El seto crecía rectamente alrededor del jardín, conectando con la pequeña cerca de madera frente a la banqueta. A pesar de ser idéntica a todas las casas de la cuadra, resultaba inevitable no sentir que existía algo especial en sus ventanas cuadradas y fachada color arena.
Si no era así, quizás se debía a las bonitas cortinas color celeste o al jardín solo adornado por algunas flores, a diferencia de los arreglos de jardín y las parrillas en el resto de las casas del suburbio.
A Hermione nunca le había molestado la simplicidad de su vida hogareña. De hecho, muy pocas veces prestó atención a ello.
La mayor parte de su infancia se basó en acudir a la escuela y luego, al consultorio de sus padres a solo diez kilómetros del colegio. Allí pasaría el resto de la tarde, sumida en los libros escolares o algunos ejemplares de la biblioteca de su padre, meciendo las piernas sobre la alta silla giratoria de la oficina mientras ellos atendían a sus respectivos pacientes.
Para cualquier niño eso habría significado un aburrimiento atroz. Para Hermione fue ideal.
La ponían nerviosa los gritos, risas y llantos, mismos de los que no podía deshacerse en ningún lado. En el colegio la mayoría correría hasta quedarse sin aliento, jugando y riendo. A veces, ella también lo hacía, pero luego comenzaba a fastidiarse y volvía a descansar bajo la sombra de cualquier árbol con un libro en su regazo.
En el consultorio era peor, los llantos eran terribles y aunque sabía que sus padres no lastimaban a nadie, escuchar niños llorando ante el miedo de visitar al dentista era inquietante. Por ello, llegar a casa era todo un regalo.
Allí se hundiría en el enorme sofá de su padre, o correría hacia el patio para tirarse en el césped y leer hasta la cena. No habría niños molestándola constantemente por su falta de interés en juegos "divertidos" ni accidentes que no quería causar cuando alguien la hacía enfadar.
Demasiadas veces tuvo que fingir que no existía una conexión entre la caída de alguno de los niños especialmente molestos y lo que ella sentía en su interior al mirarlos, que luego terminaba materializándose como una caída o cosas menos graves, pero que la asustaban al creer que era la causante.
Con el tiempo todo quedó atrás, o lo hizo hasta que la carta con su nombre apareció en el buzón. En retrospectiva todo cobró sentido y las peculiaridades y recuerdos de su infancia fueron disolviéndose como solo eso, sus primeras muestras de magia accidental.
Con Hogwarts, todo pareció parte de un antes y un después.
Su casa seguía pareciendo cálida y reconfortante cada verano, pero nunca lo suficiente si sus amigos y la magia estaba lejos, en lo que parecía una realidad completamente diferente.
Unir los dos fragmentos fue... Extraño. Tanto para ella, como para sus padres, sin otra opción que ir a "su mundo" cada que necesitaba comprar nuevos útiles escolares o abordar el expreso.
Cuando tuvo la mayoría de edad, todos estuvieron secretamente aliviados de que la única unión entre ellos y el mundo mágico fuera su hija. Hermione estaba segura de que preferían oír sus historias sobre lo maravilloso que era, antes de enfrentarse a la realidad de que una guerra estaba materializándose. Fue duro discutir con ellos el asunto, sobre todo porque estaba tercamente empeñada en permanecer al lado de Harry hasta el final.
Luego de la guerra, de buscarlos y devolverles la conciencia de todo lo sucedido, ellos no estaban nada felices, pero incluso cuando el único culpable del abandono de su hija tenía un rostro y nombre, ninguno discutió cuando ella los puso al tanto de que nunca se alejaría de él.
Con el tiempo, con Ron y ella saliendo todo comenzó a volver a la normalidad, incluidos los comentarios de su madre de lo poco razonable que le parecía que saliera con él y no con el tan mencionado "Harry Potter".
Por supuesto que jamás hablaría de la preferencia que sus padres tenían con el chico que ahora le sujetaba la mano. Era mejor si pensaba que lo odiarían por un rato más, así no sería la única aterrada ante lo que sucedería.
—Esto me recuerda un poco a Privet Drive— mencionó Harry, mientras cruzaban la calle hacia la casa de sus padres.
—¿De... De verdad?— musitó ella, repentinamente aterrada por traerle tan malos recuerdos.
Él negó suavemente con la cabeza, echando una mirada cargada de curiosidad hacia su hogar. Las cortinas estaban corridas y los últimos rayos de sol bañaban la fachada. Después de más de una década de amistad, era la primera vez que Harry conocería su hogar.
—Es solo por el resto de casas— admitió él, tomando una bocanada de aire cuando Hermione abrió la pequeña cerca, tirando de él hacia el jardín—. Pero esto se ve verdaderamente hogareño.
—Eso facilita las cosas, ¿Verdad? Solo... recuerda lo que dijimos.
—Sí, estamos perdidamente enamorados.
Ambos se sonrieron con nerviosismo, y en mutuo acuerdo soltaron sus manos cuando Hermione tocó la puerta principal. Desde allí podía verse la ventana de la sala, iluminada por las luces del televisor.
Segundos después los pasos acercándose hacia la puerta les hicieron saber que el momento de prueba para convencer a sus padres había comenzado.
En el momento en que el rostro de su madre apareció por la puerta, quedó claro que sería una tarea sumamente difícil. La forma en que su expresión se transformó de la alegría a la impresión al encontrarse con Harry fue arrebatadora.
