Hola queridos y queridas lectores/as! Primero, quería darles las gracias por seguir leyéndome. Tuve una crisis de ansiedad y creatividad hace poco y me costó mucho escribir este capítulo, pero quise hacerlo más largo que los anteriores. Espero que lo disfruten!

-reddpapaver97 (Amapola)


Desde que su hermana, Mirai, enfermó, Tsukasa había vivido su vida como si se tratase de una simple precuela que terminaría en el momento en que ella despertase de su coma, en el que estuvo más de seis años.

Por eso, todo el entrenamiento, las peleas y los contactos que hizo durante su adolescencia, antes de que los monstruos llegaran, no eran nada más que medios para conseguir su único fin: ser el hermano mayor de Mirai.

Después de todo, ella era lo único que tenía.

Era, porque hacía años que ya no estaba en este mundo.

Ahora, todo lo que había hecho desde aquel día en que supo de su muerte fue para vengar la inexistencia del futuro que ya había construido, detalladamente, en su imaginación.

No eran los monstruos los que la habían matado. No: su naturaleza se los dictaba. Quienes habían asesinado a Mirai fueron todos quienes les hicieron difícil, sino imposible, su rehabilitación.

Eran los políticos, los médicos, el Estado; era toda la sociedad actual, con sus innumerables trabas para que las personas pobres pudiesen vivir sin tener que sacrificar sus propias vidas o vender su dignidad.

Tsukasa detestaba la embelesada mirada de todos sus admiradores del boxeo, que se deleitaban con ver a un tipo semidesnudo partirle la cara al otro de un solo golpe.

Cuando se enteró de lo de su hermana, la crisis de los monstruos ya no le parecía tan terrible: esas criaturas no discriminaban entre sus presas: un hombre millonario para ellos valía lo mismo que una pobre niña en coma. Eran estos el resultado de un sistema terrible y destinado al fracaso, y Tsukasa podría aprovechar esto para crear, por su cuenta, una nueva humanidad donde quienes sobrevivieran fueran los más jóvenes, los más fuertes, los más inteligentes, y las mejores personas.

Si no podía darle un buen futuro a Mirai, al menos podría crearlo para las generaciones del porvenir.

En la mente de hombre joven de Tsukasa, parecía el plan perfecto. Jamás llegó a imaginar lo descabellado que era hasta que conoció a Ishigami Senkuu. Un tipo delgado, sin una pizca de músculo y de cabello extravagante que no podía ni defenderse solo; y que había rechazado abiertamente su oferta de paz para decretar que salvaría a todo lo que quedaba de humanidad, sin discriminar, sintetizando él mismo vacunas para todos.

Jamás alguien le había llevado la contra de esa manera. Incluso sus subordinados se espantaron por la decidida aura de Senkuu.

Pero ¿qué sabía él de política? ¿Cómo le aseguraría que el mundo no volvería a ser la mierda que era antes?

¿Acaso podría devolverle a su hermana de esa manera?

Un hombre como Ishigami Senkuu no debía ni podía existir si es que quería un mundo como el que merecía Mirai, y debía destruirlo lo antes posible.

Poco esperaba en el momento en que escapó de sus garras que el científico sobreviviría y continuaría con la labor que se propuso. Menos que se hiciera de distintos y fuertes aliados, incluso los que solían ser sus amigos.

Tsukasa supo que Ukyo lo traicionaría tan pronto vio la consternada expresión en su rostro cuando volvió del hospital de Aiiku con las manos vacías; era consciente de que la menor sospecha que podría tener con respecto a sus intenciones significaría perderlo como aliado. Pero aun así lo dejó pasar. Y aun así lo dejó vivir cuando volvió al refugio, maltrecho y guiado por Hyoga, luego de ayudar a Ishigami Senkuu a escapar.

Después de todo, era su amigo. Y de los primeros, además.

