¡YAHOI! ¡Cuánto tiempo! Lo cierto es que querría haber subido esto hace dos semanas... como os había prometido. Pero subestimé mi aguante en el trabajo. No me deja prácticamente tener vida personal. Puto horario partido. Lo odio. Es lo peor.
En fin, es lo que hay, como se suele decir. Afortunadamente hoy libré (porque me tocó trabajar sábado y domingo, aunque fue en plan relajado; me dio tiempo a acabarme una revista y un libro, durante las horas de trabajo xDDD) y vuelvo a librar el finde. Así que venga, semana cortita. No puedo quejarme.
Disclaimer: Naruto y sus personajes no me pertenecen, son propiedad de Masashi Kishimoto.
¡Espero que os guste!
(Leed las notas del final, porfa plis).
I
―Y eso es todo por hoy. Acordaos de que la fecha de entrega es la siguiente semana. No toleraré retrasos y no admitiré ningún trabajo que no esté debidamente presentado. Tenéis las directrices en la sección correspondiente dentro de la asignatura, en la plataforma web. Os recomiendo encarecidamente que las leáis con suma atención… ―El timbre sonó en ese momento, alborotando a algunos de los estudiantes, que se apresuraban a recoger sus cosas, para dirigirse a los clubs o directamente a disfrutar de unas horas de libertad.
El profesor suspiró para luego menear la cabeza con una sonrisa. Por muy estricto que quisiera parecer, sabía de sobra que los adolescentes eran inquietos y enérgicos por naturaleza. Mientras recogía la libreta dónde todos los docentes tenían la obligación de llevar al día el progreso de cada alumno, sus ojos toparon con dos nombres en particular.
Bueno, puede que no todos los adolescentes fueran alocados e impredecibles. Los había también tranquilos y poco dados a los aspavientos.
«Namikaze y Hyūga… me pregunto si estos dos podrían…».
Sacudió la cabeza. No. Imposible. Uno era demasiado frío y estoico y la otra demasiado tímida y asustadiza. Era imposible que esos dos encajaran. Imposible, se dijo mientras salía del aula.
―¡Hinata! ¿Te vienes?
―Sa-Sakura-chan… Te-tengo que…
―Oh, ¿te toca quedarte hoy?―Hinata asintió.
―Puedes irte, Hyūga. Acabaré antes yo solo. ―Hinata se sobresaltó al mirar para el alto rubio de ojos azules que se sentaba con movimientos calmados y precisos en uno de los pupitres. Sakura, una bonita chica de pelo rosa que era su mejor amiga, además, frunció el ceño por lo grosero del comentario.
―N-no. M-me quedaré y-y te ayudaré. ―Sakura abrió la boca para decirle que podía mandar al cuerno al chico si tanto le apetecía estar solo cuando una mano en su hombro la detuvo. Miró para el dueño de aquella mano, encontrándose con dos ojos negros como el ónix. Cierto, Sasuke quería que lo acompañase a por un libro para preparar los próximos exámenes para la universidad. Además de―y esto lo intuía, porque su novio no es que fuera muy de hablar―querer pasar tiempo a solas con ella antes de que la preparación para las pruebas los consumiera en los siguientes meses.
Resignada, suspiró.
―De acuerdo. ¡Oye, pero te esperaré en la esquina de siempre para acompañarte a casa! ¡Es peligroso que vayas sola de noche!―A eso, Sasuke no podía decirle que no.
Finalmente, Sakura se despidió de ella y dejó a la pareja sola en clase para que rellenaran las hojas de asistencia y demás tareas propias de los encargados del día. Con un suspiro y ocultando sus ganas de querer irse lo más rápido posible―en parte porque Sakura había mencionado «la esquina de siempre» y ella sabía que lo había dicho con segundas intenciones―se sentó frente a Menma.
No se sorprendió al ver que el chico ya casi había terminado de escribir los nombres de los compañeros que en el día de hoy habían faltado a clase. Menma no se inmutó cuando ella apretó las manos encima de la mesa, con algo de molestia.
―Te dije que podías irte. ―Hinata pestañeó y luego negó, más roja que un tomate.
―N-no me gusta dejar mis responsabilidades a otros. ―Menma se encogió de hombros.
―Como quieras. ―Se quedaron en silencio rellenando cada uno su parte. Para cuando acabaron de recoger, regar las plantas y limpiar el encerado, ya casi había anochecido. Hinata suspiró. Esperaba que pronto los días se hiciesen más largos. A pesar de que el calor ya apretaba todavía anochecía demasiado temprano para su gusto.
Recogieron sus cosas y dejaron la libreta del día encima de la mesa del profesor. El conserje de la escuela pasaría luego por las clases para recogerlas y devolverlas a su correspondiente casillero para que por la mañana los profesores pudieran disponer nuevamente de ella.
Salieron del instituto en silencio. A diferencia de a otras personas, a ninguno le molestaba especialmente. De hecho, Hinata esperaba que Menma la abandonase a la mitad para irse por otro lado. Nunca había coincidido con su compañero antes a la salida de las clases, así que no tenía ni idea de dónde vivía o qué camino debía tomar para volver a su casa.
Lo cierto es que apenas sabía nada sobre Menma Namikaze, ahora que lo pensaba. Y si reflexionaba sobre ello, casi nadie en el instituto, a excepción, quizá, de algún profesor―había rumores de que Hatake-sensei, el profesor de lengua y literatura, lo conocía de algún sitio y que por eso a menudo se los veía charlando en los pasillos o en los descansos.
Suspiró. Le daba pena, en cierta manera. Como una persona extremadamente tímida y temerosa de casi todo, Hinata sabía lo mucho que costaba a las personas reservadas e introvertidas integrarse en un grupo, hacer amigos. Si no hubiese sido por Sakura, seguramente a estas alturas aún no tendría amigas.
Sintió un tirón en su brazo y casi se cae al suelo a causa del brusco frenazo. Parpadeó solo para escuchar el sonido que anunciaba que un tren se acercaba. Asustada, dio un gritito y un salto atrás al ver cómo la barrera caía justo antes de que un borrón pasara a toda velocidad frente a ella.
Se volvió hacia Menma, que la observaba con el ceño fruncido.
―Ten más cuidado―dijo, soltándola bruscamente. Hinata, con el corazón latiéndola a mil por hora, tragó saliva, apretando la cartera entre sus delgados dedos.
―Y-yo… l-lo siento… Gra-gracias… ―Menma se encogió de hombros.
―No puedo dejar que te mueras. No dejarían de molestarme con eso el resto de mi vida. ―Hinata pestañeó, confusa por sus repentinas palabras. Abrió la boca para preguntar, pero la barrera se levantó de nuevo y Menma se adelantó andando, alejándose de ella.
Todavía confundida, Hinata lo siguió. ¿Acaso la estaba acompañando a casa? Aquello la inquietó. Era la primera vez que interactuaba con Menma, pero eso no quería decir que… ¿o estaba siendo demasiado apresurada en sus conclusiones? Bueno, si un chico acompañaba a una chica a casa…
Su alivio fue inmenso al ver por fin el letrero luminoso delante que anunciaba la llegada a su punto de encuentro con Sakura. Se adelantó a paso rápido y se dio la vuelta para agradecerle a Menma.
―E-esto… mu-muchas gracias por acom-
―No lo hacía―la cortó Menma, sobrepasándola sin siquiera mirarla―. Solo íbamos en la misma dirección. ―Hinata se lo quedó mirando boquiabierta. ¿Qué tan grosero podía ser ese chico? Frunció el ceño mientras se acercaba hacia el lugar sobre el que colgaba el letrero luminoso de antes.
Volvió la cabeza a un lado y a otro. Sakura aún no había llegado. Así que… ¿disponía de algo de tiempo? Su corazón comenzó a latir a ritmo rápido y se mordió el labio inferior. Menma ya no se encontraba a la vista. Seguramente había seguido su camino. Aunque volatilizado sería una expresión más adecuada, ya que ni rastro había de su paso.
