La herida en la cabeza de Kohaku no parecía profunda; al menos, no había una fractura craneal, que era lo que el peliverde más temía. Senkuu se sintió algo más aliviado cuando limpió la sangre y pudo observar mejor la zona dañada.
Sin embargo, la leona no despertaba, y su respiración no variaba su profundidad, como si estuviese simplemente dormida.
Mientras Senkuu se preparaba para suturar el tajo horizontal en la frente de la rubia, François se ocupó de vendarle el pie torcido anteriormente, y de cambiar las que ya tenía alrededor de su cintura. Era tan eficiente que el científico apenas notó que estaba allí cuando comenzó a coser la piel de Kohaku, intentado evitar el temblor de sus manos con un poco de sake que la misma mayordomo le había llevado. Luego, el peliverde le colocó unas pequeñas vendas a la leona sobre la herida y, un poco menos tenso, continuó limpiando con alcohol parte de su rostro y cuello que continuaban teñidos de sangre.
Una vez listo, el científico le pidió a la silenciosa y eficiente François que cambiara las ropas de Kohaku mientras él salía a buscar algo de suero en la enfermería y un tubo para inyectárselo.
Y si bien todo parecía un caos allí afuera, nadie se atrevió a hablarle a Senkuu mientras caminó a la enfermería y se devolvió a la habitación donde se encontraba la chica. Ni siquiera Suika o Haru -ahora, juntos como si nada más los pudiese separar- se habían acercado a preguntar. El científico los observó brevemente, pensando en lo emocionante que sería para Kohaku ver eso, si estuviese consciente.
Pero la cazadora no despertó ni ese ni los días siguientes en que estuvieron encerrados en el refugio. Si bien los temblores y explosiones habían cesado, era probable que sin una herramienta lo suficientemente sofisticada para empujar desde dentro, sería difícil salir, más aún cuando no sabían qué cosas rondaban en el exterior.
La moral estaba definitivamente baja. François, aún preocupada por Ryusui, era capaz de cocinar para todos los presentes con las cosas que tenían dentro, pero los espacios reducidos los tenían a todos con dificultades para dormir. Debían agradecer, al menos, que el refugio tuviese una buena ventilación.
A los dos días del encierro, Suika, Haru, y los amigos de Kohaku recién comenzaron a visitar la pequeña habitación simplemente para mirarla o conversarle, sin muchas esperanzas de ser escuchados, sobre sus vidas. Suika, en particular, se quedaba horas diciéndole lo fuerte que era y que debía sobrevivir, mientras que Senkuu pasaba sus noches sentado junto a la cama monitoreando el estado de su compañera, sin poder descansar porque constantemente soñaba que ella despertaba y podía, finalmente, contarle todo lo que sentía entre besos y caricias.
Era terrible. Cada vez que descuidaba su mente recordaba los cuerpos de ambos enredados bajo la ducha y la dulce voz de Kohaku gimiendo su nombre en su oído, como un mantra. Se sentía como un maldito pervertido, pero la verdad era el único momento en que se había sentido realmente feliz durante la crisis, y en las condiciones actuales, el aumento del estrés hacía que sintiera ganas de masturbarse para liberarlo al menos un poco. Y cuando esa sensación aparecía, solo podía pensar en la leona.
Al menos, Senkuu estuvo bastante tiempo ocupado vacunando a los refugiados con más predisposición a ser infectados. Esperaba que las otras vacunas estuviesen aún intactas para que, si en algún momento lograban salir de allí, pudiesen ir a buscarlas para dárselas a los demás. Tsukasa se había vuelto, en corto tiempo, una ayuda fundamental en mantener el orden dentro de ese pequeño espacio, queriendo compensar -de acuerdo con él- por todos los males causados al grupo de Senkuu.
Pero, a pesar de que hubiese varias cosas que hacer, como, por ejemplo, construir un aparato con la suficiente fuerza para excavar una salida del refugio sin que esto significase poner en peligro la vida de los demás, Senkuu sentía que aún le quedaba mucho tiempo libre donde se sentía definitivamente solo. Había subestimado el poder tener una compañera a diario con la que conversar de cualquier cosa, y también cómo afectaría en su ánimo el hecho de que estuviese en un profundo coma. No quería ni pensar en lo que le había pasado, porque sabía que terminaría obsesionándose con vengarla, y lo único que podría hacer en esos momentos era quedarse al lado de ella, cambiar sus vendas, y sentarse en la incómoda silla junto a la cama para dormir tranquilo.
