Le habría gustado ser tan sencilla como Harry.

Su indecisión se dividía en dos fragmentos que no conseguía hacer encajar. Primero estaba su creciente emoción producida por los preparativos y la boda acercándose y luego, lo poco bien que se le daba decidirse entre tantas opciones disponibles.

Hermione estaba bastante segura de que llevaba más horas de las que le gustaría contar rodeada de telas, velos y arreglos nupciales. Allá a donde mirase todo se extendía como un paisaje de impolutos colores tenues y vestidos radiantes.

Lo que inicialmente creyó sería una gran ayuda a su poca preparación mental, ahora la hacía desear alejarse hasta el rincón más lejano de la enorme tienda y respirar hondo.

Luna y Susan, declaradas oficialmente como sus damas de honor apenas y dudaron en acompañarla en busca del vestido que usaría en cuanto Hermione se los sugirió. Creyó, ingenuamente, que con la opinión objetiva de ambas encontrar un vestido sería tan sencillo como elegir al azar uno de entre tantos y pagar por él.

No fue así.

Los gustos de Luna eran demencialmente diferentes a los de Susan, por lo que sus sugerencias no se parecían ni un poco la una de la otra. Los vestidos que le mostraban eran todos preciosos a su manera, pero Hermione podía encontrar en todos y cada uno de ellos un mínimo pretexto que la haría descartarlos al punto que incluso sus pacíficas amigas comenzaban a exhasperarse.

Sintiéndose como una muñeca expuesta sobre el aparador Hermione permitió que la encargada de la tienda terminara de vestirla y ajustar el décimo vestido, antes de dar un paso hacia atrás y permitirle verse en el enorme espejo ocupando toda la pared frente a ella.

Era bonito.

Con su larga caída cubriéndole todas las piernas, pegándose a su cintura y cadera hasta caer centímetros más abajo de sus rodillas en un corte de sirena que la hizo sentir incómodamente apretada. Además, el blanco de la tela se perdía casi al final, difuminándose con un tenue color azul que si bien era hermoso, no la convencía.

—Algo viejo, algo nuevo y... algo azul— recitó Susan, levantándose desde su asiento para admirar más de cerca—. ¿Por qué no llevar el azul en el vestido? Es bonito y hasta auténtico.

—Lo es— reconoció Hermione, sin sentirse convencida del todo—. ¿Qué opinas, Luna?

—Me gustaba más el anterior, y no es solo porque yo lo haya sugerido— respondió esta, meciendo sus piernas desde su asiento con todos los vestidos por probar agolpándose a su lado en una larga fila flotante.

Lo que la conducía al mismo desenlace. Hermione ni siquiera se sorprendió por ello.

Toda la tarde desde que llegaron había sido, básicamente repetitivamente tediosa. Mirarían telas, las desecharían y luego, probarían varias decenas de modelos. Algunos, simplemente preciosos, otros, llanamente demasiado extravagantes para su gusto.

—Necesito un descanso— jadeó la castaña, súbitamente sofocada. Bajó del sitio en el que estaba, sujetándose hacia arriba la falda del vestido descuidadamente y ante la mirada de sus amigas y la encargada del lugar, se alejó sin rumbo fijo por el único pasillo vacío del local.

No fue consiente de mucho hasta que se percató de sus manos apretando con fuerza la tela, impidiéndole caminar gracias al por sí solo apretado modelo que ahora vestía.

Ojalá fuese tan sencillo como creyó.

Tan pronto comenzó a relajarse, vagar en el diminuto pasillo haciéndose más y más estrecho dejó de sentirse sofocada si con eso el ruido de las personas y el constante zumbido de su mente apresurándola para encontrar un vestido, mezclándose con las sugerencias de sus amigas la aturdiéndola.

Distraídamente, con la punta de los dedos acarició las telas rodeándola. Si era sincera, nunca se imaginó en esa situación.

Siempre que consideró verse casada, pensó solo en su matrimonio y los cambios que eso traería a su vida, quizás algunos detalles de la ceremonia, pero jamás en el vestido que usaría y, por supuesto, con quien se casaría.

Los detalles más importantes, irónicamente.

La situación a la que se enfrentaba ahora, con todo más tangible que nunca la confundió. No quería que ninguna de sus amigas creyera que no valoraba su opinión, o que sobreponía a una sobre la otra y, por eso mismo, no podía afirmar o negar ninguna de sus sugerencias.

Dos pasos más la condujeron al final de aquel interminable pasillo escasamente iluminado. Al igual que cada rincón en aquella tienda, repleto de estantes y vestidos preciosos para cualquier gusto. Entre ellos, en medio de extravagantes vestidos protegidos por hechizos que los mantenían siempre perfectos, parcialmente oculto por las pomposas telas rodeándolo se encontraba el vestido más hermoso que Hermione hubiese visto jamás.

Era precioso. Con sus delgadas mangas de encaje, su escote en forma de V favoreciendo la elegancia atrevida que Hermione estaba dispuesta a usar y el corsé ajustándose perfectamente a la cintura, decorado armoniosamente con pedrería, encaje blanco y bordado de cristales. Además del corte de la falda, amplia en comparación a lo ceñido de la tela alrededor de la cintura, con tul de un impoluto color blanco que caía con gracia hasta el suelo.

Tal vez era así como las cosas sucedían, reflexionó, admirándolo desde su posición. No hizo falta buscar imperfecciones inexistentes, todo cuanto pudo imaginar de su boda se resumió a ella usando aquel vestido, con Harry esperándola al final de un largo camino, de pie junto al altar.

Respiró aliviada por primera vez durante la tarde. Casi todos sus preparativos estaban finalmente listos y sobre todo, estaba casi segura al afirmar que Harry lo encontraría igual de encantador.

Al final del día, ni siquiera Susan o Luna se atrevieron a cuestionar su decisión, y no es como si hubieran pensando en hacerlo, reflexionó Hermione, reflejándose en el alivio en sus rostros cuando les contó la buena nueva.

Como ella, adoraron la sencilla elegancia que desprendía. Todo, desde la tela, la caída del vestido y el velo la enamoraron y, después de todo, los altos estándares a satisfacer eran los de la novia.

Rápidamente, por el resto del día, se le hicieron los arreglos necesarios, adecuándolo a su cuerpo y haciendo que el vestido fuese exactamente a la medida de Hermione, ajustándose a su cuerpo con discreta perfección. Todo el tiempo invertido valió completamente la pena.

