FIC

Touch Down Al Corazón

Por Mayra Exitosa

Reto Lectora Soñadora

La madre de Candy trabajaba desde el amanecer hasta el anochecer, ella era cajera y propietaria en un restaurant estudiantil cerca del centro donde había paseantes de la Universidad y de la preparatoria. Por tal motivo era algo que mantenía al negocio a flote y con ello, el pequeño negocio ya se estaba expandiendo para dar mejor servicio. Candy llegaba seria, meditaba que lo habían golpeado y ella se entristecía, su madre le daba un chocolate con leche, al ver que no sonreía y comentaba

- Lo mejor será que dejes de ir a ver esos partidos tan… violentos.

- No mamá, eso no podría hacerlo, es el hermano de Anthony, además, ganó.

- Hablando de tu amigo, ¿Dónde se encuentra?

- La chica que le gusta… fue a ver el partido, acompañada del tipo que posiblemente será su novio. Anthony se fue a seguirla para saber si lo eran o no.

- ¿Y por eso estas triste? ¿Te gusta Anthony?

- Claro que no. Me gusta otro chico, pero no quiero que se entere, quiero concentrarme, y… posiblemente en estas olimpiadas, gane mi beca para la Universidad.

- Me daría mucho gusto. ¿Quieres que vaya a verte?

- No, será fuera de la ciudad, estaré dos semanas viajando con el equipo de atletismo.

- Si, ya firmé el permiso. Por favor… quiero que me llames todas las noches, no quiero ni una sola que lo olvides.

- ¡Lo haré!

Candy se iba a su casa, a lo lejos observaba al novio de la chica de Anthony, pero estaba solo. Posiblemente Anthony estaría con ella. Ojalá y se diera la oportunidad de conocerla, era una mujer muy egocéntrica, solo interesaba su aspecto y se notaba la vanidad exagerada. No era lo mejor para Anthony, pero tenía que desengañarse solo, no podía hacer nada.

- ¡Hola, Candy!

- Hola… ¿Sabes mi nombre?

- Si, ahora que veo que… no estas con tu…

-Amigo. Terminaba Candy al ver lo que iba a decir el novio de Katy. Lo que la inquietaba, era saber qué hacía ahí. A caso Tony le había ganado a su novia y este pensaba vengarse o porque motivo sabía su nombre.

- Te he visto varias veces en la escuela y… tendremos una obra.

- Si está anunciada en todas partes.

- Me gustaría… que fueras y… dedicarte mi actuación.

- ¡Oh! Muchas gracias. Si pensaba ir, el profesor de artes nos dará diez puntos si asistimos a ver la obra.

- Me alegro, quería resérvate un asiento al frente.

- Muchas gracias. Sabes, ya se me hizo tarde y tengo algunas tareas, disculpa que no pueda continuar conversando.

- ¿Me permites acompañarte? no veo que venga tu… amigo.

- Como quieras. Vivo muy lejos, además me voy en autobús.

- Con mayor razón debo acompañarte, no sería bueno que, alguien te molestara.

- Gracias.

Candy lo escuchaba y era muy agradable, comentaba lo que hacía y las clases particulares que tenía, como le gustaba la actuación, además iría a la universidad para continuar con doble carrera, una de administración y otra de artes y actuación. Ya que sus padres no le permitían estudiar solo esta última, debido a que era una carrera muy difícil y dependía mucho de los contactos, del aspecto físico y el desempeño.

- ¿Qué estudiarás, Candy?

- Medicina. Seré médico.

Candy no contaba mucho de ella, solo lo escuchaba y él deseaba agradarle, que todo lo que pudiera convencerla de ser su amiga, para poder acercarse y conquistarla. Al bajar del autobús, Albert había ido a su casa a dejar algunas cosas y la vio caminado con él, no era Anthony era un chico diferente de cabello obscuro. Sin poder evitarlo, sintió un incómodo dolor de celos al ver como el reía acercándose a ella, bromeaba muy cerca del rostro de su pequeña. Así se acercaba, casi como imán sin detenerse hasta saludarla.

- ¡Hola, Candy!

- ¡Albert!

Como nunca, Albert se acercaba y la saludaba de beso en la mejilla y al pasar su brazo en sus hombros, la separaba de su acompañante.

- ¿Por qué no viene contigo, Anthony?

