Título: EL AMOR TAL VEZ
Autor: Clumsykitty
Género: Yaoi con toques de aventura y otras incoherencias, producto de la falta de azúcar.
Parejas: Las que se dejen –no es mi culpa si no quieren estar juntos-.
Disclaimers: ni modo, Yu Gi Oh no es mío u.u
Feedback: Lo agradeceré eternamente.
Nota clumsykitty: bueno, tengo que decir… este capítulo contiene un poco/mucho de LIME/LEMON… je je…
Seguimos con las letras:
You're Beautiful, James Blunt
Pump it, Black Eyes Peas
Born To Be Alive, Patrick Hernández
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Vivimos siempre juntos,
Y moriremos juntos.
Allá donde vayamos,
Seguirán nuestros asuntos…
… No te sueltes la mano
Que el viaje es infinito
Y yo cuido que el viento
No despeine tu flequillo…
……………….. Vivimos Siempre Juntos, Nacho Cano.
CAPÍTULO 21. SIEMPRE JUNTOS.
My life is
brilliant.
My love is pure.
I
saw an angel.
Of that I'm sure.
She smiled at me on the
subway.
She was with another man.
But I won't lose no sleep on
that,
'Cause I've got a plan.
You're beautiful. You're
beautiful.
You're beautiful, it's true,
I saw your face in a
crowded place,
And I don't know what to do,
Cause I'll never be
with you.
-¿De qué ríes, Bakura? –preguntó Ryou al Ladrón de Tumbas, mientras bailaban.
-Le doy cinco minutos a Joey antes de que le brinque encima al Alto Sacerdote. Expira lujuria por todos sus poros –contestó, señalando con su mentón hacia la pareja.
Ryou viró su rostro para observarlos. El rubio besaba tiernamente la mejilla de Kaiba, rodeándole por completo con sus anchos brazos peludos, moviéndose apenas en su sitio. Ambos parecían murmurarse algo en tanto "bailaban". El ojiazul lucía divertido con el peluche del disfraz de Joey, jalando de vez en cuando sus orejas largas o recorriendo su pecho acojinado.
You're beautiful.
You're beautiful.
You're beautiful, it's true.
I saw your face
in a crowded place,
And I don't know what to do,
'Cause I'll
never be with you.
-Yo no veo que sea así, Kura. Para mí, están muy lindos y tiernos.
-Mi niño, tú piensas que una hiena es tierna. Ese perrito ya quiere darle una lamida a su gato, ¡oh sí! Ven, hay que divertirnos un rato.
Ha,
ha, haaaa
Pump it
Ha ha haaaa
And pump it (louder)
And
pump it(louder)
And pump it(louder)
And pump it(louder)
Turn up the radio, blast your stereo, right
Niggas wanna hate on us (who)
Niggas
be envious (who)
And I know why they hating on us (why)
Cause
our style's so fabulous (what)
I'ma be real on us (c'mon),
nobody got nothing on us (no)
Girls be all on us, from London back
down to the US (s, s)
We rockin' this (contagious), monkey
business (outrageous)
Just confess, your girl admits that we the
shit
F-R-E-S-H we fresh, D-E-F, that's right we def, rock
We
definite, B-E-P we reppin' it, so
Cuando caminaban por entre las parejas de baile, la música cambió a un ritmo más movido. Bakura y Ryou tuvieron que seguirlos hasta la barra de la cocina donde el castaño tomaba una bebida para refrescarse, siempre en los brazos de Joey.
Turn it up (turn it up)
Turn it up
Turn
it up
Come on baby just
Pump it (louder)
Pump it (louder)
Pump it (louder)
Pump it (louder)
Pump it (louder)
Pump
it (louder)
And say, oh oh oh
oh
Say, oh oh oh oh
Yo yo, Turn up the radio
Blast your
stereo right now
This joint is fizzling, it's sizzling, right
-¡Hey, ustedes! –le llamó el pirata albino- Al fin juntos, ¿eh? No son tan tontos, después de todo.
Seto no dijo nada, simplemente se limitó a mirarlos con su desdén característico. Joey, por su parte, le sonrió de oreja a oreja.
