Hola! Disculpen por la demora en escribir el capítulo u.u he estado algo ocupada con mi tesis. Espero que lo disfruten!

-reddpapaver97


Si había algo que Kohaku no quería, era la evidente tensión que se formó entre Senkuu y ella cuando le dijo que no deberían repetir la escena de la ducha.

Pensó que era por el bien de ambos. O de él, al menos. Senkuu siempre había rechazado todo tipo de muestra de afecto y, si bien últimamente había estado mirándola y tocándola más de lo necesario, Kohaku pensó que solamente se trataba de algo pasajero.

Sinceramente, quería seguir sintiéndose deseada por Ishigami Senkuu, pero la joven sabía que, si no era su propia imaginación la que la traicionaba, sería el tiempo, y terminaría sufriendo de todas maneras por un amor no correspondido. Si se entregaba finalmente a él, tendría que ser solo una vez con tal de aplacar los deseos de ambos antes de que todo se tornara problemático.

Pero Kohaku no esperaba que su encuentro fuera mucho más que algo únicamente visceral. Senkuu se había tomado el tiempo de mirarla, complacerla y, en general, de tratarla como si estuviese amándola en cada segundo y en cada movimiento de su cuerpo, al besarla con tal pasión y tocarla como si no pudiese cansarse de ella jamás.

Kohaku supo que se trataba de algo más tan solo con prestarle al científico un poco de atención, pero no se encontraba preparada para enfrentar el hecho de que Ishigami Senkuu pudiese corresponder a sus más secretos sentimientos.

¿Qué harían si alguno de ellos se lastimaba, o moría? ¿Cómo podría enfrentar una vida sin el otro a su lado?

Esos fueron los pensamientos que invadieron la cabeza de Kohaku antes de decidirse a cortar la extraña conexión de raíz. Con muchísima suerte, podrían ignorar todo lo que había pasado y volver a ser amigos, o al menos conocidos.

Sin embargo, las reminiscencias de los labios de Senkuu en su piel duraron por días, así como los explícitos recuerdos de su cuerpo junto al de ella. Incluso cuando se encontraron con Suika, todavía conservaba las marcas en su cuello y su pecho.

Senkuu realmente se había encargado de hacerle recordar aquella escena constantemente.

Aunque, para suerte de ella, ahora tenía más personas con las que compartir y distraer sus pensamientos: Suika estaba viva y había crecido mucho, Francois era una persona muy confiable y útil, y Ryusui, aunque fuese un excéntrico, era una muy buena persona.

Ahora bien, ¿cómo le diría a Suika que su madre había muerto y su hermano menor estaba al cuidado de quién sabía quién? Ya debía tener unos cinco años, y la angustia por haberlo dejado atrás pesaba en ella constantemente.

Al menos ahora tenía la excusa de que Mozu la quería muerta y por eso no había vuelto, y aunque podría ser suficiente para cualquiera, para Kohaku no significaba mucho.

-¡Kohaku-chan! Suika te mostrará que sabe pescar con caña. -La niña tironeó del pantalón de Kohaku, mirándola con la sonrisa más bella que la joven podía recordar.

-¿No es peligroso estar aquí afuera? -Kohaku la miró con preocupación.

-Tenemos instaladas cámaras por todos lados, a un radio de un kilómetro del refugio. Si algo o alguien viene lo sabremos. -Francois se puso de pie junto a Kohaku, observando cómo la pequeña preparaba la caña sola.

La joven asintió calmadamente, sonriendo a pesar de que sus recuerdos parecían estar volviendo a ella fuerte y repentinamente.

Mozu jamás le había inspirado confianza a Kohaku: con pensar que ni siquiera Kirisame le hablaba mucho ya era una alerta roja. Sus ideales para manejar la colonia siempre habían consistido en militarizar y dejar de invertir tiempo y recursos en la educación de los demás, y aunque una considerable facción de los refugiados estuviese de acuerdo con él, la gran mayoría no quería estar en guerra constantemente, y prefería invertir el tiempo en aprender a vivir bajo tierra en lugar de pasar tanto tiempo entrenando para matar monstruos. Kohaku siempre había estado del lado de la segunda opción, y en varias ocasiones Kinro, Ginro, Titan o Turquoise le habían comentado que, si llegaba a postularse como líder, probablemente ella ganaría.

