Todavía procesando que sucedía, a la castaña le tomó unos instantes despabilarse de su pequeño instante de triunfo, recordando a Dugan furioso quedándose detrás, consideró las posibles repercusiones que su fugaz arranque de osadía traería.

—No debiste...

Harry no desaceleró sus pasos, ni siquiera al escuchar la desaprobación en su voz, aunque nadie más se atrevió a cuestionar su presencia.

—Basta, sé que querías quedarte aquí— la frenó él, deteniéndose al filo de las escaleras de caracol que conducían hacia el segundo piso—. Pero no es como si estuvieras aprovechándote ahora que estamos comprometidos. Es tu trabajo y debes hacerlo, ¿Dónde está el problema?

A casi más de una década de conocerse, Hermione todavía se encontraba dividida en si adorar u odiar su rebeldía. Incluso si sabía que él que tenía razón.

Después de lo que presenció, ahora más que nunca deseaba saber todo cuanto pudiera. Apretando los labios, no le quedó más remedio que aceptar que la conocía demasiado bien.

Involucrarse después de lo que presenció era todo lo que deseaba.

—Eso es lo que Dugan pensó. Que estás haciendo todo esto por nuestro compromiso.

—¿Y que más da?— dijo Harry con desinterés—. Es un idiota.

Sin otro remedio, Hermione río cansinamente y lo siguió hacia el piso superior, hecho un completo desastre.

—Ven, hay muchos rastros aquí que seguir.

—¿Qué hay de mi escolta?— preguntó Hermione, imaginándose lo poco agradable que sería soportar el mal humor de Dugan.

—Yo soy tu escolta ahora— le respondió y como si tuviera que reafirmarlo, retrocedió dos escalones y la tomó de la mano, llevándola hacia arriba sin importarle en lo más mínimo como ese simple gesto podría alimentar las habladurías sobre ambos.

No importaba, reflexionó Hermione, alegrándose por no tener que separarse nuevamente de él.

••••ו•••ו•••ו•••ו•••ו•••×

El ruido de las conversaciones en el vestíbulo era considerablemente más alto en comparación al ambiente nada festivo que los recibió a su llegada.

Apenas volvieron, cerca del atardecer, fue evidente el efectivo trabajo de desmemorización en todas las personas en el hotel, cuyos rostros ahora reflejaban una absoluta ignorancia de lo que estaba sucediendo en las calles y lo que hasta hace poco, quizás ellos habían presenciado.

Harry aseguraba que toda la información que pudieron haber poseído como testigos había sido obtenida antes de desmemorizarlos, asegurándose de recuperar todos los indicios posibles. Y, aunque la mayor parte del grupo de "rebeldes" fueron capturados, los aurores de mayor rango, con los que Hermione no podía siquiera considerar cruzar palabra, no lucían felices.

Lo que solo podía indicar algo, o esperaban encontrar algo más, o no todos habían sido atrapados y Hermione apostaba, se trataba de la segunda opción.

Con el sol ocultándose y las calles recobrando su habitual ritmo nocturno gracias al rápido trabajo de reparación que la magia otorgaba, no representaba ningún problema que las personas, sin saber ya nada sobre lo sucedido se aventuraran a las calles en busca de alguna actividad turística interesante.

Nadie hablaría del cierre temporal de la ciudad, o barajaría posibilidades remotas de terrorismo, para el Ministerio mágico y el gobierno muggle al menos, era un problema menos con el cual lidiar.

Como aseguró, Harry no se separó de ella por el resto de la tarde, mientras Hermione recolectaba toda la información que consideró importante, y no fue hasta que regresaron al hotel que tuvieron que separarse forzosamente. Cada uno reuniéndose con sus respectivos compañeros.

Ahora, Hermione sentada al lado de Susan en el lobby, tan exhaustas como podían estarlo luego de un largo día, aguardaba el momento de descansar.

—¿Estamos haciendo lo correcto, Su?

La forma en que Susan la miró le dijo más de lo que las palabras alcanzarían a decir. Como ella, había llegado a la misma conclusión y no lucía satisfecha con su trabajo y básicamente, todo su día.

—Este es nuestro trabajo y si tuviera que contestar a partir de eso, diría que sí. Moralmente... No lo sé.

—Me aterra pensar en poder arrepentirme de algo después, en fallar en todo lo que me prometí que haría cuando comencé a trabajar— le confesó Hermione, intentando no imaginarse un futuro cumpliendo órdenes que pasaban encima de todos sus parámetros éticos.

—¿Quién sabe? Tal vez un día seas tú quien las dicte— la tranquilizó Susan, esforzándose en hacerla sentir mejor.

Antes de que su conversación siguiera acercándose a terrenos filosos, Hermione sintió algo apoyarse en su hombro, lo que resultó ser nada menos que el mentón de Harry, seguido del aroma de su colonia y el jabón de su baño, todavía persistente a pesar del transcurso del día.

—Luces terrible—le dijo Susan, divertida, señalando el cansancio latente en el rostro de Harry.

—¿Eso crees?— río él con desenfado, sin moverse un centímetro más que para ladear su cabeza y poder mirar a su prometida—. ¿Tú qué piensas, Mione?

Relajándose con su presencia, Hermione se permitió sonreír, palmeando su mejilla. Con el paso de los días, se sentía cada vez más contenta porque su verdadera personalidad con ella siguiera manteniéndose a flote incluso frente al resto de personas.

De esa forma sentía que... No estaba perdiéndolo, ni lo haría.

