Título: EL AMOR TAL VEZ

Autor: Clumsykitty

Género: Yaoi con toques de aventura y otras incoherencias, producto de la falta de azúcar.

Parejas: Las que se dejen –no es mi culpa si no quieren estar juntos-.

Disclaimers: ni modo, Yu Gi Oh no es mío u.u

Feedback: Lo agradeceré eternamente.

Nota clumsykitty: ¿Recuerdan aquellos relatos donde Seto hacía lo que quería con Joey? ¡Ah, cómo me dieron rabia!

Por esos fics levanto mi copa y digo: ¡Bohemios, brindo con un LEMON!

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¿Por qué cada vez que te alejas
me dejas desangrar?
¿Por qué cada vez que te largas me arrancas
me descarnas?

No, ya no hay más, ya no hay más
ya cortaste mis brazos mis piernas y ya no doy más
ya no hay más
ya mi carne se encuentra contigo
en otro lugar.

……………….. La Balada, La Cuca.

CAPITULO 11. ENCRUCIJADA.

El paisaje verde y colorido animaba a Seto. Se agradecía haber seguido el consejo de la doctora Jung de realizar otra actividad diferente a las de su rutina. Azuzó al caballo para seguir trotando otros metros por el campo. El club estaba poco concurrido y tenía gran espacio para cabalgar. Su pensamiento voló al recuerdo de Joey.

&&&&&&&&&&&&&&&&&&& Flashback

-… and it's a honor to me, give this nomination to Joey Wheeler, whom we'll considerated like one of ours special boys in this great team. We know that in his expert hands the world surely is going to seem a piece of art. Congratitulations, Joey.

Seto sonreía mientras Gilbert M. de Grosvenor, presidente de la NGS, le extendió una mención honorífica a Joey, quien la recibió con diplomacia, sosteniendo en su otro brazo el Púlitzer que minutos antes le otorgaron. Luces y aplausos llenaron la sala de prensa en las oficinas principales de la Sociedad, en Washington, D.C., mientras el rubio estrechaba las manos de los miembros de los organizadores y colaboradores. La alusiva duró unos cuantos minutos antes de que William Graves, editor de la revista, tomara su turno para hablar.

-Thanks, everybody. Now, also we know one thing: this couldn't happen if Kaiba Corp., never consent to open his arms and heart to Joey. Please, Mr. Kaiba, accept this diploma in the name of our Society...

Nuevas luces bombardearon la sala cuando el CEO subió al estrado para recibir una mención de agradecimiento por el documental de su compañía. Mientras Graves leía a él y a la prensa la mención, sus ojos se encontraron brevemente con Joey. Los aplausos desviaron su atención, estrechando la mano del editor en jefe y luego la del resto. El presidente de la Sociedad le invitó a decir unas palabras. Mostrando el diploma, agradeció ese reconocimiento y dirigió unas palabras al rubio, cuyo rostro inexpresivo le aturdía. Cuando terminó, los periodistas no perdieron tiempo en pedir más fotos y preguntar una vez más sobre como se llevó a cabo el documental. Un fotógrafo oficial de la revista le suplicó una toma junto con Joey para ponerla en el artículo editorial. Como si fuera algo común y corriente, Joey se paró a su lado, dándole un saludo diplomático y frío, casi sin verlo.

-Mr. Kaiba, now that you two worked together, Have you think in other projects? –un reportero aprevechó para preguntarle al ojiazul.

-That depends of Mr. Wheeler –aventuró, esperando una respuesta esperanzadora.

-Mr. Wheeler?

-I only was a merely friend of the company. I have other plans for now.

La foto se hizo, Seto ocultó muy bien su desaire ante las palabras del rubio, quien después de darle una sonrisa forzada se marchó hacia Serenity, en un extremo del estrado. Mike, el representante de Joey se le acercó a saludarlo.

-Thanks for everything, Mr. Kaiba, Would you like to join us in the reception?

-No, thanks, Mr. McKlein. I need to go back.

Kaiba se dio vuelta sin atender más a la prensa, saliendo de la sala para tomar el ascensor. Roland le alcanzó antes de que se cerraran las puertas.

-Señor, ¿no va a quedarse?

-No tiene caso. Toma –le arrojó el diploma- que lo cuelguen en donde no lo vea.

-Pero, señor…

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Kaiba guió al caballo a los establos, bajó de éste y tomó las riendas para dejarlo hasta su caballeriza, despidiendo al mozo. En su lugar ya, se quitó el caso, buscando el cepillo para darle una pasada al animal. Joey tenía un mal recuerdo de ese trabajo suyo, pues cuando fue publicado, ocurrió la tragedia en el hangar. Removió los guantes blancos para sentir la piel y las crines. El caballo era completamente negro y muy dócil, el preferido de Seto.

-Hoy fue un gran día, ¿no, Babieca? –le dijo, acariciando su hocico. El caballo se sacudió como afirmando sus palabras- Buen chico –Seto sacó de su bolsillo un terrón de azúcar para el caballo.

