-Esto es lo que haremos. -Asagiri Gen se posicionó al medio del campo de batalla tras la fatídica transmisión de La Montaña. -Senkuu, Kohaku y Tsukasa irán a buscar a Hyoga y a Homura. Ryusui y yo iremos a buscar a los que están con Ukyo y Nikki. Los demás, corran de inmediato al refugio Nanami; Suika los guiará. No olviden cuidar de los niños y los heridos. La idea es que nadie más muera hoy.

Kohaku miró fugazmente a Senkuu y luego a Tsukasa antes de asentir, decididamente. El castaño no había tenido el tiempo suficiente para tomar una decisión cuando la transmisión los interrumpió, pero por el momento era la única opción viable que podría ayudarlos a llegar al refugio a tiempo, luego de ir a buscar a Hyoga y a Homura. Tan solo podía tener esperanzas en que no los abandonaría a medio camino o decidiera unirse nuevamente con el lancero y la gimnasta para acabar con la vida de Senkuu y ella.

El científico se puso de pie junto a la guerrera cuando Tsukasa le tendió la mano, a modo de disculpa. Hacía solo unos minutos había tenido una navaja rozándole el cuello sin temblar, pero no había tiempo para pensarlo dos veces antes de aceptar la ayuda y subirse a la espalda del primate más fuerte de la secundaria.

-Después hablaremos. Ahora debemos salvar nuestras vidas. -fue lo único que dijo el castaño cuando se abrió camino entre la multitud, con Ishigami Senkuu tras ellos.

Aun con la adrenalina a tope, Kohaku se sentía tremendamente agotada. La guerra había durado un poco menos de un día, juzgando por cómo ya estaba comenzando a caer la noche, y le había dejado heridas considerables. Hacía un tiempo que no vivía tanta acción, y agradecía que hubiesen pocas pérdidas, sino ninguna.

-Mantente despierta. -la guerrera escuchó la firme voz de Senkuu despertarla del sopor en el que había entrado, aún cuando llevaban corriendo más de lo que ella pensaba que él podría.

Pero mirándolo bien, Senkuu también se veía agotado, y tenía algunos cortes en su rostro y brazos.

-Tsukasa, ¿puedes cargar a Senkuu? Yo correré -Kohaku preguntó, en un murmullo, al castaño, esperando que el peliverde no escuchase su conversación.

Aún con todo su cansancio, la rubia sabía que podía correr más rápido que el científico en cualquier momento. Además, tenía aún sus armas amarradas a la cadera en caso de que cualquier Monstruo o inconveniente se les presentase.

De ellos, era ciertamente la mejor cazadora de Monstruos.

-¿Estás segura de que estás en las condiciones?

Kohaku jamás había intercambiado palabras con Tsukasa, y pensaba que era prácticamente un asesino. No esperó que se preocupase por algo así en un momento como este.

-Sí. Mis órganos están bien. Puedo aguantar hasta llegar allá.

Tsukasa se detuvo prudentemente y dejó a Kohaku en el suelo. Ambos esperaron entonces a Senkuu para que los alcanzara.

El científico tenía todo el rostro sudado y jadeaba fuertemente. Si este fuese un momento menos serio, Kohaku estaría burlándose de él.

-¿Qué… pasó?

-Intercambiaremos lugares. Ya vamos a mitad de camino.

Senkuu cruzó los brazos y frunció el cejo.

-Estás herida.

-No es momento para preocuparse por eso. Soy más rápida que tú. Súbete a la espalda de Tsukasa.

Debía admitir que la situación era bastante ridícula. Incluso el castaño pareció estar al borde de reír cuando Senkuu se quejó como viejo cascarrabias y se colgó de su espalda.

