Continuidad
No requería que nadie la defendiera. Si debería repetirlo, lo haría. Harry no la detendría eternamente.
La molestia de Hermione persistió por largos segundos, lo que no mejoró al presenciar la inquietud colectiva que se respiraba en el ascensor, durante cada piso, cada que alguien bajaba, el resto se mantendría expectante, esperando no encontrar en el próximo destino un tumulto similar al que se apoderaba del Atrio en esos momentos.
Todavía agobiada por la imagen de Harry rodeado de tantas personas, Hermione no pudo más que resignarse. Aquel era un viaje sin retorno, al menos hasta que las cosas volvieran a la normalidad.
Decidiendo redirigir su impotencia, se volvió hacia Levi, plantado a su lado, y se sacudió bruscamente su brazo de encima.
—¿No debiste quedarte ahí y ayudar?
—Eso hacía— respondió él, había una pizca de ironía en su voz—, hasta que te vi.
Le habría gustado dar un paso lejos de él como muestra de su malhumor, pero habiendo tantas personas alrededor, no pudo más que fijar la vista al frente, a tiempo para vislumbrar cómo las rejas se abrían y dos magos de largas túnicas salían presurosamente del ascensor, esquivando a las personas que intentaban entrar, retenidas por los aurores, sordos a sus peticiones.
Inclusive si hubiese preferido no hacerlo, Hermione enfocó su mirada en todos, con expresiones bañadas en incertidumbre, sin entender qué sucedía. Algunos, rostros desconocidos y otros... Al fondo, de pie entre dos viejos magos rozándole continuamente el rostro con sus sombreros, alto y confundido, resaltando entre todos como una pieza fuera de lugar se hallaba Neville Lomgbottom, sosteniendo contra sí a una menuda chica de largo cabello castaño, cuya cabeza apenas le rozaba el mentón.
—¿Neville?— su nombre escapó de los labios de Hermione, avanzando al frente sin importarle empujar a las personas a su alrededor, aferrándose a las rejas, levantando una de sus manos para que su amigo pudiera verla.
La mirada de Neville, antes perdida recayó en ella, y el alivio le bañó el rostro.
—¡Hermione!— exclamó él de vuelta, imitando sus acciones al precipitarse hacia adelante. No le resultó difícil posicionarse al frente y, justo cuando intentaba alcanzarla con la mano, los aurores lo empujaron de vuelta a la multitud.
— Déjelos subir— pidió Hermione, intentando llamar la atención de los aurores, totalmente inexpresivos. Cómo última esperanza, mostró la identificación en su pecho—, me haré cargo de ellos.
Ambos aurores se miraron y, tras una corta reflexión, negaron con la cabeza, manteniendo las rejas cerradas. Súbitamente, al avanzar desde el fondo del ascensor, Levi terminó cubriendo a Hermione casi por completo con su cuerpo al intentar ser visible.
—Yo me haré cargo— dijo, interpretando el mismo papel que los otros, tan serio como pocas veces. Hizo una leve inclinación de cabeza hacia sus compañeros, reafirmando sus palabras.
El debate interno legible en las miradas de los aurores pareció eterno desde la perspectiva de Hermione. La gente afuera comenzaba a impacientarse y el ascensor no se mantendría estático eternamente.
Por suerte, con un rápido movimiento, abrieron las rejas y Neville y la chica, dando tumbos, abordaron con éxito en el último instante. A tiempo para que el elevador diera una sacudida y se moviera intempestivamente hacia atrás.
Levi hizo retroceder a Hermione tomándola por los hombros, asegurando espacio a Neville y su acompañante.
—¿Qué haces aquí?— fue lo primero que Hermione preguntó.
—Yo... Nosotros...— balbuceó Neville, sin entender qué sucedía.
Lentamente aflojó el agarre de su brazo alrededor de la joven, que reapareció de entre su pecho. Su rostro sonrosado recordaba a una fresa y sus ojos, del mismo color de su cabello, grandes y expresivos, se posaron en Hermione por una milésima de segundo. Después, al notar su cercanía con Neville, ambos se soltaron instantáneamente y sus mejillas se llenaron de color.
—Esto... es toda una locura— continuó Neville, despabilándose, mientras Hermione observaba su interacción con perspicacia.
—Lo sé, pero, ¿No deberías estar en el colegio?— preguntó Hermione, todavía extrañada por su presencia en el Ministerio. Sutilmente, Levi apretó su hombro, como si le advirtiera. Oh, tan absorta como se encontraba, pasó por alto deliberadamente la voz resonante en el ascensor, anunciando cada piso en el que se detenían, el de Neville: El Departamento de Registros Mágicos.
Era evidente.
—Me he tomado un par de horas— le explicó Neville de todos modos, siendo lo suficientemente amable, y se volvió a la chica, que aguardaba en silencio—, por cierto, ella es... Marion Dowell, mi... Mi prometida.
Incluso si ya lo suponía, escucharlo directamente de Neville hizo todo real. La chica, Marion, se recordó la castaña, era bastante bonita. Poseía un atractivo suave, cálido, quizás proveniente de sus ojos, amables y brillantes, pero también, había inteligencia en su manera de mirar. Por inercia, sabiendo que debía recuperarse, Hermione extendió su mano como saludo.
No debía y sabía que posiblemente pensarlo era lógico, algo natural, pero seguía sintiéndose, de alguna manera, culpable. La imagen de Hannah Abbott reaparecía una y otra vez en su mente.
—Mucho gusto, Hermione Granger— se presentó y, aunque deseó corregirse, todavía poco acostumbrada al "Potter" acompañando su nombre, permaneció en silencio.
—Neville habla mucho de sus amigos, aunque, tratándose de ti, no necesitas presentación— respondió Marion, su voz, también suave, tranquilizó a Hermione, lo suficiente para reír por sus palabras.
—No quiero decir que... Lo siento, eso ha sido tan descortés, no quería decir que...
—Tranquila, luego de la guerra, la fama no es algo de lo que pueda deshacerme, incluso si lo intento— dijo Hermione—. Por otro lado, felicidades.
—Debíamos apresurarnos a registrarnos— siguió Neville, nervioso, como si deseara justificarse— ¿Y Harry?
La preocupación reapareció. Así como su concentración en lo que sucedía alrededor, como Levi, cuyas manos aún la sujetaban.
—Él... Se quedó abajo, controlando está locura, como todos los aurores.
La mirada de Neville se posó en Levi y luego en Hermione, quien se alejó de este.
—El Atrio y las chimeneas están bloqueadas, deberán esperar un poco antes de abandonar el ministerio— comentó Levi, tan desinhibido como siempre—. A menos, claro, que consigan una chimenea libre.
Hermione carraspeó.
—Oh, sí, él es... Levi Agoney.
—Mucho gusto— dijo Marion, estrechando su mano.
Levi sonrió a ambos.
—Por cierto, felicidades.
—Sobre la chimenea...— dijo Neville, tentativamente— ¿Estás seguro que no han bloqueado todas?
—No podría asegurarlo.
—Imposible— rebatió Hermione, pensativa—. Si conoces a alguien con una en su oficina podría...
Neville y Hermione se miraron, hablando al mismo tiempo al pronunciar:— Kingsley.
— Será difícil que consigas llegar a él con todo esto, pero puedes intentarlo, no te lo negará. Apresúrate— aconsejó Hermione.
El ascensor volvió a detenerse, Neville comenzaba a impacientarse.
—¿Estarás bien?— preguntó, dirigiéndose a su nueva prometida.
—Claro, necesitas volver al colegio— respondió Marion. El intercambio entre ambos denotaba la incomodidad de los primeros encuentros.
—Bien, yo... Nos veremos después, hasta la próxima y, ¡Muchas gracias! — exclamó Neville. Se movió inquietamente sin saber cómo actuar y finalmente, desistiendo, abandonó el ascensor con rapidez.
El silencio que siguió a su partida fue denso y difícil de llenar. Hermione podía imaginarse lo extraña que Marion debía sentirse.
—¿Trabajas aquí?— curioseó Hermione, sin idea de que más podría decir.
Marion parecía aliviada. Un par de segundos después, al bajar todos del ascensor en el mismo piso, la respuesta quedó implícita.
—Oh, en realidad, estaba trabajando en el ministerio francés, por un tiempo— contestó esta, mientras todos se alejaban de las personas, caminando por el pasillo—. Siempre me apasionó el trabajo de campo, pero ahora... Me adaptaré bien. Poco después de llegar, mientras buscaba trabajo e intentaba arreglar mi vida, con la asignación, conocí a Neville.
—Todo saldrá bien. Generalmente, incluso si cuesta, todo encuentra su camino— le aseguró Hermione. Mientras más hablaba con ella, más se convencía de que era genuinamente agradable.
—Sí, bueno, es mi primer día aquí.
—Mal día para comenzar— bromeó Levi, haciéndolas reír—. Volviste aquí por la ley, ¿Cierto?
La joven asintió.
—Como todos— dijo Hermione, recordando su propio regreso al país.
Por fortuna, Marion no se veía afectada.
—Es algo que quería hacer, de todos modos, el proceso solo se apresuró. Me quedaré aquí y después veremos cómo vamos a organizarnos, con Neville en el colegio, es complicado. ¿Qué hay de ustedes? Sabía que muchos de los héroes de la guerra trabajaban aquí, pero no esperaba conocerte en persona, Hermione.
—Soy bastante nueva, también— le informó Hermione y no mentía—. Tuve un ascenso recientemente, antes de la boda.
Marion miró al suelo.
—Sé que he pedido mucho, pero, soy tan novata como puedo serlo y no tengo idea de dónde se supone que debo presentarme.
—¿Qué tal un recorrido? Te llevaré yo misma— prometió Hermione.
—Eso me encantaría y... Felicidades, por la boda y el ascenso.
—Lucía hermosa, debiste verla. Nunca había visto a una novia tan encantadora—aseguró Levi súbitamente. Mario río, pero dirigió una mirada a ambos y luego, recayó en el anillo en la mano de Hermione.
Creyendo saber lo que podía llegar a pensar, teniendo en cuenta la constante cercanía de Levi y sus múltiples halagos, intentó adelantarse a responder antes de que algo más escandaloso saliera de la boca de su amigo.
—Lo siento, no sabía que... ¿Están casados?— preguntó Marion y luego, como si se reprendiera por cuestionar algo evidente, sonrió apenada—. Neville apenas mencionó... Felicidades, de todos modos.
Levi se río con ganas, y le echó un brazo encima a Hermione, rodeando sus hombros.
—Él solo está bromeando— gruñó Hermione y lo empujó—. En realidad, me casé con Harry. Soy Hermione Potter ahora, al parecer.
—¿Debería llamarte así? Lamento tanto haber...
—No, llámame de cualquier manera. Fue solo un mal entendido y a Levi le encanta bromear, ¿No es cierto?— siseó Hermione.
—Lo adoro, sí— coincidió Levi, cruzando los brazos—. Por mucho que me hubiese gustado que fuera realidad.
El bochorno invadió a Marion, sin saber, como Hermione, cómo debía actuar luego de aquella confusión. Le sorprendía que alguien pudiera creer que entre ella y Levi existía algo más que una peculiar amistad.
—Qué suerte. Cásarte con tu mejor amigo debió ser reconfortante.
—Sí, lo es— afirmó Hermione, sonriendo abiertamente—. Supongo que más tarde te lo presentaré. Ahora que te casarás con Neville, podrías venir a casa a cenar, a veces hacemos eso, si no te importa, claro.
—Eso me encantaría— respondió Marion, quien parecía encantada e incluso, más relajada—. Comenzar de cero luego de años lejos... Eso me gustaría, gracias.
Finalmente llegaron al final del pasillo. Marion se detuvo, admirando los diversos cubículos y oficinas por largos segundos, luciendo tan confundida como afirmaba.
Hermione se volvió hacia Levi, golpeándole el costado con el codo.
—¿Qué fue eso?— exigió saber, hablando en un susurro.
—¿El qué?
—¡Eso! Tus comentarios.
Levi se río y respondió:— No he dicho nada que fuera mentira, ¿Te molestó? No era mi intención, lo siento.
Hermione lo observó entrecerrando los ojos. Estaba segura de que mentía, o eso esperaba.
—No quiero que las personas se lleven una impresión equivocada, estoy casada ahora, ¿Ves?— dijo Hermione y levantó su mano, mostrando su anillo.
Él levantó ambas manos entre ambos.
—¿Qué impresión se llevarían? Solo somos amigos, ¿No es así?— indagó Levi, inclinándose cerca. Hermione retrocedió torpemente y carraspeó.
—Da igual lo que piensen— farfulló ella. Últimamente no habría nadie que pensara algo positivo de ella y mucho menos de Harry. Al recordarlo, sujetó el brazo de Levi ansiosamente.
—¿No deberías ir y ayudarlos? Quizás Harry necesite...
—Haré eso justo ahora, solo quería cerciorarme de que no harías nada estúpido, estoy seguro que ni Potter ni yo podríamos habernos concentrado contigo cerca.
Ofendida, Hermione lo empujó de vuelta al pasillo, animándolo a marcharse.
—¡Solo ve!
—¿Té quedarás aquí?
Toda clase de posibilidades se le ocurrían y en todas ellas, la preocupación que sentía por Harry era apenas soportable.
—Sí, lo haré. Ahora ve y haz tu trabajo.
—Bien, ayudaré a tu amado esposo, querida.
Levi sonrió, trotando antes de que Hermione pudiera empujarlo de nuevo y se alejó de vuelta al ascensor.
Por primera vez desde que la ley matrimonial cambiara sus vidas, una breve esperanza surgió en Hermione. Dividiéndose luego al considerar el peligro en el que Harry se encontraba.
No importaba cuán de acuerdo estaba en lo detestable que la ley matrimonial era; trabajaba para el ministerio y cualquier pensamiento fuera de lugar era peligroso. Lo mejor sería guardar sus opiniones y esperar a que Harry estuviera bien.
—¿Vamos?— preguntó Hermione a Marion, quien aguardaba por ella.
•ווווווווווווווווווווו
Pasaban de las cuatro cuando Susan fue a buscarla, en sus manos, sostenía dos vasos y un solo paquete de galletas, que dejó encima del escritorio de la castaña.
— Recién he podido usar el ascensor— le dijo, mientras le ofrecía uno de los vasos que contenía lo que resultó ser café. Educadamente, Hermione dio un sorbo y luego lo dejó de lado.
—¿Eso quiere decir que podemos salir de aquí?
—Si pasas a los aurores custodiando cada chimenea, sí— respondió Susan, haciendo una mueca al probar el café—, Merlín, detesto esto.
—¿Por qué lo compraste entonces?— preguntó Hermione distraída, su mente se hallaba lejos, al igual que durante todo el día.
—¿Has escuchado que los ingleses toman únicamente té? Pensé que era estúpido generalizar, ahora veo porque es cierto.
—Como muchas otras cosas— comentó Hermione y una idea acudió a su mente — ¿Crees que todo esto terminó? Si están dejando que las personas se vayan, ¿Debería buscar a Harry?
Sin esperar una afirmación, Hermione se levantó de su asiento, tan intempestivamente que tuvo que sujetarse de este para no caer cuando su vista se nubló. Los brazos de Susan la devolvieron a su asiento, estabilizando su cuerpo.
—¿Estás bien?
—Sí, solo estoy preocupada. No sé nada de Harry desde la mañana.
Susan la soltó y volvió a sentarse.
—¿Qué hay de Levi? ¿Lo has visto? Él debe saber algo.
Hermione negó levemente. Aquello tampoco ayudaba.
—Me trajo aquí, por petición de Harry, y luego se marchó de nuevo.
Susan se mantuvo en silencio, pensativa. Si bien encontrarse juntas ya era toda una ventaja, siendo los empleados del ministerio los únicos que podían moverse, yendo de un departamento a otro, no garantizaba que todo estuviera bajo control.
Su amiga leyó su expresión con astucia.
—¿Qué sucede? ¿En qué estás pensando?— inquirió Susan.
—Allá abajo, estaban diciendo toda clase de cosas. Sobre nosotros, también. Cuando llegamos, se refirieron a nuestro matrimonio como algo despreciable.
— Últimamente, cualquiera que esté casándose lo es.
—¿Tú estás bien? ¿Llegaste antes de que esto comenzara?
Susan asintió.
—Por suerte sí. De todos modos, Justin me recogerá, esto no le ha gustado ni un poco.
—A nadie, fue tan sorpresivo.
—Estaban furiosos— coincidió Susan—. Todos ellos. Nadie esperaba que volvieran a intentar algo aquí, incluso, al final, un par de empleados se unieron a sus protestas, nadie sabe qué pasará con ellos.
—¿Han reconocido a todos? Dudo que alguien no se haya marchado en medio del caos— reflexionó Hermione, recordando la cantidad de personas que se reunieron alrededor del Atrio.
Más que algo espontáneo, en el fondo, parecía existir cierta premeditación detrás. Como una organización que al final se salió de control.
—Hay algo más. Los chicos estaban hablando...
—¿Acerca de qué?— interrogó Hermione, interesada.
—Oh, ¡Te echo tanto de menos en el trabajo! Lo sabrías si hubieras estado ahí— se lamentó Susan, y agachó la cabeza, jugando ansiosamente con el paquete de galletas, fallando al abrirlo. Hermione se lo arrebató de las manos, desgarró la envoltura y se lo devolvió.
