Título: EL AMOR TAL VEZ
Autor: Clumsykitty
Género: Yaoi con toques de aventura y otras incoherencias, producto de la falta de azúcar.
Parejas: Las que se dejen –no es mi culpa si no quieren estar juntos-.
Disclaimers: ni modo, Yu Gi Oh no es mío u.u
Feedback: Lo agradeceré eternamente.
Nota clumsykitty: Bueno, recuerdo como disco rayado, que este fic está dedicado a Eli-chan por ser mi primera fan y espero aún fiel seguidora.
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A veces no pienso
Me vuelvo tan frío y no estoy.
A veces me ausento de mis sentimientos.
Y luego sonrío,
Recuerdo y me aferro a vivir
Y a veces quisiera matar por tu amor
Tan solo por un momento…
Me quieres ver grande,
A pesar de lo débil que soy.
Y si toco hasta el fondo,
Me sacas de nuevo.
Por eso me quedo
Me aferro y te quiero a morir
Por eso aquí adentro
Tú estás todo el tiempo
Viviendo del sufrimiento…
Y es que todavía no encuentro
Lo que en mi sería normal.
Para darte mucho más
Y entregarme por completo.
Sexo, pudor o lágrimas, me da igual.
………………… Sexo, Pudor y Lágrimas, Aleks Syntek.
CAPITULO 14. DUELO DE MOSNTRUOS.
Prometeo evolucionaba perfectamente, las nuevas cartas habían sido agregadas a su base de datos junto con el reglamento del próximo torneo de Pegasus. Ahora tenía que averiguar si el nuevo disco de duelo, diseñado para explotar todo su potencial, era compatible con la inteligencia artificial.
Seto se colocó en posición frente a Indra, el robot maestro, y dio la señal a sus ingenieros para activarlo. Accionó el disco prototipo, introduciendo su baraja. Indra encendió el suyo, desplegando sus brazos mecánicos.
-"Indra, versión 3.5, robot de Duelo de Monstruos. Iniciando reconocimiento de oponente… Buenos días, Seto Kaiba. Prometeo en línea. Elija sus cartas, por favor."
El ojiazul sacó sus primeras cartas.
-Señor Kaiba, el Señor Wheeler dice que necesita hablar con usted urgentemente.
-Ahora no, Misao. Dile que si quiere verme, tendrá que esperar.
Indra seleccionó sus cartas y esperó el movimiento de Seto, quien colocó una carta boca abajo en modo de defensa y otra mágica del mismo modo. Prometeo desplegó su sección del campo para dividir los efectos de cada carta en éste.
-Señor, dice…
-¡He dado una orden, Misao! –exclamó impaciente Kaiba.
El laboratorio volvió a sus luces normales, Indra se desactivó. El castaño se volvió hacia la cabina de control para encontrar a un Joey sonriente con la tarjeta de activación del robot en la mano. El CEO se quitó el disco furioso y lo dejó a sus pies, apretando en su mano su monte de cartas, mientras el rubio bajaba para encontrarlo en la zona de prueba.
-Dame esa tarjeta ahora, Wheeler.
-Ésa no es manera de dirigirte a mí.
-No te merece otra después de cómo te has comportado. La tarjeta.
-Elige, la tarjeta o… tu carta del Dragón Blanco –dijo Joey, mostrando en cada mano las anteriores.
Seto examinó su monte y descubrió que, en efecto, le faltaba un Dragón Ojiazul. Se dirigió al rubio.
-Dame esa carta. Además de ser un perro, eres un ladrón.
-Modales… -replicó Joey, oscilando la tarjeta y la carta.
-Voy a llamar a seguridad.
-Me voy entonces… -advirtió el rubio, caminando hacia la puerta.
Gruñendo, el ojiazul levantó un brazo para quitarle su carta de la mano de Joey, que había prevenido su movimiento y brincó a un lado para correr al otro extremo del laboratorio con sus anzuelos.
-¡Dámela! –gritó Seto, ansioso, persiguiendo al rubio que zigzagueaba evitándolo.
-Quítamela… si puedes… -le retó.
