Capítulo 25: Serendipia
Debía considerarse como un pecado el sentirse tan dichosa por un acto que antes no habría aprobado de ninguna forma. Alegría que solo aumentó cuando luego de largos minutos bailando, Harry ofreció su mano a su padre.
El hombre no dudó un segundo en acercarse. Harry y él se hicieron una simpática inclinación y cada uno le entregó su esposa al otro. Tan pronto lo tuvo cerca, Hermione se abrazó con fuerza a su padre, sobrecogida por el cariño demostrado en su conversación con Harry, meses atrás al comunicarles su compromiso.
—Vaya, ¿Esto a qué se debe? — le preguntó su padre, como si todavía fuera una niña pequeña en sus brazos.
—A todo y a nada— respondió su hija—. Nada me hace más feliz que tenerlos aquí hoy.
—No habría forma de perdernos un día tan especial para nuestra niña y claro, para Harry, ahora que somos familia y todo eso.
Hermione río llorosa, sobrecogida por la alegría de su familia creciendo. El baile con su padre fue lento, apenas moviéndose, solo permitiéndose sostener por el hombre que la crio con genuina entrega paternal, algo por lo que Hermione siempre estaría agradecida.
Adoraba a su familia, siempre había sido así y, el hecho de que Harry ahora formara parte de ella oficialmente la hacía sentir peculiarmente orgullosa. Siempre acostumbrada a la calidez de una familia pequeña, a Hermione le alegraba recibir a alguien más en aquel íntimo círculo y, por primera vez, la idea de hacerlo crecer junto a Harry, su esposo, no le desagradó en lo absoluto.
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Los tacones estaban matándola.
Poco acostumbrada a usarlos, pese a ser increíblemente hermosos, incluso para alguien tan poco aficionada al calzado como Hermione, no negaría que luego de tantas horas, comenzaba a detestarlos.
El peso del vestido, pese a no representar un problema inicialmente, luego de largas e interminables canciones, bailando con todo aquel que se sintiera especialmente festivo para invitarla comenzaba a resultar exhaustivo.
Hermione admiró pesarosa su amplio vestido, discretamente alejada de la pista de baile luego de que, finalmente, Ron desistiera de bailar con ella una canción más, alejándose en dirección a Neville y Seamus, mesas más allá, celebrando calurosamente con los chicos. Todos parecían contentos, bebiendo, bailando y riendo.
A dónde observara, Hermione solo podía encontrarse con rostros conocidos, aparentemente, genuinamente cómodos con acompañarlos en un día tan importante. La sola imagen bastó para llenarla de energía, a tiempo para volver la vista hacia abajo.
Teddy tiraba de su vestido, su pequeña mano aferrándose a la tela, pidiendo su atención. A unos metros de distancia, Andrómeda Tonks observaba el encuentro y, no fue hasta que Hermione se agachó y tomó al niño en brazos, que su abuela se relajó y se permitió seguir conversando con Mcgonagall.
—¿Vienes a bailar conmigo, cariño? — le preguntó Hermione, enternecida.
Tímidamente, Teddy intentó no mirar demasiado en dirección a su abuela, antes de responder asintiendo.
—Todos bailan... — observó el niño, como si fuera lo más lógico del mundo que él hiciera lo mismo.
—En ese caso...
Hermione sostuvo al niño con mayor firmeza, integrándose de vuelta a la pista, mientras Teddy admiraba, deslumbrado, los destellos que la luz arrancaba a la pedrería en su vestido.
—¿Podré quedarme aquí por más días? — le preguntó Teddy con confidencia, meciendo sus piernas mientras Hermione lo sostenía.
—¿Aquí?
—Sí, ¡Cómo en navidad! — exclamó el niño, señalando la casa— ¿También podría comer más galletas?
—Si eso es lo que quieres, podemos convencer a tu abuela— razonó Hermione, arrancándole ruidosas carcajadas a Teddy al hacerlos girar.
Antes de que Teddy pudiera pedir un giro más, entusiasmado por lo que definitivamente había dejado de ser un baile, Harry se unió a ellos, atravesando la distancia separándolos.
— Vaya, están divirtiéndose mucho por aquí, ¿Eh?
—¡Podré quedarme aquí mucho tiempo! — exclamó Teddy al verlo, colgándose del hombro de Harry al tenerlo cerca— ¡Jugaré en el jardín! ¡Y haremos más galletas!
Harry y Hermione intercambiaron una mirada elocuente, sin deseos por corregir ninguna afirmación del niño, para este punto, considerablemente probables de suceder. En su lugar, Harry los sostuvo a ambos, meciéndose torpemente en un penoso intento de baile en medio de la pista.
— Estuve mirándote desde lejos— susurró Harry al oído de Hermione—, entiendo porque todo el mundo parece querer un poco de ti esta noche.
—¿Ah sí?
Él asintió.
—Luces radiante— respondió firmemente—, incluso si los tacones están matándote.
—¿Es tan evidente? — río Hermione, sin apartarse de su cercanía.
—Para mí, por supuesto. No es como si pudiera evitar mirarte, contigo viéndote tan guapa de blanco.
— Me asustaría de tu analítica observación si no acabara de casarme contigo— opinó Hermione—, para tu fortuna, lo tomaré como un halago.
—Sí que lo es— corroboró Harry, recibiendo ahora a Teddy en sus brazos—, y créame, me ha gustado mucho todo lo que he visto, señora Potter. Una suerte que seas mi esposa ahora, ¿no lo crees?
Hermione agradeció que Teddy ya no estuviese en sus brazos, tan débiles como sus piernas ante sus palabras.
—También, he visto algo más— añadió Harry—. Algo que solo me motivó a acercarme a ti.
—¿Qué pudo haber sido?
—Nadie es tan buena con Teddy como tú, lo has sido desde siempre— murmuró Harry—, te he visto, bailando con él en brazos y no he podido no desear estar con ustedes. Después de todo, somos todos una familia ahora, ¿No lo crees, amigo?
Teddy asintió enérgicamente, contagiado por la sonrisa en los labios de su padrino y la mano de Hermione sobre su costado. La atención de ambos nunca había parecido disgustarle, especialmente aquel día en que ambos estuvieron tan ocupados.
Minutos más tarde, Hermione observó como Harry devolvía a Teddy a su abuela, completamente adormilado luego de un largo día. Andrómeda lo arropó entre sus brazos, cubriéndolo con una afelpada manta, lista para llevárselo de vuelta a casa.
Justo cuando Harry se disponía a volver con ella, aprovechando su soledad, desde algún lugar, Levi Agoney emergió de entre las mesas, acercándose dos metros por delante de Harry, colocándose antes frente a Hermione.
—Te he visto aquí de pie y ya que en toda la noche no hemos podido...
Al notar que la joven observaba a un punto detrás de él, Levi miró sobre su hombro y su mirada conectó con la de Harry, ahora lo suficientemente cerca.
—Oh, vaya, ¿Puedo? — preguntó Levi, con tono jovial, más parecido a su voz real, la que Hermione comenzaba a reconocer.
De mala gana, Harry señaló a Hermione y, aunque no hizo nada más, cuando ella asintió tímidamente, aceptando, no intervino cuando Levi finalmente ofreció su mano a su esposa, quien la sostuvo solo después de dirigir una mirada conciliadora a Harry.
—¡Vamos, Harry! — exclamó Luna, llamándolo con la mano para bailar con ella, mientras Ron hacía lo mismo con la señora Weasley, a algunos metros de distancia.
Sin más remedio, Harry miró una última vez a Hermione y se alejó atravesando la abarrotada pista.
—Felicidades, señora Potter— pronunció Levi apenas estuvieron solos, mientras él y Hermione comenzaban un suave vaivén al ritmo de la música. Contrario a lo que habría creído, a diferencia del resto de invitados, Levi parecía apenas haber probado una gota de alcohol.
—No lo digas— se negó Hermione, encontrándolo, por alguna razón, extraño.
Interesado en su reacción, Levi arqueó una ceja.
—Quiero decir sí, lo soy— se corrigió ella, mirando en otra dirección—. Es solo que... Escucharte diciéndolo es extraño.
Levi se río y siguió moviéndose, sin intenciones por agregar más, lo que bien sirvió para que Hermione pudiera cambiar el tema sin sentirse incómoda.
—¿Te estás divirtiendo?
—Bastante, sí— reconoció él y no mentía, visto su aspecto desarreglado y sus mejillas llenas de color—. Estoy contento de haber venido aquí.
—¿Tenías otros planes?
—No, en realidad. Era venir aquí y compartir un día especial para ti, o la tediosa cena familiar en casa.
Hermione se detuvo, observándolo atentamente en búsqueda de alguna señal de que estuviera mintiéndole. Al no hallarla, colocó su mano libre sobre su pecho con cautela.