La puerta se deslizó, cerrando el lugar. El ojiazul se volvió, sorprendido. Joey colocaba un seguro para que no los molestaran.

-¿Cómo me encontraste? –le preguntó Kaiba, dejando al caballo.

-Te seguí. Ya me cansé de que nos veamos como si fuéramos extraños.

-Tú lo has hecho así.

-Para ti es muy cómodo, ¿no? Has quedado como el gran CEO que se valió de un simple fotógrafo para glorificarse.

-Nunca les dije que me dieran un reconocimiento a la par del tuyo, pero era lógico. Te hiciste famoso gracias a mí.

-Oh, perdón, lo olvidaba, el gran Seto Kaiba es autosuficiente y no necesita de nadie.

El castaño iba a refutarle pero recordó las palabras de Angie. Si comenzaban a pelear, de nuevo se insultarían y terminarían más alejados. Se quedó callado mientras el rubio se paraba frente a él.

-¿Por qué sigues con Atemu?

-¿A qué te refieres?

-Le sigues dando techo y son grandes "amigos", ¿por qué?

-Ya no tenemos que reprocharnos.

-Perdón, creo que no escuché bien. Te violó, te aterró, casi te mata, ¿y no tienes que reprocharle?

-¿Vamos a seguir con lo mismo?

-Contéstame.

-Es algo que no quieres comprender. Hablaremos cuando dejes de atacar a Atemu.

Seto quiso avanzar pero Joey le sujetó por la cintura.

-¿Por qué lo defiendes tanto?

-Suéltame.

-¿Qué te dio para que lo creas un santo?

-Él no… no tiene caso… no lo entenderías –el castaño musitó débilmente. Quiso empujarlo.

-¿Qué no entendería? ¿Eh? Dímelo –el rubio le rodeó con ambos brazos.

-Joey, suéltame por favor.

-Lo amas, ¿es eso? ¿Sientes amor por ese monstruo?

-Ya basta, Joey.

-¿Lo que yo hice es peor que lo que te hizo él?

-Joey, por favor…

-¡Contéstame!

Se miraron sin decir nada. Kaiba quería golpearlo, gritarle; pero se contuvo. Ahora Joey era el herido. Trató de zafarse, pero el rubio lo aprisionó más contra su cuerpo. La mirada de éste tomó un brillo conocido para el ojiazul.

-No, Joey, así no –le dijo, buscando liberarse.

-Te necesito… -el tono de voz del rubio era desesperación y deseo.

-Déjame ir, Joey, por favor.

Éste le besó con fuerza y Seto se revolvió. Una mano bajó hasta sus glúteos para empujarlo contra una erección naciente, haciendo que el ojiazul jadeara y una lengua invadiera su boca. Sus dedos estrujaron la camisa de Joey. Sentía deseo pero no en la forma en que solía despertar en él cuando el rubio lo tocaba.

Algo faltaba.

-Atemu no te conoce como yo –le murmuró en sus labios- No sabe como llevarte al clímax de la manera en que yo lo hago.

-Joey…

-Tú también me deseas, Seto. Pero no quieres aceptarlo, sigues temeroso de la opinión de Atemu y ya me harté de eso.

Kaiba sintió una de las manos de Joey hacer un recorrido desde su cintura hasta el frente de sus pantalones blancos, envolviendo sus órganos. El castaño jadeó cerrando sus ojos, mientras el otro sonrió despectivo.

-Tú me deseas y yo te deseo, ¿por qué no estar juntos?

Esa pregunta repiqueteó en la mente de Seto, pero a pesar de encontrarla cierta y excitarse con el toque de Joey, aún no sentía eso que hacía sus encuentros tan especiales. Empujó al rubio, logrando separarse pero sus muñecas fueron atrapadas.

-Joey, no… -murmuró un poco nervioso, jaloneando sus brazos.

Los tironeos se hicieron más violentos. Babieca relinchó nervioso al verlos así. Joey atrajo sus muñecas con una mano y comenzó a desabrochar su cinturón para quitarlo e inmovilizar las muñecas del ojiazul cuyos ojos se abrieron sorprendidos y asustados al sentir el duro amarre alrededor de sus manos. Se hizo hacia atrás, girándose con fuerza para tratar de escapar, sin embargo; el rubio solamente lo abrazó de nuevo, atrayéndolo a un rincón donde se encontraba paja esparcida en gruesos montones. Lo empujó, arrojándolo sobre uno de ellos y se arrodilló frente a él para acercarse en tanto abría el broche y cierre de sus jeans.

-¡Joey, basta! –Seto levantó una pierna para empujarlo pero el rubio la esquivó, aprisionando su tobillo envuelto en la bota negra.

Sin perder tiempo, el ojiazul usó su otra pierna, lanzándole una patada que pasó muy cerca del rostro de Joey, quien furioso tomó ambos tobillos y lo jaló hacia él, quedando entre sus muslo. Las manos del rubio tomaron sus caderas, levantándolas para friccionarse con él. Kaiba gimió adolorido ante el brutal contacto.

