Algún día las cosas mejorarían.
Ese fue el único pensamiento para el que tuvo cabida por los primeros meses luego de la guerra, día tras día, se levantaría esperando encontrar una pizca de esperanza. Algo, lo que fuera que pudiera significar un avance, una diferencia al día anterior y lo tediosa que la vida parecía.
Sin Voldemort, la mayoría aseguraba que el futuro sería esperanzador, que todas las muertes habrían de valer la pena y que el dolor terminaría por ser solo un pinchazo de nostalgia al pensar en el "hubiera", que les había sido arrebatado. Lo cual, no era precisamente cierto.
Los primeros meses fueron duros, poco creíbles y extraños para cualquiera, sin una guerra cerniéndose sobre sus vidas como una sombra. Sin embargo, el dolor podría volver en cualquier momento y sería difícil deshacerse de él. No fue hasta el segundo año luego de la guerra que todo comenzó a cobrar sentido y los días tendrían muchos buenos momentos, la clase de recuerdos que deberían ser atesorados y el tiempo, finalmente avanzó para bien.
Todo sucedía por una razón.
Sus dedos delinearon el contorno de las sábanas extendidas sobre la cama antes de elevarse, alcanzando la mano a su lado, suave y pequeña en comparación a la suya. Por un segundo, le pareció estar en medio de una vieja grabación, con la persistente sensación de que ya había estado ahí, que cada momento y cada movimiento eran solo recreados.
—¿Sueñas despierto de nuevo? ¿Aún en medio de esto?
Sonrió, de nuevo mecánicamente, como un reflejo aprendido.
—Supongo que a estas alturas ya nada puede sorprenderme— respondió, echando la cabeza hacia atrás cuando los últimos rayos de sol colándose entre las cortinas se encontraron con sus ojos.
—No es algo que puedas decir, no después de lo que hicis...
—No sigas por ahí— le advirtió, sin sorprenderse mínimamente ante el rencor impregnado en sus palabras. El agarre de sus manos se deshizo y su pequeño momento de tregua resultó tan efímero como creyó.
—No sé qué esperabas viniendo aquí, ¡Debiste dejarme en paz si solo vas a burlarte de mí!
Sí, un recuerdo demasiado fresco, reproduciéndose de nuevo, traído de sus memorias, ¿Para qué? No lo sabía, pero no es que pudiera hacer más que sumirse en el bucle de lo que alguna vez fue y ahora solo vivía en su cabeza. Sabía lo que seguiría, el desastre que vendría y, aun así, Harry desempeñó su papel de la misma forma en que lo hizo antes, albergando una mínima esperanza de que, por esa ocasión, el resultado fuera diferente.
—No pretendo burlarme, esa jamás ha sido mi intención— dijo, lo que no sirvió. Ginny Weasley se levantó de la cama, sus ojos enrojecidos y ahora libres de lágrimas lo podrían haber apuñalado.
—¿Entonces por qué me has humillado de esa manera? — insistió ella, el volúmen de su voz se elevó—. Venir aquí y decirme algo con eso, ¡Frente a toda mi familia! Jamás creí que fueras tan idiota como para creer que esa era una buena idea si tu intención no era humillarme, ¿O la idea fue de ella? Lo sugirió y no pudiste negarte, ¿O sí? Tratándose de ella todo siempre será...
—Ginny— le advirtió Harry, levantándose también. Ahora podía ver las luces del patio iluminándose conforme el anochecer llegaba y con tan solo imaginar a la familia aguardando abajo y las murmuraciones que su anuncio provocó... Quizás no había sido la manera correcta de decírselos, pero, ¿Existía una en sus circunstancias?
—Venir aquí para explicártelo fue idea mía, porque sé que es lo mínimo que te mereces luego de...
Ginny apartó de un manotazo la mano que le ofrecía, sus ojos nuevamente estaban llenándose de lágrimas.
—De comprometerte con ella— murmuró resentida—. Dime, ¿Ha sido realmente un castigo para los dos o solo una oportunidad que llevaban mucho tiempo esperando? Ahora que se han librado de mí no hay ningún impedimento.
Harry nunca la había visto viéndose tan herida como en ese momento, ni mucho atreviéndose a decir con tanta firmeza acusaciones tan fuera de lugar. Él quería creer de sí mismo que era mejor que eso, que jamás se aprovecharía de una situación así viéndola como una oportunidad, mucho menos tratándose de Hermione y eso Ginny debería haberlo sabido.
—Debía ayudarla, no pretendías que no hiciera nada, ¿Verdad? ¿Preferirías que se casara con cualquier otro?
—¡Evidentemente no contigo! Ella debió saber lo que esto significaría para mí... — murmuró Ginny y dando un paso en su dirección, se desplomó contra él aferrándose a la tela de su ropa—. ¡Existían otras maneras! Otra forma en la que no estuvieras casándote con otra mujer y mucho menos con ella... ¿Por qué me harías algo como eso, Harry? ¿Por qué ambos lo harían?
Él la rodeó con sus brazos, permitiéndole derramar sus lágrimas en su pecho de la misma forma en que lo hizo la noche del anuncio de la ley matrimonial. Por entonces, ella se mostró más fuerte y fiera al inicio, alegando tantas cosas como le fue posible con tal convicción, que Harry terminó por creer que realmente existía una oportunidad para ambos.
Ahora sabía que no había un futuro en común para los dos, todo lo que pudieron haber sido se extinguió en solo unos días ante su nueva realidad.
—¿Recuerdas aquella vez cuando bromeamos acerca de nunca casarnos? — musitó Ginny con voz ahogada, hablando contra su pecho—. Sé que dije que no necesitaba un papel para considerarme tuya, pero mentía... Yo realmente...
Harry la estrujó entre sus brazos, inseguro sobre si realmente deseaba que continuara hablando, no con la imagen de Hermione aguardando por él en el jardín, frágil y nerviosa, esperando el rechazo de la familia que él tanto adoraba. En ese momento, solo lo tenía a él.
—Lo intentamos, sabes que yo hice todo, pero luego... Tú lo dijiste, jamás funcionaría. En cambio, Hermione me necesita y puedo ayudarla, no podía permitir que ella...
Ginny lo empujó, alejándose de él tanto como pudo. Limpió furiosamente las lágrimas que corrían por sus mejillas y para su sorpresa, se echó a reír.
—¡Es eso! ¡Lo estás haciendo de nuevo! — le recriminó, ahora más que nunca el brillo en sus ojos resultó peligroso—. ¡Todo siempre se trata sobre ella! ¡Merlín, no es una patética damisela en apuros a la que debas salvar!
—¡Sé que no lo es! — estalló Harry, sucumbiendo a sus provocaciones. Desde que la buscó, minutos atrás, consiguió mantenerse a raya y convencerla de que dialogar era lo mejor que podían hacer en su situación, pero de nuevo, recurría a su argumento preferido, total y completamente ridículo.
—¿Y por qué te esfuerzas en resolverle la vida? — inquirió Ginny irónicamente—. ¿Resulta que después de todo no es tan brillante y tan buena como afirma? Supongo que es así, si no puede resolver su propia vida sin lanzarse a los brazos del primer mago que le ofrece matrimonio olvidándose de todos sus patéticos valores morales.
