El sonido del teléfono, apoyado sobre su hombro, devolvió a Hermione a la realidad. La voz de su madre, del otro lado de la línea esperaba una respuesta cada pocos minutos, lo que indudablemente la obligaba a pretender que seguía el hilo de su conversación.

Lo sé, mamá— murmuró Hermione, su vista continuaba fija en el techo—. Sí, estoy bien, Harry volverá pronto.

Sus padres insistirían cada tanto para que los visitara, sobre todo cuando se encontraba sola.

Su madre debió responder algo más, palabras preocupadas, asegurándole echarla de menos, o eso supuso. Su mente se encontraba lejos, sus ojos, atentos a cualquier cosa lejos del frente, como las delgadas líneas en el techo o la tenue luz de la luna filtrándose por la ventana, lo que fuera con tal de no mirar en esa dirección.

Con cada segundo, la sensación de vacío en su estómago crecía.

Nuevamente, debía responder. Esta vez sus manos se aferraron al teléfono, buscando escuchar mejor la voz de su madre, convertida en un susurro distante.

Prometo visitarlos pronto— aseguró, carraspeando—. Sí, lo haré, mamá.

En un segundo, la soledad la invadió y el solitario pitido hueco del otro lado de la línea al haber sido colgado le informó que la llamada había terminado. Lentamente, se deshizo del teléfono y sus manos, torpes y frías ahuecaron tímidamente su abdomen.

¿Realmente...?

No lo admitió, con nadie, pero no pudo evitar pensar en ello cuando Luna comenzó a hablar sobre su propio embarazo y un sinfín de síntomas que, si bien en otro momento Hermione habría atribuido a cualquier situación completamente lógica, ahora, después de todo lo sucedido entre ella y Harry durante las últimas semanas, cambiaba todo.

¿O eran solo coincidencias?

Nunca antes se encontró en una postura similar, por lo que no tenía idea de cómo sentirse. Decírselo a cualquiera, como sus amigas o su familia encendería las alarmas y desencadenaría muchas reacciones que no estaba lista para recibir.

Además, si sólo se trataba de un error...

Desde luego, primero vendrían las preguntas, ¿Qué resultado esperaba?, ¿Qué es lo que ella quería?

Curiosamente, sus temblorosos dedos subieron tentativamente la tela inferior de su blusa, descubriendo su abdomen. Cálido y plano. Si tuviera que guiarse por su instinto, Hermione no lo creía posible.

Siendo adolescente, no fueron pocas las ocasiones en que fantaseó con su vida adulta, incluso con una familia, pero ahora que todo se volvía real... Era impensable.

El temblor que comenzó en la punta de sus dedos se extendió por todo su cuerpo. Esperar un par de minutos nunca le pareció tan tortuso.

Su mirada se posó, por primera vez, sobre el frío lavabo, en la prueba de embarazo que reposaba encima de este, inerte y enigmática.

¿Por qué se aferró a la efectividad de una prueba de embarazo muggle teniendo la certeza de la magia? No lo sabía, pero sentía que, de alguna manera, la reafirmación posterior, con medios mágicos volvería todo más real y emotivo y, solo entonces, podría aceptarlo de verdad.

El resultado estaba ahí, aguardando por ella, pero ahora que el momento había llegado no podía levantarse. Manteniendo el equilibrio permaneció sentada en el borde de la tina de baño.

Cuando Harry volviera, ¿Nuevas noticias estarían esperándolo?

Inconscientemente una sonrisa apareció en sus labios, tan involuntaria que tuvo que tocarse las comisuras de los labios. Podría imaginar su expresión, tan desencajada, sus ojos verdes fijos en ella y... El recuerdo de su discusión volvió. No, ¡Aquel no era el mejor momento!

Había tanto que le gustaría aclarar.

¿Harry realmente se sentiría feliz? Una parte de Hermione se aferraba a la idea de qué sí, que él le mostraría una resplandeciente sonrisa, la besaría gentilmente en los labios y le aseguraría lo contento que la noticia lo hacía, pero otra, la más entera y lógica recordaba su expresión extrañada al verla llegar con aquellos libros de maternidad entre los brazos.

Sin embargo, Hermione Granger jamás había sido una cobarde. Envalentonada, atravesó la habitación en dos zancadas y ahora, sosteniendo la prueba en sus manos, miró en otra dirección. Eventualmente, sus ojos descendieron, encontrándose con la verdad.

Un suspiro escapó de entre sus labios.

Una sola línea.

Arrojándola a un lado, deseando no verla más, se miró atentamente al espejo. Independientemente del resultado, seguía siendo ella, sin importar lo extraña que se sintiera, nada había cambiado.

Aquello debía ser lo mejor para todos.

Sin embargo, al observar su reflejo, Hermione no pudo evitar preguntarse, ¿Por qué parecía tan decepcionada?

ווווווווווווווווווווו

Luna Lovegood siempre conseguía lo que quería, sin importar lo difícil que esto fuera. Probablemente porque ni siquiera se lo planteaba como un desafío.

Cuando Hermione recurrió a ella, sabía que sería de ayuda. Hecho que se comprobó tan solo días después.

Ahora, ambas descendían del ascensor, esquivando a las parejas bajando en el mismo piso. Solo esperaba que todo se ajustara a su metódico plan.

A diferencia de lo que solía ser el Departamento de Registros Mágicos durante los primeros meses de su existencia, repleto de caos y mala organización ante su presurosa creación, ahora parecía un verdadero departamento digno del ministerio británico. Con cada sección bien organizada, grandes archiveros y Memos interdepartamentales sobrevolando de un lado a otro.

Esforzándose por omitir esto, Hermione pretendió conducir a Luna hacia su destino, como si no resultara demasiado evidente a dónde tenía que dirigirse, con legibles placas señalando cada sección.

Además, Finley Roux ya estaba esperándolas, de pie a cinco metros de su oficina, la más grande en todo el lugar, vistiendo su acostumbrada y llamativa túnica de algodón pegándose a su abultado abdomen. Cuando sus ojos recayeron en Hermione, estos se agrandaron por la sorpresa.

No es como si Hermione esperara otra cosa. Su relación siempre fue tensa, incluso en lo profesional, y los términos en que él y Harry solían encontrarse distaban de ser amigables.

Contrario a su irritante actitud, Roux pretendió ignorar a Hermione y se inclinó a modo de saludo en dirección a Luna.

¿Señorita Lovegood?

Su tono estaba cargado de curiosidad. Finley podía ser imprudente, pero no totalmente estúpido. Parecía debatir sobre la actitud que debía tomar hacia Luna, lo que bien dependería de su respuesta.

Weasley— corrigió Luna, sin expresión. A Roux no le importó, su sonrisa se hizo más grande, recayendo sin mucho disimulo en su abultado vientre.

Veo que ha obedecido la ley al pie de la letra. Permítame felicitarla, señora Weasley.

Luna parpadeó, sin mostrarse impresionada por su descaro.

Le aseguro que no seguía ninguna ley cuando concebí a mi bebé— respondió esta.

Roux tosió, incómodo, mientras Hermione reía por lo bajo, lo que llamó su atención al instante.

Granger... Oh, Merlín, lo siento, ¿Debería llamarla señora Potter ahora? — preguntó el hombre, arrastrando las palabras. Sonrió falsamente y fingió buscar sobre el hombro de Hermione— ¿Dónde está su encantador esposo? Hace tiempo desde que Potter y usted no me honran con su presencia.

