"Respira hondo y párate derecho." Kohaku le indicó, de pie tras él, señalando el punto en la pared hecho con cal. "Debes dejar fluir tu cuerpo y detener tus pensamientos por un momento."


El día en que Kohaku le enseñó a Senkuu a disparar una flecha se dio cinco meses y tres días después de que llegaran a la escuela abandonada. Senkuu había mantenido un calendario mental desde aquel día, calculando los tiempos prudentes para sintetizar más vacunas en el laboratorio de la escuela, ubicado en el tercer piso, y casi intacto.

La ayuda de Kohaku había acelerado mucho el trabajo que antes se había tardado un año en realizar. Le llevaba pedazos de animales mutados distintos cada vez que salía a cazar o buscar comida en algún local abandonado, lo ayudaba en algunas cosas básicas en el laboratorio cuando no se encontraba ejercitándose o de excursión, y también se había dedicado a cultivar algunas frutas y verduras en una pequeña huerta ubicada en la sala más alejada del tercer piso, mientras que Senkuu se dedicaba a crear vacunas, pesticidas, pequeñas bombas, diseñaba armas más sofisticadas para la leona, y cocinaba para ambos con lo que tenían. También había arreglado las cañerías para tener agua potable.

Solo contadas veces habían llegado a visitarlos animales mutantes, pero eran relativamente pequeños y poco peligrosos, y muchos caían en las trampas que habían colocado a los alrededores.

Fueron meses realmente prolíficos, y Kohaku fue la que propuso aplazar el tema de la radio para comunicarse con otros humanos, argumentando con la necesidad de avanzar con las vacunas y su complicada relación con su antigua colonia, lo que les dio más tiempo para dedicarse a otras cosas.

Senkuu se enteró de que conocía bastante poco a la Kohaku actual, e incluso también a la de antes. Al igual que él tendía a cambiar de tema cuando llegaban a alguno delicado, y se tardó un buen tiempo en hacerle saber que sus padres estaban muertos -lo que ya había asumido-, su hermana estaba perdida, y que se sentía culpable por la muerte de varias personas.

Había vivido unos años bastante duros ahí abajo, donde tenía muchas responsabilidades. Eso la había hecho capaz de sobrevivir en el exterior, a costa de su propia sanidad mental.

Ella no estaba bien.

Senkuu no sabía si era por tanto tiempo estando solo, sin hablar con nadie, que la escuchaba contar datos de su vida bajo tierra con genuino interés, logrando sacarlo incluso del microscopio. Le contaba algunas cosas sin una línea temporal clara y a veces parecía que hablaba consigo misma, pero tenía la suficiente confianza como para hacerlo en voz alta. Le había contado también de sus experiencias en el exterior, los monstruos que había visto, cómo matarlos, cómo saber cuáles no hacían daño, y muchas cosas más de las que él tomaba notas que podrían servir a futuro.

Cuando Kohaku salía, a veces Senkuu llegaba a extrañar tener con quien hablar en su tiempo libre.

Su vida no era tan interesante como la de ella. No había hecho nada heroico ni menos matado él mismo a algún ser vivo. Pero, aún así, intentaba hablar sobre el futuro: sus metas eran lo que mejor podían definirlo, y a Kohaku le gustaba escuchar, planear nuevos inventos con él, y animarlo cuando lo notaba algo frustrado.


La relativa paz en la que estuvieron por algunos meses comenzó a derrumbarse cuando Senkuu finalmente creo una radio portátil y un aparato para comunicarse.

No fue difícil: de hecho, solo tardó algunos días. Sin embargo, la expectación era alta.

¿Había alguna noticia relevante? ¿Alguna pista de dónde estaban los demás? ¿Qué pasaba en el resto del mundo? Desde que su bus fue destruido no pudo enterarse de nada, aunque las señales se dedicaban más que nada a señalar zonas de peligro y reportar personas perdidas de las que nunca había escuchado, esperando obtener al menos alguna pista del paradero de sus amigos.

"…. por favor dirigirse allí. Es un lugar seguro y con suficientes recursos." Fue la primera oración que emitió la pequeña radio.

Senkuu y Kohaku se miraron con extrañeza. Al parecer, ella tampoco había escuchado alguna noticia de ese tipo antes. Le había dicho ya que las colonias tendían a cerrarse a la llegada de nueva gente y preferían mantenerse donde y como estaban.

"Repito. Todos quienes escuchen la señal, dirigirse a La Montaña, al este de Tokio. Repito. La Montaña es un lugar seguro y con suficientes recursos."