—Estás acabando con mi paciencia— le advirtió Harry—. Creí que ella era tu amiga. ¿Cómo puedes siquiera sugerir algo como eso? Ella prefirió renunciar a todo con tal de mantener su dignidad, pero yo no podía...
—Sí, también creía que era mi amiga, pero ya ves, está a punto de casarse con mi novio. Al parecer no consideró mucho mantener su preciada dignidad si hoy está aquí— lo cortó ella, desacreditando sus explicaciones, recordándole el motivo por el que siempre detestó discutir con ella. Siempre terminaría cegándose, sin importarle decir toda clase de cosas hirientes sin miramientos.
El resultado de una vida entera viviendo entre hermanos, supuso Harry. Siempre un paso adelante.
—Es esto lo que querías, ¿No? Desquitarte con alguien es lo que has querido desde el inicio, te conozco lo suficiente para saberlo, ¿Sabes qué? Hazlo, pero Hermione no tiene nada que ver con esto y lo sabes bien.
La rabia de Ginny dio paso a una sonrisa cruel que escondió bien su dolor. Cruzándose de brazos, admiró el paisaje fuera de la ventana de su antigua habitación.
—Sí, después de todo ella es incapaz de algo tan monstruoso, ¿No es así? Haz lo que tengas que hacer y luego escóndete en tu fachada de chica perfecta.
Harry avanzó hacia ella, tomándola del brazo hasta que la tuvo de nuevo frente a él.
— Sé que cuando tu ridículo arrebato haya pasado, te arrepentirás de todo lo que estás diciendo— le aseguró Harry, atreviéndose a recorrer con su mirada su cruel expresión—. Es por esto que terminaríamos odiándonos, jamás supiste separar una cosa de la otra cuando se trata de tu temperamento.
—¿Tú estás diciéndome esto? — río Ginny en un último intento de rebeldía, menos amenazante ahora que la miraba—. ¿Desde cuándo eres tan diplomático? ¿Tu compromiso te ha vuelto blando y aburrido?
—Piensa lo que quieras, no estarás ni cerca de la verdad. No con pensamientos tan estúpidos como esos.
Su intervención en la discusión pareció avivar el interés en ella y eso, se recordó Harry, era todo lo que no quería. Tranquilizándose a tiempo para no sucumbir a su propio temperamento como muchas otras veces, se obligó a ordenar sus pensamientos antes de continuar.
—Estás herida, lo sé, y también debí saber que venir aquí fue una pérdida de tiempo, ¿Todo siempre debió ser sobre ti? ¿Alguna vez pensaste en mí o solo me viste como el buen esposo que te salvaría de un matrimonio poco afortunado? Hice todo lo que pude y seguiste creyendo que era culpa mía, asegurando que debí haber hecho más, que por primera vez mi fama podía hacer algo por nosotros... ¿O por ti? Hay gente ahí afuera a punto de perder su vida, tu amiga, si todavía la consideras como una pudo ser una de ellos, ¿Y tú solo crees que es un elaborado plan para poder traicionarte? ¿Cómo te atreves a insinuar siquiera que entre nosotros...?
—Es lo que parece desde... — titubeó ella. Su rostro se había tornado del color de las fresas, resaltando las pecas salpicando su nariz.
—Te fui fiel por todos estos años e incluso cuando no tenía cabeza para pensar en nada más que la guerra, tú creías que tenía poco interés en ti.
—Lo entendí más tarde, te apoyé lo mejor que pude — replicó Ginny, aparentemente en un debate interno—. Haría todo por ti.
—Sé que lo hiciste, por eso me sorprende que ahora estemos en esta situación y que estemos reclamándonos cosas tan absurdas.
El labio inferior de Ginny tembló, siendo ella quien esta vez se sujetó del brazo que la retenía.
—No me pidas que lo asimile tan pronto — se defendió, deshaciéndose en una mezcla de vergüenza y dolor—. No mientras sigo amándote tanto, tú... ¿Aún me amas, Harry?
En cualquier otro momento habría respondido que sí en seguida. La habría estrechado contra él y poco hubiese resistido besarla solo para reafirmar sus palabras, de la misma manera en que disfrutó hacerlo la noche en que toda su vida se colapsó, pero ahora... No parecía correcto y si era sincero, lo único que deseaba hacer era escapar del escrutinio de sus ojos, atravesándolo como si pudiera mirar a través de su alma.
—Ginn, sabes lo que siento por ti. Lo que he sentido desde que te besé en la Sala Común, ¿Recuerdas eso? ¿Lo fácil que pareció la vida?
Ginny sonrió, el recuerdo trajo consigo un poco de la esencia que realmente la caracterizaba, tranquilizándose bajo su tacto.
— Quédate conmigo, solo por esta noche, podemos ir a cualquier parte — sugirió, llenándose repentinamente de energía, su largo cabello rojo cayendo por su espalda cubría el brazo de Harry sosteniéndola. Incluso en la penumbra, con sus ojos vidriosos y las marcas enrojecidas bajo sus ojos, seguía siendo hermosa.
— Por favor, Harry, podemos fingir que todo lo que hemos dicho...
Toda su propuesta, aunque instantánea, no representó una posibilidad a considerar para el joven que, soltándola lentamente, no se atrevió más que inclinarse sobre ella y besar su mejilla, demorándose el tiempo suficiente para no tener que responderle con palabras cuál era su decisión. Toda la fugaz alegría en ella se esfumó al separarse.
—Ella está esperándote, ¿No?
Harry no se atrevió a responder, intentó tomar su mejilla, pero ella giró la cabeza, alejándose antes de que pudiera hacerlo.
—No quiero volver a verte, no ahora... No hasta que haya comprendido todo este infierno.
— Adiós, Ginny.
Él aceptó, sabiendo que sería demasiado egoísta pedirle lo contrario. Dándose la vuelta, caminó hasta la puerta, evitando mirarla hasta que se encontró en el pasillo, sintiendo sus hombros rígidos y la culpa formando un nudo en su garganta. Después, según recordaba, caminaría hasta las escaleras, encontrándose con Hermione esperándolo, moviéndose nerviosa apenas verlo.
En sus ojos pudo ver la esperanza que le devolvió verlo regresar a su lado, a donde inevitablemente Harry volvería siempre que ella lo necesitara.
Quizás era eso lo que Ginny ni nadie más entendería. El refugio que encontraban el uno en el otro, la clase de tranquilidad que no conseguirían en nadie más. Incluso sintiéndose tan miserable, Harry no pudo decir que se arrepentía.
Se comprometería con Hermione Granger una y otra vez si con eso podía mantenerla a salvo en el único lugar en el que podría garantizar su seguridad, a su lado.
El frío que la chimenea apagada producía congeló sus brazos y tal vez, fue lo que terminó por despertarlo. Al abrir los ojos, encontrándose con el alto techo sobre su cabeza, el primer pensamiento que acudió a su mente fue lo incómodo que se sentía.