Suspiró. ¿Por qué tenía tan mala suerte? Salvo Sakura, Ino, Kiba y Shino, no era capaz de socializar con nadie más. Su mirada se desvió entonces hacia el escaparate de la tienda 24 horas en la que Sakura y ella siempre quedaban cuando sus horarios eran incompatibles.
Solían pasar el rato en la entrada, sentadas en la acera, en uno de los bancos de enfrente hablando o simplemente pasando el rato. La ubicación era perfecta porque quedaba a cinco minutos andando tanto de su casa como de la de Sakura, aunque vivieran en direcciones opuestas. Aunque… esa no era la principal razón porque le gustaba ese sitio.
Miró para el letrero luminoso que anunciaba que el establecimiento estaba abierto. ¿Tendría turno hoy? ¿O sería su día libre? No es que fuera a entrar a comprar algo, no al menos si estaba él―se moriría de la vergüenza―pero… por mirar tampoco cobraban…
Hinata se acercó al cristal del escaparate con su corazón latiendo a toda velocidad dentro de su pecho. Con cautela, echó un discreto vistazo al interior y sintió que se ruborizaba al atisbar ese pelo rubio como el sol y esos ojos azules como el cielo que hacían estragos en todo su ser. Estaba reponiendo en unas estanterías. Murmuraba al tiempo que colocaba cada producto en su lugar.
Dios santo, era tan guapo… alto, delgado―pero con músculo, su vista era extremadamente buena―de sonrisa fácil, alegre, extrovertido, despreocupado…
Sí, lo admitía: estaba irremediablemente enamorada de él. Solo tenía un par de problemas insignificantes: nunca había sido capaz de hablarle―ni de acercársele―y era varios años mayor que ella. Sakura siempre le insistía que fuese valiente, que cinco años no eran nada, una nimiedad. Pero Hinata jamás se había atrevido―ni se atrevería―a dar el paso.
Al fin y al cabo, ella no era más que una mocosa de diecisiete años y él tenía 22 años. Seguro que chicas de su edad no le faltaban. Lo había visto coquetear con las clientas jóvenes―y no tan jóvenes―a menudo, y ellas devolvían el flirteo encantadas. No era la primera vez que alguna le colaba un papel con su número de teléfono entre el dinero de la compra. Lo había visto.
Sacudió la cabeza, apartándose del cristal del escaparate, suspirando.
Él nunca se fijaría en ella. ¿Por qué lo haría? Seguro que era una niña a sus ojos. Se burlaría en cuánto tuviese el más mínimo indicio de sus sentimientos. Por eso los guardaba para sí en lo más profundo de su alma.
Se conformaba con admirarlo y observarlo de lejos. Era todo a lo que podía aspirar…
Naruto terminó de colocar la última remesa de conservas enlatadas en su estantería correspondiente y se agachó para coger la caja vacía de cartón con un gran suspiro. Parecía que hoy tampoco se atrevería a entrar… Había tardado más en colocar las cosas a propósito, preguntándose con emoción si hoy sería el día.
Pero al parecer ella había decidido que no. Se le cayó el alma a los pies mientras regresaba al mostrador y deshacía la caja con más fuerza de la necesaria, doblándola para meterla en la bolsa que utilizaban para el papel y el cartón.
Suspiró y sacudió la cabeza. Era estúpido que se enfadase por algo como eso. Igual había sacado conclusiones precipitadas al respecto y no le gustaba, solo le gustaba la tienda. Aunque nunca la había visto entrar. Solo se quedaba ahí, al otro lado del escaparate, observándolo y analizándolo todo con esos preciosos ojos perlas que resplandecían a la luz de la luna.
Se rio de sí mismo. Dios, ¿cuándo se había vuelto tan cursi? Shikamaru tenía razón: estaba echado a perder. Aunque suponía que eso ocurría cuando una chica te gustaba tanto como Hinata a él.
Hinata. Saboreó el nombre en su lengua, susurrándolo apenas en voz alta―daba gracias al cielo por estar solo en su turno o podrían tacharlo de lunático en potencia―, disfrutando del sonido de cada sílaba. Había tenido que darle la tabarra a Menma durante casi tres meses hasta que accedió a darle su nombre―porque su hermano, aunque inteligente y listo como el que más, era un negado en lo que a habilidades sociales se refería, así que ni se había molestado en aprenderse el nombre de ninguno de sus compañeros de clase.
Más de una vez se preguntó qué haría ella si era él el que se le acercaba. La había visto casi salir corriendo cuando algún turista perdido le preguntaba alguna dirección. Estaba segura de que si no fuera por esa amiga de pelo rosa tan extraña que tenía―Sakura-chan, como a él le gustaba llamarla para fastidiarla, una buena clienta―ni siquiera saldría de su casa para ir al instituto.
Estaban también esos dos tipos raros que a veces la acompañaban. El del perro gigante era el que peor le caía. Siempre la abrazaba o la tocaba cuando le venía en gana―y no es que estuviera celoso ni nada de eso, es que el chico no parecía saber el significado de las palabras «espacio personal»―; el otro era tan retraído y callado como ella. Apenas lo notabas si no fuera porque ya fuese Hinata o el otro se dirigían a él de cuando en cuando.
Con Sakura y Hinata iba a veces un emo muy rarito que se debía creer el amo del universo por los aires de superioridad que se daba al hablar o al moverse. Sasuke, se llamaba. Ese sí que no le preocupaba. Era el novio de Sakura y solía ignorar a Hinata y viceversa, salvo que Sakura los obligase a interactuar entre sí.
Oh, y la rubia. La rubia también era amiga de Hinata. Aunque no solía venir tanto por aquí con ella y con Sakura. ¿Cómo se llamaba…? ¿Iko? ¿Ito? ¡Ino! ¡Sí, eso: Ino! Era escandalosa y parlanchina, pero a Hinata parecían gustarle sus parrafadas sin sentido porque solía reír o sonreír cuando ella estaba cerca.
―Dios, parezco un puto acosador'ttebayo―se dijo, pasándose una mano por el pelo, repentinamente nervioso.
―Lo eres. ―Una voz lo sobresaltó y casi lo hace chillar.
―¡Joder, Menma, qué susto! ¡¿Qué haces escondiéndote?! ¡Te he dicho mil veces que no hagas eso'ttebayo!―Menma rodó los ojos, reprimiendo la sonrisa divertida que pugnaba por curvar sus labios. Nunca lo admitiría, pero asustar y espiar a su hermano mayor era la mar de entretenido―. ¿Has terminado tus deberes? ¿No tenías que entregar un trabajo la semana que viene o algo así?―Menma resopló.
―Lo tendré hecho para el fin de semana. No te preocupes. ―Naruto frunció el ceño mientras veía a su hermano menor agarrar uno de los delantales de repuesto y ponérselo en torno al cuello.
―Deberías ir a descansar o a repasar…
―Me aburro solo en casa.
―Menma, no tienes que ayudarme… Este es-
―¿Quién ha dicho que quiera ayudarte? Además, seguro que no has revisado la fecha de caducidad de los lácteos. Siempre se te olvida y luego te la bebes… ―Naruto enrojeció ante su acusación.
―¡E-eso solo pasó una vez! ¡Menma, vuelve aquí-
―Estaré en el pasillo de las neveras. Ya me lo agradecerás. ¿Qué tal si alguien compra algo caducado y se pone malo y nos denuncia y a ti te despiden y nos echan de casa?―Naruto calló mientras lo veía desaparecer al dar la vuelta a una esquina.
Suspiró para acto seguido esbozar una pequeña sonrisa.
Menma podía ser realmente un cabezota cuando se lo proponía. No lo escucharía y haría lo que le daba la gana, como siempre. De nada le valía que él le insistiese en que debería hacer la vida normal de cualquier otro estudiante normal. Menma se había fijado unos objetivos hacía tiempo, y Naruto sabía que no pararía hasta lograrlos.
Y él contribuiría a que su hermano pequeño lo consiguiera. Apretó los puños con determinación. Menma saldría hacia delante. Era una promesa que había hecho cuando ambos no eran más que unos niños famélicos y asustados. Él era el mayor y debía velar y proteger a su hermanito pequeño. Se lo había prometido a sus padres. Y lo cumpliría.
