Título: EL AMOR TAL VEZ
Autor: Clumsykitty
Género: Yaoi con toques de aventura y otras incoherencias, producto de la falta de azúcar.
Parejas: Las que se dejen –no es mi culpa si no quieren estar juntos-.
Disclaimers: ni modo, Yu Gi Oh no es mío u.u
Feedback: Lo agradeceré eternamente.
Nota clumsykitty: ¡Recontrarecórcholis! He han reviewgañado –orejitas caídas- ¿De verdad soy tan cruel o masoquista?... ummm… y yo que creí que esta historia era más light…
En fin… como bandera de la paz, digo que ya hemos tomado la curva hacia la recta final…
Ahora… ¿Que puedo decir de este capítulo?… léyanlo, plis. (¿Pañuelo en mano?)
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Quien sabe de dolor, todo lo sabe.
………………… Dante Alighieri.
CAPITULO 12. REVELACIONES.
El Parque estaba medianamente ocupado. Niños jugando con sus madres, adolescentes que correteaban por los pasillos, adultos leyendo en las bancas, jóvenes parejas paseando de la mano. El sol y los verdes pastos, unidos a los pájaros que revoloteaban, se llenaban de las risas, los murmullos y los gritos espontáneos. Todo estaba colorido y alegre. El invierno se había ido y la primavera tocaba el Parque de Ciudad Domino.
-¿Éste es el lugar? –preguntó Angie, mirando alrededor.
-Sí –Joey posó su vista en la fuente y luego en el reloj- Aquí fue.
-¿No es curioso como un lugar puede tener tanto sentimiento impregnado y sin embargo no lo tiene más que para ti?
-Supongo que es así.
-Ven, sentémonos aquí –dijo la chica, señalando una banca cerca de la fuente. Una vez sentados se giró hacia Joey- ¿Aún estás en lo mismo? –el rubio asintió- Oh, vaya. Pareces muy decidido.
-Es mejor para él y para mí.
-¿Cómo puedes estar tan seguro?
-No lo estoy, solo que ahora si estoy usando la cabeza, Angie.
-¿Le has preguntado si le parece?
-Angie, ya no tengo el valor de mirarle a los ojos. Percibo su dolor y ya no puedo, no quiero hacer más profunda la herida.
-¿Qué te dice que tú eres la causa de su dolor?
-Tal como dijo Bakura, cambié la magia oscura por la verdad y me salió el tiro por la culata. Estuve luchando por descubrir las artimañas de Atemu y mira lo que pasó, sólo le hice más daño. Es mejor así.
-Te dije que te disculparas apropiadamente por lo que pasó en esas caballerizas no que le dijeras adiós para siempre.
-Tengo que dejarlo ir, así será feliz.
-¿No cambiarás de opinión?
-No.
Unos chiquillos pasaron frente a ellos, corriendo alborozados. Angie sacó un paquete de cigarrillos de la bolsa de su pantalón tipo militar, junto con un encendedor, con la mirada fija en el piso. Encendió su cigarrillo y lo fumó un par de veces antes de mirar a Joey y luego regresar su vista al frente, donde un globero jugaba con unos niños. El rostro de la joven adquirió una seriedad que el rubio nunca le había visto.
-Voy a decirte algo sobre "dejar ir" para que lo medites.
Joey asintió de nuevo en silencio, algo le decía que Angie iba a contarle algo muy importante, pues la chica fumó su cigarrillo con una mano temblorosa hasta acabarlo y luego encendió otro. Un gesto que solo le conocía cuando le platicaba sobre un hecho muy privado de su vida.
-Mi madre había muerto de cáncer y mi padre estaba desconsolado… y pobre, por los gastos médicos. Le era imposible seguir pagando mis estudios, la vivienda, estar en Berlín, de hecho. Optó por regresar a Río de Janeiro, su tierra natal. Desafortunadamente un mecánico ahí no ganaba lo mismo que en Alemania y anduvimos rodando de casa en casa; el poco dinero que le quedó después del funeral se agotó y tuvimos que irnos a vivir a las favelas. Mi padre estaba aterrorizado, no quería que una banda nos matara o me hicieran algo. Éramos desconocidos ahí.
