Título: EL AMOR TAL VEZ

Autor: Clumsykitty

Género: Yaoi con toques de aventura y otras incoherencias, producto de la falta de azúcar.

Parejas: Las que se dejen –no es mi culpa si no quieren estar juntos-.

Disclaimers: ni modo, Yu Gi Oh no es mío u.u

Feedback: Lo agradeceré eternamente.

Nota clumsykitty: Quiero agradecer a todos(as) quienes me han leído, obsequiado un review, etc…

Para no dejar a alguien ofendido, mejor no enlisto nombres, pero gracias muchas

Gracias…

(reverencia)

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I'm sorry that I hurt you

It's something I must live with everyday

And all the pain I put you through

I wish that I could take it all away

And be the one who catches all your tears...

I've found a reason for me

To change who I used to be

A reason to start over new

And the reason is you.

...The Reason, Hoobastank.

CAPÍTULO 23. EL AMOR TAL VEZ.

-"Dale a tu cuerpo alegría, Macarena…"

Con un largo bostezo, Mokuba entró a la mansión. Había bailado hasta el cansancio con Sam y comido hasta hartarse. Después de llevar a su novia a su casa, regresó a la suyo con el sueño y cansancio pisándole los talones. Tanto Seto como Atemu habían desaparecido, pero sospechaba con quienes se encontraban. La luz de la madrugada se colaba por las ventanas de la mansión.

/De suerte que Seto no me puede escuchar, de lo contrario me tocaría oír su letanía por llegar de madrugada/

Recordando a su hermano mayor, trotó de puntillas hasta sus puertas correspondientes, probando si estaban cerradas con seguro. Tomó toda la precaución del mundo para abrir una y echar un vistazo. A la luz tímida de la madrugada se vislumbraban dos cuerpos entrelazados bajo las cobijas. Los disfraces estaban arrojados a un lado de la cama. Mordiéndose un labio, el chico caminó sigilosamente hacia la cama. Tanto Kaiba como Joey estaban en pijama, y a juzgar por la humedad y aroma en sus cabellos, parecían haber tomado recién un baño. Mokuba sonrió, tapándose la boca. El ojiazul, acurrucado en los brazos de Joey, tenía su cabeza bajo el mentón de éste quien le abrazaba como un oso Teddy. Arropándolos, el adolescente salió, cerrando la puerta. Anette le esperaba en el pasillo. Inmediatamente levantó un dedo sobre sus labios, llevando a la ama de llaves hasta la puerta de su recámara.

-Ya te he dicho que no me esperes, Anette –susurró.

-Hasta que yo muera, lo haré, señorito.

-Cielos, Anette, vete a dormir. Nadie va a levantarse temprano.

-Buenas días, señorito y que descanse.

Mokuba entró en su habitación, quitándose el disfraz. Dándose un golpe en la cabeza se dio vuelta para salir.

/ ¡No le pregunté sobre Atemu/

Un bostezo le dijo que podía esperar hasta el desayuno. Volvió a su cama, tomando una pijama para cambiarse y arrojarse a su mullido colchón.

/Seguro Atemu duerme con Marik/

Acomodándose entre las cobijas, el sueño finalmente lo venció.

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Un taxi llegó a la Mansión Kaiba. Atemu bajó de él, vestido ya en ropas informales. Se detuvo un momento en la entrada principal. Con una sonrisa amplia entró a la mansión. Caminando sin prisa, subió hasta la recámara de Seto, posando una mano en una de las puertas. Su sonrisa creció. El Faraón se giró a su propio dormitorio. Sus ojos recorrieron todo el lugar con melancolía. Abrió su clóset para tomar una pequeña maleta, de la cual sacó un sobre y un cuadro. Con la maleta en mano, salió de la habitación y se dirigió a la sala principal, donde puso el cuadro junto con el sobre en la repisa de la chimenea.

La luz de la sala se encendió.

-¿Señor? –la voz de Anette hizo volverse al tricolor.

-Deberías estar en la cama, Anette.

-Wilson y yo no dormimos sino hasta que todos los amos han llegado a casa –la ama de llaves se acercó a él- Usted no va a marcharse, ¿verdad?

Atemu le sonrió.

-He terminado aquí, Anette. Ahora Joey se encargará de tus amos.

-Pero, señor… -la voz de la mujer tembló, el Faraón puso una mano en su hombro para reconfortarla.