Costara lo que costara.
Menma suspiró, cogiendo otro bote de yogur y tirándolo en una caja. Ya pasaban dos días de la fecha de caducidad marcada en la tapa. Sabía que seguramente exageraba, ya que todo el mundo sabía que a veces las empresas cambiaban las fechas de caducidad a propósito para no desperdiciar producto y así vender más, pero nunca se era demasiado precavido, en su opinión.
Y, si fuera por su hermano―el despiste en persona―nunca se haría el inventario como se debía. Era una tarea que Naruto siempre tildaba de «aburrida y engorrosa», así que Menma había tomado el asunto en sus manos un día a pesar de las protestas de Naruto y ahora lo hacía siempre él.
Apretó la mandíbula. Eso no era suficiente. Nada sería jamás suficiente para pagarle a su hermano todos los sacrificios y las penurias que había pasado para poder darle a él un futuro. Todos los desprecios, los golpes y el trabajo duro que Naruto siempre hacía con una sonrisa. Menma no era capaz de entenderlo. La capacidad de supervivencia, de aguante y de resistencia de su hermano mayor era algo que temía y admiraba a la vez.
Porque Naruto nunca sabía cuándo parar. Cuándo decir «basta» o cuándo era suficiente. Siempre había algunos ryō más que apañar «para tu ropa o tus estudios», algunas horas extra «para caerle en gracia al jefe y que nos rebaje un poco el alquiler».
Todo para él. Menma jamás le había visto quedarse con dinero para sus propios caprichos. Su hermano había ido durante casi un año con los zapatos agujereados porque estaba ahorrando para comprarle un ordenador. Y no solo los zapatos. Casi toda su ropa estaba rota o remendada. Y si compraba algo siempre era de segunda mano. Todo lo nuevo, lo reluciente, lo caro―cuando podían permitírselo―era para Menma.
Ni siquiera cuando Naruto empezó a ganar más dinero―mucho dinero, en realidad, con lo que él consideraba «su hobby»―lo empleó en sí mismo, sino que ahorraba cada maldita moneda para poder pagar la mensualidad de su privadísimo y carísimo instituto.
De nada le valieron las protestas de Menma o su intento de hacerle el vacío durante semanas. Naruto sabía que él era listo e inteligente, pero que eso no bastaba para abrirte camino. Si iba a un instituto público era probable que pudiese conseguir una beca, pero también era probable que no. Era un 50-50. Y a Naruto el 50 no le valía. Él siempre iba a por el 100. Y era consciente de que en un instituto privado con buena reputación Menma tendría ese 100% de poder conseguir una beca para la universidad.
Incluso él mismo lo sabía. Menma no era ingenuo. Sabía que en el instituto al que iba asistían también los hijos y familiares de la gente rica de la zona. Konoha era una ciudad pequeña pero prominente, llena de actividad. Muchos empresarios antaño jóvenes habían visto una oportunidad de invertir en ella y no habían estado errados. Y ahora sus hijos asistían a colegios e institutos dentro de la misma ciudad, dotando así de un montón de recursos a dichas instituciones.
Y el más prestigioso―y caro, se recordó Menma―de todos era al que él iba. No en vano los herederos de las empresas Hyūga y de las compañías Uchiha eran alumnos y compañeros suyos, además. Hyūga iba en su curso, en su misma clase. Era una chica rara. No le desagradaba, al menos no en personalidad. Era de esas personas que no veían necesario llenar los silencios con charlatanería sin sentido. Y solo por eso le caía bien, en cierta medida. Siempre estaba tranquila y parecía de esas chicas que les gustaba más la vida hogareña que ir de fiesta en fiesta.
Podía ver por qué a su hermano le atraía. A diferencia de a otras personas―que podían verlo como una atracción sucia e insana―a Menma no le molestaba el hecho de que a su hermano mayor, un adulto de 22 años, le gustara una chica de su edad. Había cosas peores en el mundo―y él había sido testigo de parte de ellas―y, además, por lo que había observado, parecía que a la Hyūga también le gustaba su hermano.
La había visto desde la ventana del piso de arriba, dónde él y Naruto vivían. Se había acercado al cristal del escaparate y se había quedado allí, quieta como una estatua, mirando hacia dentro. Menma nunca la había visto entrar. Ni siquiera cuando sus amigas trataban de empujarla dentro del local. Al final siempre entraba una u otra mientras Hinata esperaba fuera, la mar de entretenida con la punta de sus zapatos o la suciedad de la acera―Menma nunca sabía exactamente para lo que miraba con tanta atención cuando desviaba la vista.
Sonrió para sí. ¿Y si les daba un empujoncito a esos dos? Sería entretenido ver al menos a su hermano siendo más idiota que de costumbre. Y seguro que se lo agradecería. Y lo dejaría tranquilo durante los próximos días. Odiaba cuando le estaba encima por los deberes o los exámenes. Era consciente de que lo hacía con la mejor de las intenciones, pero a Menma lo sacaba de quicio esa presión añadida. No era estúpido, por el amor de Dios, ni era un cabeza hueca desordenado como Naruto.
Y tenía claros cuáles eran sus objetivos.
Cogió la caja llena de yogures caducados y se dirigió a la parte de atrás, para dejarla junto a los contenedores. Luego rodearía la pared del callejón hasta la entrada principal de la tienda y hablaría con Hyūga. En la previsión del tiempo esa mañana habían dicho que iba a llover por la noche. La convencería de entrar por si las moscas. Asintió. Era un plan sencillo. Era imposible que saliera mal.
Soltó la caja en el lugar asignado a lo orgánico y luego se dirigió a paso tranquilo hacia la parte delantera. Vio a su compañera de clase de espaldas al cristal del escaparate y con la mirada ausente en el cielo nublado. Se aseguró de que su hermano no estuviese mirando y entonces salió a la luz de las farolas.
―Hyūga. ―Ella pegó un salto y se llevó la mano al pecho, girándose para mirarlo asustada. Sus ojos blancos se abrieron como platos al verlo y reconocerlo.
―¿Na-Namikaze-kun?―Hinata se lo quedó mirando, entre incrédula y avergonzada. ¿De dónde había salido? Se fijó en que no llevaba el uniforme del instituto, sino unos simples vaqueros y una camiseta de manga corta. Por encima, vestía un mandil con el logo de la tienda.
Tragó saliva y aferró su cartera, nerviosa de repente. ¿Trabajaba aquí? Bueno, era posible. El chico que a ella le gustaba no podía ser el único dependiente del establecimiento. Había visto a otros en diferentes horas del día. Pero a Namikaze nunca lo había visto. Hasta hoy.
―Va a llover. Entra. ―Hinata parpadeó.
―¿E-eh? ¡N-no es necesario, d-de verdad! ¡Pu-puedo esperar a-aquí debajo o- ―Con un resoplido, Menma se adelantó, la agarró del brazo y tiró de ella obligándola a seguirlo al interior de la tienda.
Hinata chilló y retorció el brazo, tratando de soltarse. En vano. Pronto atravesaron las puertas automáticas de la tienda. Menma la guio hasta el mostrador y la dejó allí plantada, en completo shock. Con horror, vio cómo su compañero de clase desaparecía entre las estanterías, murmurando algo incomprensible.
―¡Hola, bienveni- ―La alegre voz masculina la hizo congelarse. Las manos empezaron a sudarle, las piernas se le volvieron de gelatina y el corazón le iba a mil por hora, dejándola al borde de un ataque cardíaco―. Uh-oh, ho-hola… ―Hinata no se atrevía a darse la vuelta. Cerró los ojos, diciéndose que si se quedaba quieta y callada tal vez desaparecería y entonces no se vería envuelta en una situación de lo más inverosímil e incómoda para ella―. Oye. ―Saltó al sentir un ligero toque en su brazo. Retrocedió por instinto, pegando su cartera contra su pecho como si fuera un escudo protector. Por un momento, le pareció que su rechazo provocaba un destello de dolor en los ojos azules, pero fue tan fugaz que se preguntó si no se lo habría imaginado―. Perdona, no quería asustarte… ―Ella negó con la cabeza―. ¿Te encuentras bien?―Ella volvió a negar. Entonces, él frunció el ceño e hizo amago de volver a acercarse. Hinata sentía que toda la sangre se le subía a la cabeza y extendió una mano.
