Capítulo 21: Aceptación.

Aceptar que las cosas difícilmente cambiarían y que probablemente debían seguir su propio ritmo nunca la mantendría contenta. Esperó ser siempre dueña de su destino, de sus decisiones y ahora... En un mundo como ese, todo parecía improbable como para permitirse obedecer a su libre albedrío, si existía.

Las personas nunca actuarían como a ella le gustaría. No era dueña de su vida y, después de todo, cada uno obedecería a sus propios intereses. Posiblemente debía comenzar a hacer lo mismo en lugar de buscar soluciones para todos y cada uno de los problemas que a veces, ni siquiera eran de su incumbencia. ¡Qué tortuosa parecía aquella opción!

Sin embargo, Hermione deseaba ser feliz y sabía, tan lógica como siempre había sido, que aquella tarea le correspondía únicamente a ella. Por supuesto, agradecía cuando existía cierta motivación de por medio.

A sabiendas de que sus últimos días presentándose al que fue su trabajo por el último año llegarían a su inevitable final, igual que muchas otras cosas, se prometió disfrutar cada pequeño momento. Lo cierto era que, a la luz del día, los líos y preocupaciones entrelazándose como complicadas redes en su cabeza parecían aflojarse.

Mientras aceptaba con aliviosa resignación todas las conclusiones a las que llegó la noche anterior, nada evitó que cumpliera con cada minucioso detalle de su rutina. Se despertó, duchó y desayunó como de costumbre, intentando recordarse que, incluso durante sus días buenos existían ocasiones en que Harry no podía permitirse desayunar en casa y que, por lo tanto, su ausencia matutina no significaba nada alarmante.

Por algún motivo, sabía que pese a su discusión y todo lo que se desencadenó después, la magnitud del impacto era considerablemente menor ahora que cada uno expresó sus argumentos sin contemplaciones. Explorando en sus sentimientos, Hermione comprendió que no se sentía tan disgustada como antes, cuando toda su ira y reclamos fueron reprimidos como imperfecta estrategia de evasión.

Al parecer, Harry debía pensar algo similar. Ella lo supo en el momento en que sus pasos recorrieron el camino hacia su trabajo y vislumbró su cubículo. No pudo evitar admirar los huecos vacíos en su escritorio, ahora libres de todos los objetos innecesarios que se llevó la noche anterior, lo impersonal que se veía y, también, la preciosa flor encima de este.

Acercándose presurosamente, Hermione no se detuvo hasta que se encontró frente a ella y pudo contemplarla, tan etérea y hermosa, que comprendió que no lo imaginó, como originalmente pudo pensar. No se trataba de su imaginación, bastante fantasiosa, habría creído.

Magnifica y única, una sola rosa yacía sobre su escritorio, con un tallo firme uniéndose al capullo abriéndose con esplendor en delicados pétalos rosas que, extrañamente, evocaban cierta belleza salvaje pese a su aparente fragilidad. Resaltaba de inmediato y, mientras Hermione la tomaba entre sus manos, admirándola cuidadosamente, tan perfecta y fuera de lugar en medio de los grisáceos tonos de la oficina a su alrededor, no pudo evitar que una suave sonrisa tirara de las comisuras de sus labios.

Nada demasiado extravagante, nada que Hermione odiaría.

La mayoría de chicos con los que salió antes nunca parecían acertar, pues la balanza siempre se inclinaría ante la extravagancia en regalos que ella jamás buscaría recibir o la simple y rotunda indiferencia a su relación, lo que la terminaría eventualmente.

Pudieron pasar solo segundos, así como varios minutos en los que la joven intentó explicarse el motivo de aquel detalle, sin encontrar más aclaración que la de su infortunada ilusión avivándose al suponer quién la enviaba. Por fortuna, impidiendo que su emoción creciera, Susan apareció instantes después, deleitándose en alabar con entusiasmo la flor en sus manos.

—¡Mira esto! — dijo Susan, reprimiendo un suspiro al inclinarse sobre el escritorio y extender hacia Hermione la pequeña nota que, demasiado ocupada indagando en el significado del detalle, no notó.

Casi arrebatándosela, Hermione dejó la flor en manos de su amiga y desdobló la nota, develando así la caligrafía que reconocería en cualquier parte. Pudo sentir los latidos de su corazón acelerándose mientras leía, ansiosa por descubrir todo aquello que él tuviera por decirle.

"He perdido la cuenta de todas las veces que me he sentido orgulloso de ti, especialmente con logros tan notables como los tuyos, pero a cada paso no dejas de sorprenderme. Nadie merecía ese ascenso tanto como tú y comprendo que soy muy afortunado de poder llamarte mi prometida.
Lamento mucho no haber sido yo el primero en felicitarte por la buena noticia y también, haberme encontrado demasiado ocupado siendo tan desconsiderado contigo.

Felicidades, Hermione. Jamás dejes de mostrarle al mundo la brillante bruja que eres".

No era mucho, eso era indudablemente cierto, pero sirvió para que la calidez que sus palabras le provocaron aminorara considerablemente. Todavía fantaseando con la solución que ambos debían darle al problema, Hermione se desplomó en su asiento, permitió que Susan leyera la nota y acarició distraídamente los pétalos de la rosa.

El suspiro que Susan emitió luego de leer le recordó en donde se encontraba, facilitándole no sucumbir a las cavilaciones. Aun insegura de que debía hacer, dobló cuidadosamente la nota y la guardó en el bolsillo de su túnica, forzándose a comenzar con el trabajo. Su amiga, por otro lado, no parecía haber entendido que sucedía con tanta facilidad.

—¿En qué sentido se puede ser desconsiderado teniendo este detalle? — protestó, admirando la flor que Hermione parecía atesorar con sumo cuidado.

—Te sorprendería— suspiró la castaña, y la sostuvo cerca de su pecho antes de colocarla en un pequeño recipiente, que llenó con agua y luego protegió con un movimiento de su varita, asegurándose de mantenerla fresca.

Considerablemente más tranquila, su resolución fue sencilla. Deseaba arreglar lo que ambos habían estropeado, incluso si eso significaba tener que renunciar a sus sentimientos por él, si es que estos se interponían entre su amistad. Interiormente esperaba que no tuviera que ser así.

—Ya que todo el mundo está llenándote de felicitaciones, tengo algo para ti, ¿Recuerdas de lo que te hablé ayer? — inquirió Susan, recargándose cómodamente en su cubículo, apenas aguantando la emoción.

—Ni me lo recuerdes— gruñó Hermione—. Dijiste que volverías, ¡Y no lo hiciste! Levi se quedó aquí, ayudándome por horas y no resultó nada bien.

—Planeaba hacerlo, pero esto me ha tenido ocupada y... Espera, ¿Qué ocurrió?

Apartando la vista de los documentos frente a ella, Hermione arrastró la silla lo más que pudo, acercándose a su amiga, a quien ahora podía señalar como responsable de la intrincada confusión surgida entre Harry y sus ridículas malinterpretaciones.

—Nada, en realidad, solo que Harry ha venido aquí, sin avisarme para variar, y ha encontrado que las felicitaciones de Levi han sido muy efusivas— explicó, exaltándose al recordar el bochornoso momento y en todo lo que derivó—. Honestamente... ¡Fue una tontería! pero ambos discutimos después y ahora me deja esta rosa aquí como ofrenda de paz y... ¡Ayer no debiste dejarme sola!

Susan retrocedió, alarmada por su actitud, lo que solo significó que la castaña se encontrara bajo su crítico análisis.

—Hay algo que no me has contado de todo esto, ¿Verdad? — adivinó, y solo entonces, Hermione se recordó que, en su mayoría, ella no sabía mucho acerca de su novedoso acercamiento con Harry.

Habría querido decírselo con la misma prontitud con la que acudió a Luna, desesperadamente consumida por la preocupación, pero por ese entonces necesitaba una opinión más objetiva y confirmarle que, después de todo, todas las sugerencias que en su momento Hermione calificó de ridículas estaban cumpliéndose una a una, y eso la atormentó. Ahora, por otro lado, habiendo aceptado que lo que Harry despertaba en ella iba más allá de una inocente amistad, las cosas parecían indudablemente distintas.