Apretando los dientes, Kaiba miró con rabia a Joey. No dispuesto a perder su carta más preciada, persiguió por todo el laboratorio al rubio, el cual hacía valer su mote de perro porque se movía con la misma agilidad y astucia de un can. Herido en su orgullo, el castaño le cortó el paso al rodear a Indra y lo tacleó, forcejeando para tomar su carta que luego de varios jaloneos, consiguió. Sin embargo; cuando se separó de Joey y se sentó en el suelo, recuperando su aliento, la carta no era suya sino el Dragón Negro de Ojos Rojos de Joey.
-¿Qué…
-¿Lo ves? Ahora estamos iguales –explicó Joey, ostentando aún la carta del Ojiazul y la tarjeta de Indra, rota.
-¿Cómo…
-Hay que saber muchos trucos si quieres sobrevivir en las guerrillas –dijo el rubio, acercándose a Seto que le quitó con un mohín de fastidio la tarjeta dañada.
-Si vamos a volver a pelear no quiero perder así mi tiempo. Vete.
-Si tú comienzas con esa actitud, entonces me iré en realidad y no volveré nunca –Joey se guardó la tarjeta en su bolsillo de la chaqueta.
-Los chantajes tampoco funcionan.
-Ni los celos.
-Yo no le dije a Pegasus que me visitara.
-Ni a Siegfried que se autonombrara tu nuevo amante.
-Si me ven solo, es obvio que piensen en cortejarme.
-Claro, te gusta sentirte por encima de los demás.
-Al contrario tuyo que te tiras al suelo para que te pisoteen.
-¿Por eso prefieres al Faraón a tu lado?
-De nuevo con lo mismo…
-Tengo razón, por eso evitas responderme.
-¿Por qué insistes en esa actitud?
-¿Por qué no me contestas? –Joey se sentó a su lado.
-El problema no es Atemu.
-Seguro.
-Él no es el de las mentiras…
El rubio sujetó su cintura para pegarlo a él.
-¿Esto te parece una mentira? –inquirió, dándole un beso.
-Joey… -la voz de Atemu lo detuvo de besar a Seto con fuerza.
-¿Qué haces aquí?
-Te hago la misma pregunta.
-Vine a hablar con Seto.
-Yo también.
-Ya estoy harto de estos encuentros –intervino el ojiazul, soltándose de Joey y poniéndose de pie- No han hecho otra cosa sino pelear.
-Hablemos claro de una vez por todas –ofreció el Faraón.
-Sí, porque tengo mis dudas, Atemu. Fuiste un desgraciado, imbécil, malnacido…
-¡Joey!
-Lo siento. Dime, Faraón. ¿Qué rayos tenías pensado, eh?
-Proteger a Seto –contestó éste, cruzándose de brazos.
-No me parece que ultrajarlo hubiera sido precisamente "proteger", Atemu. A mi me da la impresión de que lo odiabas por ser el efecto causante de la muerte de tu precioso Yugi, ¿o qué? ¿Esa idea del anillo que era? Después de tantos milenios se te momificó el cerebro.
-Atemu no deseaba bajo ninguna circunstancia que yo trajera de vuelta ese sentimiento hacia ti, Joey –explicó Seto- Porque acabaría en ese estado terminal que me llevó al Inframundo y del cual estuve a punto de experimentar tiempo atrás cuando él volvió a la vida.
-¿En cristiano?
-Ra me concedió un deseo al entrar al cielo de los Dioses y le pedí a Horus ver con su ojo a través del futuro. Entonces tuve esa visión de Seth en el Río de la Muerte. En aquél entonces, su alma tenía una pena tan grande que su akh se transformaría en odio, provocando una energía maligna tan perversa y fuerte que permearía en la vida de quienes le rodeaban. Sería como una maldición, y el primero en morir sería Mokuba. Su deceso precipitado traería una especie de reacción en cadena, liberando por completo esa "maldición". Todo esto acaecería en conflictos destructivos y cierto, Yugi iba a ser una de las víctimas de la furia de los Dioses.
-¿Por qué la muerte de Seto haría algo así?
