¡YAHOI! Me estuve pensando mucho si subir o no hoy el capítulo, porque mi espalda me está matando. Pero mis ganas por publicar capi nuevo pudieron con todo xD.

Disclaimer: Naruto y sus personajes no me pertenecen, son propiedad de Masashi Kishimoto.

¡Espero que os guste!


III


―Son 2.000 ryō, señorita. ―Hinata sacó su cartera y le pagó al conductor del taxi.

―Q-quédese c-con la vuelta… ―Se bajó del coche, intentando por todos los medios no romper a llorar. Llevaba una hora aguantándose las lágrimas. Solo un poco más. En cuánto estuviera de vuelta en su cuarto, a solas, entonces lloraría. Lo soltaría todo.

Y mañana empezaría a sanar su corazón roto.

Rodeó el muro que protegía la residencia Hyūga hasta la parte de atrás. No le preocupaba que fuese noche cerrada o que apenas estuviese la calle iluminada. Al fin y al cabo, era una urbanización cerrada. Y dudaba que alguno de sus vecinos anduviera dando vueltas por ahí a estas horas.

Encontró la puerta trasera por la que a veces entraba el personal externo de la casa o simplemente al que le tocase sacar la basura. Su padre también la había usado en algunas ocasiones cuando quería evitar a la prensa apostada delante de la casa. Y sabía que Hanabi la utilizaba a veces también cuando se escapaba con sus amigos al parque o a comer helado o cuando volvía más tarde de la hora estipulada.

Pero esa era la primera vez que Hinata iba a usarla; y se juró que sería la última. Nadie le cuestionaría por verla por la mañana en casa a pesar de que había dicho que iba a dormir en casa de Sakura. Ya había avisado a su amiga con un escueto mensaje que la haría someterla a un interrogatorio completo en cuánto la viera el lunes en el instituto.

Empujó la puerta de hierro y luego la cerró, echando el cerrojo lo más silenciosamente que pudo. Se dirigió a la puerta de la cocina y entró. La casa estaba oscura y silenciosa, parecía vacía. Sin embargo, Hinata sabía que su madre, su hermana pequeña y su primo, Neji, estarían descansando en sus camas.

Subió las escaleras despacio, tratando de no hacer ruido. Cuando llegó arriba, prácticamente voló sobre el pasillo hacia su habitación. Entró, cerró la puerta con cuidado dejándose caer sobre ella y solo entonces, permitió que toda la tensión acumulada explotase.

Rompió a llorar, cubriéndose el rostro con las manos, deslizándose hasta el suelo, su cuerpo sacudiéndose en violentos sollozos y gemidos ahogados. No supo cuánto tiempo le llevó calmarse lo suficiente como para levantarse a trompicones, tirar su bolso y sus zapatos de cualquier manera en algún rincón y dejarse caer sobre la cama, todavía vestida y maquillada. No tenía fuerzas para nada más que derrumbarse y regodearse en su miseria, al menos por esa noche.

Agarró la colcha y se la echó por encima, cubriéndose hasta la cabeza, comenzando a llorar de nuevo.

No podía soportarlo. Era demasiado doloroso.

Pero aguantaría. Tenía que hacerlo. Tenía que sobrevivir.

Cerró los ojos y trató de dormir, pero a pesar de que estaba agotada tanto mental como físicamente, el sueño la eludía. Dio vueltas y más vueltas, pero no había manera. Solo podía llorar y sentir que de un momento a otro acabaría partida en dos.

Finalmente, quedó suspendida en una especie de duermevela intranquilo, plagado de sueños extraños. No supo cuánto tiempo estuvo sumida en ese estado de semiinconsciencia. Se despertó de golpe cuando escuchó un ruido. Se quedó quieta, con la respiración detenida, tan solo los latidos de su dolorido corazón rompiendo la calma nocturna.

Se dijo que estaba siendo una tonta. La mala noche que había tenido y su bajo estado de ánimo estaban causando que escuchase alucinaciones. Era imposible que alguien se hubiese colado en su casa. Imposible. Era casi una fortaleza.

Acomodándose de nuevo sobre las mantas, cerró una vez más los ojos, rogando porque el sueño la reclamara. Antes de que volviese a sucumbir al llanto y a los temblores que ya empezaban a asolar su cuerpo.

«¿Por qué? ¿Por qué no has creído en nosotros? ¿Por qué no has creído en mí? He sido tan tonta… yo te amaba… te amo… pero juro que sobreviviré. Lo juro…».

Volvió a escuchar el mismo ruido seguido ahora de un golpe sordo. No era su imaginación. Alguien… alguien estaba tratando de entrar. En su casa. En su habitación.

El pánico la invadió y se escondió bajo las sábanas, cubriéndose entera. Cerró los ojos e intentó regular su respiración. Si habían venido a robar, tal vez, si se hacía la dormida…

Escuchó un segundo golpe y una maldición. Sus ojos se abrieron de golpe. Esa voz… No, no podía ser. Él no estaba aquí. Era una ilusión, un espejismo auspiciado por su estúpido corazón adolescente que anhelaba que sus sueños se hicieran realidad.

No obstante, escuchó un clic, como si alguien hubiese abierto la puerta que daba a su terraza. Luego esta se cerró y la persona que lo hizo intentó ser lo más silenciosa posible.

Pasos resonaron en la oscuridad, amortiguados por la gruesa alfombra que adornaba el suelo.

―¿'Nata?―Las lágrimas regresaron al escuchar ese diminutivo. La forma cariñosa en que él la llamaba cuando estaban solos―. ¿'Nata…?―Ahora, la duda y la angustia impregnaban la voz masculina―. No sé si estás despierta, pero… en caso de que solo estés haciéndote la dormida para ignorarme… bueno… lo entiendo. Así que solo… diré lo que quiero decir y luego… esperaré dos minutos y si no… no me respondes… me iré y no… no volveré a molestarte. ―Hinata no movió ni un músculo y tras varios segundos, Naruto suspiró y comenzó a hablar―. Yo… quería disculparme. Por lo de antes. Tú fuiste a verme, a apoyarme, con la mejor intención del mundo. Soportaste un espectáculo como ese solo porque… querías estar conmigo. A mi lado. Lo entiendo ahora. Fui un idiota y… lo siento. ―Silencio. Hinata apretó los dientes, de pronto enfadada.

«¿Eso es todo lo que tiene que decir?».

―También… quería disculparme por el vie- por Jiraiya―se corrigió, ya que llamarlo «viejo pervertido» no parecía la mejor de las ideas en este momento―. Él… es un cretino. Con todas las letras. Sé que se preocupa por mí, a su manera, pero… no debí dejar que dijera toda esa mierda. ―Hinata lo escuchó respirar hondo―. Nunca he dejado que se me acercara otra mujer. Nunca, 'Nata. Te lo juro'dattebayo. ―Hinata dejó escapar el aire que estaba conteniendo―. No desde… bueno… desde que tú y yo… empezamos a vernos. ―Hinata sintió un peso extra sobre la cama y una mano grande acariciar el lugar dónde él suponía que debía estar su cabeza, aún cubierta por las mantas―. Y en cuanto a lo otro… bueno, fui un imbécil. Tú solo querías estar allí para mí y yo… lo arruiné. Solo… tuve miedo, 'Nata. ―Escucharlo decir eso con un tono de voz tan vulnerable hizo que le doliera el corazón―. Aún lo tengo, ¿sabes? Tú… eres lo mejor que me ha pasado en la vida. Puede que muchos digan que… esto está mal… que no es… normal. Es decir, ¿cómo una buena chica como tú iba a querer a un perdedor como yo? Es… absurdo'ttebayo. ―Lo escuchó soltar una risa seca y ya no pudo soportarlo más.

―¡No lo es!―exclamó, saliendo al fin de su refugio y sentándose sobre la cama―. ¡No es absurdo! ¡Es perfectamente lógico porque no eres un perdedor! ¡E-eres perfecto y- ¡¿Has venido así todo el camino?!―Naruto pestañeó saliendo de la sorpresa de verla emerger de entre las mantas. Sin esperarlo, Hinata se arrodilló delante de él y empezó a tocarlo por todas partes con sus manos pequeñas y suaves, con la cara teñida de preocupación y de angustia. Sonrió y le cogió las manos, antes de que decidiera hacer algo de lo que los dos después se arrepentirían.

―'Nata, estoy bien. ―Ella paró de sacudirse las manos para intentar soltarse y lo miró. Parecía enfadada, muy enfadada.

―¡E-estás herido! ¡Y casi desnudo! ¡Y-y-y… ¡¿C-cómo has llegado hasta aquí?!―Naruto respiró hondo y le contestó.