El hecho de haberlo rechazado cuando él la invitó a su cama solo había sido el detonante para comenzar a planear su salida de la colonia, pero la trampa parecía demasiado elaborada como para su limitado ingenio. Sin embargo, cuando Kohaku se enteró de quién exactamente era Nanami Ryusui, tenía sentido que hubiese recibido ayuda de nadie menos que de Shishio Tsukasa.

Después de todo, era probable que ya se conocieran de antes, así como Kohaku conocía a Kirisame, Mozu, Tsukasa, Hyoga y Homura por su participación en varios de los torneos de artes marciales y en general, de cualquier deporte.

Kohaku observó a Suika mientras esperaba que algún pez cayera en su trampa, con Francois ayudándola a mantener firme la caña. ¿Qué clase de bastardo infeliz tenía que ser Mozu como para usar a una niña pequeña como carnada?

La sangre de Kohaku parecía hervir. Sentía que todo su rostro se había enrojecido de la pura rabia. Se dijo a sí misma que, ya que estaba viva, sería el Némesis de Mozu, y se cargaría también a todos los que se atrevieran a dañar nuevamente a Suika.

Aunque eso fuese en contra de sus mismísimos ideales.


Kohaku bajó al búnker a hablar con Senkuu una vez que Suika logró sacar un gran pez del agua que Francois no tardó en faenar en frente de ambas, ante el evidente horror de la pequeña y el hambre que despertó en la joven.

Llevaban días sin entablar una conversación, y si bien Kohaku pensó que le sería difícil volver a mirarlo a la cara como si nada hubiese sucedido, la verdad era que todo fue bastante fluido. Senkuu fue capaz de hablarle como siempre, aunque su mirada se desviase en fugaces segundos a las marcas de su piel que él bien conocía, mientras ella le contaba sobre lo que había estado pensando cuando se encontraba en la superficie.

A Kohaku se le hizo difícil asimilar lo que el científico le contó luego, y pudo ver que, a pesar de que su voz y su rostro se veía calmado y desinteresado, sus manos estaban temblando profusamente.

¿Cómo era posible que alguien hubiese hecho lo posible para frustrar los planes que pretendían contrarrestar las mutaciones y salvar a la humanidad?

Kohaku mentiría si dijera que no tuvo en variadas ocasiones el fuerte impulso por abrazarlo, en un intento desesperado de borrar ese inusual gesto de dolor cuando Senkuu se refirió a su padre, y era tan similar al que tenía la primera vez que habló de él con ella.

Kohaku solo podía recordar al padre de Senkuu como una persona muy alegre y extrovertida, diametralmente distinta al peliverde, y que tenía la extraña costumbre de meterse en su vida privada, y de paso en la de ella también. Un recuerdo vívido que por alguna razón había olvidado paso por su mente, en el que Byakuya los había fotografiado a ambos trabajando en el laboratorio escolar y Senkuu lo echó a empujones ante la mirada perpleja de la rubia.

Parecía casi surreal pensar en un pasado como ese, sin necesidad de esconderse y sin muchas preocupaciones.

Y volviendo a estas, Kohaku se reprendió a sí misma por querer acortar la distancia entre Senkuu y ella, y contradecir su propia resolución.

Con cada nuevo problema que se sumaba, menos debía quererlo. Sobre todo ahora, que Tsukasa podía estar muy cerca, debían mantenerse más que alerta.

-Por cierto, Senkuu. -Kohaku intentó mirarlo de la manera más severa que pudo. -No podemos dejar que esta estúpida pelea nos distraiga de nuestro objetivo.

El peliverde la miró algo consternado antes de sonreír de esa manera tan arrogante que lo caracterizaba.

-¿De qué pelea hablas?

