Disclaimer: Haikyū!! (ハイキュー!!) Pertenece a Haruichi Furudate, y derechos reservados por el uso de sus personajes.

No estoy muy segura de quién va a leer esto pero que más da. jajajaja Espero lo disfruten (?)


Siempre ha sido consciente que él no vive en cuento de hadas. Lo sabe bien, sin embargo, Akaashi creé con firmeza que si hay personas que viven en su propio cuento de hadas, y quizá eso le dé un poco de envidia.

Vale, que le da un poco de vergüenza admitirlo, pero está seguro que cualquiera que se encuentre cerca de Sakusa y Hinata, entendería su punto. Lo ha pensado un montón y simplemente, por más vueltas que le dé, sigue llegando a la misma conclusión. Es que ellos son tan... ¿Perfectos? Cuando están juntos e incluso por separado, que no puede evitar pensarlo.

Sakusa Kiyoomi es taciturno, silencioso, juicioso, sagaz. Necesita tener un plan previo para hacer las cosas. En cambio, Hinata es elocuente, divertido, espontáneo, un poco atolondrado pero perspicaz. Es de ese tipo de persona que te hace querer comerte el mundo. Sus manos encajan tan bien, que parecen estar hechos a la medida.

Conoció a Sakusa en el primer día de universidad, ambos cursan la carrera de literatura. Akaashi se sentó a lado de Kiyoomi, en el rincón del salón. Parecía que a ninguno de los dos les apetecía compartir con los demás. Recuerda bien que lo primero que hizo fue limpiar su lado de la mesa con una toalla desinfectante antes de sentarse. Akaashi cree que esa fue el principal factor por el cuál él recibió la aprobación de su amigo. No le bastó mucho tiempo para conocer, comprender y enumerar las extravagancias de Sakusa.

Pero también lo miró destacarse, como poco a poco se iba posicionando como el más capaz de su generación, leyó sus escritos pulcros, y también admiró la manera sistemática que tiene de hacer las cosas. Compartieron las tardes de martirio después de un largo proyecto, las noches de café literario, incluso, Akaashi no fue ajeno al ajetreo que traía el vóley a la vida de Kiyoomi — cosa que también pasa con Hinata, parece que tiene algo particular con los jugadores de vóley—; aunque nunca se sintió particularmente interesado en seguir su carrera a viva piel.

En cambio, con Hinata era un tanto distinto. A él lo conocía de antes de la vida universitaria. Es un chico de su barrio que le despertó un instinto de sobreprotección. No le culpen, Akaashi lo conoció cuando el niño —ya no tan niño— tenía 13 años y Shoyo recién se mudaba a su vecindario y vagaba perdido en busca de unkonbini. Caminaban todos los días hacia la secundaria y preparatoria, pese a que es un año menor.

Con Hinata, se permitía ser un poco más mundano. Disfrutar del buen dibujo de Tenma Udai o parlotear sobre el nuevo capítulo deOne piece. También ver alguno que otro partido de la selección japonesa ystalkeara Takahashi Ran juntos. Lo vio crecer, derribar todos los muros que se ponían frente a él dadas sus limitaciones físicas, volverse en la persona que ahora es y está orgulloso de eso. No le sorprendió ni un poco, cuando la Universidad de Tokio, lo reclutó para fortalecer sus filas.

Lo que sí le sorprendió fue que, en un día de la primavera de su segundo año, Sakusa llegó aún más taciturno de lo normal. Intentó tantear el terreno, pero no encontró más que balbuceos poco propios de Kiyoomi y respuestas escuetas.

No volvió a insistir.

Pero todo hizo clic en su cabeza una tarde de verano, dónde compartía con Hinata un buen batido. Estaban sentados en la barra de la cafetería, hablando del todo y la nada misma, cuando escuchó a Shoyo canturrear "¡Omi-san!"

Akaashi giró su rostro para mirar sobre su hombro, ahí estaba Sakusa, con una mano dentro de su sudadera y con la otra bajando su mascarilla para sonreír ligeramente a Hinata. Fue entonces que entendió que es lo que había pasado con su amigo unas semanas atrás.

Si bien, al principio lo tomó con la guardia baja, rápidamente notó la manera en la luz de Shoyo, parecía haber iluminado las zonas más oscuras de Sakusa. Su amigo se había dejado caer tan de lleno, que Akaashi se pregunta si realmente no pudo poner las manos para amortiguar el golpe o simplemente se negó a hacerlo.