En el autobús se encontró con un hombre que trabajaba de bolero en la Estación Central pero vivía en las favelas. Cosas del destino. Se hicieron amigos en el viaje y para cuando llegamos, ese bolero le había ofrecido a mi padre vivir en su casa, en tanto juntaba dinero para comprarse la suya. Le dijo que conocía a un empresario que tenía una automotriz, ahí en Río de Janeiro y le pediría trabajo a nombre de él. Ese bolero estaba casado y tenía una familia numerosa pero aún así nos pidió que nos quedáramos en su casa. Mi padre aceptó su oferta porque además yo tendría quien me cuidara mientras él se iba a trabajar y yo entraba a la escuela…
La rubia golpeó su cigarro para remover la colilla y fumó de nuevo. Joey escuchaba atento.
-Llegamos al barrio. Recuerdo como me abrazaba al pantalón de mi padre, lloraba. Yo solo sabía hablar alemán, y mi padre me había enseñado muy poco del suyo. No sabía que decir y me aterraban los rostros que nos miraban al pasar. Llegamos a la casa del bolero, que por cierto su nombre era Roberto Dos Santos, su favela se encontraba al otro lado de la entrada, cerca del mar. Era como todas las demás: pobre, chiquita y llena de mugre. Su mujer salió a recibirnos y llamó a sus hijos, en aquél entonces cinco adolescentes varones, detrás de ellos venía la abuela, madre de Roberto y de su mano, su única nieta…
Angie volvió a hacer una pausa al acabar su cigarrillo para prender otro que tomó con el mismo titubeo.
-Isabella Dos Santos, la mulata más hermosa que el mundo jamás conocerá. Tenía mi edad. Sus cabellos enroscados y negros como el petróleo, sus ojos castaños y la sonrisa más tierna que pude ver toda mi vida. Mi padre nos presentó y Roberto les dijo nuestra situación, que nos había ofrecido techo y comida. Inmediatamente me di cuenta de que la abuela no que querría, me barrió con su mirada. Yo traía aún mi vestidito de los domingos que mi madre solía ponerme, mis zapatos gastados de charol y mis calcetas finas; mi piel blanca, mi cabello rubio y mis ojos verdes. No dijo nada pero fue claro que haría de mi vida un infierno. Esa noche, Roberto y su mujer hicieron y deshicieron para acomodarnos. Finalmente, yo me quedé con Isabella y su abuela; siempre sería así.
A la mañana siguiente mi padre partió con Roberto para buscar a ese empresario. Lloré asustada cuando me quedé sola. Los hermanos menores de Isabella, Carlos y Rafael se turnaron para cargarme como lo hacían con su hermana, tratando de consolarme. Me mostraron "toda" la casa y luego se pusieron a jugar conmigo. Isabella se acercó y me dio una muñeca, porque yo no traía juguetes. Mi padre los había vendido para pagar los boletos del autobús. Su sonrisa angelical me tranquilizó y me puse a jugar con ella, a pesar de no entenderle. Al terminar el día, cuando nos llevaron a la cama, me puse a cantar aquella cancioncilla que mi madre me enseñó para dormir. Nunca imaginé que desde esa noche, Isabella la memorizaría. Cuando mi padre volvió yo dormía con ella totalmente cansada. Él consiguió empleo con el dueño de la automotriz, pero tenía que irse a dormir a las bodegas de los autos porque su horario era muy largo y no alcanzaría a llegar. Se iría los lunes y regresaría los viernes en la noche. Roberto le dijo que él se encargaría de mí, y como se verían en la Estación Central, podría darme cartas o algo que me comprara durante la semana. Era muy honrado en ese sentido. Por necesidad, mi padre aceptó y me prometió ahorrar mucho para llevarme a un lindo departamento como el que teníamos en Berlín. Era fin de semana, así que pude estar un poco más con él y le pedí que me enseñara más de su idioma. Ese primer lunes me llevaron a la escuela donde Isabella asistía, todos se burlaron de mí por no saber hablar bien y ella les arrojó sus lápices, muy enojada. Lloré de nuevo en la noche, porque quería platicar con Isabella pero solo alcanzaba a decir muy poco. Para cuando la semana acabó, apenas entendía algo pero seguía sin saber pronunciarlo. Así fueron pasando las semanas. La abuela me tomó más aversión cuando hubo una ceremonia religiosa cerca de ahí y no supe hacer nada. Mi madre no era católica y mi padre nunca me inculcó su religión. La abuela era fervorosa de su fe, así que nos puso a Isabella y a mí a rezar como dementes para aprender. Isabella no podía terminar ni una sola oración porque reía a carcajada abierta al escucharme a mí….
