Para Senkuu era todo muy borroso.

En un momento estaba en su habitación armando su nuevo telescopio que le dieron de JAXA, y en el otro estaba siendo arrastrado dentro de una cápsula espacial y lanzado hacia el espacio, completamente solo.

Sí: hubo lagartijas y moscas gigantes en el camino, apareciendo como por generación espontánea por la ciudad. Senkuu era consciente de que la radiación era alta desde que lanzaron el arma nuclear para detener el meteorito que estaba por destruir la tierra, pero -dentro de todas las probabilidades que había analizado- jamás pensó que sería un día martes a las seis de la tarde y con insectos y anfibios mutantes engullendo humanos a destajo.

"Como si la naturaleza hubiese decidido vengarse" habría dicho su padre, Ishigami Byakuya, quien siempre atribuía cada catástrofe natural a la voluntad de esta.

Quizás. En todo caso, ya no estaba seguro de nada.

Fue él mismo quien le dijo que podría sobrevivir solo en el espacio y hallar la cura tranquilamente, indicándole una pila enorme de artículos académicos y noticias que la JAXA había estado investigando recientemente, y quizás podría hacerlo. Pero, de nuevo, ya no estaba seguro de nada.

¿Lo había hecho para salvarlo o por el bien de la humanidad? Para Byakuya parecía que era lo mismo, aún cuando tuviera colegas mucho más brillantes que Senkuu y más estudiados en el tema.

Kohaku le dijo una vez que admiraba su determinación para cumplir con sus objetivos. Y, aunque esas palabras hubiesen estado dentro de una extraña confesión de amor, a Senkuu le gustaba pensar sobre sí mismo de esa manera. Si bien Taiju y Yuzuriha siempre estuvieron allí, jamás fueron tan explícitos con respecto a qué pensaban de él, probablemente por el miedo que les causaba.

¿Dónde estarían todos? ¿Estarían vivos? ¿Chrome había logrado investigar algo? ¿Kohaku habría tomado las armas finalmente? Senkuu miró por la ventana de la base espacial hacia la tierra, sin poder distinguir mucho.

Por las descripciones en las noticias de ciertos eventos extraordinarios ocurridos luego del lanzamiento del arma y los artículos académicos sobre estas, Senkuu se atrevió a pensar que los componentes que habían provocado las mutaciones de la flora y fauna mundial eran agentes cancerígenos y que, si bien todos los estudios concluían que no tenían efecto sobre la especie humana y el arma estaba pensada en su elaboración para eliminar plagas, no esperaban que estos animales mutaran hasta convertirse peligrosos depredadores.

Tan pronto como el compuesto cubrió la tierra, las nuevas generaciones de animales y plantas habrían aumentado de volumen considerablemente.

¿Qué podría hacer? ¿Cómo detener el cáncer o bien aprender a convivir con esta nueva naturaleza que se había vuelto en contra de la humanidad? No había forma de saberlo si no volvía a la tierra a investigar directamente, aunque eso pudiera costarle la vida.

Y, tras un poco más de año viviendo en el espacio, alimentándose de comida pensada para grandes equipos de astronautas, estudiando y haciendo una serie de ejercicios diarios para fortalecerse al menos un poco, Senkuu se encontró listo para volver al planeta donde lo habían criado, con un arsenal de instrumentos científicos y comida en caso de emergencias.

Estaba ansioso por volver, y saber dónde estaban todos.


Lo primero de lo que Senkuu se percató fue de la gravedad.

Bueno, en realidad, esta siempre había estado. Pero tanto tiempo viviendo en el espacio había alterado su percepción de las cosas, y se sentía sumamente extraño y pesado dentro de la cápsula que había aterrizado en medio de la noche, y a las afueras del edificio de JAXA, esperando que eso sirviera para esconderlo de la mayoría de los depredadores.