Lo suficiente para abrirse a ella y confiar en la preocupación que los ojos de Susan reflejaban. Llenándose de valor, Hermione la obligó a sentarse a su lado y le narró con angustiosa sinceridad el tormento por el que atravesó los últimos días. Sus primeros y esquivos intentos de flirteo, la emoción que sentía cada que Harry se encontraba cerca, su primer beso, el conflicto posterior a este, sin detener su narración hasta que no le hubo contado gran parte de lo ocurrido. Omitiendo grandes detalles, por supuesto, insignificantes acontecimientos como su intenso y furtivo encuentro en su habitación de la noche anterior, solo por ser demasiado reciente, vergonzoso y, si era sincera, porque era algo que prefería atesorar para sí misma, intacto por si no volvía a suceder.

Al terminar, contrario a lo que pudo esperar, Susan permaneció callada, completamente muda ante su declaración. Hermione esperó verla regocijándose ahora que todas sus teorías estaban materializándose y lo que obtuvo fue justamente lo contrario. Su amiga solo la miró, con su brillante cabello rojo sobre los hombros y una mirada estupefacta, mientras su mente intentaba convencerse de que no estaba mintiéndole.

Bastaron unos cuantos minutos para que Susan le creyera, comprendiendo que Hermione jamás mentiría con algo como eso y, solo entonces, una risita extraña brotó de su garganta y acto seguido, lanzó sus brazos alrededor del cuerpo de su amiga y la abrazó con fuerza, meciendo sus cuerpos con entusiasmo.

—Tenía razón, ¿No es así? ¡Siempre la tuve! Sabía que él te haría feliz, que nadie más lo hizo antes porque tú y él... Oh, Hermione, ¿Qué crees que haces? — hizo una pausa, intentando ordenar las ideas dando vueltas en su cabeza y hasta que no tuvo clara cuál sería su postura, continuó:— Estás asustada y tienes tus motivos, lo sé, ¡Estaría tan enojada si estuviera en tu lugar! Pero Harry quiere arreglar las cosas, ¿No es verdad?

—Sí, pero... No es tan sencillo— murmuró Hermione, esforzándose en no mirarla por mucho tiempo. De hacerlo, temía que su amiga supiera exactamente que deseaba.

—No, por supuesto que no, ¿Cómo es que sigues de una pieza después de que él te dijo que deseaba besarte? ¿Ves esto? — le dijo Susan, mostrándole su brazo —. Me ha erizado la piel, aunque sí, bastante razón tienes, vales demasiado como para permitirte pedirle que te dé tu lugar. Si hubiera sabido esto, ¡No te habría dejado sola con Ginny Weasley la otra noche!

Hermione sonrió. Conmovida por la lealtad mostrada por su amiga.

—¿Sabes? En el fondo, he dejado de esperar que algo cambie. No debería ser yo quien le pida un poco de participación y respeto en esto y me he cansado, depende de él ahora, supongo.

—¡Es así como se habla! No porque siempre haya deseado esto significa que si te hace mínimamente infeliz lo apoye — dijo Susan—. Aunque... ¿Qué se supone que haga ahora con lo que he organizado para ti?

—¿De qué hablas? — preguntó Hermione, alarmada por la intriga con la manera en que Susan la miraba.

—Solo quería que tuvieras el reconocimiento que te mereces por el nuevo trabajo y tu boda. Quiero que tengas lo que cualquier novia en tu lugar y ya que el tiempo está acabándose pensé...

—¿A qué te refieres con eso?

Susan decidió ignorarla y se alejó unos pasos sin molestarse en ocultar su emoción, solo para evitar más cuestionamientos.

—Solo preocúpate de verte bonita para el viernes por la noche y eso es todo, te explicaré después— le pidió a una muy confundida Hermione y antes que esta pudiera argumentar algo más, Susan se dio la vuelta, llevándose con ellas todas las respuestas.

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Sorprendentemente, Susan le dio algo más en lo que pensar. Más tarde le explicaría en que consistiría su "sorpresa", reservándose los detalles más esclarecedores y brindándole solo la información esencial, como a donde debía dirigirse.

Interiormente, Hermione agradecía el misterio. Eso la mantenía enfocada en la intriga que el asunto le producía y como haría para resolverlo. Alejándola de su verdadera preocupación, su situación con Harry, acaparando su atención por todos esos días. Solo pensaría en el ahora, se prometió Hermione, mientras llegaba a casa y se deshacía de su túnica. Exhausta por el trabajo lo último que deseaba era malgastar su energía con problemas que quizás, pronto encontrarían solución.

En su lugar, decidió preparar la cena, manteniendo así, mente y manos ocupadas. Entregada a la tarea, antes de que pudiera darse cuenta, la cena estaba cociéndose, mientras ella tarareaba irregularmente los fragmentos que recordaba de una vieja canción alguna vez escuchada en la radio de la Señora Weasley en navidad, sumida en el cálido ambiente y el exquisito aroma que el vapor de la comida desprendía, llenando toda la cocina.

No era especialmente talentosa, lo tenía claro, pero con los años, consiguió apañárselas bien y convertirse en una cocinera aceptable siempre que dedicara toda su atención a la tarea. Por ello, demoró más tiempo del habitual antes de que pudiera percatarse que Harry estaba mirándola fijamente, sin adentrarse en la cocina, con los brazos detrás de la espalda.

Ambos se miraron por unos segundos, contemplándose en silencio, posiblemente con todos los recuerdos de la noche anterior agolpándose en su mente. Sin saber qué, Hermione pensó que algo en él parecía extraño, tal vez su postura, el hecho de que no hubiese entrado directamente o lo vacilante que se mostraba de repente al descubrir que lo veía.

—¿Tienes hambre? — preguntó Hermione, intentando no titubear al pronunciar lo primero que se le ocurrió, lo que fuese que le permitiera hacer el momento menos incómodo. En respuesta, Harry sonrió, repentinamente tímido y asintió, adentrándose completamente.

La manera en que caminó, con sus brazos perpetuamente en su espalda y una mirada indescifrable hizo que Hermione se sintiera contagiada de su singular actitud. Eventualmente, hasta que la distancia entre ambos se redujo, Harry movió sus brazos, colocándolos frente a ellos para que la castaña pudiese ver lo que escondía detrás de su espalda. Un pequeño y delicado ramo rebosante de diminutas flores rosáceas, abriéndose como estrellas, rodeando lo que, según el escaso conocimiento de la joven acerca de las flores debían ser hortensias, perfectamente hermosas.

—Esto es para ti— le dijo él, extendiendo el brazo para ofrecérselo—. Las he comprado para ti.

Limpiándose las manos, ella avanzó en su encuentro, nerviosa. Extrañada, Hermione las tomó entre sus manos, admirando la indudable y sutil belleza que un gesto tan pequeño desprendía. No había más rosas, ni una sola, solo aquellas flores tan pequeñas, tan frágiles y encantadoras.

—He recibido la rosa— musitó Hermione, rozando con los dedos las flores—. No hacía falta que tú...

Harry cerró los ojos un momento, sonriendo avergonzado, como si suplicara su silencio.

—Jamás había regalado flores— le confesó, señalando el ramo con una inclinación de cabeza que no dejó lugar a dudas sobre lo bochornoso que le parecía—. Solo acéptalas, por favor.

—Gracias, son preciosas— admitió ella, muy contenta. Las acercó a su nariz y aspiró el dulce aroma que desprendían, después, las mantuvo sobre su pecho con la delicadeza adecuada para no aplastarlas.

—El plan original era ese, solo una rosa— comenzó Harry súbitamente, manteniéndola quieta, tomándola desprevenida sobre lo que diría, sin embargo, deseaba escuchar todo lo que él tuviera que decirle, especialmente la explicación para un detalle como ese.

—Pero después pensé que merecías más que eso— siguió, aparentemente satisfecho al comprobar que le gustaba su elección—. Luego de todo lo que ocurrió sabía que debía hacer más. Antes de que me diera cuenta no me dirigía a casa, estaba ahí, buscando un puesto de flores y eligiendo un ramo, tarea difícil en invierno, pero solo quería... Uno que pudiera merecerte. Lamento si no sé cuáles son flores favoritas, aprenderé, lo prometo, pero al verlas pensé en ti y me han parecido lo suficientemente bonitas para dártelas.