Kohaku tuvo que morderse los labios para no quejarse cuando comenzó a correr al ritmo de Tsukasa. Sentía un dolor punzante en el abdomen y su tobillo probablemente estaba hinchado y morado, y sabía que probablemente solo podía seguirle el paso a Tsukasa por toda la adrenalina que estaba secretando. Agudizando sus sentidos, podía percibir que no había monstruos en el camino, o incluso a varios metros de ellos. Al parecer, estaban naturalmente alertados de que algo se avecinaba hacia la Tierra.

Tsukasa se detuvo abruptamente antes de llegar a donde habían dejado a Hyoga y Homura, bajando a Senkuu de su espalda para detener, con su propia mano, una piedra que se dirigía perfectamente hacia la cabeza de Kohaku, quien cayó sentada en el suelo por puro agotamiento.

Ya no tenía fuerzas para pelear. Si el lancero y la gimnasta no los ayudaban ahora… estaría realmente perdida.

-Leona… ¿estás…?. -Senkuu dio un paso hacia ella, pero fue detenido por la mano de Tsukasa bloqueándole el paso.

-¡Hyoga, Homura! Todos moriremos si no vamos al refugio ahora.

Los interpelados aparecieron cada uno tras un árbol, mirando agudamente al particular equipo que acababan de formar.

-De ahora en adelante, Senkuu y Kohaku son mis aliados. Y los protegeré con mi vida. -Tsukasa continuó.

La rubia se sintió profundamente pasmada por las palabras de su anterior enemigo.

-Me pregunto qué habrá hecho cambiar la opinión del primate más fuerte. -Hyoga comentó, caminando hacia ellos con su lanza, bastante maltrecha, hacia ellos. El efecto del paralizante parecía estar afectándolo aún, aunque Homura parecía apenas estar en pie. -Muy bien. Aceptaré tu tregua si los tres se arrodillan ante mí.

Kohaku rodó los ojos, conociendo lo excéntrico que podía llegar a ser ese hombre y, al mismo tiempo que Tsukasa y Senkuu, se arrodilló como pudo en la tierra mojada, callando un chillido de dolor cuando rozó su pie torcido con una piedra escondida entre las hojas. No era la hora de hacer demandas. Si bien no estaban en una desventaja considerable, quedaba poco tiempo para que el meteorito impactara en la tierra. Incluso podía verse cómo todo comenzaba a oscurecerse más rápido de lo habitual.

-Por favor, Hyoga, hagamos una tregua.

-Solo si me dejas llevar a la cazadora conmigo. -propuso el peliblanco, alertando a Kohaku y a Senkuu.

-Ni hablar… -el científico musitó.

-Déjalo. Te aseguro que no le hará nada. -Tsukasa interrumpió, mirando a Kohaku fugazmente para interpretar su emoción.

Tenía sentido. Después de todo, ella era quien lo había dejado fuera de batalla unas horas atrás.

-De acuerdo. -Kohaku se puso de pie dificultosamente, y se deshizo de las armas que aún tenía amarradas a ella.

Sintió la mirada de Senkuu y la de Homura en su nuca cuando el lancero ató sus manos tras la espalda antes de cargarla en su hombro, como si se tratase de un trofeo. Se sentía profundamente avergonzada por la situación, pero, de nuevo, ahora no era el momento para protestar.

Había que sobrevivir.

Kohaku le dio una última mirada a Senkuu antes de que Tsukasa comenzara a tomar la delantera, sabiendo de antemano a dónde se dirigían, con Homura corriendo a cuestas al lado de ellos, vigilando furtivamente a la cazadora.

-Esta tregua solo te durará por ahora -Hyoga murmuró de un momento a otro al oído de Kohaku, con tono que congeló a la cazadora de pies a cabeza.

No se sentía ni mentalmente capaz de pensar en enfrentar nuevamente a ese hombre.


-Amo Ryusui. Señor Gen. -François murmuró emotivamente al ver a ambos jóvenes aparecer entre los árboles, habiendo esperado por horas que alguien llegase a socorrerla.