—No quiero ser cruel si digo la verdad— respondió finalmente, alejándose de Harry solo para tomarlo del brazo y tirar de él hacia el pasillo—. Por eso es importante que ahora descanses como se debe.

—¿Me lo dices tú a mí?— se jactó él, dejándose llevar.

—Solo dejen de ser tan modestos, ¡Y más vale que duerman bien esta noche!— exclamó Susan, falsamente amenazante, sin hacer ademán por acompañarlos a pesar de que su habitación se encontrara en el mismo piso.

—¿Y qué hay de ti?— inquirió Hermione al último momento.

—Esperaré un poco, aún tengo una carta que escribir a Justin y... ¡Solo vayan!— los despachó, sin presionarse en buscar un mejor pretexto.

Susan nunca perdería la oportunidad de mantenerse apartada dándoles lo que consideraba, era la privacidad necesaria, por mucho que su amiga le reafirmara lo ridículo que aquello sonaba.

Por primera vez, Hermione agradeció tener un poco de Harry solo para sí misma al final de un largo día.

—Vamos, auror Potter— lo animó, acercándose hasta uno de los elevadores y siendo, por suerte, los únicos en entrar en este, alejándose del barullo del lobby.

Pero tan pronto como las puertas se cerraron frente a sus ojos, la realidad de los acontecimientos del día cayó sobre sus hombros. La mano que sostenía a Harry fue perdiendo fuerza hasta que Hermione terminó soltándolo, recargándose contra una de aquellas cuatro paredes metálicas.

El silencio los rodeó, difuminando la emoción que finalizar el día juntos les provocó. Cuando las puertas se abrieron, ella fue la primera en salir al pasillo.

El trabajo distrajo su mente el tiempo necesario, pero ahora que no había mucho más en lo que pensar, su memoria volvió a vislumbrar aquellos ojos llenos de tristeza apagándose al caer en cuenta de su inevitable separación con una de las personas a quien definitivamente, debía amar.

Aquella chica era la representación etérea de muchos de los miedos de Hermione haciéndose realidad. La pérdida y la resignación de encontrarse ante un callejón sin salida.

—¿Estás bien?

Escuchó a Harry llamándola, pero su voz, por algún motivo, no pudo salir de sus labios. En su lugar, dejó que la alcanzara.

—Hermione— intentó él de nuevo, obteniendo el mismo resultado.

Hiciera lo que hiciera, se sentía atrapada al solo imaginarse estando en su posición, en un lugar menos privilegiado del que su compromiso le había dado.

Que egoísta fue olvidándose de todo lo que aquella ley significaría solo porque ella se casaría con un buen hombre en quien confiaba y con quién imaginarse un futuro no resultaba difícil.

Ante esta conclusión, se detuvo abruptamente en medio del pasillo, al mismo tiempo que Harry, devolviéndole su conciencia al colocarse frente a ella y sujetar su rostro entre sus manos, obligándola a mirarlo.

Su agarre, aunque firme era gentil, permitiéndole apartarse si lo deseaba. Ella no lo hizo, realmente deseaba sentirlo cerca de una manera que las palabras no alcanzarían a explicar.

—¿Sigues pensando en ellos?

Al asentir, permitiéndose aceptar lo que sentía, acompañado de las lágrimas brotando de sus ojos un enorme peso cayó de sus hombros. Harry no lo dudó, sus brazos la atrajeron a él, envolviéndose a su alrededor como un manto.

Sin embargo, no pudo permitirse disfrutar del confort que aquel abrazo le brindaba. Con dificultad, se separó de él y limpió con el dorso de su mano toda la humedad en su rostro.

Necesitaba ser fuerte.

—¿Qué sucederá con ellos?

—Hermione...

—Dímelo, por favor...

Harry suspiró cansinamente.

—Lo mismo que a cualquiera que viole el estatuto del secreto y se niegue a cumplir la ley matrimonial. El Wizengamot está encargándose de estas cosas y con suerte, solo perderán su varita, del resto de ellos, no puedo asegurar que tendrán mejores posibilidades.

Con una mano sujetándose la cabeza, Hermione retrocedió unos pasos hasta que su espalda chocó con la pared. Hasta hace unos meses, ese habría sido su destino.

—Tienes que decirme en que estoy metiéndome.

Harry miró con indecisión los lados del pasillo vacío extendiéndose a su alrededor y entendiéndolo, Hermione volvió a acercarse a él para que nadie pudiera escucharlos, tomándolo por el uniforme.

—Si hay algo que deba saber, dímelo. Quiero hacer mi trabajo y ser útil, pero si no lo sé, no puedo ayudar ni evitar cuestionar lo que estamos haciendo con estas personas.

Pesaroso, él la tomó por el brazo, acercándola más. Debía ser la misma difícil posición en la que se encontró muchas veces antes que ella.

A esa clase de misiones se refería.

—¿Quieres saber cuál era su intención?

Ella asintió, sintiendo su aliento rozándole el rostro debido a su cercanía para evitar ser escuchados.

—Lo sabrás de todas formas— musitó Harry, su voz fue apenas un susurro, resignado—. Planeaban atravesar la frontera hacia Irlanda, a Dundalk y luego, a Dublín.

—¿Para qué?

—Para escapar de territorio británico, claro. Si conseguían esconderse el tiempo suficiente y poner la mayor distancia entre el Ministerio, su oportunidad de escape por no obedecer el cumplimiento de la ley y tampoco perder su varita era esa.