—¿Eso no te causará problemas con tu familia?
—No creo que a mis padres les importe— negó Levi—. Ni siquiera hacen estas estúpidas cenas a menos que intenten aparentar algo y realmente no deseaba ver a mi hermano ahora que ha vuelto solo para... Es solo que... Olvídalo, no importa. ¿Te he dicho ya que luces irresistiblemente hermosa hoy, querida?
—Ahora soy una mujer casada— advirtió Hermione, mostrándole su deslumbrante anillo—. No puedes ir por ahí haciendo esa clase de comentarios.
—¿Por qué? — preguntó Levi inocentemente y miró a los lados, luego, se inclinó a ella con confidencia— ¿Te parece que soy tan descarado como para coquetear con la novia en su boda?
Hermione miró a otro lado y Levi soltó una carcajada, falsamente ofendido.
—No lo creo, nadie puede serlo— respondió ella eventualmente.
—Bien, además, no ayuda el hecho de que casi todas tus damas de honor estén casadas— agregó él en tono bromista—, eso arruina todas las tradiciones de una boda, de modo que...
— Pensé que no estabas buscando más citas últimamente— advirtió Hermione, intentando recordar la última vez que su amigo salió en compañía de una chica.
—Todo el asunto de la ley me tiene bastante aterrado, ahora cualquier cita sería igual a que crean que voy a proponerles matrimonio a la semana de conocernos— respondió Levi, fingiendo un escalofrío—. Solo queda esto, la sombra de lo que fui. Por eso beberé y comeré en todas las bodas a las que me inviten, siempre que el novio no sea yo.
Encontrando trágicamente graciosa su resignación, Hermione se relajó un poco más, olvidándose momentáneamente del ajetreo de la fiesta a su alrededor.
—Bien, dedícate a eso entonces.
— Ahora que he probado mi inocencia, solo acepta mi cumplido sobre lo guapa que te ves vestida de novia— sentenció Levi, haciéndola girar con gracia.
Las ondas de su vestido se movieron al compás de sus movimientos. Luego de tantas horas usándolo, Hermione comenzaba a acostumbrarse.
—Gracias, supongo, señor Agoney.
Segundos después, sincronizados con sus movimientos, los últimos acordes de la canción terminaron y Levi la soltó gradualmente, separándola de su cuerpo.
—Potter es muy afortunado.
Hermione se sostuvo de su brazo, sonriente. Había escuchado aquella oración muchas veces durante el día y comenzaba a convencerse de que así era.
—Gracias por estar aquí, Levi.
—Gracias a ti por invitarme, querida.
Con galantería, Levi soltó su mano y con una inclinación, volvió la cabeza hacia el sitio en el que Harry estaba mirándolos fijamente, ofreciéndole la mano de su esposa de vuelta.
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Todos estaban mirándolos. La mano de Harry sostenía la suya sobre la mesa, tan sonriente como ella, mirando al frente ante las esporádicas miradas de todos los invitados, atentos a ellos cada tanto.
La mayoría, lo suficientemente cercanos habría mencionado agradables comentarios acerca de ellos, palabras de aliento y buenos deseos. Susan, enérgica y festiva, no escatimó en felicitaciones para ambos, así como Luna con su figurativo discurso asegurándoles ser alguna clase de almas gemelas. Ahora, Ron sostenía una copa en sus manos. Sus mejillas rojas y lo alegre que parecía ayudaron a que se desenvolviera mejor que bien en su papel de padrino.
— Y ahora estamos aquí— decía él, señalando el jardín entero y luego mirando a sus mejores amigos, sentados en la mesa principal—, ¿Quién pensaría que esos tres extraños niños terminarían aquí? Yo no, claro, y no es que tuviera grandes expectativas en ese momento. Pero luego, los conocí y viví toda clase de cosas con ustedes, cosas que espero que, algún día, tan ancianos como podamos serlo, recordaremos juntos. Harry, has sido como un hermano más para mí todos estos años, sé que lo sabes, y tú, Hermione, ¿Alguna vez dejaré de decir que sin ti habríamos muerto? No me mires así, Harry, ¡Nuestros planes eran pésimos!
Aquello arrancó ruidosas carcajadas entre los invitados.
— Lo que quiero decir es que... Sé que ambos cuidarán del otro como lo han hecho por todos estos años, así que... No puedo desearles nada más que no sea felicidad para mis dos mejores amigos en todo el mundo. Saben que estaré dispuesto a apoyarlos en cualquiera que sea la situación, soy su mejor amigo y no hay nada que desee más que desee para ustedes que... Bien... estoy comenzando a ponerme sentimental.
La mirada de Ron se encontró con la de Harry y Hermione, mirándolo afectuosamente desde su sitio, verdaderamente agradecidos con sus palabras. Por aquel efímero instante, solo fueron ellos tres, de la manera en que siempre había sido. Solo el trío de amigos apoyándose en todo momento del camino.
—Por mis amigos— sentenció Ron, elevando su copa hacia ellos.
Luego de una larga noche, de extensos y efusivos discursos deseándoles las mejores expectativas para su matrimonio, Hermione se creía incapaz de conmoverse más, pero se equivocó. Al contemplar a Ron, genuinamente feliz por ellos, con la mano de Harry sosteniendo la suya, estuvo completa.
No había nada que le hiciera falta y nada que hubiese deseado más, que a todo en lo que su vida se resumió aquella noche.
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Al calor de los tragos, la comida y la efusividad que la familia Weasley otorgó a la celebración costaba imaginarse que, luego de largas y extenuantes horas, el jardín estuviera finalmente vacío.
Tan tarde como era, la oscuridad de la noche solo podía repelerse gracias a los hechizos, eficazmente resistentes durante toda la ceremonia y la fiesta, protegiéndolos también del inclemente frío invernal. La mayoría de invitados no se marchó hasta que fue demasiado tarde, siendo sus más íntimos amigos los últimos en irse, tambaleantes y sonrientes.
Ahora, Hermione admiraba cada espacio, cada adorno en la decoración de aquel jardín vacío, con la sombra de la casa detrás de ella y sus manos sujetando una botella de champagne por terminar, contemplándose también a sí misma cada tanto, todavía vistiendo aquel precioso vestido, solo para recordarse que cada momento del día había sido real.
A unos metros, el sonido de las desapariciones de Charlie, George y Hagrid, marchándose a casa la hizo volver en sí. La figura de Harry, acercándose segundos después, de vuelta luego de despedir a sus amigos apareció entre las sombras que creaban los altos árboles.
Con la ausencia de música o voces, el peso de la verdad cayó sobre los hombros de Hermione. Se encontraban solos y, ahora, estaba oficialmente casada con Harry Potter.
Sin personas a su alrededor, en cuanto se encontraron uno frente al otro, ninguno pareció seguro de que debían hacer a continuación. Hermione agradeció que el alcohol la hiciera sentir menos cohibida cuando finalmente se derrumbó, sentándose al pie de los escalones de la puerta trasera de la casa.
Harry se río, más relajado cuando Hermione levantó la botella en sus manos en un silencioso brindis, antes de palmear el sitio a su lado, invitándolo a acompañarla.
—Nadie habló de este momento— comentó Hermione, tan pronto Harry se sentó a su lado—, cuando todos se van y...
—Supongo que no hay un protocolo después, ¿O sí? Estamos casados y es... Es real ahora.
—Real— repitió Hermione, saboreando la palabra en su boca—. Sí, lo es, ¿Quién lo diría? Ayer estaba durmiendo en casa de mis padres esperando este momento.
—¿Te parece algo tan poco probable? — indagó Harry, quitándose la chaqueta y colocándola sobre sus hombros.
Hermione se hundió un poco, amoldándose al calor del cuerpo de Harry impregnando la tela.
—Depende— respondió ella y, notando su expresión, agregó: — depende a quien se lo preguntes. Siempre existieron estos... Rumores sobre nosotros y míranos, estamos aquí, casados.
—¿Hablas de Rita Sketeer? Ella debe estar escribiendo un largo artículo ahora mismo.
—Sí, de ella y de todos en general, creyendo que algún día tú y yo... Al final, sucedió, no como cualquiera habría esperado— admitió Hermione, ofreciéndole la botella en sus manos, de la cual Harry bebió sin apenas dudar.
Como ella, estaba segura, sus mejillas habían adquirido un encantador tono rosado, combinable con su aspecto ligeramente desarreglado en comparación a su pulcra imagen al encontrarse en el altar horas antes.
—¿No te parece que quizás debía ser así? — la interrogó Harry, súbitamente intrigado—, posiblemente debimos intentarlo alguna vez, solo por mera curiosidad, solo para comprobar, con tantas personas creyéndolo...
— Supongo que sí, pero no sabemos a qué nos habría llevado o si hubiera sucedido sin la ley— observó Hermione, pesimista—. Tal vez...