-Debe ser el Monte Fuji. No sé por qué le dirán "La Montaña" -comentó Senkuu.

Kohaku se encogió de hombros.

-¿Crees que alguno de nuestros amigos esté ahí?

-Es posible.

-¿Por qué no habrán anunciado esto antes? Suena como algo establecido. -la joven se preguntó en voz alta, cruzándose de brazos y mirando por el ventanal hacia la ciudad destruida.

Senkuu reflexionó por unos momentos: ¿se encontraban listos para salir a buscar más gente? La Montaña -si era donde él creía- quedaba a varias semanas a pie, sin contar las paradas que deberían hacer y los posibles retrasos, ni la subida, y si bien ya tenía suficientes vacunas como para tres colonias completas, no podía salir con todas así como así: los frascos corrían el riesgo de quebrarse, o peor, de ser robados.

-No lo sé, pero nuestra mejor opción ahora es ir. -Senkuu tomó el comunicador para pasárselo a ella. -Hagas lo que hagas, no les digas tu ubicación ni que estás acompañada.

Kohaku asintió.

-Si nos vamos, ¿qué haremos con las vacunas?

-Las escondemos y borramos todo rastro de nuestra presencia.

-De acuerdo. -la leona miró detenidamente al comunicador, como si estuviese debatiéndose en llamar o no.

-Deben estar preocupados por ti. -Senkuu comentó.

Jamás había sido un tipo intuitivo, pero el tiempo viviendo con ella lo había ayudado a comprender mejor qué pasaba por la cabeza de su compañera.

Kohaku se mantuvo observando el aparato por unos segundos antes de oprimir el botón.

-Mensaje para la colonia 1301. Les habla Kohaku. Estoy bien. Cambio. -la rubia cortó la transmisión y esperó en silencio unos segundos antes de volver a hablar. -Mensaje para la col…

"¡Kohaku!" fue lo primero que se escuchó desde la otra línea, donde parecía que había un grupo de personas no menor. "¿¡Dónde estás!? ¿Estás sola? Cambio."

La aludida respiró hondo y le dio al peliverde un corto vistazo antes de volver a oprimir el botón.

-Estoy sola, sí. Sigo en la búsqueda. ¿Cómo están ustedes? Cambio. -Kohaku miró ansiosa el aparato en espera de que le contestaran.

"Todos estamos bien. Las últimas bajas fueron los chicos que viajaban contigo. ¿Dónde estás? Cambio."

-No podría decir con exactitud. ¿Escucharon sobre La Montaña? Cambio.

"Acabamos de escuchar. Aún no decidimos si ir o no. ¿Tu irás? Cambio."

Kohaku miró a Senkuu antes de responder a la pregunta, quien asintió con la cabeza.

"Sí. Les cuento cuando llegue. Cambio y fuera." La leona dejó el aparato sobre la mesa de escritorio que estaban compartiendo y respiró hondo.

¿Búsqueda de qué? Senkuu se preguntó, y a la vez asumió que las "bajas" de las que hablaron se trataba de los dos jóvenes que habían muerto por la avispa.

-Qué alivio saber que están todos bien. -comentó ella, volviendo a mirar por el ventanal ausentemente. -Lo siento por no contarte sobre la búsqueda, Senkuu.

-¿Búsqueda de qué?

-De quién, en realidad.

Senkuu la miró con curiosidad.

-Suika es la hija de Hanako, mi profesora en el refugio y quien se suicidó cuando su niña se perdió. No tengo idea cómo, pero simplemente se esfumó, y no pude encontrar ningún rastro en el bosque. -Kohaku inhaló profundo.

-La encontraremos. -Senkuu respondió, como si se tratara de un hecho, aun sin estar seguro de cómo hacerlo y menos de si era una buena idea considerando las circunstancias. -Y no me digas que no. Sabes bien que pretendo salvarlos a todos, Suika incluida.

Senkuu se contentó con verla sonreír, aunque su mueca no llegase hasta sus ojos.

-Muy bien. Ahora sí debo entrenarte en serio. -la leona se puso de pie enérgicamente, mirándolo con una sonrisa macabra que prometía días sin descanso.

Y fue así como llegaron a la situación en que se encontraban actualmente: con Kohaku a sus espaldas enseñándole a Senkuu a disparar una flecha con precisión.

Era simple: solo debía dejar de pensar en las probabilidades, en la inclinación, y en lo que pasaría si en un contexto real no lo lograba. Era tan simple como respirar, porque la idea es que esto se transformase en costumbre.

Sin embargo, Senkuu era incapaz de dejar esas ideas de lado y concentrarse en su mismo cuerpo y a dónde debía apuntar.