-Gracias, Bakura. Tus consejos me ayudaron.
-El puede ser lindo cuando se lo propone –comentó Ryou, abrazando al Ladrón de Tumbas por la cintura.
-Tan lindo como una costra –dijo burlón el ojiazul.
Bakura apretó su mandíbula, entrecerrando sus ojos que se clavaron en Kaiba.
-Af. Uf. Af.
Los cuatro se giraron al oír a Sniffle a su lado. El can se sentó, moviendo su rabo.
-¿Af?
-¿Qué dijo, Bakura? –preguntó Ryou.
-Que de noche todos los gatos son pardos.
-¿Tú entiendes a Sniffle? –Joey levantó ambas cejas, asombrado.
-Pues si ustedes no, me habla de lo mal que están de la cabeza. Y por cierto, Kaiba, Sniffle tiene razón. Eres un engreído y horrible gato.
-Mi koneko es tan bello como tu pequeño ángel, Bakura –defendió Joey, abrazando más al castaño.
-No necesito que me defiendas, cachorro –murmuró aquél, fulminando con la mirada a Bakura.
-¿Qué no llorabas por eso, Sacerdote? –siseó el Ladrón de Tumbas- ¡Ay, mi Joey!
-Oh, Bakura –le llamó Ryou- Ellos son lindos y…
-Wuf. Af. Af. Uf.
-Cierto, Sniffle. Lo más hermoso es lo que aman tus ojos –habló Angie, acercándose a ellos junto con una ruborizada Lucy.
-¿Quién eres tú? –inquirió el Ladrón de Tumbas.
-La ama y señora de Sniffle.
-¿Es tuyo este perro?
-¿Tienes algo contra él? –quiso saber muy altiva la rubia.
-Él puede hablar con tu perro… como tú… -observó Ryou- Mi nombre es Ryou y mi pareja, Bakura –se presentó por ambos.
-Oh, yo soy Angie, angelito.
-Gusto en conocerte.
-¿Tú eres el famoso Ladrón de Tumbas? –Angie abrió sus ojos, asombrada.
-¿Tú eres Angie? –Bakura hizo lo mismo.
-¡Me han hablado mucho de ti! –dijeron ambos al unísono. Rieron antes de estrecharse las manos.
-Gracias por hablar con el cabezota de Joey –dijo la joven.
-Hey, estoy presente, Angie –protestó el rubio.
-Yo te admiro por aguantarlos –Bakura señaló a la otra chica- ¿Ella es…?
-Oh… lo siento. Les presento a Lucy Sinclair, mi novia –Lucy los saludó tímidamente después de que Angie le diera un beso sonoro.
-¿Qué? –Joey sacudió su cabeza como abrumado- Angie, no pierdes tiempo…
-Uf. Af. Af.
-El león cree que todos son de su condición –tradujo Bakura para Joey.
-¡Yo no soy lento!
-Tardaste una eternidad en volver a hacer feliz a mi gatito, perro menso –amonestó la rubia.
-Angie…
-¿A poco no es cierto, Sacerdote? –se unió el Ladrón de Tumbas.
-Oye… Bakura… –Ryou quiso detenerlo de decir alguna barbaridad.
-No todos son unos ladrones tramposos y viles –el ojiazul entró al debate.
-La estupidez de Joey es contagiosa.
-Bakura… -Ryou frunció su ceño.
-¡Ja! Debiste ver a Joey como perro en celo –intervino Angie- Pobre de mi niño, no sé como pudo caminar después de que…
-¡OYEME ANGIE, DETENTE AHÍ! –Joey le amenazó con una pata peluda. Pero el daño ya estaba hecho. Seto se giró para interrogarle con una iracunda mirada.
-¿Qué has estado contando? –musitó con voz rabiosa pero sonrojado.
-¡Por todos los Dioses, Sacerdote! Todo el mundo sabía como te montaba el cachorrito.
-¡BAKURA! –Ryou se ruborizó, jaloneando la holgada camisa de Bakura para callarlo.
-Gatito, eso llegó hasta mis oídos en Chicago.