- Tuvo que ir a otro lugar… te presento a un compañero de la preparatoria, él está en un grado mayor, es Terry Grandchester. Él es Albert Andrew, el hermano de mi amigo.

- Mucho gusto. La seriedad y la mirada por el brazo que pasaba por los hombros de Candy, hacían una mirada con evidente molestia. Pero Albert al notarlo, la unía más a él y agregaba,

- El gusto es mío. Candy pasará a saludar a mi madre, te está esperando en casa. Luego la llevaré a su casa. Gracias por acompañarla.

Candy estaba atónita, Albert la tenía abrazada y estaba ajustándola a su cuerpo, su corazón se agitaba como tambor y se quedaba muda ante la acción, sin poder entender bien, algo de la madre de Albert.

- Nos vemos Terry. Gracias por acompañarme. Albert la llevaba rumbo a su casa, sin dejar de ver al joven que estaba siguiendo también con la mirada en Candy. Entraba a su casa y trataba de recobrar la cordura, preguntando por su madre.

- Lo siento, Candy. Mi madre no está, solo que se me hizo muy mal ese hombre que te acompañaba parece una mala influencia. Vamos, te acompañaré a tu casa.

- ¡Oh! Gracias, Albert. Me encontró cuando salía del restaurant de mi mamá y quiso acompañarme, hablo algo de su obra en el teatro, le dije que asistiría, pero olvide que estaré en las olimpiadas de atletismo, no podré asistir.

- ¿Olimpiadas? ¿Irá Anthony?

- No. Iré en el autobús con el equipo. Serán dos semanas, estaremos en varios estadios y espero llegar a la final.

- Por supuesto que lo harás. Sabes, no faltas a mis juegos, debería ir también a verte correr.

- ¿En serio? ¿Quieres ir?

- Me gustaría, si no te importa.

- No, claro que no, al contrario, me gustaría mucho, pero… estarás en partidos.

- Bueno, pero sin ti, en esos partidos. Así que iré cuando este libre. ¿Te parece?

- Si.

Candy se sentía enorme, la estaba acompañando y todo por venir con Terry, había otras ocasiones en que pasaba sola, nunca la había acompañado a su casa, pensaba si ofrecerle algún té helado o limonada. Para decirle donde estaría participando en las olimpiadas, quería ir a verla. ¡Era genial!

- ¿gustas pasar?

- ¿No sería incorrecto? Estas sola y…

- Nos conocemos desde hace mucho, no es incorrecto, pasa te daré té helado o limonada, luego te pasare el calendario de participación de las olimpiadas, para cuando te encuentres libre y… quieras ir.

Sentado en el sofá, tomaba te, ella apuntaba su calendario de participación y los estadios donde estaría corriendo. Los horarios y meditaba que durante dos semanas no estaría en sus partidos y él lo había mencionado, si le importaba, si sabía que asistía.

- Aquí tienes. ¿gustas un sándwich?

- Debes estar cansada, además tengo que regresar a la universidad.

- Si, lo siento. Te he quitado mucho tiempo.

- Claro que no, me preocupa que Anthony no haya estado contigo, me gustaría que ingresara a un equipo deportivo, eso lo haría sentirse mejor.

- Hablaré con él, espero convencerlo, aunque es muy bueno en ajedrez.

- Si lo sé, hemos jugado en casa.

- Pero siempre le ganas.

- ¿Él te lo dijo?

- Si, deberías dejarte perder en alguna ocasión, eso le levantaría el ánimo, cree que jamás te superará o te… alcanzará.

- Gracias por decírmelo, la realidad quería que fuera el mejor y por eso se lo ponía muy difícil, ya sabes, si me vence, puede vencer a otros.

- No lo había visto desde ese ángulo, tienes razón.

- ¿Ya sabes que estudiaras, Candy?

- Medicina, estaremos cerca. Iré a la Universidad en el centro.

- Es una carrera muy difícil y muy entregada, pero te aseguro que lo lograras y que estaremos muy cerca.

Candy se ruborizaba, le había dicho que estarían muy cerca en un tono que para ella tenía mucho significado, pero era por hacerse ilusiones, pues se notaba que él solo la veía como la amiga de su hermano.