Para nada fue una sorpresa la noticia de su noviazgo; se alegró genuinamente por ellos. Le sigue pareciendo genial, en serio. Son tan buenos amigos que nunca le excluyen de sus salidas. Siempre están pendientes de que no se sienta solo, de invitarlo, incluso a sus citas porque no tiene más amigos con los cuales pasar el rato. Justo ese es su problema; porque ahora es un simple espectador de como ellos, escriben su cuento de hadas.

Se frota las cienes de pura frustración y bebe el último sorbo de su café negro. Está tan cansado de ser la tercera rueda que se abruma; pero intentar alejarse de sus amigos le resulta inconcebible. Es que, su vida le parece monótona y aburrida; sin pizca de gracia. Tan así, que es una tarde de un viernes otoñal, cursa su tercer año de universidad y su mejor plan es hacer de mal tercio con sus amigos.

No es como Hinata, no tiene el carisma para comerse al mundo de un bocado; ni tampoco las aptitudes pulcras de Sakusa. Solo es Akaashi y ya está. Un estudiante promedio, sin sazón, que le va bien porque se esfuerza demasiado. Una persona que se pierde entre las multitudes y no destaca. No es un personaje principal, es un secundario en el cuento de sus amigos. Sí él se aleja de ellos, pierde toda la gracia.

Suspira profundamente y entrelaza las manos. Mirando por la ventana, siendo completamente consciente de que no deben tardar en llegar. No se equivoca. Ellos caminan uno al lado del otro. Son tan atractivos que duele. Hinata desborda vivacidad por cada uno de sus poros. Tiene ese ligero rastro de piel besada por el sol de las cándidas playas de Brasil; pese a que lleva más de seis meses en tierras niponas, luego su intercambio durante su último año de preparatoria. Ese cabello naranja tan salvaje, que contrasta con el negro profundo de las hebras rizadas de Kiyoomi.

Él solo se sienta a esperar escuchar la voz jovial de Hinata. Cuando menos se lo espera, están frente a él. Shoyo con su eterna sonrisa incrustada en su rostro, mientras que su novio mantiene un gesto más austero que va bien con lo finas que son sus facciones.

Le hacen sentirse pequeño. Akaashi Keiji es demasiado ordinario. No tiene la piel tan pálida como Sakusa, sino que bien podría ser un poco apiñonada, no tanto como la de Shoyo; solo es normal, según el estándar japonés. Ojos grises tan oscuros que bien podrían ser negros. Cabello lacio, pero no los suficiente como para parecer siempre peinado, pero sí lo necesario para verse alborotado.

«Esto es una tontería, son mis amigos.»

Piensa para sí.

—¡Hola, Akaashi-san! — saluda Shoyo con simpatía.

—Hola, Hinata, Sakusa.

Kiyoomi hizo un leve asentimiento con la cabeza como saludo. Los tres guardaron silencio, en lo que Hinata sacaba una toalla con cloro y limpiaba la mesa y la butaca con mucho ahínco. Akaashi sabe bien que es un ritual que comparte la pareja. Sakusa tiene problemas, los suficientes como para no dejar que las demás personas se le acerquen.

Pero Hinata le hace las cosas más fáciles, más llevaderas. No pone peros, ni tampoco le juzga sus extravagancias. Sakusa le lanza una mirada agradecida a su novio y se sienta en el rincón de la butaca con Hinata dejando frente a él una pequeña botella de gel desinfectante con olor a naranja.

—Solo quieres unlatte, ¿verdad, Omi-san?

—Sí, Shoyo, por favor. Toma mi tarjeta y compra para ti lo que tú quieras, esta vez invito yo — responde con tranquilidad, con un tono de voz dulce, casi aterciopelado. Akaashi no es Hinata, pero incluso él siente una caricia por parte de Sakusa.

—¡Muy bien, Omi-san! Entonces, ya vuelvo —responde feliz. Tan doméstico, piensa Akaashi antes de que Hinata se dirija a él —. ¿Compro algo para ti, Akaashi-san? ¡Omi-san invita! Así que no tengas pena.

—Vale, que dispones de su dinero como si fuera tuyo, Hinata — dice con socarronería. Un tanto divertido porque las mejillas de Shoyo se colorean e incluso le arrebata una ligera sonrisa a Sakusa.

—Pues, prácticamente es suyo desde que Shoyo y yo acordamos vivir juntos. — Sonríe burlón Sakusa y Akaashi boquea, dejando que sus ojos vaguen entre la pareja.

Vale, que eso sí que le ha pillado desprevenido. Hinata sigue sonrojado pero su sonrisa se ensancha mirando fijamente a Keiji, esperando su aprobación como si se tratase de su hermano mayor. Francamente no sabe cómo reaccionar, pero en retrospectiva, tampoco le sorprende siendo que llevan más de un año saliendo y ahora no imagina a Hinata sin Sakusa y viceversa.