―Salí corriendo detrás de ti cuando te fuiste, pero no te encontré… Así que le supliqué a tu amiga que me trajera… El resto… bueno… Digamos que trepar muros no se me da mal'dattebayo. ―Hinata parpadeó, miró para sus heridas y luego a él.

―T-tú… ¡¿Has trepado hasta mi ventana así?!―Naruto se encogió de hombros.

―No está tan alto. Hay un árbol que se puede usar de trampolín y- ¡Auch!―Hinata se lanzó a abrazarlo, temblando y llorando, aferrándose a él con todas sus fuerzas.

―E-eres u-un idiota, u-un inconsciente, u-un tonto… ―Naruto sonrió contra su pelo. Cerró los ojos y le devolvió el abrazo, apretándola fuertemente contra su pecho.

Dejó que ella se desahogara, sintiendo el alivio recorrerlo al ver que lo suyo tenía arreglo. La apretó con más fuerza, negándose esta vez a soltarla. Antes muerto que soltarla.

Cuando Hinata finalmente pareció calmarse él la separó de él y subió las manos hasta su rostro, enmarcándolo y acunándolo como si fuera lo más precioso y delicado del mundo. Acarició las mejillas con sus pulgares y clavó sus ojos azules en esas dos perlas que ahora brillaban, a causa de las lágrimas y del alivio. Dejó que su mirada se fundiera con la de ella. Hinata sintió que se le cortaba la respiración e inconscientemente entreabrió los labios.

Naruto se dijo que no debía. Que ya había hecho lo que tenía que hacer. Disculparse. Arreglar en parte lo suyo―porque aún quedaban cosas por hablar y por resolver―; que Hinata aún era menor de edad y que si por ventura alguien entraba y los pillara lo denunciarían por corrupción de menores y lo alejarían de ella para siempre. Y esta vez sin vuelta atrás.

Sin embargo, nada de eso importó cuando atisbó el mismo deseo, el mismo anhelo que lo consumía a él en la mirada femenina. Poco a poco bajó la cabeza, dándole tiempo para retractarse si así lo deseaba, si se lo pensaba mejor.

Una parte de él rogaba que lo hiciera, que tal vez mañana podría arrepentirse. La otra le dijo que a la mierda las consecuencias. Que ya iba siendo hora.

Cuando sus labios se encontraron fue como una explosión de fuegos artificiales de esas que ocurrían siempre en las películas en los momentos clave. Todo su mundo se llenó de nuevos colores, olores y sabores, y entre todos ellos predominaba el de Hinata.

Era cálido, dulce, inocente. Quiso reír al ver el intento torpe de ella por mover la boca, ansiosa. Colocó una mano tras su nuca y se la masajeó lentamente. Hinata se relajó bajo su toque y entonces él pudo incitarla con la lengua a que lo dejara entrar. Fue lento, tranquilo. La exploró sin prisa, dejando que ella probase tímidamente a hacer lo mismo. Su otra mano viajó hasta su cintura, apretándola y subiendo y bajando por su costado.

Hinata era suave. Pequeña. Cálida. Y sabía malditamente bien. Un sabor que lo estaba volviendo loco a cada segundo que pasaba.

Para Hinata no era distinto. Ese beso era todo lo que siempre había soñado: cálido, dulce. Sin embargo, algo dentro de ella ardía, exigiéndole más. E hizo caso de aquel instinto.

Se pegó aún más a Naruto, agarrándolo por el pelo y abriendo su boca. Sus rodillas se abrieron y se posicionaron a cada lado de él, quedando casi a horcajadas sobre los muslos masculinos. Un gruñido brotó de la garganta de Naruto ante su respuesta apasionada y salvaje. Él también enredó las manos en el largo y lacio cabello femenino, tirando de este para que Hinata echara la cabeza hacia atrás y tener así acceso a su pálido y tentador cuello.

Bajó por este, con cuidado, besando y lamiendo cada pulgada de suave y pálida piel con reverencia. Sus manos bajaron por la delgada espalda hasta agarrarla firmemente de las caderas; impulsó su peso hacia delante para hacerlos caer sobre la cama y todo su cuerpo vibró al sentir lo perfectamente bien que encajaba la figura de Hinata contra su cuerpo.

Quería más, necesitaba más… Pero cuando una mano empezó a explorar la piel de su estómago por debajo de la blusa supo que estaba en problemas. Si seguía por ese camino―el camino para el que su segunda cabeza estaba más que dispuesta, debía añadir―lo más seguro era que a la mañana siguiente ambos se arrepintieran.

Así que, con gran dolor de su corazón, rompió el beso y se alejó del cálido contacto del pequeño y proporcionado cuerpo que respondía más que bien a todas sus atenciones. Hinata gimió y se aferró a sus brazos, clavándole las uñas y arqueándose en protesta, buscando más de su contacto, de sus caricias, de sus besos.

Naruto sintió su ingle palpitar dolorosamente ante la sensual vista de Hinata debajo suya, con los labios hinchados por sus besos, la piel enrojecida por causa de su lengua y la ropa descolocada.

Cerró los ojos y se dejó caer contra ella con un gemido lastimero, acomodándose en el hueco de su hombro.

―¿Na-Naruto-kun? ¿P-por qué- ―Él le puso un dedo sobre los labios, indicando que dejase de hablar. Primero, necesitaba calmarse. Inspiró y exhaló con lentitud varias veces antes de decir nada.

―Hinata, no podemos… no podemos hacer esto'ttebayo. No ahora. ―La joven parpadeó e inmediatamente se sonrojó.

―O-oh, cla-claro. Es-estás herido y y-yo… so-soy una tonta… ―Naruto levantó la cabeza de su cómodo escondite y la miró, con una ceja alzada, entre incrédulo y divertido.

―¿De verdad crees que es por mis heridas?―Hinata ladeó la cabeza, confusa. Llevó un dedo a uno de los moratones que le adornaban el pecho y lo acarició en un lento círculo. Naruto siseó y le cogió aquella traviesa extremidad, bajándola y sujetándosela por encima de la cabeza, contra la almohada.

―Te duele…

―Créeme, me duele más otra cosa'ttebayo―susurró en voz baja. Con gran esfuerzo, la soltó y se dejó caer a su lado, acomodándose de forma que pudiera verla mientras una de sus manos iba hacia su estómago y empezaba a acariciarlo en círculos por encima de la ropa. Necesitaba sentirla de alguna manera―. 'Nata, no puedo hacerlo contigo. No en este momento. Ambos estamos… en fin, no estamos en nuestros sentidos ahora mismo y yo… no quiero que mañana te arrepientas'ttebayo. ―Hinata pestañeó y luego desvió la vista, mordiéndose el labio inferior. Naruto sintió que todo en él se tensaba. ¿La había vuelto a hacer llorar? ¡Mierda!―. ¡O-oye, n-no es que no quiera hacerlo contigo, porque quiero, d-de verdad que quiero! ¡A todas horas'ttebayo! ¡Pe-pero… estás triste y disgustada y yo también y han pasado muchas cosas y… ¿te das cuenta de que aún eres menor de edad'dattebayo?! ¿¡Qué pasa si alguien entra aquí y nos pilla y me denuncian por abuso de menores y acabo en la cárcel y - ―Hinata soltó una risita. Naruto calló en el acto y luego suspiró, dejándose caer de nuevo en la cama. Se acomodó contra ella y tiró del pequeño cuerpo femenino, acurrucándolos a ambos de costado. Pasó una pierna por encima de sus muslos y la abrazó fuerte contra sí. Hinata suspiró y se dejó hacer, sintiéndose verdaderamente feliz por primera vez en mucho tiempo.

―Y-yo también… quiero ha-hacerlo contigo―tartamudeó, sintiendo que todo su rostro se calentaba―. Pe-pero entiendo… l-lo que dices. Solo… ¿podrías quedarte conmigo? ¿P-por esta noche?―Naruto sonrió contra su pelo; le dio un beso en la cabeza y alargó una mano para tirar de las mantas y así poder taparlos a ambos.

―No planeaba irme a ninguna parte'ttebayo. ―Hinata sonrió y cerró los ojos, pegando más la espalda contra el pecho masculino. Estaba a punto de caer en los brazos de Morfeo cuando la voz de Naruto la hizo abrir los ojos de nuevo―. No tenía planeado que esto fuera así, ¿sabes?―Hinata lo miró, sin saber de qué hablaba.

―¿A qué te refieres, Naruto-kun?―Él suspiró.