—Jean...—jadeó, parpadeando para deshacer su expresión— ¡Te hemos extrañado tanto!
Hermione dejó que la abrazara cariñosamente, sintiendo en el gesto toda la emoción contenida en sus brazos por el tiempo separadas.
—Mamá, él es...
Antes de que pudiera terminar, Harry dio un paso al frente y extendió la mano educadamente.
—Soy Harry Potter, un gusto, señora Granger.
—Sé quién eres— afirmó ella, sonriendo y aceptando su mano—. Me parece que nos conocimos en el segundo año de mi hija.
A Hermione le sorprendió que su madre recordara este detalle, pero decidió pasarlo por alto. Siempre había sido una mujer astuta y perspicaz de la que podría esperar cualquier cosa.
—Pasen, tenemos toda la cena para ponernos al día.
Harry exhaló hondo cuando Hermione y él siguieron a la señora Granger al interior de la casa, donde desde uno de los sofás en la sala saltó hacia el suelo una mata esponjosa de pelo, trotando curiosamente hacia la puerta. Debido a lo cortas que eran sus piernas, mirarlo trotar era adorable.
—¡Crookshanks!— chilló Hermione, hincándose en el suelo para recibir a su anaranjado gato que, aunque aparentemente molesto con el abandono, no dudó en enroscarse en su regazo y recibir su respectivo saludo y disculpa.
Al levantarse con él en brazos comprobó lo pesado que era ahora, contrario a lo mucho que se esperaba en mantenerlo en un dieta balanceada. Y no es que esperase otra cosa pasando tanto tiempo viviendo con sus padres.
—¿Qué es lo que le has dado de comer, mamá?— preguntó quejumbrosamente.
—Solo un poco de comida extra, nada más— respondió la mujer, guiñandole un ojo al muchacho a su lado, que atinó a sonreír.
Crookshanks bufó con desdén, como si escucharlas lo ofendiera, hasta que su atención fue absorbida por la mano de Harry, acariciando rítmicamente su cabeza. Igual que en Hogwarts, su ronroneo satisfecho no tardó en aparecer, señal de lo mucho que apreciaba su presencia.
—Vaya, parece que al pequeño quisquilloso le gusta— bromeó la señora Granger, guiándolos hasta el corredor que dividía la sala del resto de la casa.
—Crookshanks adora a Harry— aseguró Hermione.
—Igual que a tu padre, ¡Cariño! Nuestra hija está aquí.
Desde la cocina no tardó en emerger el cuerpo de John Granger, con una frenela en las manos y una deslumbrante sonrisa que se desvaneció lentamente.
—¡Papá!— exclamó Hermione. Se dió la vuelta y le entregó a Crookshanks a Harry antes de atravesar la distancia en tres pasos para poder abrazarlo y hundirse en su amplio pecho.
—Llevamos tanto tiempo sin verte— susurró él besando su frente—. Creíamos que volverías a encontrar un "importante" pretexto para no venir. ¿Qué te ha mantenido tan ocupada?
Ella se separó, riéndose nerviosamente al recordar a Harry a sus espaldas, observando toda la escena. No debía desviarse de los propósito de sus planes y eso incluía no dejarlo solo en ningún momento, si querían crear la ilusión de una pareja unida.
—Papá, él es... mi... Es Harry Potter.
Como si escuchar su nombre lo hiciera reaccionar, Harry se agachó y dejó al gato en el suelo para poder avanzar mecánicamente. Por un segundo, volvió a ser el adolescente duditativo de antes, en lugar del brillante auror del Ministerio.
Al encontrarse frente a frente, ambos hombres estrecharon sus manos con diferentes grados de fuerza, con Hermione en medio de los dos, ideando que se suponía que debía hacer a continuación. Consideró que, decírselos en ese instante no sería oportuno ni bien recibido por nadie.
Con suerte, cenar juntos aligeraría toda la extraña tensión presente en toda la casa.
—Es un placer, señor Granger.
—Les he dicho que ya nos conocíamos, ¿No es así, John?— inquirió su madre palmeándole el hombro a su padre al entrar a la cocina.
Él asintió con lentitud, sin soltar la mano del muchacho hasta que la castaña tiró de Harry hacia ella, para salvarlo del incómodo momento. Gesto que por supuesto, no pasó desapercibido por su padre.
Sin separarse hasta que llegaron a la cocina, ambos jóvenes lavaron sus manos en silencio, hombro con hombro, evitando hablar, sintiendo la mirada del señor Granger sobre sus espaldas todo el rato.
Decidida a no darle oportunidad a su padre para asediar a su mejor amigo, arrebatándole la poca concentración que le quedaba, Hermione terminó llevándoselo al comedor, a unos cuantos metros de la cocina, solo para asegurarse que se sentaría a su lado, donde juntos podrían auxiliar al otro en caso de ser necesario.
Toda la cena ya estaba servida encima de la mesa, humeante y recién hecha, de modo que no pudieron hacer más para aligerar el tenso ambiente más que sonreírse entre sí.
La señora Granger se dirigió pronto hacia ellos con una jarra en sus manos y un plato para Harry, precedida de su esposo, todavía con gesto analítico. Mientras todos comenzaban a comer, intentando comprender que hacía que las cosas se sintieran tan fuera de lugar, la mente de Hermione no se detuvo un solo segundo.
Si algo aprendió saliendo con Ron, debía ponerlo en práctica ahora para hacer que Harry fuese aprobado a toda costa. Después de todo, él se convertiría en su esposo ante los ojos de todo el mundo, incluida su familia.
