Nanami Ryusui era el hijo mayor de una reconocida familia de Japón. Senkuu había escuchado de él en las noticias, donde habían hecho alguna vez un reportaje de su ostentosa vida.
Su familia tenía un patrimonio altísimo y mucha gente trabajaba para ellos. Antes del apocalipsis, tenían a su nombre una cantidad exorbitante de embarcaciones de todo tipo, que el joven sabía manejar a la perfección. Definitivamente, no era alguien que podría simpatizar con los ideales de Tsukasa.
Eso implicaba que La Montaña podía ser real, o bien que su enemigo había planeado un elaborado plan para atraparlo.
Pero, como fuera, debían encontrar Ryusui sin arriesgarse a usar un comunicador, calculando su ubicación aproximada con el primer y único mensaje que escucharon de él esa noche.
Y sí, Senkuu debía olvidar lo más rápido posible que estuvo pensando en besar a Kohaku hacía solo unos minutos si quería concentrarse en trazar una ruta segura para ambos.
-Podríamos avanzar en diagonal cada un kilómetro. Nos tomará más tiempo, pero si es que nos están buscando, será casi imposible que nos encuentren.
-Es posible que veamos más monstruos si no vamos por el camino marcado. -la leona comentó, sonando preocupada, y se puso de cuclillas para observar el mapa donde Senkuu ideaba su plan.
Senkuu lo sabía bien. Mientras más lejos del camino, mayor era la posibilidad de encontrar peligros que ni Kohaku conocía.
-También cabe la posibilidad de encontrar otro refugio, o a otros viajeros que se acerquen a la montaña desde otros puntos. -agregó el científico. -Es hora de tomar una decisión. -miró a la leona por el rabillo del ojo, que se veía algo desarreglada y aún espantada por los sucesos recientes.
-Vamos por el camino largo. -Kohaku suspiró. -Tenemos más que perder que nuestras vidas.
-Leona. -Senkuu volteó a mirarla severamente. -Prométeme que no volverás a hacer algo como lo de ahora.
Kohaku asintió, sin mirarlo.
-Aprendiste bien, Senkuu. Pronto ya no vas a necesitarme.
-Te dije que estábamos juntos en esto ¿no? No me hagas volver a repetirlo. No eres solo un instrumento para mi supervivencia, leona.
Ah, ¿podía dejar de ser tan intenso? Parecía que debía comenzar a medir sus palabras cerca de ella. Si bien tenía el impulso de besarla unas dos veces al día, Senkuu creía que esto solo se debía que había estado demasiado solo por mucho tiempo.
Las mejillas de Kohaku se tiñeron de rojo, y el peliverde se sintió mareado y estúpido. Era la misma sensación que tuvo cuando ella apoyó la cabeza en su hombro unos minutos atrás.
Era solamente eso, ¿no? No había forma de que realmente…
No.
Senkuu volvió a mirar el mapa para trazar los puntos de su recorrido de acuerdo con lo conversado, de manera que pudiesen llegar al lago Miyagase desde un costado. Con suerte, podrían unirse a algún grupo más grande y así evitar correr más peligros.
Partieron a la mañana siguiente en dirección al sudeste, desviándose del camino que habían estado siguiendo para caminar por la ciudad destruida y una especie de bosque pantanoso, que ya de por sí parecía sacado de una película de terror, pero Kohaku tuvo la brillante idea de caminar por los edificios y los techos de las casas, deslizándose a través de una cuerda que fijaban para cruzar de uno a otro.
En general, el panorama no era muy bueno: el pantano emitía muchísimo ruido y, aunque nada sustancial había aparecido para atacarlos -solo unas cuantas pulgas solitarias- Senkuu y Kohaku habían pasado cerca de dos días caminando de puntillas, gesticulando para comunicarse, y encerrándose en pequeños cuartos dentro de los edificios para comer y dormir algo antes de volver a moverse.