Señor Roux— respondió Hermione, manteniéndose impasible. Necesitaba permanecer serena si quería que todo fluyera cómo debía—. Solo estoy aquí haciendo mi trabajo, como usted.

Sí, ya me lo parecía.

Desde la última advertencia de Harry, asegurándole que debía mantenerse lejos de su camino, Roux solía ignorarlos, manteniendo sus insolentes comentarios a raya, más no se negaría a demostrar su desagrado si, por sí misma, Hermione decidía cruzarse en su camino.

Esforzándose poco en mostrarse tan irritada como se sentía, Hermione siguió:—Siendo así, los dejo solos.

Justo como ensayaron, Luna esperó dos segundos para tomarla del brazo, manteniéndola en su sitio antes siquiera de que pudiera darse la vuelta.

Necesitaré ayuda.

Roux, que ya sonreía triunfalmente hizo una mueca.

¿Ah, sí? ¿Con qué?

A ser mi guía, claro, y con algunas notas extra— contestó Luna como si fuera estúpido.

¿Guiarla? ¿Cómo podría guiarla en mi departamento?— vaciló Roux, desconfiando al instante.

Verá, en mi condición, necesito de la asistencia de un ayudante y lo tenía, hasta que este enfermó gravemente de viruela de dragón y...

Hermione sonrió internamente. Luna ni siquiera tenía un ayudante, pero hablaba con tal seguridad que ella también habría creído cada palabra.

Riéndose, Roux cruzó los brazos sobre su estómago. Como todos, subestimando su actitud pacífica e inocente.

Dudo que la flamante señora Potter acceda a quedarse a hacer de ayudante cuando tiene trabajos más serios allá arriba. Le conseguiré uno aquí mismo que la ayudará bien, sin tanta arrogancia ni...

Lamento decepcionarlo— sonrió Hermione—. Siempre estoy dispuesta a ayudar, depende de la persona, por supuesto.

Pero el guía seré yo, es mi departamento— aseveró Roux con hostilidad.

Luna río suavemente. La suavidad que siempre poseyó aligeró el ambiente.

Lo sé— interrumpió la rubia, mirando curiosamente en todas direcciones—, pero tiendo a tomar muchas notas, especialmente cuando hay tanto que agregar para el encargado de un departamento tan importante hoy en día, ¡Abarcará la primera plana! Además, odio la vuelapluma.

La expresión de Roux se contrajo, volviéndose deslumbrante en un segundo por los halagos.

¿Habrá información sobre mí?— añadió el hombre, extasiado con el cambio de tema—, me sorprendió que la entrevista se adelantara, supongo que debido a la importancia de mi departamento, ¿No es así?

Sí, probablemente— dijo Luna distraídamente, observando todo a su alrededor, interesada.

Siendo así… ¿Por dónde empezamos?

Haciendo una absurda reverencia, Roux las invitó a avanzar por un largo pasillo que se dividía en diversas oficinas, al interior del enigmático Departamento de Registros Mágicos.

Sería él mismo, sin saberlo, quién guiaría a Hermione a las respuestas que tanto deseaba conocer.

••

Treinta largos minutos debieron transcurrir para que Luna se atreviera a mencionar el afamado sitio en el que la asignación tomaba lugar, de lo contrario, Roux lo habría encontrado sospechoso.

Después de admirar altas estanterías, al menos veinte cubículos y cinco oficinas llenas de magos y brujas trabajando, el momento se acercaba.

Creo que esto será beneficioso para que las personas tengan fe en que esto funciona— decía Luna, siendo tan amable como dulcemente hostil—. Si es que realmente lo hace, señor.

Roux, para este punto sumamente confundido sobre la actitud que debía tomar con alguien como Luna, se limitaba a contestar monosílabos y agregar algunos comentarios llenos de halagos para sí mismo.

¡Pero claro! No existen fallas, es totalmente compatible y… Claro, si las personas dejan su decisión en nuestras manos encontrarán una buena opción.

Interesante— murmuró Luna—. ¡Puede mostrarme entonces!, también me gustaría saber cómo funciona, eso incrementaría la confianza de la gente en la asignación.

¿Los rezagados que siguen negando la maravilla de la asignación?— intuyó Roux, empleando un tono cómplice.

De pie detrás de ambos, Hermione agradeció no tener que hablar o de lo contrario, no se limitaría al responder lo insensibles y absurdas que le parecían sus palabras. Siempre halagando la ley matrimonial con la misma efusividad que los primeros meses.

En ocasiones, Hermione no entendía su ridícula lealtad hacia la ley.

Sabiendo que no tenía caso postergarlo, volvieron al mismo sitio en el que comenzaron. La oficina de Roux, con su nombre grabado en una reluciente placa la llevó a creer que entrarían, sin embargo, Finley se plantó frente a la pared aledaña, sacó su varita y, frente a ellas, trazó una floritura en el aire, haciendo aparecer un largo pasillo, lo que explicaba por qué Hermione nunca había visto ninguna oficina marcada como el sitio donde las asignaciones tomaban lugar.

Después, el hombre las guío sigilosamente por el pasillo, amplio y tenuemente iluminado por nacaradas luces y altos libreros a cada extremo. Al final, el corredor se dividía en dos extremos.

El corazón de Hermione latió con fuerza.

Roux caminó hacia la derecha, deteniéndose en un pequeño salón que desprendía un titilante resplandor dorado, apagándose y encendiéndose. Sin puertas aparentes, la habitación solo contaba con una delgada cortina acuosa separándolos, lo suficientemente transparente para permitirles ver el interior.

Con altos libreros de caoba a los lados, protegiendo el centro, se encontraba la sala de asignación mágica. Esta contenía la información de todos los posibles candidatos, en un largo y resplandeciente pergamino dorado plasmado en dos de los cuatro muros.

Nombres iban y venían, borrándose y reapareciendo en distintos colores, como si manos invisibles se encargaran de cada registro.

Pero no fue eso lo que llamó su atención.

Lo que a primera vista Hermione habría catalogado como un pensadero, de no ser la ausencia del vaporoso contenido donde se vertirían los recuerdos, en el centro, se hallaba una estructura similar a un prisma pentagonal, tallada en mármol y piedra negra, manteniéndose fija al suelo por dos relucientes cadenas mágicas; en uno de los lados de la plataforma contenía dos aberturas irregulares y, de su interior, en la parte alta, provenía aquel titilante resplandor.

Como ecos lejanos, Hermione escuchó a Roux explicar el funcionamiento del artefacto.

En ese momento, tan cerca de la verdad, la castaña deseó verse reflejada en el fondo de aquel resplandeciente contenedor. Sutilmente, Luna apretó su brazo, devolviéndola a la realidad.

Aún había algo más por hacer.

Antes de que pudiera observar algo más, Roux se interpuso en el medio.

Es aquí donde sucede la magia, apuesto a que lo encuentra asombroso, ¿No es así, Granger?

Hermione desvió la mirada con falso desinterés.

En lo absoluto. ¿Por qué habría de importarme?

El hombre se encogió de hombros, momento apropiado para que Luna interviniera.

Señor Roux, ¿Cuánta verdad hay en que los matrimonios arreglados por asignación tienen mayor tasa de éxito que los voluntarios?

Roux tiró de su corbata.

