Todo para lo que hubo cabida fue para el silencio más incómodo que pudiera recordarse entre los tres.
Que notaran su presencia fue algo que Hermione hubiera deseado evitarse. Habría preferido darse media vuelta y alejarse antes de que alguno pudiera darse cuenta que estaba ahí.
Debió ser menos efusiva y más... Sensata.
Harry la miró sin despegar los labios, inseguro como ella sobre que habría que decirse en medio de una situación como esa. Debieron haber previsto que no hacía falta que ninguno dijese nada.
Ginny se levantó de la silla de Harry en la cual, hasta hace unos instantes, parecía muy cómoda ocupando. Era la primera vez que se veían desde la comida en la Madriguera y por lo visto, su humor no había mejorado un apice respecto a ella.
—¿Van a mudarse juntos tan pronto?— preguntó y fue todo lo que hizo falta para hacerlos reaccionar.
Su tono era calmado, demasiado para ser considerado meramente pacífico. Como si despertase, Harry no emitió sonido, pero sí sujetó a su ex novia por el brazo cuando esta avanzó.
—Ginny, no es necesario… — comenzó Hermione.
—Solo... No digas nada— la silenció la pelirroja, librándose del agarre de Harry para poner distancia entre los tres.
—Creímos que sería más práctico— aclaró el joven, aguardando en tensión.
Era toda una fortuna que la mayor parte de aurores estuviesen fuera en esos momentos, almorzando lejos de lo que seguramente podría convertirse en todo un tema de conversación para quien lo presenciara.
Ante su aclaración, Ginny se río con frialdad, levantando una mano en el aire para callar posibles nuevas explicaciones.
—¿Puedo hablar contigo, Hermione? A solas— recalcó, notando las intenciones de Harry por hacerla retroceder.
—Ella no tiene nada que ver— dijo Harry, negándose—. Te lo dije antes, no puedes meterla en esto.
—No pienso hacerle nada. Merlín, no he enloquecido— siseó Ginny, ignorándolo—. ¿Y bien? Te espero fuera, si accedes.
Dicho esto, se alejó hacia la entrada del lugar, dejándolos solos, estáticos y, sobre todo, con mucho para procesar.
Inevitablemente, todos los acontecimientos que los habían llevado a ese momento resurgieron en la mente de Hermione, buscando explicarse que querría Ginny de ella. Lo más lógico sería que deseara únicamente hablar con Harry, como hacían antes de su llegada.
Al pensar en sus planes, su nueva confianza, en aquellas noches durmiendo juntos y lo que indiscreción delató, como su pronta idea por vivir juntos casi le hizo doler la cabeza, pero de nuevo, tuvo que recordarse que Ginny no tenía manera de saberlo todo.
Echando una mirada a lo lejos, Hermione la miró, esperándola impacientemente a unos cuantos cubículos de distancia, tiempo que Harry creyó conveniente para intentar detenerlas.
—No tienes que hacer esto— le aseguró él, sin importarle si Ginny los escuchaba—. No le debes nada, ni siquiera explicaciones.
Por un momento, Hermione se preguntó si esa era la razón por la que Harry siempre se encargó de todo, sin permitir que hubiesen intercambiado ni media palabra al respecto desde su anuncio en la Madriguera. Si, por eso, las mantenía a ambas en lados diferentes, a cada una en el lugar que les correspondía.
—No, tienes razón, pero quiero hacerlo— le aseguró la castaña, intentando omitir el desazón en el rostro de Harry que la perspectiva de dejarla sola con Ginny le provocaba.
—¿Estás segura?
—He dicho que sí— respondió, menos cortés de lo debido. Lo cierto era, que no se sentía completamente contenta con Harry y tanto como deseaba explicaciones de que sucedía, no quería tener que verlo hasta no dejar de sentirse tan terriblemente frustrada.
Procurando no mostrarse tan sentimental como realmente se sentía, pensando en lo mal que resultó la última vez que Ginny presenció un intercambio entre ambos, ignoró las palabras de su mejor amigo. Esta era una batalla que debía librar sola ya que, evidentemente, Harry no debía plantar cara por ambos eternamente.
—Debí decírtelo. Solo quería que habláramos, no pensé que tú...
Su estómago se hundió ante la aclaración. Él la había llamado, acordando encontrarse, ¿Para qué? Supuso que no debía importarle y sin embargo, lo hacía.
—No necesito saber más.
—Mione...
Sin dejarlo agregar nada, Hermione se aferró al catálogo en sus manos y avanzó al encuentro de Ginny Weasley.
Lo que sea que fuera a decirle debía ser importante, pues ella no caminó mucho antes de detenerse en uno de los pasillos más concurridos y por suerte, debido a la hora casi vacío. La mayoría acostumbraba dirigirse hacia ahí para tomar un descanso del trabajo si solo contaban con unos pocos minutos.
—Así que sus planes van maravillosamente, ¿Eh?
Ginny se colocó cerca de la orilla del barandal, desde donde podía verse gran parte del piso inferior por el que pocos empleados caminaban y ocasionalmente algunos memos interdepartamentales sobrevolaban hacia su destino.
—¿Qué quieres que te diga?— respondió Hermione cansinamente—. ¿Qué esperas obtener de esta conversación?