Él era sincero, lo sabía. No podía recordar verlo llevándole rosas a Ginny alguna vez y si era sincera, tampoco podría imaginárselo siendo la clase de chico detallista con cualquier otra de sus novias. Desconsiderado no, por supuesto, pero supuso, todos aquellos parámetros inexplorados debían deberse a lo poco que antes lo tomó en consideración como eso, un chico, en lugar de solo su confiable mejor amigo.

—Son preciosas— susurró ella sin aliento—. Muchas gracias por el detalle, Harry.

Imaginar la peculiar escena... A él tomándose el tiempo de buscar y elegir las flores, pensando exclusivamente en ella la halagó. Después de todo, reflexionó, no llegaba demasiado tarde a su vida. Ambos todavía podrían vivir momentos significativos y exclusivamente suyos que no estuvieran impregnados del melancólico fantasma de relaciones anteriores. Ante esta resolución, Hermione se sintió dichosa.

—No planeo comprar tu perdón— prosiguió Harry, poco dispuesto a detener un discurso muy bien analizado—. Tengo que ganármelo, me queda claro, solo quería felicitarte por... Te has ganado ese puesto, no tengo dudas.

El pulso de Hermione se disparó, conmovida por su sinceridad.

—Gracias— repitió y mirándolo, apretó las flores contra su pecho, aventurándose a confesar: — Nadie me había dado flores antes. Es un bonito detalle, teniendo en cuenta que todo esto... Será un gran cambio, ¿No es así? Todos estos meses han sido de eso, cambios.

—Podrás con ello.

Hermione asintió, todavía admirando las flores. Harry extendió una mano, lo suficiente para poder apretar su mano, sutil y afectuosamente. Era la primera vez en días que ella se sentía tranquila con su compañía y que tocarse se asimilaba mucho a su fraternal cercanía, casi de la misma forma que había sido por largos años.

—Necesito saber que no perderé a mi mejor amiga por comportarme como un idiota— suplicó Harry, lo suficientemente valiente para atreverse a apartar los desordenados cabellos que enmarcaban el rostro de la chica.

—No lo harás— murmuró ella, asegurándose de mantenerse quieta y no sucumbir a lo nerviosa que su cercanía la ponía—. No quiero volver a pasar por... No me gusta discutir contigo, no es así como somos nosotros.

—Luces encantadora furiosa, no puedo negarlo— bromeó Harry, consiguiendo que ella sonriera—. Pero no permitiré que eso pase. Al inicio de esto, te prometí que nos casaríamos para que tu vida fuera más sencilla, sin complicaciones. No afectaría el estilo de vida al que estás acostumbrada y mucho menos lo empeoraría, pero parece que no lo estoy logrando, ¿Verdad? No era mi intención, te lo aseguro, y sé que sabes que soy bastante terco con algo antes de admitir que no tengo la razón, pero trabajo en ello. Si al besarte he arruinado algo, lo que sea, deberías decírmelo y te prometo que yo...

No quería escuchar más. Nada que sentenciara un beso que Hermione había estado buscando con el mismo anhelo. En su lugar, colocó cuidadosamente un dedo sobre los labios de Harry, no deseando arruinar ese momento.

—No planeo seguir escapando, Harry. También me equivoqué y sé que sabes cuan duro es admitir algo como eso para los dos. Quiero mantener este momento y atesorarlo justamente así, como está ocurriendo. Deseo pensar que mi mejor amigo me ha regalado flores y cenaremos juntos, me contarás todo lo que ha ocurrido durante este tiempo y te escucharé con atención. Es así como somos nosotros, todo aquello que pueda afectarlo... ¿Podemos hablarlo después? Te prometo que no escaparé, solo quiero atesorar esto.

—Si es lo que quieres, es lo mínimo que puedo hacer por ti— le dijo Harry y, contra todo pronóstico, la abrazó con fuerza, rodeándola a ella y su pequeño ramo sin esfuerzo con los brazos. Él era tan cálido, su pecho tan amplio y su aroma tan fascinante como lo recordaba.

Al separarse, sin importar si los problemas seguían, en su mayoría, presentes en cualquiera que fuese su relación, con su amistad sobreponiéndose, Hermione se sintió fuerte y entera.

—Hablaremos, porque no existe otra manera en que esto se solucione, pero por ahora, regálame solo este momento— pidió Hermione, hizo una pausa y luego, contenta, añadió: — Necesito recuperar a mi mejor amigo antes de permitirme pensar en cualquier otra cosa.

Harry le dio la razón, comprendiendo que con sus palabras abarcaba todo el sinuoso conflicto surgido entre ambos. Su primer beso, aparentemente el detonante principal de todo. Parecía lo más extraño y normal del mundo aceptar ese hecho como una rotunda e inamovible verdad, algo que en retrospectiva debieron prever que eventualmente sucedería, por eso mismo, con la boda tan cerca, debían acordar, de una vez por todas, que clase de matrimonio serían.

Ya no se trataba exclusivamente de su comodidad, sino la del hijo que ambos habrían de concebir. Pensarlo todavía le hacía sudar las manos y evidentemente, no admitiría que, al mismo tiempo, albergaba una culposa anticipación a lo que eso implicaría.
Despejando su mente, Harry sostuvo su mano y mirándola mientras lo hacía, la llevó a sus labios, besando el dorso con ternura.

—Haré que esto funcione— le prometió.

Agitada, sabiendo que pasar más tiempo tan cerca no le permitiría ni pensar correctamente, Hermione se permitió una sonrisa cortés y cuidándose de ser cautelosa, recobró su mano.

—La cena está casi lista— le dijo, lo que bastó para que se separaran, todavía mirándose con lo que parecía, muchas palabras postergándose.

Respirando hondo, se alejó de él, de vuelta a sus tareas, despejándose lo suficiente para enorgullecerse de no ser la clase de personas que discutirían hasta los gritos, al menos más de una vez. Se prometió, algo como eso no habría de suceder nuevamente.

—Para ser nuevo en esto de regalar flores, tienes muy buen gusto— comentó Hermione, tanteando lo que significaba su silencio. Victoriosa, lo escuchó reír a sus espaldas.

—Las pondré en agua— continuó, en busca de un florero, notando tardíamente que, mientras Harry vigilaba la cena, notó la rosa que él le regaló esa mañana, en el centro de la mesa. Resultaba encantador viéndose tan orgulloso—. Por cierto, espero que no tengas planes, Susan nos ha invitado a cenar para celebrar mi ascenso.

—¿Ah sí?

— Sí, solo Susan, Justin y nosotros, ¿estás libre? — preguntó ella, acercándose de vuelta a la mesa, con sus flores en un hermoso jarrón de porcelana blanco.

—Sí— respondió Harry, comenzando a servir la cena en dos tazones—. Para mi futura esposa, lo que sea.

Al escucharlo, Hermione casi tropezó en su camino hacia la mesa. Aferrándose bien al jarrón que sus manos sostenían fingió una sonrisa. Sí, volvían a ser tan amigos como siempre.

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El resto de la semana transcurrió tan rápido que antes de que Hermione pudiera notarlo, comenzaría su primer día en su nuevo trabajo al finalizar el fin de semana. Era igual a sentirse a punto de comenzar la escuela, o al menos intentó compararlo con la emoción que experimentó al comprender que asistiría a Hogwarts y que poseía magia.

Los logros cambiarían con los años, sin embargo, Hermione se mostraría igualmente ilusionada con cada uno de ellos, por pequeños que fueran. Además, adoraba mantenerse ocupada.

Se resistía a la idea de qué si deseaba una cosa, tendría que renunciar a otra. Sonaba como un pésimo argumento, pese a aplicarse efectivamente por los últimos días. Apenas consiguió encontrarse con Harry, demasiado ocupados con sus respectivos trabajos, que los dejarían tan exhaustos al finalizar el día, que solo llegarían a casa buscando descansar, arrastrándose a sus respectivas habitaciones con somnolientas palabras de buenas noches.