—Susan, ¿Qué oíste?
—Antes de venir aquí...— comenzó y luego se detuvo, como si creyera que era mala idea continuar.
—Estás asustándome, dime, ¿Qué pasa?
Susan la tomó de las manos. Por fortuna, nadie les prestaba atención, la mayoría ansiosos por irse.
—Escuché algo...— murmuró, su voz distaba de su acostumbrada seguridad—, no lo sé con certeza, pero alguien mencionó que asesinaron a alguien, en medio del caos de la mañana.
Hermione se congeló, intentando dar sentido a aquella confidencia.
El ministerio siempre demostró poseer control, incluso si no era dirigido de la forma correcta la mayoría de las veces. Prueba de ello, el estricto manejo con que lidiaron hasta entonces con la ley matrimonial. Lo que Susan afirmaba no tenía ninguna clase de sentido.
—¿Crees qué es verdad?
—Es un rumor— dijo Susan, metiéndose una galleta a la boca—. No podemos fiarnos de...
Hermione se levantó y tomó su abrigo, preparada para buscar a Harry de una vez por todas.
—¿Qué importa? Los rumores siempre tienen algo de verdad y esta espera está volviéndome loca.
—¿Irás a buscarlo ahora?
—Sí, eso mismo haré— decretó Hermione.
Sin permitirle más palabras de consuelo, o cualquier cosa que pudiera retenerla más tiempo, Hermione se despidió de ella con un rápido beso en la mejilla, pidiéndole que no se marchara hasta que Justin pudiera recogerla y, por supuesto, no sin antes prometerle no hacer nada arriesgado en su búsqueda de Harry.
Dándose prisa, recorrió el pasillo que la separaba de la oficina de aurores, en el camino, intentando prestar atención a las murmuraciones de los magos y brujas, algunos demasiado disparatados como para ser tomados en cuenta. Cinco minutos más tarde, adentrándose entre los diversos cubículos de aurores, al verlo, al final de una larga hilera de escritorios, Hermione volvió a respirar tranquila.
Él charlaba con al menos cinco aurores más, todos ellos muy serios. Al verla, Thomas, de pie al lado de Harry, chocó su hombro con el suyo y señaló en su dirección. Harry volvió la cabeza, y sus miradas se encontraron.
Durante un segundo, Hermione consideró que quizás debía irse. Luego de verlo y reconocer el alivio en sus ojos, sabía que estaba bien y no planeaba distraerlo de su trabajo. Durante todo el día pudo ver aurores yendo y viniendo en todas direcciones.
Moviendo los labios, Harry le pidió esperar, mientras escuchaba las últimas indicaciones del que debía ser su escuadrón. Sin remedio, Hermione regresó sobre sus pasos al pasillo. Diez minutos después, varios aurores pasaron a su lado, con las chaquetas echadas al hombro y una expresión exhausta. Al final, siendo los últimos, Thomas y Harry.
—Duerme todo lo que puedas— le aconsejaba Thomas, mientras desprendía los primeros botones de su camisa—. Te veré mañana. Adiós, Hermione.
Ella respondió con un amable cabeceo y lo miró marcharse. Harry se detuvo frente a ella y tan pronto lo tuvo cerca, cediendo a sus impulsos, Hermione lo abrazó por el cuello con fuerza, mientras él hundía el rostro entre sus revueltos cabellos.
—¿Hermione?
—No vuelvas a hacer algo tan estúpido como eso, te lo prohíbo.
—¿Eh?
Acurrucándose contra su cuello, Hermione aspiró su aroma por unos segundos, recuperando su entereza.
—¿Estás bien?— le preguntó ella sin separarse del todo. Sus manos inspeccionaron su rostro, en busca de cualquier señal de daño.
—Sí, sólo necesito descansar. Fue un día largo— respondió Harry y dejó un rápido beso sobre sus labios.
Ella habría retrocedido. Al tenerlo tan cerca, no presentando nada más que no fueran muestras de extremo cansancio, la indignación volvió y Hermione dudaba mantenerse serena, sobre todo si él seguía comportándose con tanta naturalidad.
Sin notarlo, Harry la sostuvo por el brazo, avanzando un par de pasos que Hermione se negó a dar, permaneciendo estática en su lugar.
—¿Qué ocurre?
—¿Es tan fácil para ti?— lo cuestionó Hermione, soltándose.
—¿Qué cosa?
—Hacerme a un lado siempre— espetó Hermione—. La primera vez, en casa, pude pasarlo por alto... ¡Pero he alcanzado un límite!
Harry maldijo por lo bajo. Después de todo, sí que sabía lo que vendría.
—¿Qué se suponía que hiciera? Es parte de mi trabajo, no el tuyo, contrario a lo que creas estás ayudándome así, alejándote de...
—¿Del peligro?— completó Hermione y contra todo pronóstico, río—. Hemos estado aquí antes, más veces de las que podríamos contar, ¿Qué más necesitas para saber que puedo con esto? No necesito que me defiendas, o que me hagas a un lado pidiéndole a Levi que me arrastre lejos. No soy débil, te lo he demostrado, ¿Por qué sigues apartándome?
—Merlín...— suspiró Harry, masajeando su cuello con las manos.
—No será fácil que me hagas a un lado eternamente, lo sabes bien, ¿Verdad?
Harry asintió sin pestañear.
—Sí, pero puedo intentarlo, sobre todo si algo no te incumbe.
—¿Crees que a ti sí? Esta ley nos somete a todos, no únicamente a ti. Lo siento, pero tu papel siendo el Elegido terminó hace años.
Él parecía ofendido, incluso si no había mentira alguna en las palabras de Hermione.
—Nunca busqué eso, sabes bien que no...
—Sé cuánto lo detestabas— reconoció Hermione, teniendo la necesidad de explicarse—. Sin embargo, ese sentido del deber sigue latente en ti.
—Es mi trabajo, ¿No es cierto?— gruñó Harry—. Básicamente, es mi deber, a diferencia de ti, el tener que ayudarme siempre.
—Te equivocas— rebatió Hermione, luchando por mantenerse serena, de lo contrario, Harry estallaría—. Cuando me casé contigo, prometí estar ahí, para ti, ¿No es eso cumplir con mis votos matrimoniales?
—¿Siempre encuentras un argumento?— la cuestionó él, pero su expresión, aunque cansina, se suavizó.
—Si es necesario.
Ninguno retrocedería. Incluso si Hermione reconocía cierta validez en sus argumentos. Estaba cansada de rendirse y acceder, solo para complacerle y mantenerse en buenos términos como su mejor amiga. Era diferente ahora.
Cómo su esposa, debía comenzar a comportarse como tal y, si guiarlo podía considerarse como algo primordial, lo haría con mayor firmeza que durante su adolescencia.
—¿Por qué es tan complicado discutir contigo?
—¿Eso crees? ¡Puedo asegurarte que soy un reflejo de tu propia necedad, Harry Potter!
—Lo único en lo que no somos compatibles, ¿eh?
Hermione no permitió que su intento de broma la distrajera.
— Evidentemente, no estoy haciéndote ningún favor, si eso crees— siguió ella luego de unos segundos—. Quiero lo mejor para ti, porque eres mi compañero de vida, tómalo como un acto desinteresado. Además, mi trabajo también recae en resolver lo que sea que esté sucediendo, ¿No crees que es innecesario intervenir en la vida profesional del otro?
—No planeo...
—Estoy segura de que no— río Hermione, sintiéndose especialmente confiada.
Marcar sus límites debía ser un buen comienzo para un matrimonio funcional.
—Bien, tú ganas— accedió Harry, quien parecía haber probado algo desagradable—, pero estás de acuerdo en que aquello no significa ponerte en riesgo innecesariamente, ¿Verdad?
—Completamente— le aseguró Hermione, pero no se sentía completamente satisfecha. Más que aceptarlo, Harry parecía haberse resignado a su tenacidad.
Posiblemente, al notarlo, él se atrevió a sujetar una de sus manos. Hermione retrocedió, más no lo soltó por completo.
—Sé lo poderosa que eres, lo capaz que puedes llegar a ser— comenzó Harry—, pero esto es diferente, durante la guerra no podía hacer nada por protegerte, porque mi vida era un constante peligro, por eso era fácil asimilar que al final del día, si bien tú y Ron podían echarme de menos, no debía aspirar a una vida larga. Ahora, por otro lado, no hay un Voldemort detrás de mí, estoy casado, contigo para variar, tengo esto, una familia, a ti. No quiero perder eso arriesgándote.
—No lo harás. Puedo con esto, podemos hacerlo juntos— garantizó Hermione, evitando mirar a otro lado—. Te he ayudado siempre, ¿No es así? ¿Por qué cambiaría?
Harry apartó la mirada.
—Eres la única familia que tengo— susurró él y el corazón de la chica se hundió.
—No te pido que te mantengas al margen, solo que no te arriesgues a menos que sea necesario. Déjame hacer mi trabajo.
—En ese caso, yo haré el mío.
—Hermione...
—No te dejaré y nada me ocurrirá— continuó ella, sujetando sus manos—, no planeo poner en riesgo a nuestra familia, no lo hagas tú, ¿De acuerdo?
—Haré lo posible.
—Bien, solo necesito saber que confías en mí y, si bien no deseo que ocurra, si existe una próxima ocasión... Déjame ser parte de esto.
—Te mantendrás a salvo— insistió Harry, pero al notar su semblante, su mirada se suavizó—. No quiero discutir.
Hermione sonrió. Habría sido desconsiderado reclamarle más cosas en un día como ese. Más tarde, quizás.
—No lo hacemos. Solo estoy dejando en claro lo que no permitiré de nuevo.
—Eres tan terca...
—Ya me conoces. Ahora, ¿Vamos a casa?
Sin miramientos, lo tomó del brazo y juntos echaron a andar por el largo pasillo.
—Estaba tan preocupada por ti.
—Puedo imaginarlo, pero fue solo una distracción, nada grave en realidad, o al menos, eso creemos— le dijo Harry, deteniéndose unos pasos antes de abordar el ascensor—. Comenzaremos una investigación interna, van a investigarnos, a todos nosotros, pero hay algo que debes saber...
—¿Algo más significativo que una manifestación en pleno Atrio del ministerio?
Harry asintió.
—Ya me lo parecía.
—Nadie se arriesgaría a tanto por tan poco— continuó Harry, callándose cuando dos magos de ondeantes túnicas pasaron por su lado. Aguardando el silencio prudente, no habló hasta que volvieron a hallarse solos.
—¿Cuáles son sus intenciones entonces?— preguntó Hermione y se le ocurrió que podía preguntarle la verdad detrás de lo que Susan había escuchado, pero se detuvo.
—Creíamos que solo eran alborotadores, sin embargo, más tarde... — el volumen de la voz de Harry disminuyó, convirtiéndose en un susurro—, descubrimos a los sujetos que estuvieron en casa, muertos en sus celdas. No habían sido trasladados a Azkaban todavía, sino hasta pasada su audiencia, y ahora...
Hermione se cubrió la boca con la mano. Si bien no los conocía de nada, la idea se le ocurría siniestra.
—¿Deseaban callarlos?
—Suponemos que tenían información importante, más de las que debieron planear antes de su arresto. Querían deshacerse de ellos. No eran la gran cosa, solo criminales de poca monta, con delitos menores, al menos hasta antes de entrar a nuestra casa.
—Antes de que fueran llevados a Azkaban o dijeran más de lo que debían necesitaban asegurarse que no dirían nada, ¿No es cierto? Cualquier posibilidad resultaba poco conveniente.
— Quizás— reflexionó Harry, su mirada se perdió en la pared—. De todas formas, no habían sido cooperativos durante los interrogatorios, si sabían algo, no lo dijeron.
—Su lealtad no sirvió, de todas formas— sentenció Hermione—. A quien quiera que estén protegiendo, no pudieron importarle menos. Ni siquiera estoy segura que solo sea una persona, sino algo más grande.
Harry estaba de acuerdo.
—Si los han callado, no hay más pistas que seguir, además de buscar su origen o la razón por la que estuvieron en casa. Sea un movimiento surgiendo, o solo alguien moviendo los hilos...
—La gente está enojada, solo necesitan que alguien sea lo suficientemente valiente para hacer algo— murmuró Hermione, ensimismada. Harry torció los labios y elevó su mentón.
—No deberías seguir leyendo eso— le advirtió.
Ella adivinó de dónde provenía su inconformidad. Su lectura favorita de la última semana no agradó a Harry desde que George la recomendó abiertamente.
—¿Por qué?
Harry metió las manos en sus bolsillos y, pareciendo impasible, se encogió de hombros.
—Esos hombres, cuando los trajimos aquí, no paraban de repetir palabras sin sentido, hablando de alguna especie de bien mayor. Si bien no mencionaron ni un solo nombre, entre sus cosas, encontramos muchos artículos de ese tipo, algunos de los que te he visto leer a ti, ¿Entiendes? Lemaire está vuelto loco en su búsqueda por asegurar que la lealtad de todos los empleados está aquí.
Hermione miró en otra dirección.
— Es fácil influir en las personas. Dumbledore lo decía, las palabras son capaces de muchas cosas, comienzo a creer que es cierto.
—Es diferente. Yo lo leo para informarme, para tener una opinión crítica, no para dañar personas, o asesinarlas.
Harry la tomó gentilmente de los hombros.
—Sé que eres brillante, lo suficiente para conocer todos los lados de esta historia, pero, si solo un par de artículos han llevado a esto, ¿Qué más podría causar? ¿Qué tanta influencia puede tener?
Al mirarlo, Hermione sabía lo que él estaba pensando. Que todos aquellos motines y protestas, si tiraban lo suficiente de los hilos, los conducirían a Egan Sayre.
—Lo descubriremos— aseguró Hermione, prometiendo ser imparcial buscó su mano, enlazando sus dedos—. Mi perspectiva del asunto seguirá siendo crítica.
—De cualquier forma, no deberías hablarlo más, no aquí. ¿Estás bien?— preguntó Harry de repente, volcando su atención a ella.
—Lo estaré cuando esto termine.
Él no agregó nada. Con tantas cosas en las que pensar, ninguno se encontraba dispuesto a charlar más.
Pero Hermione sabía, incluso si no tenía certeza de cómo, que las respuestas se hallaban cerca. Aquel debía ser el encanto de los secretos, nunca se mantenían siéndolo por mucho tiempo.
•ווווווווווווווווווו×
Su paciencia nunca había sido perfecta, sobre todo si Edith Finch se encontraba poniéndola a prueba a cada oportunidad.
La mañana no podía ser mejor. Con tanto por hacer, Hermione ni siquiera cuestionó el ser requerida. Pertenecer al Departamento de Seguridad Mágica incluía a todos por igual: oficina de aurores y, los que como Hermione, se encargaban de la investigación de magos oscuros. Si bien todavía no era claro si perseguían a sujetos de tan alto perfil, sus acciones lo indicaban.
Los días eran duros y, por las noches, cuando Hermione leía apasionadamente acerca de aquel osado autor recomendado por George, mientras Harry dormía, sus horas de sueño pasarían con rapidez antes de que pudiera darse cuenta. Sin embargo, continuaba sin respuestas certeras.
Mientras más lo leía, más interesada se sentía por conocer su identidad.
Por quinta vez en la mañana, Edith pasó por su lado. Su penetrante mirada clavándose en su espalda era lo de menos, sin embargo, al alejarse un par de metros, encontrándose y volviendo por el pasillo con otra bruja de corto cabello negro, las murmuraciones y risas que siguieron amenazaron con hacerla perder los estribos.
Nuevamente, Hermione se tranquilizó. Su trabajo era más importante... Más importante que Edith Filch y su estúpida actitud. Oh, Merlín, ¿Lo era?
—Deberías buscar por ahí— dijo Edith minutos más tarde, al entrar a la pequeña oficina en que almacenaban la mayor parte de documentos, con un montón de gruesas carpetas flotando detrás de ella, que dejó caer a su lado—. Oh, y aquí está el resto.
La punta de su varita señalaba una hilera de carpetas en el archivero, que Hermione ya había revisado. El espacio se volvía asfixiante con ella a su lado.
—Lo sé porque conozco la forma en que el señor Lemaire trabaja y aprecia la prontitud. Llevas toda la mañana aquí, ¿No es así, Granger?
Hermione respiró hondo antes de responder.
—Qué considerada— dijo, y pretendió no recaer en su presencia, tarea difícil, con Edith tan cerca—. Lo siento, ¿Quieres algo más? Sé buscar bien yo sola y el espacio aquí es pequeño.
Edith rió entre dientes, más no se movió.
—Escuché que estuviste ahí ayer, cuando todo sucedió— comentó y entonces, Hermione entendió de dónde venía su interés.
—Sí.
—Debió ser terrible estar rodeada de tantas personas como esas.
La castaña soltó el documento en sus manos, y la miró sobre su hombro. Edith le devolvió un aleteo de pestañas que falló al ocultar sus intenciones.
—¿Cómo esas?— repitió Hermione.
—Oh sí, con esa clase de malos modales, peleando y despotricando así, por tonterías.
—¿Te lo parece?— inquirió Hermione, enfadándose más con cada segundo que pasaba.