En el trayecto a la universidad, Albert manejaba preocupado, se había enfurecido demasiado y estaba tan cerca de ella que varias veces quiso haberla besado, podría asustarla con esa forma tan violenta que le presionaba el pecho, lograba contenerse al traer té helado, y luego los pequeños sándwiches que le había preparado, ya tenía todas las fechas y lugares de su olimpiada, pero no con su letra y con el conocimiento de que el iría a verla, no le había desagradado.

Para Candy era diferente, no podía dormir de la emoción, meditaba como su mano había estado en su hombro y la había ajustado hasta sentir su dureza en el costado de su cuerpo, era tan sexy, su olor a loción varonil y su sonrisa. Además, él sabía que ella iba a sus partidos y que si no iba en estas semanas era por las olimpiadas.

Lejos de ahí otra escena sucedía, una muy desagradable, por fin se había presentado con ella, Katy lo miraba como bicho raro, de una manera despectiva y sus palabras y la forma en la que lo había descrito, era humillante, jamás podría fijarse en un nerd horrible, chaparro y feo. Con frenos de caballo, que la única que lo toleraba era su amiga y porque no tenía más remedio.

El camino había sido largo, triste y meditativo. Anthony no era como Albert, no era como Candy, era él, así como fuera, pero era él.

Pasaron los días y su salida ya era pronto, despedirse de Anthony fue difícil, había estado deprimido, pero ella le dolía, saber todo lo que Katy había dicho era muy grosera, sin embargo, ella se lo había advertido, no tenía corazón ni sensibilidad.

- Te voy a extrañar, Candy.

- También yo, Anthony. Sabes para que no me eches mucho de menos, podrías intentar ingresar en algún deporte, así si no te aceptan, no lo sabré, pero si te aceptan en alguno de ellos, sería muy bonito regalo cuando regresara.

- Bien. Lo hare, pero no te aseguro nada, esta semana me toca ir al ortodoncista, me harán las coberturas dentales.

- Que bien, yo todavía tengo las mías, son buenas para dormir.

- Si, te los quitaron hace mucho.

- Pero ya debías quitártelos también, tienes unos dientes preciosos, y deberías lucir tu bella sonrisa.

- ¡Candy! Tu siempre has sido muy considerada conmigo.

- Anthony, eres muy atractivo y muy guapos, somos buenos amigos, pero eso no me hace ciega, esa chica es una tonta, verá que tener un amigo como tú, es lo mejor del mundo.

- ¿lo mejor del mundo?

- Por supuesto, ¿acaso me has visto con otro amigo? Eres el único y mi favorito.

- También eres mi favorita, Candy.

Al subir al autobús, sentía tristeza, solo estaba Anthony, su madre estaría en el restaurante, y Albert en la Universidad, pero ahí estaba él, había llevado su valija y corría tras el autobús diciéndole adiós, le aseguraba que sería muy triste dos semanas sin ella y le creía, porque también serían dos semanas sin verlo.

- ¡Gánales Candy!

Para Albert su dificultad se estaba incrementando, ahora tenía una porrista insistente, por más que se la intentaba quitar, continuaba siguiéndolo, ofreciendo comentarios candentes y provocándolo delante de sus compañeros, hasta que por fin en un suspiro de cansancio le decía,

- Lo siento mucho, ya tengo a alguien y la amo.

El abucheo general de los compañeros, de las porristas y de quienes estaban ahí, fue suficiente para que con coraje Elisa se incomodara, ella estudiaba en la Universidad, se había hecho porrista para tener un novio grande, fuerte y sobre todo potente, estaba harta de los estúpidos que solo se estrenaban como hombres, no quería algo así deseaba un hombre maduro y a la vez jovial. Pero Albert era alguien que superaba todo eso, pues no solo era grande y atractivo, sino que además era muy guapo, su rostro, su mentalidad y su inteligencia, podía ser muy bien para ser su novio y presumirlo. Esa tarde se lo había jugado todo, y la había rechazado, no tenía novia, pero ahora decía tenerla, se había perdido algunas veces, pero no sabía con quién, ahora tenía que seguirlo más.

- ¡Serás mío!

CONTINUARA…


HISTORIAS DE ALBERT Y CANDY

Deseando sea de su agrado, gracias por sus comentarios, este reto es algo corto ojala lo termine pronto.

Un abrazo a la distancia

Mayra Exitosa