―¡N-no! ¡Qui-quiero decir… ¡S-sí, es-estoy bien, muy bien! ¡N-no se preocupe!―Naruto la miró con una ceja alzada, con una leve sonrisa en su bronceado rostro.
―No hace falta que seas tan formal. Casi tenemos la misma edad, ya sabes… ―Se calló al instante, dándose cuenta de que había exteriorizado en voz alta sus pensamientos. Maldijo al ver como ella parpadeaba. Seguro que la había asustado. Era un idiota. De campeonato. Debería escuchar más a Shikamaru cuando le decía que tenía que contar hasta diez antes de abrir la boca.
Tomando aire, se alejó un paso y volvió detrás del mostrador. Tal vez ella se sentiría más tranquila si ponía algo de distancia entre ellos. Al fin y al cabo, él era más alto y más fuerte que ella, era lógico que se sintiera amenazada si se le acercaba demasiado. Probablemente era de las chicas que iban mirando hacia atrás cada vez que tenía que volver sola a casa de noche, preguntándose si alguien saldría de las sombras para atacarla…
Meneó la cabeza, golpeando furiosamente las bolsas que estaba doblando―tarea que estaba haciendo antes de escuchar la campana de la puerta―negándose a imaginarse a Hinata en semejante situación. Aunque… ¿y si había sufrido algún tipo de ataque o de trauma en el pasado y por esa era tan asustadiza? Un escalofrío lo recorrió al pensarlo, sus ojos azules oscureciéndose ante el pensamiento, volviéndose fríos y duros.
La puerta volvió a abrirse y apartó tan funestos pensamientos. Siempre había tenido demasiada imaginación.
Saludó al cliente que había entrado, el señor Yamamoto. Era un cincuentón soltero que trabajaba de conserje en un edificio del centro. El hombre siempre iba a comprar algún plato preparado para cenar en su camino a casa para calentarlo y comerlo mientras veía los resúmenes deportivos del día.
―¡Hola, Naruto! ¿Estás solo hoy?―Sonrió al hombre, saliendo de detrás del mostrador.
―Hoy sí, viejo Yama. ¿Qué te apetece hoy?
―Mmm… ¿Os han llegado ya esos paquetes de pasta italiana que son para calentar en el microondas? Nunca he viajado fuera de Japón, al menos no físicamente hablando, pero mi lengua siempre recuerda el sabor auténtico italiano. Ah, ¿te he contado alguna vez como engatusé a una preciosa italiana? Estuve a punto de irme con ella a Europa, pero… ¿qué iba a hacer un japonés de pura cepa como yo en Occidente?―Naruto sonreía entre cortés y divertido, asintiendo en las partes precisas de la conversación mientras cogía el producto demandado por el cliente y se dirigía de vuelta al mostrador.
Con fascinación, Hinata vio cómo Naruto hacía reír al hombre. La familiaridad daba cuenta de que se trataba de un cliente habitual. Por la expresión en el rostro masculino del chico que le gustaba, Hinata supuso que había oído esa misma historia cien veces antes por lo menos, pero a él no parecía molestarle en lo más mínimo escucharla una vez más.
Era amable, comprendió Hinata. No por obligación, como había pensado al observarlo desde fuera interactuar con otros compradores. Sino que él simplemente… era así. Natural. Genuino. A falta de palabras mejores.
―Oh, vaya, ¿es tu novia? Es muy guapa. ―Hinata salió de su ensoñación y vio al cliente sonriendo pícaro en su dirección. Enrojeció al comprender su insinuación.
―¿Q- ¡No, no, claro que no! ¡E-es… es una amiga de mi hermano! ¡Van al mismo instituto, ya sabe! ¡Ti-tienen que hacer un proyecto juntos y pues… ―Hinata sintió que el corazón se le rompía al escucharlo tan convencido.
Cabizbaja, se dirigió hacia un rincón de la tienda. Habría salido, pero como Menma había vaticinado, la lluvia caía ahora furiosamente del cielo. Quiso hacerse bolita y desaparecer. Dios, ¿por qué a ella? Ya sabía que no tenía ninguna posibilidad de gustarle, así que… ¿qué necesidad tenía el universo de recordarle que no podía tener al chico al que amaba por mucho que se esforzara? Aun si de la noche a la mañana se volviera más extrovertida o cambiase su forma de vestir o de arreglarse, estaba segura de que no serviría de nada.
Porque al final del día ella seguiría teniendo 17 años y él 22. Era una niña, no una mujer. No todavía.
Escuchó un suspiro a su lado y casi quiso morirse cuando se fijó en que tenía a Menma a su lado. El chico llevaba una libreta en las manos y escribía algo con un bolígrafo. Sus inquietantes ojos azules vagaban por las estanterías, anotando cosas de cuando en cuando.
―No se lo tengas en cuenta. Es un idiota. ―Hinata parpadeó―. Mi hermano. Es un idiota. ―Hinata parpadeó nuevamente.
Su mente tardó varios segundos en procesar sus palabras. Lo miró de nuevo, ahora con los ojos abiertos como platos.
―¿Q-qué?
―En su defensa diré que se cayó varias veces de la cama cuando éramos pequeños. Probablemente eso lo afectó a nivel neuronal de alguna manera. Pienso estudiar su caso en el futuro. ―Hinata sintió que el corazón le volvía a latir inusitadamente rápido.
―Na-Namikaze-kun… T-tú… E-él… ¿So-sois familia…?―consiguió articular tras varios intentos. Menma arqueó una ceja.
―Eso he dicho. Soy el pequeño. Él es el mayor. Aunque la mayoría del tiempo es al revés. ―Solo entonces Hinata se fijó en Menma, en su físico. Claro que lo había visto muchas veces en clase a lo largo de los casi dos años que llevaban de instituto, pero nunca se había fijado realmente en él.
Ahora, sin embargo, lo detalló: pelo rubio, ojos azules, piel bronceada y hasta las mismas marcas en las mejillas que su… hermano.
―O-oh… En-entiendo… ―Tragó saliva, debatiéndose entre seguir preguntando o no. Su parte más egoísta y curiosa quería saber más del chico que le gustaba, pero la racional le decía que no era asunto suyo, que no estaba bien fisgar en los asuntos de los demás.
Sin embargo, su debate llegó a su fin cuando Menma decidió hablar sin que le preguntase nada.
―Sí, vivimos aquí, encima de la tienda. No, no es nuestra, mi hermano es un empleado común y corriente. Tiene 22 años, su cumpleaños es el diez de octubre, así que es libra. Dragón según el horóscopo chino. Le gustan el ramen y la jardinería. Odia las verduras y no soporta madrugar. Es un desastre en las tareas domésticas y si no fuera por mí viviríamos en la mierda y nos moriríamos de hambre. Es despistado, cabeza hueca y demasiado ruidoso y escandaloso. No puede estarse quieto ni cuando duerme. Le tiene miedo a los fantasmas y no puede ver películas de terror porque luego tiene pesadillas. ―Menma calló para luego suspirar y mirar fijamente para Hinata, quién parecía estar clavada en el sitio―. Pero también es la persona más terca y confiable que conozco. Me ha protegido y cuidado durante más veces de las que puedo contar. No soporta las injusticias y muchos de los líos en los que se mete es por querer ayudar o por creer que hace lo correcto. Y… ―Menma calló y luego volvió a mirarla, con una pequeña y casi imperceptible sonrisa en sus labios―… le gustas. ―Hinata se dijo que había oído mal. Sí, su mente le había jugado una mala pasada. Estaba segura―. Hyūga―miró a su compañero de clase―le gustas. No estoy de coña. Así que te lo encargo. Cuídalo bien. ―Se dio la vuelta, murmurando algo más que a Hinata le costó comprender, pero que le llegó al corazón en cuánto fue capaz de descifrarlo.
«Se lo merece».
Hinata se quedó mirando la espalda de Menma sin poder dar crédito a todo lo que acababa de escuchar salir de sus labios.