Diría que todos los matrimonios son voluntarios, por supuesto— se apresuró a corregir—, pero si deciden poner su fe en el ministerio, garantizamos un gran porcentaje de éxito. Analizamos sus núcleos mágicos, personalidades y... ¿Está anotando eso?

Roux se inclinó curiosamente sobre Luna y las anotaciones de Hermione. La luz del salón a sus espaldas creaba desiguales siluetas en su rostro, invadido por la perspicacia.

Oh, ¿Cómo invasión a la privacidad de las personas?— continuó Luna.

Roux palideció.

¿Qué? ¡No! Por supuesto que… Al recurrir a la asignación están otorgando su consentimiento para…

Sí, ¿Con datos e información con la que de todos modos cuentan, incluso si no se solicita un procedimiento de asignación?

No hacemos nada con esa información— aclaró Finley, cada vez más disgustado.

Luna, que miraba a Hermione intuitivamente, intentaba descifrar cuál sería su siguiente movimiento. Eventualmente, la castaña asintió imperceptible, momento en que Luna, justo como lo habían ensayado, arremetió de nuevo con una nueva ola de preguntas.

Señor Roux, ¿Por qué no me muestra un poco del registro? ¿Las tasas de matrimonio? ¿Cuántas parejas han contraído matrimonio? Debe ser una dura carga llevar todo este peso sobre los hombros y por supuesto, mucho papeleo por hacer.

Lo es— respondió el hombre, suspirando, agradecido con el cambio de tema.

Hasta ahora he hecho un trabajo excepcional, pero ¿Es esto de su completa autoría? Todo el asunto de la ley matrimonial sigue sorprendiendo a todos, ¿Quién ideó algo como esto? ¿Quién...?

Levantando una mano en el aire, justo cuando Hermione comenzaba a interesarse de verdad por sus astutos cuestionamientos, Roux ajustó los lados de su túnica.

Algunas respuestas son extraoficiales, pero puedo decirle que la mayoría de todo esto, ha sido todo mérito y esfuerzo mío— tosió, dándose golpecitos en el pecho—, le contaré todo lo que pueda, para confianza de sus lectores. No hay nada que me importe más que el bienestar de nuestra sociedad.

Dígame, entonces.

Los registros de matrimonio están al final del pasillo, en el otro extremo— dijo Roux, avanzando decididamente por delante.

Luna apretó la mano de Hermione y susurró: —Tienes solo unos minutos.

Incluso si no podía verla, Hermione asintió, esperando el tiempo necesario hasta verlos alejarse y, solo entonces, sin importarle lo que sucedería, atravesó el delgado velo. La fría sensación envió un escalofrío por toda su piel.

Cuatro pasos la llevaron al centro de la sala. Finalmente, pudo mirar al interior de aquel contenedor.

Hurgando en su bolsillo, sus dedos se aferraron al par de cabellos de Harry, sacándolos cuidadosamente de entre su pañuelo. Habría preferido su varita, pero quitársela, incluso si no estuviese lejos habría resultado imposible. Sin dudar, implorando que funcionara igual, teniendo malas experiencias pasadas, lo introdujo al fondo de aquella profunda abertura en el que no solo una varita habría cabido, sino cualquier objeto de considerable tamaño.

Al principio, nada ocurrió, pero pocos segundos después, justo cuando Hermione comenzaba a creer que no funcionaría, el contenido en el fondo se tornó nebuloso, de un brillante color tan rojo como la sangre y, al apaciguarse, en dorado, estallando en lo que parecieron pequeñas y radiantes estrellas que iluminaron toda la habitación.

Al comenzar a aclararse, Hermione pudo distinguir que algo surgía en el interior, un pequeño trozo de pergamino con el nombre de Harry, acompañado de ilegibles letras en el extremo opuesto. Sin pensarlo, metió su mano al contenedor. La textura, gelatinosa y húmeda cesó hasta que sus dedos rozaron el papel, inusualmente seco, aferrándose a este y tirando de este hacía el exterior.

Al instante, el contenido volvió a su estado original.

Sin siquiera verlo, doblándolo en el acto, Hermione lo metió al fondo de su bolsillo y sacó su varita. La abertura restante parecía llamarla.

¿Qué se suponía que estaba haciendo? La culpa moral estrujó su pecho, ¿Realmente quería saberlo?

Sucumbiendo a su curiosidad, introdujo tentativamente su varita, cuya punta se iluminó, encajando a la perfección, como si fuera absorbida desde el fondo. El proceso se repitió y, justo cuando aparecía un nuevo pergamino, sus dedos se sostuvieron del borde del plató, rozando la piedra alrededor del mármol, intentando recuperar su varita.

Y entonces lo sintió. Letras. Un grabado inscrito en la piedra.

La dorada luz comenzó a emerger del fondo y, también, el sonido de pasos acercándose por el pasillo.

Solo contaba con un par de segundos.

Roux y Luna no debían estar muy lejos, podía escucharlos, quizás, al volver al pasillo, lejos de aquellos enormes estantes su ausencia dejaría de pasar desapercibida. Sus voces eran más claras ahora, lo que significaba una cosa.

Tendría que tomar una decisión.

Arodillándose a los pies de la estructura comprobó lo que sus dedos rozaron, un profundo grabado en la piedra. Difuso y sin forma.

Apuntando su varita a este, Hermione susurró:— Revelio.

Al instante, las letras fueron legibles.

H.K

Dos solitarias letras rodeadas por un escudo en forma de diamante.

Decidiendo que no deseaba conocer lo que sea que aquel objeto fuera a mostrarle, con un solo movimiento, Hermione extrajo su varita, guardándola en el fondo de su túnica.

El dorado resplandor del salón se apagó instantáneamente. Sin pensárselo más, sin mirar hacia atrás, salió al pasillo, trotando en la dirección de sus voces, a tiempo para encontrarse con Luna y Roux en una sala todavía más grande, rodeados de altas estanterías. Este último, tan pronto se dio la vuelta, arqueó una de sus delgadas cejas, pero Hermione, manteniéndose impasible se limitó a sostener su penetrante mirada.

Por fortuna, previendo esto, todavía empleando su habitual tono inocente, Luna señaló uno de los estantes, con toda una nueva ola de preguntas.

Hora y media más tarde, Luna y Hermione abandonaban el Departamento de Registros Mágicos.

¿Lo tienes?— preguntó Luna, solo cuando hubieron abordado uno de los abarrotados ascensores.

Sí— respondió Hermione sin aliento. Allí, donde aquel pequeño pergamino descansaba sentía la tela de su bolsillo ardiendo contra su piel.

¿Lo viste? ¿Ahora lo sabes?

Hermione negó con la cabeza.

Solo el de Harry— susurró—. Es todo lo que necesito saber. Pensé que si lo hacía, si conocía mis resultados… Haría todo más difícil y ahora sé que no los necesito. De todos modos, tampoco me atreví a mirar el suyo, creí que no podría resistirme y lo vería tan pronto lo tuviera en mis manos, pero...

Sin dejar de ver al frente, impasible cuando el ascensor dio una sacudida, Luna tomó su mano con fuerza y murmuró: —Míralo solo cuando quieras saberlo.

Sin embargo, Hermione desconocía algo. Un solo y único fallo en su plan. Un desliz no contemplado.

Incapaz de conocer los motivos, Finley Roux, de pie frente al reluciente recipiente extrajo el delgado pergamino flotando en el fondo.