Lo que no previó el primate más fuerte fue que Gen, quien estaba con él desde un principio, se uniera al albino. Así tampoco Nikki. Se llegó a enterar de eso cuando llegaron a las cercanías del refugio del multimillonario Nanami Ryusui. Hyoga se lo había comentado unos minutos antes de ir al ataque del científico, cuando sus amigos dejaron de usar el comunicador.

¿Por cuánto tiempo le había ocultado el lancero algo así?

¿Cuántas traiciones más debía sufrir para finalmente lograr su cometido?

Tsukasa meditó en silencio unos momentos antes de que Ryo -uno de los hombres que acompañaba a Nikki- reapareció entre los árboles con una pierna completamente herida.

"Hubo una revuelta contra Mozu. Ahora nos enfrentamos a Ukyo, Nikki y los de la colonia" fue lo primero que habló, sin que Tsukasa si quiera tuviera que preguntar.

"¿Dónde están Senkuu y Kohaku?"

"N-no es seguro, pero un niño dijo que vio a la chica pelear con Hyoga hacia el lado del lago. La colonia ha ido en su búsqueda."

"Gracias, Ryo." Tsukasa se inclinó hacia su aliado, ayudándolo a caminar y sentándolo en la roca más cercana. "Has hecho un gran trabajo. Puedes descansar."

Habría sido una buena idea dejar al hombre herido atrás, o terminar con su vida de un golpe, pero eso era algo que Tsukasa jamás haría. No importaba cuán inútil pudiera serle ahora, con su pierna casi muerta por tanta pérdida de sangre, él mismo se daría el tiempo de amarrarla con una venda para detener el sangrado.

Si era tan bueno, ¿cómo podrían traicionarlo así? ¿No era el líder perfecto?

Tsukasa planeó en silencio su nuevo plan antes de hablarle a sus tropas.

-Tropa tres. Vayan a prestarle ayuda a Mozu y eliminen a Ukyo y Nikki. -ordenó firmemente, provocando que sus aliados -aunque estupefactos por la orden- se moviesen tan pronto pronunció sus palabras.

-Tropa dos, hagan una expedición para buscar y acabar con a Asagiri Gen y quien lo acompañe.

Tsukasa esperó a que el grupo tomase sus armas y se dispusiera a partir.

-Tropa uno, adelántense y busquen a Senkuu, Kohaku y su colonia. -el líder finalmente ordenó, observando con orgullo cómo sus aliados no dudaron en obedecerle ni un segundo. -Enfréntenlos si es necesario, yo volveré en menos de lo que esperan.


Tsukasa demoró veinte minutos en llegar a las orillas del inmenso mar que rodeaba Japón, donde se encontraban las criaturas más desconocidas y -por lo tanto- más peligrosas del nuevo mundo. Sinceramente, temía encontrarse en la situación en la que estaba, teniendo que sacrificar -probablemente- las vidas de distintos compañeros con eso.

Llevaba casi un año entrenando a lo que podría definir como un gran cangrejo, que mantenía encadenado dentro de una cueva. Se suponía que él era el único que sabía de esto, y era probable que -aunque lo supieran los demás- no pudiesen contra su movida maestra. Hoy lo sacaría, se subiría en él y destruiría todo lo que Ishigami Senkuu quería construir.

-Por fin llegas, Tsukasa.

Tsukasa volteó inmediatamente al origen de la reconocida voz, que pertenecía a un viejo amigo, que consideraba ya como su contrincante. No supo cómo pudo acercarse a él tan sigilosamente como para que el castaño no se percatase antes de su presencia.

-Gen. -lo saludó, seriamente. -Pensé que estabas con Senkuu.

-¿Tan mal piensas de mí? Apenas conozco a ese tipo.

Tsukasa asintió lentamente, llevándose una mano a la barbilla.

-¿Qué quieres? -preguntó sin preámbulos, sabiendo lo experto que era el tipo en hacerle saber sus intenciones sin decírselas explícitamente. -Se me hace difícil creerte, luego de actuar como soplón.

-Puedo asegurarte de que solo Ukyo sabe de esto, y ahora mismo se encuentra inconsciente. -Asagiri adelantó, con una sonrisa impresa en su rostro. -Vengo a ser tu fiel espía.