Angie rió para sus adentros, soplando el humo de su cigarro.
-Sospecho que ésa fue la razón por la que la abuela les dijo a los vecinos de donde era yo, y pronto se hizo el rumor que mi madre había sido del partido Nazi. Un día que regresaba de la escuela, de la mano de Isabella, los niños de la banda que vivía cerca de nosotros nos rodearon y comenzaron a gritarme "¡Nazi, ¡Nazi, ¡La Nazi!". Isabella hizo lo que siempre hacía cuando se enojaba, les arrojó sus cosas y les gritó otras tantas que no alcancé a entender. Yo estaba llorando, ella me abrazó y así regresamos a la casa. Su madre se molestó mucho porque ya sabía que eso no era verdad, pero yo vi el rostro satisfecho de la abuela. Jamás dejaron de decirme La Nazi, cuando mi padre llegaba los fines de semana, yo no le decía nada de eso, lo miraba cansado y no quería darle tantas preocupaciones.
Así crecí al lado de Isabella. La leche y el café, decía su madre, porque siempre andábamos juntas, incluso nos bañábamos juntas, bajo la estricta mirada de su abuela. Ella siempre me decía que escribiéramos nuestros apellidos con iniciales para que nos dijeran hermanas. Je. Vi crecer a Isabella cada vez más hermosa, cada vez más tierna, "mi Bella" le decía mientras se desnudaba para ponerse el camisón de dormir y escuchar mi canción de cuna. Así la vi volverse una coqueta adolescente. Su cabello largo y ensortijado, sus pequeños pero redondos senos y una sensual cintura, sus caderas anchas y ese travieso trasero que gustaba revolcarse en un cerrito que teníamos cerca donde aún no construían. Ella ya se desarrollaba como una mujer y yo no, obviamente por mi herencia genética; Isabella me rebasó de altura y por eso un día me dijo que ella era la protectora y yo la protegida. El día de mi cumpleaños, ella me llevó a ese cerrito y se sentó bajo el arbolito donde siempre trepábamos como monos y empezó a cantar:
Komm in mein Boot
ein Sturn kommt auf
und es wird Nacht.
Wo willst du hin
So ganz allein
Treibst du davon
Lloré de felicidad, porque era mi canción de cuna, tal cual en mi lengua natal con su celestial voz. Siguió cantando hasta terminar y luego me abrazó con fuerza. En ese momento, al estar entre sus brazos y sentirme cerca de su pecho, me di cuenta de que la amaba, no como hermana postiza sino como un hombre y una mujer lo harían. Mi corazón me latió en los oídos al darme cuenta de que quería acariciarla de una manera que no había imaginado. La deseaba. A partir de entonces yo me sonrojaba cada vez que me miraba con su picardía infantil o me tocaba en mi mejilla o mi mano cuando me veía triste. Yo oraba en silencio porque temía que mi cariño era pecaminoso como decía la abuela. El infierno es para los herejes y los pervertidos. Cuanto más lo hacía más la deseaba. Sudaba frío al ver su cuerpo desnudo cada noche al cambiarse de ropa o al bañarnos, porque nunca dejamos de hacerlo juntas. Y además, tenía a la abuela como una sombra. Aunque Isabella ya no la tomaba en cuenta, siempre decía que Dios ni era cruel ni un tirano, sino amor como lo predicó Jesús.