―A nuestro primer beso. Lo tenía todo pensado, ¿sabes? Vendría a recogerte a casa, me presentaría formalmente a tus padres… Luego te llevaría a tomar helado y a pasear por el parque. Nos sentaríamos a contemplar el paisaje desde el mirador y entonces… te pediría oficialmente que fueses mi novia y luego, cuando me dijeses que sí, te besaría. ―Hinata casi pudo imaginarse la escena que él le estaba describiendo, porque era una de las tantas que ella misma había imaginado un millón de veces. Aunque no siempre la escena transcurría en el mirador. En ocasiones se imaginaba en el apartamento que Naruto compartía con Menma, ella haciendo una romántica cena para los dos, él acercándose por detrás, susurrándole al oído lo delicioso que se veía y olía todo. Entonces le ponía las manos en la cintura, la giraba suavemente y sus labios se encontraban.

Otras veces él la iba a buscar al instituto, delante de todos sus amigos y compañeros, la abrazaba delante de todos y la besaba para reclamarla, para darles a entender que ella era suya.

Se sonrojó al pensar en todas aquellas ridículas imágenes que se le venían a la mente. Porque la realidad había sido mejor. Muchísimo mejor que su tonta imaginación.

―¿En qué piensas'dattebayo?―Hinata negó con la cabeza.

―E-en nada. Solo… en que nuestro primer beso ha sido perfecto. N-no podría haber deseado que ocurriera de otra forma. ―Naruto entrecerró los ojos con sospecha en su dirección.

Sin embargo, optó por suspirar y menear la cabeza, volviéndola a abrazar contra él.

―Duerme, 'Nata. ―Ella obedeció, cerrando los ojos y acurrucándose contra su pecho.

Así, abrazados, juntos. Se quedaron dormidos.

Mañana tendrían muchas cosas de las que hablar. Pero por esa noche, podían hacer una excepción.


Hinata sintió que estaba atrapada contra algo. Algo duro y caliente que la estaba sofocando. Tenía las piernas enganchadas y no podía mover los brazos. No obstante, no se sentía incómoda. Sino todo lo contrario. Dejó que el sueño se le escapara poco a poco y abrió los ojos, cerrándolos en cuánto la potente luz del día le dio de lleno en la cara. ¿No había cerrado las cortinas la noche anterior? Normalmente lo hacía…

Notó una brisa cálida en su coronilla y una vibración en su espalda. Pestañeó y trató de darse la vuelta, para descubrir qué era lo que pasaba. ¿Por qué sentía que su cama era más estrecha y más sofocante que de costumbre?

En cuánto sus ojos toparon con un rostro bronceado totalmente relajado por el sueño, todo volvió a su mente. Se sonrojó y se tapó la cara, totalmente avergonzada. ¿De verdad ella había… y él había… y casi habían…

Sintió que hervía de la vergüenza. No obstante, no pudo resistirse a echar un vistazo por entre los dedos de sus manos, observando con fascinación y adoración la pacífica expresión en el rostro masculino. Tragando saliva subió una mano y le acarició con las manos el mentón, sintiéndolo un poco áspero a causa de la barba que comenzaba a asomar. Delineó sus cejas, sus labios y esas curiosas marcas que adornaban sus mejillas. Acarició con suavidad también sus párpados cerrados y por último le pasó con mimo los dedos por el flequillo.

Suspiró y se acurrucó contra él, burbujeando de felicidad, la sonrisa ensanchando su boca. No quería despertarlo. Debía de estar tremendamente agotado, tanto física como mentalmente. La prueba era que su respiración, aunque profunda, era trabajosa. Seguramente le dolía todo, mas después de su inconsciente acto de trepar hasta su ventana.

Nunca nadie, ningún chico ni ninguna de sus amigas―tampoco―había hecho algo así de loco y temerario por ella. Solo pensar que podría haber resbalado y caído… Un escalofrío la recorrió y se pegó más a Naruto. El movimiento fue un poco brusco e hizo a Naruto murmurar en sueños y abrazarla más fuerte. Hinata sonrió y empezó a acariciarle el cuello con delicadeza, intentando así que espabilara.

Finalmente, con un gemido, Naruto abrió sus ojos azules y la miró, entre molesto y divertido.

―Si sigues haciendo eso no respondo de mis actos'ttebayo. ―Hinata soltó una risita y se impulsó para besarlo. Naruto le correspondió, más que feliz. Luego la apartó de él. Hinata lo miró, confundida. Naruto sonrió―. Buenos días, preciosa. ―Hinata frunció el ceño e intentó volver a acercarse a él. Naruto la mantuvo a distancia.

―¿Naruto-kun?

―Perdona, 'Nata. Pero… no es buena idea que te pegues a mí ahora mismo'dattebayo. ―Hinata parpadeó. Naruto amplió su sonrisa y se incorporó, haciendo una mueca de dolor cuando escuchó el crujido de protesta de sus maltratados huesos. Hinata enseguida se arrodilló tras él y le puso las manos en los hombros.

―¿T-te duele?―Él sonrió y negó, volviendo la cabeza para besarla en la mejilla.

―No es nada. De verdad. Si me dejas ir un segundo al baño, me iré. De todas maneras, tengo que ducharme y adecentarme un poco antes de entrar a trabajar así que… ―Hinata torció la boca.

―¿N-no puedes pedir el día libre…?―Naruto suspiró y negó.

―Ojalá pudiera, 'Nata. Pero no puedo. O el tacaño de mi jefe me lo descontaría del sueldo'ttebayo. ―Hinata lo miró.

―E-eso no parece muy justo. ―Naruto se levantó, estirando con cuidado sus entumecidos músculos mientras bostezaba encogiéndose de hombros.

―Es lo que hay. Bueno, si me dices dónde está el baño… ―Hinata le señaló una puerta que había al otro lado de la habitación. Naruto pestañeó y la miró.

―¿Ti-tienes tu propio baño? ¡Eso es genial'dattebayo! ¡A ver, a ver… ―Hinata soltó una risita al verlo abrir entusiasmado la puerta y meterse dentro, cerrando tras él.

Mientras Naruto hacía sus necesidades, echó un vistazo al despertador que tenía sobre la mesilla. Marcaba las diez de la mañana. Para un Hyūga, eso ya era tarde. Muy tarde. Seguramente, todos en su casa ya estuvieran a pie. Afortunadamente, nadie esperaba que ella estuviese en casa a esas horas, así que no habría problema en que alguien pillase a Naruto en su habitación.

El problema era sacarlo de la propiedad sin que nadie lo viese. En su mente empezó a trazarse un plan.

Cuando Naruto salió del cuarto de baño, ella ya estaba cambiada. Se había puesto una camiseta y una falda larga de las que usaba para estar en casa. Naruto le sonrió y le dio un beso antes de dejarla ahora a ella pasar a usar el baño, dónde se lavó la cara y se peinó su larga melena negro azulada. Terminó y regresó a la habitación.

―Oye… ayer pude entrar sin problemas, pero… para salir… Porque no estarás sola en casa, por un casual, ¿verdad?―Hinata rio y negó.

―N-no. Seguramente Hanabi, Neji, mamá y parte del personal de la casa estarán ya despiertos. Hum… yo… bajaré a desayunar y los distraeré… Tú… ―Hinata vaciló. Naruto esbozó una sonrisa suave y se acercó a ella; le cogió un mechón de pelo y se lo colocó tras la oreja, depositando un cariñoso beso en su mejilla.

―No te preocupes por mí, 'Nata. Me iré por dónde vine'ttebayo.

―Pero…

―Estaré bien. En serio'ttebayo. ―Hinata lo miró con ojos suplicantes.

―¿M-me prometes que al llegar a casa de-descansarás?―Naruto sintió la ternura invadirlo y asintió, acariciándole una mejilla.

―Te lo prometo. De todas maneras, Menma me obligará a meterme en cama aunque no quiera'ttebayo. ―Hinata rio.

―S-se preocupa por ti. Te quiere. ―Naruto asintió.

―Lo sé. Yo también a él. ¡Y a ti, por supuesto!―Hinata sonrió.

―Lo sé. ―Tras un último y breve beso de despedida, Naruto se dirigió al balcón, abriendo las ventanas. Le dirigió una última mirada y entonces se descolgó por el borde.

Con las mariposas revoloteando en su estómago de pura felicidad, Hinata salió de su habitación y avanzó por el pasillo hacia las escaleras. Las bajó con toda la tranquilidad del mundo. Tenía que aparentar que no pasaba nada. También tenía la excusa perfecta para que nadie de su familia sospechara de su presencia en la casa a horas tan tempranas.

Entró en el comedor, dónde su madre, su hermana menor y su primo desayunaban.

