Senkuu había estado preparándose para hacerle frente a Tsukasa por años, pero en las últimas semanas, cuando conoció a Ryusui, Francois y Suika, comenzó a crear mecanismos de ataque que pudiesen superar la fuerza física del primate más fuerte.

Además de instalar en los alrededores cámaras y sensores para avisar la llegada de personas y monstruos, junto con su nuevo equipo crearon pistolas lanzadoras de dardos tranquilizantes hechos con una mezcla de drogas sedantes que tenía el joven millonario en el búnker, bombas de sonido para simular armas de fuego hechas con globos rellenos de agua, cápsulas de humo para nublar la visión de sus contrincantes, y gas pimienta.

El científico se encontraba feliz de no haber creado nada letal más que las armas diseñadas específicamente para matar monstruos, y que le había confiado a Kohaku para gestionar sus usos.

Pensando en ella, Senkuu la miró de reojo desde la esquina del búnker destinada a sus inventos mientras practicaba su puntería con la pistola de dardos junto con Ukyo.

La leona era una distracción, ciertamente, pero él ya no estaba tan seguro de si esta era totalmente innecesaria. Algunas horas atrás, hasta la habría besado en contra de cualquier buen juicio que los alejara del peligro en las afueras de una ciudad llena de monstruos.

Senkuu tan solo esperaba que todo resultara bien. Si resolvían el problema de Tsukasa, quizás pudiese darse el lujo de mirarla a los ojos y decirle que la quería.

Asagiri Gen, si bien era nulo en ciencia o fuerza física, tenía una gran capacidad para las relaciones interpersonales. Fue el primero en notar que algo andaba mal entre el científico y la guerrera, y no dudó en comentarle, una vez que entraron al búnker, cuál era su apreciación al respecto.

-No sé de qué hablas, mentalista. -descartó Senkuu. -Solo me interesa saber cuáles son las debilidades de Tsukasa, ahora.

-Está bien… tranquilo, Senkuu. -Gen sonrió ampliamente, sin que el gesto llegase a sus ojos.

No tenía pinta de que se podría confiar para nada en él, pero si Ukyo lo hacía, Senkuu también.

-Me dijiste que tenía una hermana…

-Sí. Jamás ha mencionado a nadie más. Su hermana menor murió durante los primeros días de la catástrofe.

-¿Eran cercanos?

-No sé mucho al respecto, pero puedo decirte que estaba hospitalizada en Aiiku desde hacía seis años. Con Ukyo acompañamos a Tsukasa a buscarla, pero volvió con las manos vacías y desde ese momento cambió para siempre.

-¿A qué te refieres con eso?

-Bueno, antes de eso Tsukasa jamás habría asesinado a alguien. Es probable que todo comenzara ese día.

Senkuu asintió lentamente, evaluando la importancia de esta información antes de mirar a Suika, que se encontraba jugando cartas con François y aún se veía profundamente afectada por las noticias que Kohaku le había dado unas horas atrás.

El primate más fuerte definitivamente debía tener alguna debilidad ante las niñas pequeñas, si es que no era un maldito psicópata.

-Me parece un plan bastante arriesgado usar a la niña como carnada. -Gen interrumpió los pensamientos del científico al mismo tiempo en que estaba evaluando esa opción seriamente.

-Suika es bastante capaz y participativa. No la juzgues antes de conocerla.

El mentalista sonrió forzadamente.

-Si algo llega a pasarle será solamente culpa tuya.

-Lo sé. -Senkuu miró desinteresadamente a su interlocutor. -Kohaku me colgará.

-Bueno… siguiendo con la conversación; Hyoga es un gran problema.

-¿Aún no ha traicionado a Tsukasa?

-No le conviene aún. Sin embargo, cuando te vea, probablemente querrá raptarte en lugar de asesinarte. -el mentalista ladeó su rostro, pensativo. -¿Crees que Kohaku-chan pueda hacerle frente?

-¿Por qué no me preguntas a mí? -la leona apareció frente a ellos sin que pudiesen notarla antes. -Senkuu me contó que Hyoga mide más de un metro y ochenta centímetros y usa una lanza como si fuese una extensión de su mano. Como soy más pequeña podría evadir sus golpes y atacarlo de lejos con los dardos.

