Su vestido era espantoso, incluso si realmente no lo era.
Hermione se concentró en este pensamiento para no pensar en todo lo demás, como en el escozor en su piel, incómoda al acercarse por la calle, tomada de la mano de Harry, inusualmente callado, pero mirándola cada pocos segundos, como si intentara adivinar que pasaba por su mente.
Quizás la tela del vestido ni siquiera era el problema. Su imagen era buena, cuando se miró al espejo media hora atrás, con un elegante vestido cubriendo sus brazos con tela vaporosa y una cinta plateada alrededor de su cintura que hacía resaltar su figura, así como su escote. Sí, debía reconocer que, en otro momento, se habría sentido tan atractiva como se veía.
Nada ostentoso, nada... Nada que la hiciera sentir preparada.
Al principio, esperó que su encuentro con Ginny Weasley se postergara por un par de días más, sin contar con que ella también asistiría a la fiesta de compromiso de Neville.
Antes, apartándose voluntariamente, Ginny se alejó por una temporada de sus vidas y ahora volvía, como si le recordara que, al final, su círculo social era el mismo. Neville también era su amigo.
—¿Te molestan?
—¿Eh?
Los hombros de Harry se movieron al reír y señaló hacia abajo, a sus zapatos.
—Los tacones, ¿Te molestan?
—Oh, ¿Eso? En lo absoluto.
Ambos se detuvieron bajo la luz de los faroles apenas iluminando sus rostros. Harry levantó gentilmente su mentón, apartando al mismo tiempo algunos mechones de cabello escapándose de su peinado.
—Te ves encantadora.
—No dijiste eso hace un rato.
Harry la ladeó la cabeza y, al recordar a qué se refería, esbozó una sonrisa seductora.
—Dije que te encontraba más hermosa sin la ropa puesta, ¿Te refieres a eso?
Era difícil mantenerse seria cuando él hacía esa clase de comentarios y, por supuesto, era más fácil lidiar con ellos en el momento en que los hacía. Por entonces, su mente se hallaba relajada mientras intentaba recuperar el aliento.
—Harry...
—No miento, realmente luces fantásticas— prosiguió, besando su frente. Al separarse un par de centímetros, agregó: —Estamos aquí por Neville, recuérdalo— sentenció y entonces la besó en medio de la calle.
Al separarse, el ruido de la música, más fuerte ahora, los incentivó a entrar finalmente, tomándose las manos de nuevo como si fuesen a enfrentar un desafío. Adentro, el ambiente era amistoso, pero sereno, justo como sus anfitriones. Había pequeñas luces salpicando el techo, semejantes a estrellas lejanas en el firmamento. Algunas personas charlaban entre sí en algunos puntos del lugar, cerca de la barra o de las ventanas.
Rápidamente reconocieron a la mayoría, amigos en común del colegio, profesores y un puñado más de magos y brujas que Hermione no conocía.
Al verlos, pareciendo haberse librado de una incómoda conversación, al fondo del salón Neville se disculpó con dos viejas brujas de largos sombreros púrpuras y caminó hacia ellos. A su lado, Marion le siguió de cerca, vistiendo un bonito vestido azul marino que hacía resaltar sus ojos.
Del brazo, parecían ser una pareja encantadora.
—Pensé que no vendrían— les dijo Neville, saludando a los dos.
Harry y Hermione intercambiaron una mirada fugaz, recordando alegremente el motivo de su retraso.
—¿Bromeas? Este es su día— dijo Harry y le palmeó la espalda pausadamente.
—No nos perderíamos esto— añadió Hermione—. Luces hermosa.
Marion, quien no había intercambiado más que saludos y presentaciones, le sonrió en agradecimiento. Su primer acercamiento días atrás bastó para hacerles saber que se agradaban.
—Es lo que le he dicho— añadió Neville, y Marion sonrió afectuosamente, sosteniéndose de su brazo. La confianza pareció haber crecido con los días y la interacción entre los dos denotaba la gentileza que ambos poseían.
—Tú también— contestó Marion de todas formas, cohibida—. Muchas gracias por venir. Les presentaré a mi familia y...
Entonces algo cambió. Marion no se detuvo de inmediato, pero la expresión de Neville, poniéndose inusualmente rojo, como cada que se encontraba incómodo, alertó a todos.
Al mirar hacia atrás, Hermione comprendió de que se trataba. Ahí estaba ella. Vistiendo un largo vestido rojo que asentaba la palidez de su piel y resaltaba el color de su largo cabello pelirrojo. Ginny Weasley, con una copa casi vacía en su mano y un atractivo hombre a su lado.
Él era alto, de expresivos ojos azules, mandíbula cuadrada, cejas y pestañas pobladas y cabello castaño bien peinado. Su expresión, por otro lado, era seria, sin parecer necesariamente enfadado, simplemente, aguardando. Era indudablemente mayor que Ginny, no había duda. Quizás tenía treinta años, pero Hermione no estaba segura.
Al acercarse y tenerlo más cerca, por un segundo, creyó que lo había visto en otro lado, inclusive si aquello no tenía ningún sentido.
Al principio ninguno se movió. En otras circunstancias la situación no habría tenido nada de sorprendente. Solo buenos amigos reuniéndose para la fiesta de compromiso del otro. Sin embargo, nada más lejos de la realidad.
Inconscientemente, sin poder evitarlo, gracias a qué la tocaba, Hermione pudo sentir el momento exacto en que Harry se tensaba, reafirmando el tacto de sus dedos.
Había pasado tanto tiempo desde la última vez que se vieron. Aguardar por la reacción de ambos llamó la atención de todos, pero Harry jamás dejó de sostenerla, sino todo lo contrario, su brazo alrededor de su cintura solo se afianzó y Hermione casi pudo imaginarlo diciendo, "Estoy aquí, todavía a tu lado".
—Neville— pronunció Ginny e ignorándolos deliberadamente abrazó a su amigo y luego saludó distraídamente a Marion—. Felicidades a los dos.
Su voz, tan familiar y amable ahora era casi desconocida para Hermione, acostumbrada al tono hostil y a la defensiva con que se dirigía a ella. Esperando el tiempo necesario, Ginny finalmente se volvió a ellos y sonrió, gesto que no le llegó a los ojos.
—Vaya, que bien se ven— elogió Ginny y aunque pareció dirigirse a Neville y Marion también, no los miraba—¿Recibieron mi invitación? ¿Qué hay de mi regalo de bodas? Debió extraviarse si no es así.
Sin embargo, al no recibir contestaciones sonrió suavemente y sacudió la cabeza con elocuencia. La única reacción fue de Neville, quien río torpemente, intentando hacer todo menos incómodo.
—Felicidades a ti también, por tu compromiso— comentó Neville, mirando alrededor. La mayoría los miraba, entre ellos, todos sus amigos en común.
A Ginny no le importó, su mirada continuaba fija en Harry, como si lo retara a responderle.
—Lo siento— se disculpó la pelirroja, cuando nadie supo que decir, y extendió una mano hacia el hombre a su lado, aguardando pacientemente—. Pensarán que soy desconsiderada, ¿Cierto? Él es mi prometido, Cillian, Cillian Agoney.
Hermione abrió mucho los ojos. Ahora entendía porque le parecía tan familiar.
—¿Agoney?
Sin pensarlo, su voz brotó de su garganta. Por primera vez, Ginny aparentó estar perturbada.
—¿Se conocen?
El hombre, Cillian, ladeó la cabeza con curiosidad, observando a detalle a Hermione, con tal profundidad que Harry carraspeó para que dejase de mirarla, por primera vez, no se encontraba conforme.
—No, sino a su hermano— respondió él, llamando la atención del hombre, en vista de que Hermione no hablaría, todavía demasiado confundida.
—Ah, ¿Levi? — su voz era tan enigmática cómo su apariencia, Hermione no tenía dudas. Más allá de la amabilidad en sus ojos, marcada por sus rasgos faciales no era más simpático que su hermano en lo absoluto, sino todo lo contrario.
Allí donde Levi rebosaba de encanto tan solo abrir la boca, su hermano desprendía seriedad y, aunque cortés, no lucía más sincero que Ginny pretendiendo ser amable con ellos.
—Sí, es... Amigo de mi esposa— siguió Harry secamente. Al escucharla llamándola con tal soltura, eliminó la sonrisa del rostro de Ginny.
Su esposa. La palabra llenó de fuerzas a Hermione.
—En ese caso, es un gusto conocerla, señora Potter. No creo que ustedes necesiten presentación.