—Claro, como salvajes, ¿No crees? Una escena de tan mal gusto.
—Son personas, como tú y como yo que solo están desesperadas. Puedo entender que no quieran ceder, casarte con un desconocido o perder toda tu magia, ¿Hay una elección verdadera?
—¿Cómo tú y yo?— murmuró Edith, haciendo un mohín de desagrado—. No, más bien me parecen egoístas, ¿Por qué no ayudar a nuestra sociedad? Además, tú estás casada, con un muy buen hombre para variar y yo, lo haré pronto.
Ante todo pronóstico, Edith levantó su mano y le mostró el reluciente anillo en su dedo con auténtico orgullo.
—¿Paul Knight?
Al escuchar el nombre de su prometido, la chica asintió radiante. Al parecer los rumores eran ciertos. No podía haber nadie más frívolo que el uno para el otro.
—Eso te hace superior, ¿Según tú?
La radiante sonrisa en sus labios se evaporó, siendo reemplazada por una agria mueca.
—Por supuesto— respondió Edith de todas formas, recomponiéndose —. Me considero una buena ciudadana, si así quieres verlo, no una alborotadora miembro del rebaño.
—Piénsalo si te hace sentir mejor, eso no cambia la verdad. ¿Quién sabe? Si la asignación no existiera, posiblemente te encontrarías en su posición.
Edith miró ansiosamente hacia atrás, al pasillo, esforzándose para mantener las apariencias.
—Pero lo hace— insistió Edith y una despreciable sonrisa apareció en sus labios—. La suerte estuvo a mi favor.
— Aún así, sé que nunca los entenderías— sentenció Hermione desinteresada y se volvió a sus deberes, ignorándola.
Ambas se mantuvieron en silencio y, justo cuando Hermione creía haberse librado de su irritante presencia, Edith volvió a arremeter, apoyando una mano sobre el escritorio. Sus largas uñas rozaron la superficie.
—¿Tú sí? ¿Los entiendes?— su mirada recayó en su anillo de bodas y se echó a reír—, vamos, linda, sé que no quiero ser ellos para entenderlos— finalizó, fingiéndose escandalizada.
—No, tienes razón— respondió Hermione, tajante—. Ni siquiera estando en su lugar entenderías, como muchas otras cosas. Personas como tú, ¿Conocen la empatía? ¿O todo se trata sobre ti siempre?
Al darle la espalda y alejarse unos pasos al archivero, Edith demoró un par de segundos en procesar sus palabras; al hacerlo, se colocó detrás de Hermione y tomándola del brazo le hizo encararla. Sus labios temblaban.
—Deja de pretender que eres bondadosa y caritativa— siseó maliciosamente—. Te casaste con Harry Potter, ¿Cómo puedes venir y hablar acerca de lo terribles que son los privilegios?
Su mirada la recorrió, sin ocultar su desprecio. Hermione sacudió la cabeza, sonriendo cansinamente.
—Por supuesto, existían mejores prospectos para él y aún así te eligió, deberías estar agradecida con esta maravillosa ley por existir, de lo contrario... ¿Qué habría pasado contigo?
Sus palabras carecían de valor, afectando muy poco a Hermione al responder:— Habría trabajado tan duro como lo hago ahora. No todos piensan como tú, ¿Qué sería del mundo si fuese así?
Hermione disfrutó enormemente verla quedándose sin argumentos, tanto como simultáneamente creyó que estaba perdiendo su tiempo al discutir.
—Si estás insultándome...
—¿Te lo parece?
Edith enrojeció de ira y la sujetó del brazo.
—Estás tomándome por idiota.
Delicadamente, Hermione se deshizo del agarre y, reuniendo su paciencia, respondió: —En esta vida existe más que solo el valor que te dé el casarte con un hombre rico, y si crees que ese es el tuyo y todo cuánto eres se basa en tu esposo, quizás tienes razón, debería sentirme agradecida de no pensar como tú, porque, sin esta maravillosa ley, como la has llamado tú, ¿Tendrías otra aspiración más allá de ser la esposa de Knight? Te ha dado algo en lo que ocupar tu mente, si lo haces alguna vez, ¿No es cierto?
—Hermione Granger eso es tan... Eres una... ¡Eres peor de lo que creía!— resopló Edith, luchando por mantenerse serena. Parecía estar a punto de perder los estribos, incluso si lucía indecisa, posiblemente, considerando si realmente había sido ofendida.
Luego, algo cambió. Su furioso semblante dio paso a una repentina calma.
—Debería avergonzarte— murmuró Edith, haciendo un mohín— ¿Cómo puedes siquiera hablar así? Es aterrador como te refieres a una crisis como esta, ¿Así es como piensa una de las protegidas del ministro de magia? ¿Es eso lo que piensas del gobierno para el que trabajas? Es como si te encontraras de su lado— aunque sonrió, su expresión amenazante delataba sus intenciones—. A Kingsley le disgustaría tanto saber esto, ¡Podría comenzar diciéndoselo yo misma al señor Lemaire!
Por primera vez, Hermione titubeó, no por sus amenazas, sino por su falta de discreción. Sabía cuán peligroso era exteriorizar pensamientos tan íntimos con la persona equivocada, en especial con Cygnus Lemaire tan interesado en castigar a cualquiera con lealtades cuestionables.
—Esto no tiene nada que ver con eso. Hablo de ti, y tu carencia de decencia humana— rebatió Hermione y justo cuando recibiría una respuesta, la figura detrás del cuerpo de Edith la detuvo.
—No entiendo que vería Harry en ti como para casarse contigo, ¡Si tan solo supiera lo aterradores que son tus pensamientos jamás se habría casado contigo! — prosiguió Edith ante su silencio, echándose el cabello hacia atrás y, en el proceso, casi golpeando con este el rostro del mismo Harry, apoyado en la puerta.
El espacio se volvió el doble de reducido.
—Te sorprenderían la cantidad de cualidades que encuentro en ella— susurró la voz de él—. Mi Hermione es realmente talentosa. La persona más brillante en la habitación.
Tan solo escucharlo, Edith palideció.
—H... Harry...— tartamudeó, intentando suavizar el tono de su voz, volviéndola tan aguda como usualmente era para el resto.
—¿Hay algo aquí de lo que esté perdiéndome?— siguió Harry, colocándose frente a ambas, sus manos se mantuvieron en sus bolsillos, pero su aspecto distaba de ser amable.
—No... Solo una conversación, sobre... Solo hablábamos, ¿Verdad?
—Oh, sí— río Hermione sin ser cortés—. Edith estaba exponiéndome sus interesantes puntos de vista.
—No es eso lo que me pareció escuchar al acercarme— rebatió Harry y dirigió una gélida mirada a Edith que habría intimidado a cualquiera.
—¿Y qué escuchaste?— indagó Hermione, incapaz de no sonreír cuando Harry se colocó a su lado y le echó un brazo por encima de los hombros.
—Solo una conversación llena de estupideces— contestó Harry y discretamente se inclinó hacia Edith, dejando de sonreír y viéndose intimidante, susurró:— No quiero escucharte hablándole así a mi esposa otra vez, Finch.
Edith apenas se movió, tan desconcertada como nunca antes. Finalmente, luego de tartamudear vagas palabras asintió y se alejó por el pasillo, con el sonido de sus tacones perdiéndose detrás de sus pasos. Harry soltó a Hermione y se apoyó en la puerta, la cual se cerró bajo su peso.
—Honestamente... Eso no hacía falta— pronunció Hermione, sonriendo a Harry de todos modos—, no puedo negar que esa chica es una completa arpía. Susan habría amado esto.
—¿Ah sí? Hacia mucho que no te veía con esa expresión. No fue difícil adivinar que no te gustaba lo que te decía.
—¿Qué expresión?
La boca de Harry se curvó en una sonrisa juguetona.
—Cuando peleabas con Lavender y Parvati, por ejemplo. La misma.
—Oh— dijo Hermione, avergonzada al recordar sus arranques juveniles—. Por aquel entonces eran solo tonterías, fui una chica bastante tonta. ¿Quién sabe? Podríamos haber sido buenas amigas si no hubiésemos estado llenas de prejuicios.
—¿Te lo parece?
— No había razón para competir entre nosotras, incluso si así lo creíamos en su momento. Ellas tenían su personalidad, yo la mía, solo éramos adolescentes.
—Eso suena razonable— aprobó Harry, pero luego su expresión se volvió seria y agregó:— ¿Ella te dijo algo más? Te dije que fueras cuidadosa, cada cosa que digamos es importante.
—Estoy segura que no entendió la mitad de lo que le dije, el resto lo adivinó.
—Sé que nunca te agradó, puedo entender la razón.
Abandonando su sitio, Harry se aseguró que la puerta no se abriría y caminó hacia ella, empujando con sus dedos las líneas formándose en su frente al fruncir el ceño. Hermione meneó la cabeza con disgusto.
—No es sin motivo, es solo que tiene valores cuestionables— dijo y comprendió lo extraño de su situación, con ambos encerrados en aquel polvoso lugar— ¿Por qué decidiste intervenir? ¿Por qué estás aquí siquiera? Ella nunca te ha hecho nada, al contrario, estoy segura que habría saltado sobre ti suplicándote que pidieras su mano.
—No hace falta.
—¿A qué te refieres?
—A qué eres mi esposa. Ella pretendía dañarte, escuché su amenaza, y eso es todo lo que necesito para saber que no me agrada y por tanto no debo ser amable con alguien que quiera lastimarte.
—Lealtad— pronunció Hermione y lo besó delicadamente en los labios—. Eres simplemente encantador, ¿Lo sabías?
—¿Merezco una recompensa, señora Potter?
Riendo, Hermione tiró de su camisa en su dirección, besándolo. Inconscientemente, Harry la rodeó con los brazos y, antes de que ella pudiera comprender lo que sucedía, apartó los documentos de la mesa, sentándola sobre esta.
Algunas carpetas cayeron al piso, pero a ninguno le importó. Sus besos no parecían ser suficientes. Primero estos fueron lentos, pero tan pronto los minutos pasaron, la temperatura en aquel diminuto espacio pareció elevarse con la misma intensidad que sus besos.
Las manos de Harry, hasta entonces estáticas se posaron sobre sus muslos, subiendo indiscriminadamente la tela de su falda, deseoso por ascender y descubrir lo que se escondía debajo.
—No deberíamos...
Su respiración entrecortada no ayudó a hacerles creer que todavía tenía un poco de cordura y, mucho menos, cuando Harry le besó la mejilla, luego la oreja y finalmente, descendió por su cuello. Deseando todo lo contrario a lo que hizo, Hermione se alejó y colocó un dedo sobre sus labios.
—No sabes cuánto lo deseo. Ahora mismo, aquí, ¿Qué importa?— murmuró Harry; su mano rozaba los botones de su escote, deshaciéndose de dos, cuando iba por el tercero, Hermione lo detuvo.
—¿Aquí?
—Justo aquí— reafirmó Harry, como si no pudiera soportarlo más—, solo abre las piernas y...
Su rostro se calentó y miró a otro lado, tan avergonzada como motivada al escucharlo. definitivamente, no es algo que imaginó que su mejor amigo le diría alguna vez. Al mirarse, justo cuando Hermione obedecía y separaba las piernas, el ruido de voces provenientes del exterior los devolvió a la realidad.
Podrían haber insonorizado el lugar, pero, iluminada por una ráfaga de cordura, Hermione recordó su discusión con Edith. No necesitaba más murmuraciones.
—Quizás más tarde, en casa— repuso, su voz temblaba cuando bajó de la mesa, acomodándose la ropa—. Deberíamos volver al trabajo.
—¿Deberíamos?
—¿Tenemos opción?
—Sí que la tenemos— insistió Harry, casi suplicante— ¿No te parecería excitante?
—Sí— respondió ella, porque ciertamente lo era—, pero no sucederá hoy, ¿Quién sabe? Otro día podemos intentarlo, por otro lado, cuando estemos en casa esta noche...
Él gruñó, pero sus ojos se iluminaron por la esperanza. De mala gana, arreglaron su ropa y, besándose castamente una última vez, Harry abrió la puerta.
••
Nunca había deseado que el reloj corriera más rápido como ese día. Que las manecillas se movieran de una vez y marcaran el final de una larga jornada.
La mano de Harry sosteniendo la suya ardía y la innegable impaciencia demostrada por él al conducirla en menos tiempo del habitual a casa dejaba en claro que no había olvidado su promesa.
Tan pronto se encontraron de pie en el recibidor oscuro, bastó solo una mirada. La tensión entre ambos los atrajo como imanes.
La firmeza de las manos de Harry sosteniéndola, o mejor dicho, inmovilizándola, guío sus movimientos, retrocediendo mientras se besaban. Al llegar al salón, él le soltó las manos y ella se sostuvo de sus hombros, empujándolo hacia abajo para que él se sentara sobre el sofá. Harry obedeció y su cabeza se recostó en el respaldo.
—Esperé todo el día para esto.
—¿Ah sí?
Invitándola acercarse y que dejase de hablar, Harry tiró de ella, sentándola sobre su regazo mientras ella le rodeaba con las piernas. Su palma presionó firmemente sus muslos, subiendo por sus caderas.
Asimismo, su boca encontró la piel justo debajo de su oreja, y comenzó a dejar un rastro de besos cálidos y sugerentes por su cuello. Su cuerpo reaccionó instintivamente, disfrutando de la humedad de los labios de Harry.
—Mmm...— murmuró Hermione en aprobación, cuando sus dientes rozaron su piel—. Esto es...
—¿Te gusta? Quería hacerte esto en aquel armario, pero has sido tan moralista.
Los dedos de Harry desabotonaron los primeros botones de su escote indiscriminadamente, contrastando con su ofendida expresión.
—Pue... puedes ahora.
—Sí que lo haré.
Al momento siguiente, Harry envolvió su brazo alrededor de su cintura y la recostó sobre su pecho, levantando su falda un par de centímetros, apenas revelando lo que se escondía debajo de la tela, pero que resultó perfectamente visible para él, mientras Hermione luchaba ansiosamente por deshacerse de la hebilla de su cinturón.
Ninguno parecía contar con la suficiente paciencia como para detenerse en los agradables juegos previos.
Riendo ante su impaciencia, Harry la tomó del mentón con una mano, como si analizara a detalle a la nueva Hermione frente a él.
—Mi dulce y adorable esposa.
El tono de su voz no guardaba ninguna relación con sus palabras, aparentemente inocentes. Parecía ser más como parte de su reconocimiento a su osada actitud, conforme con la nueva versión de su mejor amiga a la que hasta hace poco no tenía acceso.
Tal vez fueron las palabras, o la forma en que Harry la miró, como si sus ojos pudieran atravesarla mientras la mantenía sobre su regazo, pero Hermione experimentó la misma exaltación por la que él debió pasar por la tarde. Hermione reconoció que, a diferencia de Harry, no poseía aquella envidiable capacidad de autocontrol. Apartó su rostro de su agarre y su mano, abierta sobre su pecho, se arrastró hacia abajo y continuó con su ardua tarea. Él no lo impidió, al menos hasta que Hermione intentó deshacerse de su propia ropa.
—Esto puede quedarse— la frenó, empujando de su escote hacia abajo—, luego sonrió y tiró de su falda, hasta que esta terminó enredada alrededor de sus muslos; después, sus manos continuaron un corto camino hacia abajo—, y esto de aquí también, si lo hacemos a un lado.
El hecho de que ambos todavía llevaran ropa puesta hacía todo el doble de excitante. No sería Hermione quien lo detendría de cumplir sus deseos, no por segunda ocasión en el día.
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Solo esperaba que las cosas volvieran a la normalidad.
Siendo relativamente nueva, resultaba lógico que no tuviese tantas tareas importantes a su cargo. En su antiguo puesto, con su jefe conociendo sus habilidades, Hermione encabezó la mayoría de los proyectos.
Comenzar de nuevo, de cero, le gustaban tan poco. Equilibrando su mano, su varita apuntó hacia atrás, a la larga pila de archivos siguiéndola, como había hecho por la última media hora. Comenzaba a ser difícil mantener la concentración.
Sin embargo, a lo lejos, como un enviado celestial distinguió la espalda de Levi. Trabajando en el mismo departamento, se encontraban con más frecuencia.
Todavía poco familiarizada con cada dependencia a la que debía ir, creyó que un poco de ayuda no vendría mal. Sobre todo si la pedía a un amigo.
Manteniendo sus pasos firmes, se apresuró a su encuentro.
—Es una suerte que estés aquí— suspiró Hermione al alcanzarlo y solo entonces, pudo ver que no estaba solo.
Estando de espaldas fue fácil creer que no había nadie acompañándolo. Sin embargo, oculta detrás de las columnas se encontraba alguien más. Hermione casi dejó caer su varita.
Habiéndola escuchado, Levi se dio la vuelta. Frente a él, se hallaba una joven, posiblemente uno o dos años mayor, de corto cabello negro y atractivo rostro ovalado. Sus ojos, de largas pestañas y un claro color azul recayeron en Hermione.
La expresión sombría en Levi se suavizó al verla.
—Lo siento, creí que estabas... Pensé que podrías ayudarme, pero será más tarde.
—Ella ya se iba, de todos modos— dijo Levi tajantemente. La joven miró en otra dirección, sin apenas mostrar una emoción ante su rechazo.