Senkuu era consciente de que la mayor parte del servicio eléctrico y de cañerías estaba destruido. Probablemente, la gente que vivía se había escondido bajo tierra y en el mejor de los casos había creado un sistema de subsistencia. Pero aún así, la oscuridad era tan sofocante cuando salió de la cápsula.

Su primera interacción de Senkuu con un ser humano en la Tierra post apocalíptica fue con Shishio Tsukasa, quien heroicamente lo salvó de ser aplastado por un cangrejo gigante. El peliverde sabía quién era porque lo había visto competir contra Kohaku en varios torneos regionales de karate, y ella siempre lo había admirado. El tipo era además un gran boxeador, y por lo mismo era considerado "el primate más fuerte".

El castaño se presentó con él, luego de que Tsukasa lo refugiara en una pequeña cueva bajo tierra donde convivía con aliados que se veían casi igual de fuertes que él, entre los que identificó a Hyoga y Homura, dos conocidos atletas. Senkuu le contó inmediatamente qué hacía en medio de la noche dentro de una cápsula espacial, a sabiendas de que si no lo hacía, probablemente se lo exigirían a la fuerza.

-Déjame entender, Senkuu. -Tsukasa lo miró de pies a cabeza, sentado en una silla que más bien parecía un trono. -Quieres encontrar una vacuna para salvar a la humanidad de estos monstruos gigantes.

El peliverde asintió, midiendo el tono de sus palabras.

-Y tú, que eres un tipo tan inteligente como para viajar al espacio y descubrir el origen del apocalipsis, ¿quieres volver a cómo eran las cosas antes? Ricos explotando a pobres; hombres oprimiendo a mujeres, humanos dominando a animales… -el castaño divagó, observando fijamente su propia mano, llena de cicatrices.

Vaya, el hombre realmente sabía hablar. Y Senkuu sabía para dónde iba este tipo de discurso.

Sinceramente, por un tiempo creyó que lo mejor para detener la crisis ambiental que afectaba a la Tierra era si todos los humanos dejasen de existir. Pero, irónicamente, había sido una leona la que se había encargado de hacer cambiar su punto de vista.

Si el acto noble de querer salvar a todos podía ser estúpido, Kohaku lo había convencido de lo contrario. Y era simple: ella no podía concebir la idea de matar a alguien para conseguir un objetivo, por más válido que fuera. El camino largo siempre era mejor, y la violencia nunca sería una opción.

Era algo también bastante irónico que ella fuera una gran artista marcial.

-Yo no quiero un mundo así. -Tsukasa complementó, luego de una larga pausa. -Y haré todo lo necesario para que solo vivan los jóvenes puros de corazón. De esa manera, construiré un mundo mejor.

Senkuu rio con sorna. Parecía que realmente no le temía a nada, considerando que todos los aliados de Tsukasa se encontraban a su alrededor, probablemente armados. Confiaba demasiado en que el castaño era lo suficientemente perspicaz como para no matarlo ahí mismo y perder la oportunidad de hacer un trato con el científico.

-Hablaré contigo mañana, Ishigami Senkuu. Bienvenido a nuestro humilde refugio.

Un joven de cabellos blancos, que luego conocería como Ukyo, lo guio hacia un pequeño camarote para que pasara la noche, como había ordenado Tsukasa.

-¿Eres hijo de Ishigami Byakuya? -el joven preguntó luego de hacerlo pasar a la pequeña habitación.

-¿Lo conoces? -Senkuu amplió sus ojos. Escuchar el nombre de su padre adoptivo era lo que menos esperaba de un grupo de jóvenes con ese tipo de ideales.

El tipo asintió.

-Mi nombre es Saionji Ukyo. Tu padre fue mi profesor de informática en la Universidad.

Senkuu sonrió.

-¿Está vivo?

El rostro de Ukyo se ensombreció, dándole un terrible augurio.

-Es imposible saberlo, en realidad. Hemos traído a todos los sobrevivientes que encontramos, pero en el antiguo edificio de JAXA… bueno…

-Entiendo. -Senkuu lo detuvo de golpe, consternado.