—Oh, por supuesto que no. "Señora Potter", le queda bien, ¿No es así? Cómo si el apellido siempre le hubiera acompañado— destacó Ginny. Había cierta ironía poco disfrazada en su voz.
Manteniéndose serena, empujando su asombro y la indignación a su interior, Hermione estrechó la mano de Cillian, grande y sólida y aguardó a que Harry hiciera lo mismo, quien miraba a Ginny reprobatoriamente, manteniéndose entera cuando este parecía más serio que antes. A ninguno le agradaba estar ahí.
El intercambio de miradas entre ambos hombres duró apenas un par de segundos, pero bastó para que Hermione vislumbrara que algo se escondía en el fondo. Harry rompió contacto visual con Cillian y forzó una sonrisa para Neville y Marion, nerviosos en medio de las dos parejas.
—No hablaremos de mi boda, ni de otros compromisos, esta es su noche. Felicidades, amigo.
—Gracias... Gracias a los dos por venir— contestó Neville, como si estuviera disculpándose—. Por favor, Beban y, ¡Diviértanse! ¿Por qué no se reúnen con el resto? Ron está aquí también.
—¿Vamos? — inquirió Harry y cuando Hermione asintió, no dudó en guiarla en otra dirección, con su mano presionando gentil, pero firmemente sobre su espalda.
Solo hasta que se encontraron lejos, Hermione volvió a respirar.
—¡Le dije que no debía venir! — exclamó Ron tan pronto se acercaron. Luna, sentada a su lado, los miraba compasivamente.
—No hacía falta excluirla— lo tranquilizó Harry, sin prestarle mucha atención, pero sí a Hermione, a quien preguntó: — ¿Estás bien?
—Sí— respondió ella.
Ron permaneció refunfuñando, indignado con su pasividad.
—¡Hizo todo un espectáculo! Todos estaban viéndolos, murmurando. Mamá debería hablar con ella, y ese idiota, ¡Hay algo que no me gusta de él!
—Ya no es una niña, Ron— intervino Hermione, sorpresivamente serena—. Sabe lo que hace, se acercó a saludar por una razón, ¿No es verdad?
Harry le dirigió una mirada intranquila, reflejando su incertidumbre, como si intentara descifrar si estaba molesta con él. Sin saberlo, la estrechó contra su cuerpo y susurró: — Sabíamos que pasaría, pero lo hemos afrontado bien, ¿Verdad?
—Completamente.
Mentía. Su interior era un caos total. No se sentía insegura de Ginny, ya no. Contrario a lo que pudo haber creído que sucedería al verla, su presencia la inquietaba, sí, pero los celos no fueron el verdadero problema.
No, se trataba de su actitud. Prefería a la Ginny sincera con la que había lidiado los primeros meses, la predecible, explosiva y rencorosa, porque no fingía sus emociones. Esta, en cambio, mostrándose tan serena y falsamente amigable le producía escalofríos. Además, no estaba sola.
Su prometido, Cillian... El hermano mayor de Levi, aquel del que escuchó breves historias sobre una infancia complicada y, si bien nunca se mencionó ninguna rivalidad clara entre los dos, tampoco genuino amor de hermanos.
No le gustaba ni un poco. Quizás porque eran tan diferentes. Hermione no sabía lo suficiente para crear un juicio propio, pero una parte de sí, le decía que no lo necesitaba. Allí donde Levi era transparente y fácil de comprender, su hermano aparentaba ser un completo misterio.
Por fortuna, antes de que se perdiera en sus pensamientos, Harry la apartó de sus amigos. Su ceñudo semblante trasmitía solo intranquilidad.
—Hermione, hay algo que necesitas saber.
••
Suspiró. Su ánimo no mejoraba.
A la distancia, Hermione observó ociosamente la interacción entre Neville y Marion y juró que, si bien afirmar que parecían enamorados sería precipitado, no lo consideraba imposible en el futuro. Al parecer, era efectivo recurrir a la asignación, ¿O es que el amor era tan volátil?
Meses atrás habría jurado que él y Hannah se casarían eventualmente, ahora, sostenía la mano de otra chica.
—¿Vienes?
Podía deberse al alcohol, pero se sentía somnolienta, de modo que negó levemente a la propuesta de Ron, preparándose para levantarse de todos modos de su asiento. Bailar en ese momento le parecía abrumador, sin embargo, rápidamente descartó que se debiera a los tragos.
Simplemente, debía moverse. La mayor parte de la noche transcurrió tranquilamente, rodeada de sus amigos y hallando consuelo en sus compañías. Eventualmente, su energía social comenzaba a agotarse.
Permaneciendo rezagada durante la última media hora, bebió de su trago y buscó a Harry con la mirada. La última vez que lo vio, él se encontraba bailando con Luna, apenas meciéndose debido a su embarazo. Ahora, su amiga charlaba con George, Seamus y Dean.
Su corazón se hundió mientras se levantaba de la silla. Anticipándose, se prometió mantener su orgullo a raya y en su lugar, la curiosidad guío sus movimientos. Rodeó las mesas, a las personas y amigos intentando entablar una conversación, y cuando no hubo rastro del paradero de Harry, se obligó a ocultar su respiración entrecortada.
La desazón que acompañó su conclusión bastó para hacerle ver lo ridículo de sus acciones. No, tenía que buscarlo. Debía hacerlo.
Sabiendo que no podía volver con sus amigos teniendo su aspecto, se alejó y continuó con su camino. Su rostro ardía, contrario a sus manos frías. Solo necesitaba un par de minutos para serenarse y entonces, podría afrontar lo que sea que significara la ausencia de su esposo.
A tan solo a unos pasos, Hermione se detuvo. Un escalofrío recorrió toda su columna vertebral al verlos.
Ambos se encontraban detrás de dos altos pilares apenas iluminados por tenues lámparas clavadas al suelo y ahí, al fondo del lugar, alejados de la fiesta y los invitados, estaban ellos. Sabía que el sonido de sus tacones podría atraer su atención, de modo que, cuidadosamente, arrastró los pies y se apoyó detrás de uno de los pilares.
Al menos cinco metros los separaban, pero fue suficiente. La música, siendo tan tenue, bastó para escuchar sus voces y, lo peor, apreciar sus expresiones. La de él casi hizo que Hermione deseara darse la vuelta y regresar por dónde vino, pero no podía hacerlo. Si bien Harry no lucía herido, su desconcierto era evidente.
Él se lo había pedido. Hablaría con Ginny, sí, fue claro con eso, pero ¿Sabía que Hermione accedió a seguirlo tal como él lo ofreció? No, no había manera.
Todo lo dejó en sus manos, y no es que Hermione tuviese muchas opciones. Cuando Harry le aseguró que debía hablar con Ginny antes de que la noche terminara no le gustó ni un poco, pero cuando él insistió, pidiéndole que le acompañara, ella se negó. De modo que Harry le dio la absoluta libertad de presentarse a mitad de la conversación si así lo deseaba. En su lugar, protegiendo su dignidad, Hermione recurrió a la única posibilidad que se le ocurría. Ser una simple espectadora.
Sabía que el interés de Harry provenía de algo más trascendental que un simple reencuentro, de ahí surgía su curiosidad, pero no por ello le suponía un momento menos desagradable.
—Desapareciste por meses, y ahora apareces con ese hombre, ¿Siquiera lo conoces?
"Mala elección de palabras para comenzar", Hermione exhaló, regulando su respiración. Aquello no significaba nada.
—¿Hace falta explicarlo? — interrogó Ginny, su voz temblorosa distaba de su seguridad al comienzo de la noche—, según la estúpida asignación somos compatibles, ¿Qué más certeza necesito? Todo lo que daba por hecho es una tontería en este mundo.
El aspecto de su vieja amiga distaba de su deslumbrante imagen horas atrás. Viéndose tan exhausta como la propia Hermione.
—Eso no responde mi pregunta. No sabes quién es él, podría explicarte si tan solo tú...
—Me da igual— rebatió Ginny, arrastrando las palabras—. No me interesa lo que tengas que decir, voy a casarme con él.
Había bebido, más de lo que le permitiría mantenerse tan imperturbable como al saludarlos. Ahí estaba, la verdadera.
—La asignación no te obliga a... Mira, Ginny, jamás quise que tuvieras que casarte con un desconocido. Lo siento, intenté hacer todo lo que pude por ti, todavía intento ayudarte...
—No me obligaron, Cillian y yo nos elegimos mutuamente, ¡La asignación lo demostró!
Sin embargo, había algo en todo aquello que Hermione no alcanzaba a comprender. No fue hasta entonces que supo de que se trataba. El compromiso de Ginny no tenía sentido.