—Al parecer así era— río fríamente la mujer, quien parecía carecer de expresión—. Bien, me iré si eso quieres.
—Debería irme— titubeó Hermione y antes de que pudiera darse la vuelta y abandonar la incómoda situación a toda prisa, Levi la sostuvo del brazo, manteniéndola en su lugar.
—Te ayudaré, querida— la tranquilizó afectuosamente, ignorando a la joven—. Ya que estás aquí, quiero presentarte a Caitlyn Byrne.
—Un gusto, soy...
—Hermione Granger— se adelantó Caitlyn en reconocimiento y estrecharon sus manos.
La castaña cada vez entendía menos. Previéndolo, Levi carraspeó y colocó una mano detrás de la espalda de Hermione antes de continuar.
—Vamos a casarnos en un par de meses.
Hubo algo en su voz que relentizó la comprensión de Hermione, considerándolo como una de sus tantas bromas. Sin embargo, no lo era.
—¿Casarte?— preguntó Hermione, su voz sonó vacía. Por algún motivo desconocido, su tono fue menos apacible de lo que esperaba, ¿Qué podía hacer? Siempre catalogó a Levi exento de cumplir con aquella fatídica ley, hasta entonces.
Lo que hacía todo irreal.
—Sí, la asignación no iba a esperarme por siempre, ¿No es así?— bromeó Levi, pero su expresión rígida se mantuvo.
Hermione meneó la cabeza y forzó una sonrisa.
—En ese caso, felicidades— murmuró, sorprendiéndose por lo falsa que su voz sonaba. Quizás, todo se debía a la sorpresa.
—¿Es realmente una buena noticia?— dijo Caitlyn para sí misma.
—Ella solo está siendo amable— gruñó Levi. Hermione comenzaba incomodarse y deseó, más que nunca, que él dejara de tocarla frente a su prometida.
Caitlyn lo ignoró, apretó sus labios, pintados de un pálido color rosa, y se volvió a Hermione.
—De cualquier forma, eres la primera en decírnoslo— comentó Caitlyn, mirando a Levi con lo más parecido al desprecio—. Fue agradable conocerte, Hermione.
Sin despedirse de él, dedicó a la castaña una cortés sonrisa y se alejó por el pasillo. Su costosa túnica oscura, a la distancia, la hizo parecer el doble de atractiva.
—Ella es...
—Una pesadilla— completó Levi, quien extrañamente parecía cohibido.
—No iba a decir eso.
—Bien, yo sí, ¿Te ayudo con eso?
Señaló con un cabeceo los documentos tambaleándose detrás de ella y sin esperar una respuesta, lo hizo.
—¿A dónde ibas?
Hermione respondió distraída, explicándole porque necesitaba su ayuda, sin poder dejar de mirarlo. Qué extraño encuentro. Levi siempre se mostró atento, al menos con ella, de modo que no se explicaba de dónde provenía su apatía por Caitlyn.
—¿Qué ocurre entre ustedes? Sé que esta ley es difícil, pero pareces detestarla.
—No solo lo parezco— río Levi, echando a andar.
Trotando para alcanzarlo, Hermione consideró toda clase de posibilidades, pese a sentir cierta pena por la joven.
—Quita esa cara o pensaré que estás celosa— tarareó Levi, echándole una mirada brillante sobre el hombro— ¿Lo estás? Lo siento, querida, esto pasaría alguna vez.
—No digas tonterías— replicó Hermione ofendida, negándose a mirarlo—. Solo me ha causado curiosidad tu reacción.
—Lástima.
—Así que... Vas a casarte, finalmente— siguió ella, su interés fue más fuerte.
— Finalmente— repitió Levi con amargura —. Qué alegría.
—¿Lo es? Pareces muy infeliz.
—Ya sabes lo que pienso respecto al matrimonio.
—La conocías, ¿De antes?
Levi se detuvo abruptamente en mitad del pasillo, obligándola a hacer lo mismo para no chocar.
—¿Por qué tienes tanto interés?
—Es solo curiosidad.
Resoplando, respondió de mala gana.
—Por supuesto, a su familia. Es una estúpida casualidad que ella haya sido mi resultado, comienzo a creer que la asignación está trucada.
—Puedo suponer que no se agradan— reflexionó Hermione.
—A mis padres sí, su familia conoce bien a la mía, y ella es rígida, frívola y bastante aburrida, ¿No es eso algo espantoso?
Hermione colocó una mano sobre su brazo.
—Vas a casarte con ella, deberías conocerla mejor— sugirió y aunque la idea le parecía un consejo que no quería dar, sonrió de todos modos. Levi merecía ser feliz.
Como él no respondió, ella no insistió, al menos hasta que llegaron a su destino.
—Esa pobre chica está en las mismas circunstancias que tú— insistió, mordiendo sus labios—. No seas duro con ella y conócela. Si van a casarse, es mejor hacerlo ahora.
—¡No quería casarme con ella!— exclamó Levi, perdiendo la paciencia, que luego se obligó a recuperar, sonriendo avergonzado— ¿Por qué tendría que resignarme? ¿Se supone que sea un prometido afectuoso ahora?
Hermione sostuvo su brazo con firmeza.
—No, pero sé cuan amable y encantador puedes llegar a ser, eso no debería ser un problema para ti, ¿No es así? Si das todo de ti y no funciona, al menos lo habrás intentado. Ayúdense mutuamente.
—No siento nada por ella— replicó él, rascándose la mejilla—, no sé cuan buen mentiroso creas que soy, pero fingir sentimientos que no siento no es algo que domine bien.
— Aún así... Lo que quiero decir es que deseo que tengas una buena vida, que seas feliz en medio de todo esto.
—Querida, lo que sucedió contigo y con Potter, no es una regla general que aplique a todos— él también sostuvo su mano—. No todos tenemos la misma suerte.
— Entonces, ¿Por qué accediste? La asignación solo te da sugerencias, más no te obliga a elegirla, ¿Por qué harías eso si la odias?
—Por eso mismo, ¿Habría cambiado de ser cualquier otra persona? Cualquier matrimonio, para mí, no funcionaría. Demostrar mi odio por la ley, casándome con alguien a quien también odio es mi acto de rebeldía; no sucumbiré como todos, que han visto esto como algo estúpido y romántico.
No había palabras para responder. Notándolo, Levi buscó su mirada, flexionando las rodillas.
—No pretendía ser desconsiderada contigo, lo siento.
Él suspiró, sabiendo que fue severo. Sus dedos trazaron figuras en el dorso de su mano.
—No, yo lo siento. Intentaré hacer de esto lo más llevadero posible, incluso si sé que no funcionará. Aceptaré tu consejo, ¿Eso te gustaría?
—Solo si lo haces como un favor a ti mismo.
—Nunca puede ganarse contra ti, ¿No es cierto, querida?
Levi la miró fijamente, sacudió la cabeza y luego señaló la oficina al final del corredor.
—Es ahí a dónde vas.
•וווווווווווווווווווו
Todo a su alrededor parecía extraño. Voces indistintas, ruidos lejanos, movimientos mecánicos. Sabía que no era el momento apropiado, pero sus pensamientos iban y venían.
Temiendo parecer desconsiderada, enfocó su mirada en Víktor. Aplazó por días encontrarse con él, demasiado ocupada para hacerlo, pero ahora que él volvía a su país, merecían despedirse.
—¿Sucede algo?— Víktor detuvo su conversación, escudriñando su aspecto—. Pareces distraída.
—¿Distraída, dices?
—¿Es por Harry?
Ella le miró sin entender.
—¿Harry?— repitió. Su nombre sonó tan fuera de lugar y, ciertamente, no estaba pensando en él.
Víktor río.
—Vaya, parece que, por primera vez, eso es un no.
Ansiosa, Hermione se apartó el cabello del frente.
—Desde que llegamos aquí has estado físicamente presente, pero tu mente parece estar en otro sitio.
No había resentimiento en su voz, pero la llenó de culpa.
—Solo pienso en la locura de mi país— se disculpó, mintiendo a medias—. He estado leyendo, cosas que no debería, supongo, y las he encontrado muy interesantes. No puedo evitar no simpatizar un poco con todos los lados.
—Ciertamente, los ingleses siempre han sido extraños, incluso con toda esa preocupación en tu cabeza, ¿Me lo dirás?
—¿Qué cosa?
—Lo que te preocupa.
Hermione mordió sus labios. Las personas a su alrededor no les prestaban atención, después de la última hora, la presencia de Viktor Krum en el lugar dejó de causar sensación.
—Es sobre un periodista del que sé apenas el nombre y mucho menos sobre su vida, si es que cuenta con tiempo libre en el que no esté despotricando contra el ministerio, pero sus artículos, debo admitir, son buenos.
—¿Quién es?
— Egan Sayre, según parece, escribe para el Evanescent Weekly, es un periodico nuevo, ¿Lo conoces?
—Sayre— repitió Viktor, reflexivo—, me parece haber escuchado de sus escritos, atrevidos y picantes.
—¿Lo conoces?
—Por lo que sé ese nisiquiera es su nombre— respondió Viktor—. Bastante astuto. Cualquiera que escriba algo como eso debería tener un seudónimo.
—Estoy tan perdida como antes, si no es que más.
—Si realmente te interesa, contactar con el periodico sería un buen acercamiento.
—¿Yo? ¿Alguien que trabaje para el ministerio? Puedo imaginar cómo terminará eso.
—Veré que puedo hacer por ti.
Se sentía más abierta mientras Víktor tomaba su café, desde que podía recordar, era bueno escuchando.
A Harry no le gustaba su lectura de los últimos días, pero tampoco la prohibió. Hermione creía que temía admitir que George tenía razón respecto a los perniciosos artículos.
—Lo que importa aquí es, ¿Qué opinas tú?
—Estoy dividida— admitió cautelosa, moviendo la cuchara en su taza con un movimiento de su dedo—. Cada lado tiene sus razones, válidas la mayoría y, de todos modos, ¿Qué importa mi opinión? No cambiaría nada.
—¿Eso crees? Los grandes cambios empiezan desde cero, algunos surgen en una mente brillante y echan raíces hasta convertirse en algo trascendental.
Ella no estaba muy convencida.
—El aleteo de las alas de una mariposa...
—Puede sentirse al otro lado del mundo— completó Hermione, comprendiendo. Viktor sonrió.
—Lo que quiero decir, Herrmione, es que crees tu propio criterio y sea al que sigas.
Todavía abrumada por los acontecimientos del día, dando vueltas en su mente, asintió torpemente. Cada vez se sentía más cansada.
—Te sienta bien estar casada— comentó Víktor, obligado a alimentar su conversación, al menos por ese día.
—Gracias por venir a la boda— dijo ella en su lugar, y apretó su mano sobre la mesa, soltándolo luego— ¿Vendrás más seguido?
—Si me recibes tú, intentaré hacerlo tanto como pueda.
De un sorbo, Víktor bebió todo el contenido de su taza y agarró su túnica, puesta sobre el respaldo de la mesa.
—Debo irrme, Herrmione.
—Viktor...— ella lo frenó antes de que pudiera levantarse, acaba de ocurrírsele algo— ¿Puedes ayudarme?
—Lo que sea para ti.
—Necesito información sobre un par de personas— su voz tembló ante lo que diría después, pero se mantuvo firme—. Fueron asesinados, en el ministerio, casi nadie lo sabe, pero necesito saber quiénes eran. Es delicado que esté buscando esta información independientemente, así que...
—Seré cuidadoso.
En una servilleta, Hermione garabateó los nombres como si fueran un pecado y lo deslizó sobre la mesa. Víktor la dobló, guardó en su túnica y ambos se levantaron.
— Cuídate, Víktor.
Cuando él abrió los brazos, ella no dudó y lo abrazó cálidamente.
—Te mantendré al tanto— le prometió él. Dejó un par de galeones en la mesa y se despidió una última vez dejando un casto beso en su mejilla, mientras Hermione volvía a su asiento.
Esperaba encontrar respuestas. Si bien deseaba volver a casa, sintiéndose poco sociable luego de tantas interacciones, su día no había concluído.
Consultando el reloj mágico colgado en la pared del local, comprobó que tenía al menos quince minutos antes de que Luna llegara. De modo que, al sacar de su bolso su ociosa lectura de días, cuya primera página había sido mágicamente alterada para parecer cualquier periódico ordinario, perdió la noción del tiempo.
Antes de lo imaginado, Luna se encontraba frente a ella, sentándose en el lugar que Víktor había ocupado. Ambas se saludaron afectuosamente.
—Pareces tan desorientada— fue lo primero que su amiga le dijo. Hermione comenzaba a creer que era verdad.
Lo que no tenía sentido, teniendo en cuenta el enorme peso que Víktor quitó de sus hombros.
—Ha sido un largo día— admitió Hermione, bebiendo su té.
—Oh, y pálida, para variar, no estás embarazada, ¿O sí?
Hermione tosió, dándose ligeros golpecitos en el pecho. Mientras Luna ordenaba, por primera vez, sopeso la posibilidad.
En cuánto el camarero se alejó, serpenteando entre las mesas, la castaña se inclinó hacia su amiga.
—¿Es posible? Quiero decir, no, no lo creo.
Luna se río por lo bajo.
—No conozco con detalles tu vida sexual con Harry, de modo que no...
Hermione deseó cubrirle la boca con las manos. La cantidad de personas cerca le ponían los nervios de punta.
—Sé que es posible— habló entre dientes, con el rostro enrojecido—. Simplemente, sé que no lo estoy.
—Me desanima que estés tan segura— se lamentó Luna, desbaratando entre sus dedos una crujiente galleta horneada— ¿El sexo entre ustedes es malo?
Luna no era silenciosa al hablar, inclusive teniendo un tono de voz tan suave. Deseando esconderse debajo de la mesa, Hermione se forzó a mantener la compostura.
—No quise decir... Bien, no hemos sido cuidadosos la mayoría de las veces hasta ahora, pero no lo creo, si bien decidimos que debíamos... Poner manos a la obra con "eso", no pienso que haya funcionado todavía.
Hubo un corto silencio cuando él camarero volvió y se marchó.
—Eso hace todo más grave, si me entiendes— opinó Luna, agregando leche y azúcar a su taza como si hablaran del clima.
—¿Por qué?
—Porque no estaban haciéndolo por cumplir con la ley, sino porque ambos lo desean, valora tú la gravedad de eso. No me malinterpretes, ¡Me encanta que estén juntos! Solo pienso que sería bueno si hablan de todo lo que esperan para su matrimonio, es real ahora, ¿No es cierto?
La castaña se cubrió el rostro con las manos, mirando a su amiga a través de sus dedos.
—Sé que no ha habido una declaración de amor y no la necesito. Estoy segura de lo que sentimos.
—Lo sé y es encantador, pero no olvides cuál es el propósito de esta ley. No puedes evitarlo por siempre, Hermione. Fijen lo será por la ley y lo que es real, eso ayudará mucho, ¡Sobre todo si están enamorados!
Pero Hermione mentía. Sí que había pensado en ello. Segura estaba de lo que ella sentía; admitió amar a Harry, pero no se lo dijo aún, y él tampoco lo hizo.
También, pensó en lo poco que hablaron sobre el embarazo. Sí, existían pequeños comentarios, algunas menciones y mucha participación de ambos para tener un bebé, pero jamás lo hablaron como un propósito tangible a cumplir.
¡Había tanto en lo que pensar! Definitivamente, deberían esforzarse más y, finalmente, como una verdad absoluta, Hermione lo comprendió. Debía embarazarse pronto.
•וווווווווווווווווווו
El sol había caído cuando Hermione llegó a casa. En sus brazos, cargaba con cinco libros de portadas repletas de dibujos y títulos absurdos. Todos ellos, libros sobre maternidad.
Deteniéndose en medio del salón, de camino a su habitación, se encontró con Harry, quien parecía una estatua. Estando de espaldas a ella, Hermione sonrió y se acercó cautelosamente.
—¿La correspondencia?— preguntó al ver lo que él sostenía en sus brazos, besó su mejilla y dejó los libros a un lado. Teniéndola cerca, Harry volvió a moverse y bajó la mano.
Si bien no ocultó el papel que momentos atrás sostenía, tampoco parecía cómodo cuando Hermione lo leyó. Algo en su estómago se revolvió al leer el remitente.
Habría resultado imposible mantenerse impasible. Sus dedos temblaban cuando lo depositó cuidadosamente de vuelta a su lugar. Era una carta o, mejor dicho, una invitación.
Ninguno dijo nada por largos minutos. Entonces, incómodo, Harry fijó la vista en sus libros y al ver las portadas, carraspeó.
—Esto... ¿Tienes hambre?— preguntó.
Hermione no contestó, ni se movió. No lo hizo cuando Harry la besó ligeramente en la comisura de los labios y tampoco reaccionó cuando él se alejó a la cocina alegando que prepararía la cena.
Permaneció quieta, sin saber qué debía hacer. Había regresado. Ginny. Su letra, su nombre y sus palabras resultaban extrañas plasmadas en papel.
Ella los felicitaba por su boda y no solo eso, les invitaba a su fiesta de compromiso en pocos días.
Lentamente, los labios de Hermione se curvaron en una agria sonrisa. Ella siempre volvería.
