FIC

Touch Down Al Corazón 7

Por Mayra Exitosa

Nevaba, pero temía más por ella que por él. Le había dejado un mensaje a su madre, al no encontrarla. Tenía que verla, en dos semanas sería el partido y sin saber que estuviera bien, no iba a poder jugar. Tenía que saber lo que estaba ocurriendo, ella era muy lista, porque venir hasta Ohio, sobre todo que parecía que el clima se ponía en su contra, la primera nevada mas abundante, cuando decide ir a verla, pero ni eso lo detendría. El celular sonaba y al ver la pantalla era ella…

- Hola mi amor. Sabes, tengo muchas cosas que contarte, ¿Dónde te encuentras? ¿Quieres que te llame más tarde?

- ¿Estás en tu habitación?

- No de eso quiero hablarte, están pasando algunas cosas extrañas, nunca que imagine ni en mis mas locos sueños pasar en una casa de desconocidos y… sentirme en familia

- ¿Desconocidos? ¡Candy!

- No hay de que preocuparse. Es una señora y su esposo, sus hijos y sus nietos.

- ¿hijos? ¿hombres?

- ¡Albert!

- Candy porque no estas en tu habitación, debe estar muy frío allá, esta nevando según… vi el clima.

- Cuando llegues a tu habitación, me llamas. Así podré contarte algunas cosas. Solo quiero que sepas que, estoy bien y… te extraño mucho.

- Te oyes preocupada.

- Ya se me pasara. ¡Te amo! Llámame en cuanto llegues.

- También te amo, lo sabes y mucho.

- Me esta dando sueño. Mejor te llamo mañana. Descansa y… cúbrete. Se escucha viento fuerte.

- Si. Cuídate mucho, por favor.

En la casa de los Mc Allen, sentada en la orilla de la cama, la abuela admiraba a Candy mientras la cubría para arroparla. Recordaba a su hijo, tan joven, no era el mayor, pero era el más valiente, el justo, el sano, el que reía en todo momento, la felicidad de la casa. Edward definitivamente era muy parecido a su padre, pero Erik era jovial, divertido y perderlo fue tan inesperado, como verla ahora a ella. ¡Su hija! Una hijita de Erik. Desde el cielo debía estar trayéndola a casa. Porque si no, ya la conocía su abuelo, la encontró su abuela y ahora casualmente llegaban sus hermanos por adelantado a visitarlos por acción de gracias.

Candy de pronto sintió la mirada y al abrir los ojos, la vio a ella, lloraba. Inquieta, se trataba de levantar.

- No te preocupes, solo recordaba a mi hijo. Eres muy joven para estar embarazada, tu abuelo me lo dijo y… me alegro mucho, seré bisabuela y… apenas y te conozco.

- ¡Lo siento! Mamá debió tener sus razones.

- Creo que, si estuviera en su lugar, también actuaría con sus razones. Aquí nadie la conocía, la vi de lejos en el sepelio de tu papá. No tenía cabeza para pensar, estaba triste y… sabía quien era, porque la vi con mi hijo… pero… nunca me imaginé que… ¡Candy! Es un bello nombre.

- Gracias. Candice White. Como mi madre, pensé que… era el apellido de Papá, nunca dude de ella, no… hablamos mal de mi padre, es… el mejor del mundo para mi madre, no se casó, ni tampoco quiere aceptar rehacer su vida, aun que sé que hay alguien que la cuida y la ama. Pero ella… creo que siempre pensó en mi… en Papá y… ahora veo que… hay más de que hablar.

- No la juzgues, si ella me hubiera dicho que… esperaba un hijo de mi Erik, tal vez en aquellos momentos me hubiera molestado mucho. O tal vez no le hubiese creído. Mi hijo… creo que lo he idealizado todos estos años y… aun lo recuerdo tal cual era.

- Mamá dice que, era muy inteligente, muy fuerte y… que se amaban mucho, que no había nada imposible entre ellos, solo que… estaban solos y… se tenían uno al otro. Pero que le amaba, que desde el cielo me cuidaría siempre. Y lo ha hecho.

El celular sonaba, Candy se sorprendía, preocupado Albert le pedía que para estar tranquilo le enviara su ubicación de esa familia de desconocidos. Ella le contaba que no eran tan desconocidos, que, por el nevado tan abundante, le habían ofrecido que descansara.

Ya era muy tarde, algunos en la familia Mc Allen ya dormían, pero el sonido del timbre hacía que Candy quien estaba en la planta baja se levantara y tomara su abrigo. El Sr. Mc Allen con su bata cubriéndolo tomaba las llaves y preguntaba quien era a esas horas.