Mirándose al espejo, vistiéndolo con orgullo y la alegría haciendo brillar sus ojos, la mujer a la que ahora veía a través del reflejo la cautivó. Verse a sí misma usando un vestido como ese le pareció todo, menos inadecuado.
Por primera vez pudo verse como cualquier otra mujer emocionada por el día de su boda y haría, justo como había hecho durante toda su vida, que la ceremonia fuera tan perfecta como podía serlo.

Después de todo, según sus amigas y al menos como ella esperaba que fuera en su caso, se casaría una sola vez en la vida y si era sincera, tenía mucho interés en sorprender a Harry con su elección.

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La cantidad de personas que transitaban la calle obligó a las tres chicas a caminar costado a costado, apretujándose una contra la otra en medio de calurosas conversaciones repletas de enérgica emoción.

La luz del sol, ocultándose tímidamente en medio de un precioso atardecer salpicando el cielo de colores naranjas concluyó un día de extenuante búsqueda, con exitosos resultados.

Mirando al final de la calle, segura de lo que buscaba, Hermione experimentó una corriente de felicidad al encontrarse con la figura de Harry, acercándose desde el extremo opuesto, evadiendo a las personas con una mano en los bolsillos y andar despreocupado mientras a su lado, Ron reía ruidosamente de algo que solo los dos podían escuchar.

Y, entonces, tal vez atraído por la intensidad de su mirada llamándolo, Harry ladeó la cabeza, todavía sonriendo y se encontró con su prometida ya mirándolo. Sin embargo, ninguno cambió nada en su postura.

Hermione aún caminaba con el brazo de Luna enlazado al suyo y las voces de fondo de sus amigas animándola con sugerencias interesantes para el lugar de la ceremonia, mismas que no escuchó. Por su parte, Harry respondió a lo que sea que Ron le dijo, pero no se atrevió a apartar su mirada de Hermione, con aquella media sonrisa congelada en sus labios.

La distancia entre los dos se acortó gradualmente, atrayéndose como imanes en medio del mar de personas separándolos hasta que inevitablemente quedaron uno frente al otro. Las voces de sus amigos cobraron fuerza, volviéndose nuevamente audibles en medio de los respectivos saludos.

El chispazo de electricidad que comenzó como un cándido subidón de energía terminó concretándose cuando Harry le pasó un brazo sobre los hombros al saludarla, todavía viéndose contagiado por la animosa presencia de Ron a su lado y una descarada osadía en su actitud.

— Creí que serías más práctica— intervino la voz de Ron, rompiendo la conexión en sus miradas y devolviéndolos a su presente, rodeados de sus amigos.

—¿Ah sí? ¿Por qué?— exigió saber Hermione, sintiéndose acalorada, pero también agradecida por tener una salida de distracción.

—¿No es obvio? Cualquiera pensaría que tardarías menos en encontrar un vestido, ¡No casi todo un día! Harry acabó con todas mis cervezas de mantequilla— protestó, quejándose infantilmente con Luna, a quien no parecía importarle mucho—, Y me persuadió para casi terminar con nuestra comida, lo siento.

—No me pareció que te molestara tanto tenerme en tu casa, ¿Qué hay del "respiro de las chicas" que mencionaste?— inquirió Harry despreocupadamente.

Ron decidió ignorarlo, e insistió:—¿Por qué has tardado tanto?

—No esperaba que fuera tanto tiempo, pero no podía encontrar el adecuado— se disculpó Hermione, sin sentirse culpable.

—Cualquier cosa se vería bien en ti— dijo Harry, interviniendo entre los dos—. ¿Fue una elección difícil?

—No ha sido tan sencillo como contigo y tu traje. ¡Te verás tan bien! Y apenas y te has esforzado, yo por otro lado...

—Eso no tiene relevancia— objetó Harry—. Podría casarme contigo vistiendo cualquier cosa, incluso la fea túnica de gala de Ron, y seguiría gustándome.

—¡Eh, que sigo aquí!— exclamó Ron, empujándolo por el hombro.

—Precisamente por eso— respondió Harry, irónico.

Justo cuando Hermione se disponía a intervenir, reprimiendo la risa, recordó la presencia de Susan y Luna, esta última, mirándola de una manera que la paralizó. Era como si sus ojos quisieran ver a través de ella, intentando descifrar un enigma incomprensible. No parecía estar escuchando los comentarios de los chicos, de los que Susan se reía con ganas, solo... La miraba.

Desentendiéndose rápidamente de la actitud de su mejor amiga, Hermione prefirió mantenerse mayormente callada, concentrándose en cualquier otra cosa, como Harry y lo recompuesto que se veía a la luz del día, frente a sus amigos.

¿Se sentiría tan bien como se veía?

Hermione lo había visto desmoronándose más veces de las que le gustaría recordar y en el pensamiento, encontró una reconfortante honra por ser ella quien pudiese verlo en cualquiera de sus facetas y posiblemente, ayudarlo a salir de los malos ratos.

Ahora, mirarlo viéndose tan radiante y... Encantador, la contagió de su ánimo. Era así como deseaba verlo siempre que pudiera, nada más distante al recuerdo que se obligaba diariamente a olvidar. Lo que las pesadillas hacían en él no reflejaría nunca como Harry era realmente.

Siempre esconderían lo radiante que era su sonrisa, la manera en que sus ojos podían iluminarse por la risa y lo encantadores que resultaban sus comentarios plagados de sarcástica astucia.

—¿Estás contenta con tu elección?— le preguntó él, precisamente cuando ella se encontraba ocupada mirándolo.

—Es precioso, Harry— comenzó Hermione, recordando el propósito de su día y, reafirmando sus palabras le mostró la funda que ahora escondía el vestido, manteniéndolo resguardado en su interior—. No creí que esto me entusiasmaría tanto, pero es… es hermoso.

—Qué gusto— respondió Harry, enternecido por su emoción—. ¿Por qué no me lo muestras?

Luna soltó una suave risita, pero Susan, por otro lado, profirió una exclamación escandalizada.

—¡Ni se te ocurra mostrárselo!— advirtió, señalando a Hermione con su dedo índice.

—¡No pensaba hacerlo!— se defendió esta, ofendida de que la creyera tan ingenua como para siquiera considerar la opción.

—¿Por qué no puedo verlo?

—El novio no puede ver a la novia antes y eso, para ti, incluye el vestido— le comunicó la pelirroja.

—Esa ridícula tradición no tiene sentido si solo estoy pidiendo ver el vestido.

