Todos somos el secreto de alguien

Eriol

Todos somos el secreto de alguien, eso lo sé muy bien.

Yo he tenido a una persona en secreto que guardaré en mi memoria para siempre, y los secretos, secretos son.

Yo sé que he sido el secreto de alguien, porque eso se puede llegar a notar: en la sonrisa, en la mirada, en las palabras que salen de su boca, y que se vuelven torpes y balbuceantes solo en mi presencia.

Así me pasó con ella, con esa jovencita de ojos violetas que oculta su mirada de mi mientras conduzco a su lado.

Me he ofrecido a llevarla a casa después de un día nevado. Le dije que la encontré casualmente, pero la verdad es que he venido hasta aquí por ella a propósito.

Tal vez esto es algún tipo de obsesión, y si lo es, no sé cuándo comenzó. Tal vez he buscado en su mirada aquello que el tiempo ha arrebatado de mi lado, porque sí, alguna vez mi esposa también me miró de esa manera.

En su momento Kaho solo era una gentil veinteañera, mientras yo un hombre de treinta años con mucho camino recorrido.

Tal y como ahora me pasa con Tomoyo, me parecía fascinante la abundante inocencia de mi ahora esposa, el que se sonrojara ante mis palabras, el que su labio temblara ante mi cercanía, que su habla vacilara ante mi presencia… Joder, ¡cuánto me gustaba entonces!

Me gustaba tanto que ahora me parece mentira todo el hastío y el cansancio que hay en su mirada. Ya no rebosa de inocencia, ya no se sonroja ante mis palabras, ya no duda ante mi cercanía, ya dice las cosas a la cara.

Descubrí el velo de mi musa, la identidad de mi protagonista, y entonces la magia, esa magia en su mirada, esa magia que tanto me gustaba, esa que apenas existe hoy día, esa magia solo se esfumó, y ahora… ahora al llegar a casa, mi sangre no hierve de felicidad.

Es muy diferente a ella. ¡Oh, cuán diferente es ella!

Su piel, tan encantadora y lozana como la nieve que golpea el parabrisas, sus ojos tan inocentes y fascinantes como la primera risa de un pequeñín, y sus labios… tan nerviosos y tentadores, con un carmín casi imperceptible; tan húmedos como una fresca fuente. Su cuerpo… totalmente inexplorado, totalmente prohibido.

Tal vez no debería siquiera considerarlo… tengo esposa, una hija, una carrera, un solo desliz con ella y todo aquello terminaría en desastre, pero no puedo evitarlo.

Doblo una esquina, detengo el paso, ella me mira confundida como si me preguntara en silencio si había ocurrido algo para que cambiara de ruta, y entonces solo lo hago.

Sí, sus labios son tan suaves y dulces como en mi imaginación, su mejilla… tan suave y tersa, tan inocente y arrebolada, sus manos vacilantes y nerviosas que se acercaban a mi pecho para sujetarse. La he tomado por sorpresa y eso la mantiene tensa, pero despacio, muy despacio, su cuerpo empieza a relajarse y sus manos al fin se atreven a tocarme.

Mis dedos se cuelan entre su sedoso pelo dispuesto a perderse en ellos y profundizar aún más aquel beso, pero entonces me detengo. Más bien, ella lo hace.

Sus manos tiemblan, sus mejillas están arreboladas, sus labios yacen rojizos y humedecidos, pero sus ojos, sus ojos tan inocentes y puros, tan encantadores y llenos de vida lloran… lloran y creo saber la razón.

—Mi padre…—expresa ella—. Mi padre hizo exactamente esto que usted está haciendo. Él también prefirió a otra persona antes que a mí y a mi madre. No importa lo que sienta, no importa lo que pase, ¿cómo podría yo hacer eso que odié tanto cuando está en mis manos el poder de evitarlo?

Mis ojos estaban bien abiertos, mi mandíbula desencajada… me tomó unos segundos entenderlo… pero luego, solo sonreí.

Era encantadora, inocente, fascinante. Y justo por lo que era, por lo que tenía… yo no era digno de ni siquiera la mitad de ella.

Sentí el impulso de enjugar sus lágrimas y consolarla, pero aquel acto me parecía una muestra de cobardía, un recurso desesperado por mostrarle que yo no era como ella pensaba, aunque de hecho si lo era.

La dejé retirar su cinturón y descender del auto, y aunque quise mirar atrás y descubrir cuál sería su suerte, emprendí la marcha y me alejé de prisa de allí.

No estoy seguro de cuánto tardé en llegar a casa, ni si solo encontré la puerta abierta y me dispuse a entrar o uses mis llaves, pero al descender mi vista hacia mi pierna y ver la personita que me halaba del pantalón en ese momento, me puse de cuclillas y tomándola en brazos, no pude evitar ceder a las lágrimas al mirar la inocencia en la diminuta cara de mi hija.

Esa inocencia que seguía buscando en otro lado y que tenía junto a mi en primer lugar.

—Eriol, ¿qué te pasa?¿Por qué lloras?

Levanté la mirada al escuchar aquella voz que una vez me había encantado, y al encontrarme con sus ojos llenos de tristeza y dolor me di cuenta de que se veían igual de vacíos que los míos.

Ambos habíamos estado buscando cosas en otro lugar, y ambos habíamos terminado decepcionados del resultado.

Todos somos el secreto de alguien, y a veces son esos secretos los que destruyen lo que en verdad tenemos.

Todos tenemos secretos, todos hemos sido un secreto, pero en ocasiones, esos secretos necesitan ser descubiertos antes de que nos roben la vida que tenemos en verdad.

*

¡Solo dos capítulos para el final!

Veamos cómo terminará esta historia :)

¡Gracias por leer!