A la semana de estar encerrados, sin que ninguno lo esperase, las cosas dieron un drástico giro.
Todo comenzó cuando empezaron a escucharse golpes metálicos en la puerta bloqueada del refugio. Al principio, todos se encontraban aterrados, pensando que se trataba de un monstruo que pudiese excavar hasta llegar a ellos, pero cuando el sonido se hizo persistente y casi automático, para Senkuu fue casi obvio que se trataba de alguna máquina creada por los humanos.
¿Los estarían buscando desde La Montaña? Fue lo primero que el peliverde se preguntó, y Tsukasa verbalizó sus dudas en voz alta.
¿Cuán bajo tierra habían quedado para que estuviesen tantas horas trabajando? Fueron al menos doce horas de excavación, hasta que se escuchó la máquina hacer contacto directo con la puerta. Tsukasa y Nikki se mantuvieron alerta a lo que pudiese aparecer, con Senkuu inmediatamente tras ellos y los demás lo más lejos posible de la entrada.
La abertura de la puerta y la consiguiente entrada de un aire frío, pero completamente aliviador, hizo que todos los refugiados intentasen divisar entre todo el polvo que salió, la figura que los iluminaba con una lámpara de gas.
-¡¿Están todos bien?!
Senkuu supo que conocía esa voz inmediatamente, pero no pudo ubicar quién era hasta que un fornido hombre apareció entre todo el polvo, completamente entierrado.
Pero si era… nadie menos que…
-¡SENKUUUU! -exclamó el hombre, ruidoso como nadie más.
-¿Qué tal, Taiju? -el científico sonrió ampliamente, antes de ser estrechado entre los brazos de su antiguo mejor amigo, quien lloraba de pura felicidad.
-¡Ja, ja! ¡Te dije! -Ishigami Senkuu pudo escuchar a pesar de estar siendo estrujado aún por Ooki Taiju, ante la estupefacta vista de todos los refugiados. -¡Este es el refugio de la familia Nanami!
-¡Amo Ryusui! -François exclamó tras ellos, mirando, incrédula, la polvorienta figura del rubio.
-Te he dicho que no me digas así, François. -el hombre bajó al refugio con una amplia sonrisa, mirando a sus alrededores.
-¿Cómo han llegado hasta aquí? ¿Qué hay de los monstruos?
-Los monstruos se fueron de aquí cuando colisionó el meteorito, y los científicos de La Montaña dicen que tardarán en volver. El ingeniero Chrome rediseñó una excavadora y Taiju se ofreció inmediatamente a venir a salvarte, Senkuu.
-¿Chrome? -Senkuu miró a la superficie, para observar cómo una última figura comenzaba a bajar.
-¡Ja! Creo que finalmente te he superado, científico loco. -el castaño exclamó, antes de acercarse a Senkuu y darle un estrecho abrazo, aunque no tanto como el de Taiju. -Pero, ¿dónde está la gorila? Ruri nunca me perdonará si…
Chrome debió haber guardado silencio tan pronto como el semblante de Senkuu se ensombreció, antes de apuntar con el rostro a la única puerta semiabierta al fondo del refugio.
-La señorita Kohaku se golpeó la cabeza. -François intervino en ese momento, y Senkuu agradeció que lo hiciera. -Ha estado en coma desde entonces. La hemos cuidado como hemos podido.
El científico observó a Ryusui darle una palmada en la cabeza a su mayordomo, en una extraña muestra de cariño.
-¡Ja, Kohaku es una mujer fuerte! ¡Pronto se recuperará! -exclamó el rubio, mirando directamente a Senkuu.
Aunque sabía que eso podría muy bien no ser cierto, Ishigami Senkuu sintió algo de calma por primera vez en mucho tiempo. Viejos amigos habían venido a su rescate y pronto -presumiblemente- estarían todos seguros en La Montaña, donde Kohaku podría estar más cómoda.
-Bien, ¿qué esperan? Hay dos grandes buses afuera donde cabrán todos. -Nanami Ryusui intervino nuevamente. -Primero, subirán los niños, luego, los más débiles, y, por último, los demás. Senkuu; tu irás con Kohaku y Chrome en la camioneta excavadora.
-¿No seremos presa fácil para cualquier cosa solo nosotros tres? -el científico preguntó inmediatamente.