-El problema es que, si te metes con Hyoga, te metes con Homura. -Gen acotó.

-No si la mantenemos ocupada. -Senkuu comentó. -Yo me encargaré de eso.

-¿Cómo? -Kohaku lo miró, con un tinte de preocupación en su mirada.

-Oye, puedo defenderme solo, leona. Tú misma me enseñaste. Además, Homura no puede matarme si está al mando de Hyoga.

-Ja. Primero, no soy una leona. Y segundo, más te vale salir vivo de esta. -Kohaku le dijo, medio en broma y medio en serio.

Además, si el científico podía ayudarle en algo a la guerrera en una complicada situación como esta, lo haría. Por lo que había escuchado de él, Hyoga no dudaría en matarla si fuese necesario, y menos si llegaba a comprender que, sin Kohaku, Senkuu probablemente se rendiría.

Sí. Había llegado a ese punto de obsesión. A pesar de que jamás pensó que sería un tipo tan intenso.

-Homura probablemente llegue antes que los demás. Es posiblemente la única junto con Hyoga que no está aliada con nosotros y sabe de nuestros movimientos.

Senkuu asintió lentamente.


Conversaron planes y estrategias entre todos por lo que quedaba de tiempo antes de que llegara el Imperio de Tsukasa y Mozu, quién sabe con cuántos más. Tal como lo habían conversado, Kohaku pelearía contra Hyoga y Senkuu contra Homura. Suika, quien parecía estar recobrando las fuerzas, se ofreció voluntariamente a participar en el equipo de distracción de Tsukasa, junto con Gen y Ryusui, ante lo que la leona solamente la observó algo alterada. Por último, Nikki -su otra aliada principal- y Ukyo se encargarían de Mozu, sabiendo ya sus tácticas de pelea explicadas por Kohaku. Cada uno de ellos contaba con una pistola con un calmante, por lo que tendrían que usarla sabiamente.

Si bien los enemigos los superaban en número, Senkuu prefería mantener sus esperanzas en la ciencia de los sedantes y armas para distraer intactas, o al menos durante la primera etapa del enfrentamiento. Confiaba también en que podrían -quizás- llegar a un acuerdo mencionando al posible enemigo en común de ambos y la necesidad de una alianza fuerte, tanto para descifrar qué era lo que tramaba y cómo poder atacarlo. Después de todo, eran las vidas de ellos mismos las que corrían peligro.

Con eso en mente se quedó frente a la pantalla del monitor mientras los demás aprovechaban de descansar, observando si había movimientos extraños a la vez que intentaba distraer su mente dibujando planos de naves espaciales en una hoja de papel, como solía hacer desde pequeño.

-Deberías descansar un poco. -una voz familiar se escuchó tras él.

-Eso es un consejo extraño proviniendo de alguien que está despierta. -Senkuu dio la media vuelta para mirar a Kohaku, que tenía su pistola amarrada a su cinturón junto con sus cuchillas y un arco colgando de la espalda. -Aún no ha llegado nadie, o al menos nadie que sepa burlar las cámaras de seguridad. Deberías dormir.

-¿Estarás bien, Senkuu? -la leona ladeó la cabeza y entrecerró sus ojos. -Puedo encargarme de Homura y Hyoga, y así no te pones en peligro.

-No. ¿Qué te hace creer que soy más importante que los demás? -Senkuu replicó, algo molesto. No le gustaba cuando Kohaku ponía su vida en juego sin ninguna razón plausible.

-Para mí… para mí eres importante. Te necesito. -la guerrera afirmó su posición, mostrándose segura, y el científico creyó que estaba imaginando esta conversación.

Eran las mismas palabras que él le había dicho en su desesperación unas horas atrás.

Senkuu se colocó de pie lentamente, dando lentos e inseguros pasos hacia ella.

-Aun así, si puedo ahorrarte un problema, lo haré. -murmuró cuando ya estuvieron lo suficientemente cerca. -No sé lo que piensas, pero si crees que esto es solamente un acto estúpido, ya lo decidí. No soporto la idea de que algo pueda pasarte.