Su cuello yacía descuidadamente sobre la diminuta almohada decorativa del sofá, apenas suficiente para su cabeza. Al levantarse, comprobó lo que ya creía, el punzante dolor en su cuello lo atormentaría por el resto del día y si no era eso, seguramente todo el caótico desastre en que su vida se convirtió. Después de todo, Ginny podía tener razón en eso.
Soñar con ella no lo alarmó, sino todo lo contrario, agradeció que en sus sueños solo apareciera un viejo e inquietante recuerdo en lugar de uno más fresco, más significativo y, sobre todo, más tormentoso.
Muebles y objetos decorando todo el lugar lo recibieron, su hogar, el sitio en donde nunca se sentiría solo, ni siquiera en ese momento. Quizás solo culpable, porque posiblemente, al final del día, Ginny tendría algo de razón en sus acusaciones.
Y ahora, Harry debía responder por ello, al sucumbir con completa facilidad a un deseo que a la luz del día podría considerarse como un pecado y si eso lo convertía en un pecador, debía comenzar a redimirse, buscando un perdón del que no se sentía merecedor, no cuando la culpa que sentía apenas se sobreponía a su interés por revivirlo.
Su mirada se dirigió indudablemente al final del pasillo, hacia las escaleras vacías y el camino al que podrían conducirlo. No, no podía permitirse algo como eso sin importar cuanto deseara remediar las cosas, de lo contrario el abismo entre él y Hermione crecería.
Si el precio de sus anhelos significaba perderla, no valía la pena.
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La rutina que seguiría cada día nunca le había parecido tan increíblemente tediosa.
Levantarse al salir el sol y luego, pasar gran parte del día dedicándose a un trabajo que siempre deseó tener, pero que, en ocasiones, no satisfacía completamente sus deseos por mantener su mente ocupada en un solo asunto.
Miró curiosamente a las personas moviéndose a su alrededor, cada una con una vida y problemas propios, pero levantándose cada día de todas formas, sucumbiendo al sentido de deber que les obligaba a mantener una vida laboral activa. ¿Por qué? Pensó, ¿Haría falta decirles que algún día nada de eso importaría?
No importaba cuanto se esforzaran, un solo tropiezo en el camino arruinaría todo en solo unos segundos.
Su mirada se desvió en el instante en que un mago de larga barba intentaba pasar por su lado, mirando en su dirección como si le cuestionara en qué momento pensaba apartarse del camino. Y así lo hizo, dando varios pasos hacia el frente, integrándose al flujo de personas moviéndose en todas direcciones. Rodeó el Atrio que daba la bienvenida al Ministerio e hizo lo que todos a su alrededor. Trabajar para vivir, y vivir para trabajar.
Acercándose el mediodía, la mayoría se mostraría más alegre, escapando sin pensárselo mucho en busca del almuerzo más decente que pudieran encontrar.
Diez minutos después, habiendo abordado el elevador se encontró frente al pasillo de su Departamento, vaciándose gradualmente conforme todos abandonaban sus cubículos. Era como navegar contra corriente y no es que le importara mucho. Luego de su reunión matutina, exhaustiva y tediosa, su ánimo se encontraría mejor en cualquier sitio.
El panorama era el mismo que cualquier día común. Sin disminuir la velocidad de sus pasos, siguió caminando a través de las largas hileras de cubículos, en su mayoría vacíos.
En cuanto su mirada vagó distraídamente, a tan solo unos metros de su cubículo tuvo que reprimirse para no reflejar su fastidio. Harry suspiró, esforzándose arduamente en ignorar la irritante voz de Levi Agoney hablando casi a gritos, recargado cómodamente contra uno de los pilares de la pared, aprisionando a una joven bruja de largo cabello rubio y rostro sonrosado. Su descarada coquetería le hacía doler la cabeza.
Harry ni siquiera entendía que era lo que le molestaba tanto de él, pero la cuestión era que apenas y podía tolerarlo. Cuando lo conoció, un año por detrás de él al ingresar en la Academia, su egocéntrica fama con las chicas ya lo perseguía, cosa que nunca pareció molestarle, luciéndose siempre que pudiera. Si no tuviera talento como auror, le hubiese dado una razón más a Harry para que su desagrado creciera.
Quizás era solo el tono falso en su voz, sus ridículos comentarios o la sonrisa fanfarrona que Harry había visto dirigirle a Hermione, siempre por ahí con su ridícula simpatía encantando a la mayoría. ¿Qué podría ver ella en él para considerarlo su amigo?
Hermione siempre había sido enigmática al elegir a sus amistades, pero buscaría comprenderla. Hermione... A veces ni siquiera podía entenderla a ella y llevaba más de una década conociéndola lo suficiente para saber que al final, siempre demostraba tener la razón.
Justo cuando creía comprender la manera en que su brillante mente funcionaba, ocurría algo y Hermione se le escapaba como arena entre los dedos. Constantemente Harry se preguntaría si exigía de ella más de lo que debía, si era demasiado duro, si dejó toda la carga del matrimonio sobre sus hombros... Si todo se reducía a ser culpa suya.
Habría encontrado consolador que así fuera. Una buena explicación que le indicara a donde debía moverse a continuación.
Después de todo, al pedirle que se casara con él se esforzó en planteárselo como una magnífica opción y realmente era sincero al presentarle tan altas expectativas, esperando cumplirlas de verdad. Quería que Hermione no renunciara a nada por lo que luchó arduamente por todos esos años, además de su egoísta deseo al negarse a dejarla marchar.
Perderla habría significado perder un pilar de su vida y sabiendo que podía ayudarla, Harry no podría haberse perdonado jamás no hacerlo.
Con el paso de los meses todo comenzó a difuminarse, no necesariamente para mal, o eso creyó inicialmente, ¿Quizá inconscientemente dejó de tener el mismo compromiso con ella? En retrospectiva, nunca le pareció que así fuera y ahora, había arruinado todo al sucumbir a un deseo que debió mantener resguardado.
No podía ser culpa suya encontrarse deseando besar a su prometida. El problema recaía en quien era ella, en lo dulces que eran sus labios, lo suaves que resultaban sus manos tocándolo y el contorno que creaban las atractivas curvas en su cuerpo.
Detalles que nunca antes estuvieron ahí, al menos no en la imagen que tenía de ella. La irritante niña del tren, irrumpiendo en su vagón como si tuviera el derecho de hacerlo, colándose en su vida y sus pensamientos aún ahora. Nada remotamente parecido a la mujer que correspondió a sus besos con tal entusiasmo.
Su mejor amiga. La chica en la que jamás se atrevería a mirar con intenciones tan poco inocentes, al menos hasta hacia poco.
Todas sus relaciones anteriores habían sido completamente diferentes la una de la otra. Cho Chang no podía compararse mínimamente con Ginny y, evidentemente, esta última no compartía nada con Hermione más allá de una amistad. La forma en que habría actuado con una resultaría fatal aplicándose con la otra, lo que lo dejaba en las mismas condiciones, tan confundido como antes.
Tan solo por una milésima de segundo envidió a Agoney, siempre moviéndose adecuadamente con las mujeres, acoplándose magníficamente a lo que parecían esperar sin siquiera esforzarse. Harry jamás tuvo especial talento en ese ámbito, pero si era sincero, tampoco se veía como un completo desastre. Excepto tratándose de Hermione Granger, con quien toda regla carecía de valor.