Era el discurso más largo que le había oído a Namikaze Menma desde… nunca. Porque jamás había dicho más de dos palabras seguidas. Ni siquiera a los profesores más que a aquellos que él parecía respetar más, como Hatake-sensei.
Y todo había sido porque… ¿quería hacer feliz a su hermano? Hinata se puso roja y apretó el asa de su cartera entre sus dedos.
«Le gustas».
La afirmación tan rotunda de Menma todavía rondaba por su mente cuando escuchó una voz chillando su nombre.
―¡Hinata, Hinata! ¡¿Dónde estás?! ¡Hinata!
―¡Sakura-chan, por favor, que espantas a los clientes!
―¡Como le hayas hecho algo a Hinata, Naruto, yo- ―Antes de que su amiga cumpliera cualquiera que fuese la amenaza que estaba a punto de pronunciar, salió de su escondite.
―¡Sakura-chan!―La joven de pelo rosa se volvió y el alivio se dibujó en sus finos rasgos de porcelana.
―¡Hinata, oh, Hinata! ¡Lo siento mucho! ¡La reunión del consejo estudiantil se alargó y- ―Hinata dejó que la abrazara y ella le correspondió, dándole palmaditas en la cabeza.
―N-no pasa nada, Sakura-chan. Y-yo… m-me refugié aquí de… d-de la lluvia y… ―Sakura se apartó de ella y la tomó fuertemente de los hombros, clavando su mirada verde jade en la suya.
―Eso tendrás que explicármelo luego. Hasta el más mínimo detalle. ―Hinata rio nerviosa, pero asintió.
Ambas chicas se giraron e hicieron una reverencia a la vez.
―Muchas gracias por cuidar de mi amiga, Naruto.
―Gra-gracias p-por dejar que me quede… ―Naruto sintió que sus pómulos enrojecían.
―¡E-está bien, no hace falta ser tan formales'ttebayo! ¡Cualquier amiga de Sakura-chan es siempre bienvenida!―Sakura se irritó.
―¡Ya no soy una niña!―exclamó, molesta. Naruto sonrió.
―Oh, pero hasta hace nada me pedías que te subiera a caballito, ya sabes… ―Sakura se puso colorada.
―¡E-eso… ¡Hace mucho de eso!―Sakura agarró a Hinata de la mano y la arrastró fuera―. ¡Vámonos, Hinata!
―¡Dale saludos a tu padre de mi parte!―Naruto sonrió al ver una mano agitarse bruscamente en el aire. La risa se le escapó de la garganta y se apoyó en el mostrador, viendo la espalda de las dos adolescentes alejarse, refugiadas bajo un paraguas negro. A su lado, atento y vigilante, iba el novio de Sakura. Suspiró. Le habría gustado ofrecerse él mismo a acompañarlas, pero no podía dejar su puesto de trabajo y además… ¿Le serviría de algo?
Hinata parecía asustada de él. Y no la culpaba. Lo cierto es que había sido un poco bruto al tratar con ella. Pero es que se ponía tan nervioso…
―Idiota. ―Se sobresaltó al oír la voz de su hermano.
―¡Menma, joder! ¡Te he dicho que no hagas eso! ¡Casi me matas del susto!―Menma alzó una ceja.
―Te quedarás soltero el resto de su vida. ―Naruto sonrió, con algo de tristeza.
―Bueno, siempre me quedarás-
―No. ―Naruto pestañeó.
―¿Eh? ¿Cómo que no?
―No soy un niñero. No pienso cargar contigo el resto de mi vida.
―¡Soy tu hermano mayor'dattebayo!
―¿Y? Eso no te da derecho a explotarme. Más te vale buscarte una mujer que te aguante, porque yo no voy a hacerlo eternamente. ―Menma se quitó el mandil y lo dejó pulcramente doblado en su sitio―. Subiré a hacer la cena. Te dejaré algo para que calientes cuando acabes el turno. ―Naruto sonrió.
―¿Ramen?―preguntó, con la ilusión pintada en sus ojos azules. Menma puso los ojos en blanco.
―En tus sueños. Haré arroz con pescado y tortilla. Rápido y fácil. ―Se encogió de hombros mientras se internaba entre las estanterías hasta la puerta oculta que había en una esquina del local y que daba paso al viejo apartamento en el que ambos hermanos vivían.
Naruto suspiró para luego sonreír. Sabía que Menma solo bromeaba cuando le decía todas esas cosas hirientes. Era su manera de intentar hacerlo espabilar. A veces, le parecía que más bien él era el pequeño y Menma el mayor.
Pero no, jamás hubiese deseado algo así para su hermanito. Menma no tendría que pasar por todo lo que pasó él. Menma era listo, capaz e inteligente. Menma tendría un futuro brillante.
Él se aseguraría de ello.
Así que más le valía dejarse de sueños imposibles.
El móvil le sonó en ese momento. Lo sacó del bolsillo de su mandil y comprobó que tenía un mensaje de Shikamaru. El corazón comenzó a latirle a toda prisa y los dedos le temblaron mientras abría la aplicación para leer lo que su amigo y representante le había enviado.
«Sábado. 22:00. Jiraiya quiere hablar contigo. Pásate mañana a primera hora antes de que abra».
Suspiró, en parte de cansancio y en parte de alivio.
El mes siguiente tampoco estaría en números rojos.
Eso era bueno. Una muy buena noticia.
Una excelente noticia.
Menma bufó al ver a su hermano mayor―un adulto hecho y derecho de 22 años de edad, cinco más que él, se recordó―aguantarse los lagrimones y morderse los labios con fuerza, mientras él―con un poco más de fuerza de la necesaria, debía reconocer―apretaba una gasa empapada en agua oxigenada sobre la laceración sangrante que su hermano tenía en el brazo. Con la otra mano, Naruto sostenía una bolsa de hielo contra uno de sus costados.
Con el estómago encogido, Menma miró de reojo para el resto de los moratones que poblaban el resto del torso, las piernas y los brazos de su hermano. Al menos, esta vez las costillas se habían librado―no las tenía más que magulladas―y había conseguido que el rostro le quedase casi intacto salvo por un rasguño en una mejilla.
Bufó, frustrado, sacando la gasa sucia de sangre y dejándola sobre un paño que había dejado encima de la mesa a tal efecto. Naruto gimoteó por la brusquedad de su acción.
―Da gracias que no añada más moratones a tu colección―masculló Menma entre dientes, agarrando una gasa limpia y esparadrapo para tapar la herida. Naruto trató de sonreír a pesar del dolor que lo recorría.
―¡Vamos, hermanito! ¿Qué actitud es esa para un futuro médico?―Menma resopló, de nuevo. Pero no le contestó. Sabía que si abría la boca le gritaría, entrarían en una discusión que habían tenido millones de veces antes y en la que él no saldría vencedor. Naruto era terriblemente obstinado. Si se empeñaba en algo, no había quién lograra hacerlo cambiar de opinión.
Aun así, no pudo evitar hacer otro inútil intento de meter algo de sentido común en la dura sesera de su hermano mayor.
―No tienes que seguir haciendo esto―le dijo, terminando de recoger el resto de los materiales que había usado para curarlo; lo guardó todo de vuelta en el botiquín y lo cerró con un golpe seco. El ruido metálico hizo eco por toda la silenciosa casa.
Naruto se dijo que no debía suspirar o le dolería. Pero lo hizo, a pesar de todos sus moratones.
―No es tan malo. Se me da bien y gano dinero. No es como antes, tampoco. Ahora… tengo patrocinadores, un entrenador, un representante… Y necesitamos el dinero. ―Menma apretó los labios.
«¿Por qué?» quiso preguntarle por quincuagésima vez en su vida. «¿Por qué haces esto? ¿Por qué te arriesgas de esa manera?». Pero sabía la respuesta, porque siempre era la misma:
«Por ti. Lo hace por ti, para que puedas estudiar, tener oportunidades, un futuro, que logres tu sueño».