-… basta…

Joey se inclinó para besar su cuello con unos cuantos mordiscos bruscos, con sus manos viajando de sus caderas hasta la parte superior de su blazer negro, desatando la pañoleta blanca y continuando con los botones para hacerlo a un lado y proseguir con su camisa. Su boca se plantó en los labios del castaño, callando sus protestas; las manos atadas de éste lo empujaban débilmente. Los dedos del rubio pronto abrieron la blanca camisa y masajearon su piel. Joey bajó sus labios hasta uno de aquellos pezones. Seto jadeó reprimido. Sus piernas se flexionaron para apoyarse y tratar de empujar al otro, pero el roce solo excitó más al rubio, el cual lamió su pezón antes de chuparlo.

-… por favor… Joey… -suplicó el castaño con la respiración un poco acelerada.

Sus manos aprisionaron la tela de la camisa de Joey al sentir una mordida algo salvaje en su pecho. El rubio se dirigió hasta sus pantalones, tallando su rostro en sus caderas y pasando por su miembro apenas con un roce. Kaiba volvió a removerse inútilmente para alejarse de él.

-Seto, no soy tan estúpido para creer que no quieres esto.

-No así, Joey…

-Lo quieres, lo necesitas… -Joey posó una mano entre las piernas del ojiazul, acariciándolo- Tu cuerpo me dice otra cosa –comentó al ver un bulto sobresaliente en su pantalón.

-… basta, por favor… -Seto echó su cabeza hacia atrás; si se sentía excitado, pero no de la manera en que él lo quería. Deseaba al rubio, pero sus caricias no le agradaban, carecían de esa especie de magia que nublaba su mente.

Joey volvió a sentarse sobre sus pantorrillas para tomar los tobillos del castaño y quitarle las botas, seguido del resto de sus ropas, desnudándolo de la cintura hacia abajo con cierto apresuramiento. Sus dedos envolvieron su miembro semi erecto, haciendo que endureciera, mientras Kaiba jadeaba pesadamente, cerrando sus ojos; moviendo sus muñecas en pos de liberarlas del cinturón. El rubio lo dejó y pasó un brazo por debajo de su cintura, con el otro tomando sus muñecas. Lo levantó de un tirón para sentarlo a horcajadas sobre él.

-… Joey, no…

-¡Deja de mentir! –gruñó éste, enterrando sus dedos en su cabellera para obligarlo a inclinar la cabeza hacia atrás y morder su cuello.

Seto abrió sus ojos. Estaban húmedos. Su vista se clavó en las vigas de la caballeriza. Tenía miedo, pero aún más frustración. No quería que Joey hiciera esto, pero ya no deseaba alejarlo. Su cuerpo tembló al percibir la mano del rubio deslizarse desde su espalda hasta sus glúteos, con sus dedos húmedos por saliva, buscando. Se mordió un labio, nervioso. Si batallaba con Joey, empeoraría las cosas, pues éste lo tomaría a mal, creyendo erróneamente que ya no sentía el mismo amor por él, como si su pasado matrimonio aún pesara entre ellos. Un dedo invadió su interior y no pudo evitar revolverse, pero Joey lo sujetó por la cintura. Gimió adolorido. Sus manos entre sus cuerpos se contrajeron.

-… por favor…

Otro dedo se unió a la invasión al tiempo que los labios del rubio besaron su cuello, confortándolo. Seto jadeó cuando su próstata fue rozada por la yema de aquellos dedos que empezaron a moverse en tijera. El ojiazul cerró de vuelta sus ojos, mientras Joey continuaba introduciendo sus dedos, tocando de nuevo ese punto como para excitarlo más. Las caderas de Kaiba empezaron a moverse al compás de la mano de Joey, en contra de la voluntad del ojiazul.

-¿Lo ves? Nadie más puede tocarte como yo… -Joey besó y mordisqueó su lóbulo- …me perteneces… solo a mí… a mí…

El estímulo continuó. El ojiazul gimió tímidamente, dejando caer su cabeza en el hombro de Joey, el ritmo se aceleró y su miembro empezó a dolerle, anunciando un orgasmo apresurado que llegó con un grito ahogado, manchando la camisa del rubio y su estómago con su semen. Lágrimas escaparon de sus ojos. No era el placer que recordaba. Joey retiró sus dedos para abrir completamente su bragueta. Seto respingó al sentir el movimiento, empujando al rubio para alejarse.

-Joey, no espera…

Éste tomó sus muñecas para traerlo de vuelta, levantando sus brazos; obligándolo a pasarlos encima de su cabeza y dejarlos caer en sus hombros, para después bajar sus pantalones y calzoncillos al nivel de sus caderas, dejando libre su hinchado y erecto pene que guió hasta la entrada del ojiazul, clavando sus dedos en las caderas de aquél. Kaiba gritó al ser penetrado tan brutalmente, gimiendo ante el ardor en sus paredes interiores. El dolor punzante se extendió por toda su espalda. Sus lágrimas se multiplicaron. Los labios de Joey se pegaron sobre los suyos, mitigando sus sollozos. Cayeron de vuelta a la paja. Seto abrió sus temblorosos párpados para mirar unos ojos amielados que mostraban furia y resentimiento.

