El hogar de sus mejores amigos siempre sería un sitio que le encantaría visitar, incluso en sus circunstancias. Cubriéndose los ojos con la mano, Hermione admiró la peculiar edificación con resignación, con el brillante sol alzándose imponente sobre esta.
Si bien no esperaba hacerles una visita tan inesperada apenas al día siguiente de su boda, evidentemente, no tenía otro sitio al cual acudir. Mentalmente agradeció que Harry hubiese organizado todo, pues no se imaginaba buscando asilo temporal en otro lugar.
Acudir a casa de sus padres habría resultado alarmante y, en la Madriguera, siempre bulliciosa, apenas y podría tomar un respiro, siendo esto lo único que, sabía, necesitaba si deseaba aclarar que había sucedido por la mañana.
Apenas un par de segundos después de su aparición en el jardín delantero, lleno de exuberantes decoraciones y exóticas flores mágicas protegidas de la nieve, la puerta principal se abrió y Luna emergió de la casa. Sus largos cabellos rubios se revolvieron mientras bajaba por los escalones, apresurándose al encuentro de Hermione.
Al verla, le echó los brazos alrededor del cuerpo, sin recaer en los dos aurores a los lados de su amiga.
—Te vi apenas ayer y ahora...
—Fue horrible— le dijo Hermione, recordando el terror que la invadió. Le devolvió el abrazo con la misma fuerza, encontrando consuelo en el gesto. A sus espaldas, Asher carraspeó.
—Estaríamos mejor adentro— aconsejó con amabilidad.
Luna lo miró analíticamente, pero no debatió, condujo a Hermione hacia la casa, tomando sus manos para asegurarle que estaría bien con ellos. Aguardando en los escalones de piedra que conducían a la casa ya se encontraba Ron, apoyado contra el marco de la puerta.
Apenas verla, abrazó con fuerza a Hermione, permitiéndole hundirse en sus brazos y el consuelo que él y Luna le ofrecían en la seguridad de su hogar.
—¿Qué ocurrió? — preguntó Ron, permitiendo que todos entraran al recibidor, tan hogareño como de costumbre, con sus largas cortinas amarillas, un colorido árbol de navidad junto a la chimenea y afelpadas alfombras rodeando los sofás.
Hermione ni siquiera sabía cómo comenzar.
—Harry no dijo mucho— añadió Ron, mirando de reojo a los aurores—, su patronus solo apareció en mitad de nuestra sala.
Luna sentó a Hermione en uno de los cómodos sofás lleno de cojines y se dirigió a Asher y Levi, aguardando de pie en la puerta.
—¿Puedo ofrecerles algo?
Ambos negaron amablemente, situándose ahora frente a las amplias ventanas en el salón, apartando las cortinas de la manera adecuada para mejorar su visión del exterior con sus varitas en la mano.
—Estuvieron en la boda, ¿No es así? — observó Luna, apoyándose en la chimenea. Levi sonrió desde su posición.
—Un cambio muy drástico— respondió él, señalando su uniforme por toda explicación. Luna sonrió.
—Eso parece, ¡Qué locura!
—Lidiar con la resaca y trabajar es duro, pero esa es la vida adulta, ¿No es así? — siguió Levi y Luna río, aparentemente, comenzaba a ganar su simpatía y, asimismo, el ambiente se volvía más ligero.
Dándole tiempo suficiente a Hermione para relajarse.
Ron carraspeó, acercándose a Asher y Levi para dispersar la atención. Hermione casi sonrió por su actitud.
—¿Por qué no me cuentan que ocurrió? — les dijo Ron—. He dejado que entren a mi casa, pero no tengo idea que está sucediendo, ¿Deberíamos utilizar sortilegios o algo por el estilo?
Divertida, Luna volvió con Hermione y le ofreció su mano.
—Ayúdame con la merienda, supongo que no comiste nada en casa.
—La verdad es que no— admitió Hermione, habiendo pasado por alto una necesidad tan básica, y la siguió hasta la cocina. Pequeña, pero indudablemente acogedora.
—¿En qué...?
—No hagas nada— la tranquilizó Luna, su mirada estaba fija en las manos de su amiga, todavía temblorosas.
La idea de haber dejado a Harry atrás, sin obtener respuestas de qué había sucedido o lo cerca que pudieron estar de un desenlace diferente la ponía ansiosa.
—¿Estás bien? — siguió la rubia, mirando fijamente las vendas cubriendo sus manos—. Cuéntamelo todo, si eso te ayuda.
—Estoy bien, ¿Ves? Solo un par de cortes, pero... Es solo que... Todo pasó muy rápido, Luna. En un momento estábamos ahí, juntos, todo comenzaba a ser normal y luego... Todo estalló en pedazos.
Luna, que ya reunía todos los ingredientes para la comida, detuvo su tarea y colocó una mano encima de la de Hermione.
—¿Harry está bien?
—Sí, ileso— respondió Hermione, aliviada de solo decirlo—. Actuó muy bien, debiste verlo, pero aun así tenía tanto miedo a pesar de que sé lo capaz que es... Todavía temo por él.
—Él estará bien. Resolverá esto, ya verás, ¿No lo ha hecho antes?
—Sí, porque es su trabajo, pero esta vez es diferente...
El volumen de su voz disminuyó, inclinándose inconscientemente una a la otra con confidencia.
—Hay algo que no me deja tranquila.
—¿Qué cosa? — preguntó Luna.
Las voces de Ron, Asher y Levi provenientes del salón aseguraron a Hermione que nadie más escucharía, sin embargo, ni siquiera ella tenía certeza de que todas sus cavilaciones fueran más que solo teorías.
—Mencionaron...— comenzó y se detuvo, intentando ordenar sus pensamientos—, algo sobre un ataque anterior a este, o eso supongo ya que no pude escuchar más... Como si esto ya hubiera ocurrido antes.
Luna se mantuvo inmóvil, apretando una franela en sus manos. Contrario a su habitual semblante pacífico, realmente parecía preocupada al escuchar las palabras de su amiga.
—Puedes investigarlo y Harry también puede explicártelo. Si es como tú lo crees, él debe saberlo, ¿Verdad?
Hermione chasqueo la lengua.
—Ese es el problema, casi nunca habla acerca del trabajo en casa, al menos no de todo.
—Tendrá que hacerlo, se trata de algo que te afecta a ti y a su hogar— sentenció Luna—, además, ¿Cuándo te ha negado algo?
—Supongo que eventualmente lo hará, ahora que trabajo en el mismo departamento terminaría por enterarme y esto también es asunto mío.
—Hazlo entonces— la animó Luna, recobrando su chispeante actitud.
—Dudo que me dejen intervenir habiendo estado involucrada activamente— caviló Hermione, su mente volvía a trazar planes, ideando su siguiente movimiento—. Lemaire se refirió a mí solo como a una testigo más. Haré que eso cambie.
—¡Eso es! Investiga todo lo que puedas, o nadie te dirá nada— aconsejó Luna y Hermione asintió con mayor convicción. Sintiéndose mejor, se levantó de su asiento y comenzó a ayudarla.
—Déjame ayudarte con esto— dijo Hermione y arrebató de las manos de Luna la sartén.
Si bien su amiga seguía siendo tan enérgica como siempre, su abultado abdomen comenzaba a hacer sus movimientos más torpes, incluso si Luna se negaba siquiera a aceptarlo.