El científico sintió sus dedos temblar cuando llevó una mano hacia el rostro de Kohaku para correr un mechón de cabello que llevaba tiempo nublándole la vista y colocárselo tras la oreja. Y en lugar de mostrarse incómoda, la leona ladeó su cabeza para que pudiese descansar en la mano de él.

-Senkuu, antes de todo esto quisiera…

-Después.

-¿Qué?

-Dime lo que me vas a decir después. Porque vamos a vivir.

-La primera vez que pensé en "después" se acabó el mundo. -Kohaku apretó los labios, enfrentando su mirada, pero con los ojos llorosos.

-El mundo no se ha acabado, leona. Mientras estemos nosotros, no se va a acabar.

-Hablas como si no tuviésemos muy pocas probabilidades de ganar.

Senkuu intentó mantener sus esperanzas a flote, pero era difícil cuando su amiga lo miraba de esa manera. Sabía que había vivido muchísimas cosas, y ya estaba lejos de ser la misma persona optimista de siempre.

Sin darle muchas vueltas, el científico la abrazó, y sintió como un gran peso se levantaba de encima de él una vez que ella descansó su cuerpo junto al de él.

-Vamos a descansar. -propuso Kohaku, susurrando sobre el hombro de Senkuu, antes de tomarlo de la muñeca y guiarlo hacia el sillón de la pequeña sala de estar, que era lo único que se encontraba desocupado a estas horas.

De todos los lugares donde el científico esperó pasar las últimas horas antes de la inminente guerra, definitivamente no había previsto encontrarse recostado en un pequeño sofá con Kohaku apoyando la cabeza sobre su pecho, respirando apaciblemente hasta lograr que su mente descansara, al menos por algunas horas.


Tal como lo previsto, la primera en aparecer en las cámaras de seguridad fue Homura, quien cargaba solamente con un pequeño comunicador. A Senkuu le habían contado que la gimnasta solo usaba su cuerpo como arma, lo que le aseguraría la victoria si es que su puntería no fallaba y era lo suficientemente rápido como para dispararle y dormirla.

Tan pronto como Francois anunció su llegada todos los que estaban en el búnker se despertaron y comenzaron a preparar sus armamentos. Senkuu colgó un comunicador a su cinturón, su pistola de dardos, una bomba de sonido y otra de humo, además de colgarse un escudo en la espalda, junto con su arco y flechas, sin poder evitar temblar con la anticipación.

Era cierto que podían estar yendo hacia su propia muerte y todos los años en que se preparó para enfrentar esta crisis se perderían en unos instantes, pero también era posible que todo resultara mucho mejor que lo esperado. De lo que Senkuu estaba seguro era que no saldrían indiferentes de esto.

El segundo en llegar fue Hyoga, y tan pronto como Francois anunció la noticia, Kohaku le brindó al científico una mirada cómplice antes de avanzar hacia la salida del búnker. Ambos eran a quienes buscaban con más obstinación, por lo que habían planeado salir antes como medida para no agotar a sus compañeros antes de tiempo. Fue una buena coincidencia que justo llegara el par a quien debían atacar.

Tan pronto como ambos jóvenes salieron a la superficie, la rubia lanzó una bomba de sonido con una ballesta en dirección sur, esperando así confundir a los enemigos cercanos, lejanos, y a los monstruos que pudieran estar rondando, mientras avanzaban rápidamente dentro del bosque a donde habían avistado al lancero y la gimnasta, zigzagueando entre los árboles.

Cerca de los diez pasos de avanzada, Senkuu escuchó a alguien caer desde los árboles y no tuvo el tiempo suficiente de reaccionar hasta que un peso le cayó encima y lo botó boca abajo al suelo.

-Esto fue más fácil de lo que pensé. -una voz femenina comentó en su periferia; la misma que le puso un pie en la nuca.

-¡Suéltalo! -la voz de Kohaku la secundó a lo lejos, y seguida de un sonoro blandir de una lanza.

Senkuu estaba a punto de gritarle que estaba bien cuando el pie le incrustó el rostro a tierra, y se odió a si mismo por tener que depender nuevamente de la fuerza de la leona.

Por ahora, al menos.