Una peculiar sensación de protección se apoderó de ella al comprender lo desesperada que estaba porque sus padres vieran a Harry de la forma que ella lo hacía.
Incluso Crookshanks, tan inteligente como siempre, que ya merodeaba entre sus piernas, debió presentir lo incómodo que sería lo que avecinaba, al escapar hábilmente de la cocina a la primera oportunidad.
—Parece increíble el tiempo que ha pasado desde que te vimos por última vez, por ese entonces ambos eran unos niños, ¡Tan pequeños!— exclamó su madre, comenzando una charla necesaria para todos, en un claro esfuerzo por romper el silencio—. Y ahora mi Jean es toda una mujer y tú, Harry, te convertiste en un joven muy apuesto.
Sin dejar al muchacho responder a los halagos, el señor Granger decidió hablar, presuroso por interpretar su duro papel como jefe de familia.
—¿Trabajan juntos?— interrogó, empleando la voz más rigurosa que Hermione recordara. Por suerte, eso no amedrentó a su mejor amigo.
—Básicamente sí, señor. Pero en dos departamentos diferentes.
—Harry es auror— comentó Hermione casualmente, mientras su amigo se ocupaba de la comida en su plato para ganar tiempo. No hacía falta mucha astucia para darse cuenta lo nervioso que estaba.
Uno de los mejores aurores del Ministerio, nervioso ante su padre. Aunque el pensamiento le provocó la suficiente gracia, no era el momento ideal para reír, sino de intervenir y conducir el sentido de la conversación en la dirección que necesitaban.
Tanto ella, como su madre, permanecieron en silencio, mirando a ambos hombres con la atención solo puesta en el otro y entonces, Hermione entendió lo que haría a continuación. Lo había visto haciéndolo antes, con Ron, y nada bueno ocurrió.
Su padre estaba a punto de comenzar con su típico interrogatorio. En su momento, Ron no salió bien librado de él por razones que Hermione ahora podía catalogar claras señales de que su relación no iba hacia ningún lado, pero que en el pasado la hicieron enfadarse con su padre por "asediar" a su entonces novio.
Deseaba creer que era más madura ahora y que la desesperación por mostrarles lo diferente que era Harry se debía a miedos arraigados por lo mal que resultó presentarles a Ron. Por eso no volvió a hacerlo posterior a eso, ni a mencionar las fugaces citas que tuvo después de la roptura de su primera relación.
En retrospectiva fue ingenuo pensar que Ron encajaría con su vida, por mucho que ella se esforzó en hacerlo en la suya. Aquella terrible cena siempre estuvo destinada al fracaso, demostrando que su relación no era del todo buena.
No desde el momento que Ron mostró un desinterés total en el mundo muggle y la mayor parte de cosas que Hermione adoraba, exhibiendo todos aquellos pequeños detalles que los hacían completa y totalmente opuestos.
—¿Auror?— repitió el señor Granger, insatisfecho con la respuesta, devolviendo a su hija al presente, lejos de sus cavilaciones pasadas.
—Trabajo en el Ministerio también, en el Departamento de Seguridad Mágica, en uno de los primeros escuadrones de aurores que son... — hubo una pausa, en la que Harry se aclaró la garganta, llenándose de convicción— Somos algo así como policías, señor.
El hombre asintió lentamente, pero Hermione sabía, tan bien como lo conocía, los puntos extras que el esfuerzo de la explicación de su amigo valían, aunque la implicación de peligro... Restaba algunos.
—Tengo entendido que conoces... que creciste sin magia, ¿No es así?
Harry asintió inmediatamente.
—Sí, crecí con mis tíos y mi primo. Tengo mucha influencia de los dos mundos y ningún inconveniente en pertenecer a los dos, de cierta forma.
—Es por eso que nadie entiende nuestras referencias muggles— secundó Hermione en su auxilio— . Tanto Harry como yo adoramos el mundo mágico, pero hay cosas que solo se encuentran aquí. Intentamos ir al cine dos veces por mes si el trabajo no está consumiendonos.
—Como la tecnología y el mérito de hacer algo uno mismo sin la varita — apuntó Harry sonriendo cortésmente—. Quizás por eso nuestros amigos no entiendan nuestro afán por mantener nuestros pasatiempos cada que podemos.
—Aunque a veces olvides las recompensas de hacer todo por uno mismo— musitó la chica, acusadoramente.
—Sé que siempre estarás ahí para recordarmelo— dijo él, sonriente, volviéndose hacia sus padres mirando el intercambio entre ambos con atención—. Su hija ha sido como la voz de la conciencia para la mayoría de las personas que la rodean. Y, si debo admitirlo, es la persona de nuestra edad más sensata que conozco.
—Has madurado también— reconoció la chica, colocando su mano sobre su antebrazo—, Y estoy orgullosa de las personas en que nos convertimos.
Harry le devolvió la mirada, bastando solo eso para hacerle ver que ninguno de los dos estaba mintiendo.
—Eso es tan dulce— suspiró la señora Granger, apretando inconscientemente su servilleta contra su pecho. Haciéndolos volver la atención hacia sus iniciales intenciones.
Hermione se sentía más ligera y positiva, considerando que, si tan solo seguían así, probablemente todo iría bien para el final de la noche, solo esperaba que la sagacidad con que su padre preguntase no se dirigiera a sendas peligrosas.
—¿Y qué es lo que más te gusta de este mundo además de ir al cine con mi hija? Tal vez algún hobbie, ¿Arte? ¿Música?¿Deportes? ¿Rugby? ¿Fútbol?