Se encontraban incomunicados hacía más de una hora y el arquero, el señor Ukyo, se encontraba en graves condiciones. Era probable que solo estuviese vivo porque Francois había llegado a socorrerlo en su momento más crítico.

A esas alturas, la dama Nikki ya había logrado derribar al hombre llamado Magma, amarrándolo a un árbol, y Kirisame se encontraba recobrando la respiración con la intensa pelea que había tenido con su hermano, Mozu. Ambas habían logrado dormir a los enemigos cuando el señor Ryusui llegó.

Fue Asagiri Gen el primero en correr hacia Ukyo, ejerciendo presión inmediatamente en su abdomen para reemplazar la pequeña mano de François, ya teñida por el sangrado.

-Necesitamos ir al refugio. Todos. Un meteorito viene directo hacia nosotros. -informó Ryusui, observando a sus alrededores a todos quienes se encontraban heridos o dormidos.

Era realmente un desastre, pensó el heredero de la familia Nanami. Ninguna de las otras unidades había terminado tan mal, y no sabía cómo podría llevarlos a todos a un lugar seguro sin un vehículo lo suficientemente grande. Los presentes en mejores condiciones no tenían la condición física necesaria como para encargarse del trabajo.

-François. -Ryusui volteó hacia su mayordomo y amiga personal. -Corre al refugio. Yo intentaré contactar a La Montaña.

El rubio sabía que las posibilidades de salir de algo así eran realmente pequeñas en ese estado, pero si podía salvar al menos a François; la persona a la que más apreciaba, y a unos cuantos más, podría al menos morir tranquilo.

-Todos quienes puedan moverse por sí mismos, sigan a François. -agregó Ryusui, provocando que los presentes volteasen sus cabezas en sorpresa.

A esas alturas, solo eran -asumiendo por las trenzas- Nikki, Gen, una linda chica de cabello negro y François, sus interlocutores.

-Yo me quedaré aquí. -inesperadamente, el mentalista anunció.

Y si bien François y Nikki parecieron querer protestar, ambas asintieron con la cabeza y emprendieron, junto con la pelinegra, su camino de vuelta al refugio.

Era incierto en qué momento fuese a caer el meteorito, pero el aire se sentía algo caliente y denso. Ryusui tomó su comunicador inmediatamente y habló.

-Mi nombre es Nanami Ryusui, comunicándose con La Montaña. Necesitamos ayuda para transportar gente. Nos encontramos al noreste del lago Miyagase, a unos cien metros aproximadamente. Cambio.

Solo pasaron unos segundos cuando el comunicador sonó por si solo, alertando al mentalista y al millonario.

"Aquí habla Ishigami Senkuu, junto con Shishio Tsukasa. Ryusui, ¿cuántos heridos hay allá? Estamos a orillas del lago, por el sudoeste. Cambio."

El rubio rio maniáticamente. No podía por ningún motivo retrasar al líder del Reino de la Ciencia cuando se encontraba también corriendo hacia allá por su vida. No lo conocía lo suficiente como para saber que no pondría en peligro la vida del único tipo capaz de salvar a la humanidad.

-Estimado líder, espero que confíes en mi criterio. Ahora me interesa encontrar ayuda de La Montaña. Cambio y fuera. -Ryusui replicó inmediatamente.

-¿En serio esperas que vengan a salvarnos aquí, esa gente que ni conocemos? -Gen protestó, con la voz algo temblorosa. -Tsukasa no dejará que Ukyo muera aquí.

-Si vienen hacia acá, no podrán llevar a toda esta gente a salvo. Y probablemente mueran ellos también.

-¿Arriesgarás nuestras vidas por esta gente también?

-Así lo haría Senkuu. Y como su amigo, confío en que es la mejor decisión ahora. Existe una pequeña probabilidad de que salgamos de esta, y vamos a seguir con ese plan. -Ryusui dictaminó. -Eres libre de irte si quieres, Asagiri.