Había sido un tonto en darse esperanzas con respecto a eso. Al menos un setenta por ciento de sus conocidos debían estar muertos, y no era extraño que su padre estuviera dentro de ese porcentaje.

-Ukyo. -Senkuu llamó al albino. -Dijiste que habían traído a todos los sobrevivientes, pero aquí no hay más de cincuenta personas. Chōfu tiene más de 300.000 habitantes.

-Eres inteligente, Senkuu. -Ukyo comentó, acercándose a la puerta la habitación. -Y no estás seguro aquí.

El peliverde vio al albino tensarse luego de decirle eso, y se percató de el increíble oído de Ukyo. ¿En qué trabajaría él antes?

-Es Hyoga. -murmuró. -Espérame aquí a las seis de la mañana.

Senkuu asintió, y vio a Ukyo desaparecer. Hyoga, por su parte, llegó minutos después, y lo encontró preparando su cama improvisada, actuando como si nada hubiera sucedido.


No fue tan fácil escapar del control de Tsukasa.

Había enviado a Ukyo y otras personas a explorar el exterior al día siguiente, por lo que Senkuu no pudo reunirse con él. Al parecer, el albino era el arquero más hábil de toda la colonia.

Todos los demás seguían fielmente al primate más fuerte. La cosa parecía un gobierno fascista puro y duro, y a Senkuu se le hizo difícil poder salir un momento sin ser vigilado y entablar conversaciones con alguien más.

Tsukasa le había propuesto, literalmente, abandonar la ciencia si quería seguir viviendo con ellos, o, mejor dicho, seguir viviendo. Era muy posible que Ukyo le hubiese dicho que estaba en peligro porque el castaño era capaz de matarlo. Y para ganar tiempo, Senkuu le había dicho que, aunque quisiera, no tenía ningún material en su posesión más que su pequeña mochila con artículos para el aseo y un poco de comida espacial.

Por el momento, solo podía esperar a que el albino volviera de su expedición. Senkuu confiaba en que sobreviviría y que los aliados de Tsukasa no lo matarían, por su notable capacidad para el arco y detectar sonidos del exterior.

Ukyo golpeó la puerta de la pequeña habitación del científico a eso de las dos de la mañana, dos semanas después de que lo retuvieran bajo tierra. A esa hora Homura cambiaba de turno con Nikki, por lo que se encontraba despejado.

Senkuu se había ganado, además, un poco de la confianza del primate más fuerte, tras varias conversaciones sobre el pasado y el futuro, por lo que había reasignado labores a sus anteriores vigilantes.

Todo esto determinó que el albino tuviese tiempo para pasarle un mapa que había hecho con el camino para JAXA, marcando los puntos donde probablemente había peligro y dónde era seguro pasar, antes de abrir la gran puerta del refugio sigilosamente y desearle suerte.


Senkuu estaba solo nuevamente y pasó todo tan rápido que le costó acostumbrarse a la idea.

¿No sería mejor quedarse allí solamente? Tenía agua, comida, y un refugio seguro con Tsukasa. Podía sobrevivir y aprender a hacer otra cosa que no atentara contra los ideales del castaño, como crear un nuevo sistema eléctrico, de cultivos, medicinas para malestares puntuales, diseñar armas, entre otros.

Todo estaría más que bien si se hubiese decidido quedar allí, pero Senkuu no podía ignorar en que el tipo era un puto asesino.

Kohaku lo habría golpeado con su fuerza de leona -o de gorila, como diría Chrome- si hubiese tomado el camino fácil. Y aunque era muy probable que jamás pudiera volver a verla, se sentía culpable. Probablemente, Byakuya, Taiju, Yuzuriha y Chrome pensarían igual que ella.

Senkuu apuró el paso hasta JAXA, que se encontraba a unos cuarenta minutos caminando. No iba a desperdiciar la oportunidad que Ukyo -del que aún no sabía nada de su pasado además de que era alumno de su padre y quizás trabajara en el ejército- le había dado. Ahora mismo solo podía confiar en que todo no fuera una trampa para finalmente matarlo.