Levi se encontraba en la misma categoría que Harry y que muchos otros. De modo que, ¿No había sido ese el principal impedimento para que Harry y Ginny se casaran? Su mente iba a mil por hora, buscando explicaciones que no encontró.
—No puedes decir lo mismo, ¿No? El matrimonio te ha sentado de maravilla— siguió Ginny y recorrió a Harry con la mirada. No había rencor en sus ojos pese a su acusación.
Notándolo, Harry retrocedió. Su cuerpo casi se vio oculto por el pilar en el que Hermione se apoyaba.
—Solo quería... Mira, Ginn, solo quiero aconsejarte.
Ginny recogió todo su cabello con la mano, abanicándose el rostro con la otra. No parecía menos incómoda que Harry o Hermione.
—¿Sí? ¿Querías hablar conmigo para echarme en cara que he tenido que comprometerme con un desconocido? Qué estúpida soy, cuando pediste hablar conmigo pensé...
¿Por qué Harry querría que Hermione estuviera presenciando todo aquello? Por supuesto, al decírselo, existía una enorme posibilidad de que él supiera que estaba escuchándolo todo.
—No, Ginn.
—Bien, no hace falta— espetó Ginny y, justo cuando se disponía a alejarse, Harry la tomó abruptamente del brazo.
El movimiento sorprendió a los dos, paralizándolos. No era difícil suponer que la pelirroja seguía enamorada de él. A Hermione le habría sorprendido que no fuera así. El amor debía ser más duradero que solo la determinación de lo que el ministerio podía decirles.
Con Neville, quizás, habría resultado más fácil porque el sentimiento hacia Hannah ya no se encontraba ahí.
—No me alegra tu situación, no estoy burlándome de ti. La culpa no me ha dejado en paz, prometí ayudarte y no pude hacerlo.
—Oh, cállate. ¿Por qué te preocuparía? — río la pelirroja, con la mirada fija en su mano tocándola; él la soltó— ¿O es que tú estúpido ego resultó herido? Estás casado, y felizmente, por lo que veo. No seas hipócrita.
Al soltarla, Harry avanzó un solo paso, lo suficiente para que la visión de ambos fuera perfectamente visible para Hermione. Se sentía tan avergonzada por espiarlos que estaba al borde de las lágrimas.
—Has bebido— observó Harry, sacudiendo la cabeza como si estuviera frente a un caso perdido.
—¿Y qué? — lo retó Ginny, tambaleándose en su dirección; para no caer, se aferró a la chaqueta de Harry—. Pensaría esto hoy, mañana, cualquier día que me lo preguntaras.
Hermione clavó las uñas en su palma, luchando por no intervenir. Esto no dependía de ella en lo absoluto y precisamente por ello, necesitaba observar su interacción, si eso es lo que Harry pretendía lograr. Notando su rechazo cuando él la ayudó a mantenerse en pie, pero a una distancia prudente, Ginny sonrió amargamente ante su reacción.
—No he sabido nada de ti en meses, y al volver aquí, ¿Puedes imaginarte lo que sentí ese día? ¿Sabiendo que estabas casándote? ¿Qué mi familia estaba a su lado en el peor día de mi vida?
Furiosamente, ella secó sus lágrimas con el dorso de la mano.
—Sigo preocupándome por ti— continuó, como si hubiera decidido que no había más que perder—. Aunque no estemos juntos, a diferencia de ti, que olvidaste todo, incluso que éramos amigos.
—Sigues importándome, tanto como tu familia, por eso estoy aquí, por ti, para ayudarte si puedo hacerlo— explicó Harry, colocando su mano abierta sobre la de Ginny, tocando su brazo.
—¿Por mí? — su voz fue un susurro, humedeciendo sus labios—. ¿Realmente te importo? ¿Lo suficiente para estar aquí, conmigo? ¿Incluso si ella vino contigo?
Él evitó mirarla.
—Es a lo único a lo que me he aferrado. A la cantidad de veces que hemos hablado, sin ella, ¿Eso podría significar...? ¿Por eso me pediste hablar?
El brillo en sus ojos marrones se apagó cuando Harry meneó la cabeza.
—No se trata de eso. Antes era diferente.
—Da igual, siempre fuiste igual de frío que ahora— se mofó Ginny, encontrando su propio pesar extrañamente cómico.
La castaña estuvo tentada a irse y no tener que presenciar más antes de que esos recuerdos fueran demasiado difíciles de sacar de su memoria. Ante la cercanía hasta entonces negada, los enrojecidos ojos de Ginny no perdieron del todo la esperanza. Sus pálidas mejillas, ahora llenas de color reflejaban la cantidad de alcohol que había ingerido y, posiblemente, eso la motivó a acercarse otra vez con renovada valentía. Ambos estaban a un palmo de distancia. A Hermione le dio la impresión de que lo besaría en cualquier momento.
Por fortuna, Harry ladeó el rostro y extendió su brazo, alejándola mientras miraba en otra dirección.
—Me importas, pero ella es mi esposa— murmuró él, deshaciendo su agarre—. No hay nadie que esté por encima.
Ginny jadeó. Su expresión se volvió indescifrable. Claramente no esperaba una respuesta como esa.
—Entonces no vengas aquí ofreciéndome tu compasión. Apenas te reconozco, actúas como... Como si no hubieses dicho que me amabas hace tan solo unos meses. Me olvidaste como si no fuera nada— río Ginny, mirándose las manos y hablando para sí misma, continuó: — ¿Qué debo hacer? ¿Cuál es el estúpido protocolo que debo seguir? El ministerio me ha dado todo, propuestas, un prometido, ¡Menos respuestas! Y tú sigues apareciendo en mi vida, ¡Es difícil sacarte de ella si sigues aquí!
—Ha sido difícil para todos, esta es nuestra vida ahora, deja el pasado atrás, Ginn, solo estás haciéndote daño. No pretendo confundirte, ni darte esperanzas de algo que jamás pasará, solo quiero ayudarte.
Ella lo ignoró, mirando al piso. Su mirada estaba difusa, sus ojos húmedos, pero no parecía caer en cuenta de que había comenzado a llorar.
—¿La amas? Hace tiempo que esto dejó de ser por la ley, ¿no es cierto?
Inesperadamente, se tambaleó hacia él, aferrándose a su camisa, buscando en sus ojos una respuesta que no obtendría con palabras.
—Contéstame, ¿La amas? ¿Se lo has dicho? Sí, ¿No es así? Cuando duermes con ella, por las noches... Todo lo que salga de tu boca son palabras vacías.
Sin embargo, estaba equivocada. Harry jamás se lo había dicho, pero tendrían toda una vida para hacerlo. Hermione se mantuvo impasible ante esto. Tal vez, escucharlos hablando era justamente lo que necesitaba.
—Ginny, detente— advirtió Harry severamente.
—¿No puedes ahora que estás casado? — se burló—. ¿Quién diría que tendrías tantos valores morales?
Al alejarse, Ginny debió haber recobrado el sentido. En el resentimiento que se reflejó en sus ojos al mirarlo pareció estarlo culpando por haberla hecho perder los estribos.
—Está bien, no me lo digas, no quiero saberlo. A partir de ahora haré exactamente lo que tú, me concentraré en mi nueva vida, en mi prometido y olvidaré todo lo que sentía por ti. A partir de hoy, seremos solo desconocidos, así que no esperes ninguna contemplación de mi parte, ¿Eso sirve para ti?
Por algún motivo, Hermione ni siquiera podía culparla, pero no por ello aceptaría todo. Sus acciones no eran las mejores, pero los sentimientos siempre volverían impredecibles a las personas. Si hacía falta, rompiendo la tácita promesa que se hizo meses atrás, prometiéndose no intervenir, si lo que Ginny necesitaba eran explicaciones, Hermione se las daría. Incluso si estas no le gustaban.
Los papeles se habían invertido y no era Hermione quien debería preocuparse por nadie que no fuera ella y su matrimonio.
Antes de que la castaña pudiera reaccionar, el sonido de los tacones de Ginny llegó a su dirección, quien se detuvo abruptamente antes de que pudieran chocar una contra la otra. Verla ahí la hizo palidecer.
—¿Cuánto tiempo esperaste antes de meterlo en tu cama? — preguntó Ginny, intentando recomponerse, impregnando su voz con toda la aversión que sentía. Ante la pasividad en los ojos de la castaña, la evadió y se alejó presurosamente.