El mentalista esbozó una triste sonrisa.

-Ja. Tsukasa jamás me perdonará haber abandonado a su mejor arquero.


Ishigami Senkuu se quejó en voz alta cuando Nanami Ryusui se negó a recibir ayuda, aunque estuviese evidentemente en peligro. Aún no habían tenido el tiempo de determinar si La Montaña realmente existía y si era seguro llegar allá sin ninguna comunicación previa, y lo que estaba haciendo era demasiado arriesgado.

-Sobrevivirán. -Tsukasa comentó. -Estoy seguro.

El castaño hablaba de manera tan seria que lo hacía parecer como una verdadera predicción, y si Senkuu no fuese tan escéptico, esas palabras lo habrían cambiado. Sin embargo, había perdido vista de todos, incluida Kohaku, y tener más de una cosa fuera de control era una carga lo suficientemente pesada.

Una vez que llegaron a la puerta del refugio pudo identificar a los miembros de la colonia de la leona en la entrada, entrando de a uno en el subterráneo.

-¿Dónde está Kohaku-nee? -la pequeña Suika fue la primera en hablarle cuando Senkuu se bajó de la espalda de Tsukasa, quien miró al horizonte intentando identificar al grupo que se les había quedado detrás.

-Debería llegar en unos minutos. -el científico le aseguró, mirando a la misma dirección del primate más fuerte, solo para enterarse de que no había nadie acercándose por la orilla del lago.

-¿Y Ryusui-nii? ¿Y François? -la niña insistió, jalando a Senkuu de su bolsillo.

El científico simplemente la miró, en blanco, con la cabeza pensando en dónde mierda estaba la leona y esos dos psicópatas.

Sabía que no podía confiar en ellos.

-Ellos llegarán. Solo debemos esperar, pequeña. -Tsukasa se inclinó hacia Suika, sonriéndole ampliamente a pesar de que la niña dio abruptamente un paso hacia atrás. -Lo siento, no ha sido mi intención asustarte.

Pronto, Senkuu pudo finalmente observar unos pequeños trozos de meteorito asomándose por los árboles, anunciando la inminente caída próxima de uno mucho más grande. Jamás había tenido la oportunidad de observar algo así en vivo y en directo, pero era algo realmente aterrador. Si había sobrevivido a animales monstruosos por todos estos años a duras penas, que esto fuese algo recurrente lo hacía mucho peor.

¿Era realmente un fenómeno natural? ¿O era acción de esa misteriosa persona que de alguna manera conoció a Byakuya y, presumiblemente, originó todo este caos? Senkuu no lo sabía, ni quería pensar en eso ahora.

Ahora, solamente necesitaba…

-¡Entren todos! ¡Ahora! -una poderosa voz femenina los flanqueó por la derecha, y Senkuu pudo identificar dentro del grupo a François, cuyas manos y mangas se encontraban teñidas de sangre.

Los interpelados comenzaron rápidamente a bajar al subterráneo, mientras las tres mujeres se mantuvieron fuera.

-Ukyo ha sido gravemente herido, Mozu y su aliado están dormidos, así como tres súbditos de Tsukasa. Ryusui y Gen están allá. -Nikki, supuso Senkuu, les informó del problema.

-Gracias. -Senkuu asintió ausentemente, buscando con la mirada por alguna señal de Kohaku.

Era ella a quien necesitaba ahora.

-¿Dónde está ella? ¿Dónde está Kohaku? -Nikki interrumpió, como si estuviese leyendo los pensamientos del científico.

Senkuu apretó sus puños, sin despegar la vista del horizonte, que ya comenzaba a esfumarse por los restos de minerales pulverizados que estaban cayendo a la tierra.

-Yo iré a buscarlos. Ustedes entren. -Tsukasa dio un paso adelante, con la voz grave y un poderoso semblante.