Si tan solo ella...
—¡Y aquí llega él! — exclamó una voz a su lado, mientras un par de robustos brazos lo sujetaban, sacudiéndolo—. Mírate, ¿Has dormido algo desde ayer?
Thomas, radiante y optimista lo miraba expectante. A Harry le sorprendía que todavía siguiera ahí y no buscando algo de comer a lo que hincarle los dientes. Removiéndose lejos de su agarre Harry consiguió poner una relativa distancia entre los dos, pero no consiguió quitárselo de encima, conformándose entonces con mirarlo de reojo con apatía. No le respondería que el dolor de su cuello estaba matándolo.
Dormir en el sofá nunca tendría buenos resultados al despertar, sobre todo en sus condiciones.
Sumándose al coro de bienvenida apareció Simon, estirándose como un gato mientras se levantaba de su silla, habiendo consumido sus energías para soportar otra hora en el trabajo.
—Oh, sí— reafirmó, en apoyo total a lo dicho por Thomas y señaló las ojeras bajo sus ojos—. Mira ahí, pareces un vampiro.
Sin perder más tiempo, empujó a Harry hacia su cubículo, uno cerca del otro e hizo que se desplomara en su silla solo para mirarlo como un sanador a punto de analizarlo haría.
—Algo te ocurre— previó Simon, observándolo con una mano sujetando su afilado mentón.
—Es justo lo que le decía— coincidió Thomas, a la vez que Harry se daba la vuelta en la silla, decidido a ignorarlos. Lo que encontró en su escritorio no mejoró su actitud; pilas de papeleo pendiente acumulándose.
—¿Algo importante para hoy? — los cuestionó Harry, porque cualquier cosa parecía mejor que quedarse allí y pasar el resto del día detrás de un escritorio.
Sobre sus hombros ambos aurores lo miraban, sopesando que tan útil sería insistir en su aspecto. Con un encogimiento de hombros, en acuerdo mutuo, su decisión fue tomada. Si Harry no quería hablar, debía existir una razón y ellos no intervendrían, tan práctico como eso.
—No— respondió Simon finalmente, echando una mirada sobre su hombro, hacia un pequeño grupo de aurores formándose en el extremo opuesto—. Parece que la gente por fin se ha acostumbrado a la ley. Nada de protestas por hoy.
—Tenemos un descanso, ¿Pero quién sabe por cuánto tiempo? — inquirió Thomas, ahora también interesado en lo que ocurría al final del pasillo—. Al menos hasta que Lemaire decida que nos quiere en el campo de nuevo.
—Que así sea— imploró Harry, sobándose el cuello. Sin importar que exhausto se encontrara, la emoción que la adrenalina le ofrecía siempre lo hacía sentir vivo. Una misión y un poco de peligro conseguiría animarlo.
Sin embargo, ninguno de sus compañeros lo escuchó. Abandonando el tumulto de personas emergieron Ryan y Asher, casi derrapando antes de que Ryan se colgara de su hermano, Simon, y exclamara con euforia: — Le aposté diez galeones a este idiota a que las Arpías de Holyhead ganarían, ¡Y lo hicieron! ¿No te he dicho que la suerte siempre está de... Merlín, Harry, luces como si...
—No duerme bien y eso que no hay ninguna misión— se adelantó a explicar Thomas—. Siempre has sido un idiota muy extraño, Potter.
Resignándose, a Harry no le quedó más remedio que reír y asestar un golpe en el hombro de su compañero, más interesado ahora en escuchar la victoria del equipo de Ginny en vez de sus cuestionamientos. Tenía una buena relación con todos, claro, pero desde el primer minuto en que conoció a Thomas, hacía ya cuatro años atrás en la Academia, le inspiró una genuina confianza que pocas personas conseguían, abriéndose camino en su vida como un verdadero amigo.
Lo que siguió fue solo una entusiasta conversación acerca del último partido y la victoria que Ryan llevaba tiempo esperando, orgulloso de haber ganado contra Asher, así como la recompensa que tendría al haber depositado toda su fe en el equipo de brujas. Harry adoraba el Quidditch, aunque prefería jugarlo y si era sincero, su interés decayó un poco en comparación a sus tiempos en Hogwarts al tener tanto en lo que mantenerse ocupado, informándome ocasionalmente gracias a Ginny.
Nadie dijo que la vida adulta sería fácil.
—Por cierto, recibí esta encantadora invitación— añadió Thomas minutos después, y del bolsillo de la chaqueta del uniforme extrajo una invitación, que blandió frente al rostro de los otros—. ¿Me ha llegado a mí primero por una razón? Siempre supe que era tu favorito, no tenías que molestarte.
La sonrisa en los labios de Harry tembló, transformándose en una mueca indecisa que intentó camuflajear con falsa tranquilidad. Ciertamente era muy llamativa, con su diseño y caligrafía elegante que desprendía la esencia de Hermione a gritos. Mirar sus nombres escritos, reflejando que, en efecto, serían ellos quienes se casarían pronto no mejoró la inquietud que asediaba a Harry.
Los recuerdos de la noche anterior, tan animosa al inicio y con resultados tan fatídicos al final, lo perseguía con más fuerza cada vez que intentaba olvidarla. Debió malinterpretarlo todo, y siendo tan impulsivo como todos decían, arruinó todo.
Pero lo cierto era que, incluso si se sentía cínicamente orgulloso por haber encontrado cada momento sumamente estimulante, no se arrepentía por completo. La idea y los recuerdos seguían pareciéndole seductoramente fascinantes y eso hacía todo el doble de peor.
¿Por qué simplemente no podía sentirse tan miserable cómo debía?
Para su fortuna, sin perder tiempo, Ryan le arrebató la invitación a Thomas, mostrándosela al resto. Simon soltó un silbido apreciativo y hasta que no estuvieron satisfechos analizando los detalles, la devolvieron a su dueño.
—Una cosa muy elegante, señor Potter, ¿Debo asistir con mi mejor túnica? — cuestionó Ryan.
—Si la tienes— bromeó Harry, causando la risa de los otros. Cosa que él agradeció, contento de tener un escape de sus cavilaciones.
—Estoy seguro que esto no lo has elegido tú, sino tu encantadora prometida— lo acusó Asher, examinando la invitación con ojo crítico. Siendo el mayor de los cinco, tenía una inquietante inclinación a parecer siempre más sabio que el resto. Los hermanos y Thomas rieron con aprobación.
—Demasiado buen gusto para ti— insistió Asher, luego hizo una pausa y reprimiendo la risa, agregó: — Aunque algo cuestionable, si te eligió a ti para casarse.
A sabiendas de que todo se trataba de una broma, igual a tantas otras de las que cualquiera de los cinco podría ser blanco, Harry se encontró riéndose casi por compromiso. Sí, él era un idiota con suerte, con demasiada, si era franco y solo tal vez, se aprovechó de eso.