-Su alma se negaría a partir, por amor a ti. Osiris debe recibir las tres partes del alma, el ba, el ka y el akh, para decidir el nuevo destino del enjuiciado. Ahora, Seth pertenece al linaje divino, si una de las partes de su alma estaba manchada, impura, por alguna cuestión "mortal"; era una falta al mismísimo Ra. Todos se condenarían: Seto, Mokuba, Yugi, tú y todos los demás. Ese futuro me aterrorizó, lo admito. El sufrimiento caería sobre mis seres queridos y no iba a permitirlo, me había hecho una promesa de siempre cuidar de Yugi, no importaba cómo.
-Pero estabas en el otro mundo, Atemu, ¿cómo podías hacer algo?
-Porque en mi juicio ante Anubis, él decidió que mis acciones eran suficientes para otorgarme un nuevo cuerpo mortal con una nueva oportunidad de vivir. Osiris me liberó del Inframundo; Isis reconstruyó mi nuevo ser para tener la vida que no tuve.
-Y el aprovechó esa oportunidad para no solo rescatar a Yugi; sino para salvar mi alma. Recuerda, Joey, que en aquél tiempo él no sabía si ese enano le correspondía o no. Su meta principal era mi bienestar, no el de Yugi. Porque no le importaba tanto mi muerte como mi vida.
-Ustedes dos, ¿son amantes o qué? ¿Por qué lo defiendes tanto? –los celos de Joey no se hicieron esperar.
-Me comprende mejor que nadie –aclaró el Faraón, intercambiando su mirada con el ojiazul- Después de todo, es Seth, mi amigo, rival y familia.
-Pues si bien recuerdo, casi matas a tu "familia".
-Y tú no te quedas atrás, Joey. ¿O ya olvidaste esa tarde en el Parque?
-Eso no te concierne…
-¿Ah, no?
-Atemu, tiene razón.
-De acuerdo, ¿y lo demás?
-Esa era mi intención, hasta que decidiste meter tu narizota de nuevo, Faraón –bufó Joey, levantándose de frente a éste- Ya me harté de tenerte como una sombra entre Seto y yo.
-Joey… -llamó Kaiba al ver que ambos empezaban a discutir- Atemu, esto no…
-¡Pues fuiste tú el que me lloraba salvar a Seto! –exclamó el tricolor con los puños cerrados.
-¡Y tú el que lo humilló!
-¡Al menos yo me di la oportunidad de amarlo!
-¡Amar no es esclavizar, Faraón!
-¡Y supongo que abandonar sí!
-¡YO NO LO ABANDONÉ!
-¡OH, CLARO QUE NO! ¡CASI LO MATAS!
-¡TÚ TAMBIÉN!
-¡MENTIRA!
-¡TÚ ERES LA MENTIRA, FARAÓN!
Seto dio gracias a todos los dioses que conocía por haber despedido a sus asistentes antes de que la riña subiera de tono. Atemu y Joey estaban gritándose a la cara y amenazándose ya con sus puños.
-Joey, Atemu, deben…
Un derechazo de Joey directo al rostro del Faraón cayó su alegato. Los dos comenzaron a pelear. El ojiazul pensó en reírse. Era gracioso verlos pelear de esa manera por él.
Pero ambos estaban equivocados.
Los dos contrincantes cayeron al suelo entre empujones y golpes furiosos que no llevaban tino alguno. Solo era la frustración de ambos. Kaiba se mesó los cabellos, buscando la manera de detenerlos. Solo se le ocurrió una idea.
Acercándose a ellos, tomó por los cabellos al rubio, levantándolo en vilo e interponiéndose entre él y Atemu.
-¡Eso dolió! ¿Por qué demonios lo hiciste? –preguntó airado Joey, sobándose su cuero cabelludo adolorido.
-¡Ya basta! –amonestó el castaño entre ellos- Estoy hasta la coronilla de estas peleas idiotas de niños necios. Ustedes solo se están insultando porque no son capaces de afrontar sus problemas y me están usando como pretexto para escudarse en sus mentiras. Atemu –si giró hacia el tricolor- yo creo que es momento para que dejes de cuidarme tanto, Joey –se volvió al rubio- no podemos resolver lo nuestro si solo te dedicas a pelear.
Tanto el Faraón como Joey lo miraron antes de encontrar sus ojos, uno contra el otro. Parecían animales salvajes, jadeando y lanzándose fulminantes miradas. Su enojo aún no desaparecía. Joey tironeó de súbito a Seto para atraerlo hacia sí.