—No hemos pasado tantas horas en medio de su indecisión, como para que ahora se arruine la sorpresa— insistió Susan, firmemente empecinada en no dar su brazo a torcer.

—Ya lo veremos— resolvió Harry y guiñó un ojo a Hermione con una complicidad que ella no respondió. Habría dado todo por mostrárselo de una vez, motivada por la amistad entre ambos incitándola a hacerlo parte de sus logros, pero luego, estaba ese inédita emoción que nunca antes había experimentado deseando sorprenderlo hasta el último segundo.

Por primera vez, obedecería a este último.

El resto de la conversación, alejándose del tema de la boda fue todo lo típico que pudo serlo, resaltando solo el embarazo de Luna, el compromiso tardío de Susan y los temas tediosos sobre los que cualquier adulto con responsabilidades hablaría, despidiéndose finalmente luego de comprobar que la gente teniendo que rodearlos para continuar con su camino comenzaba a mirar al grupo con reprobación por su impertinencia.

Ron y Luna, tomados de las manos desaparecieron por el extremo opuesto de la calle mientras Susan alegó encontrarse con Justin a dos calles de ahí para cenar juntos. Felicitó a Hermione por su vestido, asegurándole que podía llamar siempre que necesitara ayuda y se alejó entre la multitud de personas dirigiéndose a sus casas luego de un largo día.

Una vez solos, el peso del cuerpo de Harry sutilmente apoyado contra el suyo la hizo sentir pequeña y nerviosa, sin la presencia de sus amigos llenando todos los silencios.

Desde aquella noche, tan pronto amaneció Harry se esforzó arduamente en fingir que nada había sucedido, tratándola y comportándose con la normalidad de siempre, limitándose si acaso a aceptar que el estrés del trabajo causaba estragos en su rutina de sueño. Sin embargo, la semilla de preocupación ya había echado raíces en Hermione y era demasiado tarde como para aceptar y olvidarlo.

Las pesadillas usualmente serían impredecibles, por supuesto, pero siempre existirían un detonante, por mínimo que fuera.

En ese momento, despertando la de sus analíticas cavilaciones Harry apretó cariñosamente sus hombros con su brazo, estrechándola contra él sin importarle encontrarse en medio de la calle todavía demasiado transitada.

—Me alegra que te haya gustado.

—¿De verdad? Tal vez te parezca ridículo que me haga tanta ilusión, pero...

—Nada de ridículo, uno se casa una sola vez en la vida, ¿Verdad?— la frenó Harry. Besó su coronilla y le quitó el vestido de las manos para ser él quien ahora cargara con el, echando a andar por la calle rumbo a su hogar.

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La noche siguiente, el panorama no distaba mucho de cualquier típica noche. El rugido del viento alborotaba las hojas de los árboles, silbante y ruidoso sin ninguna otra edificación cerca por varios kilómetros.

Sus pies descalzos sobre las frías baldosas hicieron a Hermione casi trotar desde la cocina, de vuelta a la sala, en donde Harry la esperaba, mordisqueando una rebanada de tarta de melaza ociosamente.

—Estuve pensando en las invitaciones— comentó Hermione, con sus manos llenas de varios sobres color perla con los nombres de los Weasley y su familia escritos, mismos que tuvo que recibir en su trabajo, todavía vacíos, para maravilla de Susan, siempre contenta de presenciar de primera mano los avances en los preparativos.

—¿Acerca de qué?

—Sobre a quién invitaremos, claro. Una vez que las tuve en mis manos me di cuenta lo distraída que fui al no organizar bien la lista de invitados e intenté hacerla por la tarde. Solo anoté a las personas más importantes, como nuestros amigos más cercanos y mi familia, ¿Por qué no la terminamos ahora?

Harry le dirigió una mirada perezosa, pero asintió de todas formas. Con cada día que pasaba, el tiempo parecía recordarles que estaban contra reloj.

En cuanto diciembre llegara, los días estarían contados.

—¿Hay alguien a quién quieras invitar que no haya contemplado?— preguntó Hermione con voz solemne, a la vez que buscaba algo con lo cual escribir y le mostraba su lista.

Mientras metía una cucharada de tarta a su boca, Harry leyó de reojo y negó con la cabeza.

—Si ya anotaste a los Rolland y a los chicos, son todos.

Hermione, que ya se disponía a sentarse a su lado, al escuchar la mención se dio con la mano en la frente.

—¿Cómo pude olvidarlos? Los anotaré ahora y se las mandaremos cuánto antes.

—Seguro, si queremos que llegue hasta el Caribe pronto— añadió Harry, a quien no parecía producirle especial preocupación el retraso, mismo que su prometida mostraba, acostumbrado ya a su ansiosa búsqueda de perfección.

La sorpresa en el rostro de Hermione no lo incentivó a mostrar mayor inquietud.

—No hablarás en serio— jadeó ella—. ¿Qué pasa si no llega a tiempo? ¿Si se extravía por alguna razón?

Él se río, teniendo el descaro de verse completamente despreocupado siempre y cuando su preciada tarta estuviese a su lado.

—Es ahí donde quiso pasar sus primeros meses de retiro, no lo culpo— objetó Harry y siguió comiendo, para estrés de la joven.

Creyendo fervientemente que habían descuidado gran parte de los pequeños detalles que una boda conllevaba, Hermione regresó sobre sus pasos a la cocina, trayendo de vuelta más invitaciones y una pluma, que luego arrojó al regazo de Harry.

—Pon su nombre, y el de su esposa— ordenó, señalando la pluma mágica, en la que él escribió ambos nombres. Al contacto de la tinta con el papel, la letra de Harry se difuminó, plasmándose en la invitación con una perfecta caligrafía idéntica al resto, en el que se leían sus nombres del matrimonio Rolland, la fecha y el lugar en relucientes letras negras.

A esta, le siguieron otras más, para Thomas, Asher y los mellizos, Simon y Ryan. Tan pronto terminó, mientras Harry admiraba con interés el diseño de la invitación con mayor atención, Hermione le arrebató la pluma, tomó otra invitación y escribió un nombre más. Uno que le hacía sentir terriblemente culpable haber pasado por alto.

—Creí que solo faltaban estas... — comentó Harry, intrigándose de verdad.

Tiró de Hermione hacia el sofá, tomándola del brazo hasta que ella se desplomó en el lugar a su lado, todavía escribiendo fervientemente. Gracias a su cercanía, a Harry no le costó mucho inclinarse sobre ella, algo que, por la expresión que se formó en su rostro, pareció no desear haber hecho.