Oh, él realmente estaba haciéndolo. Esa era la adorada y ridícula pregunta final que Hermione consideraba una tontería. Por suerte, Harry no lucía intimidado, ni siquiera nervioso al responder.
Tal vez, como él a ella, su pequeño intercambio los llenó de una confianza absolutamente necesaria.
—Nunca pude practicar ninguno además del fútbol en el colegio, señor. Pero por las tardes, después de que mi tío miraba el telediario pude ver algunos partidos de cricket muy interesantes— hizo una pausa, replanteándose si debía seguir, pero al notar el interés por escucharlo de todos en la mesa, prosiguió:— Puede decirse que influyó un poco al momento de jugar Quidditch, y son bastante parecidos.
Hermione exhaló con alivio. No sabía como, o si hablaba en serio al responder, pues no conocía gran parte de su infancia, pero de alguna manera, Harry había acertado. Bastaba con notar la impresión en la mirada de su padre.
En su momento, Ron se aferró a responder que el fútbol era lo más rescatable del aburrido deporte muggle, básicamente porque no había oído hablar de nada más allá de eso. Grave, grave error.
—Esa es una elección interesante.
—Lo es, señor. Los partidos eran buenos, especialmente cuando jugaban los Derbyshire Falcons.
La emoción en los ojos del señor Granger era apenas posible de ocultar, aunque pronto pareció recordarse que debía ver a Harry como alguna especie de sujeto a prueba. Por lo que, si bien su postura se relajó, no su eterna alerta con su presencia.
—Si han terminado de hablar de deportes— intervino la señora Granger, dándole una mirada reprobatoria a su esposo—. Nuestra hija nos ha hablado mucho de ti, Harry.
Algo peculiar estaba sucediendo, pensó Hermione, pues nunca presenció algo similar cuando fue Ron quien estaba atrapado bajo la mirá de sus cuestionamientos. Por supuesto, habían sido amables con él, pero solo lo cortésmente necesario.
Esperaba que luego de lo que tenían por decirles, siguieran siendo tan agradables. La presión que la incertidumbre le provocaba le impidió probar bocado.
—Bastante, diría yo— susurró su padre, receloso, cortando minuciosamente la comida en su plato.
Todos parecieron decididos a fingir que no lo escucharon, con la señora Granger al frente de la conversación.
—Me halaga saberlo, señora— contestó Harry, sonriendo sutilmente al notar lo abochornada que Hermione lucía.
—Les he hablado de todos, en realidad— aclaró la chica, acalorada, antes de recordarse que no debía debatirlo si deseaba salirse con la suya por lo que con esfuerzo, agregó:— Pero no hay nadie de quién haya disfrutado hablarles más. Después de Hogwarts e incluso ahora, siempre hay una buena historia que contar de ti.
Ahora era Harry quien no levantaba la mirada, captando tardíamente que ambos debían comenzar a desenredar las intrincados brechas en el desarrollo de su creíble relación.
—Es normal que eso pase. Has estado ahí siempre, aunque últimamente, no tanto como me gustaría— respondió el joven, dándole toda su atención.
—El trabajo nos mantiene ocupados— le recordó Hermione, cuya sonrisa comenzaba a doler—. Además, con el viaje a...
—París— recitó Harry, ganándose una risita de la señora Granger.
—No te sientas mal, incluso nosotros que somos sus padres sufrimos los estragos de aquel viaje— lo consoló su madre— "París" son todos los pretextos que recibimos.
—¡Los dos están exagerando!
Tanto su madre, como su prometido, intercambiaron una elocuentes sonrisas. Incluso si el tema era sobre ella, Hermione se sintió esperanzada al notar lo bien que estaban acolplándose.
—Estamos muy felices de tener aquí al mejor amigo de nuestra niña, ¿Verdad, John?
Su padre debió murmurar algo parecido a una afirmación, pero la atención de Hermione ya estaba dispersa. Ahí estaba.
Lo sabía, el instante que definiría el rumbo de todo finalmente estaba presentándose frente a ellos.
Harry también pareció entenderlo cuando sus miradas se encontraron en sincronía. Nunca antes escuchar a alguien llamándolo su mejor amigo debió ser corregido, hasta ese momento.
Alargar el plazo de su confesión no cambiaría nada.
—En realidad, Harry y yo queremos decirles algo importante— comenzó Hermione, tirando de la tela de su ropa bajo la mesa, solo para mantener las manos ocupadas—. Hemos estado saliendo por un tiempo y...
Tan pronto escucharla, el señor Granger comenzó a ahogarse con la comida, dándose golpes en el pecho mientras tosía con toda la discreción que consiguió en su estado. Nadie se atrevió a hablar, hasta que su repentino ataque de tos estuvo bajo control y su rostro completamente rojo por el esfuerzo.
Algo diferente, extraño y embarazoso se extendió entre los cuatro. Tal vez, debió ser solo un poco más cuidadosa.
—Creíamos... nunca nos dijiste nada, Jean— vaciló la señora Granger, dudando unos segundos sobre que más podría decir, desistiendo al fin en espera de una explicación.
—Lo sé. Pero llevamos años conociéndonos fue... Inesperado.
—Inesperado— repitió Emma, riéndose con perplejidad, como si no reconociera a su hija.
Aclarándose la garganta, en medio de un desplante de valor, Harry cubrió la mano de la chica con la suya sobre la mesa, apenas teniendo tiempo para intercambiar una fugaz mirada en la que pedía su permiso para intervenir. Sin otra opción, Hermione asintió débilmente.