Inicialmente creyó que resultaría en algo beneficioso y hasta revelador hablar en privado, pudiendo enterarse sobre la conversación entre ellos que Harry jamás le contó. Algo que no pudieron permitirse aquella tarde en la Madriguera, pero aparentemente, se equivocó.
—Solo quiero respuestas. O tal vez soy masoquista y necesito saber...
—Sabes todo lo que debíamos decirte, sí, vamos a casarnos y sí, sé que esto no es fácil para ti, pero no puedes ir por ahí...
Sin escucharla, el sonido de la voz de Ginny la interrumpió, guiando la conversación hacia lo que realmente debía interesarle.
—¿Sabes lo que le dije el día que me enteré... De esto?
Hermione negó imperceptiblemente.
—No me ha dicho nada, ni una sola palabra.
—Al menos es considerado— farfulló Ginny, todavía a la defensiva—. No fui nada amable con las cosas que le dije sobre tú y él, y aún si no lo sabes, lo siento. Sé que no debería estar molesta, ¡Lo sé! Pero no puedo dejar de pensar que todo esto les ha quedado perfecto.
—Nadie planeaba algo como esto—tajó Hermione, para este punto molestándose también.
Su paciencia podía ser buena y quizás debía ser considerada, pero estaba bastante segura de no haber cometido ningún crímen comprometiéndose con un hombre ya soltero.
Notando su cambio de actitud, la pelirroja la miró de reojo y volvió la vista al frente.
—Sí, pero Harry corrió hacia a ti desde el inicio, no he podido no reprocharselo con lo furiosa que estaba. Incluso cuando nos enteramos y hablábamos de eso en mi habitación él... Pensó en ti y en como solucionarías esto. Yo estaba ahí, entre sus brazos... Y él me hablaba de ti.
Su voz tenía un matiz acusatorio que no pasó por alto para ninguna.
—Harry piensa en todos, pensé que lo conocerías y también, tal vez ingenuamente, que sabrías que nunca fue mi intención obligar a mi mejor amigo a casarse conmigo. Nadie pidió esto y tus acusaciones están fuera de lugar dadas las circunstancias.
—¿Eso crees? ¿Qué soy inmadura por no acoplarme a esta nueva normalidad que ustedes están sobrellevando tan bien? No sé si lo has notado, pero además de ti y tu encantador compromiso, el resto de personas están encontrando esto un verdadero infierno.
— Puedo no estarlo viviendo, pero no soy insensible al dolor ajeno— objetó Hermione, sintiendo sus mejillas enrojecer por la indignación—. Créeme, mis planes de vida no eran estos.
Ginny retrocedió un poco, recuperando la compostura al recibir una contestación sensata a sus palabras.
—No lo entiendes y francamente yo tampoco. No sé porque estoy culpándote, pero lo hago una y otra vez sin poder evitarlo— confesó la pelirroja, colocándose una mano en el pecho—. Tal vez solo estoy celosa y eso es algo con lo que nunca aprendí a lidiar bien. Estoy intentando ser menos hiriente con lo que digo, algo que no fui aquel día con Harry, pero todo es difícil.
Calmándose al vislumbrar un poco de la amiga que solía conocer, la genuina, la exaltación de Hermione comenzó a apagarse.
—Yo tampoco soy buena en esos asuntos. ¿Olvidas mi reacción a tu hermano saliendo con Lavender?
Ginny río para su pesar, controlándose también.
—Sé que estoy por casarme con alguien en quién jamás debí poner mis ojos, que estoy lastimándote, pero Ginny...— dando un paso en su dirección, la castaña se aventuró a poner una mano sobre su hombro—, Mi intención jamás fue hacer algo que pudiera hacerte daño y Harry tampoco. Yo lo vi, lo desesperado que parecía por hacer algo para sacar adelante su relación contra las negativas de Kingsley y...
Sus labios temblaron, con una oración no terminada. Habría querido decirle que no tenía razón para preocuparse pues él la amaba y lo haría por mucho tiempo más, tal vez indefinidamente, pero por alguna razón, la voz no le salía.
No quería decírselo.
No deseaba tener que pronunciar aquella frase de nuevo, sin importar lo verdadera que fuese. Tan solo considerarlo le secaba la garganta.
—Eso pensé también— reflexionó Ginny, aprovechando su silencio, su semblante ahora lucía apagado sin toda la furia llenándolo—. Te conozco, no tan bien como me gustaría alardear pero nunca dañarías a nadie. También sé que Harry hizo todo lo que pudo, como proponerme matrimonio primero, pero cada que volvía... No soportaba verlo sabiendo que todos sus intentos eran inútiles y entonces, sin planearlo, me encontré diciéndole que nuestras vidas jamás podrían volver a estar unidas. A veces creo que esa es la razón por la que odio imaginarlos juntos. Porque tú sí puedes estar con él sin problemas y a Harry poco parecen afectarle todos estos... Cambios.
Hermione no pudo evitar imaginarlo todo desde una perspectiva diferente. Desde la versión que Harry nunca le había contado y lo poco que ahora conocía desde la de Ginny.
Todo llevándose a cabo mientras ella libraba sus propios conflictos alternamente.