En poco tiempo, ambas consiguieron preparar una sustanciosa merienda para Hermione, quien demorándose entre bocados se limitó a apenas comer, mientras se dedicaba a analizar cada uno de sus pasos y lo sucedido por la mañana, mirando distraída por la ventana.
Veinticuatro horas antes estaba casándose, segura de que nada afectaría su felicidad y ahora... ¿A quién quería engañar? Su vida siempre había sido extrañamente impredecible. Encontrando cómico el pensamiento, supuso que esa era la manera en que el destino le hacía saber lo que deparaba al haberse casado con Harry Potter.
Nada para lo que no estuviese lista.
Encontrándose tan ensimismada, tuvo poco tiempo para notar el momento en que Luna abandonó la cocina y, en su lugar, Levi atravesaba el umbral, en lo que parecía una rápida vigilia de las ventanas.
—Hay muchas ventanas aquí— mencionó Levi, aclarándose la voz para llamar su atención—, eso me inquieta.
—Ron y Luna querían una casa luminosa— explicó Hermione, mordiendo un trozo de manzana—, así que, ahí tienes, ventanas por todas partes.
—Ventanas— repitió él y se acercó a la mesa, sentándose tentativamente a su lado— ¿Estás bien, querida?
Hermione presionó sus párpados, intentando mitigar el ardor en sus ojos.
—Si alguien vuelve a preguntarme eso una vez más...
Levi se río, comprendiendo la exasperación en su tono. En su lugar, Hermione le ofreció un sorbo del café que Luna había preparado para ella. Al probarlo, Levi lo alejó de sus labios con una mueca que expresó su desagrado.
—¿Demasiado cargado? — preguntó Hermione con falsa inocencia—. Luna creyó que me ayudaría.
—Ya veo la razón. Prefiero el té.
Las cordiales sonrisas de ambos comenzaron a desaparecer al no tener nada más que decir. Al tenerlo de frente, encontrando en él a un confidente que, sabía, contaba con más información que ella, Hermione experimentó un peculiar arrebato de franqueza.
—¿Cómo es que las cosas pueden cambiar tan rápido?
Intentando confortarla, Levi colocó una de sus manos sobre su espalda. Todas las palabras que Hermione había reprimido durante el día se sintieron listas para ser exteriorizadas.
—Cuando me enteré que algo había sucedido, no sabía que pensar... Esperaba que estuvieras bien y, lo estás, pero, algo te molesta, ¿No es así?
Hermione casi sonrió. Le alegraba que comenzara a conocerla.
—No ha sido demasiado grave. No es por el ataque, es el hecho de que hayan logrado... ¿Qué tipo de seguridad debo tener si eso sucede en mi propia casa?
—Potter lo resolverá— la consoló Levi, sin embargo, había una pizca de burla en voz cuando agregó: — ¿No es él el esposo estrella?
—Sí, todos me dicen eso, pero quiero ayudar en esto. Lemaire ni siquiera parecía sorprendido.
Al escucharla, Levi miró en otra dirección, confirmando sus dudas.
—¿Ha ocurrido antes?
—Hermione...
—Necesito saberlo— suplicó ella a su vez y, desesperada, se aferró a su mano libre sobre la mesa—, he estado en peligro, creo que eso me hace merecedora para conocer en que estoy metiéndome... ¿Sucedió antes?
Levi comenzaba a exasperarse, intentando librarse de su agarre inútilmente.
—No en estas circunstancias— gruñó él finalmente—, es todo lo que te diré.
—Es suficiente para mí— sonrió Hermione, satisfecha—, al menos por ahora.
Suspirando, Levi se masajeo el cuello. Seguramente había dormido tan solo un par de horas y, para este punto, debía saber que ella no se daría por vencida.
—Entiendo la importancia que estás dándole, pero escúchame...
Hermione se inclinó sobre la mesa, en su dirección, sabiendo que, posiblemente, lo que él le diría sería información valiosa, más de lo que había obtenido hasta entonces, recluida en la casa de sus amigos.
—Dudo que esto sea personal, así que no lo tomes como tal.
—Cuando trataban de entrar a mi casa me pareció que sí lo era.
Levi se movió, inquieto. No había manera de que el rumbo de su conversación le gustara. Una sola de sus manos bastó para cubrir las de Hermione, asegurándose que tenía su completa atención. El gesto, pese a reconfortarla, también la inquietaba; nada de lo que dijera la haría desistir.
—Si vas a saberlo de todos modos...
—Lo haré.
—Eres terca, ¿Eh?
Orgullosa, Hermione sonrió.
—Intenta no involucrarte demasiado— aconsejó Levi. La línea de su mandíbula se tensó al apretar los labios, indispuesto a decirle más.
—¿Por qué? — insistió la joven, presionando sus dedos alrededor de la muñeca de su amigo.
—No te gustará lo que hay debajo.
— Explícamelo tú... Ayúdame a comprender...
—No puedo hacerlo. Mi trabajo es mantenerte a salvo y eso estoy haciendo.
—¡No necesito que me protejas!
— A mí me parece que sí, linda— gruñó Levi—, ahora, relájate un poco y saca todas ideas de tu cabeza, ¿No te parece que estás exigiéndote más de lo que deberías?
— Honestamente, ¡Me entenderías si estuvieras en mi lugar! — exclamó Hermione— Si no supieras nada y te obligaran a...
— Merlín, Hermione, ¡Te ayudaré! En lo que sea que tu nada ociosa mente desee.
—Oh, Levi, ¡Gracias!
Él la retuvo en su lugar, sujetando sus hombros cuando Hermione intentó abrazarlo.
—Hay una condición.
—¿Cuál podría ser?
—Debes dejar que las cosas se calmen primero, ¿Puedes hacer eso, encanto?
Hermione apartó su mentón de la mano de Levi sosteniendo su rostro, fallando al no sonreír. Al menos, tenía un aliado.
—Lo intentaré si no vuelves a llamarme así— concluyó la joven.
Justo cuando Levi retrocedía, Luna y Ron entraron a la cocina, charlando animadamente. Levi se levantó con rapidez, separándose presuroso.
Hermione, por su parte, intentó por todos los medios no mirar hacia otro lado que no fueran sus amigos incluso si, por alguna razón, se sentía cohibida.
—Vigilaré la entrada, Asher debe tener las piernas rígidas por el frío — anunció Levi hacia nadie en particular, mientras Hermione asentía, bebiendo el desagradable líquido de su taza.
Al pasar al lado del matrimonio, Ron y Luna se volvieron mecánicamente hacia Hermione.
—¿Algo que deba decirle a Harry? — inquirió Ron, y Hermione negó, riéndose solo para reafirmar su postura.
—Es solo un buen amigo.
—Muy bueno, diría yo— añadió Ron, con aquel tono sospechoso que solía usar siendo adolescente. Luna lo golpeó en el pecho con el periódico entre sus manos.
—A mí me parece muy agradable, además Hermione está casada con Harry, dudo que con tantas cosas...
—Bien, justifícala. Apoyo de chicas— suspiró Ron.
Hermione señaló el periódico con su tenedor, curiosa por conocer su contenido.
—¿Dice algo importante?
Luna negó, ofreciéndoselo.
—Es el ejemplar matutino. Ya había sido impreso para cuando todo pasó— señaló Ron, cruzado de brazos—. Quizás mañana tengamos suerte, aunque...
—¿Qué?