—Me has recordado que he sido desconsiderada al olvidarlo, pero con tantas cosas en las que pensar...

—¿Viktor?— leyó Harry, con tono despectivo y una mueca extrañada. Al levantar la mirada, Hermione lo miró sin entender el motivo de su desconcertante apatía.

—Sí, con toda esta locura olvidé decírselo y, por supuesto, contestar su última carta.

Harry se echo hacia atrás en el respaldo del sofá cuando Hermione comenzó a escribir en un hoja un par de párrafos, que luego añadió a la invitación.

—¿Siguen hablando después de tantos años?

— Evidentemente— respondió la castaña con naturalidad y en mayor medida divertida por su actitud. Aprovechando su curiosidad, hurtó el último trozo de tarta y siguió escribiendo.

Por los minutos siguentes, fue como si Harry hubiera perdido completamente sus de por sí pocas energías, así como su motivación para hacer algo más que no fuera mirarla escribiendo.

—¡Listo!— exclamó Hermione, reuniendo todas las invitaciones en sus brazos, apretándolas contra su pecho antes de levantarse y alejarse hacia el comedor, en donde las dejó listas, solo esperando ser enviadas.

Apoyándose en el sofá con el brazo, Harry se dio la vuelta, todavía sentado y la siguió con la mirada.

—¿Que opina él de todo este asunto de la ley?— preguntó, en un tono lo suficientemente alto para que ella pudiera escucharlo.

—Creyó que era horrible que nos obligaran a esto— respondió Hermione al volver, ahora con varias muestras de colores y un pesado catálogo con la imagen de una bruja muy guapa, vestida de blanco en la portada en la que se leía "Bodas mágicas".

Se hizo un espacio al lado de Harry, y colocó el libro encima de sus piernas, abriéndolo con entusiasmo.

—No contesté a menudo a sus cartas después de eso, debe estar preocupado.

Para su sorpresa, Harry se río con ironía, mientras sus dedos se enredaban entre los hilos sueltos de la manta hecha un ovillo entre los dos. Hermione estuvo cerca de sentirse irritada por su infantil actitud, pero también, le producía una minúscula pizca de intrigante diversión.

—¿Te molesta que lo invite?

—No— contestó Harry, pareciendo parcialmente sincero y luego, volviéndose a ver divertido, añadió maliciosamente:— Solo que recuerdo haberle dicho que tú y yo solo éramos mejores amigos en cuarto año y ahora, va a recibir una invitación a nuestra boda.

—Personalmente... No me parece gracioso, solo intrigante como la vida da tantas vueltas, es impredecible, ya ves— murmuró Hermione, sin intenciones por alimentar su avasallante actitud.

—Sí, sé que jamás habrías imaginado casarte conmigo— aseguró Harry, aplacado por su seriedad. Recordándole, inevitablemente, que en ocasiones debía dejar de ser tan adusta y relajarse, sobre todo después del estrés que su amigo había tenido durante toda la semana.

—Que eso no te desanime— manifestó Hermione, escondiendo una sonrisa mientras pasaba páginas—. No eres un mal prospecto después de todo.

Mostrándose poco ofendido, captando con rapidez su intención por bromear, Harry se acercó y, aunque no parecía saber mucho de lo que el catálogo mostraba, intentó mantenerse interesado con lo que ella le comunicó, serían preparativos aún pendientes.

Hablaron de la comida, sugiriéndose propuestas interesantes, también, sobre la decoración y los tiempos en qué habría de suceder su itinerario, cuestión por la que que Harry se esforzó en recordarle que debía relajarse más.

—Luna sugirió muchas buenas ideas basándose en su propia boda. Por supuesto que algunas no creo que funcionen con nosotros, pero otras, como las flores que te mostré y la decoración en tonos neutros son preciosas. Si vamos a decidirnos por esa idea, deberíamos comenzar a buscar distintas opciones, ya que me pareció... Lo siento, no quiero agobiarte mucho con esto. Será algo pequeño, lo sé, pero...

A veces Hermione se olvidaba de cuanto era capaz de hablar sin detenerse, apenas tomando un respiro entre oración y oración. Ron solía decirle constantemente que debía frenar su enérgico entusiasmo si quería que alguien fuera capaz de entenderla. Sin embargo, Harry no lucía mínimamente agobiado con esto. La miraba atento, con la barbilla apoyada en su mano.

—Sigue. Extrañaba verte hablando con esa actitud.

—No quiero ser pretenciosa y dejarte de lado— objetó ella, repentinamente tímida.

—Aceptaré la mayoría de tus elecciones, pero también diré mi opinión, como con este color… ¿Bistre?

—¿Es horrible?— inquirió Hermione falsamente triste, notando su expresión—. Creí que te gustaría.

—¿Lo has escogido tú?

Harry hizo una mueca ante su silencio, intentando disfrazar su verdadera opinión, hasta que Hermione no pudo contener más su risa, algo que inevitablemente terminó por revelar su engaño.

—¡No he sido yo!— se defendió la castaña, luchando por recuperar el aliento—. También tengo mis reservas, pero contrario a lo que creas, Susan tiene buen gusto en todo lo demás.

—No en esto— manifestó Harry, aliviado y mostrándose poco culpable al descartar el color—. Al menos somos iguales en varias cosas.

—¿Tú crees?— preguntó Hermione curiosa, mostrándole un color más, que tampoco pareció convencerlo.

Él continuó:—Siempre ha sido así, ¿No lo crees?

—Tú siempre has tenido buen gusto, Harry— se sinceró ella, escribiendo apasionadamente sus opciones elegidas.

Él ladeó la cabeza, contemplándola como a un enigma que solo él sería capaz de resolver.

—Lo sé.

Sintiendo su mirada fija en ella, atenta a cada uno de sus movimientos, para Hermione, quien comenzaba a sentirse nuevamente torpe y nerviosa, fue más sencillo pretender que deslizar la pluma sobre el papel acaparaba toda su atención.
No es que le molestara que él la mirara, como posiblemente sucedería con cualquier otra persona. Le provocaba cierto agobio ser el objetivo de su interés, así fuera durante solo una pequeña fracción de tiempo, no sabría qué hacer, como actuar o a donde mirar.

—La casa quedará fantástica contigo al mando.

Se preguntó si él era consciente de las muchas variantes que tenía su tono de voz y si sabía lo que provocaba cada una de ellas.

—¿Eso crees?