Al menos, pensaba optimista, consiguieron llegar a un minúsculo acuerdo antes de que todas sus ocupaciones se les vinieran encima. De lo contrario, el abismo entre los dos terminaría por distanciarlos. Ya equilibraría todo con el tiempo, hasta entonces, recibiría con gusto sus amables saludos matutinos y se ilusionaría con el arrepentimiento que se reflejaba en los ojos de su mejor amigo, como ella, deshaciéndose del enfado inicial con el paso de los días.

Cuando el día de la cena con Susan llegó, Hermione se sentía considerablemente más centrada y menos enfadada que antes, todavía herida, pero se consolaba al saber que eran dos sentimientos demencialmente diferentes. Para la fecha, consciente de que el frío del invierno decidiría su vestimenta hurgó un par de minutos en su armario. Al final, vistiendo un bonito jersey de lana color beige que la cubría lo suficiente, Hermione se admiró satisfecha en el espejo, mientras recogía solo algunos mechones de cabello en una trenza que enganchó al otro lado de su cabeza, manteniendo el resto de pelo suelto, descansando sobre sus hombros.

Siendo el primer día de descanso de trabajo en toda la semana, le resultó extremadamente difícil convencerse para no pedirle a Harry que se quedaran en casa, envueltos en mantas frente a las ardientes brasas de la chimenea.

—Me encargaré de traerte temprano a casa.

La voz de su prometido la alertó de su presencia, pudiendo verlo esta vez a través del reflejo en el espejo, apoyado en el marco de la puerta detrás de ella. Lo bien que la conocía ya no la sorprendía.

— Asegúrate de eso— suplicó ella, caminando en su dirección, tomó su abrigo y, diez minutos después, aparecieron juntos en medio de las nevadas y resbalosas calles de Hogsmeade.

Faltando solo días para diciembre y, por consiguiente, para navidad, la mayoría de los locales estaban llenos de brillantes luces y productos navideños esperando ser vendidos a tiempo para las fiestas, luciéndose detrás de los escaparates. Gracias a lo nublado que el cielo nocturno se veía, sin ninguna estrella, lo brillante que Hogwarts parecía esa noche hizo que el castillo se viera espléndido, con escasos rayos de luna asomándose entre las nubes, tocando la cima de la Torre de Astronomía e iluminando las sombras entre cada pasillo y sus torres cubiertas de nieve, haciéndolas resplandecer.

—¿No es precioso? — preguntó Hermione sin aliento, presa de una súbita melancolía. Esa noche se sentía nostálgica, con tantos cambios en su vida que sabía que la harían feliz, pero que también marcarían un indudable final a todo lo que conocía.

— Hogwarts siempre estará allí para hacernos sentir como en casa, ¿No lo crees? — la animó Harry, admirando también la imponente escena frente a ellos—. Siempre se sentirá como un hogar.

—Es porque lo es— le aseguró Hermione y sosteniéndose del brazo que él le ofrecía, comenzaron a andar calle arriba hasta que se encontraron frente al sitio que reconocerían siempre, recibiéndolos con su habitual fachada alegre.

Las Tres Escobas debía tener la misma apariencia desde que Hermione la recordara, siendo la clase de espacio en el que pasar un rato agradable nunca sería mal recibido. Quizás, sería una buena cena de verdad.

—Al parecer hay mucho movimiento esta noche— mencionó Harry, avanzando con ella del brazo, recorriendo los últimos metros. Desde la ventana, podían mirar gran parte del interior, del que provenía un considerable bullicio.

—Eso parece.

—¿Susan te dijo dónde nos encontraría?

—No, pero ella ya debería de estar aquí.

—¿Con este frío? — río Harry y tomándola ahora de la mano, la guio hacia la calidez que el interior del lugar prometía.

La puerta se abrió con su peculiar sonido de bienvenida, mientras Hermione entraba sacudiéndose la nieve del cabello y Harry cerraba la puerta detrás de ellos. Antes de que alguno de los dos pudiera darse cuenta de que sucedía, más de una decena de ojos los miraban y un montón de rostros familiares estaban sonriéndoles amistosamente.

—Esto no se parece a lo que Susan prometió— susurró la chica entre dientes, buscando a su prometido con la mano, medio segundo antes de que todos quisieran acercarse a saludar.

Harry se río, rascándose la cabeza al intentar comprender lo que sucedía.

—Solo Susan, Justin y nosotros, ¿En?

Sin darle tiempo a responder que ella tampoco sabía que ocurría, un par de robustos brazos los rodearon, cubriéndolos a ambos con relativa facilidad. Dos veces más alto que la mayoría y tan ancho como siempre, Hagrid los presionó contra su afelpado abrigo de piel de topo en un asfixiante abrazo. Al separarse, casi estrelló contra el pecho de Harry un gran paquete y exclamó: — ¡Felicidades!

—¿Por qué? — preguntó Hermione, recuperándose del efusivo saludo.

—Por tu ascenso, ¡Qué buena noticia! Ah, y por su compromiso, claro.

Todavía confundida, la castaña agradeció que Hagrid no le palmeara la espalda igual que a Harry, que se tambaleó antes de mantener el equilibrio. En su lugar, los señores Weasley, con una Molly esforzándose en mostrarse contenta, George, Bill y Percy aparecieron frente a ellos, cada uno felicitándola por su nuevo trabajo y luego, en el mismo orden, uno menos directos que los otros, preguntando por lo preparada que se sentía para su próxima boda. Incluso, George se aseguró de darles lo que parecía un costoso regalo envuelto en papel tornasol azul marino.

—No es mi regalo de bodas, solo un detalle— les dijo, guiñándoles un ojo antes de alejarse hacia la barra, en dónde Hagrid parecía muy entusiasmado, permitiendo el paso del resto de personas.
Instantes después, los amigos de Harry, como Thomas, Asher, Simon y Ryan desfilaron frente a la pareja, siendo precedidos por Dean Thomas, Seamus y Neville, llenándolos de enérgicos saludos a los que se unieron Luna, Ron, Susan y Justin.

—¿Qué se supone que es esto? — fue lo primero que Hermione pudo preguntar, notando a tiempo la sospechosa cercanía que Luna y Susan mostraron al acercarse a saludarla.

—Bueno, una fiesta para ti, por tu ascenso y tu compromiso— respondió Susan, ayudándola a quitarse el abrigo y guiándola algunos pasos al interior del lugar. Habría protestado en ese momento, pero entonces su mirada se desvió unos metros más allá, cerca de la ventana, apenas iluminada por la luz de la calle, estaba Ginny, sentada detrás de una de las mesas, ahora al lado de su madre, rodeándola con un brazo.

Al encontrarse, Ginny levantó su vaso en su dirección y Hermione no pudo más que forzar una sonrisa que esperó fuera gentil y no solo una mueca. Ninguna de las dos aparentaba tener una respuesta al porqué estaban reunidas ahí ese día. Según supuso la castaña, Ginny estaría ahí solo por su familia y ella... Todavía no tenía idea.

—Nunca tuviste una y quisimos dártela, además, también estamos festejando tu ascenso, ¡Todo en uno! — exclamó Luna, apenas conteniendo su emoción—. ¡Tienes que disfrutarla!

Mirando sobre su hombro, Hermione buscó ansiosa a Harry, siendo conducido por los chicos en la dirección opuesta, hacia la barra. Riéndose, él se encogió de hombros, sin reparar en nada más, como si se disculpara con ella al verse separados. Sin más remedio, la castaña permitió que las chicas la condujeran hacia una mesa, en dónde se encontró con algunas buenas compañeras de trabajo, Fleur y, sorprendentemente, Mcgonagall.

Por la media hora siguiente Hermione se encontró inmersa en ingeniosas conversaciones, consejos que podría aplicar en su nuevo trabajo, personas aparentemente difíciles con los que se encontraría e incluso, una breve anécdota de Mcgonagall, rememorando su juventud y su escaso tiempo trabajando en el ministerio. Agradeciendo cada comentario y felicitación, por primera vez en días, Hermione no pensó en nada que no fuera su futuro.

Solo al no verse rodeada de personas su mente se despejaría, o eso creyó en cuanto se alejó en busca de una cerveza de mantequilla, admirando la imagen que el lugar tenía esa noche. Muchos rostros conocidos, menos jóvenes que los que recordaba, pero igual de felices. Algunos metros más allá, montando lo que parecía un karaoke se encontraban los chicos, comportándose como adolescentes bulliciosos.