La tumba de su padre yacía, junto a cinco más, a la entrada del recinto de JAXA. Era algo imposible de omitir.

Todo el equipo que originalmente viajaría en la cápsula al espacio el mismo día en que comenzó todo había muerto.

¿Ukyo se había compadecido de él y había evitado contarle sobre esto? ¿Habría cambiado algo las cosas la certidumbre de que Byakuya había muerto? Senkuu respiró hondo por unos segundos, a punto de sollozar, pero también consciente del peligro que corría de solo parar por unos segundos.

Estaba ahí por otra cosa: necesitaba equipamiento para cumplir con su cometido final. Sería mucho más fácil tener las cápsulas del gran laboratorio, si es que todavía existía. A Senkuu no le parecía extraño que el mismo Tsukasa lo hubiese descubierto y hecho pedazos por el peligro que significaba para su imperio el hallar una cura o una manera de salvar a la humanidad.

¿Habría también asesinado a esas seis personas? A fin de cuentas, eran hábiles científicos en su mayoría, y no tardarían en actuar para poder salvar a la mayor cantidad de personas posible -al menos, no si su padre se comportaba tan insistente cómo siempre.

Cuando llegó al que solía ser el laboratorio donde su padre trabajaba de lunes a miércoles, Senkuu hizo gala de su pésima suerte. Lo que no estaba destruido, probablemente lo habían saqueado: incluso habían logrado burlar las tecnologías de seguridad más avanzadas.

Tendría que buscar en otro lugar, o bien empezar desde cero. Ahora mismo, y considerando lo peligroso del exterior, la segunda opción parecía la mejor.

Senkuu estaba tan ensimismado en pensar todos los materiales y procedimientos que debía hacer para poder fabricar cápsulas de vidrio -que con muchísima suerte podría hacer de vidrio triturado- que no escuchó los indicios de peligro a tiempo: cuando se dio cuenta, una lanza había caído a centímetros de su cuello, intencionalmente.

-Le dije a Tsukasa que no debía confiar en ti, Senkuu-kun. -Hyoga, su amedrentador, rio por lo bajo.

-¿Hay alguna razón por la que creas que deba estar vivo ahora? -el peliverde sonrió con sorna.

-Asumo que ya te diste cuenta de que nuestro líder no sabe que estamos aquí. -el deportista se quitó la máscara que cubría su boca, dejándole ver sus macabras cicatrices que quién diablos sabía cómo se había hecho. -Es muy simple. Quiero tener el poder, y se que con tu ayuda podré conseguirlo. No creas que no revisé todo sobre ti. -Hyoga dio algunos pasos adelante, cada vez viéndose más aterrador. -Debes estar familiarizado con la teoría de la evolución de las especies.

¿Qué tenía este tipo? ¿Y por qué le causaba tanta desconfianza? Ni Tsukasa, que ciertamente quería matarlo, le causaba esta misma sensación.

-¿Esa que quedó obsoleta para grupos humanos? -rio Senkuu. -Si es esa, no me interesa en lo más mínimo, y deberías saberlo.

-Lástima. -Hyoga volvió a tomar su arma, clavada en la pared que estaba tras el peliverde, y este tragó saliva. -Si no creas armas para mí, tendré que matarte.

Lo siguiente que Senkuu vio, en su periferia, fue fuego.

Una flecha había caído sobre la capa Hyoga, prendiéndola rápidamente, por lo que Senkuu asumió que se trataba de Ukyo sin siquiera verlo. Inmediatamente, corrió hacia la puerta de emergencia que daba hacia el exterior, pensando en cómo escapar de la situación.

No supo cómo logró llegar a un antiguo bus escolar que se encontraba estacionado en la destruida acera y ocultarse allí mientras los ruidos de los monstruos recién despiertos lo rodeaban, pero sí que debía darle las gracias a Ukyo por dejarlo escapar y salvarlo cuando las cosas se pusieron feas.