Una petulante sonrisa apareció en sus labios al observar el nombre que le acompañaba, sin embargo, se desvaneció pronto al comprender que aquello era lo de menos. Su interés creció a niveles inesperados al leer el resplandeciente nombre al frente.

Hermione Jean Granger.

וווווווווווווווווווו

Tan solo una hora la separaba de volver a casa. Por el resto del día luego de su excursión con Luna le fue imposible mantener sus pensamientos lejos del pergamino en su bolsillo o de la información que consiguió, al menos hasta que lo vio.

Apuesto, exhausto y vistiendo su típico uniforme de auror. Idéntico a la última vez que lo había visto, Levi Agoney atravesó el lugar, esquivando cubículos, con la mirada fija en Hermione.

Si él había vuelto… Solo podía significar una cosa.

Si debía ser sincera, agradeció no tener que encontrarse con él. No quería verlo, no luego del encuentro con su hermano y, sobre todo, no después de aquellos intrusivos pensamientos sobre su hipotética compatibilidad. Ahora, verlo era igual que mirar a su hermano, Cillian, incluso si el parecido no era arrebatador.

Sin embargo, tan solo notar su expresión de alarma y el hecho de que Susan apareciera detrás, siguiéndolo de cerca activó todas sus alertas.

Necesitas venir conmigo, querida.

Levi, quien usualmente la saludaría, apenas llegó a su escritorio la animó a seguirlo.

¿Qué sucede?

Sintiendo una opresión en el pecho, Hermione se negó a levantarse.

¡Debes venir!— exclamó Susan, sin aliento. Con piernas más cortas, debía trotar detrás de Levi.

Su amiga tomó su bolso, su abrigo y tiró de su brazo, pero Levi la obligó a soltar a Hermione.

Estás asustándola— la reprendió él, comenzando a explicar—. No es nada demasiado grave solo... No mates al mensajero si las noticias no son buenas…

Mirando alternativamente de uno a otro, Hermione se levantó de un salto y tiró del brazo de Levi con urgencia.

Tienen que decirme qué está ocurriendo.

Harry volvió— dijo Susan, haciendo una mueca al continuar:— Él está en San Mungo.

Y el corazón de Hermione se hundió.

••

Los impolutos y largos pasillos de San Mungo nunca le parecieron tan aterradores. Atravesando cada uno de ellos con toda la rapidez que pudo, la preocupación de Hermione crecía un poco más con cada segundo.

Para este punto, comenzaba a perder los nervios.

Afuera de la habitación indicada se encontraba Thomas, con muy mal aspecto, pero aparentemente ileso. Lo suficiente como para frenarla, impidiéndole entrar.

Un sanador está dentro— explicó con tono paciente.

Soy su esposa— rebatió Hermione, sin caer en cuenta de que aquella era la primera vez que se autodenominaba como tal frente a los demás.

Thomas esbozó una comprensiva sonrisa.

Harry estaba inconsciente, por eso pedí que te llamaran, supuse que querrías estar aquí— le explicó, apresurándose a continuar cuando Hermione intentó volver a entrar—. Despertó hace poco y lo están revisando antes de que pueda irse a casa.

El alivio invadió a Hermione, desplomándose en uno de los pulcros asientos en el pasillo.

¿No se quedará aquí?— preguntó, esperanzada.

Levi le dio una palmadita en el hombro.

No lo creo— respondió Thomas—. Harry siempre ha sido un imbécil con mucha suerte, ¿no es así?

Hermione río entre lágrimas.

De todos modos, tengo que decírselo a Lemaire— dijo Thomas, despidiéndose—. Necesitaba que alguien se hiciera cargo de él y tú… bueno, están casados. Dile a Harry que lo ayudaré con todo el papeleo, ¿De acuerdo?

No habiendo más por hacer, los próximos minutos transcurrieron en absoluto silencio.

Teniendo la mente más despejada, la incomodidad posterior al encontrarse sola con Levi la embargó. Habría preferido que Susan estuviera ahí, pero despreciar la compañía de Levi habría sido todavía más grosero.

Sentado a su lado, Hermione solo podía ver su perfil. Sus largas pestañas cafés y su afilado mentón elevándose, como dibujado por delicadas pinceladas. Cillian, por otro lado, era áspero, tallado en frío y duro mármol y, aún así, guardaban un inevitable parecido a pesar de las marcadas diferencias.

Por un segundo, estuvo tentada a preguntarle directamente sobre su hermano. Todo lo que pudiera decirle le serviría para comprender la incógnita rodeando a Cillian y Ginny.

Levi— pronunció tentativamente, y luego se detuvo—, tú...

Vaya— silbó él, mirándola al ladear la cabeza—, ¿Finalmente te has dignado a hablarme? Antes que irme, no hiciste otra cosa que no fuera evitarme y ahora…

Su tono era el habitual al referirse a ella, suave, pero no tan amable como solía ser. Había cierta amargura en sus ojos que envió una oleada de culpa a su pecho, sin contar lo cansado que parecía.

Mi intención no ha sido ignorarte.

¿De verdad?

No hablaste conmigo hasta que aparecí y mencioné el nombre de Potter— dijo en tono recriminatorio—, sé que somos amigos, o eso espero, por eso esperaba una explicación a qué hice mal para que cada que me mires, justo como estás haciendo ahora, pareciera que me culpas por algo.

¡No es así!— exclamó Hermione, experimentando culpabilidad por haber transferido todo a Levi.

¿Qué error cometí entonces?

Ninguno.

Él suspiró. Pacientemente, colocó una mano sobre la rodilla de Hermione, mirándola fijamente.

Dime de qué se trata, lo que sea que hice mal, lo resolveré.

La opresión en su pecho creció ante la sinceridad en los ojos de Levi y entendió que él no lo sabía. Y, si lo hacía, no era deber de Hermione colocarlo en una situación todavía más difícil con su familia.

Antes de que pudiera decirle esto, o alguna explicación consoladora que aliviara su conciencia, la puerta a su lado se abrió y de la habitación emergió el sanador a cargo de Harry.

Lo que en otra situación habría sido completamente normal, cambió tan pronto la mirada de Hermione se encontró con los fríos ojos de Draco Malfoy, vestido completamente de blanco, tan sofisticado, atractivo y pulcro como en sus años en Hogwarts.

Sabía que, luego de la guerra, todos habían comenzado de nuevo con sus vidas. Sin embargo, seguía siendo sorprendente que alguien como Draco Malfoy quisiera ayudar a las personas.

Sus ojos, tan grises como el plomo recorrieron a ambos y su cercanía, deteniéndose un par de segundos más en Hermione. Eventualmente, sus delgados labios se abrieron.

Granger— pronunció, su voz seguía siendo silbante, pero sin el desprecio impregnándola y, aunque extrañado por la situación, sacudió imperceptiblemente la cabeza, señalando la habitación—. Puedes entrar.

Hermione miró a Levi, pero sus deseos por ver a Harry detuvieron sus explicaciones.

Te lo explicaré— prometió la castaña, palmeando suavemente su mano—. Gracias por acompañarme.

Por fortuna, Levi no rebatió sus palabras, como si ya lo esperara.

Que Potter se recupere pronto— respondió Levi a secas, inconforme con su conversación interrumpida. Sin esperar, se levantó y se alejó por el pasillo opuesto.

Señora Potter— insistió Malfoy con un deje de ironía. Su paciencia comenzaba a desaparecer.