-Es mejor así, Anette. Te agradezco tanto tu amistad como tus consejos. Les doy gracias a ti y a Wilson por servirme mientras estuve aquí. Pero es tiempo de que me vaya. Un nuevo ciclo comenzará en este hogar, pero será sin mí.

Anette sollozó, el tricolor la abrazó con ternura.

-No se vaya, por favor. ¿Qué les voy a decir a los amos?

-No les digas nada, Anette. A veces el silencio dice más que las palabras.

Separándose de ella, el tricolor tomó su maleta, caminando hacia la entrada. Wilson los alcanzó. Al ver a la ama de llaves llorando y la maleta de Atemu, comprendió.

-¿Volveremos a verle, señor?

-No, Wilson.

El mayordomo le abrió la puerta con una reverencia solemne. El Faraón inclinó su cabeza.

-Gracias, Wilson. Gracias, Anette. Los llevo en mi corazón y memoria. Adiós.

Anette se apoyó en el hombro de Wilson mientras el taxi se marchaba, el mayordomo palmeó su espalda en forma consoladora.

-Fue un placer conocerle, Faraón.

Ambos entraron a la mansión. Estaba amaneciendo.

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Seth despertó como llamado por una voz. Los brazos de Joey le rodeaban completamente, arropándolo en un cálido capullo que le hizo volver a quedarse dormido. Acomodándose de nuevo en el pecho del rubio, dejó que los latidos de su corazón le arrullaran.

/Mi Faraón…/

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Heme aquí.

Escucho tu lamento.

¿No soy acaso Isis, la Restauradora de Vidas?

Tus lágrimas atraviesan el tiempo y espacio, encontrando su camino como la luz a través de los altos juncos y toca mi corazón paciente que lee atento cada nota de sufrimiento de tu alma.

Vienes a mí en busca de consuelo.

Vienes a mí en busca de perdón.

Porque en la soledad a la que te has condenado, las cadenas son demasiado pesadas para tu corazón que no soporta la idea de haber perdido lo que nunca tuvo por miedo a no ser digno de nada.

Tu pena es mayor al cervatillo que ha perdido a su madre, el gorrión que ha caído de su nido, el árbol que ha sido cortado en dos por el hacha; la gota seca en el desierto.

No hay consuelo.

No hay perdón.

Lloras por todos tus sueños que se han esfumado, tu corazón consumido por la desgracia. Tu alma marchita por la infinita pena. Te han robado la esperanza, te han robado el amor.

¿Acaso sabes quien robó todo esto como yo?

Estabas seguro de tener todas las riquezas y esplendores en tus manos. El más dulce campo de felicidad que plantarías con aquél sentimiento desbordante de tu alma jubilosa.

Solo necesitabas hacer una simple cosa: decidir.

-Yugi, yo…

-¿Sí, Yami?

-Te amo.

-Oh, Yami, sabes bien que yo también te amo.

-¿Te casarías conmigo?

-¡Yami!

-¿Eso es un sí?

-¡Claro que sí! ¡Yami, te amo! ¡Te amo!

Se elige y se vive con la elección. Pides de mí algo que tú mismo te arrebataste con tus dudas y tus remordimientos. Fuiste tu propio ladrón. No puedo darte la dicha de la vida si ya has renunciado a vivir de ésta.

La Vida es Amor.

El Amor es Vida.

Deberías saberlo ya.

-Bueno, Atemu; tengo que decirlo, un viejo como yo no tiene tiempo para guardarse cosas. Estas bodas han sido de buen augurio. Mírense, Joey y Seto han vuelto a lo suyo con éxito. Mi nieto ya tiene su propia compañía y tú pronto te convertirás en el nuevo Director del Museo de Ciudad Domino.

-Gracias, abuelo.

-Ah, no me lo agradezcas. Ahora que si quieres hacerlo… pues… ¿Dónde están mis bisnietos?

-¡Abuelito!

-Je je.

La mesa siempre estuvo dispuesta para ti; y sin embargo, tus ojos no miraron el festín que se te preparó, sino las migajas de tu propia miseria esparcidas en el suelo.

No has sabido, no has escuchado; no has entendido.

Con todas las maravillas a tu alrededor, quemaste la flama de tu vida: abandonándote al desasosiego, cambiando tu camino hacia un incierto futuro.

-Yami, ¿dónde están los niños?

-Creí que estaban contigo en la recámara, aibou.

-Pues no están.

¡KABOOM!

-¡En el nombre de Ra!

-Yami, dime que no fue otra vez en la cocina.

-¡JA JA JA JA JA! ¡Papaáááá! ¡Hay queso derretido por todos lados!