—¿Y por qué delatarían su presencia? Aquella pobre chica no parecía compartir esos... Ideales.

—Tal vez creyeron que uniéndose a este... "Grupo", conseguirían pasar desapercibidos para atravesar la frontera y resultó en todo lo contrario. Crear caos es lo que estas personas hacen, ese es su propósito, llamar la atención y que se sepa su inconformidad. Pudieron haber pasado desapercibidos, de no ser porque ellos, atacándonos, se delataron y... Ya sabes lo demás, terminaron delatando la posición del resto y sentenciándolos a lo mismo.

La lástima que Hermione experimentó por la joven pareja fue difícil de explicar. El pensar en sus ilusiones al creer que podrían escapar y, estando a punto de hacerlo, ser delatados y condenados por las motivaciones de otros.

Tan cerca y tan lejos de un futuro diferente.

—No todos tuvieron la oportunidad de poder casarse con alguien en quien confían y... Solo confiaron en las personas equivocadas— suspiró la castaña—. Eso no los hace malas personas, ¿Verdad?

—Sí, quizás. De momento son solo suposiciones esperando ser confirmadas... Sé que es difícil, pero no te desgastes pensándolo.

—Ojalá fuese tan fácil como Edith lo hace parecer— objetó Hermione, indignándose de nuevo al recordarla.

—Es fácil si no tienes una pizca de sensibilidad, no debería sorprenderte. Ella no la tiene, tú sí.

La mano de Harry la tomó del mentón, instándola a levantar el rostro.

—Pensé que le agradaba a todos los aurores— comentó ella, escondiendo el alivio que le provocaba que él pensara lo mismo de aquella desagradable mujer.

—Uh, ¿Eso crees?

—Dímelo tú.

Harry se río, sin atreverse a soltarla cuando ella intentó apartarse.

—Cuando trabajas con ella a diario aprendes a soportar su personalidad.

No completamente satisfecha con su respuesta, pero segura de que insistir en el tema delataría su apatía y el enorme desagrado que le producía que Edith estuviese necesariamente cerca de Harry, la castaña prefirió no hondar en temas tan superficiales que no le dejarían un buen sabor de boca.

—Harry, los chicos de hace un rato, ¿Crees que ellos eran...?

—¿Pareja?— se adelantó él, luciendo casi tan conflictuado como ella con la situación—. Sí, no fueron difíciles de identificar. Tranquila, con suerte esto no los separará definitivamente, pertenecen a familias acomodadas, sangres pura. No tendrán su magia, pero quizás...

Notando lo horrible que sus argumentos sonaban, se detuvo y la contempló. Pensándolo muy poco, Harry dio un paso más hacia ella y la abrazó con fuerza de nuevo, acción que Hermione no discutió.

Se aferró a la tela de su uniforme, clavándole los dedos en la espalda, deseando sentirlo todo lo cerca posible. Si estaba mal o no sentirse tan afortunada como culpable por su condición, no quería planteárselo.

—Lo sé. Esto no debería ser así...— susurró Harry y cuidadosamente levantó su rostro—. Pensar que pudiste ser esa chica, que tu situación pudo ser... Hermione, cuidaré de ti y te daré todo lo que te mereces, te lo prometo. Me aseguraré que con este compromiso... No tengas que renunciar a nada en tu vida por orden de nadie.

Para este punto su uniforme estaba húmedo, producto de sus silenciosas lágrimas y cuando Hermione quiso responderle, pudo escuchar a los lados los pasos de alguien pasando a su lado.

Ninguno hizo ademán de separarse. Que más daban ya los rumores, solo necesitaba sentirlo cerca y recordarse que se tendrían el uno al otro.

Hermione no pudo evitar sentirse dichosa de poder demostrarle su afecto sin temor a que pareciera fuera de lugar. Con Harry, todo comenzaba a sentirse correcto y agradecía cada momento.

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A diferencia del día anterior, su presencia dejó de ser tan necesaria, de modo que Susan y Hermione terminaron recluidas en la habitación de esta última por el resto del día, rodeadas de notas, un montón de objetos y libros.

Los primeros símbolos parecían formar un intrincado mapa que conducía, desde la frontera de la ciudad, hasta el centro de este y presumiblemente, a Dundalk, justo como Harry le había asegurado. Lugar que se hallaba en la separación de las dos Irlandas y que bien podría haber funcionado como escape, de no haber terminado delatándose.

Lo demás, eran cabos todavía sueltos que no dudaban en resolver, pero que debían apresurarse si querían determinar antes de que pudieran dejar la ciudad.

Según el comunicado recibido al mediodía, regresarían a Londres en menos tiempo del creído y mostrarían todos sus avances y conclusiones hasta donde hubieran podido llegar.

En cuanto Susan se marchó a su habitación, casi a la medianoche, alegando estar demasiado cansada como para hacer otra cosa que no fuera dormir, fue toda una sorpresa que la puerta de la habitación de la castaña fuera golpeada un par de veces.

Luego de no verse en todo el día, encontrar a Harry del otro lado fue sencillamente conciliador, a pesar de que su aspecto exhausto la preocupó.

La habitación en la que él estaba quedándose quedaba un piso por debajo de la suya. Y aunque el detalle de su visita la enterneció, no podía pasar por alto su preocupación.

—¿Has descansado un poco hoy, al menos?

Él hizo un gesto con la mano, mientras entraba a la habitación arrastrando los pies.

—Solo... Déjame recostarme un poco.

