Título: EL AMOR TAL VEZ
Autor: Clumsykitty
Género: Yaoi con toques de aventura y otras incoherencias, producto de la falta de azúcar.
Parejas: Las que se dejen –no es mi culpa si no quieren estar juntos-.
Disclaimers: ni modo, Yu Gi Oh no es mío u.u
Feedback: Lo agradeceré eternamente.
Nota clumsykitty: Seguimos con lo que nos quedamos…
Un LEMON, medio LEMON, dos LEMONes, medio LEMON, tres…
&&&&&&&&&&&&&&&&&&&&&&&&&&&&&&&&&&&&&&&&&&&&&&&&&&&&&&&&&&&&&&&&
El Amor se perfecciona con la entrega.
...Herman Hesse.
CAPÍTULO 22. HOGAR, DULCE HOGAR.
-Showtime –murmuró malicioso Joey, tomando las piernas de Seto para jalarlo a la orilla de la cama y echarlas sobre sus hombros.
Al ojiazul no le cabía duda de la capacidad de Joey para intimidarlo durante sus encuentros y esta ocasión no sería la excepción. Jadeó, tomado por sorpresa, al sentir la lengua del rubio recorrer el interior de sus muslos, hasta su entrepierna, rozando tentadoramente su miembro, que comenzó a despertar. Había olvidado el experto maestro que le había enseñado el camino del goce de las artes amatorias y que ahora enseñaba una nueva lección mucho más placentera, juguetona y de fetichismo.
Con lametones y besos seductores, el rubio hizo que aquella erección se endureciera, sonriendo ante los jadeos sosegados de Kaiba. Buscando el lubricante, Joey pasó el suave peluche de sus patas sobrepuestas por sobre el miembro del castaño, el cual con el contacto, su piel pareció hacerse más sensible. Repitiendo el toque, esta vez con más calma aún, el rubio abrió el tubo, tomando un poco del lubricante con el cual cubrió ese palpitante órgano. Seto respingó al sentir el frío del gel, su respiración se hizo más entrecortada al ver con expectación que Joey se erguía un poco para comenzar a tomar con su boca la punta de su erección., saboreándolo junto con el lubricante. Un gemido ahogado brotó del pecho del ojiazul, sus piernas temblaron ligeramente, pero entonces fue succionado de golpe. Kaiba se dejó caer en la cama, enterrando sus dedos en aquella trompa de perro lanudo al tiempo que cerraba sus ojos.
Joey siempre le hacía sentir como si fuera la pieza más preciosa de todos los tesoros, su cariño tan travieso e inesperado como el cachorro que era dándole siempre sorpresas dulces y memorables. Y eso le satisfacía. El rubio se detuvo, rozando con la yema de sus dedos sus muslos. Kaiba levantó su rostro sonrojado ante la pausa.
-¿Te gusta, koneko? –las manos de Joey tomaron sus caderas para levantarlas un poco- ¿Qué tal esto?
Las piernas del ojiazul se flexionaron y dejó libre un pequeño grito cuando la lengua de Joey, todavía con algo de lubricante, empezó a juguetear con su ano, sus manos buscaron apoyo en las sábanas, estrujándolas mientras abría la boca para jalar aire. Esos labios recorrieron la zona del perineo y luego regresaron de nuevo entre sus glúteos. Seto ladeó su rostro, clavando su frente en la cama. Un hormiguero cálido se apoderaba de su cuerpo, moviéndose poco a poco al ritmo de la exploración. Sonrió para sí. Una muestra de afecto que le había sido regalada desde la primera vez, demostrando que Joey le conocía bien, que no debía tener temor alguno pues ya no tenían secretos entre ellos ni nada que ocultarse. Sus sentidos fueron cediendo al creciente deseo y jadeó pesadamente. En un movimiento seguro, Joey introdujo su lengua. La espalda del ojiazul se arqueó. Una de sus manos ondeó en el aire antes de caer a la sábana. Un calor excitante nació de entre sus piernas, cubriendo toda su piel al ser sabiamente estimulada por esa lengua maestra. Unos cortos gemidos demostraron el disfrute de aquel toque.