―Buenos días. ―Hana Hyūga levantó la vista del periódico matutino que estaba leyendo y alzó las cejas con sorpresa al verla entrar y sentarse tranquilamente al lado de Hanabi.

―¡Nee-sama! ¡¿Qué haces aquí?! ¡¿No ibas a dormir en casa de Sakura?!―Hinata le sonrió mientras esperaba a que le trajeran un servicio.

―Y dormí allí, Hanabi. Pero nos despertamos temprano. Y no quería importunar más a los Haruno. Sé que a padre no le hizo gracia que lo avisara a última hora… ―Hana suspiró al escuchar la explicación de su hija.

―Eso es cierto. Pero podías haberte quedado un poco más. Seguro que a Mebuki y a Kizashi no les habría importado. ―Hinata sonrió.

―Lo sé. Pero no quería poner en un aprieto a papá. ―Su madre suspiró de nuevo.

―Eres demasiado buena, hija. Deberías ser más… adolescente. ―Hinata arqueó una ceja. Agradeció con un cabeceo a la joven que le llevó un plato, un vaso y cubiertos. Luego, se sirvió zumo aparentando una total calma. Si su madre supiera… ¿Cómo reaccionaría si le contase de Naruto? Probablemente se escandalizaría. No. Debía esperar. En cuánto cumpliera los dieciocho lo diría todo, dejarían de esconderse, y por fin podrían ser una pareja normal, como lo eran Sakura y Sasuke o Ino y Sai.

Suspiró con felicidad al pensarlo, mientras untaba una tostada con mantequilla, al imaginárselo. Podría salir con él, ir al cine, a cenar, a tomar un helado… o simplemente quedarse en su apartamento a ver una película.

Bueno, esto último quizá sus padres no lo permitieran. Igual era demasiado para ellos. Pero todas las demás cosas sí que podrían hacerlas.

Hana observó el rubor y la alegría que de pronto se mostraron en el rostro de su primogénita. No pudo evitar sonreír para sus adentros, volviendo a su lectura.

Ah, su pequeña Hinata estaba enamorada. Lo más probable es que esa mirada soñadora y esos suspiros se debieran a un chico. Bueno, ya era hora, se dijo. Lo raro era que no hubiese tenido antes un enamoramiento. Era lo que hacían las chicas jóvenes, al fin y al cabo, ¿no? Enamorarse, salir con chicos, cotillear con sus amigas…

Se le vino a la mente Hiashi. Su marido no se caracterizaba por ser un hombre moderno o condescendiente con todo aquello que supusiera una potencial amenaza para su familia. Solo recordar lo mal que se lo hizo pasar a la pobre Tenten durante el primer año de su noviazgo con Neji le provocó una mueca. Tuvo que hablar con él y ponerse firme para que dejara de atosigar y acosar a la chica. En parte lo entendía, pero por otro lado la exasperaba. Nadie podría evitar que Hinata, Hanabi o Neji se hiciesen adultos. Y con la adultez venía el tomar tus propias decisiones, equivocarte, volver a levantarte, decepcionarte… Era inevitable.

Bueno, tendría que ir preparando el terreno, se dijo, cuando Hinata sonrió, totalmente metida en su mundo.

Porque intuía que a la chica le había dado fuerte.

¡El primer novio de Hinata! Casi no podía contener la emoción.

Ojalá se lo presentase pronto.


―Uno ahora. Otro dentro de ocho horas. Haré pasta para comer. Te dejaré un plato en el microondas para que calientes. Y haré suficiente para que quede para la noche y para mañana. ―Los ojos azules de Menma se clavaron en los de su hermano, quien sonreía desde la cama, tumbado y bien tapado con las mantas. Menma lo había obligado entre bufidos y empujones a meterse en la cama―. Vendré a despertarte una hora antes de que empiece tu turno. Duerme. ―Esperó a que terminara de tragar la pastilla que le había dado seguida de un poco de agua. No se marchó de la habitación hasta que se cercioró de que el estúpido e inconscientemente de su hermano no iba a escabullirse.

En cuánto se le reguló la respiración, se dirigió a la puerta y la cerró, con cuidado. Al verlo entrar aquella mañana, lleno de golpes y moratones aún frescos, medio desnudo y con las manos aún vendadas, había arqueado las cejas, en una muda pregunta. Naruto había reído y encogido de hombros, riendo nerviosamente mientras se rascaba una mejilla.

No quiso preguntar. Aunque intuía dónde habría podido pasar la noche. No hacía a Hinata Hyūga tan lanzada, pero tampoco la conocía tanto. Igual bajo toda esa capa de timidez era toda una gatita salvaje.

Un escalofrío lo recorrió al imaginarse a su hermano haciendo cosas en las que no quería pensar. Sacudió la cabeza y se metió en la cocina, murmurando para sí. Agarró el viejo delantal lleno de manchas secas de aceite y se lo pasó por la cabeza. Puso a cocer la pasta y mientras fue picando el resto de ingredientes para hacer la salsa. Haría espaguetis a la boloñesa. Era una receta sencilla. Además, le había sobrado algo de carne de las hamburguesas que habían comido hacía dos días y si no se estropearía. Las desmenuzaría y así podría mezclarlas mejor con la salsa de tomate, las especias y el ajo. También le quedaba poca salsa de tomate de bote. Tendría que coger alguno de las cajas cuyos productos estaban a punto de caducar y que el imbécil del jefe de su hermano mandaba a la cocina económica para decir que era una excelentísima persona que ayudaba siempre a los demás.

Estaba dándole una vuelta a la pasta dentro de la olla para que no se pegase a los bordes cuando escuchó que sonaba el timbre de la puerta. Extrañado, sacudió la espátula de madera quemada y ajada por el tiempo y la dejó a un lado en la encimera. Se sacó el delantal y fue a abrir, mientras el timbre sonaba de nuevo.

―¡Ya voy!―Abrió, no inmutándose ante la presencia de quién se encontraba al otro lado. Se dio la vuelta y regresó a la cocina. El visitante cerró tras de sí y lo siguió.

―¿Dónde está?

―Durmiendo―contestó Menma, regresando a la tarea de hacer la comida. La otra persona dejó escapar un suspiro, dejándose caer en una silla y observando al rubio menor concentrado en su tarea.

―Bien. ―Menma revolvió con un poco más de fuerza de la necesaria la salsa que había empezado a cocerse en una sartén―. Menma… ―El aludido cogió la olla y la volcó con furia en un colador que había colocado sobre el fregadero a tal efecto, rociándolos luego con agua fría para evitar que el calor pegase la pasta entre sí―. Oye-

―¿A qué coño has venido, Shikamaru?―estalló, dándose la vuelta y cruzándose de brazos. El otro frunció el ceño.

―Estaba preocupado. Tu hermano salió corriendo ayer tras la pelea chillando como un loco. Ninguno sabíamos a dónde había ido. Excepto tú, claro. ―Menma endureció la mirada ante el penetrante escrutinio al que Shikamaru lo estaba sometiendo―. Me dijeron que… Hinata había ido a verlo. Supongo que por eso…

―No es asunto tuyo―lo interrumpió el Namikaze en tono brusco. Shikamaru suspiró.

―Me preocupo por él, Menma. Es mi amigo además de mi responsabilidad. Soy su representante-

―Solo porque mi hermano insistió en ello. ―Shikamaru apretó la mandíbula.

―Es un buen amigo. Mi mejor amigo―dijo, en voz baja y calmada. Menma rodó los ojos.

―Tienes una extraña forma de demostrarlo. ―Shikamaru suspiró.

―Menma, es decisión suya. Tu hermano es adulto, un adulto que se ha hecho cargo de ti desde que tuvo uso de razón…

―Tú podrías hacer que dejara toda esa mierda. A ti te escucha. Es el único con el que lo hace, al parecer―gruñó, girándose para continuar con su labor de cocina.

―Podría intentarlo. Pero incluso así no hay garantías de que me haga caso. Y, como te acabo de señalar, Naruto es adulto. Puede hacer lo que le dé la gana cuando le dé la gana y sin necesidad de dar explicaciones a nadie. ―Menma lo miró por encima del hombro con una extraña sonrisa.

―Tú lo has dicho: puede hacer lo que le dé la gana. ―Shikamaru respiró hondo, sabiendo por dónde iban los tiros.

―Menma, tu hermano no necesita más complicaciones en su vida. Ya lo tiene lo bastante chungo como para añadirle más estrés y más distracciones.

―Eso no lo decides tú. ―Shikamaru clavó sus ojos marrones en él, con dureza.

―Ni tú tampoco. ―Menma cabeceó en acuerdo.

