Kohaku corrió hacia Senkuu y lo jaló de la muñeca, fuera del vehículo, segundos antes de que la avispa lo aplastara por completo. Y, como si hubiesen estado sincronizados, el peliverde sacó un objeto redondo de su bolsillo y se lo pasó a ella, quien lo lanzó rápidamente hacia la boca del monstruo y lo hizo explotar en tres segundos.
Los rápidos movimientos de la rubia permitieron que pudieran cubrir la mayor parte de sus cuerpos de la explosión y la sangre verde y pestilente del animal. Y como si estuviese en automático, Kohaku sacó un pedazo de tela de microfibra que guardaba para estas ocasiones y comenzó a limpiar a Senkuu apresuradamente.
-Si la sangre se impregna puede ser peligroso. -explicó ella. -Sus crías pueden venir a buscarnos.
-Si tienes heridas puede ser letal. -Senkuu le quitó las manos de encima bruscamente, luego de que comenzara a observar su piel descubierta.
Kohaku pensó que estaba solamente siendo arisco hasta que recordó los múltiples cortes que se había hecho cuando escapó por primera vez de la avispa, y palideció.
Si bien había pensado en morir recurrentemente, y había enfrentado situaciones como esta en múltiples ocasiones, haber encontrado a Senkuu cambiaba muchas cosas. Significaba que había esperanza de encontrar a más seres humanos, incluidos los de su pasado.
La joven no vio cuando Senkuu sacó de su riñonera un frasco y una aguja, tan ensimismada en su monólogo, y solo se percató de estos cuando la jaló levemente del brazo y le dijo que se quedara quieta.
El líquido que le inyectó se sintió como una corriente eléctrica en su brazo. No recordaba la última vez que la habían vacunado, pero sí cuánto solía rehuirlas. Kohaku se sintió débil y se sentó en el suelo lentamente, confundida y aún agitada.
-Es normal esa reacción al principio. Yo también la tuve. -el peliverde explicó, y se sentó junto a ella en silencio, descartando el frasco y la aguja.
Kohaku lo miró de reojo, observando la sangre aún en su ropa antes de detenerse en su rostro.
Su cabello se veía más corto y sus rasgos estaban más definidos, mientras que se veía ligeramente más robusto de cuerpo, pero fuera de eso era el mismo Senkuu que había conocido tiempo atrás y había sido su compañero de escuela por años.
Tenían mucho que hablar, pero en el momento Kohaku se sentía tan cansada que ni siquiera podía mover su boca, y no sabía si vacunarla con lo que fuera eso sería bueno en caso de que otro depredador llegase hacia ellos.
-Creé esta vacuna para prevenir la septicemia por contacto con la sangre mutada. -Senkuu comentó, tomando el trozo de tela que Kohaku tenía en sus manos para limpiarse y deshacerse de los pedazos de ropa sucios, que por suerte no habían sido muchos. -No querrás morir por algo así ¿cierto, leona?
La joven protestó en silencio, y el rio nostálgicamente. Luego, comenzó a limpiarla, ante su mirada atónita.
Hacía años no dejaba que nadie la tocara de esa manera. El contacto físico le recordaba a sus padres y su hermana, y rápidamente la hacía llorar. Ahora, sin embargo, y aún insegura de estar despierta, Kohaku no podía hacer nada más que mirar cómo Senkuu se ocupaba de ella como si se tratara de un trámite, indicándole que se quitara la camiseta salpicada con sangre para lanzarla sobre la pila de ropa que ya se había formado a unos metros de ellos.
Sintió su cuerpo arder, y Kohaku ya no estaba tan segura si era el efecto de la vacuna o el hecho de que solo estuviese en pantalones y sostén deportivo frente al peliverde, a quien probablemente ya debería llamar científico.
-Probablemente ya te diste cuenta, pero puse varias trampas alrededor. En media hora estarás como nunca.
Senkuu sacó un encendedor de su bolsillo y le prendió fuego a la ropa, eliminando todo rastro de la sangre de esta.