Joey escuchó esa tímida aceptación como música para sus oídos. Adoraba provocar tal éxtasis en Kaiba. Tomando con firmeza esas caderas, le levantó un poco más para encontrar aquellas zonas más sensibles, deseando oír más de su koneko, cuyos muslos temblaron confirmando el acierto de su búsqueda. Los finos y suaves pelos de su disfraz rozaban la piel del castaño así como también su erección. Seto se llevó las manos a su muy ruborizado rostro tratando de sofocar jadeos cada vez más sonoros. El estímulo se estaba convirtiendo en una placentera locura, sus ojos azules se entreabrieron un momento para mostrarse algo nublados, cerrándose con fuerza cuando Joey empujó un poco su mandíbula buscando más contacto. Dejando de nuevo al ojiazul en la cama, el rubio se irguió para apartar las manos de su rostro.
-Vamos, mi koneko -le musitó- Déjame verte, déjame escucharte. Es un placer para mí.
Kaiba respiraba entrecortadamente, sus ojos se abrieron para mirar la sonrisa del rubio, y seguirle conforme fue deslizándose de su cuello, pecho, abdomen hasta su miembro con el que empezó a juguetear con besos y lametones. Joey le tomó entre sus labios, usando nuevamente ese toque de peluche que hacía delirar al ojiazul. Sumido en su goce interior, Seto no se percató del momento en que el rubio tomó más del lubricante entre sus dedos, llevándolos a su entrada, empujando primero uno con extrema delicadeza. Sin embargo, Kaiba ya estaba lo suficientemente relajado para aceptar la intrusión. Pronto, los dedos de Joey buscaban despacio su punto de placer.
-¡Joey!
Los ojos de éste brillaron con malicia, envolviendo por completo la erección del castaño con su boca, al mismo tiempo que repetía esa pequeña presión. Todo el cuerpo de Seto se estremeció, el sudor de su cuerpo combinado con el aroma del perfume untado en su piel se convirtió en un excelente afrodisíaco para Joey, quien, anticipando el clímax del ojiazul, se preparó para beber su esencia. Seto, por su parte, dejó caer el peso de su cuerpo agotado con los ojos cerrados, calmando su respiración. El rubio terminó quedándose sobre sus rodillas frente a él, acariciando sus piernas para ayudarle a tranquilizarlo.
-¿Cachorro? –el castaño se levantó sobre sus codos para mirarlo- ¿Qué haces?
-Admirando la vista.
Kaiba se ruborizó de nuevo ante el comentario, encogiendo sus piernas para zafarse de Joey, bajando el faldón apresuradamente.
-Oh, vamos mi koneko, eres hermoso y lo sabes.
Girándose en su costado, el ojiazul se deslizó hacia el centro de la cama. Joey se echó a reír, levantándose para seguirlo.
-Koneko vanidoso –le dijo, besando su estómago. Una de las orejas regordetas y peludas rozó el costado a Kaiba al caer por el movimiento, provocándole un leve cosquilleo.
Eso le hizo recordar algo a Joey y sin perder tiempo empezó a hacerle cosquillas con su boca, ayudado por sus patas peludas. El castaño respingó, soltando una risa espontánea, tratando de huir, pero fue sujeto por sus caderas en tanto una cascada de risas brotó de su pecho.
-… ¡no… cachorro!... ja ja… ¡por favor!
Seto se revolvió, quedando boca abajo en un esfuerzo inútil de protegerse, pues el rubio seguía atacando sus costados.
-… JA JA… ¡PARA!... JA JA… ¡POR… FAVOR…!
Pero el cachorro no paró sino que hasta haber drenado la última resistencia de Kaiba, el cual finalmente quedó agotado boca abajo por la risa. Con besitos desde su espalda baja hasta su cuello, Joey se recostó ligeramente sobre el ojiazul, hundiendo su rostro en sus cabellos húmedos.
-Te amo tanto, mi koneko.
Mirándolo de reojo con un brillo de felicidad, Seto le sonrió.
-Te amo, cachorro.
-Koneko precioso -Joey acarició uno de sus brazos- Jamás me cansaré de hacerte feliz.
-Sólo quédate a mi lado y eso me será suficiente.
Los murmullos de cariño continuaron, despertando de nuevo el deseo. El rubio se entretenía besando largamente el cuello delgado de Seto, recorriendo con las yemas de sus dedos la piel descubierta, usando las fibras del peluche como un juguete. Un ronroneo de parte del castaño le azuzó a seguir con el juego.
