojos.

—¿Qué hacemos?

—Iremos a por la pastilla por si acaso —decidió—. Y será la última vez que te voy a ayudar.

—Creo que eso es demasiado… —murmuró Ino preocupada—. De verdad, no siento que…

—Ino —aseveró—. ¿Realmente quieres arriesgarte? Tú estás estudiando todavía. No podrías seguir con el jardín. ¿Y Sai? Él no tiene recursos para mantenerte. Es un niño en pañales todavía. ¿Realmente quieres arriesgarte?

—No…

Sakura tomó aire y se puso en pie.

—Vamos, iremos juntas. Creo que todas están en la cocina todavía. Saldremos por tu habitación.

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Ino no podía creerse que algo tan maravilloso terminara de esa forma. Jamás le había dado tanta importancia a ello. Más bien, estaba brillando de emoción por haber estado con Sai y su responsabilidad y ahora, Sakura había destruido todo su pilar de felicidad.

Estaba escapándose de nuevo por su ventana y no sentía la misma emoción que la primera vez. Le gustaría ir en busca de Sai, acurrucarse en sus brazos. Y sin embargo, no podía hacerlo.

Sakura la llevó directamente hasta su coche y ambas subieron como si fueran a un velatorio.

Por si pensaban que habían pasado toda la línea peligrosa, se encontraron con Itachi Uchiha empujando su moto en medio de la carretera, obligándolas a detenerse.

—¿Dónde vais a estas horas? —preguntó—. ¿Otra escapada?

Sakura chasqueó la lengua.

—Sólo a la farmacia.

Itachi tensó el gesto y clavó la mirada en ella.

Lo sabía. Ese hombre lo sabía. ¿Sai se lo habría contado? No podía conocer hasta qué limites llegaba la confianza entre ellos, pero no parecía escapársele nada a Itachi Uchiha.

—Iré con vosotras.

Sakura apretó las manos en el volante.

—No creo que…

—Sakura —interrumpió poniendo una mano en el hombro de su hermana—. Él lo sabe. No sé cómo, pero lo sabe.

Sakura se lamió los labios en disculpa y asintió.

—Entonces, no hay más remedio.

Itachi subió tras ella, cruzándose de brazos y en un silencio que la asustaba más que ayudaba.

—Lo siento —se disculpó.

—¿Por qué? —cuestionó Itachi—. Mi hermano fue educado para asegurarse de que no metería la pata de esta forma. Es él quien me ha defraudado.

—Oye, las mujeres tenemos parte de la culpa en esto —intervino Sakura mirándole por el espejo—. Dos no tienen relaciones si uno no quiere. Si no hablamos de una violación, claro.

—¿Te violó? —preguntó Itachi mirándola directamente.

—¡No! —aseguró volviéndose hacia él—. Sai y yo estamos juntos. Y me gusta muchísimo. Soy una mujer muy activa sexualmente y ya expuse que eso formaba parte de nuestra relación. Él lo aceptó y yo lo seduje. Incluso fui la que quiso continuar, aunque él se negó cuando no tenía protección. Él salió sin preocuparse de su propio placer. Fue muy valiente en esa parte. Me explicó los motivos y comprendí que era muy serio en eso.

Aunque por regla general nunca expondría su relación de esa forma, sentía que esa vez era necesario. Sai no era un mal hombre. No podía serlo. Hacerle cargar con todo el peso era injusto.

—Y yo creo firmemente que no estoy embarazada. Pero Sakura es…

—Ya —exclamó ella frunciendo el ceño—. Soy demasiado obstinada con los porcentajes altos y las posibilidades de una afirmación.

—Es responsable —puntualizó Itachi echándose hacia delante—. ¿Habéis hablado con Izumi sobre esto?

—¡No, nos mataría! —exclamarían ambas a la vez.

—Y podría ocasionar problemas con vosotros dos —añadió Ino apretándose las manos—. Lo siento por lo de antes, Itachi. De verdad…

—Eso no importa —descartó—. Chicas, estoy con vuestra hermana. ¿Sabéis la cantidad de veces que podríamos haber estado juntos? —cuestionó—. No se me ocurriría nunca dejarme llevar, ni la punta si quiera. Eso complicaría la vida a vuestra hermana y a mí. Sai debería de saberlo.

Ino se miró las manos sin saber qué decir.

—Hemos llegado —anunció Sakura deteniendo el coche frente a la farmacia—. Iré…

—Iré yo —intervino Itachi—. Vamos.

