Mis manos, acariciantes, se deslizaron por el extensión de piel denuda que se presentaba tan tentadora ante mi. Mis labios mostraron entonces una ladina sonrisa, que reflejaba a las claras todo lo que pasaba por mi mente en aquel momento.

-Ahh- Un gemido se pudo escuchar en toda la cálida y acogedora cueva, mientras mis manos no dejaban de deslizarse por aquella bella espalda.- Estate quieto- Dijo el lobo con voz adormilada mientras intentaba quitarme de su espalda. Cosa bastante difícil cuando me tenía sentado sobre su trasero.

-¿Es qué me vas a decir que no te gusta que te toque, lobito?- Una carcajada salió entonces por aquellos finos labios y yo me maraville del punto que ambos habíamos alcanzado con nuestra "relación".

Hacía ya más de dos semanas que nos encontrábamos cada dos o tres días, y en cada nuevo encuentro, nos volvíamos más y más apasionados. Parecía que aquel deseo ciego que nos poseía a ambos, no se apagaría fácilmente. Aquello no sabía si debía tomármelo como algo bueno, o como una verdadera catástrofe.

Pero el hecho era que ambos habíamos admitido aquello como algo casi normal. No éramos pareja, ni siquiera amantes, simplemente dos personas que se encontraban furtivamente para apagar su lascivia. Kouga muchas veces decía que a aquello se le llamaba ser amantes, pero yo nunca me referí a nosotros por ese nombre, ya que para mi la palabra amantes contenía algo que para nosotros era muy lejano. El amor.

Nuestro punto de encuentro había variado muchas veces, pero siempre tenían en común el hecho de estar lo más apartado y escondido posible de miradas ajenas. Muchas noches me había encontrado a mi mismo pensando en cuando acabaría toda aquella situación, y solo me quedaba rezar por que cuando sucediera, no fuera por que Kagome y los demás nos habían descubierto. Solo el imaginarme a mis amigos viéndonos en pleno acto, me helaba la sangre.

-Si no me gustara, tu ya estarías muerto- Fue lo único que dijo el lobo, y para mi completa satisfacción, algo muy parecido a un ronroneo salió por sus labios.

-Vaya… y yo que siempre pensé que los lobos no tenían nada que ver con los gatitos- Kouga gruño, más yo ni me inmute. Inclinándome, aparte el sedoso cabello del demonio y mis labios besaron su nuca, haciéndole estremecer. Después de una intensa sesión de sexo, ambos estábamos exhaustos y satisfechos.- ¿Por qué llevas el pelo recogido? Estas más lindo con tu hermosa melena suelta.

Aquello había sonado realmente cursi, pero por suerte Kouga no se dio cuenta de eso.

-¿A quien llamas lindo, chucho? Yo no soy lindo- El moreno se dio la vuelta, clavando su miembro semirrecto en mi trasero. Mi sonrisa solo pudo aumentar al sentir su rápida respuesta a mis estímulos.

-Se ve que tienes un pequeño problemilla¿No es así, lindo?- Sus ojos brillaron con furia y antes de poder darme cuenta de lo que pretendía hacer, el lobo intercambio nuestros lugares, dejándome a mi tumbado boca arriba mientras el se tumbaba encima de mi cuerpo.

-Puede que seas tu el que lo tenga- Susurró antes de que sus labios se apoderaran de los míos, dando así inició a un furioso beso, que pronto nos dejó a ambos en tal estado de necesidad que terminamos empezando de nuevo con una nueva ronda de pasión.

Y así pasaron los días. Kouga y yo nos encontrábamos casi a diario y si los demás sospecharon, nunca abrieron la boca para decirme nada de eso. Por otra parte la situación en el campamento no cambiaba. Kagome seguía sin dar señales de recuperarse y la falta de alegría en ella era cada vez más notable. Respecto a Miroku, no podría asegurar si el monje seguía o no con sus escapaditas ya que ahora era yo el que desaparecía por las noches, y así era imposible enterarme de lo que hacía el hombre o dejaba de hacer.