Sonriendo, bebió un trago de su cerveza, en el instante en que una mano rozaba su hombro. Por una fracción de segundo consideró que se trataba de Harry, pero tan pronto se dio la vuelta, la sonrisa en sus labios tembló al encontrarse cara a cara con la alta figura de Viktor Krum. Aunque sonreía, su rostro afilado y sus cejas pobladas lo hicieron parecer tan intimidante como siempre, además de la madurez que evidentemente había adquirido desde la última vez que lo vio, cuatro años atrás.

Al intentar hablar, Hermione terminó atragantándose con la cerveza de mantequilla, lo que la hizo toser, mientras se levantaba de su asiento e intentaba recuperar la respiración. Víktor la ayudó dándole palmadas suaves en la espalda hasta que Hermione consiguió formular un torpe saludo y lo abrazaba, siendo recibida afectuosamente por él, aun cuando no parecía precisamente feliz.

—Víktor... Estás... ¿Cómo es que estás aquí? La boda es en unos días y, ¡No es que no me haga feliz verte!

—Luces tan encantadora— respondió él en su lugar, con un inglés considerablemente perfeccionado, admirándola de la misma forma en que ella apreció los cambios en su apariencia—. Lamento no haber aparecido antes, es solo que... Nada de esto parecía real. Necesitaba verte antes de la boda, cerciorarme que tú realmente estás de acuerdo con esto.

—¿Lo dices por la apresurada invitación? — murmuró Hermione, mirando hacia cualquier otro lado. No le sorprendía su reacción, cualquiera ajeno al nuevo estilo de vida que se suponía que todos debían llevar encontraría alarmante una noticia como esa.

— Recibí la invitación hace no mucho, y cuando la leí... me pareció que era algo irreal de no ser porque la situación de tu país es la comidilla de los otros.

Hermione no pudo sostenerle la mirada, lo que la llevó a encontrarse con la penetrante observación de Harry, desde el otro lado del lugar, observándolos con suma atención.

—Sé que es algo horrible— admitió Hermione, esforzándose en aparentar tranquilidad, o de lo contrario, ya podía imaginarse a Harry acercándose ante el mínimo indicio de malestar por los cuestionamientos de Víktor, quien escuchaba cada una de sus palabras como si buscara pistas ocultas en casa frase.

—Honestamente, mi situación ahora no es mala, ha pasado tiempo, lo he aceptado y cada pieza parece estar cayendo en su lugar, voy a casarme, ¿Ves? — insistió ella, y riendo entre dientes, le mostró el anillo en su mano.

Viktor le devolvió una mirada cargada de dolor.

— ¿Es así como quieres pasar tu vida? ¿Te has resignado? ¿Por qué no recurriste a mí en primer lugar? — su mano se encontró con el brazo de Hermione, quien sutilmente se alejó de él y su escrutinio. No quería escucharlo, no cuando todavía no podía explicar que, por horrible que pareciera, los sentimientos que había desarrollado por Harry cambiaron radicalmente su perspectiva del asunto y, si eso la convertía en una tonta, influenciable y egoísta chica, quizás realmente lo era. Sin embargo, Víktor continuó, incapaz de diferenciar entre la Hermione que había conocido años atrás y la que tenía frente a él.

— Te habría ayudado con cualquier decisión que tomaras e incluso si no existía otra posibilidad, sé que es posible admitir extranjeros al estatuto siempre que exista consentimiento, no habría dudado, Herrmione.

—No sientas pena por mí— le pidió ella, forzándose a sonreír—. Harry es mi mejor amigo y será un esposo maravilloso, lo sé.

—Nunca creí verte hablando así.

La amabilidad en Hermione comenzó a flaquear, ofendida al considerar tal afirmación más como un ataque a sus decisiones, que como una muestra de preocupación. Cualquiera de las dos opciones no resultó agradable.

—Solo estoy siendo realista y eso es lo que tengo— dictaminó la castaña, tomando de un trago toda su cerveza que, por la prontitud con la que la bebió, rasgó su garganta, de todas formas, se las apañó bien para continuar: — Voy a casarme y agradezco que estés aquí para acompañarme en ese momento, que sí, será importante para mí. Cómo ves, la decisión está hecha.

Viktor no agregó nada y no es como si ella tuviera interés alguno en que lo hiciera. La hacía feliz verlo después de tanto tiempo, pero no que pusiera en duda decisiones que le tomaron tiempo, dolor en incertidumbre validar.

Por fortuna, o al menos como Hermione esperó que fuera, Harry finalmente se acercó a ellos y rodeó a su prometida con un brazo, bajo el cual ella se permitió relajarse, apoyándose contra su costado como si todo siguiera siendo tan cómodo como antes. Por una milésima de segundo, su afectuosa actitud la hizo preguntarse si al menos habría entablado un saludo con Ginny, pero prefirió pasarlo por alto.

—Potter— murmuró Viktor, el tono de su voz dejó de ser tan suave, endureciéndose. Afortunadamente, Harry no dejó de sonreír.

—Lamento no acercarme a saludar hasta ahora.

La postura de Víktor cambió, relajándose y, más confiado, levantó la mano y la estrechó con la de Harry.

—Viktor estaba... Hablábamos sobre la boda— intervino Hermione, incentivando la conversación.

—Oh, esperamos que nos acompañes ese día— secundó Harry, estrujando a Hermione contra él, en un gesto plagado de cariño que ella podría haber visto en cualquier pareja común. Esperó, Viktor entendiera con ello que las cosas no eran como las apreciaba desde su perspectiva.

—A eso vine, para estar al lado de la dulce Hermione, incluso en un día como ese — carraspeó el búlgaro, analizando el comportamiento de Harry con desconfianza. Resultó tan evidente, que Hermione notó el cambio en la actitud de su mejor amigo, comenzando a molestarse con los pasivos, pero filosos comentarios de Víktor.

—Sí, ambos agradecemos que hayas venido— río Hermione, implorando que la conversación terminara de una vez por todas. Viktor forzó una sonrisa, solo mostrándose cordial cuando ella hablaba.

—¿Quién diría? — interrumpió de repente—. Parece que fue ayer cuando te cuestione si entre tú y Hermione existía algo, y ahora, míralos.

—Mi anillo en su dedo— respondió Harry con una postura engreída que no dejó lugar a dudas sobre su humor. Era claro que él no permitiría comentarios como esos, jamás había la clase de persona que soportaría en silencio.

Asimismo, Hermione sintió que se consumiría entre ambos hasta que terminaría desapareciendo, justo como deseaba, encontrando sumamente bochornosa la incómoda tensión de la que incluso las personas más cercanas a ellos, como Ron y Luna, a tan solo unos metros, comenzaban a notar.

—Por ese entonces el mundo era diferente— siguió Harry, sus dedos sujetaron cuidadosamente el hombro de Hermione, acogiéndola con suavidad—. Sé que nada parece tener sentido, pero por extraño que parezca, en medio de esto, nuestro matrimonio es lo único que lo tiene.

Esperando cualquier cosa que motivara la desconfianza de Víktor, como alguna oración provocativa, sarcástica o poco amable, al escuchar la declaración de su prometido, Hermione no pudo más que mirarlo, enternecida. Al principio incrédulo, solo al notar el intercambio entre los dos, Víktor sonrió, entiendo sus motivos o al menos, intentando hacerlo.

— Felicidades entonces.

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El ruido taladró sus oídos, mezclándose con la música y el sonido de las voces de sus amigos llamándolos con entusiasmo. Con el transcurso de las horas, la mayoría lucía rostros rosados y desinhibidas actitudes, ya fuera a causa del ambiente o al whisky de fuego, bebida tan popular esa noche para hacerlos entrar en calor.

Todavía muy consciente de todas y cada una de sus acciones, pero considerablemente más relajada y flexible, Hermione siguió a Susan, llevándola del brazo hasta el frente del lugar, con Ron haciendo lo mismo con Harry, quien se resistió muy poco, riéndose tontamente de lo que fuese que su mejor amigo le dijera, guiándolo con menos amabilidad que la que Susan empleó en la castaña.