—Siempre pensé que si terminábamos sería bajo otras circunstancias— narró Ginny, como si no pudiera dejar de hablar ahora que había comenzado—, Y no mientras... Todavía estoy amándolo.
Hermione retrocedió un poco, incómoda ante el despliegue de confianza que no necesitaba reafirmación. Y no es que debiera esperar otra cosa.
Todo era demasiado reciente aún y fue iluso de su parte pretender que Harry y Ginny dejarían de amarse con el pasar de solo unos meses. Sintiendo que algo se removió dentro suyo, se preguntó si eso alguna vez cambiaría.
Si algún día miraría a los ojos de su esposo y dejaría de ver en ellos el reflejo de su amor por otra mujer. Si alguna vez, dejaría de tener que soportar las declaraciones de otra mujer asegurándole amar al hombre con quién se casaría.
—No se supone que estas sean la clase de cosas que se le dicen a la prometida del hombre que amas, ¿Verdad?— inquirió la pelirroja, parpadeando para despejarse.
La mano de Hermione que la sostenía cayó a su costado, alejándose con una sonrisa comprensiva, sentimiento que no le llegó a los ojos.
—Sí, si él no siente ningún tipo de afecto romántico por ella— sentenció, con amargura mal disfrazada—, Y en estas circunstancias, yo soy quien no debería hablar sobre nuestra boda contigo.
Ginny sonrió con cansancio, desestimando sus palabras al recaer en el brillante anillo de compromiso en su dedo anular.
—Él intentó todo cuanto estuvo en su poder... Desearía no haber tenido que renunciar a él tan pronto— susurró y tuvo que hacer un gran esfuerzo para limpiarse las lágrimas frente a Hermione—. Pero he visto algo en sus ojos mientras hablábamos hace un rato, algo que no estaba ahí antes... convicción.
Sus ojos marrones se concentraron fijamente en los de Hermione por primera vez, quien no podía entender menos.
—No lo entendí en ese momento— admitió Ginny—. Ya que sabía que no podía hacer nada por mí, supe que no te dejaría sola a ti también, por supuesto que nunca esperé que su apoyo fuera tan entregado.
Si la intención de sus palabras tenía un trasfondo cómico, ninguna lo apreció, manteniéndose tan conflictuadas como antes.
Sí, estaba cansada de dar explicaciones al mundo, a sí misma y ahora a Ginny, pero Hermione creía estar siendo partícipe de alguna clase de cierre a su propia conciencia atomentándola.
—Harry intentó todo por ti, lo sé. Lo vi, diciéndoselo a Kingsley y la noche que apareció en mi departamento no es el cuento de hadas de puedes imaginar. Su proposición no fue romántica o lo que puede esperarse de una, solo me lo pidió como eso, una manera de salvarnos el uno al otro y es todo lo que debes de saber.
Ahora era Ginny quien no se atrevía a mirarla, luciendo avergonzada, como si estuviera siendo reprendida. Algo que por supuesto, no debía desaprovecharse.
Si deseaba o no contarle más respecto a su perspectiva, Hermione no perdería la oportunidad de hacer de su conocimiento su versión y los hechos que la motivaron a aceptar la propuesta de Harry.
—Había comenzado a recibir propuestas. Cada uno era peor que el anterior y todos ellos, en el pasado, me habrían matado sin dudar, solo por el odio hacia Harry— comenzó a narrar, sintiendo un escalofrío atravesando su columna—. No minimizo tu dolor, pero para ti las cosas son diferentes. Estás limpia, no hay nadie que desee asesinarte o que esté subastándote por tu estatus de sangre, en medio de esto, tú todavía puedes darte el privilegio de elegir.
Ginny ya no parecía molesta, solo conflictuada. Todo lo contrario a su aspecto inicial al enterarse de la noticia.
—Lo sé, he sido desconsiderada, no solo contigo, sino con él también. Pero al pensarlo... todavía es insoportable imaginar que lo perdí y que ustedes serán...
—Harry te ama y hacemos esto por la ley, no por... Nada de lo que creas.
Ansiosamente, la joven se revolvió sus largos cabellos pelirrojos, pasándose los dedos entre ellos.
—Merlín, cada palabra que todos me han dicho para intentar hacerme entender... Las comprendo y sé que no debería ser tan dura contigo. Pero estás por casarte con el hombre que amo— jadeó, haciendo un esfuerzo por recomponer su voz y no dejarse ver tan expuesta.
—Nunca seré lo que tú para él— la tranquilizó Hermione tomándola de los hombros.
—Sí, esa es la cuestión—susurró Ginny, vacía.
Justo cuando la castaña estaba por soltarla, apareciendo por el pasillo emergió la figura de Harry, buscándolas.
Siguiendo su mirada y sabiendo que él no tardaría mucho en encontrarlas, la mano de Ginny se colocó sobre su brazo y la detuvo, impidiéndole alejarse.
—Me marcho de la ciudad en unos días, pero antes de que siquiera piensen en dejarme salir debo tener un registro firme de matrimonio o al menos, como haré yo, una solicitud para una asignación de pareja que les garantice que volveré.
Ambas se miraron, dándose cuenta que no estaba tratándose de una despedida común. De hecho, podía ser catalogada de todo lo contrario.