Tsukasa alzó las cejas, analizando la situación por la manera en que Gen estaba gesticulando.

-¿Qué pides a cambio?

-Vaya, has aprendido a negociar, viejo amigo. -Gen dio unos pasos para estar más cerca de él. -Quiero que me lleves a La Montaña.

-¿Y si no existe?

-Tengo fe. -Gen replicó inmediatamente.

-De acuerdo. -Tsukasa lo miró a los ojos, aún inseguro de la sinceridad del mentalista.

-Es un trato. -sonrió. -La debilidad de Ishigami Senkuu es Kohaku.

Tsukasa abrió los ojos con genuina sorpresa. El científico no parecía del tipo de hombre que flaquearía ante cosas como esa. Sus ideales eran demasiado fuertes en él, así como en el caso propio. Si Gen decía la verdad, le estaría dando información crucial.

-Y Nanami Ryusui se ha quedado en el refugio, protegiendo sus pertenencias. -agregó Gen.

¿Podría confiar en él?

El ex boxeador observó al mentalista, quien mostraba una expresión seria desde que comenzó a compartirle la información. Era consciente de que Gen podía mentir descaradamente sin ninguna consecuencia, pero este era el caso ¿por qué le contaría sobre la debilidad de Ishigami Senkuu? Parecía bastante posible, y lo más probable era que ahora mismo estuviesen juntos. Por otro lado, conociendo la fortuna de Nanami Ryusui y los hábitos de la gente como él, también era probable que lo que dijo Asagiri de él fuese verdad.

-Voy a soltar a la bestia, Gen. -Tsukasa concluyó, mirando de reojo al mentalista para observar algún cambio en su expresión.

Nada.

Asagiri Gen se mantuvo completamente indiferente.


Nanami Ryusui entendió la personalidad de Asagiri Gen luego de unas horas de conocerlo. Si bien parecía un tipo en el que no se podría confiar, debido a sus múltiples habilidades como mentalista, en realidad tenía un corazón mucho más noble de lo que aparentaba.

O, al menos, haría todo dentro de sus posibilidades para mantener a sus amigos a salvo -priorizándose, a la vez, a sí mismo.

Y, al parecer, Gen también fue capaz de entender a Ryusui en un corto período de tiempo, después del cual comenzaron a planear a escondidas de los demás un plan para frenar a Tsukasa, sin tener que usar la fuerza bruta.

Tan pronto como Senkuu y Kohaku dejaron el refugio, Ryusui, Suika y Gen emprendieron un sigiloso camino por lo alto de los árboles por la parte central de todo el bosque, en el que el rubio confirmó un hecho muy importante del que le había advertido el mentalista, luego de que este continuase su camino hacia la orilla del mar:

No había ningún monstruo, lo que significaba -de acuerdo con lo que Senkuu había podido investigar- que un inminente e inevitable peligro se acercaba.

Y no: no necesariamente era por la guerra o el monstruo que Tsukasa había traído consigo, sino que podría tratarse de algo mucho más grande. Algo importante estaba pasando alrededor de Ishigami Senkuu y tenía que ver probablemente con el apocalipsis y la trágica muerte de Byakuya y su equipo.

El fuerte rugido -si es que así podía llamarlo- frenaron a Ryusui y a Suika a la mitad de su camino. Ambos se miraron con seriedad antes de asentarse en el mismo lugar donde habían quedado.

Tsukasa y Gen deberían llegar pronto.

-No tengas miedo, Suika. Todo saldrá bien. -Ryusui intentó calmar a la niña cuando vio sus pequeñas y ásperas manos temblar.

Suika había pasado por tantas cosas, y a tan temprana edad, que ya era difícil de sorprender. Sin embargo, los monstruos aún llenaban sus pesadillas de vez en cuando, aunque hacía tiempo que no despertaba gritando en medio de la noche.