Pero como no todo puede seguir perfecto por mucho tiempo, mi caso no fue diferente. Había pasado poco más de un mes desde que empecé a encontrarme con mi lobo, cuando una conversación con mi bella Kagome hizo que todas mis creencias se fueran al traste. Y lo peor de todo es que ella lo hizo sin ninguna intención por lo que rápidamente me di cuenta de la razón que tenía.

-¿Alguna vez te has enamorado Inuyasha?- Yo me encontraba preparando los pescados que había pescado y Kagome, sentada a mi lado, dejó caer aquella pregunta que hizo que casi me cayera al fuego de cabeza.

-¿Por… Por que lo dices?- Dije vacilante mientras me olvidaba por completo de los pescados fritos.

-¿No crees que en verdad el amor es solo una mentira?- Su voz, inundada de tristeza y melancolía hizo que mi corazón se encogiese, sintiendo como propio su dolor- La gente es demasiado egoísta y siempre terminan aprovechándose de ti.

-¿Cómo…¿Acaso mi hermano te…?- Kagome negó con la cabeza mientras sus oscuros ojos se posaban en los míos- ¿Entonces?

-Dime Inuyasha¿Qué sentías tú cuando estaban con Kikyo?

-Pues…- La pregunta me había dejado por completo descolocado, pero sabiendo que mi respuesta no iba a dañar a la chica, simplemente contesté:- Me gustaba estar a su lado. Era agradable su compañía y sentía que nunca me cansaría de mirarla. Podría haber estado días enteros solo mirándola y no me habría cansado de ella. Era casi adictivo.

-Eso mismo me pasaba con él- Dijo ella bajando su cabeza. Cuando la volvió a levantas, sus ojos inundados en lagrimas me hicieron sentirme completamente miserable- ¿Crees que la lujuria puede más que eso¿Crees que algo tan sucio como el simple deseo puede competir con el amor?

Mi corazón pareció detenerse entonces. No era quien para contestar a aquello, yo… quien estaba manteniendo una relación con otro demonio puramente sexual y que me había olvidado por completo de lo que era el amor. Por que por mucho que me importara Kouga, debía admitir que mi relación con él no era para nada parecida a la que una vez había tenido con Kikyo. Fue en aquel preciso momento cuando me di cuenta de que lo nuestro era solo sexo, y que sin eso, nosotros no tendríamos nada que hacer.

-Pues... la verdad es que no se que decirte.

-Él me dejó por algo que carecía de cariño. Él me dejó por ser la puta de alguien- Las fuertes palabras de la chica me dejaron completamente descolocado. Y es que me sentía como si ella estuviese hablando de mí. ¿Podría ser yo en aquel momento la puta de Kouga? En realidad el concepto podría aplicarse bien a nosotros. ¿Acaso Kouga seguiría a mi lado si yo dejara de acostarme con él? La respuesta era tan clara que mi mundo se derrumbo ante mis ojos.

-A veces, esos sentimientos puedes nublar la mente de la gente- Susurré casi para mi mismo, pero ella me escuchó.

-Pero se que tu nunca caerías en eso Inuyasha- Dijo ella cavando sin darse cuenta, mi propia tumba- Eres una persona cariñosa y sabes lo que es querer. Algún día encontraras a alguien, alguien por quien darás todo y a quien amaras pase lo que pase.

Sin poder escucharla por más tiempo, me levanté bruscamente- Esto… ahora vengo- Dije, y después me alejé de allí casi corriendo. Kagome estaría bien con el monje y Sango y yo necesitaba pensar con claridad.

Mi huída me llevó directamente a la cueva donde la noche anterior me había encontrado con Kouga y los recuerdos de nuestro apasionado encuentro me hicieron caer de rodillas al suelo.