—Por supuesto— afirmó convencido, y sin miramientos, se asomó una vez más por encima de su hombro, hacia la larga lista de opciones para la organización de un banquete y luego, a toda la habitación a su alrededor—. Lo has hecho bien buscándonos un buen hogar, hasta ahora puedo ver una pequeña Sala Común de Gryffindor aquí, y nada nos hará sentir tanto como en casa. Eso me gusta de ti, tu entrega al hacer las cosas.

— Creí que la mayor parte del tiempo te resultaba irritante.

— Durante el colegio, sí— admitió Harry sin reparos—. Verte haciendo todo y más siempre me hacía sentir que debía hacer algo también, y estaba demasiado ocupado siendo un adolescente estúpido. Ahora, me incentiva a seguirte el ritmo y supongo, estar a tu altura.

Hermione lo miró perpleja. La mayoría de sus relaciones pasadas habían terminado por razones que llegó a considerar se debían a lo demandante que era al esperar demasiado de los chicos con los que salía y esto, se sintió como el mejor de los halagos.

Por fortuna, él no esperaba una respuesta que de todas formas, ella estaba segura de ser incapaz de formular antes de sentirse demasiado tonta.

—Cuando era niño— siguió Harry, invadido por una incontenible franqueza—. Siempre quise una casa en la cual vivir. No importaba su tamaño si podía llamarla mía.

Su exaltación inicial se disipó tan pronto escuchó sus últimas palabras. Esta vez, Hermione sí que lo miró, haciéndole saber que tenía su total atención si lo que deseaba era alguien que lo escuchara.

—Lo que sea que fuera mío. Yo no tenía un hogar, tío Vernon nunca paraba de repetírmelo— murmuró, impregnándose de un sutil rencor que le obscureció la mirada por unos segundos—. Nuestra casa es la primera cosa que he sentido mía... Nuestra— se corrigió.

Incluso si seguía viéndose entero, ella lamentó todo el trasfondo que sus palabras implicaban. Como sospechó, quizás tardíamente, debajo de toda la energía y falsa impertubabilidad, Harry escondía más de lo que admitiría.

Sin pensarlo mucho, se acercó despacio a él, acortando la distancia por sí sola ya lo suficientemente escasa hasta que sus hombros se tocaron. Necesitaba hacerle saber que el pasado se mantendría lejos de todo lo que él era ahora. Que la tenía a ella y también, un hogar de verdad.

—Claro que es nuestra. Además, podrás hacer todos los arreglos que quieras.

Él sonrió melancólico, admirando cada rincón de la amplia habitación. Encontrando valor en su distracción, la joven aprovechó para tomar su mano sobre el sofá y apretarla.

—Y nadie podrá decirte jamás que no tienes un hogar. Nosotros dos, aquí y ahora, somos una familia— decretó Hermione afectuosamente.

A pesar de que Harry no sonreía, ni mostraba una emoción más allá de una cortés amabilidad, en cuanto reforzó el agarre de sus manos, admirando a detalle cada facción de la chica frente a él, a Hermione le pareció que lo que saliera de sus labios bastaría para contribuir al acaloramiento que su sola cercanía estaba causándole.

—No puedo imaginar a nadie mejor con quien empezar una vida, o a una mejor mujer para ser la madre de mis hijos— susurró él, en medio de una exhalación que Hermione confundió como propia.

Si era completamente sincera, no quería dejar de escucharlo. Nunca deseó con tanta fuerza que él no se detuviera, que por un instante, no frenara su sinceridad. Era lo único que ella necesitaría para sentirse menos sola en una travesía que comenzaba a creer, desde su perspectiva, poco a poco, comenzaba a tomar rumbos diferentes.

Él no lo hizo.

Lo que sea que estuviese creciendo en Hermione, motivándola, se disipó tan pronto Harry desvió la mirada. Tal vez, pensó desanimada, él creía haberse excedido. Encontrando una rápida solución a su incomodidad al poner distancia entre ambos, procurando ser lo suficientemente cauteloso para no parecer grosero por sí ella encontraba sus palabras desagradables.

Hermione no encontró las fuerzas ahora que él había demostrado esperar su rechazo con tanta seguridad. Además, si bien no era la primera ocasión que lo escuchaba refiriéndose a la posibilidad de una familia juntos, sí la primera vez en que lo hizo mirándola a los ojos.

"Hijos", había dicho él, provocándole un escalofrío, pues su alusión no se refería expresamente no solo lo que él Ministerio les pedía. ¿En qué momento cumplir lo estrictamente establecido en la ley pasó a segundo término? ¿Harry ahora encontraría la perspectiva tan poco tortuosa como ella?

Siempre supo lo mucho que él deseaba un hogar, no lo que lo que comprar la casa significó, sino el valor que adquiriría, una familia, la pertenencia que eso le daría.

Ella era su familia ahora. El solo pensamiento bastó para estremecerla, llenándola de un orgullo que pocas veces experimentó. Mirándolo ahí, Hermione tuvo más claro que nunca que no podría romperle el corazón, si es lo que él esperaba con su rechazo, mostrándose abiertamente pesimista a ser aceptado.

Si se casarían, como ambos sabían que sería desde que accedieron a comprometerse, desde el primer minuto, conocían todo lo que ello conllevaría. Un futuro con Harry jamás la asustaría.

—Serás un gran padre— soltó Hermione, evitando mirarlo, pero segura de que eso bastaría para hacerle saber que no había razón para seguir rehuyendo del futuro.
En respuesta, Harry suspiró aliviado y antes de que pudiera soltarla, los dedos de la joven se cirnieron con los suyos.

—Eso espero y si no es así, házmelo saber.

—¿De qué hablas?— preguntó Hermione, contenta de haber disipado la incomodidad.

—Nunca tuve padres, no tengo idea de como se supone que debe hacerse.

—Ambos nos ayudaremos— le aseguró la castaña.

—Eso suena bien— dijo Harry, atreviéndose entonces a colocar un mechón de su desordenado cabello detrás de la oreja. La chica no se movió, haciéndole saber que sus gestos no le desagradaban, ni la intimidaba como antes.

—A veces, me gusta pensar que todo lo que me ha pasado es por una razón— aseguró Hermione, abarcándolos con un gesto de su mano—. Incluso esto.

Harry la miró de una manera que le hizo dar un vuelco al corazón y, con voz susurrante, preguntó:—¿Este momento?

—¿A qué te refieres?

—Si todo sucede por una razón, ¿Esto debía pasar? Quiero decir, el que estemos aquí ahora, justamente así, en estas circunstancias, ¿Era algo predestinado?

—Sí, si lo crees.