Hermione le permitió entrar y lo condujo hasta su cama, en donde él se desplomó, dejando escapar un gemido aliviado. Dejó que ella le quitase los anteojos y colocó uno de sus brazos sobre su rostro.

—Podremos revisar ese departamento que te gustó— mencionó súbitamente—. Esto ha atrasado mucho nuestros planes.

Ella negó con la cabeza, dándose cuenta tardíamente que no la veía. Sin otro remedio, se sentó al borde de la cama y analizó su aspecto, acariciándole el brazo.

Solo él sabría todo lo que tenía que pasar con cada misión. El cansancio físico y mental al que tendría que someterse para lugar volver a la vida "cotidiana" en la que el resto de sus amigos desconocía los peligros. Posiblemente por eso, a su regreso, siempre deseaba hablar lo menos posible de las misiones.

—¿Estás bien?— preguntó Harry, descubriéndose los ojos ante su silencio.

Hermione le sonrió con cariño, desestimando rápidamente mostrarle su preocupación. Harry no aceptaría que esto cambiara su forma de comportarse con él.

En su lugar, deseó comenzar a convertirse en aquel refugio que al que deseaba él pudiera dirigirse cuando las cosas se volvían extenuantes.

—Sí, pero tú debes descansar. Necesitas darte un baño y dormir, todo lo demás puede esperar.

Él se negó, enderezándose solo para quitarse la chaqueta, que arrojó al único sofá de la habitación y se dispuso a buscar encima de los pequeños burós al lado de la cama.

—¿Qué haces?— curioseó Hermione, riendo cuando él encontró el control remoto de la televisión, que no servía tan bien como usualmente haría, debido quizás a toda la magia alrededor concentrándose en el hotel.

Al encenderla, bastaron dos minutos para que uno de los pocos canales transmitiera una señal decente en la pantalla. Harry se recostó contra el respaldo de la cama, abrió los brazos y palmeó el lugar a su lado.

—Veremos un poco de televisión, como en casa. No hay nada que necesite más ahora que distraerme.

—¿Y es por eso que has venido a aquí en lugar de irte a la cama?

—Quería verte— protestó y le extendió la mano—. Oh, vamos, solo una hora y me voy a mi habitación.

Mirando la noche cayendo sobre la ciudad detrás de la ventana y luego a su mejor amigo, esperándola como un cachorro, no había forma de que pudiera haberse negado.
Hermione terminó gateando un poco, recostándose contra él sin atreverse a no aceptar que también deseaba verlo.

—Solo una hora y es todo— aseveró, haciéndose un ovillo contra Harry.

—Lo prometo—le garantizó él.

••••ו•••ו•••ו•••ו•••ו•••×

La luz del amanecer se colaba entre las cortinas, filtrándose entre sus párpados, impidiéndole volver a dormir. Cuando Hermione despertó, casi en la misma posición en que se encontraba la noche anterior, no podía encontrarse más que confundida.

La cama seguía hecha, el televisor apagado y todo en un absoluto silencio, pero no fue eso lo que la hizo sentir tan melancólica, no, fue el hecho de encontrarse total y completamente sola.

Harry debió irse en algún momento de la madrugada, pensó. De no ser así, el motivo por el que se marcharía sin despedirse era un enigma.

Resultaba evidente que nadie terminó de ver cualquiera que fuera la película transmitiéndose, pero sí que habían terminado cayendo presas del cansancio en medio de un sueño que al menos para Hermione, había resultado totalmente reparador.

Seguramente él habría tenido que marcharse apresuradamente, o de lo contrario no encontraba una explicación que aliviara la sensación de abandono que la invadió al despertar y no encontrarlo a su lado.

Lastimosamente, no encontró una pronta respuesta pues no volvió a ver a Harry por el resto del día, mismo que se dedicó a compartir con Susan, enfrascadas en su propio arduo trabajo.

Entrada la tarde, ambas amigas decidieron bajar en busca de buena comida que pudiera aligerar su estrés, encontrándose con Harry entrando al hotel con un grupo de aurores, previsiblemente terminando su guardia.

—No digas nada sobre mí aspecto— les dijo nada más verlas, dirigiéndose a Susan, quien río con diversión y fingió sellar sus labios.

Observando el amigable intercambio entre ambos, Hermione solo pudo sentirse contenta por lo bien que todas sus amistades se acoplaban.

—¿Han comido algo?— preguntó él.

— Sí, y estamos muertas de cansancio— bostezó Hermione, riendo cuando Susan dejó caer su cabeza sobre su hombro.

—No podré ver runas en mucho tiempo sin que me dé vueltas la cabeza— apoyó la pelirroja.

—¿Runas?— repitió Harry.

—Eso mismo, la mayoría lo son y el resto estamos descifrándolo gracias al silabario de runas antiguas y también algunas coordenadas, pero hasta ahora... — sin decir más, Hermione lo tomó por el brazo y se apoyó en él.

Perspicaz, la pelirroja observó el intercambio con interés.

—Todos debemos descansar, así que si me disculpan...— concluyó Susan, tal vez genuinamente cansada, pues no emitió ningún comentario que su amiga no hubiese aprobado y se marchó hacia su habitación con una adormilada despedida.

Una vez solos en medio del lobby casi vacío, Harry tomó la mano de Hermione y la sostuvo entre los dos. Una sonrisa ladeada surcó sus labios al comprobar que ella no se había separado de su anillo de compromiso ni un solo día desde que se lo diese.

—¿Cenarías conmigo?— sugirió Harry, de mejor humor.