—No habla acerca del ataque, pero sí de ustedes— le explicó Luna, sentándose en el lugar vacío que Levi había ocupado. Ron se colocó detrás, apoyando sus manos sobre los hombros de su esposa.
—No sé si debas leerlo o querrás convertir a alguien en sapo, o algo por el estilo— murmuró Ron, incómodo—, no te culparía si lo haces.
Con el periódico en sus manos, Hermione luchó contra su curiosidad por largos minutos. Sabía lo que encontraría, solo mentiras prefabricadas, insidiosas y absurdas como las que evitó por meses. Si bien habría preferido enfrentarse a aquello con Harry a su lado, sin tener idea de cuando lo vería, desdobló el ejemplar y leyó ávidamente.
Tan solo un par de líneas bastaron para que lo dejara de nuevo sobre la mesa y lo empujara hacia Luna.
— Léelo, por favor.
—¿Escucharlo en voz alta no lo hará peor? — preguntó Ron.
—No, todo lo contrario. Me hará enfurecer en lugar de avergonzarme por todas esas ridículas palabras.
Sin mostrar especial delicadeza, contrastante con la suavidad de su voz, Luna recitó: — Oleada de matrimonios, la nueva realidad mágica, ¿Simple protocolo o un cuento de hadas vuelto realidad?
—He leído eso— gruñó Hermione—, más abajo, dónde nos mencionan...
Luna soltó una risita y dobló el periódico, admirando en silencio, como Ron, la enorme fotografía de Harry y Hermione abarcando casi toda la página.
—¡Pero que apuesto se ve! — se mofó Ron, maliciosamente—, míralo, de traje y... Lo siento, sigue, cariño.
Luna prosiguió, ignorando la malhumorada mirada que Hermione dirigía a su esposo.
—¿Claves para una boda ideal? ¡Los Potter han demostrado tenerlas! Numerosos medios ya la han calificado como "La boda del año", debido a la atención mediática que, indudablemente, se cierne alrededor de los contrayentes. Harry Potter, "el mago que venció" y su hasta entonces mejor amiga, Hermione Granger, heroína de guerra. La joven pareja contrajo nupcias en medio de un magnífico enlace celebrado el día de ayer, en una íntima ceremonia con, al menos, cincuenta de sus más íntimos amigos. Encontrándonos en vísperas de año nuevo ha sido toda una noticia digna de robarse la atención del mundo mágico. El arrebatador momento fue atestiguado por todos aquellos afortunados en ser invitados a tan esperada unión. Al menos, así lo expresó el joven matrimonio a sus invitados, luego de largos meses de dedicada planificación en los que la ahora señora Potter volcó toda su atención, respaldada a cada paso por el férreo apoyo del salvador del mundo mágico, siempre dispuesto a sucumbir a las más ambiciosas peticiones de su prometida. Fuentes cercanas a la pareja, que todavía no ha dado declaraciones al respecto, han informado acerca de la genuina ilusión que los embargó durante todos los meses posteriores a la ceremonia y, durante esta, de la innegable emoción de la novia, quien terminó entre lágrimas al pronunciar el "sí, acepto". ¿Quién puede culparla?
Casarse con Harry Potter debió ser un sueño con el que cualquier bruja ha soñado, incluso si la novia lucía encantadora por sí sola. ¿Quién no ha fantaseado con usar un vestido tan maravilloso al casarse? Bordado con cuentas de...
—Luna, no hace falta leer eso— sollozó Hermione, cubriéndose el rostro con una mano—, Merlín, ni siquiera deseo saber cómo han conseguido tanta información.
Luna carraspeó.
—Bien... Los Potter agasajaron a sus invitados con las más delicadas atenciones, pese a ser una ceremonia íntima, no por ello, menos lujosa. El joven matrimonio ha demostrado que la ley matrimonial, más que simple protocolo puede convertirse en un sueño cargado de drama y romance que cualquiera desearía vivir.
—¡Es simplemente absurdo! — exclamó Hermione, negándose a escuchar más.
—Es El Profeta, no puedes esperar nada de ellos— opinó Ron, hurtando un trozo de la tarta que Hermione se negó a comer.
—Hacen parecer como si todo fuera... Oh, ¡Se trata de eso! — jadeó Hermione, sintiéndose repentinamente mareada ante la enorme revelación.
Ron y Luna se miraron. Al verlos, Hermione experimentó cierta nostalgia al presenciar su complicidad, sabiendo que no entendían a qué se refería.
—Honestamente, debí saber qué dirían algo como eso, ¿No lo entienden? Han adornado todo con palabras absurdas acerca de romance y color de rosa para cubrir la razón por la que nos casamos.
—¿Qué? Ve más despacio, Harry no está aquí— pidió Ron, apoyándose en la mesa.
—Esto no es por su boda— dijo Luna, comprendiendo—, es por la ley, ¿No es verdad?
—Sí— respondió Hermione, triunfante—, han modificado todo a su conveniencia, ¿Qué pensarías al leerlo, Ron?
—¿Por qué habría de...?
—Si no fuéramos tus amigos— bisbiseó Hermione, comenzando a irritarse.
—Bueno, que son un par de pretenciosos idiotas.
La castaña asintió.
—Esta mañana celebran mi matrimonio en el periódico, mañana...
—¿Crees que publiquen acerca del ataque? — preguntó Ron.
—No somos los primeros en cumplir con la ley— caviló Hermione, poniéndose de pie, necesitaba moverse o terminaría hundiéndose en sus pensamientos; debía haber algo que estaba pasando por alto—, parece poco probable.
—Pero sí son de suma importancia— añadió Luna— ¿No es así? Pasaría a todos los otros matrimonios por alto si no los conociera, pero ustedes...
— Sí, podría ser, pero todavía... Hay algo que no me convence, ¿Qué ocurre si realmente no somos los primeros? Si, cómo Lemaire sugirió, esto ya ha pasado...
Luna se colocó a su lado, de pie frente a la ventana. Con su amiga añadiendo certeras posibilidades, Hermione se sentía más convencida de tener la razón.
—¿Qué mejor que responder de esa forma? Incluso si sabían que fallarían, la señal es clara. Harry ya debe saberlo, esto es por nosotros sí, pero al cumplir con el estatuto...
—Quizás solo han sido una herramienta— determinó Luna—, pero hasta que no hables con Harry, no hay manera de que lo sepamos.
—Voy a descubrirlo— sentenció Hermione—, con la boda he pasado tanto por alto, pero no más.
•וווווווווווווווווווו
El sol comenzaba a ocultarse para cuando Hermione despertó, aturdida en el sofá del salón. Había soñado cosas extrañas, despertando y volviendo a dormir solo para sumirse en extraños escenarios en los que era perseguida y su vestido de novia impedía su huida, enredándose entre sus piernas.
Confundida al encontrarse en un lugar desconocido, demoró un par de minutos en acostumbrarse a la tenue iluminación de la sala de estar, proveniente de la chimenea y la madera ardiendo en su interior.
Enderezándose, observó las que debían ser las figuras de sus amigos en la cocina al final del pasillo y también, a Levi, de pie frente a la ventana más cercana.
—¿Qué hora es? — preguntó ella con voz somnolienta, mientras peinaba su revuelto cabello con los dedos.
— Anocheció hace poco— contestó Levi sin darse la vuelta, todavía mirando por la ventana.
—Los pies deben dolerte— observó Hermione— ¿Por qué no descansas? Nada me pasará aquí, toma un descanso.