Incapaz de mirarlo de nuevo a la cara, Menma se levantó, agarró el botiquín para llevarlo a su sitio y regresó, para recoger la mochila y ponerse los zapatos. Tuvo ganas de coger aquel par de trozos de goma y destrozarlos. Como su uniforme, su mochila, sus calcetines…
Sacudió la cabeza mientras se calzaba, con furia, sintiendo la ira recorrerlo entero.
―¿Menma…?
―Me voy. Tengo tutoría a primera hora. No olvides maquillar tu feo rostro o el imbécil de tu jefe te despedirá. ―Naruto se llevó la mano a la cara, al lado en el que tenía un arañazo atravesando el pómulo de un extremo a otro.
―No lo haré'ttebayo―le contestó, con la voz suave, relajada.
Menma apretó los dientes una vez más y finalmente salió, dando un sonoro portazo que hizo temblar la precaria estructura del edificio de dos plantas en el que vivían.
Naruto cerró los ojos, diciéndose que era entendible. Menma siempre había odiado que volviera a casa lleno de golpes y magulladuras, fuesen por las razones que fuesen. Desde que era pequeño, él se había encargado de curarle las heridas. Aunque algo bueno había salido de todo aquello. Porque así, su hermano había encontrado su vocación.
Cuando con ocho años Menma se plantó delante de él y le dijo que iba a ser médico con toda la seriedad plasmada en su rostro, Naruto sintió que por fin estaba haciendo algo bien en su miserable vida. Cuidar y criar a Menma había sido lo mejor de toda su existencia. Se estaba convirtiendo en un chico responsable y maduro―quizás demasiado para su edad, pensó―y solo esperaba que, estuvieran dónde estuvieran, sus padres se sintieran orgullosos de ellos, de él.
Sonrió, sumido en sus recuerdos.
«¡Eso es genial, Menma! ¡Muy bien! ¡Tu hermano mayor conseguirá que cumplas tu sueño! ¡Déjalo en mis manos'ttebayo!».
Hinata se mordisqueó el labio por enésima vez en el día. Intentaba prestar atención a la clase de matemáticas, pero su mente y sus ojos regresaban una y otra vez a la bolsita de tela blanca que yacía a sus pies. No había querido arriesgarse a dejarla en el casillero, así que la había cargado consigo todo el día.
Había pasado todo el fin de semana pensando en lo que Menma le había dicho el viernes por la tarde. Afortunadamente, sus padres no le habían dado mayor importancia al hecho de que regresara más allá de su hora―estaba segura de que su madre debió de hipnotizar a su padre o echarle algo en la comida, porque le extrañó que no se enfadara ni la interrogara exhaustivamente sobre su paradero.
El timbre sonó anunciando el final de las clases y ella dio un respingo. Se mordió el labio mientras recogía sus libros y el estuche, metiéndolo todo en la cartera.
―¡Hinata!―Sakura se acercó, enganchando su brazo con el suyo, una enorme sonrisa resplandeciendo en su rostro―. ¿Qué? ¿Lista para tu plan maestro?
―¿Plan maestro, frentona?―preguntó Ino, juntándose con ellas a la salida del aula. Sakura sonrió maliciosamente, regodeándose en el hecho de que ella poseía información de primera mano de la que Ino aún era desconocedora.
―Oh, bueno, nada en especial… Sabes que a Hinata le gusta el chico que trabaja en la tienda que hay en la esquina del cruce, después de las vías del tren… ―Ino bufó.
―Se muere por sus sabrosos huesos, sí, ¿y qué?―Sakura sonrió con suficiencia.
―Pues que resulta que el viernes por la tarde, se atrevió a entrar… ―Ino detuvo su andar aburrido y levantó la vista de sus uñas, dejando de comprobar si necesitaba borrarlas y volver a pintarlas para su cita con Sai en la biblioteca para «estudiar»―… y averiguó unas cuántas cosas sobre él. ―Ino abrió la boca, incrédula.
―¡¿Habló con él?!
―¡N-no!―se apresuró a responder Hinata, zafándose del asfixiante abrazo que mantenían los cuerpos de sus amigas sobre el suyo―. ¡So-solo po-porque-
―Porque Menma te soltó un discurso, sí, sí. ―Ino y Hinata parpadearon a la vez.
―¿Sakura?―La aludida se sonrojó para luego desviar la vista y resoplar.
―No es como si quisiera esconderlo, ¿vale? Pero había pasado mucho tiempo desde que no lo veía… y él no parecía reconocerme así que… ―Se encogió de hombros y tomó aire―. Menma y yo somos amigos de la infancia. Crecimos en el mismo barrio antes de… de que mis padres y yo nos mudáramos. No lo había visto desde la graduación en la escuela primaria. Naruto tendría unos… ¿quince? ¿Dieciséis años? Entonces me parecía un gigante. Siempre hacía el tonto para intentar hacernos reír a Menma y a mí. ―Ino sonrió de lado al ver el leve rubor teñir las mejillas de su amiga.
―Vaya, frentona, diría que ahí hubo un enamoramiento… ―Sakura enrojeció más.
―¡E-era una niña, ¿vale?! ¡Y era el único chico mayor que me prestaba atención! Y también era muy maduro para su edad, aunque no lo parezca. ―Sakura suspiró y luego sonrió a Hinata―. La verdad, me alegro de que Menma haya dado el paso. Pensaba tomar yo misma el asunto en mis manos, pero bueno, ahora que has dado el paso... ―Ino pestañeó.
―¿Paso? ¿Qué paso?―Hinata se sonrojó, llevando a su pecho la bolsa de tela que con tanto mimo había llevado en su mano todo el día.
―Hinata va a confesarse, cerda. ―Ino chilló, emocionada.
―¡¿En serio?! ¡Oh, diablos, ¿y qué haces aquí hablando con nosotras?! ¡Ay, no, pero no puedes ir así! ¡Necesitas arreglarte un poco! Él es mayor, ¿no? ¡Vamos a sacar partido de ese cuerpazo que tienes, chica!―Hinata retrocedió varios pasos antes de que Ino pudiera agarrarla para meterla en el primer baño libre que había.
―¡N-no voy a confesarme! ¡So-solo… solo le he hecho algo de ramen para agradecerle su amabilidad el otro día y-y… eso… ―se desinfló al final.
Sakura e Ino se miraron y, cada una con un ceño fruncido, se giraron a mirarla.
―Hinata... ―dijeron a la vez. Hinata negó con la cabeza.
―¡Oh, vamos! ¡¿Qué puedes perder?!
―Hinata, Naruto puede que sea un idiota, pero no te rechazaría de forma cruel. Seguro que te dice algo así como que sigas intentándolo. Eso te daría pie para conquistarlo. ―Hinata volvió a negar con la cabeza.
Apreciaba los intentos de sus amigas por animarla, de verdad que sí. Pero simplemente no podía… no estaba preparada…
―Hyūga. ―Hinata dio un respingo y se volvió, con el miedo plasmado en sus ojos perlados―. Esta semana también tiene turno de tarde. ―Hinata parpadeó, confusa―. Le alegrará verte. ―Antes de irse, Menma miró por un segundo para Sakura, que se inquietó ante sus duros ojos azules. Sintió que el corazón se le caía a los pies.
«¿Otra vez?» fue la pregunta silenciosa que le mandó. Menma asintió rápidamente y luego se giró, yéndose a paso rápido y furioso, haciendo que todos se apartaran a su paso.
Hinata pestañeó y miró para su amiga, que parecía de pronto realmente angustiada por algo.
―¿Sakura-chan?―Sakura pestañeó para apartar las lágrimas que le anegaban los ojos. Respiró hondo y tomó a Hinata de la mano.
―Hinata, vamos juntas a verlo. No te importa, ¿verdad? Solo… necesito comprobar que se encuentra bien. ―Hinata le devolvió la mirada, confundida.
Pero Sakura parecía realmente preocupada y alterada por algo. Había habido un intercambio silencioso entre ella y Menma, algo relacionado con Naruto, estaba segura.
Tomando aire para darse valor y rogando por no arrepentirse de su impulso, asintió.
―Vamos, Sakura-chan. ―Además, si iba con Sakura, se sentiría un poco más valiente y tal vez podría darle su regalo de agradecimiento.