Por la urgencia en la voz de Ginny era muy claro que estaba avisándole acerca de sus planes por una razón.
— Sabré los resultados cuando vuelva y... No se lo digas, por favor. No soportaría tener que...
—No lo haré— prometió Hermione y la soltó, intentando pasar por alto sus ojos cristalizándose.
Harry ya caminaba hacia ellas cuando la distancia las separó lo suficiente como para fingir que nada de lo dicho había sucedido realmente.
Al notar a Ginny, todavía mirando a Hermione con súplica, debió entender que algo iba mal.
Sin embargo, no hizo ademán alguno por colocarse del lado de ninguna, hasta que Hermione retrocedió un paso más, se aferró a su bolso y el catálogo del que quería deshacerse y dio indicios de no necesitar explicación alguna para dejarlos solos.
Era claro que su presencia desde el inicio salía sobrando, o al menos eso le pareció cuando Harry finalmente se acercó hacia Ginny y le colocó una mano sobre el hombro.
Hubo un segundo en el que, mientras hacía esto, sus ojos se encontraron con los de Hermione, dirigiéndole una mirada de disculpa que ella no quiso siquiera corresponder.
Se sentía hipnotizada por la imagen de Harry flanqueando a Ginny, como si estuviera protegiéndola del mundo y la horrible verdad de su futuro matrimonio. No era correcto seguir ahí presenciándolo todo.
Con un nudo en el estómago, desvío la mirada solo para que él no pudiera ver lo que sucedía en su interior. No se despidió de ninguno, en su lugar, se dio la vuelta, con la mirada perdida y emprendió su camino lejos de ellos.
Al final del día, Ginny lo necesitaba ahora, o eso quiso creer para convencerse de apartar la opresión en su pecho ante la perspectiva de ser ella quien nuevamente tuviera que hacerse a un lado.
—Espera, Hermione.
La esperanza la hizo detenerse apenas escucharlo, esperando ver un desenlace diferente al sentirlo acercándose.
— Iré a verte, en tu departamento— le comunicó, su voz sonó ajena y extraña, pero ella asintió de todas maneras—. Lamento todo esto, pero...
—Te estaré esperando— tajó Hermione y sin esperar más, se alejó por el pasillo sin mirar ni una sola vez atrás.
La realidad fue más dura que en los últimos días, en los que tontamente creyó que todo sería siempre tan maravilloso.
Estaba por casarse con el ex novio de su amiga y aunque todas las explicaciones dadas por ambas eran coherentes y entendibles, no por ello resultaba fáciles de asimilar.
Pero hubo algo en ella, diferente a la última vez que tuvo que hacerse a un lado para dejarlos. Una inquietud que nunca antes había sentido y que no la abandonó por el resto del día al imaginarselos buscando consuelo en brazos del otro.
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Líneas y líneas.
Palabras sin sentido formando oraciones incomprensibles en su mente una y otra vez. Sin importar cuanto se esforzara en concentrarse en el libro que sus manos sostenían, se sentía incapaz de darle significado a nada.
Ni siquiera podía dedicarse a volcar sus pensamientos en un solo tema. Las palabras que leía y sus martirizantes cavilaciones se confundían todas sin orden.
Ni siquiera recordaba haber llegado a casa esa tarde. O el resto de su día.
Tendría que compensar el trabajo atrasado al día siguente, pues no pudo concentrarse en nada más.
Susan no perdió oportunidad en cuestionarle que le sucedía, preocupada de verdad por su aspecto.
Hermione apenas y fue capaz de formular un par de palabras como explicación.
Todo estaba bien. Perfectamente bien.
La cuestión era que no quería dar explicaciones a nadie, no cuando ni siquiera podía dárselas a sí misma.
Había un vacío en su mente, haciéndose más y más grande con el paso de los minutos. Llenándola de horribles pensamiento, cada uno peor que el anterior, sin contar la insoportable opresión clavándose en su pecho.
Vagamente podía recordar abrir la puerta de su apartamento, con la luz del sol escondiéndose al atardecer, dejando su bolso en algún lugar de la entrada y desplomarse en su sofá. Tomando distraídamente el primer libro que fue capaz de alcanzar desde su posición y permanecer ahí, apenas sin moverse hasta que quedó rodeada de penumbras.
Hasta que algo cambió alrededor.
Después de horas inmóvil podía reconocer el sonido de los autos en la calle, algunas voces y esporádicamente el sonido de Crookshanks afilándose las garras en algún extremo de la pared en la cocina. Lo que sucedió después se salía de los parámetros.
El viejo elevador llegando a su piso.
Sin apartar la mirada de la ventana, sus dedos se aferraron a la pasta del libro cuando escuchó el sonido de la cerradura abriéndose.
Luego, la puerta se abrió con un débil chirrido de las bisagras y él estaba en casa.
Escuchó sus pasos arrastrándose desde la entrada y luego, aquella extraña sensación advirtiéndole que la soledad estaba disipándose. Sin necesidad de voltear supo que él estaba mirándola.
No quería imaginarse que se encontraría al verlo. Si sería el mismo de siempre, aquel al que añoraba por el día y la noche, con quien compartió un montón de cosas nuevas o su versión antigua, todavía perteneciente a un pasado que ahora parecía lejano.