En el fondo, sabía que, sin el decreto, Harry y ella difícilmente habrían accedido a considerar una idea tan disparatada y que ahora, con todo lo que sabía y sentía por su mejor amigo, no le parecía del todo irracional, de haber sido comprobada en otras circunstancias.
—No tiene caso pensar en el pasado, estamos aquí, luego de nuestra boda— sentenció Harry y su mano buscó la suya—, no tiene caso, ahora que sé lo que siento por ti.
Escucharlo, ya fuese por el indudable hecho de su matrimonio, o porque más que intimidarla, conseguía halagarla, Hermione atesoró sus palabras en silencio. Sus dedos se entrelazaron, contemplando el jardín en el que todo sucedió. Al menos hasta que Hermione habló, rememorando todo aquello que deseó hablar con Harry y que, con tantas personas cerca, tuvo que postergar.
—Tus palabras fueron preciosas, cada una de ellas y la ceremonia... Me temo que hoy ha sido como un sueño y no puedo evitar sentirme culpable. Ha sido... Es todo tan perfecto.
—¿Luego de todo lo que nos hemos prometido sigues asustada? ¿A qué le temes? — preguntó Harry, inquisitivo— Cada palabra fue real.
—Sé que cada palabra lo fue y es eso, lo real que siento cada una de tus declaraciones, de nuestras promesas... No tengo miedo por mí, es... Me asusta que algo más, algo que no podamos controlar...
Harry redujo la distancia entre ambos. Ahora sus hombros se tocaban, mientras él sostenía su mano con firmeza.
—Después de la ceremonia, me convencí de que esto es lo que debió pasar, no tengo duda alguna— rebatió Harry—. Si todo fue real, ¿A qué debemos temer? Estoy cansado de eso, quiero vivir mi presente y no más, y eso te incluye a ti, conmigo, aquí y ahora.
—Yo también— admitió ella, obligándose a eliminar cavilaciones pesimistas—, y pienso que, lo que la gente promete cuando se quiere...
—¿Cómo nuestros votos? — inquirió Harry.
—Sí— dijo Hermione, y bebió de la botella antes de continuar—. Son la clase de promesas que se hacen con el corazón y las más valiosas. Tienes razón, los dos hemos sido sinceros y eso es todo para mí.
—Las promesas no siempre se cumplen— opinó Harry—, pero trabajaremos en que así sea.
—Es eso, lo que las motiva, lo que las hace valiosas... Quiero que esto realmente funcione, Harry. Fuiste mi salvación cuando me había quedado sin esperanza y...
—Los dos nos salvamos, lo prometimos, ¿No es así? — la interrumpió Harry.
—Sí y pienso que, a estas alturas, hemos cumplido con eso, el resto de lo que suceda con nosotros, queda a nuestra libre decisión.
Lo ojos de Harry, fijos en Hermione la eclipsaron. Finalmente, ambos estaban llegando a un acuerdo y lo que querían, un matrimonio real.
—Haría lo que sea por ti— le aseguró Harry, sin amedrentarse—. Aunque, en este caso, debo decir que no ha sido en lo absoluto un sacrificio. Convertirme en un buen esposo para ti, es eso en lo que voy a trabajar.
Hermione no se movió, apenas atreviéndose a respirar cuando Harry giró su cuerpo completamente en su dirección, contemplándose de frente.
—Daría todo por ti, incluso mi vida, si hiciera falta— añadió Harry, aparentemente incapaz de detenerse ahora que había comenzado—. Eres mi familia, todo lo que tengo y lo que tendré se reduce a nosotros.
—Solo nosotros— repitió Hermione y valientemente, besó su mano—. A partir de este día soy tu esposa, incluso si, desde mucho tiempo atrás siempre me he considerado tu compañera y ser parte de tu vida es algo que, con o sin esta ley, siempre deseé.
Él la observó en silencio, sin alcanzar a comprender si se refería a la implicación que creía. Solo para mantenerse ocupada, Hermione bebió un trago más de la botella y se la ofreció después; Harry la imitó.
—Esperé mucho para esto, y no lo sabía— le confesó Hermione, en medio de una risita nerviosa—, tantos años, esperando encontrar a alguien... Que siempre estuvo a mi lado.
Conmovido, Harry besó repetidamente sus manos.
—He esperado todos estos años, sin saber si llegaría el momento en que podría tener una familia— dijo Harry, su aliento calentaba sus manos frías—, y ahora, que mi esposa sea también mi mejor amiga debe ser lo más cercano a un regalo, Hermione.
—Tu esposa— repitió Hermione, deleitándose con las palabras. Se permitió cerrar los ojos y hundirse en el cálido tacto de la mano de Harry sosteniendo ahora su mejilla, cómoda con su cercanía luego de un día entero esperando por ello sin nadie de por medio.
Al abrir los ojos, se encontró con los de Harry, brillantes detrás del cristal de los anteojos, atento a cada una de sus expresiones. Cuidadosamente, él dejó la botella sobre el escalón a su lado y sostuvo con ambas manos el rostro de Hermione, expectante cuando Harry susurró contra sus labios: —Mi esposa.
En un segundo, sus labios estaban sobre los de Hermione, presionándose con quietud, un gesto lo suficientemente suave como para que ella se retirara si así lo deseaba. En su lugar, las manos de Hermione se aferraron a la camisa de Harry, luchando contra el vestido interponiéndose entre ambos para mostrarle cuánto deseaba besarlo también. No tenía miedo.
Comprendiendo, en algún momento de aquella complicada posición, ambos terminaron aferrándose uno al otro, sucumbiendo a la retardada anticipación. Ahora no representaba ningún secreto la magnética atracción entre los dos, así como tampoco lo era besar al otro. Sin embargo, según le pareció a Hermione, ningún beso había sido igual hasta entonces y esperó, nunca acostumbrarse a la electrizante sensación de la boca de Harry acoplándose tan bien con la suya.
No había manera de que pudiera saciarse de los labios de Harry, explorándola ansiosos. De haber sabido que era así como se sentía besarlo, hacía mucho tiempo que hubiese dejado de negar lo mucho que su mejor amigo la atraía.
Sabía, también, lo peculiarmente poderosa que la hacía sentir el efecto que despertaba en él. Palpable cuando él la miraba de aquella incomprensible manera y cuando la sostenía con tal desespero en sus brazos, besándola como en ese momento. Como si no hubiera otro lugar en el mundo en el que quisiera estar, sino a su lado.
En algún momento, Harry se levantó, llevándola consigo, sosteniendo con firmeza sus hombros, sin importarles el líquido de la botella volcada derramándose por los escalones. Torpemente, equilibrándose para no caer, subieron los escalones en dirección a la casa, besándose a cada oportunidad.
Antes de poder atravesar la puerta, Harry se detuvo abruptamente, ante la interrogativa en la mirada de la joven, confundida cuando él dejó de besarla, él se agachó unos centímetros y, colocando sus brazos bajo sus piernas, cargó con ella en un ágil movimiento para entrar a la casa. Hermione sabía que no caería, incluso si el licor la hacía sentir temblorosa y Harry no lucía del todo firme, razón por la cual no pudo evitar reír ante lo ridículo de la situación, no teniendo otra opción que rodearle el cuello con los brazos para sostenerse.
— Tradiciones, ¿Eh? — susurró Hermione, mientras Harry avanzaba con ella atravesando la penumbra del salón.
Chocaron en diversas ocasiones con algunos muebles, riéndose en todas y cada una de ellas. La sensación de hallarse solos, a kilómetros de la persona más cercana no les impidió hablarse en susurros, luchando por conservar su entereza. Sin embargo, tan pronto se encontraron al pie de las escaleras, Harry la depositó nuevamente en el suelo. Toda la festividad en su ánimo se evaporó, evitando mirarse ahora que ninguno sabía qué hacer, iluminados por un instante de cordura.
—Deberíamos...
No pudieron evitar mirarse, mientras mecánicamente subían las escaleras hacia sus habitaciones. Hermione sabía, incluso entonces, que sus planes nunca consideraron lo que sucedería más allá de la ceremonia. Todo lo que creía tener bajo control se evaporó tan pronto se encontraron de pie en el pasillo del segundo piso.
Sabía lo que deseaba, pero el alcohol no bastó para inhibirla lo suficiente como para pedírselo. De todos modos, Harry se movía a tientas, expectante por su reacción. Le molestó haberlo reprimido cada vez que él tomó la iniciativa, mientras Hermione se negaba a ceder. Como consecuencia, la seguridad con que la había besado, alentando sus acercamientos, no estaba.
En silencio, él la acompañó a su habitación, tan solo a unos metros de la suya. Ahora resultaba ridículo mirarse, con ambos vestidos tan formalmente.