Al volver la vista al frente, se encontró con que su madre no había perdido detalle de su silencioso intercambio, atenta a cada pequeño detalle.
—Conozco a su hija desde que tenemos once años y desde entonces ha sido una constante en mi vida, sé que gran parte del hecho de que esté aquí se debe a ella— hubo una pausa, en la que Harry pareció buscar las palabras en su mente que tuvieran el mayor porcentaje de verdad, y continuó:— Ahora que me doy cuenta de muchas cosas, algunas que incluso ya sabía. No enamorarme de una mujer tan maravillosa como ella, a la que he tenido tan cerca por años habría sido inevitable.
Hermione sentía que el calor que irradiaba la mano del joven sobre la suya, cubriéndola por completo era justamente lo que la ataba a la realidad, aunque sus palabras resultaban halagos arrebatadores eran solo parte de la mentira. Ambos debían seguir su librero como se suponía, y por supuesto que podía reconocer cuando Harry mentía, pero en ese momento le pareció que se esforzaba en ser lo más sincero posible.
—Esto es... Muy repentino— vaciló Emma, dándole un codazo a su esposo para hacerlo reaccionar—. Pero ambos son adultos y saben bien lo que hacen, ¿No es así?
Inconscientemente, ambos jóvenes buscaron la mirada del otro, asintiendo con sincronía.
—Hermione siempre ha sido muy responsable— habló finalmente el señor Granger con voz congestionada—. Sé que la eduqué bien como para tomar sus propias decisiones y si te quiere a su lado debe ser por... una buena razón.
Ojalá todo fuera justo como se los estaban haciendo parecer. Solo dos personas enamoradas que si bien no buscaban la aprobación de sus padres, deseaban hacérselos saber.
Lo cual no era nada grave. Tenía veintidós años, un trabajo y vida propia, había vivido más de lo que nadie de su edad y solo estaba comunicándoles que salía con un chico del que sabían años, el desafío a enfrentar vendría después.
Justo cuando el peso de su conciencia doblegaba a Hermione, el apretón de la mano sobre la suya la reconfortó cuando ella sintió que las lágrimas aparecerían. Esto se trataba de todo lo contrario a un anuncio normal, y no es que Harry tuviera culpa alguna, pero no tenía elección. Y si la había... ¿Cómo explicarles que la magia era también parte de su identidad?
Pensó que podría renunciar a ella, y posiblemente viviría una buena vida, pero no la que deseaba. Si hacía esto, sus razones eran válidas, aun si no eran totalmente aceptadas por su moralidad. Pero de ese dilema y todo lo que llevó a su hija a tomar esa elección, ellos no tendrían que saber nada.
A lo largo de los años, el sufrimiento de su hija se reflejó en ambos también. Decirles la verdad sería la gota que derramaría el vaso sobre lo incomprensible que sus padres consideraban el mundo mágico.
Su decisión estaba tomada y solo esperaba no mirar un día hacia atrás y darse cuenta que se equivocó y arrastró a una de las personas que más le importaban al abismo con ella. El sufrimiento o posible arrepentimiento de Harry nunca se lo perdonaría.
Él la miró fugazmente, presintiendo su reacción, preguntándole una última vez más si realmente deseaba continuar con sus planes.
Nunca dejaría de sorprenderle lo dispuesto que él parecía desde el primer momento. Lo completamente convencido que estaba de mantenerse a su lado.
Al notar su imperceptible afirmación, Harry se llenó de coraje y encaró a sus padres, que ya los miraban con inquietud, dándose cuenta con facilidad que ese no era su único anuncio.
—Señores Granger— comenzó Harry, con la postura más firme que hubiera empleado nunca—. Sé que puede sonar apresurado tomando en cuenta que es la primera vez que me presento con ustedes estando con Hermione, pero yo... A ambos nos gustaría... Deben saber que deseo casarme con su hija y nada nos haría más felices que tener su aprobación.
El silencio que siguió pudo ser cortado con un cuchillo. Mientras las expresiones de sus padres pasaban de la extrañeza a la incertidumbre y luego a la completa discordancia.
El señor Granger colocó su mano sobre la mesa, haciendo vibrar los cubiertos. Y aunque Harry mantuvo su agarre, este tembló considerablemente, quizás considerando que sus palabras habían sido demasiado directas.
—Hermione Jean Granger, ¿Quieres explicar que sucede?
La señora Granger intentó tranquilizar a su esposo, que lanzaba miradas penetrantes cada tanto hacia un Harry muy desesperado por explicarse.
Sabiendo que de ella dependía guiar la situación hacia terrenos menos agresivos, Hermione se apresuró a tomar la mano de su padre y mostrarse valiente ante las mentiras que pronunciaría.
—Ustedes son los primeros en saberlo. Papá, mamá, sé que debí decírselos antes pero han pasado tantas cosas en estos meses... Enamorarnos fue una de ellas. Conozco a Harry desde hace años y no hay un mejor hombre con quién hubiera pensando en tomar esta decisión. ¿Pueden entenderlo? Él me hace feliz.
—Pero hija, es muy precipitado. ¿Casarse tan pronto?— preguntó su madre, mirándolos atónita—. Nadie está apresurándolos. Ambos son jóvenes, tienen tanto por delante y...