Yo no sabía muy bien que era lo que sentía por Kouga. ¿Era acaso amor? No, no podía ser ya que había amado a Kikyo, más sin embargo mis reacciones con ella habían sido muy diferentes a las que tenía con el lobo. Al verle, mi corazón no saltaba, o no sentía aquellas mariposas en el estomago de las que tanto hablaba Kagome. Cuando yo veía a Kouga en lo único que podía pensar era en lo que me gusta tenerlo dentro de mí. O en lo que deseó introducirme en él y oírle gemir como loco por mis caricias.

Sin duda, aquello era simple pasión y después de lo que me había dicho Kagome, me sentía realmente sucio. Yo había creído erróneamente que lo nuestro era algo más, pero me había equivocado. Nunca había escuchado de Kouga una palabra cariñosa, y yo nunca me había preocupado por decirle algo así. Me había dejado llevar por la pasión, llegando a pensar que todo aquello quizás fuera algo más que deseo, pero eso solo había sido un modo de hacer que la culpabilidad por lo que estaba haciendo, fuera menos pesada.

Las horas pasaron con rapidez, y yo no me moví de aquel lugar, sin dejar en algún momento de pensar en todo lo que me ocurría. Una y otra vez intentaba definir lo que sentía, pero estaba tan confundido que se me hacía imposible. Me encantaba estar con el lobo, pero… ¿No sería aquello por qué siempre que nos veíamos era para acostarnos?

Con un suspiro de frustración, me levanté del suelo de aquel lugar para encaminarme al campamento, seguro de que los demás se habrían empezado a preocupar. Mis pasos fueron más pesados de lo normal y cuando al fin llegué a donde me esperaban los demás, todos me echaron la culpa de que no pudiésemos comer ese día, ya que los pescados se habían chamuscado por mi descuido.

Aquella noche sin embargo, me dirigí de nuevo al punto de encuentro con el lobo. No sabía si el moreno podría aparecer aquella noche, pero no pude resistirme a ir de nuevo a sus brazos. Me había convencido de que aquello terminaría pronto, pero hasta entonces yo lo pensaba disfrutar lo más que pudiese.

La noche era cálida, y para mi satisfacción, Kouga apareció entre la espesa maleza unos minutos después de mi propia llegada.

-Buenas noches chucho- Dijo el otro con su habitual saludo. Y mi animó decayó un poco más. Ni aquello había cambiado. Para él seguía siendo un simple chucho. De lo que no me di cuenta fue de que si estaba apenado por aquello, algo debía sentir por él.

-Hola- Fue lo único que dije mientras no despegaba mis dorados ojos del suelo

-¿Sucede algo?- Preguntó, demostrando de nuevo su aguda perspicacia. El demonio parecía saber en cada momento como me sentía. Y aquello podría ser un punto en nuestro favor.

-Esto… no- Kouga empezó a caminar con su típico andar sensual hacia mí, y yo, demasiado confundido, di dos pasos hacia tras, lo que paró su avance de inmediato.

-¿Qué demonios te pasa hoy?- Estupendo, ahora se enfada Fue lo único que pude pensar mientras dejaba de retroceder y me sentaba en el suelo.

-Kouga- Dije yo intentando empezar una conversación, intentando demostrarme a mi mismo que aquello no era solo lujuria- ¿Has sabido algo últimamente de Naraku?- Quizás no fue lo más prudente sacar a relucir ese tema, ya que el lobo frunció el ceño de inmediato sentándose a mi derecha.

-No Y de cualquier forma ¿Por qué ahora ese interés?

-Sabes que este "interés" no es de ahora. Llevo más tiempo que tú buscándole.

-Pero nunca habías preguntado por el- El tono de Kouga se había hecho más sensual, y el lobo se inclinó hasta tocar mi cuello con sus fríos labios. Mi respiración se hizo entrecortada sin que pudiera evitarlo cuando su lengua salió también a lamer mi perlada columna del cuello.

-Espera, yo…

-¿Qué tienes hoy?- Dijo de nuevo el moreno separándose de mi bruscamente y mirándome enfadado- ¿Por qué este interés en hablar y hablar para evitarme?