Invocando toda su valentía Gryffindor, aflojó el agarre de sus manos sobre el libro y levantó la cabeza. Los ojos de Harry estaban buscándola y al encontrarse, se motivó a rodear el sofá, apoyar una rodilla sobre este y finalmente sentarse.
El desasosiego acumulado en el día en Hermione creció. No se veía como esperaba, eso era evidentemente, pero tampoco como se había acostumbrado a verlo. Asegurarse de su presencia ahí significó una sola cosa: seguirían adelante.
La visita de Ginny podría haber significado muchas cosas, pero no cambiaba nada, o al menos eso le pareció al analizar la postura de su mejor amigo.
Pensó que se echaría para atrás, que terminaría perdiéndolo...
No sabía en qué momento comenzó a ver las cosas de esa forma. Cuando comenzó a sentirse temerosa ante la perspectiva de que su compromiso se rompiera.
En su interior, sabía que si eso sucedía, las cosas entre ellos no volverían a ser las mismas.
Ella no se sentiría igual ahora que había creado perspectivas sobre la vida que quería formar con él.
Fuese gracias a la ley o no, primero tuvo que aceptar toda su nueva realidad y luego, cuando alcanzó a comprenderlo, deseó casarse de verdad.
Por suerte, él estaba ahí.
—¿Has comido ya?— preguntó Hermione.
Fue lo único que pudo ocurrírsele para controlar sus deseos por reunirse con él de una manera más efusiva de la que supuso, podía.
También, era imposible de ignorar el recelo que le producía su tardanza, pero prefirió no comentar nada al respecto.
—La verdad es que no— respondió él. Su voz sonó distante y... Desconocida.
No contaba con la calidez con la que siempre se dirigía especialmente a ella. Quizás, quiso creer, se debía a su aspecto cansado y los sucesos del día.
—Te prepararé algo— anunció Hermione de todos modos, levantándose temblorosa, pero pronto la mano sobre su brazo la detuvo.
—Déjalo, no tengo apetito.
Sus dedos sobre su piel quemaban como brasas, pero Harry no la soltó, tiró de ella de vuelta al sofá, dejando claras sus intenciones porque permaneciera a su lado.
Solo hasta que estuvo seguro que no se marcharía terminó soltándola, pero ahora se encontraban considerablemente más cerca.
—¿Estás…?
Él negó, captando sus intenciones por hablar al respecto. El dedo pulgar de Harry trazó círculos sobre el dorso de la mano de Hermione, sin atreverse a pronunciar palabra.
Todo salía sobrando.
Dándose cuenta de esto, Hermione no quiso preguntar nada más. No deseaba saber que habría sucedido para que Harry demorase tanto, ni quería imaginarselo acompañando a Ginny, sanando sus heridas con promesas de un amor imposible.
Deseó que aquello permaneciera como un enigma que no abriese heridas con las que lidiar. Él estaba allí y era todo lo que debía importarle o al menos, ese sería su consuelo hasta que descubriera que había mal con ella y sus emociones.
Sin algo más que pudiera decir que sonara fuera de lugar, permanecieron en silencio. Podían estar sentados a solo unos centímetros del otro, pero se sentían más lejos que nunca.
Los minutos corrieron, mientras Hermione esperaba pasivamente a que él pudiera decirle algo que calmase su corazón. Harry no lo hizo.
Su boca permaneció cerrada, pero en su lugar, sus manos alcanzaron la manta con la que hasta ese momento Hermione se cubría del inclemente frío. Insegura, lo observó extenderla sobre su ella y luego, lentamente, abrir sus brazos para recibirla.
De no haber sido tan claras sus intenciones habría dudado más antes de acercarse a él y acurrucarse bajo su brazo. A diferencia de ella, Harry era cálido y confortable, brindándole el refugio en el que quiso estar desde que encontró a Ginny en su oficina.
Pudo sentirlo apoyando su mentón sobre su cabeza, amoldándose a su posición para luego mirar juntos hacia la fría ventisca azotando el exterior.
Sus mentes podían estar divagando a kilómetros de ahí, pero con su cuerpo pegado al suyo y la sensación de que no volvería a replanterse si él se arrepentía de su compromiso, su alma descansó finalmente.
Sintió, también, por una milésima de segundo, lástima por Ginny, donde quiera que estuviese ahora. Quizás tenía razón en algo, sin importar que sucediera y en qué época de sus vidas se encontraran, al final del día, inevitablemente Harry siempre volvería a Hermione.
••••ו•••ו•••ו•••ו••••ו•••×
La punzante incomodidad en su cuello fue lo primero que pudo sentir al abrir los ojos, encontrándose de frente con el brillante reflejo de la luz del sol entrando por la ventana.
Al intentar enderezarse, sintió el peso de algo apoyado contra su cabeza. Con solo dar una mirada a su alrededor, con la manta enredada entre sus piernas, la mitad de esta cayendo al suelo y gran parte de su cuerpo aprisionado por alguien a quién conocía bien, recordó todo lo que la llevó a dormir en aquella posición.