-¡Gedso odos lados! ¡Mostos de gedso!

-Es la última vez que visitan a Bakura.

-Eso fue lo que dijiste la anterior travesura, aibou.

Las estrellas del firmamento viven y mueren pero jamás dejan de brillar.

De todos los seres vivos, tú eres el único que elige la muerte en vida.

Caminas por senderos tortuosos y oscuros a pesar de que se te ha concedido el paso por las mejores rutas del goce y la felicidad perpetua. Sabes bien de lo que eres capaz y aún así te niegas a poseer lo que únicamente te pertenece a ti.

No existen los errores.

Solo las decisiones.

Bebes de los ríos de la desesperanza y la amargura. Esa hiel cruel que enfría los más tiernos sentimientos.

No culpes a nadie de tu vida. Tú la creaste así con tus decisiones.

Lo sabías.

Sabías que hacías daño y continuaste.

Sabías que te hacías daño y continuaste.

Y ahora lloras por tu desgracia.

Jamás se ha visto que la flor de loto se queje por el barro que le mancha. Puedo abrigarte en mi seno, puedo darte todo mi amor, pero si tú no quieres perdonarte ningún paraíso te dibujará una sonrisa.

El sol no sale de noche.

Pides renacer para dejar atrás la fatalidad y yo te digo: renace entonces, pero las almas deben consumirse en el fuego antes de volver a la vida. Así pues que este momento sea la línea que divide lo que pudiste ser y lo que serás. Lo pasado está muerto.

Tu nueva vida te espera cuando hayas perdonado tus propios daños y ofensas. Entonces limpiarás toda suciedad de tu corazón que latirá libre para amar y vivir de nuevo como el recién nacido que abre sus ojos al mundo por primera vez.

Y sin embargo, el árbol que extiende sus raíces está consciente de la tierra que ha abierto con ello. Tus acciones tienen consecuencias y deberás aceptar el futuro de tus responsabilidades.

Así ha sido desde el comienzo.

Más como mi favorito y amado hijo te doy un precioso regalo en esa angustiosa espera de la incertudimbre: un corazón redentor. Una vida dispuesta a morir junto a ti y ser tu guía cuyas alas de comprensión te abrigarán siempre.

Que sus lágrimas se filtren en tu alma y lleven tu espíritu a la luz verdadera. Será mi último regalo para ti, el más precioso de mis hijos. Porque la más humilde de mis flores está dispuesta a ser cortada por tu mano y quedarse en tu corazón hasta que la vida le marchite son esperar otra cosa que tu sola compañía.

Ve en sus lágrimas mis lágrimas.

Ve en su sonrisa mi sonrisa.

Ve en su amor mi amor.

Encuentra tu nueva senda, hijo mío, que yo siempre te velaré en la travesía. Tendrás que llorar y sufrir pues así lo has decidido. Pero la vida inocente que te acompaña será mi consuelo, porque su amor puro se ata a tu destino.

Heme aquí.

Poderoso es Ra quien todo lo tiene revelado y sabe por qué has obrado así.

A partir de ahora se feliz con tu vida. El ciclo se ha cerrado. Es tiempo de cosechar lo sembrado para que crezcan las nuevas semillas,

Que así sea.

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-¿Faraón?

Marik tomó la mano del tricolor quien se volvió a él.

-Mi Egipto, debes descansar, el viaje es largo.

-¿Estás bien?

-A tu lado siempre lo estaré.

El egipcio se ruborizó ante el elogio. Atemu le guió para recostarse en su regazo. Los ojos violetas retornaron al amanecer entre las nubes por las que el avión atravesaba en el Océano Pacífico.

-¿Los Dioses te hablan? -insistió Marik con timidez, provocando una risa quieta en el tricolor.

-Sí, Marik. Es Isis. Le habla a mi corazón.

-¿Es algo bueno?

-El amor…

-Oh… -el Guardián de Tumbas se giró para mirarlo- Entonces no hay ningún problema.

-Claro que no –Atemu acarició su rostro con sus nudillos.

-Marik, deja de atosigar al Faraón y duérmete ya –habló Odión desde su asiento.

-Odión tiene razón, cariño mío. Descansa, yo te seguiré en tus sueños.

El Faraón contempló el rostro del joven egipcio hasta asegurarse de que durmiera. Entonces se volvió a su ventanilla. El sol hacía resplandecer las nubes y el horizonte. Atemu sintió sus ojos humedecerse.