-Joey…

Volvieron a besarse. El dolor que el ojiazul sentía comenzó a ceder. Justo a tiempo pues Joey comenzó a moverse, pasando un brazo por debajo de sus hombros y apoyándose en su antebrazo con el otro. Las embestidas fueron haciéndose cada vez más violentas, rápidas. Ambos jadeaban. Pronto, Seto volvió a sentirse excitado por el masajeo de su miembro por la mano de Joey. Arqueó su espalda al toque del rubio en su próstata. La fricción de sus cuerpos fue estímulo suficiente para que terminara de nuevo. Joey gimió cuando los espasmos del castaño aprisionaron su erección y con un último impulso, se clavó profundo en Kaiba, liberando su esencia antes de caer agotado sobre él.

Jadeos entrecortados era todo lo que se escuchaba. Seto suspiró cansado. El peso y el calor de Joey lo extrañaba enormemente, pero esta ocasión lo lastimaba al igual que su miembro aún dentro de él. Levantó sus brazos para dejarlos caer por sobre su cabeza. Sus muñecas le dolían de estar prisioneras. El rubio se retiró y Kaiba gimió de dolor cuando lo hizo; el otro cuerpo se alejó, cayendo a un lado. Babieca relinchó tímidamente, pasando de un lado a otro de su corral. El castaño se llevó las manos a su boca para liberarlas del cinturón. Con sus dientes, aflojó el nudo y apresuradamente se lo quitó. Sus ojos se rozaron.

Sexo.

Sexo era todo lo que habían tenido.

Sin importarle el dolor entre sus piernas, se irguió para buscar sus ropas maltrechas y vestirse. Joey se dio cuenta y quiso ayudarlo, apenado, pero fue rechazado con un empujón.

-Seto… yo…

El ojiazul se puso de pie, terminándose de abrochar su blazer y sacudiendo la paja de sus cabellos; se encaminó a la puerta, quitándole el seguro para correrla.

-Seto, espera…

-No necesito decirte que desde aquella noche en el hangar, Atemu no volvió a tocarme –Seto se detuvo en la puerta, su voz temblaba- Ya no sé lo que te pasa –sus ojos se volvieron a Joey- Pero si haciéndome esto te hace sentir mejor, ya sabes donde puedes encontrarme –con esto, desapareció tras la puerta.

Un sollozo se dejó escuchar. Joey se lamentaba haber forzado al ojiazul, solo porque se sentía celoso de que siguiera cerca del Faraón. Se mesó los cabellos, desesperado. Como un perfecto patán había obligado a Kaiba a un sexo sin nada de ternura ni cariño, como si solo fueran bestias salvajes. Su deseo por tener la compañía del castaño le cegó, olvidando por completo los sentimientos de éste.

Babieca retrocedió alarmado cuando el rubio golpeó una y otra vez sus puños contra los muros de madera. Seto se había tragado su dolor para que él se sintiera satisfecho.

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Marik repasaba atento las fotografías de la fiesta de Año Nuevo en la Mansión Kaiba, que Mokuba le había enviado. Estaba con las piernas cruzadas en flor de loto en la cama de su habitación. Sonreía al ver las tomas del chico sobre los invitados.

-Hace tiempo que no te veía sonreír así, hermano –dijo Ishizu desde la puerta abierta.

-¿Eh? Bueno, Mokuba tiene un humor extraño.

-Es un jovencito feliz –la egipcia se sentó a su lado- Le gusta mostrarle a las personas sus otras caras.

Los hermanos siguieron observando las fotos en silencio, hasta que Ishizu miró fijamente a Marik.

-Tenemos que discutir algo.

-Uh, claro hermana, ¿sobre qué?

-De ti y el Faraón.

-¿Qué con eso? –el joven se ruborizó- No te comprendo.

-Ra sabe que siempre te he cuidado, hermano y te conozco muy bien para decir que has estado muy triste pensando en él.

-Te equivocas.

-Estás enamorado de él.

-Claro que no –Marik se removió nervioso, jugando con las fotos- Solo somos amigos.

-Marik, no mientas.

-Yo no estoy mintiendo.

-Marik, mírame.

-En verdad, Ishizu.

-Mírame.

-Solo somos amigos…

-Marik…

Éste levantó su rostro, preocupado.

-No estoy reprochándote nada, -la joven peinó sus cabellos- lo ocultaste muy bien cuando le serviste tiempo atrás, pero esto es algo que no dura escondido. Solo quiero verte contento y no deprimido como lo has estado.

-Estoy bien.

-No, no lo estás, Marik. El Faraón ha descubierto su cariño por Yugi, estar a su lado te lastima y eso no me gusta. Volveremos a Egipto.

-Pero…

-Ayudarle incondicionalmente no ganará su corazón que ya tiene un dueño. Odión y yo lo hemos platicado mucho y decidimos que lo mejor para ti es alejarte de todo esto.