-Dile entonces que nos deje en paz…
-No lo toques de esa manera, Joey –amenazó el Faraón.
-¿Qué? ¿Vas a mandarme al Reino de las Sombras?
-Joey… mi muñeca… -le murmuró el ojiazul, tratando de zafarse- me lastimas…
-No me tientes, Joey –gruñó Atemu- Suéltalo, ahora.
-Atemu, por favor, deja de comportarte así –habló Seto con reproche.
-Hazlo, Faraón.
El Ojo de Ra apareció en la frente del tricolor. Kaiba se soltó de Joey para asestarle un único y certero puñetazo directo a la nariz de Atemu que cayó de espaldas con un sonido seco. El rubio dejó caer su mandíbula con la vista clavada en Seto. Una sonrisa apareció en su cara.
-Eso es lo que yo llamo justicia divina.
-Tenía que hacerlo –replicó el castaño, sacudiendo su mano punzante por el golpe- Su sentido del deber para conmigo raya en la locura.
-¿Sentido del deber? –preguntó con sorna Joey.
-¿Cuál es tu problema con Atemu? –Seto se plantó ahora frente a él- Solo buscas dañarlo. ¿Por qué? Si alguien debe estar ofendido por sus actos, soy yo. Y me parece que ya dejamos eso atrás. ¿Te molesta su cariño hacia mí? ¿Es eso?
-…yo… bueno… -el rubio se sonrojó ante el ataque- ¡Sí, es eso! ¿Por qué debes tenerlo a tu lado?
-¿Y por qué no?
-No estoy de acuerdo.
-Tú opinión y la de resto del mundo me tiene sin cuidado.
-¿Él es más importante que yo? –la mirada de Joey mostraba resentimiento.
El ojiazul sacudió su cabeza.
-Estás comportándote igual que en el club. ¿Estás tan inseguro de mí que piensas eso?
-… yo… no dudo de ti… pero…
-¿Qué es entonces?
Se miraron en silencio. El rubio se dejó caer en el piso, con un soplido. Kaiba no le quitaba los ojos de encima.
-Deja de ser tan impetuoso, idiota y celoso, Joey. Usa tu razón aunque solo tengas una neurona para hacerla funcionar.
-¿Por qué una neurona?
-Porque con ella, o respiras o piensas –intervino Atemu, poniéndose de pie con una mano en su nariz sangrante- Deja de respirar y piensa, Joey.
-Tú no me digas que hacer –respondió éste.
-Joey… -el castaño lo reprendió, pero fue ignorado.
-Date cuenta que lastimas a Seto con tu actitud.
-Y eres un experto en ese tema, ¿no, Faraón?
Seto se dio media vuelta al escuchar nuevos gritos de ambos. Recogió su olvidado monte de cartas junto con el Dragón Negro y salió del laboratorio en el momento en que los otros retornaban a los golpes y maldiciones.
-Señor, ¿quiere que alguien los separe?
-No, Misao. Déjalos. Es algo que necesitan.
/Perro estúpido/
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Ni Atemu ni Joey notaron cuando el ojiazul salió del laboratorio, sino hasta mucho después, cuando se encontraban demasiado exhaustos para levantarse del piso y reiniciar la pelea. Ya habían agotado toda su ira, su rencor e insultos. El Faraón estaba recargado contra Indra, mientras que Joey descansaba con los brazos y piernas extendidos en el frío piso del laboratorio.
-Te pido perdón, Joey. No he sido el amigo que tu mereces y necesitas –habló Atemu, con voz ronca y cansada- También te pido perdón por haberte separado de Seto. Si hay algo en lo que tienes razón es en que fui muy egoísta al solo pensar en el bienestar de Yugi.
El rubio se sentó, abrazando sus piernas.
-Te perdono, Atemu. Pero de malos a malos… yo soy el peor. Al menos tú has recompensado a Seto. Y salvado de la muerte a la que siempre lo llevo una y otra vez.
-Eso ya no va a ocurrir de nuevo, has desaparecido el dolor de su alma.
-Pero no de su vida…
-La otra vez que hablé con Bakura…
-¿Tú también? –Joey levantó sus ojos, incrédulo- ¿El Ladrón de Tumbas se convirtió en el Doctor Corazón?