—Te he dicho que ya he comido, pero puedo acompañarte.

—Bien, planeo pedir servicio a la habitación— determinó él y sin demoras, la condujo hasta los elevadores.

Al llegar a su piso y entrar a su cuarto, Hermione se encontró con una copia casi idéntica de su propia habitación, a excepción de la vista poco atractiva que se veía desde la ventana considerablemente más pequeña.

En silencio, Hermione se arrastró a la cama y mientras Harry rondaba por la habitación, ella se enfrascó nuevamente en su trabajo.

Pocas veces podía dejar algo sin terminar y todo lo que había que saber lo tenía con ella siempre que cargase con su libreta de notas, siempre útil en estos casos.

Sin importar cuan exhausta le prometiera estar a Susan, su cerebro pocas veces le daba tregua cuando sentía que debía resolver algo y no pararía hasta hacerlo.

—Me daré una ducha— le comunicó Harry, a lo que ella solo pudo asentir distraídamente. No es que él esperase otra cosa, conociéndola tan bien como lo hacía cada que se encontraba ocupada sabría que en esos momentos solo obtendría un poco de su atención.

Intentando no distraerse, tan pronto como escuchó el ruido de la ducha y el suave tarareo de su mejor amigo esparciéndose como eco desde la puerta abierta del baño, las palabras escritas por su puño y letra frente a ella comenzaron a desdibujarse.

Realmente quería concentrarse, pero entonces, reflexionó acerca de que tan correcto era toda la cercanía aumentando entre ambos sin que ninguno hiciera nada por evitarlo, o pusiera límites.

No se trataba de Harry bañándose a unos metros, sino de ella misma, sintiéndose extraña por replantearse cosas que antes jamás habría cuestionado.

Tal vez acostumbrarse totalmente tomaría su tiempo.

Sin deseos por ahondar más en el asunto, Hermione recibió la cena en cuanto tocaron a la puerta e hizo todo lo posible por mantenerse ocupada mientras Harry salía del baño, casi veinte minutos después.

Su cabello húmedo se revolvía con cada movimiento de sus manos sobre la toalla, secándolo descuidadamente. Por suerte, agradeció la joven, ya llevaba su ropa de dormir.

Nada extravagante, solo una playera blanca y un par de pantalones grises de dormir.

— Pensé que estarías dormida—comentó él, acercando su comida hacia la cama para sentarse a su lado.

Apoyada contra el respaldo de la cama, las palabras que morían por salir de sus labios no pudieron ser retenidas por más tiempo.

—Al menos ahora tendría la certeza de que siendo esta tu habitación no te irías sin decir aunque sea un adiós.

Harry entrecerró los ojos, confundido, entendiendo sus palabras hasta segundos después.

—Lo siento, mi guardia comenzaba pronto y tú... No quise despertarte solo para decirte que me iría. No pienses que deseaba irme.

—Si has descansado tan bien como yo, puedo suponer que no.

—Que no te parezca difícil de creer, he dormido mejor que en días. Tal vez hay algo en ti.

—¿En mí? ¿Qué podría haber?

Era imposible de ocultar la sonrisa que tiraba de sus labios, al esperar escuchar lo que Harry diría. Una indescifrable sensación de calma la hizo dormir durante toda la noche en completa paz haciéndole saber que estaba de acuerdo con lo bueno que fue dormir juntos.

—No lo sé. Pero cuando desperté y te vi ahí, me di cuenta que deseaba quedarme allí por el resto del día— le dijo, segundos antes de, como ella, sentirse extraños—. Fue... Relajante. Eres como un amuleto que deseo tener todo el tiempo cerca, sobre todo al despertar.

Aunque le sonrió, tan concentrada como estaba en su pulso acelerándose, Hermione no supo qué responderle.

No debió empezar su conversación con ese tema. O al menos eso creyó, mientras se recostaba en la cama y abrazaba una de las almohadas para no tener que verlo.

Afortunadamente, largos minutos pasaron en los que ahora él parecía más interesado en comer que en percatarse de su ilógico nerviosismo.

—¿Tuviste un día cansado?— prosiguió, solo cuando estuvo segura que volvía a sentirse ella misma.

—Ni que lo digas, hemos comenzado con la identificación de las personas que arrestados y no todos han sido fáciles — se quejó Harry, sobándose el cuello con una mano—. ¿Te quedarás a dormir aquí?

Lo que le faltaba.

Justo cuando Hermione comenzaba a replantearse la modalidad de todas las libertades entre ambos, él le pedía algo como eso con tanta... Naturalidad. ¿O era la única exagerando al respecto?

Echando una mirada hacia Harry, comprobó que apenas y lucía conflictuado por su pregunta, cenando con total tranquilidad mientras ella...
Suspiró, intentando enterrar en su interior su irritante versión que se cuestionaba todo una y otra vez.

Estaba hablando de dormir con su mejor amigo solo por el gusto de su compañía... En la misma cama, evidentemente.

—Sí... Si no te molesta.

—¿De qué hablas? Debería ser yo quien pregunte eso, yo lo hice anoche, sin que me invitaras y para variar fui desconsiderado por irme sin avisar, deja que remedie mi falta.

Hermione río tontamente, motivada por la obligación de parecer tan serena como él.

—Entonces...

—¿Por qué no buscas una buena película para rentar?— sugirió Harry, apartando sus platos vacíos de él y, sin esperar una respuesta se alejó de vuelta al baño para cepillarse los dientes.