Algo cansados de avanzar sin saber qué había abajo, y a falta de proteína de buena calidad, los jóvenes bajaron a la superficie una vez que el pantano se convirtió en una pequeña laguna donde Kohaku pudo ver a lo lejos que estaba habitada por peces.
Se sentía bien salir de los edificios por un momento, aun cuando sus botas quedasen llenas de barro y el olor no fuera para nada agradable.
Comenzaron a pescar en la orilla de la pequeña laguna con las cañas plegables cuando una hormiga gigante apareció tras ellos, sin emitir ningún ruido.
-No podemos estar ni un puto segundo…
-¡Al agua!
Kohaku soltó la caña y saltó con mochila y todo a la laguna, nadando hasta el centro y tirándolo del brazo cuando la hormiga estaba acercándose.
-No lo entiendo. No hizo ningún ruido. -comentó la leona, una vez que estuvieron lo suficientemente lejos.
-¿Habías visto hormigas antes?
Kohaku negó con la cabeza.
-Como sea, nademos hasta el otro extremo. Espero que la radio esté bien.
Senkuu la siguió en silencio. Su resistencia física era aún muy poca como para gastar sus energías en comentar lo que estaba pensando.
Este incidente los retrasaría algunos días, sobre todo porque era muy probable que la radio estuviese muerta y el clima tropical no garantizaba que sus ropas y sus cosas se secaran en algunas horas. Lo único que era a prueba de agua eran las pequeñas cajas herméticas con las vacunas. Además, Senkuu estaba seguro que no estaba imaginando los pinchazos en sus piernas y su pecho bajo el agua, pero se sentía lo suficientemente aterrado como para preguntarse de qué se trataba.
Kohaku tironeó a Senkuu fuera del agua una vez que ella estuvo en la orilla y comenzó a moverse rápida y eficientemente con él a rastras hasta llegar al edificio más cercano, que subieron rápidamente hasta el último piso antes de recién poder comenzar a recobrar la respiración e intentar secar sus cosas.
-No puedo creer que no hayamos podido llevarnos ni un solo pescado. -se quejó el peliverde, molesto por su ropa estilando y su cabello tapándole parcialmente la visión.
-Tú no habrás podido. -rio Kohaku, sacando de sus amplios bolsillos unos cuantos pescados que Senkuu no supo cómo logró meter ahí.
-Diez billones de puntos para ti, leona. -Senkuu sonrió ampliamente.
Y habría comenzado a hablar sobre qué hacer con la radio que se veía evidentemente estropeada, si no fuera porque Kohaku comenzó a desvestirse rápidamente, y a colgar su ropa mojada en lo que parecía haber sido una banca.
Senkuu sabía que debía hacer lo mismo: podría resfriarse o ser afectado por lo que fuera que seguía mordiendo su cuerpo, pero no pudo evitar sentirse morbosamente atraído hacia la imagen de Kohaku en ropa interior, que además mostraba explícitamente los contornos de su cuerpo por la humedad.
-¿Te encuentras bien, Senkuu? -la leona le llamó la atención, mirándolo con curiosidad.
Y como si Dios existiera y hubiese decidido salvarlo, el científico notó una especie de babosa relativamente grande pegado al hombro de la rubia.
-Sanguijuela. -musitó, sin más.
-¿Qué?
Senkuu se acercó a Kohaku para arrancarle lo que estaba en su espalda y lanzarlo lejos.
-Mierda, Senkuu. -la rubia maldijo, e inspeccionó fugazmente el cuerpo del científico.
Sin intercambiar palabras, Kohaku se acercó a él y le quitó la camiseta de un tirón para arrancar de su abdomen dos sanguijuelas, junto con otra que se encontraba en su zona lumbar, y lo hizo de manera tan mecánica e impersonal que Senkuu no tuvo tiempo de reparar en sus manos sobre su piel hasta que le quitó la última de la pantorrilla derecha luego de bajarle el pantalón.