Sin responderle, Hermione pasó a su lado entre la puerta abierta y su cuerpo, y se internó en la habitación. La situación le parecía de lo más extraña, lo que no mejoró cuando sus ojos recayeron en Harry, al fondo del lugar, sentado con aspecto malhumorado.

Sin pensarlo, Hermione atravesó la habitación en un par de pasos y le echó los brazos alrededor del cuello, analizando después con ojos ansiosos su aspecto. Sin ninguna herida visible además de viejos raspones en el rostro, una venda en el antebrazo y las oscuras sombras bajo sus ojos, señal de lo exhausto que se encontraba, pudo relajarse.

Me asustaste tanto— masculló Hermione con voz frágil.

Cuando él se disponía a hablar, sin importarle la presencia de Malfoy, Hermione lo tomó del rostro y lo besó en los labios, imprimiendo en el gesto lo mucho que le había echado de menos. En cuanto Harry la atrajo a su rostro, buscando mayor profundidad, ansioso por el contacto, Draco carraspeó a sus espaldas.

Sabiendo que debía contenerse, Harry dejó un último beso sobre sus labios y se conformó con rodear su cintura con su brazo libre, mientras Hermione se daba la vuelta, avergonzada, para encarar a un muy desconcertado Draco Malfoy.

¿Cómo está él, Malfoy?— preguntó Hermione, planteándose por un momento si debía llamarlo "sanador", pero existía tanta historia entre los tres, que resultaría ridículo utilizar tantas formalidades.

Bien— gruñó Harry, levantándose.

Hermione le dedicó una amenazante mirada que lo obligó a sentarse de nuevo. Malfoy no se esforzó en ocultar su lánguida sonrisa mientras revisaba lo que debía ser su expediente.

Solo una contusión muy leve y un brazo malherido que ya reparé, nada a lo que no esté acostumbrado.

Harry entornó los ojos, moviendo el brazo con aparente agilidad.

Las pociones lo arreglaron, Malfoy.

Las pociones son efectivas, sí, pero en tu caso, reposar un rato más no te haría menos terco de lo que eres. Además, notarás un poco de insomnio, que tiende a desaparecer en un par de horas.

Harry sonrió fríamente, lo que no ayudó a que Malfoy mantuviera la paciencia.

Ni siquiera sé porque te asignaron conmigo, pero siempre hago mi trabajo bien, Potter, no quiero verte de vuelta aquí en…

¿Algo más que necesitemos saber?— interrumpió Hermione reprobatoriamente.

Malfoy recuperó la compostura, hablando en un tono profesional esta vez.

Solo manténlo lejos del trabajo por un día o dos. Los efectos secundarios de las pociones tardan en aparecer y, cuando pase, necesitará dormir.

Gracias, Malfoy— agradeció Hermione, y realmente lo sentía.

Draco los miró de reojo. Incluso siendo tan bueno en disfrazar sus emociones, al mirarlos, su cercanía y la intimidad con que Harry y Hermione se tocaban, Malfoy realmente parecía aturdido.

Sin saber cómo actuar, metió una de sus manos a los bolsillos del pantalón, les dedicó una casual inclinación de cabeza y salió de la habitación.

Al verse solos, Hermione volvió a sujetarse de Harry.

Te eché tanto de menos, cada día, cada noche...

Harry la detuvo, repartiendo besos por todo su cuello.

Me alegra oír eso.

¿Realmente?

Claro que sí. Estaba loco por verte de nuevo, no en estas circunstancias, por supuesto.

Riendo entre lágrimas, Hermione se lanzó a sus brazos de nuevo.

Vámonos a casa— susurró él a su oído, enterrando el rostro entre sus desprolijos rizos.

No, solo unos minutos— pidió Hermione, negándose a soltarlo. El miedo todavía no se marchaba del todo.

Estuve tan asustada cuando Levi... Cuando lo vi, sabía que habías vuelto y… me asusté tanto.

Tenía que ser justamente él— gruñó Harry, haciéndola reír.

Finalmente, lo soltó y admiró cada detalle de su rostro. Incluso en los peores momentos, Harry le parecía irresistiblemente atractivo.

Volviste a mí.

Él la rodeó con su brazo, presionándola contra su cuerpo, impidiendo que hubiese distancia entre ambos.

Siempre volveré a ti.

Al verlo, reflejándose en el verde de sus ojos, Hermione comprendió que no necesitaba conocer cuáles eran sus propios resultados. Estaba casada con el hombre del que estaba enamorada, aquel por el que su corazón siempre respondería, sin importar el motivo.

No necesitaba mayor confirmación que esa.

וווווווווווווווווווו×

La terquedad siempre formaría parte de Harry.

Impidiendo que Hermione lo ayudara al volver a casa, se mantuvo firme al subir a la habitación, cambiarse y bañarse por sí solo.

Malfoy debía tener razón, debido a las pociones, Harry parecía tener energía de sobra.

Inconforme, Hermione permaneció expectante, con la única compañía de su viejo gato, ambos atentos, como si Harry fuera a solicitar su ayuda en cualquier momento.

Justo cuando entraba a la habitación, Harry salía del baño, con solo una toalla envuelta a su cintura.

Supervisando, Crookshanks se apresuró a saludarlo, acompañándolo hacia la cama con su esponjosa cola levantada.

¿Puedes…?

Sí— dijo Harry, sentándose al borde de la cama. Gotas de agua escurrían de su cabello.

Ella exagera, ¿No es así, amigo?— inquirió Harry, rascando las orejas del gato.

Hermione sonrió, llevando en sus manos una muda de ropa limpia.

Crookshanks, encantado con las atenciones, ronroneaba de gusto. Justo cuando se disponía a subir a sus piernas, Hermione le dio una suave palmada en su abultado trasero, consiguiendo que, malhumorado, se alejara por el pasillo.

Explícame que pasó— dijo Hermione, ahora de pie a su lado.

El ambiente se tornó tenso.

Un accidente— respondió Harry sin ánimos por continuar, su mirada vagó por la cama y agregó:—Has dormido con mi ropa.

Era una afirmación, y bastante cierta. Con un rápido movimiento, Hermione arrebató de sus manos la holgada playera que se conformó con usar por las noches en que solo su aroma conseguía apaciguar su preocupación y más que eso.

La casa es muy grande solo para mí, me sentía sola— justificó ella, extendiendo la ropa limpia para él, cambiando rápidamente de opinión al recordarse que podía necesitar ayuda.

Te dije que estoy bien— insistió Harry cuando Hermione se apresuró a secar su pecho con otra toalla—, pero si quieres ser tú quien lo haga…

Ella lo ignoró.

Estabas explicándome.

Harry resopló.

A veces, cuando llevamos novatos con nosotros tienden a ser demasiado entusiastas y los hechizos se salen un poco de control.

Hermione lo miró en silencio, ejerciendo mayor presión al secar las gotas de agua escurriendo por sus brazos. La imagen era hipnótica, por lo que se esforzó al preguntar: —¿Desde cuándo llevan novatos?

Desde que necesitamos todas las varitas que sean posibles.

Ella arqueó una ceja. Su silencio bastó para que Harry tuviera la necesidad de continuar.

En medio de estos disturbios, es normal que se pongan nerviosos con tantas personas. El peligro podría venir de cualquier lugar en la multitud y eso los inquieta.

No tiene caso que me mientas.

Harry apretó los labios hasta que formaron una delgada línea.

No lo hago.

¿Realmente crees que tiene caso que lo intentes?