/Mi aibou, tu amor tal vez no estaba destinado para mí/

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En Ciudad Domino, Yugi lloraba desconsolado en los brazos de su abuelo, el cual dejaba escapar de vez en cuando unas lágrimas de pena por su nieto. La luz matutina tocó la tienda, aunque su calor estaba muy lejos de animar al joven duelista cuyo corazón estaba partido en mil pedazos.

-Tal vez… murmuró Solomon- … tal vez es mejor así…

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-Señorito Mokuba, ¿no va a bajar a almorzar? –preguntó Wilson, abriendo las cortinas para dejar entrar de lleno la luz del mediodía.

-¡Oh, carambas, Wilson! ¡Lo haces a propósito! –refunfuñó el pelinegro, cubriéndose por completo tras sus cobijas.

-El amo Kaiba me lo ordenó.

-¿Seto ya despertó? –inquirió el adolescente bajo las cobijas.

-¿Qué desea el señorito que se le prepare para su almuerzo?

-¡Uf! –pateó sus cobijas para sentarse en la cama- Está bien. Quiero una ensalada de frutas con miel y chantilly, una malteada de chocolate bien fría; seis esponjocitos hot cakes con mermelada y mantequilla, un vaso grande de jugo de naranja: una taza de cereal con yogurt y dos emparedados de jamón con mucho queso y pepinillos.

-¿Algo más? –Wilson se paró al pie de la cama, sin alterarse ante la orden, más bien acostumbrado al insaciable apetito del chico.

-Ummm, si Anette preparó ese delicioso flan, tal vez quiera una rebanada o dos… ¡Ah! Un poco del panqué de nueces que hay y quiero leer el periódico. Después pensaré que quiero almorzar.

-Sí, señorito.

El mayordomo se retiró. Mokuba estiró sus brazos, bostezando como un león cansado. Rascándose la cabeza, salió de su recámara para bajar al comedor. Al pasar por la sala principal notó las puertas abiertas. Su vista cayó en un sobre blanco en la repisa. Extrañado, se acercó. El sobre que tenía escrito su nombre se apoyaba en un cuadro de fina madera. El pelinegro lo tomó preocupado. La caligrafía pertenecía a Atemu. Extrayendo la hoja, leyó con el corazón acelerado.

Mokuba,

Hace ya varios años escuché tu grito desesperado que pedía ayuda para tu hermano. Hoy puedo asegurarte que todo está bien. Todos están a salvo y las cosas irán en el camino que deberán. Ya no tienes que pedir más.

Joey estará a su lado para cuidarlos y amarlos como se merecen. Él ahora es el guardián de la familia Kaiba. Yo te agradezco todo el tiempo compartido, los buenos y malos ratos. Tu risa y tu alegría me acompañarán el resto de mi vida, así como la inigualable presencia de Seto, de quien me duele separarme. Pero mi dragón ya no lo es más. Debe volar al lado de su alma gemela.

Me despido, Mokuba, realmente feliz y satisfecho de haberlos tenido este breve tiempo de vida. Sigan adelante, como yo lo haré en mi tierra natal, junto con Marik. Hoy nuestras sendas se separan.

Ra los bendiga a todos ustedes y que los Dioses les sonrían por siempre.

Atemu

PD. Los dragones de Ra unidos están y nunca más han de separarse.

Los oscuros ojos de Mokuba se llenaron de lágrimas que resbalaron por sus mejillas. Miró en cuadro en la repisa. Un sollozo escapó de su garganta. Con una mano temblorosa lo tomó. Su labio inferior tembló antes de liberar su llanto.

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-Koneko lindo, ya levántate.

-No quiero.

Joey rodó sus ojos, gateando en la cama hasta el castaño para colarse entre las sábanas y abrazarlo. Posando sus labios sobre su cuello, lo llenó de besos.

-No. Seas. Caprichoso.

-Déjame dormir.

-Eres un perezoso, koneko mío. ¿Por qué le ordenaste a Wilson que levantara a Mokuba si tú no vas a hacerlo?

-Tiene deberes que hacer.

-Koneko…

Seto se enroscó, abrazando su almohada. El rubio apoyó su cabeza sobre su hombro.

-Koneko precioso, anda.

-…

-Koneko bello, abre esos ojitos.

-…

-Koneko hermoso, despierta.

-…

-¡Seto Kaiba, levántate ahora mismo!

Aunque el ojiazul hundió su rostro en la cómoda almohada, Joey alcanzó a ver una sonrisa traviesa.