-¡No te preocupes por eso! Nuestra camioneta está blindada y luce muy malota. -Chrome exclamó. -¡Ruri me matará si algo más le llega a pasar a su hermana!
Senkuu sonrió para sus adentros. El optimismo de Chrome era algo difícil de olvidar, y probablemente ahora, le serviría de mucho a él. Tenían que conversar pronto qué había pasado con Ruri.
Con ayuda de Tsukasa, subieron a Kohaku al asiento de atrás de la gran camioneta, amarrándola a una especie de camilla preparada para eventos de este tipo, y Senkuu se subió de copiloto. Cuando Chrome se subió, cerró todo con llave rápidamente, y encendió el motor.
-Debemos llegar antes que los demás. -se explicó. -No se ve bien. Recibirá atención médica allá.
-¿La Montaña?
-Sí. Hace unos meses llegamos allí algunos refugiados, y hemos construido departamentos para que lleguen cientos más.
-Ya veo.
-Ryusui me contó de las vacunas. Como siempre, eres un genio, Senkuu.
-Creo que puedo bien compararme contigo. -el científico bromeó, viendo cómo la camioneta avanzaba por un camino apenas delimitado, en medio del frondoso bosque.
-Iremos a buscarlas pronto. ¿Te gustaría liderar el equipo de expedición?
El científico suspiró con profundidad, mirando brevemente a Kohaku.
-O, ya sabes, puedes quedarte viendo a la bella durmiente.
Senkuu sonrió brevemente.
-Le debo mucho. Y tengo asuntos pendientes con ella.
Chrome rio como si estuviese diciendo algo completamente absurdo.
-¿De verdad? Hay buenos médicos en La Montaña, Senkuu.
El científico simplemente se encogió de hombros.
-Mis prioridades han cambiado, Chrome. No la dejaré sola. Debo esperar a que despierte.
-Está bien. De todas formas, hay aún mucho que hacer allá y definitivamente te necesitamos.
Un silencio cómodo reinó entre ambos cuando llegaron al final del bosque y comenzaron a subir por una pendiente.
¿Cómo sería el refugio? ¿Estarían allá más amigos de su infancia? ¿Gen y Ukyo estarían bien? ¿Podría descubrir algo más con respecto a la investigación que Byakuya había estado haciendo antes de que todo esto comenzase?
Hacía tiempo no pensaba en cosas como esa. Su cabeza había estado constantemente pendiente del estado de Kohaku; pensando en cuánto le hacía falta, y qué esperar de este coma.
Porque era casi imposible que no tuviese serias repercusiones en su futuro.
-¿Pasó algo entre ustedes? -el siempre denso Chrome hizo una pregunta que Senkuu jamás habría esperado de él, y casi entró en pánico, como si fuese un patético adolescente.
El científico simplemente se limitó a asentir, luego de mirar una vez más a la leona por el rabillo del ojo. No podía explicar muy bien ni con todo detalle exactamente qué era lo que pasaba entre ellos, pero ser capaz de admitirlo de esa manera era un gran avance para él.
-Ruri y yo estamos juntos. Cuando por fin venga a Japón, le pediré matrimonio.
Senkuu miró sorprendido al castaño. Ciertamente, ya no era el mismo niño que temía hasta mirar a una chica a los ojos.
-¿Se han comunicado con otros países? -el científico preguntó, intrigado por cómo estaban funcionando las cosas allá arriba.
-Sí. Hace un año, aproximadamente, pudimos hacer contacto con Estados Unidos y Europa. ¡Fue malote!
Ah, no había cambiado tanto, después de todo.
-Ah, y por cierto, Mozu y Magma fueron encarcelados en nuestras instalaciones, y lo mismo haremos con Hyoga, Homura y Tsukasa. Es un acuerdo al que llegaron los altos cargos, para antes de que comiencen los juicios.
-Sinceramente, me siento más intrigado que agradecido por eso. ¿Cómo pudieron hacer un puto tribunal de justicia en plena crisis?
-No es todo tan malote como crees. Hay varias cosas que nos preocupan… Y para eso, necesitaremos mucha ayuda.
-Cuenta con nosotros para eso. -Senkuu sonrió suavemente, mirando nuevamente a la leona, aun sumida en su profundo sueño.
"Cuando despiertes…" el científico pensó. "Cuando despiertes, este mundo será para los dos".