—Felicidades — es lo único que atina a decir, carraspea un poco y continúa—. Yo espero que tengan una vida muy prospera juntos.

Shoyo sonríe satisfecho, Akaashi se remueve incómodo en su lugar.

—Muchas gracias, Akaashi-san, significa mucho para mí tus palabras —responde con una sonrisa en su voz — ¡Te traeré una bebida de fresa!

Shoyo les da la espalda y él baja la mirada hacia sus manos, siguen entrelazadas. Se sumen en un silencio cómodo. De nuevo, se siente como un completo espectador de la vida de sus amigos. Ellos avanzan, él se estanca. Es como si estuviera caminando en arenas movedizas y entro más se mueve, más se hunde.

Dios.

Tiene que parpadear para alejarse de ese bucle de autodestrucción en el que amenaza con caer. No es novedad que sobre piense las cosas, pero está vez hace que sienta un ligero nudo en la garganta.

—Así que tú y Hinata...

—No me digas que ahora harás de hermano mayor, porque no te va, Akaashi — comenta Sakusa con su habitual voz monótona; aun así, hay un pequeño rastro de diversión en ella. Se cruza se brazos y deja que su espalda pegue contra la butaca.

Akaashi suelta una risilla y enseña las palmas de sus manos en son de paz.

—Entiendo, entiendo. No tienes por qué reaccionar así. No iba a darte un sermón. Hinata no podría haber caído en mejores manos que las tuyas.

—Soy yo el afortunado, Akaashi. Shoyo es asombroso — asegura con tranquilidad. Kiyoomi usa mascarilla, pese a eso, puede ver la parsimonia que profesa su rostro, y el amor en sus ojos. Rompe el momento cuando abre la botella de desinfectante y se lo frota en las manos.

El olor a naranja envuelve a Akaashi. Es el favorito de Shoyo, y el que usa habitualmente Sakusa. Y eso, no es ninguna coincidencia.

—Lo sé, me queda claro... — sus labios se curvan por lo genuino que suenan esas palabras. Akaashi ya está bastante acostumbrado al intercambio de cariño entre ellos con estos gestos tan pequeños—. ¿Él se muda contigo?

—No, en realidad. Hemos buscado un piso para ambos. Está bastante cerca, a quince minutos y es lo suficientemente amplio para los dos.

—¿Y la mudanza?

—La siguiente semana nos entregan las llaves.

— ¿Eso no se complica con el avance de la novela que debemos entregar en dos semanas? Quiero decir, Shoyo tiene que empacar sus cosas y tú las tuyas. Además, tengo entendido que el siguiente mes, empieza el torneo regional.

—Bueno, Shoyo tiene cubierta su mudanza. Tanto Pedro, cómo Kenma, sus compañeros de cuarto, le ayudarán a organizarse. En cuanto a mí, ya tenía previsto esto. Así que básicamente ya tengo todo en cajas, y lo de la novela, tengo más del avance requerido. Así que no hay problema.

—Ya veo, sí que tienen todo cubierto —dice con una sonrisa falsa. Sintiendo como el interior de su estómago se revuelve y le estruja.

—¿Y tú? ¿Cómo vas con el proyecto de Takeda-san?

«Cómo la mierda.»

—¡Sudeliveryde confianza aquí está! — anuncia Shoyo —. Unlattepara el amor de mi vida — menciona con todo el afán de molestar a Sakusa. Él niega, ya habituado a ese tipo de bromas. Hinata deja el vaso de cartón frente a su novio y deposita un pequeño beso en la frente de Kiyoomi antes de girar mirar a Akaashi—. Este es para ti. Tú favorito.

Toma asiento frente a él, con una mueca feliz en el rostro. Los contagia, casi hace que Akaashi se olvide de la incomodidad de hace un rato.

—Entonces, ¿de qué proyecto hablaban? —continua Hinata.

Akaashi vuelve a removerse incómodo, se siente un tanto fuera de lugar, tampoco sabe cómo desviar la conversación de nuevo.

—Tenemos que escribir una novela, para la clase de escritura creativa. A finales de octubre, entregamos el primer avance. Le preguntaba cómo va con el suyo.

—¿Todo bien, Akaashi-san? — Shoyo pregunta con preocupación.

El hombre aprieta los labios. No, no está bien; pero tampoco sabe cómo decirlo, así que se queda en silencio. Sakusa levanta una ceja, bebe un sorbo de su late y mira directamente a Akaashi.