Harry todavía dormía profundamente cuando Hermione apoyó su mano contra su pecho, buscando levantarse para lidiar con el dolor de su cuello. Lo que inevitablemente terminó por despertarlo.
—¿También tú?— preguntó Hermione, nerviosa al encontrarse con su mirada, que del reconocimiento no tardó en convertirse en malestar, palpándose el cuello con expresión adolorida.
El enredo entre ambos, con sus brazos, piernas y la manta de por medio se deshizo eventualmente, permitiéndoles sentarse al borde del sofá.
—Nunca dormimos en la mejor posición— contestó Harry, aclarándose la voz, todavía ronca—. Agradecería que la próxima vez tu cama sea una opción.
No era la primera vez que dormían juntos. Quizás la tercera en un periodo relativamente corto de tiempo, y no es que Hermione llevase la cuenta. Y aunque su comentario no parecía ser malintencionado consiguió hacerla levantarse de golpe para no tener que mirarlo.
—No quise decir... — vaciló él.
—¿Quieres desayunar?— lo interrumpió la joven, azorada.
—Sí, puedo ayudarte con eso— respondió Harry, riéndose de su expresión, pero decidiendo sabiamente que no debía tocar el tema.
Sin recaer en esto, o darle oportunidad para alargar el momento, Hermione se alejó hacia la cocina y en poco tiempo, los dos ya se encontraban intentando cocinar un buen desayuno.
Mientras Crookshanks se escabullía entre sus piernas, buscando algún buen trozo de comida, Hermione apenas y sabía como debía sentirse.
Estaba el alivio de tenerlo ahí, el recelo por lo que habría sucedido entre él y Ginny y claro, aquel sentimiento todavía difícil de identificar. Hacia un día se sentía tan tranquila y segura de todo y ahora...
Media hora después, todo estaba listo, como debía ser si querían llegar a sus respectivos trabajos a tiempo. Por suerte, con todo el departamento de Harry lleno de cajas y cajas de mudanza, Hermione se ofreció a guardarle algunas de sus cosas más indispensables, entre ellas, varias mudas de ropa y claro, su uniforme.
El pequeño momento de relajación causado por su poco atinado comentario había pasado hace ya tiempo, dejándolos sumidos en un denso silencio solo interrumpido por el sonido de los platos y cubiertos puestos sobre la mesa.
No quería pensarlo, pero todos sus pensamientos siempre la llevaban al mismo lugar. Cada que Ginny aparecía, todo tendía a cambiar drásticamente y estaba harta de sentir que todo el esfuerzo que ambos ponían en que las cosas funcionaran pudiera tambalearse ante su sola mención.
No deseaba tener que resignarse a un destino como ese, no a un matrimonio que siempre la hiciera replantearse si podría derrumbarse todo ante sus ojos. Y lo peor era que ni siquiera podía reprocharle nada, porque ni ella misma sabía que esperaba.
Para el resto, como Susan, era difícil de entender el porqué Hermione no se autoproclamaba su prometida en todos los sentidos de la palabra. Sí, claro que se casarían y por supuesto que lo llamaría su esposo ante el mundo, pero existía ese freno que nadie parecía comprender.
Habían sido mejores amigos antes de encontrarse con que de un día para otro terminarían casándose y formando una familia. No era tan fácil asumir un nuevo papel que nunca antes contempló.
No sabría como comportarse como la prometida perfecta en un compromiso que nunca se esforzaron en aclarar si sería o no una relación de pareja en todo el sentido de la palabra.
Tener hijos, después de todo, si se esforzaba en analizarlo con analítica frialdad, no necesitaban de amor para ser concebidos.
Si se casara con un desconocido, tener un bebé ni siquiera contemplaría romanticismo de por medio. Solo lo que el Ministerio esperaba y no más. Por supuesto que, tratándose de Harry, tenía que replantearse todo.
Ambos habían saltado desde una platónica amistad hasta un compromiso de la noche a la mañana, omitiendo un posible noviazgo o como mínimo, un cortejo que los hiciera sentirse seguros de comportarse como pareja y eso, ni siquiera Susan, tan comprensiva como era, podía intentar entenderlo.
Para ella sería fácil, se casaría con Justin, su novio de años. ¿Cómo haría Hermione entonces para mirar a su mejor amigo de más de una década como su esposo en tan solo meses?
Necesitaba más tiempo, mucho más para convencerse de no estar cometiendo un error al cambiar su comportamiento y sobre todo, con la ruptura de Harry aún reciente.
¿Qué se suponía que debía hacer? ¿Tratarlo de la forma en que observó a Ginny hacer por años?
¿Era eso lo que él quería? ¿O lo que el Ministerio deseaba?
Si para ella era todavía un enigma por resolver, no quería imaginarse lo que le supondría al resto de personas. Casándose con personas desconocidas, con una sociedad entera esperando que se comporten como una pareja de toda la vida y con todo lo que ello implica.
A veces era fácil olvidar todo lo que la ley realmente significaba.
Mirando sin mirar el plato en el que servía la comida, Hermione estuvo a nada de dejar caer el contenido de la sartén al suelo cuando se dio la vuelta, encontrándose a Harry de pie detrás de ella.
Tan distraída como estaba, demoró unos cuantos segundos en concentrarse en lo que sucedía.