Le dio un suave apretón en el hombro y ella bajó. Miró a Sakura una vez más, quien asintió y ambos cruzaron la puerta de la farmacia. Entonces, fue el momento en que se desconectó.

No estaba segura de qué pidió o qué dijo, pero sí de la forma en que la mujer los miró.

—Generalmente se pide una receta, pero en esta farmacia todavía la vendemos sin ella. Habéis tenido suerte.

Expuso la caja frente a ellos y esperó.

—¿Estáis seguros de querer hacer esto?

—Sí. —Fue Itachi quien contestó. Incluso quien cogió la caja.

La farmacéutica encogió los hombros para finalizar. Luego la miró a ella.

—Es tu cuerpo y tu decisión, chica —le dijo—. La que ha tomado las riendas de su sexualidad eres tú y la única que puede decidir en tu útero.

Ino levantó la mirada. Recordó a Sai, sus palaras. El placer que ambos se habían otorgado y las miradas y besos que compartieron.

Dejó el dinero sobre el mostrador.

—Eso puede estar segura.

Luego, tras quitarle la caja de las manos a Itachi, salió.

—¿Qué tal ha ido? —preguntó Sakura mientras subían al coche.

Ino se apartó el cabello de la cara y miró la caja. Luego a ellos.

—Odio que la gente se meta en mi vida privada. Que me corte el rollo o que decida por mí. —Miró fijamente a Itachi—. Mira, sé que eres un hermano preocupado, pero Sai no es un niño y si tú no valoras el esfuerzo que hace, yo sí. Porque se me ha roto el alma al verle preocuparse de esa forma que tú consideras tan irresponsables. No puedes saber qué ocurre entre nosotros igual que yo no lo sé contigo e Izumi. Pero una cosa es ayudarnos por estar preocupados y otra cosa es que impongas tus creencias y mentalidades en nosotros. Así que, por favor, hazte a un lado en la toma de nuestras decisiones. Una pareja es una pareja, no un globo con añadidos.

—¡Ino! —exclamó Sakura sorprendida.

Itachi, sin embargo, movió una mano hacia ella.

—Tienes razón. Pero considerando que has hecho esto a espaldas de Sai, tus palabras dejan de tener tanto valor para mí. Y por favor, meteros en la cabeza que haré lo que sea necesario por mis hermanos. Lo que sea.

Le dedicó una mirada significativa y Ino comprendió que no rechazaba su pasado. No lo promocionaba como una corona, pero existía y era consciente de él.

—¿Y por Izumi? —cuestionó Sakura repentinamente.

Itachi desvió la mirada a ella por el retrovisor.

—Y por Izumi.

Ino se acomodó para ponerse el cinturón. Miró la caja de nuevo y pensó nuevamente en Sai. Seguramente, Itachi se lo cuente antes de que ella tenga oportunidad de hacerlo.

Dios, cómo odiaba eso.

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Kakashi tomó aire antes de quitarse la camisa y tirarla sobre la silla. Suspiró aliviado cuando sintió el aire fresco contra su piel desnuda y gruñó de placer cuando sintió sus manos en su piel.

—Rin…

—No pareces satisfecho con tu día. ¿Es porque Ino ha decidido no bajar a cenar?

—No, aunque sí que la siento extraña. Han pasado muchas cosas —reconoció preocupado—. Sakura tampoco parecía estar en su mejor forma cuando bajó antes y apenas comió. Izumi también ha notado eso, así que estará preocupada. Aunque igualmente estaba algo ausente.

—Sí, bueno. Creo que el que más preocupado estaba hoy eras tú. Te has enterado que dos de tus chicas salen con dos chicos de los vecinos.

—Sí —reconoció tocándose el mentón—. Y eso me recuerda que, aunque la mirada de Itachi era claramente de interés y emoción, no mostró la ilusión que esperaba de él cuando le mostré su nuevo lugar de trabajo. Mañana mismo empezará, así que tendré que salir pronto para presentarle a sus empleados y organizar el sistema. Sasuke ya sabe todo, claro, así que organizará mi agenda —explicó frotándose la cabeza y mirándola—. Sé que tenemos nuestra luna de miel pendiente, cariño.

Rin sacudió la cabeza.

—Ya te dije que eso puede esperar. No tendrías cabeza para estar fuera de este lugar si nos fuéramos. Estoy segura —dijo antes de besarle—. Por cierto. Pregunté a Shikamaru lo que me pediste y he decirte que no ha sido un acto amable.