—¿Tienes un bloqueo escritor? — suelta de manera suspicaz. Sakusa está cruzado de brazos, con el mentón alzado. Se siente juzgado.

«Justo en el clavo»

Abatido, Akaashi guarda silencio, repite la acción de Sakusa, y bebe un sorbo de la infusión de fresa que Hinata trajo para él. Siente el líquido caliente recorrer su garganta, asentarse en su estómago. Suspiró y encaró a sus amigos.

—Sí, y si soy franco, no tengo idea de lo que quiero escribir — responde con calma. Tan calmado que Hinata mira a su prometido con inquietud antes de intentar formular una oración. Así que Sakusa toma el mando.

—¿En serio no tienes idea alguna? Eso no es propio de ti, Akaashi.

Él lo sabe. Lo sabe incluso mejor que Sakusa, pero igual, la manera directa de ser de Sakusa, puede ser abrumadora. Hinata lo entiende y le da un codazo a su novio.

Akaashi no es como Kiyoomi, quien hace todo perfecto. La amargura llena su boca y de nuevo, siente envidia.

Dios, no.

Él ha visto como Sakusa se esfuerza demasiado, la autoexigencia consigo mismo y que a veces, amenaza con su auto cuidado. Las cosas no se le han dado por arte de magia, él lucha contra su persona, para dar lo mejor de sí en cada una de las cosas que hace. No es un apasionado como Shoyo, solo es él y sus estándares demasiado altos.

Joder.

—¿Akaashi-san? ¿estás bien? — murmura Shoyo.

—Lo siento, solo estoy pensando de más. Yo tengo una idea, pero no es tan buena. No la he podido desarrollar como me gustaría. No tiene pies, ni cabeza. Solo me siento frente al computador y me fastidio porque no llego a nada. Es tan frustrante — resopla, tirándose hacía atrás, dejando que su espalda dé de lleno contra la butaca. Pone su dorso de la mano sobre su frente y suelta un suspiro.

—¿Cuándo fue la última vez que descansaste, Akaashi?

—No lo sé.

— ¿Sigues trabajando?

—No. Me despidieron. Recorte de personal o algo así. No escuché bien, pero me dieron una bonificación por ser un buen empleado — balbucea afligido —. Está bien, de todos modos, iba a renunciar.

Mentira. Cuando le dieron la noticia, Akaashi dijo "no hay problema, entiendo"; aun así, camino hasta el baño más alejado y gritar en voz baja, porquemaldita sea, soy pobre.Es un miserable becado, con un par de —benditos— padres que tienen una tienda de ramen en el centro de Tokio y no pueden costearle la universidad. Lo único que Akaashi quiere es poder regresarles todo lo que le dan.

—Yo conozco a alguien que maneja un café bastante cerca de donde vivo. ¡Solía ir con él a la primaria, antes de mudarme a Tokio! ¡Estoy seguro que podría contratarte! Claro, sí tú quieres.

— Lo agradecería mucho, Shoyo, en serio lo necesito.

—Vale, entonces yo hablaré con él. En cuanto a lo otro... Yo no conozco mucho acerca de eso, pero creo que tal vez podrías darte otra perspectiva si decidieras tomar un aire nuevo. Sé que te preocupas mucho por la escuela y tus calificaciones, pero a veces olvidas de preocuparte por ti mismo. ¿Cuándo la fue la última vez que te divertiste, Akaashi-san? — musitó Shoyo con preocupación por la respuesta.

Siguió observando la cavilación de su amigo en silencio. Frunció el gesto pensando que tal vez se había pasado, y que no debió increparlo de esa manera. Estaba a punto de sentirse culpable, cuando la mano de Sakusa recayó sobre la suya. Una sonrisa discreta calmó sus pensamientos. No le dijo nada, pero no hizo falta para entender lo que quería decirle. Sonrió de vuelta.

—No lo sé — masculló Akaashi.

—¿Ves a lo que me refiero? No sales sí nosotros no te obligamos a hacerlo. No me malentiendas, Akaashi-san. ¡Nos encanta que vengas con nosotros! ¡Pero podrías estarte perdiendo de muchas cosas cerrándote del mundo!

—Shoyo. No todos somos como tú ¿sabes? No todos podemos comernos el mundo de un bocado y que las cosas se nos den tan fáciles. Perdón, pero yo no tengo una familia rica que me respalde — dice con ironía. Mirando directamente a Shoyo y viendo como se le descompone el gesto una a una con sus palabras.

—Akaashi... —responde con advertencia Kiyoomi, quien lo mira con desaprobación. Sus finos labios hacen una línea recta y ha puesto ese gesto que le dirige a la gente que cree incompetente.