Entonces, su cuerpo comenzó a sudar, su cabeza se sintió liviana y, completamente mareado, se sentó rápidamente en el suelo. Sentía las zonas donde anteriormente estaban las sanguijuelas arder.
Había perdido mucha sangre.
-¿Senkuu? -Kohaku se arrodilló a su altura, y le corrió el cabello del rostro para mirarlo mejor. -Estás pálido.
Su visión era borrosa, pero aún así vio a la leona alejarse y comenzar a hurgar en las mochilas. Y para cuando volvió, estaba colocándolas alrededor de su tronco y en su pierna, para detener posibles hemorragias.
-El pescado es rico en hierro. -la escuchó decir. -Y el hierro es lo que tiene la sangre. Tú me lo enseñaste.
Senkuu no supo cuánto tiempo pasó hasta que Kohaku se acercó un gran trozo de la pesca, fileteada y asada, ensartada en una varilla.
Probablemente se había desmayado. No lo sabía. No había forma de que se hubiese demorado tres minutos en trabajar el pescado y asarlo al fuego, como lo sintió él. Pero se encontraba en el suelo y con una almohada bajo la cabeza.
A duras penas, el peliverde se sentó y comió, intentando reponerse forzosamente.
-¿Te sientes mejor? -Kohaku le preguntó a Senkuu, al borde de las lágrimas.
Se veía deplorable. No entendía por qué se había llenado de sanguijuelas cuando ella solo tuvo una pequeña.
-Todo… nuestras cosas… las vacunas, la radio, la comida, medicamentos… ¿están bien?
-La radio no.
Kohaku se impacientó con el largo silencio de Senkuu. No podía estar pensando en cosas como esas en un momento así ¿cierto?
-Tú… ¿te encuentras bien?
-Sí. Solo he tenido unos pequeños mareos.
-Parece que la mala suerte me acompaña a todos lados.
Kohaku se sentó junto a Senkuu. El calor tropical era tan sofocante que impedía que su cuerpo se enfriara, aunque estuviese en ropa interior.
Agradecía, aunque pareciera cruel, que Senkuu no estuviese en condiciones de reparar en el estado de ambos. Era la primera vez que se encontraban así, a pesar de haber estado juntos por bastante tiempo, y no ayudaba a calmar su ansiedad el hecho de estar enamorada de él.
Las cosas solo se habían vuelto más difíciles con el tiempo. A Kohaku le costaba concentrarse lo suficiente, y a diario se preguntaba si era algo común que todo su cuerpo estuviese consciente de la presencia de Senkuu, o si acaso estaba siendo demasiado intensa.
También le era difícil no desesperarse cuando pensó que su amigo estaba al borde de la muerte por haber perdido mucha sangre.
-Al menos te encontré a ti. -comentó Senkuu, girando su cabeza en la dirección de la rubia.
-Ja. Más bien, sucedió al revés. -Kohaku sonrió, forzándose a mantener la calma.
La intensa mirada del científico, quien parecía estar pensando millones de cosas a la vez, solo podía provocar que sus vellos se irguieran.
-Déjame ver tu hombro. -Senkuu habló, sin aún quitarle los ojos de encima.
¿Qué tanto necesitaba mirarla? Kohaku se preguntó, pero aún así se acomodó delante de él y se inclinó levemente.
La joven aspiró una buena bocanada de aire cuando sintió los ásperos dedos de Senkuu sobre su piel inflamada y probablemente morada por la succión de la sanguijuela.
-En cualquier momento volverá a sangrar, Kohaku.
No acostumbraba a llamarla por su nombre, y la rubia se quedó quieta, escuchándolo removerse, sin saber qué hacer ni qué esperar hasta que sintió un pedazo de tela sobre su herida, que Senkuu comenzó a atarle por debajo de la axila en completo silencio.
No era algo que ella no pudiera hacer, y estaba casi segura de que no era tan necesario como él lo hacía parecer.
-Es completamente necesario. -comentó él, riendo.