—Nos espera un gran día mañana— murmuró Harry, con una voz que, hasta entonces, Hermione había escuchado solo pocas veces, conteniéndose. La tensión entre ambos comenzaba a alcanzar niveles estratosféricos.
—Eso parece... Finalmente, estamos casados.
Harry sonrió para sí mismo, menos envalentonado que minutos atrás en los que toda clase de sucesos podrían haber sucedido. Si él hubiese continuado besándola, ella habría accedido a cualquier cosa.
Con manos temblorosas, Hermione abrió la puerta de su habitación, fallando al intentar asegurarle que no deseaba tener que alejarse de su compañía. Contrario a ello, nada salió de su boca y Harry no se atrevió a formular más que un trémulo buenas noches, permaneciendo detrás de la puerta cuando esta se cerró.
Demasiado nerviosa, Hermione ni siquiera escuchó sus pasos alejándose antes de avanzar a trompicones. Ninguno había acordado... Jamás hablaron acerca de...
Tan pronto se quedó sola, se observó en el espejo frente a su cama, de pie, estática en la oscuridad, todavía vistiendo aquel vestido de novia con una expresión intranquila. Sus mejillas estaban llenas de color, sus labios sutilmente hinchados producto de los ansiosos besos de Harry y... Sintiéndose un poco patética ante la perspectiva, supuso que, en todo caso, algún día miraría en retrospectiva y dejaría de añorar tanto la compañía de Harry como en ese momento.
Por fortuna, antes de que pudiera hilar un pensamiento todavía más pesaroso, la puerta a sus espaldas fue golpeada. Tan solo dos suaves golpes la hicieron sobresaltar, hallándose rodeada de tanto silencio. Desobedeciendo a su buen juicio, Hermione apenas dudó antes de precipitarse hacia la puerta y abrirla, sin molestarse en ocultar su exaltación.
Harry estaba ahí, detrás de la puerta, como si no se hubiese movido un centímetro, pero había algo, totalmente diferente a la expresión que tenía cuando Hermione lo dejó en el pasillo instantes atrás. En sus ojos, encontró reflejado su propio deseo, confesándose sin necesidad de pronunciar una sola palabra lo que realmente anhelaban.
Ahora, Harry parecía más alto y atractivo que nunca, aguardando por ella como si su sola presencia bastara para eclipsar todo a su alrededor. Cuando él dio un paso en su dirección, sin apenas titubear, seguro de sí y de lo que deseaba, Hermione eliminó la distancia, dispuesta a confesarse, pero antes de que pudiera intentar explicarle qué sucedía, Harry la tomó del rostro y la besó profundamente.
Las palabras no eran necesarias, no en ese momento en que todo era tan claro.
Estremeciéndose, Hermione lo guio al interior de la habitación, atrayéndolo a ella para retroceder juntos. Con una patada, Harry cerró la puerta, en la que segundos después se apoyó, mientras Hermione luchaba ansiosa con el nudo del moño aprisionando el cuello de su camisa, de la manera en que siempre fantaseo antes de que pudiera reprenderse por sus desesperadas acciones.
Repentinamente, Harry la detuvo. Sus varoniles manos sostuvieron sus caderas con firmeza. El calor de sus dedos envió electricidad por su piel al acariciarla sobre la tela del vestido.
—Desde que te vi con este vestido— dijo él, hablando con voz ronca sobre sus labios—, no hubo un solo segundo en que no imaginara poder quitártelo con mis propias manos.
Sin que ella pudiera más que sostenerse de él, con media sonrisa dibujada en sus labios, con agilidad Harry la sostuvo suavemente, haciéndola retroceder para luego, empujarla hacia la cama. Con solo la luz de la luna entrando en la habitación, sus rasgos eran enigmáticos al mirarla, como si estuviese ideando que haría con ella a continuación.
Con Harry cerniéndose sobre ella, cubriéndola con su cuerpo, pudo ver en él al magnífico hombre en el que se había convertido. Al que ella acompañó por años y al que ahora, deseaba entregarse sin reparos.
—Quiero...— susurró Harry, agachándose para besar su hombro, su voz vibraba contra su piel—, deseo darte todo lo que un matrimonio conlleva. Lo que sea que tú me pidas...
Ninguno podía apartar la mirada del otro. Al tenerlo tan cerca, mirándola como nadie lo había hecho, Hermione se reflejó en sus ojos, cuyas pupilas dilatadas bastaron para abrumarla.
—Deseo todo lo que quieras darme— respondió ella, sosteniendo su rostro—, quiero ser tu esposa y... Algún día, darte una familia.
—Eso ya lo has hecho, pero hay más... — su voz vibró contra el cuello de Hermione, mientras su nariz rozaba su piel, aspirando—, deseo dártelo todo, pero mis intenciones... No puedo decirte que no deseo recibir nada de ti.
Siendo cuidadoso, midiendo cada movimiento, el dedo de Harry rozó el labio inferior de Hermione, delineando sus labios, intentando memorizarlos, pero negándose a besarla incluso si ella entreabrió los labios, ofreciéndoselos. La calidez de su boca tan cerca bastó para que Hermione se permitiera rendirse voluntariamente a sus caricias.
—¿Me lo darás? No estoy exigiéndote nada, pero...
—Lo haré— respondió Hermione al instante.
No había nada en lo que quisiera pensar, nada más allá de lo que sucedía... Nada, que no fuera Harry.
Él olía a colonia, y también a alcohol, una mezcla que, de alguna manera, le pareció embriagante. Normalmente, Hermione siempre se consideró dominante en cada aspecto de su vida, en sus pensamientos, acciones y planes, pero en ese momento, le pareció que podría hacer lo que sea que Harry deseara si a cambio él continuaba haciéndola sentir de esa forma. Cuando él la besaba de aquella manera, su comportamiento distaba mucho de sus dulces promesas y gentileza, y le encantaba.
—No tienes idea lo afortunado que soy por poder llamarte mi esposa— le dijo Harry, en lo que parecía ser parte de una confesión—, ni lo mucho que llevo deseando este día.
— Creía que casarte no formaba parte de tus planes— observó Hermione.
La almohada debajo de su cabeza le permitió enderezarse lo suficiente para esperar expectante por su respuesta, mientras le quitaba los anteojos, acariciando su rostro.
—No, tienes razón— admitió Harry, sin miramientos—, hasta que la posibilidad de casarme contigo apareció.
Él parecía tan sincero, que incluso si mentía, a Hermione no le habría importado.
—No planeo mentirme, ni mentirte más... — siguió él, como si conociera sus pensamientos—, no sé cuándo, ni en qué momento sucedió, pero mis intenciones contigo dejaron de ser meramente amistosas desde hace tiempo. Siempre... siempre creí que veía más en ti que solo a una amiga, debía ser así, es la única explicación para que, incluso desde el colegio, al verte, provocaras...
Levemente intimidada, nerviosa por su descarada sinceridad, Hermione se removió un poco, sabiendo que no podría responderle como debía si le permitía continuar.
—¿Por nuestro compromiso? Todo esto que tú... ¿surgió por nuestro compromiso?
Harry negó levemente con la cabeza, sin esconder su presuntuosa expresión, riéndose entre dientes. La misma que aparecía en su rostro cada que conseguía salirse con la suya.
—No, incluso antes. Sabía que no llegaría a ningún lado y me convencí creyendo que era pasajero, a veces realmente parecía serlo, pero... Cada que estabas cerca, por mucho que lo intenté, no pude deshacerme de estos pensamientos. Sobre todo cuando éramos adolescentes, despertaste cosas en mí que ninguna otra chica provocó.
Pese a sentirse tan avergonzada como honrada por sus declaraciones. Hermione encontró en su interior un sentimiento más. Satisfacción. Le gustaba lo que provocaba en Harry, saber que siempre había tenido un efecto sobre él y que ninguno debía reprimirlo ahora que se pertenecían.
En ese instante sabía que, por esa noche, sus besos y caricias dulces no bastarían. Durante meses, ella también se engañó con la falsa idea de que, en realidad, su fascinación por Harry seguía siendo meramente platónica, alejándose de él en cada oportunidad antes de que fuera demasiado tarde, rehuyendo de sus besos, de su cercanía, solo para convencerse de que en realidad no deseaba...
Sonrió, aceptando abiertamente sus palabras. Fue todo lo que necesitó para besarlo de nuevo.
Hermione podía sentirse, temblando entre sus brazos, admirándolo en la penumbra cada tanto, siendo capaz de sentir su cuerpo cerniéndose sobre el suyo y, quizás fue eso, la seguridad que aquella protección le daba lo que la hizo armarse de valor y colocar su mano sobre la de Harry, hasta entonces estática en sus caderas, animándole a ascender.
—Quédate — susurró Hermione, con voz temblorosa— por esta y todas las noches, quédate, Harry.