A él no parecía importarle la alarma en la mirada de Hermione. Su seriedad casi alertó a la castaña, esperando a que algo malo sucediera hasta que Harry la tomó por la muñeca, haciéndola dejar la sartén en la mesa.
Cuando sus manos se encontraron libres, tiró de ella en su dirección y como si con solo mirarla pudiera descifrar el embrollo tejiéndose en su mente, la rodeó con uno de sus brazos.
Hermione no comprendió que sucedía hasta que se encontró escuchando el latido del corazón de Harry pegado a su oído.
Ahora podía descifrar el sentimiento escondido detrás de sus ojos verdes cuando apareció la noche anterior. Lo que no se atrevió a decirle antes y quizás no diría nunca con palabras. Arrepentimiento.
Al sentirlo dejando un beso sobre su cabello, pudo permitirse reaccionar para rodearlo por la cintura y corresponder el abrazo.
Últimamente, sentirse era casi tan efectivo como entablar la más larga de las conversaciones. Podían entenderse con palabras, pero también con gestos como esos.
—¿Qué está pasando por tu mente?—preguntó Hermione, apoyada todavía contra su pecho.
Luchando contra lo cómoda que se sentía entre sus brazos, la castaña se obligó a separarse de él, sin soltarlo del todo, esperando su respuesta.
—¿Qué está pasando por la tuya?— devolvió Harry, tocándole la punta de la nariz cariñosamente.
Ella sonrió, alejando los malos pensamientos. Ahí estaba él.
A quién recordaba por todos los buenos días de los últimos meses.
Cada que algo sucedía, pensó Hermione, el tiempo cada vez era menos antes de que Harry volviese a ser el mismo, cada vez lo sentía más... Cercano.
—Solo quiero estar segura de que estás bien. Que lo que sucedió ayer no cambiará nada.
—No, no cambia nada. Pero sigo pensando que te debo disculpas por no decirte que Ginny...
—¿Tú le pediste hablar con ella?
Harry desvío la mirada al mismo tiempo que reforzaba el agarre de sus manos sobre espalda, reteniéndola por si lo que respondería le hacía querer alejarse.
—Supe que se iría para la próxima temporada de partidos, no sé en qué pensaba, pero luego de lo que ocurrió en la Madriguera, los dos dijimos cosas que no sentíamos y pensé...
—Algo de eso mencionó.
—¿Te contó lo que hablamos?
—No— contestó Hermione tajantemente—. Solo dijo que no habían sido cosas amables sobre mí.
—Ella no lo sentía de verdad...
—Lo sé— lo interrumpió, decidida a no escucharlo intentando justificarla—. Eso ha quedado resuelto entre las dos.
Aunque él asintió, podía notarse que se sentía tan extraño como ella hablando del tema, pero debió suponer que era su deber aclararlo.
—No estoy tratando de hacerla quedar bien ante tus ojos si eso crees, pero incluso yo, al escucharla hablando así de ti y de nuestro compromiso, le dije muchas cosas que fueron crueles, por eso necesitaba cerrar ese capítulo y... No ha pasado nada más entre nosotros, lo que sucedió ayer fue...
Hermione negó con la cabeza, separándose un centímetro de su cuerpo. La sola mención la ponía terriblemente enferma.
—No sé si quiero saberlo. Durante días después de lo sucedido en la Madriguera la curiosidad me mataba por conocer lo que habían hablado, pero después de verlos... De saber que necesitaban hablar todo esto aparte, me doy cuenta que no deseo entrometerme en eso.
—No te entrometes en nada. Vamos a casarnos y no puedo esconder cosas de ti y pretender que no debo decírtelas...
—No, Harry. No lo mires así— susurró Hermione, colocando una mano sobre su pecho—. Lo que hablaste con ella esa noche e incluso ayer, es algo que no quiero conocer. Si yo estuviese en su lugar, apreciaría que respetaras esa privacidad.
Daba la impresión de que jamás habría esperado una declaración como esa y ciertamente, Hermione tampoco. Claro que se moría por saberlo, pero existían verdades que era mejor no conocer.
Además, no mentía, eso era algo que les correspondía solo a ellos, pero no por ello permitiría que volviese a suceder.
—Solo tengo una petición— le comunicó, aguardando unos segundos a que Harry lo asimilara.
—Lo que sea.
—Vas a casarte conmigo y cuando eso suceda, en el momento en que sea tu esposa, no deseo competir con el fantasma de Ginny eternamente. No te pido que la exilies de tu vida, porque la considero mi amiga, pero no quiero atravesar de nuevo algo como lo que sucedió ayer. Si consideraron oportuno cerrar ese capítulo, como tú lo has dicho, quiero estar segura de que a partir de ahora seguirás adelante conmigo.
—Hermione Granger— susurró Harry en voz baja, una trémula sonrisa se dibujó en sus labios—. No existe un momento en el que al pensar en el futuro no estés tú en él.
Al escucharlo, agradeció que todavía estuviera sosteniéndola o de lo contrario sus débiles rodillas habrían cedido.
—Estamos juntos en esto, ¿No es así?— insistió él, apartándole el cabello del rostro—. No dudes de eso jamás.