Continuidad
No requería que nadie la defendiera. Si debería repetirlo, lo haría. Harry no la detendría eternamente.
La molestia de Hermione persistió por largos segundos, lo que no mejoró al presenciar la inquietud colectiva que se respiraba en el ascensor, durante cada piso, cada que alguien bajaba, el resto se mantendría expectante, esperando no encontrar en el próximo destino un tumulto similar al que se apoderaba del Atrio en esos momentos.
Todavía agobiada por la imagen de Harry rodeado de tantas personas, Hermione no pudo más que resignarse. Aquel era un viaje sin retorno, al menos hasta que las cosas volvieran a la normalidad.
Decidiendo redirigir su impotencia, se volvió hacia Levi, plantado a su lado, y se sacudió bruscamente su brazo de encima.
—¿No debiste quedarte ahí y ayudar?
—Eso hacía— respondió él, había una pizca de ironía en su voz—, hasta que te vi.
Le habría gustado dar un paso lejos de él como muestra de su malhumor, pero habiendo tantas personas alrededor, no pudo más que fijar la vista al frente, a tiempo para vislumbrar cómo las rejas se abrían y dos magos de largas túnicas salían presurosamente del ascensor, esquivando a las personas que intentaban entrar, retenidas por los aurores, sordos a sus peticiones.
Inclusive si hubiese preferido no hacerlo, Hermione enfocó su mirada en todos, con expresiones bañadas en incertidumbre, sin entender qué sucedía. Algunos, rostros desconocidos y otros... Al fondo, de pie entre dos viejos magos rozándole continuamente el rostro con sus sombreros, alto y confundido, resaltando entre todos como una pieza fuera de lugar se hallaba Neville Lomgbottom, sosteniendo contra sí a una menuda chica de largo cabello castaño, cuya cabeza apenas le rozaba el mentón.
—¿Neville?— su nombre escapó de los labios de Hermione, avanzando al frente sin importarle empujar a las personas a su alrededor, aferrándose a las rejas, levantando una de sus manos para que su amigo pudiera verla.
La mirada de Neville, antes perdida recayó en ella, y el alivio le bañó el rostro.
—¡Hermione!— exclamó él de vuelta, imitando sus acciones al precipitarse hacia adelante. No le resultó difícil posicionarse al frente y, justo cuando intentaba alcanzarla con la mano, los aurores lo empujaron de vuelta a la multitud.
— Déjelos subir— pidió Hermione, intentando llamar la atención de los aurores, totalmente inexpresivos. Cómo última esperanza, mostró la identificación en su pecho—, me haré cargo de ellos.
Ambos aurores se miraron y, tras una corta reflexión, negaron con la cabeza, manteniendo las rejas cerradas. Súbitamente, al avanzar desde el fondo del ascensor, Levi terminó cubriendo a Hermione casi por completo con su cuerpo al intentar ser visible.
—Yo me haré cargo— dijo, interpretando el mismo papel que los otros, tan serio como pocas veces. Hizo una leve inclinación de cabeza hacia sus compañeros, reafirmando sus palabras.
El debate interno legible en las miradas de los aurores pareció eterno desde la perspectiva de Hermione. La gente afuera comenzaba a impacientarse y el ascensor no se mantendría estático eternamente.
Por suerte, con un rápido movimiento, abrieron las rejas y Neville y la chica, dando tumbos, abordaron con éxito en el último instante. A tiempo para que el elevador diera una sacudida y se moviera intempestivamente hacia atrás.
Levi hizo retroceder a Hermione tomándola por los hombros, asegurando espacio a Neville y su acompañante.
—¿Qué haces aquí?— fue lo primero que Hermione preguntó.
—Yo... Nosotros...— balbuceó Neville, sin entender qué sucedía.
Lentamente aflojó el agarre de su brazo alrededor de la joven, que reapareció de entre su pecho. Su rostro sonrosado recordaba a una fresa y sus ojos, del mismo color de su cabello, grandes y expresivos, se posaron en Hermione por una milésima de segundo. Después, al notar su cercanía con Neville, ambos se soltaron instantáneamente y sus mejillas se llenaron de color.
—Esto... es toda una locura— continuó Neville, despabilándose, mientras Hermione observaba su interacción con perspicacia.
—Lo sé, pero, ¿No deberías estar en el colegio?— preguntó Hermione, todavía extrañada por su presencia en el Ministerio. Sutilmente, Levi apretó su hombro, como si le advirtiera. Oh, tan absorta como se encontraba, pasó por alto deliberadamente la voz resonante en el ascensor, anunciando cada piso en el que se detenían, el de Neville: El Departamento de Registros Mágicos.
Era evidente.
—Me he tomado un par de horas— le explicó Neville de todos modos, siendo lo suficientemente amable, y se volvió a la chica, que aguardaba en silencio—, por cierto, ella es... Marion Dowell, mi... Mi prometida.
Incluso si ya lo suponía, escucharlo directamente de Neville hizo todo real. La chica, Marion, se recordó la castaña, era bastante bonita. Poseía un atractivo suave, cálido, quizás proveniente de sus ojos, amables y brillantes, pero también, había inteligencia en su manera de mirar. Por inercia, sabiendo que debía recuperarse, Hermione extendió su mano como saludo.
No debía y sabía que posiblemente pensarlo era lógico, algo natural, pero seguía sintiéndose, de alguna manera, culpable. La imagen de Hannah Abbott reaparecía una y otra vez en su mente.
—Mucho gusto, Hermione Granger— se presentó y, aunque deseó corregirse, todavía poco acostumbrada al "Potter" acompañando su nombre, permaneció en silencio.
—Neville habla mucho de sus amigos, aunque, tratándose de ti, no necesitas presentación— respondió Marion, su voz, también suave, tranquilizó a Hermione, lo suficiente para reír por sus palabras.
—No quiero decir que... Lo siento, eso ha sido tan descortés, no quería decir que...
—Tranquila, luego de la guerra, la fama no es algo de lo que pueda deshacerme, incluso si lo intento— dijo Hermione—. Por otro lado, felicidades.
—Debíamos apresurarnos a registrarnos— siguió Neville, nervioso, como si deseara justificarse— ¿Y Harry?
La preocupación reapareció. Así como su concentración en lo que sucedía alrededor, como Levi, cuyas manos aún la sujetaban.
—Él... Se quedó abajo, controlando está locura, como todos los aurores.
La mirada de Neville se posó en Levi y luego en Hermione, quien se alejó de este.
—El Atrio y las chimeneas están bloqueadas, deberán esperar un poco antes de abandonar el ministerio— comentó Levi, tan desinhibido como siempre—. A menos, claro, que consigan una chimenea libre.
Hermione carraspeó.
—Oh, sí, él es... Levi Agoney.
—Mucho gusto— dijo Marion, estrechando su mano.
Levi sonrió a ambos.
—Por cierto, felicidades.
—Sobre la chimenea...— dijo Neville, tentativamente— ¿Estás seguro que no han bloqueado todas?
—No podría asegurarlo.
—Imposible— rebatió Hermione, pensativa—. Si conoces a alguien con una en su oficina podría...
Neville y Hermione se miraron, hablando al mismo tiempo al pronunciar:— Kingsley.
— Será difícil que consigas llegar a él con todo esto, pero puedes intentarlo, no te lo negará. Apresúrate— aconsejó Hermione.
El ascensor volvió a detenerse, Neville comenzaba a impacientarse.
—¿Estarás bien?— preguntó, dirigiéndose a su nueva prometida.
—Claro, necesitas volver al colegio— respondió Marion. El intercambio entre ambos denotaba la incomodidad de los primeros encuentros.
—Bien, yo... Nos veremos después, hasta la próxima y, ¡Muchas gracias! — exclamó Neville. Se movió inquietamente sin saber cómo actuar y finalmente, desistiendo, abandonó el ascensor con rapidez.
El silencio que siguió a su partida fue denso y difícil de llenar. Hermione podía imaginarse lo extraña que Marion debía sentirse.
—¿Trabajas aquí?— curioseó Hermione, sin idea de que más podría decir.
Marion parecía aliviada. Un par de segundos después, al bajar todos del ascensor en el mismo piso, la respuesta quedó implícita.
—Oh, en realidad, estaba trabajando en el ministerio francés, por un tiempo— contestó esta, mientras todos se alejaban de las personas, caminando por el pasillo—. Siempre me apasionó el trabajo de campo, pero ahora... Me adaptaré bien. Poco después de llegar, mientras buscaba trabajo e intentaba arreglar mi vida, con la asignación, conocí a Neville.
—Todo saldrá bien. Generalmente, incluso si cuesta, todo encuentra su camino— le aseguró Hermione. Mientras más hablaba con ella, más se convencía de que era genuinamente agradable.
—Sí, bueno, es mi primer día aquí.
—Mal día para comenzar— bromeó Levi, haciéndolas reír—. Volviste aquí por la ley, ¿Cierto?
La joven asintió.
—Como todos— dijo Hermione, recordando su propio regreso al país.
Por fortuna, Marion no se veía afectada.
—Es algo que quería hacer, de todos modos, el proceso solo se apresuró. Me quedaré aquí y después veremos cómo vamos a organizarnos, con Neville en el colegio, es complicado. ¿Qué hay de ustedes? Sabía que muchos de los héroes de la guerra trabajaban aquí, pero no esperaba conocerte en persona, Hermione.
—Soy bastante nueva, también— le informó Hermione y no mentía—. Tuve un ascenso recientemente, antes de la boda.
Marion miró al suelo.
—Sé que he pedido mucho, pero, soy tan novata como puedo serlo y no tengo idea de dónde se supone que debo presentarme.
—¿Qué tal un recorrido? Te llevaré yo misma— prometió Hermione.
—Eso me encantaría y... Felicidades, por la boda y el ascenso.
—Lucía hermosa, debiste verla. Nunca había visto a una novia tan encantadora—aseguró Levi súbitamente. Mario río, pero dirigió una mirada a ambos y luego, recayó en el anillo en la mano de Hermione.
Creyendo saber lo que podía llegar a pensar, teniendo en cuenta la constante cercanía de Levi y sus múltiples halagos, intentó adelantarse a responder antes de que algo más escandaloso saliera de la boca de su amigo.
—Lo siento, no sabía que... ¿Están casados?— preguntó Marion y luego, como si se reprendiera por cuestionar algo evidente, sonrió apenada—. Neville apenas mencionó... Felicidades, de todos modos.
Levi se río con ganas, y le echó un brazo encima a Hermione, rodeando sus hombros.
—Él solo está bromeando— gruñó Hermione y lo empujó—. En realidad, me casé con Harry. Soy Hermione Potter ahora, al parecer.
—¿Debería llamarte así? Lamento tanto haber...
—No, llámame de cualquier manera. Fue solo un mal entendido y a Levi le encanta bromear, ¿No es cierto?— siseó Hermione.
—Lo adoro, sí— coincidió Levi, cruzando los brazos—. Por mucho que me hubiese gustado que fuera realidad.
El bochorno invadió a Marion, sin saber, como Hermione, cómo debía actuar luego de aquella confusión. Le sorprendía que alguien pudiera creer que entre ella y Levi existía algo más que una peculiar amistad.
—Qué suerte. Cásarte con tu mejor amigo debió ser reconfortante.
—Sí, lo es— afirmó Hermione, sonriendo abiertamente—. Supongo que más tarde te lo presentaré. Ahora que te casarás con Neville, podrías venir a casa a cenar, a veces hacemos eso, si no te importa, claro.
—Eso me encantaría— respondió Marion, quien parecía encantada e incluso, más relajada—. Comenzar de cero luego de años lejos... Eso me gustaría, gracias.
Finalmente llegaron al final del pasillo. Marion se detuvo, admirando los diversos cubículos y oficinas por largos segundos, luciendo tan confundida como afirmaba.
Hermione se volvió hacia Levi, golpeándole el costado con el codo.
—¿Qué fue eso?— exigió saber, hablando en un susurro.
—¿El qué?
—¡Eso! Tus comentarios.
Levi se río y respondió:— No he dicho nada que fuera mentira, ¿Te molestó? No era mi intención, lo siento.
Hermione lo observó entrecerrando los ojos. Estaba segura de que mentía, o eso esperaba.
—No quiero que las personas se lleven una impresión equivocada, estoy casada ahora, ¿Ves?— dijo Hermione y levantó su mano, mostrando su anillo.
Él levantó ambas manos entre ambos.
—¿Qué impresión se llevarían? Solo somos amigos, ¿No es así?— indagó Levi, inclinándose cerca. Hermione retrocedió torpemente y carraspeó.
—Da igual lo que piensen— farfulló ella. Últimamente no habría nadie que pensara algo positivo de ella y mucho menos de Harry. Al recordarlo, sujetó el brazo de Levi ansiosamente.
—¿No deberías ir y ayudarlos? Quizás Harry necesite...
—Haré eso justo ahora, solo quería cerciorarme de que no harías nada estúpido, estoy seguro que ni Potter ni yo podríamos habernos concentrado contigo cerca.
Ofendida, Hermione lo empujó de vuelta al pasillo, animándolo a marcharse.
—¡Solo ve!
—¿Té quedarás aquí?
Toda clase de posibilidades se le ocurrían y en todas ellas, la preocupación que sentía por Harry era apenas soportable.
—Sí, lo haré. Ahora ve y haz tu trabajo.
—Bien, ayudaré a tu amado esposo, querida.
Levi sonrió, trotando antes de que Hermione pudiera empujarlo de nuevo y se alejó de vuelta al ascensor.
Por primera vez desde que la ley matrimonial cambiara sus vidas, una breve esperanza surgió en Hermione. Dividiéndose luego al considerar el peligro en el que Harry se encontraba.
No importaba cuán de acuerdo estaba en lo detestable que la ley matrimonial era; trabajaba para el ministerio y cualquier pensamiento fuera de lugar era peligroso. Lo mejor sería guardar sus opiniones y esperar a que Harry estuviera bien.
—¿Vamos?— preguntó Hermione a Marion, quien aguardaba por ella.
•ווווווווווווווווווווו
Pasaban de las cuatro cuando Susan fue a buscarla, en sus manos, sostenía dos vasos y un solo paquete de galletas, que dejó encima del escritorio de la castaña.
— Recién he podido usar el ascensor— le dijo, mientras le ofrecía uno de los vasos que contenía lo que resultó ser café. Educadamente, Hermione dio un sorbo y luego lo dejó de lado.
—¿Eso quiere decir que podemos salir de aquí?
—Si pasas a los aurores custodiando cada chimenea, sí— respondió Susan, haciendo una mueca al probar el café—, Merlín, detesto esto.
—¿Por qué lo compraste entonces?— preguntó Hermione distraída, su mente se hallaba lejos, al igual que durante todo el día.
—¿Has escuchado que los ingleses toman únicamente té? Pensé que era estúpido generalizar, ahora veo porque es cierto.
—Como muchas otras cosas— comentó Hermione y una idea acudió a su mente — ¿Crees que todo esto terminó? Si están dejando que las personas se vayan, ¿Debería buscar a Harry?
Sin esperar una afirmación, Hermione se levantó de su asiento, tan intempestivamente que tuvo que sujetarse de este para no caer cuando su vista se nubló. Los brazos de Susan la devolvieron a su asiento, estabilizando su cuerpo.
—¿Estás bien?
—Sí, solo estoy preocupada. No sé nada de Harry desde la mañana.
Susan la soltó y volvió a sentarse.
—¿Qué hay de Levi? ¿Lo has visto? Él debe saber algo.
Hermione negó levemente. Aquello tampoco ayudaba.
—Me trajo aquí, por petición de Harry, y luego se marchó de nuevo.
Susan se mantuvo en silencio, pensativa. Si bien encontrarse juntas ya era toda una ventaja, siendo los empleados del ministerio los únicos que podían moverse, yendo de un departamento a otro, no garantizaba que todo estuviera bajo control.
Su amiga leyó su expresión con astucia.
—¿Qué sucede? ¿En qué estás pensando?— inquirió Susan.
—Allá abajo, estaban diciendo toda clase de cosas. Sobre nosotros, también. Cuando llegamos, se refirieron a nuestro matrimonio como algo despreciable.
— Últimamente, cualquiera que esté casándose lo es.
—¿Tú estás bien? ¿Llegaste antes de que esto comenzara?
Susan asintió.
—Por suerte sí. De todos modos, Justin me recogerá, esto no le ha gustado ni un poco.
—A nadie, fue tan sorpresivo.
—Estaban furiosos— coincidió Susan—. Todos ellos. Nadie esperaba que volvieran a intentar algo aquí, incluso, al final, un par de empleados se unieron a sus protestas, nadie sabe qué pasará con ellos.
—¿Han reconocido a todos? Dudo que alguien no se haya marchado en medio del caos— reflexionó Hermione, recordando la cantidad de personas que se reunieron alrededor del Atrio.
Más que algo espontáneo, en el fondo, parecía existir cierta premeditación detrás. Como una organización que al final se salió de control.
—Hay algo más. Los chicos estaban hablando...
—¿Acerca de qué?— interrogó Hermione, interesada.
—Oh, ¡Te echo tanto de menos en el trabajo! Lo sabrías si hubieras estado ahí— se lamentó Susan, y agachó la cabeza, jugando ansiosamente con el paquete de galletas, fallando al abrirlo. Hermione se lo arrebató de las manos, desgarró la envoltura y se lo devolvió.