-¿Con que quieres jugar, koneko? ¡Vas a perder!

Kaiba se giró hacia él.

-Yo nunca pierdo –afirmó atrevido.

-¿Ah, sí?

-Si me haces algo no me tocas en todo un año.

-¿QUÉ?

Seto rió divertido y el rubio lo pegó a su cuerpo.

-Eres un koneko muuuy malo –le murmuró, acercando sus labios a los del castaño.

-¡SEETOOO!

Mokuba entró a la recámara intempestivamente, llorando desconsolado corrió hasta su hermano mayor quien se irguió asustado al verlo así. El adolescente lo abrazó con fuerza, buscando consuelo en su pecho.

-Moki, ¿qué pasa? –le preguntó Joey consternado.

Sin poder contener sus sollozos, el pelinegro le tendió a Joey la carta de Atemu junto con el cuadro. Mientras Kaiba trataba de calmar al chico, el rubio leyó la carta de despedida; su expresión se tornó preocupada antes de mirar el cuadro en mano.

-Joey, ¿qué sucede?

Pasando saliva, Joey le pasó ambas cosas.

-Atemu se fue.

Seto casi le arrebató la carta. Después de leerla con aprehensión tomó el cuadro. Cierta tristeza asomó a sus ojos.

Rodeadas por un elegante marco de caoba, se encontraban las cartas del Dragón Blanco de Ojos Azules y el Dragón Negro de Ojos Rojos, enlazadas por una fina cuerda de lino y oro, cuyo nudo se sellaba por la Llave de la Vida de Ra.

Dejando a un lado la carta y el cuadro, el ojiazul abrazó a su hermano menor, besando sus cabellos. Sus ojos se rozaron. Joey se unió a ellos, rodeándolos a ambos con sus brazos en silencio. Seto recostó su frente en su hombro, lamentando la partida del Faraón. El rubio por su parte, no tardó mucho en sentirse igualmente conmovido, dejando libres un par de lágrimas por su amigo y rival.

/Gracias, Faraón. No voy a fallarte/

-Hey –llamó tanto a Mokuba como a Seto para que le miraran- No se pongan así, a él no le gustaría ver esto. Además, ni que se hubiera muerto. Estoy seguro que lo volveremos a ver.

Seto asintió, alborotando los cabellos de su hermano.

-Anda, Moki. Tenemos que almorzar –le dijo a su hermano, limpiando sus mejillas- Si te portas bien, puedo llevarte a Egipto para que lo veas de nuevo.

-Está bien –concedió el chico.

Joey besó la frente de ambos.

-Así está mejor. Todo estará mejor, se los prometo.

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Ryou se acercaba con pasos lentos hacia Bakura, el cual estaba sentado en el marco de la ventana, mirando hacia el exterior, aunque sus ojos lucían perdidos. El joven albino se preocupó al ver un dejo de tristeza en el semblante del Ladrón de Tumbas.

-Kura, ¿sucede algo?

Bakura volvió sus ojos hacia él.

-Sucede todo, mi niño.

-¿Por qué luces triste?

-No tenía dimensión del sacrificio del Faraón hasta ahora. Duele, Ryou, y mucho.

-Oh, Bakura –Ryou lo abrazó con fuerza, guiando su cabeza a su pecho- No te pongas así.

-¿Por qué lo hiciste, Ryou?

El joven cerró sus ojos.

-Ya te lo dije, porque te amo.

-Debiste dejarme ahí.

-Prefiero una eternidad en el Infierno que la vida en el Paraíso sin ti.

-Tengo miedo de perderte, Ryou. Tengo miedo de que no sea suficiente. El Faraón lo dio todo por amor a Yugi. Los Dioses no van a olvidar que yo…

-Shh, no digas nada. Siempre vamos a estar juntos. Eres mi Ladrón de Tumbas, todavía tienes que darme los mejores tesoros, ¿eh? –la voz de Ryou se quebró- Mira, ya me hiciste llorar.

Bakura levantó su rostro para tomar el de Ryou entre sus manos.

-Ya no llores, mi niño. Cada lágrima tuya es una daga en mi corazón. Este corazón hereje al que le diste vida con tu sangre.

-Te amo, Bakura. Ahora y siempre.

El Ladrón de Tumbas le miró fijamente. Aquellos ojos celestiales que le sonrieron al traerlo de vuelta a la vida a costa de su alma entregada a los Dioses, con un juramento de sangre en la mismísima presencia de Ra, bajo la pena de que si alguna vez Bakura volvía a las Sombras, Ryou moriría al instante; tomando su lugar en el Inframundo, condenándolo a los más horripilantes castigos eternos por sus pecados.