—Solo intentaba aclararlo— titubeó ella, esforzándose en mantener la seguridad antes mostrada.
—Bien, pues ha quedado más que claro, Mione.
—¿Desde cuándo te gusta llamarme así tan seguido?— río Hermione, separándose pesarosa de su agarre. Creyó, no, supo, que de seguir así ninguno llegaría a tiempo al trabajo.
—Desde hoy— afirmó Harry, sentándose frente a ella—. Te llamaré de esa y mil formas más para demostrarte que lo que estamos haciendo y tú, sobre todo, son verdaderamente valiosos para mí.
Sin importar si el desayuno se encontraba frío ahora, el ruido de su conversación reemplazó cualquier posible falta.
Hermione se sentía orgullosa de sí misma por haber aclarado los límites que estaba dispuesta y no a seguir y claro, de estar convencida de que Harry los tenía presentes.
A partir de ese día se esforzaría todo lo que pudiese en sepultar su curiosidad por todo lo que Ginny pudo haber dicho y sobre todo, en lo que significó en la vida de Harry hasta ese momento.
A partir de ese día, Hermione deseaba comenzar a verse a sí misma como en lo que se convertiría.
La esposa de Harry Potter.
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La larga fila de espera rebasaba la capacidad de atención de los únicos tres cubículos disponibles para atender las solicitudes matrimoniales a punto de registrarse.
Por suerte, no era eso lo que los llevó aquella mañana de jueves a presentarse en el abarrotado Departamento de Registros Mágicos.
Apenas una hora atrás, Hermione no tenía idea de que se encontraría allí, al menos hasta que recibió un memo interdepartamental en si escritorio, comunicándole que su fecha de matrimonio había sido finalmente otorgada.
Le llevó apenas unos segundos informarselo a Harry y otro poco más antes de que él la recogiera en su piso para dirigirse juntos y conocer la fecha que definiría todo.
Con la mano de Harry sobre su espalda, guiándola entre las largas filas haciéndose más grandes gracias a un departamento que no se daba abasto, avanzaron hacia una de las únicas ventanillas libres en las que serían atendidos.
Entregaron su certificado de registro y, medio minuto después, la encargada estaba entregándoles un pequeño sobre color marfil con el sello del ministerio de magia sellándolo.
Para: Harry James Potter y Hermione Jean Granger.
Se leía bajo el escudo del ministerio.
Las manos de Hermione temblaban ligeramente por la anticipación cuando extrajo la hija dentro del sobre y leyó:
"Después de analizar su respectiva solicitud y registro, el Departamento de Registros Mágicos se encuentra gratamente satisfecho de comunicarles que han sido considerandos y admitidos como una pareja apta, compatible y saludable para contraer matrimonio en la fecha acordada y concebir un niño o niña mágico completamente sano.
Según el día designado, un empleado ampliamente calificado habrá de cerciorarse de la validez del enlace, concluyendo satisfactoriamente con esto la primera etapa del cumplimiento del estatuto matrimonial.
Fecha designada: 26 de diciembre de 2002.
«Conservar, preservar y mantener«
Hermione recitó el final con voz dudosa hasta que se cercioró que no había más texto que ese. Era lógico, teniendo en cuenta el tamaño del sobre pero esperó, quizá acostumbrada a la extravagancia del ministerio, que fuese algo que causara más impacto en ella.
En comparación al día de su registro, se sentía considerablemente más tranquila ante la perspectiva de su futura boda.
—Humm— murmuró Hermione pensativamente, dándose golpecitos con el sobre contra la palma de su mano.
—¿Es una mala fecha?
—No, adoro el invierno— admitió—. Al menos, para año nuevo estaremos casados.
Harry se río de su despreocupada respuesta y ella lo imitó, hasta que pudieron caer en cuenta que eso aceleraba todos sus planes. En menos tiempo del pensando todo sería oficial.
—Todavía tenemos tiempo de buscar los muebles para la biblioteca y claro, el departamento— sugirió Harry, leyendo sus pensamientos.
Hermione se sintió considerablemente mejor y menos estresada cuando la siguente pareja detrás de ellos lució sumamente desdichada al aproximarse a recibir su respectivo sobre.
Dejó que Harry la guiara nuevamente, agradeciendo el contacto de su mano hasta los elevadores.
—Lo siento, no volví a preguntar, ¿Qué hay sobre la cita para el departamento?
Intentando no recordar el motivo por el cual ya no pudo decirle la fantástica buena nueva dos días atrás, Hermione reprimió el recuerdo y respondió todo lo amable que pudo.
—Oh sí, conseguí una cita para el sábado, ¿Eso está bien? Podremos mirar un par de departamentos y con suerte hallar uno que nos guste.
—Por supuesto, pero tendremos compañía— le comunicó él, manteniéndola cerca cuando el elevador comenzó a moverse violentamente hacia arriba.
—¿A quién?
— Andrómeda acordó dejarme pasar el fin de semana con Teddy, entonces...
—Entonces tráelo contigo, quiero tener su buena opinión de nuestro futuro hogar— sentenció Hermione de buen humor.
Hacia tanto que no veía al pequeño Teddy Lupin y estaba segura de la enorme ilusión que le haría al niño acompañarlos.