- Buenas noches señor, mi novia se ha quedado en su casa, son Albert Andrew. Candy abría los ojos, asustada al escuchar su voz, afuera arreciaba el frio, el Sr. Mc Allen abría asustado y viendo como el hombre alto y abrigado temblaba con nieve por todo su abrigo, Candy estaba atrás y temblaba al verlo.

- ¡Albert!

- ¡Candy!

Quitándose el abrigo, los guantes y la gorra, Albert traía una barba rubia y ligera por todo su rostro, ella lo abrazaba y notaba que estaba cubierta con su bata.

- Pasa hijo, estas en tu casa. Creo que ya no son horas de andar fuera. Hare un poco de chocolate caliente.

Candy lo abrazaba y se acurrucaba. El se sentaba en uno de los sillones y la jalaba a su regazo.

- Me tenías muy preocupado, Sali desde temprano, se me quedo el auto, y me vine trasbordando y con algunos tráileres. ¿Porque estás aquí? Tienes tus ojos irritados y te noto delgada, no estás bien en Ohio.

- Albert, yo…

- Tranquila, todo estará bien, podemos cambiar tu universidad, no comprendo porque te viniste tan lejos, no sé si pueda soportarlo. En esos momentos salía el señor Mc Allen y comentaba,

- Mi nieta esta en su casa, y usted tendrá que cuidarla mucho, si quiere que su bebe crezca sano.

- ¿bebe?

- ¡Albert!

- Candy, ¿es tu abuelo? ¿vamos a tener un bebe?

- si.

- ¿si, que?

- si a todo.

El señor le daba la taza caliente y con cierto recelo, tomaba a Candy y le ofrecía una cobija en su espalda para que estuviera mas abrigada, luego le daba una taza a ella.

- Lo siento, comentaste en la universidad que… tu novio ya sabía de tu bebe.

- Si lo hice, pero… no se lo había dicho. Candy bajaba el rostro. Albert no podía beber el chocolate, solo tomaba la taza y la observaba sin quitarle la vista de su rostro, la notaba mas delgada y ahora comprendía varias cosas. Con la tensión, el señor cerraba con llave y agregaba,

- Traeré algunas frazadas para que pases la noche en el sofá. La calefacción esta encendida en toda la casa.

- Gracias, señor…

- Mc Allen.

- Si, gracias Sr. Mc Allen.

Candy no levantaba su rostro tomaba lentamente el chocolate y el la imitaba. La observaba minuciosamente y ella avergonzada no decía nada. El nuevo abuelo llegaba con almohadas y cobijas, colocaba todo en un costado del sillón y ofrecía un par de pantuflas para estar en casa. Luego les deseaba buenas noches y se retiraba. Candy suspiraba dejando la taza en la mesa y el se acercaba frente a ella, colocaba la taza y se doblaba quedando a su altura.

- ¿Voy a ser padre?

- Albert, no te lo quise decir, temía que… dejaras los estudios, que… no siguieras con tu beca y… que fuéramos motivo para que tus planes se quedaran truncados.

- Creo que el que te hizo mal fui yo. Candy, mi hermano me confesó que no recordabas nada después del baile, que no me dijiste eso y… sentía que… te estaba perdiendo. Para mí, eres lo mejor que me ha pasado en la vida y… ahora comprendo porque te agotabas tanto en la caminata. ¿Cuánto tenemos de embarazo?

- Cuatro meses. Fue la… primera vez.

- ¡Oh mi amor! Todo estos lo estabas pasando sola y yo… pensando que… ¡por Dios, Candy! ¿Te amo! Nada malo nos pasará. Yo… me siento terrible, porque debí cuidarte y… pensé que… pero era tu primera vez y… ¡Fui un tonto!

- ¡Albert! Temo que, dejes tus estudios y, tu madre no se merece eso y… mi madre, yo…

- Ven acá.

Albert se levantó del frente de ella, se sentaba su lado y la volvía a jalar para recostarla como su fuera una bebita, tomaba una frazada y la cubría, besaba su rostro y ella sonreía negándose.

- ¡tu barba!

- ¿mi barba?

- Me hace cosquillas.

- A ver, veamos

- ¡Albert!

En la cama donde dormía ella, se quedaron dormidos juntos, la noche se hizo larga, el cuidaba que no se lastimara, la cubría una y otra vez, abrazándola y generando calor en su espalda. Ella usaba su brazo como para asegurarse que no se fuera y se mantenía a su lado ambos preocupados uno por el otro.

CONTINUARA…


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Un abrazo a la distancia

Mayra Exitosa