-Koneko, te deseo.
Kaiba friccionó provocativamente su cadera contra la del otro, ganándose un gruñido de ansiedad.
-¿Te gusta provocarme así, cierto? –murmuró Joey con pasión.
-Eres un cachorro muy tonto.
-Mmm, sí, lo soy –el rubio bajó su cierre con una mano, buscando liberar su renaciente erección tras los bóxers- Soy tu cachorro tonto…
Joey se irguió un poco para buscar el tubo de lubricante y regresar con el ojiazul, susurrándole mil y un tonterías tiernas mientras descubría las piernas de Seto bajo el faldón, para prepararle con ternura y su característica paciencia. Terminando con él mismo, se recostó sobre su koneko, colocando la punta de su miembro hinchado en la entrada del castaño, el cual cerró sus ojos. Joey dio un suave empujón.
El ojiazul posó su frente entre sus brazos cruzados, respirando profundamente para relajarse. Joey le siguió penetrando con calma, hasta quedar completamente dentro de él. Usando un brazo para no recargar todo su peso sobre Kaiba, el rubio besó reverentemente su cuello y luego su mejilla; dándole tiempo para ajustarse y dejar pasar el leve dolor que sentía.
-¿Estás bien, koneko mío?
Seto asintió, dejando caer su rostro apoyado en su mejilla. Joey deslizó una mano debajo de su cuerpo, entre las piernas del ojiazul, para estimularle.
-… Joey… -jadeó éste.
-Realmente adoro como dices mi nombre -susurró el rubio.
Iniciando un lento vaivén, Joey trajo sus brazos sobre los de Kaiba para enlazar sus manos. El castaño sonrió al sentir como le envolvía con su cuerpo. Cortos gemidos brotaron de su pecho. El rostro de Joey se pegó a su mejilla, llamando con sus labios a los otros. Seto levantó su rostro para besarlo, haciendo su espalda arquearse. Joey pudo adentrarse un poco más. El ojiazul apretó los dedos de éste entre los suyos al sentir al rubio abrirse paso un poco más.
-Shh, mi koneko. Sólo disfrútalo…
Sus cuerpos se movieron al unísono, dejando que el placer les guiara gloriosamente. El ritmo se hizo un tanto más rápido. Joey se soltó del castaño para apoyarse en sus palmas, observando el rostro de Seto. Tenía los ojos cerrados, concentrados en su movimiento; mordiéndose un labio y respirando trabajosamente. El sonrojo de sus mejillas se unía a su piel perlada por el sudor como el resto de su cuerpo. La visión de sus cabellos ya revueltos en esas orejas de gato, el delineado de khol y sus dulces quejidos animaron al rubio a cambiar el ritmo a uno más acelerado; sonriendo de satisfacción al ver las manos del ojiazul atrapar un trozo de sábana entre sus dedos, abriendo sus rosados labios para jalar un poco de aire extra. Juguetón, Joey tomó la punta de la peluda cola felina y la mordió, dejándola entre sus dientes antes de mover furiosas sus caderas, logrando embestidas más poderosas y profundas. Usando un brazo, lo pasó por la cintura de Seto para sujetarle.
Unos ojos azules se abrieron asombrados pero complacidos. El movimiento era tal que Kaiba su cuerpo ir y venir entre las sábanas. Le era inevitable no poder gritar ante la oleada de placer que el rubio le proporcionaba. Los mechones de su frente se le pegaban por el sudor; y le costaba cada vez más el poder respirar. Mirando por sobre su hombro, notó el rabo de su disfraz atrapado entre los labios de Joey, quien disminuyó la velocidad de sus embestidas, sus ojos irradiaron deseo y travesura. Tomando un poco aire, Seto se dio oportunidad de hablar.
-No… puede ser… que…
Una sonrisa perversa se dibujó en el rostro del rubio, quien con un movimiento de su cadera, se retiró casi completamente del ojiazul para asestar una embestida que presionó la próstata de Seto, obteniendo más de sus gritos de placer. Una vez encontrado el ángulo correcto, no dudó en atacar ese punto una y otra vez. Las sábanas se soltaron de su hechura con el fuerte vaivén, prisioneras entre los puños de Kaiba cuya vista se nubló de luces, al ser tomado de esa manera. Joey se irguió sobre sus rodillas, tomando ambas caderas. Seto se apoyó en sus codos de palmas abiertas. Su mente estaba enloqueciendo proporcionalmente al ritmo veloz de las embestidas del rubio. Las tiras perladas al frente de su cinturón chocaron violentamente, cascabeleando.