Kohaku rodó los ojos con fingida molestia. Era lo más probable que Senkuu no quisiera si quiera tocar el tema, y quizás así era mejor.

Quizás podrían volver a como estaban las cosas antes si tan solo comenzaban a olvidar todo y fingir que nada había pasado: que las marcas en sus cuerpos no existían y los recuerdos eran simples alucinaciones.

Kohaku asintió lentamente con una sonrisa y se dio media vuelta para volver a la superficie, solo para encontrar a Suika con una brillante mirada dirigida a su presa recién pescada.

Le causó tanta ternura que no pudo evitar que sus labios temblasen de emoción.

Kohaku no supo si lloró de ternura o de desolación.


Senkuu no se lo había contado antes, pero la vacuna que había creado necesitaba un período de prueba de dos semanas para surtir efecto.

Era solamente gracias a su "metabolismo un diez billones por ciento ridículo" que Kohaku había logrado sobrevivir a la sangre de la avispa que había matado cuando se reencontró con el peliverde, por lo que nuevamente debía agradecer estar viva.

-Yo me sentí algo decaído y con dolor en el brazo tras vacunarme, pero la leona no pareció tener ningún efecto secundario. -Senkuu abrió una de las cajas donde cargaban las vacunas y se la mostró a sus tres nuevos aliados.

-Señor Nanami, ¿se encuentra bien? -François palpó el hombro del rubio para espabilarlo, y este solamente tembló. -Disculpa, Senkuu. El señor Ryusui le teme a las agujas.

-¡Ja! ¡Ryusui es un debilucho! Yo me vacunaré primero y le enseñaré. -Suika exclamó.

Kohaku rio ante el rostro semi ofendido de Ryusui, quien fue el último en vacunarse, luego de que Suika hiciera tiempo hablando de príncipes y princesas y de que Francois la imitara hablando en voz alta de las múltiples fobias del heredero del clan Nanami, que iban desde las agujas, pasando por las arañas, los patos, y los juegos inflables.

Al menos eso sirvió de pie de entrada para se conocieran un poco más: Kohaku les contó que, a pesar de ser fuerte y rápida, tendía a ser muy impulsiva; Francois le contó que ella era muy débil, aunque una buena espía; Ryusui podía ser muy ambicioso (para bien y para mal); Senkuu era tan inteligente como débil físicamente; y Suika era también una excelente espía y aprendía rápido, aunque le faltase experiencia.

Kohaku había olvidado, en el tiempo que viajó a solas con Senkuu, cómo se sentía compartir con más gente. Se había acostumbrado al constante sarcasmo con que el científico hablaba, a su manera de pensar y, sobre todo, a no conversar sobre cosas personales que pudiesen interferir en el trabajo. Por esto mismo se le hizo difícil contarle a Suika, una semana de estar viviendo juntas en el búnker, lo que había sucedido con su madre antes de que comenzara a buscarla a ella.

No estaba para nada preparada para ver a la niña desmoronarse en el sofá y llorar desconsoladamente, negándose a corresponder el abrazo que Kohaku le había tendido. Y, por más que intentara convencerse a ella misma de que no era su culpa, no pudo evitar sentir como si fuese la culpable de toda su desgracia.

Francois se interpuso entre ambas para abrazar a Suika e intentar convencer a Kohaku de que esto era algo inevitable. Senkuu se encontraba en una esquina construyendo comunicadores nuevos para ambos e incluirles un GPS al de todos mientras Ryusui lo interrogaba, y ambos parecían estar inmersos en sus propias cosas.

Si bien Kohaku sabía bien que no debía salir del búnker, se vio en suficiente desesperación como para correr directamente hacia la salida y cruzar hacia la superficie de un solo portazo. Su cabeza y su estómago daba vueltas y unas pesadas lágrimas cayeron por su rostro, dándole la sensación de que se estaba hundiendo en un profundo abismo.

Era ridículo pensar que lo único que quería en ese momento era ver a Senkuu: quería que la detuviera, la hiciera entrar en razón, y así podría volver al búnker y terminar su conversación con Suika, que había terminado tan pronto como le contó que Hanako había muerto. Era ridículo porque sabía que eso ya no estaba dentro de sus posibilidades.