"Solo respira" se recordó Hermione, haciendo justo lo que pidió solo para poder concentrarse en algo más que sus horribles pensamientos. Se colocó el primer suéter que encontró de Harry como provisional ropa de dormir con total rapidez y lo esperó fingiendo mirar la pantalla frente a la cama.

Cuando él volvió, rogó internamente porque por algún milagroso motivo decidiera recostarse en el único sofá de la habitación y solo entonces, ella podría o no sugerirle compartir la cama.

No sucedió de ese modo.

Harry no titubeó al recostarse junto a ella y colocar un brazo detrás de su nuca, preguntando por el título de la película.

Maravillosamente... ¿Cómo podía ser tan desconsiderada para creer que él debía dormir en el sofá de su propia habitación? Sin importar cuanto lo pensara, Hermione no podía dejar de decirse que no existía comparación entre quedarse dormidos inconscientemente a tener una invitación de por medio.

Sin otra opción, no tuvo más remedio que meterse bajo las sábanas todo lo lejos que pudo de él y anhelar el instante en que pudiera estar en casa, en su propia cama, sin tontas preocupaciones alterando su conciencia.

Él no parecía pensar lo mismo, ni sentirse mínimamente incómodo.

Tan pronto comenzó a quedarse dormido, con Hermione decidida a no moverse de su extremo de la cama, todo en su actitud demostró no preocuparse por nada más que no fuese dormir. Se acostó como se debía y mientras Hermione hacía lo mismo, aprovechando que estaba dándole la espalda, sin miramientos, Harry se dio la vuelta y la encaró.

Por la sorpresa de tenerlo tan cerca repentinamente casi retrocedió, de no ser por la adormilada sonrisa que él le dio.

—¿Estás cómoda?— lo escuchó decir. Su voz fue un susurrante murmullo ronco.

—Sí.

Sin abrir los ojos, Harry se recostó sobre su espalda y extendió uno de sus brazos.

—Ven aquí.

—Oh... ¿No estarías más cómodo si...?

En la obscuridad, sin moverse un milímetro, Hermione contempló el perfil de su rostro, dudosa.

—No lo hagas si no quieres— murmuró Harry—. Pero no dormiré tan bien si no estás cerca. Te aseguro que no muerdo y no debo roncar mucho, o al menos es lo que Ron decía.

Menos nerviosa por sus ridículas palabras, Hermione terminó por acercarse y apoyar la mejilla en su pecho, completamente inmóvil.

De eso, por suerte, él no tuvo que enterarse, pues terminó durmiéndose con relativa rapidez. Hermione no contó con tanta suerte.

Aunque agradecida de sentir el calor irradiando de su cuerpo, alejando el frío azotando en el exterior tardó mucho tiempo para permitirse relajarse.

Al menos debía admitir que Harry tenía razón. Dormir juntos era lo que necesitaban luego de un largo día.

En algún momento de la noche, en medio de pensamientos irascibles Hermione debió caer dormida, pues ahora solo podía sentir la calidez que el cuerpo de Harry irradiaba a centímetros de ella. Las luces estaban apagadas, pero el cielo visible detrás de la ventana comenzaba a aclararse.

Al moverse, su pierna rozó la de él, obligándola a permanecer quieta, temerosa de poder despertarlo y tener que enfrentarse a aquel peculiar nuevo despertar.

Desde su posición, gracias a la tenue iluminación entrando por la ventana podía ver su rostro con total claridad, a solo un palmo del suyo. Sus ojos recorrieron su perfil hasta posarse en la línea de su mandíbula.

Sabía y tenía tatuado en su memoria el color exacto de sus ojos, aquel verde tan enigmáticamente maravilloso que ahora yacía escondido bajo sus párpados cerrados y sus espesas pestañas negras.

No eran ni remotamente similares al de aquella desafortunada chica a la que no olvidaría pese a ser verdes los dos, pero había algo que le hacía imposible separar un pensamiento del otro.

Tal vez era debido a su insana culpa por comparar ambas situaciones y tener la certeza de ser ella el extremo opuesto, con una increíble ventaja que la hacía sentir sumamente culpable. También, podía deberse a lo afortunada que se sentía por poder llamar a Harry su prometido, no por lo increíblemente apuesto que fuera, o lo envidiable de su fama, sino por la confianza que no encontraría en nadie más que en él.

Estaba bastante segura al afirmar que no la dañaría y que tanto como ella, procuraría no hacer nada que pusiera en riesgo su amistad. Pero últimamente había tanto por afrontar si querían seguir siendo los amigos de antes.

Con la claridad del despertar y una mente descansada, caviló sobre su quizás exagerada forma de procesar una petición tan pequeña como dormir juntos. No había razón alguna para alterarse por ello, con seguridad las intenciones de Harry habían sido solo normales, sin necesidad por salirse fuera de los parámetros de lo considerado correcto y ella enloqueció sin razón.

Mirándolo dormir, sintiéndolo enlazar inconscientemente su pierna con la suya, se preguntó si él habría sido capaz de hacer algo similar a lo que aquella pareja se arriesgó a hacer si Ginny se lo hubiese pedido.

Renunciar a todo lo que conocía, dejando todo atrás con tal de aferrarse a la mínima posibilidad de poder escapar exitosamente y empezar de cero en otro lugar.

Quizás él sí habría querido luchar por su amor...

Súbitamente, el recuerdo de lo iracunda que Ginny estaba con ambos luego de su discusión en la Madriguera volvió a su mente. Lo herida que se mostró al asegurar que existía más de lo que admitían detrás de su compromiso, lo indignada que Hermione se sintió por la sola mención... Y ahora, había dormido dos noches seguidas con Harry.