—Lo haré cuando Asher termine de devorar la cena que tu dulce amiga nos preparó, ¿Dormiste bien?
—¿Vigilaste mi sueño todo este tiempo? ¿También corro peligro dormida? — se mofó la joven.
Comenzaba a irritarle la constante vigilia de tantas personas.
Levi asintió con disciplina, pretendiendo ser alguna especie de cadete. Hermione sonrió.
—Tal vez es por eso que no he dormido bien. La constante sensación de que están mirándote...
— Créeme, no pude evitar verte, decías cosas, en tus sueños...
La alarma invadió a Hermione. La posibilidad de hacer toda clase de cosas vergonzosas al dormir no se le ocurría imposible.
—¿Qué clase de cosas?
— Quizás decías el nombre de tu encantador esposo en sueños, quizás no decías nada, ¿Quién sabe? No te lo diré.
Negándose a caer en sus tretas, a Hermione no le quedó más remedio que admitir que le gustaba aquella faceta, más genuina y menos engreída en comparación al joven que conoció meses atrás. Habría agregado otro comentario de no ser porque la espalda de Levi se tensó, escuchando algo que ella debió haber pasado por alto, al sujetar su varita entre sus dedos.
Hermione se levantó de un salto.
—Quédate dónde estás— le advirtió él, pero ella no pensaba obedecer.
Se apresuró hacia la ventana y, en medio de la tenebrosa oscuridad creada por el azulado cielo dando paso a la noche distinguió a una figura moviéndose en dirección a la casa. Luego, la punta de su varita se encendió, iluminando su rostro.
Hermione no lo pensó, evadió a Levi intentando detenerla y abrió la puerta, corriendo hacia el exterior. Al atravesar las protecciones, casi saltó los escalones y atravesó el jardín, luchando con sus pasos hundiéndose en la nieve. Harry estaba ahí, luciendo tan exhausto cómo esperaba, pero no dudó en abrir sus brazos, recibiéndola en un apretado abrazo.
— Estás aquí— susurró Hermione, aliviada. Sentir sus brazos envolviéndola la tranquilizó, ignorando en dónde se encontraban y el inclemente frío.
—¿Dónde más? ¿No es esta nuestra luna de miel? — bromeó Harry. Su aliento golpeaba la piel de su cuello.
—Sí que lo es — respondió ella, soltándolo. Notó entonces la maleta que traía consigo, lo que no solo podía significar una cosa: no volverían a casa.
—Vamos dentro— sugirió Harry y la tomó de la mano, comenzando a andar por la nieve.
—¿Estás bien? — inquirió ella y Harry murmuró una afirmación.
En la puerta ya se encontraban esperándolos. Asher todavía masticaba al acercarse a Harry, mientras este saludaba a Ron y a Luna. Eventualmente, todos se reunieron en el salón.
—Atravesar las protecciones fue fácil para ellos— decía Harry, sin haber soltado la mano de Hermione, sentada a su lado—, con la fiesta y la cantidad de personas apareciéndose.
—Eso suponía— dijo Hermione. —Hemos arreglado la casa... Ha quedado bien.
—¿Cuándo podremos volver? — preguntó Hermione, mirando de reojo a Ron y a Luna.
—En unos días, mientras las cosas se calman, hasta entonces...
—Podría intentar hablar con mis padres y... — sugirió Hermione.
—De ninguna manera— se adelantó Ron, interponiéndose entre ambos detrás del sofá—. Se quedarán aquí, con nosotros.
Intercambiando una mirada, Hermione dejó que Harry tomara la decisión.
—Lo que necesiten. Pueden quedarse el tiempo que haga falta— secundó Luna, tan amable como siempre.
—Sé que no es lo que esperaban, pero si quieren pasar su luna de miel aquí— bromeó Ron—, nuestra casa es toda suya.
Apartándose a tiempo cuando Harry intentaba asestarle un golpe, Ron no esperó una respuesta al tomar la maleta de Harry y alejarse con ella por el pasillo, escaleras arriba. Luna hizo un breve gesto con las manos, señalando a Asher y Levi.
—Dejémoslos. Han pasado por mucho y estoy segura que no nos quieren aquí— anunció Luna, con su habitual y desconcertante sinceridad.
De todos modos, tenía razón, lo único que Hermione deseó durante el día fue ese momento. Sin atreverse a agregar nada, todos abandonaron el salón, dejándolos solos.
—Hermione...— comenzó Harry, inquisitivo.
—Te eche mucho de menos— lo interrumpió. Luchando con el irracional nerviosismo que le producía su presencia después de lo ocurrido la noche anterior.
Hermione inhaló profundamente, no era el momento adecuado para ceder a sentimentalismos.
— También te eche de menos— respondió Harry, complacido con su confesión—. A cada momento del día. Lo último que deseaba era separarme de ti.
Bastante segura de que su rostro comenzaba a colorearse, Hermione prefirió mirar sus manos unidas.
— Supongo que no podía durar mucho, ¿No es así?
—¿Quién te ha dicho que ha terminado? — inquirió Harry y, ante todo pronóstico, la tomó por las mejillas, besándola en el acto.
La suavidad de los labios de Harry le recordó la electrizante sensación que le producía su cercanía.
Inclusive si sus besos resultaban dulces, Hermione se estremeció ante su toque. Él tenía razón, la necesidad por el otro seguía ahí, bajo sus caricias y besos gentiles.
Al separarse, Harry contempló sus ojos por largos instantes en los que la seriedad volvió a apoderarse de su rostro.
—Hermione... Cómo testigo tendrás que responder algunas preguntas.
—Lo haré — aseguró ella, sin amedrentarse.
—Lamento que esto haya pasado. Que estemos pasando por esto después de... No te he dado ni siquiera un buen día como nuestro primer día de casados.
—Me has dado emoción, ¿No es así como ha sido siempre?
—No si te pone en peligro— negó él, acariciando con sus dedos las vendas cubriendo sus heridas.
—Es nuestra primera prueba, míralo de ese modo. No es culpa tuya.
—Sí, pero es por mí y si te hubieran lastimado...
—Eso no pasó— decretó Hermione, mucho más positiva—. Me sé defender bien. Aprendí del mejor, ¿Recuerdas?
Harry ignoró su buen ánimo.
—Sí, pero sospecho que todo resultó bien porque solo fue una advertencia.
Ahí estaba, lo que deseaba saber. Sus propias suposiciones siendo exteriorizadas por Harry.
—Los dos hemos participado en la guerra, pero no eres el protagonista, ¿O sí? Pase lo que pase, estaremos juntos en esto. Además, dudo que esto sea directamente por ti.
—¿A qué te refieres?
—A qué esto debe ser algo más grande, como tú lo has dicho, solo una advertencia— anunció Hermione, atenta a cada micro expresión en el rostro de Harry—. Lo que sea que esté pasando, debes contármelo.
—¿Por qué?
—Todo el día he imaginado toda clase de teorías.
— Debí imaginarlo. Mi esposa no se quedaría tranquila dejándome a cargo, ¿Cierto?
—No puedo evitarlo y... Deja de llamarme así o conseguirás distraerme.
—¿Mi esposa? Eso eres— insistió Harry, empleando aquel tono de pertenencia que le hacía temblar las piernas.
Hermione casi escupió las palabras, negándose a dejarle seguir, de lo contrario, dejaría pasar por alto sus preocupaciones. Conociéndola, a Harry no le quedó más remedio que escuchar su teoría, acerca de ataques anteriores al suyo, como parte de una prefabricada idea. Al finalizar, le quedó claro que estaba en lo cierto, teniendo en cuenta la expresión de Harry.