Tardíamente Hermione comprendió que sucedía, notando solo hasta que estuvo frente a todos que la mayoría sostenía una copa de cristal en sus manos. Una vez que Harry estuvo a su lado, les entregaron una a cada uno.
Aparentemente, según le pareció, esa noche todos estaban esforzándose en hacer su situación lo más normal posible para ellos, al menos hallándose en sus circunstancias. Ciertamente estaban lográndolo.

Tenía un vestido precioso esperando ser usado para el día de la boda, preparativos escogidos por ella y mil detalles más que pretendían darle todo a lo que habría tenido accedo de haberse casado por iniciativa propia. Incluso una fiesta de compromiso. Comprobar la simpatía que todos mostraban por ellos la sobrecogió, posiblemente, el alcohol en su sistema habría hecho el resto.

—Que, en medio de todo este caos, sean muy felices— irrumpió Ron, abalanzándose sobre ambos en un estrecho abrazo que los desestabilizó.

El gesto del trío de amigos abrazándose provocó que el resto se conmoviera. Al separarse, Ron se ubicó entre los dos, rodeándolos con su brazo, mientras intentaba beber de su copa, de la que gran parte del líquido en su interior había sido derramado. Hermione no pudo evitar sonreír entre lágrimas, súbitamente feliz, con Harry mirándola solo a ella, aprisionado entre los brazos de su mejor amigo pelirrojo.

—Seré el mejor padrino de bodas, lo prometo— les dijo Ron.

—Y yo intentaré ser el mejor padrino que tu hija merece— juró Harry, no solo consiguiendo que Ron se viese lo suficientemente conmovido como para dudar poco antes de tirar bruscamente de él y estrecharlo en un nuevo abrazo.

Había algo en ellos dos, un recuerdo lejano que a Hermione le provocó que, al verlos, recordara a los dos niños que se habían convertido en sus mejores amigos una década atrás. Imaginárselos llegando hasta ese punto, todavía formando parte de sus respectivas vidas le hizo creer que los sueños realmente se cumplían. Durante la guerra, Hermione no deseó nada más que no fuera la supervivencia de los tres y más años de vida, todos los que fueran posibles, los suficientes que les permitieran vivir una vida real, lejos de preocupaciones, muertes y dolor.
Mirándolos frente a ella, riéndose por lo que fuera que estuvieran prometiéndose el uno al otro, todos sus anhelos se materializaron.

—Míranos, hablando de cosas de adultos— río Ron, despeinando más si eso era posible el cabello de Harry con sus dedos. Desde una esquina del lugar, la voz de Seamus gritó algo que sonó como, "¡Eso es lo que son!", provocando varias risas.

Por ese instante el tiempo avanzó en cámara lenta, mientras Hermione recorría el lugar, agradecida de estar rodeada de tantas personas deseándoles una vida feliz. Eventualmente, su mirada se posó en Harry, tan dolorosamente atractivo como siempre, riendo de tal manera que sus ojos se cerraban, haciéndolo parecer genuinamente feliz y todavía, provocándole un agradable tirón en el estómago. A tiempo apartó la mirada de él, azorada al encontrarse a Ron ya mirándola de una manera que no dejó lugar a dudas sobre lo que pensaba.

Por supuesto que él ahora sabía lo que ella sentía por su mejor amigo y aparentemente valiente, Hermione no se lo negaría si se atrevía a preguntar. No hizo falta. Ron la estrujó contra él, como lo haría un hermano mayor.

—Todo a su tiempo, ¿Eh?

Costaba reconocer en él al adolescente inseguro y constantemente presa de la envidia, el que jamás habría aceptado algo como eso. Orgullosa de Ron, se lanzó a sus brazos, sollozando al comprender que finalmente, tenía frente a ella al hombre en el que siempre creyó que él se convertiría. Al separarse, Hermione le palmeó el pecho torpemente y limpió sus lágrimas.

—Me alegra ver el buen hombre en el que te convertiste— le dijo.

—Después de todas tus clases de modales, algo debía funcionar, ¿No? — respondió él, fallando al pretender no verse halagado. Riéndose de su interpretación, Harry pareció comprender que algo estaba desarrollándose, pues abandonó la conversación en la que se encontraba y colocó su mano sobre el hombro de Hermione.

—¿Algo que esté perdiéndome? — les preguntó, en un tono amistoso que no ocultó por completo su recelo.

Ron levantó los brazos en señal de paz y le mostró su anillo de bodas.

—Hombre casado aquí, ¿Ves?

—¡Apártate de ahí de una vez, Ron! — gritó George, indicándole que debía dejar a Harry y Hermione solos en el frente.

Bill tiró del brazo de su hermano y lo condujo hasta Luna, a la cual abrazó, esperando entonces, como el resto, el brindis de los futuros esposos. Antes de que Hermione pudiera pensar en algo ingenioso para decir, Harry levantó su copa, causando que todos guardaron silencio.

—Hermione, agradezco que estés aquí a mí lado— pronunció, y luego, dirigiéndose a los demás, agregó: — Por la grandiosa mujer con la que me casaré.

Aprobando sus palabras, todos bebieron de sus copas y luego, estallando en un aplauso, precedido por un, "por los novios", se dispersó la atención de ellos.

—Ese es un brindis muy individualista para una fiesta de compromiso— opinó la castaña, segundos después de beber solo un sorbo de su copa. Harry sonrió cansinamente, derritiendo cada pesada aspereza surgida en los últimos días.

— Llámalo personal si quieres, porque ese brindis es todo mío— susurró él inclinándose sobre su oído, aprovechando que, por primera vez en la noche, estaban hablando solo para que el otro lo escuchara—. No he mentido, soy afortunado por estar a punto de casarme con una mujer como tú.

Su rostro amenazó con adquirir más color si él seguía comportándose de esa forma. Hasta no tener todo claro, nunca se acostumbraría a la sensación de que Harry estaba coqueteando con ella. La música volvió a elevarse, motivándola a hacer lo mismo que él y hablarle al oído.

—Si sigues diciéndolo comenzaré a creer que de verdad lo piensas.

— Aquí tienes otro, si no te ha convencido— dijo Harry, sus labios le rozaron el lóbulo de la oreja, provocándole un escalofrío—. Porque nuestro matrimonio funcione.

La sonrisa que Hermione le ofreció a cambió resultó temblorosa, empeorando su situación al borde del colapso al encontrarse con Harry mirándola intensamente, de la manera en que había aprendido a reconocer, siempre antes de besarla.

— Porque nuestro matrimonio funcione— repitió ella, y bebieron todo el líquido en sus copas, mirándose mientras lo hacían.

Sabiendo que no soportaría un minuto más con su mirada sobre ella sin esperar que los demás no notaran que algo extraño sucedía, Hermione miró hacia el frente mientras intentaba recuperar la compostura. Al fondo del lugar estaba ella, admirando cada detalle con ojos vidriosos.
En toda la noche, según recapituló, no la había visto ni una sola vez cerca de Harry, que ahora la sostenía firmemente mientras charlaba con Luna y Ron. En primer lugar, desde el momento en la vio ahí, Hermione se preguntó que la habría motivado a querer asistir sabiendo lo que se encontraría, nada agradable para la exnovia del futuro esposo de alguien que no sería ella.

—Te ves encantadora hoy— susurró Harry, tratando de llamar su atención al notar su taciturna actitud—. Soy muy afortunado, es lo que estoy diciéndole a Ron, ¿Qué opinas tú?

—¡Nadie lo ha negado! — protestó Ron, riendo—. Agradece que ella no ha escapado antes de que sea demasiado tarde.

Hermione sonrió por compromiso, sin escucharlos realmente. No podía dejar de pensar, quizás obsesivamente, en lo distinto que sería el mundo si no hubiese arruinado la felicidad de Ginny, incluso si su intención no era hacerlo.

—Gracias— murmuró la castaña de repente, liberándose cuidadosamente del agarre de Harry, sin importar si su actuar parecía extraño frente a sus amigos.

—¿Por qué?

—Por el brindis y el halago, por todo, en realidad— respondió, mirando luego su mano y el brillante anillo que formalizó un compromiso por el que ahora estaba genuinamente feliz. Consciente de lo agradecida que debía estar con su nueva realidad, deseó alejarse un poco y hablar con Ginny, quien hasta entonces pasó desapercibida. Sabía que, de estar en su lugar, no le gustaría atravesar ese complicado camino sola.