Hermione la dejó ir. Sí, deseaba hablar con ella, pero no lo haría con Ginny llevando tanta desventaja, cegada por el alcohol.
El melancólico silencio que siguió fue insoportable. Harry y Hermione se contemplaron sin mediar palabra. La débil luz amarilla cubrió sus expresiones.
Si bien él no lucía completamente sorprendido de verla ahí, tampoco debió ser algo de lo que estuviera seguro.
—Salgamos de aquí— dijo ella.
Sin esperar por una respuesta, Hermione giró sobre sus pasos y Harry la siguió de cerca. Las náuseas le subían por la garganta.
••
El sofá se hundió bajo el peso de Harry cuando este se sentó a su lado, colocando su palma abierta sobre su pierna. Sus dedos se enredaron en la tela del vestido. Ante su tacto, Hermione se apartó, levantándose de golpe.
Harry suspiró, como si ya lo previera, apoyó su espalda contra el respaldo y le ofreció una lánguida sonrisa, comenzando a hablar.
—Estaba hablando con ella por... Bien, sí, yo quería hablar con Ginny, pero no por nada de lo que creas, por eso te pedí acompañarme.
—¿Qué es lo que creo?
Harry se revolvió el cabello y también se levantó. Al colocarse frente a ella, buscó insistentemente que lo mirara a los ojos.
—Posiblemente que verla me afectó— respondió tentativamente—. Es decir, sí, lo hizo, y me sorprendió, como a todos, pero no de la manera que crees. Saber que se ha comprometido me hizo sentir culpable, meses atrás le prometí ayudarla y no pude hacerlo, por eso terminó comprometiéndose con... Él.
Esforzándose para no darse la vuelta, Hermione se repitió que la lógica siempre había guiado la mayor parte de sus acciones. Tratándose de asuntos en los que se encontraba su corazón, por otro lado, era totalmente ilógico suponer que actuaría fríamente, pero debía hacerlo si no quería sucumbir a lo que sea que el regreso de Ginny estuviera provocándole.
Podía entenderlo y esperaba que su culpabilidad no fuera más allá.
—Dijiste que querías advertirle, ¿Sobre qué? ¿Ese es el motivo para hablar con ella?
Él asintió, animándose al comprobar que ella comenzaba a entender.
—Sí. Fue por su prometido.
—Eso me quedó claro. La angustia que te provoca es evidente.
No sabía porque lo hacía, estando tan tranquila hasta que llegaron a casa, pues solo entonces, cada que Hermione abría la boca algo peor salía de esta.
—Lo siento, continúa.
Harry se veía desesperado por hacerle entender. Suspirando para, como ella, tranquilizarse, habló: —El ministerio está interesado en él y esta noche, cuando lo vi, necesitaba advertir a Ginny.
—¿Es un mago oscuro o algo así? — preguntó Hermione a secas. Por esa noche, estaba exhausta de explicaciones, encuentros y conflictos. Solo quería una respuesta concreta.
—No precisamente, pero despierta interés para cualquiera.
—¿Dé qué estás hablando?
En su intento por explicarse, Harry se acercó a la mesa, hurgando entre sus papeles, luego, ante la ansiosa mirada de la castaña, blandió frente a ellos el artículo que Hermione había leído por días enteros con avidez.
El mismo que leyó a sus espaldas, sabiendo lo que Harry pensaba de ellos. Le sorprendía que lo supiera, pero no negó su culpabilidad.
—A que él escribe todas estas estupideces.
—¿Sayre? No, él no...
—El Ministerio ha estado investigándolo. Conocía su rostro y su seudónimo, como todos, pero esta noche, al verlo...
Hermione trastabilló torpemente, desplomándose en el sofá. Nada tenía sentido y, al mismo tiempo, muchas incógnitas habían encontrado sus respuestas.
—Él tiene información que podría ser importante y hasta no saber de que lado está, no puedo decidir si es confiable o no. Ginny se ha alejado de su familia y estando tanto tiempo con él, sin conocerlo lo suficiente, la pone en peligro.
—¿Estás seguro de que se trata de Sayre? — dudosa, se corrigió: — Quiero decir, ¿De Cillian?
—Después de esta noche, sí. Si hubiera sabido que se trataba de él antes, se lo habría dicho a los Weasley.
—Accedió a comprometerse, ¿No? — cuestionó Hermione, inquisitiva—. Él no debe estar en desacuerdo con la ley si accedió. Si estamos hablando de la misma persona, ¿Por qué el Ministerio lo buscaría? No tiene sentido, él ha cumplido.
—Supongo que no— sopeso Harry y la tomó de las manos —, pero todo el misterio a su alrededor hace que no confíe en él. Supuse que al verme sabría que lo reconocí, tenía que decírselo antes de que Ginny se fuera con él, eso fue todo, ¿Bien?
Ella desvió la mirada. Tenía mucho que procesar. En una sola noche, Ginny regresó a sus vidas y no solo eso, también conoció al hombre cuyos textos la habían mantenido despierta por largas noches.
No lo negaría, su identidad la decepcionó tanto como enterarse que se trataba del hermano mayor de uno de sus amigos más cercanos. Sus apasionados escritos simplemente no congeniaban con su fría apariencia.
¿Debería decírselo a Levi? ¿O él lo sabía y deliberadamente decidió ocultárselo?
—Bien, si eso es lo que realmente te importa— sentenció Hermione, poco interesada en continuar con la conversación. Había tanto en lo que pensar, que tan solo necesitaba tiempo a solas y silencio en su mente.
—¿Crees en mí?
—Sí, he comenzado a acostumbrarme a que tú y ella hablen solos por los rincones. Agradezco que esta vez la invitación se extendiera también a mí.
Harry deseó tirar de sus cabellos. Tampoco tenía la mejor actitud para afrontar una discusión, pero cualquier cosa debía ser mejor que irse a la cama molestos el uno con el otro.
—No estoy insinuando nada— prosiguió Hermione, sin mirarlo—. Es solo que pareces tan afectado con esto. Pude malinterpretar las cosas, es todo.
Al terminar, ella comprendió que acababa de cometer un error. Sus palabras podrían y fueron malinterpretadas.
—¿Sigues creyendo lo mismo? ¿Incluso estando casados?
La hostilidad en su voz incrementó los deseos de Hermione por meterse entre las sábanas y aguardar a que la mañana aclarara su mente.
—Solo dije que debería comenzar a acostumbrarme— concluyó, falsamente indiferente—. Siempre que ella vuelve, incluso indirectamente, algo sucede, no he insinuado nada más.
—¡Estoy aquí! — exclamó Harry—. Frente a ti, diciéndote la verdad.
—Oh, bien, me queda claro y para hablar con ella, debías llevártela a cualquier rincón en medio de la fiesta.
Harry sacudió la cabeza.
—Si escuchaste nuestra conversación sabes que no...
—Cómo sea— dijo Hermione e intentó levantarse. La cabeza comenzaba a dolerle. Sin embargo, la voz de Harry la detuvo.
—Tal vez la asignación no era una mala opción para ti si no me conoces lo suficiente. Intento comunicarme, ¿No es eso lo que debe hacerse? ¿No es la comunicación algo importante?
—Lo es, Harry.
—Siempre escuchas nuestras conversaciones, e incluso así dudas. Para variar, no sé lo que pasa por tu mente últimamente. Solo lees a ese idiota, arreglas cosas por ti sola y cuando pareces haber solucionado lo que sea que te preocupa llegas aquí con libros sobre embarazo, ¿Debo conocer lo que pasa en tu cabeza en lugar de que me digas que sucede?
Ella ni siquiera reaccionó a tiempo, contemplándolo en silencio. Sabía que, incluso en ese momento sus pensamientos y su vida estaban saliéndose de control. Jamás deseó excluirlo, dando por hecho que él entendería, deseando no darle más en lo que pensar con problemas que Hermione resolvería sola.
Por ello, herida, lo que salió de sus labios distaba de lo que le habría dicho en cualquier otro momento.
—Tal vez lo era, si lo que buscabas era una esposa que fuera sumisa y aceptara cada cosa que hicieras sin rechistar. En ocasiones, mi mente... Creí que nos estábamos entendiendo bien, mi "independencia", ¿No era algo que te gustaba de mí?
—Me gusta— afirmó Harry, irritándose—. Aunque nuestra comunicación los últimos días se haya limitado a vernos solo de noche. Hermione, intento seguirte el ritmo para adivinar lo que piensas, lo hago bien la mayor parte del tiempo, pero es difícil si un día quieres echar abajo el gobierno y al otro lees sobre maternidad, ¿Cuándo acordamos eso? ¿Estás embarazada y no lo sé? Merlín, no sé si preocuparme por lo peligrosa que es la mentalidad que tienes últimamente, o enfocarme en sentarme y leer contigo como ser un buen padre cuando ni siquiera lo hemos hablado, ¡No puedo!