—Me quedaré.
—Yo...
Las palabras morían por escapar de sus labios.
—Necesito más que tu compañía esta noche. Quiero un matrimonia real, con todo lo que eso conlleva, y si tú...
—Lo quiero. Mi intención jamás ha sido darte solo un matrimonio en papel, pero, si estoy comprendiendo lo que sugieres... ¿Estás segura de esto? No me molestaría esperar si tú...
—Quiero esto— reafirmó ella, conteniendo el aliento—. Tú... ¿Me deseas?
Algo cambió en la forma en que Harry la miraba, deteniéndose unos segundos para comprender el alcance de su petición. Al hacerlo, tragando con fuerza, no demoró al cumplir su tácito deseo. Sus hábiles manos hurgaron bajo la tela, abriéndose paso para delinear sus piernas, deteniéndose antes de llegar a sus muslos. El corazón de la chica se agitó en su pecho, conteniendo la respiración.
—¿Qué si te deseo? — habló sobre sus labios, su voz pareció, de alguna forma, íntimamente indecorosa — No puedes imaginarte cuánto. Deseo cada parte de ti.
Hermione contuvo el aliento, aquello bastó para quebrar los límites que hasta entonces su amistad había forjado. Como si estuviera conteniéndose, Harry hundió su rostro en su cuello.
—Te lo preguntaré una vez más, ¿estás segura de esto? ¿quieres que me quede? Porque yo llevo deseándote por meses, conteniéndome en cada beso para no...
Sus dedos trazaron círculos sobre la piel de sus piernas, obligándose a permanecer en el mismo sitio hasta no obtener respuesta.
—No debes contenerte más. Lo quiero... Te quiero a ti.
Clavando los dedos en sus hombros, Hermione intentó forcejear con los botones de su camisa, mostrándole su propia emotividad. Casi pudo escucharlo reír por lo bajo, encontrando cómica su urgencia.
Antes de que la joven pudiera permitir sentirse ofendida, Harry decidió ayudarla, deshaciéndose del moño y los primeros botones de su estorbosa camisa, inclinándose para besarla, más confiado con su aceptación. Sin embargo, bastaron solo unos pocos minutos para que su condición fuera similar en cuánto Harry movió sus manos por encima del estorboso vestido, como si deseara rasgarlo.
Sin otra opción, se estiró, presionándose sobre ella, a la vez que intentaba amoldarse a Hermione mientras intentaba deshacerse del complicado vestido interponiéndose en su tarea. Ella se río, disfrutando de su feroz lucha.
—¿Necesitas ayuda?
Harry gruñó y apartó sus manos, decidido.
Decidida a no parecer demasiado tímida, dejándole el crédito de todo, Hermione lo ayudó a deshacerse finalmente de la camisa, acariciándole con las uñas la piel de sus brazos, deslizándose hasta su espalda. A Harry debió gustarle, permaneciendo estático en espera de más.
Convenciéndose de que no era el momento para perder su recién adquirida confianza, Hermione lo empujó sutilmente con los brazos, enderezándose lo suficiente para concentrarse en el cierre de su vestido y tirar de este hacia abajo. La tela sobre sus hombros se aflojó.
Harry observó todo, conteniendo el aliento. Pese a ello, no perdió el tiempo, concentrando toda su atención en ayudarla a bajar la tela, liberando sus hombros y brazos. Los labios de Harry recorrieron un largo camino, desde su cuello, hasta sus hombros y luego, al borde de sus senos, jadeante. Completamente avergonzada, Hermione lo sostuvo cerca, invitándolo a continuar. Su aliento le producía escalofríos.
—Hermione...
Su voz contra su piel causó un escalofrío en la joven. Al abrir los ojos, sin comprender cuando los cerró, se encontró con Harry, atento desde su posición a cada expresión en su rostro.
—Sigue...— lo animó ella, armándose de valor. Y él obedeció.
Sus caricias continuaron, ascendiendo bajo la falda del vestido, mientras su mano libre se encargaba de hacer lo mismo con la parte superior, deshaciéndose del escote para permitirle un mejor acceso a su boca, deleitándose con cada fracción de piel a la que pudo acceder.
Harry suspiró, absorto en su tarea y Hermione se maravilló con la imagen desarrollándose frente a sus ojos. Necesitando mantenerse ocupada, lo atrajo de vuelta para poder besarlo. Sus dientes mordisquearon sus labios, mientras las amplias manos de Harry continuaban hurgando hábilmente bajo el vestido, deshaciéndose de a poco de este, explorando ansiosamente.
Con cada segundo, Harry se aventuraba unos centímetros más, adentrándose en su piel con mayor confianza. Ninguno necesitaba mayor afirmación, reconociéndose pacientemente, acariciando fracciones de piel a las que nunca habían tenido acceso.
Hermione sabía que Harry la deseaba, posiblemente de la misma forma que ella a él. Su manera de tocarla, besándola como si pudiera dedicar toda su vida a ello se lo decía. La pasión con que sus bocas se movían, la rudeza de sus caricias, habrían bastado para enloquecerlos.
Suspirando, intentó separarlo de ella. Harry no lo permitió, concentrado en atacar su boca con urgencia. El corazón de la joven latía con mayor fuerza en su pecho y, en cualquier parte en que las manos de Harry se posaran, su piel ardía. Su tacto la hizo sentir más viva que nunca. La certeza de que nada ni nadie los detendría... De alguna manera, hacía todo más excitante.
Para este punto, bastante ansioso con tanta tela interponiéndose, Harry colocó un brazo debajo del cuerpo de la joven, levantándola con apenas esfuerzo, liberándola del vestido finalmente y empujándolo fuera de la cama. Hermione sofocó un jadeo, sorprendida por la acción, teniendo que sostenerse de sus hombros mientras volvía a besarla.
El viento, entrando por la ventana semiabierta erizó su piel, ahora prácticamente expuesta, solo reemplazada por el calor de las manos de Harry, quien la observaba con fascinación. Para ella, no había nada que le disgustara de lo que veía. Sus hombros eran anchos, su piel suave, sus manos amplias, sus brazos firmes y su pecho desnudo, pegándose al suyo, habría bastado para embelesar a cualquiera.
Harry no era del tipo musculoso. Jamás lo había sido, pero su complexión atlética, tan sólida como para soportar cualquier cosa era uno de sus mayores atractivos, así como sus brillantes ojos verdes, recorriendo ávidamente su cuerpo y, aunque Hermione tuvo el impulso de cubrirse, nerviosa bajo su escrutinio, Harry le tomó las manos, besándolas.
—Jamás pensé que me permitirías verte de esta forma.
Ella río, total y completamente avergonzada.
—Si nos casaríamos, debía pasar, ¿No es así? Aunque, tampoco esperé estar así contigo— admitió Hermione.
—Eres preciosa, lo he sabido siempre— dijo Harry, mientras ella desviaba la mirada—. Mírame.
—Lo dices porque hemos bebido.
—No— negó él y sus manos se aferraron a sus caderas, su voz volvía a sonar diferente—. Lo he pensado siempre, durante estos meses ese pensamiento solo se intensificó y en cualquier momento, a cualquier hora, me encontraba pensando en ti. Sobrio o no, pensaría exactamente lo mismo.
Hermione jadeó cuando Harry la movió en la cama, tan solo usando un brazo, presionando descaradamente sus caderas y, con ellas, su entrepierna contra la suya. Él sonrió peligrosamente, complacido por su reacción.
—¿No es esto prueba suficiente?
Sí, lo era. Hermione decidió hacer lo mismo que él, aprovechándose de la valentía que el alcohol le había otorgado minutos antes. Lo rodeó con los brazos, besándole también, recorriendo con dedicación su cuello y mandíbula con los dientes, deteniéndose solo cuando Harry la obligó a echar la cabeza hacia atrás.
Su respiración agitada golpeó su piel, alejándose conforme él descendía dejando un rastro húmedo, clavando los dientes en su piel cada tanto. Pronto, sus manos sustituyeron las copas de su sujetador y, más tarde, su boca, devolviéndole sus atenciones como si estuviese degustando un manjar.
Hermione apretó las manos, clavándose las uñas en la palma, cerrando los ojos con fuerza, pero obligándose cada tanto a mirar, solo para deleitarse con la imagen de Harry, concentrado en su tarea. Su boca era ardiente y húmeda, aferrándose a su piel.
Le gustaba lo que veía. Los dedos de Hermione se enredaron en sus cabellos, jadeando, manteniéndolo en la misma posición, obligándolo a volver a sus labios solo hasta largos instantes después. Motivado por los suspiros escapándose de los labios de Hermione, las manos de Harry comenzaron a trazar un hábil camino por sus piernas, luego, por sus muslos hasta finalmente, sin reparos, posicionarse por encima de su última prenda y apartarla con los dedos.