El plan era simple: Gen guiaría a Tsukasa hasta allí, con o sin la bestia que entrenaba, y Suika tendría que mostrarse a él con su arco y flecha, proclamando que defendería a Senkuu. Sin embargo, ahora que lo más probable era que llegase con el monstruo, era algo bastante arriesgado.

¿Podrían evadirlo? ¿Tsukasa realmente se detendría e impediría que el monstruo se acercase a Suika? Gen había dicho que eso era lo más probable.

De ahí en adelante, sin embargo, tendrían que negociar con él para que se rindiera. De eso se encargarían Gen y él.

-Solo quiero que todos estemos bien. No quiero que nadie más muera. -Suika musitó. Ryusui jamás la había escuchado hablar en primera persona, por lo que sus palabras adquirieron mucho más peso para él. -Ryusui-nee, gracias por cuidar de mí. Suika los quiere mucho a François y a ti.

El rubio sintió que sus ojos se colmaron de lágrimas, pero las reprimió, ojalá que exitosamente.

-¡Ja! ¡Si yo lo deseo, estaremos todos bien! -espetó, intentando animarla.

Sinceramente, Ryusui tenía miedo. Más que de Tsukasa; de lo que se les acercaba pronto. No sabía si podrían salir sanos y salvos de esta con total exactitud, y la ansiosa postura de Ishigami Senkuu antes de partir solamente profundizaba su consternación.

-François y Ryusui también quieren mucho a Suika. -el ex heredero comentó luego de unos segundos, temeroso de que, si no lo decía ahora, tal vez nunca más iba a tener la oportunidad.

Cuando la tierra comenzó a temblar debajo de ellos, removiendo los árboles en su camino, Ryusui y Suika se miraron por unos segundos antes de comenzar a descender del árbol, preparándose para lo que estaba por venir.


-¡Alto ahí, Tsukasa! ¡No dejaré que mates a Senkuu!

El castaño no dudó en presionar el botón de electrocución tan pronto como la voz de una niña resonó por el bosque. El crustáceo de tres metros de alto delante de él cayó rápidamente al suelo, haciendo a la tierra temblar. Era ya muy probable que todos estuviesen acercándose a él. Al menos, Senkuu y quienes lo acompañaban ya sabían dónde se localizaba su enemigo, y estaba haciéndose mucho más visible con cada árbol que la bestia derribó en su camino.

Por lo alto que se escuchó el grito, probablemente la niña estaba utilizando un potente megáfono. Gen, quien se encontraba alcanzando a duras penas a Tsukasa, simplemente se encogió de hombros cuando el castaño se volteó a verlo.

Pronto, una flecha voló precisamente por su lado izquierdo, asentándose en el gran árbol unos metros hacia esa dirección. Tsukasa observó atentamente la aparición de una niña de unos diez años, descalza y con las manos firmes en su arco, empuñando una afilada flecha dirigida a su cabeza.

¿Estaba imaginando cosas? La niña tenía un gran parecido a Mirai cuando tenía esa edad. Sin embargo, su hermana había pasado esos años de su vida durmiendo en una fría sala de hospital.

-Fuera de mi camino. -advirtió el hombre con severidad.

Si esto era una distracción, debía evitar a toda costa que le quitase tiempo antes de que el resto de sus enemigos le tendieran una emboscada.

-¡Suika no te dejará dar un paso más allá! -ahora, la niña rotó en su lugar para apuntar a la cabeza del monstruoso cangrejo, sin titubear.

El monstruo, por su puesto, se alteró, y cuando estuvo a punto de abalanzarse sobre Suika, de manera que sería imposible salvarla con la electrocución, Tsukasa corrió a socorrerla, alejándola exitosamente del peligro.

No por nada era conocido como el primate más fuerte.

La niña lo miró con profunda confusión y ni siquiera eso fue capaz de distraer a Tsukasa de su entorno, cuando detuvo con su mano izquierda un pequeño dardo dirigido a su cuello, a manos de nadie menos que Nanami Ryusui.