Kohaku le daba su tiempo en silencio, pacientemente repitiendo sus instrucciones o demostrándole ella misma cómo lo hacía: primero, se ponía en posición relajada, con el arco a su lado derecho y su mano sujetando la flecha con tres dedos; segundo, cerraba sus ojos y respiraba hondo; tercero, fijaba su vista en el objetivo; cuarto, apuntaba y estiraba su codo lo más atrás posible, y, por último, la soltaba.

Senkuu no podía ni con el primer paso, y era casi ridículo lo mucho que se estaba tardando en aprender a disparar.

-Soy una vergüenza. -rio él, mirando al punto fijamente.

-Está bien, Senkuu. Es algo complicado. Lo he enseñado varias veces y nadie nace sabiendo. -Kohaku le dio ánimos desde el fondo de la sala. -¿Te acomoda más si me voy?

-No. -su negación, tan natural, lo sorprendió hasta a él mismo. -Debo acostumbrarme. De nada me sirve si le quito más cosas del contexto. -Senkuu explicó, convenciéndose a sí mismo con la respuesta.

-¿Mmm? ¿Tú defendiéndome? No lo creo. -bromeó Kohaku, acercándose a él por sus espaldas mientras se encontraba distraído.

La mano de su compañera en su codo y la otra sobre su hombro lo hicieron temblar involuntariamente.

¿Qué mierda le estaba pasando últimamente? Senkuu tragó saliva.

-Respira hondo y párate derecho. Debes dejar fluir tu cuerpo y detener tus pensamientos por un momento. -Kohaku indicó con suavidad, corrigiendo su postura y ayudándolo a nivelar el arco a su altura.

Y a pesar de las extrañas sensaciones que recorrieron su cuerpo desde que la leona se acercó, Senkuu siguió sus instrucciones al pie de la letra y lanzó la flecha una vez que todo su cuerpo y sus sentidos se centraron en el punto blanco de la pared.

Ambos se sorprendieron cuando esta aterrizó de manera perfecta en el objetivo, al punto que el científico botó el arco sin querer, pensando en cómo diablos lo había logrado.

La probabilidad era bajísima, pero Kohaku lo miró como sabiendo lo que hacía y volvió a sentarse donde mismo estaba antes para que Senkuu continuara con su entrenamiento.


Y Senkuu entrenó hasta el cansancio, dirigiéndose directamente a su cama una vez que se dio una ducha casi gélida de un minuto en el gimnasio del establecimiento.

Al día siguiente intentaría mejorar su resistencia física.


Senkuu se sintió sofocado repentinamente.

No sabía cómo había llegado hasta esto, pero todo se veía familiar: la lámpara de nave espacial de su cuarto, el techo del bus y el olor a antiséptico de laboratorio se veían como una combinación creíble, y no llamaron su atención.

Su atención estaba en el calor.

Más bien, el cuerpo de alguien sobre el de él que parecía querer ahogarlo.

Senkuu se removió, intentando hablar para espantar a lo que fuera que le impedía moverse, pero falló. Parecía como si se le hubiese olvidado cómo hacerlo.

-Deja fluir tu cuerpo y detén tus pensamientos por un momento. -el cuerpo sobre él habló y de inmediato se materializó.

¿Kohaku?

Los ojos color turquesa de la leona sobre él se veían profundos y su expresión era relajada. El calor que lo sofocaba pronto dejó de hacerlo.

Le transmitió calma, y Senkuu se sintió libre de sonreír ligeramente.

Pero esa sensación era prohibida. Ella no debía estar tan cerca, y él no debía permitírselo. Mientras Senkuu más se esforzaba en hablar o en mover su cuerpo para alejarla, más se acercaba ella, y más control perdía sobre su resolución.

-Déjate llevar, Senkuu. -Kohaku ordenó y él dejó de resistirse, como si sus palabras fueran un hechizo.

La leona se acercó lo suficiente como para que sus narices chocaran, y se detuvo a milímetros de su boca.

Quería que se alejara, pero a la vez se sentía desesperado por que pusiera fin a esa mínima distancia que los separaba. Senkuu sentía que solo lograría respirar bien de la una o la otra forma.

Pero realmente quería más la segunda que la primera, y si tenía que pedírselo…

-Kohaku. -Senkuu se escuchó a sí mismo murmurar y despertó de golpe, sudando y respirando agitadamente.

El techo era gris y plano, no había lámparas y el olor no tenía nada de particular.

Senkuu estaba soñando y se percató, más tarde que nunca, de que estaba completamente jodido.