Le pedía mi padre un poco de dinero para el regalo de cumpleaños de Isabella, una cadena de fantasía con un corazón rojo de plástico. Se lo di con mi cara roja y mi propio corazón a mil por hora. Ella lo tomó y se lo puso enseguida, cantando lo que se convertiría en nuestra canción. Dijo que yo le daba mi corazón y ella lo iba a cuidar junto al suyo. Después de su pequeña fiesta fuimos de nuevo a nuestro "lugar del cielo" y nos recostamos para mirar el firmamento estrellado. Isabella me dijo que siempre le había gustado retratar el cielo pero que era muy tonta para dibujarlo. Yo, de idiota o aventura, no sé, le dije que lo haría por ella. "Yo te pinto lo que quieras". Se rió como el ángel que era y se paró a brincar alegre, enumerando todo lo que deseaba. Le escribí a mi pobre padre que quería unas pinturas y papel. Me los envió con Roberto y me dispuse a mi tarea con horribles intentos, que luego le mostré con lágrimas en los ojos a mi Bella. Volvió a abrazarme con su inocencia, diciéndome que estaba contenta porque yo quería darle las estrellas.
En la escuela, estudiamos sobre la fotografía y me di cuenta de que eso era lo que necesitaba, pero no tenía tanto dinero para comprar una cámara fotográfica. Me puse a trabajar de limpiapisos en los mercados para juntar dinero. Lo hacía en las tardes después de la escuela. Como me dolían las manos por las noches a causa del jabón y la refriega de tallar pisos y muebles. Mi Isabella limpiaba mis manos con su crema, cantando nuestra canción. Al fin, me compré una cámara desechable y un rollo junto con unas pilas en un bazar de las favelas. No cabía de emoción…
La voz de Angie tuvo un ligero temblor. Joey tragó saliva. NUNCA había escuchado esa historia.
-Inmediatamente, esa noche fui al cerrito y tomé fotos. Lo que no contaba era que las chicas de la bandita me habían seguido. Me atraparon y me patearon hasta que se les acabó el aliento, y luego me escupieron a la cara una y otra vez. Finalmente, me quitaron mi cámara y la quebraron frente a mis ojos, uno de los trozos de plástico brincó a mi córnea. Así regresé a la casa. Me llevaron con un señor que la hacía de curandero para revisar mi ojo, afortunadamente, no me pasó gran cosa y anduve con un parche un par de semanas. Isabella lloraba al verme pero yo lloraba más por no haberle traído las estrellas. No sé si fue verdad, pero Carlos me contó que ella fue a buscar a la mandamás y le partió la cara, amenazándola con que si volvían a tocar a su Ángela iba a acusarlas de haber pisado el territorio de la banda enemiga y a la que le tenían un pavor tremendo.
En tanto me recuperaba, ella hacía mis tareas, me peinaba y me vestía como si fuera una de sus muñequitas y antes de dormir, me daba un beso en mi parche para que sanara más rápido, decía y se ponía a orar a Dios pidiéndole que mi "canica" no se echara a perder. Me encantaba verla orar. Ella era el ángel y yo el demonio que quería mancharla. Por ese incidente, mi padre tomó más horas extra para rentar una casa en la ciudad; eso no me lo dijo sino hasta después. La Navidad de ese año, Isabella me dio un regalo inesperado. Estaba envuelto en una tela de corazoncitos rojos y fondo verde. No le tomé la forma. Con su gran sonrisa me pidió que lo abriera… ella siempre me hizo llorar… era Wanda…
Joey abrió sus ojos como platos sin saber que decir.
-Caí en la cuenta de por qué desaparecieron sus cadenas con cruces de oro que la abuela le había regalado desde su bautizo hasta ese momento…se las dio a una vieja indigente a cambio de Wanda, que la tenía de un fotógrafo extranjero que murió en una de las balaceras que comúnmente había en las favelas. Yo le había visto esa cámara pero jamás creí que Isabella vendería las joyas de su abuela para comprármela. Todos decían que esa mujer era en verdad una bruja, una shaman. No lo sé, pero le dijo a mi Bella que la cámara solo abría su lente para ver a Dios, "Y tú vas a darme el cielo donde vive Dios, ¿verdad?" me dijo con sus ojitos llenos de fe en mí. ¿Cómo podía negarme? Isabella le puso el nombre por la W que la cámara tenía en un costado, que era en verdad la serie. Aún tenía el rollo sin usar. Tomé mi primera foto, a Isabella. Desafortunadamente, no poseía ningún conocimiento alguno de ese tipo de cámaras profesionales ni de los principios básicos de la fotografía, así que nunca salió la foto.