Quizás el tiempo y todo lo vivido a lo largo de los años la había convertido en una excelente mentirosa, pues al reafirmar su engaño, la voz de Hermione no tembló, contrario a lo que su conciencia, pidiéndole detenerse, le suplicaba en su interior.
—Quiero casarme con él— aseguró, inclinándose en su dirección—, Y tengo la edad suficiente para saber que no estoy precipitándome, solo quería que ambos lo supieran.
De haber sido otras las circunstancias o específicamente, la personalidad de Hermione, los señores Granger habrían discutido más al respecto, pero su hija siempre pareció necesitar solo atención y apoyo para educarse sola. Además, sus palabras fueron firmes.
Estaban ahí para comunicárselos, no esperando su consentimiento, solo estando tercamente empecinados en casarse.
La madurez e independencia de Hermione era algo que siempre esperaron y aunque el matrimonio era otro gran paso que rara vez consideraron como parte de los planes de su única hija, que fuera con el chico del que llevaban más de una década escuchando parecía tener todo el sentido del mundo.
—Siempre he sabido lo que quiero y realmente deseo casarme— insistió Hermione, aferrándose a la mano de Harry. Sus deseos por sentirlo cerca eran genuinos, solo para recordarse lo que estaba motivándola a seguir adelante con sus burdos planes.
—¿Cuándo piensan casarse? ¿Han pensando en eso?— jadeó la señora Granger, apartándose el cabello como si estuviera acalorada.
—A este paso podrían decirnos que se casan mañana— farfulló el señor Granger, tomándose de un trago todo el contenido de su vaso.
Al notar que ambos jóvenes se miraban nerviosamente, terminó por levantarse en medio de una última murmuración arisca.
La cena no estaba yendo en la dirección que esperaban, eso era claro, pero al menos, no podía empeorar. O no lo hizo, hasta que la señora Granger arrastró su silla hacia ambos y pronunció la peor frase de todas.
—¿Estás embarazada, cariño? Los imprevistos los comete cualquiera y no por ello deben sentirse con la obligación de...
El señor Granger y Harry mostraron la misma mueca de pánico al escucharla. Visto desde su perspectiva, casarse con tanta prisa y sin antecedentes creíbles hacía suponer muchas cosas.
—¡Claro que no!— rechistó Hermione con horror, echándose para atrás en su asiento. Al menos no todavía.
Atinando a lucir escandalizada con la idea, notó entonces que Harry estaba poniéndose pálido ante la asesina mirada de su padre, y que su madre no lucía convencida con su respuesta. Merlín, todo estaba saliendose de sus límites.
—No estoy embarazada, mamá— replicó irritada, y añadió—: Solo queremos casarnos como cualquier pareja.
Escuchó a su padre soltar un jadeo aliviado y recargarse en la barra de la cocina, mucho más calmado, pero no por ello muy optimista con la idea.
—Necesito hablar contigo, muchacho.
—Papá...
—Está bien, Hermione—susurró el joven, deshaciendo su agarre y levantándose con aplomo. Ella dudó, hasta que notó que la postura de su padre era más serena, pero permanentemente tensa.
De todas formas, no dejó de preocuparle lo que sucedería cuando la figura de Harry siguió a su padre fuera de la cocina. Él no tendría que estar pasando por eso y aún así, estaba allí, soportando a su lado cada incómodo momento.
En cuanto estuvieron solas, su madre unió sus manos y las colocó en su regazo. Pocas personas catalogarían a Emma Granger como la clase de persona capaz de intimidar a alguien, excepto claro cuando adoptaba aquella postura analítica.
—¿Qué está pasando, Jean?
En sus ojos pudo ver qué estaba esforzándose realmente en comprenderla, y aunque por una milésima de segundo Hermione consideró que debía enterarse de lo que sucedía, existía una enorme razón que se lo impedía. Después de todo, siempre sería su madre y la rompería saber lo que su hija estaba obligada a cumplir, incluso si al lado de Harry no era una idea aterradora.
¿Qué madre estaría tranquila sabiendo lo que hija estaba por hacer? Ella no merecía atravesar más preocupaciones por su culpa.
—Pasa que voy a casarme, mamá.
—Sabes que siempre creí que ese chico y tú tenían un lazo muy fuerte, pero hay algo que no me deja tranquila— dijo, tocándose el pecho—. ¿Es esto lo que quieres realmente? ¿Hay más detrás de tu decisión?
Hermione tembló cuando su madre ahuecó su rostro con las manos, y estuvo segura que algo se rompió en su interior ante la imposibilidad de decirle lo que sucedía. Cuánto deseó mojar su ropa con sus lágrimas y sentir lo que Ginny al abandonarse en brazos de su madre.
—Sí, es lo que deseo—susurró en su lugar—. Tú... ¿No lo apruebas?
—¿Confías en él? ¿Lo amas? ¿Eso es lo que está haciéndote casarte?
¿Amarlo? Reflexionó Hermione.
Sí, probablemente era la persona en quien más confiaba en todo el mundo, su compromiso era la prueba, ¿Pero lo amaba?
Habría y daría su vida por él sin cuestionarselo y, después de todo, era su mejor amigo en todo el mundo. Existían muchos tipos de amor y aunque no era del tipo al que su madre se refería lo que los motivaba a casarse, por supuesto que amaba profundamente a Harry.
Por eso, al responder no mentía.
—Claro que lo amo, mamá. Y estoy segura que él siente lo mismo por mí.