Básicamente no se trataba de nada de malo, pero la culpa todavía, algunas veces, la hacía sentir ruin y miserable.

Largos minutos pasaron, contemplándolo, intentando hallar la respuesta al inquietante enigma de que era lo que la hacía sentirse tan fuera de lugar. No se trataba de lo cómoda se sentía con él durmiendo tan cerca, ni lo relajante que su presencia le parecía, con su rítmica respiración en sincronía con las manecillas del reloj, sino de lo mal que estaba disfrutar de todo aquello.

Hermione no pudo darse cuenta de cuan cerca estaba hasta que Harry comenzó a moverse. Para este punto la luz del sol entraba a raudales por la habitación, iluminándolo todo.

Su pacífica expresión pasó de la absoluta tranquilidad a la momentánea confusión cuando sus ojos se abrieron perezosamente. Luego, justo como a ella le sucedió, su mirada recayó en Hermione.

Una sonrisa perezosa apareció en sus labios, mientras tallaba sus ojos y profería un suave suspiro somnoliento, acciones que la castaña aprovechó para retroceder todo lo que pudo para evitar sentir que era capaz de tocarlo. Pero incluso cuando se colocó boca arriba, aún podía sentirlo mirándola de la misma forma que ella cuando despertó.

Luego, contrario a lo apacible que era al dormir, Harry no dejó de removerse en la cama hasta que pareció despertar lo suficiente.

—Algún día notarás que mi despertar no es fácil— le dijo, como explicación a la forma en que ella lo miraba. Su voz resultó ronca, tan diferente a la habitual.

—Eso puedo verlo.

Permanecieron ahí unos cuantos minutos, en la misma posición, mirándose con la torpeza que solo se tiene antes de comenzar el día.

—¿Dormiste bien?— preguntó Hermione.

—Mejor que eso— bostezó él, colocándose los anteojos y levantándose con pesar al consultar la hora en el reloj situado al lado de la cama.

Tan pronto se levantó, toda la calidez que su cuerpo le brindaba se marchó con él.

Dejándola ahí, inmóvil, en una cama vacía en la que ya no tenía caso permanecer. Sin embargo, Hermione se permitió quedarse unos minutos más, a la vez Harry arrastraba los pies hacia el baño.

Mientras esto sucedía y Hermione comenzaba a sentirse nuevamente adormilada ante la espera, la puerta de la habitación fue tocada dos veces. Como pudo se enderezó, sintiendo que su corazón martillaba fuerte de dentro de su pecho.

—Harry...— su voz salió en un susurro que de nada sirvió cuando el par de golpes volvió a escucharse. Parecía urgente.

Sin más remedio que afrontarlo, se levantó torpemente y peinó con sus dedos su desordenado cabello, más rebelde que nunca a esa hora de la mañana y abrió la puerta.

— Comenzarán pronto con los interrogatorios, señor. Insisten en comenzar hasta que esté presente, así que...

Al levantar la vista, la voz del joven que días atrás les había entregado su lista de deberes la contempló paralizado, dándose cuenta tardíamente que no hablaba con quien creía. Momento que Harry, el universo o cualquiera que fuese el responsable, creyó oportuno para que él saliera finalmente del baño, abrochándose el uniforme.

La mirada avergonzada del auror vagó de uno al otro y luego, a algún punto fijo en la pared con tal de no establecer contacto visual con ninguno.

¿Podía haber algo peor que eso?

Al notar la extraña situación, Harry se acercó a la puerta e intercambió unas cuantas palabras con el joven, mientras Hermione retrocedía torpemente, dejándose caer encima del sofá.

Cuando la puerta se cerró, minuto y medio después, Harry lucía casi tan tranquilo como antes, de no ser por la sonrisa burlona que se escondía detrás de su aparente naturalidad.

—Él... Él... — tartamudeó Hermione.

—¿Él qué?— preguntó Harry, arqueando una ceja.

—La manera en que nos miró... Lo que debe estar pensando ahora...

La risa de Harry fue todo lo que obtuvo como respuesta.

—Eres adorable— le dijo y con paciencia, todavía abotonando su uniforme, se sentó a su lado—. ¿Qué hay de malo con que estés aquí? Quizás solo viniste a visitarme al amanecer y...

Hermione le dedicó una agria mirada ante lo ridículas que sus palabras sonaban, lo que solo alimentó su diversión.

—No es esta la imagen que quiero dar luego de lo que Lemaire...

—No estás dando ninguna imagen— rebatió Harry, sin una pizca de humor esta vez—. Quiero decir, solo hemos dormido juntos.

De no tenerlo a su lado, se habría cubierto los oídos con las manos ante lo mal que aquello sonaba.

—Sí, de acuerdo.

—¿Estarás bien?— la cuestionó, acariciando brevemente su mejilla—. Quisiera poder desayunar contigo al menos, pero...

—Solo ve al trabajo— se limitó a decir ella, permitiéndose una leve sonrisa—. Estoy exagerando.

Era notable la prisa que tenía, y no pensaba retenerlo por un asunto ridículo. Agradeciendo esto, Harry siguió alistándose y diez minutos después, se agachó frente a ella, que seguía en la misma posición, sentada en aquel incómodo sofá.

—Te veré después— le prometió y ante todo pronóstico, besó su mejilla castamente—. Gracias por dormir y despertar conmigo.