Un gruñido escapó de su boca cuando Hermione presionó sus dedos sobre su brazo y las vendas.

Es una verdad a medias, más no mentira— gruñó, rodeando su cintura con su brazo libre.

Las verdades a medias nunca han ido bien con nosotros.

Sin otra opción, mientras ella lo ayudaba a vestirse, Harry continuó trazando figuras en su espalda, como si fuera incapaz de dejar de tocarla.

Un movimiento en falso y podrías ser atacado, o lastimar a alguien.

Lo sé, pero, ¿Qué ocurrió?— insistió Hermione.

La gente está molesta. Nosotros representamos al gobierno y, por tanto, nos detestan también. ¿Cómo nos han llamado? Oh, sí, traidores.

No lo son.

¿Realmente lo crees?

Ella acarició su mejilla.

No lo creo, tengo la seguridad de que así es.

Lo dices porque estás casada con un auror.

Riendo, Hermione apartó los mechones húmedos de su frente, delineando la cicatriz.

Uno muy talentoso, atractivo y encantador, eso también es cierto.

Harry la miró y río, desprevenido por la ola de halagos, más no tardó en recomponerse.

No importa cuán "maravilloso" sea, esas personas...

¿Quién te hizo esto?

Los dedos de la chica recorrieron su brazo, subiendo y bajando. Las caricias parecieron convencerlo de que la sinceridad era su única opción.

No miento, no lo sé— insistió Harry, mirándola a los ojos—. Fue un hombre cualquiera, con una vida común, pero cuando me miró... Sentí lo mismo que cuando era un adolescente. Esa mirada en los ojos de las personas, mirándome como si conocieran todo de mí, cada error y cada acierto, y yo ni siquiera conociera sus nombres.

Es normal que las personas te reconozcan.

Sí, lo sé, es solo que, es como si estuviera del lado equivocado esta vez.

Sucumbiendo a un arranque, Hermione lo abrazó, pegándolo a su pecho y él le rodeó la cintura con un brazo, apoyándose en su abdomen.

En ese caso, si hipotéticamente fuera de ese modo, estamos juntos en esto. Siempre del mismo lado— juró Hermione con solemnidad.

Juntos— repitió Harry, besando sus manos.

¿Así que fue alguien más?

Sí, un hombre cualquiera. Pretendía atacar a un chico, y sabía que no conseguiría defenderse a tiempo, así que redirigí el hechizo, pero luego la gente se alteró y... no sé cómo, pero en medio de todo, el objetivo fui yo. Lo esquivé bastante bien, ¿Ves?

Para convencerla, sus músculos se tensaron cuando movió repetidas veces el brazo.

Me diste un susto de muerte— murmuró Hermione, intentando pasar la playera por su cuello; Harry la apartó.

Me alegra que estés recuperando el color— comentó él, ahuecando su mejilla con una mano, lo que terminó por convertirse en un toque mucho más profundo—. Te extrañé mucho.

¿Incluso si no hemos resuelto todo?

Ese día...

Lo lamento— se adelantó Harry, mirándola expectante—. Fue una tontería.

Lo siento, Harry.

¿Por qué?

Por no hablar contigo. He tenido tanto en lo que pensar, que me olvidé de que ya no estoy sola en esto. Me importas, tu opinión me importa.

Tampoco fui bueno comunicándome.

Cuidadosamente, Hermione acarició su cabello, mientras Harry se apoyaba en ella, con su palma abierta sobre su abdomen. Luego de unos minutos en silencio, levantó la cabeza.

¿Hay alguna novedad con esto?

Aunque ella río, la manera en que Harry estaba mirándola la previno para lo que vendría. En un segundo, tiró de Hermione, sentándola sobre su regazo.

Ella no pudo evitar el color llenando su rostro mientras negaba torpemente con la cabeza.

Creí que no lo querías.

Él suspiró.

Me tomó por sorpresa que estuvieras leyendo sobre maternidad. Siempre estás un paso por delante y me sentí desprevenido. Supuse que solo era una herramienta, mientras tú planeabas todo. No es así como me imagino teniendo un hijo.

¿Cómo lo imaginas?

Él río sugestivamente.

Tratándose de ti, imagino toda clase de cosas.

Sin fuerza, Hermione golpeó su pecho, alejando su mano cuando esta trepó por sus muslos.

Sin planeación de por medio— siguió él, rozando entonces la tela de su blusa— Definitivamente, no como un proyecto.

No lo es.

No quería que pensaras que no lo deseo. En ocasiones me olvido de esta estúpida ley, y pienso que todo esto es un matrimonio normal.

Es real— afirmó Hermione.

Ambos se sonrieron afectuosamente.

Entonces, ¿Realmente quieres un hijo?

Obligándola a mirarlo, Harry levantó su mentón, mientras ella buscaba fuerzas para responder.

No por la ley— insistió Harry, aclarando su cuestionamiento— Me refiero a, ¿Tú realmente lo quieres?

Ella ya conocía la respuesta. Sin embargo, su voz tembló cuando respondió: —Sí, ¿Y tú?

Harry río orgullosamente. La palma de su mano cubrió su abdomen.

Lo quiero— musitó, en un tono inusualmente serio—. Quiero que tú seas la madre de mis hijos. No hay nada que desee más que eso.

Cuando él le sonrió, sus piernas se sintieron repentinamente frágiles.

Pongamos especial atención en ello— prosiguió Harry, mirándola vacilante—, aunque, ¿No deberías estarlo ya? No hemos sido cuidadosos.

Debería, pero… En cada ocasión que nosotros... No importa, a veces esto es impredecible.

Con cada palabra su rostro se llenaba de color. Obligándose a serenarse, empleó un tono analítico.

Pondré atención a mis días fértiles. Las posibilidades son mayores.

Harry hizo una mueca cómica, sin retirar su mano, intentando mostrare tan serio como ella.

¿Deberíamos poner esfuerzo en ello desde ahora?— preguntó, con tono sugestivo.

Hermione ahogó un jadeo cuando Harry la hizo girar, recostándola en la cama con un rápido movimiento.

¿Qué estás haciendo?— chilló Hermione cuando él rozó sus labios— Debes descansar, Malfoy dijo que tú...

No menciones a Malfoy ahora.

Antes de que Hermione pudiera responder, Harry la besó, silenciándola a tiempo. Después de largos días, el contacto de sus labios sobre los suyos era calcinante.

Harry…— suspiró ella, intentando mantenerse cuerda cuándo él se deshizo de su abrigo y luego de los botones de su blusa.

Existía cierta desesperación en su manera de tocarla. Cómo si, al igual que ella, hubiese esperado con ansias por ese momento.

¿No querías un bebé?— la cuestionó, a diferencia de ella, su voz se mantenía serena, pero inusualmente ronca—. Bien, es lo que pretendo hacer.

Sus dedos delinearon su rostro, permitiéndole recomponerse.

No sabes cuánto te eché de menos.

Hermione le creía. La manera en que la acariciaba, como si fuera algo valioso, se lo decía.

Besarte— él besó su mandíbula y luego, respirando contra su cuello, elevó la tela de su blusa— Tocarte.

Hermione cerró los ojos, concentrada en la ardiente sensación de sus manos ascendiendo por sus costados.

Después de ti, la abstinencia es un maldito infierno.

Ella abrió los ojos, divertida y acalorada.

¿Es así?

Harry asintió, cuestionándola en silencio cuando intentó deshacerse por completo de su blusa. No había manera en que Hermione se negara.