En el fondo, Hermione sabía que tenía razón. Pero admitirlo habría sido igual que aceptar que sus pensamientos estaban traicionándola ocasionalmente, yendo en todas direcciones.
—Mi mentalidad es la misma, te dije que no cambiaría, ¿No es así? — replicó llorosa— Respecto al bebé, yo supuse... ¿No es ese el propósito de la ley? Hablamos de ello, pensé que, si bien no lo discutimos a profundidad, realmente lo querías.
—Lo quiero— afirmó Harry, habiendo comprendido su error. Pero no había nada que aclarar, el desconcierto con el que se refería al tema expresaba más de lo que sus palabras podrían.
¿No fue él quien habló en más de una ocasión de un hijo? ¿De lo honrado que se sentiría por qué ella fuera la madre de sus hijos?
"Palabras vacías". El recuerdo de la voz de Ginny empeoró el punzante dolor de su cabeza.
— Lamento no poder ser compresiva siempre, a veces solo necesito un momento para mí, lejos de los problemas de los demás, pero todo me lleva de vuelta. En ocasiones tampoco puedo entenderte. No sé que pensar, si esto es real, o solo pasamos el rato pretendiendo construir un matrimonio sólido, es nuevo para mí, no...
—Para mí también es nuevo y tú, ¿Crees que es eso? ¿Un juego?
—Nunca dije...— balbuceó Hermione torpemente, toda una ola de recuerdos, desde el recibimiento de la invitación, Ginny y sus acusaciones, avivó su molestia y en lugar de tranquilizarse, agregó:— así como tú has dicho que no te comunico lo que pienso, ninguno de los dos lo ha hecho últimamente, quizás vienes aquí luego de un largo día y pasas un rato disfrutando de tu vida de casado, pero apenas aparecen las obligaciones, o recibes noticias ya sean de ella, o de algo que no te guste, todo se tambalea y me haces a un lado esperando que yo lo acepte, simplemente porque tú crees que es conveniente para los dos, ¿No eres tú quien desea que me mantenga al margen de todo? Has hecho eso desde que éramos adolescentes, hacías los planes y esperabas a qué Ron y yo nos ajustáramos a ellos.
—Siempre les dije que no hacía falta que me siguieran.
—No se trata de eso, ¡Éramos un equipo! Y las cosas han cambiado, ahora somos un matrimonio, ¡Las decisiones deberían ser de ambos!
Por un segundo, los años parecieron retroceder. La expresión testaruda de Harry estaba ahí, intacta a pesar del paso del tiempo.
—Ron y yo accedimos sin chistar la mayoría de las veces para ayudarte, pero no puedo seguir fingiendo que mi opinión no importa si se sobrepone a la tuya, ¡Quizás por eso he hecho todo esto! Porque sé que no te gustaría que yo interviniera, investigué por mí misma, para mí, quiero crear mi propia opinión y juzgar a partir de ahí.
—Yo podría ayudarte si me lo pides— rebatió Harry, como si lo encontrara ridículo. Sin embargo, en el interior, debió analizar cada acusación.
—¿Realmente lo harías? ¿Me ayudarías incluso si la respuesta no te gusta?
La negación que siguió bastó para conocer su posición.
—No quiero seguir con esta patética tontería.
—Honestamente, ¡Tú fuiste quién empezó con esto!
—Creí que me conocías. Que eso nos hacía una buena opción para el otro, que nos casábamos más que solo por...
Súbitamente, Harry se alejó hacia el corredor, tomó su chaqueta del perchero y avanzó hasta la puerta. Hermione le siguió de cerca.
—¿A dónde vas?
—No quiero decir más. Podríamos arrepentirnos.
—¡Harry!
Él la ignoró, resopló fuertemente y siguió su camino, de la misma forma que Hermione deseó haber hecho antes de que su discusión escalara. Con una mano en la perrilla de la puerta abierta, Harry se volvió hacia ella y dijo fríamente: — Lamentó que esté matrimonio no esté cumpliendo tus expectativas.
Él se iría y la brecha se haría más grande. Hermione estaba exhausta, pero lo estaría más si su discusión no se solucionaba. Lo quería cerca, como su confidente, su máximo aliado, no a cualquier otra persona que pudiera prestarle su ayuda.
—Lo lamento.
Él se detuvo, de espaldas a ella. La oscuridad de la noche se filtraba alrededor de su silueta.
—Lo lamento— repitió Hermione.
Él no se giró de inmediato, pero sí ladeó la cabeza, permitiéndole ver su perfil. Debatió un par de segundos y, cuando ella avanzó hacia él, su desconcertada mirada se suavizó.
—No quería ser cruel— insistió la castaña—, pero tampoco creo haber cometido todos los errores aquí. Nunca he querido discutir contigo.
Su arrepentimiento lo ablandó, tanto como su inteligente perseverancia al mantener su dignidad.
—Eres peligrosa— murmuró Harry, quien parecía verdaderamente fascinado con sus peculiares disculpas.
Desconcertada, Hermione levantó la mirada. El orgullo casi había desaparecido de sus penetrantes ojos verdes.
—¿Por qué?
—Me tienes en la palma de tu mano, girando alrededor de tus dedos.
—Eso suena desagradable.
—Te aseguro que no lo es— rebatió Harry, como si no pudiera preocuparle menos—. Haz lo que quieras conmigo, no puedo permanecer molesto contigo por mucho tiempo si me miras así.
—No planeo manipularte a mi antojo, si eso insinúas.
Harry sonrió casualmente.
—Tampoco pretendo que lo hagas. Eres demasiado considerada para hacerlo, por eso sé que estoy en las mejores manos.
Harry puso sus manos sobre sus mejillas, como si minutos antes no hubieran discutido en lo absoluto.
—Ayúdame a entenderte o me volveré loco.
Cuando ella río, el ambiente mejoró, pero las asperezas debían ser limadas.
— También deseo entenderte— aclaró Hermione, colocando su mano sobre la de él—. Realmente quiero ser una buena esposa para ti, Harry.
Él acarició delicadamente su mejilla con el dorso de su mano.
—Antes, cuando Ginny hacía todas esas insinuaciones sobre nosotros, me sentía en la obligación de negarlo y me preguntaba, ¿Realmente la ley me dio la oportunidad para estar contigo? ¿No debía sentirme culpable por desear que te convirtieras en mi esposa? Me sentía culpable por siquiera sentirme atraído por ti.
Hermione se hundió en sus manos.
—Me sentía de la misma forma.
Harry sonrió. Una sonrisa que provocó que un agradable calorcito subiera por su cuerpo.
—Nunca he conocido a dos personas tan diferentes y al mismo tiempo, tan similares como tú y yo.
Él tenía razón. Sus diferencias embonaban tan bien como sus cualidades compartidas.
—Aun así, me temo que, en ocasiones, nuestras mentalidades son diferentes.
—Demasiado lógica para tu propio bien— dijo Harry.
—Demasiado impulsivo para el tuyo— destacó Hermione, elevando el mentón.
Él no discutió. Los dos conocían cuáles eran sus cualidades y también, todos sus defectos.
—Todo lo que dije...
—¿Realmente lo piensas?
Avergonzada, ella negó con la cabeza.
—Una parte de mí estaba celosa. Toda tu preocupación por ella me hace pensar toda clase de cosas.
—¿Celosa?
Hermione sintió que su rostro se llenaba de color.
—Sí, pero también exhausta. Los últimos días han sido agobiantes.
Harry asintió, besando la punta de su nariz. Verlo deslizándose con tanta facilidad de su terquedad no era algo a lo que Hermione estuviera acostumbrada.
—Esto es absurdo— deliberó Harry, examinando sus ojos—. Eres tú, no tiene caso negarlo, ni a ella, ni a mí. Siempre fuiste tú, Hermione.
Notando la interrogativa en sus ojos, siguió: —Todas esas chicas con las que tanto me esforcé en convencerme de ser las indicadas, siempre existía un impedimento. Ahora sé porqué, ellas no eran tú.
—Es un poco presuntuoso pensar que yo...
—Haberte conocido elevó mis estándares a niveles que ninguna otra mujer cumpliría, Hermione.
Ella sabía que exageraba, pero la halagó la firmeza con la que pronunció cada palabra.