—¿Sabías esto?
—Es mi trabajo saber esta clase de cosas— respondió él, con cierta ironía que recordaba al adolescente rebelde que había sido.
—¿Por qué no me lo dijiste?
—Sabes bien que siempre separo el trabajo de...
Hermione se pegó a su costado, reduciendo la distancia entre ambos en el sofá.
—Sí, lo sé, pero esto es importante. He sido tan inconsciente y egoísta creyendo que las cosas iban tan bien allá afuera.
—No es egoísta vivir tu vida— le recordó Harry, desafiante.
—No, pero con el asunto de la boda...— se detuvo, decidiendo redirigir su conversación—, olvídalo, ¿Qué sabes? No es la primera vez que ocurre, ¿No es cierto? Dímelo, por favor.
—Si sigues mirándome así, accedería a cualquier cosa— amenazó Harry, intentando distraerla al acariciar su rostro con los dedos.
—¡Honestamente! — exclamó ella, pese a que su voz vaciló al apartarlo— Esto es... Solo quiero que me ayudes a entender.
—Hermione... No te lo mencioné porque han sido todos incidentes menores que han podido sobrellevarse, sin ningún escándalo.
—Excepto esto, es eso, ¿No lo ves? — apuntó ella— Somos nosotros, la atención que necesitan, ¿Por qué no me lo dijiste antes?
—Porque no había un patrón claro y... Luego de la misión en Irlanda, creí que querías estar lo más lejos posible de asuntos de este tipo.
A ella también se lo pareció. Cada que recordaba el rostro de aquella infortunada chica se creía capaz de experimentar su desolación.
—Te equivocas. Ahora este también será mi trabajo y me entregaré a ello de tiempo completo. Los privilegios te nublan la mente.
Harry se masajeó la frente.
—¿Privilegios?
—Sí, sé que nunca he sido privilegiada en el mundo mágico, siendo solo una "sangre sucia", es...
—No vuelvas a llamarte así— siseó Harry con dureza.
—Sabes a qué me refiero. Vivir aquí, en mis circunstancias me enseñó, me hizo no ser ajena a lo prejuiciosa que una sociedad puede llegar a ser. Al comprometerme y casarme contigo, no hubo nada de lo que preocuparme, por primera vez... La ley matrimonial no me afectó como a la mayoría.
—No, Hermione, no es un privilegio si no tenías opción.
—No, pero casarme contigo, después de un tiempo, no se sentía como una obligación. Lo deseaba.
Nadie la había mirado con tal dulzura como Harry lo hizo en ese momento.
—Solo hemos sido afortunados.
—Cualquiera que sea la razón, quiero ayudar, en lo que sea, ¿Entiendes por qué siento que... ¿Debo hacerlo?
Esperando que él entendiera la imperiosa necesidad por hacer algo, por ayudar, Hermione aguardó en silencio, intimidada por la recién descubierta intensidad con que Harry podía mirarla. Al final, él sonrío resignado.
—Solo sé cuidadosa. El ministerio no quiere escándalos.
— ¿Ocultarán esto?
Harry negó con la cabeza.
—No pueden. Llegaron reporteros poco después que te fuiste y se encontraron con una nota digna de primera plana, alguno lo publicará y, siendo así, El Profeta no tendrá opción que hacerlo también, para acoplar su versión a lo que desean que se sepa.
—Suena lógico, ¿Quién diría que seríamos su mayor noticia por dos días consecutivos?
Harry la interrogó con la mirada.
—Ya te lo mostraré.
Sin soltar su mano, Hermione buscó el periódico entre las mantas que Luna colocó sobre su cuerpo, cuyas arrugadas páginas mostraban el espantoso artículo dedicado a su boda, colocándolo en el regazo de Harry.
—¿Qué es esto?
— Nuestra boda según El Profeta, contiene tantos detalles que ni siquiera yo conocía, te sorprendería lo...
—Te ves muy guapa aquí— opinó Harry, atento únicamente a la enorme fotografía.
—¡Ese no es el punto! — dijo ella, azorada. Le costaría acostumbrarse a aquella faceta tan encantadora.
—Es lo único que me importa de todas estas mentiras— decretó Harry, reclinándose en el sofá con soltura.
Sonriendo abiertamente, Harry tomó su rostro con las manos, acercándola. Ninguno lo diría y ella no lo preguntaría, pero él parecía tan engreído cada que conseguía dejarla sin palabras.
—No he mentido, te ves tan...
Hermione echó una mirada sobre su hombro, vigilando la cocina. El agarre de las manos de Harry la obligó a volver a verlo.
—No estoy mintiendo en lo absoluto. Estabas tan encantadora, que al verte...
Cuando Hermione intentó mirar en otra dirección, Harry capturó sus labios en un beso contenido. Sonriendo contra sus labios, rozó su nariz con la suya al separarse. Oh, así que estaba jugando con ella.
—Harry Potter, eres un...
—¿Un qué, querida?
—Un embaucador al que he echado tanto de menos, durante todo el día.
Su audaz respuesta lo desconcertó, dándole a Hermione el tiempo suficiente para tirar de su túnica y ser ella quien lo besara esta vez. Sin embargo, su reacción no fue tan retardada como la de ella, sino entusiasta, besándola con la seguridad que no había estado ahí durante las primeras ocasiones.
—Besarte podría convertirse en mi actividad favorita— musitó Harry contra su boca.
— Pensé que ya lo era— bromeó Hermione, sin apartarse cuando Harry se aproximó a su oído, hablando contra su cabello.
—Eso pensaba, pero ahora, tengo en mente algo que definitivamente lo es y que sin duda te involucra, ¿Quieres saber qué es?
De un momento a otro, Harry retrocedió, dejando a Hermione estática, con su pulso acelerándose. Intentando comprender que sucedía, siguió la mirada de Harry, riéndose en dirección a las escaleras. Ron estaba de pie en el último escalón mirándolos con lo más parecido a la incredulidad.
—Vaya, han tomado en cuenta mi propuesta, ¿Debería traer velas?
—Cállate, Ron— chistó Hermione, avergonzada.
—Llevé sus cosas a la misma habitación, pensé que necesitarían otra cama, pero en vista de que...
—¡Honestamente, Ronald Weasley! — lo reprendió la joven, sus mejillas se tiñeron de rosado al arrojarle uno de los tantos cojines rodeándolos y alejarse a zancadas hacia la cocina.
—Si fuera tú, me callaría ahora— dijo Harry, lo que sonó como una útil sugerencia que Ron aceptó, todavía tan poco acostumbrado como sus amigos a aquella peculiar dinámica.
Mientras no se atreviera a pronunciar comentarios como aquellos de nuevo, Hermione podría pretender que la presencia de Ron en su propia casa no le parecía inoportuna.
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Costumbre.
Esperaba nunca ser presa de la rutina y ser capaz de moverse, de actuar, de mejorar. Su perspectiva de la vida podía parecer ambiciosa, pero no deseaba cambiarla.
Quizás eso la impulsó a verse rodeada de aventuras y desafíos si con eso conseguía generar un cambio real y aprender de sí misma. Contrario a lo que su versión matutina pudo haber creído, aquella intromisión a su hogar, si bien rompió la romántica idea que tenía del mundo también la ató a una realidad lejos de la suya. Dándole un incentivo, algo más que perseguir además de convertirse en una buena esposa y madre.