Rieron con esa idea, antes de que el tricolor volviera a hablar.
-Reconocí algo muy importante que debo confesarte: siento celos de que Seto te ame de esa manera. Antes de conocer a Yugi, tenía en mente tenerlo a mi lado, los dos descendientes de Ra unidos… pero el futuro no es algo seguro y ahora sabes que curso tomaron nuestros destinos. Tal vez estoy sobreprotegiéndolo, en parte por el temor de que alguien le haga un daño como el mío, pero también porque quiero verlo al fin feliz a tu lado. Sonará muy arrogante lo que diré, Joey; sin embargo, solo te cederé a mi dragón favorito cuando seas digno de él. Es mi más preciado tesoro y no voy a entregártelo a menos que me demuestres que es realmente para ti.
El silencio acompañó la meditación de Joey ante estas palabras. Se puso de pie con lentitud, sacudiendo sus ropas con la mirada perdida. Buscando en el bolsillo de su chaqueta, caminó hasta donde reposaba Atemu y le extendió su mano con la carta de Dragón Blanco de Ojos Azules.
-Acepto el trato, Faraón.
-Recuerda que te considero mi amigo, Joey –replicó el tricolor, estrechando su mano y recibiendo la carta- Ustedes dos deben estar juntos pero tienen que resolver este problema primero antes de lograrlo. Solo quiero aconsejarte algo.
-Adelante…
-Joey, ya no dudes, si tienes que elegir entre Seto y el resto del mundo, elige tu amor por él.
-Sospecho que es más bien entre él y yo.
-Entonces elígete.
Joey le miró confundido.
-Pues ustedes son uno ahora y si la parte que vive en ti muere, entonces la vida de Seto se marchitará y viceversa. En la medida que obtengas confianza y fuerza en tu amor, estarás más unido a él. Son como piezas de un rompecabezas, solo hay una forma de complementarse y eso es lo que aún no has descubierto, mi amigo.
-Tengo un duelo pendiente conmigo mismo.
Atemu asintió.
-Así es. Debes vencer esos monstruos que te hacen dudar, Joey.
Éste caminó hacia la puerta del laboratorio, antes de abrirla se volvió hacia el Faraón.
-¿Puedes cuidar de él mientras tanto?
-Será un honor, Joey.
El rubio se marchó. Atemu lo contempló mientras se alejaba.
/Espero que la ayuda que consiguió Bakura te sirva, Joey/ pensó mientras se guardaba la carta
Al poco tiempo, Kaiba regresó. Buscó con la mirada al rubio. Su expresión se tornó seria al tiempo que se sentaba frente al Faraón.
-Se fue.
-Creo que es imposible pedirte que no digas eso –habló el tricolor- Sólo se ha ausentado, pero volverá, Seto. Espera un poco más.
-Bien –el castaño cerró sus ojos.
-Al guerrero más fuerte le corresponde la batalla más cruenta.
-El halago no me reconforta, Atemu.
-Solo tú conoces el dolor por el que ahora experimenta Joey. Ten fe en él de que ganará su propia guerra. Esta vez no tiene que conquistarte ni enfrentarme más. Espera con calma su regreso. Tu sueño está a punto de cumplirse.
-Esa confidencia la deberías usar con Yugi.
Los ojos violetas de Atemu se entristecieron.
-Él es una estrella que no puedo alcanzar ya.
-¿Te quejas de Joey y haces exactamente lo mismo?
-No, Joey solo debe hacer una cosa para recuperarse; yo no tengo manera de expiar mis males ante Yugi.
-¿Por esa razón lo dejarás solo?
-Tal vez.
-¿Tal vez? –Seto abrió sus ojos- ¿El gran Faraón Atemu está diciendo "tal vez"?
-Le prometí a Joey cuidarte hasta que vuelva a reclamar lo que es suyo –explicó el Faraón, levantándose y ayudando al ojiazul a hacerlo- Eso refuerza mi promesa a Ra. Mi alma se dedicará de lleno a eso por el momento.
-Ese enano siempre ha derramado miel por ti, es un milagro que no me haya hecho diabético de tanto verlo.