Cuando la puerta se cerró detrás de ellos, Hermione se desplomó contra Harry, apoyándose sobre su pecho. Por primera vez, estaba segura, afrontaban los problemas como una pareja de verdad.
—No te vayas— susurró Hermione, su voz sonó ahogada. Incapaz de resistir el impulso, pasó su mano por su suave cabello negro, luego, por su cuello, clavículas y pecho. Harry suspiró, inclinando su cabeza y apoyando sus frentes.
— Pregúntame todo aquello que quieras saber, te lo diré, pero no recurras a nadie más si yo puedo ayudarte.
Ella asintió. Le atraía la sutil posesividad con la que reclamaba atención y también, su confianza.
—No quiero distanciarnos nuevamente— dijo Hermione—. No de nuevo, no por otras personas.
Levantando su rostro, lo besó tentativamente en los labios. Cuando la mano de Hermione se metió bajo su camisa y mordió sutilmente el lóbulo de su oreja, en respuesta, Harry la presionó contra él, gimiendo a un volumen bajo.
Considerando su aprobación, la mano de Hermione continuó su camino, rozando sus pantalones. Antes de que pudiera hacerlo, Harry sujetó su mano.
—Trataremos todos los temas que hemos pasado por alto— consideró analítico, contrario al deseo latente en sus pupilas dilatadas—, pero, si realmente quieres convertirte en madre, podemos comenzar con el bebé ahora mismo, señora Potter.
Sin darle tiempo para cuestionarlo, tiró de ella escaleras arriba. Muchas dudas seguirían presentes, pero, por esa noche, tener a Harry cerca era todo lo que Hermione necesitaba.
No permitiría que su confianza decayera ante cualquier inconveniente que tuviera solución.
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Lo amaba. Realmente amaba a Harry, pero cada vez que intentaba decírselo terminaba deteniéndose antes de que las palabras escaparan de sus labios.
No sabía porqué parecía tan difícil. Quizás porque aquella parecía ser su última defensa. El último escudo que todavía no caía.
¿Cómo se lo explicaría? ¿Tenía miedo de mostrarle que su corazón le pertenecía? Explicarle sus sentimientos nunca le había parecido tan difícil. Hermione sabía que, al decírselo, no habría marcha atrás. Lo amaría sin reservas, sin nada que protegiera su corazón de cualquier daño.
Tal vez solo quería amarlo con la moderación adecuada. De ese modo, no se sentiría tan débil.
No, decirle algo como eso sonaría extremadamente lógico, demasiado frío y calculador. Cómo si sus sentimientos fueran guiados meramente por su cerebro, y no era así. Ya no.
Permaneciendo quieta en la cama, Hermione cerró los ojos y se concentró en la respiración pausada de Harry durmiendo a su lado, lo que apaciguó su preocupación. Más tranquila, cuando su sólido pecho se presionó contra su espalda, Hermione se relajó.
Pudieron pasar horas o tan solo minutos, pero no fue hasta que Harry se movió unos centímetros, sin soltarla del todo en que ella se permitió abrir los ojos y mirar el techo.
Con Harry a su lado, fue inevitable que su mente no vagara, perdiéndose en toda clase de pensamientos, cada uno más intrigante que el anterior. ¿Qué habría pasado si ella hubiera tomado otra decisión? ¿O si Harry hubiese acudido a la asignación en lugar de ella?
Pensarlo le rompía el corazón. ¿Otra mujer además de Ginny habría podido hacer feliz a Harry?
Ahora que sabía que le amaba, realmente deseaba hacerlo feliz. No a corto plazo, sumidos en la dulzura que rodeaba a una pareja recién casada, sino durante años. ¿Podría hacerlo? Lo había hecho bastante bien siendo su amiga, pero nada aseguraba que aquello funcionara siendo su esposa.
Inevitablemente pensó en Neville. En apariencia tan enamorado de Hanna, conociéndose desde que asistían al colegio y ahora, estaba enamorándose de otra chica, alentado por la asignación, prometiéndole que Marion era la chica más idónea para él y con la única con quién casarse debía ser lo correcto.
Luego, reflexionó en ella y sus propias expectativas acerca del matrimonio. Meses atrás ni siquiera buscaba enamorarse y, si bien no estaba cerrada a la idea, su mundo se resumía a más que corazones rotos. Al menos hasta que de la ley matrimonial apareció. Cualquier buen joven, con educación, inteligencia y buena compatibilidad demostrada entre ambos merecería una oportunidad, aunque no lo pensaba mucho.
¿No era eso lo que la asignación les ofrecía? Incluso, evitaba citas incómodas, incertidumbre al considerar la compatibilidad entre dos desconocidos, ofreciéndoles las respuestas que cualquiera desearía conocer con la certeza de que un nombre en papel sería su compañero de vida.
Podría entonces, de haberlo querido así, ¿Habría accedido a casarse con otra persona?
Sus dedos se apretaron a las sábanas. Nunca lo había considerado, desde el principio, siendo acompañada por Harry en cada etapa, pero entonces, surgiendo desde lo más profundo de sus pensamientos, sin que pudiera analizarlo, otro nombre apareció en sus pensamientos. Levi.
No, ¡Era ridículo solo pensarlo! Así como él, podría haber sido cualquier otro. Quizás Víktor, tan dispuesto a ofrecer su ayuda, o magos desconocidos. Sin embargo, la sola posibilidad de un matrimonio con Víktor Krum le producía escalofríos. Su amistad con él, con los años, la llevó a verlo tan solo fraternalmente. Era apuesto, claro, pero no la atraía lo suficiente.
Nuevamente, Levi resurgió. Nadie negaría lo apuesto que era. Además, antes de convertirse en su amigo, pensar en él como un joven encantador, hablador y lleno de energía capaz de halagar a cualquiera, pese a ser cualidades, la repelió para aceptar su amistad inmediatamente. Al conocerlo mejor, comprendió lo que se escondía debajo. Ambos eran diferentes, pero sus personalidades ciertamente coincidían.
Su positivismo habría apaciguado las inquietudes de Hermione y si bien de una manera más drástica que con Harry, quien pese a ser más impulsivo que ella, también eran similares en muchas circunstancias.
Oh, ¿En qué estaba pensando? Hermione ahogó un grito contra la almohada, sintiéndose inmediatamente culpable con Harry a su lado.
No tenía manera de saber que habría sido de su vida de haber tomado otras decisiones, pero llevarse tan bien con un chico como él, además de Ron y Harry la ponía a pensar en como sería haber conocido a alguien más, una relación nueva, con alguien ajeno a toda su vida pasada, sin desearlo realmente. Levi traía frescura a su vida con su personalidad tan chispeante, de la misma manera en que sucedió cuando Viktor apareció en su vida, siendo una adolescente. Lejos de toda la cotidianeidad, con quién eventualmente funcionó mejor como amigos; por otro lado, Levi, carismático, positivo, lleno de chispa e indudablemente atractivo, le hacía preguntarse que resultados obtendría de la asignación.
Incluso si el único nombre que desearía leer era el de Harry, pero ¿Aquello sería posible? ¿Podían ser tan compatibles?
Sacudió la cabeza, considerando que todas sus decisiones la hicieron quien era y que Harry, después de todo, siempre habría sido una constante en su vida. Una presencia demasiado sólida con la que cualquier hombre se sentiría amenazado.
No deseaba ser la esposa de nadie que no fuera Harry. Deseaba que su matrimonio funcionara, pero la incertidumbre la consumía. ¿Podría hacerlo realmente feliz?
Antes de caer dormida, abrazada a él, una idea acudió a su mente. La solución que resolvería sus dudas.
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Su cuerpo fue empujado hacia atrás. Torpemente, sin saber cuál de las dos fue quien lo provocó, Hermione sonrió sutilmente a Marion, a quien veía varias veces durante el día.
No hacía falta prestar mucha atención para notar la torpeza de la chica. Cuando Marion se disculpó e intentó pasar por su lado, la mente de Hermione se iluminó.
—Espera, por favor.
—¿Te golpeé demasiado fuerte?
Hermione se apresuró a negar al ver la preocupación en sus ojos.
—No se trata de eso, ¿Puedo hacerte una pregunta?
—Lo que sea— respondió Marion, recobrando su alegría.
No tenía opción. Era la única persona a la que se lo podría preguntar sin que se convirtiera en una conversación extraña. Solo simple interés. Nerviosa, Hermione miró a los lados antes de hablar.
—¿Cómo funciona la asignación? Es decir, sé la mayor parte, pero no como es... Hacerlo.
—Oh.