-¡No, por favor! –Marik hizo a un lado las fotos, viendo a su hermana con angustia- Haré lo que quieras, pero no volvamos a casa.

-Observa como te comportas. No, ya no puedo seguir contemplándote así. Vamos a regresar. De cualquier forma, ya nada tenemos que hacer aquí.

-¡Por favor! –el egipcio tomó sus manos- Quisiera estar más tiempo con nuestros amigos, Ishizu. No me alejes de ellos.

-Marik, entiende, ¿vas a seguir llorando por el? ¿Quieres quedarte aquí solo por esperar un milagro? El no te quiere así. El Faraón es nuestro amigo y señor. Nada más. Al menos confórmate con eso y no eches a perder una relación amistosa que te brinda incondicionalmente.

-¿Por qué te molesta tanto lo que sienta por él? –las lágrimas empezaron a rodar por las mejillas de Marik- ¿Crees que hago una ofensa a los Dioses al sentir esto porque soy un simple Guardián de Tumbas?

-¡No, Marik! –Ishizu toó sus hombros, dando un suave apretón- No es eso. Eres mi hermano y por Ra sabes cuanto vales para mí, pero estas lágrimas son vanas y me duele. Quiero alejarte para que lo olvides y te des otra oportunidad, que mereces.

-Ishizu, es que no puedo.

-Regresemos a casa, Marik. Sé que dolerá, pero la distancia te ayudará y pronto verás que ese sentimiento se irá en el río del olvido.

-Déjame quedarme aquí, por favor.

-No…

Marik comenzó a llorar abiertamente, bajando de la cama para salir. Ishizu le siguió preocupada.

-¡Espera, Marik!

-¡¿Por qué todos están en mi contra! –le gritó a la joven.

-¡No estoy en tu contra! ¡Quiero ayudarte!

-¡Mentira! ¡Tú si puedes tener a Odión y ser feliz, pero yo no!

-¡No, Marik, escucha…!

-¡No quiero!

-¡Marik, regresa!

El Guardián de Tumbas se dio media vuelta bruscamente y chocó contra Odión que entraba a verlos, consternado al oír los gritos.

-¿Qué pasa? –preguntó, deteniendo a Marik.

-¡¿Tú también vas a reprochármelo!

-Tranquilo, Marik, ¿de qué hablas?

-¡No quiero regresar a Egipto! ¡Yo quiero estar aquí!

-Marik, Marik – Odión tomó su rostro- Cálmate y presta atención.

-¡Por favor, Odión! ¡Quiero quedarme!

-El Faraón está aquí…

Marik abrió sus ojos como platos al ver detrás de Odión a un Atemu evidentemente preocupado de ver la escena.

-Mi señor… no te esperábamos –habló Ishizu, intercambiando una mirada con Odión- Qué alegría que nos visites.

-¿Qué le sucede a Marik?

El aludido apretó sus labios para controlar sus sollozos, con un denso rubor en su rostro.

-Una discusión de hermanos –contestó la egipcia- Nada serio, mi señor.

-Ustedes no deben pelear entre sí.

-Era una pequeña diferencia de opinión, Faraón. Solo eso.

Los ojos violetas de éste se posaron en Marik que no se atrevió a mirarlo.

-El Faraón vino a invitarnos a una fiesta –intervino Odión- Pero me parece que sería mejor si lo habláramos en la sala.

-Vamos –la egipcia se adelantó- ¿Gustas algo mientras conversamos, mi señor?

-No, así está bien. ¿Puedo hablar a solas con Marik?

Ishizu miró a su hermano.

-De verdad no ocurre nada, Faraón.

-Insisto…

-No hemos cenado aún, ¿por qué no nos acompañas, mi señor? Sería un honor y un gusto.

Atemu le vio de reojo antes de volver su vista al Guardián de Tumbas.

-Aceptaré, gracias por su gesto.

-Marik, ¿por qué no me ayudas en la cocina, por favor?

-Sí –musitó el joven, agradeciendo de tener una excusa para salir de ahí.

Se encaminó con rapidez al tiempo que limpiaba su rostro sonrojado de sus lágrimas. Al llegar a la cocina se recargó contra la barra para tomar aire. Su corazón latía a mil por hora. La verdad era que se sentía poca cosa al enamorarse del Faraón. Nunca se igualaría a Yugi. Era un excelente duelista, un gran amigo y una persona muy noble, su éxito y fama era reconocido. Él, en cambio, carecía de sus cualidades. Solo era un chico que pertenecía al círculo de los Guardianes de Tumbas, cuyo único futuro próspero era trabajar en el Museo del Cairo y pescar en tiempo de desbordamiento del Nilo.

-Ya no llores, hermano –le habló Ishizu, poniendo una mano en su hombro- Los Dioses saben que daría mi vida para que fueses feliz, pero ambos sabemos que no se puede obligar a amar.

-Lamento haberte gritado. No quise decirlo. Estoy muy contento de que tú y Odión sean una pareja. Lo siento mucho, hermana.