Es entonces que se da cuenta lo mucho que se ha pasado. Le pesa. Sabe bien que las cosas para Shoyo no han sido tan fáciles como Akaashi lo ha planteado hace un momento.

Shoyo es hijo de una importante doctora. Madre soltera. Y su única familia se reduce a su hermana y madre. Por lo tanto, los hermanos Hinata, prácticamente se han cuidado solos desde siempre. Sumando a la frustración de no ser el típico jugador de vóley. Shoyo ha tenido que allanar su camino con pura voluntad.

«Que la he cagado.»

—Lo sien-

—Está bien, Akaashi-san. No te disculpes, entiendo que solo estas frustrado — Shoyo corta la disculpa de su amigo. Eso lo hace sentir aún peor —. Por la noche es la fiesta de cumpleaños de nuestro colocador. Yo sé que no eres fan de las fiestas, ¡tampoco lo es Omi-san! ¡Pero te juro que será divertido!

—No deberías presionarlo, Shoyo — Kiyoomi se tomó un tiempo antes de posar sus ojos al frente —. Akaashi, no soy quién para decirte que lo que estás haciendo está mal. Sería hipócrita de mi parte. Aun así, creo que despejarte podría ayudarte un poco, no tienes por qué acompañarnos, sé lo abrumador que puede ser estar en ese tipo de ambientes, sobre todo por la panda de idiotas que hay en el equipo. Y sí, antes de que digas algo, Shoyo. Tú eres de esos cuando estas con el par de imbéciles de Miya y Bokuto. Regresando al tema, No te sientas obligado, si no quieres ir. El dinero no es problema, no tienes por qué preocuparte por eso cuando estes con nosotros.

—Yo... — carraspea un poco, sintiendo su pecho aún más pesado — Gracias chicos, lo valoro mucho. En serio. No estoy seguro de aceptar la invitación, pero lo pensaré ¿vale? — dijo con presura. Miró la hora en su móvil y dio un gran sorbo a su bebida— Debo dar una asesoría en la biblioteca en 20 minutos. Tengo que irme.

Ni siquiera los dejó hablar cuando se levantó de su asiento. Hinata tomó del brazo a Akaashi, cuando paso a su lado.

—No estás huyendo ¿verdad? — Sentenció Sakusa sin mirarlo.

Los ojos confundidos de Hinata le hacían las cosas mucho más difíciles. Tragó en seco y frunció el ceño.

—No. Ustedes saben que debo dar esas asesorías, es mi obligación como becado — murmura con firmeza.

Shoyo lo suelta con inseguridad, y él se ajusta los lentes, que se han resbalado por el puente de la nariz.

—Está bien, Akaashi-san. Lamento retrasarte. Espero nos puedas acompañar en la noche.

—Lo pensaré, lo juro.

¿A qué sabe la mentira?

Con un nudo en la garganta y el escozor en los ojos; sin entenderse un poco. No lo hace, solo camina sin rumbo sin mirar atrás, siendo injusto. Porque no tiene a dónde ir. Lo único que piensa es correr a su habitación.


No quiere estar en una fiesta dónde solo conoce a dos personas. ¡Mierda! Es que no importa que sus amigos hayan sido lo suficientemente amables como para invitarlo, además de tratar de incluirlo. Vale, quizá fue divertido los primeros 50 minutos.

Hinata siempre ha sido una persona divertida, ¡pero nada que ver cuándo se encuentra con sus compañeros de equipo! Sobre todo, con ese par de gemelos, habían logrado sacarle un par de risas a Akaashi. Sakusa dijo que era peor cuando estaba la tercera parte de la neurona del trío Bokuto-Hinata-Atsumu; y que por alguna extraña razón y que ciertamente, poco le interesa a Akaashi, no están completos.

También estaba el primo de Kiyoomi, que, en realidad, es bastante agradable. Ya le conocía de antes. Aun así, conforme se iba pasando el tiempo, entre más borrachos se ponía, a Akaashi le era imposible adaptarse.Cosa de introvertidos, se dijo así mismo.

Se levantó del sillón y caminó hasta detrás de la barra. Ahí dónde estaban los olvidadosbowlsde papas. Se sirvió un poco de vodka. ¿Ya que más daba? Uno o dos vasos no lo matarían. Además ¿qué no es así como se consigue la experiencia?

El estruendoso sonido de la música resuena en las paredes de sus oídos. Akaashi no sabe sí eso es peor que estar sentado frente al monitor mientras escucha el pasar del minutero haciendo su trabajo, cuando la hoja de su documento sigue en blanco.