Si antes sus encuentros íntimos le habían parecido subliminales, esta ocasión era singularmente única. El placer tenía una fuerza increíble que dominaba por completo los sentidos de ambos. Gruñidos y gemidos llenaron la recámara. Los brazos del ojiazul ya no pudieron seguir soportándole. Todo su cuerpo era como si hirviera, signo de un cercano orgasmo.
Pero Joey le tenía preparada otra sorpresa.
Serpenteando una mano entre las piernas del castaño, Joey tomó su pulsante erección, formando un anillo con sus dedos para darle un firme apretón en la base para evitar la eyaculación al mismo tiempo que dio un fuerte empellón, presionando la próstata de Kaiba cuyo orgasmo se vio incompleto, dejándole con una frustrante ansia.
Las piernas de Seto parecieron transformarse en gelatina y cayó en la cama, separándose de Joey. Su cuerpo seguía estremeciéndose por el clímax interrumpido, su respiración era muy trabajosa. El rubio sonrió, travieso, acomodando un almohadón sobre la cabecera y recostándose sobre él. El ojiazul abrió cansado sus ojos, para descubrir a un Joey todavía excitado con una mano masturbándose y otra que le llamó con un dedo coqueto.
-… cachorro…
Inhabilitado por el momento para levantarse, Kaiba sintió que su corazón regresaba a un palpitar acelerado cuando el rubio le jaló de un brazo para atraerlo hacia él, con un beso demandante, sensual, y muy posesivo.
-¿No te excita hacer el amor así vestidos? –le preguntó Joey recorriendo con su vista aquel cuerpo de su koneko.
El castaño solo jadeó. Usando ambas manos, Joey le guió para ponerle a horcajadas sobre él, de modo que su duro e hinchado miembro quedara en la entrada del otro.
-Grita para mí, koneko –murmuró, clavándose en aquel cálido interior de un solo movimiento.
Seto no le decepcionó, la penetración fue profunda y había tocado de nuevo ese punto de placer, seduciéndolo una vez más al encuentro sexual. Apoyó sus manos en el pecho sudoroso del rubio, mirándole a los ojos. Joey parecía el niño al que le compraron el más codiciado juguete. Su sonrisa de oreja a oreja decía lo mucho que gozaba de admirar al ojiazul montado sobre él, vestido de esa manera, con su rostro carmesí y mojado de sudor. Viéndole de esa manera, posó sus manos en las caderas de Kaiba, llevándole con un ritmo lento y gentil. Los ojos azules se cerraron al iniciar el compás, el labio inferior fue atrapado de una esquina entre unos blancos dientes, mitigando los jadeos y gemidos. La mirada del rubio recorrió su cuello adornado con el delgado collar azul, la pequeña placa sacudiéndose por el bamboleo; su pecho que se agitaba tras l a tela púrpura cuyo tono se oscurecía por el sudor; la piel de su estómago y vientre, ondeando rítmicamente con sus caderas; sus muslos contrayéndose al sentirle en su interior. Aquella erección doliente que clamaba atención. Seto echó su cabeza hacia atrás por el roce de la erección sobre su próstata, estremeciendo su cuerpo, sus dedos clavándose en el pecho firme de su amante.
Joey rió discretamente. Había hecho de Seth, su Koneko.
La tela doble del faldón se rozaba con la erección del castaño, cuya piel estaba ya muy sensible a cualquier toque. Quiso llevar una mano temblorosa a su pene para saciar aquella ansia que le era dolorosa pero Joey se le adelantó para estimularle con sus seguros dedos. Aplicando más empuje a sus caderas, Joey se dio a la tarea de encontrar de nuevo ese punto especial. Las manos del ojiazul que acariciaban sus pezones se clavaron de súbito, acompañadas de un tímido grito. El rubio jadeó complacido al sentir su miembro ser atrapado en una exquisita contracción de placer. Las embestidas tomaron velocidad. Kaiba abrió su boca ante la falta de aire, rasguñando el pecho del rubio que continuaba moviéndose al unísono de la masturbación. Abrió sus ojos como una expresión de súplica, tocando el cenit del placer.