—¿Tú lo crees, Hermione?

—El destino no siempre es un castigo. A mi manera de ver las cosas, encontrarnos aquí hoy era algo que debía suceder y no precisamente para mal.

—¿También lo es la boda?

—Quizás.

Sin una razón en particular, reflejándose solo en las acciones del otro, ambos se sonrieron mientras Hermione se obligaba a pensar en otra cosa que distrajera su mente, esforzándose en traer un poco de su camaradería olvidada las últimas semanas, al intentar golpear juguetonamente su hombro con el suyo. Antes de que pudiera hacerlo, Harry la interrumpió.

—Tengo muchas razones para creer que, en un futuro, quien estará a cargo de la disciplina en esta familia no seré yo. Llámalo destino, también.

—¿Y ser yo quien tenga el papel de policía malo?— inquirió ella, ofendida—. Olvídalo.

Harry se río de su expresión.

—Puedo hacer la cena siempre que quieras si eso te persuade.

Hermione lo miró entrecerrando los ojos con perspicacia.

—Y, como yo me levanto antes, haré el desayuno, así que no hay trato, todo es equivalente y justo—se negó.

—Suena justo— se rindió Harry, dejando caer la cabeza contra el respaldo del sofá—. Puedo ver un potencial de rutina aquí. Funcionamos bien, ¿No es así?

Sin saber porqué, al escuchar su última afirmación Hermione no pudo evitar recordar la conversación con sus amigas de días atrás. Harry tenía razón, siempre había sido muy sencillo estar juntos, que pensar en lo que Luna y Susan afirmaron como un requisito "esencial" para su funcionamiento ahora parecía superficial e incluso, incorrecto.

—¿Crees que es todo lo que necesitamos para ser un buen matrimonio?

—¿Tú no?

—Sí, claro. Es solo que Luna y Susan... Sé que a veces no debería escucharlas, pero hablaron sobre...— su voz se detuvo en cuanto su mente procesó lo que diría, corrigiéndose a tiempo—. Química.

—¿Química, dices?— repitió Harry, casi tan perplejo como ella, aún sin creer que estuviera contándoselo, al menos gran parte de ello.

Hermione no le hablaría sobre la alegórica tensión que, por supuesto, no existía entre ambos, ni se atrevería a mencionarla tan descaradamente.

—¿De qué hablas? Creí que teníamos mucha química. Siempre la hemos tenido, desde niños.

Retorciéndose la tela de la ropa con su mano libre, Hermione fingió que era precisamente eso a lo que se refería. La inocente química que unía su amistad.

—Sí, tienes razón.

—Espero no darte problemas.

—No lo harás si cumples las reglas.

—Ya sé que habrá mucho de eso— corroboró Harry, viéndose forzado a soltarla cuando Hermione, más nerviosa que antes, retomó su tarea, pasando páginas del catálogo sin mirar realmente.

Con cada segundo que transcurría, se sentía más dueña de sí misma de nuevo y, por supuesto, de sus emociones. El momento tan extraño pasaría pronto, se dijo esperanzada. Como muchas veces antes.

Experimentando la ya conocida sensación de desilusión que siempre le devolvía la cordura luego de unos minutos se permitió respirar hondo y tranquilizarse. Nada malo sucedía, solo se trataba de ella y su irritante forma de sentirse últimamente.

Quiso atribuirlo a los nervios por la boda, recordándose lo que el estrés podía causarle. Nunca pensaría con claridad si seguía comportándose como una niña.

Todo era justo como debía ser.

Tan normal como siempre había sido en su longeva amistad.
Solo dos amigos, apretujado uno contra el otro en un enorme sofá en el que no haría falta estar tan cerca, con sus piernas tocándose a cada oportunidad. Todo era tan cotidiano como siempre, o lo fue, hasta que lo escuchó murmurar algo a lo que no consiguió dar significado.

Algo que cambiaría todo. La clase de cosas que sucedían por una razón. El pequeño aleteo de mariposa capaz de desencadenar un caótico suceso que repercutiría en su futuro.

—¿Qué has dicho?

Harry sonrió, devolviéndola a su realidad. El tipo de sonrisa que Hermione recordaría por días.

—Ramé— repitió él, consiguiendo que ella se inclinara ligeramente en su dirección, segura de haber escuchado mal por segunda ocasión.

—¿Qué es lo que eso significa?

Colocándole un dedo a la altura del hombro, Harry la señaló.

—Tú. Eso eres.

—Repítelo.

Obedientemente, él cumplió su petición, misma que no le dio ningún significado.

—Ramé.

Al notar su confusion, Harry se vio obligado a explicarse mejor.
—A veces, en las misiones aprendes toda clase de cosas, historias, costumbres, o en este caso, palabras. Esa es una de ellas.

—¿Me dirás qué significa?

Por la forma en la que parecía disfrutar de su confusión, era clara cual era su respuesta. Decidida a hacerlo confesar, se giró completamente en su dirección, arrastrándose en el sofá hasta apoyarse en sus rodillas para sentirse más imponente en su nueva posición. Algo que aparentemente no funcionó, provocando la risa jactanciosa de Harry.

—No me mires así, depende de ti saber su significado.

Le hubiera gustado mostraste más segura de lo que se sentía. Le habría encantado ser la clase de chica que responde magníficamente a una conversación, saliendo airosa de ella con astucia y encanto. Pero, ¿Cómo se suponía que lo sería si Harry continuaba mirándola de esa manera?

Su propósito era hallar el significado todavía desconocido de la enigmante palabra a como diera lugar. Irritada por su poca cooperación y sus desbordantes intenciones por ponerla nerviosa, Hermione se impulsó, recuperando el catálogo e intentó golpear el brazo de Harry con el lomo del libro.

Su intento fue frenado tan pronto él se enderezó, sujetándola por el brazo con su característica agilidad, movimiento que hizo perder el equilibrio a Hermione, quien terminó desplomándose encima de él, clavándole el codo en el pecho. Harry ahogó un quejido de dolor, acomodándose con dificultad sin soltarla completamente.

No resultó nada bien.

El peso del cuerpo de Hermione se hundió aún más, mientras el catálogo caía a los pies del sofá y la desesperada joven, previendo su tambaleante caída levantó la cabeza todo lo que pudo para que su rostro no chocara con el de Harry, a solo un palmo de distancia. Su aliento le provocó un cosquilleo que solo se vio incrementado al notar la sonrisa en sus labios borrándose hasta que no quedó nada de ella, como si jamás hubiese estado ahí.