Mi alma se me calló a los pies con aquellas palabras. Kouga acababa de echarme en plena cara lo que me había estado preocupando todo el día. Él lobo lo único que quería de mi era mi cuerpo. Y es me dolió. Más no dejé que él notara eso.

-Nada- susurré con voz seria mientras esta vez era yo el que me inclinaba sobre él- Después de todo, esto es solo sexo¿Por qué me iba a molestar en hablar contigo?

Lo que no vi entonces fue la mirada helada de Kouga, el lobo se tenso inmediatamente, pero yo supuse que aquello era por que mis manos habían pasado a desnudarle. Para estar más cómodo, me situé encima de él, haciendo que se recostara en el suelo para ponerme sobre su suave cuerpo. Mis manos, ansiosas por tocar su piel, pronto se deshicieron de cualquier prenda que me estorbara en mi tarea.

Sus manos acariciaban mi espalda mientras mi boca se dedicaba a devorar su cuello. Sus gemidos pronto se pudieron escuchar claramente mientras el lobo arqueaba su espalda pegándose aun más a mi. Todo pensamiento racional de nuestras mentes había desaparecido bajo el influjo de la pasión y ahora solo podíamos percatarnos de la sed que ambos teníamos de tocar y poseer al otro.

Aquella noche, en aquel claro bañado por la luna, me entregué de nuevo a aquel ser que tantas veces me había hecho gemir. Aquella noche sin embargo fue distinta a las anteriores ya que si bien la pasión se hizo bien presente, en el ambiente había cierta tensión que nos mantuvo a los dos más alejados que nunca.

Horas más tarde, nuestros sudorosos y cansados cuerpos yacían entrelazados sobre la fresca hierba del bosque. Yo me encontraba sobre el pecho del lobo, con mis orejas pegadas a su pecho captando su loco batir del corazón, que aun no se había calmado de la adrenalina sufrida durante el sexo. Era agradable estar así y tuve que reconocer, que aun sin hablar, no habría lugar en el mundo en el que me apeteciera más estar que en aquel, recostado sobre el tibio pecho de Kouga.

-Levántate- La voz del moreno me sacó bruscamente de mis pensamientos.

-¿Cómo?- Dije sin entender bien el porque de la frialdad que destilaba su tono.

-Dije que te levantaras.- Kouga me quitó de encima suyo con sus manos y sin más se levantó para empezar a vestirme. Mis ojos solo pudieron abrirse con incredulidad ante aquello. ¿Es qué acaso ya se iba? Kouga y yo siempre nos quedábamos juntos toda la noche y nunca habíamos hecho el amor solo una vez.

Sin percatarme de mis propios pensamientos, me levanté, e imitándolo, empecé a recoger mi ropa para vestirme

-¿Por qué te vas tan temprano?

-No hay nada más para mi aquí.- Fue lo único que escuché de sus labios. Mis manos formaron entonces puños y con furia exclamé:

-¿De qué hablas ahora?

-Esta muy claro, tu mismo lo dijiste, esto es solo sexo. Y yo ya lo obtuve.

Sin poder creer lo que me decía, terminé de vestirme para acercarme a él- ¿Por qué sales con eso ahora?

-Yo no fui quien salió con ello. Hasta donde yo recuerdo, simplemente estoy usando tus mismas palabras.- Di un paso para cogerle del brazo, pero Kouga me evitó saltando fuera de mi alcance. Cuando al fin me terminé de vestir, mi mirada le recorrió de la cabeza a los pies devorando todo lo que veía, pero esto Kouga pareció no tomárselo muy bien.

-¿Qué sucede chucho¿Quieres acaso que te vuelva a follar?- En aquel momento solo pude agradecer que mi mandíbula estuviese bien sujeta, ya que si no, a aquellas alturas, se habría chocado contra el suelo.