-¡No! –Joey le detuvo en su venida con una pícara sonrisa.
Rodeando la cintura de Seto, Joey se irguió para sentarse, atacando el cuello arqueado, bebiendo de su perfume y su sudor. Dejando el miembro semirrecto del ojiazul, hundió sus dedos en los empapados mechones castaños. Seto cerró sus ojos, el descenso después de tan frustrante clímax le estaba drenando las energías rápidamente.
-… cachorro…
-Mi… koneko…
Los labios del rubio demandaron unirse a los suyos, animándole a un encuentro de lenguas. Con dificultad, rodeó los hombros de Joey, quien pasó un brazo por debajo de sus muslos para hacerle rodear los costados de aquél. Kaiba frunció su ceño, lanzando un quejido al sentir la palpitación del miembro del rubio en su interior. El beso no se detuvo y se volvió más lujurioso. El brazo que rodeaba la cintura del castaño bajó a su cadera para empujarle contra el otro cuerpo.
-… por favor… -pidió Seto, al separarse a medias del beso.
-Mmm… ¿por favor, qué, mi koneko?... –el rubio lamió su cuello antes de chuparlo deseoso.
-… necesito…
-Tus deseos son órdenes, amor mío.
La cadencia de sus cuerpos retornaba a su ciclo agotador para el castaño, el cual dejó caer su cabeza sobre el hombro peludo de Joey, permitiendo que el ritmo le llevara. A pesar del cansancio, su cuerpo aún respondía a las caricias del rubio, sus susurros de amor y sus besos en su cuello y mejillas. Una agotada sonrisa apareció en sus labios. Su cachorro siempre le enloquecía de placer. Su amor siempre le enloquecía de placer. Una mano tomó su miembro prisionero entre sus cuerpos. Besó al rubio, ahogando sus gemidos. Las luces danzaban de nuevo frente a sus ojos. El calor de su cuerpo unido al de Joey le embargaba. Se vio reflejado en los felices y pasionales ojos del otro.
-¡Cachorro! –gritó al percibir que la mano de Joey bajó a su base, deteniendo aquel deseo urgente de terminar.
Su espalda se arqueó, sujeta por un brazo del rubio. Los labios de éste bajaron a su pecho.
-Aún no, koneko –musitó entre jadeos.
-… ya no… puedo… más… -Kaiba dejó caer sus brazos cansados.
Con delicadeza, Joey se giró para recostarle en la cama, enredando las piernas del castaño alrededor de su cintura. El pecho de Seto se agitaba en un esfuerzo por volver a la normalidad. Todavía con el rubio dentro de él abrió sus ojos, encontrando la tierna mirada de Joey, quien cepilló sus mechones y los hizo a un lado antes de besar su frente húmeda.
-Nunca voy a dejarte ir, Seto.
-Jamás… te lo permitiré, Joey.
Éste le sonrió con los ojos cristalinos. Haciendo un esfuerzo, Kaiba levantó una mano para acariciar la mejilla de Joey.
-Te he encontrado… -le musitó.
-Y yo a ti.
-Tú y yo…
-Para siempre jamás…
-Cachorro…
-Koneko…
Se besaron tranquila y amorosamente, como un sello a sus palabras. Joey sonreía más feliz que nunca.
-¿Guau?
Seto entonces le correspondió con una sonrisa que solo Joey podía lograr que la hiciera.
-Miau.
Sus labios se unieron gustosos, profiriendo todo el cariño que sentían en un contacto suave pero firme. Tibias lágrimas de felicidad cayeron en el rostro del ojiazul. Reuniendo fuerzas, tomó el rostro de Joey entre sus manos, limpiando con besos sus lágrimas.
-Te amo, Joey.
-Dilo de nuevo, por favor. Quiero escucharlo toda mi vida. Jamás me cansaré de ello.
-Te amo, cachorro –respondió con un beso- Te amo –otro beso- Te amo…
Continuando así, Joey rodeó con sus brazos al castaño.
-¿Lo sientes? –le preguntó, besando su pecho envuelto en tela púrpura, donde sentía el latir de su corazón.
Seto asintió. Su placer era multiplicado al percibir el de Joey, como si estuvieran realmente conectados a través de sus corazones, en una especie de sincronización de chacras.