―No, es cierto. Pero sabes lo cabezota que es. Y lo implacable que puede volverse cuando tocan aquello que le importa. Y Hinata le importa. Mucho. Yo que tú, no me la jugaría. ―Shikamaru tensó la mandíbula.

Ahí, el chaval tenía un punto. Shikamaru no podía abordar el tema de frente. Naruto no lo escucharía. Solo lograría volverlo en su contra y que se enclaustrase aún más en su posición.

Era una mierda, pero era la pura verdad.

Ah, y Temari lo mataría si hacía algo en contra de una chica inocente como Hinata. Su novia parecía haberle cogido aprecio a la chiquilla. Solo Jiraiya estaba de su parte.

Suspirando, se levantó y decidió irse. No quería importunar a Naruto después de la noche tan dura que había tenido. Estaba a punto de alcanzar el pomo para salir del diminuto apartamento cuando la voz de Menma lo detuvo:

―Shikamaru. ―Él se volvió a mirarlo por encima del hombro―. Ella es buena para él. Nunca lo había visto tan feliz antes. Se merece ser feliz. ―Shikamaru se giró y suspiró, bajando la cabeza.

Tal vez Menma tuviera razón. Pero no podía evitar preocuparse.

Hinata podía acabar resultando un problema muy grande.

Uno que podría hundir a su mejor amigo en un agujero tan profundo del que jamás se recuperaría.

Y eso es lo que le daba miedo. Lo que no podía permitir que sucediese.


―Hum… Te-tengo que regresar… ―Naruto suspiró, apretándola un momento entre sus brazos para luego soltarla. Hinata se giró antes de que la dejara libre del todo y lo besó. Naruto sonrió contra su boca y correspondió el gesto de afecto, más que feliz.

Desde que hacía dos meses Hinata había ido a verlo luchar y se habían dado su primer beso, era incapaz de soltarla o de dejar de tocarla. Habían roto una barrera esa noche. No habían derribado aún todos los muros, pero casi.

Faltaban tres días escasos para el cumpleaños número dieciocho de Hinata. Y nadie esperaba más que él la llegada de una fecha tan señalada. Porque significaría el fin de jugar al escondite.

Hinata se separó de él y le sonrió, tímida, sonrojada, al darse cuenta de que se la había quedado mirando embelesado. Naruto sonrió y se inclinó para darle un beso en la frente, agarrándola de las manos. Estaban en la puerta trasera de la tienda en la que él trabajaba, la que daba al callejón. Allí nadie los molestaría durante su descanso. Hinata siempre que podía se acercaba a verlo en ese ratito. Sus amigas la cubrían de buen grado. A veces, incluso Kakashi les echaba un cable, inventándose tareas voluntarias en el instituto para que Hinata pudiera llegar más tarde a casa.

Además, los días libres en los que antes se dedicaba a entrenar como si no hubiera un mañana, ahora los dividía entre el entrenamiento y sus citas-no-citas con Hinata. La gran mayoría de las ocasiones debían ir acompañados de sus amigas o de su hermano, fingiendo que él solo estaba con ellos para vigilarlos.

Aunque para él eran momentos igualmente perfectos. Solo con poder estar a su lado, ya era feliz.

La soltó al fin para dejarla marcharse. Hinata se giró y dio dos pasos para luego darse la vuelta. Naruto arrugó la frente, con curiosidad.

―¿Pasa algo, 'Nata?―Ella se puso roja y negó con la cabeza.

―N-no. So-solo quería… que-quería que me confirmaras que vas a venir a mi fiesta de cumpleaños… ―Naruto sonrió ampliamente y asintió.

―¡Por supuesto que sí'dattebayo! Ya te lo había dicho, ¿no? ¡No pienso faltar por nada del mundo!―Hinata esbozó entonces una radiante y alegre sonrisa. Se despidió con la mano de él y finalmente desapareció tras la esquina.

Naruto bajó la mano que había estado agitando como despedida y su semblante se tornó en uno preocupado. Le había dicho a Hinata que no tenía problema en personarse en la fiesta de cumpleaños que sus padres le habían dejado organizar en su casa. Habían elaborado un plan según el cuál él aparecería con Menma―le había pedido prestado el coche a Kurama y este, aunque gruñendo y rezongando, le había dicho que sí―en calidad de hermano mayor responsable. Menma le había asegurado que le pedirían quedarse un rato, aunque fuese por cortesía, así que a lo mejor podría escabullirse y robar unos momentos con Hinata para pedirle oficialmente que fuese su novia.

Aunque le preocupaba enormemente que no le gustase a sus padres. Sakura le había dicho que no se preocupara por la madre de Hinata. Al parecer, Hana Hyūga era una persona amigable y afectuosa. Tal vez le chocara un poco al principio la noticia y se resistiera a la idea, pero si veía que ambos iban en serio, lo aceptaría.

El problema, según todo el mundo, era Hiashi Hyūga, el padre de Hinata. Un hombre de la vieja escuela, inflexible, intolerante, exigente y que solo permitía que a él y a su familia lo rodeasen lo mejor de lo mejor.

Y Naruto, por desgracia, sabía que no lo era. No se engañaba a ese respecto.

Sacudió la cabeza, diciéndose que estaba siendo un estúpido al tener tan funestos pensamientos.

Hinata lo quería a él, ¿no? Y solo su decisión, su elección, debería de importar. ¡Que le diesen a todo lo demás!

Él la amaba. Y haría todo lo posible por merecerla.


―Un toquecito por aquí, un arreglo por allá… ¡y voilà! Ya estás lista para tu gran día. ―Hinata se mordió el labio inferior y se giró para mirarse en el espejo, mientras Ino recogía los útiles de maquillaje que había usado.

Hoy se celebraba su décimo octavo cumpleaños. Sus padres―especialmente su madre―habían insistido en hacer de este un gran acontecimiento. Hinata no iba a negar que lo era, pero por razones muy diferentes a las que pensaban sus progenitores.

Sus amigos estarían allí, por supuesto. Le habían dejado completa libertad a la hora de hacer la lista por su parte. Su padre habría deseado invitar a algunos de sus socios, amigos y conocidos del mundo de los negocios, con sus respectivos hijos perfectamente solteros y elegibles. Su madre le había amenazado diciéndole que si se atrevía a hacer eso en uno de los días más importantes en la vida de su hija ya podía ir pensando en cuánto dinero iba a darle en el divorcio.

Hiashi Hyūga estaba convencido de que su mujer hablaba en broma, pero por si acaso, había dado marcha atrás.

―No arruines esto, Hiashi. Hinata se merece ser feliz y recorrer su propio camino, tal y como hicimos nosotros. ―Y con esas simples palabras, lo había callado.

Ella y Hanabi jamás se cansarían de ver a su padre rendirse ante su madre. Era la única persona en el mundo a la que Hiashi obedecía casi sin rechistar. De no ser por ella, Tenten aún tendría a espías y detectives siguiéndola a todos lados las 24h. del día.

Suspirando, se pasó las yemas de los dedos apenas rozando por la piel de su rostro. Ino había hecho un trabajo espectacular. Había logrado hacer destacar el color perla de sus ojos bajo una sombra en color lila claro. Le había aplicado rímel y sus pestañas parecían más largas que nunca. Por último le había peinado y moldeado el pelo con unos suaves rizos en las puntas que la hacían ver joven y un poco rebelde.

Todo eso combinado con el vestido azul eléctrico corto de tirantes y encaje en el escote la hacía sentirse sexy y deseable. Se puso roja al imaginarse a sí misma asistiendo así ataviada a la fiesta y negó frenéticamente con la cabeza.

―N-no puedo. Es-esto es demasiado para mí… ―Ino detuvo la tarea de recogida que estaba llevando a cabo y se giró a mirarla, con una ceja arqueada.

―¿Disculpa? Creo que no te he oído bien. ¿Has dicho que es demasiado? Sí, sin duda. Es demasiado bonito para tenerlo guardado en un armario de por vida. ―Ino resopló―. Lo que hay que oír…

―¿Qué pasa?―preguntó Sakura, entrando en ese momento mientras se soplaba las uñas. Venía de hacerse ella misma la manicura en el baño, aún con un albornoz y una toalla envuelta en su cabeza.

―Hinata dice que el vestido es demasiado. ―Sakura alzó las cejas y sonrió.

―¿Demasiado bonito o demasiado sexy? ¿O demasiado de ambos? Porque es cierto que estás para comerte, cielo. ―Hinata enrojeció de nuevo.

―¡E-es demasiado! ¡Punto! ¡¿Q-qué dirá la gente cu-cuando me vea-

―Que eres la reina del baile. A ver, pruébate los zapatos. ―Ino se acercó con un par de zapatos de tacón en color gris perla, casi del mismo tono que sus ojos.