-¡Waf!
-¡ANGIE! –Joey deseó que la tierra se abriera para tragárselo.
-¿Cuál es la pena, mi niño? Después de todo, cambiaste al Faraoncete ése por tu perrito. Un báculo por otro. No todo queda en familia.
-Cierto, yo creí que el Sacerdote se quedaría con su primo tricolor pero el incesto no fue lo suyo.
-Y es que eso es contra natura.
-De suerte que no tuvieron hijos…
-¿Pensaban tenerlos? ¿Cómo?
-Un poco de magia milenaria y un buen rato de sexo.
Todos a su alrededor miraban petrificados y con rostro carmesí la conversación animada entre el Ladrón de Tumbas y Angie.
-¡Waf! ¡Uf!
-¡Qué espanto! Digo, lo de la magia…
-Eso fue lo que dijo el Sacerdote.
-Si mi gatito va a tener hijos, serán los cachorritos de Joey.
-¿Te los imaginas?
-¿Sus hijos?
-Sí.
-Arf. Uf. Uf. Af. Af.
-Mmm, sí, tienes razón Sniffle, lo ideal sería otro gatito y luego un cachorrito.
-Andando pues, que serás la madrina…
-¡Un niño y una niña! ¡Del Koneko!
-¿Koneko? ¡Ah, sí! Ese nombrecito…
-Es que mi niño es un lindo gatito.
-Que le gusta que cierto cachorro le ande dando de lamidas… je je…
-Nadie quiere apoyarme pero yo digo que eso tuvo mucho que ver, porque a final de cuentas, a mi gatito le gustó más…
-¡Arf!
-Ah, eso también Sniffle. ¿Cierto o no, mi niño? Tuviste la oportunidad de probar a dos grandes sementales y te quedaste con la mejor montada –comentó la rubia a Seto, que no atinaba a decir algo en su defensa.
-¿Así que el koneko en las noches de luna llena maullaba de placer? ¡Míralo!
-Joey tiene lo suyo… verás, es que el tamaño de su…
El aludido ya no pudo más.
-¡ANGIE, TE VOY A MATAR!
Joey tomó de la mano a Seto para hacer una de las cosas que mejor hacía: huir de allí.
We were born to be
alive
We were born to be alive
Born, born to be
alive
(Won't you be alive)
You see you were born
Born,
born
(Born to be alive)
People ask me why
I
never find a place to stop
And settle down, down, down
But I
never wanted all those things
People need to justify
Their
lives, lives, lives
You see you were
Born, born, born to be
alive
(Born to be alive)
You see you were
Born, born,
born
(Born to be alive)
It's good to be alive
To be alive
To
be alive
Corrieron fuera de la bodega antes de que las cosas empeoraran. Llegaron hasta donde se encontraban los autos estacionados. El rubio jaló a Kaiba para abrazarlo con un suave beso.
-Eso estuvo cerca.
-Es todo tu culpa, cachorro. En primera, no debiste abrir tu hocico para contar nuestras intimidades –le recriminó el ojiazul, cruzándose de brazos.
-Es que…
Un par de ojos azules le fulminaron.
-¿Guau? –suplicó con un puchero.
-…
-¿Guau?
-…
-¿Guau?
-… Miau… -dijo Seto al fin. Joey le atrajo más hacia sí.
Se sonrieron antes de juntas sus labios, primero levemente y después con un suave masajeo. Sus bocas buscaron aún más. El rubio mordisqueó apenas el labio inferior del castaño, su lengua humedeciendo aquellos delgados labios a los que ya había detectado un dulce sabor.
-Ummm, koneko. ¿Tienes algo en los labios?
Seto se sonrojó, encogiéndose de hombros.
-Angie hizo todo el trabajo.
Los ojos amielados de Joey recorrieron su rostro, notando el discreto maquillaje que hacía resaltar especialmente los ojos y los labios del ojiazul. Un brillo que Kaiba conocía por experiencia, apareció en la mirada del rubio, cuyas manos tomaron su cadera, recorriéndola en unos sugestivos círculos.