-Yo lo sé –la egipcia le abrazó- No te preocupes.

-Ishizu…

-¿Dime?

-Al menos… ¿podríamos quedarnos hasta la fiesta que dice Odión?

Ella le sonrió.

-Voy a ayudarte, Marik. Estoy segura que Ra escuchará mis oraciones y mi pequeño hermano tendrá a alguien que le corresponda. Todo será mejor cuando volvamos a casa, hasta entonces solo pensaremos en esa fiesta, ¿de acuerdo?

-Gracias, hermana.

-Anda, vamos a preparar la cena.

-¿Te gustan las fiestas, Ishizu?

-Claro, aunque si Bakura está invitado, será un pandemónium.

-Contamos con Ryou para detenerlo…

Risas se escucharon hasta donde se encontraba el Faraón, que había alcanzado a oírles antes de cruzar a al sala, guiado por Odión. Las palabras del Ladrón de Tumbas vinieron a su mente.

"Le rompes el corazón a Marik…"

-¿Sucede algo, Faraón?

-No, nada Odión.

Atemu se quedó pensativo. Pronto tendría que hablar tanto con Marik como con Yugi.

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La recepción estaba tranquila, sin movimiento alguno más que Misao recogiendo sus cosas para marcharse.

-¿No necesita nada, Señor Kaiba?

-No, Misao, gracias. Ve a casa.

-Hasta mañana, señor.

El ojiazul abrió las puertas para entrar a su oficina, arrojando su mochila y laptop al sofá en un extremo y quitándose su gabardina blanca. La noche caía en Ciudad Domino, el cielo estrellado era visible desde las ventanas del edificio. Seto se acercó al teléfono para marcar a su hermano, dejando el altavoz.

-¡WAF! ¡UF!

-Maldito perro… -gruñí al oírle- ¡Mokuba!

-¡Ja,ja,ja! Espera, Sniffle. ¡Hola, hermano!

-Af. ¡Arf!

-¿Por qué ese perro sigue dentro? Te dije que lo quería fuera por las noches.

-Oh, vamos, Seto. Sniffle se ha portado bien.

-Uf. Uf.

-¿Cómo te fue en el colegio?

-¡Excelente! Pasé el examen de Álgebra y el maestro de Historia aceptó mi ensayo. ¡Gracias por ayudarme!

-Hum.

-¡Ah! Se me olvidaba… Angie trajo una invitación.

-Y creer que mi día no podía ser peor. ¿De qué es esa invitación?

-Para una fiesta de disfraces.

-¿Qué?

-¡UF!

-Como no todos pudimos estar en la recepción que le hicieron a Joey por su premio, si hermana organizó una fiesta, aquí en Ciudad Domino. Pero será de disfraces porque él no quería que fuera algo muy formal. Serenity está organizando todo y nos ha invitado, por supuesto.

-Lo idiota es de familia… -murmuró el ojiazul, sentándose en su silla.

-¿Eh? ¿Qué dices?

-Nada.

-¿Vamos a ir, verdad?

-No te lo voy a prohibir, pero yo no iré.

-¿Por qué? Es la fiesta de Joey, ¿qué no quieres estar con él?

-Has hablado mucho con Atemu.

-Seto…

-¿Af?

-No voy a ir, Moki y fin del asunto.

-Oye, es una buena oportunidad para que se reconcilien.

El castaño se cruzó de brazos.

-No.

-¡Warf!

-Atemu irá, ya me lo dijo.

-Bien por él.

-Seto Kaiba, asistirás a esa fiesta o lo vas a lamentar.

-No tengo ánimos para algo así, Moki, eso es todo.

-Tienes que…

-Af. Af. Uf.

-No.

-No me obligues, hermano.

Seto enarcó una ceja.

-¿Obligarme, tú a mí?

-Ajam, si no vas, voy a poner en la red fotos tuyas muy comprometedoras.

-Moki, reporteros más sagaces que tú lo han intentado y se han estrellado contra un muro. No existen tales fotos.

-¡Claro que sí! Tú y Joey tomando un baño juntos, por ejemplo….

El ojiazul azotó sus palmas contra el escritorio.

-¡¿QUÉ!

-… o una sesión de masaje erótico.

-¿Uf?

-¡¿QUÉ!

-Tú decides, Seto. O asistes a la fiesta o el mundo sabrá de la otra cara del CEO de Kaiba Corp. Ahora sí estarás en primera plana.

-No te atreverías.

-Pruébame. Yo también soy un Kaiba.

-¡Wurf!

-Mokuba, ¿cómo obtuviste esas fotos?

Una risa triunfal se escuchó por la línea.

-Eso es lo de menos, ¿vas a estar en la fiesta?

-¿Las has visto?

- Por supuesto, ¡oh, hermano! No te conocía esa fase tan cachonda, ¿Y me querías castigar por mis revistas? ¡Qué bárbaro!

Un rubor apareció en las mejillas de Seto.

-Maldito Joey –masculló.