Vamos, ¿qué puede ser peor que un escritor frustrado? Uno que no puede hacer que sus letras comuniquen o peor aún, uno que ni siquiera tiene algo que comunicar, cuando su función es hacerlo.

Le asquea el ruido que hacen las teclas y que al final, las palabras no lleguen a nada. ¿Es que era momento para cuestionarse sí realmente estaba haciendo lo correcto estudiando literatura? Porque vaya, ¡¿Cuál fue la razón por la que decidí que la literatura era para mí?!

Simplemente siente que su cabeza explotará en cualquier momento ¡quiere irse, pero no quiere ir a casa! No tiene absolutamente otro lugar. Aunque pensara ir a casa de sus padres, simplemente ya no era viable porque pasa la medianoche y elshinkanzenha dejado de dar servicio.

Es que no entiende que pasó por su mente cuando le mandó el mensaje de texto a Hinata diciendo que aceptaba su invitación. Ah, de nada le sirve hacerse el loco. Fue por una sencilla razón. Harto de la monotonía a la que él mismo se ha sometido, en un impulso —de estupidez— lo hizo.

Qué iluso. ¿Qué podría cambiar con una fiesta?

Nada.

No puede cambiar por no quedarse en casa, retorciéndose porque claramente no puede escribir algo mínimamente decente. Ugh, no quiere ni imaginarse la cara de decepción de su profesor cuando Akaashi se acerque y con su mejor cara le diga "no pude escribir nada porque soy un fracaso como estudiante de literatura". Tal vez sea mejor regresar a la residencia y obligarse a sí mismo a terminar al menos la maldita planeación de su novela.

Akaashi está de más en esta reunión. No hace falta, si se fuera, no habría ningún cambio. Ugh, y lo que lo hace sentir mucho peor es el hecho de que incluso Sakusa, siendo tan... él, puede encajar con tanta naturalidad en un equipo lleno de gente demasiado alegre para el gusto de Sakusa.

Sabe bien a que se debe. No debería ser una sorpresa porque se trata de "ellos".

Hinata está sentado sobre las piernas de Sakusa, con la mano de su novio, rodeando la su cintura no tan estrecha. Kiyoomi sonríe con naturalidad, no es grande, pero tampoco es discreta. Son sus labios curvados viendo como Shoto es el centro de atención. Shoyo siempre es el centro de atención. No puede evitar que sus ojos graviten hacia él y sus manos entrelazadas.

Es tan natural que a nadie lo sorprende. Nadie que no sea Akaashi, se detiene a la observar la perfecta forma en la que encajan.

—Tan domésticos que me enferman — dice con acidez entre dientes. Lleva el vaso que tiene en la mano a sus labios.

Hasta que alguien suelta una risotada detrás suya. Es profunda, que Akaashi podría asegurar que sale desde su ronco pecho. Las mejillas se le colorean, es que ha caído en cuenta que fue pillado con uno de sus pensamientos más secretos.

—¡Lo siento mucho! Mi intención no es ofenderlos —balbucea Keiji, abochornado por la situación.

—¡Tienes razón! — responde un muchacho alto, con un peinado un tanto extraño, de cabellos plateados. Le da una palmada en la espalda intentando animarlo — Todos aquí pensamos igual de mi discípulo y Omi-Omi. ¡Solo que nadie lo dice en voz alta!

—Yo...

Vale, que no sabe qué decir. Simplemente se ha quedado en blanco. «¿Quién es este?»se pregunta. La casa de los Miya no es muy grande, en realidad, ni siquiera hay tanta gente. No son más de 10.

—¡Oh, tú eres nuevo por aquí! ¡¿Cómo te llamas, amigo?! — El muchacho se acerca a Akaashi, lo mira con atención, como si lo estuviera inspeccionando. Tiene la mano hecha puño, tomándose la barbilla; torciendo la boca y levantando una ceja.

—Yo... Mi nombre es Akaashi —Musita desconcertado ante la abrumante confianza que se ha tomado el muchacho invadiendo el espacio personal de Keiji.

—¡Whoaaaaa! ¡Qué buen nombre caray! — le da la espalda y entonces grita —¡Hey, hey, hey!Chicos, ¿Ya conocieron a mi nuevo amigo,Agaaashi? — señala detrás suyo con su pulgar.

—¡Bokuto-san! ¡Ya estás aquí! ¡No te vi llegar! —gritó Hinata con emoción. Levantando los brazos, pero sin perder su sitio en el regazo de Kiyoomi. — ¡Akaashi-san es amigo de Omi-san y mío!