Ryou le sonrió tiernamente y a Bakura le pareció la misma sonrisa que Isis le diera a Osiris al regresar de la muerte. El joven le besó con su delicadeza típica, acariciando sus blancos cabellos sujetos en una coleta por esa cintilla que le obsequiara tiempo atrás. Su promesa de amor.

-Confío en ti, Bakura. No quiero otra cosa sino estar a tu lado.

-¿Y si te fallo?

-No lo harás –Ryou besó las lágrimas silenciosas y fugitivas del Ladrón de Tumbas- Porque los Dioses ya saben que me amas en verdad.

Bakura lo abrazó con ansiedad.

-Prometiste llevarme a dar un paseo en bote –le reclamó en broma el joven albino- Y que después iríamos a visitar a los Kaiba para que te burlaras de Joey y Seto.

-Bien, creo que vamos retrasados –murmuró el otro con una sonrisa forzada. Miró su reloj- Si al cachorro no se le pasó la mano con el Sacerdote ya estarán despiertos. Habrá que animarlos con eso de que el Faraón se cambió de casa.

Ryou tomó de la mano a Bakura para salir de su departamento.

-Te amo.

Bakura acarició con su pulgar la frágil mano que le arrastraba, recordando a su pequeño niño; llamando a su alma con su tierna voz para liberarlo del Inframundo, siendo atacado por hordas de demonios que le sangraban y lastimaban para que lo soltara, como prueba de Anubis al corazón de Ryou pero éste le jalaba paso a paso, sin dejar de guiarlo con esa dulce mano sobre la suya hasta alcanzar la libertad y por ende su vida.

-Lo sé… -besó la mano pálida- … lo sé.

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Dos pequeños dragones revoloteaban como mariposas en el cielo, tratando en vano de alzar el vuelo. Ambos chillaron cansados. Pronto se dejaron caer sobre los lomos de dragones más grandes, uno blanco y otro negro, antes de que todos se dirigieran hacia el horizonte donde el sol reinaba imponente sobre el delta del río Nilo.

Atemu sonrió ante la visión de Horus. Incluso ese pequeño ángel de alas negras que rompía las aguas le producía regocijo. Suspiró, olfateando el aroma del Mediterráneo y la arena de la ribera del Nilo. Abrazó sus piernas para apoyar su mentón sobre sus rodillas. Otro aroma familiar se acercó a él y rió gustoso.

-No pasa nada, Marik.

-Oh, lo siento.

-Sé que te preocupa que Horus me muestre el futuro, pero te aseguro que son las visiones más hermosas que haya visto.

-¿Ah, sí?

El Faraón se irguió para mirarlo. Marik se ruborizó.

-No quise que se escuchara de esa manera, yo… -el tricolor puso un dedo en sus labios.

-Va a nacer gran felicidad en nuestros amigos.

-¿Y… nosotros?

-¿Nosotros?

Soltando una carcajada, Atemu tomó a Marik entre sus brazos, sentándolo en su regazo para besar varias veces sus labios.

-Nosotros también vamos a ser muy felices –le murmuró seductor.

Marik se retorció ante un súbito ataque de cosquillas. Pataleó para liberarse del tricolor y echar a correr.

-¡Ishizu hizo tu pescado favorito! –gritó metros allá, entre risas- ¡Pero no comerás nada si te retrasas!

El Faraón se levantó riendo también y sacudiéndose la arena para perseguir al joven.

Sólo los Dioses sabrían cuantas lágrimas derramaría su alma al perder a Yugi.

Que seas muy feliz

Estés donde estés, cariño

No importa que ya, no vuelvas jamás, conmigo
Deseo mi amor, que sepas también que te amo
Que no te olvidé, que nunca podré, te extraño

Que seas muy feliz que encuentres amor, mi vida
Que nunca jamás, te digan adiós, un día

Perdóname mi amor por todo el tiempo que te amé, te hice daño
Te amé de más y fue mi error,
Que soledad estoy sin ti, lo estoy pagando
Que seas muy feliz, que seas muy feliz,
Mientras que yo
Te sigo amando

...Te Sigo Amando, Juan Gabriel.

F I N

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(clumsykitty toma un cartelón)

Aviso parroquial: antes de que alguien diga algo, el epílogo estará disponible como un fic aparte, de nombre "Canción de Cuna", gracias.

n.n