Al notar que pretendía alejarse, Harry debió creer que algo malo ocurría, pues pareció estar a punto de decirle algo, pretendiendo alcanzar su mano. Por fortuna para ella, Thomas y Simon, sumamente alegres aparecieron reclamando la atención de su prometido, lo que le permitió soltarlo y alejarse. Sin embargo, en cuanto llegó a la barra se detuvo, a solo unos metros del lugar en que la vio por última, ahora vacío.

Mirando alternativamente a los lados, Hermione demoró medio minuto hasta encontrarla desapareciendo por la puerta hacia el frío exterior. Apresurándose, intentó seguirla, tarea difícil cuando por esa noche todos parecían desear un poco de ella, llenándola de felicitaciones y buenos deseos que tuvo que evitar, arreglándoselas para llegar a la salida y empujar la puerta.

El aire invernal le golpeó el rostro, estremeciendo su piel y recordándole que, en su prisa por alcanzarla, dejó el abrigo dentro, al igual que toda la música, las voces y el ruido, quedándose detrás, ahogados en cuanto la puerta se cerró detrás de ella, dejándola expuesta a la solitaria calle nevada. Justo cuando comenzaba a creer que Ginny simplemente desapareció, distinguió sus pisadas en la nieve, alejándose varios metros calle arriba.

Cautelosa, Hermione bajó los escalones siguiendo su rastro y entonces, pudo verla. Deteniéndose abruptamente al comprender a dónde se dirigía, la joven se paralizó, obligándose a no dar ni un solo paso más. Alguien la esperaba, una alta y atlética figura de pie detrás de la iluminación que el farol ofrecía al final de la calle. Un hombre al que Hermione jamás había visto, vistiendo un abrigo negro que creaba un interesante contraste con la impoluta nieve blanca sobre la que Ginny avanzaba, procurando no hundirse. Resultaba tan evidente el hecho de que estaba aguardando por ella, que Hermione no se atrevió a intervenir, así como no se arriesgaría a ser vista.

Encontrándose, la pareja no se entretuvo con saludos, Ginny pasó de largo frente a él, sin dedicarle más que una mirada, que bastó para que aquel hombre la siguiera de cerca, cuestión que a su amiga no pareció importarle mucho, desapareciendo calle arriba con la nieve cayendo sobre sus cabezas, en completo silencio.

La puerta de las Tres Escobas se abrió detrás de Hermione, liberando el ruidoso sonido del interior y despertándola de su ensimismamiento. Un par de pasos bajaron las escaleras y luego, una mano, que reconocería en cualquier lugar, se posó en su hombro. Posiblemente todo sucedía por algo... Las cosas debían seguir su curso, ella con la vida que se presentaba frente a sus ojos y Ginny, como todos, haría lo mismo.

—¿Hermione? — la llamó Harry, sin darle una sola mirada a la calle vacía que ella todavía miraba—. No estabas adentro y...

A la chica le sorprendió que Harry estuviera únicamente pendiente de su presencia, solo de ella, o de lo contrario, si no lo había hecho ya, habría notado que mientras él la seguía, Hermione hizo exactamente lo mismo con Ginny. Sentirse parte de sus prioridades la reconfortó como nunca antes.

Deshaciéndose de reflexiones sin importancia, la castaña se dio la vuelta y se permitió sonreírle con todo el afecto que sentía esa noche por él. Cualquiera habría catalogado su emoción ridícula ante algo tan insignificante, pero no para ella.

—¿Planeas huir antes de la boda? — bromeó Harry, relajándose al tenerla frente a él.

—No iré a ningún lado— respondió Hermione, sin ocultar lo contenta que se sentía—. Solo quería un poco de aire fresco, es todo.

—¿Segura?

Analizando con ojos críticos cada detalle en su postura, Hermione cayó en cuenta de que él se veía genuinamente sincero, no notando la ausencia de Ginny. Permitiéndose ser egoísta, la felicidad que tal revelación le producía se expandió en su pecho, contrario a su cuerpo, encogiéndose cuando la gélida corriente del aire nocturno le rozó los brazos. Ahora que la nieve dejaba de caer, el frío arremetió con mayor ímpetu.

—En tu búsqueda de "aire fresco", vas a resfriarte— la reprendió Harry, mientras se deshacía de su abrigo, cubriéndole los hombros con este.

—¿Cuidarás de mí si eso sucede? — lo cuestionó Hermione, agradecida con lo fácil que era hablar con él gracias a los tragos otorgándole cierta osadía. Hundiéndose en el calor impregnando el abrigo, se permitió aspirar el aroma de su colonia y hacerle ver cuan feliz estaba con su compañía.

— Sabes que sí, pero estás mintiéndome, entonces, ¿Por qué estás aquí?

—Ya te lo he dicho, solo necesitaba... Salir— mintió, sujetándolo de la mano para regresar sobre sus pasos, lejos de la visión que la calle les otorgaba.

—Es eso o tus tímpanos, como los míos, merecían un descanso de Ron y Seamus cantando.

Mientras ambos reían, Hermione analizó cada facción en el rostro de su amigo, su mandíbula, el contorno de sus labios enrojecidos por el frío, sus mejillas llenas de color y sus pestañas negras. Tenerlo ahí solo confirmó lo que ya sabía, realmente deseaba casarse con Harry Potter y su matrimonio no le suponía ningún destino trágico. Lo que la ley matrimonial significaba, en medio de toda la miseria que suponía para resto, al menos para Hermione, pero era una valiosa oportunidad que de ser otras las circunstancias jamás habrían considerado. Sentirse afortunada la avergonzó.

Notando que había dejado de sonreír, Harry levantó el brazo, ofreciéndole su mano. Aunque dudosa, Hermione se aferró a sus dedos y permitió que él la guiara hacia una de las tantas bancas que rodeaban todo Hogsmeade, sacó su varita y apuntó hacia la banca, derritiendo la nieve cubriéndola, hecho esto, la invitó a sentarse a su lado. Harry se acomodó y ella lo imitó, sentándose a su lado, sus hombros tocándose.

—Un poco de aire fresco tomaremos entonces— decretó Harry, muy quietos en busca del calor que irradiaba el cuerpo del otro—. ¿Estás segura que te encuentras bien con todo esto?

—Sí— respondió de inmediato, preocupada por haber parecido desdichada—. Es solo que nunca esperé estar en mi fiesta de compromiso, de la que no sabía nada hasta hace unas horas y, sobre todo, sentirme tan feliz cuando sé qué no debería ser así.

Harry arqueó una ceja, la incomprensión nubló su mirada.

—¿Por qué no?

—Porque la ley matrimonial no es un asunto del cual alegrarse, es espantoso— contestó ella, enfocándose en su zapato, hurgando un hueco en la nieve.

—No, no lo es— negó él convencido, incluso, un poco molesto—. ¿Crees que todos ellos están aquí por eso? ¿Festejando la ley matrimonial?

Sobre su hombro, Hermione dirigió una esporádica mirada al lugar a sus espaldas.

—No— respondió, y aunque segura de que sus amigos no se reunieron por algo como eso, todavía se sentía confundida por ese significado oculto que no conseguía asimilar, escondido en las preguntas de su mejor amigo.

—Están aquí porque son nuestros amigos, y quieren hacer de todo esto lo más normal posible... Están aquí por ti, así que no quiero ni un poco de tristeza en el rostro de mi prometida, ¿Bien?

Riéndose, Hermione asintió dócilmente y apoyó la cabeza contra su hombro. En silencio, sus dedos se buscaron hasta encontrarse, sujetándose fuertemente. Acercándose la medianoche, la temperatura comenzaría a descender drásticamente, reflejándose en sus alientos condensándose, elevándose en el aire como si fuera humo. A ninguno pareció importarle, apreciando su cercanía como algo completamente novedoso después de tantos días infortunados.

—Es extraño— pronunció Harry de repente, moviéndose un poco para poder mirarla.

—¿Qué cosa?