Al año siguiente terminamos la secundaria y nuestros caminos iban a separarse. Mi padre fue ascendido y su sueldo subió, con lo que tenía ahorrado compró un departamento. Me inscribió en una preparatoria de la ciudad, al contrario de Isabella, que ya no estudiaría. Solo iba a dedicarse a aprender de costura y confección para ayudar a su madre en el oficio de costurera. Sus hermanos se habían ido a Sao Paulo en una empresa de mudanzas. Yo no quería separarme de ella, la amaba. Durante las vacaciones de verano pasábamos todos los días juntas y en las noches volvíamos a nuestro lugar del cielo. Siempre estuve tentada a decirle lo que sentía por ella, pero tuve miedo. Mi amor era perverso y además podía meterla en problemas con sus padres y su abuela. No, nunca la lastimaría de esa manera. Sus ojos me odiarían. Preferí quedarme callada. Pensé, "mi Bella, será mejor si te dejo ir"…
La rubia arrojó el último de sus cigarrillos al piso, inclinándose para posar sus codos en sus piernas, con la cabeza baja. Su mirada lucía perdida.
-Desconsolada, me marché con mi padre a la ciudad. Inmediatamente me puse a escribirle a Isabella, pues ella no tenía teléfono en casa. Cada día, le escribía sin falta y le contaba como me iba en la preparatoria, con mi padre y todas las cosas nuevas que aprendía. Y ella me contestaba, contenta de leer mis cartas, haciéndome reír con sus anécdotas sobre la abuela. De nuevo, estuve muy tentada a declararle mi amor, pero no lo hice. Temí que su madre o su abuela llegaran a leer mis cartas. En la preparatoria, conocí a un chico muy apuesto que según trabajaba de modelo, en verdad era un "actor" de películas para adultos. Él me mostró otra cara del mundo y ahí me di cuenta de que yo era lesbiana y no era un pecado como siempre nos lo remarcó la abuela, pero ni aún así me atreví a confesárselo. Decidí que la única forma de tenerla siempre a mi lado era sacarla de las favelas, y para eso necesitaría mucho dinero. Incluso planeé llevarla a Alemania. Roberto me contó que se había vuelto muy hermosa y que los chicos la asediaban. Mi corazón se rompió pero era algo que ya temía. Isabella me amaba, pero sólo como una hermana. También me dijo que estaba cosiendo vestidos raros para que cuando fuera a visitarla, le tomara fotos como las modelos de las revistas que usaba en la costura. Le escribí prometiéndole que así lo haría.
Gracias a la recomendación de mi compañero de preparatoria, anduve aprendiendo el oficio de ser una fotógrafa del mundo de la pornografía, lo que me sirvió para aprender lo que nunca. Hubo un concurso en la escuela y me inscribí, porque el premio era en efectivo, y así le compraría un vestido de alta costura a mi Bella, que les había visto a las actrices. Por el concurso no fui en el verano pero conseguí el primer lugar. El empresario que había contratado a mi padre se interesó en mí y de buena voluntad nos propuso pagarme mis estudios para la universidad que yo quisiera, no importaba si era en el extranjero. Mi padre estaba feliz, pues él quería que yo estudiara en Berlín, donde mi madre lo hizo. Eso me mortificaba, si me iba fuera del país nunca más vería a Isabella. Le escribí contándole sobre eso y por primera vez no recibí una carta de contestación. Volví a escribirle y pasó lo mismo. Me preocupé y le pregunté a Roberto por ella. Recibí una noticia horrible, uno de los amigos de sus hermanos la cortejaba y se estaban preparando para su boda. El ya había pedido su mano y el compromiso estaba hecho. Isabella iba a casarse, luego se marcharía de ahí para siempre…
Angie se recostó en la banca, abrazándose. Pequeñas lágrimas asomaron a sus ojos.