El Ministerio no se le arrebataría y mucho menos la reduciría a una más entre tantos cumpliendo una absurda ley. No había manera de que Hermione lo permitiera.
Inclusive si la ley matrimonial le había dado todo lo que quería. Lo negó por años, pero ahora, al sentir la tibieza que desprendía el cuerpo de Harry a su lado. Al verlo, convertido en su esposo, mirando su pecho subiendo y bajando rítmicamente, no tenía caso pretender que no era feliz con su vida.
Su expresión serena la embelesaba. Debía de encontrarse realmente exhausto, pues cayó dormido apenas minutos después de acostarse.
Su segunda noche durmiendo juntos, al menos estando casados se resumía a encontrarse en la habitación de invitados de sus amigos, repleta de cajas con pintura y artículos para la habitación del bebé, además de una cama y un solitario ropero. Acogedor.
Hermione supuso que con el pasar de los años todos podrían bromear acerca del peculiar inicio de su matrimonio. Pero en ese momento, por alguna razón, no podía dormir. Quiso relacionarlo con su larga siesta horas atrás, situación que no mejoraba hallándose en una cama ajena a la propia, a kilómetros de su hogar.
A su lado, Harry se removió entre sueños, su cabeza se movió sobre la almohada, impidiéndole mirar más que su perfil, sin embargo, sus dedos apretaron las caderas de Hermione, casi como un espasmo involuntario, negándose a soltarla incluso dormido.
Luego de todo lo vivido y de las experiencias sumándose gracias a su trabajo como auror, él jamás permanecía relajado por completo. Siempre manteniéndose alerta, listo para lo que fuera. Presente y lejano.
Intentando no despertarlo, Hermione se movió lo suficiente para contemplar el techo, tan alto como para permitirle perderse en las finas líneas doradas dibujadas por Luna en cada esquina de la habitación y así, entre pensamientos y planes, cayó dormida.
Apenas amanecía para cuando Harry la despertó, sacudiendo sus hombros con suavidad. Demasiado temprano para que Hermione no intentara resistirse, aferrándose a él y a las sábanas.
— Hermione...— susurró él. Su voz en su oído le produjo un escalofrío, pero no se atrevió a abrir los ojos; prefería concentrarse en la sensación del rostro de Harry hundido en su cuello.
—Debemos ir al Ministerio, ¿La puntualidad no era lo tuyo?
—No un domingo— protestó ella y le echó los brazos alrededor del cuello, intentando traerlo de vuelta a la cama.
Harry río, apenas resistiendo para mantenerse inmóvil.
En su lugar, Hermione sintió sus labios entreabriéndose sobre el punto exacto en que su pulso comenzaba a acelerarse. Todavía irracionalmente nerviosa ante comportamientos de ese tipo, Hermione abrió los ojos y se echó hacia atrás en la cama, antes de que sus labios siquiera la hubiesen tocado.
—Vaya— silbó Harry, su presuntuosa forma de mirarla no la ayudó a tranquilizarse.
—¿Qué cosa? — preguntó ella, a la defensiva. A diferencia de lo que Hermione pudo haber pensado, él ya estaba pulcramente vestido, contrastando con su propio aspecto. Cabellos revueltos y ropa de dormir.
—Tu reacción— respondió él, riéndose—, no esperaba que fueras tan tímida después de...
Escandaliza, impidiéndole terminar, Hermione le arrojó la almohada sobre el rostro, sin acertar cuando esta golpeó su hombro y cayó al suelo.
—Supongo que ese es un comienzo— comentó Harry, levantándose de la cama entre risas—. Al menos ahora estás despierta.
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La presión de las miradas sobre sus espaldas comenzaba a ser realmente incómoda. Hermione ni siquiera quería imaginarse lo que se publicó en la edición matutina de El Profeta. Sin embargo, la firmeza con que Harry la conducía, con una mano detrás de su espalda le daba la seguridad que necesitaba.
Después de recorrer largos pasillos, internándose en los rincones más lúgubres del ministerio en los que la iluminación luchaba por sobresalir, finalmente llegaron a su destino. Un corredor estrecho, cuyas paredes color azul marino parecían hacerse cada vez más estrechas.
—Sígame— le indicó el auror que los escoltaba. Si bien su voz era gentil, su expresión austera y su imponente estatura resaltaba tenebrosamente.
— Te esperaré aquí— le dijo Harry, soltándola sin otra opción. Sus dedos recorrieron la tela de su ropa como si no deseara dejarla marchar.
Hermione intentó no mostrarse inquieta sin su compañía.
—Solo te harán algunas preguntas, estaré aquí, esperándote.
—Pensé que tú vendrías...
—No puedo entrar ahí contigo— le explicó Harry con disculpa—, pero estaré aquí, recuérdalo, a solo unos metros.
Ella asintió. Si quería que todo acabase pronto debía irse y afrontarlo de una buena vez. Con suerte, obtendría respuestas ocultas entre las tantas preguntas que respondería.
—Te veré pronto— prometió Hermione y sin más despedidas que una reconfortante mirada, siguió al auror por los últimos metros.
Nunca había estado ahí. Hallarse del otro lado, sabiendo que posiblemente criminales también habían recorrido aquel camino, de alguna extraña manera, le interesaba tanto como la ponía nerviosa.
Todavía podía sentir a Harry a unos metros por detrás, confortándola. Frente a ella, se hallaba una única puerta abierta desde la cual, como si hubiera una cortina blanquecina caía en cascada hasta el suelo.
Al atravesarla, la gélida sensación que recorrió su cuerpo la hizo reprimir un escalofrío. La iluminación mejoró, pese a persistir aquella imagen de pulcritud que hacía parecer que todo era falso, como si hubiese sido ambientado con la intención de que todo fuera más amigable que una sala de interrogatorios común a la que llevarían a los verdaderos sospechosos, todas ellas frías y horribles, según Harry.
—Un hechizo simple, pero efectivo— le explicó el auror, señalando a la puerta, sin atreverse a cerrarla.
Hermione asintió. Podía imaginar su utilidad. Sin deseos de agregar nada, tomó asiento frente al hombre.
En la habitación había solo una mesa, un anticuado sofá verde oliva y dos sillas, que cada uno ocupó.
—Bien, señora Potter... ¿Le parece si comenzamos?
Sería una mañana larga. Tan solo ver la cantidad de preguntas que contenía el documento que sostenía el auror se lo confirmó. Solo esperaba, en medio de tantos cuestionamientos, pudiera obtener tantas respuestas como necesitaba.
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Una hora e interminables preguntas después, algunas útiles, como qué había ocurrido, que hechizos utilizó en su defensa y el aspecto de aquellos magos, hasta otras tan ridículas cómo que hacía un sábado por la mañana en la cocina de su propia casa, el interrogatorio terminó exitosamente.
Siendo domingo, al menos tenían la discreción de su parte, sin tantos empleados y personas en el ministerio. Resultaba difícil creer que tan solo llevaba un día casada y que todo había cambiado de felicitaciones y regalos a cuestionamientos y misterios.
—Eso será todo por ahora— explicó el hombre, acompañándola hacia el exterior—. El ministerio agradece su cooperación.
Apoyado contra la pared Harry ya estaba esperándola y nada más verla se apresuró a su encuentro.