Cómo lo suponía, Marion le dirigió una mirada curiosa, pero no tardó en componer su sonrisa y hablar con voz clara.
—Buscan la conexión más compatible a tu vínculo mágico y es ciertamente eficaz— reconoció, como si recordara el momento—. Estaba muy asustada al inicio, pero luego de que su nombre apareciera, lo conocí pocos días después. Neville es noble, bondadoso y la mayor parte del tiempo, adorable.
Hermione río, reconociendo que su amigo era realmente encantador.
—Estaba aterrada de que la asignación me colocase con una persona horrible, pero en cuanto lo vi, supe que cualquiera que sea la magia que emplean para saberlo, no se equivoca.
—Sí, pero ¿Confías totalmente?
Marion la miró extrañada.
—En estas circunstancias, sí. Es todo lo que tenemos.
—Pero ¿Cómo funciona? — insistió Hermione.
—Con tu varita, es lo esencial— comenzó Marion, recordando—, a menos que tengas algo lo suficientemente personal, mencionaron que, de preferencia, debía ser la varita que nos eligió, no heredada, robada u obtenida con otros medios, o dejaría de ser confiable. No sé cómo funcionaría para quien no tenga varita— reflexionó y creó más dudas en Hermione.
— Puedo suponer que debe ser una de las posesiones más cercanas, o cualquier cosa que pertenezca al mago o bruja en cuestión y de entre la lista, aparece un nombre.
—¿Así lo encontraste?
—Sí, el nombre de Neville se encendió como fuegos artificiales.
—Y funcionó— susurró Hermione débilmente.
Marion dijo que sí, pero a diferencia de su ánimo habitual, pareciendo haber encontrado confianza, se aclaró la voz para preguntar: — Sé que tú conoces a... A Hannah, ¿Cierto? ¿Son amigas?
— Asistíamos juntas al colegio, sí.
Su interés no extrañó a Hermione. Era comprensible suponer de dónde venía su inquietud.
— Cuando salían... Ellos, ¿Eran felices? — apenas decirlo se cubrió el rostro con las manos—. Oh, sé que no debería preguntarlo, pero Neville se niega a siquiera mencionar su nombre, me siento mal con ella por aparecer.
—Lo suyo terminó antes de que tú aparecieras, eso lo sé con certeza— dijo Hermione, colocando una mano sobre su hombro—. Ambos fueron realistas con sus circunstancias, pero no tiene caso que lo pienses, ahora formas parte de su vida, y lo mejor que puedes hacer es ver por su futuro, en el que tú estás.
Marion recobró su sonrisa, asintiendo repetitivamente, como si sus palabras se repitieran una y otra vez en su mente, tomando fuerza. Al verla, cuánto más la conocía, Hermione se convencía de lo compatible que debía ser con Neville.
Aquello significaba solo una cosa. La asignación debía tener razón.
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Resultaba extraño no encontrarse con Harry esperándola en el salón luego de un largo día. Finalmente, lo encontró en el jardín, sentado sobre un improvisado asiento con un viejo balde oxidado, bajo los últimos rayos del sol. Frente a él, se encontraba la vieja motocicleta de Sirius, aparentemente, siendo arreglada.
—Estaba esperándote— dijo Harry, sin girarse a mirarla. Dejó a un lado herramientas que Hermione no conocía y se levantó para recibirla.
Ella temía preguntar, pero lo hizo de todos modos. Intuitivamente, sabía lo que pasaría.
—¿Te vas?
—Una misión— respondió Harry entre dientes—. Iba a decírtelo, pero no sabía cuándo volverías. Así que vine aquí mientras tanto, me voy en media hora.
—¿Te irías, así como así? ¿Si no volvía a tiempo?
—No tendría opción. Sabes cómo funciona esto, pero sí que esperaba verte.
Sí que lo sabía. Cómo su mejor amiga, se preocupó en incontables ocasiones cada que Harry se marchaba, muchas de ellas, sin tiempo para despedidas. Cómo su esposa, era todavía más complicado de aceptar.
— Pasó tiempo desde la última vez.
—Los tiempos se han vuelto difíciles. Sé que no tiene caso pedírtelo, pero debes prometer que intentarás mantenerte al margen, al menos hasta que vuelva.
—Lo haré si no haces nada imprudente.
Harry torció los labios, comprendiendo la imposibilidad de lo que le pedía.
Hermione reprimió cualquier otra oración, sabiendo que era su trabajo y nada lo detendría. Al menos, pensó, él no se marcharía estando molestos. Si bien existían tantos asuntos por aclarar, habría tiempo para eso. El recuerdo de la asignación todavía daba vueltas en su cabeza y su ausencia, solo aclararía su percepción.
—Cuídate y vuelve a casa.
Él sonrió pesarosamente, pasó por su lado y besó delicadamente su frente, internándose en la casa. Cuando Hermione se recompuso y lo siguió, Harry ya se encontraba en la ducha y sus pertenencias sobre la cama.
Media hora después, de pie en la puerta principal, Harry acunaba su rostro entre sus manos. La dulce forma en que la miraba reflejaba lo difícil que les resultaba separarse ahora.
—Regresa a mí— dijo Hermione, besando fugazmente la comisura de sus labios.
—Igual que siempre— le respondió él, sonriendo a medias—. Extráñame, ¿Bien?
Sonriendo entre sí, Harry se inclinó y besó dulcemente sus labios como despedida por largos minutos. Cuando Hermione abrió los ojos, él se había marchado.
La casa se sentía especialmente vacía con su partida. Serían días duros. Sin otra opción, Hermione se dirigió a su habitación, se hizo un ovillo en la cama e intentó dormir, envuelta por su aroma impregnando cada rincón.
•ווווווווווווווווווווו
La noche transcurrió entre sueños extraños. Nombres en papel, personas sin rostro y destellos de magia desconocida. Cuando Hermione despertó antes del amanecer, agitada luego de soñar que el nombre de Ginny aparecía una y otra vez en un largo pergamino, supo que no descansaría hasta conocer la respuesta.
Mientras se duchaba, imaginó que, de haber recurrido a la asignación en lugar de sucumbir a su deseo por escapar del mundo mágico, Harry probablemente no le habría propuesto matrimonio, ¿O sí?
Según la información que tenía, todo gracias a Marion y sus propias suposiciones, cada mago y bruja se encontraban en el mismo registro, todos ellos como posibles candidatos en una enorme lista de prospectos. Si el Ministerio pensó en todo, ¿Descartarían uno a uno en el instante en que se casaran? ¿O seguirían ahí y, si fueran elegidos, se eliminarían al comprobar que se encontraban comprometidos?
¿Harry seguiría en esa lista? ¿O fue eliminado desde que se casó con ella? Si era así, sus intenciones resultarían un tanto inútiles. Deseó creer que podía intentarlo, solo para eliminar su curiosidad, pero sabía tan poco, que tendría que averiguarlo por sí sola.
Al mediodía, sus deseos eran aún más fuertes. Mientras cortaba minuciosamente la comida en su plato, desarrollando su laborioso plan, apenas notó que sus amigas se dirigían miradas cargadas de intriga, alarmadas por su actitud.
—¿Estás segura de que estás bien? — repitió Susan. Luna carraspeó cuando Hermione las ignoró por segunda ocasión.
—Lo siento, ¿Qué ocurre?
—¿Es por Harry? — adivinó Luna, mirándola con los ojos entrecerrados— ¿Por lo que ocurrió en la fiesta?
Susan emitió un largo sonido de indignación. Para este punto, ambas sabían lo sucedido, al menos a grandes rasgos.
—¡Fue de tan mal gusto! — exclamó la pelirroja, su rostro se llenó de color—. Alguien debería decirle a esa chica que armar esa clase de escenas con su prometido a un lado es... ¡No debió hacerlo! ¡Sobre todo ahora que Harry está casado!
Omitiendo su opinión, Luna guardó silencio, pero no negó nada. Después de todo, Ginny fue su amiga antes que cualquiera.
—No se trata de eso— aclaró Hermione, bebiendo apuradamente todo el contenido de su vaso—. Es... Tienen que ayudarme— les suplicó.
Susan y Luna intercambiaron miradas.
—¿A qué?
—Para poder entrar al departamento de Roux.
Susan casi soltó su tenedor, que bailó entre sus dedos antes de que lo depositara encima de la mesa. Por su semblante, prefería seguir discutiendo acerca de la actitud de Ginny.
—¿Bromeas?