—Susan, ¿Qué oíste?
—Antes de venir aquí...— comenzó y luego se detuvo, como si creyera que era mala idea continuar.
—Estás asustándome, dime, ¿Qué pasa?
Susan la tomó de las manos. Por fortuna, nadie les prestaba atención, la mayoría ansiosos por irse.
—Escuché algo...— murmuró, su voz distaba de su acostumbrada seguridad—, no lo sé con certeza, pero alguien mencionó que asesinaron a alguien, en medio del caos de la mañana.
Hermione se congeló, intentando dar sentido a aquella confidencia.
El ministerio siempre demostró poseer control, incluso si no era dirigido de la forma correcta la mayoría de las veces. Prueba de ello, el estricto manejo con que lidiaron hasta entonces con la ley matrimonial. Lo que Susan afirmaba no tenía ninguna clase de sentido.
—¿Crees qué es verdad?
—Es un rumor— dijo Susan, metiéndose una galleta a la boca—. No podemos fiarnos de...
Hermione se levantó y tomó su abrigo, preparada para buscar a Harry de una vez por todas.
—¿Qué importa? Los rumores siempre tienen algo de verdad y esta espera está volviéndome loca.
—¿Irás a buscarlo ahora?
—Sí, eso mismo haré— decretó Hermione.
Sin permitirle más palabras de consuelo, o cualquier cosa que pudiera retenerla más tiempo, Hermione se despidió de ella con un rápido beso en la mejilla, pidiéndole que no se marchara hasta que Justin pudiera recogerla y, por supuesto, no sin antes prometerle no hacer nada arriesgado en su búsqueda de Harry.
Dándose prisa, recorrió el pasillo que la separaba de la oficina de aurores, en el camino, intentando prestar atención a las murmuraciones de los magos y brujas, algunos demasiado disparatados como para ser tomados en cuenta. Cinco minutos más tarde, adentrándose entre los diversos cubículos de aurores, al verlo, al final de una larga hilera de escritorios, Hermione volvió a respirar tranquila.
Él charlaba con al menos cinco aurores más, todos ellos muy serios. Al verla, Thomas, de pie al lado de Harry, chocó su hombro con el suyo y señaló en su dirección. Harry volvió la cabeza, y sus miradas se encontraron.
Durante un segundo, Hermione consideró que quizás debía irse. Luego de verlo y reconocer el alivio en sus ojos, sabía que estaba bien y no planeaba distraerlo de su trabajo. Durante todo el día pudo ver aurores yendo y viniendo en todas direcciones.
Moviendo los labios, Harry le pidió esperar, mientras escuchaba las últimas indicaciones del que debía ser su escuadrón. Sin remedio, Hermione regresó sobre sus pasos al pasillo. Diez minutos después, varios aurores pasaron a su lado, con las chaquetas echadas al hombro y una expresión exhausta. Al final, siendo los últimos, Thomas y Harry.
—Duerme todo lo que puedas— le aconsejaba Thomas, mientras desprendía los primeros botones de su camisa—. Te veré mañana. Adiós, Hermione.
Ella respondió con un amable cabeceo y lo miró marcharse. Harry se detuvo frente a ella y tan pronto lo tuvo cerca, cediendo a sus impulsos, Hermione lo abrazó por el cuello con fuerza, mientras él hundía el rostro entre sus revueltos cabellos.
—¿Hermione?
—No vuelvas a hacer algo tan estúpido como eso, te lo prohíbo.
—¿Eh?
Acurrucándose contra su cuello, Hermione aspiró su aroma por unos segundos, recuperando su entereza.
—¿Estás bien?— le preguntó ella sin separarse del todo. Sus manos inspeccionaron su rostro, en busca de cualquier señal de daño.
—Sí, sólo necesito descansar. Fue un día largo— respondió Harry y dejó un rápido beso sobre sus labios.
Ella habría retrocedido. Al tenerlo tan cerca, no presentando nada más que no fueran muestras de extremo cansancio, la indignación volvió y Hermione dudaba mantenerse serena, sobre todo si él seguía comportándose con tanta naturalidad.
Sin notarlo, Harry la sostuvo por el brazo, avanzando un par de pasos que Hermione se negó a dar, permaneciendo estática en su lugar.
—¿Qué ocurre?
—¿Es tan fácil para ti?— lo cuestionó Hermione, soltándose.
—¿Qué cosa?
—Hacerme a un lado siempre— espetó Hermione—. La primera vez, en casa, pude pasarlo por alto... ¡Pero he alcanzado un límite!
Harry maldijo por lo bajo. Después de todo, sí que sabía lo que vendría.
—¿Qué se suponía que hiciera? Es parte de mi trabajo, no el tuyo, contrario a lo que creas estás ayudándome así, alejándote de...
—¿Del peligro?— completó Hermione y contra todo pronóstico, río—. Hemos estado aquí antes, más veces de las que podríamos contar, ¿Qué más necesitas para saber que puedo con esto? No necesito que me defiendas, o que me hagas a un lado pidiéndole a Levi que me arrastre lejos. No soy débil, te lo he demostrado, ¿Por qué sigues apartándome?
—Merlín...— suspiró Harry, masajeando su cuello con las manos.
—No será fácil que me hagas a un lado eternamente, lo sabes bien, ¿Verdad?
Harry asintió sin pestañear.
—Sí, pero puedo intentarlo, sobre todo si algo no te incumbe.
—¿Crees que a ti sí? Esta ley nos somete a todos, no únicamente a ti. Lo siento, pero tu papel siendo el Elegido terminó hace años.
Él parecía ofendido, incluso si no había mentira alguna en las palabras de Hermione.
—Nunca busqué eso, sabes bien que no...
—Sé cuánto lo detestabas— reconoció Hermione, teniendo la necesidad de explicarse—. Sin embargo, ese sentido del deber sigue latente en ti.
—Es mi trabajo, ¿No es cierto?— gruñó Harry—. Básicamente, es mi deber, a diferencia de ti, el tener que ayudarme siempre.
—Te equivocas— rebatió Hermione, luchando por mantenerse serena, de lo contrario, Harry estallaría—. Cuando me casé contigo, prometí estar ahí, para ti, ¿No es eso cumplir con mis votos matrimoniales?
—¿Siempre encuentras un argumento?— la cuestionó él, pero su expresión, aunque cansina, se suavizó.
—Si es necesario.
Ninguno retrocedería. Incluso si Hermione reconocía cierta validez en sus argumentos. Estaba cansada de rendirse y acceder, solo para complacerle y mantenerse en buenos términos como su mejor amiga. Era diferente ahora.
Cómo su esposa, debía comenzar a comportarse como tal y, si guiarlo podía considerarse como algo primordial, lo haría con mayor firmeza que durante su adolescencia.
—¿Por qué es tan complicado discutir contigo?
—¿Eso crees? ¡Puedo asegurarte que soy un reflejo de tu propia necedad, Harry Potter!
—Lo único en lo que no somos compatibles, ¿eh?
Hermione no permitió que su intento de broma la distrajera.
— Evidentemente, no estoy haciéndote ningún favor, si eso crees— siguió ella luego de unos segundos—. Quiero lo mejor para ti, porque eres mi compañero de vida, tómalo como un acto desinteresado. Además, mi trabajo también recae en resolver lo que sea que esté sucediendo, ¿No crees que es innecesario intervenir en la vida profesional del otro?
—No planeo...
—Estoy segura de que no— río Hermione, sintiéndose especialmente confiada.
Marcar sus límites debía ser un buen comienzo para un matrimonio funcional.
—Bien, tú ganas— accedió Harry, quien parecía haber probado algo desagradable—, pero estás de acuerdo en que aquello no significa ponerte en riesgo innecesariamente, ¿Verdad?
—Completamente— le aseguró Hermione, pero no se sentía completamente satisfecha. Más que aceptarlo, Harry parecía haberse resignado a su tenacidad.
Posiblemente, al notarlo, él se atrevió a sujetar una de sus manos. Hermione retrocedió, más no lo soltó por completo.
—Sé lo poderosa que eres, lo capaz que puedes llegar a ser— comenzó Harry—, pero esto es diferente, durante la guerra no podía hacer nada por protegerte, porque mi vida era un constante peligro, por eso era fácil asimilar que al final del día, si bien tú y Ron podían echarme de menos, no debía aspirar a una vida larga. Ahora, por otro lado, no hay un Voldemort detrás de mí, estoy casado, contigo para variar, tengo esto, una familia, a ti. No quiero perder eso arriesgándote.
—No lo harás. Puedo con esto, podemos hacerlo juntos— garantizó Hermione, evitando mirar a otro lado—. Te he ayudado siempre, ¿No es así? ¿Por qué cambiaría?
Harry apartó la mirada.
—Eres la única familia que tengo— susurró él y el corazón de la chica se hundió.
—No te pido que te mantengas al margen, solo que no te arriesgues a menos que sea necesario. Déjame hacer mi trabajo.
—En ese caso, yo haré el mío.
—Hermione...
—No te dejaré y nada me ocurrirá— continuó ella, sujetando sus manos—, no planeo poner en riesgo a nuestra familia, no lo hagas tú, ¿De acuerdo?
—Haré lo posible.
—Bien, solo necesito saber que confías en mí y, si bien no deseo que ocurra, si existe una próxima ocasión... Déjame ser parte de esto.
—Te mantendrás a salvo— insistió Harry, pero al notar su semblante, su mirada se suavizó—. No quiero discutir.
Hermione sonrió. Habría sido desconsiderado reclamarle más cosas en un día como ese. Más tarde, quizás.
—No lo hacemos. Solo estoy dejando en claro lo que no permitiré de nuevo.
—Eres tan terca...
—Ya me conoces. Ahora, ¿Vamos a casa?
Sin miramientos, lo tomó del brazo y juntos echaron a andar por el largo pasillo.
—Estaba tan preocupada por ti.
—Puedo imaginarlo, pero fue solo una distracción, nada grave en realidad, o al menos, eso creemos— le dijo Harry, deteniéndose unos pasos antes de abordar el ascensor—. Comenzaremos una investigación interna, van a investigarnos, a todos nosotros, pero hay algo que debes saber...
—¿Algo más significativo que una manifestación en pleno Atrio del ministerio?
Harry asintió.
—Ya me lo parecía.
—Nadie se arriesgaría a tanto por tan poco— continuó Harry, callándose cuando dos magos de ondeantes túnicas pasaron por su lado. Aguardando el silencio prudente, no habló hasta que volvieron a hallarse solos.
—¿Cuáles son sus intenciones entonces?— preguntó Hermione y se le ocurrió que podía preguntarle la verdad detrás de lo que Susan había escuchado, pero se detuvo.
—Creíamos que solo eran alborotadores, sin embargo, más tarde... — el volumen de la voz de Harry disminuyó, convirtiéndose en un susurro—, descubrimos a los sujetos que estuvieron en casa, muertos en sus celdas. No habían sido trasladados a Azkaban todavía, sino hasta pasada su audiencia, y ahora...
Hermione se cubrió la boca con la mano. Si bien no los conocía de nada, la idea se le ocurría siniestra.
—¿Deseaban callarlos?
—Suponemos que tenían información importante, más de las que debieron planear antes de su arresto. Querían deshacerse de ellos. No eran la gran cosa, solo criminales de poca monta, con delitos menores, al menos hasta antes de entrar a nuestra casa.
—Antes de que fueran llevados a Azkaban o dijeran más de lo que debían necesitaban asegurarse que no dirían nada, ¿No es cierto? Cualquier posibilidad resultaba poco conveniente.
— Quizás— reflexionó Harry, su mirada se perdió en la pared—. De todas formas, no habían sido cooperativos durante los interrogatorios, si sabían algo, no lo dijeron.
—Su lealtad no sirvió, de todas formas— sentenció Hermione—. A quien quiera que estén protegiendo, no pudieron importarle menos. Ni siquiera estoy segura que solo sea una persona, sino algo más grande.
Harry estaba de acuerdo.
—Si los han callado, no hay más pistas que seguir, además de buscar su origen o la razón por la que estuvieron en casa. Sea un movimiento surgiendo, o solo alguien moviendo los hilos...
—La gente está enojada, solo necesitan que alguien sea lo suficientemente valiente para hacer algo— murmuró Hermione, ensimismada. Harry torció los labios y elevó su mentón.
—No deberías seguir leyendo eso— le advirtió.
Ella adivinó de dónde provenía su inconformidad. Su lectura favorita de la última semana no agradó a Harry desde que George la recomendó abiertamente.
—¿Por qué?
Harry metió las manos en sus bolsillos y, pareciendo impasible, se encogió de hombros.
—Esos hombres, cuando los trajimos aquí, no paraban de repetir palabras sin sentido, hablando de alguna especie de bien mayor. Si bien no mencionaron ni un solo nombre, entre sus cosas, encontramos muchos artículos de ese tipo, algunos de los que te he visto leer a ti, ¿Entiendes? Lemaire está vuelto loco en su búsqueda por asegurar que la lealtad de todos los empleados está aquí.
Hermione miró en otra dirección.
— Es fácil influir en las personas. Dumbledore lo decía, las palabras son capaces de muchas cosas, comienzo a creer que es cierto.
—Es diferente. Yo lo leo para informarme, para tener una opinión crítica, no para dañar personas, o asesinarlas.
Harry la tomó gentilmente de los hombros.
—Sé que eres brillante, lo suficiente para conocer todos los lados de esta historia, pero, si solo un par de artículos han llevado a esto, ¿Qué más podría causar? ¿Qué tanta influencia puede tener?
Al mirarlo, Hermione sabía lo que él estaba pensando. Que todos aquellos motines y protestas, si tiraban lo suficiente de los hilos, los conducirían a Egan Sayre.
—Lo descubriremos— aseguró Hermione, prometiendo ser imparcial buscó su mano, enlazando sus dedos—. Mi perspectiva del asunto seguirá siendo crítica.
—De cualquier forma, no deberías hablarlo más, no aquí. ¿Estás bien?— preguntó Harry de repente, volcando su atención a ella.
—Lo estaré cuando esto termine.
Él no agregó nada. Con tantas cosas en las que pensar, ninguno se encontraba dispuesto a charlar más.
Pero Hermione sabía, incluso si no tenía certeza de cómo, que las respuestas se hallaban cerca. Aquel debía ser el encanto de los secretos, nunca se mantenían siéndolo por mucho tiempo.
•ווווווווווווווווווו×
Su paciencia nunca había sido perfecta, sobre todo si Edith Finch se encontraba poniéndola a prueba a cada oportunidad.
La mañana no podía ser mejor. Con tanto por hacer, Hermione ni siquiera cuestionó el ser requerida. Pertenecer al Departamento de Seguridad Mágica incluía a todos por igual: oficina de aurores y, los que como Hermione, se encargaban de la investigación de magos oscuros. Si bien todavía no era claro si perseguían a sujetos de tan alto perfil, sus acciones lo indicaban.
Los días eran duros y, por las noches, cuando Hermione leía apasionadamente acerca de aquel osado autor recomendado por George, mientras Harry dormía, sus horas de sueño pasarían con rapidez antes de que pudiera darse cuenta. Sin embargo, continuaba sin respuestas certeras.
Mientras más lo leía, más interesada se sentía por conocer su identidad.
Por quinta vez en la mañana, Edith pasó por su lado. Su penetrante mirada clavándose en su espalda era lo de menos, sin embargo, al alejarse un par de metros, encontrándose y volviendo por el pasillo con otra bruja de corto cabello negro, las murmuraciones y risas que siguieron amenazaron con hacerla perder los estribos.
Nuevamente, Hermione se tranquilizó. Su trabajo era más importante... Más importante que Edith Filch y su estúpida actitud. Oh, Merlín, ¿Lo era?
—Deberías buscar por ahí— dijo Edith minutos más tarde, al entrar a la pequeña oficina en que almacenaban la mayor parte de documentos, con un montón de gruesas carpetas flotando detrás de ella, que dejó caer a su lado—. Oh, y aquí está el resto.
La punta de su varita señalaba una hilera de carpetas en el archivero, que Hermione ya había revisado. El espacio se volvía asfixiante con ella a su lado.
—Lo sé porque conozco la forma en que el señor Lemaire trabaja y aprecia la prontitud. Llevas toda la mañana aquí, ¿No es así, Granger?
Hermione respiró hondo antes de responder.
—Qué considerada— dijo, y pretendió no recaer en su presencia, tarea difícil, con Edith tan cerca—. Lo siento, ¿Quieres algo más? Sé buscar bien yo sola y el espacio aquí es pequeño.
Edith rió entre dientes, más no se movió.
—Escuché que estuviste ahí ayer, cuando todo sucedió— comentó y entonces, Hermione entendió de dónde venía su interés.
—Sí.
—Debió ser terrible estar rodeada de tantas personas como esas.
La castaña soltó el documento en sus manos, y la miró sobre su hombro. Edith le devolvió un aleteo de pestañas que falló al ocultar sus intenciones.
—¿Cómo esas?— repitió Hermione.
—Oh sí, con esa clase de malos modales, peleando y despotricando así, por tonterías.
—¿Te lo parece?— inquirió Hermione, enfadándose más con cada segundo que pasaba.