El castaño afianzó inmediatamente su agarre de la niña cuando sus sentidos se focalizaron en el rubio, que probablemente había estado mirándolo desde un principio.

-Debo felicitarte por engatusarme nuevamente, Asagiri Gen. -Tsukasa habló, acercándose lentamente hacia Ryusui, quien no daba un solo paso hacia atrás. -Y tú…

-¡Ja! ¡Un gusto! ¡Mi nombre es Nanami Ryusui! -el rubio se presentó con una sonrisa de oreja a oreja, haciendo a Tsukasa preguntarse de dónde venía tanta seguridad.

-¡Suéltame! ¡Y déjalo ir! -la niña atrapada entre su brazo izquierdo y torso se retorció, intentando a toda cosa escapar de allí.

Una sonrisa de completitud se formó en el rostro de Tsukasa antes de llevar sus manos al cuello de la impecable camisa del millonario y levantarlo con poco esfuerzo. Cargaba en sus espaldas las acciones de todos quienes asesinaron a Mirai, y la exagerada sonrisa con que lo miraba le causaba tanta rabia como ansiedad por terminar con su vida.

-Nadie puede ayudarte ahora. -Tsukasa trasladó su mano al cuello de Ryusui y vio, ahora sí, el verdadero terror en sus ojos.


Tan pronto como Tsukasa anunció su llegada, el bosque entero parecía un circo: el sonido de los árboles cayendo, la tierra retumbando, la gente gritando y los últimos monstruos abandonando definitivamente el lugar, parecían ser sacados de la peor pesadilla imaginable. Sin embargo, la mano de Kohaku sostenía firme la de Senkuu, mientras que su colonia se veía completamente decidida a continuar con la lucha. Después de todo, si algo sabían enfrentar con facilidad era a las bestias que reinaban la tierra.

-Todo saldrá bien. -Kohaku susurró como un mantra en su oído, antes de soltar su mano y caminar al frente de su antigua colonia para guiarla al origen de todo el caos.

Ni siquiera los árboles a punto de caer ni la tierra removiéndose en los pies de los y las guerreras fue capaz de quebrar la voluntad de los aliados de Kohaku en el camino. Habiendo dejado al cuidado de Haku a uno de ellos para que lo llevase al refugio, el miedo parecía cada vez más irrisorio. Ver a los aliados de Tsukasa correr despavoridos en la dirección contraria, en lugar de consternarlos, parecía llenarlos de energía.

Senkuu se mantuvo siempre al final del grupo, cubierto con una capa que ocultaba, a simple vista, su identidad.

Un súbito cese del movimiento le indicó al científico y los demás que Tsukasa había detenido sus pasos, tal como había planeado con Asagiri Gen en privado el día anterior. Eso provocó que la leona acelerara inmediatamente su paso, desapareciendo paulatinamente de la vista de todos, quienes la seguían como podían. Algunos de ellos intentaron mantenerse más cerca de ella, flanqueándola por ambos lados por si las cosas se complicaban cuando alcanzara a la bestia.

Todo iba a salir bien. Kohaku se lo había prometido, y Senkuu aún sentía el sabor de sus labios recordándole que ella era su hogar.

Se repitió lo mismo aún cuando llegó a ver el tamaño del monstruoso cangrejo frente al que Kohaku se encontraba de pie, y la dimensión de sus pinzas; mucho más poderosas que las extremidades de los insectos con los que anteriormente se habían encontrado. Por cómo lucía Kohaku: sus heridas abiertas manchando su camiseta y un perceptible cojeo de su pierna derecha, el monstruo ya había sobrevivido -completamente ileso- a su primer ataque.


Lo primero que Kohaku hizo cuando se encontró con el Monstruo encadenado frente a ella, fue lanzarle la primera piedra que encontró para que este voltease a enfrentarla.

La criatura de tres ojos parecía sacada de una pesadilla. Kohaku jamás se había acercado lo suficiente a la orilla del mar como para ver algo como esto, y ciertamente dudó de sus propias capacidades cuando se dio cuenta de que estaba recubierta por un fuerte caparazón rojizo.