—Potter— añadió el auror, despidiéndose con un cabeceo.
—¿Qué pasará ahora? — le preguntó Hermione en cuanto comenzaron a alejarse por el pasillo. La mano de Harry buscó la suya.
—Una investigación, por supuesto.
—¿Permitirán que te involucres?
— No, Lemaire fue claro con eso— contestó Harry, deteniéndose a unos metros y, asegurándose que estaban solos, susurró: —, pero ya sabes cuánto adoro romper las reglas.
Hermione agradeció que él no supiera lo atractiva que le parecía su rebeldía o solo lo alentaría a cometer toda clase de locuras. Secretamente, siempre estaría apoyándolo.
—Ahora mismo adoro que pienses así— dijo Hermione, incapaz de no sonreírle orgullosa.
Satisfecho, Harry tiró de ella, volviendo a caminar.
—¿Por qué no te invito a comer y me cuentas todo lo que adoras de mí?
—No acabaría nunca, Harry— respondió Hermione, mientras juntos se alejaban por el pasillo.
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Hermione contó cada hora ansiosamente. Mientras volvían a casa de sus amigos, al ayudar a Luna con la habitación de la bebé, al molestarse con Ron por sus ridículos comentarios y, cuando no hubo más por hacer, al contemplar las pacíficas colinas siendo acariciadas por los rayos del sol.
Necesitaba hacer algo o se volvería loca. Por fortuna, escuchando sus plegarias, Harry entró intempestivamente en la habitación en ese momento, con las mangas de la camisa dobladas hasta los codos y una expresión de fatiga al quitarse los anteojos y desplomarse sobre la cama.
—¿Han acabado? — le preguntó Hermione.
Desde el mediodía, él y Ron se embarcaron concienzudamente en una reparación de la casa en general, además de un análisis completo de los artículos que, con la llegada del nuevo año serían lanzados a la venta en Sortilegios Weasley.
Harry no pudo negarse luego de la cálida hospitalidad de su mejor amigo y, sin otro remedio, se encontró casi toda la tarde bajo el tórrido sol de la tarde con la única compañía de Ron, intentando comportarse como un par de buenos esposos. Luna y Hermione estaban seguras que pasaron la mayor parte del tiempo bebiendo cerveza de mantequilla, pero ninguna arruinaría sus ilusiones.
—Algo así, Ron se marchó a Sortilegios Weasley, George lo necesitaba y Merlín sabe que agradezco que haya tenido que irse— respondió Harry, cuya voz sonó ahogada contra la almohada.
—Luna se marchó con su padre hace unas horas— le comunicó Hermione, sentándose a su lado.
Deslizó su mano sobre sus hombros, masajeándolos.
—¿Eso quiere decir que estamos solos? — preguntó él, ladeando el rostro. Al encontrarse mirándose, la picardía en su expresión la hizo reír.
—No por mucho, Luna quería cenar con nosotros.
Harry chasqueó la lengua y volvió a su posición inicial.
—Además, lo que te vendría bien es tomar una siesta.
—¿Por qué dormiría teniéndote aquí?
—Harry... Sé que es difícil, pero...
—No— negó él, girándose— ¿Sabes lo terriblemente insoportable qué es no besarte frente a nuestros amigos?
—No hay razón para que no lo hagas, estamos casados, ¿No es verdad?
—Ese no es el problema— murmuró Harry, mirando alternativamente sus labios—, es que una vez que lo haga podría terminar pidiéndoles que se marchen por unas horas.
—Eso sería tan desconsiderado — dijo Hermione, con falsa severidad.
—Nunca he sido especialmente educado— respondió Harry e incorporándose, tiró de ella con un rápido movimiento, sentándola sobre su regazo.
—No conocía esta faceta de ti— río Hermione, intentando disipar el nerviosismo que le producían sus manos sobre sus caderas.
Con paciencia, Harry apartó su cabello, echándolo detrás de su espalda, mientras ella acomodaba sus piernas a sus lados, permitiéndose relajarse.
—No va a deshacerse de algo que usted misma provocó, señora Potter— murmuró, animándola a recostarse sobre su pecho—, así que conóceme.
—Quizás ahora puedo alardear de conocerlo bien, señor Potter.
—Mejor que bien, diría yo.
La sonrisa que Harry le dedicó debilitó sus piernas y, agradeció, no tener que encontrarse de pie. En silencio, ambos comenzaron a acercarse lentamente hasta unir sus labios. Al cerrar los ojos, Hermione se permitió reconocer el contacto de su boca explorándola, de forma lenta y que gradualmente tornó el beso más intenso.
Al separarse, antes de que Harry pudiera llevar a cabo sus promesas, Hermione apoyó su frente contra la suya y suspiró pesadamente.
Realmente deseaba volver a casa pronto.
—¿Cuándo acabará esto?
Él rozó su nariz con la suya, depositando un casto beso antes de responder.
—Mañana volveremos a casa.
Pese a que la noticia la alegraba, Hermione sabía que eso no significaría un descanso para ambos.
—También al trabajo.
—Lamento que no hayamos tenido la luna de miel que te merecías.
—Tenemos mucho tiempo para ambos— lo consoló Hermione, intentando animarse a sí misma.
Él no respondió, limitándose a contemplarla. Cuando su atento escrutinio sobrepasó su entereza, Hermione carraspeó.
—¿Qué ocurre?
—Pienso que me tomó más de once años besarte— contestó Harry, con la misma simpleza con la que hablaría del clima.
— Si lo dices así, suena como mucho tiempo.
—Oh, sí que lo es— gruñó Harry—. No sé cómo me negué un placer tan encantador.
Ella le rodeó el cuello con los hombros y señaló a ambos con la cabeza.
—¿Alguna vez pensaste en esto? ¿Tú y yo?
—No casados— se sinceró Hermione, mientras apartaba el cabello del rostro de Harry y, antes de que pudiera malinterpretar su negación, agregó: —, pero supongo que, de alguna manera, sentirme atraída por ti comenzó a ser algo que intenté normalizar. Sabía que no llegaría a ningún lado.
—Yo sí lo pensé— confesó Harry, sin mostrarse mínimamente cohibido—, en algún momento en medio de todos estos años, en cómo serían las cosas si te hubieras fijado en mí y no en Ron. Fue un pensamiento pasajero mientras estábamos en Hogwarts, pero estuvo ahí, marchándose y volviendo en ocasiones.
Si debía ser tan sincera como él lo estaba siendo, Hermione también confesaría sus propios secretos de adolescencia.
—¿Quién dice que no lo hice?
Harry ladeó la cabeza, curioso al intentar adivinar si bromeaba.
—Cuarto año— prosiguió Hermione, apartando la mirada al sentirse nuevamente como una adolescente indecisa—, cuando te ayudaba a aprender el hechizo Accio, ¿Recuerdas?
Sus oscuras cejas se fruncieron, esforzándose en recordar. Al hacerlo, la revelación otorgó un brillo especial a los ojos verdes de Harry; sin los anteojos, parecían más claros.
—Ron estaba odiándome y solo te tenía a ti para ayudarme con la prueba— rememoró Harry—. No sé qué habría hecho sin tu ayuda, ¿Por entonces tú...?
Hermione asintió.