Hermione se reprimió a tiempo para no cerrar las piernas, la calidez que su mano desprendía no sería algo a lo que renunciaría voluntariamente. Su tacto era hábil, placentero, mientras Hermione mordía sus labios, conteniéndose.
Súbitamente, él se detuvo.
—Muéstrame— murmuró Harry a su oído, con tal gentileza, que Hermione no tuvo reparos en obedecer. Su mano temblaba cuando Hermione tomó la de él, guiándolo, enseñándole cómo tocarla.
La excitante imagen se guardó a fuego en su memoria, liberándola de todas sus ataduras, para hacerle saber cuánto le gustaba que la tocara.
Por fortuna, Harry aprendía rápido.
Su contacto visual no se rompió en ningún momento, atentos a cada instante. Pasados un par de minutos, Harry conocía la manera exacta en que debía tocarla, guiándose por las expresiones de Hermione, perdida en el placer, como si él hubiese recorrido cada centímetro de su piel desde siempre.
—No sé si sabré ser gentil una vez que...— pronunció él, su voz parecía peligrosa, amenazante y, estimulante.
Hermione lo detuvo, besándolo con urgencia. Su pecho subía y bajaba erráticamente.
—No te he pedido que lo seas.
Le costaba comprender que él seguía vestido de la cintura para abajo, mientras, para ese punto, ella parecía haber corrido toda una maratón. Por ello, las manos de Hermione se apresuraron a luchar ansiosamente con la hebilla de su cinturón, deshaciéndose de este con relativa facilidad. Segundos más tarde, Harry se deshizo de su pantalón, quitándoselo con prisa.
En la penumbra, su figura resaltaba poderosamente. Verlo por primera vez de aquella manera, apreciando el efecto que tenía sobre él la hizo temblar por la anticipación.
No pasó mucho tiempo antes de que él volviera a estar sobre ella. Ahora, su piel húmeda era casi una, sintiéndose con plenitud.
—Harry... Por favor...— suplicó, moviendo sus caderas, inquieta.
—¿Suplicas ahora, Hermione? — le preguntó él, sus ojos brillaban maliciosamente.
Le sorprendía que él fuera capaz de formular una pregunta y aún más, aquel peligroso tono con el que su voz parecía arrastrar las palabras. Su falta de cercanía comenzaba a enloquecerla, haciéndola sollozar.
—Harry... hazlo ya.
Escucharla pareció hacerlo reaccionar. Harry sonrió para sí mismo, con sus manos la animó a abrir las piernas y se situó entre ellas, capturando su boca en un nuevo beso. Inconscientemente, Hermione lo rodeó, conteniendo la respiración cuando él movió tentativamente sus caderas, rozándose. La presión creció. Él jadeó contra su oído y, un segundo más tarde, como si suspirara, aliviado al ser recibido, se deslizó en su interior. Sus ojos se encontraron.
Ambos jadearon al mismo tiempo y sus cuerpos se tensaron. Ella le arañó la espalda, adaptándose a la intromisión, permaneciendo quietos, sin moverse un centímetro, reconociéndose de la única manera en que jamás creyeron posible. Luego, Harry se enderezó, apoyándose en sus antebrazos, respirando pesadamente contra su boca, empujándose casi involuntariamente, desesperado por la fricción.
La facilidad con que sus cuerpos se acoplaron hizo que todo a su alrededor cobrara sentido. Quizás fue ella, o ambos, perdiéndose en la placentera sensación, pero Hermione estuvo bastante segura de que llevaban esperando por ese momento más tiempo del que admitirían.
—Hermione— gruñó Harry, saboreando su nombre entre sus labios en tanto sus dedos se clavaban en sus muslos, sosteniéndola.
Escuchar su voz bastó para que Hermione se removiera debajo de su cuerpo, sosteniéndose de sus hombros, animándolo a seguir, desesperada por el contacto.
Demostrando lo bien que podía entenderla, Harry se aferró entonces a sus caderas, clavando sus dedos en su piel, mirándola en todo momento, grabándose cada expresión en Hermione al cambiar el ritmo de sus movimientos, menos gentil con cada minuto. Aprendiendo de ella.
Sus labios exploraron los suyos, mientras su sudor, producto del esfuerzo, los motivaba a seguir. Involuntariamente, los sonidos escapándose de entre sus labios taladraron los oídos de Hermione, gruñidos, gemimidos entrecortados que jamás había escuchado. Demasiado concentrada en Harry, mirando sus ojos, su expresión contorsionándose placenteramente y finalmente, en sus movimientos. Completamente absorta en él como para permitir el reprimirse, siendo poco consciente de los sonidos escapándose de sus propios labios cada que él de movía, alcanzando una mayor profundidad.
Ahora ambos se movían, sin sincronía, sin sentido, únicamente en búsqueda de aumentar la fricción de sus cuerpos sin ser mínimamente delicados. El choque de sus caderas arremetiendo contra el cuerpo de Hermione, brusco y demoledor, así como sus voces, quedaron ahogadas en la oscuridad de la habitación.
—Me gusta escucharte— murmuró Harry, meciéndose mientras sostenía su mentón con una de sus manos, casi inmovilizándola—, es lo más dulce que he escuchado nunca.
Sabiendo que sería incapaz de responderle, con su voz atrapada en su garganta, Hermione lo atrajo, abrazándose a su cuerpo para poder besarlo, mostrándole lo que sus palabras no alcanzarían a expresar.
Su apretado abrazo no duró mucho cuando los brazos de Harry la levantaron unos centímetros, elevando sus caderas y, por primera vez, separó su mirada de sus ojos, ahora fijos en el punto en que sus cuerpos se unían. La sola imagen incrementó la presión en su abdomen. Hermione, a su vez, contempló sus cabellos negros cayendo desprolijos sobre su frente, luego descendió a su mandíbula, tensándose en anticipación a cada movimiento y, finalmente, a su amplia espalda, meciéndose intensamente al ritmo de sus caderas. Cada expresión en el rostro de Harry, cambiando a cada segundo, todas ellas desconocidas hasta entonces la llevaron a creer que ese momento, justo de la manera en que estaba desarrollándose debía suceder debido a una fuerza mayor.
Cada sensación, cada fricción entre sus cuerpos, apenas torpemente iluminados por la luz colándose desde el jardín resultó magnética. Hermione no tuvo más remedio que maravillarse, atenta a cada segundo, hundiéndose en los momentos que más tarde se convertirían en gloriosos recuerdos.
A ambos moviéndose, anticipándose a los movimientos del otro luego de toda una vida conociéndose, pero no por ello, privándolos del deleite que su sincronía creaba. La dulce melodía de sus respiraciones erráticas rozando sus oídos, llamándose entre la bruma, sosteniéndose de la manera más íntima.
Con cada segundo, la presión en su vientre la obligó a clavarle las uñas en los brazos, arqueándose inconscientemente, mientras el cuerpo de él se tensaba, gruñendo a su oído. Hermione podía sentir cada uno de sus músculos como si fueran propios, rígidos bajo su tacto, a la vez que todo a su alrededor se nublaba, siendo solo consciente de Harry, capturando su boca en un beso que ahogó su voz. Hermione clavó las uñas en sus brazos, sin ser consciente de nada mas allá de sus frenéticos movimientos, su visión se volvió borrosa, nublándose por las lágrimas asomándose por las comisuras de sus ojos, que la devolvieron a la realidad de aquel cálido final.
Harry casi se desplomó sobre ella, jadeando contra su cuello, ambos intentando recuperar el aliento. El sudor resbalaba por sus cuerpos, mientras Hermione lo mantenía cerca, abrazándolo con toda la fuerza que le quedaba, acariciando sus húmedos cabellos. Necesitaba sentirlo un poco más, poco dispuesta a dejarlo marchar. Al menos hasta que no tuvo opción.
La gélida brisa colándose por la ventana los obligó a alejarse, cubriéndose uno al otro con las revueltas sábanas, buscándose al segundo siguiente. Harry se apoyó sobre su pecho, todavía respirando pesadamente, mientras Hermione miraba el techo sobre ellos, con todos los recuerdos de la noche dando vueltas en su cabeza.
Nunca antes consideró que algo como eso, lo más intenso que había sentido en su vida pudiera materializarse con Harry. No se trata únicamente de lo físico, de la manera en que sus manos la recorrieron, o de lo que sentía por él. Era algo más, algo que jamás imaginó experimentar por su mejor amigo y, por tanto, no podía ponerle nombre. Aún.
Sintiendo su mirada sobre ella, tan pronto sus ojos se encontraron, de la manera más ridícula posible, ambos comenzaron a reír ante lo extraño de la situación. Volvían a ser ellos, comportándose como habitualmente lo hacían, inclusive si ahora todo era diferente.