En su lugar, mostrándose tranquilo, Harry se encontró agradeciendo que los hermanos Burke y Asher se marcharan en ese instante, hablando todavía de la apuesta y el saquito de monedas que Ryan presumía orgullosamente. Al final, solo Thomas permaneció a su lado.
—Por cierto, ¿Cómo está ella? — le preguntó, con un ánimo más sosegado ahora que estaban solos.
Encontrando su pregunta poco acertada dadas sus circunstancias, Harry intentó no mostrarse tenso y tamborileó sus dedos sobre su escritorio, esforzándose en seguir un ritmo que le permitiera no ser demasiado transparente. Por solo una fracción de segundo, consideró que debía hablarlo con alguien o terminaría volviéndose loco.
¿Pero qué diría? Sin importar cuanto se esforzara en hacerlo parecer más serio, omitiendo la mayor parte de detalles porque, después de todo, eso era exclusivamente suyo, para cualquiera no significaría más que un conflicto ridículo. Dos adultos en vísperas de su matrimonio, escandalizados por nimiedades como un par de besos.
Lo explicara de la manera que fuera, Harry terminaría viéndose como un idiota. No, no podía decírselo a nadie y eso incluía a Ron. Le resultaría imposible explicar que... No tenía idea de que sucedió, ni si su beso había sido tan terrible como para asustar a Hermione de esa manera.
—Bien— respondió en su lugar—. Está entusiasmada con los preparativos y todas esas cosas.
—Helena también— comentó Thomas con toda la tranquilidad que reunió. Segundos más tarde, comprendiendo lo que ello implicaba, Harry se enderezó en su silla, mirándolo estupefacto.
—¿Le has dado el anillo?
Thomas río, mostrando el par de hoyuelos que se hundían en la piel de sus mejillas. Él y su ahora prometida, Helena, llevaban la relación más peculiar que Harry conocía. Eran como un viejo matrimonio atravesando sus veintes con todas las aspiraciones de una vida hogareña de alguien con mayor edad.
Para ellos, la ley matrimonial no debió haber supuesto gran cosa.
Incluso si Helena, siendo tan extrovertida, dulce y distraída era la contraparte de su amigo, tan centrado y sarcástico. Por un segundo, se preguntó cuál era la percepción que las personas tenían de él y Hermione. Si pensarían, justo como él lo hacía ahora, si estaban o no destinados al fracaso como un matrimonio.
Habría sido todo más fácil si se les hubiera permitido comenzar como cualquier pareja. Si Harry hubiese podido cortejarla como se debía, si hubieran podido tener tiempo antes de hacerse a la idea de que terminarían siendo marido y mujer, en vez de la amistad que habían llevado toda una vida.
Como Thomas y Helena.
Nunca consideró antes un posible fracaso, dejándole todo el asunto de cavilaciones, planeación y análisis a Hermione, siempre un paso por delante hasta ese momento, en que no decirle lo mucho que deseaba besarla resultó imposible de reprimir. Si tan solo ella le hubiese dejado explicar que Harry solo...
—Este fin de semana— confirmó Thomas, apoyando ambos brazos contra su cubículo—. Seguí tu consejo. Todo fue espontáneo y le ha gustado, eres bueno con todo esto.
Habría querido responder algo diferente, pues lo que realmente quería decirle era "Tu vida es sencilla y tienes suerte de que ella realmente te ame, solo acéptalo y vivirás bien", pero eso solo daría lugar a cuestionamientos que Harry no se sentía capaz de responder.
—De verdad me alegro por ustedes. Dale mis felicitaciones.
Thomas hizo una reverencia con la cabeza, antes de que los gritos de los chicos llamándolos los alertara. Ryan los llamaba con gestos exagerados, moviendo sus brazos a la vez que Simon señalaba la bolsita de galeones en sus manos.
—Esa parece una buena invitación a almorzar— dijo Thomas, no pensándolo mucho antes de levantarse—. El Quidditch puede comenzar a gustarme ahora, ¿Vamos?
Levantándose perezosamente, poco dispuesto a rechazar una invitación que lo ayudara a llenar su estómago vacío desde la noche anterior, Harry alcanzó a Thomas dando cuatro pasos hasta que comprendió que su amigo no avanzaba, limitándose a permanecer quieto, mirando el lugar por el que los chicos habían desaparecido en medio de risas.
Harry levantó la mirada, congelándose unos segundos al reconocer a quien se dirigía en su dirección. La trémula sonrisa que tiró de la comisura de su boca resultó inconscientemente genuina.
Comprendiendo, Thomas se volvió hacia él y palmeó su hombro, emprendiendo nuevamente su camino al comprender que Harry, estoico en su lugar no se movería.
—Te excusaré con los chicos— le dijo, pareció contrariado unos segundos y finalmente, meneando la cabeza, agregó: — Y, si te apresuras, todavía estaremos esperándote.
Harry asintió, sabiendo ya lo que su amigo podría estar creyendo y que más tarde, sin más remedio, tendría que aclararle. Siguiendo su camino, Thomas hizo una inclinación de cabeza a modo de fugaz saludo mientras Harry aguardaba, con los pies plantados al suelo hasta que se encontró frente a frente a quien conocía mejor que bien, devolviéndole la mirada con el mismo reconocimiento cruzando sus ojos.
La sonrisa en sus labios creció solo un poco en anticipación, resultando suficiente para recibir una igual como respuesta.
La vida estaba llena de ironías.
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Casi había olvidado lo que se era sentirse... De esa forma por alguien. Las mariposas en el estómago, el placentero escalofrío en la espalda, su corazón acelerándose sin motivo aparente. En su adolescencia, nada común para alguien de su edad, quiso convencerse de que experimentó lo suficiente las principales etapas de un enamoramiento fugaz.
Ron consiguió convertirla en una peculiar versión de sí misma, celosa, irracionalmente torpe y con muy poca perspectiva de cómo funcionaba una relación saludable y madura. Y, aun así, al pensar en el pasado, Hermione encontraba especial cariño en sus inexpertas vivencias, sobre todo al constatar en todo lo que su vida y la del resto de sus amigos se habían convertido.
Ron maduró considerablemente y tanto ella, como el impetuoso amor que creía profesarle terminaron por desembocar en un par de relaciones que no la llevaron a ningún lado. Se sentiría atraída al inicio, pero paulatinamente, tan pronto el interés se volatilizara, todo carecería de sentido y cualquier resquicio de emoción romántica desaparecería.
Sentirse como una adolescente de nuevo resultaba curiosamente estimulante.
Durante toda la mañana desde que abandonó la biblioteca, en un estado somnoliento que le hacía sentir torpe y distraída, Hermione sopesó todas sus posibilidades. Primero pensó que entre el significado de aquella palabra y el beso posterior no tenía por qué existir una conexión. Quizás, Harry realmente creía que ella era atractiva, pero dar por sentada la interpretación romántica era igual a permitirse fantasear más de lo que su racionalidad le permitiría.
Solo tal vez, una acción desencadenó otra y, suponiendo que Harry realmente hubiera querido besarla, no significaba que tuviera los mismos sentimientos que consumían a Hermione. ¿Estaba siendo entonces, demasiado sentimental al albergar una mínima ilusión de que así fuera?