La ola de besos que siguió hizo vibrar su cuerpo, recibiendo todos y cada uno de ellos con la misma entrega. Luego de días lejos, no deseaba separarse de Harry.

Un jadeo escapó de su garganta cuando Harry deslizó su mano por su costado, hasta detenerse en sus muslos, apretando la cremosa piel bajo la falda.

Su cabeza daba vueltas. Por ello, demoró dos segundos más en comprender que sucedía cuando Harry se detuvo repentinamente.

Abriendo los ojos, lo notó, él observaba algo, a su costado, extendido sobre la cama.

¿Qué ocurre?— preguntó jadeante.

Tienes algo, aquí.

Al mirar en esa dirección, su estómago dio un vuelco. Impreso contra la palma de su mano, emergiendo del bolsillo de su abrigo se encontraba aquel pedazo de pergamino, perfectamente doblado.

Sin darle tiempo a reaccionar, Harry se enderezó, lo desdobló con cuidado y, ante todo pronóstico, río.

¿Qué es esto?

¿A qué te refieres?— murmuró Hermione, incorporándose.

Su corazón latía frenético.

A esto— respondió Harry como si fuera obvio—, a un pedazo de papel con nuestros nombres escritos.

Casi arrebatándoselo, Hermione lo leyó una y otra vez, incapaz de creerlo.

Aunque tu nombre de soltera es perfecto, me sorprende que…

Interrumpiéndolo en el acto, Hermione le echó los brazos al cuello, tirando de él de vuelta a la cama y, cuando él intentó protestar, confundido por su reacción, ella le interrumpió.

Solo bésame— pidió Hermione.

No fue difícil que él cediera.

Harry le apartó el cabello a un lado, besando su cuello y clavículas, esta vez con mucho más entusiasmo al haber recibido su aceptación.

Sus labios húmedos sobre su piel podrían hacerla olvidarse de todo. Harry lamió su cuello y su mano la sujetó por la nuca, tirando de su cabello, lo suficiente para inmovilizarla.

La dominancia del simple acto debilitó sus piernas.

Luego de un momento, él aflojó su agarre, trazando un largo camino húmedo hasta que su cálido aliento rozó su oreja y susurró:—¿Quieres que sea amable?

La simplicidad de sus palabras, así como lo áspera que su voz sonaba, escondiendo el incitante trasfondo bastó para que ella se rindiera en sus brazos.

No— respondió en un susurro.

Habiéndolo echado tanto de menos, lo último que quería eran caricias suaves y besos dulces. Secretamente, adoraba aquel nuevo lado recién descubierto de Harry.

Sin darle tiempo para reaccionar, él la empujó hacia la cama, desprendiéndola de su blusa con un rápido tirón.

Harry acarició con su mano desde su cuello hasta sus pechos y se movió sobre ella, frotando sus caderas.

Sin permitirle moverse, se deshizo de los tacones de Hermione y los arrojó hacia el suelo. Luego, besó sus piernas, ascendiendo hasta detenerse en el borde de su falda, para este punto, muy por encima de sus muslos.

Arqueando la espalda, Hermione se removió ansiosa. Si bien el juego previo le parecía sumamente estimulante, en ese momento, solo deseaba todo el contacto que fuese posible.

Hábilmente, Harry la sujetó con fuerza, deslizando su brazo por debajo de su espalda, deshaciéndose de su sostén con un rápido movimiento.

Hermione jadeó.

Harry, por favor— suplicó ella—. Podemos… podemos tomarnos nuestro tiempo después, pero ahora…

Lo escuchó reír entre dientes. Parecía gustarle la desesperación impregnando su voz.

No aún, señora Potter.

Su boca se deslizó por su cuello y sus clavículas, deteniéndose hasta descansar entre sus pechos. La respiración de Hermione se agitó cuando su lengua se arrastró por su piel, lamiendo, mordiendo y recorriendo todo a cuánto tuvo acceso.

Tomándolo por el cabello, ella lo mantuvo en su sitio.

Presionando ansiosamente sus caderas contra las suyas, Hermione deseó que aquello bastara para acabar con su suplicio.

No lo fue.

Él continuó, con el mismo entusiasmo, brindándole un alivio que no terminaba de ser suficiente. Nadie la tocó antes de ese modo, ebrio por el contacto de su piel, ahogándose en la misma desesperación que ella experimentaba.

Ansiosa, Hermione guío sus manos hasta el borde su falda, suplicante. Relamiéndose, Harry se detuvo y susurró: —Ábrelas para mí.

Hermione obedeció sin chistar, separando sus piernas para él. Finalmente, Harry tiró de su falda hacia arriba, enredándola en su cintura y revelando lo que había debajo.

Deseé esto desde que me fui— gruñó Harry, tirando de su ropa interior hacia abajo y elevando sus caderas en el proceso.

Deshacerse de la toalla envuelta a su alrededor le llevó solo un segundo, mismo en que sus manos la sujetaron por las caderas y, con un solo movimiento, se adentró en ella.

Hermione ahogó un grito, cerrando los ojos. El recibimiento de su cuerpo los sumergió en un satisfactorio letargo. Se sentía tan bien.

Estabas lista para mí, ¿No es así?— gruñó él.

Sí— jadeó ella, apoyando solo los hombros sobre la cama.

Los dedos de Harry se hundieron en su piel, apretando con fuerza. Hermione se meció hacia adelante, moviéndose contra Harry, llevándolo más profundo.

Oh, sí…

Antes de que pudiera recomponerse, comprendiendo lo que deseaba, Harry colocó sus piernas sobre sus hombros. Adquiriendo así una mayor profundidad.

Su energía los envolvió por completo. Harry no dejaba de mirarla, tocándola y besándola posesivamente, acelerando el ritmo. Desigual, salvaje y enérgico.

Esta vez, no estaban tomándolo con calma. No había delicadeza en sus movimientos, pero, al besarla, cuidadosa y profundamente compensaba todo lo demás. Cómo las palabras susurradas a su oído en frases que Hermione jamás se habría creído capaz de recibir de su mejor amigo.

Hermione— gruñó Harry y, si bien no parecía buscar una respuesta al decir su nombre, al sujetarla, obligándola a mirarlo, sí que buscaba su atención.

Mía— siguió, moviéndose con más fuerza, su voz entrecortada y áspera taladró sus oídos—. Mía, mi Hermione.

En el fondo, una parte de sí había vislumbrando pequeños fragmentos del verdadero Harry, escondido bajo la superficie, posesivo, rebelde y caótico. Lejos de la imagen que aparentaba la mayor parte del tiempo.

Lentamente, Hermione se abrazó a él, necesitaba sentirlo cerca, besarlo, respirar su aliento. Aferrándose a sus hombros, los besó y mordió, clavando sus uñas en la cremosa piel de su espalda, mientras Harry se mecía desigualmente, sin ser mínimamente cuidadoso. De adelante hacia atrás, enloqueciéndolos un poco más con cada movimiento.

Sus mejillas estaban rojas, sus cuerpos sudorosos, pero ninguno parecía notarlo, incapaces de pensar, al menos no como un inconveniente, no mientras Harry siguiera empujando dentro de ella.

Me extrañabas, ¿Verdad? ¿Pensabas en mí por las noches?

Hermione apenas podía hablar. Todo a su alrededor daba vueltas. Jugando con ella, Harry se detuvo, moviendo lentamente sus caderas, torturándola intencionalmente.