— Hermione Granger, ¿Qué haré contigo? — le dijo Harry, sonriéndole abiertamente, su voz volvía a ser la usual mientras recuperaba el aliento, pronunciando su nombre de la manera en que solo él sabía.
— Potter— murmuró ella.
—¿Qué?
Ella rodó sobre la cama, colocándose de costado solo para poder verlo frente a frente.
—Hermione Potter— repitió.
La sonrisa en los labios de Harry significó el mundo entero para Hermione. A partir de entonces, sabía, un nuevo capítulo en su vida acababa de comenzar y, lo que era mejor, no estaría sola.
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Comenzaba a nevar.
Los encantamientos puestos sobre el jardín, debilitándose luego de largas horas pronto permitirían que todo se cubriera de nieve. Debía ser tarde, según le pareció, intentando adivinarlo por la intensa obscuridad llenando todo.
Al abrir los ojos, Hermione demoró un par de segundos en acostumbrarse al silencio en su habitación y a la inusual sensación de las sábanas en contacto directo con su piel, además, por supuesto, de la innegable calidez que desprendía el cuerpo de Harry a su lado.
Intentando no moverse al recostarse sobre su costado, pudo sentirlo, imitándola. Él ya estaba mirándola cuando Hermione se apoyó en su brazo.
—¿Acaso no puede dormir, señora Potter?
Hermione negó torpemente, apoyándose en su almohada.
— Es tanto por procesar— respondió, inclinándose de todos modos para besarlo gentilmente en los labios— ¿Creíste que esto alguna vez pasaría?
—Hace cinco años, definitivamente no— admitió Harry, sonriendo contra su boca.
Hermione asintió en comprensión y se alejó. Para ella también habría sido una locura.
—Pero hace unos meses, sí que lo deseaba— confesó Harry, apoyando su espalda contra el respaldo de la cama. Su pecho parecía más amplio que nunca.
Halagada por la confesión, Hermione volvió a besarlo, gesto que rápidamente se convirtió en algo más que un simple beso cuando Harry la retuvo, sentándola en su regazo. Ahora, comenzaba a conocer lo que él intentaba decirle a través de sus besos, todos ellos diferentes y, esperaba, pudiera hacer lo mismo con sus caricias, demasiado nuevas todavía.
Sus amplias manos se posaron en sus caderas, enderezándose para ayudarla a apoyarse cómodamente sobre él. Cuando su mano ascendió por su costado, rozando sus costillas, Hermione cerró los ojos, sosteniéndose de sus hombros, y se permitió no pensar en nada.
Por esa noche, tan duradera como deseó que fuera, el mundo careció de importancia.
•ווווווווווווווווווו×
Nunca tendría suficiente.
Adoraba su vida, al menos en ese instante. Admirando el precioso paisaje extendiéndose fuera de su ventana.
Su comportamiento había sido escandaloso, o eso le pareció, antes de deshacerse del pensamiento. Estaba casada ahora y se suponía que... Oh, ¿Cómo vería a los ojos a Harry a partir de entonces? Con la claridad del día eliminando la desinhibición que su habitación les otorgó, no podía evitar sentirse débil. Con tantos recuerdos agolpándose en su mente, en cuanto Hermione sintió sus mejillas llenarse de color se apresuró a prestar atención en su tarea. Evidentemente, no deseaba terminar cortándose con el cuchillo en sus manos. En su lugar, cuidadosamente, cortó la fruta y luego la colocó sobre los platos.
Debía ser tarde, lo suficiente para estar bastante convencida de que se habían saltado el desayuno. Tan solo habían dormido un par de horas, la mayor parte de ellas despertándose aleatoriamente, solo para cerciorarse que seguía en el mismo sitio y que Harry poseía la misma energía que la embargaba. De todos modos, no se sentía agotada en lo absoluto, pese a las protestas de su hambriento estómago.
Rindiéndose cuando la mañana llegó, abandonó la calidez de su habitación y ahora se encontraba ahí, intentando preparar una merienda decente para comenzar tardíamente el día. A lo lejos, desde jardín, le pareció escuchar el sonido de la nieve hundiéndose bajo los pasos de alguien, de manera tan suave que descartó la posibilidad de una visita tan extraña en cuanto las manos de Harry rodearon su cintura.
Su cabeza se apoyó en su hombro, olisqueando curiosamente la comida. Ella se paralizó, rindiéndose después al tacto gentil de sus manos, al que definitivamente, comenzaba a costumbrarse.
—Te cuestionaría porque escapaste de mí, pero ahora que veo esto, me alegra que no nos dejes morir de hambre.
Hermione se río, empujando un trozo de fruta entre sus labios. Harry masticó, emitiendo un sonido de aprobación y se separó finalmente en busca de un par de tazas.
—Si me hubiera quedado contigo, jamás habríamos salido, ¿no estamos retrasados?
—Para nada— respondió Harry, sonriente— no es que tengamos prisa, ¿no?
Hermione negó con la cabeza. No es como si tuvieran un destino predeterminado, de todos modos, una típica luna de miel no estaba esperándolos. Tan solo contaban con un par de días como descanso, mismos que Harry le aseguró que los emplearían de forma conveniente, llevándola a sitios que solo él conocía y entreteniéndola lo suficiente.
Su habitual rutina se convirtió en lo más parecido a encontrarse en un sueño. Uno del que, más pronto de lo que esperó, se vio obligada a despertar.
Igual que siempre, sirvieron la comida, mirándose cada tanto con una curiosidad recién adquirida. Demasiado nerviosa bajo el escrutinio de Harry, atento a su improvisada ropa de dormir, consistente solo en su vieja camiseta, salió de la cocina y recogió su ejemplar diario de El Profeta, solo para serenarse.
Justo cuando se dirigía de vuelta, leyendo distraídamente la primera plana, al levantar la cabeza, con una sonrisa asomándose en sus labios al observar a Harry, ya esperándola de pie al lado del comedor, algo cambió en su mirada. La expresión de Harry se congeló, mirando a la ventana al costado de Hermione.
Todo pasó muy rápido. Harry avanzó hacia ella, empujando las sillas y gritó: — ¡Agáchate!
Reaccionando por puro instinto, Hermione obedeció y, antes de que pudiera comprender que sucedía, la ventana explotó y pedazos de madera y cristal cayeron sobre su cabeza. El zumbido en su oído derecho la alertó lo suficiente para arrastrarse hacia el marco de la puerta.
Su primera reacción fue cubrirse y la segunda, buscar su varita. Maldiciendo al recordar su ubicación, encima de la repisa del salón a sus espaldas buscó entonces a Harry, encontrándolo un par de metros por delante, agachado detrás de la mesa. Mirándose, conociendo sus intenciones, Hermione le suplicó mantenerse en la misma posición.
Era claro que Harry no obedecería. Sin apartar la mirada de la ventana más que un par de segundos, él le hizo una rápida seña para que saliera de la cocina.
—Harry, no...
Él se levantó y apuntó a la ventana. Enderezándose con tal agilidad que, quien quiera que fuera dueño de los pasos, rodeando la casa, no pudo prever la respuesta a su ataque. El sonido de alguien cayendo garantizó su buena puntería y, si bien su hechizo bastó para hacerles saber que no se encontraban indefensos, también los motivó a responderles.
La certeza de que había más de una persona en el exterior la aterró, tanto como escuchar sus voces gritándose instrucciones, intentando entrar a la casa.
El cristal en las ventanas de la cocina cimbró, y Hermione entendió que Harry no podría hacerlo solo. Necesitaba su ayuda y ella no podría ayudarlo desde su posición. Desesperada, gateó por el suelo, soportando el ardor de los cristales clavándose en las palmas de su mano. Por unos segundos, los ruidos cesaron, otorgándoles un breve momento de calma, volviendo después con mayor fuerza, al hallar una entrada.
Dos magos, robustos, altos y mirando en todas direcciones, alertas, entraron en tropel desde la puerta principal. Debía hacerlo, antes de que pudieran atravesar el salón. Cinco segundos. Tan solo cinco segundos bastaron para que tomara una decisión.
Escuchó a Harry llamándola, pero no le importó. No cuando la adrenalina sacudió su cuerpo y lo escuchó respondiendo a los ataques provenientes de la cocina.
Sin pensarlo, Hermione se abalanzó sobre su varita, con tal rapidez que, tan pronto fue vista por aquel par de hombres, los apuntó con su varita. El impacto de su hechizo los empujó con fuerza hacia atrás, haciéndolos desplomarse contra la chimenea.
Despeinada y asustada, Hermione volvió a la cocina, a tiempo para encontrarse con que la puerta trasera ya no estaba y, a los pies de la alacena se encontraba alguien, tumbado boca abajo, aparentemente inconsciente. A unos metros se hallaba Harry, frente a frente con otro mago, desgarbado y alto, apuntándose mutuamente.