Todos los posibles comentarios que pudieron ocurrírsele para disipar el extraño momento murieron en el instante en el que, mientras intentaba enderezarse, Harry se lo impidió, reteniéndola en la misma posición.

Lo que sucedía no se parecía a nada que hubiese ocurrido antes entre los dos. Los límites que llevaban tanto tiempo forzándose a resistir por el bien de su amistad estaban quebrándose ante sus ojos, sin intenciones de ninguno por frenarlo.

Hasta ese momento, todo había sido como un sutil flirteo que siempre alcanzaba a frenarse a tiempo con comentarios amistosos, pero ahora... Lo que sucedía, la mantenía interesada por descubrir su desenlace.

Antes de que Hermione pudiera darse cuenta, Harry estaba enderezándose, sin aflojar su agarre ni un apice. En cuanto su espalda estuvo apoyada contra el respaldo del sofá, con la castaña todavía en su regazo, la mano con que la sostenía finalmente la soltó, solo para que al segundo siguiente ascendiera hacia su rostro, tomándola del rostro con decisión.

De haber tenido que hablar, Hermione no habría sabido que palabras bastarían para explicar lo que sucedía y, por primera vez, no le importaron las etiquetas.

La manera en que la mirada de Harry observaba sus ojos y luego descendía hacia sus labios la motivó a acercarse un centímetro más. Lo conocía lo suficientemente bien para captar todas sus señales por sutiles que fueran y si bien aún no comprendía el significado, sí estaba bastante segura de lo que provocaba en ella.

El presentimiento de que algo sucedería.

Teniéndolo tan cerca, sintiéndose tan completa y, al mismo tiempo, a su entera disposición, solo esperando a que él tomara la iniciativa la emocionó. Deseó que él pudiera leer a través de sus ojos el ferviente anhelo que la embargaba.

Como usualmente sucedía, lo hizo.

Ya no tenía caso seguir engañándose con falsa inocencia. Hermione sabía lo que él quería y podía verse reflejada en el cristal de los anteojos deseándolo también.

Las palabras que pronunció la hicieron estremecerse por la incredulidad que tal afirmación le produjo.

—Quiero besarte, Hermione— declaró Harry en un murmullo hipnótico—. Llevó días deseando saber...

Su voz fue igual a un susurro rozándole la piel del rostro, mientras su mano, manteniéndose cerca de su mejilla se atrevía a hacer más de lo que la chica se sentía capaz de soportar al sentir su tacto acercándose a su boca. Harry le acarició el labio inferior con la yema de los dedos, entretanto sus ojos parecían incapaz de apartar la vista de sus acciones.

La manera en la que la veía, recorriendo cada gesto la paralizó, pero fue su voz el detonante para que Hermione se sintiera deshaciéndose en sus manos como arena. El tono grave que pocas veces lo había escuchado emplear y, por supuesto, lo que sus palabras implicaban.

"Quiero besarte".

Escucharlo expresando tan descaradamente un deseo que jamás creyó que pudiera albergar hacia ella y sobre todo, que no se creía capaz de despertar en él le hizo temblar las piernas.

Ocupado como estaba, le facilitó a Hermione el poder apreciar cada detalle de su rostro. Incluidos sus ojos, los que jamás le mentirían. Necesitaba saber que lo que le decía era lo que realmente sentía antes de arriesgarse y develar sus propios deseos.

Lo que encontró bastó para disipar cualquier duda. El brillante color en sus ojos verdes se encontraba casi oculto por sus pupilas dilatas, completamente visibles a pesar de la poca iluminación. Verse reflejada en su mirada y lo que provocaba en él la hizo sentir lo suficientemente valiente para ser ella quien actuara esta vez.

Las manos de Hermione cobraron vida propia, sujetándose del brazo de Harry que la rodeaba, apretando sus dedos contra su piel para decirle, sin pronunciar una sola palabra, que ella también lo deseaba.

Agradeció que él estuviera sosteniéndola con tanta firmeza o de lo contrario, se habría desplomado contra él cediendo al temblor que recorría sus brazos.

Por semanas Hermione quiso engañarse diciéndose que no sentía la íntima cercanía entre los dos, la corriente de electricidad que la llevaba una y otra vez a buscarlo, a pensar en Harry más veces en el día de las que habría de considerarse correcto y sobre todo, a perder el miedo a su matrimonio hasta el punto en que no le importaba ser la clase de esposa que él deseara.

Y Harry, al entenderlo, al verla levantando el mentón, entreabriendo sus labios para él, no esperó mucho más. A solo unos centímetros de su boca se detuvo, su aliento se convirtió en suyo, mezclándose hasta que sus labios se rozaron tentativamente por primera vez en sus vidas.

En cuanto Hermione cerró los ojos, entregándose sin reparos a lo que no sabía que llevaba añorando, tomándola por la nuca Harry la atrajo hacia él y fundió su boca con la suya.

En cuanto sus labios se encontraron, sin titubear un solo segundo, Harry la guió con firmeza y en respuesta, Hermione abrió obedientemente la boca en anticipación, recibiéndolo gustosa.

Permaneciendo quieta, Hermione solo se movió en obediencia a lo que su cuerpo le pedía y, aunque al inicio, como toda experiencia nueva, la extrañeza del primer roce se disipó en cuanto comprendió que besar a Harry le gustaba. Sentir su boca uniéndose a la suya, luchando por emprender un ritmo que no satisfacía la calcinante sensación quemándolos solo los incentivó a no detenerse.

Los brazos de Hermione lo rodearon por el cuello, obligándolo a moverse en su dirección. Ninguno podría dar explicación al como Harry terminó colocándose sobre ella, todavía sosteniéndola por la cintura mientras el cabello de Hermione caía en mechones desordenados encima del sofá hasta caer en cascada hacia el suelo.

Ninguno se movió mucho, manteniéndose cerca mientras sus labios eran quienes se encargaban de hacer todo el trabajo. Hermione no fue plenamente consciente de lo que sucedía hasta que se sintió muy acalorada, insatisfecha de su pasiva conformidad. Sus manos hasta ahora quietas comenzaron a moverse tentativamente y mientras una se sujetaba al brazo de Harry, apoyado en el sofá para no aplastarla, la otra formó un puño apretado, clavándose las uñas en la palma para intentar atarse a lo que fuera que le hiciera creer que lo que experimentaba era real.

Al separarse, momentáneamente aturdidos por la necesidad de llenar sus pulmones de aire, no mirarse resultó imposible. Al encontrarse reflejado en los ojos del otro, fue como si estuvieran conociéndose por primera vez.