-Debo dar por terminada esta fiesta –dijo en un tono seductor Joey- Me urge que se larguen todos y nos dejen solos.
-Nadie quiere irse aún, cachorro.
-¿Quieres probar tu teoría?
-Tengo una idea mejor, ¿por qué no vamos a la mansión?
-Oh, mi koneko siempre tan listo. Será un viaje largo pero valdrá la pena. Iré por mi…
-No, Joey. Podemos irnos en la limusina.
-¿En que regresarán Mokuba y Atemu?
-Pueden arreglárselas por sí mismos.
Con un gruñido, Joey le levantó en brazos, besando su delgado cuello.
-¿Dónde está?
-Por allá –le señaló el castaño hacia uno de los callejones- ¿Por qué tienes que cargarme?
-Eres mi koneko, a quien me encanta consentir –contestó el rubio, caminando hacia la limusina.
-¿Puedo caminar, sabes?
-Nop. Desde ahora, siempre te mimaré el doble de lo que solía hacerlo, koneko mío.
Entre besos pequeños llegaron a la limusina. Jubei les abrió la portezuela.
-A la mansión, Jubei –ordenó Seto antes de cerrar la ventana que le comunicaba con su chofer.
-Sí, señor.
Una vez que el vehículo arrancó, Joey no perdió tiempo y resbalando del asiento, se arrodilló frente al ojiazul, deslizando sus manos por debajo del faldón.
-¡Joey, espera un p…
Éste le besó con pasión, invitando a una lengua a jugar con la suya en tanto sus manos subían hasta los muslos de Seto, separándolos lentamente para atraer sus caderas a las suyas. Las manos del castaño se posaron sobre las del rubio por sobre la tela.
-Cachorro, no seas tan impaciente.
-Te deseo.
-Y yo a ti, pero al menos espera a que estemos en la mansión.
-¿No puedo tener un adelanto?
Los labios de Joey de nuevo se sellaron sobre los de Kaiba, uniéndose con el ansia que sentían de explorarse uno al otro. El rubio se inclinó sobre Seto, clavándolo en el asiento de piel. Una de sus manos corrió hasta la entrepierna del castaño, atrapando entre sus dedos una naciente erección, oculta bajo la ropa interior; ganándose un jadeo discreto de Seto.
-Creí que no traías nada debajo –le susurró Joey al oído- Pero es un obstáculo fácil de remover…
-Cachorro… -gimió el ojiazul, aquellos dedos le masajearon- Yo quiero…
-¿Qué sucede, koneko?
-Hay algo que quiero hacer… primero…
-¿Uh?
Con agilidad, Kaiba invirtió los papeles, quedando en cuclillas frente a Joey.
-¡Koneko!
-Shhh –el ojiazul puso un dedo en sus labios y le sonrió con picardía- Te reto a un juego, cachorro.
-¿Un duelo? –el rubio parpadeó confundido.
-Te reto a no moverte ni tocarme hasta que yo haya terminado.
-¿Y que pasa si pierdo?
-Te saco inmediatamente de la limusina.
-¿Y si gano?
-Pues… -el dedo del castaño rozó su nariz- me ganas… a mí.
Un jadeo de Joey fue la señal para Seto de lo mucho que le agradaba el reto. Apoyando sus manos en las rodillas del rubio, Kaiba comenzó a besarlo de manera juguetona, lamiendo de vez en cuando sus labios, mirando de reojo los brazos de Joey tendidos en el asiento, que parecían atentar con tocarlo. Rozó su mejilla contra la otra, dando un largo lametón a su lóbulo antes de jalarlo entre sus dientes para murmurarle.
-Recuerda que si te mueves, pierdes todo, cachorro.
-Oh, koneko –gimió excitado aquél.
Con una risita maliciosa, Kaiba se dio a la tarea de recorrer el rostro del rubio entre besos y roces con su nariz. Los ojos de Joey se cerraron ante el placer. Unas manos adornadas con anillos subieron hasta el cierre por debajo del mentón del rubio para quitar el broche y abrir el disfraz hasta la altura de su estómago, encontrando más espacio que explorar, topándose con algunos mechones en su cuello que se dispuso a retirar. Seto bajó de los labios de Joey a su mentó y luego a su cuello, mientras sus manos masajeaban el torso del rubio por sobre la camiseta. Se detuvo de súbito, con los ojos abiertos de par en par. Joey notó su pausa y abrió sus ojos.