Porque no era más que eso.
Naruto terminó de guardar en la bolsa la compra de la señora Kamado y se la tendió a la ceñuda mujer. Sin perder la sonrisa, Naruto esperó a que decidiera agarrar las asas de cartón.
―Aquí tiene'ttebayo. ―La clienta tomó con la punta de los dedos su compra.
―Deberías limpiar mejor este sitio. Pienso poner una queja al respecto. ―Naruto amplió su sonrisa.
―Tomaré nota de su sugerencia'dattebayo―declaró, amable. La señora Kamado abrió la boca para decir algo más pero justo en ese momento las puertas se abrieron y dos adolescentes entraron, casi a la carrera.
La señora Kamado decidió entonces que no merecía la pena ponerse en evidencia delante de dos jovencitas impresionables. Pero pensaba hablar con el dueño tuviera la oportunidad, claro que sí. Aquel chico larguirucho y con cara de bobo nunca podía hacer nada bien. Le faltaba aplomo y seriedad. Resollando, salió de la tienda directa a su casa, quejándose en voz alta de la poca predisposición de los jóvenes de hoy en día para el trabajo duro.
Ignorándola, Naruto mantenía su vista fija en las dos muchachas que habían entrado a toda prisa, salvándolo así de otra de las reprimendas de la señora Kamado. Aunque eso le daría igual, porque seguro que hablaría con su jefe y este le echaría la bronca para luego hacerse el compasivo y decirle que lo mantendría en su puesto pero que, desgraciadamente, debería recortarle el sueldo ese mes―de nuevo―porque él no esperaba otra cosa que la excelencia.
Naruto sabía que hacía lo mismo a otros empleados, por eso sus compañeros de trabajo cambiaban casi cada semana. Él era el único que seguía y solo porque no encontraría otro trabajo estable en ninguna parte.
Además, con lo que ganaba en su otra actividad, compensaba con creces las pérdidas.
Mientras su mente divagaba, sus ojos seguían los movimientos de las dos chicas. Sakura y Hinata. La primera parecía discutir algo con la segunda, que negaba con la cabeza frenéticamente a cada palabra que decía su amiga. Finalmente, Sakura resopló y, tomando de la mano a Hinata, la arrastró con ella hacia el mostrador, delante de él, sonriendo radiante.
―¡Hola, Naruto!―Él sonrió.
―¡Hola, Sakura-chan!―Luego miró a Hinata, que parecía tremendamente interesada en el cartel que promocionaba la oferta que tenían en ese momento de 2x1 en papel higiénico―. Hola. ―Hinata tardó unos segundos en reaccionar, levantó la cabeza, parpadeó, lo miró un milisegundo, enrojeció y volvió a bajarla.
A Naruto le pareció lo más tierno que había visto en su vida. Tuvo ganas de espachurrarla contra su pecho y frotar su mejilla contra su coronilla negro azulada. De tomar su rostro entre sus manos, levantarlo para poder admirar esos ojos perlas que le encantaban y bajar la cabeza para poder al fin besar sus suaves lab-
―¡Naruto, ¿me estás escuchando?!―El aludido parpadeó, regresando a la realidad. Llevó la mano detrás de su nuca y se la rascó, riendo nervioso.
―Perdón, Sakura-chan. ―La pelirrosa bufó y puso los brazos en jarras.
―¿Así tratas a tu mejor clienta? En fin, te preguntaba si ya habíais recibido esos helados de pistacho que tanto me gustan. Ya sabes, los de mi marca favorita… ―Naruto sonrió ampliamente.
―¡Pues justo recibimos una nueva remesa hoy por la mañana!
―¡¿En serio?! ¡Genial! ¿Podrías traerme una tarrina? Ya sabes que yo no llego a los estantes más altos… ―suspiró, como si el hecho de ser bajita la molestara.
Naruto sintió decaer su sonrisa. Hizo un esfuerzo sobrehumano por mantenerla.
―¡Claro que sí! ¡Enseguida te la traigo!―Sakura lo vio salir de detrás del mostrador y caminar hacia el pasillo de las neveras. Lo siguió casi pegada a él, arrastrando con ella a Hinata, que no entendía nada de lo que su amiga se proponía.
Se fijó en que sus movimientos eran rígidos y le costaba el doble de tiempo de lo normal el dar un paso. Apretó los dientes, molesta. Idiota obstinado.
Cuando lo vio estirar el brazo y contener la respiración junto con una contracción en el costado, no pudo aguantar más. A grandes zancadas, fue hacia él y, levantando el pie, le pegó con toda su fuerza en la espinilla.
Naruto aulló y se dobló sobre sí mismo, lo que le provocó una nueva oleada de dolor, que lo mareó y lo hizo jadear.
Cayó al suelo como un fardo. Hinata chilló y, casi sin pensarlo, corrió a arrodillarse a su lado dejando caer su cartera y la bolsita blanca que cargaba con su regalo de agradecimiento.
―¡Oh, Dios mío! ¡Oh, Dios mío! ¡Oh, Dios mío!
―Es-estoy bien… ―logró articular Naruto, dándose la vuelta y haciendo un esfuerzo sobrehumano por sentarse en el suelo, apoyando la espalda contra una de las neveras. Llevó uno de sus brazos a su abdomen, rodeándolo y apretando los dientes ante el dolor que de nuevo lo asaltó. Dios, sí que estaba hecho mierda.
Por su parte, Sakura seguía mirándolo, con el enfado distorsionando su rostro, los brazos en las caderas. Bufó al escucharlo hablar.
―¡Sí, claro, y yo soy Cleopatra! ¡Maldita sea, Naruto!―Él trató de recuperar el aliento antes de replicarle.
―Estoy bien, en serio'ttebayo. Menma te lo ha contado, ¿no? Ese niño… ―suspiró, lo que lo hizo gemir acto seguido―. Le dije que estaba bien. Mañana seguro que ya estaré como nuevo. Además, ya no es como antes…
―¡Y una mierda que no! ¡Mírate! ¡Estás hecho mierda!―Naruto trató de no reír.
―Sakura-chan, si sigues hablando así ningún hombre querrá casarse contigo'dattebayo. ―La joven apretó los puños y dio una patada en el suelo.
―¡Deja de ser un idiota con esto, Naruto! ¡Acepta de una vez la oferta de papá!―Naruto endureció la mandíbula y sus ojos azules se volvieron de acero cuando la miraron de vuelta.
―No pienso hacerlo. Tu padre ya hizo demasiado por mí hace años. Ahora puedo salir adelante por mis propios medios. Estoy bien. Estamos bien. ―Sakura sintió que los ojos se le anegaban de lágrimas que trató por todos los medios de retener.
―Eres un imbécil egoísta. ¡Te odio!―Antes de que Naruto pudiera decir nada, Sakura se dio la vuelta y salió corriendo de la tienda, olvidándose de que Hinata se encontraba también allí.
Naruto suspiró y le sonrió o, al menos, lo intentó.
―Lo siento, siento que hayas visto el peor lado de Sakura-chan. Normalmente ella no es así, de verdad. No dejes de ser su amiga porque haya perdido los estribos conmigo'ttebayo. Suele hacerlo más a menudo de lo que parece. ―Apretó los labios, reprimiendo una sonrisa.
Hinata se sonrojó y negó con la cabeza.
―N-no lo haré. ―Calló durante unos segundos. Luego, dijo―: Cre-creo que Sakura-chan so-solo estaba preocupada. Pa-parece que te quiere mucho. ―Naruto relajó sus tensos rasgos y esbozó una sonrisa nostálgica.
―Es como mi hermanita pequeña'ttebayo. Solía hacer el tonto casi todo el tiempo para que ella y Menma rieran. Con Sakura-chan me funcionaba. Menma es un poco más… difícil. ―Naruto calló y luego se mordió el labio inferior, mirando para Hinata―. ¿Puedo… pu-puedo hacerte una pregunta?―Hinata parpadeó y, sonrojándose, asintió―. ¿Cómo… es decir… ¿qué tal lo lleva Menma? ¿En el instituto?―Hinata ladeó la cabeza al mirarlo, con curiosidad.