―I-Ino…

―¡Que te los pruebes, he dicho! Hay que ver, esta niña… ―refunfuñó. Hinata se quedó en medio de la habitación, con el par de zapatos en la mano, sin saber qué hacer. Tal vez solo debería complacer a Ino y luego, cuando pudiera escabullirse, se cambiaría por algo más… cómodo.

―Hinata. ―Se volvió hacia Sakura―. Ni lo pienses. ―Ella pestañeó y enrojeció―. Sé lo que pasa por esa cabecita tuya, señorita. Vamos, ¿qué daño puede hacer, eh? ¿Solo por una noche? Piensa en lo anonadado que quedará Naruto cuando te vea.

―¿Para qué te crees que me he esforzado tanto en escogerte el look? ¿Para alguno de los idiotas a los que has invitado? Por favor, ninguno sabría qué hacer con semejante carne de primera categoría.

―¡Ino!―increptó Sakura, llevándose una mano a la frente. La rubia se encogió de hombros.

―¿Qué? Oh, claro, que vosotras aún sois…

―¡Ino, por el amor de Dios, ya basta! ¡Ni Hinata ni yo somos como tú!―exclamó Sakura, muerta de la vergüenza. Ino bufó.

―Sí, sí: el chico especial y todo eso blablablá.

―Tú no diste el paso definitivo hasta que conociste a Sai, estúpida cerda―masculló Sakura, yendo a junto de Hinata y abrazándola por los hombros con un brazo. Suspiró y le sonrió, infundiéndole ánimos―. No le hagas caso. Pero sí creo que estás para comerte, Hinata. Piensa que esta noche será la noche en que Naruto se te declare formalmente. Con lo impaciente e impulsivo que es no podrá esperar más. Mira que me extraña que tuviera la paciencia para esperarte durante todos estos meses. ¿No te gustaría recordar el día de hoy como uno de los mejores días de tu vida?―Hinata asintió, colorada. Sakura amplió su sonrisa y se acercó a su oído para susurrarle―. ¿Y no debería ir tu atuendo en consonancia con ello?―A pesar de estar tan roja que casi podría desmayarse por insolación, Hinata lo pensó detenidamente durante unos segundos.

Sakura tenía razón: cuando en el futuro recordara este día, no quería hacerlo y verse a sí misma años atrás vistiendo su ropa simplona y cómoda de siempre.

Resignada, tragó saliva y asintió. Sakura le dio una palmadita en la espalda y luego fue a terminar de arreglarse ella misma. Con un suspiro, Hinata se puso los zapatos y dio unos cuántos pasos alrededor de la habitación, tratando de acostumbrarse.

Solo esperaba que valiese la pena.


―Te has perdido. ―Naruto rio, nervioso, sintiendo el sudor deslizarse sin compasión por su piel.

―¡N-no, es-estoy seguro de que en la próxima salida…

―Deberíamos haber venido andando. Hyūga siempre va y viene andando al instituto. ―Naruto respiró hondo, buscando calmarse.

―Menma, no podemos llegar andando. Nadie llega andando a un evento como ese. No en el mundo de Hinata'ttebayo. ―Menma rodó los ojos, cansado de oírle la misma frase en la última media hora.

Maldiciendo interiormente, sacó su teléfono móvil y revisó la ubicación que le había mandado Hinata esa misma mañana. El camino por el que iban era el correcto, pero seguramente se habían pasado la salida. No había otra opción. Tal vez su hermano tenía razón y estaba más lejos, pero no estaba tampoco cien por cien seguro. Y eso era lo que en gran medida lo cabreaba.

Escucharon un claxon tras ellos y ambos, parados en el arcén, se volvieron. Las luces de un coche los cegaron momentáneamente.

―Hola, ¿necesitáis ayuda?―Un chico de piel pálida, ojos negros y sonrisa amable se dirigía a ellos desde la ventana del copiloto, pasando casi por encima de su acompañante. Menma hizo una mueca al reconocer al segundo ocupante.

―¡Oh, hola, sí, gracias!―Sin preguntar, el tarado de su hermano le arrebató el teléfono y le mostró la pantalla a su interlocutor―. ¿Sabéis por un casual dónde queda esto'dattebayo?―El otro chico miró para la imagen durante unos segundos y luego sonrió, asintiendo.

―Sí, claro. Da la casualidad de que nosotros también vamos en esa dirección. ¿Estáis invitados a la fiesta?―Naruto parpadeó para luego asentir, entre aliviado y entusiasmado.

―¡Sí, así es! Mi hermano es compañero de clase de la cumpleañera'dattebayo. ―Señaló con el pulgar por encima de su hombro a Menma, quién hacía todo lo posible por ignorar la conversación. El conductor del otro vehículo alzó las cejas, ligeramente sorprendido.

―Qué casualidad. Mi hermano pequeño también va al mismo curso. Vamos, Sasuke, saluda. ―Naruto parpadeó al fijarse entonces en el segundo viajero.

―Oh, hola. Tú eres… el novio de Sakura-chan, ¿no? No nos habían presentado antes. Soy Naruto Uzumaki y… bueno… supongo que a Menma ya lo conoces… ―Para no parecer un completo maleducado, Menma giró la cabeza e hizo un ligero movimiento de reconocimiento.

―Uchiha.

―Namikaze.

―¡Menma, sé más amable!

―Sasuke, no deberías ser tan frío con tus compañeros de clase. Lo siento mucho. ―Naruto negó frenéticamente con la cabeza.

―¡No, no, no pasa nada! Yo también me disculpo por mi hermano. ―Ambos rieron. El moreno más alto extendió la mano por encima del menor.

―Me llamo Itachi Uchiha. Un gusto. ―Naruto aceptó el saludo y sacudió la mano de su salvador.

―Naruto Uzumaki… ay, qué idiota, si ya lo había dicho antes'ttebayo. ―Rio, nervioso. Itachi sonrió y se recolocó de nuevo en su asiento.

―Si queréis, podéis seguirnos. La salida está más adelante. Sé que puede resultar confuso; antes había un camino que llevaba directamente, pero desde que hicieron la rotonda para el acceso nuevo a la carretera ahora hay que dar un rodeo por detrás de la propiedad. Y el mapa aún no está actualizado. ―Naruto respiró, aliviado. ¡Así que eso era! Por eso no daba encontrado el dichoso camino.

―Por favor, te lo agradeceríamos mucho. ―Itachi asintió y maniobró hasta ponerse un poco por delante. Esperó hasta que Naruto se posicionó tras él y luego ambos vehículos echaron a rodar.


―Hola, gracias por venir. ―Hinata sonrió al último grupo de gente que había entrado. La música sonaba alta, aunque no lo suficiente como para no poder mantener una conversación. El alcohol, por supuesto, estaba vetado, aunque estaba segura de en algún momento alguien colaría algo. Por mucho que sus padres lo intentaran, no podrían controlar a tanto adolescente con ganas de correrse una buena juerga. Cualquier excusa, para algunos, era buena para beber.

Suspiró y el timbre volvió a sonar mientras veía a su madre saludar a algunas caras conocidas aquí y allá. Estaba haciendo un trabajo excelente, en opinión de Hinata, estando allí pero sin estar realmente. Su padre, sin embargo, se mantenía en una esquina, con los brazos cruzados y expresión adusta, escrutando a todos los que entraban y salían y pululaban por el salón de su casa, ahora transformado. Las puertas del jardín habían sido abiertas y por el exterior también había gente aquí y allá, en grupos o en parejas, hablando mientras bebían.

Volvió a suspirar, diciéndose que igual se había pasado un poco con la lista de invitados. Había querido darle una alegría a su padre e invitar también a aquellos hijos de sus amigos y socios que eran de su edad y a los que conocía. Aunque no todo era por amor filial, sino más bien, en gran medida, porque cuánta más gente hubiese menos posibilidades habría de que se fijaran inmediatamente en Naruto y en ella y por tanto más fácil lo tendría para escabullirse y así poder estar a solas con él.

Se encaminó de nuevo a abrir la puerta y sonrió al ver a Sasuke en compañía de Itachi, su hermano mayor.

―Hola, pequeña Hinata. Feliz cumpleaños. ―Hinata correspondió al saludo.

―Ho-Hola, Itachi-san. Gracias. Sasuke-kun.

―Felicidades―dijo Sasuke, escueto. Hinata amplió su sonrisa.

―Sakura-chan está en el jardín charlando con Ino, junto a la piscina. ―Un leve interés asomó a los ojos negros de su compañero de curso y entró, directo hacia dónde Hinata le había dicho. Itachi suspiró.