-Estaba herida, frustrada, rabiosa. Me fui a una de las fiestas privadas de los actores y terminé en la cama con una mujer que jamás había conocido ni volví a ver. Gasté mi premio en los accesorios de Wanda y su maleta, con lo que me sobró le compré un álbum de fotos a Isabella para el día de su boda y lo envolví en la tela donde ella me había regalado mi cámara. Sería mi despedida. Me consolé con el pensamiento de que al menos me quedaría con el recuerdo de su amistad. Iba a casarse un sábado. Roberto y mi padre se fueron el viernes, pero yo me quedé. Quería estar sola para llorar por el amor que perdería. Tenía que decirle adiós. Dejarla ir. Me sentí como muerta ese sábado al despertar, me vestí, me llevé a Wanda y su obsequio. Cada paso que me acercaba era más pesado; no sabía que le diría a Isabella al verla después de un largo tiempo.
Al llegar, vi el vecindario muy agitado, la casa estaba rodeada por muchas personas. Me extrañó su comportamiento pero decidí ignorarlos. Entré. Fue el momento más horrible de toda mi vida, el más cruel y despiadado. La salita estaba vacía sin muebles, solo una mesa larga de tablones donde yacía Isabella, muerta. Tenía puesto su vestido de novia, manchado se sangre. La abuela gritaba de dolor como su madre, que al verme me abrazó desesperada. Creo que estaba catatónica porque no recuerdo haber llorado en ese momento. Mi Bella era ya una mujer, pero sus labios ya no eran sonrosados y alegres, estaban blancos, sin vida. Su misma piel estaba pálida y me di cuenta de que tenía lágrimas congeladas en su rostro maquillado. Su madre me dijo que se había encerrado en el baño y no salía. Que Roberto, asustado, tiró la puerta y así la encontraron, pero tenía una carta en su mano con mi nombre. Me llevó al cuarto de Isabella donde tenía el sobre y me lo dio, dejándome sola. Después de tanto tiempo, volví a estar en la cama donde tuve a mi ángel todas las noches. Ahí comencé a llorar al ver una de las paredes tapizada con mis cartas y todo lo que yo le mandaba, cada una tenía un papelito donde ella fue anotando la fecha y lo que le había pasado. Nunca dejó de pensar en mí. Con mano temblorosa, abrí la carta… recuerdo cada palabra como si estuviera escrita con fuego en mi alma…
Un sollozo escapó de los labios de la rubia que miró al cielo.
-"Angela, que el Padre en los Cielos me perdone pues voy a pecar ahora. Mi alma se condenará al Infierno pero ya no puedo más. Dios sabe cuanto te he llorado, Ángela y cuanto dolor me causa esto, pero ya no puedo más. No puedo vivir con un hombre que no amo y no puedo casarme con él. Que el Padre en los Cielos me perdone y espero que tú me perdones, Ángela, pero ya no puedo más. Te amo, Ángela. Te amo como mujer y sé que está mal. Sé que al leer esto me odiarás. Dios sabe que lo sé. Pero ya no puedo más. No puedo vivir sin ti. Ya no quiero vivir sin ti. Mis lágrimas caen en esta hoja por ti. Estoy haciéndote mal porque eres como mi hermana y esto no está bien. Que el Padre en los Cielos te envíe misericordia para mí. Cuantas veces quise besarte y abrazarte, pero me mirabas en silencio con tu mirada triste. Cuantas veces quise tocarte como se tocan los amantes, pero siempre estabas a mi lado, callada, confiando en mí. Ya no puedo más. Me he cortado mis muñecas y dejo que la sangre corra y se lleve mi demoníaco deseo. Pero ya no puedo más. Por favor, Ángela, no me odies. Mi amor por ti nunca quiso hacerte daño. Dios bendito sabe que fue así. Aún ahora, con mis lágrimas y mi sangre, me atrevo a escribirte esto: te amo. Que el Padre en los Cielos me perdone porque he pecado… Adiós, mi Ángela…"
Joey se llevó una mano a su boca al escucharse llorar. Angie también lloraba aunque en silencio. La amargura en sus ojos era inmensa.