Antes de que alguno de los dos pudiera reaccionar a su presencia, Hermione exclamó: — ¡Depulso!
Hermione retrocedió torpemente cuando el hombre salió volando, golpeándose contra la pared, soltó una exclamación ahogada y se derrumbó en el suelo. Incluso si Harry parecía sorprendido, se apresuró a desarmarlos y con una floritura de su varita les ató las manos.
Pasaron un par de minutos más, mientras Harry salía y revisaba el jardín, en que Hermione solo pudo contemplar el desastre en que su hogar de convirtió.
—¿Estás bien?
Ahora él estaba ahí, de pie frente a ella. Lo ileso de su apariencia fue suficiente para hacerla reaccionar, aliviada. Hermione asintió por inercia, moviéndose solo hasta que Harry tomó sus manos. Sangre.
Había pasado por alto el ardor en su piel, a causa de los cristales de la ventana.
—Ven aquí— le dijo Harry, conduciéndola al salón. Al encontrarse con el resto de magos, todavía inconscientes, él repitió el proceso empleado con el resto.
—Tengo que avisar de esto el ministerio— le informó Harry, sentándola en uno de los sofás—, quédate aquí y mantén tu varita en tus manos, volveré en un momento.
Su mirada no se apartó de aquellos hombres, inmóviles, intentando comprender cómo pudieron pasarlo por alto. Por fortuna, Harry volvió pronto.
—Es una herida superficial— le explicó Hermione, cuando él se sentó a su lado.
Él apenas y prestó atención a sus explicaciones. Retuvo sus manos en su regazo mientras le aplicaba poción para heridas y un par de gotas de díctamo. Soportando el escozor, Hermione permitió que Harry la curara si con eso conseguían mantenerse ocupados.
—Fue muy estúpido lo que hiciste— murmuró Harry segundos después, inclusive si la sostenía con delicadeza, su expresión amarga, negándose a mirarla bastaba para hacerle saber cuál era su ánimo.
—¿Qué se suponía que hiciera? ¿Dejarte todo el trabajo?
—No, pero las cosas pudieron ser diferentes, contigo sin tu varita.
— Debía ayudarte— insistió Hermione, malhumorada— ¿No pensabas que...?
—Aun así, estuviste grandiosa— la interrumpió Harry, mirándola fijamente—. Realmente grandiosa.
—Me alegra que estemos de acuerdo con eso, pero... ¿Cómo pudieron haber...?
—No lo sé— respondió él, inquisitivo—, pero te aseguro que voy a descubrirlo.
El ruido de las apariciones afuera de la casa, hicieron a Hermione sobresaltarse. Harry la tranquilizó, levantándola consigo.
—Son los aurores. Sube a cambiarte.
En unos segundos, la casa comenzó a llenarse de aurores, imposibilitando sus deseos por negarse. Su apariencia no era la mejor. Habiendo subido apenas el primer escalón, Harry la detuvo tomándola del brazo.
—Tienes que irte de aquí.
—¿A dónde?
—Con Ron y Luna, están esperándote. Arreglé eso también.
—¿Te quedarás aquí? — inquirió Hermione, inconforme.
Harry asintió. Ella sabía lo que pensaba y no podía permitirlo.
—Te contactaré más tarde, necesitas salir de aquí.
—Pero Harry, ellos... Todavía no lo sé, pero debieron entrar porque las protecciones eran débiles, con la boda y... Pasamos por alto cualquier otra protección, solo un descuido, no es culpa tuya, si eso crees.
—Un descuido que me habría costado muy caro— gruñó Harry y la soltó—. Actuaste muy bien, fuiste brillante, pero este es mi trabajo y lo resolveré.
—No podré persuadirte, ¿No?
Harry casi sonrió.
—No, ahora, necesito que estés lejos de esto.
Sin remedio, Hermione besó sus labios con suavidad y se alejó escaleras arriba. Apenas veinte minutos después, vestida y con una pequeña maleta de ropa, de vuelta al primer piso, se encontró con el salón repleto de una docena de aurores, entrando y saliendo de la casa.
Harry, permanentemente atento a las escaleras, le pidió esperarlo mientras hablaba con un par de aurores más. Abandonando la cocina, aparecieron Thomas y Asher, que tan pronto verla se acercaron a saludar.
—Lo sentimos mucho— se apresuró a decir Thomas, frotando su brazo.
Hermione les regaló una media sonrisa y respondió: — Ha sido... Inesperado.
—Nada que esperar luego de una boda— aseguró Asher, admirando las muestras del peculiar duelo.
Atreviéndose a ser más directa, ahora que conocía mejor a sus amigos, Hermione descendió el último escalón, señalando a Harry y les susurró: —Asegúrense que no sea muy duro consigo mismo.
—Haremos lo que podamos, pero ya lo conoces— contestó Thomas y Hermione sonrió pesarosa, incapaz de agregar más cuando Harry se acercó.
—Debes irte ahora— le dijo y se volvió hacia Asher—. Él te escoltará.
—No necesito...
—Sabía que dirías eso.
—Entonces sabes que no tiene caso que insistas— farfulló Hermione.
—Sabiendo que no lo permitirías y ya que no confío en nadie más ahora, mi única opción fue...
Como si fuese parte de una anticipada presentación, Levi Agoney atravesó la puerta principal, deteniéndose un par de segundos para admirar el desastre y al par de aurores conduciendo fuera a los magos a los que Hermione había desarmado, todavía parcialmente inconscientes. Eventualmente, al mirarla, se apresuró hacia ella sin recaer en nadie, observándola detenidamente, preocupado al notar las vendas en sus manos.
— Hermione, ¿Estás bien? — le preguntó, en un tono serio pocas veces empleado.
Harry carraspeó.
—Alguien en quien confío— prosiguió Harry, señalando a Asher y ante la curiosidad en Levi, continuó: —, y alguien en quien supongo, tú confías.
Hermione habría refutado con tal de negarse a ser escoltada, pero si eso conseguía mantener a Harry tranquilo, probablemente debía hacerlo.
—Bien.
—Entonces ve, te buscaré...
Sin permitirle continuar con sus irritantes órdenes, Hermione dio un paso en su dirección y sin importarle la presencia de Asher y Levi, atentos al intercambio, tomó a Harry por la nuca y lo besó con suavidad. Al separarse, con Harry pareciendo tan poco conforme con ella a separarse, no les quedó más remedio que despedirse con una leve inclinación que bastó para contener en el gesto todas sus promesas de resolverlo juntos.
Por fortuna, el íntimo intercambio terminó a tiempo. Cygnus Lemaire acababa de llegar, causando una reacción en cadena de todos los aurores. Al verlo ahí, para Hermione quedó claro que la situación debía ser más importante de lo que creía.
Sin detenerse, con una mano detrás de su espalda Harry la condujo hacia la salida, a tiempo para que Hermione escuchara a Lemaire recibiendo un rápido informe de lo ocurrido.
—¿De nuevo? — preguntaba Cygnus.
El auror frente a él asintió con energía, no atreviéndose a agregar más cuando Harry, Hermione, Levi y Asher llegaron a su lado.
—Señora Potter— saludó Lemaire, con voz inexpresiva—. Los felicitaría por la boda, pero dadas las circunstancias...
—Señor Lemaire— respondió Hermione con diplomacia fingida—. De cualquier manera, le agradecemos.
—¿A dónde se dirige? — continuó el hombre, arqueando una ceja al notar la maleta en sus manos.
—A un lugar seguro, señor— respondió Harry.
Cygnus entrecerró los ojos, sin ocultar su recelo.
—Bien, le aconsejo que no vaya muy lejos, señora Potter, sigue siendo un testigo importante en... Todo esto.
Hermione asintió, despidiéndose sin otra opción más que obedecer, como si realmente entendiera que acababa de suceder. Habría deseado cuestionar más, investigar cuanto fuera posible, pero ahora que su trabajo se encontraba estrechamente relacionado con el de Cygnus Lemaire, no le convenía deshacerse de todas sus cartas tan pronto. Además, una parte de sí, deseaba alejarse.
Harry los acompañó hasta la puerta, observando como Hermione desaparecía con Asher y Levi a sus costados. Dadas sus circunstancias, la perspectiva de encontrarse con Luna y Ron el día después de su boda ya no parecía una mala idea.
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¡Hola! He demorado bastante en actualizar, pero finalmente, aquí está el nuevo capítulo, también, quería agradecerles por la espera y el apoyo a la historia, sea cual sea la plataforma desde la que están leyéndola. Recién estoy adaptándome a Fanfiction, y es tan grato tener nuevas perspectivas.
Me encanta leer sus comentarios y, cualquier opinión, ¡no estaremos leyendo pronto!