—Claro, como salvajes, ¿No crees? Una escena de tan mal gusto.
—Son personas, como tú y como yo que solo están desesperadas. Puedo entender que no quieran ceder, casarte con un desconocido o perder toda tu magia, ¿Hay una elección verdadera?
—¿Cómo tú y yo?— murmuró Edith, haciendo un mohín de desagrado—. No, más bien me parecen egoístas, ¿Por qué no ayudar a nuestra sociedad? Además, tú estás casada, con un muy buen hombre para variar y yo, lo haré pronto.
Ante todo pronóstico, Edith levantó su mano y le mostró el reluciente anillo en su dedo con auténtico orgullo.
—¿Paul Knight?
Al escuchar el nombre de su prometido, la chica asintió radiante. Al parecer los rumores eran ciertos. No podía haber nadie más frívolo que el uno para el otro.
—Eso te hace superior, ¿Según tú?
La radiante sonrisa en sus labios se evaporó, siendo reemplazada por una agria mueca.
—Por supuesto— respondió Edith de todas formas, recomponiéndose —. Me considero una buena ciudadana, si así quieres verlo, no una alborotadora miembro del rebaño.
—Piénsalo si te hace sentir mejor, eso no cambia la verdad. ¿Quién sabe? Si la asignación no existiera, posiblemente te encontrarías en su posición.
Edith miró ansiosamente hacia atrás, al pasillo, esforzándose para mantener las apariencias.
—Pero lo hace— insistió Edith y una despreciable sonrisa apareció en sus labios—. La suerte estuvo a mi favor.
— Aún así, sé que nunca los entenderías— sentenció Hermione desinteresada y se volvió a sus deberes, ignorándola.
Ambas se mantuvieron en silencio y, justo cuando Hermione creía haberse librado de su irritante presencia, Edith volvió a arremeter, apoyando una mano sobre el escritorio. Sus largas uñas rozaron la superficie.
—¿Tú sí? ¿Los entiendes?— su mirada recayó en su anillo de bodas y se echó a reír—, vamos, linda, sé que no quiero ser ellos para entenderlos— finalizó, fingiéndose escandalizada.
—No, tienes razón— respondió Hermione, tajante—. Ni siquiera estando en su lugar entenderías, como muchas otras cosas. Personas como tú, ¿Conocen la empatía? ¿O todo se trata sobre ti siempre?
Al darle la espalda y alejarse unos pasos al archivero, Edith demoró un par de segundos en procesar sus palabras; al hacerlo, se colocó detrás de Hermione y tomándola del brazo le hizo encararla. Sus labios temblaban.
—Deja de pretender que eres bondadosa y caritativa— siseó maliciosamente—. Te casaste con Harry Potter, ¿Cómo puedes venir y hablar acerca de lo terribles que son los privilegios?
Su mirada la recorrió, sin ocultar su desprecio. Hermione sacudió la cabeza, sonriendo cansinamente.
—Por supuesto, existían mejores prospectos para él y aún así te eligió, deberías estar agradecida con esta maravillosa ley por existir, de lo contrario... ¿Qué habría pasado contigo?
Sus palabras carecían de valor, afectando muy poco a Hermione al responder:— Habría trabajado tan duro como lo hago ahora. No todos piensan como tú, ¿Qué sería del mundo si fuese así?
Hermione disfrutó enormemente verla quedándose sin argumentos, tanto como simultáneamente creyó que estaba perdiendo su tiempo al discutir.
—Si estás insultándome...
—¿Te lo parece?
Edith enrojeció de ira y la sujetó del brazo.
—Estás tomándome por idiota.
Delicadamente, Hermione se deshizo del agarre y, reuniendo su paciencia, respondió: —En esta vida existe más que solo el valor que te dé el casarte con un hombre rico, y si crees que ese es el tuyo y todo cuánto eres se basa en tu esposo, quizás tienes razón, debería sentirme agradecida de no pensar como tú, porque, sin esta maravillosa ley, como la has llamado tú, ¿Tendrías otra aspiración más allá de ser la esposa de Knight? Te ha dado algo en lo que ocupar tu mente, si lo haces alguna vez, ¿No es cierto?
—Hermione Granger eso es tan... Eres una... ¡Eres peor de lo que creía!— resopló Edith, luchando por mantenerse serena. Parecía estar a punto de perder los estribos, incluso si lucía indecisa, posiblemente, considerando si realmente había sido ofendida.
Luego, algo cambió. Su furioso semblante dio paso a una repentina calma.
—Debería avergonzarte— murmuró Edith, haciendo un mohín— ¿Cómo puedes siquiera hablar así? Es aterrador como te refieres a una crisis como esta, ¿Así es como piensa una de las protegidas del ministro de magia? ¿Es eso lo que piensas del gobierno para el que trabajas? Es como si te encontraras de su lado— aunque sonrió, su expresión amenazante delataba sus intenciones—. A Kingsley le disgustaría tanto saber esto, ¡Podría comenzar diciéndoselo yo misma al señor Lemaire!
Por primera vez, Hermione titubeó, no por sus amenazas, sino por su falta de discreción. Sabía cuán peligroso era exteriorizar pensamientos tan íntimos con la persona equivocada, en especial con Cygnus Lemaire tan interesado en castigar a cualquiera con lealtades cuestionables.
—Esto no tiene nada que ver con eso. Hablo de ti, y tu carencia de decencia humana— rebatió Hermione y justo cuando recibiría una respuesta, la figura detrás del cuerpo de Edith la detuvo.
—No entiendo que vería Harry en ti como para casarse contigo, ¡Si tan solo supiera lo aterradores que son tus pensamientos jamás se habría casado contigo! — prosiguió Edith ante su silencio, echándose el cabello hacia atrás y, en el proceso, casi golpeando con este el rostro del mismo Harry, apoyado en la puerta.
El espacio se volvió el doble de reducido.
—Te sorprenderían la cantidad de cualidades que encuentro en ella— susurró la voz de él—. Mi Hermione es realmente talentosa. La persona más brillante en la habitación.
Tan solo escucharlo, Edith palideció.
—H... Harry...— tartamudeó, intentando suavizar el tono de su voz, volviéndola tan aguda como usualmente era para el resto.
—¿Hay algo aquí de lo que esté perdiéndome?— siguió Harry, colocándose frente a ambas, sus manos se mantuvieron en sus bolsillos, pero su aspecto distaba de ser amable.
—No... Solo una conversación, sobre... Solo hablábamos, ¿Verdad?
—Oh, sí— río Hermione sin ser cortés—. Edith estaba exponiéndome sus interesantes puntos de vista.
—No es eso lo que me pareció escuchar al acercarme— rebatió Harry y dirigió una gélida mirada a Edith que habría intimidado a cualquiera.
—¿Y qué escuchaste?— indagó Hermione, incapaz de no sonreír cuando Harry se colocó a su lado y le echó un brazo por encima de los hombros.
—Solo una conversación llena de estupideces— contestó Harry y discretamente se inclinó hacia Edith, dejando de sonreír y viéndose intimidante, susurró:— No quiero escucharte hablándole así a mi esposa otra vez, Finch.
Edith apenas se movió, tan desconcertada como nunca antes. Finalmente, luego de tartamudear vagas palabras asintió y se alejó por el pasillo, con el sonido de sus tacones perdiéndose detrás de sus pasos. Harry soltó a Hermione y se apoyó en la puerta, la cual se cerró bajo su peso.
—Honestamente... Eso no hacía falta— pronunció Hermione, sonriendo a Harry de todos modos—, no puedo negar que esa chica es una completa arpía. Susan habría amado esto.
—¿Ah sí? Hacia mucho que no te veía con esa expresión. No fue difícil adivinar que no te gustaba lo que te decía.
—¿Qué expresión?
La boca de Harry se curvó en una sonrisa juguetona.
—Cuando peleabas con Lavender y Parvati, por ejemplo. La misma.
—Oh— dijo Hermione, avergonzada al recordar sus arranques juveniles—. Por aquel entonces eran solo tonterías, fui una chica bastante tonta. ¿Quién sabe? Podríamos haber sido buenas amigas si no hubiésemos estado llenas de prejuicios.
—¿Te lo parece?
— No había razón para competir entre nosotras, incluso si así lo creíamos en su momento. Ellas tenían su personalidad, yo la mía, solo éramos adolescentes.
—Eso suena razonable— aprobó Harry, pero luego su expresión se volvió seria y agregó:— ¿Ella te dijo algo más? Te dije que fueras cuidadosa, cada cosa que digamos es importante.
—Estoy segura que no entendió la mitad de lo que le dije, el resto lo adivinó.
—Sé que nunca te agradó, puedo entender la razón.
Abandonando su sitio, Harry se aseguró que la puerta no se abriría y caminó hacia ella, empujando con sus dedos las líneas formándose en su frente al fruncir el ceño. Hermione meneó la cabeza con disgusto.
—No es sin motivo, es solo que tiene valores cuestionables— dijo y comprendió lo extraño de su situación, con ambos encerrados en aquel polvoso lugar— ¿Por qué decidiste intervenir? ¿Por qué estás aquí siquiera? Ella nunca te ha hecho nada, al contrario, estoy segura que habría saltado sobre ti suplicándote que pidieras su mano.
—No hace falta.
—¿A qué te refieres?
—A qué eres mi esposa. Ella pretendía dañarte, escuché su amenaza, y eso es todo lo que necesito para saber que no me agrada y por tanto no debo ser amable con alguien que quiera lastimarte.
—Lealtad— pronunció Hermione y lo besó delicadamente en los labios—. Eres simplemente encantador, ¿Lo sabías?
—¿Merezco una recompensa, señora Potter?
Riendo, Hermione tiró de su camisa en su dirección, besándolo. Inconscientemente, Harry la rodeó con los brazos y, antes de que ella pudiera comprender lo que sucedía, apartó los documentos de la mesa, sentándola sobre esta.
Algunas carpetas cayeron al piso, pero a ninguno le importó. Sus besos no parecían ser suficientes. Primero estos fueron lentos, pero tan pronto los minutos pasaron, la temperatura en aquel diminuto espacio pareció elevarse con la misma intensidad que sus besos.
Las manos de Harry, hasta entonces estáticas se posaron sobre sus muslos, subiendo indiscriminadamente la tela de su falda, deseoso por ascender y descubrir lo que se escondía debajo.
—No deberíamos...
Su respiración entrecortada no ayudó a hacerles creer que todavía tenía un poco de cordura y, mucho menos, cuando Harry le besó la mejilla, luego la oreja y finalmente, descendió por su cuello. Deseando todo lo contrario a lo que hizo, Hermione se alejó y colocó un dedo sobre sus labios.
—No sabes cuánto lo deseo. Ahora mismo, aquí, ¿Qué importa?— murmuró Harry; su mano rozaba los botones de su escote, deshaciéndose de dos, cuando iba por el tercero, Hermione lo detuvo.
—¿Aquí?
—Justo aquí— reafirmó Harry, como si no pudiera soportarlo más—, solo abre las piernas y...
Su rostro se calentó y miró a otro lado, tan avergonzada como motivada al escucharlo. definitivamente, no es algo que imaginó que su mejor amigo le diría alguna vez. Al mirarse, justo cuando Hermione obedecía y separaba las piernas, el ruido de voces provenientes del exterior los devolvió a la realidad.
Podrían haber insonorizado el lugar, pero, iluminada por una ráfaga de cordura, Hermione recordó su discusión con Edith. No necesitaba más murmuraciones.
—Quizás más tarde, en casa— repuso, su voz temblaba cuando bajó de la mesa, acomodándose la ropa—. Deberíamos volver al trabajo.
—¿Deberíamos?
—¿Tenemos opción?
—Sí que la tenemos— insistió Harry, casi suplicante— ¿No te parecería excitante?
—Sí— respondió ella, porque ciertamente lo era—, pero no sucederá hoy, ¿Quién sabe? Otro día podemos intentarlo, por otro lado, cuando estemos en casa esta noche...
Él gruñó, pero sus ojos se iluminaron por la esperanza. De mala gana, arreglaron su ropa y, besándose castamente una última vez, Harry abrió la puerta.
••
Nunca había deseado que el reloj corriera más rápido como ese día. Que las manecillas se movieran de una vez y marcaran el final de una larga jornada.
La mano de Harry sosteniendo la suya ardía y la innegable impaciencia demostrada por él al conducirla en menos tiempo del habitual a casa dejaba en claro que no había olvidado su promesa.
Tan pronto se encontraron de pie en el recibidor oscuro, bastó solo una mirada. La tensión entre ambos los atrajo como imanes.
La firmeza de las manos de Harry sosteniéndola, o mejor dicho, inmovilizándola, guío sus movimientos, retrocediendo mientras se besaban. Al llegar al salón, él le soltó las manos y ella se sostuvo de sus hombros, empujándolo hacia abajo para que él se sentara sobre el sofá. Harry obedeció y su cabeza se recostó en el respaldo.
—Esperé todo el día para esto.
—¿Ah sí?
Invitándola acercarse y que dejase de hablar, Harry tiró de ella, sentándola sobre su regazo mientras ella le rodeaba con las piernas. Su palma presionó firmemente sus muslos, subiendo por sus caderas.
Asimismo, su boca encontró la piel justo debajo de su oreja, y comenzó a dejar un rastro de besos cálidos y sugerentes por su cuello. Su cuerpo reaccionó instintivamente, disfrutando de la humedad de los labios de Harry.
—Mmm...— murmuró Hermione en aprobación, cuando sus dientes rozaron su piel—. Esto es...
—¿Te gusta? Quería hacerte esto en aquel armario, pero has sido tan moralista.
Los dedos de Harry desabotonaron los primeros botones de su escote indiscriminadamente, contrastando con su ofendida expresión.
—Pue... puedes ahora.
—Sí que lo haré.
Al momento siguiente, Harry envolvió su brazo alrededor de su cintura y la recostó sobre su pecho, levantando su falda un par de centímetros, apenas revelando lo que se escondía debajo de la tela, pero que resultó perfectamente visible para él, mientras Hermione luchaba ansiosamente por deshacerse de la hebilla de su cinturón.
Ninguno parecía contar con la suficiente paciencia como para detenerse en los agradables juegos previos.
Riendo ante su impaciencia, Harry la tomó del mentón con una mano, como si analizara a detalle a la nueva Hermione frente a él.
—Mi dulce y adorable esposa.
El tono de su voz no guardaba ninguna relación con sus palabras, aparentemente inocentes. Parecía ser más como parte de su reconocimiento a su osada actitud, conforme con la nueva versión de su mejor amiga a la que hasta hace poco no tenía acceso.
Tal vez fueron las palabras, o la forma en que Harry la miró, como si sus ojos pudieran atravesarla mientras la mantenía sobre su regazo, pero Hermione experimentó la misma exaltación por la que él debió pasar por la tarde. Hermione reconoció que, a diferencia de Harry, no poseía aquella envidiable capacidad de autocontrol. Apartó su rostro de su agarre y su mano, abierta sobre su pecho, se arrastró hacia abajo y continuó con su ardua tarea. Él no lo impidió, al menos hasta que Hermione intentó deshacerse de su propia ropa.
—Esto puede quedarse— la frenó, empujando de su escote hacia abajo—, luego sonrió y tiró de su falda, hasta que esta terminó enredada alrededor de sus muslos; después, sus manos continuaron un corto camino hacia abajo—, y esto de aquí también, si lo hacemos a un lado.
El hecho de que ambos todavía llevaran ropa puesta hacía todo el doble de excitante. No sería Hermione quien lo detendría de cumplir sus deseos, no por segunda ocasión en el día.
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Solo esperaba que las cosas volvieran a la normalidad.
Siendo relativamente nueva, resultaba lógico que no tuviese tantas tareas importantes a su cargo. En su antiguo puesto, con su jefe conociendo sus habilidades, Hermione encabezó la mayoría de los proyectos.
Comenzar de nuevo, de cero, le gustaban tan poco. Equilibrando su mano, su varita apuntó hacia atrás, a la larga pila de archivos siguiéndola, como había hecho por la última media hora. Comenzaba a ser difícil mantener la concentración.
Sin embargo, a lo lejos, como un enviado celestial distinguió la espalda de Levi. Trabajando en el mismo departamento, se encontraban con más frecuencia.
Todavía poco familiarizada con cada dependencia a la que debía ir, creyó que un poco de ayuda no vendría mal. Sobre todo si la pedía a un amigo.
Manteniendo sus pasos firmes, se apresuró a su encuentro.
—Es una suerte que estés aquí— suspiró Hermione al alcanzarlo y solo entonces, pudo ver que no estaba solo.
Estando de espaldas fue fácil creer que no había nadie acompañándolo. Sin embargo, oculta detrás de las columnas se encontraba alguien más. Hermione casi dejó caer su varita.
Habiéndola escuchado, Levi se dio la vuelta. Frente a él, se hallaba una joven, posiblemente uno o dos años mayor, de corto cabello negro y atractivo rostro ovalado. Sus ojos, de largas pestañas y un claro color azul recayeron en Hermione.
La expresión sombría en Levi se suavizó al verla.
—Lo siento, creí que estabas... Pensé que podrías ayudarme, pero será más tarde.
—Ella ya se iba, de todos modos— dijo Levi tajantemente. La joven miró en otra dirección, sin apenas mostrar una emoción ante su rechazo.