¿No es así?— insistió, retirándose casi por completo.

Ella mordió sus labios, esforzándose en responder cuando él se negó a ceder.

Por las noches, me imaginabas aquí, contigo… Deseando que fuera yo quién te tocara…

Sí…

¿Y te tocabas, pensando que era yo quién lo hacía?

Su respuesta pareció motivarle, moviéndose de nuevo. Su mano la sujetó por el mentón, impidiéndole mirar en otra dirección al responder. Además, él tenía razón.

Dios, ¡Sí, Harry!— gimió Hermione—. Por eso… por eso usaba tu ropa, ¡Oh, Merlín, sí!

Su nombre sonó amortiguado contra su piel, ahogándose entre jadeos cuando sus dedos se situaron sobre el punto de su unión. Sintiendo el nudo en su estómago crecer, ella se enderezó y, besándolo, empujó sus caderas de vuelta a su cuerpo, cada vez más desesperada por el contacto. Sus gemidos se ahogaron contra sus bocas mientras sus cuerpos se fundían en uno solo, incapaces de dejar de mirarse.

Tirando de sus cabellos, mordiendo, besando y lamiendo, llevándolos al ascenso final.

Fuegos artificiales estallaron súbitamente mientras Hermione se desvanecía, arañando la espalda de Harry. Sosteniéndola, él gruñó y, tan solo segundos después, con desiguales y desesperados empujes, la acompañó en aquel cálido desenlace.

Su respiración, todavía errática, persistió al desplomarse sobre ella.

Sudorosos y jadeantes se contemplaron en silencio.

Apoyándolo contra su pecho, pequeñas sonrisas satisfechas surcaron sus labios y por largos segundos, Hermione acarició sus húmedos cabellos y rozó sus labios sobre su frente, por encima de la cicatriz, hasta que Harry se apartó y rodó a su lado, desplomándose en la almohada.

¿Estás bien?— preguntó ella tentativamente, observando su brazo.

Toda su preocupación volvió de un momento a otro.

Al principio, como si se cuestionara su elección de palabras después de todo lo sucedido, Harry la contempló en silencio, aturdido, pero en cuanto el sentido volvió a ellos, solo atinaron a echarse a reír, contemplando la ropa, vendas y toallas hechas un ovillo a su lado.

Te extrañé tanto— confesó él, abriendo los brazos para recibirla.

Puedo darme cuenta— río ella.

En medio de la obscuridad, con ambos riéndose, exhaustos y felices, Hermione deseó congelar ese momento.

ווווווווווווו

Debía ser muy tarde. La luna, clara y redonda era visible desde la cama, brillando en lo alto del cielo a través de las cortinas.

Hermione recorrió el cabello de Harry con los dedos, enredándose una y otra vez mientras él descansaba sobre su pecho.

Luego de esto, definitivamente necesitaré descansar por toda una semana.

Riendo, Hermione reconoció que debía tener razón.

A veces creo que no merezco todo esto— suspiró él, cambiando de posición al apoyarla contra su costado—, pero soy feliz de tenerte.

Ella sonrió. Se preguntaba cómo podía ser tan dulce después de lo ocurrido.

Hemos estado tan ocupados, ¿No es así? Pero me alegra que al final del día, estemos aquí juntos, incluso con todo lo que está pasando allá afuera.

A mí también— coincidió él, mientras ella apoyaba su mejilla sobre su pecho.

Harry, quien parecía muy pensativo, se mantuvo quieto, mirando al techo con desagrado.

Lemaire quiere resolver esto pronto. Si hace falta, cortando todo de raíz.

¿Qué quieres decir? — preguntó Hermione, incorporándose.

Quiere arrastrar a todos aquellos que tengan algo que ver, no importa su grado de culpabilidad, solo desea demostrar que el ministerio tiene el control.

No es un secreto que esté persiguiendo un puesto más alto del que tiene ahora— observó Hermione.

La ambición del hombre lo llevó a obtener buenos e importantes trabajos.

Si era confiable o no, no importaba. Haría lo que fuera necesario para probar que podía hacerlo bien.

Bueno, planea dejar un precedente.

Así que ha elegido un bando— reflexionó Hermione, cubriéndose el pecho con las sábanas. Harry la rodeó con el brazo, atrayéndola de nuevo, sus piernas se enredaron bajo las mantas.

¿Un bando?

Sí, o elegía a las ciudadanos comunes, ganándose su confianza, o apuntaba a los altos mandos y al ministerio. Cualquiera de los dos lo ayudaría a conseguir un mejor puesto, lo respaldarían, interna o externamente, ¿No es así?

Eres escalofriante cuando hablas así.

Apenas sonriendo, Hermione besó su mandíbula.

Si eligió al ministerio, es porque está seguro del apoyo que tiene, y no quiere fallar— reflexionó Harry, de perfil, su rostro parecía doblemente atractivo—. Esto es más grande, Hermione.

¿Eso crees?

Al principio creí que se trataba solo de personas inconformes y sé que piensas que soy indiferente, quizás desconsiderado.

A Hermione le sorprendía que la conociera tan bien, incluso si tenía razón a medias. De hecho, sí que le sorprendía su imparcialidad con un tema tan delicado, inclusive, en ocasiones, llegó a creer que la lealtad de Harry realmente estaba con el ministerio.

Mi opinión sería clara si supiera que solo se trata de personas luchando por su libertad, en cambio, sé que hay algo más, alguien más detrás, aprovechando todo esto para usarlo en su beneficio. Si es así y tengo razón, las personas que le sigan solo resultarán defraudadas.

Hermione pensó en esto, sin encontrarlo descabellado. El heroísmo innato de Harry le habría impedido no simpatizar con las personas menos favorecidas. En cambio, la probabilidad de que se tratara de algo oscuro cambiaba todo el panorama. Ahora entendía sus reservas.

Debemos ayudarlas. Si el ministerio hiciera algo por ellas, algo que realmente las beneficiara, quizás podríamos cambiar la aversión que no ha hecho más que crecer— sugirió Hermione, siempre deseosa de hacer del gobierno un verdadero apoyo para los demás—. Démosles opciones.

Sí— respondió él, con voz somnolienta. Sus párpados comenzaban a cerrarse, presa del cansancio.

En medio del silencio, abrazados en la obscuridad, el recuerdo de aquel nombre tallado en la piedra volvió con fuerza.

Necesitaba decírselo. De ahora en más, no deseaba esconderle nada.

Hoy acompañé a Luna, al departamento de Roux.

Justo cuando creía que él finalmente se había dormido, con voz suave y ronca, Harry preguntó: —¿Por qué?

Tan solo pensarlo la avergonzaba y, si bien no deseaba mentirle, sería bochornoso admitirlo.

Para un artículo, en el Quisquilloso, pero eso no importa, creo que encontré algo.

Y, antes de que pudiera frenarse, se lo explicó todo. Harry, quien parecía a punto de caer dormido en cualquier momento hacia unos minutos, ahora se veía alerta.

Investigaré sobre eso— le prometió con voz seria.

Hermione se enderezó, besándolo en los labios.

Hagamos esto juntos, Harry.

¿Quiere romper las reglas conmigo, señorita Granger?— inquirió él, elevando una de sus cejas, la chispa de peligro en sus ojos incitaba a lo desconocido— ¿Cómo en los viejos tiempos?

Hermione sonrió ampliamente.

No hay nada que me gustaría más.