-Mis gritos de dolor hicieron que mi padre fuera a buscarme, pero yo me levanté y corrí hacia Isabella, y me dejé caer de rodillas a su lado. Una de sus manos ensangrentadas tenía el collar que yo le diera en su cumpleaños. Me dejé caer sobre su regazo. Roberto y mi padre me llevaron de nuevo a su habitación, la sangre en el vestido todavía estaba fresca y manchó mi cara y mi ropa. Tirada en su cama, mis lágrimas se mezclaron con su sangre, con mis dedos comencé a limpiarme, bebiéndolas. Ya estaba histérica. Papá llegó con un trapo limpio y un té para calmarme, no lo quise y huí hasta nuestro rincón en ese cerrito. Me abracé al árbol que tantas veces nos cobijó en las noches que mirábamos el cielo y lloré hasta que perdí el conocimiento.
Cuando desperté, me encontraba en nuestro departamento en la ciudad. Ya era otro día, mi cabeza me daba vueltas. Mi padre había llevado un médico a verme y me había sedado. Dormí un día entero y no pude asistir al funeral de Isabella. O eso pensé. Cuando pude levantarme y regresar a las favelas, los vecinos me dijeron que Roberto y su familia se marcharon después del incidente. No me di cuenta que al ir al lado de Isabella había tirado la carta y la abuela la encontró. La leyó a gritos a sus padres, diciendo que yo había ensuciado a su hija, por mi culpa ardería en el Infierno por pecadora. Quemaron el cuerpo como muestra de repudio y echaron sus cenizas a la basura. Ni siquiera tenía un lugar a donde yo le llevara flores y le llorara. Todos empezaron a asediarme con morbosas preguntas, así que me fui de ahí.
Perdí el gusto por todo durante largo tiempo, a pesar de los esfuerzos de mi padre, él nunca me dijo nada pero yo leí la decepción en su rostro al enterarse de mi orientación sexual. Lo único que hacía era largarme con aquellos actores y productores. Uno de los fotógrafos de más tiempo me dijo que yo tendría un futuro próspero si me marchaba a los Estados Unidos, pues ahí se concentraban las mejores casas del negocio de la pornografía. Me dio una recomendación a la par que el jefe de mi padre conseguía una beca de estudios para mí. Huí de Brasil, con Wanda en mi mano. Viajé a Estados Unidos para ser una fotógrafa. Durante el primer semestre en la universidad, conocí a una estilista de mi otra "profesión" y nos hicimos amantes. Ella me hizo ver cuanta culpa marchitaba mi vida. Fue mi primera amiga real. En el campamento de verano pude escoger la ruta alemana. Retraté el cielo de Berlín y guardé la fotografía. En vacaciones de invierno regresé a esas favelas. Aquél cerrito donde amé por primera vez a Isabella ya tenía principios de construcción. Todo estaba cambiado. El árbol ya no estaba ni su pasto verde. Solo cimientos y basura…
Un grupo de jóvenes pasó alborotando todo a su paso. La rubia se irguió para sentarse de vuelta.