―¿No… n-no te cuenta nada…?―Naruto suspiró.
―No me cuenta nada―dijo, arrugando la frente con lo que a Hinata le pareció molestia―. Es decir, sé cómo le va en los estudios y eso, porque, bueno soy su tutor legal y es mi deber conocer esas cosas… Pero no sé nada… ya sabes… de su vida social. ¿Tiene… tiene amigos?―Hinata lo pensó un momento. ¿Debería mentirle? Pero tampoco se sentía correcto. Al final, se decidió por una media verdad.
―Se… s-se lleva bien con casi todo el mundo. E-es educado. Aunque… a-al principio algunos chicos trataban de molestarlo, pe-pero él nunca se dejó amedrentar. Ti-tiene muchas admiradoras, también… ―Naruto rio entre dientes, sintiendo sus doloridos cuerpo protestar por el gesto.
―Apuesto a que no les hace ni caso'ttebayo. ―Suspiró―. Menma es… bueno, Menma. Nunca se le dio bien socializar. ―Hinata bajó la cabeza, sin confirmar ni rebatir dicha afirmación―. Gracias. Por la información, digo. ―Hinata se puso colorada y asintió.
Tras unos segundos de silencio, Naruto trató de incorporarse. Pero sus piernas no parecían querer cooperar. Hinata se dio cuenta y se puso en pie, acercándose a él.
―De-déjame ayudarte… ―Pasó uno de los masculinos brazos―el cual notó era increíblemente duro―sobre sus frágiles hombros. Naruto rio cuando ella casi se cae tratando de sostener su peso.
―Gracias, pero ya puedo yo. Solo dame un minuto. ―Resignada, Hinata vio cómo con mucha paciencia y dificultad, Naruto se ponía al fin en pie. Hizo un par de estiramientos en los brazos y luego movió las piernas lentamente, desentumeciendo los músculos poco a poco. Luego le sonrió―. Bien. Ya estoy como nuevo'ttebayo. ―Hinata asintió y se agachó entonces para recoger su cartera. Sus ojos toparon entonces con la bolsita de tela que había dejado caer antes.
Suspirando, la recogió del suelo, lamentándose por no haber sido capaz de entregársela como es debido. Pero no todo había sido malo. Había logrado hablar con él ¿no? Eso ya era un paso.
―¿Qué tienes ahí?―Hinata se sobresaltó al escuchar su voz detrás de ella. Se apartó un paso y negó, escondiendo la bolsa.
―Na-nada. U-una cosa mía… ―Naruto olfateó y sus ojos azules se iluminaron cual niño con zapatos nuevos.
―¿Eso es ramen?―Roja como un tomate, Hinata no tuvo más remedio que asentir.
―L-lo hice esta mañana―dijo, en un arrebato de valentía que hasta a ella la sorprendió. Y como no podía desperdiciar ese extraño arranque de valor, continuó―: pa-para ti. ¡Có-como agradecimiento p-por lo del otro día!―Naruto la miró, casi como si no se creyera sus palabras.
―¿Has hecho ramen? ¿Para mí?―Hinata asintió repetidamente con la cabeza, cogiendo la bolsa y tendiéndosela.
―Pe-pero s-si no lo quieres…
―¡No! ¡E-es decir: claro que lo quiero! ¡Ramen casero! ¡Es genial'ttebayo!―Naruto cogió la bolsita y la pegó contra su pecho―. ¡Muchas gracias, Hinata! ¡De verdad'ttebayo!―Hinata parpadeó, preguntándose si en algún momento le había dicho su nombre o si Sakura o Menma se lo habían dicho…
La campana que anunciaba la entrada de un nuevo cliente los distrajo. Naruto suspiró y miró para el chico que había entrado, con cara de aburrido y bostezando. Le habría gustado quedarse hablando con Hinata un poco más, pero… la vida real lo llamaba. Se giró a mirarla, sonriéndole una vez más.
―Gracias de nuevo por el ramen, Hinata. Mañana le diré a Menma que te devuelva la bolsa en clase. ―Le hizo un gesto de despedida con la cabeza y se dio la vuelta. Pero antes de poder avanzar un paso, sintió que una mano pequeña de dedos trémulos lo agarraba del lazo del mandil de su uniforme de trabajo―. ¿Hina-
―M-me llamo Hyūga Hinata. Te-tengo diecisiete años y mi cumpleaños es el 27 de diciembre. Soy Sagitario. Mono en el horóscopo chino. Me gustan los paseos largos por el parque. También cocinar; y prensar flores. Odio las multitudes y m-me pongo nerviosa la mayor parte del tiempo con los desconocidos. ―Naruto no apartaba la mirada de ella, hipnotizado por el sonido de su dulce voz. Cuando levantó sus ojos y los clavó en los suyos, sintió que se derretía ante el terror y la esperanza que destellaban a la par en sus pupilas blancas―. Y-yo… ¡quiero que sepas que me gustas! ¡Así que, por favor, espérame!―Luego, como si toda su valentía se hubiese esfumado de golpe, lo soltó, se dio la vuelta y salió corriendo a toda velocidad sin mirar atrás, casi como si la persiguiera el mismísimo Satanás en persona.
Dentro de la tienda, Naruto parpadeó para luego esbozar una lenta y radiante sonrisa.
―Le gusto. ¡A Hinata le gusto'ttebayo!―Se giró hacia el cliente que esperaba con una botella de refresco en el mostrador a que le cobrara―. ¡¿Lo ha oído?! ¡Le gusto!―El chico levantó la mirada de su móvil y lo miró, confuso.
―Eh… ¿felicidades? Solo cóbreme la coca-cola… ―Riendo todavía, Naruto caminó hacia la caja registradora e hizo la transacción.
¡Le gustaba! ¡A Hinata le gustaba! ¡Y le había dicho su fecha de cumpleaños y todo!
Cuando Menma llegó a casa aquella noche tras un duro día de estudio en la biblioteca y se encontró a su hermano delante de su ordenador portátil, riendo y saltando de pura felicidad, pensó que definitivamente alguno de esos golpes que recibía lo había dejado definitivamente sin la única neurona que le quedaba sana.
Pero de camino a la pequeña cocina, atisbó por encima de su hombro, sonriendo para sí al ver lo que con tanta emoción su hermano estaba mirando: una página web del horóscopo que decía cuán compatibles eran unos signos con otros. Y estaba leyendo un párrafo que detallaba cómo de bien podían llevarse entre sí un libra y un sagitario.
Sonrió de nuevo, mientras se ponía un viejo delantal para hacer la cena y no manchar su uniforme.
Bueno, al menos algo estaba saliendo bien.
Gracias al cielo, aún quedaba esperanza para el tarado de su hermano.
Fin I
Os estaréis preguntando... ¿De dónde ha salido esto? Pues de noches y noches de insomnio a causa del estrés y la ansiedad. De hecho, esta historia fue la culpable del ligero retraso en la publicación del último capítulo de Rayo de luna. La idea salió de una imagen en la que Naruto aparecía dibujado como un empleado de una tienda de 24h. y Hinata lo observaba desde fuera, por la ventana, con Sakura y Sasuke de fondo en la escena en plan parejita feliz.
De ahí surgió esto. Aviso de que es algo... diferente a lo que os tengo acostumbrados. Aquí Naruto y Hinata se llevan unos cuántos años y he intentado reflejarlo desde una perspectiva un poco más madura y adulta. Romance no faltará (y algo de drama/angst tampoco) pero no va a ser el eje central de la historia.
Y para compensar mi falta de presencia esta temporada en ff... y dado que tan solo me falta el epílogo por escribir... ¡Publicaré un capítulo por semana! ¿Qué os parece? ¿Os gusta la idea?
¡Decídmelo en un bonito y precioso review, porfa! Porque, ya sabéis:
Un review equivale a una sonrisa.
*A favor de la campaña con voz y voto. Porque dar a favoritos y follow y no dejar review es como manosearme una teta y salir corriendo.
Lectores, sí.
Acosadores, no.
Gracias.
¡Nos leemos!
Ja ne.
bruxi.