Si bien su colonia no se encontraba tan lejos, no llegó en el momento en que el monstruo agitó una tenaza hacia ella y la hizo retroceder unos cuantos metros, hasta golpear su espalda con un árbol. La adrenalina no le permitió sentir el dolor de su herida en el abdomen, o el de su pie recientemente torcido.

"Todo estará bien" se repitió a sí misma, recordando la intensa mirada de Ishigami Senkuu en ella, deseando con todas sus fuerzas que ella viviera.

Y Kohaku viviría para cumplir su promesa.

El monstruo arremetió contra ella nuevamente, pero esta vez se encontraba lo suficientemente preparada como para evadirlo sin dañarse a ella misma. El animal solo podía moverse hacia los lados, por lo que había un rango en el que simplemente no la alcanzaría. Sin embargo, la coraza era tan fuerte que tampoco podía exterminarlo a distancia. Su único punto débil era el estómago.

Queriendo agilizar las cosas antes de que Tsukasa fuese capaz de intervenir o enfrentarse a ella, Kohaku corrió rápidamente hacia la criatura y se deslizó bajo ella, siendo inmovilizada inmediatamente por una de sus patas, enganchada en su pantalón y -probablemente- causante de una fea herida que tendría que ver luego de derrotarla.

Era increíble cómo el dolor no parecía ser un tema cuando estaba entre la vida o la muerte.

Kohaku se removió rápidamente, intentando sacar las cuchillas de su cinturón, entre su cuerpo y la tierra húmeda, sin ser capaz de levantar su parte trasera por la conmoción. Una simple pisada por parte del monstruo podría terminar con ella en esos instantes.

Mierda. Si este iba a ser su final, quería al menos ver el rostro de Senkuu una vez más. Quizás así podría salvarse.

El sonido eléctrico de la cadena atada a una pinza provocó que el cangrejo levantase su pata, liberando a Kohaku momentáneamente de su prisión. Su reacción inmediata fue sacar las cuchillas de su bolsillo y empuñarlas con fuerza.

Pero un grito interrumpió su accionar.

-¡Kohaku, los ojos!

No estaba segura de quién era la voz, pero la cazadora observó ahora atentamente los tres ojos del monstruo sobre ella, para percatarse, inmediatamente, que una profunda tristeza y desesperación los colmaban. Era algo que ella había aprendido por su cuenta en todos estos años: no todos los monstruos son asesinos sedientos de sangre; hay también otros que no hacen daño a los humanos. Este animal encadenado no quería nada más que ser libre.

Kohaku miró inmediatamente a sus cadenas, y sin pensarlo por más tiempo, lanzó sus cuchillas hacia ellas, esperando poder romperlas. Y si bien no lo logró ella, cuando todos los demás lanzaron sus flechas, la cazadora supo que todo estaría bien, tal como había prometido.


Tsukasa soltó a Ryusui y a Suika tan pronto como se percató de que había llegado más gente.

Sin embargo, la rapidez con que se desarrollaron los acontecimientos frente a sus ojos: una mujer rubia peleando sola con el monstruoso cangrejo y liberándolo en cosa de minutos, provocaron que el primate más fuerte tuviera que retroceder unos metros y planear una nueva estrategia, viéndose completamente rodeado por enemigos, que habían aparecido a cada lado donde miraba.

"La debilidad de Ishigami Senkuu es Kohaku"

Asagiri Gen solía engañar a la gente contándoles una verdad y una mentira, o al menos eso era lo que Tsukasa había logrado conocer sobre él. Sin embargo, la falsa desesperación del mentalista y su diabólica sonrisa podrían siempre significar otra cosa. La mujer rubia, sentada, malherida y desarmada en el suelo a unos metros de él, que era probablemente Kohaku, se veía como un objetivo fácil de tomar y amenazar, frente a todos los presentes.

¿Pero dónde estaba Ishigami Senkuu? ¿Acaso siquiera estaba ahí?