-Naaah, no fue Joey quien me las dio, no me esquives, ¿vas a estar en la fiesta?

-No, no lo…

-¿Vas a estar en la fiesta?

-… está bien.

-¡Excelente! Te he hecho una cita en la tienda de disfraces del Sur, ya lo tiene anotado Misao, ¿Quieres que pase por ti?

-Tú…

-¡Nos vemos!

-¡Uf!

-¡Mokuba, espera…!

El teléfono sonó con la línea cortada. Seto se recostó en su respaldo, furioso, colgando la llamada de golpe.

-Esto no se queda así…

Se llevó una mano a su sien, para darle un masaje y aliviar una jaqueca. Primero, el encuentro desagradable con Joey en el club campestre, luego la espantosa escena de las rosas enviadas a su salón de clases en la Universidad por Siegfried, y ahora esto. Tenía unas ganas tremendas de gritar y ponerse a llorar. Por su mente había cruzado la idea de pedirle al Faraón que usara sus poderes sobre Joey para tenerlo de vuelta como en los tiempos pasados. Era peor verlo y no estar a su lado que tenerlo por desaparecido. No siquiera el hecho de haber cedido a un sexo apresurado los ayudó. El castaño posó una mano inconscientemente sobre su vientre. Nunca hubo conexión al momento del encuentro y eso le dolía de sobremanera.

Siempre habían tendido una intimidad llena de cariño y pasión, que le hacía flotar en las nubes. Joey era un amante excepcional. Adoraba a su cuerpo como si fuera un caro tesoro y le brindaba un placer único. Realmente le hacía el amor.

-¿Puedo pasar?

El ojiazul levantó su vista para encontrarse con un hombre en traje de fino corte, bastón con mango de diamante y porte elegante que le sonrió al encontrar su mirada.

-Pegasus.

-Hola, Seto querido –saludó éste, entrando a la oficina con paso seguro.

-¿Qué no deberías estar en tu montacargas para mover tus consolas de juego?

-No seas tan sarcástico. He estado ocupado, es cierto, pero me he dado tiempo para venir a verte.

-Puedo adivinar para qué…

-¡Oh, sí, por favor, adivina!

-Quieres a Prometeo en tu torneo -le espetó Kaiba sin ningún gesto para invitarlo a sentarse o saludarlo.

-En parte.

-Eres fácil de adivinar, Pegasus.

-¿Tú lo crees? –le preguntó, sonriéndole maliciosamente al castaño.

-Si quieres mi creación tendrás que hacer fila. Trata de hacer una cita con mi asistente para ver si puedo atenderte en los próximos cien años.

-No seas tan rudo, Seto, tesoro.

-Para ti soy Kaiba y márchate ya.

Pegasus siguió sonriendo al tiempo que sacaba un sobre de su saco para tenderlo a Seto que no hizo ningún movimiento para tomarlo.

-Esta es mi invitación especial y personal para que asistas a mi torneo….

-Ya no participo en duelos.

-… como juez y un muy invitado especial.

-Declino tu oferta.

-Piénsalo, Seto. Es buena oportunidad para que nuestras compañías se unan y hagan un negocio redondo.

-Estás necesitado de promoción, Pegasus, ésa es la realidad y quieres que yo te ayude.

-No del todo verdad –aceptó, dejando el sobre el escritorio- Pero si quiero algo de ti –Pegasus clavó sus ojos en Seto.

-Sueña, Pegasus.

-¿Aceptarías una cena conmigo?

-¿Qué? –el ojiazul se echó a reír, burlón.

-Es un cortejo, puntualizo.

El castaño negó con la cabeza, aún divertido.

-Has perdido los sesos, Pegasus. Vete de mi edificio.

-Ya no estás más con Atemu, así que puedo…

-He dicho que te vayas, ¿quieres que te saque a patadas?

-No hay necesidad de ser tan rudos, Seto lindo. ¿Todavía esperas el milagro de que Joey regrese a tu lado?

Seto dejó a un lado la pequeña punzada de dolor para ponerse de pie y caminar hasta las puertas de su oficina para abrirlas de par en par. Sus ojos destellaron rabia ante la pregunta.

-Lárgate.

-Siempre has sido sagaz en tus decisiones. Primero escogiste a Atemu, ahora debes seguir hacia arriba y no hacia abajo. Elige a un candidato a la altura de tus ambiciones, amor.

-Tú no estás en mis opciones, Pegasus.

-Soy tu mejor elección.

-Vete de aquí, AHORA –el ojiazul se plantó frente a él señalando la puerta.

-¡Cuánta frialdad! Si somos viejos amigos…

Kaiba respingó al ver que Pegasus se abalanzó sobre él, sin darle tiempo a reaccionar, abrazándolo por la cintura con fuerza.

-Si valoras tu vida, vas a soltarme –le siseó el castaño, tratando de zafarse.

-Estando tan cómodos, no me parece, cariño.

-¡No soy tu cariño! ¡Suéltame de una maldita vez!

-Uh, pero que lenguaje, Seto. ¿Dónde están tus modales?