—¡Llegué hace un momento, Hinata! ¡Muy bien, cualquier amigo de mi discípulo, es amigo mío!

—Bokuto, por favor, compórtate como una persona normal. No asustes a Akaashi.

—¡Pero, Omi-Omi, yo soy unascompletamente normal!

—¡Bokkun, tienes de normal, lo que Samu tiene de inteligente! — grita Atsumu Miya. ¡Colocador del equipo universitario de vóley!

—¡Oi,idiota, tú eres el gemelo imbécil! — le responde Osamu Miya, su hermano.

—¡No te preocupes, Atsumu-san, yo no creo que seas un imbécil, aunque tus chistes sean terribles!

—Shoyo, por favor no le mientas. Miya es un imbécil — interviene Sakusa con un deje de burla.

—¡Oh no, Omi-Omi! ¡Tú no! ¡Por favor, denme un descanso! —lloriqueo Atsumu, poniendo sus manos sobre su cabeza. Parece molesto, pero extrañamente habituado a las idas burlonas a su alrededor.

Akaashi observó en silencio. Ahora entiende lo que quería decir Sakusa por la tarde, pero igual eso no le evita pensar que también es un poco idiota cuando está con ellos. Nunca lo había visto tan desenvuelto, pese a su manera cortante de ser.

Regresó su vista al desconocido, que ahora tiene nombre. Bokuto. Tiene espalda ancha, mucho, muy ancha. Akaashi podría verse muy miserable a lado suyo. Es escuálido, bastante en comparación al hombre frente suyo, el cual es alto, quizá más de 1.90 metros.

Bokuto volvió su atención a Akaashi, lo abrazó por los hombros, moviéndolo un poco y entonces, habló:

—¡Akaashi, lo digo en serio! ¡Amigo de mi discípulo, es amigo mío!

Keiji carraspeó, tomando distancia con discreción.

—Muchas gracias, Bokuto-san. Lo tendré en cuenta.

—Así que dime, ¿qué hace un amigo de Hinata aquí solo? ¡Él es muy bueno incluyendo a la gente.

—Bueno, cualquiera que esté con ellos dos por mucho tiempo podría morir por sobredosis de azúcar. Francamente no quiero morir por un coma diabético — respondió con ironía. Akaashi se pregunta el porqué de su soltura, de nuevo, esos pensamientos son muy secretos.

«Debe ser el vodka»

La carcajada de Bokuto es masculina. Demasiado contagiosa como para que las comisuras de los labios de Akaashi se eleven un poco. Una sensación familiar lo invade. Es un retortijón en el estómago y le recuerda a la risa de su madre. Más certeramente a la sensación que le provocan hacer reír a su madre.

«Que extraño»

—¡Lo entiendo! A veces son demasiado. Dan un poco de envidia en serio. ¿Entonces estás aquí porque te cansaste de ellos?

Akaashi hace una mueca, incómodo. Porque no le apetece mucho hablar sobre la desvalorización que hace de él conscientemente.

—Solo pensaba que quizá era la hora de irme a casa.

—¡Pero apenas pasa de la media noche!

—Tengo tarea —dice con voz monótona.

—¡Mañana es sábado, Akaashi!

—Lo sé, pero... —aprieta los labios, sin saber cómo responder a eso. No tenía razones para volver a casa. ¿Qué excusa pondría?

—¿Estás bien? —pregunta con curiosidad—. ¡No tienes por qué hablar de eso si no quieres! Pero quizá te ayude un oyente. ¡Hinata dicen que soy bueno oyendo!

—Es que es una estupidez.

—¡No importa! Siempre escucho a Atsumu lloriquear cuando tiene un mal día de cabello. ¡Una vez su estilista se pasó de decoloración en su cabello! ¡Fue muy divertido! Hinata tuvo que pintarlo de nuevo.

—No sé si deberías contarme eso, Bokuto-san.

—¡No te preocupes! Es una de las historias favoritas del equipo. ¡Puedes decirme lo que sea!

—No lo sé...

—¡Vamos!

—¿Alguna vez te has sentido desanimado con lo que haces, Bokuto-san? Cómo si fueras ordinario y ya está, aburrido.

—Sí. Antes me desmoronaba cuando las cosas no me salían bien. ¡Soy todo un bebé en ese sentido! —respondió con nostalgia — Aprendí a la mala que ser ordinario es genial. Quiero decir, ser ordinario está bien. ¡Nadie tiene que cargar contigo!

—No estoy entendiendo, lo siento.