El peliverde simplemente tragó saliva antes de dar la media vuelta y comenzar a bajar, tras Nikki.

El refugio parecía un completo caos. No era lo suficientemente grande como para tantas personas, y Senkuu esperaba que el hacinamiento no durase más de un día. Lo primero que identificó allí fue a Suika abrazando fuertemente a François, quien se veía completamente distinta a como la conocía: parecía estar en estado de shock, tan solo dejando que la niña la abrazara mientras se quedaba en silencio ante sus insistentes preguntas.

Pronto, un fuerte remesón alertó a todos, mientras que algunos cayeron. Por el sonido que vino después, parecía que un gran pedazo de meteorito había caído cerca, y aún no había señal del grupo de Kohaku ni del de Nanami Ryusui.

-Mierda, ¿qué estaba pensando ese idiota? -Senkuu balbuceó, mirando a la entrada furtivamente, ignorando las preguntas que los demás vociferaban, relacionadas principalmente con la leona.

-Tenemos que cerrar la puerta. -un hombre tras él propuso, adelantándose a Senkuu.

-¡No! ¡Aún falta que llegue Kohaku! ¿Qué sentido tendrá todo esto si no está ella? -una mujer pelinegra se interpuso, bloqueándole el paso.

-A este ritmo, moriremos todos. -le rebatió.

-¡Tsukasa, Hyoga y Homura-sama siguen afuera!

-¡Ishigami! ¿Cuánto tiempo más debemos esperar?

Mierda. Senkuu estaba completamente perdido. Recordaba perfectamente el momento en que se separó de Kohaku en su delicado estado, y se sintió culpable por no intervenir más. ¿Por qué mierda habían dejado que Hyoga la llevase? ¿Por qué no se había ofrecido él mismo?

Solamente cuando identificó a una polvorienta Homura aparecer de un solo salto en el refugio, Senkuu pudo respirar bien.

Sin embargo, esa tranquilidad terminó tan pronto como vio a Hyoga aparecer de brazos atados, seguido de Tsukasa, quien cargaba a la rubia en sus hombros.

Ishigami Senkuu supo que algo andaba mal cuando se percató del serio semblante de Tsukasa cuando lo miró. Pronto pudo ver la sangre en la frente de la rubia, manchando, de paso, el hombro del castaño.

Sin siquiera pedir una instrucción, Nikki cerró la puerta del refugio tan pronto como pudo y todos le abrieron el paso al líder del Imperio de Tsukasa para que depositase el cuerpo de Kohaku en la cama de la habitación más cercana que pudo divisar, con Senkuu inmediatamente tras él.

-Está viva, Senkuu. Pero no sé por cuánto tiempo más. -el castaño le comunicó en un murmullo. -Entiendo si no confías en mí, pero es en serio que quiero ser tu aliado. Vigilaré a Hyoga y Homura yo mismo, por ahora.

Tsukasa se fue de la pequeña habitación, cerrando la puerta tras ellos. Senkuu exhaló fuertemente una vez estuvo solo, incapaz de escuchar los ruidos exteriores cuando observó atentamente a Kohaku, entierrada y con el rostro ya teñido de sangre.

Y si bien sabía que debía actuar rápido, el tiempo pareció transcurrir lento mientras se acercó a ella y se arrodilló frente a la estrecha cama, para hacer a un lado los mechones que estorbaban la visibilidad de la herida en donde comenzaba el cabello de Kohaku.

Ahora era su turno de salvarla, lo sabía, aunque sus manos temblasen profusamente ante la posibilidad de perderla ahora, y sin haberle dicho que la amaba, aún en contra de su buen juicio.

Pronto, tres fuertes golpes en la puerta lo despertaron de su estupor.

-¡Senkuu-sama! Soy François, le traigo vendas, alcohol, suero, agujas e hilo para suturar. -la suave y temblorosa voz de la mayordomo de Ryusui parecía, ahora, venida del mismo cielo.