-¿Qué…?
El ojiazul se echó a reír sin quitar la vista del collar que Joey lucía en su cuello.
-¿Qué significa esto, cachorro?
-Bueno, yo… el rubio se ruborizó, rascándose apenado con un dedo su frente- bueno… pues… fue idea de Angie… es tu regalo… y yo… bueno… quería darte una sorpresa… es ridículo, lo sé…
-No, muy al contrario, Joey. Me hace feliz que lo aceptes… y lo lleves puesto –replicó Kaiba, pasando un dedo por sobre el collar- Mi Cachorro…
-Esto… ¿podemos seguir con el duelo?... lo estaba disfrutando.
-Claro, cachorro travieso.
El castaño continuó con su exploración, bajando al pecho de Joey, levantando la camiseta para saborear y jugar con su piel, mientras sus dedos rozaban tentadores sus pezones que se endurecieron. El rubio se mordió un labio, echando su cabeza hacia atrás. Aquellos labios que tanto extrañaba le seducían majestuosamente. Un jadeo escapó de sus labios al sentir una de sus tetillas ser envuelta por una lengua y dientes. Su excitación se hacía evidente y clavó sus uñas en la piel del asiento para no caer en la tentación de abrazar a Seto, quien se avocó en el otro pezón para dejar ambos endurecidos y húmedos por su saliva, levantando su rostro para contemplar la expresión de Joey. De esa manera, sus labios besaron su estómago, con sus manos bajando por completo la cremallera del traje, mostrando su bóxer y la erección que se ocultaba tras éste. Entre mordiscones bien plantados en las zonas erógenas del rubio que había memorizado, Kaiba fue deslizándose hasta llegar al elástico. Irguiéndose, besó largamente a Joey al tiempo que sus dedos jalaban un poco el bóxer y jugaban un poco con su vello y ese miembro que clamaba atención.
-Koneko…
-Shh, el juego aún no termina, cachorro –le susurró en los labios- Estás a un turno de ganar –dijo tomando con una mano su erección, haciendo jadear a Joey- Tu carta maestra apenas va a entrar a escena….
-Oh, koneko…
Besos cortos pero continuos siguieron al ritmo de los dedos del ojiazul que estimulaban a Joey, recorriendo su miembro endurecido con cada toque de sus dedos, siguiendo con su escroto e ingle con roces de lentos movimientos; provocando gemidos y jadeos del rubio, el cual estaba a punto de darse por vencido, pues ya no soportaba más estar inmóvil ante tan delicioso escarceo. Sin dejar de masturbar a Joey, Seto recorrió su cuello con su lengua y luego bajó a su vientre lo que volvió loco al rubio con sus provocativos besos.
-… por favor… -suplicó entre gemidos Joey.
-Paciencia, cachorro. Un buen jugador sabe cuando es el momento adecuado para terminar la pelea y adjudicarse la victoria.
-Prefiero perder.
-Cachorro tonto.
El castaño separó un poco las piernas de Joey para arrodillarse entre ellas, mientras éste último erguía su cabeza para mirarlo, jadeando pesadamente. Kaiba se pasó la lengua por los labios, acercando su rostro a la erección frente a él. Joey gimió adolorido y extasiado. Su precioso gatito estaba a punto de regalarle una de sus mejores experiencias. Con la respiración entrecortada, sus ojos claros se cerraron cuando una lengua dio un leve toque a su glande.
-¡Koneko, por favor!
Esta vez un rápido mordisco cerca de la base de su pene le hizo gritar. Una risita maliciosa alcanzó sus oídos.