Hasta hace poco, para Hermione era una verdad absoluta que Harry estaba enamorado de Ginny. Un hecho indiscutible en el que jamás consideró intervenir, ni siquiera a sabiendas de que sería ella quien se convertiría en su esposa eventualmente.
Posiblemente la extrañaba. A ella, su candente personalidad, su brillante cabello del color de las brasas ardientes y a toda la verdadera rutina como pareja que tenían. Sumado a eso, el amor que ambos se tenían debía suponer otro enorme contrapeso y con seguridad, la soledad tampoco ayudaba. Si eso era cierto, Harry buscaría compensar su ausencia. Incluso si eso era a través de Hermione, quien después de todo, era la mujer con quien se casaría. Besarla no significaba que él estuviera enamorado, ¿O sí?
Ingenuamente, deseó que estuviera equivocándose.
Con su poca experiencia y mínimo interés en sus relaciones pasadas, Hermione sabía que besar a alguien no era igual a amarlo profundamente. Podía existir cariño y con suerte atracción, pero el amor... ¿Harry todavía amaba a Ginny mientras afirmaba que deseaba besarla?
Él lo había dicho y, después de todo, marcó el comienzo para el desarrollo de todo su caótico encuentro. Por tanto, ¿Todo se reducía a atracción?
Si era así, Hermione le parecía lo suficientemente atractiva como para desear besarla. El entusiasmo con que su boca la recibió lo confirmaba... Eso no era algo que pudiera fingirse. Nadie podía ser tan buen actor como para fingir la manera en que sus labios se buscaban.
Cada pensamiento trazaba un nuevo camino, cada uno más intrincado que el anterior, pero no por ello menos fervoroso al recordar los acontecimientos de la noche anterior. Sus manos ansiosas, sus alientos mezclándose, reconociéndose sin el velo de su amistad cegándolos.
Nada además de trabajar sirvió para alejar su mente de aquellos pretenciosos pensamientos. Tan pronto abandonó la biblioteca, con media hora de retraso, Hermione se dedicó a trabajar hasta que el mediodía llegó, en medio de tormentoso papeleo y muchas disculpas distraídas a Susan, todavía nerviosa por su huida matutina.
Ahora que había llorado, sufrido y recordado con los debidos respetos su amistad indiscutiblemente perdida, a sabiendas de que nada volvería a ser igual entre ella y Harry, un nuevo panorama se abría frente a sus ojos. Brillante, esperanzador y, si se permitía ser ilusa, lleno de lo que podía ser el comienzo de un buen matrimonio.
Comprenderlo convirtió su nostalgia en alegría, combinándose ambas para teñir su día de un agridulce sabor. Si era lo suficientemente valiente, podría aclarar todo de una vez por todas. Imaginarse el reencuentro le hacía temblar las piernas, pero no podía engañarse diciendo que no lo esperaba ansiosamente.
En su interior sabía que ahora todo dependía de ella.
—¿Puedo esperar una respuesta tuya finalmente? — exigió saber Susan, mientras pasaba cerca de su escritorio por quinta vez.
Hermione suspiró, a tiempo para permitirse parecer concentrada en lo que hacía. Ver el ánimo siempre positivo de Susan la contagió, ayudándola a decidirse sin siquiera saberlo.
—No lo sé. Tal vez te alcance a almorzar más tarde, como ves, no he terminado con esto— se excusó, señalando el pergamino con el que llevaba trabajando gran parte de la mañana y que ahora mismo, no le importaba demasiado ante lo que haría apenas su amiga se fuera.
Tendría mucho más tiempo para contárselo, reflexionó. Si se lo contaba ahora recibiría una perspectiva más que posiblemente pondría en duda su decisión, sin importar que la motivara.
Susan reprimió un mohín. Evidentemente, no se refería únicamente a su invitación para almorzar, pero decidió omitirlo.
—A veces eres tan extraña— comentó, alejándose a recoger su bolso mientras Hermione no pudo más que reír tontamente.
Pretendió escribir un par de líneas más, mirando a su amiga alejándose por el pasillo hasta que casi todos los escritorios a sus costados estuvieron vacíos.
El temblor en sus manos mientras se levantaba y recogía su bolso le recordó por enésima vez la locura que estaba por cometer. Abandonando sus juicios morales, no se detuvo hasta que se encontró dentro del ascensor, aguardando silenciosamente que todo saliera como su fantasiosa mente lo planeó.
Encontrarse con Harry era todo lo que quería, e incluso si no estaba lista para afrontar todo lo sucedido entre ambos, él tenía derecho a saber lo que la llevó a huir tan cobardemente. Él debía conocer lo que besarlo la hizo sentir.
Primero, supuso, fingiría tener el control de la situación, cualquier pretexto serviría. El banquete, las invitaciones ya enviadas, el color de las flores... Todo parecía una buena oportunidad a la cual agregar una disculpa al final, como la cereza del pastel.
Al salir del ascensor, encontrándose con el Departamento de Seguridad Mágica casi vacío, reconoció que por primera vez debía tener buena suerte. Quien quiera que fuera a quien sus súplicas se dirigieron, la escuchó.
No necesitaba que nadie los interrumpiera de nuevo, no lo admitiría con la misma serenidad que siempre. Por primera vez, necesitaba estar segura de que, tan pronto abriera su corazón para él, tendría la privacidad que requeriría un acto de tal osadía.
Al llegar al sitio en que la mayoría de los cubículos de aurores se encontraban, en largas hileras rectas, se sorprendió de que el lugar realmente se encontrara casi desértico. No había rastro alguno de Harry, ni de los agradables chicos que Hermione ahora reconocía como sus amigos.
Tal vez no consideró todas las posibilidades. Que él hubiese salido a almorzar mucho antes de su llegada, si es que se encontraba en la oficina.
Por primera y extraña ocasión, Hermione no sabía nada de su rutina diaria. Salió temprano de casa, eso era un hecho indiscutible, ¿Qué hizo después? Todavía era un enigma, pero esperaba descubrirlo pronto.
Algo que por supuesto, hizo. Tan solo dar un par de pasos, acercándose al escritorio que pertenecía a Harry, supo que jamás debió intentar buscarlo. La risa femenina proveniente de algún lugar a sus espaldas le produjo un escalofrío. La reconocería en cualquier sitio y que fuera precisamente ahí le provocó náuseas.
Girando sobre sus pasos, Hermione miró temerosa hacia atrás. Solo pudo ver algunos escritorios vacíos y lo que debía ser un estrecho corredor. Probablemente debió salir de ahí desde el primer momento, pero sus deseos por conocer que sucedía fueron más fuertes. Tenía que verlo por sí misma.
Dando traspiés se impulsó hacia el frente, acercándose lo suficiente hasta que la distancia fue considerablemente más corta. Siendo cuidadosa de mantener sus pasos silenciosos y aguantando la respiración. Harry estaba ahí, apoyado la pared del extremo opuesto, sosteniendo en sus manos una taza de color verde cuyo humeante contenido se elevaba en espirales de vapor. A su lado, como Hermione esperaba, se encontraba Ginny, riéndose de lo que sea que él le hubiera dicho.