-Senkuu. -Kohaku lo llamó, sin saber qué decirle una vez que le prestó atención. -Lo siento por tu hogar.
El científico rio por lo bajo, apartando la mirada para fijarla en el fuego consumiéndose mientras volvía a sentarse a su lado.
-Está bien. Me salvaste de esa cosa. Estamos a mano.
-Pero tú me pasaste esa bomba y ahora me vacunaste. Estoy en deuda contigo.
-Si tú lo dices… -Senkuu rio.
-Vivo en un refugio bajo tierra. No conoces a nadie, pero son buenas personas. -Kohaku comentó, algo recuperada del cansancio, pero no lo suficiente como para ponerse de pie.
-¿Cuántos son?
-Cincuenta, más o menos.
Senkuu respiró hondo.
-¿Y cuánto te necesitan?
-No lo sé. Ahora muchos me querrían muerta. -Kohaku confesó, recordando las muertes de sus dos alumnos, la desaparición de Suika y el suicidio de Hanako.
-Serían idiotas. -bromeó el científico, y la rubia rio con pesar. -Pero de todas formas, no tengo suficientes vacunas. Si me ayudas a hacer más para ellos saldamos la deuda. Además, nadie te rechazará si llegas con ellas.
Kohaku asintió rápidamente, de acuerdo con el trato. La verdad era que tampoco se encontraba preparada para enfrentar a su gente en esos momentos, y quizás llegar sin las manos vacías sería una buena manera de remedar las relaciones.
-¿Dónde has estado, Senkuu? ¿Cómo llegaste hasta aquí? -la joven lo miró fijamente. Era extraño que no supiera nada de él antes, ni por la radio ni porque vivía a pocas horas de su refugio.
-Sin mentirte, he estado en el espacio, bajo tierra, y aquí mismo desde hace poco más que un año.
Kohaku lo miró con los ojos bien abiertos, y el soltó una carcajada.
-Byakuya me envió solo al espacio el día en que empezó todo y se quedó acá. No sé en qué momento murió, pero también conocí a Shishio Tsukasa y tengo fuertes sospechas de que tuvo algo que ver con eso.
Kohaku respiró hondo, recordando al ruidoso padre de Senkuu que unas cuantas veces había llegado a buscarlo a la escuela haciendo un gran escándalo. Recordó también cómo solía insistir en que ella era la novia de su hijo.
Le habría gustado no estar tan acostumbrada a ese sentimiento terrible que viene cuando te enteras que alguien a quien conoces está muerto.
-¿Tsukasa? ¿El luchador? -la rubia prefirió quedarse con lo último, sabiendo que Senkuu probablemente no querría extenderse en el otro tema.
-El mismo. Quería que dejara la ciencia de lado para unirme a él.
-¿Qué? No puedo creerlo. -Kohaku se llevó una mano a su brazo vacunado, que había comenzado a doler. Su cuerpo estaba despertando de a poco.
-Jamás esperé que fuera un fascista puro y duro. Deberías olvidar a tus ídolos, Kohaku. -Senkuu miró su brazo fugazmente, antes de mirarla a la cara.
¿Alguna vez la había llamado por su nombre? No lo recordaba. Pero la manera en que la miraba parecía querer decirle mucho más, y ella era capaz de comprenderlo parcialmente.
A ella también le dolía. Las cosas no eran como solían ser para nada: con sus padres muertos, la tierra inhabitable y la sobrevivencia modificando las personalidades de todos, era casi imposible reconocer el pasado y comprender las preocupaciones que tenían antes de que todo esto pasara.
Kohaku quería ser campeona mundial. Quería estudiar en la Universidad. Quería ver a su hermana Ruri graduarse, y también ver a sus padres envejecer.
Ahora nada de eso era posible, y lo único que le quedaba de su pasado era Ishigami Senkuu. Y probablemente, a él sucedía algo similar con ella.