-No me importa, koneko. Voy a darme por vencido, yo…
Un nuevo grito salió de su garganta cuando la boca del ojiazul envolvió su miembro. Las manos de Kaiba se unieron al estímulo, masajeando su erección luego de su escroto. Joey bajó un momento su mirada para contemplar un par de orejas gatunas entre unos mechones castaños cuyo dueño clavó su vista en él con coquetería, atrapando su excitación entre su dedo índice y pulgar formando un anillo cálido que empezó un ritmo delicioso al tiempo que besaba la punta de su miembro. El rubio dejó caer su cabeza en el asiento, gimiendo de placer. Sus manos hechas puños ya con los nudillos blancos de apretarse tanto, conteniéndose apenas de enredarse en aquellos finos cabellos. Su cadera se movió, deseando más de esa boca que le chupaba, mordisqueaba y besaba con pausas bien calculadas para no dejarlo alcanzar el clímax.
Joey sonrió para sí. Su koneko recordaba muy bien como excitarlo y había memorizado sus puntos de placer. Aquella cálida cavidad tomaba su bálano con maestría. Pronto, todos sus sentidos comenzaron a nublarse, su cuerpo sudoroso con la cadera siguiendo el ritmo de la estimulación. Ya era inevitable su orgasmo.
-¡Koneko! –gritó, liberando su esencia en esa dulce boca.
Seto notó el temblor en el cuerpo del rubio y se preparó para su clímax, bebiendo su semen y sujetando la cadera de Joey para controlar sus espasmos. Una vez que el rubio volvió en sí, con su cuerpo relajado, posó sus ojos en Kaiba que aún se encontraba en cuclillas con los brazos hacia atrás, apoyándose en sus palmas, limpiando sus labios provocativamente con su lengua; sin saber el monstruo que había despertado con su juego.
-Ganaste, cachorro.
La Mansión Kaiba se divisó cercana, Joey lo notó. Mientras la limusina pasaba por la reja principal, le habló a Seto en un tono que el castaño conocía dolorosamente bien.
-Koneko, tienes cinco segundos de ventaja para correr una vez que la limusina se detenga, porque donde te alcance, en ese mismo lugar voy a hacerte el amor.
La sonrisa pícara de Seto se borró al escucharlo y ver en su rostro esa mirada predatoria que hizo su piel enchinarse. Sus ojos azules se abrieron de par en par. La construcción de la mansión apareció a un lado de la limusina, anunciando su llegada a la puerta. Joey se subió el cierre del traje, listo para perseguirlo.
Apenas la limusina se detuvo, Kaiba se levantó como rayo para abrir la portezuela y echar a correr con todas las fuerzas que pudo en dirección a una de las entradas posteriores de la mansión, atravesando los jardines para cortar camino.
-… cinco… cuatro… tres… dos… uno… ¡Allá voy, koneko! –exclamó Joey saliendo tras él.
El castaño alcanzó la puerta trasera, abriéndola y cerrándola de golpe, tomando el primer pasillo que vio, terminando en la cocina. Sin encender las luces, caminó hasta los hornos para controlar su corazón agitado por la carrera, buscando algo con que defenderse de su cachorro.
Porque sabía de antemano de lo que era capaz.
Sus ojos trataron de localizar en la oscuridad algún cacharro, cacerola, sartén, pala o cucharón que le ayudara. Desgraciadamente, sus cocineras eran ordenadas y pulcras, y salvo el platón de frutas y toallas para secarse las manos, no encontró algo útil.
La puerta de la cocina se abrió, dejando pasar a un perro lanudo, quien parecía olfatear el rastro del ojiazul.
-Fi, fai, fu… huelo un koneko aquí…
Tragando saliva, Seto se pegó al refrigerador, buscando desesperado una salida. A través de la luz del exterior que se colaba por las ventanas, la figura de Joey se acercaba amenazadora.
-¿La cocina, koneko? Vaya, buena elección. ¿Dónde quieres que lo hagamos? ¿En la barra o el fregadero?
Un salto felino logró poner a salvo al castaño, interponiendo entre ellos la mesa de la cocina. Kaiba recordó que era en vano pedir una tregua. Joey estaba decidido.
-Koneko, no puedes escapar. Sé buen gatito y mejor tiéndete en esta mesa –el rubio palmeó el mueble.
-Aún no me alcanzas –se atrevió a retarle Seto.