Sin pensarlo mucho Hermione retrocedió, pegando su espalda contra la pared. Verlos juntos, solos, rompió algo en su interior. Toda su ilusión se evaporó.
¿Cómo él podía verse tan tranquilo? Hablando con Ginny, sonriéndole de esa forma... En él no había ni un atisbo de culpa luego de lo que sucedió entre los dos la noche anterior.
— Seguiré ahí la próxima temporada. La publicidad ha sido relativamente escasa con todo esto de la ley, pero ha bastado para promocionar nuestra última victoria— dijo Ginny, recomponiéndose como para volver a hablar.
—Eso escuché. Hiciste ganar una apuesta a uno de los muchachos hoy, felicidades, Ginn— le dijo Harry, el orgullo impregnaba su voz—. Aunque creí que la temporada terminaba después.
—Hemos adelantado el último partido, ya ves. La mayoría tiene que quedarse aquí hasta que tengan un compromiso o como mínimo presenten una propuesta— explicó Ginny, fallando al ocultar el asco que le producía la idea—. Pero no dejemos que eso arruine mi pequeña gran victoria.
Hermione sabía que mentía y la curiosidad que le provocó saber cuál era ahora su situación la mareó. ¿Finalmente se habría comprometido? La última vez que hablaron, afirmó que al volver comenzaría con todo el procedimiento, pero era claro que no pensaba decírselo a Harry. No cuando los tres eran todos mentirosos.
—Siempre has jugado bien de todos modos, no esperaba menos de ti.
—Hum— musitó Ginny, cruzándose de brazos con falsa indignación—. No he escuchado que también hayas apostado por mi equipo.
Su comentario los hizo reír y siendo el único sonido en aquel solitario lugar, el eco de sus risas llegó perfectamente a los oídos de una atormentada Hermione. Armándose de valor, emergió de nuevo para poder mirarlos.
—¿Sabes? Nunca olvidé lo que siempre me decías, "Debes ser un poco modesta con los demás...
—... Sin importar lo buena que seas— completó Harry.
El vestigio de sonrisa en sus labios desapareció tan pronto Ginny tocó su brazo, deslizándose hasta que alcanzó su mano, aparentemente abatida por la cantidad de recuerdos de su pasado en común. Haciendo sentir a Hermione en medio de una conversación de la que no debía ser testigo, no con la intimidad de sus recuerdos como pareja golpeándola.
—Muy propio de ti— continuó Harry, cubrió la mano de Ginny con la suya y luego se alejó, bebiendo de su taza, un gesto simple, pero que bastó para que ambos volviesen a tener un par de centímetros entre ambos.
Ginny retrocedió.
—Ni me lo menciones— bromeó ella, mirando sus zapatos—. ¿Qué hay de ti? ¿Alguna buena misión?
—Todo ha sido tedioso hasta ahora— admitió Harry, sus dedos delineaban la orilla de su taza—. Fuimos contención de protestas al inicio, pero ahora que todos parecen haberlo asimilado, solo esperamos.
—¿Eso significa que no tienes una nueva cicatriz para presumir? — se quejó Ginny, como si le costara reconocerlo.
—Me he comportado últimamente, contrario a ti— se mofó Harry.
—Sí, me has contagiado tu amor por los problemas— río Ginny, asestando un golpe en su hombro juguetonamente.
—Supongo que era inevitable, después de tanto tiempo juntos.
—¿No crees que es agradable?
—¿El qué? ¿Qué tu vida esté llena de problemas?
—Tener alguien con quien hablar— explicó Ginny—. Extrañaba esto, lo emocionante que es estar juntos. Te extrañaba, Harry.
El sonido de la insinuación que impregnaba su voz taladró los oídos de Hermione y supo que había tenido suficiente. Nunca fue ajena a la química entre los dos, más notable luego de la guerra en comparación a lo incómoda que parecía su relación en sus tiempos en Hogwarts, demasiado fugaz para catalogarla de amor o solo un flechazo. Lo que veía ahora, desarrollándose frente a sus ojos le recordaba que las cosas seguían siendo igual a cuando eran pareja, tan solo unos meses atrás.
El brillo en los ojos de Ginny seguía ahí, y lo bien que sus temperamentos parecían encajar, tan intempestivos como el otro creaba una conversación fluida y divertida. Más de lo que Hermione se creía capaz de soportar. Al intentar retroceder, el ruido del tacón de su zapato chocando contra uno de los escritorios la paralizó. Si bien produjo apenas un mínimo ruido, se mantuvo quieta y en silencio, aguantando la respiración mientras Harry respondía algo que no pudo escuchar.
Nada sucedió.
Todavía podía escuchar a Harry, ahora hablando acerca de alguna buena técnica que podría considerar para el próximo partido si lo que buscaba eran consejos. Lo último que deseaba era que él supiera que estaba ahí, que presenció todo y que se atrevió a buscarlo con ingenuas esperanzas.
Atreviéndose a emerger de su escondite, Hermione retrocedió un paso más y la luz entrando por el pasillo iluminó la mitad de su cuerpo, lista para volver al corredor y escapar de tan tortuoso momento. No tuvo tanta suerte.
Ginny se preparaba para hablar, con una media sonrisa dibujándose en su rostro hasta que, en el instante en que Hermione abandonó su vigilia, la mirada de la pelirroja miró alrededor, apartando su atención un segundo de Harry, como si buscara aclarar su mente y entonces, sus ojos se encontraron con los de Hermione.
Ninguna se movió. Tan pronto el reconocimiento cruzó su mirada Ginny hizo una mueca y, en el segundo en que parecía formular su nombre, Hermione se dio la vuelta y se alejó presurosa por el corredor. No pretendía provocarle remordimiento, y mucho menos, que Harry se enterara de su presencia. Confrontarlo sería igual a admitir libremente sentimientos que ahora le enfurecía albergar.
Claro que él volvería a verla, debió haberlo supuesto incluso luego de haberle asegurado que dejaría esa época en el pasado. Hermione estaba segura de haber sido lo bastante clara advirtiéndole que no deseaba competir con el fantasma de su relación terminada y eso incluía a Ginny y sobre todo él, siempre pareciendo saber que decir la embaucó con palabras dulces y promesas del futuro que no planeaba cumplir de verdad. Siempre miraría atrás, sin importar cuanto afirmara que no sería así.
Harry, el mismo que le garantizó que lo último que deseaba era esconder cosas de ella, ¡Tan fácil le resultó decirlo! Y no es que le prometiera no volverla a ver, ¿O sí? Quizás Hermione esperó demasiado al suponer que así sería, encontrándose con que nuevamente, se veían a escondidas.
Si ella no lo hubiera presenciado, Harry jamás se lo habría dicho, mucho menos ahora que debía sentirse tan culpable por besarla. Un desliz, supuso, mientras sus piernas la conducían velozmente fuera de donde aquel par pudiera verla.
Tan solo un par de metros y el ascensor se presentaría frente a ella como un dulce escape. Tan solo unos pasos y... Algo se interpuso en su camino o mejor dicho, el amplio pecho de Levi Agoney, plantándose frente a ella, frenando su frenética huida.