―Supongo que es bueno que al menos quiera a alguien. ―Hinata soltó una risita.

―Puedes pasar, si quieres. Estoy seguro de que mamá y papá apreciarán que los saludes. ―Itachi sonrió y asintió.

―Creo que eso haré. ―Entró en la casa. Hinata lo vio irse directo hacia su madre primero. Se giró para cerrar la puerta pero justo en ese momento vio llegar a otra persona corriendo, como desesperado.

―¡Es-espera! ¡¿Llego tarde?!―Hinata sintió que su corazón se aceleraba y que un cosquilleo le subía por el estómago. Se sintió nerviosa de repente y tuvo que ponerse rígida en el umbral de su casa para no ponerse a temblar.

―Na-Naruto-kun… ―Él le sonrió mientras trataba de recuperar el aliento.

―¡Per-perdón, 'Nata!

―Nos perdimos. ―La voz de Menma los hizo a ambos parpadear y girarse. Hinata se sintió ruborizar al darse cuenta de que ni se había acordado de que el invitado «oficial» era Menma y no su hermano mayor, de quién ella estaba enamorada hasta las trancas.

―Me-Menma-kun. Gra-gracias por venir.

―Feliz cumpleaños. ―Menma le tendió bruscamente un paquete pequeño y cuidadosamente envuelto. Hinata lo tomó y le agradeció nuevamente, mientras Menma entraba en la casa y dejaba al par de tórtolos a solas en la entrada.

―Y-yo… Na-Naruto-kun, quie-quieres-

―¡Hinata, hija, ¿qué haces aquí vigilando la puerta?!―Hinata sintió que empezaba a sudar frío al escuchar detrás de ella la voz de su madre. Forzando una sonrisa se volvió.

―Ma-mamá. T-te presento a Uzumaki Naruto. E-es el hermano mayor de Me-Menma-kun. ¿T-te acuerdas de él?―Hana sonrió ampliamente.

―¿Ese chico rubio tan guapo de tu clase que siempre compite contigo, con Sasuke y con Sakura por el primer lugar en los exámenes?―Hinata rio nerviosamente y asintió―. Oh, encantada de conocerte. Creo que nunca nos habíamos visto antes. ―Naruto sonrió.

―Es posible que en alguno de los eventos del instituto. Aunque no nos habían presentado formalmente. Es un placer, señora Hyūga. ―Hana se sonrojó ante la sonrisa encantadora y el ligero coqueteo del joven.

―Oh, en ese caso me disculpo. Mi marido suele aprovechar cualquier oportunidad para hablar de negocios en vez de socializar. ―Hana suspiró y Hinata no pudo evitar soltar una risita. Si su padre la oyera, estaría poniendo los ojos en blanco y murmurando con molestia que «para eso estaban las reuniones sociales».

Naruto hizo un gesto con la mano, quitándole importancia.

―No, no, no pasa nada. Menma tampoco es que sea muy sociable y apenas tiene amigos, está muy centrado en sus estudios. A veces quisiera que saliera más. ―Hana sintió un ramalazo de comprensión hacia el chico.

―No sabes cómo te entiendo. Hinata es de las que prefiere quedarse en casa a ver una película antes que ir por ahí con sus amigas. Aunque últimamente ha estado quedando más, eso me gusta. ―Hinata se sintió como una niña, con su madre hablando como si ella no estuviera presente―. Oh, pero qué maleducada soy. Pasa, por favor. Tómate algo y disfruta de la fiesta. No es necesario que te quedes hasta el final… Nos ocuparemos de que alguien acerque a Menma a casa para que tus padres no se preocupen. ―Hinata saltó en el sitio al escuchar la última frase. Miró a Naruto, pidiéndole disculpas con la mirada. Este se limitó a sonreír.

―Es muy amable, señora Hyūga. Creo que aceptaré su oferta. ―Hana sonrió y abrió más la puerta, cerrándola en cuánto el rubio entró.

―Hinata, cielo, no quiero volver a verte abrir la puerta. Ve, disfruta de tu fiesta. Naruto-kun, hay comida y bebida por las mesas largas. Oh, ven, te presentaré a mi marido. ―Hinata suspiró mientras veía a su madre llevarse a Naruto, encantada con su amabilidad y educación. Se dijo que no pasaba nada. Que él solo estaba siendo amable y que era estúpido que sintiera celos de su propia madre. ¡Era su madre, por el amor de Dios!

Sonriendo, fue en busca de sus amigas. Trató de pasárselo bien, bailando y comiendo. La tarta y el soplar las velas no sería hasta la medianoche, cuando ya fuera oficialmente el día de su cumpleaños. Saludó a varios conocidos y fingió que no se daba cuenta de las atenciones que algunos chicos le daban, tratándolos con la misma cortesía de siempre.

―Estás haciendo un gran trabajo espantando a los moscones―le dijo Sakura, sonriente, enganchando su brazo con el suyo. Hinata suspiró.

―Desearía no haberlos invitado. Pero quería darle el gusto a papá. Y algunos son amigos, o eso creo… ―Sakura rio.

―Bueno, creo que puedo remediar un poco la cosa. ¿Qué te parece si subes un momento a tu habitación? Si alguien pregunta, les diré que necesitabas un momento de chicas en el baño. Pensarán que estás con Ino. Total, a esa cerda hace rato que no se le ve el pelo, ni a ella ni a Sai. Estarán haciendo sabe Dios qué―gruñó la pelirrosa. Hinata sonrió.

―¿D-de verdad n-no te importa?―Porque la verdad era que unos minutos a solas le vendrían de perlas.

Sakura asintió y luego le sonrió. Hinata se fijó en que esa sonrisa era distinta: juguetona, malvada, cómplice.

―No, no, claro que no. Anda, ve. Puede que te encuentres algo interesante. ―Hinata se la quedó mirando un segundo para luego comprender. Abrazó a su amiga con torpeza en su prisa por salir corriendo hacia su cuarto.

Se preguntó si él ya estaría allí o si aparecería después. Tuvo su respuesta al abrir la puerta y encontrarse la estancia vacía. Suspiró, un poco decepcionada. Pero se dijo que era mejor así. Porque le daba tiempo a arreglarse un poco. Se miró en el espejo y se pasó el cepillo varias veces para colocar algunos mechones que habían empezado a salirse de su lugar. Luego se refrescó la cara, el cuello y los brazos. Hacía un calor sofocante.

También aprovechó para sacarse los zapatos, con un gemido de deleite. Los tacones la estaban matando, pero Ino la estrangularía si no se los ponía. Sus amigas se habían esforzado mucho para que este fuera un día especial para ella. No podía decepcionarlas.

Estaba masajeándose la planta de los pies cuando unos toques en la puerta la sobresaltaron. Tuvo que respirar hondo varias veces para tranquilizar el golpeteo incesante de su corazón.

―Vo-voy. ―Alcanzó la manilla de la puerta y tiró, abriéndola. Un sonriente―y nervioso―Naruto aguardaba al otro lado. Rio y se rascó la nuca.

―Hola. Sakura-chan me dijo que subiera. Prácticamente me empujó por las escaleras. ―Hinata soltó una risita al imaginarse a su amiga tratando de mover la figura alta y musculosa de Naruto escaleras arriba. Se hizo a un lado, en una invitación silenciosa. Vio como él tomaba aire y daba un paso dentro―. Con permiso. ―Hinata cerró tras él y se apoyó contra la puerta, jugando con sus dedos, nerviosa.

―¿T-te lo estás pasando bien?―Naruto sonrió.

―¿De verdad quieres preguntarme eso'ttebayo?―Hinata se sonrojó.

―N-no. Bue-bueno… ¿sí? Y-yo… ―Naruto rio y Hinata se puso aún más colorada

―'Nata. ―Tras un segundo de vacilación, lo miró―. Ven aquí. ―Vio sus brazos abiertos y no lo pensó: se lanzó hacia ellos, acurrucándose en su pecho, sintiendo la felicidad burbujear en su pecho por primera vez en la noche. Él la apretó entre sus brazos, suspirando de pura satisfacción. Besó su cabeza y le puso las manos en la cintura―. Feliz cumpleaños, preciosa. ―Ella quiso llorar de la emoción. Naruto se separó un poco de ella y con una mano la tomó de la barbilla y le alzó el rostro delicadamente. Despacio, dándole tiempo para apartarse si lo deseaba, bajó la cabeza y la besó. Hinata correspondió de buena gana. Fue un beso lento, en el que ambos se tomaron su tiempo en explorar la boca del otro.

Cuando se separaron, ambos estaban rojos y nerviosos. Naruto fue el primero en hablar, riendo.