-¿No es un milagro?
Con una sonrisa, el ojiazul tiró de sus orejas regordetas para atraer el rostro de Joey al suyo.
-El milagro es que estés en mi vida, Joey –musitó antes de besarlo.
Mientras sus labios permanecían unidos, sus cuerpos regresaron al vaivén tranquilamente, sin prisas. Kaiba deslizó una mano por los cabellos rubios para atraer aún más el rostro de Joey, sin soltar una de las orejas peludas, cruzando sus tobillos sobre la espalda baja del rubio, el cual gruñó gustoso, devorando con besos el cuello de Seto; disfrutando de aquél placer que le proveía y sabedor que él era el causante. Sus ojos amielados buscaron los azules del castaño, sonriéndoles al encontrarlos brillantes de júbilo y placer. La efervescencia de su deseo crecía con el movimiento de sus caderas.
Estaban juntos al fin, verdaderamente unidos. Sin nada ni nadie entre ellos. Podían volar en un mismo cielo sin temor o duda alguna. Su amor era al fin libre.
La espalda de Seto empezó a arquearse, una nueva luz inundaba su vista, lanzando una oleada de placer por todo su cuerpo. Eran libres para amarse. Sus manos recorrieron el pecho de Joey antes de abrazarlo por debajo del disfraz y la camiseta empapada. Eran libres. Sus jadeos entrecortados se callaron con un largo y profundo beso de Joey. Sincronizados, sus cuerpo húmedos por el sudor y ardiendo en pasión se enlazaron. Las embestidas del rubio se hacían furiosas. Kaiba se aferró a él.
-Seto…
El ojiazul clavó su mirada en él. Sus ojos nublados por el inminente clímax le llamaron a unírsele en el paraíso del orgasmo. Con la fricción de sus cuerpos, la erección de Seto tuvo el último estímulo que necesitaba.
-Joey…
En un grito ahogado, ambos tocaron el máximo éxtasis al mismo tiempo. El castaño liberando su semen sobre sus estómagos y Joey en su interior. La poderosa descarga de semejante goce les hizo desfallecer. Abrazados tal y como estaban acunados en el calor de sus cuerpos, dejaron que sus mentes divagaran en las nubes del placer.
Largo tiempo pasó antes de que Joey volviera en sí, abriendo cansados sus ojos. Sonrió con debilidad al encontrarse entre los brazos inertes de Kaiba. Apoyándose sobre sus codos, le observó. Su muy especial koneko dormía tranquilamente. Besó con ternura sus labios entreabiertos y luego sus ojos, rozando su mejilla húmeda contra la otra.
-Mi koneko.
Las oscuras pestañas del castaño temblaron ligeramente, sus párpados se abrieron con gran dificultad; entrecerrados, apenas se vislumbraron los agotados pero felices ojos azules de Seto. El rubio tomó su mano que ostentaba el anillo de compromiso para besarlo.
-Te amo, koneko.
-… cachorro… -murmuró con voz ronca el ojiazul- … te amo…
Con un suspiro, Seto cerró sus ojos. Joey tomó su barbilla, susurrándole sobre sus labios.
-Tenemos que limpiarnos, amor. Somos un desastre completo –le dijo, sabedor de la pulcritud del castaño.
Un intento de sonrisa fue su respuesta. El rubio tomó aquellos largos brazos para depositarlos sobre su pecho. Despacio y con cautela, se retiró de su interior, procurando no lastimarle. Se dejó caer en su costado. Una mano gentil cubrió con delicadeza las piernas de Seto con el faldón, juntándolas. Pasó un brazo alrededor de su cintura. El ojiazul se acurrucó en su pecho, haciéndole cosquillas con sus orejas gatunas al rozarle el mentón.
-… minutos… -alcanzó a decir Kaiba antes de caer exhausto.
Joey rió agotado, rodeándolo por completo con su brazo y una pierna para acunarle perfectamente.
-Cinco minutos, koneko mío.
Sus ojos amielados se cerraron en tanto acomodaba su rostro entre los mechones castaños y las orejas de gato que besó tiernamente. Una sonrisa de satisfacción apareció en sus labios al sentir el calor de Seto junto al suyo.
-Estoy en casa –murmuró antes de quedarse dormido.