Hermione extendió ambos brazos frente a ella como un escudo mientras esperaba el choque de su cuerpo, que jamás llegó. Levi la sostuvo por los hombros, mirándola con sorpresa, como si se hallara frente a un elemento fuera de lugar con todo a su alrededor.
—Querida— pronunció y antes de que Hermione pudiera terminar de reaccionar, demasiado aturdida, se agachó y besó sus dos mejillas—. He llegado a creer que te has escondido de mí por estos días.
Su efusivo reencuentro la irritó, no porque su presencia le molestara, contrario a lo que Susan afirmaría de sí misma, sino por lo que esta suponía. Todavía sentía escalofríos al considerar la posibilidad de que Ginny pudiera haberle dicho a Harry que ella se encontraba ahí.
Tentativamente, sin responder, Hermione se movió hacia un lado e intentó rodear al auror plantado frente a ella, fracasando cuando él, riéndose, cerró nuevamente su camino.
—¿Quieres escapar de mí?
"¡Quítate del camino, idiota!" gritó la voz en su cabeza, lo suficiente desesperada ahora como para olvidar su educación.
—No, Levi— susurró, sosteniéndose de su brazo para intentar moverlo—. Solo... ¡Apártate del camino!
Encontrando encantadora la extraña manera en que la siempre amable Hermione se comportaba, Levi intentó con una nueva ronda de cuestionamientos, que nunca llegaron a ser pronunciados cuando la castaña escuchó el sonido de pasos y luego, sus voces acercándose. Harry y Ginny caminaban juntos, acercándose desde el extremo opuesto.
Ansiosamente, Hermione evaluó sus posibilidades. Frente a ella, solo el cuerpo de Levi bloqueando su camino, el que de todas formas ahora era muy tarde para pensar tomarlo y, a su lado... Sin pensarlo mucho su mano se extendió hacia la puerta a su costado.
Francamente no sabía a donde la llevaría, viéndose tan insignificante, con su cristal empañado por el polvo y su perilla ligeramente obscurecida por el paso del tiempo, pero era lo único que tenía. En el último momento, cuando solo algunos metros los separaban y Harry podría verla con tan solo levantar la vista, empujó la puerta y se encontró sumida en la penumbra, rodeada de viejos escritorios apilados y archiveros viejos y gruesos a los que no se les podía dar un color preciso.
Como debió considerar, la puerta volvió a abrirse al segundo siguiente y el cuerpo de Levi empujó el suyo, apretujándose incómodamente entre los muebles viejos y el polvo flotando entre los dos.
—¿De quién nos escondemos, linda?
El deseo por golpearlo alcanzó niveles que Hermione no creyó posibles. Los pasos acercándose bastaron para hacerle saber que en cualquier momento, Harry y Ginny pasarían frente a ellos, alejándose hacia Merlín sabía dónde. ¿En busca de privacidad?
Justo cuando Levi se disponía a hablar de nuevo, la mano de Hermione lo buscó a tientas, hasta que sus dedos pellizcaron la fracción de piel a la que tuvo acceso. Entendiendo, incluso si se obligó a reprimir un quejido, guardó silencio hasta que los pasos y voces se hubieron alejado en la dirección contraria.
Hermione suspiró. No era así como imaginó que sería... Su corazón se hundió en su pecho, contrayéndose al comprender lo ingenua que había sido.
Levi se removió a su lado, su mano rozó la suya, molestándose poco en ocultar su falta de incomodidad con sus cuerpos presionándose juntos, obligados por el pequeño hueco que les permitían los escritorios clavándose en sus espaldas. Incluso con la pobre iluminación, Hermione pudo ver su perfil bien delineado, su mandíbula, sus pestañas a contra luz y las pequeñas motas de polvo flotando en el aire mientras él todavía intentaba mirar a través del empañado cristal en la puerta, convirtiendo toda visión del exterior en una difusa imagen.
Su día no podía ser más extraño ahora.
—¿Ese no era tu encantador prometido?— inquirió él y súbitamente, giró la cabeza hacia ella.
Reprimiéndose a tiempo para no mostrarse asustada al encontrarla mirándolo, Hermione se llenó de dignidad y se encogió de hombros con frialdad. Al comprender parcialmente lo que sucedía, Levi sonrió lacónico, para enfado de la joven, molestándose con una rapidez avasallante.
—¡No digas nada!— chistó furiosa, e intentó empujarlo hacia un lado, clavando su codo en sus costillas indiscriminadamente.
— ¿Qué eres ahora? ¿Una especie de novia fugitiva? Puedo ayudarte con eso — se ofreció él, sin moverse un centímetro.
—¡Levi!— lo reprendió Hermione, encontrando molesta la manera en que su nombre parecía imposible de hacer pasar por una reprimenda severa. Así que intentó de nuevo, empujándolo para estirarse hasta la perilla en un intento por abrir la puerta.
Contrario a lo que cualquiera habría hecho, Levi se mantuvo quieto, atreviéndose incluso a dar un paso al frente en el por sí solo reducido espacio. La espalda de Hermione chocó contra su pecho cuando él finalmente se inclinó sobre ella, que retrocedió rápidamente tanto como pudo.
Sin embargo, él no se detuvo, demostrando que lo único que pretendía, además de atormentarla era abrir. Sus dedos se cernieron sobre la perilla, abrió la puerta y salió, riéndose como un niño.
Hermione miró a los lados antes de salir, sintiendo que su rostro ardía, algo que decidió pasar por alto en cuanto se encontró afuera de aquel espantoso armario, cerciorándose de que Harry, Ginny o cualquiera no pudieran haberla visto salir de ese reducido sitio acompañada de Levi Agoney.
—Hablo en serio, solo quiero ayudarte— insistió él, sacudiéndose el polvo de los hombros y el cabello.
—¿Quieres ayudarme?— repitió Hermione, aun encontrando inoportuno su encuentro. Sin él, habría podido escapar exitosamente desde el inicio.
Levi asintió.
—No le digas a nadie, y mucho menos a Harry que estuve aquí— le dijo la castaña, palmeando su pecho con fuerza antes de dar un paso lejos de él, emprendiendo su camino inicial.
—No es que seamos amigos— bromeó Levi, esperando retenerla al sostener su mano—. Además, soy un gran confidente y mucho mejor aliado y, para tu buena suerte, soy tu amigo, verás que te resulto muy útil.
—¿Eso quiere decir que lo harás? ¿Serás discreto por una vez en tu vida? — insistió Hermione, impaciente ahora. El almuerzo habría terminado hacía unos minutos y todos comenzarían a volver.
—Lo haré— accedió Levi y demasiado divertido al verla tan ofuscada, agregó: — Con una sola condición.
Intentando comportarse como Susan habría hecho, se soltó de su agarre al verlo acercándose y lo hizo retroceder, colocando un dedo en su pecho para mantener las distancias, con la expresión más neutral que consiguió. Supuso que su actitud lograría poner nerviosa a cualquiera y Hermione no pretendía hacerle saber que ciertamente lo conseguía.
Levi dio un paso hacia atrás, aun mostrándole una sonrisa de deslumbrantes dientes blancos.
—No vuelvas a desaparecer así de mí, dulce Hermione.