—Sentí que solo éramos tú y yo— le confesó, recordando sus emociones con nostalgia—. Por primera vez estabas conmigo, supongo que no por elección porque todo el mundo creía que mentías, pero al estar solo los dos y… saber que confiabas sólo en mí, supongo que en algún momento me sentí tan útil para ti, que olvidé que solo eras mi mejor amigo y confundí las cosas. En retrospectiva, en mi defensa puedo decir que, para una adolescente, no fue difícil mezclar sentimientos.
—Espera— la interrumpió Harry, de alguna manera lucía receloso—. Ron y tú discutieron en el baile, por celos, ¿Cómo podías sentir algo por mí?
Sin opción, Hermione apoyó el rostro en su hombro para no tener que mirarlo al responder: —También sentía algo por él.
Tomándola por los hombros, Harry la devolvió a su sitio. La acusadora mirada en sus ojos fue cómica.
— Todo iba bien en tu relato, incluso me gustó pensar que existía un poco de exclusividad al enamorar a mi mejor amiga sin proponérmelo.
—Honestamente... A ti te gustaba Cho, ¿No es cierto? — inquirió Hermione, en su defensa—. Luego de que Ron y tú volvieron a hablarse descarté cualquier posibilidad contigo, además, nunca me invitaste al baile de navidad y yo... Di por hecho que era una tontería tener toda clase de esperanzas.
—Sí, lo sé, pero Cho... Fue algo pasajero— titubeó Harry, revolviéndose el cabello—. Era estúpido y joven, no podías esperar mucho de mí, ¿Eh?
La sensación de haber traído al futuro a su versión adolescente invadió a Hermione, secretamente celosa ante el recuerdo de la guapa y talentosa Cho Chang nublando el juicio de su mejor amigo, pese a que Hermione estuvo ahí todo el tiempo.
—Si me hubieras invitado al baile no habría existido manera de frenar lo que comenzaba a sentir por ti, pero eso fue la prueba de que ni siquiera siendo la chica más cercana a ti me veías como una, solo era tu mejor amiga y Ron… Él estuvo celoso de Krum, eso me dio un indicio, ¡Ayudó a mí por entonces inexistente autoestima!
Conociéndola, advirtiendo su mal humor, Harry le tomó el rostro con ambas manos para asegurarse que no apartaría la mirada.
—Fui muy idiota y tú tienes la razón, ¿Bien?
—No desmentiré eso, pero ahora estamos casados— chistó Hermione, mirando el anillo en su dedo para recordarse su presente.
—Buena observación. Lo conseguí de todas formas— advirtió Harry.
—De cierto modo, supongo que estar juntos es lo más lógico— coincidió Hermione, analítica—. Somos muy parecidos, incluso si tenemos diferencias podemos sobrellevarlas y...
—Lo que es lógico, usualmente te hace feliz, eso es un hecho— dijo Harry. Sus dedos descendieron por sus costillas, presionando aleatoriamente mientras Hermione se removía entre sus brazos, riéndose.
—Permití que besaras sapos todo este tiempo, Hermione Granger.
—¿Ah sí? Qué atento de tu parte.
—Estaba seguro que el destino haría su parte— aseguró Harry, con un engreído tono en su voz que cualquier Malfoy habría aprobado.
Mientras Hermione intentaba recuperar el aliento, él volvió a moverse, recostándola con gentileza sobre la almohada.
—Nadie festejó mis victorias como tú, ni estuvo ahí en todas y cada una de las veces que las cosas salieron mal— le dijo él, deteniéndose para besar su mejilla—, nadie más que tú se quedó. Que seas mi esposa es... Lo que tiene más sentido en mi vida.
Pacientemente besó su otra mejilla y luego, su nariz. Anticipándose al sentir su cálido aliento sobre su boca, Hermione cerró los ojos y lo atrajo a ella, recibiéndolo gustosamente instantes después.
—Siento que… — habló él, sin separarse totalmente—, y eso no quiere decir que me sienta dueño de ti, que siempre hemos pertenecido el uno al otro.
—Como dos piezas destinadas a encajar— coincidió Hermione.
—Déjeme decirle, señora Potter, que encajamos de maravilla.
Sin fuerza, Hermione lo golpeó en el pecho, abochornada, y lo besó de nuevo para no tener que verse bajo su intensa mirada disfrutando avergonzarla. Pronto, la lentitud de sus besos comenzó a ser tortuosa y, ignorando su racionalidad, Hermione lo animó a besarla con mayor fervor, obteniendo una rápida respuesta.
Parecía que ninguno conseguía saciarse del otro. Las manos de Harry trazaron un dedicado camino bajo la tela de su blusa, sobre su abdomen y antes de que pudiera atreverse a una acción más osada, desde el piso inferior, acercándose por las escaleras, la voz de Luna llamándolos los obligó a separarse.
Harry rodó sobre la cama, apartándose de ella con rapidez, mientras Hermione acomodaba su ropa pese a saber que Luna no se atrevería a irrumpir en la habitación.
—Solo un día más y estaremos en casa— susurró Hermione como consuelo, en tanto Harry gruñía una afirmación.
Intentando no reír, encontrándose en las mismas circunstancias, Hermione avanzó hasta la puerta y la abrió.
—Más vale que esa cena valga la pena— sentenció Harry, siguiéndola fuera de la habitación.
De alguna manera, a Hermione ya no le afligía encontrarse lejos de casa. El resto del día pasaría con la prontitud adecuada y, sabía, donde quiera que estuviera el otro sería su lugar en el mundo. Si ambos deseaban hacer funcionar su matrimonio, Hermione pondría todo de sí para que lo hiciera.
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Siendo lunes, el Atrio del Ministerio estaba repleto de personas. Empleados dirigiéndose a sus trabajos, magos y brujas emergiendo de las chimeneas e integrándose al incesante flujo de personas y, por supuesto, entre ellas, Hermione.
Avanzando con firmeza, concentrada únicamente en llegar a los elevadores, fue apenas consciente de Susan Bones, abandonando la chimenea a su costado. Apenas verla, Susan se aferró a su bolso, caminando con toda la rapidez que sus tacones le permitían, luchando por alcanzarla.
—¡Hermione! — gritó la pelirroja sin aliento, antes de que la castaña pudiera abordar uno de los elevadores.
Al darse la vuelta, casi chocaron una contra la otra, hecho que a Susan poco pareció importarle, abrazándola apenas la tuvo frente a ella.
—Leí el periódico— le dijo Susan, por toda explicación— ¿Por qué no me dijiste nada?
—Todo pasó muy rápido— se disculpó Hermione, guiando a su amiga a un extremo del lugar apartado de los magos y brujas caminando, quienes comenzaban a dedicarles irritadas miradas sobre el hombro.
—Vaya que sí, ¿Cómo están Harry y tú?
—Bien. Volveremos hoy a casa, estuvimos quedándonos con Ron y Luna.
Sin resistir, Susan volvió a envolverla en un apretado abrazo.
—La mañana después de la boda... ¡Qué aterrador debió ser!
—Lo lidiamos bien— la tranquilizó Hermione, frotando sus hombros—, aun así, hay tanto que debo contarte.
—Cualquier cosa que necesites...
—Gracias, Su, ¿Por qué no hablamos después de esto? ¿En el almuerzo? Te contaré cada detalle.
Susan asintió, comprendiendo. Enlazó su brazo con el suyo y juntas abordaron el ascensor, poniéndose al día. Justo lo que Hermione necesitaba, un breve descanso antes de, como sabía que sería, encontrarse con las inquisitivas miradas de sus nuevos compañeros de trabajo.
Nada a lo que no estuviera acostumbrada.