Su respuesta pareció despejar las inquietudes en la mujer, animándola a convencerse que nada fuera de lugar sucedía, pese a la incertidumbre que el anuncio de la boda de su hija le provocaba. Hermione temió que en algún momento pudiera darse cuenta por sí misma, aunque al menos, por ese día, estaba dispuesta a creer en la palabra de su hija.
—Estoy asustada, pero no tengo dudas— confesó Hermione, animándose a decirle la verdad, al menos entre líneas—. Casarme con un hombre como Harry es lo que siempre esperé en un esposo. Eso... Eso es lo que se necesita, ¿Verdad, mamá? ¿Es normal que me sienta tan nerviosa?
—Todas estamos un poco aterradas, cariño. Pero siempre que el amor sea suficiente, elimina cualquier miedo.
—Siempre que el amor sea suficiente— recitó Hermione, saboreando las palabras hasta que fueron echando raíces en su mente. Si no se trataba de amor, al menos, podía hablar de confianza.
Siempre que la confianza entre ambos fuera tan fuerte, sería suficiente.
—Puedo suponer que tanta prisa es por lo enamorados que están, ¿Verdad? Luego de años fingiendo ser solo amigos...
Hermione se río por reflejo, aceptando el abrazo que su madre le daba para no tener que mirarla un segundo más. Temía que en medio de tantas mentiras pudiera darse cuenta de la terrible verdad ante su patético ánimo al respecto.
—En realidad todavía no tenemos una fecha— le dijo al separarse—. Pero esperamos que sea muy pronto, mientras nos organizamos con todo.
—Siempre tan organizada_ alabó su madre, tocándole cariñosamente la punta de la nariz —. Puedo ayudarte con eso si quieres, cariño. Deben estar muy ocupados con el trabajo.
—Eso sería grandioso, mamá— agradeció, y estampó un sonoro beso en su mejilla—. ¿Debería ir?
Ambas miraron hacia el corredor en penumbras. El silencio eran tan denso que la preocupación en Hermione creció a niveles colosales.
Normalmente John Granger era la clase de persona que era cortés con todos y aunque ligeramente introvertido, con su amabilidad conseguía ganarse hasta a los pacientes más difíciles. Como padre, era como si fuera poseedor de una segunda personalidad.
—Conozco a mi esposo, no lastimaría ni a una mosca. ¿De dónde crees que has sacado esa bondad tuya?
Soltando un quejido insatisfecho, Hermione permaneció en su lugar, mientras su madre reía y se alejaba para poner la tetera.
Intentando no preocuparse de más por su ahora prometido, pronto se vio sumergida en las anécdotas de boda de sus padres y su propia narración de su estancia en París, agregando todo cuanto pudo de su falso romance con Harry y salpicándolo de detalles verdaderos, agradeciendo haber omitido inconscientemente a Ginny como novia de Harry en la mayoría de sus anécdotas y esperando que con cada respuesta a las interrogantes de su madre, estuviera un paso más cerca de convencerla.
—He visto como te mira— comentó su madre repentinamente, recordando—. Tienen ese lenguaje de pareja que se encuentra muy pocas veces. Y cuando hablan, refieriendose solo a los dos como... Como uno solo, eso es lo único que me consuela, cariño.
—¿De qué hablas, mamá?— río la joven, casi haciendo trizas la galleta en sus manos.
—Sí, cuando hablas, él no deja de mirarte y tú haces lo mismo, buscando tocarse así sea con el mínimo roce y luego, cuando se miran, hablándose en silencio... Eso es lenguaje de pareja.
Deshaciendose de las migas en su mano, Hermione se dedicó a tomar de su té por mero reflejo. Era tan extraño estar hablando de señales inexistentes de amor.
Ambos habían hecho eso desde siempre, y lejos de ser producto del amor, reflejaba su buena amistad, pero si su madre prefería verlo de ese modo, no sería Hermione quien lo desmentiría.
—Ron siempre habló de eso, de nuestro "lenguaje sin palabras"— explicó la castaña, sonriendo con nostalgia—. En Hogwarts siempre nos comunicamos así. Me alegra saber que no a cambiado.
—Ahora entiendo porque lo de ustedes no funcionó— bromeó Emma, peinando con sus dedos el cabello rebelde de su hija— Pensarás que exagero, pero hay algo que me parece peculiar en todo esto, quizás solo sea la impresión de la noticia, pero también sé que estarás bien con ese chico. Nadie hace lo que ustedes por el otro solo por simple amistad.
Al momento en que sus mejillas comenzaron a mojarse por las lágrimas, Hermione agradeció que su madre estuviera ahí para sostenerla, incluso si no era conciente de la tristeza que embargaba a su hija. Ojalá todo fuera igual a sus dulces mentiras.
Veinticinco minutos después, inclusive la señora Granger parecía conflictuada con la situación. El té comenzaba a enfriarse y no existía señal alguna de ninguno de los dos hombres. Además, comenzaba a hacerse tarde. La luz del día había sido reemplazada por la obscuridad de la noche y los faroles de la calle.
—Es suficiente— declaró la mujer con voz solemne, haciendo a su hija levantarse para seguirla hasta la sala.
Al acercarse pudieron escuchar gradualmente sus voces. Al menos, seguían hablando civilizadamente. Sin embargo, la imagen que encontraron hizo que ambas se detuvieran en seco.
John Granger reposaba cómodamente en su sofá favorito, con Crookshanks hecho un ovilllo en su regazo y Harry a solo unos metros, charlando analíticamente sobre el partido trasmitiendose en la pantalla de televisión.