—Gracias a ti por la invitación— le respondió Hermione, palmeándole la mejilla afectuosamente.

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El resto de su estancia en Dewry se volcó a su exhaustiva búsqueda por dar significado a todo lo encontrado, por suerte, sus esfuerzos rindieron frutos.

Hubo que visitar una última vez aquel viejo hostal y el edificio frente a este, librándose cada tanto de la molesta presencia de Edith Finch y Luke Dugan. No fue hasta la tarde anterior a su regreso que el enigma quedó resuelto.

Los líderes de aquel grupo, si es que lo eran, no debían ser los más talentosos, razón por la cual sus pistas y uso de runas era todavía inexacto, dificultando descifrarlas inicialmente. Por suerte, ni Susan ni Hermione eran la clase de personas que se rendían pronto.

Así como los primeros símbolos formaban una trayectoria que seguir hasta el centro y frontera de la ciudad, el resto se reducía a varios números desordenados que después de horas de estudio y reflexión no resultaron ser otra cosa, más que coordenadas.

Si las seguían, podían deducir el próximo lugar al que habrían de dirigirse. Otra ciudad pequeña, al norte de Bristol.

Justo como Harry afirmaba, su propósito principal no era salir del país, conclusión desafortunada para el resto de personas que viajaban con ellos sin saberlo.

Previendo la posibilidad de un nuevo intento de revuelta, Susan y Hermione informaron a la primera oportunidad de esto.

A su regreso a Londres, Cygnus Lemaire estaba gratamente impresionado. Si bien no hubo una felicitación en todo el sentido de la palabra, a Hermione le bastaba haber vislumbrado un deje de admiración en los inexpresivos ojos del jefe de aurores.

Sus deducciones, por fortuna, fueron acertadas, evitando así el surgimiento de una nueva revuelta. No lo hacía por ayudar al Ministerio, sino para evitar el peligro que traería la posibilidad de develar el estatuto del secreto y la propia seguridad de las personas que, de ser apresadas como seguramente sucedería, perderían más de lo que creerían ser capaces de ganar. Sin importar lo de acuerdo que Hermione estuviera en algunos de sus intereses, sobre todo en lo respectivo a la ley matrimonial.

"Hiciste lo correcto" le garantizó Harry cuando la dejó en la puerta de su departamento, asegurándole después que ahora podrían concentrarse y dar toda su atención de vuelta a sus vidas.

Ella quiso creerle.

Tan pronto se encontró sola de vuelta en su apartamento, con Crookshanks en sus brazos, quedándose con su única vecina de piso moviéndose ruidosamente en el departamento aledaño, sintió que algo volvía a faltarle.

No podría explicarlo a ciencia cierta, pero cada que abandonaba aquel lugar, a su regreso solo se sentiría más ajena a él. Seguía intacto, casi idéntico al día en que se mudó, pero ya no era la clase de hogar en la que se sentía cómoda de vivir. Resolución que la llevó a otra.

Debía comenzar a volcarse de lleno en todos sus planes, antes de que la los preparativos de la boda les cayeran encima. Vivir juntos no debía suponerles ningún problema.

Recostada en la cama de su habitación, con Crookshanks recostado sobre su estómago, consideró que un departamento más grande no le vendría mal a ninguno de los dos.

Sin esfuerzo, podía imaginarse a Harry cada mañana, con aquel aspecto somnoliento que lo hacía ver adorable, o escucharlo tararear el fragmento de la misma canción una y otra vez al bañarse, tal vez mirando televisión hasta caer dormido. Y si quería ver esos escenarios haciéndose realidad, debían comenzar a buscar su preciado nuevo hogar.

Más segura que nunca, se dedicó a mirar por el resto de la tarde el catálogo que Luna le había dado, decidida no dejar más tiempo pasar.

Realmente añoraba el momento en que juntos pudieran llamar hogar al mismo lugar.

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El sonido de sus tacones repiqueteó por el suelo del ministerio aquella mañana de lunes. Su trabajo había vuelto a la normalidad finalmente, luego de varios halagos por parte del señor Evadine, orgulloso de su desempeño.

Ahora, mientras Hermione aprovechaba su descanso para almorzar, todavía pasando las páginas del catálogo que se había convertido en su fiel compañero por todo el fin de semana, no podía pensar en nada más que comunicarle las buenas nuevas a Harry.

De haber estado más atenta a su alrededor, habría advertido la mirada burlesca de Edith pasando a su lado con varios pares de documentos flotando detrás de ella, o el semblante nervioso de Thomas, a quien encontró en la entrada del Departamento de seguridad mágica, a solo unos cubículos del de Harry.

Aún intentaba dar explicación a su extraño saludo cuando pudo vislumbrar a su prometido, de pie al lado de su cubículo. Su presencia no pareció alertarlo, así que no tuvo otra opción que llamarlo alegremente con la mano y comenzar a decirle las noticias que moría por contarle.

—¡Harry! He conseguido una cita con una agente de bienes raíces, ella cree que puede ayudarnos a conseguir un buen departamento pronto y...

Su voz comenzó a reducirse a un leve murmullo cuando Harry alzó la mirada, con la sorpresa por verla tatuada en los ojos. Tardíamente entendió porqué no estaba sentado detrás de su escritorio como cualquier persona normal, y también, porqué no había regresado su saludo con la misma efusividad con la que habría hecho siempre.

El vacío en su estómago se convirtió en una horrible sensación de náuseas cuando la mirada de Hermione se encontró con los ojos de Ginny Weasley atravesándola como dagas.