―Bueno, creo que puedo decir sin temor a equivocarme que esta va a ser una de mis partes favoritas de la noche'ttebayo. ―Hinata sonrió, sonrojada, y apoyó la cabeza en su pecho, feliz de poder sentirlo al fin―. Ah, espera, casi se me olvida. ―Hinata lo vio separarse de ella un paso y rebuscar en sus bolsillos, murmurando. Al final sonrió y sacó algo que extendió hacia ella, en su palma abierta―. Felicidades otra vez, Hinata. Esto… no tienes por qué aceptarlo si no quieres, claro… pero pensé que sería una grosería presentarme sin algo y pues… L-lo he escogido yo… Espero que te guste… ―Con manos temblorosas, Hinata ya había tomado la cajita cuadrada y pequeña y se había sentado en el borde de su cama, para abrir el paquetito con toda la tranquilidad del mundo.

Era el primer regalo verdadero que recibía de Naruto. Y quería disfrutar del momento.

Desató el lazo de la cinta y despegó con sumo cuidado el celo que mantenía el papel de regalo en su lugar. Tomó dos extremos y lo abrió, revelando una cajita de esas de joyería. No tenía el logo de ninguna marca cara o exclusiva, pero le dio exactamente igual. Solo pensar en el sacrificio que tendría que haber hecho el rubio para comprarle un obsequio ya era suficiente. Y podría rechazarlo, sí, pero sabía que eso ofendería y decepcionaría a Naruto.

Abrió la tapa y casi se le saltaron las lágrimas al ver el precioso colgante que yacía contra el terciopelo del interior del estuche. Tenía forma de luna menguante con la figura de un hada sentada en su borde, con las alas extendidas. El cordón era negro.

―El… e-el colgante es de plata de ley. Escogí un cordón negro porque creo que queda mejor q-que una cadena… ¡Pe-pero si no te gusta puedes cambiarlo! ¡Sé que no es nada del otro mundo y que seguramente tendrás joyas más bonitas y caras pero pensé en ti en cuánto lo vi y yo- ―Calló al ver que Hinata sacaba su regalo de la caja dejando esta con el papel sobre la colcha de la cama y se acercaba a él.

―Me encanta, Naruto-kun. ―Sonriendo, con los ojos brillantes de gratitud, se puso el colgante en torno al cuello y se giró, apartándose el pelo con una mano hacia un lado. Naruto entendió y, nervioso, asió con sus dedos temblorosos los extremos del colgante y trató de ponérselo. Tras tres intentos consiguió al fin cerrar el broche y lo apoyó contra la suave y pálida piel de su cuello. No pudo resistirse a acariciarle la zona con los pulgares. Hinata dejó escapar un gemido y él bajó la cabeza hasta besar su hombro.

―No sabes las ganas que tenía de hacer esto―le dijo al oído, ronco, abrazándola desde atrás y volviendo a besar su cuello. Hinata cerró los ojos y se acomodó contra su torso, feliz de poder estar así con él.

―Naruto-kun…

―Este vestido es matador, 'Nata. ¿Lo sabías? No he podido sacarte de mi cabeza desde que te vi con él puesto―gruñó en su oído, apretándola un poco más. Hinata sintió que su corazón doblaba el ritmo. Se quedaron así unos minutos, disfrutando del contacto del otro, hasta que Naruto suspiró y la soltó. Ella se volvió, curiosidad en sus ojos por su repentina lejanía―. Si sigo tocándote, no podré contenerme. ―Naruto rio y sacudió la cabeza. Ella tragó saliva y bajó la cabeza, entre emocionada y nerviosa―. Hinata. ―Sintió que Naruto tomaba su mano y levantó su mirada nuevamente, perla encontrándose con azul, que ahora brillaba más que nunca―. Si he venido aquí hoy no es solo para desearte un feliz cumpleaños. Tú… bueno… en unas horas haces dieciocho años y… cre-creo que sabes lo que siento por ti. ―Respiró hondo y la miró directo a los ojos―. Te amo. ―Hinata sintió que su alma volaba y que su corazón se le salía del pecho de tanta felicidad―. Y tú…

―¡T-te amo!―exclamó ella, para que no quedara lugar a dudas―. ¡Te amo también y- ―Naruto puso un dedo sobre sus labios, pidiéndole silencio, sonriendo, feliz.

―Lo sé. Por eso creo que… ha llegado la hora de formalizar lo nuestro. Tú… es decir… ¿querrías… querrías ser mi novia?―Hinata sintió que las lágrimas acudían a sus ojos y tuvo que parpadear para ahuyentarlas.

―¡Claro que sí!―Naruto sintió que la tensión lo abandonaba y luego se echó a reír, feliz. La cogió por la cintura y la levantó del suelo, empezando a dar vueltas con ella en el aire. Hinata se aferró a sus hombros y rio con él. Se sentía dichosa, se sentía feliz, se sentía-

―¿Hinata?―Toda su felicidad y su dicha se congelaron en el acto.

Todavía desde los brazos de Naruto, con sus pies descalzos en el aire, giró su cabeza con temor hacia la puerta, solo para encontrar la mirada sorprendida y llena de sospecha de su madre.

Con lentitud, sintió como Naruto la bajaba al suelo y la soltaba, alejándose unos cuántos pasos. Hinata sentía el corazón ahora latir en sus oídos.

«No, no, no. Esto no puede estar pasando. ¿Por qué? ¿Por qué a nosotros? ¿Por qué?».

Como en cámara lenta, vio a Naruto murmurar una disculpa a su progenitora. Luego, se inclinó y le dio un beso en la oreja.

―Habla con ella. Nos vemos el lunes. ―Hinata quiso echarse a llorar. Alargó la mano para cogerle el brazo y decirle que no se fuera, que no tenía que irse. Pero él ya salía por la puerta. Vio como los ojos azules de Naruto se encontraban con los lavanda de su madre. Intercambiaron unas palabras y luego él se fue. Así. Tan fácil.

―Hinata. ―Al escuchar a su madre pronunciar su nombre en un tono de censura, de autoridad, como si la hubiese pillado haciendo algo malo o inmoral a sus ojos, sintió que la ira la invadía y apretó los puños.

―¡¿Por qué has hecho eso?! ¡¿Qué le has dicho a Naruto-kun?!―Hana abrió la boca y los ojos, sorprendida por el tono furioso y exigente en la voz de su hija mayor. Miró para su rostro, encontrándose nada más que ira en esos orbes perlas normalmente amables y gentiles.

―No creo que ahora sea el momento. Hablaremos con calma por la mañana―dijo Hana, en tono tranquilizador.

Hinata sintió que la furia crecía.

―¡No hay nada de qué hablar! ¡Has sido grosera y… y… ―Sacudió la cabeza, incapaz de imaginar nada más qué decir. Hana no se inmutó por este acto de rebeldía adolescente. En su interior, incluso estaba un poquito feliz de que por fin Hinata sacase a la luz su verdadero ser.

Solo que… lo hacía por un chico.

Un chico mayor.

Al que había pillado en su habitación con ella.

A solas.

Es cierto que no estaban haciendo nada indecente ni reprochable cuando ella entró, pero incluso así, su alarma maternal se había disparado al encontrar a su pequeña en compañía de un chico. Solos.

Suspiró y se dio la vuelta. Dejando a Hinata cocerse en su frustración.

Estaba segura de que cuando se calmara un poco, podrían hablar las cosas con calma. Igual estaba sacando las cosas de quicio.

Sus pasos se detuvieron en cuánto llegó a la mente el nombre de su marido. Sintió que un dolor de cabeza comenzaba. Hiashi no sería tan calmado y comprensivo al respecto en cuánto se lo contara. Tendría que hablar largo y tendido con él también, antes de que ambos enfrentaran a Hinata.

Iba a necesitar de toda la paciencia y la diplomacia del mundo para mediar entre padre e hija. Lo intuía.

Y una madre nunca se equivocaba con estas cosas.

Fin III


Ea, ahí queda eso. Voy a ver si ahora le doy descanso a todo mi cuerpo. Juro que en cuanto cobre el viernes me compro un bote de árnica.

¿Me dejáis un review? Porque, ya sabéis:

Un review equivale a una sonrisa.

(Pido disculpas por no responder reviews. De verdad que no doy más esta temporada. Si mañana saco un rato, lo hago. Prometido).

*A favor de la campaña con voz y voto. Porque dar a favoritos y follow y no dejar review es como manosearme una teta y salir corriendo.

Lectores, sí.

Acosadores, no.

Gracias.

¡Nos leemos!

Ja ne.

bruxi.