-Uh, cierto. Déjame corregir ese error.
Joey corrió de improviso, rodeando la mesa, pero el ojiazul ya había localizado la puerta que daba al comedor y huyó por ahí, entrando a un pasillo para atravesar la sala de armas; doblando una esquina para meterse a un pequeño estudio con el rubio pisándole los talones.
-¡Voy a atraparte, koneko!
Seto rió divertido.
-En mi casa, jamás.
La caza continuó por la sala de descanso, otro estudio, el salón de baile, los almacenes de comida y varias habitaciones, donde Kaiba tuvo la oportunidad de alcanzar una escalera y subir al siguiente piso donde los pasillos eran alfombrados y podían silenciar sus pasos furtivos. De puntillas, el castaño subió de nuevo para buscar un sitio entre sus dormitorios. Sin embargo, el tomar ese pasillo, tropezó con Wilson, que atraído por el ruido, revisaba la mansión para buscar el origen de aquello.
-¿Amo Kaiba?
Sin perder tiempo, el ojiazul echó a correr hacia su estudio, cuya puerta era la más próxima. El trote de los pasos de Joey se confirmó con la voz del mayordomo que tropezó esta vez con él.
-¿Señor Wheeler?
Las prisas de Seto no le dejaron poner el seguro, optó por huir a su recámara. El rubio abría la puerta en ese instante, cerrándola con fuerza.
-¡Te tengo!
Los brazos peludos rodearon la cintura de Seto, retrayéndolo de tocar el siguiente picaporte y envolviéndolo contra un cuerpo cuyos labios atacaron su cuello.
-Eres mío, koneko –una de las manos de Joey bajaron a su entrepierna.
-Joey…
-¿Cómo lo quieres, koneko? ¿Lento y desesperante o furioso y delirante?
-Hiciste trampa… -jadeó el ojiazul, recostando so cabeza en el hombro peludo al sentir un firme agarre. Su mano se clavó en la muñeca rechoncha- … no… no contaste…
-Oh, claro que lo hice –susurró el rubio, rozando su pómulo con los cabellos castaños- Pero era fácil seguir este delicioso perfume que traes puesto.
-Cachorro…
-¿Ummm? –Joey succionaba su cuello.
-Hay algo… -a Kaiba le faltó el aliento, el rubio empezaba a masturbarle- … hay…
-¿Qué quiere decir, mi koneko?
-Vamos…
-¿Sí?
-… a mi…. recámara…
-Reglas son reglas, amor. Nos toca en tu estudio.
-Lo digo… en serio… -Seto giró su rostro para besar su mejilla-… por favor…
Joey le soltó, tomando una de sus manos, sonriéndole al ver el rubor que coloreaba las mejillas del castaño; el cual lo llevó a su recámara, cerrando la puerta.
-Ven, cachorro.
El rubio le miró expectante, siguiéndolo a la cama. Sus ojos notaron a la luz de la lámpara del taburete una fotografía. Parpadeó al distinguir de cual se trataba. Se acercó a ella con asombro.
-¿Es…?
-Una de ellas, Joey.
La fotografía enmarcada era una de las series que tomó Wanda después de aquella gloriosa tarde cuando se hicieron amantes. Los ojos claros de Joey brillaron de alegría. Pero había aún algo más. En una esquina del marco colgaba un fino collar azul de gato.
-Koneko…
-Nos pertenecemos, Joey. Lo habíamos olvidado, como lo fuerte que es nuestro cariño.
Con alegría, el rubio le besó antes de quitarle presuroso la gargantilla para colocarle el collar de gato, ante la diversión de Kaiba.
-Tenías que hacerlo, ¿verdad?
-Tú Koneko, Yo Cachorro –bromeó Joey, mostrando su propio collar. Iba a abrazarlo pero el ojiazul le detuvo.
-Aún no he dicho lo que quiero.
-¿Eh?
Seto se giró para abrir el cajón del taburete. Joey miró por encima de su hombro, curioso de averiguar que era lo que iba a sacar de allí, sin embargo, el castaño movió rápido su mano, tomando un morralito negro. El rubio prestó atención a un lubricante nuevo que se vislumbraba, tomándolo enseguida para levantarlo a la altura de los ojos de Seto.