-No voy a repetirlo, Pegasus. ¡Déjame en paz! –aquél se inclinó sobre él- ¡NO!

Seto giró su rostro para evitar el beso. Los labios de Pegasus tocaron su cuello al tiempo que sus brazos le rodearon por completo. El ojiazul se revolvió hastiado, una punzadita renació por el movimiento. Liberó una de sus manos para alejar al otro. Pegasus atrapó su muñeca, previniendo el movimiento. Sus labios buscaron los de Seto.

-Qué deliciosa piel tienes, tan sedosa –le susurró.

-¡Suéltame, Pegasus!

-Tan fino talle y tan exquisito aroma –se detuvo a contemplarle de cerca- No cabe duda por qué Atemu te cuidaba tanto. Eres toda una tentación.

-¡No… !

-Qué lástima que Joey no supo valorarte.

-¿Qué dices sobre mí, Pegasus?

Joey estaba en la entrada de la oficina con una rosa en mano y visiblemente furioso de ver a Pegasus tratar de besar a Seto.

-Tienes cinco segundos antes de que deje atrás mi razón civilizada y te parta la cara, Pegasus. Lárgate de aquí.

-¡Pero cuánto salvajismo! –el platinado soltó a Kaiba- Necesitas clases de refinamiento y buenos modales, Joey.

-Tú necesitas que te patee el trasero.

Pegasus caminó hacia él con paso tranquilo para detenerse y volverse al ojiazul.

-Estaremos viéndonos de nuevo, Seto. Buenas noches.

El rubio le vio partir con la quijada apretada por la rabia. Entonces se giró al castaño que le observaba expectante y obviamente desinteresado en la partida de Pegasus. Su ceño se frunció al ver la rosa que se rompió en dos por la fuerza con que Joey apretó sus puños al encontrarlos.

-¿Venías a darme esa rosa?

-Eh… yo… -Joey bajó su vista a su mano- Si… lo siento, se quebró… bien… yo… lo siento…. Quería pedirte una disculpa por lo de esta mañana.

-¿Una rosa… para mí? –la expresión de Kaiba le dejó a ver a Joey su sorna.

-No sé que más hacer… Seto, yo… fui un imbécil… pero es que… ¿por qué no te defendiste de Pegasus?

-Alguien me dejó adolorido para hacerlo, gracias.

El rubio inclinó su cabeza.

-Pero ese patán…

-Me forzaste.

-Pero, tú… -Joey se sonrojó- lo disfrutaste.

Seto levantó ambas cejas, cruzándose de brazos.

-¿Piensas que porque tuve una eyaculación disfruté que me tomaras tan despiadadamente? Mis muñecas siguen ardiéndome, Joey.

-No quise hacerlo –contestó el otro- Pero no pude contenerme…

-Fue como una violación.

Joey escondió su cabeza entre sus hombros.

-Lo lamento.

-El que esté buscando una solución a este problema y te permita estar cerca de mí, no significa que tengas el derecho a disponer de mi persona como se te venga en gana, solo porque estás celoso… o frustrado.

-Lo siento… -la voz de Joey se quebró- Siento de verdad haberte herido… -sus ojos amielados miraron los de Seto- … desde el principio…

Un largo silencio reinó en la oficina. El ojiazul se dio vuelta para que Joey no le viera las amenazantes lágrimas en sus ojos, mordiéndose un labio para no sollozar. Sí, le dolía recordar aún lo sucedido en el Parque, recordar lo que pasó con Joey y la noche en el hangar. Le dolía darse cuenta de que lo amaba de la misma manera que cuando se lo confesó aquella tarde, pero Joey seguía alejándolo de su corazón, por miedo a lastimarlo como lo hizo… desde el principio.

Desde el principio…

Joey ya sentía algo por él en la preparatoria pero tuvo miedo de aceptarlo, de sentirlo plenamente y por eso dejó que la rabia tomara su lugar. Realmente no lo había golpeado a él.

Se había herido a sí mismo. Eso era lo que descubrió en el Inframundo.

-Perdóname –murmuró Joey detrás de él, tirando la rosa al suelo alfombrado- Tienes razón. No debo estar junto a ti de esta manera, lastimándote con mis mentiras y mi frustración que solo te han ocasionado problemas. Lamento no poder ser algo mejor para ti.

El sonido hueco de los pasos de Joey marchándose hizo volverse al castaño para llamarlo, pero ya no estaba. Seto corrió al elevador demasiado tarde. El silencio que le rodeó se le antojó amargo. Regresó a la oficina, miró la rosa partida en dos, tirada en el piso. Así estaba su amor ahora. La tomó con cuidado. Tenía sangre del rubio por las espinas que se clavaron en su palma al estrujarla.

-Te amo, Joey.

Tibias lágrimas rodaron por el rostro de Seto, que se dejó caer en el suelo. Ya era libre de expresar su amor, pero Joey no estaba ahí para escucharlo. De nuevo, únicamente la soledad escuchaba su confesión de amor.

Tal y como había ocurrido… desde el principio.