Cuando Kohaku volteó a verlo, se dio cuenta de que había usado en ella la banda que solía estar siempre en su muñeca.
-Es lo único que se te olvidó quitarme. -se excusó Senkuu con una sonrisa que a ella le costó trabajo interpretar, pero aún así provocó que sus mejillas se enrojecieran de vergüenza.
-¡Era completamente necesario! -exclamó Kohaku, repitiendo sus palabras mientras que empuñaba su mano.
-Ah, ¿entonces vas a negar que tu intención siempre fue verme desnudo? -ahora, el peliverde rio.
Sus amenazas ya no funcionaban con él.
Kohaku, avergonzada y furiosa, comenzó a gatear hasta quedar frente a frente con el científico y lo analizó con la mirada, juzgándolo.
-Bastardo. -bufó la rubia.
Y tuvo éxito en borrarle la sonrisa, definitivamente. Senkuu tragó saliva y, justo cuando Kohaku pensó que iba a disculparse o algo por el estilo, lo vio mirarle casi descaradamente los labios, y se alejó de él como si le estuviera quemando.
Senkuu se maldijo cuando Kohaku se dio cuenta de sus más alocadas intenciones, nacidas de un deseo visceral que ya le era difícil ocultar, aún cuando intentara hacerlo. Si hubiese actuado en ese momento en favor de este, la leona estaría probablemente asustada de él.
A fin de cuentas, probablemente sus prioridades estuviesen en sobrevivir más que en poner atención a la manera en que la miraba y cómo prolongaba el contacto con su piel más de lo estrictamente necesario. Era muy difícil que lo notara.
Era muy difícil que ella se sintiera de la misma manera que él. Su vida había dado un giro muy drástico y la expresiva e intuitiva persona que solía ser ya había desaparecido hacía tiempo.
Senkuu la escuchó recostarse en el suelo a metros de él tras la ropa que tenía tendida, y dio un largo suspiro.
Por su bien y por el de ella, tenía que dejar de mirarla de esa manera.
Como no había mucho tiempo que perder, científico y leona retomaron su viaje a la mañana siguiente, aunque su ropa siguiese húmeda y la radio estuviese estropeada. Senkuu se había recuperado lo suficiente como para continuar y él mismo insistió en que lo hicieran.
La atmósfera tropical y el enorme pantano poco a poco quedaban atrás y tres días después del incidente ya fue seguro bajar sin ser atacados por monstruos desconocidos.
Y mientras, conocieron nuevos especímenes pacíficos: como un enorme caracol que se encontraron en el camino comiendo las hojas de un árbol caído y que Senkuu habría matado con sus propias manos si no fuera porque Kohaku lo hizo esperar, se acercó al animal con precaución y se colocó al frente de este para comprobar que era, en efecto, inofensivo.
"Escuché en mi colonia que los caracoles no hacen nada" explicó la leona después, riendo con la expresión horrorizada del peliverde.
Al quinto día tuvieron una suerte excepcional: encontraron una pequeña casa escondida en medio del bosque totalmente equipada y con suministro de agua, gas y electricidad. Y con ambos ya profundamente cansados de caminar, pasar frío, sentirse sucios y bañarse en aguas heladas por menos de dos minutos, aquello fue una noticia demasiado surreal.
Podrían hasta encontrar una radio y saltarse el paso de construir otra en medio de todo el peligro.
-Hace años que no tomo una ducha con agua caliente. -comentó Kohaku, recogiendo algunas bayas cercanas a la casa para comerlas después. -Y me vendría bien lavar nuestra ropa.
-Deberíamos ducharnos juntos para ahorrar agua. -propuso el científico.
No le pasaba muy seguido, pero a veces Senkuu hablaba antes de pensar.
Holaa! Hemos llegado finalmente al momento en que ocurre "Cómo no ahorrar agua" jiji. Espero que disfruten este capítulo... pronto aparecerán más personajes :)
-reddpapaver97