—Querida— dijo el señor Granger, intentando enderezarse lo más que pudo al notar la presencia de su hija y esposa—. Harry y yo estábamos mirando el último partido de los Derbyshire Falcons.
Hermione se colocó una mano en la cadera, dirigiendo una mirada cargada de picardía hacia el joven sentado cómodamente costado a costado con el hombre del que hace poco lucía aterrado.
De alguna manera, siempre conseguía salirse con la suya.
—Me alegra mucho que ambos sean tan buenos amigos, pero el gato en tus piernas, Harry y yo debemos irnos.
Acercándose a ambos, la chica tomó a Crookshanks en sus brazos y extendió su mano libre hacia el chico, animándolo a levantarse. Harry dudó un poco antes de tomar su mano y colocarse a su lado.
—Un poco más de lejanía mientras me hago a la idea sería maravilloso— pidió su padre, levantándose con notable mejor ánimo, pero evidente recelo— Solo les pido que piensen de nuevo todo y si entonces desean casarse...
—Eso haremos papá, pero estamos seguros.
—Que gusto que tengas un nuevo amigo, querido— río la señora Granger, palmeandole el pecho con aire orgulloso—. Pero nuestra niña está llena de trabajo y debe irse a la cama temprano.
—Al menos alguien me entiende. Gracias por la cena y por cuidar de este pequeño— secundó Hermione, besando la cabeza de Crookshanks—. Intentaré venir más seguido.
Sin otra opción, los cuatro se encontraron en medio de amistosas y peculiares despedidas, con la única y peculiar diferencia de que pronto se encontrarían siendo familia. Sorprendentemente, la caótica reacción que creó su anuncio comenzaba a sentirse casi normal.
Sabía que a pesar de toda la amabilidad que sus padres mostraban, para que la idea fuera plenamente aceptaba necesitaban tiempo, mismo que les darían al marcharse. Acostumbrándose a pensar que su única hija se casaría con un chico del que sabían muchas cosas, pero al que apenas conocían.
—Lo siento, señor— se disculpó Harry, con una sonrisa ladeada—. Siempre que su hija me deje quedarme más tiempo, podemos analizar las jugadas otro día.
— Honestamente... —suspiró Hermione fingiendose ofendida—. Ambos son terribles.
El señor Granger sonrió con amabilidad, palmeándole la espalda al guiarlos hasta la puerta y abrirla. La calle obscura prometía un montón de respuestas que Hermione deseaba obtener sobre que había cambiado en esos minutos para pasar de ser un desastre a un amistosa cena familiar.
—Recuerda lo que te he dicho, Harry— añadió su padre al último momento, a lo que el aludido, no dudó en asentir con seriedad.
—Lo tendré siempre en mente, señor— aseguró, girándose luego a la madre de Hermione— Gracias por la cena, señora Granger, fue maravillosa.
—Llámame Emma— sonrió la mujer, despidiéndolos con la mano cuando Harry, Hermione y el gato atravesaban el jardín—. ¡Pueden venir cuando quieran, Jean!
—Lo sé, mamá. ¡Adiós!
—¡Puedes llamarme cada que necesites ayuda con los preparativos!— insistió Emma y Hermione estuvo segura que todos los vecinos pudieron escucharla.
Harry todavía se despedía con la mano cuando Hermione tiró de él calle abajo y Crookshanks se retorcía constantemente en sus brazos, molesto por haber sido interrumpido de su siesta.
—¿Qué fue eso?— exigió saber ella, con su nerviosismo finalmente reflejándose.
—¿Perdón?
Hermione se detuvo en medio de la calle vacía para encararlo.
—¡Lo que ocurrió allá! Mi padre parecía querer matarte y luego...
—Analizabamos jugadas— completó Harry de buen humor—. Creo que aprueba que me case contigo después de todo.
—¿Al menos te gusta el cricket de verdad?
Él asintió fervientemente, mientras ella desviaba la mirada hacia las casas a sus costados, lo que sea con tal de no mirarlo.
—Todo lo que dije fue verdad, Hermione. Cada palabra y hay mucho que todavía no sabes de mí.
Al oírlo, lo que llegó en su mente no fue lo respectivo al deporte. Los recuerdos de las palabras que regresaron a la chica la hicieron estar casi segura que comenzaba a enrojecer. Todo se trató de mentiras sobre un falso e intenso romance entre ambos, ¿Qué podía haber de verdad en ello?
Por suerte, la iluminación era escasa, impidiéndole ver el bochorno que invadía a la joven.
—No puedo creer que te veas tan tranquilo—lo acusó, emprendiendo el camino con Harry a su lado luciendo como si fuera el chico más arrogante del mundo al salirse de nuevo con la suya.
Si era sincera, ella también se sentía mejor, pero invadida por los nervios que no se permitió mostrar antes.
Al llegar al sitio donde se desaparecerían, él le quitó a Crookshanks de los brazos y enlazó su mano con la suya. Apenas y podía verlo, pero fue imposible no escuchar sus palabras antes de sentir el tirón en su estómago y desaparecer.
—Al menos ahora eres mi prometida oficialmente, Hermione Granger.
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¡Hola! Aquí estoy de nuevo, estoy muy contenta de leer sus comentarios respecto de la historia, especialmente con este capítulo ya con el que esperaba mostrarles el anuncio a los padres de Hermione, lo cual muestra la importancia y seriedad que todo el asunto del compromiso significa para Harry y Hermione , lo que nos llevará a otros puntos por tocar que estoy muriendo porque puedan leer pronto.