—Al parecer así era— río fríamente la mujer, quien parecía carecer de expresión—. Bien, me iré si eso quieres.
—Debería irme— titubeó Hermione y antes de que pudiera darse la vuelta y abandonar la incómoda situación a toda prisa, Levi la sostuvo del brazo, manteniéndola en su lugar.
—Te ayudaré, querida— la tranquilizó afectuosamente, ignorando a la joven—. Ya que estás aquí, quiero presentarte a Caitlyn Byrne.
—Un gusto, soy...
—Hermione Granger— se adelantó Caitlyn en reconocimiento y estrecharon sus manos.
La castaña cada vez entendía menos. Previéndolo, Levi carraspeó y colocó una mano detrás de la espalda de Hermione antes de continuar.
—Vamos a casarnos en un par de meses.
Hubo algo en su voz que relentizó la comprensión de Hermione, considerándolo como una de sus tantas bromas. Sin embargo, no lo era.
—¿Casarte?— preguntó Hermione, su voz sonó vacía. Por algún motivo desconocido, su tono fue menos apacible de lo que esperaba, ¿Qué podía hacer? Siempre catalogó a Levi exento de cumplir con aquella fatídica ley, hasta entonces.
Lo que hacía todo irreal.
—Sí, la asignación no iba a esperarme por siempre, ¿No es así?— bromeó Levi, pero su expresión rígida se mantuvo.
Hermione meneó la cabeza y forzó una sonrisa.
—En ese caso, felicidades— murmuró, sorprendiéndose por lo falsa que su voz sonaba. Quizás, todo se debía a la sorpresa.
—¿Es realmente una buena noticia?— dijo Caitlyn para sí misma.
—Ella solo está siendo amable— gruñó Levi. Hermione comenzaba incomodarse y deseó, más que nunca, que él dejara de tocarla frente a su prometida.
Caitlyn lo ignoró, apretó sus labios, pintados de un pálido color rosa, y se volvió a Hermione.
—De cualquier forma, eres la primera en decírnoslo— comentó Caitlyn, mirando a Levi con lo más parecido al desprecio—. Fue agradable conocerte, Hermione.
Sin despedirse de él, dedicó a la castaña una cortés sonrisa y se alejó por el pasillo. Su costosa túnica oscura, a la distancia, la hizo parecer el doble de atractiva.
—Ella es...
—Una pesadilla— completó Levi, quien extrañamente parecía cohibido.
—No iba a decir eso.
—Bien, yo sí, ¿Te ayudo con eso?
Señaló con un cabeceo los documentos tambaleándose detrás de ella y sin esperar una respuesta, lo hizo.
—¿A dónde ibas?
Hermione respondió distraída, explicándole porque necesitaba su ayuda, sin poder dejar de mirarlo. Qué extraño encuentro. Levi siempre se mostró atento, al menos con ella, de modo que no se explicaba de dónde provenía su apatía por Caitlyn.
—¿Qué ocurre entre ustedes? Sé que esta ley es difícil, pero pareces detestarla.
—No solo lo parezco— río Levi, echando a andar.
Trotando para alcanzarlo, Hermione consideró toda clase de posibilidades, pese a sentir cierta pena por la joven.
—Quita esa cara o pensaré que estás celosa— tarareó Levi, echándole una mirada brillante sobre el hombro— ¿Lo estás? Lo siento, querida, esto pasaría alguna vez.
—No digas tonterías— replicó Hermione ofendida, negándose a mirarlo—. Solo me ha causado curiosidad tu reacción.
—Lástima.
—Así que... Vas a casarte, finalmente— siguió ella, su interés fue más fuerte.
— Finalmente— repitió Levi con amargura —. Qué alegría.
—¿Lo es? Pareces muy infeliz.
—Ya sabes lo que pienso respecto al matrimonio.
—La conocías, ¿De antes?
Levi se detuvo abruptamente en mitad del pasillo, obligándola a hacer lo mismo para no chocar.
—¿Por qué tienes tanto interés?
—Es solo curiosidad.
Resoplando, respondió de mala gana.
—Por supuesto, a su familia. Es una estúpida casualidad que ella haya sido mi resultado, comienzo a creer que la asignación está trucada.
—Puedo suponer que no se agradan— reflexionó Hermione.
—A mis padres sí, su familia conoce bien a la mía, y ella es rígida, frívola y bastante aburrida, ¿No es eso algo espantoso?
Hermione colocó una mano sobre su brazo.
—Vas a casarte con ella, deberías conocerla mejor— sugirió y aunque la idea le parecía un consejo que no quería dar, sonrió de todos modos. Levi merecía ser feliz.
Como él no respondió, ella no insistió, al menos hasta que llegaron a su destino.
—Esa pobre chica está en las mismas circunstancias que tú— insistió, mordiendo sus labios—. No seas duro con ella y conócela. Si van a casarse, es mejor hacerlo ahora.
—¡No quería casarme con ella!— exclamó Levi, perdiendo la paciencia, que luego se obligó a recuperar, sonriendo avergonzado— ¿Por qué tendría que resignarme? ¿Se supone que sea un prometido afectuoso ahora?
Hermione sostuvo su brazo con firmeza.
—No, pero sé cuan amable y encantador puedes llegar a ser, eso no debería ser un problema para ti, ¿No es así? Si das todo de ti y no funciona, al menos lo habrás intentado. Ayúdense mutuamente.
—No siento nada por ella— replicó él, rascándose la mejilla—, no sé cuan buen mentiroso creas que soy, pero fingir sentimientos que no siento no es algo que domine bien.
— Aún así... Lo que quiero decir es que deseo que tengas una buena vida, que seas feliz en medio de todo esto.
—Querida, lo que sucedió contigo y con Potter, no es una regla general que aplique a todos— él también sostuvo su mano—. No todos tenemos la misma suerte.
— Entonces, ¿Por qué accediste? La asignación solo te da sugerencias, más no te obliga a elegirla, ¿Por qué harías eso si la odias?
—Por eso mismo, ¿Habría cambiado de ser cualquier otra persona? Cualquier matrimonio, para mí, no funcionaría. Demostrar mi odio por la ley, casándome con alguien a quien también odio es mi acto de rebeldía; no sucumbiré como todos, que han visto esto como algo estúpido y romántico.
No había palabras para responder. Notándolo, Levi buscó su mirada, flexionando las rodillas.
—No pretendía ser desconsiderada contigo, lo siento.
Él suspiró, sabiendo que fue severo. Sus dedos trazaron figuras en el dorso de su mano.
—No, yo lo siento. Intentaré hacer de esto lo más llevadero posible, incluso si sé que no funcionará. Aceptaré tu consejo, ¿Eso te gustaría?
—Solo si lo haces como un favor a ti mismo.
—Nunca puede ganarse contra ti, ¿No es cierto, querida?
Levi la miró fijamente, sacudió la cabeza y luego señaló la oficina al final del corredor.
—Es ahí a dónde vas.
•וווווווווווווווווווו
Todo a su alrededor parecía extraño. Voces indistintas, ruidos lejanos, movimientos mecánicos. Sabía que no era el momento apropiado, pero sus pensamientos iban y venían.
Temiendo parecer desconsiderada, enfocó su mirada en Víktor. Aplazó por días encontrarse con él, demasiado ocupada para hacerlo, pero ahora que él volvía a su país, merecían despedirse.
—¿Sucede algo?— Víktor detuvo su conversación, escudriñando su aspecto—. Pareces distraída.
—¿Distraída, dices?
—¿Es por Harry?
Ella le miró sin entender.
—¿Harry?— repitió. Su nombre sonó tan fuera de lugar y, ciertamente, no estaba pensando en él.
Víktor río.
—Vaya, parece que, por primera vez, eso es un no.
Ansiosa, Hermione se apartó el cabello del frente.
—Desde que llegamos aquí has estado físicamente presente, pero tu mente parece estar en otro sitio.
No había resentimiento en su voz, pero la llenó de culpa.
—Solo pienso en la locura de mi país— se disculpó, mintiendo a medias—. He estado leyendo, cosas que no debería, supongo, y las he encontrado muy interesantes. No puedo evitar no simpatizar un poco con todos los lados.
—Ciertamente, los ingleses siempre han sido extraños, incluso con toda esa preocupación en tu cabeza, ¿Me lo dirás?
—¿Qué cosa?
—Lo que te preocupa.
Hermione mordió sus labios. Las personas a su alrededor no les prestaban atención, después de la última hora, la presencia de Viktor Krum en el lugar dejó de causar sensación.
—Es sobre un periodista del que sé apenas el nombre y mucho menos sobre su vida, si es que cuenta con tiempo libre en el que no esté despotricando contra el ministerio, pero sus artículos, debo admitir, son buenos.
—¿Quién es?
— Egan Sayre, según parece, escribe para el Evanescent Weekly, es un periodico nuevo, ¿Lo conoces?
—Sayre— repitió Viktor, reflexivo—, me parece haber escuchado de sus escritos, atrevidos y picantes.
—¿Lo conoces?
—Por lo que sé ese nisiquiera es su nombre— respondió Viktor—. Bastante astuto. Cualquiera que escriba algo como eso debería tener un seudónimo.
—Estoy tan perdida como antes, si no es que más.
—Si realmente te interesa, contactar con el periodico sería un buen acercamiento.
—¿Yo? ¿Alguien que trabaje para el ministerio? Puedo imaginar cómo terminará eso.
—Veré que puedo hacer por ti.
Se sentía más abierta mientras Víktor tomaba su café, desde que podía recordar, era bueno escuchando.
A Harry no le gustaba su lectura de los últimos días, pero tampoco la prohibió. Hermione creía que temía admitir que George tenía razón respecto a los perniciosos artículos.
—Lo que importa aquí es, ¿Qué opinas tú?
—Estoy dividida— admitió cautelosa, moviendo la cuchara en su taza con un movimiento de su dedo—. Cada lado tiene sus razones, válidas la mayoría y, de todos modos, ¿Qué importa mi opinión? No cambiaría nada.
—¿Eso crees? Los grandes cambios empiezan desde cero, algunos surgen en una mente brillante y echan raíces hasta convertirse en algo trascendental.
Ella no estaba muy convencida.
—El aleteo de las alas de una mariposa...
—Puede sentirse al otro lado del mundo— completó Hermione, comprendiendo. Viktor sonrió.
—Lo que quiero decir, Herrmione, es que crees tu propio criterio y sea al que sigas.
Todavía abrumada por los acontecimientos del día, dando vueltas en su mente, asintió torpemente. Cada vez se sentía más cansada.
—Te sienta bien estar casada— comentó Víktor, obligado a alimentar su conversación, al menos por ese día.
—Gracias por venir a la boda— dijo ella en su lugar, y apretó su mano sobre la mesa, soltándolo luego— ¿Vendrás más seguido?
—Si me recibes tú, intentaré hacerlo tanto como pueda.
De un sorbo, Víktor bebió todo el contenido de su taza y agarró su túnica, puesta sobre el respaldo de la mesa.
—Debo irrme, Herrmione.
—Viktor...— ella lo frenó antes de que pudiera levantarse, acaba de ocurrírsele algo— ¿Puedes ayudarme?
—Lo que sea para ti.
—Necesito información sobre un par de personas— su voz tembló ante lo que diría después, pero se mantuvo firme—. Fueron asesinados, en el ministerio, casi nadie lo sabe, pero necesito saber quiénes eran. Es delicado que esté buscando esta información independientemente, así que...
—Seré cuidadoso.
En una servilleta, Hermione garabateó los nombres como si fueran un pecado y lo deslizó sobre la mesa. Víktor la dobló, guardó en su túnica y ambos se levantaron.
— Cuídate, Víktor.
Cuando él abrió los brazos, ella no dudó y lo abrazó cálidamente.
—Te mantendré al tanto— le prometió él. Dejó un par de galeones en la mesa y se despidió una última vez dejando un casto beso en su mejilla, mientras Hermione volvía a su asiento.
Esperaba encontrar respuestas. Si bien deseaba volver a casa, sintiéndose poco sociable luego de tantas interacciones, su día no había concluído.
Consultando el reloj mágico colgado en la pared del local, comprobó que tenía al menos quince minutos antes de que Luna llegara. De modo que, al sacar de su bolso su ociosa lectura de días, cuya primera página había sido mágicamente alterada para parecer cualquier periódico ordinario, perdió la noción del tiempo.
Antes de lo imaginado, Luna se encontraba frente a ella, sentándose en el lugar que Víktor había ocupado. Ambas se saludaron afectuosamente.
—Pareces tan desorientada— fue lo primero que su amiga le dijo. Hermione comenzaba a creer que era verdad.
Lo que no tenía sentido, teniendo en cuenta el enorme peso que Víktor quitó de sus hombros.
—Ha sido un largo día— admitió Hermione, bebiendo su té.
—Oh, y pálida, para variar, no estás embarazada, ¿O sí?
Hermione tosió, dándose ligeros golpecitos en el pecho. Mientras Luna ordenaba, por primera vez, sopeso la posibilidad.
En cuánto el camarero se alejó, serpenteando entre las mesas, la castaña se inclinó hacia su amiga.
—¿Es posible? Quiero decir, no, no lo creo.
Luna se río por lo bajo.
—No conozco con detalles tu vida sexual con Harry, de modo que no...
Hermione deseó cubrirle la boca con las manos. La cantidad de personas cerca le ponían los nervios de punta.
—Sé que es posible— habló entre dientes, con el rostro enrojecido—. Simplemente, sé que no lo estoy.
—Me desanima que estés tan segura— se lamentó Luna, desbaratando entre sus dedos una crujiente galleta horneada— ¿El sexo entre ustedes es malo?
Luna no era silenciosa al hablar, inclusive teniendo un tono de voz tan suave. Deseando esconderse debajo de la mesa, Hermione se forzó a mantener la compostura.
—No quise decir... Bien, no hemos sido cuidadosos la mayoría de las veces hasta ahora, pero no lo creo, si bien decidimos que debíamos... Poner manos a la obra con "eso", no pienso que haya funcionado todavía.
Hubo un corto silencio cuando él camarero volvió y se marchó.
—Eso hace todo más grave, si me entiendes— opinó Luna, agregando leche y azúcar a su taza como si hablaran del clima.
—¿Por qué?
—Porque no estaban haciéndolo por cumplir con la ley, sino porque ambos lo desean, valora tú la gravedad de eso. No me malinterpretes, ¡Me encanta que estén juntos! Solo pienso que sería bueno si hablan de todo lo que esperan para su matrimonio, es real ahora, ¿No es cierto?
La castaña se cubrió el rostro con las manos, mirando a su amiga a través de sus dedos.
—Sé que no ha habido una declaración de amor y no la necesito. Estoy segura de lo que sentimos.
—Lo sé y es encantador, pero no olvides cuál es el propósito de esta ley. No puedes evitarlo por siempre, Hermione. Fijen lo será por la ley y lo que es real, eso ayudará mucho, ¡Sobre todo si están enamorados!
Pero Hermione mentía. Sí que había pensado en ello. Segura estaba de lo que ella sentía; admitió amar a Harry, pero no se lo dijo aún, y él tampoco lo hizo.
También, pensó en lo poco que hablaron sobre el embarazo. Sí, existían pequeños comentarios, algunas menciones y mucha participación de ambos para tener un bebé, pero jamás lo hablaron como un propósito tangible a cumplir.
¡Había tanto en lo que pensar! Definitivamente, deberían esforzarse más y, finalmente, como una verdad absoluta, Hermione lo comprendió. Debía embarazarse pronto.
•וווווווווווווווווווו
El sol había caído cuando Hermione llegó a casa. En sus brazos, cargaba con cinco libros de portadas repletas de dibujos y títulos absurdos. Todos ellos, libros sobre maternidad.
Deteniéndose en medio del salón, de camino a su habitación, se encontró con Harry, quien parecía una estatua. Estando de espaldas a ella, Hermione sonrió y se acercó cautelosamente.
—¿La correspondencia?— preguntó al ver lo que él sostenía en sus brazos, besó su mejilla y dejó los libros a un lado. Teniéndola cerca, Harry volvió a moverse y bajó la mano.
Si bien no ocultó el papel que momentos atrás sostenía, tampoco parecía cómodo cuando Hermione lo leyó. Algo en su estómago se revolvió al leer el remitente.
Habría resultado imposible mantenerse impasible. Sus dedos temblaban cuando lo depositó cuidadosamente de vuelta a su lugar. Era una carta o, mejor dicho, una invitación.
Ninguno dijo nada por largos minutos. Entonces, incómodo, Harry fijó la vista en sus libros y al ver las portadas, carraspeó.
—Esto... ¿Tienes hambre?— preguntó.
Hermione no contestó, ni se movió. No lo hizo cuando Harry la besó ligeramente en la comisura de los labios y tampoco reaccionó cuando él se alejó a la cocina alegando que prepararía la cena.
Permaneció quieta, sin saber qué debía hacer. Había regresado. Ginny. Su letra, su nombre y sus palabras resultaban extrañas plasmadas en papel.
Ella los felicitaba por su boda y no solo eso, les invitaba a su fiesta de compromiso en pocos días.
Lentamente, los labios de Hermione se curvaron en una agria sonrisa. Ella siempre volvería.