-Seto…
-¿Sabes? Sentía celos de su presencia tan ligada a ti –confesó éste, recorriendo con sus dedos al robot- Cada vez que se te acercaba, esos ojos de moza enamorada.
-¿Y ahora? –quiso saber el tricolor. Seto se encogió de hombros.
-Es lástima. Mi Faraón es un completo idiota.
Una triste sonrisa se dibujó en los labios de Atemu.
-Tengo que irme.
-Habla con Yugi, Atemu y líbrate de las dudas de una vez por todas.
-Lo meditaré.
-¿Qué venías a decirme?
-¡Oh, sí, lo olvidaba! Mokuba quiere que llegues temprano a la mansión o de lo contrario dejará a Sniffle corretear por tu estudio a puerta cerrada.
El tricolor se fue dejando a un ojiazul con ojos como platos.
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-¿Moki? Ya estoy aquí –anunció Seto, subiendo las escaleras.
No tuvo respuesta, ni nadie quien le dijera a donde se encontraba su pequeño hermano. Agudizó sus oídos para percibir los incesantes ruidos del collie pero tampoco escuchó nada. Optó por dirigirse a la recámara del pelinegro.
-¿Moki?
Entró a la habitación, desocupada. Un sobre amarillo con una nota encima se veía sobre la cama del adolescente. El ojiazul levantó una ceja mientras se acercaba a tomar el papel junto con el sobre.
"Hermano,
Sam me llamó, hay que terminar un proyecto de la preparatoria. Estaremos en casa de Kanade si quieres encontrarme.
Te quiere,
Mokuba
PD. Angie dice que a la fuerza ni los zapatos entran. Te dejo estas fotos, no voy a obligarte a ir a la fiesta de Joey. Tú decides que es mejor para ti."
Con una risa sardónica, Kaiba salió de la recámara y caminó a su estudio en tanto abría el sobre con la intención de quemar las fotos acusadoras. El sobre cayó de sus manos al tener las imágenes a sus ojos. No eran aquellas con las que Mokuba le había chantajeado.
Eran las que se habían tomado en su primer día como amante de Joey.
Sus ojos azules se llenaron de brillo y emoción al contemplarlas. Despacio, fue pasando una a una de la fotografías. En todas ellas él reía con sincera alegría. Se detuvo en una en particular. Joey le sostenía con un brazo mientras le hacía cosquillas con su mano libre, inclinado sobre él, murmurándole algo al oído. Recordó con exactitud lo que le decía.
"Te amo, mi koneko"
-… koneko… -susurró apenas, dejándose caer sobre sus rodillas para luego soltar las fotos en el suelo, las cuales se esparcieron, y quedándose solo con la que tenía en las manos- … koneko…
Unas tímidas lágrimas asomaron a sus ojos. Parecía una eternidad desde que Joey le llamara así por última vez. Era la palabra que expresaba todo lo que el rubio sentía por él, que sólo Seto conocía con exactitud.
-… koneko…
Un amor que se expresaba sin decir un te amo pero que implicaba el cariño leal y sincero que se profesaban. Aún cuando el Reino de las Sombras aplastaba su voluntad, Joey había encontrado la manera de demostrarse su amor. Como un cachorro y su gatito.
-… miau…
El castaño sollozó sobre la fotografía. Tenía delante de sí la prueba irrefutable del amor de Joey. Una evidencia captada por Wanda de cual era el verdadero rostro se sus almas.
Sin dudas.
Sin temores.
Sin culpas.
Sólo amor.
Amor inmenso, sin final, que no se cuestionaba, sólo aceptaba en plena confianza. Fuerte ante la enorme adversidad que los rodeaba, que no vivía en el pasado, sólo el presente, esperando con fe en el futuro.
Un bulto se movió de uno de los sillones. Sniffle salió a la luz de la lámpara para acercarse al ojiazul, lamiendo suavemente sus lágrimas. Seto le miró.
-¿Uf?
-El amor que no se atreve no es fuego sino hiel.
-¿Af?
-Si no pierde nada, no vale nada. Y ya hemos perdido bastante, Sniffle. Es mi turno de arriesgarme por él.
El can levantó su barbilla con su nariz húmeda. Kaiba le sonrió, abrazándolo.
-Tengo que traerlo de vuelta a su koneko.