Todo había salido terriblemente mal ultimamente, y Senkuu solamente pudo recordar con nostalgia la ferviente creencia de Byakuya de que alguien lo había embrujado al nacer, empezando por la muerte de sus padres biológicos ese mismo día.

"El destino hizo que adoptara al niño más inteligente del mundo, pero también al más desafortunado" solía decir el viejo, para justificar la tonelada de regalos que le llevaba cada vez que salía de casa por más de una semana. Siempre había sido muy invasivo con él; siempre le había dicho que era "demasiado", pero al final, era él la única persona que podría considerar un padre.


Las cosas se calmaron unas horas después.

Senkuu ya no escuchaba monstruos a su alrededor y parecía que Hyoga había desistido de salir a buscarlo por lo peligroso que se había tornado el ambiente y la poca iluminación para identificar depredadores silenciosos.

Con el tiempo a su favor, Senkuu se dedicó a construir una serie pilas electroquímicas para recargar la batería del bus, utilizando todo lo que le quedaba de jabón para bañar las esponjas de los asientos del bus y crear un puente salino, cualquier pieza metálica que pudiera encontrar dentro del vehículo, y algunos hilos de cobre que pudo recolectar con una rápida expedición a un edificio abandonado, esperando lograr volver al bus.

Solo cuando tuvo todo listo para arrancar de allí lo más rápido posible, Senkuu recordó que nunca antes había manejado un carro. Y a pesar de entender cómo funcionaba la palanca de cambios, el embrague y el acelerador, ponerlo en práctica era algo completamente distinto. Sin embargo, como no tenía mucho que perder y tampoco pensaba darse por vencido luego de todo lo que había logrado, intentó hacer partir el auto unas cuantas veces hasta que lo logró, y solo chocó unos cuantos vehículos y postes en el camino.

Se dirigió hacia el Este, queriendo alejarse del centro de Tokio en poco tiempo, donde seguramente vivirían más especies mutantes, y una vez que estuvo en un lugar lo suficientemente deshabitado y árido, Senkuu se detuvo y ocultó su vehículo tras las ruinas de un pequeño edificio.


Senkuu estuvo viviendo por más de un año dentro del bus, saliendo en ocasiones solo para recolectar materiales y buscar alimentos -ya fuera conservas o bayas para plantarlas en una pequeña huerta que había creado hacia el fondo del vehículo.

Había construido un laboratorio pequeño cerca del asiento del piloto, junto a una cocina eléctrica que había hecho funcionar con las baterías electroquímicas y un refrigerador para conservar comidas y los compuestos que iba creando. Dormía en medio, sobre lo que quedaba de algunas sillas, y hacía sus necesidades en un baño químico que había creado e instalado adyacente al bus.

El científico logró crear una vacuna con anticuerpos a partir de la sangre de un pequeño depredador que había caído en una de las tantas trampas que había colocado a los alrededores del bus y encapsuló el líquido con anticuerpos en varias cápsulas que había creado meses atrás.

Acababa de llenar la última botellita cuando su puerta se abrió rápida y estrepitosamente, como si nunca hubiese puesto ni una cerradura ni miles de trampas cerca. Su primer pensamiento fue que podía tratarse de alguno de los hombres de Tsukasa, por lo que rápidamente escondió en su riñonera varias vacunas.

Jamás esperó ver a Kohaku frente a él, mirándolo como si estuviese viendo la misma muerte.

-¿Senkuu…?

Su melena salvaje domesticada por una pequeña banda elástica y sus ojos celestes le recordaron sus años en la escuela, y a ella ayudándole a ensamblar piezas de algún cohete espacial pequeño en el laboratorio de la escuela. Pero su mirada triste, piel bronceada, y unas cuantas cicatrices, tanto nuevas como antiguas, le indicaban que el tiempo había pasado también por ella y que era, de hecho, real.

Senkuu sonrió inconscientemente.