-¡Suika! -exclamó la rubia, mirando tras él.

Tsukasa nuevamente alzó a la niña en sus brazos, provocando una furiosa reacción de la ensangrentada guerrera, que no dudó en correr, como pudo, a atacarlo. Y el hombre no desaprovechó la oportunidad para atraparla, tropezándola y colocándola de espaldas a él una vez que dejó caer a la niña, bloqueando cualquier posterior movimiento de la rubia con una navaja pegada a su cuello.

-¡Kohaku-nee! -gritó la niña tras él.

-¡Bastardo! -un tipo rubio, de la mitad de su tamaño, corrió hacia él, pero se detuvo en seco cuando Tsukasa rozó el cuello de Kohaku con la navaja, sacando sangre.

-Estás rodeado. No importa lo que hagas conmigo. -la rubia siseó.

Tsukasa decidió ignorarla.

-¡Si eres un hombre de principios, no sacrificarías la vida de tu aliada por la vacuna! -exclamó el castaño, buscando con la mirada la cabellera verdosa de Ishigami Senkuu.

-¡Lamentablemente, soy un hombre de ciencia!

Tsukasa escuchó a Kohaku quejarse, antes de que el dueño de la voz se manifestó ante él, quitándose la capa que cubría su cabeza.

Ishigami Senkuu se veía mayor y más fuerte que la última vez que lo vio. Mantenía, a pesar de las circunstancias, una expresión relajada y una sonrisa ladina. Ni siquiera su voz o sus manos temblaban; así tampoco Kohaku, que se mantenía completamente compuesta aún con una navaja a milímetros de su cuello.

-Solo déjame decirte algo, Tsukasa.

-Sabes bien que no hay nada que pueda hacerme cambiar de opinión. Tendrás que matarme si quieres detenerme.

Tsukasa observó a Senkuu desarmarse discretamente cuando volvió a rozar el cuello de Kohaku, y esta se quejó.

-¿Ni siquiera si involucra a Mirai?

¿Cómo sabía Senkuu el nombre de su difunta hermana? ¿Y qué podría saber él de ella? ¿Qué podría hacer al respecto si ya estaba muerta?

-No me sirven mentiras. -Tsukasa replicó, serio.

-Es posible que tu hermana esté en La Montaña. -Senkuu habló, a pesar de la negativa de Tsukasa.

-Es ridículo.

-No lo es. Encontré registros militares que dicen que evacuaron a todos los niños de los Hospitales hacia allá.

Tsukasa tragó saliva audiblemente.

-¿Y qué tiene que ver eso con tu estúpido plan?

-Mi vacuna no solo es efectiva contra los monstruos. Si investigo más, esta puede mejorar las capacidades humanas a un diez billones por ciento. Si dejas ir a Kohaku, y terminas con tu guerra, haré lo posible para despertarla de su estado.

Tsukasa evaluó la expresión de Senkuu una vez más antes de soltar la navaja de sus manos, que cayó entre los pies de Kohaku.

¿Cuál era el punto de esta estúpida guerra si lo que el peliverde decía era cierto? Y si no lo era, ¿qué sentido tenía amenazar con la vida de tantos jóvenes con fuertes principios y excelentes habilidades que tenían fe en el futuro? Tanto Senkuu como Kohaku querían proteger a los demás a toda costa, al punto de sacrificar sus propias vidas por los demás.

Tsukasa, por su parte, estaba siendo profundamente egoísta.

Kohaku cayó de rodillas al suelo, y Senkuu corrió inmediatamente a socorrerla. Pronto, se les unió Suika y Ryusui.

Tsukasa miró la escena silenciosamente, antes de tomar su comunicador.

Sin embargo, antes de que pudiese emitir alguna palabra, el aparato sonó con una nueva transmisión.

"Transmisión del refugio de La Montaña.

A todos quienes se encuentran a las cercanías del Lago Miyagase, correr lo antes posible a sus refugios. Un objeto no identificado se dirige hacia allá desde arriba.

Cambio y fuera"