-¿Por qué hablas así?- Di otro paso acercándome a él, sin embargo, el lobo no tenía intención de volver a tocarme, y saltando con fuerza, aterrizó sobre la rama de un árbol cercano. Hubiese sido sencillo seguirle y exigirle saber que le pasaba, pero aquello no habría arreglado las cosas.

-Ya nos veremos… chucho- El despreció de la última palabra me dejó helado, pero antes de poder replicar, Kouga ya había desaparecido.

Suspirando pesadamente me encaminé hacia mi campamento, sabiendo perfectamente que aquella noche había destrozado todo lo que tenía con Kouga. Quizás después de todo había estado equivocado al decir que solo era sexo, y mucho más al restregárselo por la cara. Después de todo¿Por qué me dolía tanto aquello si solo sintiera lujuria por el lobo?

Pero no sabía lo que Kouga pensaba. El lobo era tan hermético emocionalmente que yo era incapaz de ver más allá de lo que él mismo me dejaba ver. Estaba bien claro que se había enfadado, pero la cuestión era por qué. Quizás para él no fuera todo sexo, pero también cabía la posibilidad que solo le hubiese molestado que le tratase así, casi como si fuera un cualquiera.

Demasiado confundido como para dar con alguna respuesta a todas mis dudas, decidí dejarlo para el día siguiente, cuando ya estuviese más calmado y mi mente fría. Tenía que arreglar lo mío con Kouga en cuanto pudiera, pero había herido el orgullo del lobo, y aquello me iba a costar caro.

El resto de la noche pasó sin ningún accidente. Miroku aquella noche no había salido, ya que cuando yo regresé, él estaba de guardia. El monje en ningún momento me cuestionó por mi desaparición, cosa que yo agradecí inmensamente. En menos de cinco minutos yo ya me había echado junto a la apagada hoguera y me dispuse a dormirme para descansar aun que fuera un poco.

Los días pasaron, al igual que las semanas, y yo cada vez me encontraba más irritable y ansioso. Habían pasado más de dos semanas desde la última vez que me había encontrado con Kouga, y desde entonces el maldito lobo no había dado muestra de presencia en ningún lado. Le había estado evitando, y había estado haciendo un magnifico trabajo.

El campamento seguía igual, con Kagome en su depresión sin querer la lastima de nadie y alejándose cada vez más de mí. Entre Sango y el monje, la relación era tensa y parecía que entre ellos había sucedido algo realmente grave. Y yo… yo me enfadaba por cualquier cosa, aun que eso ya lo hacía antes de que todo aquel lío sucediera. Además de que estaba demasiado taciturno para mi estado de ánimo normal.

Y fue en aquel raro ambiente donde sucedió lo que nunca hubiese esperad que ocurriera. Era un lunes por la mañana, un lunes normal y corriente el cual yo me levanté dispuesto a ir a cazar algo para la comida. Pero todo se fue al gárrete cuando salí de la cabaña donde nos habíamos refugiado aquella noche lluviosa.

Nunca me hubiese esperado ver una escena así, pero mi corazón solo pudo contrajeres al ver lo que afuera de la cabaña me esperaba. Por una parte estaba en monje y Sango, que hablaban tranquilamente sentados en el tronco de un viejo árbol caído, pero lo que me hizo contener el aliento fue ver a Kagome, o más bien, a quien estaba con ella.

Mis ojos se abrieron como patos al ver a Kouga sentado junto a Kagome. El lobo estaba muy, muy cerca de ella y uno de sus brazos rodeaba la cintura de la chica. El primero que me vio fue el lobo, quien solo me miró con indiferencia para momentos después volver a posar su vista en la muchacha. Sin embargo aquello había llamado la atención de Kagome, que levantando su mirada, me encontró a unos metros de ellos y completamente shockeado.

Kagome se levantó bruscamente y sus mejillas se llenaron de un adorable sonrojo. – Inuyasha…- Empezó la chica vacilante- Yo… bueno él… - Era obvio que la chica era incapaz de expresarse, así que Kouga se puso de pie y sin dejar de mirarme fríamente, me soltó la bomba.