-Nunca fue tan fuerte como todos decían. -Kohaku comentó, reanudando la conversación.
-¿Bromeas? Es terrible.
-Probablemente ahora pueda vencerlo. -Kohaku apretó sus puños con una sonrisa macabra, y comenzó a ponerse de pie lentamente, apoyando sus manos en el suelo.
-Apostaría un millón de yenes a que no. -Senkuu rio, parándose rápidamente y extendiéndole una mano para ayudarla. -Ahora eres una simple leona herida.
-Bastardo. -Kohaku le dio un breve empujón antes de reír con más soltura.
-Debemos sacarnos este olor de mierda primero si queremos vivir por más tiempo. -el científico cambió el tema, mirando hacia el cadáver de la avispa sobre su bus, que se veía insalvable. -Tenía algo de jabón en el vehículo, y un químico que cree para camuflar los olores.
-¿Necesitas que me meta a buscarlos? -Kohaku suspiró, resignada, y no esperó respuesta antes de acercarse al sitio del suceso e intentar entrar a lo que quedaba del bus, localizando rápidamente los objetos que el peliverde le indicó, que para suerte de ambos todavía existían (aunque a duras penas).
La joven limpió sus botines luego de pasarle sus cosas a Senkuu, mientras este tomaba muestras de la sangre fresca del animal que estaba esparcida en el que solía ser el capó del bus. Una vez listo, guardo todo en su riñonera.
-Hay una laguna que usualmente está vacía a unos kilómetros de aquí. ¿Has estado ahí antes? -Kohaku miró hacia el bosque que comenzaba a lo lejos, indicando que hacia allá estaba dicho lugar.
-No soy capaz ni de estar veinte minutos solo en el exterior, ¿qué crees?
La rubia comenzó a avanzar, evadiendo trampas y apropiándose de cualquier cosa que pudiese usar como arma en el camino, conformándose con dos cuchillas de cocina que encontró cerca de una vieja parrilla en el patio trasero de una pequeña casa. Senkuu, mientras tanto, la seguía sin emitir comentarios más que admirando su capacidad visual, como solía hacerlo cuando iban a la escuela.
Sus comentarios siempre habían sido su juego sucio. Kohaku haría lo que fuera por él si era por escuchar sus halagos que, aunque fueran sumamente técnicos, la hacían sentir como una pieza esencial para los complicados proyectos de Senkuu.
-Oye, Senkuu. -Kohaku se detuvo y se volteó a verlo. -De verdad, me alegra mucho haberte encontrado. Y lo siento nuevamente por destruir tus cosas. -sonrió ligeramente, como si fuera algo inconsciente.
El aludido se encogió de hombros, luego de mirarla con sorpresa, y Kohaku se volteó nuevamente, riendo por lo bajo.
"También a mí." Senkuu pensó en decirle, pero las palabras no salían de su boca.
Encontrar a Kohaku era quizás una de las coincidencias más hilarantes de su vida, y todo lo que había pasado por su cabeza desde ese momento hasta ahora, desde recuerdos hasta esperanzas, lo habían agotado mentalmente.
¿Cuándo dejaría de ser tan socialmente inepto? No pudo hablar de su padre ni se atrevió a preguntarle qué había pasado con los de ella, a pesar de notar cómo se quebró en ese momento.
Jamás la había visto vulnerable. Jamás había tenido ese tipo de conversaciones con ella. Era una faceta tan nueva como dolorosa y Senkuu no se atrevía a abrir más heridas.
Estaba tan inmerso en el hecho de que estaba viva y a su lado que incluso dejó de importarle que el bus hubiera sido destruido porque ella había entrado en él en primer lugar.
Kohaku era el único rastro del pasado que tenía ahora, y aunque siempre hubiese sido igual de fuerte, terca y apasionada, ahora había algo que lo confundía y lo molestaba.
Y no tenía idea de que era. Pero sabía que ahora podía confiar en ella.
¿Debía estar preocupado?