—¿La gran periodista tiene miedo?

Rin le dio una palmada en el estómago como represalia.

—No tiene estudios más que los simples. ¿Qué idea tienes con él?

—La verdad, no lo sé —reconoció—. Así como a los otros chicos el talento les sale de forma natural, a Shikamaru no. Es cierto que noto que es un chico inteligente, pero me falta algo…

—¿Y si hablas con Temari sobre esto? —propuso Rin—. Creo que ambos están llevándose muy bien y puede que ella tenga alguna idea que te esclarezca el camino.

Kakashi entrecerró los ojos.

—¿Por qué tengo la sensación de que sabes algo que yo no?

Rin levantó las manos en son de paz.

—No sé nada más de lo que veo. Y esos chicos parecen estar llevándose bien. Sólo eso. Y Temari es tan observadora como tú, así que seguro que tiene más detalles de los que podrías tener tú o yo. Sólo eso.

—Lo pensaré. Quizás hable con ella mañana.

Se acercó a la cama para abrirla, bostezando. Justo cuando el timbre de la mansión resonó. Ambos se miraron, preocupados.

Avanzó hacia la puerta y detuvo a Izumi, quien se cerraba el kimono y bostezaba.

—Vuelve a la cama —ordenó—. Necesitas descansar.

—Pero…

Kakashi negó y su hija, aunque dudosa, obedeció.

Abrió la puerta para encontrarse a un Hyûga frente a él.

—Siento las horas, pero me han enviado para entregarle esto, sí o sí.

Tomó el sobre con ciertas dudas. El hombre desapareció enseguida tras hacer una reverencia.

El nombre de esa mujer aparecía impreso en el sobre.

Sonrió, satisfecho.

—Quizás la suerte nos llueva más que el cielo.

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Los pasos marcados por el tacón de sus zapatos resonaron hasta que se detuvo frente a las puertas. Sin llamar si quiera abrió las puertas y entró. Hiashi Hyûga levantó la mirada de unos informes hacia ella, palideciendo.

—Me ha dicho un pajarito que estás jugando de nuevo con mi chico, Hiashi. ¿De qué va esto?

Hiashi carraspeó antes de hablar.

—Sólo estoy organizando lo que los antiguos tratados dictaminaron. Ya hicimos la vista gorda con Hatake y nuestra heredera. No se puede hacer lo mismo con su hija.

La mujer se sentó en el escritorio y se miró las uñas.

—¿Me estás diciendo que vas a romper el pacto conmigo por unos viejos tratados que provocaron que nuestro clan estuviera a punto de irse a la ruina? Oh, espera. Yo pertenezco al viejo clan y sigo siendo tu superiora —recordó dando un golpe en el escritorio que removió los cuadros y la pantalla del ordenador—. Te dije que dejaras en paz a Hatake Kakashi. Toneri cometió el error de desobedecerme. ¿Quieres que te suceda lo mismo a ti?

Esa vez, hasta tragar parecía peligroso.

—Los tratados dicen que… si los pretendientes demuestran estar enamorados de otra persona, no tienen que…

La mujer rodó los ojos.

—Conozco los condenados tratados. Yo misma los firmé. Y también el que le da inmunidad a Hatake.

—Hinata es de nuestra sangre —objetó Hiashi poniéndose en pie—. ¡Ella debería de responder a su linaje!

La mujer se echó a reír.

—Vale. Ya que tanto quieres arrastrarte en esa mierda de camino igual que tu antecesor, yo me encargaré de vigilar a esa muchacha y su flamante amante, como dijo Toneri que era. Yo seré la que juzgue, ya que es mi deber como madrina de bodas de Hatake. Y no dejaré, te advierto, que esta vez ella muera por vuestras inmundicias.

Se puso en pie y caminó hacia la puerta.

—Daré una fiesta —anunció—. Tomaré mucho de terreno. Mi terreno. Nunca lo olvides, Hiashi Hyûga. La dueña y señora de este lugar, no es otra que Kaguya Ōtsutsuki.

Continuará…


n/a:

¿Y bien? ¿Ganaron o perdieron?

He de decir que mi momento favorito fue el del pobre Gaara pillado recién "despierto" ustedes ya me entienden xD.

Siento que este capi haya sido lento, pero era necesario para ciertos sucesos futuros. ¡Oh! Y como os dije: ¡regaños a Ino! xD

Ya me cuentan cositas :D