Luna, quien no entendía lo que sucedía, siguió comiendo con total naturalidad, mirando alternativamente de una a la otra. Dándose cuenta de que el nombre debía significar algo importante, preguntó: — ¿Quién es Roux?
Ninguna respondió. Susan, luchando por no atragantarse, se aclaró la garganta.
—¿A qué te refieres con entrar?
—No como cualquier otra persona— explicó Hermione, nerviosa—, sería mejor si él no sabe que estoy ahí. Más allá de los trámites, internamente, me refiero.
—¿Quién es Roux? — repitió Luna, impaciente. Ambas la miraron.
—Finley Roux, un jefe de departamento, quien está a cargo de toda está locura, sobre la ley.
—Roux— dijo Luna, saboreando el nombre entre sus labios. Sorpresivamente, pareció reconocerlo—¿No es el tipo desagradable que salía en los periódicos? Sí, al lado de Kingsley, ¿No es cierto?
Susan río aprobatoriamente.
—Él mismo, al parecer Hermione enloqueció.
—Necesito hacerlo— dijo la castaña, suplicante. No confiaba en nadie más que en sus amigas, a quienes decirles no suponía una total locura.
—¿Para qué? — insistió Susan a quien la idea no parecía gustarle. Su sentido del deber era demasiado agudo.
—Específicamente, necesito entrar al sitio donde realizan las asignaciones. Tan solo necesito comprobar...
—Oh— jadeó Luna, mirándola acusadoramente, tan astuta como era, comprendió su inquietud—. Sé a dónde vas y acepto.
—¿Qué? — jadeó Susan, por primera vez mostrándose nerviosa—, eso no está bien— dijo, intentando hacerlas comprender—. Una cosa es burlarse de Roux todo lo que quieras y otra, entrar a su departamento y esperar que nadie, ni siquiera él lo note.
Luna sonrió deslumbrante, acariciando su abultado abdomen despreocupadamente.
—Tienes mucha suerte— dijo a Hermione, cuyos ojos se iluminaron— ¿Recuerdas las entrevistas que haré a cada jefe de departamento? Puedo adelantar la fecha de la entrevista con él, si lo quieres.
—Oh, Merlín— suspiró Susan y se obligó a terminar el pastel en su plato, llenándose los dedos de chocolate en el proceso—. Ambas han enloquecido, ¡Saberlo no sería sano para ti!
—Sé que no— admitió Hermione, habiendo llegado a la misma conclusión en muchas ocasiones—. Simplemente, quiero hacerlo y seguiré adelante, por eso, ¡Te lo agradezco mucho, Luna! — exclamó, aferrándose a su mano sobre la mesa. Aquella era la última pieza de su rompecabezas, la llave que le permitiría entrar.
—¿No se suponía que tú obedeces las reglas? — insistió Susan y la castaña sacudió la cabeza.
—A veces, hace falta romperlas para demostrar que deben acatarse de verdad— dictaminó Hermione—. Lo aprendí con el tiempo. Debería agradecérselo a Harry y Ron.
—Gryffindor— resopló Susan, apartándose de sus planes—. Sigo creyendo que es una mala, mala idea.
—Tengo una cita para un artículo en ese departamento, en dos semanas— dijo Luna, participativa—. ¿Quieres que te ayude?
—Sí, necesito tu ayuda— rogó Hermione—. Sé que parece una locura, pero necesito saber lo que hubiera pasado... De haber recurrido a la asignación.
—Así que esto es por Harry, ¿O por ti? — la cuestionó Luna— ¿Quieres saber las posibilidades de Harry? ¿O las tuyas?
—Un poco de ambos— admitió avergonzada—. Tengo que saberlo.
—Bien, vamos a apresurar. Te enviaré una lechuza cuando haya reajustado la agenda.
Inesperadamente, incapaz de mantenerse al margen, pero viéndose culpable por participar, Susan arremetió: —Están olvidando algo, ¿Qué sucederá contigo? — dijo, señalando a Hermione—¿Qué pasa si el nombre que sale ahí no es el tuyo? ¿Estarás lista para saberlo?
—Tiene razón— protestó Luna, colocándose una mano en el pecho—. ¡No quiero ayudar a romperte el corazón!
—No haré nada con esa información. En realidad, solo me gustaría saber si realmente puedo hacerlo feliz, románticamente hablando. Todos aseguran que la asignación es efectiva, ¿No es así? Mis resultados, por otro lado, no me interesan demasiado.
Por la forma en que la miraron, quedaba claro que no creían en sus palabras.
—¡No voy a arrojarlo a los brazos de otra! — les aseguró, hundiéndose en su asiento cuando las personas en las mesas contiguas dirigieron miradas cargadas de intriga—. Ya no me siento tan bondadosa para hacerlo. Quiero que sea feliz, pero lo quiero, y el amor no es tan poco desinteresado como lo pintan en los libros.
—Al menos eres realista— dijo Susan, más optimista—, pero debes prometer que sea lo que sea que veas, seguirás adelante.
—Lo prometo.
—En ese caso...
—Te ayudaremos— aseguró Luna con voz animada, sonriendo triunfalmente.
Al ver la decisión con que sus amigas estaban dispuestas a ayudarla con su disparatada idea, Hermione agradeció que Harry no estuviese ahí para presenciarlo.
•וווווווווווווווווווו
Cinco minutos. Le bastó tan solo cinco minutos para escribir una respuesta a Viktor. Dejando la pluma en el tintero, Hermione releyó sus palabras.
Era clara. Quizás demasiado directa, pero no existía mucho que quisiera decirle más allá de un cortés, pero sincero agradecimiento.
Si bien, contrario a ella, la información que Víktor le envió era realmente enriquecedora, Hermione no podía devolverle una respuesta similar. Ahora que conocía a mayor profundidad a los magos que se atrevieron a entrar en su casa tan solo un día después de su boda, se sentía tan extraña como vacía.
Esperó sentir cierta simpatía hacia ellos y sus acciones, pero no fue así. No, todo para lo que tuvo cabida fue lástima.
Sus vidas, como sus muertes, carecían de verdadero significado. Cómo si sus propósitos fueran, después de todo, carentes de sentido.
Todos ellos solían ser criminales de bajo rango antes de la guerra, fácilmente descartables en comparación a los mortífagos, en quienes estaba puesta la atención del ministerio. Después, cuando este cayó a manos de Voldemort, moviendo los hilos detrás de las sombras, al reaparecer, lo hicieron de la misma forma que todos los criminales de su tipo. Actuando como carroñeros o en cualquier actividad que les diera alguna clase de remuneración.
Cuando la guerra acabó, pudieron esconderse fácilmente. La atención del ministerio y la Orden no recaería en ellos, tan insignificantes en comparación al resto de criminales de guerra.
Sin embargo, cuando la ley matrimonial llegó, el espíritu patriota que nunca estuvo ahí pareció despertar en ellos. Hermione no creía esto último, de modo que supuso que, como sucedió con el resto de sus acciones, esperaban obtener alguna clase de gratificación.
Uniéndose a aquellos que detestaban el ministerio y se oponían a la ley matrimonial, el movimiento debió crecer con el correr de los meses. Siendo escurridizos y sin principios debieron ser útiles para quien quiera que hubiese ideado el plan para escabullirse en su hogar. ¿El propósito? Todavía desconocido.
¿Qué motivaría a personas como aquellas a pretender actuar tan desinteresadamente? ¿Por qué las personas que apoyaban el movimiento lo seguían con fe ciega?
Inconscientemente, recordó a aquella desafortunada chica obligada a renunciar a todo, con la que su vida se cruzó por solo minutos, hacía ya meses durante la misión en que acompañó a Harry. Todos ellos parecían desconcertados de haber sido atrapados, seguros de que podrían haber comenzado nuevas vidas abandonando el país. Aquella fue la primera vez que Hermione presenció lo que la ley les obligaba a hacer.
Todos, desechados y utilizados por quienes deberían haberlos ayudado.
Si alguien manejaba todo, detrás de las sombras, las personas ayudándolo no debían importarle menos. No le importaban al ministerio, y tampoco lo hacían a todos aquellos que aseguraban entenderlos.
Algo se escondía detrás. Hermione lo sabía.
Dando golpecitos con el borde de la carta en su mentón, barajó sus posibilidades. Harry debía saber que ocurría y si desconfiaba tanto de Cillian, su único indicio, seguro existía una explicación.
Harry le aseguró que la ayudaría y realmente deseaba confiar en él. Cuando volviera, prometió, tendría que contárselo todo. Por ahora, se conformaría con dormir abrazándose a su almohada.
Una noche todavía más larga le esperaba.