-Nosotros somos novios- Bueno… describir como fue mi reacción ante aquello sería muy difícil. Todo topo de sensaciones se juntaron en mi interior haciendo que casi me doblara del dolor. Por una parte los celos, tan fuertes y patentes como nunca antes los había sentido, por otra la tristeza, también había algo de rabia, pero lo que hacía que en aquel momento no pudiese respirar por el nudo que se me había formado en el pecho, era aquella odiosa sensación de traición.

Temiendo que mis piernas no pudiesen sostenerme adecuadamente, no tuve otra que sentarme, pero lo que nunca hice fue dejar que mi rostro expresara alguna de las sensaciones que me inundaban con una intensidad alarmante.

-¿En… En serio?- Interiormente me felicite por que hubiese podido decir una frase sin hacer nada drástico por el camino

-Si bueno… Yo me encontré con Kouga en el bosque ayer, y él me pidió ser su novia y yo…- Mi mente dejó de prestar atención a lo que la chica me decía en aquel momento. ¿Él se lo había pedido¿Pero como había tenido la indecencia de hacer eso? Mi intención fue gritarle a Kagome que ella no podía estar con el moreno, decirle lo que ellos dos habían tenido y lo sucios que podían estar ambos. Sin embargo, las palabras que dijo ella le pararon en seco- Tu sabes lo que me pasó y bueno… yo necesitaba algo así para salir del pozo que yo misma me había cavado.

Mis ojos se cerraron con resignación y mi angustia creció a límites insospechados. Mi respiración se hizo acelerada, llegando a hiper-ventilar, pero todo aire parecía haber desaparecido, ya que mis pulmones ardían pidiendo oxigeno. Pero no podía dejar las cosas así¿Verdad?. Estaba seguro de que era mi deber decir la verdad, ya no solo por que yo mismo no creía poder soportar verlos juntos, si no pro que Kagome se merecía saber la verdad.

Pero cuando me dispuse a abrir mi boca, lo que vi me dejó de nuevo helado. Kagome, mi bella y dulce Kagome, estaba sonriendo. Y no una sonrisa vacilante y carente de fuerza. Ella volvía a mostrar por primera vez en mucho tiempo, aquella alegría y fuerza vital que tanto la habían caracterizado. Kagome había vuelto a sonreír y a sentir que la vida valía la pena. Y en aquel preciso momento me di cuenta de que no podía decirle algo que la hundiera de nuevo, simplemente aquello era imposible.

Apretando mis puños a mi espalda, intenté que mi voz sonara lo más entera posible- Kagome yo… Yo me alegro mucho por ti- La sorpresa fue claramente visible en el rostro del lobo, pero la chica se tiró a mis brazos sin darme tiempo a decir nada más. Ella volvía a desprender aquel calor que te hacía sentir querido. Ella volvía a ser feliz y yo nunca hubiese podido arrebatarle eso.

Sin embargo las cosas no podían ser tan fáciles a partir de entonces. Aquello en ningún momento tuvo una salida fácil, y lo mirase por donde lo mirase, solo veía un final para toda aquella situación que no podía catalogarse de otra manera que no fuera de catastrófico.

-A partir de hoy el se quedará en nuestro campamento- Anunció Kagome sin darse cuenta de la tensión que había en el ambiente. Yo simplemente evite mirar al moreno a los ojos, preguntándome por qué demonios habría hecho aquello- Nos ayudará con Naraku.

La chica se veía muy feliz con aquella resolución, pero yo no pude más que preguntarme, quien sería el que la cuidaría a ella de nosotros.

Continuará…

Bueno… para defenderme solo puedo decir que este capítulo lo escribí con el animo muy bajo. Si además a eso le sumamos que acabo de leer un fic que me ha traumatizado… Quizás exageré algo la reacción de Inuyasha con todo eso de solo sexo, pero de cualquier forma espero que os guste el capi y que dejéis vuestros comentarios. El próximo capitulo estará mejor