Una sonrisa ladeada se formó en los labios de Harry y sin esperarlo mucho más, la tomó cuidadosamente del mentón, elevando su boca para él, y volvió a besarla.

Por los minutos que siguieron, en medio de jadeantes respiraciones y alientos entre mezclados para Hermione no hubo cabida para más. Al menos, hasta que su conciencia reclamó toda su cordura y, como muchas veces antes, arruinó todo.

La aplastante verdad de lo que estaba haciendo, su sentido común recordándole el peso de sus acciones. Realmente se encontraba besando a su mejor amigo y lo que era peor, no deseaba detenerse realmente.

Pero si seguía permitiendo que Harry la besara de esa forma, con besos que solo la dejarían sintiéndose acalorada y tonta, sin poder pensar en algo más, el juicio posterior sería el doble de duro. Inconscientemente, quizás preguntándose el por qué de su poca motivación, el beso comenzó a perder intensidad conforme Hermione más pensaba, separándose totalmente luego de unos segundos.

Lentamente, sin decirse nada, al ver su mirada, Harry retrocedió, con Hermione y sus brazos extendidos como un escudo entre los dos, quitándose de su camino hasta que cada uno se encontró en un extremo del sofá.

El silencio fue aplastante.

Harry se limitó a observarla, su expresión comenzaba a endurecerse, algo que no cambió al verla levantarse, tambaleándose en el proceso y luego, alejándose por el pasillo tan rápido como sus temblorosas piernas se lo permitieron, sin detenerse hasta que se encontró empujando la puerta de su habitación y alcanzó a apoyarse contra su tocador.

Afuera la obscuridad de la noche se iluminaba cada pocos segundos con los relámpagos cruzando el cielo. Permitiéndole una tenebrosa visión de los cristales de la ventana empañándose con las gruesas gotas de lluvia.

Otoño siempre sería la estación más tormentosa e impredecible del año. Y ahora, una que Hermione nunca habría de olvidar.

Decidiendo que el clima reflejaba la forma en que se sentía, apartó la mirada y entonces, al mirar su reflejo, su ánimo no mejoró.

Su cabello despeinado allí donde él había pasado sus dedos, sus labios hinchados en los que, si se esforzaba lo suficiente todavía podía recordar la presión causada por sus dientes... Los labios que que Harry besaba con fervor tan solos minutos atrás.

La asustaba tanto, incluso ahora, sin su presencia nublándole los sentidos, darse cuenta de cuanto había significado aquel momento. Lo mucho que le gustó su cercanía, sus manos tocándola y su boca explorándola.

Tambaleante, se desplomó sobre su cama, frotándose las manos frías y temblorosas. Pero nada de eso importó, no cuando el pensamiento que tanto temió se materializó como una tangible verdad.

Besó a Harry Potter, y adoró cada momento.

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La noche transcurrió como un resplandor de delirios angustiosos. Y, cuando el amanecer llegó, en medio de una rutina tediosa que Hermione realizó por mera inercia, el mundo ya no parecía el mismo.

No tenía muchas expectativas sobre que sucedería, o que debía esperar al salir de su habitación, pero definitivamente no encontrarse en una casa vacía.
Una remota parte en su interior se sintió secretamente aliviada por no tener que confrontarlo tan pronto, pues no sabría con que cara habría de verlo después de su cobarde huída la noche anterior. Solo pensarlo le aceleró el corazón.

Intentando mantener a raya la opresiva sensación de que se quedaba sin aire la mareaba, y estar fuera de control sería lo último que necesitaría. Recorriendo el corredor y luego las escaleras, una vez lista para presentarse al trabajo y pretender que todo seguía su curso habitual, inevitablemente sus pasos la llevaron hasta la sala.

Todo seguía casi en el mismo sitio. Las invitaciones encima de la mesa y el catálogo yacía descuidadamente sobre el sofá... La visión del mueble desató toda una ola de recuerdos que jamás podría olvidar.

Sus dedos recorrieron sus labios, recordándolo todo.

Si quería solucionar aquel embrollo, reflexionó, primero necesitaba recuperar su cordura.

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— Pensé que obtendría una fecha pronto, pero escuché que Roux no ha podido llevar una "correcta logística" y eso ha retrasado todas las fechas pendientes, lo que no mejorará si tenemos en cuenta cuantas personas están registrándose diariamente, ¡Finley debe estar vuelto loco!

Hermione asintió imperceptiblemente a lo que sea que Susan estuviera diciéndole, mientras soportaba el ajetreo del ascensor moviéndose en todas direcciones y el constante flujo de personas invadiendo su espacio personal.

Desde que saliera de su hogar, veinte minutos atrás, no consiguió pensar en nada que no fuera hallar una solución y eso incluía reunir todas las piezas antes de siquiera tomar una decisión. Parpadeando, observó el departamento del ministerio en el que el ascensor se había detenido, la única salida viable para aliviar la intriga que la consumía.

Solo debía ser lo suficientemente valiente y entonces...

Sin pensarlo mucho, un segundo antes de que las rejas estuvieran a punto de cerrarse, Hermione empujó a los magos y brujas que se interponían y salió del ascensor, integrándose al corredor lleno de personas mirándola con irritación.

—¡Hermione!— gritó Susan, sosteniéndose de las rejas para no desplomarse contra un mago de larga barba que se componía la túnica, mientras el elevador daba una sacudida, alejándose hacia el piso siguiente.

Importándole poco las explicaciones que más tarde daría, Hermione no se detuvo hasta que sus pies la guiaron a su destino y pudo ver la reluciente entrada de la biblioteca del ministerio. Sin detenerse, luchando por recuperar el aliento, vagó por varios minutos entre los largos pasillos repletos de imponentes libreros alzándose hasta el techo.

Buscó incansablemente entre libros extraños escritos en lenguas y símbolos que no entendía, reuniendo todo lo que creyó que le serviría entre sus brazos y luego se alejó hasta las lustrosas mesas de caoba, dejándolos caer con un golpe sordo. Sin cuidado se desplomó en la silla frente al escritorio y no descansó hasta que encontró lo que buscaba.

En cuanto lo hizo una sonrisa tonta tiró de las comisuras de sus labios. La mano que sostenía la página del libro tembló considerablemente en cuanto detectó la palabra que no había abandonado su mente desde la noche anterior, al mismo tiempo que sentía su piel erizándose.

Tal vez, haber besado a Harry Potter no había sido un error después de todo.