—Cuando estaba en preparatoria, solía deprimirme mucho cuando algo no me salía bien, era muy influenciable, me decían que era un as, mimado. Mi equipo estaba acostumbrado a eso, pero ¿Qué pasaría sí mi equipo tenía un mal día? ¡El as es quien carga al equipo! Debía ser un as ordinario, no uno mimado. Entonces entendí, que a veces encontramos cosas geniales en lo ordinario. Cómo la espalda de un as.

Akaashi guardó silencio, la sonrisa conciliadora de Bokuto, sus palabras, su presencia, hace que él se reconsidere la existencia. Porque él es ordinario,hay cosas geniales en lo ordinario.Eso fue lo que dijo.

¿Por qué las palabras de alguien que acaba de conocer le han movido la existencia misma? ¿Es que eso es normal? ¿No es que Akaashi quería salir de la normalidad? Bien, ¿por qué estaba mal con la normalidad?

—Entiendo... yo, pensaba que estaba mal. Me esfuerzo y mucho, intento que las cosas funcionen; pero simplemente no puedo. Tengo que entregar una novela para clase en dos semanas. ¡No tengo absolutamente nada! Sakusa se va a mudar, y ya tiene más de lo que se supone que debemos entregar. ¿Cómo es que lo hace ver tan fácil?

—Yo tampoco entiendo cómo es que Omi-Omi hace que todo parezca fácil; ¡pero creo que lo mejor es hacer que las cosas sean divertidas! ¡No quiero decir que se haga en el sentido de que sea más fácil, solo divertido!

—¿Cómo es eso, Bokuto-san? — pregunta Akaashi, sin comprender a ciencia cierta cómo es que una plática de borrachos llegara a ese punto; pero siente un escalofrío cuando los ojos dorados se posan sobre él. Son grandez, como los de una lechuza, parece s

Porque es una plática de ebrios ¿no? Akaashi está un pelín ebrio. Quizá sea por eso que puede platicar sobre esto.

—Aprende a disfrutar el proceso. No digo que sea fácil, pero sin duda, hace las cosas más llevaderas.

—Yo... puedo hacer otra pregunta.

—Hazla.

—¿Cómo haces para salir de la rutina? — murmura Akaashi con bochorno de ser juzgado; pese a que Bokuto no parece querer juzgarlo —. Creo que es lo que necesito

Bokuto se cruza de brazos, cierra los ojos y vacila un poco en silencio. Entonces, Keiji se pregunta si acaso fue muy intrusivo. Quizá lo fue, ¿aún puede echarle la culpa al vodka? Porqueestúpido, vodka.

—¡Vamos, déjame llevarte a un lado! — toma a Akaashi de la muñeca y lo arrastra fuera de la cocina.

Vale, la cosa cada vez se vuelve más surreal y bizarra, lo que está pasando bien podría salir de una historia adolescente escrita por un autor independiente, pero pese a saber que la situación es burda se deja llevar por la gran mano cálida que lo lleva hacia la puerta. La reunión no se detiene, no parece que noten la ausencia de Bokuto en su círculo.

Tal vez es que esto es algo que suele hacer con regularidad y ya están acostumbrados a su ¿excentricidad? Quizá es que esto es algo que Bokuto suele hacer. ¿Es que Akaashi es una de sus conquistas?

No es que le parezca ese tipo de personas. ¿Acaso es que sabe que Akaashi es gay? Porque es jodidamente gay y está siendo arrastrado a quién sabe dónde por un tipo demasiado atractivo y que hasta ahora es amable.

Está dejándose llevar porque un tío parece tener decencia humana.

Se detienen en elgekkan,Bokuto le está dando la espalda mientras se pone sus tenis. Mientras tanto, él mira hacia atrás, justo en la sala. Hinata los está mirando un tanto desconcertado, pero no dice nada, ni parece alarmarse con el hecho de que Akaashi este con su ¿maestro? Eso le da cierta tranquilidad.

Porque Akaashi confía ciegamente en el juicio de Hinata.

Bueno, a veces.

—¿Vienes? — le pregunta el hombre a un lado suyo.

Keiji mira de nuevo a Hinata y este sonríe aun más grande, asiente con la cabeza y también una seña animándole a salir. Entonces, Akaashi piensa en lo monótona que es su vida; en lo desabrida y el poco color que hay en ella. En que nunca se sale del molde, que siempre hace lo que tiene que hacer y no un poco más.

Quizá sea el alcohol que recorre en sus venas, al menos, eso es lo que le gustaría pensar; pero toma sus zapatos, y sonríe a Bokuto.

—Vamos.

Porque tal vez, sea tiempo de Akaashi Keiji para no sentirse una persona más en la multitud.