Porque Senkuu era un hombre ocupado, y ella no era su prioridad. Era lógico. Con más aliados, no la necesitaba como antes.

Kohaku había caminado tres pasos dentro del bosque, como si estuviese esperando que algún enemigo la encontrase, cuando sintió una mano rodearla por el antebrazo y jalarla de vuelta.

-¿Qué haces? Vuelve al refugio. -Senkuu la miró a los ojos con profunda seriedad. -¿Vas a hacer lo mismo cada vez que algo malo sucede, Kohaku?

Solo entonces la joven se dio cuenta de que estaba lloviendo, cuando vio el cabello de Senkuu pegándose a su rostro.

¿Qué estaba haciendo? Se preguntó la rubia, mirando entre el peliverde y lo profundo del bosque.

¿Estaba escapando? ¿Estaba dándose por vencida? Todas sus acciones parecían indicar eso.

Pero la realidad era que Kohaku no sabía realmente qué estaba pasando. Su cuerpo, que pensaba que ya podía controlar bien, había vuelto a moverse por su cuenta, poniéndose a ella misma en peligro.

La mano de Senkuu seguía firme alrededor de su brazo.

-Eres importante, ¿no te lo dejé claro?

Kohaku asintió rápidamente, y con su mano libre limpió las lágrimas que le empapaban las mejillas, y que realmente no tenían nada que ver con la lluvia.

-Más bien, te necesito. -el peliverde dio un paso adelante, sin cambiar su expresión. -No te vayas, por favor.

Kohaku no pudo hacer más que temblar, y sentía que, si no fuese por que Senkuu seguía afirmándola, probablemente se derrumbaría ahí mismo.

¿Por qué tenía que insistir? ¿Por qué Kohaku no podía sacarse de la cabeza la idea de besarlo?

La había traído de vuelta a la realidad, y aún así ella solamente podía pensar en cosas como esa, por sobre volver al búnker con los demás.

Y cuando la joven pensó que el momento no podía ser más irreal, una flecha irrumpió entre ambos, cayendo precisamente al centro del pequeño espacio que separaba sus pies, antes de que Kohaku reaccionara, forzando al científico tras ella para hacer de escudo hacia la dirección por donde había llegado el ataque.

-¿En qué momento…? -Kohaku murmuró.

-Espera… -Senkuu susurró sobre su oído, causándole a la joven extrañas sensaciones. -Esa flecha…

Nuevamente, otra flecha volvió a caer a los pies de Kohaku, como si su atacante estuviese fallando a propósito, y esta sacó de su bolsillo la pequeña navaja que Ryusui le había regalado días atrás.

Si la lanzaba, quizás tendría la posibilidad de-

-Estoy sorprendido. Realmente tienes el cabello como un cebollín. -una melódica voz masculina se escuchó por su costado derecho, hacia el bosque, antes de que se mostrara ante ellos.

¿Cómo pudo no haberlo escuchado antes? Kohaku apretó su navaja con fuerza, sin cambiar de posición, sabiendo que no era él quien estaba lanzando las flechas.

-Tsukasa no es un tipo muy descriptivo, pero asumo que eres Ishigami Senkuu. -el hombre de cabello blanco y negro y ojos afilados caminó hacia ellos calmadamente, como si Kohaku no estuviese empuñando una navaja hacia su dirección.

-Y tú debes ser Kohaku, por supuesto. -el tipo la miró de pies a cabeza con una amplia sonrisa. -¡Aaah, cómo me gustaría que fueras mi guarda espaldas! -alzó sus manos y se mostró desarmado, descolocando a la rubia.

-No los asustes más, Gen.

Finalmente, la persona que probablemente los estaba atacando anteriormente apareció ante ellos por el frente, y botó inmediatamente el arco y las flechas al suelo.

-Me alegra que hayamos llegado antes. Mi nombre es Saionji Ukyo.