-Con todo, me hinqué y saqué la foto que había tomado, la puse en el suelo. Le oré a Isabella, pidiéndole perdón por lo que le había hecho –Angie se volvió a Joey- Porque mi silencio la dejó ir y eso la mató. La dejé ir porque no quería lastimarla y le traje la muerte. Lloré, rogándole a Dios que no castigara su alma y sí la mía. Con mis lágrimas canté aquella nuestra canción que mis labios ya no habían vuelto a pronunciar, ofreciéndole el cielo alemán, donde yo había deseado tenerla, y mi vida a Isabella. Entonces pude escuchar algo, muy cerca de donde había puesto la foto. En una bolsa de basura, una pequeña naricilla trataba de respirar a través de un minúsculo orificio, apenas alcanzaba a verse…
-¿S-S-Snifle? –tartamudeó Joey, atónito. Angie asintió
-Era él. No sé, coincidencias o suerte; sentí que era el perdón por parte de mi Bella. Saqué a Sniflle de la bolsa, tenía días de nacido, su pelo todavía estaba pegajoso y sucio de sangre. Aún no abría sus ojos pero su nariz me olfateaba. Me lo llevé en brazos, no sin antes jurarle al cielo donde mi ángel vivía que siempre usaría a Wanda de la forma que ella me pidió, y nunca más mentiría, con Sniffle a mi lado. Regresé a la ciudad para que atendieran a mi pequeño y luego busqué a mi padre. Le dije todo sobre mí, lo que hacía y lo que era. Lloró mucho antes de correrme de su casa. Ya no oculté más mi sexualidad ni lo que sentía o pensaba. Me llevé a Sniffle a la universidad y me dediqué a mi juramento de tomar fotografías con el corazón. Todo cambió. Por una parte, en mis estudios avancé muchísimo con las materias, dándome la oportunidad de comenzar a viajar en ciertas excursiones y por otro lado, mi reputación como fotógrafa de las actrices me dejó pagarme la carrera por mi cuenta y así mantener las cosas que quería. Me di cuenta de que Wanda no era para esas cosas, se estaba desperdiciando. Entonces me inscribí en un diplomado especial en la universidad y ahí conocí a mi gran amigo, Joey…
Se quedaron en silencio, mirándose uno al otro. El rubio seguía llorando, conmovido por la historia de su amiga. Ella se limpió el rostro y respiró profundamente. Sus ojos verdes, retornaron al cielo.
-Seto es exactamente igual a Isabella. Yo no creía eso de que el amor solo tiene un rostro, pero ahora veo que sí. Esa mirada es la misma. Te mira como lo hacía mi negra hermosa. Es igual. Dolorosamente igual. Cuando llegaste a mi casa esa tarde de lluvia, me di cuenta de que tu cariño era igual al mío. Cuando vi a tu ojiazul, fue como volver a ver a Isabella. Por eso es que estoy aquí, no puedo consentir que se repita la historia. Mírate en mi espejo, Joey. No lo dejes ir. No lo hagas. Sufre por no tenerte al igual que tú, su amor tiene una herida que solo se curará cuando estén juntos. Te ama, Joey. No lo dejes ir. Isabella está en el cielo, como el ángel que siempre fue, inmaculada y hermosa. Mi Infierno es saber que nunca más estaré a su lado, y cuando muera, no tendré lugar junto a ella, por dejarla ir. He de vivir sola hasta el fin de mis días, consumiéndome de pena. Llorando por nunca experimentar el tacto de sus labios o su piel. Jamás conoceré el olor de sus cabellos ni veré más sus tiernos ojos. Jamás. La dejé ir. Ése es mi castigo eterno.
-Angie…
-Nadie me dijo Ángela más que ella. A nadie le di el privilegio de pronunciar el mismo nombre que los labios de Isabella… hasta hoy… su corazón renació en Seto… Der Herrgott nimmt, Der Herrgott gibt, Doch gibt er nur dem den er auch liebt (i). No lo dejes ir, Joey. Un amor como el tuyo es auténtico, y has experimentado lo imposible a su lado. Eso debería bastarte para darte cuenta de lo valioso que es él… y tú…
-T-Tú… ¿tú me diste a Wanda por eso?
-Ella debe estar donde los ojos del amor, que es Dios, miran. Así lo prometí.
Joey se quedó callado. La chica se levantó y se puso frente a él, con una mano en su hombro.
-La vida sin amor no es vida, Joey… yo lo sé… lo sé…
La rubia le sonrió antes de marcharse, dejando solo a Joey, que contempló la figura cada vez más distante de su amiga, entre las lágrimas congeladas en sus ojos.
-Tú también eres un ángel… amiga mía.
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(i) Der Herrgott nimmt, Der Herrgott gibt, Doch gibt er nur dem den er auch liebt: viene a ser algo así como el Dios (o Señor) ha dado y él ha quitado, ¿El ama a aquellos que abandonó?; parte de la canción, Bestrafe Mich, Rammstein. El título viene a ser algo así como "Castígame". Muy ad hoc… XD
Si alguien recuerda, Seto llama a la chica Ángela y no Angie, como todos los demás…