-¿Qué es esto, koneko travieso?
-Pues… -el ojiazul se ruborizó de nuevo- ... sólo pensaba en…
-¿Sí? –Joey dejó en la cama el lubricante.
Sin dejar de mirar al rubio, Seto escondió la mano que aguardaba su sorpresa. Mordiéndose un labio, le sonrió a Joey.
-¿Koneko?
Éste tomó aire para hablar.
-Joey –trajo su mano al frente, extendiéndola para mostrar el pequeño morralito de donde sacó un par de anillos- ¿Aceptarías casarte conmigo?
Boquiabierto, Joey sintió sus ojos humedecerse de regocijo, amor y sorpresa al oír la pregunta. Asintiendo con lágrimas en los ojos, besó la frente del castaño.
-Acepto.
Tomando la mano del rubio, Seto colocó en su dedo uno de los anillos. Besando aquella mano, Joey tomó el otro anillo, buscando la mirada azulada de Kaiba. De la mano de éste, quitó uno de los ornamentos antes de hacer su pregunta.
-Seto, ¿aceptarías casarte conmigo?
-Acepto –contestó con felicidad, mientras el rubio deslizaba el anillo en su dedo.
Se abrazaron, sujetándose con fuerza. El corazón de Joey no cabía de alegría, meciéndose ligeramente con el ojiazul. Besó su hombro, cuello y mejilla.
-Mi corazón es tu hogar, cachorro –murmuró Kaiba- Como tú corazón es el mío.
Sus labios se buscaron sin prisa, con reverencia, llenos de amor.
-Dime, koneko, ¿dónde conseguiste estos anillos? –preguntó Joey, apreciando el fino labrado.
-Atemu me los regaló.
-¿Eh? –el rubio se separó de él- ¿Un anillo del Faraón?
-Calma, cachorro. Son su regalo de bodas para nosotros.
Joey observó con aprehensión su mano, provocando la risa del castaño, quien tiró de sus orejas.
-No seas desconsiderado, Joey.
-El Faraón tiene un negro historial sobre anillos.
-Joey…
-¿Cómo supo…?
-No lo sé. Ese tercer ojo suyo, supongo. Yo tampoco le creí cuando me los ofreció, pero me agradezco haberlos aceptado.
Con un suspiro, el rubio pasó un brazo por la cintura de Seto para volver a besarlo, saboreando más de sus labios. Su mano libre bajó a su cadera, buscando aquella peluda cola de gato para darle un suave tirón que el castaño percibió por el cinturón.
-Te complace este disfraz, ¿no es cierto?
-No. Tienes. Ni. Idea, koneko mío –contestó Joey, avanzando a la cama y cayendo en ella al apoyar su peso sobre el del ojiazul- Pero para que decirlo, te lo voy a demostrar –besó rápidamente sus labios- Porque has bailado tan sensualmente para mí –besó su cuello adornado por el collar- Me retaste a un duelo que me excitó de tal manera –el rubio le miró a los ojos- que, koneko lindo, es hora de darte mi agradecimiento, ¡Cómo que me llamo Joey Wheeler!
Seto se sintió un poco nervioso pues la mirada del rubio reflejaba cuanto deseo hervía en su interior. Aspiró aire de súbito al sentir una pata peluda correr debajo de su faldón, llegando veloz a su cadera para retirar su única prenda interior de un experto tirón. Su rostro sonrojado se tornó carmesí. Tomando el cinturón, buscó el broche para comenzar a quitarse su disfraz, pero Joey quitó su mano.
-Así no.
-¿Pero…? –una duda cruzó por su mente- Joey, ¿no estarás pensando en….?
-Sip. Este cachorro va a llevar al paraíso a su koneko.
Esta vez fue el turno de Kaiba para quedar boquiabierto, sus ojos abriéndose asombrados ante la idea del rubio, mientras éste aprovechaba ese momento para levantar su faldón, deslizándose entre sus piernas.
-Showtime –murmuró malicioso Joey.