—He tenido un déjà vu, justamente ahora— contestó, pareciendo encontrar curiosa su situación—. Es decir, no en este lugar, pero he sentido que ya hemos estado en una posición similar, justamente así cuando tú... Cuando te sentías mal luego de ver a Lavender y Ron besarse. Nunca olvidaré lo triste que parecías por él y lo incapaz que me sentí para hacerte sentir mejor.

Recordarlo se parecía mucho a volver a vivirlo. Su versión más joven, inexperta y sensible se encontraba destrozada. Ahora, ni siquiera dolía, asemejándose solo a una herida insignificante y superficial.

—Siempre fuiste un gran amigo, Harry— le dijo, permitiéndose sonreír, melancólica por la sencilla solución que pudo haberle dado al problema por ese entonces. Ron no le pertenecía, ni lo haría nunca, su felicidad jamás se hallaría en una desgastante relación como esa.

—No es eso lo que me parece extraño— continuó Harry, rememorando todo desde lo que parecía, su propia perspectiva del asunto. Una por la que Hermione no se atrevió a preguntar antes, demasiado avergonzada de su comportamiento.

—Si no lo fue verme siendo una sentimental adolescente, ¿Qué es?

—Que en ese momento yo tuve claro que, en algún momento, cuando Ron comprendiera que estaba equivocándose, ustedes dos saldrían eventualmente. Nunca tuve más claros sus sentimientos como ese día.

La posibilidad de que Harry hubiese reflexionado acerca de su relación fallida con Ron, de sus frágiles sentimientos por el otro, de la fugaz atracción que existió entre los dos la avergonzó más que nunca. Sí, ella hizo lo mismo con él por años, incluso ahora, casi inconscientemente, valorando y analizando su relación con Ginny solo para poder observarlo como una persona ajena, en la cual posar su atención se consideraría ilícito, al menos románticamente hablando.

— Tuviste razón en algunas cosas— razonó ella—. Lo nuestro no funcionó y agradezco que ambos lo hayamos notado a tiempo. Nunca esperé alegrarme tanto por ello.

—No, no lo hizo. Eso me sorprendió, teniendo en cuenta que se suponía que...

Ella sabía a qué se refería. Lo sabía ahora, mirándolo a los ojos y encontrando en ellos el reflejo de su propia incomprensión. En el pasado el destino de sus vidas parecía tan claro, siendo una verdad indiscutible. Cada uno hallando la felicidad prometida en los hermanos Weasley, uniéndose a la familia que adoraban.

—La cuestión es, que ahora tú y yo vamos a casarnos y estamos aquí, en nuestra fiesta de compromiso— continuó Harry, sin molestarse en ocultar su alivio—. Jamás pensé que al final de la historia yo terminaría con la chica.

Por unos segundos, Hermione esperó que él se riera de su propia broma, si es que eso era. Notando su seriedad, quien encontró su comentario realmente cómico fue ella, riéndose con ganas.

—Esto no es un libro— lo corrigió—. Es la vida real y, por fantástica que parezca, tiene giros impredecibles.

—Si lo fuera, sería algo irónico— insistió Harry, interesado con sus propias deducciones—. Todas las señales de que el final sería diferente estaban ahí, y luego aquí estamos, el final ha cambiado.

—No todas las señales. Quizás ni siquiera hacía falta mirar con atención para darte cuenta que Ron y yo no éramos adecuados para el otro— negó Hermione y luego, reflexionando el ridículo rumbo que había tomado su conversación, lo cuestionó: — Así que... ¿Eso es lo que soy? ¿Solo la chica con la que el protagonista se casa y forma una familia? Tiene muy poca gracia, en mi opinión.

—No— la corrigió Harry, apresurándose a redirigir su explicación, mirando pensativamente la nieve bajo sus pies—. Definitivamente eres más que eso. Posees una compleja y fascinante forma de pensar, eres inteligente y aunque bastante mandona a veces, sueles ser muy leal y compleja. Por último, dudo ser yo el protagonista y si así fuera, serías la mejor amiga que alguien pudiera tener. Eres la chica que siempre estuvo ahí, la voz de la razón en mi cabeza, siempre pidiéndome hacer lo correcto, el único apoyo inquebrantable que he tenido a lo largo de toda la historia y, pensándolo así, no me parece nada extraño que dos personas como tú y yo estén juntas, ¿Sabes qué? Quizás la protagonista seas tú.

Hermione agradecía que intentara hacerla reír, consiguiéndolo sin apenas esforzarse por medio de reflexiones tan ingeniosas.

—Me gusta más como suena Harry Potter en un libro.

Ambos rieron.

—Si esto es una historia, no puedo imaginarla de otra manera— determinó él, admirando sus manos unidas.

Moviéndose unos centímetros, Hermione observó el horizonte y preguntó: —¿Qué tal con un montón de niños Weasley y dos matrimonios irrealmente felices? Molly habría aprobado eso.

—Eso no suena real en lo absoluto— protestó Harry, encontrándolo ridículo.

— Tal vez tengas razón. Cualquiera sabría que Ron y yo terminaríamos odiándonos. Él es feliz con Luna, ¿Qué es más correcto que eso?

De acuerdo con ella, Harry besó el dorso de su mano, manteniéndola cerca de sus labios y su cálido aliento.

—En ese caso espero ser la clase de esposo que te mereces y que tú también seas feliz.

Ya lo era, deseó responderle. Teniéndolo tan cerca, sabiendo que la verdad que veía en sus ojos solo reforzaba sus palabras, Hermione fue realmente feliz. Harry también admiró cada facción de su rostro atentamente hasta que llegó a sus ojos, en donde permaneció solo unos segundos, descendiendo lentamente hasta posarse en sus labios entreabiertos.

—¡Están aquí!

Hermione resbaló cuando intentó enderezarse, incapaz de entender que acababa de suceder. Desde la puerta, Neville y Ron observaron sus extrañas posturas con conmoción. Ninguno se movió un milímetro, mucho menos la chica, obligándose a permanecer quieta mirando sus zapatos, mientras Harry, Ron y Neville intentaban formular una oración.

Afortunadamente, detrás de ellos, Luna apareció, con su cabello considerablemente más desordenado y una radiante sonrisa en los labios que desapareció tan pronto analizó la situación.

—Solo queríamos... Deberían venir y bailar un poco— sugirió Luna, como si nada ocurriera, con su usual y dulce tono de voz, que contrastó en cuanto empujó a Ron y Neville al interior de las Tres Escobas.

—¿Deberíamos...?

Hermione levantó la cabeza, encontrándose con que Harry, considerablemente menos incómodo que ella, intentaba entablar una conversación decente. Comprendiendo que lo que sea que estuvo a punto de pasar minutos atrás había terminado, no le quedó más remedio que reír y contagiarlo al recordar las ridículas expresiones de sus amigos.

Finalmente, Harry se levantó, sin soltar su mano, ayudándola a levantarse también, conduciéndola después al interior del bar en donde no todos parecían haber notado su ausencia. Sin importarle si los miraban o no, poco interesado en detenerse a charlar con alguien más, arriesgándose a ser separados nuevamente, Harry no de detuvo hasta que la guio al centro del lugar, en el que Bill, Fleur y los señores Weasley bailaban, ajenos al ajetreo del resto.

—Han sido unos días extraños, ¿No crees? — inquirió Harry tomándola de la cintura, acoplándose con mayor facilidad—. Estos no somos nosotros.

—No, nosotros no somos así, y he llegado a pensar que...

—Ese es el problema— señaló él, comenzando a balancearse juntos—. Hemos defendido demasiado lo que creemos correcto. Nos concentramos solo en eso, no en lo que es mejor para los dos.

—Siendo tercos los dos, ¿Qué habría de pasar? — bromeó Hermione, agachando la mirada.

—No quiero que nos casemos estando molestos— murmuró Harry, tomándola gentilmente del mentón.

—Yo tampoco.

—Bien— decretó él, besando su frente—. Al menos probamos un punto.

—¿Cual?

—Nuestro potencial de pareja no es tan ridículo.

Sonriente, Hermione apoyó la mejilla contra su pecho, perdiéndose en el suave balanceo de sus cuerpos. Sabía que quedaba mucho por hablar, que las cosas no siempre serían perfectas y más problemas surgirían, al igual que con cualquier pareja, pero siempre que tuvieran suficiente interés en remediarlo, las cosas mejorarían.